La lección mayor es clara: las y los mexicanos no cuentan con el Estado, ya que éste solamente opera para defender los intereses del dinero y el poder. Sin autoorganización desde abajo, autónoma, autogestiva, independiente, el pueblo mexicano no sobrevivirá a las contingencias que puedan agravar su ya de por sí precaria y vulnerable condición, tras décadas de neoliberalismo al que sería un eufemismo llamar capitalismo salvaje en lugar de capitalismo criminal.
Para quienes en las últimas semanas y meses habíamos comenzado a rearticularnos y reorganizarnos alrededor de la iniciativa del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional de integrar un Concejo Indígena de Gobierno, estos huracanes y terremotos golpearon algunos de los estados de la república donde tenemos más compañeros y hermanos y hermanas indígenas y no indígenas que pueden apoyar esta iniciativa: Chiapas, Oaxaca, Puebla, Morelos, Estado de México, Ciudad de México e incluso Veracruz, y aún más, en esos territorios afectaron más gravemente a los más pobres y explotados, como siempre
México: ¿Qué sigue y por qué lo vamos a hacer? #CIG #CNI #EZLN
Por Javier Hernández Alpizar
Kaos en la red
La lección mayor es clara: las y los mexicanos no cuentan con el Estado, ya que éste solamente opera para defender los intereses del dinero y el poder.
Después de décadas de guerra y de muerte, durante las cuales, las ganancias han sido para la élite político empresarial y el dolor y el luto para la mayoría de las y los mexicanos, hemos sufrido una serie de eventos naturales cuyas consecuencias letales han sido agravadas porque el Estado mexicano y sus instituciones civiles y militares han actuado con la misma lógica que llevan ya varios sexenios: favorecer al capital, sus ganancias y sus intereses, y sacrificar la vida, la seguridad y la paz, de la mayoría de la sociedad mexicana.
La única posibilidad de sobrevivencia de quienes fueron rescatados con vida fue gracias a la sociedad civil (subrayamos lo de civil, en el sentido de no militar ni policiaca) que espontáneamente se organizó bajo principios tácitos de horizontalidad y de buena fe.
Tras los testimonios que hemos ido oportunidad de conocer de las y los protagonistas de esta hazaña colectiva, podemos concluir que si las personas que voluntariamente actuaron como topos, rescatistas, brigadistas, solidarias y solidarios no pudieron salvar a más personas vivas se debió al estorbo, cuando no al deliberado sabotaje y dilación e incluso represión de las fuerzas armadas y la burocracia, como “protección civil”, que entorpecieron las labores, disuadieron la participación civil, robaron acopios y herramientas donadas por la sociedad y forzaron todo el tiempo el término de los rescates y el regreso a la circulación de autos, mercancías (incluida la mercancía trabajo, vehiculada en la persona de las y los trabajadores) y orden social sumiso.
La insumisión, desobediencia y terquedad de las y los ciudadanos empeñados en buscar a sus semejantes entre escombros impidió que el Estado tomara fácilmente el control y cumpliera la consigna que repetían los medios de masas de su aparato de propaganda: que “a diferencia de 1985, esta vez el Estado mexicano estaba al frente en todo”. Si estuvo al frente fue en la represión, el desprecio y la obcecación por evitar la articulación social.
La lección mayor es clara: las y los mexicanos no cuentan con el Estado, ya que éste solamente opera para defender los intereses del dinero y el poder. Sin autoorganización desde abajo, autónoma, autogestiva, independiente, el pueblo mexicano no sobrevivirá a las contingencias que puedan agravar su ya de por sí precaria y vulnerable condición, tras décadas de neoliberalismo al que sería un eufemismo llamar capitalismo salvaje en lugar de capitalismo criminal.
Para quienes en las últimas semanas y meses habíamos comenzado a rearticularnos y reorganizarnos alrededor de la iniciativa del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional de integrar un Concejo Indígena de Gobierno, estos huracanes y terremotos golpearon algunos de los estados de la república donde tenemos más compañeros y hermanos y hermanas indígenas y no indígenas que pueden apoyar esta iniciativa: Chiapas, Oaxaca, Puebla, Morelos, Estado de México, Ciudad de México e incluso Veracruz, y aún más, en esos territorios afectaron más gravemente a los más pobres y explotados, como siempre.
Si de suyo lo complican las trabas de tipo burocrático y tecnológico (uso de una App para Android que obligará a usar I phones y tablets a quienes recaben firmas para conseguir que el nombre de Marichuy figure en la boleta electoral), lo hacen todavía más difícil el esfuerzo titánico de brigadistas en el campo y la ciudad de compañeros adherentes a la Sexta y participantes en este proceso del CIG, más el daño sufrido por muchos compañeros y compañeras (que perdieron mucho más que su credencial de elector) en estos desastres naturales y sociales. El trabajo será arduo y a contrarreloj.
Sin embargo lo más difícil y más importante es explicar por qué y para qué participamos en este proceso organizativo; qué meta vamos a alcanzar y por qué nos proponemos seguir esta ruta.
Para una sociedad acostumbrada a reducir su idea y percepción de lo político y de la política a lo electoral y luego asistir pasiva a la omnipotencia de los poderosos y la inutilidad de tratar de incidir en el rumbo del país, resulta incomprensible que participe quien no tenga posibilidades de ganar y de ir a vivir a Los Pinos. ¿Qué pretendemos entonces? ¿Visibilizar las problemáticas indígenas y las de los más explotados y reprimidos? Sí, pero no solamente.
A casi todos los que han escuchado o leído la propuesta, les ha pasado de noche el tema central: ya existe un Concejo Indígena de Gobierno, formado por concejalas y concejales de pueblos, comunidades, de gran parte del país. Un gobierno colectivo, indígena, como las Juntas de Bueno Gobierno, pero no formado por bases zapatistas sino por mujeres y hombres indígenas de organizaciones del CNI. La idea más importante es que un gobierno colectivo indígena puede (y creo que debe) gobernar este país. Como no puede ser candidato un colectivo, lo será una vocera, una mujer indígena nahua, Marichuy.
Los elementos más importantes de ese concejo (con c, porque va a gobernar y no meramente a dar consejos) son autogobierno (la soberanía reside originariamente en el pueblo y esta tiene en todo momento la facultad de cambiar su forma de gobierno), autonomía, autoorganización, autogestión. Ya en los hechos hemos demostrado (la sociedad civil solidaria en 1985 y 2017, precisamente en dos 19 de septiembre) que puede autoorganizarse para salvar vidas y defender su derecho a la ciudad, ya los pueblos indios han demostrado con sus autonomías, de Cherán a las Juntas de Buen Gobierno, que es posible otra política que se rija por los siete principios del principio democrático radical “mandar obedeciendo”: obedecer y no mandar (los delegados o concejales), representar y no suplantar, servir y no servirse, convencer y no vencer, bajar y no subir, construir y no destruir, proponer y no imponer.
Esa otra forma de hacer política, autoorganizativa y radicalmente democrática, cuyos delegados, concejales, representantes o voceros están sometidos no sólo al mandar obedeciendo (el control político de los representados sobre su representante) sino a su puntual revocabilidad en caso de no cumplir lo mandado por sus bases, se propone no solamente un autogobierno de los pueblos indígenas sino de todo el pueblo de México, comunidades, poblados, barrios, colonias, ciudades, territorios: Es una combinación de fuerte democracia participativa con una débil y controlada democracia representativa: Ya hemos sido gobernados, oprimidos, reprimidos, por los gobiernos, la clase político empresarial y los partidos de un Estado al servicio del capital y sus ganancias, gobiernos de todos los colores a quienes no les importan nuestras vidas y bienes (contrario a lo los spots de las fuerzas armadas) y que nos ven como la más barata y reemplazable de las mercancías. Ya es hora de un gobierno que mande obedeciéndonos y al cual sí le importen nuestras vidas y personas, nuestro patrimonio, nuestros suelos y territorios, nuestra patria y nación, nuestro futuro, la ecología, la cultura, el bien común.
Los indígenas del CNI y el CIG han decidido invitar a tener concejales a los pueblos afromestizos, y así como ellos, en el futuro todos los mexicanos y todas las mexicanas podremos autogobernarnos con concejales que trabajen para nosotros, revocables, con límites éticos y políticos claros (los siete principios del mandar obedeciendo).
Esto es difícil de comprender a incluso de imaginar para quienes están acostumbrados a gobernantes despóticos, líderes, carismáticos o no, vitalicios, eternos candidatos o figurines fabricados por los medios, una clase político empresarial de especialistas en mandar incuestionables, irrevocables e intocables (algunos incluso innombrables) perennemente reciclables.
Lo más importante del proceso del CIG es la organización con otra forma de hacer política, lograrlo será difícil, pero seguir con más de lo mismo, removiendo entre los escombros y las cenizas de la vieja y rancia clase política para seguir reciclando candidatos y luego verdugos cada tres y seis años, solamente nos conducirá no a los mismos sino a peores resultados: ¿podremos sobrevivir, si no cambiamos la dinámica de los proyectos de muerte que nos están oprimiendo?
Hacer comprender a las personas todo esto no es tarea fácil, pero sin ese trabajo no podemos construir ese camino, no se puede ganar, ahora ni siquiera sobrevivir, sin organizarse y luchar. Eso es lo que vamos a hacer, organizarnos y luchar para defender nuestras vidas y nuestro futuro como pueblos de México.
No somos meros desechos, mercancías caducas u objetos de “beneficencia”, somos, todos y todas, actores, agentes, sujetos políticos y sociales.