No como en el caso chileno, donde creen que pueblo combatiente es el grupo de estudiantes engatuzados que sale a arrojar molotovs en unidad con los estalinistas del Frente, ni como los que se dejan arrastrar por los hijitos de papá del frente amplio, el relevo de la izquierda vendida al capital.
Leamos sobre la casta de impostores.
Responsabilidad del pueblo combatiente
febrero 21, 2018
Raúl Prada Alcoreza
El mayor golpe que se le puede dar al pueblo, al pueblo combatiente, es que una casta de impostores simulen ser sus compañeros, peor aún, que pretendan estos impostores conducir al pueblo, que los llevó al poder. Esta simulación y suplantación de la constelación armónica de las voluntades singulares populares, termina castrando las capacidades combatientes del pueblo, termina anulando su potencia social; entonces, sirviendo a las dominaciones históricas que sometieron al pueblo, haciendo creer que los nuevos amos son los “libertadores”, cuando son otra versión, tramposa, de los antiguos amos.
Por eso, el pueblo combativo tiene que aprender de las duras lecciones de la historia. No confiar en nadie salvo en su propia colectiva voluntad. En su saberes ancestrales y presentes, en sus capacidades y facultades sociales de autogobierno. Cuando se aprende esta lección, entonces las multitudes, que llamamos pueblo, abre nuevos horizontes civilizatorios para dar cabida a otros mundos posibles. Después del desencanto de la promesa demagógica populista, lo grave sería caer al retorno a las tradicionales formas de dominación; las gestadas a lo largo de la historia con las formas institucionalizadas y formalizadas de representaciones liberales.
La responsabilidad del pueblo, es crear alterativamente las alternativas vitales de otros mundos y otras civilizaciones. No retroceder de la demagogia populista a la propuesta conocida de una simulación democrática, que encubre la explotación, el extractivismo, la dependencia y el colonialismo. Ir más allá de la “izquierda” y la “derecha”, más allá del amigo y enemigo, más allá del bien y el mal; encontrarse con la potencia de la humanidad entrelazada con la potencia de los ciclos vitales del planeta.