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El sueño de la razón: Floreciendo rebeldías

Silvia Ribeiro :: 22.02.18

Flores en el desierto, es un documento extraordinario en muchos sentidos. Tiene tantas raíces y se proyecta en tantas ramas, hojas y flores, que cada vez que se recorre, se descubren nuevos brotes y horizontes. Tanto por lo que muestra cómo por lo que se avizora.

El sueño de la razón
Silvia Ribeiro
20 febrero 2018 0
Floreciendo rebeldías
Desinformémonos

Flores en el desierto, es un documento extraordinario en muchos sentidos. Tiene tantas raíces y se proyecta en tantas ramas, hojas y flores, que cada vez que se recorre, se descubren nuevos brotes y horizontes. Tanto por lo que muestra cómo por lo que se avizora. Las fotos, textos y videos nos acercan a la historia, comunidades, luchas y pensamientos de diez concejalas del Concejo Indígena de Gobierno en México: Rocío, Gabriela, Guadalupe, Osbelia, Bettina, Sara, Myrna, Lucero, Magda, Marichuy. Vienen de los pueblos comca’ac, yoreme, coca, binnizá, nahua, tsotsil, mazahua, maya y kumiai, desde todos los puntos cardinales, una parte de los casi 60 pueblos indios del país. Todas son integrantes del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), que como nos dice el libro en su introducción, es una “estructura creada por el Congreso Nacional Indígena (CNI) para visibilizar sus luchas y llamar a la organización de los pueblos, indígenas y no, en una iniciativa respaldada por el EZLN que se inscribe en el proceso electoral del 2018, pero que no compite en ese esquema. La toma del poder no es lo suyo. Van por más. Van por todo. Es su tiempo.”

El CIG está conformado por 200 mujeres y hombres, que fueron elegidos por pueblos y comunidades. Por tanto estas diez historias son apenas una muestra de las muchas más que dieron origen y sostienen al CNI y el CIG.

Gloria Muñoz Ramírez, que coordinó y redactó en texto las voces de las concejalas, explica muchas veces que se trata de un trabajo colectivo, con una cantidad enorme de voluntades que aportaron corazón, alma y técnica. Para empezar, las propias concejalas y sus comunidades, donde se realizaron las entrevistas. No se trata de una serie de entrevistas en un escritorio o en un estudio. Son meses de viajes a las comunidades de las concejalas, son muchas comunicaciones con todas y todos los implicados para que lo se reflejara finalmente fuera este desierto florecido.

Forman parte del tejido colectivo quienes contribuyeron con fotos y videos ( Miguel Tovar, Jorge Luis Gallegos, Ricardo Trabulsi, Noé Pineda, Daliri Oropeza, Oleg Yasinsky, María Antonieta de la Puente y Andalusia Knoll), el equipo de Desinformémonos y muchas otras y otros que de distintas formas se sienten comprometidas y comprometidos con este trabajo, su importancia, su urgencia y su difusión.

Tuve la fortuna de estar en la presentación de Flores en el Desierto en su versión libro, editado por Desinformémonos con apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo en México, una presentación que fue totalmente desbordada en número, interés y emoción por cientos de asistentes, que en muchos casos se sentían como retazos del mismo rebozo con el libro nos arropa. Esta presentación, contó con la presencia y testimonios de Osbelia Quiroz, nahua, maestra (en muchos sentidos) de Tepoztlán, una de las flores retratadas en el libro, junto a Marisela Mejía, del pueblo otomí de Querétaro, Ramón Vera Herrera, Laura Carlsen, Tannia Falconer, Hermann Bellinghausen y Gloria Muñoz.

Muchos fueron los aportes de cada uno de ellos, porque Flores en el desierto, además de trabajo colectivo, es también una especie de espejo de ida y vuelta de los muchos telares de abajo, que como explicó Gloria, tienen que ver con la nueva cultura colectiva que desató el zapatismo, con décadas de lucha de los pueblos indios, que a su vez encienden y tejen con otras luchas. Al decir de Ramón Vera Herrera, son historias comunes y únicas, que todos compartimos y aunque a veces no nos demos cuenta, son presencia permanente en nuestras vidas del México profundo, como lo nombró Bonfil Batalla.

Flores en el desierto es un testimonio del renacimiento y florecimiento de los pueblos indios, pero en particular de las mujeres. Herman Bellinghausen decía que tan sólo hace 20 años nadie hubiera imaginado un libro con este contenido: todas mujeres indígenas, líderes de sus pueblos, que muestran el camino. Recordó la obra de Fernando Benítez, que siendo una obra mayor en su momento en las décadas de 1960-1970, retratan sin embargo a los pueblos indios como culturas desvanecientes, resignadas, en manos de la manipulación de partidos y gobiernos, en camino inexorable a su resignada desaparición. A contrapelo de esta visión y sin que los vieran venir, los pueblos comenzaron a levantarse en defensa de sus tierras, por su dignidad, rechazaron el “festejo” de los 500 años en 1992 y ya no pararon. Son ahora los pueblos indígenas y campesinos los que son capaces detener minas, represas, carreteras, plantaciones, son los que defienden la tierra y el agua y no sólo la de ellos, de hecho la de todos. No siempre ganan, pero son los que más luchas han podido ganar. Dos aspectos son fundamentales para ello. Uno es la lucha colectiva, la comunidad, la asamblea, en lugar de los personalismos y líderes individuales que son mucho más fáciles de derrotar. Otra es que están compenetrados y son parte de los territorios, conocen su verdadero valor, un valor que el dinero no puede comprar. El levantamiento zapatista en 1994 y la creación del CNI tan sólo dos años después de éste, fortaleció enormemente este resurgimiento que estaba y se comenzaba a mostrar desde antes, en México y otros países.

Los pueblos indígenas están en marcha y no sólo luchan puntualmente contra lo que los amenaza, luchan por la dignidad, la cultura en el sentido más amplio, el futuro de la gente y de la Tierra, como nos lo recuerda varias veces Osbelia . En ese contexto adquiere fuerza la participación especial de las mujeres, como un nuevo cambio de dimensiones tan profundas que apenas empezamos a entenderlas, aunque ya son parte imprescindible de cualquier lucha y visión presente y de futuro.

Puede ser, sugirió Hermann, que en parte haya sido por que los hombres fueron expulsados de sus pueblos debiendo migrar a ciudades y otros países para conseguir dinero. Creo que esto fue solamente un factor más, de un río que ha ido creciendo lentamente pero cuya vertiente es ya imparable. No sólo entre los pueblos indios, también con las mujeres en casi todos los planos de la vida ciudadana y rural. Por todo ello será muy significativo el encuentro internacional de mujeres que luchan convocado por las comandantas zapatistas.

Osbelia Quiroz, tiene 80 años, es una de nuestras mayores y la mayor en el Consejo Indígena de Gobierno. Lejos de una anciana, parece tener más fuerza que muchos. En la presentación nos comparte momentos de sus muchas luchas y caminos por la vida. Nos llama a defender la Tierra, estemos donde estemos, porque es el territorio de todos. “Todos aquí somos guerreros” nos dice, y “el que no lo sea, que piense y se decida, porque es tarea de todos y todas”.

Tiene toda razón y corazón. Su presencia viva, la de las mujeres retratadas en este libro, la de muchas más que asoman en esta enorme y pequeña muestra son “Flores contra el mal, en tierra que se piensa infértil. Si su voz es nuestra voz, también nuestro es su destino.”


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