Las izquierdas progresistas comprenden que hacer lo posible para seguir existiendo es el desafío colocado en este espacio-tiempo. Sin embargo, es necesario pensar de qué forma “hacer lo posible” está legitimando el funcionamiento del sistema neoliberal.
Brasil: la conciliación en las izquierdas progresistas
ADMINIVIRGINIA - 1:55 PM, 21 ENERO
Virginia Bolten
El año electoral en Brasil puede ser una gran oportunidad para instalar debates importantes sobre las estructuras de poder y su funcionamiento. Desde hace cinco años el país más grande de Latinoamérica viene pasando por un momento de intensos debates políticos. Estos fueron cruciales para la comprensión, aunque de forma muy problemática, que las elecciones no son el único estadío en que la gente pueda participar de las discusiones que tienen que ver con los rumbos del país.
La creencia de que las figuras políticas son la representación de un deseo popular poco a poco se va diluyendo cuando se logra observar que las estructuras del poder implican la negociación de los derechos sociales, no importando mucho la bandera que se levanta.
Una modificación en las formas de hacer política vendría del encuentro con la necesidad histórica de politización de las pautas. Brasil recién sufrió un golpe palaciego y pasa por un momento de recrudecimiento de la violencia institucional con impactos relevantes en el tejido social. Hay un proceso de avance de expresiones fascistas a nivel global con una fuerte capacidad de manipulación y control por parte de los medios de comunicación hegemónicos. En este contexto, confiar que una figura pueda “salvar” el país es una evidencia de que no hay intencionalidad de crear nuevas alternativas.
Lo que sucede en Brasil no es un caso aislado. Es parte de un intento de consolidación y normalización de una nueva forma de gestionar al mundo basado en el vaciamiento del espacio político de los sectores que incomodan al capital. Y si las dichas izquierdas progresistas aún no comprendieron lo que está pasando, mejor para los que –hace mucho– vienen gobernando el mundo y dando las cartas del juego. Las alianzas de quienes quieren “representar el pueblo y sus demandas” con los sectores que quieren eliminar la posibilidad que las demandas del pueblo existan, no parece ser un intento de restituir la democracia, sino un acuerdo que solo sirve para debilitar a las fuerzas populares.
La táctica de conciliación ya probada en los últimos años se muestra frágil, además de peligrosa. La conciliación va a contra mano de la organización popular, por lo tanto es difícil pensar que se pueda presentar esta misma táctica como salida a la crisis actual que ya es una realidad consolidada.
La posible condena de Lula el próximo 24 de enero es la expresión más cruda de como se pretende judicializar a la política. Es grave, no obstante no es menos grave pensar que habrá modificaciones en los resultados si no hubiera cambios en las estructuras.
Un retorno a las bases en lucha y el fortalecimiento de las nuevas potencias que surgieron con el avance sobre los derechos de las personas trabajadoras, de los pueblos indígenas y campesinos, de las mujeres y de la comunidad LGBT y de la juventud –sobre todo de la juventud negra en los sectores más pauperizados de la sociedad – es menester para pensar alternativas y estas, seguramente, no encuentran en la conciliación su horizonte de existencia.
Las izquierdas progresistas comprenden que hacer lo posible para seguir existiendo es el desafío colocado en este espacio-tiempo. Sin embargo, es necesario pensar de qué forma “hacer lo posible” está legitimando el funcionamiento del sistema neoliberal. La pregunta que hacemos desde Virginia Bolten es: ¿cómo queremos seguir existiendo?