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El derecho a la subversión

Raúl Prada Alcoreza :: 06.12.17

La subversión es un derecho de los pueblos cuando sus estados conculcan el ejercicio democrático, cuando vulneran la Constitución, cuando no respetan los derechos consagrados en la carta magna, además de los derechos civiles y políticos, los derechos sociales, los derechos colectivos, los derechos de la naturaleza. Cuando la forma de Estado, que se expresa en la singularidad de la forma de gubernamentalidad, es decir, en un gobierno concreto, suspende el sistema jurídico-político, empujando a la guerra histórica-política, suspende la institucionalidad establecida, a través de las reglas acordadas constitucionalmente, los pueblos, para defender la soberanía que radica en el pueblo, tienen la potestad incuestionable de la subversión contra el despotismo y la tiranía.

diciembre 05, 2017
El derecho a la subversión

Raúl Prada Alcoreza

La subversión es un derecho de los pueblos cuando sus estados conculcan el ejercicio democrático, cuando vulneran la Constitución, cuando no respetan los derechos consagrados en la carta magna, además de los derechos civiles y políticos, los derechos sociales, los derechos colectivos, los derechos de la naturaleza. Cuando la forma de Estado, que se expresa en la singularidad de la forma de gubernamentalidad, es decir, en un gobierno concreto, suspende el sistema jurídico-político, empujando a la guerra histórica-política, suspende la institucionalidad establecida, a través de las reglas acordadas constitucionalmente, los pueblos, para defender la soberanía que radica en el pueblo, tienen la potestad incuestionable de la subversión contra el despotismo y la tiranía.

Hay varias formas de tiranía y otras distintas de despotismo; no hay un solo perfil y figura de estas formas exacerbadas de la dominación. La tiranía puede aparecer de manera, si se quiere, explícita, desnudando abiertamente el Estado de excepción; sin embargo, también puede efectuarse sin que se explicite este substrato originario del Estado mismo, su nacimiento violento como guerra de conquista; encubriendo el rostro tirano con máscaras demagógicas, populistas y hasta pretendidamente “democráticas”. Sin embargo, la incidencia y el impacto demoledor de la tiranía se sienten, a pesar de la mascarada, en la obstaculización misma institucional del ejercicio democrático; es decir, en su conculcación efectiva. Lo que cuenta no es el discurso, las formas aparentes, menos las máscaras, sino el despliegue efectivo de la tiranía al suspender derechos, al vulnerar la Constitución, al transgredir las reglas del juego acordadas institucionalmente. La forma aparente de “democracia” o su mascarada puede disfrazar la tiranía, empero, no la hace desaparecer; mas bien, la realiza de una manera solapada, sin embargo, efectiva. El despotismo también puede presentarse de manera descarnada; el gobierno absoluto, no limitado por las leyes, aparece de cuerpo entero; en pleno abuso de autoridad, usando el monopolio de la fuerza institucionalizada, aplastando los derechos ciudadanos, civiles, políticos, sociales y colectivos. Pero, también puede el despotismo simularse, a través de espectáculos, de campañas publicitarias, de propaganda, de desborde estridente y bullicioso ideológico; adormeciendo, generando cortinas de humo, mientras la suspensión de la democracia, de la institucionalidad, la vulneración de derechos, en sus distintas generaciones, marcha de manera galopante.

El derecho a la subversión es una responsabilidad social cuando se atenta contra la soberanía nacional; por ejemplo, al encaminarse extensivamente e intensivamente en un modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente. Al hacerlo, los gobiernos, aunque se declaren, de boca para afuera, de nacionalistas revolucionarios o de “defensores de los recursos naturales”, peor aún, de “defensores de la naturaleza”, atentan contra la soberanía, que radica en el pueblo, al entregar los recursos naturales a la vorágine del sistema-mundo capitalista. Estos gobiernos, por más disfrazados que estén de “revolucionarios” de pacotilla, son, efectivamente, agentes de las empresas trasnacionales, de las cuales reciben como sueldos, en cuentas foráneas.

La subversión no solamente es una acción de rebelión, sino, sobre todo, es la realización de la potencia social, en las dinámicas complejas del tejido espaciotemporal-territorial-social. La subversión, entonces, forma parte de la capacidad creativa de las sociedades y colectivos humanos. En Intuición subversiva escribimos:

Lo que se llama saber activista, saber subversivo, en tanto se refiere al conglomerado social movilizado, es, en realidad, una constelación dinámica de saberes, de voluntades, de cuerpos, de deseos, de esperanzas, de prácticas alterativas. Al compartir esta experiencia el aprendizaje es colectivo, en el sentido que es singular en cada quién. Desde una perspectiva estructuralista se podría decir que hay la subversión, como una estructura subyacente; decir que es la estructura la que se pronuncia, actúa, habla. Esto es una aproximación abstracta. El estructuralismo olvida que no es la estructura la que habla, actúa, se pronuncia, son los cuerpos los que lo hacen, cuerpos vivos, pasionales, perceptivos, reflexivos. La estructura es un fantasma de los estructuralistas. Son estos cuerpos singulares los que se asocian, componen, acuerdan, emiten discursos, se movilizan; en su dinámica generan acontecimientos, acontecimientos, que a su vez los constituye como subjetividades y sujetos, usando estos términos vulnerables.

La subversión existe como acto de creación de los y las movilizadas, el activismo existe como acción de los y las activistas. Los y las subversivas lo son porque generaron el acontecimiento de la subversión, acontecimiento que los contiene, los envuelve, los atraviesa y los constituye. Lo mismo pasa con los y las activistas, el activismo como acontecimiento; también como historia, los contiene, envuelve, atraviesa y constituye.

Se puede decir entonces que hay como constelaciones dinámicas, bullentes, de desfases, de desacuerdos, de descentramientos, de conflictos, de rupturas mínimas, que se convierten en campos de posibilidad de saberes subversivos, de saberes activistas. Son los cuerpos singulares, las subjetividades singulares, las que realizan estas posibilidades como saber, a su modo, de una manera singular, compartiendo con las demás singularidades. Es esta interacción, es esta dinámica, es esta circulación, acumulación, alimentación y retroalimentación, el referente de lo que se nombró como saber subversivo, saber activista o, si se quiere, intuición subversiva, intuición activista.

Hablaremos como de cuatro niveles de lectura del acontecimiento subversivo. El primordial, es la emergencia del acontecimiento, como crisis del Mundo, dada en el Mundo. No ahondaremos ahora al respecto. El nivel singular, la forma singular vivida de esta crisis, la forma como se elabora el conocimiento de esta crisis, el saber de la crisis, que se convierte en saber activo, en saber para la acción. El tercer nivel es el orgánico, la forma de organización que adquiere la subversión, que adquiere el activismo. Tampoco vamos a ahondar en este tema. Por último, la dirección o el desenlace del proceso resultante. Puede continuar la ruta instituyente, constituyente, creativa, de una subversión permanente; desenlace menos probable, basándonos en la historia de las llamadas “revoluciones”. Puede detener la marcha instituyente y constituyente, optar por consolidar lo instituido, lo constituido, entonces hacer del desenlace una recurrencia, una repetición cambiada o modificada, de la historia repetida del poder; que es lo más probable, basándonos en la historia de las “revoluciones”.

Queremos hacer hincapié en lo siguiente: En la medida que esta experiencia subversiva, activista, se mantiene próxima, ligada, a los espesores de la percepción, a los espesores de la experiencia, al saber de los cuerpos, la potencia subversiva, activista, fluye creativamente. Empero, en la medida que se da un alejamiento, un desligamiento, de los espesores de la percepción, de la experiencia, del saber de los cuerpos, en la medida que el distanciamiento implica vaciamiento de contenidos, formulación de un discurso instrumental, de un discurso oficial, del partido, lo que se llame, la potencia subversiva es sustituida por relaciones de poder, por estructuras de poder, legitimadas por un discurso oficial, el discurso de la verdad. Este debilitamiento de la potencia puede comenzar antes de lo que comúnmente se llama la toma del poder, la serpiente puede incubarse antes, en el preludio mismo de las acciones[1].

Hipótesis
1. A diferencia de lo que dice Émile Benveniste, cuando enuncia que nacemos en el lenguaje y desde el lenguaje nombramos el mundo, nosotros decimos que nacemos en el Mundo y desde la experiencia del Mundo damos contenido, sentido, significado, al lenguaje.

2. El lenguaje sólo es posible en el Mundo, como acontecimiento en el Mundo de los acontecimientos.

3. De la misma manera, los saberes son posibles en el Mundo, como acontecimientos en el Mundo.

4. Un saber es saber del Mundo, deviene saber de la experiencia del Mundo.

5. El saber subversivo, el saber activista, es el conocimiento del Mundo en crisis, también de la crisis del Mundo. Este saber es una disposición volitiva, es decir, una intención, así como un dispositivo en pleno ejercicio de las acciones alterativas, encaminadas a transformar el Mundo.

6. El saber subversivo, como tal, como realización, es singular, es una composición singular, en un cuerpo concreto, es una subjetividad anidada en el cuerpo. Se da este saber subversivo singular en los ámbitos de la constelación de actividades, de memorias singulares, de manifestación de saberes singulares, constelación que también contiene acumulación y circulación de información, de transmisiones orales, escritas, estéticas, de las experiencias de luchas.

7. Lo que se da es una participación, un compartir, en esta constelación social, donde la experiencia social de las luchas se transmite en interpretaciones, narraciones, leyendas, mitos, también en aprendizajes colectivos o, más bien, socializados, en transformaciones de esquemas de comportamientos y conductas. Sobre todo adquiere cuerpo en movilizaciones.

8. La movilización es una de las formas desplegadas y desenvueltas del saber activista, del saber subversivo en acción. La movilización comprende varios desplazamientos, no solo de las multitudes, de las organizaciones y estructuras involucradas, sino también de los valores, de las subjetividades, de la misma potencia social.

9. Las movilizaciones pueden convertirse en cruces de umbrales, cruces de horizontes, cruces de límites, generando rupturas en los horizontes mismos de la experiencia, abriendo horizontes nómadas de la experiencia, iniciando nuevas épocas, que en la interpretación teórica se nombra como nuevos horizontes históricos-culturales.

10. Empero, si estas rupturas no logran trastrocar la estructura sedimentada del poder, las estratificaciones sedimentadas en el cuerpo de las formas múltiples de dominación, si no logra crear un nuevo substrato, una nueva matriz, algo así como inventar un nuevo origen o procedencia, los cambios terminan siendo epidérmicos, por así decirlo, sin llegar a transformar la misma base reproductiva del poder.

11. A esta altura de las historias políticas y de las luchas sociales, emancipadoras y de liberación, es indispensable un activismo integral, radical, autopoiética, capaz de crear un nuevo substrato y matriz histórico-cultural, es decir, substrato y matriz civilizatoria, que libere la potencia social de las capturas de las redes institucionales del poder.

Conclusiones
1. Los saberes subversivos, los saberes activistas, las intuiciones subversivas y activistas, son percepciones sociales, conocimientos colectivos, de la crisis del sistema-mundo, son, por eso, conocimientos y percepciones creativos, de ruptura con un presente y un pasado de dominaciones, de apertura hacia un futuro que actualiza las luchas libertarias del pasado y la potencia del presente.

2. Hay que diferenciar la constelación dinámica de las asociaciones, composiciones, circulaciones, realizaciones de memorias, de informaciones, de aprendizajes, de experiencias, de deliberaciones, de consensos, de circulación de saberes singulares, respecto del saber, como tal, que es como la materialización, la expresión, la realización singular de esta constelación.

3. Se ha usado la metáfora del tejido social, de la trama social, de los entramados sociales y colectivos, para referirse a las asociaciones y composiciones sociales, en nuestro caso, de la rebelión. Empero, no hay que olvidar que esta es una metáfora. Figura en la que hay que develar la complejidad de las relaciones, ligazones, comunicaciones, conexiones, transmisiones, complicidades, compromisos, consensos, que se dan en la constelación de los movimientos emancipatorios[2].

La subversión política y social

Por lo tanto, la subversión no solamente es un derecho del pueblo, como anotamos al principio, continuando con el discurso político vanguardista, interpelador y crítico, que deviene de las heroicas tradiciones de las sublevaciones populares. Esto sería acotar los alcances, la irradiación, los horizontes nómadas de la subversión, circunscribiéndola a las transgresiones al orden constituido, la rebelión contra el poder y su forma ideológica e institucional, que es el Estado moderno; la subversión es un derecho en la formación discursiva histórica-política. Desde esta perspectiva, también corresponde a la praxis; es decir, al desplazamiento, despliegue y desenvolvimiento de las fuerzas sociales alterativas. Cuando ingresamos a la percepción del carácter alterativo de la subversión, tocamos los substratos territoriales y corporales de la sociedad; espesores que corresponden a las dinámicas moleculares y molares sociales; sobre todo, a las dinámicas ecológicas, que podemos denominarlas socio-territoriales. En este sentido, el la situación de la crisis ecológica planetaria, la subversión socio-territorial corresponde a las acciones sociales y corporales que buscan la reinserción de las sociedades humanas a los ciclos vitales. En este contexto complejo, la subversión socio-territorial funciona como desencadenamientos de reinserciones ecológicas.

Hay pues distintos efectos, impactos e irradiaciones de la subversión, en los distintos planos y espesores de intensidad de la complejidad, sinónimo de realidad. Haciendo arqueología del concepto de subversión, también configurando genealogías o contra-genealogías de la subversión, podemos definir las connotaciones de la subversión en los planos de intensidad jurídico-políticos e histórico-políticos. Estos serían todavía los sedimentos no necesariamente espesos, correspondientes a los substratos complejos, de donde emerge la subversión. En cambio, cuando comenzamos a considerar los espesores de intensidad, territoriales y corporales, donde se realiza y desenvuelve la alteridad social, empezamos a palpar la complejidad dinámica e integral de la vida.

Desde la perspectiva política, en sentido amplio, es decir pleno, como democracia radical, la subversión abole un orden instituido y da apertura a la creación de nuevas formaciones sociales. Desde la perspectiva de la fenomenología corporal, la subversión corresponde a la liberación de la potencia social; desde la perspectiva ecológica, la subversión, manteniendo todavía el nombre, término, concepto, como metáfora, corresponde a la potencia creativa de la vida.

Volviendo al tema inicial, relacionado a la praxis social y política, la subversión es como la manifestación sintomática del desacuerdo, sobre todo de la desmesura del pueblo, en el sentido que le atribuye Jacques Rancière. Es la acción política, en pleno sentido de la palabra, la que pone en suspenso los mecanismos de dominación. Sin embargo, podemos decir que, la subversión no es una praxis que se da lugar de manera proliferante, a pesar del nomadismo de las sociedades alterativas, sino, mas bien, es un acontecimiento escaso, casi puntual y convergente de la deriva y el desenlace de la crisis política-económica-social-cultural. Cuando los pueblos se sublevan es cuando aparecen en la plenitud de la experiencia social y la memoria social, asumidas en la eternidad del instante, desbocado intensamente; queriendo, como se dice figurativamente, tomar el cielo con las armas. Es cuando el pueblo no acepta abiertamente la dominación, se dé ésta de manera descarnada o de manera solapada. Es cuando no acepta la invención política de la realidad, dibujada y discurseada por el poder. La subversión es la subversión de la praxis, cuando la realidad efectiva desborda y demuele las apariencias del mundo de las representaciones. Cuando el pueblo sublevado incinera los palacios y los fetiches del poder.

[1] Ver Intuición subversiva. https://pradaraul.wordpress.com/anarquismo/intuicion-subversiva/.
[2] Ibídem.


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