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La educación que viene: una lección de elemental supervivencia


Romina Aprendizaje :: 26.07.18

Institucionalizar el proceso adaptativo de un ave, abriendo un llamado a inscripción, disponiendo de un escenario aular y confeccionando contenidos que describan y moderen los modelos de conducta que deba aprender a imitar un buen polluelo; sería una tarea irrisoria, porque todo el mundo sabe que este tipo de animales aprende naturalmente de una forma espontánea la que habrá de ser su conducta.
El hombre moderno, sumergido en su contexto cultural y suscripto a un programa civilizatorio en supuesto buen curso de desarrollo, no debería funcionar de una manera muy diferente, por el contrario debería resultarle más sencillo que al ave reproducir una conducta evolutiva mejor adaptada al medio natural que habite.
Sin embargo, la vía de conocimiento gregario de este buen animal que somos se encuentra intervenida por un sistema de creencias que dice ser el exclusivo portador de los modos de conducta a consagrar como dignos de ser imitados. Así, numerosas formas de interacción adaptadas y sinérgicas con el entorno natural, pueden ser modificadas en favor de otro modelo, cuya intervención alienta la forma de vida humana tenida por dominante sin que se sepa bien de que manera esa potestad ha de ayudar al bienestar de los niños intervenidos y sustraídos de la histórica relación que los une a nuestro entorno biológico.


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