Si desde la cosmovisión maya y la cultura campesina de México y Guatemala se desprende el «somos gente de maíz», mostrando el vínculo identitario, geográfico y cultural de buena parte de las poblaciones centroamericanas con esta planta sagrada, nos preguntamos:
¿será que los venezolanos «somos gente de petróleo»?
Lo cierto es que, hasta nuestros días, nuestro imaginario nacional está determinado por mitos, narrativas e imágenes profundamente atravesados y significados por el petróleo y el “progreso”, elementos fundamentales en la construcción social del valor en nuestro país.
A modo de presentación
Más allá del capitalismo, del desarrollo,
del rentismo petrolero
Edgardo Lander
El lector tiene en sus manos un texto que, para la coyuntura que vive
Venezuela, no es sólo importante, sino necesario. Constituye un llamado
de atención urgente a la necesidad de abrir un debate nacional
sobre la Venezuela, sobre el mundo, que podemos construir, cuando
día a día, se están tomando decisiones, firmando acuerdos, realizando
inversiones, definiendo políticas con relación a los grandes planes
de desarrollo de la Faja del Orinoco y del Arco Minero, que están estrechando
severamente las perspectivas de otro futuro posible, más
allá del desarrollo, más allá del rentismo, más allá del extractivismo,
más allá del capitalismo.
Encontramos en este trabajo de Emiliano Terán Mantovani un recorrido,
tanto histórico como teórico, sobre lo que ha sido el impacto
de la producción petrolera en el país, así como las severas amenazas
que desde el punto de vista ambiental, político y cultural representan
los actuales mega planes de expansión de la producción petrolera con
su inevitable consecuencia de consolidación del modelo petro-rentista.
Las dimensiones políticas, geopolíticas, económicas, culturales
y ambientales no son abordadas como temáticas diferenciadas, sino
integradas en un análisis que, en consecuencia, termina siendo mucho
más rico.
12 PRESENTACIÓN
Es particularmente valiosa la recuperación de los aportes de analistas
de la Venezuela petrolera en diferentes momentos del siglo
pasado. Hay en estos autores una diversa y rica reflexión crítica, llamados
de atención urgentes, diagnósticos y visiones prospectivas que
han resultado proféticas, sobre las consecuencias que había tenido y
seguiría teniendo el modelo petrolero rentista depredador para la sociedad
venezolana. Sin embargo, la mayor parte del mundo político
e intelectual de esta sociedad embriagada de rentismo e imaginarios
de abundancia, respondió a estos textos con sistemáticos silencios y
olvidos.
En este texto, el autor no se limita a caracterizar y criticar al modelo
petrolero-extractivista-rentista, sino que igualmente dedica el
último capítulo a asumir la responsabilidad de formular reflexiones
y aportes, de modo necesariamente tentativo, sobre lo que podrían
ser las características de la transición hacia una Venezuela post-petrolera.
Con ello se establecen lazos con los vigorosos debates sobre
alternativas al desarrollo y otras formas de ser, conocer y estar en la
naturaleza que recorren muchos ámbitos del mundo popular, campesino
e indígena a lo largo y ancho de América Latina.
El extractivismo en América Latina hoy
El extractivismo en sus muy diversas expresiones: explotación de hidrocarburos,
minería en gran escala, monocultivos masivos como la
soya transgénica, las grandes represas hidroeléctricas (extractivistas
en el sentido de que implican la utilización masiva de agua y tierra
para la producción de energía), constituyen hoy los asuntos más
conflictivos en toda América Latina. Esto es particularmente cierto
para los pueblos campesinos e indígenas, que están siendo desplazados
de sus territorios por esta lógica agresiva de acumulación por
desposesión.
En las actuales re-configuraciones de la división internacional del
trabajo y la naturaleza, América Latina y África están siendo reafirmadas
como proveedoras de bienes primarios con poco o ningún
procesamiento. Debido al extraordinario incremento en la demanda
y precio de los commodities impulsado principalmente por el acelerado
crecimiento económico de China y de India, durante la última
década, la proporción de los bienes primarios en la composición de
El fantasma de la Gran Venezuela: 13
dilemas del petro-Estado en la Revolución Bolivariana
las exportaciones ha aumentado en prácticamente todos los países
del continente y se ha renovado vigorosamente la participación de
corporaciones transnacionales en el negocio extractivo.
[En México] El territorio nacional concesionado a empresas mineras para
la extracción de metales y minerales del subsuelo aumentó 53 por ciento en
cinco años y medio del gobierno del presidente Felipe Calderón, al pasar de
21 millones 248 mil hectáreas en 2007 a 32 millones 573 mil hectáreas hasta
junio de 2012, de acuerdo con estadísticas de la Secretaría de Economía
(González, 2012, 3 de septiembre, s.p.).
Durante los primeros diez años del gobierno del Partido Acción
Nacional (PAN), 26% de la superficie total del país fue otorgada en
concesiones a empresas mineras. Gran parte de estos territorios son
tierras municipales o comunales (cf. Enciso, 2011, 8 de agosto).
La asignación de los derechos de explotación minera en Perú creció
85% entre 2003 y 2008. En Colombia, la inversión extranjera en
los sectores extractivos, en particular la minería aumentó en casi
500% entre 2002 y 2009. La exploración minera en Argentina –un
país con poca tradición en dicha actividad– tuvo un aumento de casi
300% entre 2003 y 2008. Las exportaciones de minerales de Mercosur
ampliado (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay)
subieron de 20 mil millones de dólares en 2004 a 58 mil millones de
dólares en 2009 (cf. Seoane, Taddei y Algranati 2013).
La concentración de la producción y exportación de materias primas
va más allá de la minería, la misma tendencia está presente en el
caso de la energía y las materias primas agrícolas.
En 2012 Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay plantaron 50
millones de hectáreas de soja transgénica, es decir, 500.000 km2
de un solo
monocultivo. Un área de 200.000 km2
más grande que Italia o 150.000 km2
más que Alemania. Un «desierto verde» del tamaño aproximado del estado
español (Ecoportal, 2013, 18 de septiembre, s.p.).
Lo más notorio de esta re-primarización de las economías latinoamericanas
y de su inserción subordinada en la lógica global de
acumulación por desposesión es el hecho de que estas tendencias
operan por igual independientemente de la orientación política de sus
gobiernos, desde los más de izquierda a los más neoliberales. Incluso
14 PRESENTACIÓN
en Bolivia y en Ecuador, cuya población indígena logró que los nuevos
textos constitucionales estuviesen atravesados por los ideales del
Suma Qamaña y el Suma Kawsay y que (en Ecuador), por primera
vez en la historia, se estableciesen los derechos constitucionales
de la naturaleza; la actividad minero extractiva se ha acentuado durante
los gobiernos de Evo Morales y Rafael Correa. Los impactos
socio-ambientales, en particular sobre los territorios de los pueblos
indígenas, han generado movimientos de resistencia popular más activos
a dichos gobiernos. Las luchas tanto locales como nacionales
por la preservación del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro
Sécure (Tipnis) y contra la extracción de petróleo en el Yasuní se han
convertido en referencias emblemáticas de estos conflictos en todo el
continente.
Ambos gobiernos argumentan que, en sus proyectos de transformación,
el extractivismo es sólo una primera fase que permitirá
responder a las demandas de la población y permitir la acumulación
de recursos que haga posible, en una fase posterior, superar el extractivismo.
Es éste un debate de muchas aristas; sin embargo, esta
noción de etapas sucesivas del proceso de transformación parece ignorar
un hecho que ha sido destacado por Fernando Coronil,
…la producción abarca la producción de mercancías y también la formación
de los agentes sociales involucrados en ese proceso y, por tanto, unifica en
un solo campo de análisis los órdenes material y cultural en el seno de los
cuales los seres humanos se forman a sí mismos al tiempo que construyen
su mundo (2013, p. 82).
Como resulta evidente de la experiencia venezolana, el extractivismo
rentista no sólo produce petróleo: conforma un modelo de
organización de la sociedad, un tipo de Estado, un régimen político,
unos patrones culturales y unos imaginarios colectivos. Éstos no
pueden ser simplemente revertidos cuando en una etapa posterior de
los procesos de cambio se decida que se ha llegado a las condiciones
económicas que permitirían abandonar el extractivismo.
A pesar de que los impactos del extractivismo pasado, presente
y futuro en términos ambientales, culturales y políticos son mucho
más severos en Venezuela que en los otros países mencionados, es
notoria la ausencia de este asunto como tema central en el debate
político nacional. Se ha instalado en el país, desde hace muchas
El fantasma de la Gran Venezuela: 15
dilemas del petro-Estado en la Revolución Bolivariana
décadas, un sentido de inevitabilidad en el cual, aún en los casos en
que se reconocen los impactos más perversos del petróleo, tiende a
asumirse que no hay alternativas: hemos sido, somos y seguiremos
siendo un país petrolero.
Esto se expresa en la existencia de un gran consenso petrolero nacional,
que quizás tuvo su expresión más nítida en los programas
de gobierno presentados por Hugo Chávez y Henrique Capriles Radonski
para las elecciones presidenciales del año 2012. A pesar de
los profundos desacuerdos en todos los otros contenidos de dichos
programas, hubo una notable convergencia con relación al tema petrolero.
Ambos programas ofrecen duplicar la producción petrolera
para llevarla exactamente a la misma cifra, seis millones de barriles
diarios para el año 2019.
Como señala Emiliano Terán Mantovani en este libro, las confrontaciones
políticas articuladas en torno al eje gobierno-oposición,
con todas sus diversas configuraciones, dejan fuera algunos de los
asuntos medulares que tendría que confrontar el país, si de lo que se
trata es de debatir opciones alternativas de sociedad.
Petróleo y extractivismo en el proyecto político
bolivariano
La mayor parte de los principales objetivos de transformación de
la sociedad que han sido formulados en el proyecto bolivariano, en
el texto constitucional, y en los documentos y propuestas políticas
hasta llegar al Plan de la Patria, no son realizables sobre la base de
la afirmación del modelo de la monoproducción petrolera. Sin una
transformación profunda de este patrón productivo, si no se abandona
el imaginario del crecimiento sin fin, si no se reconocen los límites
del planeta y la profunda crisis civilizatoria que confronta la humanidad,
si el cambio que se propone al país no tiene como eje medular
la transición hacia una sociedad post-petrolera, como condición de
la posibilidad misma de una sociedad post-capitalista, los objetivos
principales que han sido propuestos por el movimiento bolivariano
no tienen posibilidad alguna de realizarse.
Este proceso político está atravesado por profundas contradicciones,
por un lado, entre sus principales objetivos declarados, y por el
otro, el reforzamiento sistemático de la lógica colonial del desarrollo
16 PRESENTACIÓN
y del rentismo petrolero. Objetivos tan centrales en las formulaciones
de este proyecto de transformación societal como lo son la democracia
participativa y el Estado comunal; la soberanía nacional; la
soberanía alimentaria; la pluriculturalidad, y el reconocimiento
de los derechos constitucionales de los pueblos indígenas; y el
quinto objetivo del Plan de la Patria, «contribuir con la preservación
de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana»
no sólo presentan tensiones, sino que son estructuralmente incompatibles
con un petro-Estado, con una economía extractivista
depredadora cuyos ingresos están, además, altamente concentrados
en manos del Poder Ejecutivo.
La participación democrática de base y el autogobierno comunal
encuentran un límite estructural en el hecho de que, en esta economía
petrolera, las comunidades carecen de un piso productivo
propio y dependen en una forma permanente de las transferencias
(“bajadas”) de recursos y líneas políticas desde el Ejecutivo y el partido
de gobierno. Sin autonomía en relación tanto al Estado como al
mercado, no es posible la construcción de una genuina democracia
participativa. Por más organización y participación de base que se
promueva, no se puede hablar de democracia protagónica si las principales
decisiones sobre el rumbo del país son tomadas en el vértice
de las estructuras políticas, burocráticas y técnicas altamente centralizadas
que caracterizan al petro-Estado venezolano.
La experiencia internacional permite constatar que cuando la
economía de un país es altamente dependiente de una sola actividad
económica o de una sola corporación, sea esta pública o privada, ésta
termina por la vía de los hechos imponiendo límites a la democracia.
En los petro-Estados, las decisiones fundamentales sobre el futuro
de la sociedad terminan siendo tomadas en forma técnica, como imperativos
tecnológicos o de mercado, al margen de la voluntad de la
mayoría de la población cuya opiniones se considera que tiene poco
que aportar al manejo de las complejidades del negocio petrolero.
Esto ha sido así incluso en el caso de lo que se suponía que era la
excepción entre los petro-Estados: Noruega. Cuando este país descubrió
sus abundantes reservas petroleras ya contaba con una larga
tradición consolidada de socialdemocracia. En las primeras décadas
de la explotación petrolera en el país, y a partir de rigurosos estudios
y debates sobre las experiencias previas de otros petro-Estados, el
El fantasma de la Gran Venezuela: 17
dilemas del petro-Estado en la Revolución Bolivariana
sistema político logró establecer normas, criterios de inversión y controles
estrictos para buscar garantizar que la explotación petrolera
no reprodujese la experiencia de la maldición de los recursos, y que
por el contrario, beneficiase a toda la sociedad sin socavar su sistema
político democrático. Sin embargo, en la medida en que Statoil se fue
haciendo más poderosa, en un contexto global cada vez más neoliberal,
sin dejar de ser una empresa pública, fue, paso a paso, liberándose
de los controles y regulaciones que el sistema político había logrado
imponer en décadas anteriores, hasta terminar operando, en lo
fundamental, con la lógica de una corporación petrolera global que,
como todas, le da prioridad a la ganancia sobre todo otro interés político,
social o ambiental (cf. Ryggvik 2010).
La búsqueda de niveles crecientes de autonomía nacional y regional
en un mundo cada vez más interconectado y globalizado no es
compatible con una estructura económica monoproductora de uno
de los commodities más importantes del capitalismo global. Por esta
vía, por el contrario, se produce una creciente articulación con la
lógica depredadora y militarizada de acumulación por desposesión
que caracteriza al neoliberalismo. Los hidrocarburos son la energía
que alimenta la maquinaria de devastación sistemática del capitalismo.
Por otra parte, las escalas faraónicas de expansión previstas en
la producción petrolera de la Faja del Orinoco no serían posibles a
partir de los recursos financieros y las actuales capacidades tecnoló-
gicas de Pdvsa. Lograr estas metas sólo se alcanzarían por la vía de
un extraordinario endeudamiento externo, siempre condicionado (cf.
Gallagher, Irwin y Koleski 2013), y de la participación masiva de corporaciones
transnacionales, sean éstas públicas o privadas, asiáticas
u occidentales. Es previsible que esto conduzca a flexibilizar algunas
de las normas del control nacional sobre este recurso y su industria.
El siglo xx venezolano y las experiencias de la mayor parte de los
otros petro-Estados del Sur global que han padecido la sobrevaluación
histórica de sus monedas y la llamada enfermedad holandesa,
aportan suficiente evidencia como para poner en duda la posibilidad
del logro de la soberanía alimentaria sin alterar la lógica de la monoproducción
petrolera. Los inmensos montos que se han invertido en
el impulso de la producción agrícola y pecuaria en estos años no han
disminuido ni la dependencia en las importaciones de alimentos ni
su escasez. La economía de puertos es un componente estructural de
este modelo productivo.
18 PRESENTACIÓN
La Constitución del año 1999 define entre sus «fines supremos»
el logro de una «sociedad democrática, participativa y protagónica,
multiétnica y pluricultural». Esto está reforzado por el Capítulo viii
de dicha Constitución referido a los derechos de los pueblos indí-
genas, que representa un extraordinario avance jurídico, a tono con
las aspiraciones y plataformas de luchas de dichos pueblos en todo
el continente. El más importante de todos estos derechos es el referido
a la demarcación territorial, ya que los demás están definidos
en forma altamente dependiente de la existencia de “hábitats” indí-
genas reconocidos y demarcados. Sin embargo, a pesar del plazo de
dos años establecido en la Constitución de 1999, prácticamente no
ha habido ninguna demarcación territorial efectiva, entendida ésta
como el reconocimiento de territorios a pueblos indígenas, no como
la entrega de haciendas a comunidades. Esto puede atribuirse a
la falta de voluntad política del gobierno, al veto del estamento militar,
que ve en la demarcación una amenaza a la unidad del territorio
nacional soberano y a los intereses materiales directos de sus integrantes
(negocios de oro, ganadería), y al poder que siguen teniendo
los “terceros”, como los ganaderos, que han ido ocupando los territorios
ancestrales de los pueblos indígenas. Hay, sin embargo, una
razón aun más fundamental. Ésta tiene que ver con la incompatibilidad
entre la demarcación territorial (reconocimiento efectivo de
los derechos indígenas garantizados tanto por la Constitución como
por los acuerdos internacionales con los cuales se ha comprometido
el país)1
, y la lógica del desarrollo extractivista. El reconocimiento
1 De acuerdo al artículo 119 de la Constitución: «El Estado reconocerá la
existencia de los pueblos y comunidades indígenas, su organización social,
política y económica, sus culturas, usos y costumbres, idiomas y religiones,
así como su hábitat y derechos originarios sobre las tierras que ancestral y
tradicionalmente ocupan y que son necesarias para desarrollar y garantizar
sus formas de vida. Corresponderá al Ejecutivo Nacional, con la participación
de los pueblos indígenas, demarcar y garantizar el derecho a la propiedad
colectiva de sus tierras, las cuales serán inalienables, imprescriptibles,
inembargables e intransferibles de acuerdo con lo establecido en esta Constitución
y en la ley» (1999, art. 119, s. p.).
De acuerdo al Convenio N° 169 sobre pueblos indígenas y tribales de pueblos
independientes de la Organización Internacional del Trabajo: «Los pueblos
interesados deberán tener el derecho de decidir sus propias prioridades
en lo que atañe al proceso de desarrollo, en la medida en que éste afecte
a sus vidas, creencias, instituciones y bienestar espiritual y a las tierras
que ocupan o utilizan de alguna manera, y de controlar, en la medida de
lo posible, su propio desarrollo económico, social y cultural. Además, di-
El fantasma de la Gran Venezuela: 19
dilemas del petro-Estado en la Revolución Bolivariana
efectivo de los derechos territoriales de los pueblos indígenas implicaría
un severo freno para los planes extractivistas que impulsa
el Estado venezolano. Los mega planes de desarrollo tanto de la Faja
y el Delta del Orinoco como del arco minero y la explotación de
carbón, ocurren en una importante proporción en territorios ancestralmente
ocupados por pueblos indígenas. Estos planes tendrán
como consecuencia inexorable el aceleramiento del avance extractivista
sobre estos territorios. Ante esta contradicción, la opción por la
cual ha optado el gobierno parece estar clara.
De todos los severos problemas ambientales globales que hoy se
confrontan (pérdida de diversidad genética, contaminación de aguas
y tierras fértiles, deforestación, sobrepesca, etc.), ninguno representa a
corto y mediano plazo una amenaza mayor para la vida en el planeta
que el cambio climático que, a su vez, es un factor contribuyente fundamental
para cada uno de los otros problemas señalados. Hay hoy un
consenso generalizado, más allá de toda duda razonable, que el calentamiento
global que ha venido experimentando el planeta en las últimas
décadas tiene como causa fundamental la emanación de gases de efecto
invernadero, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles.
Las voces disonantes provienen principalmente de fundamentalistas de
mercado que ven en toda regulación una amenaza a su libertad, y los
llamados científicos escépticos, muchos de ellos asalariados de la industria
energética. Existe igualmente un amplio consenso en que si la
temperatura promedio de la superficie terrestre se eleva más de dos grados
centígrados sobre el promedio existente para el inicio de la era de
los combustibles fósiles –aproximadamente 1750–, se podrían producir
eventos climáticos catastróficos e irreversibles con severas consecuencias
para la vida en el planeta. Son muchas las formas en las cuales se
han expresado los límites de la capacidad de carga del planeta. Una de
ellas, de uso cada vez más generalizado, es la noción de presupuesto
chos pueblos deberán participar en la formulación, aplicación y evaluación
de los planes y programas de desarrollo nacional y regional susceptibles de
afectarles directamente». (2007, art. 7, p. 23). «Deberá reconocerse a los
pueblos interesados el derecho de propiedad y de posesión sobre las tierras
que tradicionalmente ocupan. Además, en los casos apropiados, deberán
tomarse medidas para salvaguardar el derecho de los pueblos interesados a
utilizar tierras que no estén exclusivamente ocupadas por ellos, pero a las
que hayan tenido tradicionalmente acceso para sus actividades tradicionales
y de subsistencia» (ibíd., art. 14, pp. 28-29).
20 PRESENTACIÓN
de carbono2
. De acuerdo a los cálculos del Quinto Informe del Panel
Intergubernamental de Cambio Climático, del presupuesto total de
emisiones de carbono que podía utilizar la humanidad para que la
temperatura media del planeta no superase esos dos grados centí-
grados, ya ha sido utilizado –en estos 250 años– más de 50%. Las
proyecciones realizadas sobre la base de las tendencias actuales permiten
estimar que el resto de este presupuesto total será utilizado en
las próximas tres décadas. Esto significa que, si se quieren evitar las
transformaciones climáticas catastróficas previstas, se tendría que
producir una inmediata y radical reducción de las emisiones de gases
de efecto invernadero. De lo contrario, la única forma de evitar las
anunciadas catástrofes climáticas sería reduciendo a cero la quema
de combustibles a partir de la década de los cuarenta. Esto obligaría
a dejar bajo tierra la gran mayoría de las masivas reservas de hidrocarburos
que han sido identificadas por la industria petrolera global.
Dada la magnitud de las inversiones en cuestión, es previsible que
tanto las transnacionales energéticas como los petro-Estados hagan
todo lo posible por continuar esta actividad, independientemente de
sus consecuencias.
A pesar de estas alarmantes proyecciones, como ha señalado Michael
Klare, no estamos en la actualidad en una fase de transición
hacia una época post-petrolera, sino por el contrario en la transición
hacia la época de combustibles fósiles no-convencionales, esto
es: sucios, caros y ambientalmente cada vez más contaminantes y
riesgosos. Los elevados precios de los combustibles, el incremento de
la demanda y extraordinarias innovaciones tecnológicas han hecho
posible la explotación de reservas de combustibles que hasta hace
muy pocos años no parecían posibles: petróleos extrapesados como
los de la Faja del Orinoco; las arenas bituminosas de Alberta; los
depósitos bajo el océano dentro del círculo ártico; depósitos a grandes
profundidades bajo el mar como el depósito de pre-sal en Brasil;
depósitos en la Amazonía, a pesar de los reconocidos y extraordinariamente
severos impactos socio-ambientales; y la explotación de
gas y de petróleo mediante las tecnologías de fractura hidráulica. La
2 El presupuesto de carbono se refiere a la totalidad del carbono que se podía
emitir con un cierto grado de seguridad de que el nivel de saturación de
todos los principales mecanismos de retención de dichos gases (atmósfera,
mares, bosques) no implicase la elevación de la temperatura terrestre
promedio a más de un determinado nivel. (Global Carbon Project 2013,
noviembre, s.p.).
El fantasma de la Gran Venezuela: 21
dilemas del petro-Estado en la Revolución Bolivariana
industria petrolera continúa operando como si todo el debate climático
fuese irrelevante.
Como se ha argumentado desde diversas organizaciones y movimientos
populares, el objetivo de «Consolidar el papel de Venezuela
como potencia energética mundial» previsto en el Plan de la Patria
mediante la duplicación para el año 2019 del volumen de producción
petrolera del país es simplemente incompatible con el quinto objetivo
formulado en dicho documento: «Contribuir con la preservación de
la vida en el planeta y la salvación de la especie humana». Implica, por
el contrario, una significativa contribución directa a su destrucción.
Para el Estado venezolano, contribuir a salvar el planeta, implicaría
igualmente salvar el territorio nacional de la lógica despiadada del
extractivismo. Las dimensiones de los proyectos de explotación de
la Faja y el establecimiento de grandes plantas de «mejoramiento de
crudos» en las riberas del Orinoco, en condiciones en las que la protección
ambiental ha venido ocupando una prioridad tan secundaria
en las políticas públicas, permite suponer que el Orinoco y su delta
pasarán a ser, como lo ha sido el Lago de Maracaibo, un «daño colateral»
de la Venezuela potencia energética.
El objetivo en el cual el gobierno bolivariano ha tenido más éxito
es en la reducción de la pobreza, la exclusión y la desigualdad. Se trata,
sin embargo, de un logro que no está garantizado en el tiempo, ya que
tiene como sustento la transferencia de recursos de la renta petrolera
a los sectores menos favorecidos de la sociedad. No es el resultado de
una transformación en la estructura del proceso productivo. Está plenamente
justificado que la distribución de la renta dejase de hacerse
prioritariamente hacia los sectores privilegiados como ocurría antes.
Sin embargo, se trata de un proceso que tiene pies de barro, porque
está basado en una producción petrolera en continua expansión y sobre
el supuesto de que los precios del petróleo van a incrementarse o
por lo menos se van a mantener en torno a los niveles actuales. Dadas
las incertidumbres del mercado energético, y las inevitables presiones
que exigirán una reducción del consumo global de hidrocarburos,
ésta no parece ser una apuesta razonable.
22 PRESENTACIÓN
La transición hacia una sociedad post-petrolera
En el siglo xxi los retos de ir más allá del capitalismo no pueden separarse
de la exigencia, igualmente crucial, de desprenderse de los
modos de producción, distribución y consumo y de las modalidades
hegemónicas de producción de conocimiento de este orden social.
Esto pasa necesariamente, entre otras cosas, por el establecimiento
de las diversas formas de relacionarse los seres humanos con el resto
de la naturaleza y la creación de otros patrones energéticos. El surgimiento
y primacía global del capitalismo industrial se sustentó en
el acceso a combustibles fósiles baratos y ampliamente accesibles. En
dos siglos y medio, el capitalismo industrial logró transformar esos
inmensos depósitos –creados a lo largo de millones de años– en la
energía que hizo posible tanto el espectacular crecimiento económico
de este periodo, como la acelerada destrucción de las condiciones
que hacen posible la vida en este planeta. Este patrón energético no es
un componente secundario, sino una dimensión constitutiva esencial
de la forma como se desplegó históricamente este régimen de
producción y de vida.
Nadie pretende que el paso a una sociedad post-petrolera signifique
que de un día a otro se puedan cerrar todos los pozos petroleros.
Sin embargo, es necesario dar pasos y formular las direccionalidades
de esta indispensable transición en forma urgente. Este imperativo
está ausente en las políticas públicas de prácticamente todos los
gobiernos del mundo, que siguen dándole prioridad al crecimiento
económico sobre las exigencias de la preservación de la vida. De la
misma manera, las políticas del Estado venezolano no sólo no contemplan
la necesidad de esta transición, sino que por el contrario
están comprometiendo el futuro del país a largo plazo en una dirección
opuesta.
Concluyo insistiendo en que este libro constituye un nuevo llamado
de alerta y una valiosa contribución a los debates sobre los retos
que nos presenta dicha transición. Mirando al futuro, no hay asunto
más inaplazable en Venezuela.
Caracas, enero 2014.
Prólogo del texto.
Por Emilio Terán Mantovani
Si desde la cosmovisión maya y la cultura campesina de México y
Guatemala se desprende el «somos gente de maíz», mostrando el
vínculo identitario, geográfico y cultural de buena parte de las poblaciones
centroamericanas con esta planta sagrada, nos preguntamos:
¿será que los venezolanos «somos gente de petróleo»?
Lo cierto es que, hasta nuestros días, nuestro imaginario nacional
está determinado por mitos, narrativas e imágenes profundamente
atravesados y significados por el petróleo y el “progreso”, elementos
fundamentales en la construcción social del valor en nuestro país.
Cuentos y promesas, riquezas y pobrezas, fantasías y realidades. «Venezuela
es todo petróleo», afirmaba Juan Pablo Pérez Alfonzo; y el
petróleo sería el tren que nos llevaría por el camino de la modernidad,
para culminar el proyecto emancipatorio inconcluso de Bolívar.
Así nos han dicho.
Este trabajo nace de las entrañas de esta sociedad rentista; de
su crisis y reformulación en la Revolución Bolivariana, un proceso
en una encrucijada que, además, ya no contará con la determinante
presencia física del presidente Hugo Chávez; de los límites de la
naturaleza y el problema del cambio climático; de la globalización
neoliberal y de un mundo convulsionado en sus calles, en sus ideas,
en sus estructuras. En las siguientes páginas trataremos de mostrar
la compleja y problemática dinámica de la Revolución Bolivariana,
haciendo evidente cómo el paradigma colonial del desarrollo atraviesa
todo el campo de pugnas, tensiones y contradicciones en el cual
se desenvuelven pulsiones emancipatorias, deseos de transformación
radical y fuerzas conservadoras, excluyentes y reaccionarias, que buscan
mantener el esquema de soberanía y de dominio de la naturaleza
que determina el petro-Estado desarrollista venezolano.
Sin embargo, lo que aquí presentamos es una mirada profunda
de la Revolución Bolivariana, un análisis y deconstrucción
26 PRÓLOGO
histórico-geográfico, haciendo visibles los rasgos fundamentales de
una discursividad y práctica política inscrita en el patrón de poder
moderno/colonial propio del sistema-mundo capitalista. Se trata de
ampliar el espectro espacio-temporal del problema del desarrollo, recreando
el anclaje histórico de los procesos y las palabras, así como
sus articulaciones geográficas, para mostrar cómo opera sistémicamente
un concepto que ha sido constantemente adjudicado a una
temporalidad futura y a un problema de “soberanía nacional”. De
esta forma, el trabajo esboza un mapa a partir de la geografía polí-
tica del desarrollo, en el marco de la crisis civilizatoria, y la historia
decolonial del desarrollo en Venezuela, para luego ubicar en dicha
cartografía los procesos sociopolíticos, económicos y culturales propios
de la Revolución Bolivariana hasta la fecha, problematizando a la
vez nuestro futuro, orientado hacia la continua búsqueda de un nuevo
Dorado, la Faja Petrolífera del Orinoco.
Creemos que los debates y planteamientos expresados aquí son
de suma importancia, debido a que en Venezuela, a pesar de que se
han abierto nuevos temas en la discusión política y que éstos llegan
a un mayor número de personas, existen algunas ideas, imágenes y/o
planteamientos que parecen haber sido expulsados del universo simbólico
del discurso político nacional o que se muestran como tabúes
para la sociedad venezolana.
El debate sobre petróleo y progreso (o desarrollo) se ha paseado, al
menos desde la etapa posgomecista hasta la actualidad (1936+), entre
planteamientos sobre cómo conseguir un mejor desarrollo, cómo
mejorar la industria de extracción petrolera para lograr este objetivo
y, en el mejor de los casos, cómo traducir la extracción petrolera
en un desarrollo agrícola e industrial que haga de la economía venezolana,
una economía productiva, más “desarrollada”. Lo que ha
estado ausente, o en todo caso bastante marginal, ha sido un cuestionamiento
radical al concepto mismo de desarrollo, así como una
desconexión del propio modelo del capitalismo rentístico, siendo que
los problemas derivados de estos esquemas y cosmovisiones más
bien se han magnificado en la actualidad. Esto hace que los debates
propuestos aquí tengan una altísima pertinencia y que necesiten un
mayor impulso y difusión, de manera que se incorporen en nuestros
imaginarios políticos y sociales, para así trascender este muy contraproducente
modelo de sociedad. Las condiciones empobrecedoras
del debate producto de la polarización política, la gravedad de la crisis
El fantasma de la Gran Venezuela: 27
dilemas del petro-Estado en la Revolución Bolivariana
ambiental global y los peligros del neoliberalismo para los pueblos de
América Latina, le dan aún mayor importancia a la apertura de estas
fundamentales discusiones.
Nuestra investigación ha partido de un enfoque transdisciplinario,
en términos de tratar de conectar áreas y disciplinas que generalmente
tienden a segmentarse en los análisis tradicionales. Se trata de
un libro concebido como una red, que intenta vislumbrar las intersecciones
entre las transversalidades histórico-geográficas expuestas
al inicio del trabajo, con la dinámica actual y futura de la Revolución
Bolivariana. Hemos recurrido a una diversidad de fuentes,
documentos oficiales, documentos históricos, entrevistas, estudios
académicos, científicos e institucionales, investigación historiográfica,
cartografías y mapas, trabajo hemerográfico, pronunciamientos y
notas de prensa, estadísticas oficiales, para poder construir este aná-
lisis integral de tipo diacrónico y sincrónico. La idea era elaborar el
estudio por medio de la intertextualidad que existe entre las diversas
capas de discursividad y de producción y reproducción de la realidad
social, y poder dar cuenta de las especificidades del desarrollo en Venezuela,
sin obviar su carácter profundamente histórico, colonial y
civilizatorio; su condición primordialmente sistémica y sus raigambres
estructurales latentes en la dinámica política corriente.
De esta manera, el trabajo consta de cinco capítulos. Un primer
capítulo en el cual se analiza y describe la dinámica de la geografía
política del desarrollo, construyendo los vínculos de la llamada “acumulación
por desposesión”, con la cosmovisión moderna del dominio
humano sobre la naturaleza y su proyección en el extractivismo, los
cuales se inscriben en el proceso histórico de la crisis civilizatoria
del sistema-mundo capitalista. Desde la geopolítica del desarrollo se
tratará de explicar los vínculos entre el patrón energético basado en
combustibles fósiles, el neoliberalismo y la crisis sistémica, de manera
tal de comprender los complejos panoramas que se expresan
en Venezuela y América Latina, y la forma como estos vectores sistémicos
atraviesan la realidad regional y nacional del desarrollo y el
modelo rentista petrolero.
El capítulo 2 consta de una investigación historiográfica del desarrollo
en Venezuela desde una perspectiva decolonial. El objetivo es
evidenciar cómo este concepto representa un correlato contemporá-
neo de la misión civilizatoria de la modernidad colonial, y cómo este
patrón de poder es constitutivo del proyecto de la nación venezolana.
28 PRÓLOGO
Hemos establecido una periodificación que va desde 1492 hasta 1999,
en la cual se caracterizan los procesos históricos que van conformando
la especificidad de la construcción del discurso, de la soberanía
y control del espacio/naturaleza, prefigurando a Venezuela en la
dinámica sistémica del “progreso” de las naciones. En este análisis
mostramos los procesos en los cuales surgen nuestros mitos fundacionales,
nuestro esquema de poder específico y la conformación
del petro-Estado, la aparición de la idea de “sembrar el petróleo”, la
trilogía desarrollista petróleo-Estado-pueblo, la práctica política del
populismo, así como las diversas formas en las cuales el desarrollo
operaba en el marco de la naciente globalización, hasta la llegada de
la Revolución Bolivariana en 1999.
El siguiente capítulo da continuidad al análisis histórico-geográfico,
pero ahora centrado en la sincronicidad de la Revolución
Bolivariana. Se intenta mostrar las bases fundacionales de este nuevo
proceso histórico nacional y la forma como se insertan nuevas
modalidades al tiempo que se recurre a los viejos esquemas del petroEstado
desarrollista. La idea es problematizar las profundas tensiones
y contradicciones que se dan en este período histórico, mostrando
los dilemas del neoextractivismo en un mundo en crisis, así como la
forma en la cual el desarrollo se resignifica, opera y determina los diferentes
ámbitos de la vida social y la geografía nacional.
El cuarto capítulo intenta visibilizar los peligros futuros de la
búsqueda de nuestro nuevo Dorado, la megaexplotación de la Faja
Petrolífera del Orinoco, la cual representa el bastión del desarrollo
en la discursividad de la alta política oficial nacional. Trataremos de
dar cuenta de las características de los proyectos y el territorio de la
faja del Orinoco, resaltando en particular las amenazas a la naturaleza
y los bienes comunes que supone un tipo de explotación como la
de esta zona petrolífera; a la vez que expondremos los rasgos visibles
del nuevo imperialismo en estos planes de desarrollo, y los peligros
de apertura a procesos de acumulación por desposesión por la vía del
endeudamiento.
Por último, presentamos un análisis y caracterización de las alternativas
al desarrollo y las posibilidades de establecer las vías hacia
una biocivilización pospetrolera, poscapitalista y con soberanía territorial.
Con esto intentamos, modestamente, mostrar una serie de
horizontes alternativos al modelo desarrollista y extractivista imperante
en el sistema-mundo, los cuales aunque no representan una
El fantasma de la Gran Venezuela: 29
dilemas del petro-Estado en la Revolución Bolivariana
hegemonía cultural global, son proyectos, prácticas y cotidianidades
de numerosos grupos en todo el planeta. A partir de los análisis
delineados previamente y de una serie de experiencias recogidas en
diversos espacios de comunicación se proponen estrategias políticoontológicas
y territoriales que toquen todos los ámbitos posibles de
acción, de manera de activar procesos simultáneos de transición
de corto, mediano y largo plazo. Se trata de evitar plantear estrategias
muy globalistas, pero que tampoco sean muy localistas, mostrando
no sólo las dificultades sino las posibilidades que están contenidas
en el sustento constituyente de la Revolución Bolivariana: el poder
popular.
Dados los constantes desafíos de un mundo aceleradamente
cambiante, este trabajo constituye un primer paso para ampliar la
construcción simultánea de crítica y de alternativas al desarrollo, con
el fin de poder materializar el inicio de un verdadero proceso de cambio
y transición de modelo en Venezuela y Latinoamérica.
VEA EL TEXTO COMPLETO EN: http://biblioteca.clacso.edu.ar/Venezuela/celarg/20160314012622/fantasma_gran_venezuela.pdf