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Las experiencias municipalistas deben ser vigilantes y no pensar que el poder del estado será suyo

Debbie Bookchin :: 04.12.17

El Municipalismo Libertario, al que mi padre se refería también como Comunalismo, es la expresión política de la ecología social. Sugiere que, en vez de organizar la sociedad de manera no jerárquica, deberíamos devolver el poder al pueblo al nivel fundamental de la sociedad: la comuna o municipalidad, de forma que la gente pueda tomar decisiones por ella misma a nivel local, en vez de ser “gobernados” por el estado.
La única forma de construir un cambio duradero es reinventando la política: traerla de vuelta al nivel local dónde la gente puede decidir por ellas mismas con sus barrios que es lo mejor para sus comunidades. Si la Izquierda hubiera empezado hace cinco décadas, estaríamos hoy viviendo en un mundo diferente.

Debbie Bookchin: “Las experiencias municipalistas deben ser vigilantes y no pensar que el poder del estado será suyo”

Dice estar esperanzada con el municipalismo libertario y que abordar la desigualdad es más urgente que nunca. La premiada periodista y escritora, participó en los II Encuentros Internacionales de Ecología Social de Bilbao.

PUBLICADO
2017-12-04 06:39:00

Dice estar esperanzada con el municipalismo libertario y que abordar la desigualdad es más urgente que nunca. A Barcelona en Comú le pide “no caer en la idea de que el poder del estado llegará un día a ser suyo”. En EE UU, la exsecretaria de Prensa del candidato demócrata reconoce que apoyaría a Bernie Sanders como mal menor, pero alerta de la ingente cantidad de energía que requiere una batalla que solo produce pequeñas victorias.

Periodista y escritora, ha ganado diferentes premios por sus noticias y reportajes de investigación y escrito para medios como The New York Times, The Atlantic, New Scientist y The Nation. Llevó a cabo una investigación que dio lugar al libro The Virus and the Vaccine (del que es coautora junto a su pareja) y es autora de The Next Revolution: Popular Assemblies and the Promise of Direct Democracy. Bookchin participó en los II Encuentros Internacionales de Ecología Social de Bilbao.

¿Todavía es posible construir un mundo mejor?
Totalmente. Y ahora es más urgente que nunca antes. A día de hoy hay más gente que está sufriendo y se está dando la mayor desigualdad entre ricos y pobres que hayamos conocido en la era moderna. Además, nuestra existencia como especie depende de que nos pongamos en esta tarea, porque el ethos rapaz del capitalismo, “crece o muere”, amenaza con destruir los ecosistemas de este bello planeta del cual dependen nuestras vidas. Lo positivo de la, por otra parte, deprimente situación actual es que ahora tenemos más ejemplos de los esfuerzos fallidos en el pasado, particularmente en la izquierda. Y si somos inteligentes, aprenderemos de esas experiencias y generaremos una mejor manera de responder al desafío al que nos enfrentamos. Por eso estoy tan esperanzada con el municipalismo libertario, que ofrece una práctica y demuestra una vía para avanzar en el proyecto en el que todas creemos: construir una sociedad más igualitaria y utópica.

¿Cómo definirías la ecología social? Qué es el municipalismo libertario o comunalismo ?
La ecología social es el término que mi padre [Murray Bookchin] utilizaba para describir la idea de que todos los problemas ecológicos se basan en relaciones sociales distorsionadas. Con esto quería decir que no podemos empezar a deshacer las muchas ofensas que imponemos al mundo natural hasta que nos ocupemos de las ofensas que nos hacemos entre nosotras mismas. En otras palabras, la vieja idea de dominar la naturaleza proviene de la muy real dominación de humanas por humanas, algo que empezó hace muchos siglos con las jerarquías antiguas del chamán de la tribu, que fue extendiéndose a muchas otras formas de dominación jerárquica, y que aún seguimos combatiéndolas hoy: lo viejo sobre lo joven, el hombre sobre la mujer, la gente blanca sobre la de color, etc.

En el capitalismo, las necesidades humanas son puestas a competir entre sí y todas ellas contra el mundo natural
En la sociedad burguesa esto toma su forma más rapaz en el capitalismo, dónde las necesidades humanas son puestas a competir entre sí y todas ellas contra el mundo natural. Las ecologistas sociales insisten en que sólo resolveremos la crisis ecológica cuándo erradiquemos jerarquías sociales que incluyan dominaciones de género, etnia, orientación sexual o, por supuesto, distinciones de clase. Afirman que si no se erradican estas otras formas de dominación, la mera paridad económica no traería la liberación, porque la libertad real significa más que igualdad económica; significa libertad de toda forma de jerarquía. Mi padre, por ejemplo, encontró en esto el gran fallo del Comunismo y de otras ideologías radicales de izquierda: fijándose sólo en la desigualdad económica e ignorando las otras formas de dominación social, las sociedades que construyeron no eran ni igualitarias ni ecológicas. De facto, en muchos casos fueron al menos tan opresivas, si no más, como sus contrapartes capitalistas. Y su historial de explotación medioambiental es bien conocido.

El Municipalismo Libertario, al que mi padre se refería también como Comunalismo, es la expresión política de la ecología social. Sugiere que, en vez de organizar la sociedad de manera no jerárquica, deberíamos devolver el poder al pueblo al nivel fundamental de la sociedad: la comuna o municipalidad, de forma que la gente pueda tomar decisiones por ella misma a nivel local, en vez de ser “gobernados” por el estado. Estas organizaciones municipales se confederarían entre ellas para tomar decisiones regionales. Vemos conmovedores ejemplos de esta forma de organización social a lo largo de la historia: en la Antigua Atenas, en las ciudades medievales, en la Comuna de París de 1871, así como en la colectividades anarquistas de España en 1936 y 1939, entre otras.

¿Jerarquía y dominación, como cambiamos estas relaciones sociales?
Bien, hemos hecho un largo recorrido para identificarlas. Creo que uno de los grandes logros de los movimientos sociales de las últimas dos o tres décadas es que hemos empezado a cambiar conscientemente estas relaciones sociales en la práctica de cada día. Estas “políticas pre-figurativas” insisten en que vivimos en nuestros movimientos, los valores que queremos ver en la nueva sociedad que esperamos construir. La gente en Barcelona en Comú, por ejemplo, habla sobre feminización de la política, y se refieren no sólo a los asuntos que afectan a las mujeres, sino a un cambio fundamental en la forma en que se conduce la política.

El feminismo ha sido instrumental en este proceso, pero debemos tener cuidado con no enfocar no sucumbir a la “política identitaria” que socava el cambio revolucionario
El feminismo ha sido instrumental en este proceso, como son otros movimientos de liberación como el de las personas negras y la lucha LGTB. Pero debemos tener cuidado con no enfocar estas formas de opresión por separado, no sucumbir a la “política identitaria” que socava el cambio revolucionario. Debemos recordar que todas esas formas de opresión son expresiones de un sistema capitalista que subyuga a la gente haciéndola luchar entre ellas por ver quién es más oprimida y victimizada, en vez de concentrar nuestra fuerza colectiva –porque somos más fuertes cuándo nos levantamos unidas– a combatir directamente el poder global de las corporaciones internacionales y su cortejo: el estado-nación, que sostiene un monopolio de autoridad y violencia. Solo retando y en última instancia usurpando el poder del estado-nación podremos tener una verdadera auto-determinación y libertad.

¿Cómo fue la experiencia de democracia directa en el movimiento Occupy? ¿Fue un primer intento de municipalismo libertario en EE UU?
El movimiento Occupy era muchas cosas buenas, pero no era municipalismo libertario. Occupy hizo sentir a la gente como de estimulante puede ser reunirse cara a cara, y discutir y decidir, experimentar ese sentimiento de empoderamiento que viene con la auto-determinación. El municipalismo libertario también pone el acento en reuniones y discusiones, pero va un paso más allá empoderando a las asambleas locales a elegir delegados que pueden llevar su mirada a nivel metropolitano.

Como parte del municipalismo libertario está el presentarse al ayuntamiento, tras haber trabajado con sus vecinos para desarrollar un programa que recoge las necesidades de la gente en la comunidad. Pero las que se presentan no son candidatas en un sentido tradicional, son merecidas delegadas de la asamblea : no son empoderadas para tomar decisiones por ellas mismas, puede ser revocadas si no siguen los deseos de la asamblea; y rotan para que nadie se convierta en centro de poder. Su principal meta, siendo elegidas para el ayuntamiento, es devolver recursos a la base, fortalecer continuamente los movimientos sociales y las asambleas vecinales a las que representan.

Estamos hartos de los tories y de los labour en Inglaterra, republicanos y demócratas en EE UU. En Europa, la apuesta por Syriza o Podemos no anda ahora mismo muy bien… ¿Con Bernie Sanders habría habido alguna diferencia?
Claramente, estaríamos mejor si Bernie Sanders fuera presidente en vez de Donald Trump, y apoyo votar por el mal menor en las elecciones regionales y nacionales; cualquier pequeño paso que podamos dar para proteger nuestros derechos ya conquistados es importante. Pero no soy socialdemócrata. Y creo que la política de la socialdemocracia nos ha fallado: estamos continuamente gastando ingentes energías en una batalla cuesta arriba que produce sólo pequeñas victorias. La política de la que hablo no gira alrededor de una personalidad “progresista” como Sanders tomando las riendas del poder, porque un único individuo, por muy bien intencionado que sea, está siempre limitado por las propias instituciones: la gigantesca burocracia gubernamental, las corporaciones, la necesidad de “comprometerse” para mantenerse en el poder.

Las experiencias municipalistas deben ser vigilantes y no caer en la idea de que el poder del estado llegará un día a ser suyo
La historia nos enseña que es el estado-nación el que se erige en oposición a la verdadera auto-determinación. Siempre que un partido de izquierda se ha focalizado en tomar el poder a nivel nacional, se han corrompido para encajar en el orden social neoliberal que el estado les exige. Esto sucedió a mediados de los 80 con los Verdes alemanes, y el mismo patrón ha continuado, como hemos visto con Syriza. Plataformas como Barcelona en Comú están más cerca de un programa municipalista radical, pero todas esas experiencias deben ser vigilantes, no caer en la idea de que el poder del estado llegará un día a ser suyo. Debe ser totalmente desmantelado, junto al orden económico capitalista al que sirve.

¿Cómo puede el Comunalismo hacer su camino en tierra Kurda?
En los 90 mucho de los libros de mi padre fueron traducidos al Turco, en un país en el que viven 15 millones de Kurdos y en el que nació el líder Kurdo Abdullah Öcalan. Mucho Kurdos se familiarizaron con los textos de Bookchin, y Öcalan empezó a leerlos con atención cuándo fue a la prisión de la isla Imrali tras ser capturado en 1999. Öcalan ha dicho que fue profundamente influenciado por las exploraciones de mi padre sobre jerarquía y dominación en las primeras sociedades Mesopotámicas, y también por su convicción de que el Marxismo-Leninismo estaba equivocado en creer que la libertad viene por la toma del poder estatal, observación que se ha probado verdadera una y otra vez, siendo quizá la URSS el más trágico ejemplo. Tras leer estos libros, Öcalan instó a sus seguidores a abandonar la idea de crear un estado Kurdo separado, y respalda la idea no-estatista de Bookchin sobre el comunalismo, que Öcalan llamó confederalismo democrático. Esto significa que los Kurdos en Syria y Turquía ya no buscan un estado separado, porque entienden que los estados son inherentemente represivos. Por lo que dentro de las fronteras estatales existentes están construyendo y modelando una autonomía regional para su gente y trabajando para construir un Oriente Medio democrático y no sectario.

¿Qué remarcarías de la nueva sociedad Kurda?
La parte Noreste de Syria, conocida en Kurdo cómo Rojava, acaba de ser renombrada Federación Democrática de Syria Norte, en reconocimiento de que la región incluye también sirios, árabes, turcos y gente de otras etnias, y todo su sistema se organiza como una democracia asamblearia del cara a cara. La gente se encuentra en el barrio para tomar decisiones sobre cualquier aspecto de la vida, desde los horarios a los que niñas y niños deberían llegar a la escuela hasta que tipo de cooperativas servirán mejor a la sociedad. Las mujeres deben formar, por ley, parte al menos en un 40 por ciento de topo cuerpo gubernativo, y todas las oficinas administrativas están atendidas por una mujer a menudo de una minoría.

Las decisiones de usos de los recursos económicos se toman colectivamente a nivel de barrio. Los derechos humanos básicos están garantizados por todo el mundo, mediante un “contrato social” de 96 puntos que perfilan un núcleo de valores fundamentales, tales como la ayuda mutua, la cooperación, una economía ecológica y moral y, sobre todo, su compromiso con la auto-determinación mediante la democracia de base. La jerarquía es desafiada a todos los niveles de la sociedad. Hay comisiones separadas de mujeres que pueden anular la asamblea cuándo ésta aborda asuntos que afectan específicamente a las mujeres, tal y como la salud. Todo el mundo tiene derecho a ser educado en su propia lengua, y ambas mujer y hombre sirven en las unidades de defensa que se encargan de proteger la región. Esta sociedad es la sociedad más democrática y revolucionaria que hayamos visto desde las comunidades anarquistas de 1936 a 1939 en España.

Y me gustaría enfatizar que creo que es trágico que este proyecto en Syria Norte no haya recibido más soporte de la izquierda y los progresistas en Occidente. Como la sociedad que los Zapatistas están creando en Chiapas, es un modelo que merece ser cuidado y alimentado, y criticado cuando proceda, pero ante todo protegido de las fuerzas geopolíticas que amenazan con destruirlo, especialmente con el fascismo que continua en auge en Turquía y otros países vecinos. Debería haber una enorme protesta continua contra la destrucción sistemática de las comunidades kurdas en el sudeste de Turquía por parte de Recep Tayyip Erdogan, y una insistente exigencia de que Rojava Kurda tenga un asiento en la próxima ronda de las Conversaciones de Paz de Ginebra, de las que han sido completamente excluidas hasta el momento. Todas deberíamos estar presionando a nuestras representantes para asegurar que Rojava no sea abandonadas ahora que se ha hecho retroceder al Estado Islámico, en unas batallas en Syria bañadas en sangre Kurda y Árabe.

¿Qué añadió Abdullah Öcalan a las teorías de Murray Bookchin?
Öcalan trajo un fuerte énfasis en el feminismo al dar luz estas teorías. A mi padre le preocupaba la opresión de la mujer, como parte de los muchos sistemas de mando y obediencia que alimentan toda forma de dominación, pero Öcalan, viniendo de Oriente Medio, dónde las mujeres son descaradamente la categoría más baja de los sistemas patriarcales, mostró que las mujeres están en una categoría exclusiva como las más explotadas y abusadas de la sociedad moderna. Öcalan observó con certeza que una revolución de mujeres es el núcleo fundamental del proyecto socialista y determina hasta que punto una sociedad en su conjunto puede considerarse a sí misma liberada. Es este compromiso de auto-liberación, el que anima las extraordinarias unidades de defensa femenina que tan brillante y estratégicamente han luchado contra el autodenominado Estado Islámico.

El trabajo podría ir reduciéndose por el uso de la tecnología, de forma que la gente experimentara su potencial creativo y la gente tuviera tiempo para el autogobierno

Ambos, Bookchin y Öcalan, retomaban la idea Marxista de la libertad desde un punto de vista económico para llevarla a una visión más amplia.
Ambos defendían con entusiasmo que no es suficiente destruir el sistema de clase. Para ambos la libertad implica una visión más amplia con la meta de acabar con todas las formas de opresión. Para hacer esto, necesitamos construir una sociedad igualitaria que sea moralmente justa, ecológicamente sostenible y que respete y promueva todo el abanico de la experiencia humana. En una sociedad libre de verdad, un artista y una maestra serán tan valiosas como una doctora o un programador informático. Todas las etnias, sexos y géneros tendrán todos los derechos. El trabajo podría ir reduciéndose por el uso de la tecnología, de forma que la gente experimentara su potencial creativo y, lo crucial, la gente podrá tener tiempo para el autogobierno: mediante reuniones para discutir asuntos que impactan en sus vidas y comunidades. Aristóteles vio en eso el reto humano más importante, y a lo largo de la historia vemos que cuándo las gentes se liberan de los lazos físicos y psicológicos que nos impone el capitalismo, tienden a formar parte y cooperar con sabiduría en el gobierno de sus comunidades.

¿Es viable que esta idea de confederalismo democrático se extienda a diferentes partes del mundo?
Creo que no sólo es viable si no que es de vital importancia. Cincuenta años de política de izquierdas nos han enseñado que tenemos que tener una tercera vía, un tercer polo si lo quieres llamar así, que nos lleve más allá del estancamiento entre el estado y la calle. En otras palabras, tenemos que desarrollar un enfoque que no dependa ni de tomar el poder estatal ni de mantenerse en los márgenes de la sociedad como movimiento protesta. Debemos crear la manera de llevar a cabo un cambio perdurable, empezando con un programa de mínimos en el que la gente se organice sobre cuestiones locales de vivienda, desplazamiento, urbanismo y otros asuntos que les conciernen, y se movilicen implicándose políticamente a nivel local, construyendo instituciones alternativas como las cooperativas y también estudiando, haciendo programa e impulsando plataformas que incluyan candidaturas a los ayuntamientos. Esto puede ser hecho sin caer en la trampa de crear un partido político que se convierta en un fin en sí mismo. Un programa mínimo puede eventualmente ser dirigido hacia un programa de transición que, finalmente, se convierta en un programa de máximos que permita a las comunidades confederadas crecer en fuerza y en poder de decisión. Así, de esta manera, se podrá crear un tipo de “poder dual” que desafíe y acabe desmantelando el poder del estado-nación. La manera de generar este tipo de cambio duradero es desarrollando una arquitectura en nuestras comunidades que anime a la gente a participar en el gobierno local, con la meta de constantemente estar enviando el poder hacia abajo, desde el estado a la municipalidad.

¿Podemos resolver problemas transnacionales trabajando a nivel local?
Ya lo estamos haciendo con el calentamiento global por ejemplo, que está siendo enfrentado con más fuerza en algunas ciudades y pueblos que a nivel nacional. Pero el punto principal es que no hay razón para que esas comunidades no se puedan federar – mandar delegadas a discutir problemas regionales y a veces incluso “nacionales”. Estas delegadas pueden llevar los deseos de sus comunidades a asambleas regionales y traerlos de vuelta con sugerencias de delegadas de otras regiones, para discutirlas a nivel local. Obviamente la gente tendrá que encontrar formas de comprometerse. Por ejemplo, habrá veces en que una comunidad puede perder la votación en una asamblea regional. Pero con tal de que se abra un debate y el pueblo sienta que tiene voz, creo que habrá un sentido de empoderamiento en esa forma de gobierno, sentido de control local y auto-determinación que pocas de nosotras experimentamos hoy.
¿Necesitamos coraje para unir teoría y práctica?
Necesitamos coraje, pero sobre todo necesitamos compromiso serio con la organización. Hace 50 años, mi padre instaba a la izquierda a tomarse en serio a sí misma, y a hacer en cada barrio, pueblo o ciudad, también en zonas rurales, el trabajo organizativo de instrucción y creación de asambleas populares en torno a cuestiones locales, desarrollando una agenda radical y lanzando candidatas a los ayuntamientos. Desde ahí, proponía usar ese poder local para desafiar a los cuerpos gubernamentales regionales y nacionales. La meta era descentralizar el poder y debilitar, en última instancia disolver, el estado-nación. Él creía que era la única vía, en el mundo moderno, para crear cambios sociales perdurables. Pero muchas de nosotras en la izquierda nos hemos enfocado en la política de calle – grandes manifestaciones que, siendo edificantes y positivas para sus participantes, desafortunadamente raramente producen cambios más allá de sí mismas– , o en la política representativa : elegir gente para cargos desde los que prometen protegernos y ser portadoras de nuestros deseos, pero que al final son corrompidos por dicho cargo. La única forma de construir un cambio duradero es reinventando la política: traerla de vuelta al nivel local dónde la gente puede decidir por ellas mismas con sus barrios que es lo mejor para sus comunidades. Si la Izquierda hubiera empezado hace cinco décadas, estaríamos hoy viviendo en un mundo diferente.


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