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Aníbal Quijano y los movimientos anti-sistémicos

Raúl Zibechi :: 11.06.18

Esta ha sido la imagen dominante en el pensamiento crítico, que suponía que la revolución consistía en la derrota definitiva del capitalismo como una totalidad y el comienzo de la construcción de una sociedad diferente, socialista en camino hacia el comunismo.
Los revolucionarios tienen dos caminos: o trabajan para potenciar la homogeneidad de sus sociedades, cuestión que a menudo han intentado hacer desde arriba, con lo que se comportan de modo despótico y neo-colonial, o bien aceptan la heterogeneidad y aceptan que cada pueblo camine según su propio ritmo y sus modos. No habrá una salida conjunta de todos los sectores de la sociedad del capitalismo actual, sino procesos diferentes en cada región y en cada pueblo, que no pueden ser encorsetados en procesos idénticos de cambio.
Si la primera actitud fue la que practicaron los partidos comunistas, en particular bajo el estalinismo, la segunda es la que promueven los zapatistas. Por ese motivo (entre otros) no quieren hacerse cargo del Estado, que sería la herramienta para la uniformización del campo popular. Rechazan la posibilidad de gobernar o “liberar” a otros pueblos, porque sería tanto como imponerles sus propios modos, que trasladarían mecánicamente a otras realidades que siempre serán resistentes a cualquier tipo de dominación.

Raúl Zibechi
11 junio 2018 0
Aníbal Quijano y los movimientos anti-sistémicos
Desinformémonos

La reciente desaparición de Aníbal Quijano (1928-2018) ha sido una oportunidad para recordar algunas de sus más notables contribuciones al pensamiento emancipatorio, en particular desde que acuñó el concepto de “colonialidad del poder”.

Como señala la antropóloga Rita Laura Segato, los trabajos de Quijano representan un viraje en la historia del pensamiento crítico de la década de 1970, que fue posible por el quiebre de la polaridad capitalismo-comunismo con el fin de la Unión Soviética.

Del conjunto de análisis de Quijano quisiera rescatar apenas uno, aquel vinculado a la heterogeneidad de las sociedades colonizadas en América Latina, ya que siento que encarna un aporte importante a los movimientos populares del continente. En efecto, la “heterogeneidad histórico-estructural de la existencia social”, no puede ser aprehendida con las categorías marxistas. En este sentido, es necesario “rescatar el marxismo de su larga prisión eurocéntrica”, como sostiene Segato.

Mientras en Europa la principal forma de control del trabajo es el salario, en nuestro continente existen cinco formas: esclavitud, servidumbre, pequeño emprendimiento familiar, reciprocidad y salario. Aunque todas están subordinadas al mercado capitalista, la heterogeneidad de formas de vida/trabajo impide la construcción de un sujeto anti-capitalista homogéneo, tal como sostiene la teoría de crítica de corte eurocéntrico.

La primera consecuencia para los movimientos que luchan por cambiar el mundo, es que no funciona, y esto lo destaca especialmente Quijano, una imagen del cambio que consiste en la salida del escenario histórico de una totalidad unitaria/homogénea para que su lugar lo ocupe otra totalidad igualmente unitaria/homogénea.

Esta ha sido la imagen dominante en el pensamiento crítico, que suponía que la revolución consistía en la derrota definitiva del capitalismo como una totalidad y el comienzo de la construcción de una sociedad diferente, socialista en camino hacia el comunismo. La mencionada heterogeneidad, evidente en nuestra América Latina, torna imposible que las sociedades se muevan enteras en una misma dirección.

La segunda cuestión deriva de la anterior. Ante esta realidad los revolucionarios tienen dos caminos: o trabajan para potenciar la homogeneidad de sus sociedades, cuestión que a menudo han intentado hacer desde arriba, con lo que se comportan de modo despótico y neo-colonial, o bien aceptan la heterogeneidad y aceptan que cada pueblo camine según su propio ritmo y sus modos. No habrá una salida conjunta de todos los sectores de la sociedad del capitalismo actual, sino procesos diferentes en cada región y en cada pueblo, que no pueden ser encorsetados en procesos idénticos de cambio.

Si la primera actitud fue la que practicaron los partidos comunistas, en particular bajo el estalinismo, la segunda es la que promueven los zapatistas. Por ese motivo (entre otros) no quieren hacerse cargo del Estado, que sería la herramienta para la uniformización del campo popular. Rechazan la posibilidad de gobernar o “liberar” a otros pueblos, porque sería tanto como imponerles sus propios modos, que trasladarían mecánicamente a otras realidades que siempre serán resistentes a cualquier tipo de dominación.

Promueven, como lo acaba de mostrar la gira de la candidata Marichuy, la auto-organización de cada quien, con sus maneras y sus tiempos, porque no existe un autogobierno único, válido para todos y todas en cualquier parte del planeta. Las ideas de arcoíris donde ningún color domina a los demás, de respetar los modos de caminar de cada movimiento, de construir puentes para el encuentro de las diversidades y de un mundo donde quepan muchos mundos, van en esa misma dirección. La denuncia de los intentos de homogeneización como fascismo, representa un sólido balance de casi un siglo de desvaríos de los procesos revolucionarios.

Creo que existe cierta sintonía entre el pensamiento de Quijano y algunos procesos de organización y lucha en América Latina. Lo que no quiere decir, en absoluto, que exista alguna relación mecánica o jerárquica entre ideas y prácticas. Todo lo contrario: Quijano tenía muy claro que es la existencia real y concreta de sujetos anti-coloniales lo que le permitió fraguar la idea de la colonialidad del poder, uno de sus principales aportes al pensamiento crítico.


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