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La única revolución del siglo XX que ha supuesto un cambio ha sido la femenina

Gioconda Belli :: 24.07.18

Parecía que el hecho de ser mujer y reconocer mi cuerpo me hacía a mí un animal raro, y yo he tratado de provocar a partir de eso. Me di cuenta de que había tocado un aspecto subversivo de la feminidad y empecé a hacerlo de una manera más preconcebida y un poco desafiante. Ahorita, con el #MeToo y las luchas contra el feminicidio, se está viendo el abuso en el cuerpo femenino, y cómo esa manera de relacionarse la sociedad con el cuerpo de la mujer y el hombre con el cuerpo de la mujer marcó toda una manera de existir. Hay que romper con esa noción de identidad que tenemos.

Gioconda Belli: “La única revolución del siglo XX que ha supuesto un cambio ha sido la femenina”
Patricia Reguero
24 julio 2018
El Salto

Lo primero que se suele decir de Gioconda Belli (Managua, 1948) es que es autora de literatura “femenina”, aunque su trabajo va bastante más allá. A ella, sin embargo, no solo no le molesta esa etiqueta, sino que la reivindica. Pero Belli no es solo la artífice de la novela en la que el Partido de la Izquierda Erótica acaba gobernando un país. Es, también, la escritora que se unió al Frente Sandinista de Liberación Nacional en los años 70, desde el que llegó a ocupar puestos de responsabilidad cuando cayó el régimen somocista. Hoy, Belli mira con preocupación la deriva del presidente Daniel Ortega, líder del FSNL y responsable de la represión que se ha cobrado más de 30 muertos en Nicaragua esta primavera. En Rebeliones y revelaciones(Txalaparta, 2018), la escritora recopila ensayos, artículos y recuerdos con los que trata de explicarse a sí misma.

¿Cuál es la revelación de este libro?
Hay muchas revelaciones en mi libro, porque la vida entera creo que es una revelación para uno mismo. Pero la principal es cómo la práctica de la literatura surgió de una revelación sobre mí misma, que tiene que ver con el hecho de ser mujer, con cómo ser mujer y con la búsqueda de mi identidad propia.

Te suele acompañar la etiqueta de “escritura femenina”, “literatura erótica”, “escritura sensual”… Pero muchos de los textos de este libro son sobre violencias, mujeres fuertes o política. ¿Se te queda corta la etiqueta?
Me parece que hay una necesidad de encasillar a las personas, y sobre todo a las mujeres. Yo empecé escribiendo poesía que hablaba de mi cuerpo desde la subjetividad, no de mi cuerpo como objeto sino como sujeto, y eso fue revolucionario en su momento. Realmente no era algo tan fuera de lo que se ha hecho en la literatura en general, porque los hombres escribieron poesía erótica toda la vida y nunca se le ha puesto a Neruda la etiqueta de “poeta erótico”. Pero parecía que el hecho de ser mujer y reconocer mi cuerpo me hacía a mí un animal raro, y yo he tratado de provocar a partir de eso. Me di cuenta de que había tocado un aspecto subversivo de la feminidad y empecé a hacerlo de una manera más preconcebida y un poco desafiante. Ahorita, con el #MeToo y las luchas contra el feminicidio, se está viendo el abuso en el cuerpo femenino, y cómo esa manera de relacionarse la sociedad con el cuerpo de la mujer y el hombre con el cuerpo de la mujer marcó toda una manera de existir. Hay que romper con esa noción de identidad que tenemos.

No sabemos cómo recibiría Nicaragua una denuncia como la del #MeToo cuando la hijastra de Ortega se atrevió a acusarlo y hoy vive fuera del país mientras él es presidente

¿La alerta feminista en España por el caso de La Manada ha llegado a Nicaragua?
En Nicaragua todavía no estamos en la capacidad de que haya el respaldo social que hay en otros lugares a las mujeres, en el sentido de que, si se diera una campaña de denunciar los abusos, no sabemos si la sociedad lo recibiría de una manera reivindicativa para la mujer. Hay un gran riesgo y la mujer lo percibe. Tuvimos la experiencia de la hijastra de Daniel Ortega, que lo denunció por abuso sexual y terminó siendo víctima de su propia acusación: hoy ella no está ni viviendo en Nicaragua y ese hombre es presidente.

¿Hay un quiebre, un punto de inflexión?
Sí, porque muchos hombres van a tener mucho más cuidado de ahora en adelante porque existe este precedente y se dan cuenta de que puede ser un riesgo para ellos actuar de una forma determinada. Pienso que eso va a cambiar ciertas relaciones, pero ahorita también va a haber una contrarreacción contra la mujeres, ya la está habiendo. Por eso ahora es importante que haya beligerancia y militancia. Existe un peligro pero creo que se va a balancear. Creo que van a cambiar muchas cosas, ya están cambiando. La revolución más importante del siglo XX fue la revolución femenina, ha sido la única que ha supuesto un cambio de la manera en la que existimos.

Has dicho “femenina”, y así se describe a veces tu literatura. ¿No te gusta más decir que es “feminista”?
Para mí no tiene diferencias. Entiendo lo que me estás diciendo, porque cuando se habla de literatura femenina es para menospreciarla. Se nos cuestiona que nuestra producción intelectual esté demasiado relacionada con nuestra identidad sexual y yo creo que eso es una gran trampa. De alguna manera, la visión de la mujer ha sido creada por la literatura: el hombre se ha encargado de crear la imagen de la mujer y la manera en la que la sociedad ve a la mujer en un campo en el que los hombres han tenido el dominio más grande sobre la producción. El hecho de que nosotras ahora estemos creando nuestra propia manera de vernos y hablando de nosotras mismas de otra manera causa ruido, y lo que hacen para bajar intensidad a ese ruido es decir que es una literatura light, romántica. A mí me da risa porque cuando le digo a alguien que no me conoce que escribo novelas casi siempre me dice: “¿Románticas?”. [Risas]. Pero no es literatura femenina, sino que es literatura del 50% de la humanidad, sobre la existencia de una parte de la humanidad que funciona de acuerdo a unas circunstancias y condicionamientos.

Gioconda Belli en Madrid
MANU NAVARRO
Te cito: “La realidad se falsifica y las palabras se usan, no para la libertad, sino para la peor de las opresiones”. Si la opresión se puede sostener con palabras, ¿se puede también cambiar el mundo con palabras?
Absolutamente. Y lo vamos cambiando. Pero estamos en una época en que la palabra más profunda está siendo trivializada. Las redes sociales son un ejemplo interesante. Hay como una necesidad exhibicionista que no se preocupa por la profundidad del ser humano sino que más bien exhibe lo superficial. Por otra parte, a mí me encantan las redes sociales como escritora porque he podido comunicarme con mis lectores de una manera que jamás hubiera sido posible en otro tiempo, o me han facilitado investigar para mis novelas. Es como una hiperinteligencia que tenemos a nuestro alcance. Qué vamos a hacer con ella es la lucha que vamos a tener que dar para elegir entre idiotiozarnos o tratar de crear una comunidad diferente a partir de que tenemos esa capacidad de comunicarnos.

En los meses pasados ha habido fuertes protestas en Nicaragua, iniciadas como una movilización contra la reforma de la seguridad social pero que se han transformado en un reflejo del descontento con el Gobierno de Daniel Ortega. ¿Cuál ha sido el papel de las redes sociales en esta revuelta?
Precisamente, este libro sale en un momento en el que en Nicaragua tenemos una rebelión que también es una revelación, porque hace unos meses parecía que allí no pasaba nada y que la gente estaba contenta con Daniel Ortega. Y aparecían voces diciendo otra cosa, pero no se sabía cómo estaba la mayoría de la gente porque había mucho miedo. A partir de unas protestas pacíficas se revela que detrás de esa máscara que había querido crear este Gobierno, lo que existía era un enorme descontento y un cuestionamiento al autoritarismo con que se estaban manejando las cosas. El juego entre rebelión y revelación se aplica a lo que ha estado pasando en Nicaragua, y tiene que ver también con las redes sociales. ¿En qué sentido? Primero hubo un incendio en una reserva forestal y el Gobierno no estaba haciendo nada por que no se extendiera. Los estudiantes empezaron a protestar y los reprimieron. Después de eso se da una reforma del sistema de seguridad social, y la represión contra los que protestan se capta toda por las redes sociales. Empezás a ver la saña, la gente sangrando, un muchacho que lo están pateando entre seis, otro que lo dejan ensangrentado, y otro que perdió el conocimiento. ¡Vimos a un periodista morir porque le pegaron un balazo en directo! Eso hizo que la protesta se expandiera y que en todas partes del país la gente empezara a reaccionar por la agresión, y pasó de ser una protesta por un cambio en el sistema de seguridad social a ser una protesta por las agresiones que se extiende a todo el sistema que nos han querido imponer.

Para mí ha sido hermoso ver que en los jóvenes de Nicaragua existe el espíritu rebelde y que hay una resistencia casi interiorizada a la dictadura

Esa revolución, ¿es heredera de la que tú viviste en los 70?
Sí, y para mí ha sido hermoso ver que existe ese espíritu rebelde, que hay una resistencia casi interiorizada a la dictadura y hay una capacidad de reconocer cuándo llegamos a la dictadura. Porque había toda una discusión sobre si el Gobierno de Daniel Ortega era una dictadura o una dictablanda, y ahora creo que ya nos dimos cuenta de que estamos en la dictadura y no podemos aceptarlo.

¿Reconoces las estrategias, son las mismas?
Desafortunadamente, sí. El pecado más grande de este hombre fue quererse reelegir y reformar la Constitución para eso, y no solo eso sino además poner a su esposa de vicepresidenta como solo ha sucedido en una serie de televisión, House of Cards. Se está gestando una dinastía en la que el poder va a pasar del marido a la esposa y de la esposa al hijo, y volvemos a un Estado como en el somocismo.

Mujeres y política es uno de los temas de tu literatura. Te he escuchado decir que a la política le falta humor, pero la verdad es que a las mujeres, cuando entran en política, tampoco es que les sobre el humor… ¿Qué puede cambiar con las mujeres en política?
Mi teoría, que la desarrollé en El país de las mujeres, es que habría que buscar una manera diferente de ejercer el poder. Yo partía de que la mujer tiene una práctica social, que es la práctica del cuidado, y a partir de ahí yo decía: una manera de ejercer el poder más femeninamente es con una actitud más de cuidado del país, de las relaciones humanas, y preocuparse, más que por el producto interno bruto, por la felicidad y por que las personas puedan vivir de una manera que les permita desarrollar plenamente su potencial. Y en esa salida me parece que las mujeres, la ética femenina, tiene cualidades para poder hacer esos cambios. Pero las mujeres actualmente, cuando se meten en política, lo primero que tienen que probar es que son tan hombres como cualquier hombre, y si se comportan femeninamente las van a descartar.

Esa política femenina y feminista, ¿será necesariamente también de izquierdas?
Creo que debería serlo. Pero también la izquierda se tiene que redefinir, porque la izquierda no tiene sentido del humor, como debería. En primer lugar se toma a sí misma demasiado en serio, es muy dogmática y tiene unas grandes dosis de autoritarismo. ¿Cómo no se van a correr los jóvenes y la gente de la política si se ha vuelto una práctica de gente horrible, de hombres y mujeres odiosos, feos? En las últimas semanas he estado en Europa y estoy angustiada, pero al mismo tiempo siento que es lindo que haya otra gente que tiene otra manera de organizarse y de hacer liderazgo sin jerarquías.

Termino. Te voy a decir tres nombres y te pido un adjetivo: Daniel Ortega.
Nefasto.

Trump.
Nefasto.

Rajoy.
Nefasto. [Risas]


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