La invasión de Afrin que inició Turquía a principios de año confirmó que la guerra en Oriente Medio está lejos de finalizar y que el gobierno turco no duda en hacer más profunda la crisis, darle oxígeno a grupos terroristas que estaban casi extintos y barrer con las minorías que conviven en el norte de Siria, principalmente sus archienemigos kurdos, que considera una amenaza para la integridad nacional turca.
05-04-2018
El avance turco en Oriente Medio
Leandro Albani
Brecha
Mientras los días de los pobladores de la región kurda de Afrin transcurren en medio de masacres y saqueos, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan siente que se difuminan los límites de su poder. Con la toma del enclave kurdo, que costó la vida de más de trescientos civiles, Erdogan se repone de la crisis que hizo tambalear su poder en 2016, cuando sufrió un intento de golpe de Estado. Pero, además de controlar Afrin, el presidente turco parece buscar la expansión de su régimen sobre territorio sirio e intensificar sus operaciones en Kurdistán iraquí.
La invasión de Afrin que inició Turquía a principios de año confirmó que la guerra en Oriente Medio está lejos de finalizar y que el gobierno turco no duda en hacer más profunda la crisis, darle oxígeno a grupos terroristas que estaban casi extintos y barrer con las minorías que conviven en el norte de Siria, principalmente sus archienemigos kurdos, que considera una amenaza para la integridad nacional turca.
Cuando el 20 de enero Erdogan ordenó los bombardeos masivos contra Afrin, Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea (UE) intentaron mirar para otro lado. No importaba que Afrin fuera la región más segura en estos siete años de guerra interna en Siria, ni que esa región –conocida por sus olivares, ríos y valles– se convirtiera en el refugio de al menos 500 mil desplazados internos que, pese a las duras condiciones humanitarias, fueron recibidos, ubicados en campamentos o casas particulares y asistidos por el pueblo de Afrin y sus autoridades. Europa tardó mucho en condenar la ofensiva, las primeras reacciones oficiales de la Unión Europea se limitaron a señalar su “extrema preocupación”. Recién a mediados de marzo el Parlamento Europeo condenó claramente la invasión y recién hace días Merkel hizo lo mismo. La semana pasada, Naciones Unidas se pronunció con cierta contundencia sobre lo que sucede en Afrin. El coordinador humanitario en Siria, Ali al Zaatari, expresó que “tras haber visto de primera mano las condiciones de la gente de Guta Oriental y Afrin, que están cansados, hambrientos, traumatizados y temerosos, necesitamos proporcionarles ayuda urgente”.
Las ambigüedades y los silencios selectivos de los grandes actores internacionales tienen varias explicaciones. Los de la UE se explican por el millonario acuerdo con Turquía para que actúe como muro de contención y frene a los refugiados que intentan entrar en su territorio. Otras explicaciones son las ventas millonarias de armamento por parte de Alemania a Ankara, la puja entre Washington y Moscú para que el gobierno de Erdogan elija cuál será su mejor aliado internacional. En estos días las grandes potencias priorizan su alianza con Turquía, una economía emergente en Oriente Medio que aporta el segundo ejército con mayor poder de fuego a la OTAN.
La ofensiva de Turquía –secundada en el terreno por mercenarios del Ejército Libre Sirio (ELS)– ha dejado más de trescientos civiles muertos, miles de pobladores heridos, el principal hospital bombardeado, y generó el desplazamiento de al menos 200 mil civiles de la ciudad de Afrin, horas antes de que el ejército turco y sus aliados entraran a sangre y fuego. Las primeras imágenes del ingreso en la ciudad son estremecedoras: los miembros del ELS saqueando casas y comercios, la estatua de la plaza principal –que representa al herrero Kawa, símbolo mitológico y fundacional de la nación kurda– destruida y pisoteada, y decenas de personas detenidas por el solo hecho de ser pobladores originarios del Kurdistán sirio, un territorio conquistado en 2012, en el que se construyó un sistema de gobierno autónomo, inclusivo, que respeta a las minorías étnicas y a las religiones.
Durante los últimos 60 días de invasión en Afrin, las Unidades de Protección del Pueblo (YPG-YPJ) sostuvieron una resistencia armada contra el ejército, al tiempo que evacuaron a miles de civiles afectados por los bombardeos. Mientras que Turquía afirma que les infligió alrededor de tres mil bajas a sus enemigos en Afrin, las fuerzas de autodefensa kurdas sostienen que en total no superaron las 650. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, las tropas turcas y sus grupos aliados habrían tenido más de quinientas bajas, mientras que las YPG y las autodefensas habrían sufrido 1.500.
Cuando la ciudad de Afrin fue tomada, las YPG-YPJ anunciaron que la guerra de posiciones sostenida hasta ahora daría un vuelco. Las autodefensas kurdas explicaron que iban a desatar una guerra de guerrillas contra los invasores, una táctica en la que están fogueadas luego de varios años de combates contra el Estado Islámico.
Fuente: https://brecha.com.uy/avance-turco-oriente-medio/