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Las irredentas zonas amazigh en África

Agencias :: 10.12.17

Los habitantes nativos de varias regiones de Argelia y, particularmente, Marruecos, se autodenominaban en su lengua amagzíes, o sea, hombres libres. Los romanos y subsiguientes invasores del norte de África que se asoma al Mediterráneo occidental los “bautizarán” como barbaroi, o sea beréberes. Entre los ulteriores invasores del Magreb figuraron las milicias y harkas del Oriente musulmán que profesaban el islam, cuya implantación marcó el signo histórico del norte de África. Ello fue así en amplia medida sin sobrevalorar el asunto. Marruecos y Argelia han constituido en sus formaciones sociales dos comunidades etnolingüísticas diferenciadas

Final del Ramadán. Hora de tregua en el Rif
Lunes 03 de julio de 2017, 21:27h
Víctor Morales Lezcano
Historiador. Profesor emérito (UNED)
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Los habitantes nativos de varias regiones de Argelia y, particularmente, Marruecos, se autodenominaban en su lengua amagzíes, o sea, hombres libres. Los romanos y subsiguientes invasores del norte de África que se asoma al Mediterráneo occidental los “bautizarán” como barbaroi, o sea beréberes. Entre los ulteriores invasores del Magreb figuraron las milicias y harkas del Oriente musulmán que profesaban el islam, cuya implantación marcó el signo histórico del norte de África. Ello fue así en amplia medida sin sobrevalorar el asunto. Marruecos y Argelia han constituido en sus formaciones sociales dos comunidades etnolingüísticas diferenciadas, aunque comunicadas a través de la lengua árabe (predominante) y la profesión de la religión musulmana; lo cual no quiere decir que no hubiera conciencia colectiva —de una parte y de otra— de que cada comunidad solo podía convivir en el Magreb si una (la árabe) imponía su lengua y sus leyes mientras que la otra (la amagziz) aceptaba la dualidad cultural lingüística, legislativa y consuetudinaria.

Hubo muchos conversos beréberes a la concepción árabe del Estado y la ley, aunque también hubo no pocos disidentes, rebeldes y, por ende, proscritos. Sobre esa dualidad congénita del tándem argelo-marroquí se basó el famoso dahir de 1930, con el que la Francia colonial intentó enfrentar a unos y otros, árabes y beréberes.

La geografía de la disidencia amagziz terminó por quedar configurada en vastos territorios marroquíes, como las repúblicas tribales del Atlas y del Rif, mientras que en Argelia fueron Kabilia y el sistema montañoso del Aurés los reductos más irredentos de la población norteafricana nativa.

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Tengo para mí que hay ocasiones en que procede recuperar con brevedad meridiana el paisaje físico-humano de un territorio, como, por ejemplo, lo ha sido y lo es actualmente el norteño Rif del reino de Marruecos. ¿Con qué finalidad? ¿Erudita, gratuita, o como telón de fondo de lo que ha venido ocurriendo secularmente en un territorio de marras, que en este caso se llama el Rif? Ya emires, autoridades caidales y justicieras enviados por el majzén saadí (poder central de la dinastía marroquí que precedió a los alauíes entre los siglos XVI-XVII) a territorios amagzíes insumisos hubieron de imponer finalmente la ley y la norma del sultán con el apoyo de las armas. Vieja ley esta de la legitimación y la legalidad que termina por aplastar la disidencia regional cuando esta, a su vez, se levanta en armas contra la corte.

Crónicas y documentos redactados en árabe, o en lenguas románicas como son el castellano, el portugués y el francés, recogen abundantemente las confrontaciones habidas entre el majzén fassi (Fez) —hoy rabatí— y las confederaciones tribales rifeñas, siendo la más llamativa de aquellas confrontaciones la habida entre Abd el-Krim el Jatabi (1882-1963) y sus fieles milicias frente a los ejércitos de España y Francia entre 1921-1926. Es decir, en la que todos reconocemos como Guerra del Rif entre amagzíes y europeos.

Las tensiones entre Argelia a partir de su independencia (1962) y su población beréber (en torno a un 30%), de un lado, y las de Marruecos con rifeños y otras tribus amagzíes (casi un 45%), de otro, podrían denominarse tensiones internas de la arquitectura co-existencial de la monarquía alauí y la república argelina con los nativos africanos de ambos Estados.

Ahora bien, cierto parece que los tiempos que corren no son los de antaño. Quiero decir que el medioambiente inter-náutico y audiovisual predominante hogaño aconseja no extremar las represiones contra la disidencia — justificada, o no—; quizá la introducción parlamentada de correctivos y la concesión de algunas reivindicaciones (sobre todo económicas) por los poderes fácticos de Argelia y Marruecos ayudarán más en el presente y en el futuro políticos de nuestros vecinos norteafricanos a una coexistencia más amable con aquellas regiones que un designio divino ha preferidomantener fieles a sus tradiciones diferenciadoras, a sus llamamientos, lenguas y huellas. El dios de la clemencia en el que creemos los herederos de las tres religiones del Libro seguro que estará de acuerdo con la propuesta conciliadora que invita a hacer virtud de la necesidad.

Además, no se olvide que el calendario invita al festejo del Aid el Fitr, punto final del Ramadán. ¿No basta ello para zanjar por lo pronto la pendencia?

Muchos creemos que sí desde la orilla española del estrecho de Gibraltar.


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