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Avatares ideológicos y políticos

Raúl Prada Alcoreza :: 16.05.18

Comprender cómo funciona la vida en su complejidad dinámica e integral y como participamos reinsertándonos en la proliferante creación de la potencia de la vida.
Hipótesis sobra la humanidad paradójica.
Asumir la responsabilidad plenamente es hacerse cargo de la democracia, es decir, del gobierno del pueblo; esto equivale a conformar autogobiernos y desenvolver autogestiones.

16 mayo, 2018
Avatares ideológicos y políticos
Raúl Prada Alcoreza

ÍNDICE

(Publicados ahora)
Avatares ideológicos y políticos
A modo de introducción

(Ya publicados en Clajadep)
Populismus
Debate y no diatriba
La clase política
La ofensiva del
neo-gamonalismo

Avatares ideológicos y políticos

Las preguntas, podríamos decir, epistemológicas que se hizo Emmanuel Kant, fueron: ¿Qué puedo conocer?, ¿qué puedo hacer?, ¿qué puedo esperar? Hoy podríamos hacernos las preguntas: ¿En qué condiciones de posibilidades puedo conocer más y mejor e ir más lejos?, ¿en qué condiciones de posibilidades puedo hacer más y mejor e ir más lejos?, ¿en qué condiciones de posibilidades puedo esperar más? Pero, también podemos entrelazar las preguntas: ¿Cómo incide el conocimiento en lo que puedo hacer y en lo que puedo esperar?, ¿cómo incide cuando mejora lo que puedo hacer y va más lejos en el conocimiento?, ¿cómo incide cuando mejora lo que puedo hacer y va más lejos en lo que puedo esperar? De todas maneras, todas las preguntas que podamos hacernos de esta manera siguen siendo antropocéntricas, sino son egocéntricas. Desde la perspectiva compleja ya no se trata de nada de esto; se abandona el antropocentrismo. De lo que se trata es comprender cómo funciona la vida en su complejidad dinámica e integral y como participamos reinsertándonos en la proliferante creación de la potencia de la vida.

En lo que respecta a la vida social humana, también se trata de comprender cómo funciona la vida social en su complejidad dinámica e integral, entonces, comprender por qué las sociedades humanas han conformado mallas institucionales que separan a la humanidad de la “naturaleza”, por lo tanto, que la colocan como si estuviera sobre la vida, lo que es imposible; comprender las consecuencias de esta separación institucional de la “naturaleza”. Esta comprensión es útil para salir de la crisis ecológica ocasionada por las sociedades humanas modernas; sobre todo para comenzar a reinsertar a las sociedades humanas a los ciclos vitales del planeta.

Esta separación tiene que ver con la economía política generalizada; heurística de las máquinas de poder de la civilización moderna. La ideología que es una máquina de fetichización, responde a esta economía política, pues funciona como máquina de legitimación de la economía política generalizada, donde la dominación es producto de la economía política del poder; economía política que separa poder de potencia, separando a la potencia de lo que puede, capturando parte de sus fuerzas, utilizadas para la reproducción del poder.

Durante y a lo largo de la modernidad, considerando sus distintos contextos, coyunturas y periodos, hemos asistido a una variedad impresionante de la discusión interminable ideológica, discusión, por cierto, sin salida y solución. Cada ideología se encierra en sí misma, se encaracola; se considera la verdad en sí misma. Por así decirlo, la ideología no tiene consciencia de su propio cuerpo, de todo el funcionamiento corporal para que se de el efluvio imaginario de la ideología. Se considera autosuficiente y autónoma, como si tuviera vida propia, cuando apenas es una elucubración fantasmática. Sin embargo, la ideología ha provocado acciones sanguinarias; todo a nombre de la inmaculada verdad o de la religión o de la política. A nombre de Dios, de la Libertad y de la Justicia se han cometido crímenes de lesa humanidad. La pregunta es: ¿Por qué los pueblos son capaces de emprender campañas apasionadas y hasta delirantes, incluso llegando a desencadenar guerras santas y guerras políticas a nombre de una idea? Solo se puede hacer esto en condición de enajenación, usando este concepto psicológico y filosófico discutible, empero ilustrativo. Entonces, la otra pregunta es: ¿Por qué y cómo llegan los pueblos a esta condición de enajenación colectiva, en determinadas circunstancias? No parece adecuado encontrar la causa en la crisis, como se acostumbra, pues si se desataran en la crisis estos comportamientos, es por que ya anidaban antes de la crisis. Por lo tanto, lo que parece más adecuado es encontrar el problema en las mismas composiciones y estructuras sociales institucionalizadas.

Comencemos con el mito moderno, el de el hombre como el fin la evolución y destinado a dominar la “naturaleza”. Mito que revela el substrato simbólico de las ideologías de la modernidad; ideologías, que, a su vez, revelan la orientación constitutiva de las sociedades modernas. Se trata de sociedades conformadas contra la “naturaleza”; en otras palabras, contra la vida. ¿Cómo ha podido acontecer esta predisposición estructural social contra la vida? Se puede estar tentado a decir que esta orientación se halla en la misma “naturaleza” humana; pero, esta interpretación es parecida o derivada de la que supone que el mal se encuentra en la “naturaleza” humana. Enunciado dado como premisa de la religión. Enunciado que llega a la conclusión anticipada sin darse el trabajo de conocer la llamada “naturaleza” humana. Descartando estas “teorías” de la culpabilidad, sobre todo por su insostenibilidad “científica”, para decirlo rápidamente, es indispensable encarar el problema en las tecnologías constitutivas de las subjetividades humanas; subjetividades que permiten hablar de esta “condición humana”, distinguiéndola de la “condición animal”. La humanidad de la que se habla es una producción y reproducción social. Por cierto, se trata del reconocimiento de la especie, pero este reconocimiento no sería posible sin los bagajes imaginarios acumulados, que expresan la humanidad en sus realizaciones. La humanidad se reconoce en el espejo, por así decirlo, de sus producciones. Sobre todo el arte desata sentimientos de reconocimiento y autosatisfacción. Por lo tanto, la humanidad no es un a priori, sino, mas bien, realización; si se quiere, exteriorización de capacidades, facultades, es decir, de la potencia. Lo que vamos a decir va parecer una tautología, pero parece acertada: la humanidad sería una hechura de los propios humanos. Sin embargo, no es tautología, pues los humanos no serían propiamente humanidad antes de haberla producido. La humanidad es un arte, en el sentido de la techné, concepto griego antiguo.

La otra pregunta es entonces: ¿Por qué los humanos han producido una humanidad paradójica, que se realiza en el arte, pero también cae en la destrucción? En pocas palabras: ¿Por qué produce y crea, en el sentido de techné, pero, también destruye? No parece adecuado recurrir a las tesis del psicoanálisis, aunque sea de la versión más esquemática, que habla de instintos o, mejor dicho, pulsaciones, tanáticas, contrapuestas a las de vida. Con estas tesis ya estaría resuelto semejante problema de la paradójica humanidad, mediante la conjetura de esta estructura básica instintiva y de pulsaciones. El ser humano estaría condenado al juego eterno entre vida y muerte. Esto se parece demasiado a la estructura de la trama inaugural del mito. Es difícil aceptar instintos enclavados en la carne, diluidos en la sangre, cristalizados en los huesos; no vamos a hablar de inscritos en el genoma, esto sería ir muy lejos, no solo de una manera especulativa, sino insostenible, dado el avance de la biología molecular. Las tesis sobre los instintos está, ahora, muy cuestionada por la propia psicología, fuera de no aparecer como tal en la biología contemporánea. Es preferible observar la complejidad dinámica vital, que comprende el entrelazamiento entre estructuras, composiciones y combinaciones corporales con las dinámicas sociales que inciden en los esquemas de comportamientos y de conductas. Entonces el problema planteado se puede replantear del modo siguiente: ¿Por qué no solamente se constituyen esquemas de comportamiento tan paradójicos como los mencionados, sino por qué se conforman condiciones de posibilidades corporales, subjetivas y sociales como para que estallen las paradojas? Propondremos hipótesis interpretativas prospectivas.

Hipótesis sobre la humanidad paradójica

1. Las claves de una humanidad tan paradójica, que crea y también destruye, parece encontrarse en la conformación y consolidación institucional de relaciones conflictivas de las sociedades humanas con sus ecos-sistemas, con los ciclos vitales y el Oikos. Las rupturas institucionales con las armonizaciones ecológicas parecen haber conformado frentes de guerra de las sociedades modernas contra lo que la ideología moderna llama “naturaleza”.

2. En esta acumulación de situaciones conflictivas y saturación de frentes, en una geografía de guerra, parece que se conforman las condiciones de posibilidades que predisponen a la estructuración de esquemas de comportamiento no solamente conflictivos sino, incluso, hasta antagónicos, con la vida.

3. La tendencia conflictiva con la “naturaleza”, es decir, con la vida, no es, obviamente la única orientación de las conductas humanas, aunque sea, por así decirlo, la hegemónica, por el momento. La tendencia al arte y a la techné es sobresaliente; tiene que ver con la potencia creativa de la vida. Tiene que ver con las capacidades y facultades humanas más desbordantes; aquellas capacidades y facultades que abren horizontes, que muestran la intrepidez humana en su heroica hermosura.

4. Se podría decir que si el planeta y las sociedades humanas se han salvado de la destrucción anticipada, es por esta otra tendencia creativa, muy propia de la potencia de la vida. Lo que falta saber es si la tendencia destructiva va terminar de imponerse, trayendo como consecuencia la destrucción planetaria y la desaparición de las sociedades humanas, o si, por el contrario, la tendencia vital creativa de la potencia de la vida va desbordar, dejando atrás, como un ciclo dramático y hasta trágico, la era de la hegemonía de la tendencia destructiva.

5. Este desenlace, por así decirlo, como que depende de la posibilidad de de-construir las narrativas de la ideología, de diseminar las mallas institucionales, que hacen de máquinas de poder, de desandar el camino emprendido equivocadamente contra la vida.

6. Esta no es una tarea intelectual, sino una tarea social y colectiva, donde el intelecto general desborda a las ceremonialidades del poder, que ungen de plus-valor simbólico al intelectual. Es una tarea que tiene que ver con la activación de la potencia social, que se encuentra comprimida por las mallas institucionales.

7. La reinserción de las sociedades humanas a los ciclos vitales del planeta está en manos de los propios humanos, de los pueblos y sociedades. Retornar a los procesos vitales, a la potencia de la vida, creativa y proliferante, requiere de la diseminación de las mallas institucionales heredadas, convertidas en orígenes y fines, cuando apenas son instrumentos de la sobrevivencia y el potenciamiento de la vida humana, así como requiere de devolver a las instituciones su carácter meramente instrumental y en constante mutación y transformación, dependiendo de las adaptaciones, adecuaciones y equilibraciones de las sociedades humanas en la armonización y sincronización planetaria.

A modo de introducción

Avatares ideológicos y políticos reflexiona sobre las contingencias ideológicas y políticas en las historias políticas de la modernidad en el continente, particularmente sobre los avatares de las formaciones ideológicas y políticas que incidieron en el decurso de las historias singulares y de las genealogías estatales; hablamos del liberalismo, del populismo, del neoliberalismo y el neo-populismo. Encuentra analogías y diferencias en las narrativas ideológicas, empero más analogías que diferencias en las prácticas políticas de las formaciones ideológicas y políticas mentadas. Distingue debate de diatriba y encuentra que lo que más ha proliferado es la diatriba, eludiendo el debate, aunque éste se haya dado escasamente, dejando de todas maneras una referencia importante para que el debate sea retomado colectivamente, sobre todo como pedagogía política.

Por otra parte, más que analogía, encuentra que las formaciones discursivas ideológicas y las prácticas políticas comparten un mismo paradigma del mito de la modernidad, el paradigma del desarrollo. Al sur del Río Grande prepondera la práctica desarrollista del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente y al norte preponderó, a lo largo de la historia económica, el modelo industrial, para derivar en la etapa decadente del ciclo del capitalismo vigente a la dominancia del capitalismo financiero y especulativo.

Estas expresiones ideológicas y procedimientos políticos conformados se han turnado el ejercicio del poder, haciéndose cargo del Estado-nación e implantando sus distintas formas de gubernamentalidad, sin embargo, los pueblos padecieron los efectos masivos incontrolables de las prácticas políticas de estas formaciones ideológicas. Este padecimiento hay que entenderlo no como sufrimiento de la víctima, sino como renuncia a la potencia social, como subordinación casi voluntaria a las formas de poder; en términos filosóficos, como deseo del amo. Entonces, la responsabilidad de lo que ha acaecido y de lo que ocurre se encuentra en los mismos pueblos y sociedades, que dejan hacer a los gobiernos de turno y dejan ejercer el Estado, por lo tanto el poder, prácticamente al gusto y antojo de la “clase política”. Asumir la responsabilidad plenamente es hacerse cargo de la democracia, es decir, del gobierno del pueblo; esto equivale a conformar autogobiernos y desenvolver autogestiones.


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