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Brasil: acabado el plazo de candidaturas, ha quedado conformado el frente electoral estatista Vs el Brasil de abajo

Celag :: 07.08.18

Los cientos de colectivos y experiencias autónomas, comunitarias, rebeldes, alternativas, culturales y autogestionarias que hacen nata por todo Brasil, no es necesario que se pronuncien sobre las elecciones como hacen algunos abstencionistas, sino que hacen bien en seguir pausadamente la profundización de sus relaciones internas, consolidación de sus formas de alimentación, salud y servicios, así como el desarrollo de sus comunicaciones y divulgación para mostrar el ejemplo de autodeterminación y contribuir ala multiplicación de las diversidades que forman el plexo del antagonismo de la sociedad alterativa.
Las viejas consignas de Brasil Potencia y los enormes tejidos de corrupción institucional que hacen las delicias de los medios, ya no son voladores de luces que prenden a las masas como las actividades del Passe Livre y otras múltiples dinámicas protagonistas de los de abajo.
Para apoyar al pueblo brasileño es necesario distanciarse de las dinámicas electorales institucionales y concentrar los esfuerzos en la construcción del protagonismo social en todas partes, sin prisa y sin vanguardismo.

07-08-2018

Candidaturas y alianzas partidarias: Brasil rumbo a una elección histórica

Amílcar Salas Oroño y Camila Vollenweider
Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítico (CELAG)

La elección presidencial en Brasil comienza a transitar por las diferentes instancias que indica su calendario. Vencido el tiempo límite para que cada partido oficialice sus candidatos ahora las negociaciones continuarán para consolidar los espacios políticos, no tanto las coaliciones oficiales, en equilibrios finales que prometen ser dificultosos (se hecho ya lo están resultando) por dos tipos particularidades que esta elección presenta.

Por un lado, la mayor “competitividad” del escenario: de consolidarse que, entre blancos, nulos y ausencias llegan al 33% de los votos, quien cuente con un 20% de los mismos ya tendrá, por lo tanto, un 30% de los votos válidos, y chances ciertas de estar en una segunda vuelta presidencial. Este panorama, que no es sino consecuencia de un notorio desencanto con el sistema político en general que se potenció desde el 2013 (pero que permanece en progreso hace más tiempo) es lo que estimula que ni Jair Bolsonaro, ni Geraldo Alckmin, ni Marina Silva, ni Ciro Gomes, entre otros, desistan de ir hasta el final con su candidatura. En otros momentos, y por lo costoso que es cualquier contienda presidencial en un país tan inmenso, ya hubieran desistido, por lo menos, un par de nombres; no es este el caso. Hay, además, una superposición de “clivajes de competencia” o “temas de agenda” que hacen a una dispersión de las discusiones a proponer, lo que alimenta la expansión de diversos puntos de vista. Quizás el único que conserva cierta “centralidad” expresiva es Lula, pero su situación carcelaria complejiza la situación.

Por otro lado, al elegirse gobernadores (y diputados y senadores federales) hay, al interior de casi todos los partidos, fuertes tendencias a pensar en la preservación propia más que en un proyecto común. La consistencia partidaria brasileña ha sido tema de estudio hace décadas, pero este año le agrega una condición extra: el ilegítimo impeachment, la crisis económica y de empleo, entre tantos otros aspectos de la realidad nacional de los últimos años, han recreado la noción de “ingobernabilidad” y escepticismo en las posibilidades de una reversión del cuadro. Esta situación tracciona los ánimos hacia la supervivencia en los ámbitos subnacionales más que en apuestas federales potenciales, lo que puede ser visto también como una mayor brecha de intereses entre las maquinarias territoriales y los deseos de las grandes figuras del partido.

Un claro ejemplo de estos desacuerdos entre las direcciones nacionales y estatales de los partidos ha sido, en la última semana, lo que sucedió en el seno de un partido político de porte medio (con una bancada parlamentaria nada despreciable, con gobernadores, y otros recursos políticos) como es el Partido Socialista Brasileño (PSB) [1]: la neutralidad de su apoyo a cualquier candidatura presidencial –cuestión buscada por el Partido dos Trabalhadores (PT), que temía un cierre de la sigla con Ciro Gomes (PDT)– incluyó subidas y bajadas de candidatos en diversos estados, como Minas Gerais o Pernambuco, lo que generó toda una serie de cortocircuitos internos que muchas veces traen consecuencias para el mismo día del voto.

De cualquier forma, si bien es cierto que la fragmentación partidaria y los intereses sectoriales son los elementos que irán a caracterizar esta elección presidencial, deben considerarse los condicionamientos que pueden devenir de la “estructura de competencia”, esto es, la forma más o menos habitualizada en que se viene dando la selección de los presidentes en Brasil desde 1994 en adelante: con un polo de izquierda/centro izquierda representado por el Partido dos Trabalhadores (PT), por un lado, y otro polo de competencia de centro/derecha representado por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Entre estos dos partidos se han repartido los presidentes desde entonces. Habrá que ver en qué medida esta naturaleza histórica del sistema político se mantiene o si, por el contrario, habrá otro tipo de interacciones. Habrá que ver hasta qué punto, en este plano, el golpe parlamentario contra Dilma Rousseff en el 2016 ha transformado el contexto.

Candidaturas presidenciales para el 2018

Ayer venció el plazo para que, mediante las convenciones partidarias, las diferentes fuerzas políticas definieran sus candidatos [2]. La selección de los candidatos –sobre todo a vicepresidente (figura institucional que, después del papel histórico jugado por Michel Temer, seguramente estará más en observación)- respondió no sólo a la proyección pública del mismo sino también a determinados equilibrios regionales que necesariamente deben buscarse para ampliar el abanico de los potenciales votantes. En el grupo de las fórmulas presidenciales (presidentes y vicepresidentes) con chances de alcanzar resultados de dos dígitos – y, por lo tanto, de animarse a tener una performance que los deje en un segundo turno- están:
Ciro Gomes y Katia Abreu, ambos del Partido Democrático Trabalhista (PDT). La postulación de Ciro –es la tercera vez que es candidato a presidente- viene siendo instalada desde hace tiempo, sobre todo luego del impeachment a Dilma Rousseff, al que se opuso con claridad (no así el propio partido). La selección de Katia Abreu puede parecer un tanto disruptiva: enérgica defensora de los intereses ruralistas y ex-ministra de Dilma Rousseff, su perfil conservador moderaría, en parte, las “incertidumbres” que supuestamente detenta la figura de Ciro.
Lula y Fernando Haddad, ambos del Partido dos Trabalhadores (PT). La situación de Lula es incierta como candidato; en prisión hace unos meses, el Partido sigue apostando a su habilitación. Sin embargo, la aparición de Haddad (ex alcalde de São Paulo) ya estará moderando la idea de que “no hay Plan B”, es decir, que no habría otra alternativa a Lula. Esta cuestión se reforzaría con un acuerdo de último momento entre el PT y el Partido Comunista do Brasil (PCdoB) por el cual, de no ser posible que Lula sea candidato, Manuela d’ Ávila acompañaría a F. Haddad como vicepresidenta.
Gerardo Alckmin y Ana Amelia. El primero, histórico nombre del PSDB, candidato presidencial derrotado por Lula en la elección del 2006 –obtuvo menos votos en la segunda vuelta que en la primera- ha logrado costurar, según la prensa hegemónica, “las mejores alianzas partidarias”, lo que le permitirá contar con la mayor cantidad de minutos de televisión en horario gratuito (siendo que aquél se calcula en base a las representaciones parlamentarias). Su compañera de fórmula fue una intransigente defensora del impeachment a Dilma Rousseff.
Marina Silva y Eduardo Jorge. Luego de sus excelentes performances en 2010 y 2014, Silva esta vez se presenta por un partido muy menor (REDE Sustentabilidade; E. Jorge está afiliado al Partido Verde), cuestión que, quizás, termine resultando decisivo para sus chances. Si bien continúa representando a un sector no menor del electorado (público evangélico, identificado con una agenda medioambientalista, con buenas relaciones con el empresariado nacional), ha perdido un poco de presencia en la esfera pública, además de sufrir cierta decoloración ideológica a partir de su apoyo al impeachment a Dilma Rousseff (antigua compañera de partido) y a algunas impopulares medidas tomadas por Temer durante estos años.
Jair Bolsonaro y Hamilton Mourao. Se trata de una de las sorpresas de esta elección. No porque Bolsonaro sea una figura nueva en el sistema político brasileño: afiliado al Partido Social Liberal (PSL), ya pasó por 9 partidos políticos diferentes y cumple su séptimo mandato como diputado. Tampoco tiene asegurada su participación en octubre: pesa sobre él una acción penal por apología del delito que se encuentra en el STF y todavía no está del todo definida. Llevará como vicepresidente a Hamilton Mourao, del Partido Renovador Trabalhista Brasileiro (PRTB), quien afirmó el año pasado que “un golpe militar era posible en el país” y este año defendió que el Ejército tomara el poder “si la Corte Suprema no castigaba a los políticos corruptos”. Representan, ambos, a los sectores más antidemocráticos y fascistoides de la sociedad [3]: todo indica que su candidatura se irá deshidratando en la medida que sus (potenciales) votantes vayan migrando nuevamente al PSDB.
Alvaro Días y Paulo Rabello de Castro, del partido PODEMOS. Empresario y hoy senador federal, Días ya ha pasado por varios partidos políticos (PMDB, PSDB, PV, entre otros), lo que le ha dado cierta exposición que está detrás de la proyección pública que mantiene. Su compañero de fórmula, del Partido Social Cristiano (PSC), desistió de su propia candidatura, cuestión que potencia, en un hipotético caso, las chances conjuntas de llegar a los dos dígitos electorales en la primera vuelta el 7 de octubre.

En un grupo con menos posibilidades, están los candidatos elegidos por sus convenciones: 1) el cabo Benevenuto Daciolo Fonseca dos Santos, actualmente diputado por el Partido Patriota, y Suelene Balduino Nascimento; 2) Henrique Meirelles y Germano Rigotto, por el MDB; 3) Joao Amoedo y Christian Lohbauer, por el Partido NOVO; 4) Guilherme Boulos, joven activista del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST), y Sonia Guajajara, ambos por el PSOL; 5) el Partido Patria Livre (PPL) llevará al hijo de Joao Goulart como candidato; 6) la Democracia Cristiana (DC) a José Maria Eymael; 7) el PSTU a Vera Lucia; 8) y, como se mencionó, por ahora el PCdoB tiene inscrita a Manuela d’ Ávila como candidata a presidenta, cuestión que puede alterarse hasta el día en que se confirmen definitivamente los nombres de las coaliciones.

Una elección hacia la derecha

El PSDB es el partido que hoy tiene mayor claridad en el mapa de alianzas a nivel federal, además de ser el más beneficiado por el golpe parlamentario a Dilma Rousseff. Geraldo Alckmin, hasta hace poco gobernador de São Paulo, ha conseguido -pese a su limitada intención de voto- el apoyo del llamado “centrão”. Partidos como el PP, el PR, el PRB (ligado a la Iglesia Universal) o el DEM hicieron público días atrás su adhesión a la candidatura de Alckmin a la presidencia. También se sumaron Solidariedade (del sindicalista Paulinho da Força), PTB de Roberto Jefferson, el PSD de Gilberto Kassab, el PPS de Roberto Freire y el PV de Sarney (hijo).

El “centrão” es un bloque de partidos pequeños o medianos sin ideología clara, aunque más orientados al centro-derecha del arco político. Salvo el DEM, históricamente aliado al PSDB, las demás siglas, por ejemplo, apoyaron la candidatura de Dilma Rousseff en 2014 pero también el pedido de su impeachment (menos el PR); y, hasta hace poco, también coquetearon con un posible apoyo al candidato Ciro Gomes.

Las razones de dicho pronunciamiento tienen su lógica, a pesar de la falta de lógica en el comportamiento electoral del bloque: si bien Lula da Silva tiene una alta intención de voto, su candidatura no es segura, y el PSDB es quien tiene a su disposición gran parte de la “maquinaria” electoral. Una victoria de su candidato podría garantizar a los partidos del “centrão” puestos clave a nivel ministerial y legislativo con la perspectiva de continuar acumulando poder político.

El Partidos dos Trabalhadores y la elección de octubre

¿Qué pasará con la candidatura de Lula? La estrategia del partido y de su defensa es mantener su candidatura hasta agotar todos los recursos jurídicos disponibles. La candidatura de Lula está inscrita, pero a merced de un proceso de impugnación que involucra al Tribunal Supremo Electoral (TSE), al Tribunal Supremo de Justicia y que también podría afectar al Supremo Tribunal Federal. A pesar de que existe un artículo del Código Electoral (el 16-A) que indica que un candidato sub judice podrá realizar todos los actos relativos a la campaña electoral, incluso utilizar el horario electoral gratuito en radio y televisión, y tener su nombre en la urna electrónica -no sería el del petista el primer caso en la historia de Brasil-, lo cierto es que su futuro es una incógnita.

Lula sería el primer candidato presidencial en esta sutuación jurídico-electoral pero, además, es “o Lula”: el candidato con mayor intención de voto y la figura más temida por el establishment del gigante suramericano. Así, el TSE podría negar de oficio el pedido de registro si considera que con su condena perdió los derechos políticos -algo que su defensa alega que no ha sucedido-, o bien el problema podría llegar a definirse en el STF, y aquí Lula ya perdería su derecho a hacer campaña porque ésta se permite sólo cuando la candidatura se encuentra sub judice en una instancia ordinaria. Considerando la performance judicial contra Da Silva, es probable que su candidatura, de continuar, se dirima en el Supremo. Con un fallo previsible, dados los antecedentes recientes.

Conclusiones

Cada vez queda menos tiempo para definiciones alrededor de una elección presidencial que será histórica, por varias circunstancias, pero sobre todo porque se verá si se afianza y profundiza la agenda post-golpe del 2016 –de privatización, desnacionalización, aumento del desempleo, militarización de la vida cotidiana, desgobierno fiscal, presupuestario, entre otras realidades-. Con el espacio político de derecha consolidado, en sus objetivos y en sus posiciones, y con un bloque histórico que seguramente pivoteará alrededor de la candidatura de Alckmin, también es cierto que el margen de crecimiento de ese proyecto político es bastante limitado.

Los movimientos potenciales de transformación del escenario electoral pueden provenir, de existir, del campo de izquierda/centro izquierda. En ese sentido, habrá que ver qué pasa con este “Plan B” (si es que Lula no puede ser candidato, y entonces la fórmula será F. Haddad y M. d’ Ávila), y qué hará el resto de los candidatos afines: para una reversión del cuadro económico y social en curso, es fundamental que el bloque que se va consolidando entre el PT, PCdoB, PROS, PCO, partes del PSB y sectores del MDB logre ampliarse lo máximo posible, al margen de las candidaturas.

Referencias
[1] https://g1.globo.com/politica/eleicoes/2018/noticia/2018/08/05/em-convencao-psb-decide-nao-apoiar-ninguem-na-eleicao-para-presidente.ghtml

[2] https://g1.globo.com/politica/eleicoes/2018/noticia/2018/07/20/candidatos-a-presidencia-da-republica-nas-eleicoes-de-2018-veja-quem-sao.ghtml

[3] https://brasil.elpais.com/brasil/2018/08/05/politica/1533482571_722395.html

Amílcar Salas Oroño y Camila Vollenweider son investigadores del Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítico (CELAG).

Fuente: http://www.celag.org/candidaturas-alianzas-brasil-rumbo-eleccion-historica/


https://clajadep.lahaine.org