Ejemplos piramidales notables son los estados, las iglesias, las corporaciones o empresas privadas, los ejércitos y los partidos políticos, que son las instituciones que mantienen la coerción y el orden.
Hoy los avances tecnocientíficos y los sistemas de conocimiento, comunicación e información facilitan como nunca antes la construcción de redes. Ahí están ya la web, las cooperativas de todo tipo y en todas las ramas y dimensiones de la vida humana (de producción financieras, de consumo, de comunicación, de servicios, etcétera), las comunidades, aldeas, municipios y regiones que se autogobiernan, etc.
El supremo dilema: ¿pirámides o redes?
Víctor M. Toledo
La Jornada
De su larga trayectoria, un observador extraterrestre, de mirada limpia por ajena, podría distinguir dos periodos bien distintos en la historia de la humanidad, que son incluso antitéticos o contradictorios. Uno va de sus orígenes como especie hace unos 200 mil años hasta hace unos 4 mil años. El otro va justo de esa época a la actualidad. El punto nodal que marca la diferencia es el paso de sociedades igualitarias a sociedades jerarquizadas. Durante largo tiempo el ser humano formó parte de comunidades autocomandadas regidas por la cooperación, la ayuda mutua, las reglas de parentesco y el disfrute colectivo de los bienes obtenidos de su entorno natural. Esas fueron lo que Marshal Sahlins denominó las primeras sociedades de la abundancia ( affluent societies) en su celebre artículo en Les Temps Modernes (octubre de 1968): bandas de cazadores, recolectores y pescadores y comunas aldeanas con agricultura y ganadería. Visualicemos. Hace 4 mil años el planeta era habitado por varias decenas de miles que representaban unas 12 mil culturas distinguidas por la lengua, y que una suerte de sustentabilidad primigenia para ponerlo en términos actuales, les permitió mantenerse y reproducirse en equilibrio con su entorno natural. Las primeras sociedades jerárquicas que aparecieron fueron los señoríos o jefaturas, y de ahí se pasó a los estados, con jerarcas apoyados por militares e iglesias. Del Estado despótico y esclavista se pasó al Estado feudal y luego al Estado controlado por el capital.
En su obra clásica La sociedad contra el Estado, Pierre Clastres echó abajo el mito, producido y reproducido por los mayores intelectuales de Occidente, de que la dimensión política sólo existe en función del poder y que éste supone ineludiblemente una relación de orden y obediencia, bajo un sistema de coerción basado en la violencia. Ello supuso borrar de un plumazo toda la historia de las sociedades humanas anteriores a la era civilizada, que por supuesto coloca a Europa en la cúspide de un presunto proceso evolutivo unilineal, donde el orden basado en la coerción queda justificado. Ese mito sigue vigente hasta nuestros días, oculto por la idea de modernidad, aunque cada vez más erosionado por el cúmulo de evidencias científicas.
Hoy somos nosotros, usted lector incluido, habitantes de una civilización moderna e industrial, tecnocrática y capitalista que es el pináculo, el punto máximo de esa tendencia histórica que se inició hace 4 mil años. Vivimos los tiempos de la máxima jerarquía, coerción y violencia apuntalados por innumerables mecanismos, visibles u ocultos, sutiles o descarnados. Este modelo vertical, fincado en la coerción y en la violencia, está representado por la pirámide. En la punta de la pirámide habitan los seres divinos o humanos que explotan o dominan al resto. La pirámide moderna que se busca imponer por todos los rincones del orbe tiene, sin embargo, fisuras, islas, grietas, contracorrientes. A la fascinación por la pirámide hoy se opone otra figura geométrica, la red, que es, para decirlo pronto, una estructura horizontal, diversa, descentralizada, heterogénea y basada en la equidad.
Ejemplos piramidales notables son los estados, las iglesias, las corporaciones o empresas privadas, los ejércitos y los partidos políticos, que son las instituciones que mantienen la coerción y el orden. Y en la civilización moderna todo aquello que no se estructure en torno a la pirámide, a los sistemas de dominación y jerarquía, tenderá a ser denunciado, asediado, soslayado, reducido y eliminado.
Debemos a G. Deleuze y F. Guattari el haber desarrollado una teoría filosófica de las redes, basada en el modelo vegetal del rizoma. Los rizomas son brotes que se extienden subterráneamente y de manera horizontal, que pueden ramificarse en cualquier punto, así como engrosarse transformándose en un bulbo o tubérculo que puede funcionar como raíz, tallo o rama sin importar su posición en la estructura de la planta. El rizoma es un modelo en el que la organización de los elementos no sigue líneas de subordinación jerárquica, sino que cualquier elemento puede afectar o incidir en cualquier otro. El rizoma carece, por tanto, de centro.
Hoy los avances tecnocientíficos y los sistemas de conocimiento, comunicación e información facilitan como nunca antes la construcción de redes. Ahí están ya la web, las cooperativas de todo tipo y en todas las ramas y dimensiones de la vida humana (de producción financieras, de consumo, de comunicación, de servicios, etcétera), las comunidades, aldeas, municipios y regiones que se autogobiernan, las pequeñas ciudades que se animan a vivir sin petróleo, las asociaciones ciudadanas para producir, circular y consumir energía, agua o alimentos, las nuevas modalidades de trueque pos-moderno, monedas comunitarias y electrónicas (el bitcoin y otras) y las empresas descentralizadas de mercadeo en red basadas en los multiniveles ( multilevel marketing).
El surgimiento, mantenimiento y la multiplicación de las redes hará que la actual civilización se desmorone irremediablemente. Caerán los monopolios políticos y económicos de la modernidad, como antes cayeron reinos e imperios, con sus faraones, reyes, señores, monarcas. Los poderosísimos corporativos, los bancos gigantescos y los estados irán perdiendo su capacidad de coerción y se vendrán abajo, de una manera que será tan espectacular como pacífica. Se caerán por su propio peso, de la misma manera en que los gigantescos dinosaurios desaparecieron porque su diseño ya no funcionaba. Ello depende de que la sociedad se organice y cree mil mecanismos para la multiplicación de las redes. Mientras los ciudadano no se organicen desde abajo, es decir subterráneamente, el poder político (el Estado) y el poder económico (el capital) seguirán manteniendo esta situación dramática de explotación, injusticia e inseguridad. Los grandes pensadores de la emancipación, como P. Kropotkin, Ivan Illich, E.F. Schumacher, M. Gandhi tienen razón: la humanidad sólo logrará salir de esta pesada noche cuando recupere su capacidad de transformar las pirámides en redes. Las redes se tejen y el tejido es una arma muy poderosa, quizás como nadie antes lo había imaginado. El futuro está en manos de los tejedores y será rizomático o no será.
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