De nuevo el sup Galeano del EZLN
TRUMP, LA NAVAJA DE OCKHAM, EL GATO DE SCHRODINGER Y EL GATO-PERRO.
28 de diciembre del 2017.
De nuevo buenos días, tardes, noches, madrugadas.
Tal vez alguna, alguno, algunoa, recuerde que el difunto SupMarcos insistía en que el sistema capitalista no podía ser entendido sin el concepto de guerra. Claro, suponiendo que sea un concepto. Decía él que la guerra era el motor que había permitido, primero, la expansión del capitalismo, y luego su consolidación como sistema mundial, además de recurrir a ella para hacer frente a sus recurrentes y profundas crisis.
Oh, lo sé, qué otra cosa podría esperarse de un soldado. Pero debo señalar, a modo desagravio, que él no limitaba la guerra a la guerra militar. Tal vez una relectura de la correspondencia que mantuvo con Don Luis Villoro Toranzo en el año del 2010 y que fue hecha pública a inicios del 2011, podría ayudarnos a entender eso. En la primera de esas misivas públicas, se desmenuza la aparente ineficacia de la llamada “guerra contra el narcotráfico” iniciada por el aficionado a los videojuegos bélicos, Felipe Calderón Hinojosa. Y digo “aparente ineficacia” porque, en efecto, a la vista de los resultados, fue y es ineficaz para combatir al crimen organizado, pero fue efectiva para poner a los militares a gobernar de facto en varias regiones del país llamado “México”.
Lo traigo a colación porque, a diferencia del difunto, a mi entender el capitalismo puede ser estudiado como un crimen.
El abordarlo así nos demandaría el conocimiento científico de materias que podrían aparecer lejanas de lo que tradicionalmente se conoce como “ciencias sociales”.
En fin, cataloguen ustedes a su gusto esta desviación teórica, tal vez producto de un inconcluso curso, por correspondencia, de detective privado, en aquella lejana época en que el correo no se refería a cuentas electrónicas y nicknames, y que, cuando se ponía la dirección, se ponía la zona postal y no la I.P. o protocolo de internet; época en que se podía estudiar, también por correspondencia, desde un curso de cerrajería hasta uno de piloto aviador, pasando, claro está, por “cómo tener un cuerpo como el de Charles Atlas sin necesidad de ir al gimnasio y en sólo unas semanas”, el cual no me fue necesario cursar porque son evidentes mis hermosas y bien torneadas piernas (arrrrrroz con leche).
En fin, pónganme en el archivo de alguno de los “ismos” que esté a la mano en las redes sociales, y eviten concluir que las ciencias sociales seguirán incompletas mientras no incluyan la criminología entre sus herramientas, además de, puesto que de un crimen se trata, la llamada ciencia forense.
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Pero sigo hablando de un crimen. Un crimen que es explicado desde diferentes perspectivas.
Tomemos un ejemplo reciente: los temblores y las consecuentes desgracias.
Podríamos preguntar sobre las condiciones de las construcciones. Suponemos que hubo y hay un estudio científico del subsuelo, cálculos de resistencia de materiales, y cosas así. Quienes han hecho de la ciencia su vocación, profesión y vida, pueden decirnos que así es. Que las ciencias nos pueden dar los elementos para evitar o al menos reducir el riesgo de que los edificios colapsen.
Es decir, en una zona sísmica y con antecedentes de terremotos, sería de esperar que los edificios se construyeran tomando en cuenta eso. Quiero decir, no sería nada serio que se hiciera una construcción y se rezara luego porque no ocurrieran temblores que la echaran abajo.
No sé, tal vez los científicos podrían responder la pregunta clave, que no es, por cierto, por qué hay temblores, sino por qué mueren personas bajo los escombros de edificios que debieron ser levantados para resistir temblores.
Pero, según los análisis en boga, todo depende.
Así que, como dijo ese neo filósofo de la ciencia, el “intelectualmente formidable” (según la prensa que lo hizo suyo), el ciudadano sin partido José Antonio Meade Kuribreña, vamos “a movernos en un esquema en el que la pregunta no sea válida”. Es decir, no vamos a preguntar quiénes son los responsables, por comisión o por omisión, de que esos edificios se derrumbaran y murieran cientos de personas. No, lo que vamos a preguntar es por qué tembló. Entonces estaremos así, siempre siguiendo a ese intelectual orgánico posmoderno, en otra pregunta: ¿Por qué ocurren los temblores o sismos o como se le diga a cuando el suelo abandona su aparente resignación y se mueve?
No, si usted espera una explicación científica, espera en vano. Las explicaciones valederas son las que tienen más followers, escuchas, simpatizantes y militantes. Hace ya tiempo que la ciencia pierde todos los concursos de popularidad.
Entonces, depende de en qué esquema se den esas explicaciones.
Vayamos a una de ellas, la del señor Alberto Villasana, quien se define a sí mismo, con una modestia ejemplar, como “Teólogo católico, Filósofo, Analista internacional. Experto en relaciones Iglesia-Estado. Autor de 12 libros. 3 veces Premio Nacional de Periodismo”, lo que ratificarían, con la fe por delante, sus 15,6 mil seguidores en twiter.
No se rían, esa cantidad supera con mucho la de asistentes, participantes y escuchas en este encuentro.
Respecto al terremoto del 19 de septiembre del 2017, el ilustre e ilustrado Villasana escribió: “Este es sin duda un aviso de Dios, una gracia muy especial a México, para prepararnos a todo lo que se viene…“.
¿Qué cómo lo supo? Bueno, resulta que Villasana asegura que en el momento del temblor, se estaba celebrando un exorcismo a alguien poseído por 4 demonios. “Durante el exorcismo, los infestadores declararon que el terremoto del 19 de septiembre es parte de los avisos de Dios antes del gran castigo“, publicó en su artículo. Además de los temblores, habría huracanes y erupciones volcánicas. Según el teólogo. estos castigos serían “por haberse aprobado el aborto en la misma ciudad donde la Madre de Dios se apareció en 1531“. De acuerdo a Villasana, el sismo, bajo esos argumentos, sería un aviso para los mexicanos. En su cuenta de Twitter, publicó la imagen de los escombros del monumento a la Virgen: “Colapsó el monumento a la madre Significativo: en la ciudad donde aprobaron el aborto”.
A pesar de su sapiencia indiscutible, Villasana no es original. En noviembre del 2016, los diarios italianos señalaron que el sacerdote Giovanni Cavalcoli, quien es conocido por su carrera como teólogo, hizo las siguientes declaraciones el domingo 30 de octubre, el mismo día que un sismo de magnitud 6,5 sacudió la región central de Umbría: las sacudidas sísmicas son un “castigo divino por la ofensa a la familia y a la dignidad del matrimonio, sobre todo por culpa de las uniones civiles homosexuales”.
El esquema del cual depende esta explicación, tiene más seguidores:
Hace apenas unas semanas, en este diciembre del 2017, el cardenal emérito Juan Sandoval Iñíguez responsabilizó a las mujeres y a loas otroas de la violencia del crimen organizado y de los terremotos e inundaciones.
Como tribuna de explicación tan científica, Sandoval Iñíguez, convocó a un llamado “Gran Acto de Desagravio” que, por lo que entendí, es como un encuentro de Inconsciencias por la Deidad, pero con más poder de convocatoria que éste en el que nos encontramos. El evento fue en el llamado Estadio Azul, en la Ciudad de México, que, dicho sea de paso, tiene mejor ubicación que el CIDECI.
Para no variar, hubo también ahí encapuchados. Pero, a diferencia de quienes nos convocan, que se dedican a mal hablar del capitalismo, los encapuchados de Sandoval Iñíguez se flagelaron hasta sangrar. O sea que ésos sí son azotes y no los existenciales que se aglomeran en las redes sociales.
Entre azote y azote, pero cuidando que no lo salpicara la sangre, el cardenal emérito declaró que el derecho a decidir y la diversidad sexual son pecados, y que la violencia del narcotráfico y los temblores son el castigo a esos pecados: “Señor y Dios nuestro, antes de que venga un castigo mayor, nos mandas castigos temporales o correcciones paternas por medio de la naturaleza que es obra tuya y está gobernada por tu providencia. ¿Serán pura casualidad dos 19 de septiembre en esta ciudad?”.
El evento “Gran Acto de Desagravio” fue convocado por una especie de asociación que bien podría llamarse “Llegó la hora de que se marchiten loas pecadoroas”. O sea que como quien dice: la contra de quienes apoyan al Concejo Indígena de Gobierno y a su vocera.
Por ahí leí que, entre quienes convocaron, hay “figuras públicas”, dicen, como Esteban Arce, Manuel Capetillo y Alejandra Rojas. Ignoro qué tan públicas sean estas personas, sólo sé que la señora madre de Esteban Arce debe ser muy recordada entre la comunidad de otroas.
En el acto, que ahora lo sabemos, no era para exorcizar al equipo de fútbol que tiene como sede ese estadio (ni modos, “todo cruz azul pasado fue mejor”), el neocientífico Sandoval Iníguez declamó: “Este es un acto de desagravio, en el que venimos a hacer una confesión de culpa, a reconocer nuestros pecados delante del Señor y a pedirle misericordia y perdón. Venimos a decirle: Señor, hemos pecado contra ti y cometido la maldad que aborreces; perdona a tu pueblo y aparta de nosotros el castigo que merecemos. Hemos pecado contra ti, ante todo con el crimen más tremendo, más grave y más cruel, el del aborto practicado a lo largo y ancho de nuestra patria, a veces con el consentimiento de leyes inicuas y en ocasiones ocultamente, furtivamente, pero siempre con crueldad, alevosía y ventaja contra el inocente, el indefenso.”
Según reportes de prensa, muy cerca de donde se azotaban las “hermandades de penitentes encruzados y flagelantes de Taxco” (así se autodenominan), se recolectaban firmas para apoyar a la expanista Margarita Zavala en su proyecto de ser candidata independiente a la presidencia de la república.
A contra corriente, y en un esquema diferente, respecto a las desgracias naturales recientes, el Papa Francisco señaló: “Yo pienso que a México el Diablo lo castiga con mucha bronca porque el Diablo no le perdona a México que ella (señalando una imagen de la Virgen de Guadalupe) haya mostrado ahí a su hijo. Es una interpretación mía. O sea, México es privilegiado en el martirio por haber reconocido, defendido a su madre“.
Así que ahí tienen: castigo divino o castigo diabólico. Elija usted su esquema de explicación de una realidad.
“Son meras opiniones”, dirán ustedes o los influencers más cercanos a su ancho de banda.
Ok, ok, ok. Pero el problema es que se toman decisiones en base a esas opiniones: hay quien pide perdón divino o abraza el dolor como martirio privilegiado… y hay quien se organiza para demandar verdad y justicia.
No voy a hacer leña de la pesada cruz que carga la señora Margarita Ester Zavala Gómez del Campo de Calderón (a la que irrespetuosamente y lejos de toda corrección política, las zapatistas llaman “la Calderona”, y de quienes yo, que siempre he brillado por mi buena educación y por ser políticamente correcto, me deslindo).
Y aclaro que señalo que es “Gómez del Campo” para traerles a la memoria el asesinato de los infantes de la Guardería ABC, ocurrido el 5 de junio del 2009 en el estado de Sonora, y que estaba manejado, entre otras personas, por Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo Tonella, exonerada por ser pariente de la Calderona. La memoria de ese crimen no se apaga, gracias a que sus familiares siguen exigiendo verdad y justicia.
Y la nombro como “de Calderón”, porque referirla con su apellido de soltera sería señalar que vive en amasiato con el psicópata. Y, hasta donde mis limitados estudios de derecho canónico lo permiten, el amasiato es pecado. Ergo, eso nos traería más terremotos para castigarnos por culpa de quienes firman apoyando su candidatura.
En cambio, haré una breve referencia al principal saboteador de su carrera política, (su concubino, si hacemos caso a quienes se enfurecen por nombrarla por el que es su apellido según las leyes católicas, apostólicas y romanas), Felipe Calderón Hinojosa.
El señor Calderón Hinojosa era, hace 10 años, titular del poder ejecutivo federal en México. “Presidente”, creo que le decían. Bueno, hace 10 años, en ocasión de las inundaciones que azolaron el estado de Tabasco, el entonces mando supremo del ejército, fuerza aérea y la marina, declaró que la responsabilidad de que más de 125 mil personas hubieran perdido sus casas y tuvieran que refugiarse en albergues, era… de la luna y de un frente frío.
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El Partido Acción Nacional compite con el Partido Revolucionario Institucional, no sólo por el ridículo en el que recaen sus pre-candidatos. No, el Partido Acción Nacional, ahora con el lastre llamado Partido de la Revolución Democrática, también le disputa al PRI la complicidad en el crimen.
Si usted nota en la mirada de Ricardo Anaya, pre-candidato del PAN-PRD-MC, un brillo demente. no lo atribuya a una posible afectación en la zona del cerebro responsable de la decencia (claro, si es que la hay). Es producto de una formación partidaria de cuadros dirigentes. Ricardo Anaya forma parte de esa generación de cuadros partidarios que crecieron como tales en medio de la corrupción, el cinismo, la traición, el fanatismo, la intolerancia, la soberbia, el nepotismo, la ignorancia, el cretinismo… ok, creo que estoy describiendo a más de un pre-candidato, pero ahora me estoy refiriendo al de la alianza del PAN, PRD y MC llamada “Por México, al frente”… y, bueno, al frente hay un abismo. Así que ahí lo vean.
Junto a Acteal y Ayotzinapa, otro nombre nos remite al crimen impune: la Guardería ABC, en Hermosillo, Sonora, México.
Y en el sexenio de ese consistente pensador que se llama Vicente Fox, PRI. PAN y PRD se aliaron para el crimen llamado “Atenco”, en mayo del 2006, que incluyó, además del asesinato, la agresión sexual contra mujeres.
Así, todo parece indicar que el gran elector, que ciertamente no necesita del Instituto Nacional Electoral, demanda pruebas de criminalidad para decidirse. En su altar, estas propuestas partidarias ofrendan la sangre de mujeres, de niños, de jóvenes, de ancianos… y de otroas.
Y para confirmarlo, propuestas políticas de la derecha más rancia arriban a los distintos puestos de sicarios que el sistema político mundial oferta periódicamente.
Aunque hay ejemplos en Argentina, Chile, Brasil, el Reino Unido, el Estado Español, Israel, Honduras, Nicaragua, Rusia, y agregue usted la geografía que se le antoje, hay uno que sintetiza los aciagos tiempos por venir: Ronaldo Trump.
Además de su innegable habilidad y sapiencia para manejar su cuenta de twiter, Ronaldo Trump ha definido con diáfana claridad a la víctima a inmolar: mujeres, otroas, infantes, migrantes, el medio ambiente, y pudiera seguir detallando especificidades pero, al final, usted llegará a la misma conclusión que yo: la víctima es el planeta entero, incluida la humanidad que lo habita.
Aunque Ronaldo ha dado muestras de serios problema mentales, ha resuelto la ecuación básica que todo gobernante debe afrontar: ¿qué debo hacer para seguir en el Poder? Ockham le ha sido de utilidad y ha optado por la respuesta más sencilla: una guerra.
Para conseguir una guerra propone muros, cambios de embajadas, provoca incidentes diplomáticos y así suplica, implora: “¡dadme un guerra!, os lo pido. Donde sea, no importa. Y mientras más grande, mejor” Y entonces, remontándose siglos atrás, Ronaldo Trump toma la lira de Nerón y canta: “No queremos pelear, pero por Jingo, si lo hacemos, tenemos las naves, tenemos los hombres, también el dinero”
Sí, una guerra. O un crimen, depende.
Guerra o crimen, una desgracia como nunca antes en la historia de la humanidad.
Como si el mundo tal y como lo conocemos se derrumbara.
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Y ya que nos hemos referido a los videojuegos, imaginemos que tenemos el sueño de cualquier video-adicto: una interfaz cibernética que nos permita, de manera simultánea, tener la perspectiva estratégica, la táctica y la de primera persona. Algo así como una combinación de la estrategia en tiempo real, el role playing, la primera persona o first person shooter, y el otro que no sé cómo se llama pero es como en tercera persona. En fin, si algún día se crea, no olviden mocharse con los derechos por autoría intelectual.
Ahora, supongan ustedes que están encerrados dentro de un cuarto ideal esférico. La superficie interna de la esfera, la que ustedes pueden ver, es una gran pantalla curva, con tecnología 5K, omled o como se diga, y en la que, simultáneamente y con velocidad vertiginosa, se le presentan paquetes informativos. No sólo imágenes, también sonidos, olores, sensaciones táctiles y gustativas. Y, bueno, también, y para no discriminar a los esotéricos, percepciones extrasensoriales.
Usted puede pensar, con un alto grado de certeza, que está en el mundo real, así que usted vive en ese mundo, ahí usted nace, crece, se reproduce, y, dios no lo quiera, pero es una situación hipotética, muere.
Usted es feliz o infeliz ahí. La máquina es tan eficiente que incluso le provee de los parámetros para definir felicidad e infelicidad. Es más, le ofrece también una explicación de ese mundo y, si es de su preferencia, de un mundo espiritual, un consuelo para el día en que, ¿ya dije que dios no le quiera?, usted muera.
Así que usted está ahí, en la máquina que llamaremos, con prudente cálculo empresarial, “la máquina del gato-perro” (todos los derechos reservados).
En eso está, o sea que simulando que vive o viviendo (porque la máquina le da también los criterios para distinguir entre “lo real” de la máquina y “lo virtual” que la misma máquina produce para darle un punto de referencia).
Bueno, supongamos que en una temporalidad cualquiera dentro de la máquina, usted está haciendo lo que se supone que hace. En eso, a saber de dónde, aparece una persona que no tiene nada qué ver con nada. Usted, claro está, es una persona moderna, comprensiva de las limitaciones tecnológicas y atribuye esa irrupción a una irregularidad en el complicado software de la máquina o en su complejo hardware. Usted espera pacientemente a que la irregularidad se solucione, o sea, busca el botón de “reset”, pero la persona sigue ahí y, cuando menos se lo espera, esa persona le dice:
“Un momento, que nadie toque nada, que nadie salga. Ésta es la escena de un crimen”.
Usted duda. No sabe si quejarse en soporte o poner en el microondas un paquete de palomitas de maíz, pues tal vez se trata de un nuevo episodio de “La Ley y el Orden, Unidad de Víctimas Especiales” (música de fondo).
Pero algo no encaja, porque no es la detective que aparece sino otra mujer. Sí, la máquina le ha dado el patrón que indica: “mujer”. Pero la susodicha trae una blusa bordada, su estatura es menor al promedio que la misma máquina le ha inculcado como “estatura promedio”, su tez es de color oscuro, digamos del color de la tierra. La máquina le da la información que tiene: “indígena, o también autodenominada “originaria”, su ubicación geográfica está en la región media de Norteamérica llamada México, nulo o mínimo nivel de estudios escolares, acceso a avances tecnológicos entre 0 y 0,1, monolingüe aunque hay casos en que maneja dos o más idiomas, tasa de mortalidad, muy por encima del promedio, esperanza de vida, muy por debajo del promedio; persistencia cultural, siglos; por lo mismo, edad indefinida.
Con esa información, usted ya empieza a redactar el reporte a soporte, claro, atascándose al mismo tiempo de palomitas, porque tampoco se trata de desperdiciar la salsa Valentina que las cubre:
“Estimados programadores, les ruego que solucionen este desperfecto. Porque no es posible que uno, una, unoa, esté aquí cumpliendo a cabalidad las funciones que me han sido asignadas, y de pronto aparezca algo tan premoderno. Apúrense porque está por empezar la nueva temporada de “A la derecha, el mejor de los mundos posibles” y ya están los promocionales. Firma”
La irrupción femenina en cuestión tiene el mal gusto de cambiar el chiste de moda de “vengo del futuro y…” seguido de algo ingenioso. Oh, no preocupar, la máquina también le dice qué es y que no es “ingenioso”. Porque la, digamos, mujer originaria dice ahora: “vengo del pasado y esta película no es una película y ya la vi”. Entonces usted se percata que la mujer no está sola, hay otras que se le parecen, aunque ahora que le obligan a mirarlas ve que son iguales pero diferentes. Hay también hombres, varones pues. Y no faltan quienes no son ni una ni otro.
Sin respetar la programación, esos seres extraños, anacrónicos y, no sobra decirlo, irreverentes, empiezan a husmear y hasta hay quien ha sacado, a saber de dónde, una lupa. Usted está a punto de aplaudir, porque piensa que la máquina se ha actualizado y ahora puede producir una realidad virtual dentro de la realidad virtual, pero la mujer que ahora la máquina etiqueta como “indígena” sin matiz alguno, le estudia a usted detalladamente. Claro que tiene usted razón en sentirse incómodo cuando, después de ponerle la lupa sobre los ojos, ella sentencia: “Otra víctima, que la anote el equipo de relatorías”.
“Sí, tienen un equipo de relatoría, lo que sugiere algún tipo de forma organizativa no catalogada”, le dice a usted la máquina, un poco para hacerse útil y otro poco para darse tiempo a auto revisar su programación.
El grupo de indígenas que, ahora usted se percata, son una minoría pero hacen bulla como si fueran mayoría, se reúne para deliberar y, después de un tiempo que la máquina no puede contabilizar u ofrecer un parámetro de comparación, decretan:
“Aquí está todo: la víctima, el asesino, el arma homicida y la escena del crimen”
Entonces usted se da cuenta de que la pantalla esférica más bien semeja un muro cóncavo, y ve, no sin alarmarse, a una niña, acompañada con un ser extraño que la máquina es incapaz de etiquetar y se conforma con “gato-perro; ser mitológico de origen desconocido; no hay ningún dato que confirme su existencia real, o sea virtual, pero real en la máquina, o sea, usted me entiende ¿no?, bueno, depende; hábitat probable: montañas del sureste mexicano”. Cfr: “Habrá una vez”, ediciones en español, italiano, inglés, griego, alemán, portugués, etc”
Bueno, lo que le alarma es que la niña y el así catalogado como “gato-perro” están señalando una grieta en la máquina, o sea en la esfera, o sea en el muro.
Ahora usted duda, algo que la máquina siempre le ha evitado hasta ahora, entre ir a revisar las condiciones de garantía o correr a asomarse a la grieta.
Porque resulta que la grieta, su posibilidad, cuestiona no sólo la programación de la máquina, sino su existencia misma.
Entonces usted siente que está prisionero en la misma paradoja que el gato de Schrodinger
La máquina lo enlaza velozmente a Wikipedia y ahí usted lee:
“Erwin Schrödinger plantea un sistema que se encuentra formado por una caja cerrada y opaca que contiene un gato en su interior, una botella de gas venenoso y un dispositivo, el cual contiene una sola partícula radiactiva con una probabilidad del 50% de desintegrarse en un tiempo dado, de manera que si la partícula se desintegra, el veneno se libera y el gato muere. Al terminar el tiempo establecido, la probabilidad de que el dispositivo se haya activado y el gato esté muerto es del 50%, y la probabilidad de que el dispositivo no se haya activado y el gato esté vivo tiene el mismo valor.”
Claro, usted ya no sigue a las partes ésas de mecánica cuántica, porque siente un ligero temblor recorrerle el cuerpo.
“Terror” le dice la máquina para que usted identifique esa sensación. Porque la máquina ya tenía etiquetada esa percepción sensorial, pero siempre, al menos hasta ahora, se la había presentado como ajena: el terror siempre había estado en lo otro.
Todas las evidencias, todo lo sólido que le daba a usted certezas, valores, razonamiento, juicio, se empiezan a desvanecer.
No sabe si está vivo o muerto, hay un 50% de probabilidades de una cosa u otra, y usted se estremece, pero no porque está a punto de averiguar su condición existencial, sino porque la pregunta que plantea la grieta, como quien dice le mueve el tapete:
“¿Otro mundo es posible?”
“Es”, le responde la niña que ahora trae bajo un brazo un balón y, sobre la cabeza, algo que podría ser un gato… o un perro.
Usted, claro, es una persona con conocimientos y se auto aplica la “navaja de Ockham” interpretada como que la explicación más sencilla es probablemente la más correcta. Entonces se dice a sí mismo, misma, mismoa: “estoy soñando”
Mientras decide si está en un sueño o en una pesadilla, ¿qué hace usted? ¿se asoma a la grieta o sigue haciendo lo que estaba haciendo cuando esa bulla irreverente e insumisa apareció?
Para esto lo que originalmente era un grupo de indígenas, ahora es un colectivo más amplio: hay personas de todos los colores, hay quien empuña un martillo y sonríe cómplice cuando se dirige al muro donde, oh, oh, parece que quieren agrandar la grieta.
Y allá hay quien danza, y quien pinta, y quien imagina un encuadre para la toma, y quien escribe apresuradamente, y más allá cantan, y hay quien está sopesando un microscopio para ver si lo arroja al muro esférico o es mejor el bisturí que algo habrá de hacerle a la grieta.
Y, un momento, ¿de dónde salió esa marimba?
Y ya están jugando fútbol y la niña, que para ahorrarse explicaciones, se colgado un gafete que reza: “Defensa Zapatista” le pregunta a usted que cómo se llama, y usted entiende entonces que no le está pidiendo su nombre-nombre, sino su posición para un supuesto equipo que no acaba por completarse.
Y usted siente ya que el terror se ha apoderado de todo su ser, porque ha intuido que la niña en realidad le está preguntando:
“¿Y tú qué?”
Desde el CIDECI-UniTierra, Chiapas.
SupGaleano.
México, diciembre del 2017.
DEL CUADERNO DE APUNTES DEL GATO-PERRO:
EL MISTERIOSO CASO DE LAS MANTECADAS DESAPARECIDAS.
Elías Contreras es un compañero zapatista que tiene el trabajo de comisión de investigación, un detective pues. O sea que es como un vigía. Elías Contreras está finado, al igual que el Supmarcos y trabajaban juntos en eso de buscar al mal y al malo. Elías ahora trabaja a veces con el SupMoy, aunque cada tanto se platica con el SupGaleano.
Este breve resumen debe servirles para entender lo que ocurrió una tarde de este diciembre en la Comandancia General del EZLN, a donde el Subcomandante Insurgente Moisés citó al mentado Elías Contreras.
“Elías”, dijo el SupMoy después de responder el saludo militar del comisión de investigación, “hay un problema”.
Elías Contreras no dijo nada, sólo sacó un poco de doblador y unas briznas de tabaco, y se dedicó a forjar un cigarrillo mientras escuchaba al SupMoy:
“Es en la tienda cooperativa de la región. Dicen que faltan unas mercancías, que se desaparecieron. Me pidieron si alguien podía apoyar. ¿Te encargas?”
Elías Contreras sólo emitió un sonido como “mmh”, y salió sin decir palabra alguna.
El encargado de la tienda saludó a Elías apenas con un gesto, estaba haciendo la cuenta del mes.
¿Qué fue lo que se despareció pues?”, preguntó Elias mientras miraba distraído los Dvd que estaban a la venta, la mayoría de ellos con el sello de “Los Tercios Compas”.
“Las mantecadas”, dijo el encargado sin despegar la vista del cuaderno donde sufría con las cuentas.
“¿Y cómo sabes que faltan?”, pregunta Elías mientras revisa el estante.
“Porque ésas nadie las compra, siempre estaban ahí, de balde pues”
“¿Y si nadie las compra cuál es el problema?”
“La comisión de vigilancia”, suspiró resignado el encargado, “tiene que estar cabal la cuenta, si no, pues hay que reponer o castigo”
Elías Contreras dio un resoplido y se inclinó a recoger unas hilachas de tabaco negro al pie del mostrador.
Se marchó.
“Sup”, dijo cuando estaba ya en la puerta de la champa del SupGaleano.
“Elías”, respondió el Sup sin apartar la vista de una pantalla cableada a una vieja computadora laptop.
“Se jodió”, quiso aclarar el Sup, “la pantalla se quebró, pero el procesador y lo demás está bien, así que la conecté a este monitor. Apenas le adapté el teclado, pero el ratón no lo encuentro”
Giró en su silla de ruedas y miró a Elías.
“Las mantecadas”, dijo el comisión de investigación.
“Ya no hay”, dijo el Sup, “se las comieron Defensa Zapatista y su perro… o gato… o lo que sea”.
“Pero tengo algo de pan de pinole que hicieron los insurgentes. ¿Que cómo sé que lo hicieron los insurgentes? Pues porque sí levantó, cuando lo hacen las insurgentas queda aplastado.”
Elías se forjó un cigarrillo y le pasó al Sup los fósforos para la pipa.
“¿Y ahora?”, preguntó el SupGaleano después de esperar a que Elías Contreras encendiera su cigarro.
“Pues te van a poner a hacer las cuentas del tiendero. Claro, además de reponer la paga. Pero no vine a eso. Hay un pensamiento que quiero platicarte…”
Algunas horas después, Elías Contreras, comisión de investigación del EZLN, salió de la champa del SupGaleano y se detuvo un momento a ver la tarde rendida ya a las sombras de la noche.
Con el focador alumbró el camino hasta la comandancia general del ezetaelene. Ya en la puerta, sin entrar, saludó y dijo: “El Sup, unas mantecadas”
El SupMoy se sonrío y dijo para sí: “Bueno, alguien tenía que hacer esas cuentas”.
En la asamblea general al SupGaleano no le fue mal, pero tampoco bien. Después de “autocriticarlo” por comer comida chatarra y no alimentarse bien (le dijeron que son mejores las mantecadas que hacen en la panadería del CIDECI), las autoridades le dieron el peor castigo que hay actualmente en esa comunidad: hacer las cuentas de las cooperativas.
El Sup encendió la pipa al salir de la asamblea y, mientras se dirigía a la cooperativa “Como mujeres que somos”, se dijo a sí mismo: “bueno, pudo ser peor, en otros tiempos me hubieran puesto a limpiar potrero”.
Hizo las cuentas rápidamente, no porque supiera matemáticas, sino porque las hizo con el celular que tomó “prestado” de la comandancia cuando el SupMoy lo llamó para regañarlo. Tampoco era un gran celular, era uno de esos de “gama baja” que no servía para capturar las firmas que el INE del primer mundo ponía como requisitos a aspirantes a candidatas del tercer mundo, pero la calculadora sí jalaba para sumas y restas.
Encontró a Elías al pie de la Ceiba, tal y como habían quedado.
Los olores de ambos tabacos se entremezclaban con los silencios. Diálogo entre difuntos, diálogo sordomudo.
Ninguno de los dos recuerda quién preguntó: “¿Cuánto tiempo?”, pero saben que ambos respondieron al unísono: “poco, muy poco”.
Doy fe:
El gato-perro.