Vivimos un proceso de cambio social y político que responde a la vieja disputa entre pasado y futuro. El corazón de la contienda se sitúa en Italia, veterano laboratorio político donde cristalizan los peligros que afronta Europa. La batalla nos recuerda que, con una importante reforma del euro en ciernes, la embestida populista puede poner en jaque la propia supervivencia de la Unión. Pero si cada vez que abrimos las urnas solo recogemos ira y fuego, va siendo hora de preguntarse qué se nos escapa, porque en Italia se refleja la guerra que hoy se libra en todo el continente.
¡Ay, Europa!
Podremos discutir si el euro fue una buena idea, pero lo cierto es que decidimos vincular la moneda a la integración: si cae el euro, cae la Unión
El País
9 JUN 2018
Vivimos un proceso de cambio social y político que responde a la vieja disputa entre pasado y futuro. El corazón de la contienda se sitúa en Italia, veterano laboratorio político donde cristalizan los peligros que afronta Europa. La batalla nos recuerda que, con una importante reforma del euro en ciernes, la embestida populista puede poner en jaque la propia supervivencia de la Unión. Pero si cada vez que abrimos las urnas solo recogemos ira y fuego, va siendo hora de preguntarse qué se nos escapa, porque en Italia se refleja la guerra que hoy se libra en todo el continente.
Diseñada para construir consensos, Europa debe afrontar la actual crisis sabiendo que es imposible avanzar sin digerir el disenso. Porque Italia nos muestra que la Unión sólo parece saber gestionar sus conflictos abriendo en canal una frontera: los que están dentro frente a quienes desean permanecer fuera. Canalizamos cada trance entre sistémicos europeístas y euroescépticos antisistema, sin haber encontrado un mecanismo que no nos polarice. No basta con la capacitación tecnocrática para salvar el escollo: hace falta un impulso político, y el euro, por paradójico que suene, lo es.
El nuevo Gobierno italiano nos dice que es el maltrecho diseño de la moneda el epicentro de nuestros problemas: como diría Marx, las disfunciones económicas provocan incendios políticos. Porque el fango económico italiano ha provocado una crisis política alimentada por un discurso populista de manual, concentrando su ira sobre las élites de Bruselas mientras propone una renta básica que reinstaure unos recursos que, al parecer, nos roba la inmigración.
Podremos discutir si el euro fue una buena idea, pero lo cierto es que decidimos vincular la moneda a la integración: si cae el euro, cae la Unión. Por eso el debate sobre su reforma afecta a nuestra desdibujada identidad y se centra en valores, democracia y soberanía. Porque mutualizar riesgos es hablar de solidaridad, e impulsar una dirección común de la política económica es profundizar en la democracia. Finalmente, dotarnos de un presupuesto comunitario es hacernos soberanos desde lo transnacional. Europa, en fin, debería ser algo más que un canto vacío a su diversidad: hagamos ya política europea. @MariamMartinezB