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Mañana, miércoles, elecciones en Pakistán, que sigue la vía Erdogan de Turquía.

Agencias :: 24.07.18

Pakistán, entre Afganistán y la India, es el sexto país más numeroso del mundo con 200 millones de habitantes, que no son nada al lado de la India con 1.330 millones.
Situación de las mujeres.
Posición de los militares y la política.
Miedo a la democracia.

Pakistán sigue la vía Erdogan
Por
AHMED RASHID Lahore (Pakistán)
El Mundo
24 JUL. 2018 02:00

Una calle decorada con carteles de diferentes partidos en Rawalpindi, Pakistán. FAISAL MAHMOODREUTERS
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El primer ministro de Pakistán y su hija, detenidos al regresar a su país, donde un atentado deja ya más de 120 muertos

Al menos 13 muertos y decenas de heridos por un atentado suicida durante un mitin electoral en Pakistán

Los pakistaníes acudirán este miércoles a las urnas para elegir un nuevo Gobierno. Sin embargo, para la mayoría de la población, éstas serán las elecciones más sucias, manipuladas y peligrosas que hayan visto nunca. El Ejército y el Poder Judicial se han unido para seguir el ejemplo de Turquía, país en el que, justo antes de las elecciones, quienes ostentan el poder reprimieron a los medios de comunicación e intimidaron a la sociedad civil y a determinados partidos políticos.Aunque las elecciones serán supervisadas por un Gobierno interino civil y neutral, el poder real parece residir en el Ejército y el Poder Judicial, que ven en la plena democracia una amenaza. El anterior primer ministro Nawaz Sharif está en prisión, y el Ejército quiere evitar a toda costa que su Liga Musulmana de Pakistán (PML), actualmente liderada por su hermano Shabaz Sharif, obtenga la mayoría en los comicios. Cientos de trabajadores y candidatos al parlamento del PML han sido arrestados. Otros potenciales contendientes están siendo intimidados y amenazados por la Policía y las agencias de Inteligencia del Ejército.
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Sharif, condenado a una década de cárcel, fue detenido junto a su hija este mes de julio, cuando ambos se disponían a regresar al país. Además, ha sido condenado a pagar importantes multas por presuntos delitos de corrupción y por la posesión de numerosas propiedades en el extranjero, cargos que él niega. Asimismo, diferentes grupos de la sociedad civil, organizaciones no gubernamentales, partidos políticos más pequeños y grupos minoritarios se han convertido en objetivos del ejército que busca así asegurarse de que su candidato de preferencia Imran Khan y su Partido de la Justicia consigan la mayoría. A la clase dirigente le interesa un parlamento débil y dividido, sin un partido que lo controle. Así Imran Khan, fácilmente controlable por la clase dirigente, podría hacerse con el poder.”Éstas serán las elecciones más sucias de nuestra historia. También serán las más amañadas y manipuladas”, explicaba I.A. Rehman, director de la independiente Comisión de Pakistán para los Derechos Humanos. Este organismo ha criticado duramente el despliegue de unos 350.000 soldados dentro y fuera de los colegios electorales para controlar supuestamente los atentados terroristas. El anterior Presidente del Senado o cámara alta del parlamento, Raza Rabbani, ha criticado a la comisión electoral encargada de supervisar las votaciones afirmando que su “silencio criminal” en relación a las irregularidades durante la campaña electoral tendrá “funestas consecuencias”. Nawaz Sharif afirma que existe “un Estado por encima del estado” que está controlando los acontecimientos.”Los periodistas no tienen libertad”Los medios de comunicación han sido su primer objetivo. Dawn, el periódico en lengua inglesa más longevo y de mayor tirada de Pakistán, ha tenido que enfrentarse a una campaña de amenazas, vetos y censura. Como represalia por criticar la tensa relación entre el ejército y los políticos civiles, el Ejército ha restringido la venta de Dawn en las bases militares de todo el país. A los distribuidores se les ha exhortado a no venderlo, y los proveedores de televisión se niegan a transmitir su canal de noticias. El clima entre los medios de comunicación nacionales es deprimente. Pakistán ocupa el puesto número 139 de 180 en el índex de Libertad de Prensa Mundial que elabora Reporteros Sin Fronteras. La censura y la auto-censura al informar sobre temas que transmiten una imagen negativa del ejército se han generalizado. Durante los últimos dos años han tenido lugar múltiples desapariciones y secuestros de periodistas y otros activistas, algunos de los cuales han pasado semanas o incluso meses retenidos, pero a los que el miedo impide denunciar a quienes los secuestraron, y por qué. Tras el rapto de la blogger Gul Bukhari, prominente voz crítica con el ejército, el portavoz de este cuerpo, el general Asif Ghafoor, afirmó en rueda de prensa que, aunque el ejército no dicta lo que han de decir los medios de comunicación, sí que vigila con especial atención determinados perfiles en las redes sociales. El alto nivel de tensión entre el ejército y el saliente PML se debe también a que Sharif ha desafiado el control del Ejército sobre la política exterior y su negativa a acabar con las hostilidades hacia las vecinas India y Afganistán. Sharif fue primer ministro hasta su destitución en julio de 2017 a raíz de varios cargos por corrupción. El 6 de julio de este año un tribunal anti corrupción lo condenó junto a su hija y su yerno por no aportar suficientes pruebas sobre la procedencia de los fondos con los que adquirieron varias propiedades en Londres. Sharif y su partido adujeron que estaban siendo víctimas de una campaña de acoso. Las agencias de inteligencia han sugerido a los candidatos del PML que dejen el partido y se afilien a otras formaciones, o que concurran como independientes. El partido que más beneficiado ha resultado de todo ello es el Partido de la Justicia, considerado próximo al ejército.
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Hace unos meses el tribunal supremo ordenó a todos los candidatos a las elecciones que declararan todo su patrimonio y cuentas bancarias. Pero aquellos partidos y políticos que no cuestionan tan abiertamente el papel del Ejército se han visto libres de investigaciones como la de Sharif. “Ha sido un golpe rastrero a la autoridad del gobierno civil”, ha declarado Farhatullah Babar, antiguo senador y prominente líder de la oposición que expresa sus opiniones abiertamente. “Es diferente a la ley marcial del pasado, lo que acarrea dos consecuencias: el gobierno civil existe, pero no tiene autoridad. La libertad de prensa existe, pero los periodistas no tienen libertad”, explicaba recientemente a un sindicato de periodistas. Sin embargo, el PML ha conseguido mantener su tradicional gran base de votantes en Punjab, y sigue gozando de gran popularidad. Aunque pierda algo de poder, es probable que gane en dicha provincia, la de mayor población del país y con mayor número de escaños en el Parlamento. A Imran Khan se le considera el candidato del Ejército, pero los apoyos con los que cuenta se circunscriben sobre todo al norte del país. Mientras tanto, el respaldo con el que cuenta el Pakistan People’s Party (Partido del Pueblo de Pakistán), que bajo el liderazgo de la carismática Benazir Bhutto dominó el país, se limita a la provincia meridional de Sind. Organizaciones extremistas bajo una nueva identidadAunque el ejército debería estar centrado en acabar con el terrorismo, durante la campaña electoral han tenido lugar numerosos atentados suicidas letales contra candidatos en dos provincias. Cerca de 170 personas resultaron muertas, incluyendo dos candidatos electorales, y 300 heridas en los ataques de julio perpetrados por el ISIS o los talibanes de Pakistán. Aun así, en lugar de intentar aislar a estos grupos, el Ejército busca legalizarlos. Las comisiones judicial y electoral están permitiendo que ciertas organizaciones extremistas concurran a las elecciones bajo una nueva identidad. Como ejemplo, el grupo militante Lashkar-e-Taiba (Ejército de los Creyentes) presentará a aproximadamente 200 candidatos con un nuevo nombre electoral. La ONU declaró a Lashkar grupo terrorista global, y Estados Unidos ofrece 10 millones de dólares de recompensa para quien capture a su líder Hafiz Saeed. Parece que ninguno de estos grupos podrá conseguir un escaño, pero sus eslóganes extremistas y sus tácticas van dirigidas a captar votos del PML y se le podrían acercar en muchos distritos. Una de las principales preocupaciones de los votantes camino a las urnas será qué papel político debería jugar el ejército en una sociedad democrática, y cuánto debería poder influir en el futuro gobierno de Pakistán, especialmente en lo que a política exterior se refiere. Durante su mandato, Sharif intentó en varias ocasiones firmar la paz con India. Sin embargo, sus esfuerzos fueron constantemente saboteados por el ejército, que consideraba se estaba excediendo en sus funciones. Cada periodo post-electoral en la complicada historia de Pakistán ha arrastrado acusaciones de fraude, amaño, y manipulación. Esta vez, existe el miedo al fraude pre-electoral y a que se elimine del terreno de juego a aquellos políticos que no son del agrado de una clase judicial y militar que se ha hecho demasiado poderosa, y que ve en la auténtica democracia una amenaza. Parece que garantizar unas elecciones libres y justas será increíblemente difícil.

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Tradiciones y pobreza ralentizan el avance de las mujeres en Pakistán
A pesar de haber tenido una jefa de Gobierno, la participación política de las paquistaníes es muy limitada
El País
Islamabad 23 JUL 2018 - 20:42
Cualquiera que asista a un mitin electoral en Pakistán se llevará la idea de que este país está habitado en exclusiva por hombres, o que a las mujeres no les interesa la política. Da igual cuál sea el partido convocante. En contados casos, y sólo en las ciudades, un puñado de seguidoras, con frecuencia familiares del candidato, asisten desde primera fila y separadas de los varones por una barrera. Ni siquiera las candidatas agitan la bandera del feminismo. Pakistán rompió un tabú al elegir como primera ministra a Benazir Bhutto en 1988, pero una mezcla de tradiciones, analfabetismo y pobreza ralentiza el avance de las paquistaníes.

El panorama es complejo. De un lado, los medios de comunicación están llenos de mujeres profesionales, sean periodistas, abogadas o políticas; también hay embajadoras, funcionarias, e incluso oficiales en el Ejército. De otro, la violencia contra las féminas sigue siendo un grave problema en este país de 208 millones de habitantes y un 42% de analfabetismo; matrimonios forzados, niñas fuera de la escuela, violaciones impunes y asesinatos bajo el torticero epígrafe de crímenes de honor oscurecen cualquier progreso legal.

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Detenido al regresar a Pakistán el ex primer ministro Nawaz Sharif

“Tenemos leyes que protegen a las mujeres, también hay instituciones y ONG, pero falla la ejecución”, resume Nosheen Gul Karal, abogada y candidata a la Asamblea Nacional por Justicia y Democracia, un partido recientemente creado por un antiguo juez del Supremo. Pone como ejemplo el acoso en el trabajo. “A diario me llegan mujeres que, si tienen un problema con un jefe o un compañero y se quejan, ven como se les cierra cualquier oportunidad profesional. Nadie cuestiona al hombre, mientras que a ellas las culpan y las castigan. Así que es normal que tengan miedo a denunciar”, explica.

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Gul Karal, que lleva 12 años ejerciendo y antes trabajó tres en la fiscalía, vive a diario la discriminación. “A las abogadas sólo nos llegan casos de derecho de familia, para los asuntos generales se prefiere a los hombres, se confía más en ellos”, constata. Sin embargo, opina que “la ley islámica de familia da muchos derechos a la mujer”, y no ve problema con que ésta reciba una tercera parte que sus hermanos en la herencia.

Las nuevas generaciones tal vez no sean tan comprensivas. A las puertas de la Universidad Federal de Arte, Ciencia y Tecnología, en Islamabad, cuatro jóvenes estudiantes de informática aseguran que para ellas la igualdad de derechos es fundamental. Amna, Pashmeen, Rabia y Arhama, entre 19 y 21 años, son las únicas chicas entre una treintena de alumnos. Dos se cubren la cara con el dupatta (el chal característico de la indumentaria femenina en el subcontinente indio) y dos no; también apoyan a distintos partidos en las elecciones. Coinciden sin embargo en las dificultades que afrontan como mujeres.

¿La principal? “La falta de movilidad”, responden al unísono. ¿La causa? Se miran cómplices y tras un intercambio en urdu, la lengua nacional de Pakistán, vuelven al inglés para culpar no a los padres sino a “otros miembros de las familias que se dedican a cotillear sobre si entramos, salimos o a dónde vamos”. ¿El transporte público? “Ha mejorado mucho”, aseguran en referencia al MetroBus, un sistema de autobuses urbanos que les traslada desde Rawalpindi, donde viven, hasta la capital. Lo consideran seguro, pero admiten que hay casos de manoseo. ¿Cómo reacciona la gente? “Enseguida viene un vigilante”.

Tal vez parezca poco, pero es un gran logro. Aún hay 13 millones de niñas sin escolarizar en Pakistán. En las zonas rurales, el 60% del país, las adolescentes no salen de la casa del padre si no es para casarse; en un matrimonio arreglado, por supuesto. La participación política refleja esos contrastes.

“Las mujeres ya no están olvidadas, incluso tenemos discriminación positiva. Empezamos a ser visibles”, defiende Hina Jilani, de la Comisión de Derechos Humanos, una ONG.

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La Constitución paquistaní reserva para las mujeres 60 de los 342 escaños de la Asamblea Nacional (otros 10 son para las minorías religiosas). Sin embargo, esos puestos no se eligen por sufragio, sino que los designan los partidos políticos en proporción a sus resultados. “A pesar de que en la mayoría de los casos las nombradas suelen ser esposas, hermanas o cuñadas de los responsables de los partidos, en el último Parlamento han ejercido bien y algunas han dado el paso a presentarse como candidatas”, explica Jilani.

Otras activistas discrepan. “Muchas diputadas, en especial las de los partidos religiosos, ni siquiera intervienen una sola vez durante toda la legislatura”, señala Tahira Abdullah del Women Action Forum.

En total, 558 mujeres se presentan a las elecciones (172 a la Asamblea Nacional y 386 a las cuatro provinciales), un 24% más que en 2013. Es el resultado de la norma que obliga a los partidos a nombrar un 5% de candidatas, y la mayoría de ellos cumplen el requisito presentándolas en circunscripciones donde tienen escasas posibilidades.

A ello hay que sumar que, en algunas comarcas, los usos locales impiden que las candidatas salgan de casa para hacer campaña. En el caso extremo de Zahra Basit Bokhari, del Movimiento por la Justicia (PTI) en Muzaffargarh, una localidad del suroeste de Punjab, quien aparece en el cartel electoral es su marido porque, según declaró a GeoTV su director de campaña: “Nuestras mujeres no difunden sus imágenes”.

Además, sigue habiendo una significativa brecha de género. Aunque, según el censo de 2017, las mujeres representan la mitad de la población paquistaní, de los 98,6 millones de votantes registrados, sólo 43 millones son mujeres, lo que deja a 12,5 millones de ellas fuera de las urnas (en 2013, fueron 10,97 millones). Jilani recuerda, no obstante, que la Comisión Electoral ha advertido de que anulara los resultados en las circunscripciones donde la participación femenina no supere el 10%.
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La sombra de parcialidad del Ejército enturbia las elecciones en Pakistán
El ex primer ministro Nawaz Sharif afronta desde la cárcel el ascenso de su rival populista Imran Khan
El País
Lahore 22 JUL 2018 - 09:53

Los carteles electorales de Nawaz Sharif e Imran Khan inundan las calles de Lahore, la segunda ciudad de Pakistán y la capital de la provincia de Punjab, donde vive la mitad de los 208 millones de paquistaníes. Sus partidos, la Liga Musulmana de Pakistán (PML) y el Movimiento por la Justicia (PTI), no son los únicos que concurren a las urnas el próximo miércoles, pero con la otra gran formación nacional, el Partido Popular de Pakistán (PPP, de Bhutto), reducida a actor regional, los comicios han devenido en duelo. Además, la pugna se ha enrarecido a raíz de la inhabilitación y encarcelamiento de Sharif, y la muy extendida convicción de que el Ejército, arbitro tradicional de la política paquistaní, apoya al PTI.

A media tarde, los simpatizantes de Imran Khan se arremolinan ante la sede electoral del PTI en Ada Plot, a las afueras de Lahore, para acompañarle en caravana hasta la vecina localidad de Raiwand, donde va a dar un mitin. Todos quieren banderolas con los colores del partido, pósteres con la efigie del líder y pines con forma de bate de críquet, su símbolo para las papeletas en un país donde el analfabetismo ha aumentado del 40 % al 42 %, según las últimas estadísticas.

“Es una persona honesta”, afirma Faisal Mahmud Khan, estudiante universitario. “Va a generar empleos”, apunta Muhammad, un joven desempleado. Otros parecen atraídos por la posibilidad de ver de cerca a quien fuera un exitoso jugador de críquet, el deporte más popular de Pakistán, o por el simple jolgorio a falta de mejor entretenimiento. “Váyase Nawaz, váyase”, corean al ritmo discotequero que emana de los altavoces.

“EL PML no ha cumplido sus promesas. Queremos cambio, gente nueva. Vamos a probar con Imran Khan y, si no vemos resultado, le echaremos en la próxima elección”, explica Omair Khan, empresario de la construcción de 32 años y padre de dos hijos.

Esa idea de cambio, de caras nuevas, enlaza de forma genérica con el hartazgo hacia la “vieja política” y éxito de los populismos en otras partes del mundo. El propio estilo de Imran Khan refuerza esa idea. “Voy a traer de vuelta los miles de millones escondidos en cuentas extranjeras”, ha prometido en su papel de azote de la corrupción.

Ali Adnan, uno de los miembros del partido en Ada Plot, discrepa. “Las raíces son locales. Estamos hartos de la alternancia del PML y el PPP durante los últimos 35 años. La educación, la sanidad, la justicia, la policía… necesitan reformas urgentes. La movilización de los jóvenes del PTI no es nueva; llevan 10 años impulsando esa agenda”, asegura.

La sombra de parcialidad del Ejército enturbia las elecciones en Pakistán
A una treintena de kilómetros de allí, en la sede electoral del PML en el barrio de Garhi Shahu, el ambiente es completamente distinto. Los miembros y simpatizantes del partido del tigre que se han reunido para apoyar a Ayaz Sadiq, el expresidente del Parlamento y candidato de esa circunscripción, están a la defensiva.

“Las reglas del juego no son iguales para todos”, asegura Qadir Iqbal, ante la anuencia del resto. Este empresario del sector químico menciona la detención de 400 empleados del PML la víspera del regreso a Pakistán de su líder, Nawaz Sharif, y muestra un vídeo en el que se ve a unos hombres de uniforme colocando carteles electorales del PTI. La abrumadora presencia de la imagen de Imran Khan en el feudo del PML constituye una humillación para los seguidores de quien ha sido tres veces primer ministro y que ahora ha tenido que dejar el partido en manos de su hermano Shahzbaz Sharif.

“Y luego están las amenazas. Ha habido llamadas a candidatos diciéndoles que saben dónde viven sus hijos”, apunta otro hombre que prefiere no identificarse. A la pregunta de quién hace esas llamadas, devuelve una mirada incrédula. “¿Quiere que los nombre? ¿Quiere que me juegue el cuello?”, contesta.

El PPP también ha denunciado presiones. Pero el runrún es más que una pataleta de los partidos tradicionales ante el aparente avance de su rival. Periodistas, analistas políticos y defensores de los derechos humanos llevan meses quejándose de las interferencias de los “poderes fácticos”, un eufemismo que apunta al Ejército y las agencias de seguridad a los que pocos se atreven a acusar de forma directa. En los casos más sonados, la cadena de televisión Geo y el diario Dawn vieron temporalmente interrumpida su difusión.

EL AGUA COMO ARMA ELECTORAL
“Agua, agua potable”, responde sin dudarlo Asad Khokhar, del PTI, cuando se le pregunta por el principal reto que afronta en su campaña. “En mi circunscripción [la 136] viven 450.000 personas y la ausencia de agua potable causa cólera, hepatitis y otras enfermedades”, asegura.

“Toda esa insistencia del PTI con el agua potable es mera propaganda. Aquí en Lahore hace unos años la ONU estudió el agua corriente y dijo que era mejor que la embotellada”, insiste un asistente de Ayaz Sadiq, presidente de la Asamblea saliente y candidato del PML por el vecino distrito electoral 129.

El agua se ha convertido en un arma electoral. En un país que el monzón inunda cada año y que cuenta además con el deshielo de los glaciares, sólo hay tres grandes pantanos (Mangla, Tarbela y Warsak) para almacenar agua, algo insuficiente para atender las necesidades de sus 208 millones de habitantes.

“Hemos examinado las alegaciones y hemos confirmado tentativas deliberadas de inclinar la balanza a favor de un candidato concreto”, declara a EL PAÍS Hina Jilani, de la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, ONG que ha denunciado “intentos inaceptables de manipular las elecciones”. Jilani, una prestigiosa abogada criminalista y hermana de la fallecida activista Asma Jahangir, menciona casos de candidatos conminados a cambiar de partido (algunos han sucumbido, otros no) o las restricciones a los medios de comunicación, de las que ella misma ha sido testigo.

A diferencia de otros interlocutores, Jilani no tiene problema en acusar al Ejército por su nombre. “Quiere un resultado y hay precedentes de interferencias anteriores. Por eso hemos investigado”, señala. Aun así, considera que los resultados obtenidos hasta ahora son modestos. “Apenas una treintena de candidatos ha sucumbido a las presiones”, dice. También critica al poder judicial por su actuación en el juicio contra Nawaz y la falta de independencia de la Comisión Electoral, cuyas decisiones “solo se explican por colusión con los militares o estupidez”.

El propio Ejército, que va a desplegar 371.000 soldados, se ha sentido obligado a desmentir que tenga un favorito. “Hay algunos rumores sobre los militares en las elecciones, no tienen ningún fundamento. (…) Sólo estamos trabajando para garantizar la seguridad”, manifestó su portavoz, el general Asif Ghafoor, durante una conferencia de prensa el jueves.

“Si tanto les preocupa la seguridad, deberían haber protegido a los candidatos de los atentados que han sufrido durante la campaña. Pero en lugar de eso, han autorizado la concurrencia de grupos que la ONU, EE UU y nuestro país incluyen en sus listas terroristas”, denuncia Jilani. “Incluso si la interferencia es sólo un rumor, la percepción está tan extendida que la Comisión y el Gobierno transitorio debieran haber indagado, en vez de eso la Comisión ha decidido poner soldados dentro de los colegios electorales y darles poderes judiciales”, censura Jilani. “Cualquier soldado, ni siquiera un oficial, podrá detener y condenar a un votante cuyo comportamiento le resulte indebido”, explica.

Este asunto y las acusaciones entre los candidatos han eclipsado el debate sobre los graves problemas económicos y sociales del país. Menos del 1% de los paquistaníes paga impuestos, la escasez energética limita el desarrollo industrial (y la creación de empleo), mientras aumenta la deuda y se reducen las reservas de divisas. De ahí, la pérdida de credibilidad de los políticos y el éxito de la campaña de Imran Khan. Queda por ver cómo se expresa en las urnas.


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