En un mapa de alianzas volátiles y marchas y contramarchas continuas, los kurdos consideran que Estados Unidos necesita estabilizar su relación con Turquía, para de esa forma tener un punto de apoyo en un futuro ataque contra Irán. Pero al mismo tiempo Washington desconfía de Ankara y sus reflotados acuerdos militares y comerciales con Rusia, el gran jugador dentro de Siria.
Leandro Albani
23 febrero, 2018
Brecha
Afrin, un segundo Vietnam
Los kurdos resisten los ataques turcos.
Una caravana de camionetas artilladas de las Fuerzas Populares, leales al presidente Bashar al Asad, arribó el martes 20 al cantón kurdo de Afrin, en el norte de Siria. Desde hace más de un mes milicianos de las Unidades de Protección del Pueblo (Ypg-Ypj) defienden la región de los bombardeos lanzados por Turquía y de las incursiones de Al Qaeda y el Ejército Libre Sirio (Els). Nouri Mahmoud, portavoz de las Ypg, explicó que las unidades militares se concentrarán en la frontera para defender la unidad territorial de Siria.
Con la llegada de las fuerzas leales a Damasco, el conflicto sirio –que está por cumplir siete años– suma una nueva jugada en un tablero de ajedrez sostenido por finas capas de hielo que se van resquebrajando con el paso de los días.
Limar asperezas y bajar las tensiones que vienen creciendo desde hace meses a paso acelerado: ese fue el objetivo que se propuso el canciller estadounidense Rex Tillerson durante su visita oficial a Turquía el jueves 15 y el viernes 16, en la que se reunió con el presidente Recep Tayyip Erdogan y su par turco, Mevlüt Çavuşoğlu. Ankara acusa a Washington de respaldar a las Ypg-Ypj, a las que califica de “terroristas”. Los kurdos son el principal componente de las Fuerzas Democráticas Sirias (Fds).
Turquía, que aporta el segundo ejército más poderoso de la Otan, sabe que su autoridad no es menor en el plano militar. Duras declaraciones de Erdogan contra la administración de Donald Trump llevaron a Tillerson a viajar a Ankara e intentar bajar los decibeles del entredicho entre ambos países.
En la actualidad las tropas enviadas por Washington se encuentran apostadas en Manbij, liberada por las Fds en abril último. La ciudad, de mayoría árabe, estuvo gobernada durante tres años con mano de hierro por el Estado Islámico (EI), y su caída representó un durísimo golpe para los yihadistas.
Un día antes del arribo de Tillerson a Turquía, el gobierno de Erdogan le propuso a Estados Unidos una acción militar conjunta para liberar esa localidad de los “terroristas”. En el lenguaje de Erdogan eso equivalía a barrer con la propuesta de autogobierno que sostienen los kurdos en el norte de Siria.
En un mapa de alianzas volátiles y marchas y contramarchas continuas, los kurdos consideran que Estados Unidos necesita estabilizar su relación con Turquía, para de esa forma tener un punto de apoyo en un futuro ataque contra Irán. Pero al mismo tiempo Washington desconfía de Ankara y sus reflotados acuerdos militares y comerciales con Rusia, el gran jugador dentro de Siria. Lo que los kurdos saben con certeza es que si Afrin cae en poder turco, Estados Unidos no vacilará en entregar Manbij a Erdogan, una posibilidad que no estaría mal vista por Rusia. Desde hace bastante tiempo las fuerzas turcas, en alianza con remanentes del EI, mantienen el control de la fronteriza Jarablus y de la ciudad de Al Bab, cercanas a Manbij y a Alepo. Si Afrin y Manbij son conquistadas por Turquía, la Federación Democrática del Norte de Siria (Fdns, la estructura de gobierno kurda) recibiría un fuerte golpe a sus aspiraciones políticas y sociales –basadas en la democracia, el respeto a todas las etnias y religiones, y una participación activa de las mujeres en la gestión política– que, pese a la guerra, viene desarrollando desde su creación hace dos años. Además, se alejaría todavía más la posibilidad de unir los tres cantones kurdos.
Si bien el viceprimer ministro y portavoz del gobierno turco Bekir Bozdag descartó una operación contra Manbij, nadie puede asegurar que esto se cumpla. Hasta el día de hoy Erdogan afirma que su lucha es contra el EI, aunque las fronteras turcas siempre estuvieron abiertas para el tráfico ilegal de petróleo que el califato robaba en Siria.
UN PUEBLO MOVILIZADO. Las imágenes conmueven. Son hombres, mujeres, niños y ancianos de Afrin, que desde sus aldeas marchan casi todos los días para repudiar los ataques de Turquía. Pero no son sólo ellos. Otros miles de pobladores de Alepo, la segunda ciudad en importancia de Siria, comenzaron el lunes 19 una larga marcha hacia el cantón kurdo para demostrar su respaldo a los habitantes de la región.
“Creación fructífera” o “bendición”, ese es el significado de Afrin en kurdo. No es para menos. Sus valles y ríos permiten que en esa tierra se pueda sembrar frutas y verduras. Los olivares que Turquía se empeña en bombardear son la principal producción del cantón, habitado por un millón y medio de personas y conformado por más de 300 aldeas. En Afrin vivir en comunidad, un anhelo que los kurdos llevan marcado en la piel, no es tan extraño como en otras zonas de Oriente Medio.
Cuando Siria llegaba a su implosión en 2011, con las revueltas que ponían en vilo al país y su posterior correlato de crisis permanente, en el norte del país (Rojava, en kurdo) ya se gestaba un cambio sistémico que los kurdos planeaban hacía años. Y cuando el ejército sirio se retiró de Rojava y se abrieron paso los grupos terroristas –primero Al Qaeda y después el EI–, los kurdos no dudaron en liberar la región –que comparte una frontera de 900 quilómetros con el Kurdistán turco– e iniciar la construcción de sus propias instituciones gubernamentales y sus milicias de autodefensa.
Afrin es una región de suma importancia. Por un lado, palió las necesidades alimenticias de los cantones de Kobane y Jazira cuando eran asediados por los yihadistas, pero también permitió el ingreso de 500 mil refugiados que huían de todas partes de Siria.
El 20 de enero Erdogan aseguró que en tres días Afrin estaría bajo su control. Ha pasado más de un mes y las tropas turcas, junto al Els y Al Qaeda, apenas avanzaron cinco quilómetros más allá de la frontera.
“Haremos de Afrin el segundo Vietnam para el segundo ejército más grande de la Otan”, declaró el 12 de febrero el comandante de las Ypg, Manî Egîd.