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Paro armado del Eln aleja la esperanza de una paz completa en Colombia

El País :: 11.02.18

Desde el sábado y hasta el martes 13 ha declarado un paro armado que pretende impedir el tránsito de personas y vehículos en todas las regiones que están bajo su control. La medida represora significa que cualquiera que no permanezca en casa estos tres días podrá perder la vida, la libertad o sufrir una agresión.

El paro armado del ELN aleja la esperanza de una paz completa en Colombia
La guerrilla impide el tránsito de personas y vehículos en las regiones que controla para conseguir la vuelta del Gobierno a la mesa de negociaciones

Bogotá 11 FEB 2018
El País

El Ejército de Liberación Nacional (ELN), la que fuera la segunda guerrilla de Colombia hasta la desparición de las FARC como grupo armado, mantiene al país en jaque con su estrategia de violencia y miedo. Desde el sábado y hasta el martes 13 ha declarado un paro armado que pretende impedir el tránsito de personas y vehículos en todas las regiones que están bajo su control. La medida represora significa que cualquiera que no permanezca en casa estos tres días podrá perder la vida, la libertad o sufrir una agresión. Hasta el momento, el departamento del Cesar, en el norte del país, ha sufrido las mayores consecuencias con cuatro atentados en vías principales.

El paro armado es la herramienta del ELN para forzar que el Gobierno de Juan Manuel Santos vuelva a la mesa de negociación en Ecuador a la que ambas partes llegaron en febrero de 2017 en busca de un acuerdo de paz. Casi un año después, el pasado 18 de enero, los diálogos se suspendieron por orden del presidente colombiano tras varios atentados de la guerrilla contra infraestructuras y militares.

El ELN retomó los ataques unos días antes, el 9 de enero, fecha en la que vencía la tregua pactada con el Estado que había comenzado el 1 de octubre de 2017, con motivo de la visita del Papa Francisco a Colombia. En aquel momento, Santos aseguró estar dispuesto a prorrogar el cese al fuego, negociar nuevas condiciones y continuar con el proceso de paz: “Así se lo hicimos saber al ELN, para responder afirmativamente ante la solicitud de la conferencia episcopal, las Naciones Unidas, los países amigos y centenares de organizaciones de la sociedad civil”.

La posición del Gobierno colombiano ha cambiado tras los últimos ataques del paro armado. “Va a ser muy difícil reanudar el diálogo”, dijo Santos en el departamento de Arauca, en el este del país. Una de las regiones donde el ELN ejerce el poder. El resguardo del COCE, el organismo de mando de la guerrilla, que se esconde en los más de 2.000 kilómetros que separan a Colombia de Venezuela desde su origen a mediados de los sesenta.

Los ataques del ELN suelen perpetrarse contra la población civil y grandes infraestructuras viales y petroleras. “Un puente inhabilitado como esta mañana ¿a quién afecta? A la población. Un tubo perforado ¿a quién afecta? Al medioambiente. Y el paro armado, un paro armado se promueve generalmente para generar miedo. Y el paro armado funciona con base en el miedo”, afirmó el presidente de Colombia.

“Si la población actúa normalmente, estos paros armados fracasan”, aseguró Santos, que intentó calmar a las poblaciones de las regiones controladas por el ELN en el Pacífico, interior del Caribe y el este de Colombia asegurando que “las fuerzas de seguridad tienen toda la capacidad para controlar una situación de esta naturaleza”.

Un lento proceso de paz
El ELN, con una ideología que mezcla cristianismo y marxismo, surgió casi al mismo tiempo que la ya exinsurgencia de las FARC, a mediados de los sesenta. Desde que comenzaran a combatir al Estado colombiano, no habían conseguido un acercamiento sólido con el Gobierno hasta 2017 cuando se iniciaron los diálogos con el Ejecutivo de Santos tras varios fracasos durante los períodos de los exmandatarios César Gaviria y Álvaro Uribe.

La guerrilla se sentó en la mesa de negociación de Quito con unos 2.000 miembros en sus filas y un acuerdo de paz con las FARC que pretendía servir de guía para un proceso rápido que terminara definitivamente con más de medio siglo de guerra en Colombia. Un año después, los diálogos están en suspense. Las voladoras de torres de energía, los secuestros y las extorsiones, las prácticas habituales de esta insurgencia han continuado. Mientras que los acuerdos en puntos esenciales de la agenda como el alto al fuego, el final del reclutamiento de menores, el desplazamiento y otros crímenes no cesan en muchas regiones del país.

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