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Chile: La fe, la esperanza y el amor en Lo Vásquez (Rep)

Jaime Yovanovic (Profesor J) :: 08.12.17

Ya no queda en quien creer, ni en los dioses, vírgenes ni diablos, ni curas ni partidos, ni parlamento ni jueces. A algunos sólo les queda aferrarse y alienarse cada vez más detrás de su icono, su fantasía o su ideología. La heteronomía se ha agotado, o sea las reglas y soluciones externas han mostrado hace rato sus límites y poco a poco se ha ido desplegando la autonomía

Chile: La fe, la esperanza y el amor en Lo Vásquez
Jaime Yovanovic (Profesor J)

Ya no queda en quien creer, ni en los dioses, vírgenes ni diablos, ni curas ni partidos, ni parlamento ni jueces. A algunos sólo les queda aferrarse y alienarse cada vez más detrás de su icono, su fantasía o su ideología. La heteronomía se ha agotado, o sea las reglas y soluciones externas han mostrado hace rato sus límites y poco a poco se ha ido desplegando la autonomía

Es interesante ver como en la manifestaciones de 100 mil personas carabineros informa de 20 mil asistentes y hoy día en Lo Vásquez sostienen que ya van más de 500 mil participantes y que llegarán al millón. En una actividad el péndulo va en una dirección, en la otra actividad el péndulo va en sentido contrario. Demasiada flexibilidad infunde cierto recelo, como que algo huele mal en Dinamarca. Digamos que hay una política oficial respecto del santuario de una iglesia, en este caso la católica. Esa política oficial tendría sus razones, que no se toman tras consultar a la almohada, sino las tendencias sociales, puesto que el papel del estado es el control y la cohesión de los feligreses, digo de los ciudadanos.

Ya decía Jesús, en la parábola del Buen Samaritano, que la creencia en dios y el amor tienen sus caminos propios y pueden marchar separados. Ya que el prójimo, aquel que dio la demostración de amor cuidando del caído en el borde del camino, era una persona que no creía en dios, en tanto los que creían pasaban por su lado sin interesarse.

Por eso no podemos hacer un análisis de la fe, la esperanza y el amor mediante cánones religiosos o ideológicos, sino sociales y humanos, de otro modo pecaríamos de limitaciones obvias.

Que la gente en general ha ido perdiendo la fe y la esperanza, es por todos sabido. Pocos creen en algo o en alguien, pues todos y aún cada uno, se han encargado de matarla diariamente, una y otra vez, cerrándose los caminos de acceso desde los efectos hacia los afectos del resto. Los afectos, cariños, amor y el instinto humano de estar con otros, se han visto bloqueados por la imposición social del «sálvese quien pueda», las distancias cada vez más acentuadas entre los fragmentos del ser, que de comunitario que era hasta el surgimiento de la propiedad, el patriarcado y el poder, que instalaron muchos «seres» individuales, impiden la libre circulación de los afectos, permitiendo la instalación de los odios, miedos, intereses, aprovechamientos, falta de respeto, etc. Si no hay afecto, hablamos de terreno propicio para el despliegue de formas de comportamiento individualista, yo primero, mira que bien me veo, hice un selfie, mi vida, mi perfeccionamiento, mis problemas, en fin, amarme a mi mismo antes de amar a los otros, si yo no me quiero, como voy a amar a los demás, no hagas a los otros lo que no quieras que te hagan … a ti! Oh!, el gran Ti, el gran Tú, el YO, asúmelo, eres lo más importante, lo primario, el origen y la causa de los comportamientos sociales. Puedes tener opciones y escoger tu camino. Miras y ves cientos de «opciones» que van en todas las direcciones, una de ellas te va a calzar. Y se disputan una con la otra tu adhesión, tu subordinación. Una maraña de opciones, pero por nada del mundo se te ocurra que puedes inventar una opción y menos junto a otros, ya que ahí se corre el riesgo del reencuentro de los fragmento, la re-soldadura de las partes para la reconstrucción del ser comunitario, la libre circulación de los afectos.

Las encuestas muestran y demuestran que la fe, la confianza, la creencia y la esperanza en los personajes e instituciones que «administran» los asuntos de todos, van de mal en peor, incluso las figuras que en base a la propaganda, la mentira o la fuerza, llegaron a aparecer como los salvadores de la patria, sea con cara de virgen María como Bachelet, sea con cara de diablo como Pinochet, todos ellos nos tienen como un corral donde soltaron varios gatos a perseguir a las gallinas, donde las plumas vuelan por todos lados.

Ya no queda en quien creer, ni en los dioses, vírgenes ni diablos, ni curas ni partidos, ni parlamento ni jueces. A algunos sólo les queda aferrarse y alienarse cada vez más detrás de su icono, su fantasía o su ideología. La heteronomía se ha agotado, o sea las reglas y soluciones externas han mostrado hace rato sus límites y poco a poco se ha ido desplegando la autonomía, es decir, el despliegue de la potencia del ser común, ya que la hormiga sola no es nada y el humano despegado de su especie y del mundo natural al que pertenecemos, está sentenciado a morir en esta era de la sobrevivencia, en que el desarrollo y el progreso se han agotado y requerimos volver a encontrarnos en el afecto, en el amor, para así juntos remontar el vuelo de la creatividad, del cambio desde los corazones, desde abajo, desde cada cuadra y cada barrio, junto a los vecinos rearmar el mundo, a la pinta de los que están cerca y pueden hacerlo cotidianamente con sus cuerpos.

Sólo así, con el abrir de alas de la expresión de la potencia y del poder-hacer que se sobreponga al poder-sobre de las ideologías y de las estructuras que quieren mantenernos subordinados a la destrucción de la Madre Tierra, haciendo con nuestras propias manos, construyendo, reconstruyendo, amando, tejiendo nuevos lazos de afectos en la reconstrucción del común, es que podremos ver con nuestros propios ojos que somos capaces de hacer algo distinto, algo mejor, viendo como crecen las plantas en las huertas y los hijos en el compartir de cada familia, cuadra y barrio. Cuando podamos ver eso y sentirlo con los cuerpos, podremos irnos sacando de encima y de dentro los odios, los miedos y los desafectos para abrir paso al amor, a la fe y a la esperanza en un mundo mejor y rearticulado con la naturaleza, nuestro origen, raíz y savia, nuestro ser.


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