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La Turquía de Erdogan se asoma al abismo
El desplome de la lira y la subida del paro podrían derrocar al sultán tras 15 años en el poder. La población, profundamente polarizada, acudirá masivamente a votar.
Las urnas para las elecciones presidenciales y legislativas turcas han cerrado a las 17.00 horas (16.00 hora peninsular española) y de inmediato el principal candidato de la oposición ha hecho un llamamiento a la población a extremar la vigilancia para evitar un posible fraude a favor del presidente saliente, Recep Tayyip Erdogan, o su formación, el Partido Justicia y Desarrollo (AKP).
El principal rival de Erdogan, el candidato del Partido Republicano del Pueblo (CHP), Muharrem Ince, ha instado a la población a proteger las urnas, ha pedido a las autoridades electorales “que hagan bien su trabajo” y ha subrayado que no le cabe duda de que los resultados serán “muy buenos”.
Una vez cerrados los 180.065 colegios electorales, comienza el recuento en las 81 provincias del país. Además los turcos han podido votar en 123 embajadas y consulados de 60 países en los que el recuento se realizará coincidiendo con el horario de Ankara.
Por primera vez, los electores elegían al mismo tiempo al presidente y al Parlamento. Pero en realidad estos comicios han sido una especie de «referéndum» para que el pueblo turco decida si quiere o no que el presidente Recep Tayyip Erdogan siga en el poder tras 15 años. Kamal Ataturk fue el padre de la «Turquía moderna» y Erdogan aspira a ser el padre de la «gran Turquía».
Al presidente se le atribuyen obras de ingeniería faraónicas como el tercer puente del Bósforo. Otras de estas megaconstrucciones es la autopista del Mármara-Norte y el nuevo aeropuerto de Estambul que pretende ser el más grande del mundo. En los 16 años de Gobierno del partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) se mejoraron los servicios públicos, la red de metro, tranvías, y autobuses, parques públicos y desde hace 10 años se implantó la sanidad pública. Sin embargo, muchos turcos le echan en cara al «sultán» que esté dilapidando el dinero público en la construcción del enorme y lujoso Palacio Presidencial.
La devaluación de la lira turca y la consiguiente inflación, así como el desempleo podría influir en la decisión de los votantes, por eso el Gobierno ha puesto en marcha la máquina de hacer dinero, y durante el período electoral prometió un paquete de incentivos de 4,8 mil millones de euros para aliviar a pensionistas y personas pobres.
Con la reforma constitucional, aprobada el año pasado en referéndum, el presidente asumirá los cargos de primer ministro, figura que desaparece, y nombrará al gobierno y altos funcionarios y jueces sin la aprobación del Parlamento. El jefe de Estado tendrá poder legislativo y ejecutivo, mientras que el Parlamento quedará reducido al poder legislativo, sin derecho a veto. Además, las votaciones se realizan bajo el estado de emergencia que impuso Erdogan a raíz de una intentona golpista en julio de 2016. Desde entonces, decenas de miles de personas han sido encarceladas, incluido Selahattin Demirtas, uno de los candidatos que compite en las presidenciales contra Erdogan. También, decenas de medios de comunicación han sido prohibidos, y periodistas despedidos o encarcelados, lo que lleva a plantear dudas a los observadores internacionales sobre cuán libre y justa puede ser la votación.
Erdogan, que gobierna el país desde 2003, se postula para la reelección como presidente con el apoyo de su partido AKP y el nacionalista MHP, bajo el paraguas de la «Alianza del Pueblo».
La oposición agrupada en la «Alianza de la Nación» al no encontrar un candidato presidencial de consenso, cada partido se presenta con su propio candidato. El partido republicano CHP, nominó a Muharrem Ince, principal rival de Erdogan, un ex maestro de física y química con una lengua mordaz que ha encendido las redes sociales con su combativo discurso contra el presidente turco. Ince defiende los principios del laicismo bajo los que se fundó la República turca en 1923. El recién creado Buen Partido (IYI), conservador-nacionalista, que ha atraído una pequeña parte del electorado del MHP, del que se separó debido al descontento que generaba entre algunos de sus miembros su acercamiento a las posiciones de Erdogan, cada vez más autocráticas. El IYI ha escogido como candidata presidencial a su líder Meral Aksener, que fue diputada en el Parlamento y la que sus partidarios la llaman «la loba». El islamista Felicidad (SP) nombró a su líder, Temel Karamollaoglu. El único que se ha quedado sin pareja de baile es el pro-kurdo (HDP) que se presenta con su líder encarcelado Demirtas, en prisión preventiva desde 2016 por supuestos cargos de terrorismo. A pesar de que la oposición está dividida, casi todos los partidos han declarado que si hay segunda vuelta apoyarán al candidato que compita contra Erdogan.