Los mercados de abasto están repletos de productos agrícolas importados. Por sus bajos precios, los importados han desplazado al producto nacional. Entre los años 2005 y 2015 (gestión del MAS), la participación de la agricultura en la estructura del empleo ha disminuido en 9,2 puntos porcentuales. Si ello fuese debido a ganancias en productividad, estaría muy bien, pero se debe al abandono paulatino de la actividad agropecuaria tradicional.
En pro de una revolución agrícola
Rolando Morales Anaya
Página Siete
viernes, 02 de febrero de 2018 · 00:00
Los mercados de abasto están repletos de productos agrícolas importados. Tubérculos, frutas, legumbres, granos se encuentran en abundancia y a precios moderados. Algunos supermercados venden maíz chino. Por sus bajos precios, los importados han desplazado al producto nacional.
Los bajos rendimientos físicos de la agricultura tradicional explican la diferencia de precios entre la producción nacional y la importada, aunque cuenta también la apreciación del tipo de cambio. Entre los años 2005 y 2015 (gestión del MAS), la participación de la agricultura en la estructura del empleo ha disminuido en 9,2 puntos porcentuales. Si ello fuese debido a ganancias en productividad, estaría muy bien, pero se debe al abandono paulatino de la actividad agropecuaria tradicional.
Hay tres razones para preocuparse por el sector agropecuario: a) Los campesinos son pobres porque producen poco, b) Se tiene un innecesario déficit en la balanza comercial de alimentos, c) Los primeros pasos en la industrialización del país tienen que ser dados a partir de la agroindustria.
La elección de Evo Morales en el año 2006 despertó la esperanza de que finalmente habría algún gobierno que se ocupara del sector agropecuario tradicional. Puesto que era indígena, se pensó que apoyaría a los trabajadores agrícolas que son mayoritariamente indígenas y puesto que era campesino, se pensó que apoyaría a la agricultura. Empero, los doce años de gobierno de Evo frustraron esa esperanza.
En su discurso informe y promesa de gobierno del 22 de enero de 2018 apenas hizo referencia a este sector. No es el único Presidente que lo olvida, también lo hicieron los anteriores, pero se esperaba algo más de Evo. Sólo en los años cincuenta y sesenta hubo alguna preocupación en esta materia.
No se trata de pedir la realización de pequeños proyectos locales. Bolivia requiere un plan ambicioso que vuelva rentable al total de las tierras cultivables buscando aumentar su productividad (producción por hectárea). Para ello, se requiere:
a) La transferencia y desarrollo de tecnología agropecuaria, b) Inversiones públicas en riego, manejo de suelo y arborización, c) Medios de transporte, d) Energía.
Paralelamente, se debe impulsar la creación o consolidación de ciudades intermedias en medios rurales, el acceso al crédito, la industrialización de los productos agropecuarios y asegurar un ambiente macroeconómico adecuado para el desarrollo de este sector.
En este último campo, se requiere asegurar un tipo de cambio conveniente para un equilibrio razonable de la balanza comercial de alimentos y revisar aranceles e impuestos.
El curioso discurso del Vicepresidente el 22 de enero último sobre los propósitos “industriosos” del Gobierno, así como las palabras del Presidente, sugieren que para ellos el desarrollo pasa por la industrialización de minerales e hidrocarburos y por la informática.
Si esa opción es bien llevada, generará ingresos, pero no contribuirá a su distribución ni a superar la pobreza. Además, los encadenamientos hacia atrás y hacia delante de la industrialización de minerales e hidrocarburos son reducidos, luego los avances que se haga en estos campos tendrán pocos efectos en la economía del país en su conjunto.
El desarrollo del sector agropecuario tiene también otras connotaciones. En el campo social, además de aumentar el ingreso de los campesinos que en mayoría son pobres, la infraestructura productiva coadyuvará al desarrollo de infraestructura de servicios sociales (agua, energía, educación, salud).
En el campo político favorecerá la inclusión en las decisiones nacionales de una masa importante de campesinos que hasta el presente son víctimas de la demagogia de algunos líderes.
Un 30% de la población económicamente activa realiza actividades agropecuarias. Apoyarlos significará el verdadero cambio de Bolivia en lo económico, social y cultural. Además se logrará la ampliación y fortalecimiento de la democracia, pues el ejercicio de la democracia está fuertemente influenciado por la condición económica de las familias y también por el lugar en el que viven.
Las que viven en lugares aislados, sin conformar conglomerados humanos, difícilmente pueden acceder a la información que le permita hacer una buena elección de sus opciones.
Los millonarios ingresos que Bolivia tuvo durante el boom de exportaciones pudieron haber financiado una verdadera transformación de Bolivia a través del desarrollo de su sector agrícola. Buena parte de ellos fueron despilfarrados o invertidos al margen de un plan de desarrollo. Quizás se tenga un mini boom nuevamente, habría que optimizar el uso de los ingresos que aporte.
Rolando Morales Anaya es economista.