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Sin dios, ni patrones: Historia, diversidad y conflictos del anarquismo en la región chilena (1890-1990) (2)

Víctor Muñoz Cortés :: 12.07.18

Segunda parte del libro.
Los orígenes del anarcosindicalismo en la región chilena (1899-1907) y otros capítulos.

I.- Los orígenes del anarcosindicalismo en la región chilena (1899-1907)

Las ideas anarquistas comenzaron a ser exitosamente socializadas entre 1898 y 1902, y tal como ocurriría durante casi todo el siglo XX, el principal actor al que se apelaba para ser portador del proyecto revolucionario, era la clase obrera. La penetración y difusión del ideario y sus formas de acción entre los sectores populares organizados, mediante el anarcosindicalismo, pensaban, allanaría el camino al advenimiento del comunismo libertario.
Apenas comenzó la expansión de las propuestas anarquistas en el país se inició también la irradiación y conexión con el mundo de los trabajadores. En esos primeros días la contribución libertaria se canalizó principalmente mediante la difusión de las sociedades de resistencia, un nuevo tipo de organización laboral que vendría a dar un gran impulso a la sociabilidad popular, a la vez que permitiría avivar numerosos conflictos huelguísticos, y conquistar sentidas reivindicaciones para los trabajadores y trabajadoras del país. Y si bien los anarquistas no fueron sus únicos propagandistas y organizadores, sin duda se transformaron en los más persistentes en aquellas faenas. Los primeros en organizarse “en resistencia” fueron los obreros de imprenta de la capital que en 1899 fundaron la Asociación Tipográfica de Santiago. Pronto la idea se extendió a otros sectores de la producción y así surgieron sociedades de resistencia entre trabajadores de la maestranza de ferrocarriles, carpinteros, zapateros, tranvías, panaderos, costureras y tripulantes de embarcaciones primero, y entre los demás oficios después319.
Las sociedades de resistencia eran organizaciones de trabajadores (antecedentes del sindicato moderno) que se concentraban en la lucha económica más que en las acciones mutualistas (como el ahorro), predominantes entonces entre las colectividades obreras y de artesanos desde mediados del siglo XIX320. De hecho, por muchos años fueron acérrimas enemigas de las instituciones de socorros mutuos321. Las sociedades de resistencia eran organizaciones de combate anticapitalista. En la idea de acción directa procuraban solucionar los problemas mediante huelgas y sin esperar mediación estatal. Las que eran controladas por anarquistas buscaban ser autónomas de los partidos políticos. Conseguir personalidad jurídica o reconocimiento estatal no les quitaba el sueño. Su máxima autoridad era la asamblea. Al principio tuvieron presidentes, pero con el tiempo se le reemplazó por la figura del secretario general, más acorde al antiautoritarismo libertario. La presidencia implicaba mando, la secretaría en cambio, solo coordinación322. Estos métodos, novedosos entonces, lograron cautivar a muchos trabajadores y varias sociedades mutualistas se convirtieron al nuevo sistema en la primera década del siglo XX. Por lo demás, otros sectores reformistas, como los socialistas y aún algunos miembros del Partido Democrático, se sumaron a la propagación de este modelo de agrupación que con los años vino a transformar completamente el mundo laboral organizado.
Para hacernos una idea directa de la lectura de la realidad que hacían sus precursores exponemos a continuación el preámbulo de la declaración de principios y los tres primeros artículos de la Federación Internacional de Trabajadores, fundada en Santiago el 15 de enero de 1902: “La Federación Internacional de Trabajadores declara a la faz de todos los hombres libres, que siendo explotados y tiranizados los trabajadores por los patrones, industriales, jefes de talleres y maestranzas del Estado, sin excepción alguna; que la mezquindad en los jornales significa que los capitalistas se apropian indebidamente de las tres cuartas partes del trabajo de los productores; que los arriendos de las habitaciones es un despojo inmoral que se hace a los proletarios en nombre de las leyes; que la jornada actual de trabajo es excesiva i por tanto perjudicial al desarrollo físico, moral e intelectual de los trabajadores; que los abusos de patrones i jefes de fábricas, talleres y maestranzas del Estado i establecimientos etc.; se hacen de día en día, más insoportables.
Teniendo presente que esta situación perjudicial no puede tolerarse impasible i con indiferencia por más tiempo, i siendo menester impedir la explotación inicua que se hace a los trabajadores, poniendo en práctica medios más activos que los empleados hasta hoy por las obreras de Socorros Mutuos, para impedir los abusos de los capitalistas y las medidas atrabiliarias de la autoridad. Por tanto, a fin de llevar a cabo los propósitos sustentados por esta declaración de principios, la Federación acuerda:
Artículo 1°: Combatir a los capitalistas i autoridades por medio de huelgas bien preparadas i comicios públicos, a fin de ilustrar a los obreros para que defiendan con energía los derechos de hombres libres, conscientes y emancipados.
Artículo 2°: Hacer propaganda en pro de las sociedades de resistencia por medio de periódicos, folletos i conferencias hasta conseguir que se reconozca el trabajo como único capital productor, i con derecho a percibir el 50% de la ganancia líquida, obtenida en todo establecimiento o empresa fabril, industrial, agrícola o minera.
Artículo 3°: Trabajar por establecer la jornada de 8 horas en todos los talleres fabriles, establecimientos industriales, maestranzas del Estado y faenas agrícolas i mineras”323.
Cabe indicar que esa Federación Internacional no era estrictamente anarquista, pues en ella y por algún tiempo, convivirían también sectores afines a partidos políticos.
Un punto cardinal de muchas sociedades de resistencia y del anarco-
sindicalismo en general y que les distinguía de otras entidades laborales, era su pretensión abiertamente revolucionaria y muchas veces finalista. Es decir, además de las campañas parciales emprendidas contra el empresariado, les interesaba luchar, como ellas mismas lo indicaban, para establecer una sociedad libertaria. La organización sindical era una herramienta de enfrentamiento contra el capital y también un espacio de elevación cultural y formación ideológica324. Por lo mismo las temáticas relacionadas con el desarrollo integral de los afiliados son recurrentes en los estatutos de este tipo de organizaciones. Al respecto y por ejemplo, la Resistencia y Federación del Gremio de Zapateros y Aparadoras, fundada el 17 de noviembre de 1907 en Chillán, establecía en sus artículos 4 y 6:
“Por primera providencia la Federación tratará de mejorar la situación económica del gremio, por segunda abolir el trabajo a trato, por tercera reducir la jornada diaria de trabajo a ocho horas como máximum y, por cuarta, tratará de ilustrarlo para la lucha por la vida. (…) Para la ilustración del gremio la Institución creará bibliotecas, publicará periódicos, editará folletos y abrirá escuelas de educación integral para los socios y sus hijos325.
Unir la lucha contra el empresariado con los deseos de impulsar el desarrollo intelectual de sus afiliados fue una histórica característica del sindicalismo libertario. No se concebía un sindicato de tendencia anarquista sin una biblioteca, o sin estar conectado a las redes de sociabilidad y cultura de ese ideario. Redes que involucraban el mundo del teatro obrero, las conferencias temáticas, las lecturas comentadas en sus salones, los debates públicos y otras experiencias didáctico-pedagógicas similares.
La metodología que caracterizó a las sociedades de resistencia y al anarcosindicalismo en general se engloba en la idea de acción directa. Es decir, que los trabajadores solucionaran por su propia cuenta las inquietudes que le surgieran y los problemas que le afectaren. Por eso siempre sostuvieron animadversión frente a todos aquellos que intentaban desviar o relacionar al sindicato con los partidos políticos. Las sociedades de resistencia privilegiaron y propagaron el uso de la huelga parcial, la huelga general y del boicot, preferentemente326. Otras llegaron a incluir en sus estatutos el sabotaje (destruir la maquinaria) y el label (marcar los productos de las empresas en huelga).
Según varios estudios, este tipo de organización laboral demostró ser
bien exitoso en los conflictos laborales. El historiador Peter DeShazo afirma que fueron ellas las más dinámicas y activas de cuantos organismos obreros existieron en Santiago y Valparaíso entre 1902 y 1927.
Pero las sociedades de resistencia, aún con su espectacular impulso en la primera década, tuvieron varios problemas para desarrollarse entonces y después. Dificultades originadas desde afuera, como la represión de la autoridad y la propaganda que en su contra hacían los organismos mutuales conservadores, y contrariedades derivadas de la propia dinámica del sindicalismo, como la poca participación de las bases en la vida de la organización o el tradicional caudillismo sindical. Y a ello habría que sumar para el caso de las sociedades de resistencia vinculadas con el anarquismo sus limitaciones y ambigüedades a la hora de negociar o permitir la intervención de autoridades.
Por lo general las sociedades de resistencia, sobre todo en las primeras dos décadas del siglo XX, duraban pocos años. Muchos trabajadores solo las consideraban necesarias para las huelgas, y nada más. Por otra parte, también había muchos roces entre sectores ideológicos dado que no todas eran estrictamente anarquistas. Muchas eran más bien sindicalistas, a secas. La represión, por último, también influía en este sentido327.
Por último, y esto es fundamental para comprender el desarrollo del movimiento laboral hasta la actualidad, debemos tener presente que la hegemonía de ciertas ideologías en los sindicatos, como el anarquismo o el socialismo, siempre es relativa, y nunca total, en tanto no todos los afiliados practicaban los principios que decían orientar a sus organizaciones. Un sindicato “libertario” bien podía reivindicar orgánica y públicamente aquel ideario, pero no todos sus afiliados practicaban una vida “ideológicamente comprometida”, por decirlo de alguna forma. Por lo general los sectores más ideologizados eran aquellos relacionados directa o indirectamente con la dirigencia del gremio, lo cual no desmerece el hecho de que las mayorías compartieran los métodos y hasta reivindicaran el universo de símbolos de un ideario en particular, como las canciones o las banderas, por ejemplo328. Hecha esta necesaria advertencia, que se matiza ciertamente en cada particular experiencia, podemos seguir adelante.
Se podría decir que entre 1899 y 1904, aproximadamente, hubo un
primer impulso de sociedades de resistencia caracterizado por la propagación del modelo orgánico y el viraje de varias sociedades mutuales en dirección a las nuevas ideas. En Santiago se fundaron la Asociación Tipográfica (1899)329, la Sociedad de resistencia de obreros de la Maestranza de Ferrocarriles (1901), la Federación de resistencia de la tracción eléctrica (Santiago, 1901)330, la Sociedad de resistencia de Ebanistas y Carpinteros (1901), la Sociedad de Resistencia de Panaderos (1903)331 y la Sociedad Internacional de resistencia de Zapateros y Aparadoras (1903)332. Muchas de ellas se agruparon en la Federación Internacional de Trabajadores, fundada el 18 de enero de 1902. Aquella entidad buscaba superar el mutualismo, implementar la jornada de 8 horas y obtener el 50% de las utilidades de cada empresa333. Meses después esa primera federación de organizaciones en resistencia se dividió dado que los organismos y dirigentes cercanos al Partido Democrático intentaron transformarla en su base de apoyo electoral. Los libertarios crearon entonces la Federación Internacional de Resistencia que, en todo caso, tuvo una diminuta existencia.
En Valparaíso por la misma época apareció la Sociedad de resistencia de Panaderos (1902), la Federación de Obreros de Imprenta (1901), la Unión de Tripulantes de Vapores (1901)334, la Federación Obrera de Resistencia (1902), la Federación Cosmopolita de Obreras en Resistencia (1903)335 y la Sociedad de Resistencia de Costureras, Aparadoras y Ramos Similares (1903). En el sur nació la Federación de Obreros de Lota y Coronel (1902). En la lejana Punta Arenas se fundó el 16 de noviembre de 1902 la Sociedad de Albañiles, Carpinteros y Pintores bajo métodos modernos, agrupando a medio centenar de trabajadores336. En esa ciudad del fin del mundo ya en 1898 se había fundado una Unión Obrera que se proponía luchar por “la solidaridad de los trabajadores y por la asociación de resistencia”337.
Entre 1900 y 1903 las sociedades de resistencia tuvieron sus primeras victorias en el terreno de las luchas contra el empresariado. Triunfos que les granjearon popularidad en el mundo laboral chileno. Pero como hemos indicado más arriba, si bien resultaban efectivas en las huelgas, la mayoría de estas organizaciones tenía escasa proyección temporal. Y por lo mismo se sucedían uno tras otro los impulsos de unión en los mismos gremios.
Entre 1905 y 1907, aproximadamente, hubo un segundo impulso organizacional en donde además de aparecer nuevas y numerosas entida-

des de resistencia, algunas parecieron ser un tanto más solidas, a la vez que los intentos de mancomunión fueron más efectivos. Ese auge puede vincularse con la fundación en septiembre de 1905 de la Federación de Carpinteros y Ramos similares de Santiago, que ayudó a otros gremios capitalinos en su proceso de reorganización338. De forma paralela y relacionada surgían también sociedades y federaciones en resistencia de zapateros y aparadoras, costureras, sombrereras, obreras en Tejidos, cigarreros y cigarreras, lavanderas y aplanchadoras, sastres, operarias de camiserías, Tracción Eléctrica, panaderos y tipógrafos. El logro más complejo, en términos de coordinación, fue la Federación de Trabajadores de Chile (FTCH), que entre 1906 y 1907 enlazó a unas treinta sociedades de resistencia de la capital339.
Paralelo a la actividad en Santiago varios impulsos sindicales se desa-
rrollaban en las demás provincias. Insistimos en que no hay registros de todos los que pudieron existir, pero en base a las fuentes existentes y varios estudios precedentes, sabemos de algunos. En el extremo norte del país, en la provincia de Tarapacá, funcionó con disparidad entre 1903 y 1907, la Sociedad Internacional Defensora de Trabajadores. En el extremo sur la Sociedad de Resistencia de Panaderos de Punta Arenas ayudaba a los trabajadores de otros oficios a organizarse en resistencia340. En mayo de 1907 se fundó en Valparaíso la Sociedad de Estibadores y Gente de Mar, que no obstante un breve aletargamiento en sus primeros días producto de una fallida huelga, será protagonista del movimiento social porteño en la siguiente década341. En Chillán, mientras tanto, el 17 de noviembre de ese mismo año, nació la combativa Resistencia y Federación del Gremio de Zapateros y Aparadoras. Estas organizaciones y otras que por aquellos días se fundaron no necesariamente eran anarcosindicalistas, pero se organizaban e intentaban adoptar los métodos de acción directa, aún cuando muchas veces no se renunciaba a combinar tales propuestas con la vieja costumbre de recurrir a ciertas autoridades para solucionar los conflictos laborales.
Una cifra cercana a los cuarenta de estos sindicatos debió existir entre 1899 y 1907. Los hubo en Santiago y Valparaíso, principalmente, pero también en Chillán, Lota, Punta Arenas y otras ciudades. Un número importante fue impulsado por ácratas de la capital que viajaron a otras provincias exclusivamente a difundirlas y levantarlas. Las sociedades de resistencia despertaron bastante simpatía en el mundo de los obreros y artesanos con ideas avanzadas, y aún en una amplia franja del mundo laboral organizado. Como hemos insistido, resultaron efectivas en muchas huelgas, pero sus vidas eran cortas, y esto se debía principalmente a que sus asociados solían atenderlas solo en momentos de conflicto contra la patronal. También debemos remarcar que no todas las organizaciones de resistencia eran coordinadas por ácratas.
Las sociedades de resistencia participaron activamente en el torbellino de convulsiones sociales que se apoderó del país en la primera década del siglo XX. La huelga general y la matanza consiguiente en la escuela Santa María de Iquique, acaecida el 21 de diciembre de 1907 acabaron con el segundo impulso de propagación de estas organizaciones. Por algunos años casi todo el movimiento social caerá en un letargo, pero no pasaría mucho tiempo para que se reiniciaran con ímpetu nuevos ciclos de expansión. 
II.- El anarcosindicalismo en la búsqueda (1908-1916)
El tiempo que va desde 1908 a 1911 se manifiesta como un período de búsqueda y experimentación para los libertarios en su lucha por crear sociedades de resistencia, revitalizar antiguas organizaciones, y sobre todo, alzar instancias aglutinadoras de varios oficios en diversas ciudades.
Tras la Matanza de Iquique en 1907, los gremios comenzaron su lenta rearticulación. En 1909 los libertarios de la capital formaron un Centro de Organización Obrera para difundir y fundar entidades de resistencia entre los trabajadores. El Centro de Organización, sin embargo, desapareció rápidamente debido al escaso eco que encontraron y a las disputas internas que por diversas razones dividían a los libertarios. Con algo de mejor suerte el elemento anarco-sindicalista santiaguino convergió en la Sociedad de Resistencia Oficios Varios (SROV), fundada el 3 de junio de 1911. La SROV era bastante pequeña, no tenía más de 200 miembros inscritos, pero aún así protagonizó las manifestaciones del Primero de Mayo de 1912342. Su vida acabó con una oleada represiva estatal en respuesta a una serie de atentados dinamiteros que le fueron atribuidos. Sus afiliados fueron encarcelados y absueltos meses después. Ese mismo año se formó el Centro de Propaganda Social Obrera de Valparaíso que tuvo mejor suerte y sus campañas de difusión se vieron coronadas con la fundación de organizaciones en resistencia entre metalúrgicos, zapateros y estibadores343.
Si en la zona central la actividad sindical libertaria presenta cierto
auge, en la Patagonia también hay algo que contar. En 1911 los anarcosindicalistas de Punta Arenas, en disputa con la novel y moderada Federación Obrera de Magallanes (FOM)344, fundaron la Asociación en Resistencia Oficios Varios y protagonizaron en marzo de 1912 una huelga para abaratar costos de bienes prioritarios. Huelga que perdieron materialmente y en la que fueron aislados por la FOM345. En Antofagasta mientras tanto apareció la Sociedad de Resistencia de Carpinteros en 1912 y en Chillán la Sociedad de Resistencia de Zapateros y Aparadoras346. Probablemente en otras ciudades se daban situaciones similares.
En el bienio 1912-1913 se produjo un nuevo impulso de actividad sindical libertaria. Varios gremios se re-articulan, los grupos anarquistas de Santiago y Valparaíso resurgen y se coordinan efectivamente, la conmemoración del 1º de Mayo en esas ciudades sobrepasan a las antecesoras, y en octubre de 1913 los trabajadores del ferrocarril inician una huelga que se haría general en Valparaíso y que contaría con importante presencia libertaria. Fue la exitosa primera huelga contra el retrato forzoso, la “huelga del mono”347. La segunda sería en 1917348.
El 5 de octubre de 1913, y con los ecos de aquella huelga aún en el
ambiente, cinco sociedades de resistencia fundaron en Valparaíso la Federación Obrera Regional Chilena (FORCH), siguiendo en parte los pasos dados anteriormente por sus pares en Argentina (FORA, 1901), Uruguay (FORU) y Perú (FORP, 1913)349. A pesar del veloz auge que tuvo por un tiempo (en 1914 contaba ya con 20 sindicatos), el impulso se agotó pronto y la FORCH, que nunca pudo salir del radio Santiago-Valparaíso, desapareció y solo sobrevivió en algunos gremios del puerto hasta 1917. Similar suerte corrió en Santiago su símil, la Confederación General del Trabajo en 1914.
La unidad de todo el espectro anarcosindicalista no podía ser lograda y sus organizaciones de base no resistían por mucho tiempo350. Pero a pesar de ello la nueva dispersión será breve. Finalmente, este segundo periodo del anarcosindicalismo chileno educará y fogueará a la mayoría de quienes serían los protagonistas de las intensas luchas gremiales y sociales de la década del veinte. 
III.- Cenit de “La Idea” en sociedad. El anarcosindicalismo en la década de 1920.
En el intenso contexto de conflictividad social que hubo en Chile entre 1917 y 1920 el movimiento obrero en general comenzó a radicalizarse. Los miembros del Partido Obrero Socialista se apoderan de la Federación Obrera de Chile (FOCH) y con ella se afianzaron en las nortinas y áridas oficinas salitreras y en la zona carbonífera de Lota y sus alrededores. La FOCH era la organización laboral más numerosa que existía en Chile, pero no necesariamente era la más conflictiva. Por muchos años permitió la convivencia en su interior de socialistas, demócratas y mutualistas351, pero a partir de 1921 y con su adhesión a la Internacional Sindical Roja, se le puede vincular con el Partido Comunista (Ex Partido Obrero Socialista), convirtiéndose además en su base electoral352.
Los libertarios, por su lado, consolidaron su presencia sindical en la
zona central y en los puertos del país. Esta década será para ellos el período en que más impactarán en la sociedad criolla. Para dar cuenta de este fenómeno, concretaremos un acercamiento a sus principales exponentes, las luchas que lideraron, y los conflictos internos que afectaron al movimiento en general.
En 1917 la segunda huelga general de los puertos chilenos contra el retrato forzoso fue estrepitosamente quebrada y la libertaria Federación Obrera Regional Chilena, su principal animadora, desarmada. No obstante el anarcosindicalismo se recuperará velozmente y durante los próximos años se consolidará, según algunos estudios, como la fuerza más dinámica en el interior del movimiento obrero chileno. Entre 1917 y 1921, según Peter DeShazo, las organizaciones anarcosindicalistas de Santiago y Valparaíso participaron en 148 huelgas, que corresponden al 78% del total353. Y es que más allá de los mitos existentes, la fuerza de la FOCH en esas zonas era muy débil en comparación con la totalidad de los gremios anarco-sindicalistas. En las salitreras del norte y en las minas del carbón en el sur, en todo caso, la hegemonía comunista es indiscutible.
Por aquellos días se fundaron las más numerosas y solidas centrales obreras de oficios en resistencia que hasta entonces habían existido en el país: la Federación de Zapateros y Aparadoras en Resistencia (1917), la Unión en Resistencia de Estucadores (1917), la Federación de Obreros de Imprenta de Chile (1921) y la Unión Sindical de Panificadores (1921)354.
Esas entidades se organizarán adoptando el modelo federativo y de acción directa del sindicalismo libertario. Mismo patrón practicado por decenas de sociedades de resistencia de estibadores y oficios del mar, fundidores, hojalateros, mueblistas, baldosistas, carpinteros, pintores, choferes, carretoneros, ladrilleros, trasportistas, constructores de vehículos, empajadores de damajuanas, y areneros355. En esos años los anarcosindicalistas, además de consolidar su presencia en diversos gremios y en múltiples ciudades de la región, dieron vida a dos centrales sindicales bastante sólidas en comparación a sus antiguos intentos: la IWW (1919-1951) y la FORCH (segunda época, 1926-1928), que describiremos más adelante.
Otras importantes organizaciones cercanas al ideario sindicalista revo-
lucionario y con similitudes en el anarquismo eran la Federación Obrera Local de Santiago (1918-1919), la Federación Obrera Local de Antofagasta (1920-1921)356, la Federación Obrera Marítima de Pisagua (1923)357, la Federación Obrera Marítima de Punta Arenas (1921), y la poderosa Federación Obrera de Magallanes358, cuya orientación política se había radicalizado. Desde 1918 la FOM fue hegemonizada por los anarquistas, que además se hallaban en permanente pugna con los socialistas. En 1921 la organización se dividió entre esas tendencias. Los libertarios controlaban una versión cuyos estatutos señalaban:
“La F. O. de M. es una institución de resistencia fundada con el exclusivo objeto de propender en toda forma a la propaganda y desarrollo de su plan de defensa social que tiene por divisa la unificación del proletariado universal, único medio seguro para llegar, por conducto directo a la emancipación de los trabajadores, como primera etapa hacia el comunismo anárquico, base única en que se puede establecer la verdadera paz y armonía social de toda la humanidad”359.
Por último, cabe señalar que aún cuando una organización sindical no
fuera estrictamente libertaria, bien podía tener en su interior un importante grupo de esa tendencia que influyese en las decisiones de la misma360. Durante los años veinte y treinta y aún antes y después, hubo otro sector bastante cercano con el anarcosindicalismo, confundiéndose a veces con él, pero otras pugnando airadamente en sus fueros. Ese sector era el que proclamaba el sindicalismo puro, que a partir de los años treinta también sería denominado “gremialista”. En vista de la unidad total del gremio se oponían a los partidos pero también a que cualquier ideología política fuese hegemónica en los estatutos de la organización y por lo mismo generara desconfianza entre quienes no fueran afines a ella361. El debate entre anarcosindicalistas y sindicalistas puros, así como su unión en la acción, fue un tema bastante discutido en la historia del sindicalismo libertario362. Eso le perjudicó al anarquismo en cuanto alejó del finalismo a varias organizaciones que en su interior contaban con importante oposición política, pero también le ayudó para acercarse a ciertos sectores no encuadrados con el marxismo y más bien preocupados en fortalecer la lucha estrictamente
gremial.
No existen estadísticas definitivas sobre la cantidad de afiliados a las organizaciones laborales libertarias. Por lo demás tales cifras dependían de la propia vida de las poco constantes sociedades de resistencia, muy atadas a los ciclos de huelga y empleo disponible. En tiempos de conflictos muchos trabajadores se acercaban a ellos, y en periodos de desempleo o represión sistemática, ocurría lo contrario. Con todo, si nos detenemos entre 1924 y 1925, y solo para hacer un aproximamiento estimativo, poseemos la siguiente tasa de filiaciones: Federación de Obreros y Obreras en Calzado, Santiago, 700 miembros con cuotas al día; Federación de Obreros de Imprenta, Santiago, 1800; Federación de Obreros de Imprenta, Valparaíso, 700; IWW Transporte Marítimo Valparaíso, 1140; IWW Trabajadores de bahía Valparaíso, 3100 (posiblemente exagerada); IWW de la Construcción y otros, Santiago, 3000363. Es decir, 10.400 afiliados. A estos habría que sumar posiblemente tres millares de hombres y mujeres pertenecientes a los panaderos, metalúrgicos y a las decenas de sociedades de resistencia que existían en otros oficios, en todo el país, y que, en promedio, debieron estar compuestas por un centenar afiliados. En definitiva, el universo de personas vinculadas al anarcosindicalismo en los años veinte debió acercarse a una cifra oscilante entre 10 y 15 mil. Siendo minoría dentro del campo laboral organizado del país, los anarcosindicalistas fueron, posiblemente, uno de los sectores más dinámicos364.
En esta década los viejos anhelos de levantar una gran federación liber-
taria de trabajadores obtuvieron resultados más favorables que en tiempos anteriores. Las organizaciones de resistencia eran sólidas y duraderas y las redes de coordinación funcionaban con mayor efectividad. Tal fue el caso de la IWW en un primer momento, y de la FORCH después, ambas rostros de dos formas de hacer sindicalismo libertario en Chile. Sus características y disputas internas, vitales para entender los alcances y límites del anarcosindicalismo, serán analizadas a continuación.
La IWW en Chile. Un sindicato y una leyenda (1919-1951)
La IWW fue sin lugar a dudas la organización libertaria más recordada de la región chilena. No es ni la más grande ni la más afectiva de cuantas hubo, y tampoco fueron muchos sus años de efectiva trascendencia en el movimiento social criollo, pero sus tres letras se convirtieron en todo un emblema de rebeldía generacional que perduró muchas décadas después de su auge. La IWW no solo marcó a los trabajadores y trabajadoras que eligieron sumarse a sus filas. Muchos estudiantes y profesores se sintieron afines con su ideario, el empresariado padeció su efectividad y el Estado tuvo hasta que inventar montajes para suprimirla y garantizar el orden social. Revolucionaria, conflictiva, internacionalista, la IWW y sus siglas, encarnaron en sí mismas el imaginario subversivo de los años veinte. A continuación abordaremos los orígenes y algunos aspectos significativos de la tensa historia de esta organización y su paso por el país365.
Tras la desaparición de la Federación Obrera Regional Chilena (19131917), los intentos para reunir a los anarcosindicalistas de diversos oficios y a nivel “nacional” no cesaron y pronto los mismos gremios marítimos de Valparaíso –precursores de la experiencia fallida recién mencionada– transmitieron una novedosa propuesta: adherir al sistema industrialista que proponía la organización de origen norteamericano Trabajadores Industriales del Mundo, más conocida como IWW, por sus iniciales en inglés (Industrial Workers of the World).
El contacto entre el Sindicato de Estibadores de Valparaíso y los tripu-
lantes de barcos pertenecientes al Marine Transport Worker´s Industrial Unión y a la IWW de Nueva York, Chicago y California que arribaban a ese puerto, permitieron la introducción de las nuevas ideas366. La propuesta fue madurada en 1918 en el interior de un congreso de la Sociedad Gremial de Gente de Mar y tras ello fue presentada a las demás federaciones y sindicatos de orientación libertaria del país, acordándose realizar una convención para establecer las bases del nuevo organismo. La Federación Obrera Local de Santiago organizó el encuentro entre el 24 y el 27 de diciembre de 1919 en la capital. Tras una asamblea abierta y bien concurrida quedó constituida la sección chilena de la IWW367. En ese congreso fundacional se hicieron representar organizaciones de resistencia de toda la región formándose Uniones locales desde Iquique a Corral. Si bien en un primer momento la conexión fue más bien nominal y hasta un poco ficticia, con los meses se consolidaron activos núcleos IWW en Iquique, Valparaíso, Santiago, Talca y Concepción, principalmente.
La IWW era una central sindicalista revolucionaria fundada en Estados Unidos en 1905. Con los años se crearon secciones en varios continentes. En América Latina sus principales enclaves estuvieron en México y Chile, aunque también hubo núcleos en Venezuela, Ecuador y Uruguay368. Cada sección nacional de la IWW era autónoma y variaba en sus inclinaciones ideológicas según sus propios componentes. Así por ejemplo, la sección estadounidense en estos años era más bien sindicalista revolucionaria (sin finalidad ideológica), mientras que la sección chilena estuvo ligada desde su origen al anarco-sindicalismo, aún cuando solo en 1923 estableció formalmente en sus estatutos el Comunismo Anárquico como finalidad de la organización.
La IWW proponía relacionar los sindicatos bajo el sistema industria-
lista. Esto es, crear una organización que reuniera a las entidades laborales por ramo (departamentos) de la producción en lugar de mantener los sindicatos por oficio. Así por ejemplo los estibadores, lancheros, jornaleros, pescadores y carpinteros de rivera formarían el Departamento Industrial Marítimo, mientras que los ladrilleros, estucadores, carpinteros y pintores se agruparían en el Departamento Industrial de la Construcción369. Allí donde no se contaba con sindicatos de un gremio, se reunía a individualidades de distintas especialidades y se formaba un Departamento de Oficios Varios370. Esta centralización implicaba un alto nivel de coordinación y apoyo en los conflictos que se suscitaban, pues se estimaba que la capacidad de negociación crecería junto con la organización. La idea es que si paralizaba un sindicato en particular, todos los oficios que componían su Departamento le acompañarían en la huelga. En la práctica estos métodos demostraron ser efectivos sobre todo en los gremios portuarios y entre los trabajadores de la construcción. Pero a su vez, sostenerlos involucró un alto costo social dado que en cada huelga los sindicatos, sin importar su propia situación particular, quedaban relativamente a merced de las iniciativas de otras entidades. Mientras existió afinidad y acuerdo no hubo mayores problemas, pero cuando aquella se reducía o desgastaba por la propia intensidad conflictiva de la IWW, o por la falta de unanimidad en las organizaciones de oficio, la coordinación se hizo más difícil. De hecho, de esta tensión nació la principal disputa en el interior del campo sindicalista libertario de los años veinte: la cuestión de la autonomía.
En cada ciudad los sindicatos de oficios se agrupaban en sus depar-
tamentos correspondientes. Los diversos departamentos componían a su vez la Unión Local. Las uniones locales enviaban representantes al Consejo Administrativo de la IWW. En cada Convención Nacional participaban todos los gremios adheridos y juntos discutían el devenir orgánico y estratégico de la entidad en su generalidad.
La IWW reivindicaba la acción directa y proponía como medios de lucha la huelga parcial y general, el boicot, el sabotaje (obstruir la fuente laboral371), el label (marcar el producto boicoteado) y la abstención de participar en elecciones estatales372. Sus cuotas eran bajas y no se producía el enriquecimiento de las Cajas de Resistencia, pues todo el dinero se ocupaba en conflictos. De esa forma se evitaba la burocratización373. Además de ello, y según Moisés Montoya, uno de sus destacados miembros: “La IWW lucha por arrebatar a todos los proletarios de sus vicios para convertirlos en productores útiles y libres, capaces de administrarse solos, sin la intervención de los demás. Para esto desarrolla el siguiente programa: En lugar de una cantina, en que el alcohol hace al hombre un instrumento dócil para cualquier cambullón, tiene una biblioteca con una librería donde se expenden folletos y libros para embriagar de ideales a todos los que desean emanciparse. En lugar de una filarmónica, que sirve para educar los pies y prostituir a las compañeras, tienen ateneos en que se discuten todas las ideas, con veladas culturales y conferencias para educar el cerebro y convertir a los compañeros en hombres capaces de defenderse de todos los robos políticos. En lugar de un ring, en que se convierte al hombre en una bestia humana, sin razonamiento, enseñándole a abofetear al compañero, mientras frente al patrón es un carnero que se deja explotar mansamente, tiene una Escuela de Dibujo, en que se enseña a apreciar la belleza del arte y a organizar la sociedad futura”374.
Esta organización no solo debe analizarse desde la perspectiva sindical, pues la IWW también fue un importante núcleo de irradiación política y cultural para trabajadores, estudiantes y mentalidades inquietas en general. La IWW, por ejemplo, animó LUX, la más prolífera de las editoriales anarquistas que hubo en la región y creó varios periódicos en las ciudades en que tuvo presencia: El Productor en Iquique; Mar y Tierra, La Voz del Mar y La Voz del Tripulante en Valparaíso; Boletín de los Trabajadores Industriales del Mundo, Acción Directa, El Comunista, Hoja Sanitaria de la IWW y La Voz del Industrialismo en Santiago; El Azote y El Proletario en Talca; Bandera Roja, Emancipación Proletaria y La Luz de Concepción.
Las diversas secciones de la IWW contaban con locales para realizar
conferencias y debates públicos. Su Ateneo de Santiago fue todo un centro de encuentro político en la década del veinte en donde llegaban muchas personas cercanas y bien ajenas al ideario ácrata, a escuchar y debatir lo que allí se decía375. Lo mismo ocurría en Valparaíso con las conferencias temáticas que todos los jueves realizaban en la Plaza Echaurren. La IWW también impulsó el teatro obrero y las escuelas racionalistas376. Y hasta fundó un policlínico en 1923 para los trabajadores y sus familias.
En sus primeros años de vida el modelo de organización de la IWW, es decir, la organización por industria, fue asumido con entusiasmo por la mayoría de las organizaciones laborales influidas por libertarios. Sus pilares fueron los estibadores y tripulantes de la marina mercante, los obreros de la construcción (albañiles y estucadores) y los mueblistas, principalmente, pero también contó con lancheros, jornaleros, donkeros, carpinteros de bahía, pintores, baldosistas, constructores de automóviles, zapateros, sastres, entre otros. Si bien los wobblies –como así mismo se llamaban– nunca pudieron unificar a todos los gremios libertarios, pues muchos de ellos –obreros de imprenta, panaderos y zapateros– preferían su autonomía, entre 1919 y 1923 los IWW efectivamente fueron “la central” de los libertarios criollos, relacionando a la mayoría de los sindicatos, periódicos, grupos y estudiantes anarquistas del país377.
Gracias a la actividad entre los tripulantes de embarcaciones de cir-
culación nacional e internacional, así como por las constantes giras de propaganda y organización, los principios de la IWW se expandieron con prolijidad por Mar y Tierra y en gran parte del territorio378. Sus “uniones locales” más estables estuvieron en Iquique379, Valparaíso380, Santiago, Talca381, Concepción y Talcahuano382. Y aunque fueron más frágiles y fugaces, igual las hubo en Arica383, Caleta Buena, Antofagasta, Tocopilla, Viña del Mar, San Antonio384, San Felipe, Rancagua, San Javier, Tomé, Carahue385 y Corral. Además, como varios de sus miembros eran tripulantes de barcos, constantemente los IWW llegaban a los puertos de toda la región, cultivando relaciones e influyendo en gremios portuarios desde Arica a
Punta Arenas386.
En los primeros meses de 1920 fue tal el crecimiento y la actividad huelguística de la IWW que las autoridades se le fueron encima. Como se sabe, durante todo el segundo semestre de 1920 la organización fue procesada por su pretendido carácter ilícito y terrorista. Cuestión que quedó en nada cuando se supo que todo había sido originado por un montaje policial.
Del 15 al 18 de Mayo de 1921 se realizó en Valparaíso la Segunda Convención Nacional de la IWW. Asistieron cincuenta y cinco delegados en representación de ochenta y seis organizaciones laborales de Caleta Buena, Iquique, Antofagasta, Taltal, Valparaíso, Viña del Mar, Santiago, Talca, Talcahuano, Tomé y Concepción. Este sería su primer encuentro formal. Allí se tomaron los siguientes acuerdos:
“Hogar Común. Las Uniones Locales propiciarán la concentración de las finanzas gastadas en pequeños salones gremiales para instalar el Hogar común con capacidad para sesiones amplias de las Uniones Locales o Departamentos Industriales y dar facilidades a la instalación de Biblioteca, Teatro, Clínica y Oficina de Contratación de Trabajo. Pro-imprenta. Se acuerda que cada asociado a los gremios adheridos a los Trabajadores Industriales del Mundo pagará una cuota mínima de un peso para adquirir una imprenta.
Jornada de trabajo. Exigiéndolo el exceso de desgaste físico y favoreciendo la mayor ocupación de obreros cesantes, recomienda la jornada máxima de 44 horas semanales, en todas las fábricas y faenas, divididas en 8 horas diarias y 4 horas el día sábado.
Salarios. Los departamentos y Uniones Locales deben luchar por un salario mínimo que compense las máximas necesidades de los trabajadores; no obstante sostenemos la abolición del salario. Único factor de la tiranía y explotación capitalista.
Trabajo a contrato. Se acuerda tratar de abolir el sistema de contrato y especialmente los contratistas en las faenas marítimas, por considerarse perniciosa para los intereses de los trabajadores y porque en las fábricas y obras se establece la competencia entre ellos y éste sólo beneficia al capitalista.
A falta de trabajo. A falta justificada de trabajo en fábricas, talleres y faenas, imponer (la redondilla) o sea turnos rotativos o disminución de horas de trabajo, a fin de impedir la suspensión o cesantía forzosa de los trabajadores.
Enganches. Boycotearlos en todas formas y sentidos, sosteniendo la libre demanda y libre concurrencia o contratos directos, impidiendo así la especulación y despotismo desenfrenado por enganchadores. Matrícula de gente de mar y fotografía de identidad en fábricas y faenas. Acuérdese sostener y gastar todo el empeño posible en anular estas marcas impuestas por el capitalismo gubernamental. Peso máximo de llevar al hombro. Las Uniones Locales deben exigir a los capitalistas fijen el máximo de peso de 70 kilos.
Herramientas en el trabajo. Se insinúa iniciar la lucha por la abolición de las herramientas llevadas por los obreros en todas las faenas y establecimientos fabriles, exigiendo sean costadas y proporcionadas por los capitalistas y patrones.
Emancipación de la mujer. Las Uniones Locales y los asociados en particular deben luchar en todas las esferas propagando, adelantando y sosteniendo la emancipación de la mujer, organizándola. Creando en nuestro periódico secciones especiales donde se les invite a colaborar. Igualmente la edición de folletos, proclamas afines en este sentido. También propiciarán la lucha por la forma lógica y justa de igual trabajo, igual salario para contrarrestar la libre competencia entre ambos sexos a que las condena el régimen capitalista. Alcoholismo. Se encarga a los Centros de Estudios Sociales dependientes de la I.W.W. y los que simpaticen con nuestros principios, intensifiquen con energía una campaña práctica y teórica hasta donde les sea posible y con el concurso de las Uniones Locales contra este anestesiador vicio, fomentado por los vinicultores y gobernantes. Habitaciones obreras. No reconociendo el derecho de usurpación de la tierra por unos pocos, máxime cuando éstos nos explotan descaradamente obligándonos a vegetar en conventillos u otras habitaciones estrechas insalubres y caras, se recomienda mantener una constante agitación en pro de su abaratamiento y salubridad hasta la huelga de arrendatarios: es decir no pagar arriendos por las habitaciones sucios y caras.
Atención sanitaria. Las Uniones Locales y Departamentos deberán exigir a los capitalistas asistencia médica en fábricas, talleres, minas, bahía, etc. También estimular las atenciones sanitarias fundando clínicas, extendiendo sus servicios a sus asociados y sus familias para contrarrestar la hipocresía de la caridad burguesa con la solidaridad proletaria.
Funerales. Se recomienda que los funerales de los asociados sólo se harán solidarias las organizaciones cuando hayan caído en las luchas sociales o por accidente en el trabajo, como medio de propaganda emancipadora y apostrofar la indolencia capitalista. En los demás casos las organizaciones quedan en libertad de obrar como lo estimen conveniente.
Primero de Mayo. El primero de Mayo es un día de protesta mundial y de acción revolucionaria. No obstante, nosotros, los Trabajadores Industriales del Mundo declaramos que mientras exista el régimen capitalista con sus ejércitos de parásitos usurpadores del esfuerzo productor y acaparadores de la tierra convirtiéndola en propiedad privada, y la explotación del hombre por hombres privilegiados, todos los días mientras este estado subsista será y deben ser de protesta y de continuada agitación proletaria.
Presos por cuestiones sociales. Las Uniones Locales y organizaciones afines deben mantener una constante agitación por la libertad de nuestros camaradas, que por servir a las causas proletarias son víctimas de venganza capitalista, secuestrándolos en cárceles y presidios. No menos debe ser la atención debida a los hogares de todos los abnegados luchadores.
Comunismo Libertario y Consejo de Fábrica. Recomiéndese a los trabajadores el estudio del comunismo libertario; igualmente el estudio de los consejos de fábricas ideados y puestos en práctica en Rusia e Italia, debiendo atender al estudio y difusión de ambos temas los conferencistas y los redactores de los periódicos y folletos que se editen.
Saludo Fraternal. La convención acuerda enviar un saludo fraternal a los camaradas revolucionarios del mundo, y exteriorizarlo a nuestros dignos camaradas que por hoy se encuentran en las cárceles y presidios, borrón infamante del capitalismo, y manifestamos por ellos nuestra protesta y afirmamos luchar con el calor de nuestra convicción hasta conseguir su libertad.
Voto de simpatía. Considerando que con la Federación de Estudiantes de Chile y la Federación Obrera de Magallanes andamos ligados por los vejámenes y crímenes de que fuimos víctimas en la pasada administración gubernativa y tomando en consideración que en la primera existen miembros que nos han prestado desinteresado concurso a nuestra organización y con la segunda nos ligan intereses comunes, la comisión acuerda un voto de simpatía y solidaridad a estas Federaciones que sea al mismo tiempo una protesta hacia nuestros comunes victimarios”387.
Tras esa Convención la IWW reactivó sus campañas reivindicativas a nivel nacional. En junio de 1921 y junto a la FOCH ayudaron a los panaderos a ganar su huelga general. Ese mismo mes, pero en el puerto, apoyaron una paralización de obreros de la Fábrica de Galletas Hucke. La boicotearon dos semanas hasta que vencieron388.
Entre 1920 y 1921 la IWW era la organización laboral más poderosa
y belicosa de Valparaíso. Contaba con unos 6 mil afiliados entre estibadores, lancheros, transportistas, operadores de grúas, tripulantes, cargueros de ferrocarriles y trabajadoras fábricas. Con ellos protagonizó numerosas huelgas y boicots. Muchas veces la sola amenaza de paralización bastaba para conquistar sus demandas.
La IWW se ganó muchos enemigos entre el empresariado, la prensa de masas y el Estado, pero también entre los comunistas y la FOCH, puesto que varios sindicatos de la vieja federación, sobre todo en Antofagasta, Rancagua, Talca y Talcahuano, se pasaron a la filas anarcosindicalistas. Los gremios conservadores, desde luego, acusaban a la IWW de subversiva y antipatriótica389.
En respuesta a los libertarios industrialistas, los patrones organizaron la Asociación de Comerciantes de Valparaíso, que luego tuvo similares en Antofagasta, Talcahuano y otras ciudades. La Asociación le declaró un lockout a los IWW desde el 18 al 26 de agosto de 1921, paralizando las descargas portuarias para des-emplear a los subversivos. La IWW, por su parte, respondió con la huelga general a partir del día 28. Les secundaron los IWW de Antofagasta y Talcahuano y pronto encontraron la solidaridad de sus compañeros de Iquique, Mejillones, San Antonio, Coronel y Punta Arenas390. Por las magnitudes de la huelga el gobierno ofreció mediar y la Oficina del Trabajo llamó al arbitraje, cuestión que fue rechazada por los comerciantes. Finalmente todo acabaría –momentáneamente– en un empate. Sin embargo, el 24 de octubre el presidente Arturo Alessandri decretó la abolición de la “redondilla”. Esta derrota afectó dramáticamente a los IWW de todos los puertos del país, pues la redondilla era allí la base de su poder391. La redondilla era un mecanismo de empleo en donde los turnos de trabajo para cargar y descargar naves eran establecidos por el sindicato. Ellos regulaban el horario y ellos elegían también quienes desempeñarían el trabajo. En Iquique la redondilla fue suprimida en octubre de 1923 tras sangrientos ochenta y ocho días de huelga. En ese conflicto, además, asaltaron la imprenta de El Sembrador, publicación anarquista íntimamente ligada al Sindicato de Lancheros de la ciudad392. La nortina sección de la IWW cesó sus actividades. Ese mismo año los wobblies de la Fábrica de galletas Hucke de Valparaíso fueron derrotados también en otro conflicto laboral.
Además de estos reveses en el terreno sindical, en 1923 estalló la crisis interna del campo anarcosindicalista, separándose aguas entre la IWW por un lado, y los anarquistas específicos y los sindicatos federalistas, por el otro. A los primeros se les acusaba de centralistas y marxistas. A esas alturas seguían siendo “fieles” a la IWW los obreros portuarios de Valparaíso y San Antonio y los trabajadores de la construcción de la capital, principal-

1924. Sede IWW, Calle Nataniel 1057, Santiago
mente. Y es que aún cuando conservaban organizaciones en otras provincias, la fuerza de la IWW estaba siendo considerablemente mermada.
En la Tercera Convención Nacional realizada en Santiago en marzo de 1924, y producto de las críticas que venían del interior del movimiento sindicalista libertario, la IWW se hizo industrialista y federalista al mismo tiempo. No excluiría formas de organización mientras se luchara mediante la acción directa. Además, en el afán de responder a las acusaciones de centralismo, se abolió el Comité Regional Administrativo y se instauró un Comité de Relaciones. Por último, explicitó su adhesión al comunismo anárquico393.
En la Cuarta Convención Nacional de Concepción, realizada desde el 1° al 4 de enero de 1926, además de reafirmar los acuerdos anteriores, se planteó rehacer los contactos con la Asociación Internacional de Trabajadores –con sede en Berlín–, pues tenían a la entidad mundial libertaria descuidada. Se revitalizó el llamado a propagar el neomaltusianismo y se reafirmó el deseo de intensificar las campañas por la libertad de Sacco y
Vanzetti394.
A partir de la dictación de las leyes sociales en 1925 y hasta su extin-
ción, la IWW realizó campañas en contra del Código del Trabajo y los sindicatos legales, reafirmando la necesidad de organizarse fuera del Estado para conservar la autonomía de los movimientos sociales.
Entre 1925 y 1927 sus fuerzas eran bastante escasas dado que la mayo-
ría de los sindicatos libertarios pertenecía ahora al sector autonomista, que desde 1926 se alineó en la Federación Obrera Regional Chilena. Entonces los IWW se concentraban en los obreros de la construcción y en los tripulantes de embarcaciones. Entre estos últimos seguían siendo hegemónicos en comparación con otras tendencias. De hecho, en mayo de 1925 y mayo de 1926, organizaron las Convenciones Marítimas Portuarias, en Valparaíso y Coquimbo, respectivamente. Planeaban organizar una “Gran Unión Marítima del Litoral Chileno”. Aún eran capaces, además, de hacer giras de propaganda a Punta Arenas y Ecuador395.
La Dictadura de Ibáñez entre febrero de 1927 y julio de 1931 reprimió
desde un principio a la IWW. Sus principales organizadores y propagandistas fueron perseguidos, algunos de ellos capturados y confinados, mientras que otros debieron cruzar la frontera para ponerse a salvo. Un grupo de wobblies que se reunió en Buenos Aires publicó Acción Directa allí en 1928 y algunos de ellos (Armando Triviño y Pedro Ortúzar) participaron en la fundación de la Asociación Continental Americana de Trabajadores, ACAT, dependiente de la AIT.
Tras la caída de Ibáñez, los IWW intentaron reagruparse pero sin mayor éxito, salvo en algunos de sus gremios característicos, como el de tripulantes de embarcaciones396. En Valparaíso contaban con un sindicato de mueblistas y uno de metalúrgicos. En Santiago poseían un Departamento de mueblistas y una organización de oficios varios.
En sus locales, acondicionados como ateneos, seguían realizando ve-
ladas solidarias y actividades de difusión política397. Los inmuebles de la IWW de los años treinta y cuarenta albergaron el Hogar del Artista Obrero y el Policlínico de la IWW398. Esa última entidad, ahora bajo el nombre de Policlínico Juan Gandulfo, en recuerdo de su fundador fallecido en 1932, seguirá existiendo en 1954.
El 18 y 19 de septiembre de 1937 los wobblies realizaron su Sexta Convención Nacional en Viña del Mar. En ella reafirmaron sus principios e insistieron en mantenerse al margen de las otras organizaciones obreras. Desde la nueva central libertaria –la Confederación General de Trabajadores– se les acusó de tradicionalista, por “vivir de recuerdos” en lugar de sumarse a la organización anarcosindicalista mayoritaria. No obstante esas disputas, existentes sobre todo en la primera mitad de los años treinta, la IWW y la CGT no se excluyeron de unirse en determinadas campañas o en la conmemoración del 1º de Mayo.
Ya en la década del cuarenta los IWW fueron desplazados de casi to-
dos sus espacios y solo unos pequeños grupos conservaron sus siglas en instancias relacionadas con el teatro y la salud de los trabajadores399. La última noticia que se tiene de la IWW es la edición en 1951 de una nueva versión de su clásico periódico Acción Directa.
La IWW fue efectiva en varios aspectos. A ella se debió la unifica-
ción, aunque momentánea, de casi todo el espectro libertario de la región chilena, cuestión que a pesar de haber sido buscada con anterioridad, jamás se había logrado. Varios triunfos en huelgas parecieron demostrar la idealidad de sus métodos de organización por industrias, al comprometer la solidaridad de varios oficios a favor del sindicato en conflicto. Quién sabe si fue eso mismo, sumado a la represión estatal y la persecución empresarial, lo que acabó desgastándola. Ciertamente varias de sus actitudes demostraron un cierto dejo de sectarismo, sobre todo en las disputas con marxistas y otros sindicatos libertarios, pero la IWW, con sus victorias y derrotas, conquistó un lugar destacado en la historia del movimiento social chileno de los años veinte.
Los sindicatos libertarios autónomos y la FORCH.
A partir de 1923 el sindicalismo libertario se vio envuelto en una cruda polémica interna. Un sector importante de organizaciones obreras de esa tendencia comenzó paulatinamente a querellarse contra la IWW a la que calificaron de centralista, filomarxista, caduca y autoritaria. El sector disidente acabaría identificándose con el llamado autonomismo sindical400.
La tienda de los autonomistas, a pesar de no estar orgánicamente es-
tructurada, marcó posiciones a través de grupos y periódicos de distintas ciudades del territorio, sobre todo de Iquique, Viña del Mar, Valparaíso y Santiago401. Se destacó en esas labores el activo dirigente gráfico y propagandista libertario Enrique Arenas Robles402.
El principal debate, hemos dicho, era el que tenía que ver con la diada “centralismo versus federalismo autonomista”. A la IWW se le identificaba con el primer sector. Según los autonomistas el centralismo del método industrialista de la IWW, ese que podía obligar a los sindicatos a secundar las iniciativas de otros, era una expresión autoritaria, homogenizadora y marxista403. En cambio el federalismo se alegaba más afín al anarquismo y más práctico para la organización sindical, puesto que daba mayor autonomía a cada entidad para proceder con libertad y a voluntad404. Ciertamente en varios momentos la IWW demostró ser bastante mesiánica y auto-referente, sobre todo para autodenominarse como la única central verdaderamente revolucionaria del país, pero difícilmente era correcto llamarle filo-marxista cuando en los hechos operó mediante la acción directa, actuando y difundiendo además profusamente esas ideas. La declaración de su finalidad comunista anárquica en 1923, solo confirmaba lo anterior405.
El tono de la polémica que se desató fue bastante dramático y rá-
pidamente a las diferencias teóricas se les sumaron las descalificaciones personalistas, en una y otra dirección. No faltaron los enfrentamientos físicos, el boicot mutuo, las intrigas y los actos de matonaje. Esa división del anarcosindicalismo perduró hasta los años cuarenta406.
La razón más importante para separar rumbos con la IWW, como hemos dicho, era el problema de la autonomía. La Unión Industrial del Cuero (ex FOOC), la Federación de Obreros de Imprenta, la Unión Sindical de Panificadores tenían sus propios conflictos internos que difícilmente les permitían emprender huelgas solidarias con los otros oficios (como operaban los IWW), a menos que obtuvieran beneficios directos en ellas. No es de extrañar entonces que estos gremios, los más sólidos y numerosos de cuantos estaban vinculados al anarcosindicalismo, a excepción de los marítimos y trabajadores de la construcción, prefirieran formas más independientes de acción. Esas centrales gremiales junto a otros sindicatos menos numerosos conformaron a partir de 1923 el espectro de “gremios autónomos” en resistencia, opuesto a la IWW. Tuvieron presencia en Valparaíso, Viña del Mar y Santiago, principalmente, aunque contaron con el apoyo y simpatía desde ciudades tan lejanas como Iquique. Un paso importante en su unificación orgánica fue la creación en Santiago en mayo de 1924 de la Federación de Organizaciones Autónomas en Resistencia, fundada por la FOIC, la FOOC, un sector disidente de ex obreros de la construcción IWW y la mayoría de las pequeñas sociedades de resistencia independientes de la capital407. Al año siguiente se levantó una entidad similar en Valparaíso compuesta por la Unión de Obreros Carpinteros Mueblistas, Similares y Anexos (1924-1925) y la Unión en Resistencia de Electricistas (1925). Corolario de esos esfuerzos fue la fundación el 30 de enero de 1926 de la Federación Obrera Regional Chilena. Esta central aglutinó a casi una veintena de sociedades de resistencia y además a las centrales nacionales de oficios de obreros de imprenta y panaderos408. La FORCH era una entidad mucho más federalista que la IWW y señalaba en sus estatutos:
“Deseamos autonomía y autocontrol para cada institución e individuo. Reconocemos que la libertad se deriva de la autonomía y toma ésta como la base de la felicidad futura”409.
Paradójicamente, y si bien su metodología era eminentemente liberta-
ria, la FORCH no posicionó su finalidad al comunismo anárquico, como tanto se le criticaba a la IWW años atrás410. A partir de febrero de 1926, entonces, existieron dos centrales libertarias en Chile. La FORCH será la mayoritaria.
Los años de división en el campo anarcosindicalista coincidieron con los tiempos en que comenzó a implementarse el Código del Trabajo en el país. Todos los libertarios se abocaron de lleno a combatir la intromisión estatal en las luchas sociales. Y en ello estaban cuando la Dictadura ibañista llegó para perseguirles y suprimirles411.  
IV.- La Confederación General de Trabajadores y el anarcosindicalismo en la era del antifascismo (1931-1949).
La Confederación General de Trabajadores fue la central sindical li-
bertaria más sólida que hubo en la región chilena y la más alta expresión orgánica del anarcosindicalismo criollo, tanto por su extensión geográfica, la variedad y dinamismo reivindicativo de los gremios adheridos, por el diverso movimiento cultural y específico generado a su alrededor, como por su éxito unificador de la mayor parte del horizonte libertario. Si bien el anarquismo iba en retroceso respecto a otras tendencias durante esta época, en comparación a sí mismo en las décadas anteriores el escenario era al revés. Y la Confederación fue protagonista de ese fenómeno. Por ello, y porque no se le conoce en profundidad, la describiremos orgánicamente y analizaremos su origen, desarrollo y trascendencia en el interior del movimiento obrero chileno.
La Dictadura de Ibáñez había desarticulado a la Federación Obrera Regional Chilena y diezmado considerablemente a la IWW, dispersando con ello al universo libertario. Para revertir esa situación y en miras de crear una nueva central de trabajadores afines los gremios anarco-sindicalistas más numerosos (trabajadores de imprentas, de la construcción, pintores, mecánicos y electricistas, del cuero y calzado, y panaderos) convergieron desde el 31 de octubre al 2 de noviembre de 1931 en Santiago, en una Convención de Sindicatos Autónomos412. A ese torneo gremial llegaron veinte delegados y poderes representativos de Valparaíso, Santiago, Rancagua, Curicó, Chillán, Temuco y Osorno. El encuentro desembocó en la fundación de la Confederación General de Trabajadores (CGT), central nacional obrera, orientada al comunismo libertario y estructurada bajo el sistema anarcosindicalista413. Su primera Declaración de Principios señalaba:
Estructura Orgánica
La estructura orgánica de la CGT es a base federalista, y, por lo tanto, caben en ella las dos formas de organización obrera: la industrial y la gremial. Las organizaciones por industrias y por gremios adheridas a la Confederación son autónomas en su rodaje interno o administrativo, y están ligadas entre todas por lazos comunes de solidaridad moral y material, frente a las necesidades de la lucha diaria.
La Confederación está constituida a través del país por Federaciones o uniones locales, sean éstas por gremios o departamentos industriales, formándose las Federaciones Locales con dos gremios por lo menos que estén organizados en cada localidad. Un Consejo Regional, formado por delegados de cada Federación Local, relaciona las actividades generales y superiores de la Confederación, nacional e internacionalmente.
Principios y Finalidades
La CGT asociando a los creadores de las riquezas sociales, tanto manuales como intelectuales, tiende a destruir la actual organización capitalista y el Estado, y todo poder que imponga dictatorialmente leyes económicas y políticas. Persigue pues la destrucción del Estado y de la propiedad privada, orientando su acción revolucionaria hacia la finalidad del comunismo anárquico que consiste en la organización de la producción y del consumo de la riqueza social a base de la solidaridad colectiva que reemplaza al de competencia individual en una sociedad de hombres libres e iguales.
Medios de lucha
La CGT rechaza el arbitraje oficial y las intervenciones oficiosas para resolver los conflictos entre el capital y el trabajo. No acepta la política de colaboración de clases, y combate toda legislación que hace obligatoria la intervención del Estado en las huelgas u otros conflictos sociales.
Relaciones internacionales
La CGT es internacionalista. Dentro de este pensamiento, la Confederación mantiene estrechas relaciones con la Asociación Continental Americana de Trabajadores (ACAT) y con la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT).
Labor Cultural
La Confederación presta especial atención a la capacitación cultural y técnica de los trabajadores, manteniendo en los sindicatos y centros de estudios sociales una activa labor de extensión cultural por medio de cursos de estudio y conferencias”414.
Y es que al igual que los demás organismos sindicales libertarios, la
labor no podía reducirse a las cuestiones estrictamente económicas y parciales. Pues “la CGT ve en el sindicato no solo al elemento que permite la conquista de mejoras en el presente para la clase trabajadora, sino que lo liga al futuro dándole una especial misión: la de reconstruir la economía de una sociedad proletaria”415.
La CGT fue una organización profundamente federalista. Y si bien pudo coordinar campañas generales en donde se involucraba a todos sus gremios adheridos, las principales tareas se orientaron a relacionar las iniciativas que surgían desde los propios sindicatos, más que a imponer lineamientos desde arriba. La CGT era una federación de federaciones y se componía de la siguiente forma: los sindicatos libertarios enviaban delegados a la Federación Obrera Local que existía en cada ciudad. Allí, junto a los demás gremios coordinaban campañas locales y elegían delegados para ser representados en el Consejo Nacional de la CGT que funcionaba en Santiago. El Consejo Nacional estaba compuesto por secretariados generales, de propaganda, finanzas, relaciones internacionales, correspondencia, estadísticas, prensa y encargados del periódico confederal. Estos cargos eran extremadamente rotativos (para evitar la burocracia sindical). En las sesiones del Consejo Nacional tenían voz y voto los delegados de todas las Federaciones Obreras Locales, representadas directamente en el caso santiaguino, e indirectamente para las FOL de provincias416. El federalismo a ultranza de la CGT le confirió amplia autonomía y dinamismo a sus sindicatos, pero fue también un constante desafío para la coordinación y para la propia vida de la central417.
La CGT rechazaba la intermediación del Estado y los partidos po-
líticos en las luchas sindicales. Agrupaba en su interior a sociedades de resistencia y agrupaciones ilegales. Solo a partir del segundo lustro de la década del treinta permitió la adhesión a sus filas de sindicatos con personalidad jurídica, siempre y cuando respetaran los métodos y finalidades anarquistas de la entidad. La CGT preconizaba la acción directa, es decir, la huelga parcial y general, el boicot y la lucha antielectoral. Para apoyar a sus sindicatos en conflicto combinaba la huelga parcial con la general. Mientras un sindicato estuviera en paro, los demás oficios de la CGT le entregaban dinero a los huelguistas para sobrevivir y mantener el conflicto hasta vencer. Cuando los industriales eran más poderosos y el conflicto se extendía más de lo presupuestado, las federaciones obreras locales, con todos sus gremios adheridos, aún cuando fueran de distintos oficios, se paralizaban. La solidaridad alcanzaba incluso dimensiones nacionales. Una huelga de obreros de imprenta en Temuco, bien podía contar con la ayuda de los estucadores y albañiles de Arica. Y viceversa. Se aumentaba así la capacidad de presión y resistencia de los anarcosindicalistas.
La CGT tuvo más éxito que la IWW para reunir a la mayoría de los
gremios anarcosindicalistas. Entre aquellos oficios se contaban los albañiles, pintores, estucadores, electricistas, gásfiters, ladrilleros, panaderos, enfierradores, empajadores de damajuanas, zapateros, obreros de imprenta, vendedores ambulantes, camineros, alcantarilleros, canteros, pescadores, estibadores y campesinos. La CGT tuvo presencia –esporádica a veces y prolongada en otros casos– en varias ciudades y poblados de la región chilena tales como Arica, Iquique, Antofagasta418, Tocopilla, Chuquicamata, La Serena y Coquimbo, Viña del Mar, Valparaíso, San Antonio419, Santiago, Rancagua420, Talca421, Curicó, Linares, Chillán, Concepción422, San Rosendo423, Temuco424, Valdivia425, Osorno426 y Puerto Montt427. Muchas de estas secciones nacieron de contactos previos y de giras organizadoras que periódicamente realizaban por todo el país428.
En cada ciudad la CGT estructuraba una Federación Obrera Local (FOL) que reunía a los gremios y grupos libertarios del lugar. Para dar un ejemplo de lo anterior se puede indicar que en mayo de 1932 la FOL de Santiago estaba compuesta por las uniones en resistencia de estucadores, pintores, carpinteros, alcantarilleros, empapeladores, electricistas, gásfiters y hojalateros, empajadores de damajuanas, canteros, marmolistas y pulidores429, por la Unión General de Trabajadores a jornal, un sindicato de oficios varios y por la Federación de Obreros de Imprenta430. En las demás zonas la CGT solía agrupar a las sucursales de la Federación de Obreros de Imprenta de Chile o la Unión en Resistencia de Estucadores (Recordemos que eran centrales nacionales también) junto a otros sindicatos locales como pescadores y vendedores de verduras en La Serena, los sastres en Talca, los camineros y campesinos en Osorno, o los mueblistas en Valparaíso, por ejemplo431.
No existen cifras de la cantidad total de sus afiliados, aunque debieron aproximarse a los veinte o veinticinco mil en su “mejor momento”. En 1940 y en una entrevista dada a la popular revista Vea, Pedro Nolasco Arratia, Secretario General de la CGT, afirmaba que los anarco-sindicalistas eran unos treinta mil en todo el país432. Más allá de la veracidad de la cifra, difícil de corroborar, cabe recordar que representa el doble de la cantidad de personas vinculadas orgánicamente al anarcosindicalismo en los años veinte.
La historia de la CGT es en gran parte la historia de los grupos anarquistas que hubo en la región chilena desde 1931 hasta 1949. Y no porque el anarcosindicalismo sea lo mismo que el anarquismo, sino porque el éxito unificador de la CGT dentro del campo libertario fue mucho más efectivo que el desarrollado por la IWW en la década anterior, lo cual hizo caminar estrechamente unidos al sindicalismo libertario con los diversos grupos anarquistas. Y aún cuando existieron los tradicionales roces entre “pragmáticos sindicales” y “específicos puristas”, la situación anterior no varió mayormente. Por lo demás, la CGT permitía la participación en su interior de los centros de estudios sociales433.
La cronología de la CGT está atravesada por varias conquistas en el
terreno sindical, pero también por numerosos conflictos internos, especialmente aquellos relacionados con la coordinación de sus sindicatos. La estructura profundamente federalista daba bastante autonomía a cada unidad adherida y muchas veces los gremios estaban inmersos en conflictos internos en donde se disputaban la dirección del sindicato los anarquistas con otros grupos políticos, como los comunistas y socialistas. Cuando la hegemonía libertaria no era total en una agrupación obrera, era difícil coordinarla junto al espectro anarquista que dirigía la CGT. La represión estatal y la legitimación del Código del Trabajo en el mundo laboral organizado, también mermaban periódicamente al anarcosindicalismo. Entonces hablar de la CGT es tarea difícil porque sus diversos sindicatos y secciones locales tuvieron muchas diferencias en sus desarrollos internos. No obstante lo anterior, estamos en condiciones de realizar una arbitraria cronología de la vida y los conflictos de ésta, la organización más compleja del anarcosindicalismo criollo.
Apenas se fundó la CGT se enviaron delegaciones de propaganda y
organización al resto de la región chilena y producto de las mismas aparecieron nuevas federaciones obreras locales. Durante los iniciales meses de vida su actividad se concentró en reagrupar y crear sindicatos ilegales en los oficios en que antes de la Dictadura había existido influencia libertaria. Por lo demás, las propias luchas del movimiento sindical reprimidas durante más de cuatro años, volvían a explosionar con intensidad y los anarcosindicalistas no se restaron de ellas. Sin ir más lejos la Unión en Resistencia de Estucadores, vinculada a la CGT, conquistó en diciembre de 1931 la jornada de 6 horas de trabajo en las obras fiscales de Santiago434. Esa original conquista será una de las principales banderas de lucha del anarcosindicalismo en las décadas venideras.
Entre 1931 y 1932 el país estuvo al borde de la ingobernabilidad y la CGT fue una de las principales animadoras de la conflictividad social de entonces. Su agitada participación en las jornadas de la República Socialista lo testifica. Y a pesar de la represión en los meses previos y posteriores a la gesta de Marmaduke Grove y compañía, en medio de la persecución policial la central libertaria pudo experimentar su primera época de expansión435.
Del 1 al 3 de enero de 1933 y en la ciudad de Talca se realizó la Se-
gunda Convención Nacional de la CGT. Acudieron representantes de ocho federaciones locales, delegados de treinta sindicatos, siete centros de estudios sociales y dos conjuntos artísticos. Los hombres y mujeres allí reunidos acordaron luchar por la jornada de 6 horas y la “expropiación sin indemnización de los latifundios para entregárselos a las cooperativas libres agrícolas, como un medio de controlar la tierra y de terminar con la cesantía”; impedir la exportación de alimentos (cereales, legumbres y frutas) mientras aquellos escasearan en los hogares pobres del país; cesar el fuero de Carabineros que daba mayores facultades represivas a esa institución; supresión de las Leyes de Seguridad Interior del Estado, de Residencia y de Imprenta, que eran utilizadas para reprimir al movimiento obrero; y abolición del Código del Trabajo. El encuentro acordó también numerosas medidas en favor de los campesinos cuyas problemáticas no habían sido mayormente consideradas anteriormente por los sindicatos libertarios. Producto de esta nueva voluntad en la década del treinta, en la zona central y en el área cercana a Osorno en el sur, se desarrollaron los primeros sindicatos agrícolas libertarios436. Por aquellos días se trasladó además la sede de la Asociación Continental Americana de Trabajadores (estuvo en Buenos Aires, luego en Montevideo) a Santiago437.
Debido a la persistente represión policial contra las organizaciones revolucionarias y laborales imperante en el segundo mandato de Arturo Alessandri, sumado a los propios problemas de coordinación interna, la CGT enfrentaba periódicamente breves momentos de crisis que por lo general se subsanaban en cada Convención Nacional438. Solo allí la dispersión podía ser conjurada momentáneamente.
Del 19 al 21 de abril de 1935 se realizó –en medio de varios intentos
de infiltración policial– la Tercera Convención Nacional de la Confederación. Además de reafirmar los acuerdos anteriores (como la campaña por las 6 horas) se convino crear agrupaciones anti-guerreras y antifascistas. Se procuró igualmente dar vida a comités campesinos en donde fuese posible. Se aprobó la idea de levantar departamentos de Control y Estadística en cada sitio de producción para que los trabajadores se prepararan para “asumir la dirección y el control en el periodo revolucionario y postrevolucionario”439. Esta idea fue muy persistente dentro del anarcosindicalismo chileno a partir de la década del treinta. Hasta entonces los anarquistas en general señalaban que la forma de organizarse en el comunismo anárquico se establecería en el momento de la revolución. Solo ese podría ser el criterio libertario. Ahora, sin embargo, los miembros de la CGT se propusieron estudiar y dar a conocer formas concretas de organizar la sociedad en un mundo anarquista, siempre entendiendo que todo se podía modificar en los hechos440. El estudio del funcionamiento de las empresas, así como de sus utilidades pasó a ser un eje central del sindicalismo libertario. En 1939 elaboraron un Plan de Participación Progresiva y Total sobre las utilidades excesivas en el que se estudiaban formas de vigilar –en conjunto con el Servicio de Impuestos Internos del Estado– las ganancias en las empresas y repartirlas eficientemente con los trabajadores. En la fundación de la CUT (1953) insistirán sobre el asunto, haciendo aprobar gran parte de sus mociones al respecto441.
Pero volvamos a la era antifascista. Tras la Convención de 1935 los sindicatos libertarios recomenzaron inmediatamente su campaña por las
6 horas el 1° de Mayo442.
En 1936 se produjo un florecer en el interior de la CGT. Testimo-
niando esta sentencia el 20 de marzo hubo un particularmente concurrido pleno de la FOL capitalina al que llegaron unas 600 personas. Estos datos resultan llamativos pues la participación en los asuntos sindicales más allá de los tiempos de conflictos económicos parciales, no siempre era muy numerosa443. En Mayo la FOL de Santiago comienza a realizar concentraciones cada dos semanas durante los días domingo. En varias regiones se vive un similar fenómeno444. El inicio de la Guerra Civil Española en julio y el protagonismo alcanzado allí por los libertarios dieron un espaldarazo también a los anarcosindicalistas locales. Las colectividades implantadas y el éxito de la CNT ibérica, confirmaban, según ellos, la idealidad de las tácticas antiestatales.
En ese contexto, del 18 al 20 de septiembre de 1936 se realizó la Cuar-
ta Convención Nacional de la CGT en Curicó. Este encuentro se vio atravesado por la crítica a todos los Frentes Populares, tanto a los europeos como al que comunistas, socialistas y radicales estaban formando en el país y que finalmente sería gobierno en 1938. La CGT rechazó totalmente participar en él. Otro tema de discusión fue la forma de concretar de manera más eficiente la lucha antifascista. Señalaron que como anarquistas eran enemigos de la militarización pero que tal vez deberían recurrir a ella para defenderse en el actual contexto de barbarie mundial. Con los ojos puestos en España se aprobó, no sin agudos debates internos, asumir mandos militares o de otro tipo en un posible contexto insurreccional445.
Por 1937 se hizo efectiva la táctica de las Vanguardias Sindicales, especie de instrumento político de la CGT encargado de resguardar la orientación anarcosindicalista en los gremios de esa tendencia, y de crear las condiciones para introducirse en los sindicatos no libertarios. Hubo Vanguardias Sindicales entre los obreros gráficos, estucadores, pintores, electricistas y zapateros446.
Del 9 al 11 de octubre de 1938 se realizó la Quinta Convención Nacio-
nal de la CGT a la que asistieron cincuenta delegaciones representativas de un centenar de grupos y sindicatos libertarios esparcidos desde Iquique a Puerto Montt. Además hubo veinte representaciones indirectas, es decir, delegados que actuaban en nombre de las organizaciones que no pudieron acudir. En este encuentro y probablemente producto de una nueva crisis interna, pero sobre todo por el auge de los socialistas y comunistas en el interior de los sindicatos históricamente libertarios, la CGT relativizó sus métodos hasta entonces estrictamente antiestatales. Se acordó aceptar en su interior a los sindicatos legales que respetaran la orientación revolucionaria de la entidad. Eso sí, se procedería con mucho cuidado para evitar la intromisión de políticos en la Central libertaria. En otros planos solicitaron la expropiación y destrucción de conventillos insalubres y la compra de terrenos para edificar viviendas. Tarea que debía ser pagada por las municipalidades y la Caja del Seguro Obligatorio. Al Estado también se le demandaba la revalorización de la moneda para reducir el costo de la vida. Otros acuerdos de importancia fueron la descentralización de la organización por medio de zonas administrativas y la idea de poner en práctica “por primera vez” la “Compra colectiva, efectuada directamente por los sindicatos al pequeño productor del campo, eliminando todo intermediario”. Era el momento de hacer intercambios sin abuso ni explotación mutua. La CGT organizaría almacenes colectivos y cooperativas de producción en los sindicatos. Por último, se reafirmó la necesidad de crear las “Vanguardias Sindicales” en los gremios donde las posiciones libertarias estuvieran en minoría.
La Sexta Convención Nacional se realizó entre el 28 y el 30 de abril de 1940, con asistencia de 200 delegados. Se ratificó el ingreso de los sindicatos legales interesados447. Tras ese congreso hubo un tiempo de estancamiento en varias ciudades provocado principalmente por el retiro nominal y temporal de algunas secciones locales de la Unión en Resistencia de Estucadores. Dos años después los cegetistas indicarían que entonces hubo una crisis interna de hombres y organizaciones:
“Un sino oculto o un maquiavélico plan, quiso meter cuña en nuestro movimiento, minarlo y destrozarlo en su base más sólida: sus regionales y sus dirigentes. Una larga cadena de incidencias, una trabajosa tarea de ventilación de cargos y descargos, una belicosa y cerrada crítica de ciertos militantes llegó a resentir la solidez de nuestro movimiento”448.
La crisis se detuvo en 1942. Una masiva y exitosa huelga en Santiago y nuevos encuentros internos posibilitaron este fenómeno. La primera tuvo como protagonistas a los zapateros de la Federación Obrera del Calzado, la organización más numerosa del anarcosindicalismo en la capital449. Por su parte, desde el 27 al 29 de junio, y en Concepción, se concretó la Séptima Convención Nacional de la CGT450. Meses después anarquistas y anarcosindicalistas se reunieron desde el 10 al 12 de octubre en una Conferencia Nacional de Militantes para reorganizar a la organización madre y mejorar la forma de relación y coordinación nacional de los libertarios. Entre los acuerdos estuvo la paradójica recomendación del sistema industrial como el único efectivo para tomar el control de la economía en el futuro. Este viraje en todo caso se debe mucho menos a la vieja prédica de los IWW, que al ejemplo de la CNT española y sobre todo a la propia modernización de las industrias. Otros acuerdos del encuentro fueron: crear nuevos centros de estudios sociales y ateneos para mejorar la propaganda y hacer obligatoria la cotización sindical para solventar los gastos de la entidad451. En 1942 se mantenían federaciones obreras locales de la CGT en Santiago, Talca, Chillán, Concepción, Temuco y Osorno. Otras unidades sindicales se desarrollaban además en Valparaíso, Talcahuano, Chiguayante y en la provincia de Tarapacá452.
El resurgir de la Confederación se prolongó al año siguiente debido al éxito de las actividades reorganizadoras, la unificación nacional de la Unión en Resistencia de Estucadores y las victorias huelguísticas de sus principales gremios en la capital, especialmente el del Cuero y Calzado453. En 1943 la CGT estaba compuesta por grupos y sindicatos de Iquique, Alto San Antonio, Antofagasta, Taltal, Coquimbo, La Serena, Vicuña, Ovalle, Valparaíso, Quillota, San Antonio, Santiago, Rancagua, Curicó, Talca, Chillán, San Rosendo, Concepción, Talcahuano, Tomé, Temuco, Padre Las Casas, Valdivia, Osorno, Puerto Montt y Magallanes454. Sin embargo, ese auspicioso recuento hecho por los propios cegetistas debe esconder la fragilidad y fugacidad de muchas de sus organizaciones. Puesto que antes de mantenerse el “auge” en los años subsiguientes, desde entonces la CGT comenzará nuevas crisis que con el tiempo se harían más agudas, a tal punto que su vida se extinguiría en poco más de un lustro.
El 18 y 19 de diciembre de 1943 se efectuó una Conferencia Nacional de la CGT en Curicó. Animaba a los concurrentes el deseo de “salir del marco estrecho del gremialismo, para entrar decididamente por el ancho cauce de las luchas generales de los trabajadores”. Por lo mismo, además de reafirmar los principios libertarios y las demandas aprobadas en los anteriores encuentros, se puso especial énfasis en iniciar una campaña nacional de propaganda hacia la sociedad en general. La arremetida comenzó en el Teatro Mundial de Valparaíso, en un acto coordinado por la sección porteña de la FOIC y al que acudieron unas dos mil personas. En ese evento se proyectó “Amanecer sobre España”, una película-documental sobre la revolución ibérica, enviada por la CNT a la CGT455. En los meses siguientes y como proyección de la misma campaña de socialización de ideas se formó el Frente Sindical Independiente, compuesto por la CGT, la Federación de la Construcción (libertaria), el Frente Nacional de la Vivienda, la Federación de Obreros de Imprenta, y la Federación Nacional del Calzado456. Cabe indicar que, excepto la CGT, la FOIC y la FNC, ya no se trata de organizaciones estrictamente anarco-sindicalistas. Y es que por aquellos años los libertarios, conscientes tal vez de la crisis interna de su campo y del estado similar en que se hallaba el movimiento obrero en general (la CTCH estaba dividida entre comunistas y socialistas), enarbolan con una intensidad poco acostumbrada en ellos, la idea de la unidad general de los trabajadores y sectores populares más allá de sus diferencias políticas.
Entre 1944 y 1949 hubo un paulatino retroceso en la vida interna y externa de la CGT que vanamente intentaba ser conjurado por los gráficos de la FOIC, columna vertebral por aquellos años de la central. Pequeños paréntesis de aquel proceso fueron ciertos logros en la arena sindical, como la huelga que en marzo de 1945 protagonizaron y vencieron los trabajadores del calzado (FNC), o la que entre agosto y septiembre ganaron tres mil ladrilleros adheridos a la CGT457. En medio de la nueva crisis de la Confederación (causada en gran parte por los viejos problemas de coordinación) surgió y se desarrolló entre 1946 y 1947 un “Consejo Nacional
Provisorio”458.
En pleno desbande la CGT siguió articulando algunas campañas reivindicativas generales, apoyó huelgas parciales y hasta realizó giras de reorganización nacional y un paro general contra el alza de la locomoción el 1° de septiembre de 1947459.
Desde el 27 al 28 de marzo de 1948 se realizó en Santiago su Octavo Congreso460. Se podría decir que orgánicamente la CGT acabó en 1949, cuando los pocos gremios que quedaban en su interior acordaron fomentar la creación de una entidad para todos los trabajadores y trabajadoras del país. Dicho deseo se vería coronado en 1953 con la CUT, central que a pesar de los buenos augurios, pronto traería nuevas desilusiones al campo libertario. Nominalmente la CGT desapareció ese año cuando sus representantes hablaron en el acto de fundación de la nueva organización.
Como toda entidad anarcosindicalista la CGT no solo tenía vida en
el campo estrictamente laboral, pues fue también todo un núcleo de irradiación cultural y política. Sus locales aglutinaron numerosas iniciativas relacionadas con grupos de teatro, estudiantinas musicales, charlas ideológicas, debates políticos, veladas temáticas461, exposiciones científicas, cursos de capacitación462, cursos de idiomas y muestras artísticas.
En el terreno ideológico la CGT coordinó diversas actividades de difusión del anarquismo, semanas anticlericales463, y por supuesto varias campañas solidarias con sus compañeros y compañeras en el interior y exterior de la región chilena464. Algunos de esos episodios fueron: las protestas públicas en varias ciudades contra la tiranía de Uruburu en Argentina (16 febrero 1932)465; los picnics por los presos libertarios de la Insurrección de Asturias en Octubre de 1934466; las luchas por la libertad de Pascual Vuotto y los presos de Bragado en Argentina467; el apoyo al bando republicano y anarquista durante la Guerra Civil Española; las campañas por la libertad de las víctimas del régimen franquista468. Periódicamente se recordaba también la muerte de Sacco y Vanzetti en Estados Unidos (1927), de Francisco Ferrer en España (1909), o del poeta Gómez Rojas en Chile (1920). La CGT intentó recuperar el sentido anarquista del 1° de Mayo469 y por algunos años tuvo éxito al inaugurar y masificar nuevas fechas para el universo simbólico de algunos miles de trabajadores criollos. Esas fechas fueron el 19 de Julio, inicio de la Revolución española, y el 20 de noviembre, día en que murió en Barcelona el carismático Buenaventura Durruti.
Pero la CGT no estaba sola470. En el movimiento obrero funcionaban numerosas organizaciones influenciadas por distintos sectores políticos. En la década del treinta se consolida la presencia comunista y además se masifica el socialismo. Hasta 1936 la central libertaria era la más dinámica y probablemente la más numerosa de cuantas había, ya que los núcleos socialistas y comunistas estaban divididos y cada uno levantaba sindicatos afines a sus ideas. La vieja FOCH apenas sobrevivía. Sin embargo, a partir de 1937 la tendencia cambió, puesto que el Partido Socialista y el Partido Comunista –encuadrados en la estrategia mundial soviética de los Frentes Populares– auspiciaron la creación de la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH). Entidad que se transformó en la más numerosa e importante del país. Las relaciones entre la CGT y la CTCH fueron casi siempre conflictivas. Solo en algunas ocasiones tuvieron acercamientos temporales. Pero el antimarxismo y probablemente el resentimiento que se produjo al ser paulatinamente desplazados de la arena sindical por los partidos políticos, conllevaron a que los anarquistas combatieran constantemente a la CTCH471. Por lo demás, la participación de la Central como apéndice de los partidos socialista y comunista parecía ser bastante evidente472. Con todo, en junio de 1938 ambas organizaciones llegaron a un acuerdo basado en tres ejes: 1) mejoras económicas, 2) antifascismo y 3) ayuda a España473. En agosto y septiembre de 1941 hubo otro acercamiento en torno a formar un Frente Económico Nacional474. En 1942 nuevamente se unieron en el antifascismo y en la defensa de las libertades públicas. Todas estas alianzas fueron bastante fugaces en todo caso475. Siempre había conflictos y resquemores entre las partes. Esa querella se agudizó en la década del cuarenta. En 1943, por ejemplo, la CGT rechazó una invitación de la CTCH a su congreso nacional476. Con el tiempo la propia CTCH se dividió y desde entonces hubo una que obedecía a las directrices del Partido Comunista y otra a las del Partido Socialista. Por lo mismo, antes de la fundación de la CUT en 1953, todo el movimiento obrero estaba bien fraccionado. Solo allí algunas entidades de la CGT y la CTCH (ambas fenecidas) volverán a relacionarse.
Si realizamos una síntesis muy básica del recorrido de la CGT en el
tiempo podemos distinguir algunos periodos medianamente diferenciados entre sí. Primero, uno de auge entre 1931 y 1933 caracterizado por su expansión en diversos gremios y a lo largo y ancho de toda la región; luego, entre 1934 y 1939, tuvo una vida contradictoria atravesada por pequeñas decadencias temporales y por la consolidación y diversificación del sindicalismo libertario; desde ese último año y hasta 1941 hubo una crisis debida a la descoordinación general y a los conflictos internos de los sindicatos que componían la central; entre 1942 y 1943 hay un breve resurgir, apoyado también por la preocupación del anarquismo específico; finalmente, a partir de 1944 comienza una crisis generalizada, que se profundiza y relaciona con el retroceso general que atravesaba entonces el sindicalismo en Chile. En 1953 la CGT desaparece y varios de sus sindicatos auspician y se suman a la CUT.
La CGT no fue la organización laboral más numerosa ni la más po-
derosa de su tiempo, aun cuando efectivamente fue la más determinante entre los obreros de imprenta, del calzado y de la construcción. Tampoco fue la central sindical más influyente en la escena política del país. Pero la CGT fue la entidad más compleja de los anarcosindicalistas criollos. Ideología que siguió entusiasmando a miles de trabajadores aún en los años cuarenta y cincuenta, contrario a lo que usualmente se cree. No menos de 250 huelgas que involucraron a cuarenta y cinco mil obreros y obreras fueron conducidas por los gremios libertarios entre 1931 y 1947, en todo el país477. En sus victorias y fracasos se canalizaron las potencialidades y limitaciones del discurso anarcosindicalista en la era del sindicalismo legal. El auge de la CGT, su desarrollo y su crisis nos hablan también de la propia capacidad de acción de los anarquistas chilenos.  
V.- Los libertarios, la Central Única de Trabajadores y la crisis final del anarcosindicalismo
(1953-1973).
Llegando a 1950 la capacidad de acción del movimiento sindicalista libertario se hallaba bastante mermada en comparación a otras tendencias revolucionarias. Sus fuerzas entonces se concentraban en la Federación de Obreros de Imprenta de Chile, la Unión en Resistencia de Estucadores, en parte de la Federación Obrera Nacional del Cuero y Calzado y en otros organismos pequeños entre pintores, ladrilleros, portuarios y empajadores de damajuanas478. No obstante, y a pesar de la crisis interna de la CGT y de los sindicatos de oficio que controlaban, aún contaban con una no despreciable suma de afines. Interesante en este sentido son las estadísticas que el veterano Juan Segundo Montoya hizo del movimiento anarco-sindical en 1946. Tomando las cifras de afiliados de la zona centro y sur del país, señalaba que podían movilizar cerca de 20 mil personas y convocar a unas 40 mil en total. Según su análisis, que en todo caso es preciso leer muy críticamente pues no considera variantes o posibles exageraciones, las cantidades eran las siguientes:
Santiago
FOIC, 3000 URE, 2000
FNC, 3000
Unión de Ladrilleros, 900
Pintores y Oficios Varios, 500
IWW, 80
Total: 10.080
Valparaíso
FOIC, 2000
URE, 1600
Carpinteros y Mueblistas, 800
Zapateros, 200
Ferroviarios, Cerro Barón y Puerto, 200
Oficios Varios, 600
Total: 5.400
Rancagua, Curicó y San Fernando
FOIC, 150
Total: 150
Talca
FOIC, 50
URE, 100
Carpinteros, 40
Oficios Varios, 30
Total: 220
Linares
Gráficos, 40
Total: 40
Concepción y alrededores
FOIC, 400
URE, 200
Pintores y Oficios Varios, 100
FOIC-Chiguayante, 200
Marítimos Talcahuano, 300 Total: 1.200
Temuco, Valdivia, Osorno
Todos los oficios, 1.000 Total: 1.000
Total Zona centro y sur: 18.090479.
Como se ve, aún existían miles de personas vinculadas al anarcosindi-
calismo.
Durante los años cuarenta la CGT enfrentó cíclicas crisis internas de-
bidas principalmente a problemas para relacionar a las diversas entidades afiliadas a la central, así como por la reducción progresiva de la hegemonía libertaria en sus sindicatos históricos. Varias de sus asociaciones desaparecían. Y las más fuertes y numerosas, como las de gráficos, zapateros y trabajadores de la construcción, estaban siendo estrechamente asediadas por los miembros de los partidos de izquierda que existían en su interior. En nombre de la unidad total de los trabajadores del mismo oficio, la Unión en Resistencia de Estucadores, por ejemplo, se marginó de la CGT por algunos años, aún cuando varias secciones locales no acataron esa orden. Lo mismo ocurría con los zapateros. Y si bien eso no significaba su abandono total del campo anarco-sindicalista, las oposiciones políticas internas en los sindicatos de oficios no permitían que sus directrices estuvieran siempre en sintonía con la central libertaria. La Federación de Obreros de Imprenta de Chile fue la única entidad de alcance nacional que no abandonó su vinculación orgánica con la CGT, siendo de esa forma su pilar hasta el final.
En todo caso no solo el anarco-sindicalismo estaba en crisis. El sindi-
calismo legal también estaba dividido. Desde 1946 existían dos CTCH, una bajo la dirección del Partido Socialista y otra coordinada por el Partido Comunista. Lo anterior, sumado al clima de represión política y sindical existente, sobre todo a partir de la implementación de la Ley Maldita contra los comunistas (1948), influyó en que la idea de unidad general de los trabajadores del país en una sola entidad, volviera a tomar fuerza e instalarse en los debates de todos los gremios. Por algunos años casi la totalidad de los sindicatos libertarios se sumaron a esa idea, aún cuando siempre existió la discusión con quienes pensaban que debía fortalecerse una central anarco-sindicalista, en este caso la débil CGT, en lugar de aliarse a otros sectores que, según se sospechaba, harían del sindicalismo un apéndice de los partidos políticos.
En medio de la crisis interna de la CGT que se desarrolló de forma acelerada en la segunda década de los cuarenta, comenzaron a surgir voces a favor de levantar una nueva entidad que reuniera a todos los trabajadores y trabajadoras. De hecho, Pedro Nolasco Arratia hizo un llamado en ese sentido en abril de 1947 en la Séptima Convención de la FOIC480. Siguiendo esa línea, en el último congreso de la CGT, el Octavo, concretado entre el 27 y 28 de marzo de 1948, se aprobó la sugerencia de la Federación Nacional del Cuero (que un año más tarde se unificaría con el sector partidista de su gremio para crear la FONACC) para formar una central única de todos los trabajadores del país e independiente de los partidos políticos. Los restos de la CGT crearon en 1949 un Bloque Obrero Sindical y luego un Bloque de Unificación Sindical para establecer relaciones con los gremios de otras tendencias que estuvieran inclinados a impulsar esta nueva iniciativa481.
La FONACC junto a los representantes de otros gremios inició un paulatino trabajo de unidad para construir una central de alcance nacional. El primer paso lo dieron conformando el Movimiento Unitario Nacional de Trabajadores (MUNT) en junio de 1950, con 12 federaciones afiliadas (minería, alimentación, imprentas, construcción, textiles, metalurgia, molinos, electricidad, gas y teléfono, química y farmacia, empleados municipales, cuero y calzado)482. De forma paralela, otros sectores políticos comenzaron a buscar también la unificación. Con esa sensibilidad en el ambiente se agruparon en la Comisión Nacional de Unidad Sindical, el 1º de mayo de 1952, y se coordinó finalmente la fundación de la Central Única de Trabajadores, en febrero de 1953.
Según la revista Vea, a pesar de los chiflidos, el dirigente del calzado Ernesto Miranda fue “el único que tuvo la valentía de declararse enemigo del imperialismo yanqui y ruso” en el encuentro constitutivo de la CUT. En el mismo reportaje se indica que los anarquistas fueron los que propusieron el plan de estructuración interna de la nueva central, así como la expropiación sin indemnización de todas las materias primas y riquezas naturales bajo control del imperialismo483. Los libertarios ocuparon cargos en la primera directiva de la CUT a través de algunos Consejeros nacionales: Ramón Domínguez, Héctor Durán (ambos estucadores) y Ernesto Miranda (cuero y calzado)484. En las secciones provinciales de Valparaíso y Talca, además, se hacían representar con intensidad en las figuras de Juan Barría Pizarro y Juan Segundo Montoya, respectivamente.
Sin embargo y a pesar de los vanos intentos de los anarquistas e in-
dependientes (como Clotario Blest) para evitarlo, los partidos políticos de izquierda se apoderaron pronto de la Central y el anarcosindicalismo será el primer sector ideológico desplazado de ella. En el Congreso fundacional (1953) los libertarios aparecieron con 188 delegados que representaban el 7,9% del total; en el Primer congreso (1957) llegaron con 30, conformando solo el 2% del total; el mismo porcentaje tuvieron en 1962, a pesar de que llevaron 50 delegados485.
Como hemos insinuado en otras partes, no todos los sindicalistas li-
bertarios estuvieron de acuerdo con la presencia de sus afines en la CUT. Con el paulatino encumbramiento de los partidos políticos sobre ella, otros sindicatos antiautoritarios se sumaron al descontento, marginándose o bien impulsando instancias de “recuperación sindical”. Los anarquistas que estuvieron a favor de permanecer en la CUT para tratar de “regresarla” a su origen autónomo del Estado y los partidos formaron un Movimiento Sindical Revolucionario (MSR). Con el mismo fin, en el gremio de estucadores un grupo de libertarios del sector pro-CUT fundó en 1954 la Unión General de Trabajadores de la Construcción486.
Por esos años la principal organización específica de los anarquistas
y anarcosindicalistas chilenos era la Federación Anarquista Internacional (Sección chilena). Desde esa organización, a la cual en un momento también pertenecía el sector vinculado a la CUT, y desde la Unión en Resistencia de Estucadores y la Federación de Obreros de Imprenta, se comenzó una sistemática campaña interna contra la participación libertaria en la nueva central nacional. Según ellos, los anarquistas allí reunidos estaban más preocupados de forjar alianzas con otros sectores a cualquier precio (como el pacto entre el MSR y el Partido Socialista Popular –pro ibañista– en 1955), que en fortalecer una central autónoma de los partidos políticos487.
En el Primer Congreso de la CUT, en 1957, el sector libertario fue marginado de la dirección de la entidad. Tras ello los miembros del MSR conformaron junto a otros sectores afines el Comité de Recuperación Sindical (CRS), también orientado al retorno de la autonomía para la central. Pronto se evidenció que el CRS no lograba mayores avances, salvo la desafiliación de algunos gremios de la CUT en su favor. Por último, el remarcado anti-comunismo de la entidad acabó por provocar el retiro de algunos de sus sectores más importantes, como el del cuero y calzado488. Entre el 11 y 12 de noviembre de 1958, y de un Congreso de recuperacionistas surgió una Confederación Nacional de Trabajadores CNT, con sindicalistas de varias tendencias, incluidas la anarcosindicalista489. Tanto el CRS como la CNT, en todo caso, desaparecieron rápidamente.
Al final de la década de 1950 el anarcosindicalismo chileno estaba francamente dividido. Las posibilidades de entendimiento en ese contexto de retroceso estrepitoso del ideario antiautoritario en el mundo sindical se hicieron cada día más difíciles. Una especie de postura intermedia entre el MSR y la FAI (y sus Vanguardias Sindicalistas Libertarias490) la componían los miembros de la Agrupación Anarcosindicalista. Estas tres organizaciones estuvieron en permanente conflicto, pero a pesar de las divisiones y divergencias varias veces intentaron (Agosto de 1954, por ej.) encontrar una postura uniforme. En el marco de ese acercamiento y ya consumada la marginación de los libertarios en la CUT, se desarrolló entre el 18 y el 20 de septiembre de 1958 una “Primera Conferencia Nacional anarcosindicalista”, en la cual se dio por acabada (y condenada) la participación libertaria en la Central Única, arguyendo que aquella servía a los intereses de los partidos políticos, y principalmente el Comunista. Se denostaba también a los “recuperacionistas” (Miranda incluido) porque aunque eran críticos de la actividad partidista de la CUT, querían levantar nuevos referentes “por arriba”, sin discutir primero con los trabajadores. La propuesta de la conferencia era trabajar por la unidad de cada gremio incentivando la autonomía sindical. Tras el encuentro se estableció una coordinación nacional denominada Agrupación Anarcosindicalista491. Dos meses después, en noviembre, los miembros de la Agrupación Anarcosindicalista, de la FAI y del Comité de Recuperación Sindical (ex MSR), se reunieron en una Conferencia Regional del Anarcosindicalismo estableciendo una “dirección nacional” para el movimiento. No obstante el entusiasmo inicial, este impulso se agotó pronto, pues nuevos acontecimientos y debates, como aquel suscitado por la revolución cubana, dividieron rápidamente lo poco que quedaba de anarcosindicalismo.
La crisis del campo sindicalista libertario que se arrastraba desde la
segunda mitad de la década del cuarenta se agudizó en los años cincuenta producto del avance de otras tendencias políticas en sus oficios y la disgregación del propio sector antiautoritario. Esto último, acelerado con el fracaso de su participación en la CUT, puso punto final al paso por la región chilena del anarcosindicalismo, al menos como una fuerza que aunque minoritaria, aún estaba unida y era reconocida y diferenciada como tal desde afuera y desde adentro del mundo anarquista. En la década de 1960 se remató aquella tendencia con la extinción, como fuerza autónoma e influyente, de los agrupamientos libertarios en el interior de la FOIC, la FONACC y la URE. El Movimiento Sindical Libertario que presentó listas a la dirección nacional de la CUT en mayo de 1972, aunque intentó insertarse efectivamente en el movimiento social local, no fue más que un canto de cisne.
Existen varios factores externos e internos que influyeron en la extin-
ción del sindicalismo libertario en este país. Entre los primeros se pueden consignar el auge de los partidos políticos en sus tradicionales oficios y hasta en sus propias organizaciones laborales. Aun cuando lucharon contra la presencia de partidos políticos en sus sindicatos, los anarquistas –de cierta manera– también actuaron como tales en su interior, sobre todo en su deseo de controlarles en desmedro de otras tendencias. Pero como no contaban con una organización política duradera ajena al sindicato, a diferencia de los partidos comunista y socialista, por ejemplo, no pudieron con la paulatina, sistemática y constante actividad que en su contra realizaron esos sectores. La FAI de los años cincuenta, así como otros fugaces intentos federativos, llegaron muy tarde como para revertir esa tendencia. Otras razones ajenas a sus esfuerzos fueron la modernización de las faenas de producción en donde sus oficios eran hegemónicos. Las grúas y maquinarias de los puertos, sin ir más lejos, reemplazaron a miles de estibadores, gremio que en su momento había sido vital en el campo libertario. La represión estatal y la vigilancia cada día más estrecha sobre las organizaciones laborales ilegales tampoco deben olvidarse. Por último, y como hemos insistido a lo largo de este estudio, el sindicalismo en general siempre ha estado atravesado por algunos problemas endémicos tales como la escasa participación efectiva de las bases, la no necesaria identificación de sus afiliados al ideario de su organización y el encumbramiento de caudillos sindicales en los cuales muchas veces se delegó las responsabilidades de cada entidad. Todo lo cual atentaba contra la apropiación colectiva y efectiva de un ideario político en particular por parte de todos los asociados.
Entre los factores propios del campo sindicalista libertario se encuen-
tran la debilidad (nacida posiblemente en la flexibilidad extrema) de sus organismos relacionadores superiores (IWW, FORCH, CGT) y su incapacidad para “competir” con el ideario estatista que se hizo hegemónico en el campo izquierdista del país. El Estado ya no era una “bestia” que solo reprimía, ahora parecía estar incluso del lado de los trabajadores, protegiéndolos y mediando sus conflictos con el empresariado.
Algunos sindicatos libertarios como la Federación de Obreros de Im-
prenta explican su decadencia también en sus altos logros alcanzados en el campo económico, conquistas materiales que habrían tornado a sus entidades en organismos acomodados y hasta inactivos. Y es que de hecho, en innumerables ocasiones, el auge del sindicalismo anarquista –como el de otras tendencias– se correspondía con la apertura de ciclos huelguísticos. Una vez saciadas las aspiraciones inmediatas volvían a una relativa inactividad. Es cierto que los anarquistas mantenían la vida de la organización sindical al conectarla con su circuito cultural y político, pero aún en ese terreno fueron derrotados. Ni el teatro obrero, ni los picnic, ni los deportes, pudieron con el cine y otras “ofertas” culturales de la sociedad de mercado.
Finalmente, también podrían anotarse como causantes de la crisis del sindicalismo libertario su “dispersión doctrinaria”, el sectarismo a ultranza de algunas de sus organizaciones y los limites propios de un ideario exigente de probidad. El antiguo dirigente de los estucadores Celso Poblete, consultado sobre las razones de la crisis del anarcosindicalismo en los años cincuenta, responde:
“Esta doctrina tenía un concepto moral muy rígido en los principios para los que participábamos y éramos militantes de ella; tenía conceptos muy claros de que es lo que era el Estado, y un concepto muy claro de los políticos y los partidos políticos, que los descalificaba porque nunca han sido entes que sirvan a la comunidad realmente, o sirvan al desarrollo del país, sino que miran nada más las consignas políticas y sus intereses partidarios. Por lo tanto los anarquistas, los anarcosindicalistas, no podíamos desenvolvernos en las mismas condiciones que los políticos; estaba vedado para nosotros. No podíamos ir nosotros a una asamblea y decir “oigan compañeros, vamos a participar en esta elección, elíjanme a mí que yo lo voy a hacer bien en el Congreso” o “elíjanme a mi pa’ presidente para ir a administrar el Estado”. No podíamos ilusionar a la gente porque el anarquismo sabe que esos instrumentos, esas posiciones son negativas para los trabajadores. Tampoco podíamos captar grandes masas porque el anarquismo en su esencia, en su doctrina, pa’ entenderlo necesita tiempo, necesita cultivarse”492.
Los alcances y logros del sindicalismo libertario para la sociedad chile-
na, aún cuando se desconocen o hayan sido deliberadamente omitidos por los historiadores de otras tendencias, fueron innumerables. La difusión de las sociedades de resistencia y la acción directa, las primeras conmemoraciones del Primero de Mayo, la vinculación del sindicalismo a la cultura, las incontables conquistas laborales, incluyendo la jornada de trabajo de 8 y 6 horas y los contratos colectivos, los orígenes de la CUT, y otros logros de diversa índole, son solo algunos de los aportes del anarcosindicalismo al mundo de los trabajadores y trabajadoras chilenas. Es cierto que en incontables ocasiones se mostraron sectarios y que en ciertos momentos cayeron en vicios tales como el matonaje sindical. La ambigüedad doctrinaria frente a la mediación gubernativa en los conflictos laborales, aún cuando por principios lucharan contra el Estado, tampoco debe olvidarse. Pero el anarcosindicalismo, aun con sus crisis, contradicciones y miserias, sin duda fue un importante motor de transformaciones sociales en la región chilena.
VIII.- Los Oficios Libertarios
El mundo del trabajo fue testigo de la socialización de las ideas anarquistas. El sindicalismo libertario, correa de transmisión de aquel fenómeno, contribuyó al desarrollo del movimiento social de la región chilena. Y dentro de todo este panorama hubo ciertos oficios específicos en que los anarquistas fueron hegemónicos. Allí donde tempranamente encontraron acogida, para luego demostrar la eficacia y los límites de sus métodos. Oficios que sirvieron también de reductos del pensamiento libertario cuando esas ideas eran ya olvidadas por la sociedad chilena. Esos oficios históricamente anárquicos fueron el de marítimos, panaderos, zapateros, obreros de la construcción y trabajadores de imprenta. Sobre ellos nos detendremos ahora.
a).- Rebelión de Mar y Tierra. El anarcosindicalismo en puertos y barcos (1901-1954).
El crecimiento y la diversificación del mercado interno y la exporta-
ción de materias primas, contribuyeron con el auge y la consolidación de varios puertos del país. Puertos que además de convertirse en importantes centros económicos se alzaron como ciudades verdaderamente ricas en diversidad cultural dadas las constantes olas migratorias que les inundaban. Desde las últimas décadas del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX, los principales puertos chilenos fueron Iquique, Tocopilla y Antofagasta en el norte salitrero; Valparaíso y San Antonio en la zona central agrícola, comercial y cuprífera; Talcahuano en el centro sur y el área de las minas de carbón; y Punta Arenas, en el extremo sur del continente, en la unión de los océanos Pacífico y Atlántico. Otros puertos menores fueron Arica, Caleta Buena y Coquimbo en el norte y Corral en el sur.
El mundo del trabajo allí estaba hegemonizado por los diversos oficios
del mar. En la ribera los estibadores, jornaleros y lancheros que cargaban y descargaban las embarcaciones constituían el sector más numeroso. Pero también había carpinteros de bahía encargados de reparar los navíos, donkeros y vigilantes nocturnos. En alta mar miles de tripulantes y oficiales de la Marina Mercante viajaban y laboraban a bordo de las embarcaciones.
Si bien en los diversos oficios del mar había simpatizantes de todas las ideas políticas, en las primeras décadas del siglo XX hubo allí bastante presencia anarcosindicalista. Y de hecho, en ciertos años y puertos, como en Valparaíso e Iquique entre 1915 y 1927, los ácratas fueron hegemónicos. Por ser los estibadores y los tripulantes de embarcaciones los oficios portuarios en donde hubo mayor presencia libertaria, nos centraremos en ellos, caracterizando las faenas y el desarrollo orgánico de los ácratas en las luchas de aquel sector.
Desde los orígenes del movimiento obrero y popular en la región chi-
lena los trabajadores del sector portuario estuvieron entre los más activos, combativos y mejor organizados. Aún cuando en 1825 hubo una huelga portuaria en Valparaíso, una experiencia original y extraordinariamente temprana por lo demás, cabe indicar que desde mediados del siglo XIX comenzó el impulso organizativo de este sector, primero en asociaciones de carácter mutualista (de socorro mutuo, primordialmente), para luego avanzar, ya iniciado el siglo XX, a sociedades de resistencia y sindicatos modernos.
Favorecidos por la situación estratégica en que se desenvolvían los ofi-
cios del mar, pues –por ejemplo– si declaraban la huelga paralizaban todas las exportaciones e importaciones, y por tanto gran parte de la economía en general, estos sindicatos demostraron tener una gran capacidad de presión frente al empresariado. Por ello vencieron en numerosas y significativas huelgas, y por lo mismo también fueron uno de los gremios más vigilados y perseguidos por las fuerzas del orden.
El aporte específico del anarcosindicalismo a los oficios del mar y a los conflictos sociales desarrollados en los puertos de la región chilena tiene diversas aristas. En primer lugar, y al igual que ocurrió en el interior del movimiento obrero en general, el reemplazo (parcial o total) de las viejas sociedades mutuales por las combativas sociedades de resistencia a partir de la primera década del siglo XX, fue una labor protagonizada por los libertarios. Tanto en lo que respecta a la difusión de la nueva propuesta, como en la propia organización de entidades de ese tipo. La Unión de Tripulantes de Vapores fundada en Valparaíso en 1901, con Ignacio Mora y Luís Pardo a la cabeza, fue la primera sociedad de resistencia del sector. En mayo de 1907 se fundó también en el puerto la Sociedad de Estibadores y Gente de Mar que será protagonista del movimiento social porteño en la siguiente década493. De ahí en más, este tipo de organismos se popularizó y otros sectores políticos lo adoptaron también.
La capacidad de irradiación del modelo orgánico de las sociedades de
resistencia y la propia impronta libertaria en su interior tuvo varios periodos de auge. De hecho la mayoría de los sindicatos de resistencia de estibadores, jornaleros y lancheros de Valparaíso e Iquique, entre 1915 y 1927, fueron obra de los anarcosindicalistas. Estas entidades, que si bien no duraban muchos años, lograron numerosas conquistas parciales para el sector organizado de los trabajadores del mar, tales como la reducción de jornada laboral, aumentos de salario, reincorporación de despedidos, disminución del peso de los bultos en la descarga, etcétera.
En 1913 y 1917 los gremios del mar colaboraron activamente en las
huelgas generales contra el “retrato forzoso” que el Estado quería implementar entre los trabajadores para controlar sus sindicatos y apartar de ellos a sus miembros más activos (listas negras). Eran las llamadas “huelgas del mono”. En la huelga general de 1913 vencieron retrasando con ello la aplicación de la medida. Pero en 1917 fueron derrotados totalmente. Fundamentales en ambos conflictos fueron los estibadores, jornaleros y lancheros de Valparaíso, quienes a su vez, eran los pilares de la anarcosindicalista Federación Obrera Regional Chilena. Uno de los protagonistas de esas historias fue Juan Onofre Chamorro, rostro de los movimientos sociales de Valparaíso desde 1913 hasta los años treinta. Su carisma era tal que se llegó a decir que podía paralizar todo el puerto apenas se lo propusiera. Por su rol activo en las huelgas fue amenazado de muerte en incontables oportunidades494.
Tras la derrota y una momentánea pausa conflictiva, en 1919 los li-
bertarios crearon en el país una nueva central de trabajadores cuyas siglas alcanzarían renombre entre los gremios del mar: la IWW. Los estibadores de esta organización fueron un gremio muy belicoso y efectivo en términos de enfrentamientos laborales. Realizaron numerosas huelgas obteniendo varios triunfos que se tradujeron en mejoras generales para el gremio. Tenían incluso la capacidad de paralizar solidariamente por alguna causa afín, es decir, manifestarse no necesariamente por cuestiones que le afectaban directamente. En 1920 paralizaron los puertos para no exportar cereales mientras en el país mucha gente se moría de hambre. Y cuando el 1º de mayo era ilegal, por ejemplo, antes de 1925, los trabajadores portuarios se iban a huelga en aquel día. Se paralizaron muchas veces también para protestar contra el apresamiento de luchadores sociales.
Los sindicatos libertarios del mar no solo se preocupaban por cuestio-
nes económicas pues igualmente les interesaba muchísimo la labor cultural e ideológica. Por ello crearon escuelas nocturnas y grupos de teatro obrero para sus afiliados, y sus locales fueron habilitados para conferencias, representaciones dramáticas, charlas y debates. En el terreno de la propaganda escrita publicaron varios periódicos tales como Mar y Tierra, La Voz del Mar y La Voz del Tripulante en Valparaíso, o El Productor en Iquique.
Una de las conquistas históricas del gremio de estibadores y en donde los libertarios colaboraron bastante ha sido la aplicación y defensa del “Sistema de “Redondillas”. La redondilla es una forma de organización del trabajo en donde los turnos para laborar, así como los nombres de quienes lo harían, estaban en control de los sindicatos portuarios. Es decir, ni el Estado, ni las Compañías navieras, ni los contratistas podían elegir a sus trabajadores, pues ese punto lo imponía el sindicato, lo cual capacitaba al mismo para reducir la jornada laboral y dar cupos a más compañeros. Si bien esta fue una de las soluciones dadas por los obreros para combatir la cesantía en tiempos de crisis salitrera en la segunda década del siglo XX, con los años este sistema se transformó en la base del poder y la autonomía de los trabajadores de ese sector. Era su mayor conquista. Y por lo mismo también era un gran problema para las compañías navieras, los contratistas y el Estado, quienes intentaron en distintos momentos acabar con la redondilla para de esa forma controlar las faenas. Así describían la situación desde El Sembrador, de Iquique:
“Como el sistema de redondilla puso término al favoritismo de los capataces y abolió la especulación criminal que realizaban con sus cantinas y almacenes y puso también un freno a la explotación desvergonzada de los contratistas, no hay duda ninguna que esos señores que se estaban enriqueciendo con el hambre y las lágrimas de las familias proletarias, estén empeñadas en destrozar la Redondilla, presentándola como factor de disturbio y de huelgas, cuando en realidad los únicos provocadores de los conflictos son los contratistas y la autoridad marítima puesta incondicionalmente a su servicio”495.
En 1921 el presidente Arturo Alessandri decretó el fin de la redondilla. Los gremios portuarios de Iquique resistieron hasta 1923, cuando una larga huelga acabó en una derrota total. 88 días duró la resistencia, resistencia que incluso cobró la vida de algunos huelguistas y rompehuelgas. Con el tiempo los trabajadores de los puertos del país continuaron exigiendo el retorno de la redondilla iniciando innumerables huelgas con ese objetivo496. Décadas después en varios puertos se volvió a implementar. Hoy se sigue utilizando.
Además de los estibadores, los libertarios fueron protagonistas entre los trabajadores tripulantes de la Marina Mercante. Como su lugar de trabajo eran los barcos en movimiento, esos sindicatos son difíciles de ubicar geográficamente, lo que no impidió en todo caso que estuvieran bien organizados y coordinados. La presencia libertaria alcanzó su plenitud allí a través del Departamento del Trasporte Marítimo de la IWW, organización fundada en Valparaíso el 10 de abril de 1918 y activa hasta la década del cuarenta.
Los IWW tenían grupos de afiliados en casi todas las embarcaciones que circulaban con mercancía por Valparaíso y otros puertos nacionales e internacionales. Según su prensa, entre 1924 y 1927, sus efectivos navegaban en los barcos Palena, Mapocho, Aysén, Cachapoal, Huasco, Fresia, Llanquihue, Rancagua, Maipo, Yungay, Valdivia, Aconcagua, Chile, Imperial, Magallanes, Taltal, Teno, Ebro, Marguil, Bett Chala, Essequibo, Pisagua, Alba, Quito, Tarapacá, Chiloé, Chañaral y Santiago. Esas naves pertenecían a la Compañía Sudamericana de Vapores y a la Compañía Braun y Blanchar, principalmente.
El Transporte Marítimo IWW participó en numerosas acciones con otros sindicatos de alta mar, como el Círculo de Oficiales de la Marina Mercante Nacional, que a mediados de 1925 estaba compuesto por algo más de 300 afiliados. De hecho, oficiales y obreros IWW marcharon juntos en varias jornadas. Los conflictos eran motivados por distintas razones. Algunas veces podía ser en solidaridad con algún tripulante o grupo de marinos despedidos497. En otras lucharon para implantar la jornada de 8 horas en las embarcaciones498. Y no faltaron las huelgas solidarias. En abril de 1925, por ejemplo, la tripulación de los vapores Cachapoal, Aconcagua e Imperial, todos afiliados a los IWW, ayudaron a ganar una huelga a los telegrafistas de dichas embarcaciones499.
Al igual que otros gremios libertarios, también enfocaron esfuerzos por el desarrollo cultural de sus afiliados y del pueblo en general. Desde 1921 a 1927, todos los jueves realizaban charlas y comicios en la Plaza Echaurren de Valparaíso. Y en 1925 fundaron el Cuadro Artístico Francisco Ferrer, compuesto casi en su totalidad por tripulantes de embarcaciones500.
La presencia libertaria en los sindicatos de Mar y Tierra comenzó a retroceder en los últimos años de la década del veinte. Uno de sus últimos actos significativos a nivel nacional dentro de los gremios de Mar y Tierra fueron las convenciones marítimas de 1925 y 1926, en Valparaíso y Coquimbo, respectivamente. Ambas organizadas por el Transporte Marítimo IWW de Valparaíso. La primera se realizó en el Teatro Palace de esa ciudad entre el 1 y el 6 de mayo. A ella asistieron 22 delegados y mil personas concurrieron como espectadores501. Del 26 al 30 de mayo de 1926 se realizó la Segunda Convención en Coquimbo. Asistieron 1500 personas como público entre hombres, mujeres y niños. De ese encuentro, desarrollado al estilo de las tradicionales veladas libertarias, surgió un Comité de Obreros Marítimos y Portuarios del Litoral Chileno que se encargaría de organizar la “Gran Unión Marítima del Litoral Chileno”502. Meses antes los IWW habían participado en el encuentro continental de tripulaciones IWW denominado “Congreso Continental Marítimo y Portuario de América” que se desarrolló en Montevideo el 20 y 21 de marzo de 1926.
La Dictadura de Ibáñez, entre 1927 y 1931, barrió con los sindicatos libertarios del mar y con todas las iniciativas que estaban organizando. Por algún tiempo el sindicato de estibadores IWW de San Antonio resistió.
Pero pronto sus dirigentes fueron apresados.
En la década del 30, muy pocos sindicatos en el litoral chileno se reorganizaron ilegalmente, como proponían los anarcosindicalistas. Recordemos que ya estaba vigente el Código del Trabajo. La mayoría de los organismos sindicales del sector portuario se vinculó desde entonces a las centrales socialistas y comunistas503. Por algunos años la influencia ácrata siguió vigente en Iquique a través del Gremio de Lancheros (1933-1936) y del Gremio de Gente del Mar (1942), en San Antonio mediante el Sindicato Marítimo de Estibadores (1939), y en todo el litoral, aunque no con la fuerza de antes, por medio del Transporte Marítimo IWW. En los años cincuenta en Talcahuano y San Antonio los sindicatos de estibadores estaban coordinados por algunos viejos libertarios504.
Incidieron en la crisis del anarcosindicalismo en los oficios del mar
el auge de las otras corrientes políticas revolucionarias (socialismo y comunismo), la represión estatal y la expansión del sindicalismo legal. Otra razón bien determinante fue la modernización de los puertos. Pues la introducción de maquinaría avanzada dejó sin trabajo a miles de obreros que laboraban en la estiba. Y, como hemos visto, la estiba había sido un pilar fundamental de la presencia anarquista en los gremios de Mar y Tierra.
b).- Tras La Conquista del Pan. Una historia de los panaderos libertarios.
“Somos agitadores de oficio, y dejaremos nuestra profesión cuando vosotros dejéis de ser sanguijuelas de la humanidad. Después… veremos si podemos agitar otra cosa” (Juan Levadura, Santiago, julio 1921)
Dicen que Chile es el segundo país consumidor de pan en el mundo. Tal dato nos esboza ya la importancia de este particular alimento en nuestras dietas. Y sin embargo bien poco sabemos de quiénes lo hacen. Menos aún podría imaginarse la vinculación entre este oficio y las ideas anarquistas. Pero la hubo, y sobre ello hablaremos a continuación505.
La presencia libertaria entre los panaderos –en términos orgánicos– se remonta a 1902, año en que los ácratas fundan en Valparaíso la primera sociedad de resistencia en el interior de ese oficio506. En Santiago, Rancagua y otras ciudades se reproducirá la tendencia en toda esa década507. Durante los siguientes años nacerán y se extinguirán otras decenas de pequeñas unidades similares. Según datos de la Oficina del Trabajo, hacia 1910, el gremio de panaderos era –junto al de zapateros– el más organizado. Y la mayoría de las entidades sindicales del sector eran sociedades de resistencia508.
Por aquellos días las principales luchas del gremio panaderil tenían que ver con la reducción de la jornada laboral y sobre todo con la eliminación del trabajo nocturno. Otras demandas permanentes eran la higienización de las panaderías y el aumento de sueldos.
En la segunda década del siglo XX ya se establecen de forma un tanto más solida sociedades de resistencia de panaderos en Valparaíso, Viña del Mar y Santiago509. Cuestión que posibilitó la existencia de los primeros intentos de coordinación nacional del área. En 1917 la Unión en Resistencia del Gremio de Panaderos de Valparaíso (de orientación libertaria) realizó una gira por el país para organizar a los panaderos y afianzar relaciones entre los organismos del ramo existentes. La comisión pasó por Santiago, Puente Alto, San Bernardo, Melipilla, San Antonio, Rancagua, San Fernando, Rengo, Talca, Curicó, Chillán, Concepción, Talcahuano, Los Ángeles y Temuco. La idea era fundar una Federación en Resistencia de Panaderos a nivel nacional. Finalmente el esfuerzo no perduraría. No obstante en un par de años aquella realidad cambiaría drásticamente510.
Es en 1920 cuando comienza a gestarse una organización nacional de panaderos. Los libertarios del ramo, agrupados en el Centro Comunista de Panificadores afín a la IWW, fueron protagonistas de aquel impulso que condujo finalmente a la fundación de la Unión Sindical de Panificadores (USP). La Unión fue la entidad más sólida, numerosa y efectiva del gremio en la década de 1920. Nunca antes había existido una coordinación tan compleja y efectiva entre los trabajadores de esa rama de la producción. La USP no se adhirió explícitamente al Comunismo Anárquico, pero su forma organizativa federalista, su orientación sindicalista revolucionaria y antiparlamentaria, así como sus posicionamientos políticos e inquietudes culturales, la vinculan estrechamente con el campo libertario. El Centro Comunista de Panificadores, organización paralela y conectada con la USP, sí fue abiertamente anarquista y durante años trabajó para mantener las posiciones antiautoritarias en el interior de la organización madre511.
La USP se fundó en Santiago en 1921 y tras la Primera Convención Nacional del gremio realizada en septiembre de 1923 consolidó sus secciones en la capital, en Valparaíso, Viña del Mar, Chillán, Curicó, Concepción512, Temuco y otras ciudades513. La Unión declaró que su primer objetivo era:
“Asociar a todo el elemento panaderil, para exigir de la clase capitalista, a medida de su fuerza y capacidad consciente, todas las mejoras materiales y morales a que tiene derecho para vivir una vida digna y feliz”.
Según Juan Carlos Yáñez: “la Unión Sindical se organizaba en torno a la Junta de Administración, que llevaba a cabo la labor ejecutiva, y al Comité de Relaciones, que coordinaba los “pactos de alianza” entre las diferentes organizaciones de panaderos del país. Estos pactos consistían en la coordinación de las acciones en pro de la defensa de los agremiados y la lucha en contra de los industriales panaderos”514. Esas estructuras coordinaban federalmente a una serie de organismos sindicales del gremio, mezclándose mutuales con sociedades de resistencia, las cuales eran completamente autónomas en sus decisiones internas. La entidad contaba con una Bolsa de Trabajo y cada afiliado poseía un carnet. Es decir, y al igual que en otros organismos, el sindicato intentaba monopolizar los empleos en la industria.
La USP relacionaba organizaciones de panaderos, pero también estaba vinculada con la Unión Sindical de Repartidores de Pan. El 24 de febrero de 1926 se fundaría en Santiago la Confederación Sindical de la Harina, que además de la USP y los repartidores, estaba integrada por la Unión Sindical de Obreros de Molinos y la Unión Sindical de Confiteros, Pasteleros y Anexos515.
Al igual que otras sociedades sindicalistas libertarias, la USP no solo se movilizaba por asuntos particulares del oficio. En sus locales gremiales se realizaban conferencias temáticas, cursos de capacitación y representaciones teatrales. Hasta proyectaron crear escuelas racionalistas. Sus periódicos fueron El Comunista y La Voz del Panadero.
La USP demostró ser una organización sólidamente coordinada y efectiva en los conflictos laborales. Desde 1921 hasta febrero de 1927, cuando comenzó la Dictadura ibañista, lideró innumerables huelgas del gremio, ganándose con ello la enemistad y hasta el odio de los industriales del ramo. Muchas paralizaciones acababan con enfrentamientos violentos. Los panaderos de la USP no escatimaron en usar hasta armas contra los rompehuelgas. Y viceversa. He aquí algunos episodios de sus primeras luchas.
El 2 de junio de 1921 la USP de Valparaíso declaró la huelga en varias panaderías. Los panaderos obligaron a los industriales a firmar contratos colectivos con el sindicato. Una panadería reacia fue destruida con una bomba. En otra un huelguista mató de un tiro a un rompehuelgas. Después de 18 días de paralización, las 32 panaderías más grandes del puerto firmaron el contrato516. El 18 de junio de 1921 los dueños de panaderías de Santiago realizaron un lockout general con el objetivo de destruir a la incipiente USP. Al día siguiente varios gremios solidarizaron y realizaron a su vez una huelga general en Santiago. El resultado fue un triunfo de los panificadores “a pesar –según señalaban los anarquistas– de que las circunstancias obligaron fatalmente a aceptar medios que están en pugna con los métodos revolucionarios preconizados por esta institución”517. Esto es, se usó el Tribunal Arbitral, mecanismo estatal de mediación de conflictos. En julio de ese mismo año un lockout en Valparaíso acabó en empate518. El martes 16 de agosto fue asaltado un local de la USP de Santiago (Santa Rosa 1279)519. Otros conflictos pequeños y puntuales se desarrollaban también por el resto del país.
En septiembre de 1923, y convocada por el Centro Comunista de Panificadores, se desarrolló la Primera Convención Nacional del gremio, iniciándose tras ella una campaña en toda la región chilena para abolir el trabajo nocturno. En algunas ciudades, como Iquique, tal demanda se conquistó en 1924520.
La Unión Sindical de Panificadores no era una entidad totalmente homogénea políticamente. En su interior, eso sí, existió el Centro Comunista de Panaderos (1920-1923), una organización revolucionaria anarquista que hizo todo lo posible por relacionar al sindicato, con las ideas libertarias y con la IWW. Durante algunos años esos vínculos fueron estrechos, aunque también hubo roces521. En el interior de la USP, hemos dicho, existían otras tendencias. La más importante, además de la libertaria, era aquella que impulsaba la idea del sindicalismo puro, es decir, construir una organización gremial fuera de la tutela de los partidos políticos y sin finalidad ideológica. Esta opinión fue ganado terreno en la entidad y en la VI Convención de Chillán, en octubre de 1926, la USP señaló que la organización era “ampliamente evolucionista”, quedando a criterio de cada sección la manera de interpretar esa expresión. Las formas de lucha, legal o ilegal, también quedaban a su juicio. No obstante lo anterior, la USP casi siempre estuvo vinculada a la órbita de acción del campo libertario. En 1925, por ejemplo, los panaderos de Santiago y Talca estuvieron en la cabeza de un movimiento popular que exigió y finalmente logró la libertad del anarquista Efraín Plaza Olmedo, preso desde 1912 por un doble homicidio político. En 1926, en tanto, la USP fue una de las fundadoras de la Federación Obrera Regional Chilena, la rival anarcosindicalista de la IWW.
Dado que las Juntas Militares que hubo en 1925 decretaron la abolición del trabajo nocturno de los panificadores, una vieja y sentida demanda del sector, el sindicato reaccionó con cierta ambigüedad ante los acontecimientos. No se des-enmarcó completamente de la Junta como las otras entidades libertarias e incluso halagó en sus páginas a los ministros preocupados por instaurar las leyes sociales (una herejía para el resto de los sindicatos revolucionarios).
En febrero de 1927 comenzó la Dictadura de Ibáñez que persiguió al sindicalismo revolucionario. En diciembre la Junta Relacionadora de la USP se declaró en receso. Se creó entonces un Comité Relacionador de Panificadores que en 1929 pasó a constituir la Confederación Sindical de Panificadores de Chile. Algunos panaderos vinculados al anarquismo abandonaron las ideas y en su paso al sindicalismo puro incluso llegaron a homenajear al Dictador, como ocurrió con Carlos Olguín Cerda en 1928. Estos participaron en otras instancias sindicalistas permitidas y alentadas por el gobierno, como el Congreso Social Obrero (1928) y luego en la Unión Central de Sindicatos (1930).
Con la caída de la Dictadura los sectores anarcosindicalistas de pa-
nificadores denunciaron las traiciones y la entrega de la organización al sindicalismo legal. En diciembre de 1931 hubo una Convención en que se manifestó el sector revolucionario exigiendo vanamente el retorno de la organización al sistema de sociedades de resistencia.
Al igual que en los gremios del mar, durante los años treinta los anar-
quistas perdieron hegemonía entre los panaderos. Las nuevas entidades sindicales se vincularon mayoritariamente a las centrales socialistas y comunistas. Desde entonces, solo algunas sociedades de resistencia, como el Sindicato nº6 de Panificadores de Santiago, bien activo entre 1943-1945, siguieron reivindicando los métodos y la cultura ácrata.
c).- Desde El Andamio. La anarquía y los obreros de la construcción
“Desde esta humilde tablada os desafío; miradme bien, vuestro edificio es mío; mío desde el remate hasta la planta, mío porque mi mano lo construye, y esta mano es la mano que levanta, pero es también la mano que destruye”
Joaquín Dicenta.
Están en todas partes y desde hace mucho. Las hay de todas las formas, edades y finalidades. Y aunque las vivimos todos los días, de tan cotidianas se nos pasan inadvertidas. En cada ciudad del mundo y a cada palmo se disemina la obra inagotable, diversa e inabarcable de generaciones y generaciones de trabajadores de la construcción. Casas, edificios, hospitales y teatros, cuarteles, bibliotecas, cárceles y escuelas se levantaron y levantan día a día por el amor y el odio, la solidaridad y la dominación, para el saber y el adoctrinamiento, para controlar el espacio y la humanidad. No hay edificaciones inocentes. Ideas hubo entre quienes las proyectaron y financiaron. Pero ideas también hubo entre quienes entregaron sus días construyéndolas. Ideas que les inquietaron e hicieron cuestionar la razón de su obra y de sus vidas. Ideas que como el anarquismo les provocaron a pensar un mundo completamente distinto en donde ya no se construiría para otros o para el odio, sino para la libertad522.
El mundo de la construcción está compuesto por muchos y diversos actores. Desde los empresarios, el Estado y los contratistas como agentes empleadores, pasando por los ingenieros, arquitectos y capataces como proyectistas y supervisores, hasta llegar a las distintas especialidades de los obreros en la ejecución misma de la obra: tapiceros, carpinteros, estucadores, concreteros, empapeladores, albañiles, enfierradores, gásfiters, electricistas, ebanistas o mueblistas, areneros, pintores, baldosistas, vidrieros, enceradores, entejadores y jornales. Cada uno de esos oficios además estaba subdividido en maestros, oficiales y aprendices. Y es que una obra en construcción es un verdadero festival de secretos y saberes, sonidos y materiales, de silbidos y melodías, complicidades y maldiciones. Una canción bien difícil de registrar.
Este capítulo abordará la relación entre los trabajadores de la construc-
ción y las ideas anarquistas, nexo no muy conocido, y que sin embargo fue una realidad durante más de sesenta años en el interior del movimiento obrero chileno. Por ser la Unión en Resistencia de Estucadores (19171973) la más clara y sólida expresión de aquella vinculación, gran parte del siguiente relato se centrará en ella.
Desde mediados de siglo XIX aparecieron en Chile sociedades mutuales entre carpinteros y ebanistas. Eran entidades de protección y ahorro principalmente. Fue a principios del siglo XX cuando aparecieron los inaugurales sindicatos modernos a través de las sociedades de resistencia, auspiciadas por los libertarios, pero también apoyadas y organizadas por socialistas y miembros del Partido Democrático. La Sociedad de resistencia de Carpinteros de la Construcción fundada en Santiago en 1901 debió ser la primera entidad moderna en esta rama de la producción. A partir de entonces aparecieron sociedades de resistencia en Valparaíso, Punta Arenas y otras ciudades, y ya no solo se agruparon los carpinteros, también lo hicieron con fuerza los albañiles, estucadores y pintores. Durante dos décadas hubo innumerables intentos organizativos que aunque puntualmente lograron pequeñas conquistas no tuvieron mayor proyección temporal.
El ímpetu organizativo iniciado en 1917 revirtió el escenario sindical
de la construcción. Desde entonces surgieron entidades más solidas y mejor organizadas, como la Unión en Resistencia de Pintores523 y la Unión en Resistencia de Estucadores524.
La Unión en Resistencia de Estucadores (1917-1973).
La Unión en Resistencia de Estucadores se fundó entre el 4 y el 11 de marzo de 1917 bajo la iniciativa de un puñado de obreros reunidos en la calle Escanilla del barrio Independencia de Santiago. Sus estatutos originales se realizaron a imagen y semejanza de un documento similar traído al país por un anarco-sindicalista español525. Al mismo tiempo, un grupo de estucadores y albañiles de Valparaíso se hallaban en similares tareas.
La URE surgió como una entidad libertaria, es decir, pregonó la ac-
ción directa y se posicionó en el radio de influencia y actividad de ese ideario. Aunque hubo cambios en el tiempo, por lo general se organizaba de la siguiente forma: cada construcción en ejecución contaba con una asamblea de simpatizantes. La asamblea enviaba “delegados de obra” a la junta administrativa de la Unión en Resistencia. Allí, un secretariado (no tenían presidentes) relacionaba y coordinaba a los distintos sindicatos de la ciudad526. De esa forma se podían apoyar en las huelgas particulares y coordinar campañas que les involucrasen directamente a todos. A nivel nacional la URE funcionaba como una federación. No tenía una dirección central y aún cuando se daban periódicamente directrices generales, cada sección local era autónoma en su funcionamiento interno.
Desde los años treinta, cuando se implementó el Código del Trabajo, la Unión se transformó en una federación de sindicatos ilegales, pues no aceptaba la sindicalización legal ni la mediación estatal en los conflictos laborales527. Al menos esa era la idea, pues en la práctica no faltaron los acuerdos logrados bajo métodos indirectos. En 1955 la organización debió implementar un “sindicato chapa” para evadir el acoso de la represión. Es decir, mientras decían ser un sindicato legal, de no más de 300 miembros, en realidad coordinaban nacionalmente a miles de trabajadores528. El mismo método utilizaron otros gremios libertarios como los gráficos y zapateros.
La cantidad de sus miembros no es del todo clara y solo tenemos frag-
mentos parciales. En Santiago las cifras promediaron los tres mil529. En 1935, en Osorno, la URE contaba con 800 afiliados530. Esa cifra en todo caso debe estar condicionada por el temporal auge de ese ramo en la zona. Las secciones locales de Santiago, Valparaíso y Concepción fueron las más numerosas, y cada una de ellas llegó a contar miles de miembros. En las otras ciudades, menores que las anteriores, las cifras debieron alcanzar al par de centenas.
Pocos días después de ser fundada la Unión en Resistencia de Estuca-
dores comenzó su activa vida en la arena de las luchas sociales. El primer acto público de la institución fue acudir a la conmemoración del 1° de Mayo con su estandarte rojo. En junio de ese mismo 1917 contaba ya con 200 afiliados. El 23 del siguiente mes iniciaron la lucha en el Palacio Bruna (o Ariztia) de Santiago para implantar la jornada de 8 horas de trabajo. 17 contratistas y arquitectos aceptaron el pliego. En noviembre y tras 9 días de lucha los compañeros del puerto también vencieron. Era la primera vez que se conquistaba la jornada de 8 horas en la región chilena. En abril de 1919 la URE ayudó a las uniones en resistencia de pintores y carpinteros a conseguir ese significativo logro531.
El principal auge de la organización se dio a partir de los años treinta cuando se desarrollaron secciones locales en Arica, Iquique, Antofagasta, Valparaíso532, Viña del Mar533, Aconcagua, San Antonio, Santiago, Rancagua, Talagante, Talca534, Curicó535, Chillán, Concepción536, Temuco537, Valdivia538, Osorno, Puerto Varas, Puerto Montt y Coyhaique.
La URE, hemos dicho, era un sindicato de tendencia anarco-sindicalista y como tal se vinculó orgánicamente, aunque no de forma permanente, a las centrales libertarias como la IWW y la FORCH en la década de 1920, y a la Confederación General de Trabajadores desde los años treinta. Pero afiliarse homogéneamente a las organizaciones libertarias cada vez fue más difícil, sobre todo a partir de los años cuarenta. Esto ocurría principalmente porque la organización era una federación articulada de forma nacional, numerosa, y dado que pretendió la unidad de todos los estucadores del país, debió enfrentarse naturalmente a los grupos que eran afines a los partidos de izquierda. En su afán unificador aglutinó a varias secciones en donde predominaban quienes no eran anarco-sindicalistas, a pesar de que aceptasen los estatutos elaborados según aquellos principios. En la URE entonces, existían varias tendencias que pugnaban constantemente con la línea libertaria predominante. Estas tendencias eran el sector “partidista” vinculado a los partidos marxistas, y el sector “gremialista” que prefería seguir una línea sindicalista pura. Desde los años cuarenta libertarios y gremialistas dominaron alternadamente la Unión hasta comienzos de los sesenta. De las constantes pugnas nacieron varios momentos de tensión que amenazaron la propia existencia de la URE.
La trayectoria histórica de la Unión en Resistencia de Estucadores es realmente complicada de sintetizar por las variantes geográficas. Aún así intentaremos dar una imagen panorámica y parcial de la misma. Desde 1917 a 1927 predominó la línea anarco-sindical, cercana a la IWW y luego a la FORCH. En esa década los obreros de la construcción realizaron varias huelgas en Valparaíso y Santiago para aumentar salarios principalmente. Según ciertos estudios, el auge de la URE y sus éxitos y fracasos, estaban relacionados con los propios ciclos de apogeo y decadencia de la construcción en general. Mientras más trabajo había y mas mano de obra se necesitaba, su poder iba en aumento, ocurriendo todo lo contrario cuando el empleo escaseaba539.
Bajo la Dictadura Militar de Carlos Ibáñez, entre 1927 y 1931, la URE fue castrada de su potencial revolucionario y sus exponentes libertarios y comunistas fueron perseguidos, encarcelados y exiliados. Una dirección neutra y hasta proclive al gobierno intentó mantenerla540.
Tras la caída de la Dictadura, el sindicato retornó a su tendencia anar-
cosindicalista y en consecuencia se sumó a la CGT. Hay que remarcar no obstante que en su interior seguían existiendo corrientes contrarias a la “dirección” libertaria541. El despertar sindicalista tras los cuatro años de sistemática represión hizo que entre 1931 y 1932 se desatara una gran ola de paralizaciones parciales542. En ese contexto la Unión en Resistencia de Estucadores logró implantar la jornada de 6 horas en algunas obras fiscales de la capital (Tribunales de Justicia, Museo Histórico, Escuela de Ingeniería, Biblioteca Nacional) en noviembre de 1931. Nuevamente fueron los primeros en lograr una victoria de ese tipo543. La Unión General de Laboradores en Madera lo hizo en noviembre de 1932544. En mayo de 1935 la URE impuso nuevamente las 6 horas en tres obras de Santiago545.

1941. Unión en Resistencia de Estucadores de Chillán.
Desde el 30 de abril al 1° de Mayo de 1932 hubo una Convención Nacional de los estucadores en Talca. Los principales acuerdos del torneo fueron: financiar una imprenta, exigir un sueldo mínimo de 15 pesos y la Jornada laboral de 6 horas. El centenar de asistentes culminó el encuentro vivando a la anarquía y la revolución social546. Durante los meses siguientes el país se sumió en los golpes y contragolpes de la República Socialista. Tras la caída de ese gobierno progresista, el 18 de junio de 1932 se inició una gran huelga en Santiago que involucró a cinco mil trabajadores de la construcción547. Por aquellos días, además de los estucadores, los libertarios contaban con sindicatos en otros oficios de la construcción tales como pintores, ebanistas, jornaleros, enfierradores y ladrilleros.
Pero los anarquistas no estaban solos. En 1933 y 1934 funcionaba en Santiago el Comité Único de la Construcción, organización revolucionaria dirigida por socialistas y filo-troskistas, en la que convergieron varios sindicatos del gremio548. Mientras tanto, la represión del segundo gobierno de Arturo Alessandri arreciaba en el país. De abril a septiembre de 1934, por ejemplo, El Andamio, periódico de los estucadores libertarios, fue clausurado549.
En febrero de 1935 y durante la IV Convención Nacional del gremio,
los estucadores libertarios unieron a la URE con los sindicatos de ladrilleros y pintores, y crearon la Federación Sindical Libertaria de Estucadores de Chile, a la que en diciembre de 1936 afiliaron a la CGT550. En su Declaración de Principios señalaron que aceptan la lucha de clases en todas sus partes y que harían guerra a la burguesía y a los contratistas, por ser elementos intermediarios que no debieran existir. En esa Convención se acordó además protestar contra la Guerra del Chaco y las dictaduras en España, Argentina y Cuba y protestar contra la reacción en Chile y la reducción de la libertad de reunión y prensa. Por último, también señalaron:
“Hemos ratificado nuestros principios libertarios y hemos agregado una finalidad anti-estatal a nuestra declaración de principios, hemos acordado luchar de acuerdo a la tendencia libertaria al margen de la política y sus apéndices electoreros, contra el vasallaje, la explotación y la opresión, proyectar la acción hacia la destrucción del capitalismo y del Estado por ser estos los generadores de las injusticias y los privilegios clasistas, hasta conseguir el advenimiento de un nuevo sistema de convivencia social, donde la distribución, producción y consumo estén controlados por los sindicatos de trabajadores”551.
Pero los conflictos políticos internos permanecían en las secciones lo-
cales de la URE, sobre todo aquellas ubicadas en Valparaíso y Viña del Mar. Las disputas se desarrollaban en el periódico El Andamio y en las obras. En el primero eran monopólicos los textos libertarios. En las obras los “políticos” acusaban a los libertarios de no dejarles trabajar552. Los anarquistas, por su parte, exigían el respeto de los métodos de acción directa de la organización553.
El 6 de diciembre de 1936 un sector político abandonó la URE y fun-
dó la Unión Gremial de Estucadores (UGE), que se adhirió en 1937 a la Federación Industrial Nacional de la Construcción (FINC). La UGE se unió al Sindicato Profesional de Estucadores para contrarrestar a la URE libertaria. Pero la aventura duró poco. Los escindidos no lograban encontrar trabajo porque las obras estaban controladas por la URE libertaria, y muchos de ellos se vieron obligados a regresar. Desde septiembre de 1937 hasta marzo de 1938 hubo un acercamiento con los sectores políticos que culminó en su retorno a la URE554. Cabe señalar que en 1937 la organización decía representar al 90% de los estucadores de la capital.
Desde junio a septiembre de 1938 se desarrolló la llamada Huelga de los Cien Días (17 obras paralizadas, 1000 obreros comprometidos) que no obstante lograr un triunfo parcial, significó un costo demasiado alto para la entidad y sus afiliados555. La Policía de Investigaciones intentó destruir a la URE arguyendo que era ilegal y terrorista. Pero la Justicia desestimó la acusación. Más de sesenta estucadores fueron apresados en esos días. Hasta se les flageló con electricidad. “El anarco sindicalismo –decían los obreros de imprenta– se jugó en este conflicto una carta brava”, pues todos lo querían derrotado556. El sector político acusó de “descabellado” el conflicto y a los dirigentes libertarios de “ambiciosos”. Luego difundió un rumor de fraude. Con todo esto a mano, comenzó una campaña para desafiliar a la URE de la CGT y los conflictos se agudizaron dramáticamente. Durante una refriega callejera en 1939 terminó muerto René Mella, ex secretario general de la UGE. Se culpó a los anarquistas del hecho.
En marzo de 1939 ganaron el directorio los “gremialistas” y por lo
mismo la URE se retiró de la CGT557. Los anarco-sindicalistas, que contaban con el apoyo de varias uniones locales en la capital y en provincias, desconocieron el resultado y dividieron a la entidad. Desde entonces, y hasta 1945, existieron dos URE en la capital, con sus respectivos órganos de publicidad y locales gremiales (los libertarios en calle Infante 1439, y los gremialistas en Lord Cochrane). La URE no libertaria fue disputada por gremialistas, socialistas y comunistas enconadamente, reproduciendo en su interior las diferencias y alianzas circunstanciales de sus partidos. En esa URE, los gremialistas desconocieron la elección de 1940, en la que socialistas y comunistas habían vencido. Finalmente 1940 terminó con tres URE, una libertaria, una gremialista, y otra política. Hay que señalar que entre los gremialistas había varios anarcosindicalistas que si bien preferían la unidad del gremio a la finalidad ideológica del sindicato, colaboraron con la URE libertaria en varias ocasiones. Estos sectores eran más afines entre ellos, que frente a los políticos.
Como hemos dicho, los anarcosindicalistas siguieron su propio camino y, paradójicamente recurrieron al Estado para mantener el nombre de El Andamio, pues los gremialistas, desde la división, sacaban un periódico con el mismo nombre. En 1942, los estucadores anarcosindicalistas, siempre vinculados a la CGT, lo trasladaron a Concepción, donde lo publicaron hasta abril de 1945.
El 28 de agosto de 1941, y en una asamblea de 3000 estucadores, las tres versiones de la URE de Santiago se reunificaron. Condición para ello era desafiliar a la entidad de la CGT. Fue elegido secretario general el “gremialista”, aunque anarquista, José Venegas Castro558. Pero la unidad en Santiago no se reflejó demasiado en provincias. Las URE del sur se mantuvieron fieles a la CGT559. Desde 1942 a 1947 el predominio de la Unión se turnó entre gremialistas y anarcosindicalistas, alianza no exenta de roces y conflictos560.
En 1947 hubo una nueva crisis gatillada por el apoyo de algunos secto-
res minoritarios a la candidatura presidencial de Gabriel González Videla, crisis que desembocó en la expulsión de los comunistas y el abandono de varios socialistas de la organización. El sector marginado creó el Sindicato Único de Estucadores, afiliado a la CTCH y a la FINC. Los enfrentamientos entre esta entidad y la URE eran constantes. En las obras no podían trabajar juntos, y los que estaban en minoría, debían abandonarla. El 21 de marzo fue asesinado el estucador libertario Gerónimo Reyes por un militante comunista561. En el funeral se produjo una reyerta de proporciones con varios heridos en ambos bandos. A fines de ese año, sin embargo, se acuerda la unidad en la acción.
Para mantener la cercanía con los gremialistas, los anarcosindicalistas dejaron los cargos que recientemente habían ganado. Desde 1947 y hasta 1959 secundaron a los gremialistas en la dirección562.
Pasando a otros temas, el 1º de mayo de 1948 la Asociación Chilena Anticomunista asaltó el local del gremio en la capital, hecho inserto en el contexto de la llamada Ley Maldita. En lo cultural, ese año también la URE comenzó a transmitir un programa denominado “Andamio al Aire” en la Radio Prat, dirigido por José Venegas Castro y Domitila Briceño, que además de dar noticias sobre el gremio, realizaba jornadas de radio teatro. En 1952 y con la ayuda de algunos departamentos de la Universidad de Chile y de FLACSO, la Unión inició varios cursos de capacitación técnica para sus miembros563.
Un episodio que impactó al país y marcó la historia del gremio fue el
accidente que un grupo de trabajadores de la URE sufrió el 26 de septiembre de 1952, en el que murieron nueve compañeros y otros veintiséis quedaron heridos. La conmoción fue nacional y se sucedieron los gestos de solidaridad, incluso desde los industriales y la alta política nacional, así como desde diplomáticos extranjeros564.
Como decíamos anteriormente, en los años cincuenta los gremialistas tomaron el control de la URE, pero sin imponerse completamente sobre el sector libertario. La organización en general continuaba operando y propagando la acción directa y la lucha de forma autónoma a los partidos políticos565. Entre 1957 y 1959 los libertarios vuelven a controlar la URE y El Andamio expone un contenido marcadamente anarcosindicalista. Como la CUT ya estaba en manos de los partidos de izquierda, la URE (tras ser una de sus impulsoras) se margina de la misma en 1958. Esto último con la oposición de un importante sector gremialista, así como de los también anarcosindicalistas de la Unión General de Trabajadores de la Construcción (UGTC)566.
En agosto de 1959 estalla una nueva crisis. Celso Poblete, dirigente de un sector libertario denuncia ser víctima de una campaña de desprestigio en su contra. En una asamblea los gremialistas y algunos anarco-sindicalistas lo expulsan de la organización. Se produce un enfrentamiento y Poblete, acusado de balear a un opositor, fue enviado a la cárcel. Dada la delicada situación se llamó a una elección extraordinaria. No todos dieron legitimidad a ese encuentro que por temor a desbordes debió ser resguardado por Carabineros. En esas elecciones los gremialistas “vencen” abrumadoramente. No obstante, algunos “veteranos” anarcosindicalistas, luchando por la unidad del gremio, siguieron en su interior. Tal fue el caso de Ramón Domínguez, por ejemplo, quien luego de haber participado de la UGTC regresó a la URE.
Los anarcosindicalistas, los que se auto marginaron de las elec-
ciones y los que fueron “derrotados” en ella, se organizaron en la Unión en Resistencia de Estucadores Libertarios y siguieron publicando El Andamio, mientras que los gremialistas (que no tenían los derechos legales) fundaron el URE (1960-1969), de orientación pro-CUT567.
Solo el 24 de febrero de 1966, y tras largas negociaciones, la URE se reunificó. Si bien los libertarios obtuvieron algunos cargos en las nuevas directivas (Salustiano Carvajal fue redactor del URE en 1968, por ejemplo), desde entonces el gremio pasó a manos de los gremialistas y rápidamente luego a los sectores afines a los partidos de izquierda.
A lo largo de su historia y no obstante sus conflictos internos, la URE
llegó a ser una solida, numerosa y efectiva organización. Entre sus principales logros puede mencionarse la original conquista de las 8 horas de trabajo en 1917, y de las 6 en 1931. Numerosos tarifados del gremio fueron logrados por su empuje. Hubo años en que su Bolsa de Trabajo dio ocupación a cientos de cesantes. E incluso fue capaz de hacerse cargo de la propia construcción de algunos edificios en Santiago y Viña del Mar, sin necesidad de contratistas568. Luchó contra el trabajo a trato que exprimía las condiciones físicas de los obreros y estimulaba sus deseos egoístas569. Ayudó a elevar el nivel cultural de sus afiliados mediante sus numerosos grupos, espacios e instancias de ilustración, deporte y difusión política570. Y es que, como ellos mismos lo indicaban: “uno de los fundamentos principales que tiene la sociabilidad obrera es formar el máximo de cultura entre sus asociados”571.
d).- Los zapateros anarquistas: autonomía, cultura y revolución.
Adentro se acomodaban mesas de libros, micrófonos, parlantes y pro-
yectores. Afuera varios grupos conversan, ríen o discuten. Hace frío y puede que llueva. Estamos en Temuco y es el invierno de 2012. Es una jornada libertaria. Uno de los presentes, notoriamente mayor a los demás, se hace notar: “basta de hablar, hay que hacer cosas prácticas, armar sindicatos…”. Se discute. No hay acuerdos. Quien habla pasó hace tiempo los setenta años. Quienes escuchan no están lejos de los veinte. Pertenecen a generaciones bien distintas. Y sin embargo, intentan encontrarse. El viejo compañero es zapatero, vegetariano y anarquista. Protege su cuerpo con deporte y alimentación, y recientemente se ha reunido con un pequeño grupo de afines para iniciar algo, no saben exactamente qué, una revista probablemente, nada es claro, pero algo hay que hacer. Guillermo González es quizás uno de los últimos exponentes de la clásica y longeva unión entre su oficio y las ideas libertarias. Un día, hace mucho, fue dirigente de la Federación Obrera Nacional del Cuero y del Calzado. Hoy, radicado en el poblado de Pillanlelbún crea sus últimos zapatos. “Ya no se puede contra los chinos”, dice. Este capítulo, que aborda las influencias del movimiento anarquista en el gremio de calzado, lo escribo en su memoria.
Durante varias décadas los zapateros estuvieron a la cabeza de nu-
merosas iniciativas de reforma social en el país. Las ideas anárquicas, por cierto, encontraron un fértil terreno entre aquellos hombres y mujeres. La independencia del trabajo en talleres pequeños contribuía a que los propios trabajadores manejasen sus tiempos y pudiesen compartir sus horas con la lectura y la política a gusto572.
Si bien organizaciones de zapateros con características más radicales que las sociedades mutuales existieron desde los primeros años del siglo XX, aunque con vidas bastante efímeras y resultados bien dispares, fue en la segunda década cuando se consolidaron, surgiendo de entre ellas la más poderosa organización laboral de Chile central entre 1917 y 1920: la Federación de Zapateros y Aparadoras en Resistencia573. Esta organización se declaraba sindicalista revolucionara y aunque algunos de sus dirigentes fueran socialistas declarados, la influencia libertaria estaba latente en sus métodos (acción directa) y estructura orgánica (federalista, descentralizada y sin presidente, sino secretario general elegido en asamblea). 500 hombres y mujeres la fundaron en febrero de 1917 en una asamblea al aire libre. En junio 8 fábricas del calzado de la capital la reconocían como interlocutora. En un corto tramo de tiempo la Federación ganó varias huelgas. En diciembre los patrones de 45 fábricas contraatacaron y fundaron la Unión de Fabricantes del Calzado. El 22 del mismo mes varios sindicalistas fueron despedidos. Los compañeros solidarizaron para reintegrarlos. El 27 de enero de 1918 los patrones de 41 establecimientos declararon un lockout para quebrar a la Federación. Pero más pudo la solidaridad de los gremios comprometidos en el conflicto. La última fábrica en aceptar las peticiones obreras se rindió, tras 128 días de huelga, el 29 de abril. La Federación salía triunfante574. El escritor (y aprendiz de zapatero) José Santos González Vera describe así el efectivo método de presión del gremio:
“Los zapateros habían llevado su astucia para conseguir mejoras a un grado sublime. No hacían huelgas generales, sino parciales. Tampoco las promovían al azar. Estudiaban cuál podía ser la mejor época. Decidida la fecha, la huelga se declaraba en una sola fábrica. Mientras el patrón estudiaba las peticiones, los operarios de las otras fábricas mantenían a los huelguistas. Si el patrón no resolvía con presteza, perdía los pedidos y podía quedar expuesto a la quiebra. Casi siempre adoptaba la melancólica resolución de ceder. Entonces entraba en aprieto el segundo industrial”575.
La Federación creció rápidamente, principalmente por su efectivi-
dad en las huelgas. En 1918 y luego de vencer el paro concertado por las asociaciones empresariales para dejar sin ingresos a sus trabajadores y obligarles a marginarse de sus sindicatos, contaba con 4500 de los 6 mil trabajadores del calzado que había en Santiago.
Los zapateros eran extraordinariamente participativos en los asuntos del sindicato. Cuando eran algo más de 4500 miembros, entre 1918 y 1919, a las asambleas llegaban entre 3500 y 4000 en promedio. Una cifra que no tenía parangón en otros oficios576.
En concordancia con su alta participación en los asuntos del sindicato, los zapateros en resistencia también concentraban bastantes energías en cuestiones ajenas a su oficio, como la política ideológica y la difusión cultural. Sus locales contaban con amplios salones para charlas y representaciones teatrales. De hecho, tres de los principales exponentes de la cultura obrera del período nacieron entre zapateros: El Cuadro Dramático Luz y Armonía, el Cuadro El Arte y la Estudiantina Libertad. En el terreno político podemos indicar que numerosos elementos de este oficio fueron activos protagonistas de los movimientos sociales de aquellos días. Entre los anarquistas se destacaron los dinámicos propagandistas Julio Rebosio, Armando Triviño, Manuel Antonio Silva, Amaro Castro, Alberto Baloffet y Luis Heredia.
En 1920, cuando 42 fábricas ya reconocían a la Federación de Zapate-
ros y Aparadoras, la entidad pasó a denominarse Federación de Obreros y Obreras del Calzado (FOOC). La represión intensa de esos días diezmó la organización, pero un año más tarde se recomponía. En noviembre de 1922 el personal de las 18 fábricas que conformaban la FOOC posicionó en los estatutos de la entidad su adhesión explícita hacía el Comunismo Libertario, agregando, además:
“Queremos abolir radicalmente el dominio y la explotación del hombre por el hombre. Queremos que los hombres hermanados por una solidaridad consciente y decidida, cooperen todos voluntariamente en el bienestar de todos los seres humanos como medio de alcanzar el máximum del desarrollo moral y material. Queremos para todos Pan, Libertad, Amor, y Ciencia. Para conseguir este fin supremo creemos necesario que los medios de producción estén a disposición de todos y ningún hombre o grupo de hombres, puede obligar a los demás a someterse a su voluntad ni ejercer su influencia de otro modo que con la fuerza de la razón y del ejemplo”577.
La entidad, ahora abiertamente libertaria (aunque su secretario general era el pro-socialista Carlos Alberto Martínez) existió por lo menos hasta 1925, pero entonces sus miembros con sus cuotas pagadas no pasaban de 700. Lo que en todo caso, era una cifra bastante alta578. En abril de 1925 la FOOC fue reemplazada por la Unión Industrial del Cuero UIC, dado que ahora, además de zapateros y aparadoras, se sumaban los curtidores. Los zapateros encabezaron las huelgas contra las Leyes Sociales implantadas por la Junta Militar en 1924-1925. Un paro general contra la Ley 4054, liderado por la UIC, involucró a diez mil trabajadores en noviembre de 1926579.
Al igual que los otros gremios en resistencia, fueron destruidos por la Dictadura ibañista, iniciada en 1927. Algunos exlibertarios como Eugenio Retamal (ex secretario general de la FOOC) apoyaron a Ibáñez y la Ley 4054.
Tras el rearme posterior a la caída de la Dictadura de Ibáñez, en 1931, un importante grupo de trabajadoras y trabajadores de la industria del cuero y del calzado volverán a buscar las formas de agruparse de forma libertaria. Ese mismo año hubo un infructuoso esfuerzo en el interior de la antigua Unión Industrial del Cuero, que, como hemos indicado, había sido transformada en una entidad colaboracionista con el régimen580. Meses después, en 1932, los libertarios levantaron una fugaz Federación Obrera del Calzado, que no tuvo mucha vida581. Como tampoco la tuvo la Federación de Sindicatos del Cuero y Calzado que fundaron en 1934. Estaban en la búsqueda de una organización solida y efectiva. Y eso comenzó a lograrse a partir de la creación, un año más tarde, de la Federación Obrera del Calzado (FOC)582. En agosto de 1943 la FOC pasará a llamarse Federación Nacional del Cuero (FNC)583. Todas estas entidades estuvieron afiliadas a la Confederación General de Trabajadores (CGT)584. En 1949, la FNC se unió con el sector socialista del gremio y juntas fundaron la Federación Obrera Nacional del Cuero y del Calzado (FONACC), la central más importante de ramo, y cuya vida se proyectó hasta el Golpe Militar de 1973. Excepto la FONACC, todas las demás federaciones se pueden inscribir más o menos claramente en el campo anarcosindicalista. Esta última entidad, en cambio, si bien fue obra en gran parte de los propios libertarios, cabría mejor anotarla como una central sindicalista revolucionaria con influencia orgánica de anarcosindicalistas.
En la década del treinta y cuarenta los sindicatos de zapateros orienta-
dos por los libertarios fueron hegemónicos en el ramo, tanto por la solidez de sus instituciones, como por la cantidad de afiliados y efectividad en los conflictos huelguísticos. En 1940, por ejemplo, la FOC contaba con 45 sindicatos afiliados en Santiago. Al año siguiente decía estar compuesta por 40 sindicatos legales y 20 de resistencia (ilegales), sumando cerca de diez mil personas585. La FNC, su continuadora, llegó a representar al 70% de los trabajadores de ese oficio586.
Una de las conquistas más preciadas de estas instituciones fue la im-
plementación del tarifado o contrato colectivo. Se trataba de una especie de acuerdo entre el sindicato y los industriales en donde se fijaban los salarios y las condiciones de trabajo para todos los talleres y fábricas de la ciudad. En 1938 vencieron en la primera huelga general del gremio con ese objetivo y lograron instaurar el tarifado que comenzó su vigencia en 1939587. En 1940 ganaron el segundo, aunque esta vez con la intervención del Estado588. De ahí en adelante muchas de las luchas del gremio se canalizarían a través de la implantación y defensa del tarifado que se renovaba periódicamente. En muchos de esos conflictos los zapateros libertarios actuaron unidos a los sindicatos orientados por otras corrientes políticas, como la Federación Industrial del Calzado (FIC)589.

1918. Valparaíso. Primero de Mayo.

1949. Obreros y obreras del calzado en el Primero de Mayo.
Dado que el gremio de zapateros era bien numeroso y que la FOC reunía a la mayoría de los trabajadores de esa industria en la capital, las huelgas impulsadas por ellos, resultaban ser bien masivas y sonoras. La CGT y los libertarios en general aprovechaban la instancia para expresar la solidaridad y para hacer propaganda de la efectividad de los métodos de acción directa anarquista. En noviembre de 1942, por ejemplo, hubo una gran huelga de la FOC que fue apoyada por todos los sindicatos de la CGT: pintores, areneros, estucadores, ladrilleros y metalúrgicos590. En marzo de 1945 la FNC (continuación de la FOC) vivió otra gran paralización apoyada por todos los gremios de la CGT591. Quince mil trabajadores estaban involucrados en el conflicto. La huelga se produjo porque los industriales no respetaron el acuerdo logrado en un Tribunal de Arbitraje. La amenaza de huelga general hizo que el Estado dictara un decreto favorable a los trabajadores592. Ya entonces comenzaba a popularizarse entre los zapateros libertarios su posteriormente característico pragmatismo sindical593.
Los sindicatos libertarios de este gremio, y sobre todo la Federación Nacional del Cuero, buscaron con insistencia la unidad con las demás organizaciones del ramo594. Por lo mismo en varias ocasiones sus dirigentes fueron acusados, no sin una importante cuota de razón, de abandonar a la CGT y sus fines libertarios por centrar sus energías en forjar alianzas con otros sectores políticos595. Fueron numerosos los intentos de unificación gremial y cuando aquella se logró surgió una entidad sindical realmente poderosa, a costa, en todo caso, de la reducción progresiva de la impronta ácrata en su interior. Esa entidad fue la FONACC.
La Federación Obrera Nacional del Cuero y del Calzado se fundó en mayo de 1949 en base a la unificación de la anarco-sindicalista Federación Nacional del Cuero y la Federación Industrial del Cuero de la CTCH (socialista). La FONACC fue la organización más grande del ramo y llegó a tener miles de afiliados, provenientes de sindicatos de todo el país. En 1966 agrupaba a 67 sindicatos que juntos sumaban a 8 mil trabajadores y trabajadoras. Su estructura orgánica era federalista y aceptaba a sindicatos legales y sindicatos libres596. Y según el historiador Jorge Barría:
“La FONACC está estructurada a base de sindicatos, Consejos Provinciales, Consejos Regionales, Concejo Directivo Nacional, el que a su vez designa su Secretariado Ejecutivo. Como organismo intermedio existen la Conferencia Nacional y el Pleno Regional que resuelven los problemas urgentes que requieren la opinión de las bases. En realidad, en la FONACC existe una auténtica democracia interna, un libre juego de las distintas tendencias doctrinarias del movimiento obrero y un hondo contenido de solidaridad de clase demostrada con una larga tradición dentro de la clase obrera organizada de Chile”597.
Muchos éxitos de la FONACC se debieron a su marcado pragmatismo
sindical en donde combinaban métodos de acción directa con mecanismos estatales de arbitraje. Eso les daba resultados factibles a corto plazo, pero les fue distanciando progresivamente del universo libertario598. La FONACC fomentó las comisiones mixtas (Estado, capital, trabajo) para solucionar los conflictos, haciendo un paréntesis con los principios libertarios599. Su capacidad de presión frente a los industriales era muy alta, situación que les permitía negociar con ellos los precios del trabajo para la temporada siguiente. Es decir, luchar por el tarifado. Sus convenios colectivos resultaron bastante afectivos. Y desde el 31 de diciembre de 1955 hasta 1973, prácticamente se impusieron todas las renovaciones anuales de los convenios colectivos. Otro importante logro de la FONACC fue la implementación de un Fondo de Indemnización (o fondo de pensiones) administrado por el Estado y el sindicato600.
La influencia libertaria en el interior de la FONACC es bien difícil
de sintetizar y caracterizar. Ciertamente el anarcosindicalismo no será hegemónico en su interior, como sí lo fue en otras federaciones anteriores del ramo. Y si bien hubo algunos destacados libertarios en este poderoso sindicato, cabe señalar que su influencia ideológica en el mismo era mucho menor a la que tenían sus pares estucadores o gráficos, por ejemplo. El libertario Ernesto Miranda fue varias veces el secretario general de la organización, pero aquello –al parecer– no se debía a su credo anárquico, sino a su labor tesonera y porfiada en pos de la unidad del gremio601.
Si bien el cada día más frecuente pragmatismo estatista de la FONACC estaba en pugna con el tradicional anarcosindicalismo, algunas viejas ideas del pensamiento libertario vivieron en la FONACC aun cuando la hegemonía anarcosindicalista había desaparecido. Así por ejemplo, la Federación contaba con un sindicato “chapa” para evitar el acoso policial. Es decir, decía ser una pequeña organización con personalidad jurídica, cuando en realidad era una central de carácter nacional. Esa era una de las estrategias que los libertarios utilizaron en sus sindicatos cuando el control estatal sobre el movimiento obrero de hizo más estrecho602. Por algunos años la FONACC hizo funcionar efectivamente un Fondo de Indemnización para sus afiliados al margen del propio Estado (luego su administración fue mixta). Por último, y aun cuando algunas entidades políticas como el Partido Socialista fueron controlando a la Federación en los años sesenta y setenta, los viejos métodos de acción directa seguían siendo utilizados y preconizados por muchos de sus sindicatos de base603.
La unificación del gremio aunando las diversas tendencias ideológicas, proceso que fue ayudado por Ernesto Miranda, permitió la consolidación de la FONACC como una central efectivamente poderosa. El costo de ello, sin embargo, fue el rápido retroceso del anarquismo como foco ideológico particular en su interior. Miranda resultó elegido secretario general para el período 1962-1964, pero renunció al cargo tras notar que la línea hegemónica de la entidad estaba arreglando las huelgas con los industriales. No obstante lo anterior, continuó ayudando en diversas comisiones de estudio hasta 1966604.
En tiempos de la Unidad Popular la FONACC fue una organización sindical afín al Gobierno. El grupo de Ernesto Miranda, compuesto por tres sindicatos del calzado, intentó postularle –bajo la denominación de Movimiento Sindical Libertario– a la presidencia de la CUT en las elecciones de 1972. Probablemente fue aquella la última expresión pública del anarcosindicalismo en la región chilena.
e).- Entre Gutenberg y Bakunin. Los trabajadores de imprenta y las ideas anarquistas.
Las ideas anarquistas hallaron fértil terreno entre los obreros gráficos de la región chilena. Varios de los más activos sindicalistas de ese gremio fueron a su vez porfiados propagandistas del pensamiento libertario, al tiempo en que numerosas organizaciones de trabajadores de esos oficios estuvieron inspiradas por elementos antiautoritarios. Este capítulo aborda los antecedentes y el desarrollo de las organizaciones sindicales libertarias del gremio gráfico de las primeras décadas del siglo XX y sobre todo intentará describir y problematizar a la Federación de Obreros de Imprenta de Chile (1921-1973), por décadas la principal organización gráfica del país y una de las más ricas expresiones del anarcosindicalismo criollo.
El gremio de imprentas fue uno de los primeros en organizarse. De he-
cho, la Sociedad Unión de los Tipógrafos de Santiago (1853) y la Sociedad Tipográfica de Valparaíso (1855) se cuentan entre las primeras agrupaciones laborales de Latinoamérica. Durante toda la segunda mitad del siglo XIX predominó el sistema de sociedades de socorros mutuos, orientadas al ahorro y la protección de los afiliados. Sin embargo, en los últimos años de ese siglo comienza la radicalización del movimiento obrero.
Las primeras manifestaciones de esa transformación se remontan al período 1889-1892 cuando una ola de malestar derivó en la generación de huelgas inéditas en el sector y en la creación de la Liga General de Arte de Imprenta en Santiago y Valparaíso, Iquique y Concepción. Probablemente una de las primeras federaciones de trabajadores a nivel nacional. En junio de 1892 afirmaban tener 600 afiliados, una suma muy alta para esos años605. Al parecer, algunos elementos libertarios hicieron posible ese fenómeno606. La organización no prosperó mayormente, pero ya en el cambio de siglo las cosas cambiaron profundamente607.
Entre 1898 y 1902 los anarquistas comienzan a influenciar y organi-
zar distintos gremios obreros. Los gráficos no escapan al fenómeno y de hecho entre ellos nació la primera sociedad de resistencia que hubo en el país: la Asociación Tipográfica de Santiago, que luego se llamó Federación de Obreros de Imprenta (FOI)608. El famoso anarquista italiano Pietro Gori –de paso por Chile en 1901– dio para ellos dos conferencias en una humilde habitación609. Tras varias huelgas parciales y generales del ramo, la FOI desapareció en 1908. Otras asociaciones en resistencia se fueron generando en las demás ciudades del país. El 9 de septiembre de 1902, por ejemplo, se fundó en Valparaíso la Federación Gráfica. Por algunos años y debido a la represión reinante, la entidad debió ser clandestina610. En el norte y en el sur, surgieron a su vez varias y fugaces Sociedades de Arte de Imprenta. Cada una con vida y desarrollo autónomo y muchas veces desconectado de las demás. Muchas surgían y desaparecían junto a los ciclos de huelgas. La consolidación sindical solo sería posible en los últimos años de la segunda década del siglo.
En 1918, 600 gráficos abandonaron la veterana Sociedad Unión de los Tipógrafos para refundar la Federación de Obreros de Imprenta en Santiago. Transitaban desde una sociedad de socorros mutuos a una entidad en resistencia. Entre noviembre y diciembre realizaron numerosas huelgas y la Federación creció a 1400 afiliados al acabar el año, y a 2000 al comenzar el siguiente611. El 4 de agosto de 1919 impusieron el tarifado para el gremio gráfico de la capital, que al parecer fue el primer convenio colectivo en Chile612. La lucha y defensa de los acuerdos de ese tipo, directos entre obreros y patrones, será una de las banderas de lucha de los sindicatos libertarios de trabajadores gráficos.
El 18 de septiembre de 1918, y por invitación de la Unión de los Ti-
pógrafos se realizó el Primer Congreso Gráfico Nacional. El presidente de la coordinación era el viejo anarquista Julio Valiente. En provincias las organizaciones de avanzada se consolidaban y comenzaban a plantearse el tema de la unidad. Mientras tanto, se abocaban a sus luchas parciales y al agitado movimiento social chileno de esos años.
La Federación Obrera de Imprenta FOIC (1921-1973)
El 18 de setiembre de 1921 se realizó en Valparaíso el Segundo Congreso Gráfico Nacional. Acudieron delegaciones de ese puerto y de Iquique, Antofagasta, Santiago, Rancagua, Curicó, Chillán, Concepción, Temuco y Valdivia. Tres años habían pasado desde el primer Congreso. El resurgir de los sindicatos gráficos estaba consolidándose y los deseos de crear una coordinación efectiva entre las distintas ciudades se manifestaban más urgentes. Al encuentro fueron convocadas todas las organizaciones de obreros tipógrafos, tanto las sociedades de resistencia como las sociedades mutuales. Ya reunidos se discutió y aprobó la idea de crear una federación de carácter nacional613.
Hubo una pequeña disputa entre quienes deseaban una entidad mixta, es decir, que aceptara el sistema de las sociedades de socorros mutuos y de acción directa a la vez, y quienes solo querían una federación de resistencia y nada más. Vencieron los segundos y los primeros, sin romper relaciones, se retiraron del Congreso para no obstaculizar a la naciente organización. Así apareció la Federación de Obreros de Imprenta de Chile (FOIC)614, por décadas la principal entidad del gremio gráfico del país.
La FOIC surgió “sindicalista pura”, pero ya en 1923, en la Convención Nacional de Temuco, se declaró abiertamente a favor del sindicalismo libertario615. Aquello se confirmó en la Convención extraordinaria de Chillán del 11 al 13 de octubre de 1925. Entonces, en su Declaración de Principios, señaló:
“Que la situación actual de miseria que se ha creado a los productores en general, se debe a la existencia del régimen capitalista, y su más firme sostén el Estado, en cualquiera de sus formas que se presente, y que esta situación subsistirá mientras se mantenga en pie la causa que la origina;
Que para poner término a este estado de cosas es indispensable que los trabajadores se unifiquen en sindicatos por industrias, estudien principalmente los medios de producción, transporte e intercambio y se apresten para organizarse sobre la base de que todos los productores tienen el inalienable derecho a la vida;
Que como único medio de contrarrestar los perjuicios que arroga a la clase trabajadora el perfeccionamiento del maquinismo, dentro del actual orden de cosas, luchará por la disminución de horas en las jornadas de trabajo;
Que trabajará por la higienización de los talleres y la total abolición del trabajo a trato, con igualdad de salarios para hombres y mujeres, y la supresión total del trabajo dominical en las empresas periodísticas;
Que mientras subsista el régimen de salario, las ganancias de la industria deben ser prorrateadas entre capitalistas y sus obreros; y trabajar porque el valor de los salarios esté siempre en relación con el costo de la vida;
Que debe consagrarse como día oficial del proletariado el 1°de Mayo;
Que, por lo tanto, se solidariza a través de las fronteras con todas las organizaciones sindicalistas del mundo que luchan contra el régimen capitalista;
Que luchará por implantar una sociedad de iguales, donde todos sean productores sobre la base del libre acuerdo entre los sindicatos de producción;
Que usará como medio de lucha la acción directa, o sea, la huelga parcial o general, el boicot, etc., por considerar que son los únicos procedimientos que llevarán consecuentemente al proletariado a su emancipación integral;
Que para la consecución de cada una de estas aspiraciones, lo esencial es intensificar la propaganda por todos los medios al alcance de los trabajadores, tales como la conferencia, el folleto, el diario, etc., etc.” 616
En las décadas siguientes explicitará su finalidad al comunismo anárquico. La FOIC se estructuró bajo un profundo sistema federalista orientado mas a relacionar a sus autónomas organizaciones afiliadas que a establecer lineamientos nacionales. La entidad se organizaba de la siguiente forma: en cada imprenta o diario se alzaba un Comité de Obra compuesto por representantes de los cuatro oficios básicos de un taller (tipógrafos, prensistas, encuadernadores y linotipistas). Los comités de obras, que actuaban como secretariado, formaban una Sección Local FOIC reuniendo a todos compañeros organizados en los diarios e imprentas de cada ciudad. Cada sección local contaba con un secretario general, de actas, correspondencia y con un tesorero617. Los organismos superiores de la FOIC eran las Convenciones, Conferencias y la Junta Central. Esta última era la máxima instancia de la Federación, un espacio que, como hemos dicho, era más bien relacionador que ejecutivo618. La Junta Central, señalaba la Convención de Temuco en 1923, “se concretará solamente a poner en contacto a las distintas secciones y a mantener el espíritu sindical”619. Por último, de los ingresos de cada sección, se establecía una cuota para financiar las actividades de la Junta Central620. En las huelgas cada federado que estuviese trabajando debía pagar una cuota equivalente a un día de trabajo semanal, al comité del sindicato en conflicto. Paralelo a ello, se nombraban comisiones para vigilar las faenas621.
La FOIC se fundó en 1921 y dejó de existir en 1973, con el Golpe Militar. En ese medio centenar de años llegó a tener secciones locales en casi toda la región chilena: Arica, Iquique622, Antofagasta623, Tocopilla, Coquimbo624, La Serena, Ovalle625, Valparaíso626, San Felipe627, San Antonio y Llolleo, Melipilla628, Santiago, Rancagua629, San Fernando630, Curicó631, Talca632, San Javier, San Carlos, Linares633, Chillán634, Concepción635, Tomé, Talcahuano, Chiguayante636, Los Ángeles637, Angol638, Collipulli, Traiguén639, Temuco640, Valdivia641, Osorno642, Puerto Varas643, Puerto Montt644 y Punta Arenas. Para coordinarse mejor, la FOIC reunía a sus secciones locales en “Zonas administrativas” que por lo general fueron cuatro645.
Los números de afiliados a la FOIC a lo largo de su historia son bien difíciles de sintetizar, puesto que en cada ciudad el panorama gráfico era distinto. En los años veinte reunía cerca de 1800 afiliados en Santiago, y 700 en Valparaíso. Es de imaginar que en las otras ciudades, bastante menos pobladas que éstas, las cifras bordearan un par de centenas646. En los años treinta la sección capitalina promediaba los dos millares. En ciertos momentos la cifra podía llegar a mil (1938647), o bien a tres mil. En 1946, a nivel nacional contaba con cerca de 6 mil afiliados648. Según una tesis universitaria, en 1952 la Federación controlaba 61 talleres en la capital, agrupando a 1800 obreros, y a 20 establecimientos en el puerto, reuniendo a 1200 trabajadores. La junta central calculaba 14 mil enrolados en la
FOIC649.
La representatividad con respecto al universo sindical del ramo también es relativa. En julio de 1933 la FOIC alcanzó a controlar 153 talleres de imprenta en Santiago. Desde los años veinte a los cuarenta, eran mayoría en el país. Pero a partir de los cincuenta su preponderancia va decayendo hasta convertirse en minoría en los sesenta.
Como lo señala en su Declaración de Principios, la FOIC era una organización antiestatal y libertaria. Sus métodos de lucha eran la acción directa en sus diversas dimensiones: huelga parcial, huelga general y el boicot. No admitía mediación estatal en los conflictos laborales. Y a partir de los años treinta combatió el sindicalismo legal y el Código del Trabajo. Orgullo de los miembros de la FOIC era solucionar sus conflictos sin recurrir a los Tribunales de Trabajo650. Y sin embargo, en la práctica hubo varios momentos en que el Estado medió.
Los gráficos poseían una larga tradición de lucha gremial, destacaban por su disciplina, y por su alto grado de preparación ideológica y cultural. Además de las clásicas demandas por la disminución de la jornada laboral, este gremio luchaba por la higienización de los talleres en que se desempeñaban, y por los convenios (tarifados) con las empresas impresoras, en donde se fijaban los salarios y condiciones en que se desarrollarían las labores durante el año siguiente651. Periódicamente la FOIC luchaba por el tarifado buscando adecuar los sueldos, la duración de jornadas laborales, el valor de las horas extraordinarias, el respeto de los feriados, y la entrega de implementos de trabajo, al creciente costo de la vida. Una vez firmado el acuerdo con los industriales, la FOIC presionaba para que todas las partes del acuerdo se respetaran, lo que no siempre ocurría. En 1944 suman a la lucha del tarifado la demanda de las 6 horas652. Los resultados no fueron positivos en todo caso653. Otras luchas clásicas de la Federación eran las campañas por la eliminación del “trabajo a trato” que a sus ojos era la expresión de la competencia individual para obtener el máximo de utilidades a favor del patrón, aun al costo de la salud y la vida del obrero654.
Como toda organización anarcosindicalista la FOIC se comprometió con las luchas de su tiempo más allá del terreno estrictamente sindical. De forma paralela a las huelgas, se preocupó por el desarrollo cultural, político y deportivo de sus afiliados y levantó varias iniciativas en ese sentido tales como bibliotecas655, cursos de capacitación cultural y política656, grupos de teatro, equipos de diversos deportes, etcétera. También contó con varias publicaciones periódicas, algunas de alcance local y otras de proyección nacional. Por otra parte, y ahora de cara al anarquismo, la FOIC protagonizó varias cruzadas solidarias por los presos libertarios de este y otros países.
Su organización demostró ser bastante efectiva, pues además de sólida
en términos de coordinación, para los empresarios era muy difícil reemplazarles en las huelgas por el alto grado de especialización que requerían aquellos oficios. Durante varias décadas la FOIC era la organización hegemónica del gremio gráfico y en varios talleres y ciudades era monopólica. Hubo obras completamente controladas por ella en donde solo trabajaban individuos federados. Por lo mismo, años existieron en que la sola amenaza de huelga obligaba a los industriales a ceder. Esta situación permitió que la FOIC, sin necesidad de recurrir al Estado o bien utilizándolo a regañadientes, conquistara periódicamente aumentos de sueldos de hasta un 30% para sus afiliados657. Y no solo en Santiago658.
A continuación abordaremos el desarrollo histórico de la FOIC cen-
trándonos en sus luchas, en sus transformaciones orgánicas e ideológicas y en el rol que le cupo a los anarquistas en su interior.
La FOIC fue fundada en 1921 en Valparaíso. Durante sus primeros años fue avanzando desde el sindicalismo puro al sindicalismo libertario. En la convención de 1923 en Temuco, la primera tras su creación, señaló sus fines anti-estatales. En el encuentro de Chillán, en octubre de 1925, reafirmó dicha tendencia. Y aun cuando algunas secciones combinaban la acción directa con medios legalitarios, a nivel nacional se vinculará estrechamente la FOIC con el movimiento anarcosindicalista. En los años veinte fue cercana a la IWW y en 1926 fue una de las fundadoras de la Federación Obrera Regional Chilena659.
Con la Dictadura ibañista (1927-1931) sufrió la marginación forzada de sus principales referentes, que eran en su mayoría libertarios. Siguió existiendo en algunas ciudades como Valparaíso y Santiago, pero su vida era precaria y sus actividades bien escasas y vigiladas660.
A un mes de derrocada la Dictadura, el 20 de agosto de 1931, se esta-
bleció su nueva directiva en Santiago y comenzó la rearticulación de sus secciones en las diversas ciudades. Por algunos años la tendencia libertaria debió luchar contra algunos grupos comunistas en la capital y Valparaíso, hasta que al final se impuso la tendencia anárquica de la organización661.
En 1933 se realizó la Tercera Convención Nacional de la FOIC en Talca. Se profundizó y esclareció la posición antiestatal y antipolítica y de acción directa de la Federación, exigiendo a sus bases “mantenerse al margen de todo partido político, incluso los que sustenten la lucha de clases”. Y para no dejar espacio a los comunistas y socialistas la FOIC acordó que ningún cargo de responsabilidad en ella podía ser asumido por una persona afiliada a un partido político662. El estandarte de la organización, en tanto, llevaría los colores rojo y negro, a la usanza del anarcosindicalismo internacional.
La vinculación entre la FOIC y el campo libertario se estrechó más aún a través de individualidades que siendo activos dirigentes en la Federación, eran al mismo tiempo constantes propagandistas de las ideas anarquistas. El caso más emblemático fue Pedro Nolasco Arratia, unido a la FOIC y al anarquismo, desde los años veinte, hasta su muerte en 1961663.
Desde 1931 la FOIC estuvo relacionada con los libertarios nuevamen-
te, pero solo en enero de 1937 (IV Convención) se adhiere totalmente a la nueva central nacional anarcosindicalista, la Confederación General de Trabajadores (CGT), transformándose en su pilar hasta el fin de aquella entidad, en 1953664. A partir de entonces y de forma más o menos homogénea en cada una de sus secciones, la acción directa, la lucha contra el legalismo665 y los partidos políticos666, y la propia difusión del anarquismo667, fueron los principales componentes del discurso ideológico de la Federación.
En el terreno sindical la FOIC continuó exigiendo mejoras económi-
cas parciales668. Conforme fueron pasando los años los sectores políticos y los grupos de sindicalistas puros que había entre los gráficos se organizaron y crearon sindicatos paralelos a la federación anarcosindical. La FOIC siguió siendo mayoritaria, pero estableció alianzas con esos sectores en los conflictos puntuales para aumentar su capacidad de presión y conseguir de forma más rápida la conquista del tarifado y otras demandas cotidianas. Hubo varias alianzas circunstanciales (Frentes Gráficos), sobre todo con los sindicalistas puros, pero el antiestatismo ácrata y el legalismo y partidismo de los otros sectores, tensionaba constantemente las relaciones669. Los Frentes Gráficos levantados en conjunto entre la FOIC, la Unión de Sindicatos Gráficos y otras entidades del gremio, lograron imponer el tarifado durante varios años670. En los treinta y cuarenta los acuerdos se establecían con la patronal Asociación de Impresores671.
A diferencia de otros sindicatos libertarios de carácter nacional como la URE, por ejemplo, la FOIC no enfrentó mayores divisiones internas. Los grupos políticos que estaban en su interior no tenían la fuerza necesaria para fraccionarla. En cambio, el problema más recurrente que debía enfrentar era el de la coordinación de sus secciones locales, sobre todo entendiendo que cada una de ellas tenía un desarrollo interno diferente. Por lo demás, y aunque algunas de ellas eran fugaces, las secciones de la FOIC eran bien numerosas. En 1937, por ejemplo, llegaban a 22672. Las Convenciones Nacionales de la FOIC realizadas periódicamente en distintas ciudades del país, se organizaban para actualizar los principios, la estructura orgánica y las luchas inmediatas de la Federación. Esas instancias servían también para intentar revertir la fragilidad de la coordinación673.
Constatando el aumento de los sindicatos legales en el gremio, la FOIC, y aún siendo mayoritariamente conformada por organizaciones ilegales, decide en Mayo de 1942 (V Convención de Temuco) incluir entidades del primer tipo para conservar su hegemonía. Los nuevos afiliados, en todo caso, debían respetar las finalidades y métodos de acción libertaria674. En aquella oportunidad se plantearon autocríticas que bien nos hablan de su desarrollo interno en esos momentos. Se señaló, por ejemplo, que la unión con otras centrales gráficas se estaba realizando solo por intereses económicos inmediatos en lugar de plantear estrategias a mediano plazo. Se indicó que la relación entre las distintas secciones de la FOIC era precaria puesto que las coordinaciones surgían más que nada por voluntad de algunos compañeros. También advirtieron que se estaban haciendo pocas giras de propaganda y agitación. Y por último, que se había dejado un tanto de lado a la CGT y que no habían dado eficiente respuesta al fascismo y la guerra675.
Uno de los acontecimientos más importantes para el gremio gráfico del país, fue su inclusión en la Caja de Empleados Públicos y Privados en 1949. Este hecho, esta “conquista”, calará profundamente en la FOIC, y no necesariamente en su favor.
En la Convención Nacional de Concepción en 1939 se propuso luchar directamente por crear una Caja de Pensión para el gremio gráfico676. En los años siguientes funcionó un comité unitario al respecto junto a los demás sindicatos gráficos, invitándose tanto a las entidades legales como a las viejas sociedades mutuales. En el camino se fueron manifestando dos tendencias, una legalitaria e indirecta en donde se recurriría al Estado y a los parlamentarios, y otra directa en donde se elaboraría un plan y se entregaría directamente al Congreso, sin mediación política. La primera opción, no obstante, fue la mayoritaria. Las campañas comenzaron a ser constantes. En 1943 una concentración con ese objetivo reunió a cinco mil obreros gráficos en el Teatro Bolívar de la capital677. Finalmente, el 16 de enero de 1949, y bajo la Ley 9116, la totalidad del gremio ingresó en la Caja de Empleados Públicos y Privados. Lo que además implicaba, según los cánones sociales de la época, elevarlos a la categoría de empleados. Para muchos, ésta fue una de las principales victorias del gremio gráfico en su historia. Y sin embargo, este “logro” costaría caro a la FOIC678.
La conquista de grandes mejoras para el gremio sería en parte una de
las causas de la declinación de su actividad sindical. De hecho, y concordando con otras opiniones, unos años antes de la Ley 9116 el histórico dirigente de la FOIC, Pedro Nolasco Arratia, había señalado que los altos salarios conseguidos por las secciones de Santiago, Valparaíso, Concepción y Temuco, habían acomodado a la juventud de esas ciudades, restándole la voluntad organizativa y combativa679.
En 1952 la Federación se reconocía en crisis. Y según sus análisis este
fenómeno tenía motivaciones claras:
“Al enorme espíritu combativo de la FOIC no lo pudo abatir jamás el capitalismo, ni tampoco los elementos divisionistas y traidores de nuestra propia clase, fuimos nosotros mismos los que sin quererlo, por darle una reivindicación mas al gremio, le conquistamos una previsión, que ha sido como el opio adormecedor”.
Ya no hay fieras, continuaba la nota editorial de La Voz del Gráfico, vocero de la Federación, ahora hay puros oficinistas legalistas. “Adiós caballero de la triste figura –remataban–, hace tiempo que te fuiste de nuestras filas, sentando sus reales para siempre entre nosotros tu sabio y práctico escudero”680.
Como hemos indicado más arriba, cada sección local era autónoma y contaba con un desarrollo interno diferente de las demás. En algunas los grupos legalistas comenzaron a hegemonizar ya en los años cuarenta, mientras que en otras se conservó el discurso libertario hasta los setenta. Había secciones que ya en los años cincuenta dejaban de existir, al tiempo en que la propia FOIC y su impronta anárquica parecían resurgir en ciertas ciudades como Valparaíso. Allí por ejemplo, en 1954 la Federación, y en alianza con la mutualista Sociedad Tipográfica de ese puerto, compró un terreno y comenzó a crear un gran Hogar Gráfico que hoy sigue existiendo, en la calle Canciani n°774681.
En los años cincuenta la FOIC comienza a ser superada numéricamente por otras centrales del gremio gráfico vinculadas a los partidos políticos de izquierda. En esa década también se enfrenta a la existencia de la Central Única de Trabajadores. La CGT anarcosindicalista había muerto dejando huérfana a la FOIC. La Federación se sumó a la CUT, y de hecho, el viejo anarquista Juan Barría, secretario general de la sección porteña fue uno de los principales dirigentes provinciales de la Central nacional. Sin embargo, el rápido viraje de la CUT hacia los partidos políticos de izquierda hizo que la Federación se marginara progresivamente de ella682.
Durante los años sesenta las posiciones libertarias fueron perdiendo terreno en varias secciones locales de la FOIC. Los métodos de acción directa estaban siendo constantemente cuestionados por las nuevas generaciones más proclives a la militancia en partidos políticos de izquierda. Por lo demás, significativos rostros anarquistas desaparecen de los cargos principales de la FOIC683. Ya por los setenta, recuerda un viejo libertario, haciendo una metáfora exagerada pero con tintes reales, los anarquistas de la FOIC eran unos pocos viejos que jugaban al dominó y el ajedrez mientras vestían traje dominguero y llevaban corbatas rojinegras684.
En abril de 1967 la FOIC realizó su 15° Convención Nacional en Chillán. Allí se acordó trabajar por la unificación con otros sindicatos gráficos políticos. La Central de Trabajadores Gráficos de Obra de Chile (CTGOCH)685 solicitó su ingreso a la FOIC, cuestión que fue aceptada. La nueva entidad pretendía unir los mecanismos legales con los ilegales. La anarcosindicalista sección Santiago, sin embargo, desconoció y saboteó los acuerdos686. En los años siguientes la influencia anarquista desapareció de las directrices de la FOIC. En tiempos de la Unidad Popular (19701973) los restos de la ya minoritaria Federación se mostrarán proclives a la coalición gobernante. De hecho, del Partido MAPU fue el último secretario general de la FOIC en Valparaíso, René Aguilera Olivares, asesinado el 14 de septiembre de 1973 por la Dictadura Militar.
La aventura de la FOIC es en parte la historia del anarcosindicalismo
en la región chilena. Sus éxitos son prueba de la efectividad de los métodos libertarios de organización y lucha en determinados contextos; y su derrota ante las tendencias legalistas, el Estado y los partidos políticos, nos hablan también de sus límites.

Pág. 178 – Víctor Muñoz Cortés
PARTE III
El Árbol de la Anarquía
Diversidad de intereses y conflictos del movimiento libertario

Pág. 180 – Víctor Muñoz Cortés
La cronología del anarquismo, como la de cualquier movimiento po-
lítico, está cruzada por una extrema diversidad de intereses y conflictos internos y externos que no pueden adherirse eficientemente a un relato general, sin descuidar sus complejidades específicas. Cada temática abordada en forma particular nos dará siempre imágenes más delineadas, pero por lo mismo más conflictivas y hasta incluso contradictorias. Este libro no pretende ser una historia total del anarquismo en la región chilena, pero sí aspira a dar una imagen más completa de la que se tiene hasta el momento. Por ello hemos abordado su aspecto político y sindical de forma diferenciada. Completando ese cuadro daremos ahora un viaje por una muestra arbitraria de la diversidad de intereses y conflictos que tanto el anarquismo como el anarcosindicalismo tuvieron en este país. Teatro, salud, antifascismo, educación, mundo campesino, luchas barriales, deportes y otros aspectos no muy conocidos serán tratados a continuación.


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