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Geoingeniería. El gran fraude climático. Parte 2 y última

ETC Group :: 31.08.18

capítulo iv: argumentos contra la geoingeniería
99 Mega escala
99 No confiable y de alto riesgo
100 Riesgos ambientales
101 Irreversibilidad
102 Inequidad y exacerbación de los desequilibrio en el poder global
103 Injusticia intergeneracional
104 Justificación para la inacción climática
104 Especulación con el carbono
105 Convergencia de tecnologías emergentes de gran escala
106 Control global
107 La geoingeniería como arma
107 Violación de enmod
108 Desvío de recursos, de financiamiento y de esfuerzos de investigación sobre soluciones reales
capítulo v: ¿Quién está detrás de la geoingeniería?
111 Viejos fósiles, nueva presentación
113 La camarilla de la geoingeniería
114 Las camarillas no son buenas para la ciencia ni la democracia
117 Literatura y patentes: los dueños de la geoingeniería
120 Investigación en Geoingeniería
128 El ipcc y la normalización de la geoingeniería
132 Los mercaderes del clima
139 Clima de guerra: Los militares y la geoingeniería
143 Conservacionismo por la manipulación de la Tierra
145 Defender a la Madre Tierra: La geoingeniería y la resistencia indígena
capítulo vi: la gobernanza de la geoingeniería
149 ¿Es posible gobernar la geoingeniería?
151 El santo grial de las “emisiones negativas”
152 Un punto de partida
153 Las discusiones sobre geoingeniería en la onu
155 Naturaleza transfronteriza
157 Investigación y gobernanza: ¿el huevo y la gallina?
159 ¿Es posible un consenso global? la gobernanza de la geoingeniería
capítulo vii: la ruta para avanzar
165 Un realismo radical
167 Lo normal es el rechazo a la geoingeniería
169 Mantener y reforzar las moratorias
170 Detener los experimentos en campo abierto
171 Trabajar por una prohibición
171 Ampliar el contexto y los debates sociales
172 ¡No manipulen la Madre Tierra!
177 anexo i: la geoingeniería en naciones unidas
193 anexo ii: iniciativas no gubernamentales para la gobernanza de la geoingeniería
201 los autores de geoingeniería: el gran fraude

capítulo iv
Argumentos contra la geoingeniería
capítulo iv
Aunque cada tecnología de geoingeniería tiene problemas específicos que se detallan en este informe, todas comparten riesgos comunes y generan serias preguntas sobre su equidad y justicia. Los problemas van desde la ecología hasta la sociedad, las economías y la política.
Mega escala
Para que cualquier tecnología de geoingeniería tenga impacto en el clima planetario deberá ser desplegada a mega escala. Las consecuencias no previstas de su despliegue serían globales y necesariamente transfronterizas.
No confiable y de alto riesgo
La geoingeniería pretende intervenir en sistemas dinámicos poco comprendidos. Dadas las complejidades del clima global, existen infinidad de maneras en que las intervenciones podrían salir mal, por ejemplo: por falla mecánica, error humano, conocimiento incompleto e información insuficiente sobre el clima; por efectos sinérgicos impredecibles, por fenómenos naturales que podrían incrementar, disminuir o alterar los efectos deseados de la geoingeniería (como erupciones volcánicas, terremotos, tsunamis); por impactos transfronterizos, cambios en los

regímenes políticos, falta de recursos, entre muchos otros. Reparar un despliegue fallido de geoingeniería podría incluso empeorar la crisis climática. No existe un nivel de precisión, planeación o modelación que pueda predecir con exactitud el resultado, ni a corto ni largo plazo.
Riesgos Ambientales
Todas las técnicas de geoingeniería tienen potenciales impactos ambientales negativos. Por ejemplo, la fertilización oceánica altera la cadena alimenticia marina, puede producir florecimientos de algas dañinas y anoxia (ausencia de oxígeno) en algunas capas marinas. El despliegue de técnicas de bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (beccs) implica el acaparamiento de tierras, agua y nutrientes con sus correspondientes “desplazamientos masivos de tierra y personas, con implicaciones globales para el abasto de alimentos, el derecho a la tierra y la justicia ambiental”.
Con las técnicas de gestión de la radiación solar (grs) no es posible estar seguros de los efectos en la biodiversidad de los ecosistemas ya que creará un balance (o desbalance) ecológico totalmente nuevo. La energía de la luz solar es un recurso esencial para la vida en el planeta y se vincula estrechamente a las algas del océano que producen la mayor parte del oxígeno del planeta. Esta actitud peligrosamente reduccionista disecciona el mundo entre entidades almacenadoras de carbono o reflejantes de luz. La geoingeniería es incapaz de apreciar integralmente los sistemas ecológicos y por lo tanto es ciega a los severos daños que podría infligir sobre los ecosistemas y las comunidades humanas.
Irreversibilidad
Los científicos del clima a menudo hacen referencia a los puntos climáticos de no retorno ocasionados por el cambio climático (por ejemplo, es improbable que con “emisiones negativas” se vuelva a congelar el Ártico). De modo similar, la aplicación de tecnologías de geoingeniería podría, en sí misma, ser irreversible por la escala requerida y, en muchos casos, por la propia naturaleza de sus tecnologías. Los daños a los ecosistemas y a los pueblos —muchos de los cuales se describen en el siguiente párrafo— podrían ser irreversibles. Una vez que iniciáramos el enfriamiento artificial del planeta mientras continuamos emitiendo gases de efecto invernadero, no podríamos detenernos. Como explica Alan Robock respecto a la gestión de la radiación solar (grs o srm en inglés), “No sabemos qué tan rápidamente los científicos y los ingenieros podrían terminar un sistema de geoingeniería o contener sus impactos […]. Una vez que pongamos aerosoles en la atmósfera no podremos removerlos”. La cancelación súbita de grs ocasionaría aumentos en la temperatura y efectos de retroalimentación que podrían ser incluso más difíciles de enfrentar que el efecto climático que se pretendía atacar. Raymond Pierrehumbert, catedrático de física de la Universidad de Oxford, lo expresa de este modo: “Si la inyección de partículas se detuviera en algún momento, las partículas se precipitarían más o menos en un año, y el mundo sufriría el pleno impacto de un nuevo aumento del calentamiento global en aproximadamente una década, un fenómeno denominado ‘shock de terminación’. En otras palabras, una vez que has iniciado la modificación del albedo, necesitas seguirlo haciendo para siempre”.
Inequidad y exacerbación de los desequilibrios en el poder global
Los países poderosos y las corporaciones que son actual e históricamente los principales emisores de gases de efecto invernadero son también la sede de las organizaciones y universidades que están más activas invirtiendo en investigación para el desarrollo de la geoingeniería y todo lo relacionado con su propiedad intelectual. Estas naciones también dominan la política ambiental internacional. Sin embargo, es muy posible que los impactos negativos de diversas tecnologías de geoingeniería, afecten principalmente al Sur global. Dejar a los contaminadores a cargo de la solución del cambio climático significa seguir desestimando los intereses de los pueblos marginados y oprimidos. La perspectiva de un eventual control global de las temperaturas impone serias preguntas en relación con el poder y la justicia. ¿A quién corresponde controlar el termostato de la Tierra? ¿Qué intereses serán favorecidos? ¿Quién tomará la decisión de desplegar estas tecnologías si en algún  
momento se consideran técnicamente viables? Los gobiernos no han podido colaborar democráticamente para acordar un protocolo global y jurídicamente vinculante sobre el cambio climático, que considere una distribución equitativa de las responsabilidades. El Acuerdo de París parecía ser un paso en esa dirección, pero sólo unas cuantas semanas después de haber entrado en vigor, el país con las mayores emisiones históricas (Estados Unidos) se retiró de él. Es difícil imaginar que los gobiernos tendrán un mejor desempeño cuando lo que esté en la mesa de discusión sea la geoingeniería. De hecho, si hubiera sido posible alcanzar un acuerdo internacional vinculante, sostenido y democrático sobre el cambio climático, no estaríamos enfrentando hoy el fantasma de la geoingeniería.
Injusticia intergeneracional
La idea de que la geoingeniería será capaz de “comprarnos tiempo” para transitar hacia políticas de bajas emisiones de carbono en las próximas décadas es poco realista, e impone una carga excesiva e injusta sobre las futuras generaciones. Por ejemplo, la perspectiva de disponer de tecnologías de “emisiones negativas”, que ni siquiera existen aún, y su eficacia y viabilidad están muy lejos de ser probadas, ya ha provocado un retraso en las reducciones de emisiones reales, tan urgentemente necesarias. En el (probable) evento de que estas “tecnologías fantasmas” fracasaran en lograr sus objetivos, las generaciones futuras tendrán que enfrentar las consecuencias. Debido a esta realidad, algunos científicos del clima consideran a las tecnologías de emisiones negativas una “apuesta riesgosa e injusta”. No podemos condenar a nuestros hijos y nietos a ser rehenes de la geoingeniería o víctimas de un clima aún más adverso porque pusimos nuestra fe en tecnologías fantasiosas que se supone existirían “en el futuro”.
Justificación para la inacción climática
Si bien muchos promotores de la geoingeniería sostienen que ésta no debe excluir acciones urgentes para enfrentar el cambio climático, el hecho es que la geoingeniería ofrece “una mentira cómoda” para beneficio de quienes niegan el cambio climático, e incluso para los gobiernos que buscan evitar los costos políticos de la reducción de las emisiones de gei. El desarrollo activo de herramientas y experimentos de geoingeniería propicia el retraso de las acciones para enfrentar el calentamiento global y ofrece una justificación para aminorar las restricciones que deberían imponerse a las industrias altamente emisoras de carbono. De hecho, algunas de las voces más estridentes que exigen más investigación para el desarrollo de la geoingeniería, provienen de los centros de difusión de las ideas neoconservadoras cercanos a la industria de los combustibles fósiles, los mismos centros que anteriormente promovían la negación del cambio climático (como el Copenhague Consensus
Center de Bjorn Lomborg y el American Enterprise Institute).

La perspectiva de un eventual control global de las temperaturas impone serias preguntas en relación con el poder y la justicia. ¿A quién corresponde controlar el termostato de la Tierra? ¿Qué intereses serán favorecidos?
Especulación con el carbono
No pocos geoingenieros tienen un interés comercial en las técnicas de geoingeniería. Varios de ellos solicitaron o tienen patentes y algunos buscan activamente el establecimiento de tecnologías de geoingeniería como categorías elegibles para los mercados de carbono. Es dura la competencia en las oficinas de patentes entre aquellos que piensan que ya tienen el “arreglo” planetario para la crisis climática. La noción de un monopolio privado que controle los “derechos” a manipular el clima es terrorífica.
Convergencia de tecnologías emergentes de gran escala
La geoingeniería ayuda y se aprovecha de la proliferación de otras tecnologías para intervenir los sistemas planetarios, tecnologías disruptivas que empresas transnacionales poseen y controlan. Por ejemplo, las estrategias de “forestación” dependen de plantaciones de monocultivo de árboles genéticamente modificados, y aquellos que trabajan en la “ampliación o mejora” de las propiedades fotosintéticas de cultivos, dependen de la biología sintética. Se necesita el manejo masivo de datos (big data) sobre el clima para registrar el CO2 removido de la atmósfera así como la luz solar que entró. Recientemente, los geoingenieros desarrollaron un algoritmo especializado para el despliegue de la gestión de la radiación solar y concluyeron que los algoritmos eran más capaces que los seres humanos de determinar los sitios óptimos para la inyección de aerosoles y las dosis de dióxido de azufre. Con la convergencia de la geoingeniería, la inteligencia artificial, la biología sintética y la minería de datos, la gobernanza democrática sobre las tecnologías retrocederá aún más, ante la emergencia de nuevos intereses corporativos y la justificación de supuestos arreglos tecnológicos para el cambio climático.
Control global
La geoingeniería volvería al mundo dependiente de la “regulación” del clima global por parte de élites tecnocráticas, complejos militares industriales y empresas transnacionales. El despliegue de la geoingeniería y su posible perpetuación a lo largo de siglos requeriría una vigilancia constante y universal del comportamiento del clima y de los otros sistemas planetarios. Todos los seres vivos de la Tierra estaríamos sometidos al imperativo del almacenamiento del carbono o del bloqueo de la luz solar entrante, y el desempeño de las técnicas sería supervisado y controlado por geoingenieros. El discurso de la “emergencia climática” ha contribuido a generar una doctrina sobre la supuesta inevitabilidad de la geoingeniería. Esta especie de “doctrina del shock” sirve para anular las preocupaciones públicas respecto a la geoingeniería, imponiendo al mundo la presión para que acepte remiendos tecnológicos a gran escala que conllevan riesgos y consecuencias inaceptables. Más que un intento por resolver la crisis climática, la geoingeniería es un asalto de poder y control globales.
Balazo: Esta especie de “doctrina del shock” sirve para anular las preocupaciones públicas respecto a la geoingeniería, imponiendo al mundo la presión para que acepte remiendos tecnológicos a gran escala que conllevan riesgos y consecuencias inaceptables. Más que un intento por resolver la crisis climática, la geoingeniería es un asalto de poder y control globales.
La geoingeniería como arma
Los precedentes históricos de considerar al clima como arma de guerra y las implicaciones en este sentido que tiene la geoingeniería a menudo se obvian o se niegan intencionalmente. Las expediciones clandes-tinas de siembra de nubes realizadas por el ejército de Estados Unidos durante la guerra contra Vietnam condujeron al tratado enmod, el cual prohíbe el uso hostil del clima. Las agencias de defensa en Estados Unidos y en otros países han ponderado las posibilidades de la manipulación del clima como arma durante décadas. El objetivo declaradamente público de las tecnologías de geoingeniería es “combatir el cambio climático”, pero la geoingeniería se presta a usos duales. Como lo explica el historiador James Fleming, si alguien consigue el control del termostato de la Tierra, la tecnología podrá y será usada para obtener ventaja militar y geopolítica.
Violación de ENMOD
El despliegue de la geoingeniería constituiría una violación de varios tratados y resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas, incluyendo el tratado enmod, el Convenio sobre Diversidad Biológica y el Convenio y Protocolo de Londres. Los promotores de la geoingeniería han trabajado sistemáticamente en socavar y deslegitimar las decisiones vigentes y presionan por el establecimiento de directrices voluntarias para la investigación, en vez de establecer mecanismos de gobernanza y rendición de cuentas multilaterales y amplios. Si su actitud es ignorar las decisiones y acuerdos multilaterales actualmente vigentes, ¿cómo podríamos esperar que en el futuro respeten alguna decisión que no les guste?

Los promotores de la geoingeniería alegan que su despliegue puede ser menos riesgoso que el cambio climático galopante. Sin embargo, esta es una falsa disyuntiva. La legitimación de la geoingeniería como respuesta al cambio climático debilita y distrae de los esfuerzos por adoptar los cambios sistémicos radicales que pueden responder eficazmente a la crisis climática al tiempo que lograr justicia climática.
Desvío de recursos de financiamiento y de esfuerzos de investigación para soluciones reales
Los promotores de la geoingeniería alegan que su despliegue puede ser menos riesgoso que el cambio climático galopante. Sin embargo, esta es una falsa disyuntiva. La legitimación de la geoingeniería como respuesta al cambio climático debilita y distrae de los esfuerzos por adoptar los cambios sistémicos radicales que pueden responder eficazmente a la crisis climática al tiempo que lograr justicia climática. Además, algunas tecnologías de geoingeniería operarán en sentido contrario a respuestas ya probadas para el cambio climático. Por ejemplo, las técnicas de gestión de la radiación solar reducirían la eficacia de las celdas solares. Necesitamos urgentemente la construcción de rutas reales, precautorias, ecológicas y justas para la mitigación y adaptación al cambio climático. Entre ellas, la drástica reducción de las emisiones de gei en sus fuentes; la descarbonización de la economía global e investigación y apoyo a soluciones descentralizadas costeables y justas como la agroecología, el transporte público eficiente y generalizado y los sistemas de energías renovables de propiedad colectiva y pública, entre otras. Sin embargo, se invierte cada vez más dinero en la investigación en

geoingeniería; la geoingeniería es ya un tema transversal en los nuevos informes del ipcc y está captando la atención en diversos medios de comunicación y académicos. Imaginen cuánto podríamos avanzar si esos recursos se destinaran a la construcción de soluciones reales.
argumentos contra la geoingeniería
capítulo v
¿Quién está detrás de la geoingeniería? 
Viejos Fósiles, nueva presentación
Las discusiones y la investigación sobre la manipulación tecnológica intencional del clima, (particularmente para usos hostiles) pueden rastrearse varias décadas atrás, especialmente en el sector militar, como el caso de la modificación climática que usó Estados Unidos contra el pueblo vietnamita durante la guerra de Vietnam.1 En 1965, el Comité Científico Asesor del presidente de Estados Unidos advirtió, en un informe titulado Restaurar la calidad de nuestro ambiente (Restoring the Quality of our Environment), que las emisiones de CO2 estaban modificando el equilibrio de calor de la Tierra.2 Ese informe, considerado el primer reconocimiento de alto nivel del calentamiento global, no recomendó la reducción de emisiones, sino diversas opciones de geoingeniería. Los autores del informe afirmaban: “la posibilidad de provocar deliberadamente cambios climáticos compensatorios… debe explorase exhaustivamente”. Sugirieron también la dispersión de partículas reflejantes en los mares tropicales (a un costo de alrededor de 500 millo-

1. Grupo ETC, “Jugando con Gaia”, Comuniqué, n. 93, enero de 2007. Disponible en Internet:
http://www.etcgroup.org/sites/www.etcgroup.org/files/publication/607/03/geoengineeringcom93_spanish.pdf.
2. James Fleming, “The Climate Engineers”. The Wilson Quarterly, primavera de 2007. Disponible en: http://archive.wilsonquarterly.com/essays/climate-engineers.


nes de dólares anuales), que podría supuestamente inhibir la formación de huracanes. El Comité también especuló acerca del uso de las nubes para contrarrestar el calentamiento. Como irónicamente apunta el principal historiador de la modificación climática, James Fleming, el primer informe oficial en la historia sobre rutas para enfrentar el cambio climático “olvidó mencionar la opción más obvia: reducir el uso de combustibles fósiles”.
Ambas tendencias —buscar la manipulación del clima con fines bélicos y evitar cuestionar a la industria de los combustibles fósiles y por tanto a la raíz de las causas del cambio climático— siguen estando entre las principales motivaciones subyacentes de la investigación sobre geoingeniería hasta la fecha.
En la última década se ha desarrollado un nuevo enfoque sobre la manipulación climática que pretende desviar la atención pública de su conexión militar, al tiempo que sostiene la idea de que la geoingeniería, a pesar de sus desventajas, podría una ser un arreglo tecnológica del cambio climático si otras vías para enfrentar la crisis no son política o económicamente viables.
Un hito en este replanteamiento lo constituyó un artículo escrito en 2006 por el Premio Nobel Paul Krutzen, donde sugería bloquear la luz del sol con la inyección de partículas de azufre en la estratósfera para reducir la temperatura. No porque fuera el primero en hablar de ello, sino porque su imagen pública y su trayectoria científica dieron cierta legitimidad a la geoingeniería. Irónicamente, Krutzen ganó el Premio Nobel debido a sus investigaciones acerca de la destrucción de la capa de ozono, un problema ambiental global que empeoraría si se inyectaran aerosoles de azufre en la estratósfera.
“Geoclique”: la camarilla de la geoingeniería
Dos de los científicos que habían estado reflexionando sobre la geoingeniería antes de Krutzen son Ken Caldeira del Instituto Carnegie de la Universidad de Stanford y David Keith de la Universidad de Calgary (ahora en Harvard). Caldeira trabajó hasta 2005 en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, una instalación de investigación en armas nucleares de la guerra fría. Ahí conoció a Lowell Wood, el inventor de la Iniciativa de Defensa Estratégica (popularmente conocida como la Estrategia de “Guerra de las Galaxias” o mad: “Destrucción Mutua Asegurada”). No sorprendió a nadie que Wood se declarara entusiasta de la geoingeniería para todo tipo de propósitos, desde los militares hasta los climáticos. Aunque Caldeira se mostraba escéptico respecto a muchas de las ideas de Wood, terminó orientando su propia investigación hacia la geoingeniería.
Más o menos en la misma época, Keith y Caldeira eran asesores de Bill Gates en el tema del cambio climático, y por ellos Gates se interesó en la geoingeniería. A partir de 2007 el empresario se transformó en el padrino de la geoingeniería, como lo denominó el periodista Oliver Morton. Junto con Keith y Caldeira, Gates creó el Fund for Innovative Climate and Energy Research (Fondo para la Investigación Innovadora sobre Clima y Energía, ficer), con dinero de su fortuna personal que le donó primero a la Universidad de Calgary y después a la Universidad de Harvard.
Keith y Caldeira financiaron sus respectivas investigaciones sobre geoingeniería con fondos de ficer pero también otorgaron financiamiento a otros investigadores fuera de sus instituciones. Así comenzó a consolidarse, alrededor de ellos, una red de investigadores en geoinge- niería, que el periodista Eli Kintisch después llamaría “la camarilla de la geoingeniería” (Geoclique).
Desde entonces el número de investigadores ha crecido, y los promotores de la geoingeniería dirían que “notablemente”. Sin embargo, el número de personas que dirigen la investigación, escriben y publican artículos —y también poseen las patentes sobre las tecnologías—, es aún muy pequeño y continúa siendo más o menos el mismo número de personas al que originalmente se denominó camarilla de la geoingeniería. Este grupo nodal se muestra claramente en el mapeo de la geoingeniería que realizaron Paul Oldham y sus colaboradores en
2014.
Las camarillas no son buenas para la ciencia ni la democracia

“Aunque aún está en su etapa temprana, la membrecía de la geoingeniería crece en torno a una red de individuos con vínculos personales, institucionales y financieros. En el centro de la red se encuentra un par de científicos norteamericanos involucrados activamente en la investigación del tema: David Keith y Ken Caldeira.”
Clive Hamilton, 2013
Como señala Clive Hamilton, existen muchos problemas asociados con esta camarilla, una especie de red incestuosa de investigadores con una marcada cultura tecnocrática estadounidense, que se han convertido en los referentes de la geoingeniería. En primer lugar, existen flagrantes conflictos de interés, pues se declaran “investigadores científicos” pero muchos de ellos poseen patentes y participación accionaria en empresas que obtendrían grandes ganancias si esas tecnologías se adoptaran y utilizaran. Puede ser que estén preocupados por el planeta, pero también actúan por interés propio. Por ejemplo, David Keith es el fundador y propietario de la empresa Carbon Engineering LTD, una empresa de captura directa de aire, en la que también es accionista Bill Gates. Clive Hamilton ofrece otros ejemplos:
“Además de asesorar a Gates y de disponer de sus fondos para investigación, Ken Caldeira está vinculado al empresario a través de una empresa conocida como Intellectual Ventures, creada por ex empleados de Microsoft y dirigida por Nathan Myhrvold, quién fue director en jefe de tecnología de Microsoft. Caldeira aparece en esta empresa como “inventor”. Lowell Wood, quien fuera mentor académico de Myhrvold, se retiró del laboratorio nacional Lawrence Livermore en 2007 para sumarse al equipo de Intellectual Ventures. Aquí Bill Gates también es socio inversionista. La empresa, cuyo lema es “los inventores tienen el poder de cambiar el mundo” desarrolló la tecnología “Stratoshield”, una manguera suspendida por globos en el cielo para rociar aerosoles sulfatados. Este dispositivo se vende como “un medio práctico y de bajo costo para revertir el catastrófico calentamiento del Ártico o del planeta entero”. Intellectual Ventures ha patentado varios conceptos de geoingeniería, incluyendo una bomba para llevar agua marina fría a la superficie del oceáno. Esa patente enlista a Caldeira, Myhrvold y a Bill Gates como inventores.”
A pesar de los muchos conflictos de interés dentro de la camarilla, la mayoría de sus integrantes (y definitivamente Keith y Caldeira) han desempeñado un papel prominente en todos los mayores informes públicos sobre geoingeniería, como el informe de la Royal Society de 2009, los informes de las Academias Nacionales de Ciencias y del Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos, de 2015, y también en el informe novim, que fue realizado con fondos privados, convocado por Steve Koonin, el entonces científico en jefe de la empresa petrolera BP. Este informe financiado por la industria petrolera también obtuvo fondos de ficer.
Es aún más preocupante el hecho de que todos los integrantes de la camarilla han entrado en el ipcc como autores de varios informes sobre cambio climático, con el apoyo de Estados Unidos y otros gobiernos amantes del petróleo, obstaculizando que el Panel se allegue literatura crítica proveniente de otros círculos académicos, puesto que ellos son “los referentes” en el tema. Su cabildeo en el ipcc es particularmente notable en los nuevos informes que este órgano está produciendo, como el informe especial sobre el aumento de la temperatura a 1.5°C y el Sexto Informe Global de Evaluación (ar6), en el que el ipcc parece haber adoptado una posición muy sesgada a favor de la geoingeniería en vez de otras opciones posibles.
En este sentido, la camarilla de la geoingeniería parece haber logrado establecer su propia profecía autocumplida: ellos producen la literatura que el ipcc toma en consideración para determinar que el tema debe ser tomado en cuenta (“existe literatura científica sobre el tema”, dice el ipcc como una razón para integrar la geoingeniería a la agenda), entonces los miembros de la camarilla se convierten en los autores de los informes (¿quién más podría redactarlos?), y finalmente, evalúan su propio trabajo como revisores del ipcc, quedando todo en el en mismcírculo, que “demuestra” que la geoingeniería es una opción.
Un segundo problema consiste en que los geoingenieros a menudo se arrogan ser expertos en muchos otros aspectos, además de los técnicos. Los integrantes de la camarilla afirman ser expertos de facto en temas sociales, económicos y políticos, incluyendo la crítica de sus propias propuestas. Como bien observa Hamilton,
“En el emergente campo de la geoingeniería los científicos han asumido un lugar privilegiado como asesores no sólo en materia técnica, sino sobre los acuerdos de gobernanza, las preocupaciones éticas y las negociaciones internacionales, a pesar de su falta de experiencia. Prueba de ello son los dos informes de la Royal Society (la Academia Nacional de Ciencias de Reino Unido) junto con varios otros informes sumamente influyentes escritos por grupos dominados por científicos.”
Literatura y patentes: los dueños de la geoingeniería
Las publicaciones relacionadas con la geoingeniería han aumentado consistentemente en la última década, pero ello no se debe a que cada vez más gente se interese en la manipulación climática. Pocos son los autores principales de la literatura sobre geoingeniería, todos pertenecientes a la “geoclique” o camarilla de la geoingeniería, mayoritariamente hombres blancos anglosajones y protestantes (los llamados wasp) , cuyas investigaciones son predominantemente financiadas por unas cuantas agencias. Una clara mayoría de los autores y de los financiadores provienen de Estados Unidos y el Reino Unido, seguidos por China, Rusia y otros países europeos.

En ausencia de una estructura de gobernanza de las tecnologías de ingeniería del clima, como la gestión de la radiación solar (grs), la investigación científica y la propiedad intelectual pueden, de facto, determinar el desarrollo de este campo. Por ello es importante visibilizar los patrones emergentes en la investigación y en las solicitudes de patentes.
Esta información emerge del análisis bibliométrico realizado por Paul Oldham, et al. De acuerdo con su estudio, el aumento en la publicación de artículos fue en parte detonado por la publicación del documento de Paul Krutzen en 2006, que proponía bloquear la luz solar con partículas de azufre, pero se ha incrementado notoriamente desde 2008. Los autores del estudio bibliométrico consideran que el aumento de publicaciones es una respuesta al debate que se inició al mismo tiempo en el Convenio sobre Diversidad Biológica, en el Convenio de Londres y al interior de la sociedad civil.
El estudio identificó un conjunto de 825 publicaciones científicas sobre ingeniería del clima entre 1971 y 2013, la mayoría de ellas sobre remoción de dióxido de carbono, pero también un número significativo de propuestas de gestión de la radiación solar. Las instituciones más activas en publicar investigaciones sobre geoingeniería son el Centro Nacional para la Investigación Atmosférica (ncar) de Estados Unidos; el instituto Max Planck de Alemania; la Universidad Estatal Rutgers de Estados Unidos; la oficina meteorológica del Reino Unido; el Departamento de Ecología Global del Instituto Carnegie para la Ciencia, de la Universidad de Stanford de Estados Unidos; y la Universidad de Leeds, Reino Unido. El estudio de Oldham identificó a 1,961 autores de publicaciones.
La mayoría de los autores (1,343) publican sobre remoción de CO2, (cdr en inglés) seguidos por 401 autores que publican sobre grs (srm en inglés) y 325 que publican de geoingeniería en general. Sin embargo, cuando mapearon las redes por tema y por coautoría, descubrieron que sólo entre 20 y 25 autores dominan el panorama, entre ellos, Ken Caldeira, David Keith, Peter Irvine, Alan Robock, Ben Kravitz, Simone Tilmes, Olivier Boucher, Philip Rasch, Govindasami Bala, Georgiy Stenchicov, John Latham. Estos autores son en su mayor parte integrantes de la camarilla de la geoingeniería, aunque algunos de ellos mantienen su distancia y son más críticos. Todos ellos han sido autores de uno o más de los informes de evaluación del ipcc.

Hay que enfatizar que las decisiones sobre colaboraciones [de investigación en geoingeniería] son típicamente hechas por investigadores individuales y hay pocos reportes de estas colaboraciones. Esas redes permanecen ocultas a las organizaciones que financian la investigación y ocultas también, más allá de los que participan en cada colaboración, a los propios investigadores.
Oldham, et al, 2014
La investigación de Oldham encontró escasa información sobre las agencias de financiamiento. Sólo pudieron ubicarse 34% de las fuentes. Los datos mostraron que los principales financiadores de la investigación en geoingeniería son, según el número de publicaciones, la Fundación Nacional para la Ciencia (nsf) de Estados Unidos; el Consejo de Recursos Naturales y Ambiente del Reino Unido (nerc); la Comisión Europea; el Departamento de Energía de Estados Unidos; la Adminis- tración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (nasa) de Estados Unidos; y la Fundación Nacional de Ciencias Naturales de China.
Según el mapeo, lo relacionado con grs tiene entre sus financiadores a la nsf, a la comisión Europea y a la nasa. También cuenta con financiadores privados a través de organizaciones no gubernamentales como la Maj and Tor Nessling Foundation y el Fondo para la Investigación Innovadora sobre Clima y Energía (ficer), que opera con una donación de Bill Gates a la Universidad de Calgary ahora Harvard.
El estudio identificó 143 familias de patentes relacionadas con tecnologías de ingeniería del clima, de las cuales 28 se referían a grs, vinculadas a 910 miembros de familias de patentes. Muchas de ellas están directa o indirectamente relacionadas (a través de inversionistas) con miembros de la camarilla de la geoingeniería.
Investigación en Geoingeniería

La mayoría de la investigación es realizada en Estados Unidos y Europa, donde unos cuantos países, como Reino Unido y Alemania, desempeñan un papel central. El estilo de la investigación tiende a ser muy diferente entre los investigadores europeos y estadounidenses. Los proyectos de investigación europeos son generalmente más cautelosos y ponen más atención a los impactos ambientales, a la participación social y a la falta de gobernanza. A continuación presentamos los principales proyectos de investigación en geoingeniería.
Proyectos de investigación multinacionales
implicc: El proyecto Implicaciones y Riesgos de la Ingeniería de la Radiación Solar para Limitar el Cambio Climático (implicc) fue financiado por la Unión Europea y se realizó de julio de 2009 a septiembre de 2012 en cinco instituciones académicas y de investigación en Francia, Alemania y Noruega. Las actividades fueron coordinadas por el Instituto Max Planck de meteorología en Hamburgo.
El proyecto formuló modelos computacionales de los impactos de tres técnicas de grs (inyección estratosférica de aerosoles, espejos espaciales y blanqueamiento de nubes marinas) y emplearon dos escenarios distintos de los discutidos por el ipcc.

“…el clima producido por la geoingeniería es diferente a cualquier clima previo, incluso si la temperatura promedio global de un clima anterior pudiera replicarse.”
Hauke Schmidt, 2012
Considerando un escenario en el que se cuadruplicaría la concentración de CO2 en la atmósfera hacia el año 2100 (el escenario en el que nada cambia, o business as usual), la precipitación pluvial decrece fuertemente —en aproximadamente 15% con respecto a los valores de la era preindustrial— en extensas áreas de América del Norte y el norte de los continentes europeo y asiático. Todos los modelos muestran una caída de la precipitación pluvial en la zona central en Sudamérica, que supera una tasa del 20% en algunas regiones de la Amazonía. Otras regiones tropicales observan cambios similares tanto positivos como negativos. En términos generales la precipitación total global se reduce en aproximadamente 5% en los cuatro modelos estudiados. “Falta analizar los impactos de estos cambios, pero el mensaje principal es que el clima producido por la geoingeniería es diferente a cualquier clima previo, incluso si la temperatura promedio global de un clima anterior pudiera replicarse”, dijo Hauke Schmidt, la autora principal del artículo en que se publicaron los resultados de la modelación.
El proyecto implicc también construyó escenarios sobre el impacto económico de la geoingeniería y concluyó que en la mayoría de ellos, la geoingeniería tendría un impacto económico negativo en el que se observarían reducciones del producto interno bruto en varias regiones, particularmente en Asia.
Los autores de estos modelos advirtieron también que existe un alto grado de incertidumbre respecto a las implicaciones de la ingeniería del clima debido a la limitada comprensión de los procesos climáticos en general. Por ejemplo, la manipulación de las nubes marinas se basa en procesos de interacción aerosol-nube que son, según el implicc, una “gran pregunta abierta” en la investigación sobre el clima. De manera similar, inyectar azufre a la estratósfera no sólo tendría efectos sobre la radiación, sino también otros de carácter dinámico de los que se entiende muy poco. Las conclusiones también advierten de las implicaciones políticas, éticas, legales y otras de carácter económico que deben considerarse y que, con base en los resultados de estos modelos, parecen dejar claro que la geoingeniería no puede verse como sustituto de la mitigación del cambio climático que puede lograrse con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
EuTRACE: El Proyecto Europeo de Evaluación Transdisciplinaria de la Ingeniería del Clima (EuTRACE) tuvo financiamiento de la Unión Europea y ocurrió entre 2012 y 2015, con los esfuerzos conjuntos de 14 instituciones académicas y de investigación de Alemania, Reino Unido, Francia,
Austria y Noruega.
El principal resultado del proyecto es un informe que evalúa las potencialidades, riesgos e incertidumbres de las tecnologías de geoingeniería en el contexto de las discusiones sobre el cambio climático, la mitigación y adaptación. El informe centra su atención en la tecnología de bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (becac), la fertilización oceánica con hierro y la inyección estratosférica de aerosoles.
Entre las principales conclusiones del informe de EuTRACE se encuentra lo siguiente:
En términos generales, no es claro aún si sería posible desarrollar y escalar cualquier técnica propuesta de ingeniería del clima hasta el punto en el que pudiera implementarse para reducir significativamente el cambio climático. Además, no está claro si los costos e impactos de dicha implementación sobre las sociedades y el ambiente se considerarían aceptables a cambio de una reducción del calentamiento global y de sus impactos, ni está claro si aceptar o rechazar los impactos puede hacerse de forma democrática.
En relación con los aspectos técnicos de las propuestas de ingeniería del clima, el informe concluye que “plantea numerosos retos científicos y técnicos”, incluyendo la mera posibilidad técnica de su realización y su viabilidad económica, que no se han demostrado, y
Una mucho más profunda comprensión de los procesos físicos subyacentes, tales como [por ejemplo] la microfísica de las partículas y de las nubes, o bien, cómo la modificación de estas afectaría al clima en una escala regional o global. […] Un reto mayor que generalmente se aplica tanto a la remoción de gases de efecto invernadero como a la modificación del albedo es que su aplicación podría resultar en numerosos impactos negativos derivados de la técnica específicamente empleada sobre los ecosistemas y el ambiente, muchos de los cuales son, hasta ahora, inciertos o desconocidos.
Respecto al contexto social, el informe expresa preocupación, entre otras razones, por el llamado “riesgo moral”:
[…] la preocupación de que la investigación sobre la ingeniería del clima desalentaría otros esfuerzos generales para reducir o prevenir emisiones de gases de efecto invernadero; […] el impacto de varias técnicas de ingeniería del clima sobre la seguridad humana, los conflictos y la estabilidad social; […] las consideraciones sobre la justicia, incluyendo la distribución de los beneficios y costos, la justicia procedimental respecto a la toma de decisiones democrática y la compensación por los daños impuestos en algunas regiones por medidas que beneficiaran a otras regiones.
Sobre la gobernanza, los autores del informe afirman que, “en el presente, ningún cuerpo de ningún tratado internacional está en la posición de regular ampliamente la remoción de gases de efecto invernadero, la modificación del albedo o la ingeniería del clima en su totalidad. Desarrollar un tratado específico y amplio dedicado a este propósito constituiría en el presente un esfuerzo prohibitivamente grande y casi imposible de realizar”.
También sugieren que por el momento se considere a las “discusiones y resoluciones aprobadas” del Convenio sobre Diversidad Biológica y el Convenio/Protocolo de Londres, y que la Unión Europea promueva una colaboración entre estas instancias y la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, para desarrollar una posición común sobre varias técnicas y aspectos generales de la ingeniería del clima, a partir del “enfoque precautorio, la minimización del daño, el principio de transparencia, el principio de cooperación internacional y el de la investigación como bien público”.
Proyecto Internacional Intercomparativo de Modelos de Geoingeniería (GeoMIP): Este proyecto es un esfuerzo internacional de investigación que utiliza distintos modelos climáticos computacionales para observar la respuesta del clima a diferentes técnicas de geoingeniería solar. El proyecto fue fundado por Alan Robock y Ben Kravitz en 2010 y ha realizado distintas series de comparaciones descritas en alrededor de 50 artículos publicados. Los estudios del GeoMIP han sido importantes para reconocer los más probables impactos de las técnicas grs, por ejemplo, los efectos desiguales en distintas regiones del mundo, tales como los impactos severos sobre el monzón en Asia y la sequía en África. Como su nombre lo indica, GeoMIP compara los resultados de varios modelos ofreciendo una mejor comprensión tanto de las coincidencias de los modelos como de sus diferencias, mostrando con ello dónde se ubican las mayores incertidumbres.
El Grupo ETC ha publicado hojas informativas regionales a partir de los resultados del GeoMIP, resaltando los impactos posibles de la tecnologías grs en Asia, África y América Latina. En 2015 dio inicio un proyecto hermano de GeoMIP para evaluar los efectos de las técnicas de remoción del CO2: Carbon Dioxide Removal-cdrmip.
Programas nacionales
China: mecanismo e impactos de la geoingeniería: Se trata de un proyecto de investigación con fondos del gobierno de China, apoyado por el Programa Nacional de Investigación Básica Clave de China, del Ministerio de Ciencia y Tecnología, con un presupuesto de aproximadamente tres millones de dólares. El proyecto inicio en 2014 y tiene tres áreas de trabajo:
1. Comprensión de los mecanismos físicos de la geoingeniería y diseño de esquemas;
2. Evaluación del impacto climático de la geoingeniería mediante el análisis de los resultados de la simulación GeoMIP existentes y en proceso;
3. Evaluación de los impactos, riesgos y gobernanza de la geoingeniería.
Este proyecto es fruto de la colaboración de cuatro instituciones académicas y de investigación chinas. En él participan 15 académicos y 40 estudiantes liderados por el Profesor John Moore de la Universidad Normal de Beijing. El proyecto explícitamente excluye el desarrollo de tecnología y los experimentos al aire libre.
Por el número de investigadores involucrados, se trata del mayor programa de investigación en geoingeniería del mundo, pero es relativamente pequeño para los estándares chinos.
Programas nacionales europeos
Más allá de las colaboraciones de investigación multinacionales, también han existido o existen programas europeos de geoingeniería de escala nacional. Éstos han sido realizados por universidades e instituciones de investigación, como el Proyecto de Evaluación Integrada de las Propuestas de Geoingeniería (iagp, 2010-2015), y el Proyección de Inyección Estratosférica de Partículas para la Ingeniería del Clima (spice, 2010-2013) con fondos del Consejo de Investigación del Reino Unido; el proyecto noruego expect (2014-2016); y el Programa Prioritario sobre Ingeniería del Clima (2013-2019), coordinado por el Instituto de Ciencias de la Tierra de Kiel, en el que participan 17 instituciones académicas y de investigación alemanas, financiado por la Fundación Alemana de Investigación (dfg).
En abril de 2017 inició en Reino Unido un programa de investigación sobre remoción de gases de efecto invernadero con un presupuesto de 8.6 millones libras esterlinas, cofinanciado por el Consejo de Investigación de Recursos Naturales y Ambiente (nerc), el Consejo de Investi gación Económica y Social, el Consejo de Investigación en Ingeniería y Ciencias Físicas y el Departamento para Estrategia de Negocios, Energía e Industrial.
Programas nacionales estadounidenses
En Estados Unidos, la Academia Nacional de Ciencias y el Consejo Nacional de Investigación publicaron dos largos informes sobre geoingeniería en 2015, uno centrado en rdc y el otro en grs.
Existen programas de investigación en geoingeniería en el Centro Nacional de Investigación Atmosférica, el Laboratorio Nacional Pacífico Noroeste, el Instituto Carnegie para la Ciencia, en la Universidad de Cornell, en la Universidad de Washington y en la Universidad Rutgers, entre otras. En abril de 2017, David Keith abrió el Programa de Geoingeniería Solar de la Universidad de Harvard, financiado por diversas fundaciones privadas y donaciones personales de Bill Gates y otros filántropos. En contraste con los programas europeos y chinos, los programas estadounidenses buscan realizar experimentos en campo abierto. De manera particular, el programa dirigido por Keith en Harvard anunció su intención de realizar un experimento de grs en campo abierto en 2018 (véase caso de estudio vii, capítulo 3).
En noviembre de 2017, bajo la administración Trump, se realizó en el Congreso una audiencia sobre geoingeniería, potencialmente ade- lantando la intención de desarrollar un programa nacional de investigación.
El IPCC y la normalización de la geoingeniería
El Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (ipcc) no ha discutido a profundidad la geoingeniería, sino hasta recientemente. Hizo menciones menores de ésta en sus segundo, tercero y cuarto informes globales de evaluación, indicando por ejemplo, que las “opciones de geoingeniería son fundamentalmente especulativas y no demostradas, además de que tienen el riesgo de efectos secundarios desconocidos”.
Sin embargo, en años recientes el ipcc parece haber sido elegido por los cabilderos de la geoingeniería como uno de sus principales puntos de entrada para lograr la “normalización de la geoingeniería” a escala internacional; es decir, abrir un espacio en el que la geoingeniería pueda incluirse como “otra opción” junto con la mitigación y la adaptación al cambio climático.
En 2011, el ipcc realizó una reunión de expertos en geoingeniería, iniciativa que fue ampliamente criticada por 160 organizaciones nacionales e internacionales de la sociedad civil. Una de las críticas planteadas fue que el ipcc, como panel científico asesor, no debería discutir la gobernanza de la geoingeniería, que tiene que ver con discusiones y decisiones políticas y no técnicas.
Otra razón por la que está adquiriendo fuerza el argumento para considerar a las técnicas de geoingeniería (especialmente aquellas para remover gases de invernadero y dióxido de carbono), es que el ipcc informa que el efecto residual de algunos de los gases de efecto invernadero ya emitidos, especialmente el CO2, permanecerá en la atmósfera durante largos periodos, así que aun cuando hubiese una reducción profunda de las emisiones, el efecto invernadero continuaría. Debido a esto, existe un número creciente de científicos y gobiernos que parecen pensar que es “inevitable” utilizar alguna forma de la geoingeniería para remover el exceso de CO2 de la atmósfera. Hay, por supuesto, numerosas preocupaciones derivadas de esta postura.

En años recientes el ipcc parece haber sido elegido por los cabilderos de la geoingeniería como uno de sus principales puntos de entrada para lograr la “normalización de la geoingeniería” a escala internacional.
Aunque la situación climática es indudablemente seria, lo que muestran los modelos referidos en los informes del ipcc proviene de una serie de parámetros (físicos, climáticos y económicos) que finalmente son estimaciones.
Las bases para la formulación de los modelos pueden cambiar, dependiendo de nuevos descubrimientos científicos y de qué ciencia se considere. En el ipcc, algunos de los modelos subyacentes —por ejemplo los modelos climáticos— han cambiado de un informe de evaluación al siguiente, mientras que los modelos económicos han permanecido mayormente estáticos. Los modelos omiten ciertas variables e interacciones y enfatizan otras, por lo que no pueden considerarse realidades fijas.
Además, aun cuando los efectos de los gases emitidos se tradujeran en impactos climáticos de largo plazo, existen varias otras posibilidades (distintas de la geoingeniería) para reabsorber parte de los excesos de gases, tales como la restauración cuidadosa de los ecosistemas naturales y el apoyo a la agricultura agroecológica y campesina, entre otras, que no son consideradas por el ipcc.
En su quinto informe de evaluación (ar5), publicado en 2014, el ipcc incluyó pequeñas secciones analizando algunas de las técnicas de rdc y en su Informe de Síntesis expresó que:
Las tecnologías de grs plantean cuestiones sobre sus costos, riesgos, gobernanza e implicaciones éticas de su desarrollo y despliegue. Presenta desafíos nuevos para las instituciones y mecanismos internacionales que podrían coordinar la investigación y posiblemente restringir las pruebas y el despliegue. Aún si la grs redujera los incrementos antropogénicos en la temperatura global, implicaría una redistribución espacial y temporal de los riesgos. Por tanto, la gestión de la radiación solar introduce cuestiones importantes sobre la justicia intrageneracional e intergeneracional. La investigación en grs, así como su eventual despliegue ha sido objeto de objeciones éticas. A pesar de un costo estimado como potencialmente bajo para el despliegue de algunas técnicas, éstas no necesariamente pasarán la prueba de costo-beneficio que tome en consideración todo el espectro de riesgos y efectos secundarios. Las implicaciones de gobernanza de la grs son particularmente difíciles de abordar, especialmente considerando que una acción unilateral podría conducir a efectos y costos significativos para otros.
Sin embargo, y pese a la falta de conocimiento de los impactos de una tecnología cuya eficacia no está probada, el ipcc consideró el uso extensivo de una técnica de geoingeniería en su quinto informe de evaluación (ar5): la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (becac o becss en inglés), que se utilizó para la mayoría de los escenarios de futuros posibles. En el apartado de Rutas de Concentración Representativas (Representative Concentration Pathways), presentado a los tomadores de decisiones sobre política climática, el uso de becss y “tecnologías de emisiones negativas” estuvo fuertemente representado sin ninguna consideración respecto a su viabilidad ni a los extremadamente serios impactos para la sociedad, la seguridad alimentaria y el ambiente que implicaría su despliegue a gran escala.
Este sesgo motivó la publicación de un número creciente de artículos sumamente críticos tanto en medios científicos como por parte de organizaciones de la sociedad civil.
No obstante, en el borrador aprobado para el sexto informe de evaluación (ar6 a ser publicado en 2022), la geoingeniería, con sus principales propuestas separadas en dos campos —remoción de gases con efecto invernadero y gestión de la radiación solar— aparece frecuentemente en el trabajo del ipcc. Aparece en forma prominente en los resultados del Grupo de Trabajo iii, que discute las opciones de mitigación, pero también se asoma en los resultados del Grupo de Trabajo i que estudia la ciencia del clima. La presencia de la geoingeniería en la discusión del Grupo de Trabajo i es ilógica: la geoingeniería no es una ciencia, más bien se trata de una serie de propuestas teóricas especulativas basadas en modelos matemáticos computacionales, para los cuales las bases están cambiando todo el tiempo porque la complejidad dinámica del sistema climático y del cambio climático exceden ampliamente lo que los modelos pueden capturar sin incertidumbres. Es particularmente extraño que el Grupo de Trabajo i tome estas tecnologías en consideración y no considere otras propuestas alternativas para enfrentar el cambio climático (ya sean existentes o propuestas). Estas inconsistencias revelan una selección sesgada que favorece las propuestas y literatura sobre geoingeniería.
El Grupo de Trabajo iii también contiene un capítulo especial sobre perspectivas “transversales” que incluirán las técnicas de geoingeniería no cubiertas en otros capítulos. La geoingeniería también se incluye como uno de los temas transversales para todos los Grupos de Trabajo (i, ii, iii), y tendrá una sección específica dedicada a ella.
Mientras que el ar5 mostró una excesiva y científicamente injustificada dependencia respecto a la tecnología beccs y la forestación, el ar6 incluirá a plenitud la discusión de casi todas las tecnologías de geoingeniería (su estado de desarrollo, costo, riesgos e impactos, pero también su potencial).
Un gran problema, como se describió anteriormente en este mismo capítulo, consiste en que la gran mayoría de los autores, críticos y dictaminadores de la literatura sobre geoingeniería forman parte del mismo círculo de investigadores que la promueve, por lo cual, la discusión es peligrosamente auto-referencial y desestima las visiones críticas de la sociedad civil y de los gobiernos, así como las alternativas que no están encuadradas dentro de la geoingeniería.
Otra seria preocupación es la presencia, en algunos informes del ipcc, de autores que son empleados de la industria petrolera, lo cual constituye —para la sociedad civil— un claro conflicto de interés. Esto se suma al hecho de que el actual presidente del ipcc es un ex empleado de Exxon Mobil, quien ya desde su cargo en el ipcc ha expresado públicamente que la geoingeniería debería tomarse en cuenta.
Los mercaderes del clima
La economía política de la geoingeniería, aunque aún subdesarrollada y en disputa, comienza a ganar atención. El interés comercial está creando el perfil de una facción de actores con un interés económico propio en mayor investigación y, eventualmente, el despliegue de la geoingeniería. Esta facción podría convertirse en un lobby comercial más organizado que ejerza más presión sobre los gobiernos y los cuerpos internacionales de gobernanza.
Hasta ahora, la geoingeniería es demasiado controvertida para la mayoría de los grandes inversionistas corporativos, por lo que las industrias de los combustibles fósiles y automotrices parecen mucho más inclinadas a financiar opciones y organizaciones más amigables con el mercado que abogar abiertamente por la geoingeniería. Por otro lado, filántropos multimillonarios están repartiendo grandes sumas de dinero y pequeñas empresas están tratando de desarrollar la geoingeniería comercialmente, mientras que algunas grandes empresas comienzan silenciosamente a financiar investigaciones al tiempo que intentan influir en decisiones políticas que la favorezcan.
Los multimillonarios —que tienen una pasión sui generis por salvar al mundo mientras hacen algo de dinero— han comenzado a promover la geoingeniería. Richard Branson, director ejecutivo de Virgin Airlines, ofreció 25 millones de dólares por quien presentara un arreglo tecnológico para el cambio climático, como parte de su “Virgin Earth Challange”. Branson ha dedicado también considerables recursos al llamado Cuarto de Guerra del Carbono, que define como un “campo de batalla para avanzar la geoingeniería”, y ha apoyado propuestas “negativas en carbono” como captura directa de aire (dac) y becac, al tiempo que ha procurado obtener compensaciones por biochar y blanqueamiento de nubes. Branson se muestra como un bravucón de la tecnología, al punto de que se le cita diciendo: “si pudiéramos crear una respuesta de geoingeniería a este problema, [el convenio sobre el clima en] Copenhague no sería necesario. Podríamos continuar volando nuestros aviones y conduciendo nuestros autos”.
Bill Gates proporcionó 8.5 millones de dólares a los científicos David Keith y Ken Caldeira para investigación sobre geoingeniería y clima. El anterior jefe de tecnología de Microsoft, Nathan Myhrvold, ha patentado tecnologías de geoingeniería a través de su compañía Intellectual Ventures, incluyendo Stratoshield, una manguera conectada a un globo que dispersaría aerosoles de azufre en el cielo. Tanto Gates (a través del Fondo ficer) como Branson (a través del Cuarto de Guerra del Carbono) han proporcionado financiamiento a la llamada Iniciativa de Gobernanza de la Gestión de la Radiación Solar, encabezada por la Royal Society británica.
Existen además grandes empresas para las cuales salvar al mundo por medio de algún tipo de remiendo tecnológico, se está convirtiendo en un prerrequisito estructural para poder continuar su insaciable búsqueda de ganancias. No obstante no se han dejado ver en el campo de la geoingeniería. Más bien su papel se ha concentrado en modificar las políticas para que nociones y actividades que antes eran impensables —como sobrepasar (overshoot) el límite de las emisiones permitidas, la meta de “emisiones netas cero” y la gestión de la radiación solar— comiencen a ser “normales” y aceptables.
Entre esas enormes empresas predominan las más grandes petroleras. El asesor científico principal de ExxonMobil, Haroon Kheshgi es su ejecutivo designado en materia de geoingeniería, reclutado del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore. Kheshgi fue el primero en proponer verter cal en los océanos para reducir su acidez, a partir de investigaciones financiadas por ExxonMobil. A través de sus esfuerzos, Exxon ha influido en informes “independientes” sobre geoingeniería y participó en un informe que abogaba también por grs. El anterior director ejecutivo de ExxonMobil —y hasta hoy Secretario de Estado de Estados Unidos—, Rex Tillerson, describió el cambio climático como un “problema de ingeniería”, con “soluciones de ingeniería”.
Por su parte, Shell está involucrada en la Iniciativa Internacional de Biochar y financió a una pequeña nueva empresa de geoingeniería de nombre Cquestrate, antes un proyecto de Tim Kruger, quien ahora administra el Proyecto de Geoingeniería de Oxford. El principal cabildero de Shell, David Hone, es uno de los más devotos impulsores de las “emisiones negativas”, y apoya con entusiasmo creciente la gestión de la radiación solar. Cuando Steve Koonin era el jefe científico en bp, dirigió un proyecto en el entonces apenas creado Novim group (que él mismo inició), para determinar la capacidad del equipo a emplear en experimentos de grs (aunque ello tuviera un enfoque más militar que industrial). David Whelan, vicepresidente y jefe científico de Sistemas Integrados de Defensa de la empresa aeronáutica Boeing, quien anteriormente colaboró en la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de la Defensa (darpa, por sus siglas en inglés), también está muy activo en los debates, y asegura que hay un pequeño equipo en Boeing dedicado al estudio de la geoingeniería.
Whelan ha reflexionado públicamente sobre la factibilidad técnica de lanzar megatoneladas de aerosoles de azufre a distintos niveles estratosféricos por medio de aeronaves o grandes cañones. La empresa Conoco Philipps Canada, que invierte en la explotación de las arenas bituminosas en la provincia de Alberta, fue la primera empresa petrolera en respaldar protocolos “liderados por la industria” para el biochar dentro del Sistema de Compensación (de emisiones de carbono) de Alberta. La expansión de la investigación sobre el biochar ha sido desde entonces financiada por ExxonMobil, Chevron y Encana, mientras que la empresa Cenovus planea un proyecto de “recuperación de residuos de las arenas bituminosas para transformarlos en biochar”, en asociación con Conoco Philips.
Estos actores se complementan con varias pequeñas empresas cuyos planes de negocios están construidos a partir de la geoingeniería. Son empresas que persiguen oportunidades de negocio en fertilización oceánica, becac o captura directa de aire, o nuevas empresas semicomerciales que quieren probar éxito con otras tecnologías. Muchas de ellas han buscado obtener créditos de carbono, aunque existen pocas posibilidades de que tales actividades sean reconocidas pronto por alguno de los sistemas de comercio de emisiones. La más persistente de esas compañías ha sido la empresa especializada en fertilización oceánica, Planktos, que después se convirtió en la Corporación para la Restauración del Salmón de Haida y ahora en Oceaneos, que opera en Chile. Por un corto periodo, la empresa Climos existió como una empresa comercial de fertilización oceánica, fundada por Dan Whaley, quien estuvo empleado anteriormente en Planktos que ahora aparece como inactiva. Otra empresa de fertilización oceánica es la Ocean Nourishment Corporation, con sede en Australia y encabezada por Ian SF Jones. Ésta parece estar abierta pero no activa. Jones ha obtenido patentes que reclaman, sorprendentemente, la propiedad sobre cualquier pez nutrido por medio de fertilización oceánica. Existe otra empresa llamada atmocean, la cual desarrolló medios para transportar agua marina rica en nutrientes a la superficie del mar (la llamada surgencia artificial o tecnología de mezcla de agua oceánica), pero parece haber trasladado su interés a otros proyectos no relacionados con la geoingeniería.

Los multimillonarios —que tienen una pasión sui generis por salvar al mundo mientras hacen algo de dinero— han comenzado a promover la geoingeniería.
La tecnología de geoingeniería más activa comercialmente es la de la captura directa de aire (dac, por sus siglas en inglés). La empresa de David Keith, Carbon Engineering, está financiada por inversionistas privados entre los que se encuentran Bill Gates y Murray Edwards, el magnate multimillonario de las arenas bituminosas, que dirige la empresa Canadian Natural Resources ltd. Juntos abrieron una planta piloto de 8 millones de dólares en Squamish, Columbia Británica, en 2015, donde afirman que extraen alrededor de una tonelada de dióxido de carbono por día. La empresa suiza Climeworks, fundada por los ingenieros Christoph Gebald y Jan Wurzbacher, afirma haber creado la “primera planta comercial para capturar CO2 del aire”, en un cantón de Zúrich.
Climeworks afirma también que su planta (de 23 millones de dólares de inversión), aporta 900 toneladas anuales de CO2 a un invernadero cercano para ayudarle en el cultivo de vegetales. Climeworks también tiene una sociedad con la automotriz Audi. Otras compañías incluyen a Global Thermostat, financiada por Goldman Sachs en asociación con Algae Systems, así como Skytree en Holanda e Infinitree
(anteriormente Kilimanjaro) en Estados Unidos.
David Keith y otros desarrolladores han promovido la captura directa de aire (dac) como un método para emplear el CO2 capturado para ampliar masivamente la escala de la recuperación mejorada de petróleo en Estados Unidos y otros países. En una cumbre sobre la tecnología de captura directa de aire en Calgary en 2012, participaron varias empresas petroleras, entre ellas, Suncor, BP, Husky Oil y Nexen, que examinaron los prospectos. Keith —quien posee la patente del llamado “enfriador planetario”(Planetary Cooler), una tecnología para la captura de carbono—, ha dicho que si surgen las condiciones adecuadas, “estaremos imprimiendo dinero”. Sin embargo, su optimismo por hacer negocio con la tecnología DAC es desmentido por la realidad de que no es económicamente factible: sigue siendo mucho más barato capturar el CO2 desde la chimenea de una planta de generación eléctrica de carbón, por ejemplo, que del aire en el ambiente. Además, el empleo de máquinas adyacentes para absorber carbono que faciliten la recuperación mejorada de petróleo, anularía cualquier presunto efecto de mitigación climática, ya que recuperar petróleo generará más CO2 del capturado previamente. La tecnología dac también ha llamado la atención de empresarios como Ned David, entusiasta de la recuperación mejorada de hidrocarburos y quien también dirige una empresa de algas de biología sintética. David espera crear biocombustibles por medio de la alimentación de las algas sintéticas con el carbono capturado en grandes estanques al aire libre en el estado de Nevada, Estados Unidos, y ya buscó obtener financiamiento de Monsanto. Debido a que la tecnología dac implica una enorme demanda de energía, algunos promotores de la geoingeniería han propuesto el uso de “pequeñas plantas de energía nuclear” conectadas a las instalaciones de dac.
En cuanto a la gestión de la radiación solar, una empresa llamada Silver Lining era dirigida por la empresaria tecnológica Kelly Wanser, aunque recientemente cambió su denominación a empresa no comercial para asociarse con Thomas Ackerman, científico de la Universidad de Washington.
Algunos observadores han advertido un incremento en las patentes de geoingeniería en los años recientes y señalan que las patentes propiedad de empresas e individuos privados, corren el riesgo de convertirse, según Clive Hamilton, en una “forma de gobernanza de facto de la geoingeniería”.
Clima de guerra: Los militares y la geoingeniería
El interés militar por la geoingeniería tiene una historia opaca, pero al rastrear sus contornos visibles se revela un involucramiento constante, profundo y perturbador del sector militar. El periodista Jeff Goodell, quien es favorable a la geoingeniería, denomina a la conexión militar como el tema tabú: “no es fácil ver cómo un programa serio de geoin- geniería podría avanzar sin un grado de involucramiento militar tanto aquí en Estados Unidos como en países como China y Rusia”.
El control del clima ha sido, desde hace mucho tiempo, una consideración de los estrategas militares. Un documento de 1996, ampliamente citado, comisionado por la Fuerza Aérea de Estados Unidos, sugirió que la modificación del clima es potencialmente un “multiplicador de fuerza con tremendo poder, que podría explotarse a lo largo de todo el espectro de los escenarios de combate”. El documento señala que hacia 2025 Estados Unidos podría “poseer el clima”. Un informe posterior propuso la consideración urgente de las opciones de geoingeniería.
El historiador de la ciencia James Fleming, hace referencia a la “larga huella de papel de los estudios de modificación climática hechos por el Pentágono y otras agencias gubernamentales”. Desde su perspectiva, “los geocientíficos con un alto nivel de acreditación de seguridad comparten asociaciones, valores e intereses con la élite de seguridad nacional”. El mismo “padre de la bomba atómica”, Edward Teller, estuvo involucrado en las primeras discusiones de geoingeniería, al igual que su protegido, el arquitecto de la llamada “Guerra de las Galaxias”, Lowell Wood, quien ha declarado incluso que el despliegue de la geoingeniería a gran escala está “escrito en las estrellas”.
Los militares ponen cada vez mayor atención a las implicaciones de “seguridad” del cambio climático. En el futuro cercano, podríamos ver como esta conexión se convierte en un complejo militar de geoingeniería.
Algunos de los más activos integrantes de la camarilla de la geoingeniería tienen vínculo con el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore o la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA) del Pentágono, ambas de las cuales tienen mandatos, presupuestos y contratos militares. El objetivo de darpa es “mantener la su- perioridad tecnológica del ejército de Estados Unidos”. En 2009, esta Agencia auspició su primera reunión conocida sobre geoingeniería. Poco después, una nueva corporación científica sin fines de lucro, llamada Novim Group entró en operación. Fue dirigida por Steven Koonin, jefe científico en BP, y después designado subsecretario para la ciencia en el Departamento de Energía, durante la administración Obama. Koonin es miembro de jason —un grupo cerrado de científicos que asesoran al ejército de Estados Unidos y redactan informes especiales, la mitad de los cuales son confidenciales. Novim Group publicó un poco después un estudio muy influyente, dirigido al público en general, sobre el despliegue de tecnologías de gestión de la radiación solar como respuesta a las “emergencias climáticas”. Sorprendentemente, la mitad de los autores del estudio eran parte de jason, lo cual sugiere que, en autoría e intención, tenía todas las señas de ser un informe militar.
En 2011, la corporación rand, un centro de investigación con añejos vínculos con el estamento militar estadounidense, publicó un aná- lisis sobre las opciones de geoingeniería en el que alentó al gobierno de Estados Unidos a establecer normas internacionales para gobernar la investigación en geoingeniería. Más recientemente, la cia financió un estudio de la Academia Nacional de Ciencias sobre geoingeniería, el primero en su tipo en ser financiado por una agencia de inteligencia.
En abril de 2017, Steve Koonin —ahora en su papel de académico en la Universidad de Nueva York— escribió un artículo para el Wall Street Journal proponiendo un “equipo rojo” de científicos disidentes que criticaran los principales informes científicos sobre cambio climático y un “equipo azul” de científicos climáticos para refutar las críticas, lo cual armaría un debate público. Unos meses después, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos hizo eco de la propuesta de Koonin, convocando a la misma acción.
Aunque este esfuerzo podría verse como una discusión general acerca de la negación del cambio climático y su contra-argumentación, la participación activa de Koonin parece indicar que pronto veremos la promoción de un programa de geoingeniería con posible respaldo militar y de la industria petrolera. En última instancia, se evidencia un estrecho vínculo entre quienes niegan el cambio climático y la geoingeniería: no aceptarán estar de acuerdo respecto a quién causó el cambio climático, pero pueden ponerse de acuerdo en “soluciones” tecnológicas y de ingeniería a cualquier problema derivado del cambio climático, sin importar quien lo provocó.
Una consecuencia muy probable si programas de este tipo salieran adelante en Estados Unidos, sería la intensificación de los proyectos de geoingeniería en Rusia y en China, entre otros países, por razones geopolíticas y militares.
Como lo ha mostrado James Fleming, el involucramiento militar distorsiona la ciencia y la ingeniería al imponer la secrecía a nuevos descubrimientos y al buscar transformar en arma cualquier técnica, incluso aquellas diseñadas para fines pacíficos. A cambio, los militares ofrecen a los científicos acceso al poder político, un flujo ilimitado de recursos y la posibilidad de que se cumpla la promesa de controlar a la naturaleza y al clima. De hecho, algunos científicos en geoingeniería, como Gregory Benford han argumentado que los militares deben estar involucrados, puesto que ellos “pueden gestionar recursos y no tienen que sentarse ante el Congreso a responder preguntas sobre cada centavo de su dinero”.

“Si, como muestra la historia, las fantasías sobre el control del clima han servido principalmente a intereses comerciales y militares, ¿por qué habríamos de esperar que el futuro fuera diferente?”
James Fleming, 2010
Fleming concluye su estudio sobre la conexión histórica entre los militares y la geoingeniería con una especie de presagio: “si, como muestra la historia, las fantasías sobre el control del clima han servido princi palmente a intereses comerciales y militares, ¿por qué habríamos de esperar que el futuro fuera diferente?”.
Conservacionismo por la manipulación de la Tierra
La mayoría de las organizaciones ambientalistas que tienen conciencia de la geoingeniería, son muy críticas de la geoingeniería y creen firmemente que debemos enfocarnos en la búsqueda de soluciones reales a las causas de fondo del cambio climático. Sin embargo, entre aquellas que se identifican más bien como conservacionistas, existen algunas que aunque son escépticas a estas propuestas, están abiertas a que se haga investigación en geoingeniería; existen otras en la tradición eco-modernista, que creen que tecnologías como la geoingeniería pueden emplearse en beneficio de la humanidad.
El Fondo para la Defensa Ambiental (edf, por sus siglas en inglés) es uno de los tres convocantes de la Iniciativa de Gobernanza de la Gestión de la Radiación Solar (Solar Radiation Management Governance Initiative) y apoya “la Investigación de campo transparente y de pequeña escala” y la “investigación sobre el desarrollo de las técnicas de remoción de dióxido de carbono”. Gernot Wagner, quien fundó junto con David Keith el Programa de Geoingeniería Solar de Harvard, trabajó previamente para la Oficina de Política y Análisis Económico de edf. El Consejo de Defensa de los Recursos Naturales de Estados Unidos también ha dicho que es prudente apoyar dicha investigación, y la oficina del Fondo Mundial para la Naturaleza (wwf) en el Reino Unido ha salido en apoyo cauteloso de “enfoques de investigación en geoingeniería que busquen descubrir lo que es posible”.
Entre los más entusiastas de la geoingeniería se incluyen eco-modernistas como Stuart Brand, autor del Whole Earth Catalog, quien piensa que debería realizarse una “campaña integral” a favor de las técnicas de geoingeniería. El Instituto Breakthrough —un centro de investigación en Oakland, California, fundado por Michael Shellenberger y Ted Nordhaus—, promueve activamente soluciones de geoingeniería. El Grupo para la Atención de la Emergencia de Metano en el Ártico —un grupo de veteranos científicos que hicieron una intervención fútil en la Conferencia Climática de Cochabamba en 2009— advierte sobre la necesidad urgente de desplegar tecnologías de geoingeniería para “re-congelar el Ártico” , mientras que el teórico de Gaia, James Lovelock, ha sugerido que se piense a la geoingeniería como una “medicina planetaria”.  
Defender a la Madre Tierra: la geoingeniería y la resistencia indígena
La geoingeniería, es una perspectiva que trata al planeta viviente como una cosa susceptible de rediseñarse con ingeniería y cuyos principales proponentes son actores trasnacionales. Por tanto, no resulta sorprendente que algunas de las más punzantes críticas a ésta provengan de los pueblos indígenas y sus movimientos, quienes defienden una relación más cuidadosa y para muchos sagrada, con la Madre Tierra, desde su cuidado en las comunidades locales. La noción de la geoingeniería proviene de un lógica que presenta al clima global y a otros sistemas naturales planetarios como procesos mecánicos que pueden alterarse mediante un hercúleo proyecto científico. En la mitología griega clásica, el más poderoso enemigo de Hércules era Anteo, el gigante que obtenía fuerza de su madre, la Tierra. Como Anteo, los movimientos indígenas del mundo se están preparando para construir el frente de resistencia contra los hercúleos proyectos extractivos de la industria de los combustibles fósiles, invocando los derechos de la Madre Tierra y la defensa de la tierra y el agua. La resistencia a la geoingeniería surge como parte de esa lucha.
En 2010, La Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, realizada en Cochabamba, Bolivia, reunió a más de 35 mil personas, la mayoría de ellas indígenas, quienes emitieron un Acuerdo de los Pueblos, donde se rechaza explícitamente a la geoingeniería, y se la califica como una “falsa solución” a la crisis climática.83
También en Cochabamba dio inició la campaña “No Manipulen la
Madre Tierra” (Hands Off Mother Earth), contra los experimentos de
83. “Acuerdo de los Pueblos”. Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, 24 de abril de 2010. Disponible en: https://cmpcc. wordpress.com/acuerdo-de-los-pueblos/. El Acuerdo dice: “Por esta razón rechazamos los Tratados de Libre Comercio y Acuerdos de Asociación y toda forma de aplicación de los Derechos de Propiedad Intelectual sobre la vida, los paquetes tecnológicos actuales (agroquímicos, transgénicos) y aquellos que se ofrecen como falsas soluciones (agrocombustibles, geoingeniería, nanotecnología, tecnología Terminator y similares) que únicamente agudizarán la crisis actual”.
geoingeniería. Durante el lanzamiento de la campaña, Ben Powless, de la Nación Mohawk, de Canadá, en representación de la Indigenous Environmental Network (Red ambiental indígena), explicó:
Por demasiado tiempo los cuerpos y las tierras de nuestros pueblos se han usado para probar nuevas tecnologías. Ahora, en respuesta al cambio climático, esas mismas personas quieren poner a la Madre Tierra en riesgo con tecnologías de geoingeniería. No podemos darnos el lujo de amenazar a nuestro planeta de esta forma, especialmente cuando existen y están a la mano soluciones simples, justas y probadas.
No fue ésa la primera vez que los movimientos indígenas habían hablado sobre la geoingeniería. Un año antes, durante la Cumbre Global de los Pueblos Indígenas sobre Cambio Climático en Anchorage, Alaska, se emitió un reto claro a los Estados para que “abandonen las falsas soluciones al cambio climático que impactarán negativamente los derechos, tierras, aire, océanos, bosques, territorios y aguas de los pueblos indígenas […] entre ellas la geoingeniería”.84
Estas declaraciones y otras similares deben comprenderse en el contexto de varias estrategias subsecuentes de geoingeniería que apuntan hacia las tierras y aguas de los pueblos indígenas. En 2007, Planktos Inc., había planeado realizar un experimento de fertilización oceánica alrededor de las islas Galápagos, lo cual afectaría las zonas de pesca tradicional de los pueblos; y en 2008, la empresa Ocean Nourishment Corporation de Australia tenía la intención de verter urea en el mar de Sulu, en el sureste de Asia, hogar de diversos grupos indígenas y pescadores artesanales que no fueron consultados. El experimento de más alto perfil fue el de la Haida Salmon Restoration Corporation (HSRC), empresa de geoingeniería fundada por el geoingeniero Russ George y cuyo personal se componía casi completamente de científicos no indígenas, aunque el proyecto se
84. “Report of the Indigenous Peoples’ Global Summit on Climate Change”. Organización de las Naciones Unidas, 24 de abril de 2009, http://www.un.org/ga/president/63/letters/ globalsummitoncc.pdf.
presentó al mundo como una propuesta indígena apoyada por la comunidad Haida de Old Masset, en Haida Gwaii, en la costa del pacífico canadiense. De hecho, cuando quedó claro que la empresa no había cumplido con la ley canadiense, los directivos de la empresa apelaron a los reclamos de soberanía del pueblo Haida para defenderse e incluso enarbolaron una bandera Haida (en vez de una canadiense), mientras vertían hierro en el mar. Este proyecto de geoingeniería creó fuertes conflictos al interior de la comunidad indígena Haida en el archipiélago de Haida Gwaii, hasta el punto de que un torneo de basquetbol intra-isleño fue boicoteado en protesta contra el experimento. Más tarde, el Consejo de Jefes y la Nación Haida emitieron un rechazo claro a la estrategia de geoingeniería, firmado por Guujaw, presidente de la Nación Haida, aclarando que las acciones de la HSRC no reflejaban las de la Nación Haida. “Las consecuencias de interferir con la naturaleza en esta escala no son predecibles y representan riesgos inaceptables para el ambiente marino. Nuestro pueblo, junto con el resto de la humanidad, dependemos de los océanos y no podemos dejar el destino de estos al capricho de unos cuantos”.85

“Las consecuencias de interferir con la naturaleza en esta escala no son predecibles y representan riesgos inaceptables para el ambiente marino. Nuestro pueblo, junto con el resto de la humanidad, dependemos de los océanos y no podemos dejar el destino de éstos al capricho de unos cuantos.”
Guujaw, Presidente de la Nación Haida, 2008
85. Guujaw, “Let it be known”. Consejo de la Nación Haida, 18 de octubre de 2012. Disponible en: http://aptn.ca/news/wp-content/uploads/sites/4/2012/10/Haida.pdf.

capítulo vi
La gobernanza de la geoingeniería 
¿Es posible gobernar la geoingeniería?
Cuando se habla de la gobernanza de la geoingeniería, una primera pregunta sensata es si la geoingeniería, con sus enormes riesgos inherentes, la desigualdad de sus impactos, los efectos de largo plazo y las vastas implicaciones geopolíticas, militares, ambientales y de justicia global, podría en realidad ser “gobernada”.1
De manera particular, el despliegue de la gestión de la radiación solar (grs) presenta aspectos de gobernanza potencialmente irresolubles, incluyendo su posible irreversibilidad y el hecho de que podría poner en peligro las fuentes de alimento y agua de miles de millones de personas en Asia y África, ya que sus efectos serían transfronterizos. Sin embargo, todas las estrategias propuestas de ingeniería, si fueran aplicadas en la escala espacio-temporal necesaria para influir en el clima, implicarán impactos graves e injustamente distribuidos.
La pregunta de si es posible gobernar la geoingeniería no sólo es válida, sino que su respuesta es urgente. Gobernanza no sólo significa el establecimiento de regulaciones para legalizar y permitir el desarro-

1. Una descripción de las técnicas y el impacto potencial de la geoingeniería pueden encontrarse en: http://www.geoengineeringmonitor.org/. Véase también: Grupo ETC y Fundación Heinrich Böll, “Cambio climático y espejismos. Geoingeniería: Resumen desde la sociedad civil”. Mayo de 2017. Disponible en: http://www.etcgroup.org/sites/www.etcgroup.org/files/files/etc_geoeng_briefing_sept2017_esp_v3_0.pdf.


llo de una determinada tecnología. Prohibir una tecnología demasiado riesgosa también es un enfoque de la gobernanza, como ocurre en el caso del Tratado para la Prohibición de los Ensayos Nucleares y la adopción por parte de la onu de un Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, en julio de 2017. Las pruebas nucleares tuvieron impactos devastadores en algunas regiones y sobre varios pueblos indígenas. En el caso de la geoingeniería podemos evitar cometer el mismo error mediante el desarrollo preventivo de una gobernanza fuerte, precautoria y multilateral, a la medida de los riesgos que implica y antes que éstos ocurran.

La pregunta de si es posible gobernar la geoingeniería no sólo es válida, sino que su respuesta es urgente. Gobernanza no sólo significa el establecimiento de regulaciones para legalizar y permitir el desarrollo de una determinada tecnología. Prohibir una tecnología demasiado riesgosa también es un enfoque de la gobernanza.
“Gobernar la geoingeniería” no se refiere solamente al resultado al que se podría llegar en un futuro: el proceso de discusión para ello es parte del resultado. Actualmente, las discusiones actuales sobre geoingeniería y su posible estructura de su gobernanza privilegian enfoques tecnocráticos y de ingeniería, con intereses creados, tanto de muchos de los investigadores que la promueven, como de la industria de combustibles fósiles y otras, cuyos intereses económicos o geopolíticos se verían beneficiados con geoingeniería. Estas son las voces que dominan ahora la discusión. Un proceso tan desequilibrado solo puede resultar en propuestas de gobernanza sesgadas y anti-democráticas.
Este proceso sesgado evita también la pregunta fundamental sobre si necesitamos geoingeniería para enfrentar el cambio climático o si existen otras alternativas mucho más seguras y sustentables que podemos plantear, promover, desarrollar y hacia las cuales urge dirigir la voluntad política.
El santo grial de las “emisiones negativas”
En 2015, el Acuerdo de París sobre Cambio Climático acordó la realización de esfuerzos para limitar el incremento de la temperatura por debajo de 2 o C por encima de los niveles pre-industriales, incluyendo la posibilidad de mantener la temperatura por debajo del 1.5 oC hasta el fin de este siglo.
Sin embargo, la suma de las contribuciones determinadas a nivel nacional (cdn) entregadas por cada país a la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (cmnucc) se traduce en un aumento global promedio de la temperatura de entre 2.9 y 3.4 grados. Esta brecha constituye una grave preocupación que debe afrontarse con reducciones inmediatas y efectivas de las emisiones de gases con efecto invernadero, con cambios fundamentales en la matriz energética y en el modelo de producción y consumo industrial, comenzando por los pocos países que son responsables de más de dos tercios de todas las emisiones de gei que nos afectan a todos.
El problema radica en que, en vez de avanzar en las medidas necesarias para reducir efectivamente las emisiones, ha comenzado a ganar fuerza la noción de “emisiones netas cero” o “emisiones negativas”, esto es, la idea de que es posible evitar reducir drásticamente las emisiones de gei si los gases que se emiten se “compensan” por medios tecnológicos o de otro tipo.
Esta especulación de que con tecnología se podría mantener la meta de no subir la temperatura a más 1.5 grados, ha sido aprovechada por los promotores de la geoingeniería para escalar su discurso y presentar sus propuestas no como un plan de emergencia, sino como una medida “inevitable” que deberá adoptarse más temprano que tarde. También están usando este argumento para demandar más apoyo público y privado para sus investigaciones y experimentos.
El dilema moral de esta ruta es que, dado que ninguna de las técnicas de geoingeniería pretende enfrentar las causas de fondo del cambio climático, las propuestas de geoingeniería pueden usarse para alejar la voluntad política de las soluciones reales. Son intervenciones pensadas sólo para contrarrestar parcialmente algunos de los síntomas del cambio climático. Sus causas profundas (por ejemplo, la creciente demanda y consumo de energía, la urbanización descontrolada, la industrialización, la deforestación, la agricultura no sustentable y los cambios en el uso del suelo) seguirían causando caos climático, lo que significaría que el despliegue de la geoingeniería crearía, además de otros impactos, un mercado “cautivo”.
Un punto de partida
Aunque muchos defensores de la geoingeniería reconocen la necesidad de reducir drásticamente las emisiones de gei para enfrentar el cambio climático (lo cual les sirve retóricamente para insistir en que la geoingeniería debería considerarse sólo como un complemento de esa reducción), sus investigaciones alimentan la ilusión de los políticos de que pueden continuar los altos niveles de emisiones. De ese modo, la atención que atraen las opciones especulativas de la geoingeniería ya está desviando recursos que podrían emplearse mejor en el desarrollo de alternativas para generar soluciones reales y permanentes a la crisis climática.
Un punto de partida para una discusión sobre cómo enfrentar el cambio climático debería ser el reconocimiento de que las estrategias tradicionales de reducción de emisiones, como la eficiencia energética, el reemplazo de los combustibles fósiles con energías renovables y el rediseño de las construcciones no será suficiente para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. La producción industrial y los patrones de consumo han excedido ya, por mucho, todos los límites planetarios.
Lo que necesitamos es una conversación honesta acerca de las rutas de reducción radical de las emisiones que trascienda el pensamiento económico convencional. También necesitamos estrategias seguras, socialmente justas y culturalmente apropiadas para pagar nuestra deuda de carbono mediante una restauración amplia pero cuidadosa de los ecosistemas naturales.
El desarrollo de las tecnologías de geoingeniería, o el rechazo de esas opciones, es una cuestión de deliberación y elección política y social. Aceptar la geoingeniería y todos sus injustos impactos, es una manera de decir que es preferible alterar nuestro planeta antes que el sistema económico imperante. Aceptar la geoingeniería no es una necesidad técnica o científica, sino una defensa de un statu quo fallido.
Las discusiones sobre geoingeniería en la ONU
La Organización de Naciones Unidas ha sido sede, por más de una década, de discusiones sobre geoingeniería basadas en el enfoque precautorio y en consideraciones de carácter ambiental y social, cuyo centro de gravedad se ubica en el Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB). En éste se estableció una moratoria de facto a la fertilización oceánica en 2008, y sobre la geoingeniería en general en 2010. Un ámbito temático específico es el Convenio/Protocolo de Londres sobre la Prevención de la Contaminación del Mar por Vertimiento de Desechos y otras Materias, que adoptó la decisión en 2013 de prohibir la geoingeniería marina (excepto para la investigación científica legítima).
El cdb ha publicado dos informes sobre la geoingeniería que fueron ampliamente revisados por los gobiernos miembros, incluyendo un análisis sobre las estructuras jurídicas y regulatorias relacionadas con el Convenio y el posible papel que podrían desempeñar otros organismos del sistema de Naciones Unidas.
La manipulación del clima ha sido objeto de interés militar por muchas décadas como medio de control del clima para propósitos hostiles. Los impactos del uso hostil de la modificación del clima que hizo Estados Unidos contra Vietnam condujeron a la adopción de la Convención sobre la Prohibición de Utilizar Técnicas de Modificación Ambiental con Fines Militares u Otros Fines Hostiles (enmod), en 1977 para prevenir la manipulación del ambiente como un medio para hacer la guerra.
Algunos promotores de la geoingeniería han negado intencionalmente este debate, que lleva años en el seno de Naciones Unidas. Muchos defensores de la geoingeniería argumentan que la investigación y los experimentos pueden ser autorregulados y gestionados volunta- riamente a partir de directrices éticas, códigos de conducta y medidas similares.
Algunos piensan que tales enfoques se corresponden con el modelo que actualmente se suele aplicar en la gobernanza internacional en el contexto geopolítico actual, muchos de ellos esperan que algún tipo de autorregulación de la geoingeniería incipiente, servirían para evitar la aplicación de medidas internacionales más drásticas, como una prohibición total. La analista política Naomi Klein ha señalado que la tragedia de la actual gobernanza internacional del cambio climático es que el problema el cambio climático adquirió relevancia en el momento cúspide del llamado Consenso de Washington, cuando los gobiernos neoliberales no consideraron necesario tomar decisiones drásticas, sino que prefirieron la ineficacia de las medidas voluntarias y de las respuestas de mercado a un problema que requería una acción multilateral fuerte. Sería un grave error reafirmar las posturas ideológicas que condujeron al mundo a la crisis climática actual en las discusiones sobre la gobernanza de la geoingeniería.
La autorregulación de los experimentos y despliegue de las técnicas de geoingeniería o su regulación parcial (sea temática, nacional o regional), son totalmente inadecuadas a la luz de la naturaleza transfronteriza, los enormes riesgos y la inequidad inherente de los impactos que implican las propuestas de geoingeniería del clima.
Naturaleza transfronteriza
Debido a que, por definición, la geoingeniería busca alterar intencionalmente los sistemas terrestres como la atmósfera, el ciclo del carbono e, implícitamente, el ciclo hidrológico, hablamos de una manipulación de naturaleza necesariamente transfronteriza. Puesto que sabemos muy poco del funcionamiento del ecosistema planetario en su conjunto y de sus subsistemas, entre los cuales se encuentra el clima, existe una probabilidad significativa de que, en vez de mejorar el clima, la geoingeniería empeore la situación de forma inesperada.
Algunos investigadores sostienen que la gobernanza de las propuestas de remoción de CO2, (rdc) deberían tratarse por separado de la gobernanza de las propuestas de manejo de la radiación solar (grs), porque son técnica y espacialmente diferentes y presentan riesgos distintos. Sin embargo, varias de las tecnologías propuestas, ya sea que se las considere dentro del conjunto de las que buscan la remoción de dióxido de carbono o el manejo de la radiación solar, comparten características importantes que deben considerarse cuando se discute su posible gobernanza.
Por ejemplo, la fertilización oceánica, la inyección estratosférica de aerosoles y el blanqueado de nubes marinas, buscan todas ellas añadir grandes cantidades de compuestos químicos en ecosistemas dinámicos y frágiles.
Es cierto que algunas otras propuestas de rdc, de ser aplicadas, se realizarían a escala nacional, por lo que podrían caer bajo la regulación con leyes nacionales. Pero el objetivo de la ingeniería climática es, por definición, que se realice a una escala tal que afecte al clima global, independientemente si se trata de técnicas de grs o rdc. Así, sería extremadamente peligroso dejar la decisión del despliegue de estas técnicas sólo a los gobiernos nacionales sin considerar los impactos transfronterizos y los efectos acumulativos.
La naturaleza transfronteriza de la geoingeniería y la desigual e injusta distribución de los impactos requiere que cualquier decisión sobre la experimentación y despliegue sea tomada en los ámbitos multilaterales, con la plena participación de aquellos que podrían ser afectados negativamente y considerando los impactos simultáneos y sinérgicos.
Investigación y gobernanza: ¿el huevo y la gallina?
Los promotores de la geoingeniería afirman frecuentemente que sus investigaciones y experimentos serían mejor “regulados” mediante lineamientos voluntarios y códigos de conducta. Algunos son un poco más cautos cuando se trata del despliegue en campo de las tecnologías, pero otros piensan que incluso eso podría regularse solamente con normas nacionales.
Ninguna de esas ideas se corresponde con los peligros potenciales de la geoingeniería, con su papel completamente disruptor de la política internacional y su carácter inherentemente transfronterizo. La mayoría de las investigaciones sobre geoingeniería no tienen el objetivo de ser meramente estudios teóricos, sino que están diseñadas para desarrollar una técnica o crear las condiciones para que avancen las propuestas concretas de geoingeniería.
Los experimentos a campo abierto, incluyendo los de pequeña escala, podrían crear situaciones de “lock-in” (cierran las opciones posteriores) o crear “trincheras”, como puntos para el agresivo avance de las tecnologías, “porque las elecciones sociales y tecnológicas están condicionadas por los compromisos, las normas o estándares tecnológicos preexistentes”, como ya ha sucedido con la adopción de muchos otros desarrollos tecnológicos. Esto puede conducir a un sendero resbaladizo de demandar más experimentos de campo de magnitudes cada vez mayores, para probar nuevos aspectos de las tecnologías y, eventualmente, al completo despliegue de la geoingeniería.
Los experimentos funcionan además como prueba del principio, algo útil para la recaudación de fondos que financien más experimentos, con lo que eventualmente la geoingeniería terminará estando disponible para actores poderosos que podrían utilizarla unilateralmente para promover sus intereses. Incluso conocer y desarrollar las posibilidades técnicas de la geoingeniería tiene ya ramificaciones geopolíticas. De acuerdo con Raymond Pierrehumbert, catedrático de física de la Universidad de Oxford, “… ya es bastante malo el hecho de que Trump tenga en sus manos los códigos de lanzamiento de las armas nucleares. ¿Realmente queremos darle a alguien como él las herramientas para alterar también el clima del mundo?”
La investigación en geoingeniería desvía recursos de la investigación urgente y necesaria sobre modos mejores y más justos para enfrentar el cambio climático. Si la investigación en geoingeniería se realiza a pesar de todo, debería estar limitada a discusiones abiertas y estudios en ambiente controlado, por ejemplo mediante la comparación de modelos computacionales que sirvan para aprender más sobre las condiciones climáticas y los impactos potenciales de la geoingeniería. Dicha investigación tendría que ser transparente, particularmente respecto a sus fuentes de financiamiento y a cualquier conflicto de intereses de los que realizan el estudio. Asimismo, toda investigación confinada debe realizarse poniendo especial atención en evitar efectos de condicionamiento tecnológico posterior y su posible uso político para la alteración de las políticas climáticas.

“Ya es bastante malo el hecho de que Trump tenga en sus manos los códigos de lanzamiento de las armas nucleares. ¿Realmente queremos darle a alguien como él las herramientas para alterar también el clima del mundo?”
Raymond Pierrehumbert, 2017.
¿Es posible un consenso global?
Los eventos que condujeron a la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y su posterior decisión de abandonar el Acuerdo de París no sólo son una advertencia de la volatilidad política sino que muestran la complejidad de las condiciones reales para la gobernanza de la geoingeniería. El tipo de gobernanza que requiere la geoingeniería exige un consenso global sobre su desarrollo y empleo, en un marco democrático de plena participación y compromiso de todos los países. Un compromiso por décadas o más bien siglos. Si esa gobernanza emergiera, las naciones del mundo estarían negociando no sólo respecto a los volúmenes de carbono y de gases de efecto invernadero en la atmósfera y sobre las medidas para reducirlos, sino también respecto a una segunda variable: la cantidad de calor en la atmósfera y las técnicas empleadas para disminuirlo.
Hemos visto ya repetidamente fallar a la comunidad internacional en sus intentos de colaboración para enfrentar el cambio climático cuando había sólo una variable en torno a la cual debatir, es decir, los niveles de emisiones. Entonces ¿por qué habríamos de creer que es posible establecer el consenso fuerte y duradero necesario para gobernar las complejidades de la geoingeniería? Por ejemplo, en el caso de las técnicas de manejo de la radiación solar, se requeriría del control de la luz del sol, del control del calor atmosférico y de la regulación de los niveles de los gases de efecto invernadero.
El Acuerdo de París, con todas sus limitaciones, parecía ser un consenso planetario sobre la dirección que debería asumir la acción global frente al cambio climático. Pero sólo se requirieron unos cuantos meses después de que entró en vigor para que el presidente Trump, en su carácter de líder del país que es el mayor contribuyente histórico al calentamiento global, anunciara que su país se retiraría del Acuerdo. ¿Qué habría pasado si se tratase del Acuerdo que supuestamente gobernaría a la geoingeniería y hubiese ya actividades desplegadas y en curso?
Amplio debate social en primer lugar
El prospecto de controlar las temperaturas globales genera serias preguntas en relación con el poder y la justicia global. ¿A quién le corresponde controlar el termostato de la Tierra y ajustarlo a la medida de sus intereses? ¿Quién tomará la decisión de desplegar técnicas de geoingeniería si tales medidas fueran consideradas técnicamente factibles, y qué intereses no serán considerados?
Debido a sus condiciones y factores inherentes se vuelve relevante para toda la sociedad —y principalmente para aquellos pueblos y regiones que serían adversamente afectados por la geoingeniería— una amplia deliberación social desde abajo sobre la geoingeniería y su gobernanza, incluyendo la posibilidad de ir más allá de una moratoria y establecer una prohibición. 
Algunos elementos para una discusión legítima sobre la gobernanza de la geoingeniería
• La discusión debe estar basada en el principio de precaución, tomando en consideración y respetando las decisiones existentes tomadas por la onu respecto a la geoingeniería, como las decisiones que llaman a una moratoria de facto y a una prohibición de la geoingeniería marina.
• La discusión no puede confinarse a temas relacionados con el clima solamente, dado que las consecuencias del despliegue de la geoingeniería rebasan con mucho el problema del clima. Incluyen, entre otros temas, su posible uso con fines hostiles, la equidad internacional, la justicia intergeneracional, sus impactos en otros ecosistemas como la biodiversidad y los océanos, y sus impactos en las economías locales y nacionales que dependen de esos ecosistemas, así como los derechos de los pueblos indígenas y campesinos.
• Debe fundamentarse en un riguroso debate sobre las alternativas ecológicamente sustentables y socialmente justas para enfrentar el cambio climático y sus causas. Debe basarse en trayectorias radicales para reducir emisiones que trasciendan el pensamiento económico convencional, como el abandono programado de los combustibles fósiles, cambiar a modelos agrícolas sustentables incluyendo agroecológicos y campesinos, así como reducciones reales en el consumo de recursos y energía globales, por ejemplo mediante enfoques de economía circular. Se debe proceder a una restauración sana y cuidadosa de los ecosistemas de todo el planeta, empezando por los bosques, selvas, praderas y océanos, con participación plena de las comunidades que habitan esos sistemas. Hasta que esto se haga, no existe razón alguna para creer que la geoingeniería es necesaria, y seguiremos considerándola una peligrosa desviación de recursos que nos aleja de enfoques seguros, socialmente justos y ecológicamente sostenibles.
• Debe basarse en discusiones participativas y transparentes sobre los impactos potenciales de la geoingeniería y la necesidad de la precaución, a nivel nacional y regional con plena participación de la sociedad civil, los movimientos populares y los pueblos indígenas. Estas deliberaciones sociales desde abajo deben alimentar las discusiones internacionales.
• La discusión a nivel internacional debe ser multilateral, transparente y sujeta a rendición de cuentas, donde todos los gobiernos puedan participar libremente y de manera democrática; esas deliberaciones deben estar abiertas al escrutinio público y con plena participación de las organizaciones de la sociedad civil, los pueblos indígenas y movimientos populares (especialmente aquellos más directamente afectados por el cambio climático), y rendir cuentas de sus resultados ante la onu.
• Debe ocurrir libre de influencia corporativa, incluyendo dentro de ésta la intervención de filantrocapitalistas, para impedir que los intereses privados empleen su poder para determinar resultados favorables o que promuevan estrategias que sirvan a sus intereses comerciales.
• Debe contar con políticas obligatorias, públicas e inequívocas sobre el conflicto de intereses, para prevenir que los investigadores con intereses económicos en la geoingeniería pretendan actuar como “expertos independientes”.
• Debe respetar las leyes internacionales, incluyendo las relativas a la protección de la paz, la seguridad, los derechos humanos, los derechos indígenas, la biodiversidad y la soberanía nacional, particularmente las leyes para asegurar que cualquier actividad realizada en un país no ocasione daños al medio ambiente de otras naciones o los comunes globales y también respetar las leyes que prohíben actos hostiles de modificación ambiental.
• Debe tomar en cuenta las otras crisis concomitantes, especialmente las de los alimentos, el hambre, la pobreza, la desigualdad, la erosión de la diversidad biológica, la destrucción de los ecosistemas, la contaminación atmosférica y la acidificación de los océanos.
• Debe tener conciencia de que ni la gravedad de la crisis climática, ni la ausencia de conocimiento científico sobre otras alternativas pueden usarse como argumentos para justificar la experimentación de la geoingeniería, especialmente a la luz de posibles consecuencias no previstas y no deseadas.
• La discusión debe orientarse para que cualquier tipo de experimentación o despliegue de técnicas de geoingeniería en campo abierto sean precedidos de un estricto mecanismo multilateral global de gobernanza plenamente consensado por todos los países, especialmente los que serán afectados negativamente.
• Debe mantener abierta y vigente como opción de gobernanza, la prohibición total al despliegue de la geoingeniería
Para información detallada sobre las negociaciones intergubernamentales y las decisiones relativas a la geoingeniería en las Naciones Unidas, véase el anexo 1. El Anexo 2 ofrece información respecto a algunas de las iniciativas no gubernamentales de gobernanza.

capítulo vii
La ruta para avanzar 
Un realismo radical
La crisis climática es grave, pero fracasaremos en resolverla si reproducimos el paradigma de la razón técnica que originalmente produjo el caos climático. La crisis climática seguramente no será resuelta si dejamos la solución en manos de los “emperadores climáticos” y la camarilla de la geoingeniería, quienes están acumulando todo un arsenal para atacar los efectos climáticos pero no la patología subyacente. Lo que necesitamos urgentemente es actuar sobre las causas de fondo de la crisis climática e introducir un enfoque alternativo basado en un realismo radical. Las causas del cambio climático son ampliamente conocidas. La causa primordial es una civilización adicta al petróleo y al carbón con sus sistemas industriales de producción y consumo masivos. Sólo 10% de la población global es responsable de casi 50% de las emisiones globales de CO2.1 Una eliminación gradual de toda la infraestructura existente para la explotación de petróleo, gas y carbón debe comenzar inmediatamente si somos serios respecto a la necesidad de enfrentar el cambio climático y proteger el futuro de nuestros hijos y nietos.

1. Lili Fuhr, “Radical Realism About Climate Change” Project Syndicate, 2016. Disponible en:
https://www.boell.de/en/2016/11/08/radical-realism-about-climate-change.


Una de las alternativas radicales más promisorias no es, de hecho, siquiera una alternativa, sino una realidad, pero oculta a plena vista: la red campesina alimentaria integrada por campesinos y campesinas, pastores, huertas urbanas, pescadoras y pescadores, quienes ya son capaces de alimentar al 70% de la población mundial con menos del 25% de la tierra, el agua y los recursos. Su trabajo previene emisiones y enfría la Tierra al mismo tiempo. El sistema alimentario industrial, en cambio, usa cerca del 80% de la tierra, el combustible y los recursos y es el mayor emisor de gases de efecto invernadero en el planeta.

Existen rutas ecológicamente seguras y socialmente justas para salir de la crisis climática que deben reconocerse y apoyarse. No podemos permitir que el miedo o la parálisis nos conduzcan a remiendos tecnológicos extremos y peligrosos como la geoingeniería.
No somos impotentes —incluso aquellos de nosotros que vivimos la mayor parte, o todas nuestras vidas fuera de la red alimentaria campesina. Podemos apoyar, expandir y/o desarrollar diversas alternativas para salir de la adicción a los combustibles fósiles, incluyendo el apoyo a los sistemas masivos y eficientes de transporte público, a las políticas de cero desperdicios y a las políticas que buscan limitar a los grandes emisores. Es posible la reducción del sobreconsumo y afianzar el rechazo al consumismo; la reducción de los viajes aéreos; la restauración de bosques y otros ecosistemas naturales con las comunidades, entre muchas otras posibilidades. Existen rutas ecológicamente seguras y socialmente justas para salir de la crisis climática que deben reconocerse y apoyarse. No podemos permitir que el miedo o la parálisis nos conduzcan a remiendos tecnológicos extremos y peligrosos como la geoingeniería.
Lo normal es rechazar la geoingeniería
El rechazo es la respuesta abrumadoramente mayoritaria de los pueblos y la vasta mayoría de los gobiernos cuando reciben información básica sobre los mecanismos y condiciones de la geoingeniería. Los riesgos de la geoingeniería —que son demasiados y muy altos— la vuelven inaceptable (incluso muchos promotores de la geoingeniería afirman rechazarla, pero argumentan en su favor que es un mal menor o una póliza de seguro ante la emergencia). No obstante, a través de los canales usuales (los medios, la academia y gobiernos poderosos con recursos suficientes para exhibir su arrogancia y poder) la geoingeniería está pasando por un proceso de “normalización” para convertirse en una opción de respuesta al cambio climático en vez de ser vista por lo que realmente es: una obscena serie de propuestas que, si se llevaran a cabo, podrían devastar ecosistemas y comunidades enteras.
Un paso dentro del proceso de normalización de la geoingeniería consiste en convencer a los gobiernos y a la opinión pública que la “ciencia” (y, específicamente los escenarios del cambio climático del ipcc) ha determinado que ya rebasamos el umbral por el que la sola reducción de las emisiones de CO2 puede salvarnos de la catástrofe climática. A este planteamiento lo sigue otro que dice que debemos recurrir “inevitablemente” a las técnicas de remoción de dióxido de carbono como mínimo. Esta racionalidad está frecuentemente acompañada de un desprecio o ignorancia del potencial de los sistemas naturales de remoción de CO2 como los bosques y la restauración de los ecosistemas o las prácticas agroecológicas de campesinas, campesinos y agricultores en pequeña escala, entre muchas otras.
Aunque la situación climática es indudablemente grave, los modelos empleados por el ipcc están basados en una serie de parámetros (físicos, climáticos y económicos) que son estimaciones y que, por elección, disminuyen la relevancia de ciertas variables e interacciones mientras que amplían la de otros. Los modelos no son, por tanto, realidades fijas. Hay todavía mucho trabajo por hacer para analizar concienzudamente y criticar, por ejemplo, los modelos económicos convencionales sobre los que se extraen conclusiones acerca de las reducciones de emisiones futuras. Las profundas transformaciones requeridas en nuestras economías y sociedades para conducirnos a una situación climática justa que no sobrepase 1.5°C de aumento de la temperatura global promedio, representan un reto político enorme. Pero la geoingeniería no representa una alternativa viable. Existen razones políticas, sociales, culturales, ambientales, económicas, éticas, morales, intergeneracionales, de derechos (de las mujeres, de las y los trabajadores, de las y los campesinos y de los pueblos indígenas) para oponerse a ella, que además muestran que es innegablemente una falsa solución.

Las profundas transformaciones requeridas en nuestras economías y sociedades para conducirnos a una situación climática justa que no sobrepase 1.5°C de aumento de la temperatura global promedio, representan un reto político enorme. Pero la geoingeniería no representa una alternativa viable.
Se debe enfatizar y promover las mejores “alternativas” existentes, porque sus contribuciones actuales y potenciales son negadas de manera sistemática (como ocurre frecuentemente cuando se ponen sobre la mesa de discusión la agricultura y la agroecología campesina local). Otras alternativas deben desarrollarse también. La geoingeniería distrae a los elaboradores de políticas de la urgencia de apoyar esas realidades y de desarrollar esas alternativas que son justas y viables.
Mantener y reforzar las moratorias
Las decisiones en el Convenio sobre Diversidad Biológica que establecieron una moratoria de facto a la geoingeniería, así como la decisión del Convenio/Protocolo de Londres de prohibir la fertilización oceánica y la geoingeniería marina, son cruciales y deben mantenerse y reforzarse. Esas decisiones son importantes, particularmente para los gobiernos del Sur global y la sociedad civil porque constituyen una garantía de que los debates puedan realizarse y se puedan tomar decisiones justas, antes de sufrir los impactos de acciones unilaterales de geoingeniería llevadas a cabo por gobiernos poderosos o una coalición de éstos.
Dependerá de los gobiernos responsables y de la sociedad civil seguir defendiendo y profundizando estas decisiones, así como exhortar a otros gobiernos nacionales a cumplirlas. Ambas decisiones emblemáticas afirmaron la necesidad de aplicar un estricto enfoque precautorio para la geoingeniería. Cualquier foro de decisión política o discusión del sector privado sobre geoingeniería debe guiarse por la moratoria del cdb, una decisión tomada por consenso de 193 gobiernos.
Las discusiones que pretendan promover la geoingeniería fuera de este marco constituyen un esfuerzo explícito o implícito para socavar la noción de que necesitamos contar con marcos y políticas de gobernanza informadas, multilaterales, democráticas y transparentes sobre las propuestas de geoingeniería, incluyendo la posibilidad de su prohibición parcial o total.
La moratoria del cdb debe también protegerse contra el intento de algunos gobiernos de vaciarla de sentido, retirando el tema de la geoingeniería del ámbito del cdb, lo cual confinaría la discusión a una consideración estrecha de los efectos climáticos. Los impactos de la geoingeniería en la biodiversidad y en los pueblos indígenas, campesinos y comunidades locales que mantienen la biodiversidad y cuyos modos de vida dependen de ella, están y permanecerán bajo la jurisdicción del cdb. Adicionalmente, los impactos socioeconómicos, en la medida en que están vinculados a las condiciones de la biodiversidad, entran también en el mandato del cdb. Ciertamente, otros organismos de las Naciones Unidas, principalmente la Asamblea General, deberían discutir las vastas implicaciones de la geoingeniería y podrían considerar una prohibición u otras medidas para prevenir acciones que provocaran mayores inequidades climáticas y/o impactos negativos geopolíticos, ambientales y a la salud. Paneles como el ipbes (Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas) y el ipcc, limitados por su mandato a la consideración más técnica, no están equipados para evaluar los impactos más amplios de la geoingeniería.
Detener los experimentos en campo abierto
Para que cualquier técnica de geoingeniería tenga impacto sobre el clima global debe desplegarse a mega escala. Por ello no es posible realizar experimentos que demuestren la eficacia o seguridad de cualquier técnica de geoingeniería sobre el clima sin desplegar de hecho la tecnología. Por tanto, hablar de “experimentos” de geoingeniería es un oxímoron. Para tener un impacto significativo sobre el clima global, tendrían que ser tan grandes y realizarse por periodos tan prolongados que no podrían ser llamados experimentos. La experimentación y el despliegue serían indistinguibles, y los impactos y efectos secundarios no podrían revertirse.
Los experimentos en campo abierto de “pequeña escala”, no ofrecerán información útil de los efectos sobre el clima de las técnicas de geoingeniería pero pueden servir para probar las herramientas y así establecer una “demostración” que podría alentar a los gobiernos a invertir en una técnica particular sin el debate social previo y exhaustivo, en ausencia de un marco de política de gobernanza democrático y acordado internacionalmente. Asimismo, cualquier experimento que no sea realizado para “propósitos científicos” y “en un ambiente controlado”, entre otras condiciones, viola la moratoria del cdb. Todos los experimentos en campo abierto de gestión de la radiación solar, deben realizarse necesariamente fuera de ambientes controlados y representan riesgos para otros territorios. Los experimentos de campo abierto pasan una línea roja política y no deben autorizarse.
Trabajar por una prohibición
Existen muchos argumentos para prohibir las tecnologías de geoingeniería, que no están probadas ni se pueden experimentar, pero el riesgo de su posible uso como armas de guerra —con el potencial de provocar de paso una mayor alteración del clima global— es una enorme preocupación y esta posibilidad no puede ser ignorada por las Naciones Unidas. La naturaleza inherente del uso dual de la geoingeniería, como la de la modificación climática precedente, debería ser razón suficiente para que Naciones Unidas considere la adopción de una prohibición parcial o total de las tecnologías de geoingeniería.
Ampliar el contexto y los debates sociales.
Las consecuencias e impactos potenciales de la geoingeniería deben discutirse en todo el mundo en diversos formatos de diálogo e incorporando una amplia diversidad de voces. Pero es absolutamente crucial y prioritario incluir a quienes serán más afectados por la geoingeniería y por el cambio climático, así como a quienes se encuentran más alejados de los centros de poder tecnológico (dominados por hombres provenientes del Norte global, occidentales, blancos y tecnofílicos), quienes ofrecen de entrada la geoingeniería como una “solución” creíble.
Las necesidades sociales y ecológicas, la gobernanza, la ética, la justicia climática, la geopolítica, los derechos humanos, los derechos de género y la equidad intergeneracional entre otras, deben integrar la agenda de discusión. Las deliberaciones deben comenzar desde las bases de la sociedad; si no, es poco probable que los graves riesgos y los abrumadores retos de política y gobernanza que enfrentamos permanezcan claros y en el centro, de forma que las discusiones terminarían siendo sólo un ejercicio retórico.
¡No manipulen la Madre Tierra!
La geoingeniería, como serie de técnicas y como idea política, no tiene que ver principalmente con el desarrollo de respuestas al cambio climático. Los geoingenieros no salieron a la luz pública simplemente para reducir la temperatura o reducir los gases de efecto invernadero; no buscan una corrección tipo “antropoceno”, en la que los seres humanos intentarían rectificar su propio impacto negativo sobre la Tierra y sus ecosistemas. La geoingeniería hace posible la reestructuración de la Tierra misma. No es un intento por borrar el antropos —el ser humano— del antropoceno, sino de poner al antropos por delante y en el centro. El prefijo Geo, derivado del griego Gaia, diosa de la Tierra, en términos científicos hace referencia al poder autoregulado y autoregenerador que proviene de la totalidad de los sistemas de la Tierra trabajando juntos. Gaia tiene también una raíz más antigua. Para las culturas indígenas la Madre Tierra, la Pachamama, es el espíritu maternal de la Tierra.
Intentar alterar el clima de la Tierra implica necesariamente la tecnologización e instrumentalización de Gaia. El concepto subyacente es transformar a Gaia misma, así como nuestra percepción y relación con ella. Sus climas, bosques, océanos y suelos se consideran en primer lugar “datos”: datos climáticos, sobre el carbono, sobre la reflectividad solar, que deben redirigirse, reformularse y administrarse. Los modelos nos dicen que si le inyectamos (un aerosol) por aquí, Gaia se debilitará por allá. Si blanqueamos una nube aquí, ella arderá allá. En última instancia el perfeccionamiento de la geoingeniería (la intervención humana en los sistemas terrestres) significa convertir al planeta en un ente teórico artificial que los seres humanos puedan programar, manipular y regular.

Las consecuencias e impactos potenciales de la geoingeniería deben discutirse en todo el mundo en diversos formatos de diálogo e incorporando una amplia diversidad de voces. Es absolutamente crucial incluir a quienes serán más afectados por la geoingeniería y por el cambio climático, así como a quienes se encuentran más alejados de los centros de poder tecnológico.
Las nociones de lo natural como algo distinto del hacer humano —nociones como lo silvestre, lo sagrado, lo impredecible y la trascendencia— son asépticamente removidas al construirse los modelos, las intervenciones y las metáforas de la naturaleza como máquina o computadora. Así como nos hemos acostumbrado a vivir en ambientes sintéticos como las ciudades, así nuestro planeta entero es replanteado como un hábitat sintético. Incluso el color del cielo es determinado por la paleta del geoingeniero.
Para aquellos que ya viven en las ciudades y en ambientes de construcción humana, la re-producción de los sistemas terrestres “a nuestra propia imagen” puede parecer un paso muy pequeño, pero para quienes aún están cercanos a los ecosistemas naturales, está idea cambia significativamente las realidades de su existencia y de su relación con la naturaleza. Para todos nosotros, pero especialmente para las y los campesinos, pescadores artesanales, pastores, los pueblos indígenas y todas aquellas comunidades que directamente dependen de e interactúan con la biodiversidad para su vida, entregar el control de las palancas de los procesos naturales a los geoingenieros (si eso fuera posible) representa no sólo una pérdida existencial profunda, sino también un riesgo colosal. Si algo sale mal —y así será— podría amenazar la subsistencia de países y regiones enteras, especialmente en Asia, África y América Latina. Para avanzar, la geoingeniería tiene que negar la com- plejidad, el dinamismo y la interconexión entre los ecosistemas y con las culturas, así como la diversidad de culturas que constituyen la Madre Tierra.
Por lo tanto, una respuesta social enérgica al gran fraude que es la geoingeniería debe abordar no sólo las deficiencias técnicas de los remiendos propuestos, sino también expresar sin ambigüedad y desde el inicio, por qué mirar la Tierra como una máquina que debe repararse, representa una visión profundamente errónea de nuestro hogar común. Por todo ello, responder a la geoingeniería no es una tarea reservada a los científicos, tecnólogos, evaluadores de riesgos, “ambientalistas” o “especialistas” en política climática. Esta respuesta involucra necesariamente a todos los que habitamos este planeta de maneras diversas e interdependientes.red de organizaciones y comunidades involucradas en las deliberaciones y activismo contra la geoingeniería deben entonces incluir a las organizaciones de mujeres, a los sindicatos, a las y los campesinos, pescadores, comunidades religiosas, a las y los ecologistas, a las organizaciones de jóvenes, a las organizaciones campesinas, a los pueblos indígenas y más. Como lo expresaron las organizaciones fundadoras de la campaña “¡No manipulen la Madre Tierra!”, en Cochabamba, Bolivia, en 2011, profundizar el control tecnológico de los sistemas planetarios sólo empeorará las cosas. Más bien, este es el momento de permitir y apoyar que los ecosistemas diversos puedan recuperarse. Restaurar nuestro hogar junto y desde la diversidad de culturas y modos de desarrollarnos en armonía con la naturaleza. A los geoingenieros y todos aquellos dedicados a alterar las relaciones vitales entre las comunidades y en la Madre Tierra, les seguiremos insistiendo: nuestro planeta no es su laboratorio. ¡No manipulen la Madre Tierra!

anexo i
La geoingeniería en Naciones Unidas 
La geoingeniería en el Convenio sobre
Diversidad Biológica
El Convenio sobre Diversidad Biológica de las Naciones Unidas (cdb) discute la geoingeniería desde 2007. El cdb tiene ahora 196 países miembro (Partes), que lo convierten en un “tratado universal”. Sin embargo, Estados Unidos no es Parte del cdb.
La geoingeniería, incluyendo la fertilización oceánica, ha sido objeto de negociaciones en cinco Conferencias de las Partes (cop), que resultaron en decisiones de consenso y adoptadas por más de 190 gobiernos en la cop 9 (Alemania, 2008), la cop 10 Japón, 2010), la cop 11 (India, 2012), la cop 12 (Corea, 2011) y la cop 13 (México, 2016).
Antes de esas decisiones, el cdb elaboró y presentó a revisión diez documentos de información para discutirse antes de las cop en las reuniones del Órgano Subsidiario de Asesoramiento Científico, Técnico y Tecnológico (osactt), en sus reuniones 13, 14, 16, 18 y 19, realizadas entre 2007 y 2016.
El cdb ha producido tres informes dictaminados por pares en su Serie de Informes Técnicos: ts 45, sobre la Síntesis Científica de la Fertilización Oceánica sobre la Biodiversidad Marina (2009);1 ts 66, sobre

1. Scientific Synthesis of the Impacts of Ocean Fertilization on Marine Biodiversity. Secretariado del Convenio sobre Diversidad Biológica, Technical Series, n. 45, 2009. Disponible en: https://www.cbd.int/doc/publications/cbd-ts-45-en.pdf.


los Aspectos Técnicos y Regulatorios de la Geoingeniería en Relación con el cdb (2012); y el ts 84, una actualización sobre la Ingeniería del Clima en Relación con el cdb: Impactos Potenciales y Estructura Regulatoria (2016).
En 2008, después de varias rondas de discusiones y de tomar en cuenta el llamado a tener “extrema precaución”, proveniente del Convenio de Londres, el cdb tomó por consenso la decisión ix/16 C, llamando a una moratoria sobre la fertilización oceánica, exhortando a los gobiernos a asegurarse de que ninguna actividad de fertilización oceánica tendrá lugar hasta que sea cubierta una serie de rigurosos requerimientos, incluyendo el del “establecimiento de un mecanismo regulatorio y de control global, transparente y eficaz”. Extracto de la decisión cdb ix/16:
Tomando en cuenta los análisis científicos y jurídicos que se están llevando a cabo bajo los auspicios del Convenio de Londres (1972) y Protocolo de Londres (1996), pide a las Partes e insta a otros gobiernos, de conformidad con el enfoque precautorio, asegurarse de que no se lleven a cabo actividades de fertilización de los océanos hasta tener base científica suficiente para justificarlas, en particular hasta tener una evaluación de los riesgos asociados y haber establecido un mecanismo de control y reglamentación mundial, transparente y efectivo, para estas actividades, salvo las investigaciones científicas de pequeña escala en aguas costeras. Estos estudios sólo deberían autorizarse si lo justifica la necesidad de reunir datos científicos concretos, y también deberían someterse a una evaluación exhaustiva previa de los efectos potenciales de las investigaciones sobre el medio ambiente marino, y estar estrictamente controlados, y no ser utilizados para generar ni vender bonos de carbono, ni para ningún otro fin comercial.
Después de esta decisión, en 2010, el cdb adoptó una decisión histórica de consenso sobre una moratoria de facto de la geoingeniería en general, para asegurar que, congruente con su decisión previa respecto a la fertilización oceánica, “ninguna actividad de geoingeniería relacionada con el clima que pueda afectar la biodiversidad tenga lugar, hasta que exista una adecuada base científica que justifique tales actividades y se hayan considerado apropiadamente los riesgos asociados para el ambiente y la biodiversidad, así como los impactos sociales, económicos y culturales asociados”. Extracto de la decisión cdb x/33:
Asegurar, de conformidad y en armonía con la decisión ix/16 C sobre fertilización de los océanos y diversidad biológica y cambio climático, a falta de mecanismos de control y mecanismos normativos con base científica, mundiales, transparentes y eficaces para geoingeniería, y de acuerdo con el enfoque de precaución y el artículo 14 del Convenio, que no se lleven a cabo actividades de geoingeniería relacionadas con el clima que puedan afectar a la diversidad biológica hasta que no haya una base científica adecuada que justifique dichas actividades y no se hayan considerado de manera apropiada los riesgos conexos para el medio ambiente y la diversidad biológica, y los impactos sociales, económicos y culturales relacionados, excepto estudios de investigación científica de pequeña escala que se realizarían en un entorno controlado de acuerdo con el artículo 3 del Convenio, y solamente si están justificados por la necesidad de recopilar datos científicos específicos y son sometidos a una minuciosa evaluación previa de los posibles impactos en el medio ambiente;

(x) Asegurarse de que las actividades de fertilización de los océanos se aborden conforme a la decisión ix/16 C, teniendo en cuenta la labor del Convenio de Londres/Protocolo de Londres;
En esta decisión, en la definición de geoingeniería, “la captura y almacenamiento de carbono de combustibles fósiles” (pero no la de bioenergía) no se consideró técnica de geoingeniería por el cdb.
Ambas moratorias dejan abierto el espacio para experimentos de “pequeña escala”, pero sólo “si están justificados para recopilar datos científicos” y con una lista de requerimientos previos que deben cumplirse antes de realizar el experimento, entre los que se incluyen una evaluación de impacto ambiental exhaustiva; que se realicen en un “ambiente controlado” (por tanto, no en campo abierto); y asegurarse de que no ocurrirán impactos transfronterizos. En el caso de la fertilización oceánica, también se afirma que cualquier experimento realizado “no puede usarse para generar y vender bonos de carbono o para cualquier otro propósito comercial”. El Convenio sobre Diversidad Biológica abrió un capítulo especial en su página electrónica acerca de los detalles de las negociaciones y decisiones que se han realizado en su seno por más de una década.
Los gobiernos Parte del cdb consideran que estas decisiones son muy relevantes, hasta el punto de que tres experimentos de geoingeniería fueron interrumpidos después de haber sido denunciados como violaciones de las decisiones del cdb: el experimento de fertilización oceánica lohafex, co-organizado por la India y Alemania; el experimento privado de fertilización oceánica de la Haida Salmon Restoration Corporation (hsrc), cerca de Haida Gwaii, en Canadá; y un experimento diseñado para probar equipo para la gestión de la radiación solar, del proyecto spice (Inyección Estratosférica de Partículas para la Ingeniería del Clima), en Reino Unido.
En este espíritu, la discusión sobre geoingeniería en la cop 13, en 2016 fue breve porque ya había sido discutido el tema en la reunión 19 del osactt y las recomendaciones de este órgano, llegaron a la cop sin corchetes (es decir, sin áreas de desacuerdo), puesto que todas las diferencias habían sido resueltas por el osactt. Aunque la decisión advierte que sólo unos cuantos países habían informado sobre sus actividades relacionadas con la geoingeniería, de acuerdo con lo requerido por la decisión xi/20, ello no significa que los países no se preocupan por el asunto. Por el contrario, el hecho es que la mayoría de los países no está dedicado ni tiene la intención de avanzar en ninguna forma de geoingeniería, ni siquiera en la investigación y, por tanto, no tenían nada que informar.
La decisión del cdb de 2016 reafirmó la aplicación del enfoque precautorio y las obligaciones de los Estados para evitar daños transfronterizos. También enfatizó los requerimientos de evaluación de impacto ambiental que “pueden ser relevantes para las actividades de geoingeniería, pero son aún una base incompleta para la regulación global”, argumento que refuerza la necesidad de mantener las moratorias.
En sus estudios sobre la estructura jurídica y regulatoria, el cdb enlista distintos órganos del sistema de Naciones Unidas, cuya área de trabajo y mandato serían afectados o violados por la geoingeniería y deberían, por tanto, desempeñar un papel relacionado con su gobernanza, incluyendo evidentemente al Convenio mismo.
La sociedad civil y los geoingenieros sobre la moratoria del CDB
Dentro del cdb, opera la llamada Alianza cdb, conformada por más de 400 organizaciones de la sociedad civil, así como la Red Global de Jóvenes por la Biodiversidad (Global Youth Biodiversity Network, gbyn) y el Foro Indígena Internacional sobre Biodiversidad (International Indigenous Forum on Biodiversity, iifb), quienes han trabajado activamente para lograr y mantener ambas moratorias.
Aunque el cdb es, por mucho, el órgano de Naciones Unidas más activo y representativo en el que se discute la geoingeniería y en el que se han establecido instrumentos clave de gobernanza relacionados con el mandato y la constitución del Convenio, los promotores de la geoingeniería han realizado una sistemática campaña pasiva-agresiva que pretende denigrar sus decisiones. El comportamiento de los geoingenieros muestra cuán influidos están por el debate estadounidense, un país que ni siquiera es parte del Convenio. No obstante, dado que el cdb se considera un tratado universal, la diplomacia exige que todos los países respeten sus decisiones.
Los argumentos explícitos de los geoingenieros y sus aliados sostienen que las decisiones del cdb no son vinculantes y que la moratoria a la geoingeniería fue redactada en un lenguaje exhortativo. Este argumento también lo usan un puñado de gobiernos —todos ellos sede de programas de geoingeniería, y de algunas empresas comerciales—, para cuestionar si la decisión es realmente una moratoria.
Empero, todas las decisiones tomadas en una Conferencia de las Partes de Naciones Unidas son vinculantes para sus miembros, porque para ser Parte, cada país debe firmar, ratificar y comprometerse a seguir las decisiones del Convenio. Aunque la palabra “moratoria” no está en el texto, todas las Partes están explícitamente invitadas a asegurarse que ninguna actividad de geoingeniería tenga lugar a menos que una considerable lista de requisitos sea cubierta, incluyendo “considerar adecuadamente los riesgos asociados para el ambiente y la biodiversidad y los impactos sociales, económicos y culturales asociados”.
Además, la fuerza de una decisión en Naciones Unidas no sólo tiene que ver con su texto sino con la importancia que los gobiernos y la sociedad civil otorgan a esa decisión y cómo ésta se usa y se defiende. En el caso de la geoingeniería, una amplia mayoría de sus miembros considera las decisiones de la mayor relevancia y equivalentes a una moratoria. La interrupción de los tres experimentos de geoingeniería citados arriba se basó en la afirmación de la moratoria, lo cual demuestra el peso diplomático de dichas decisiones.
La Convención ENMOD: ¿guerra contra el cambio climático o sólo guerra?
Muchas técnicas de geoingeniería tienen propósitos militares latentes y su despliegue podría violar la Convención enmod que prohíbe utilizar técnicas de modificación ambiental con fines hostiles. La Convención enmod está vigente desde 1978 y ha sido ratificada por 77 Estados. Además de prohibir el uso de la modificación ambiental compromete a las Partes a “no utilizar técnicas de modificación ambiental con fines militares u otros fines hostiles que tengan efectos vastos, duraderos o graves, como medios para producir destrucciones, daños o perjuicios a otro Estado Parte” (Artículo i).
El Artículo ii define las técnicas de modificación ambiental: “todas las técnicas que tienen por objeto alterar —mediante la manipulación deliberada de los procesos naturales— la dinámica, la composición o estructura de la Tierra, incluida su biótica, su litosfera, su hidrosfera y su atmósfera, o del espacio ultraterrestre”. Esta definición comprende a muchas de las tecnologías de geoingeniería que actualmente se investigan y se encuentran en desarrollo.
La Convención enmod no prohíbe la modificación ambiental con fines pacíficos, de modo que sólo sería aplicable directamente a la geoingeniería si ésta fuese explícitamente desarrollada o desplegada como un medio para hacer la guerra. Sin embargo, una vez que las herramientas han sido desarrolladas, digamos que con el objetivo de aliviar los síntomas del cambio climático, ¿quién se asegurará que no serán empleadas con fines hostiles? ¿Qué ocurrirá si el “uso pacífico” de la geoingeniería ocasiona daños no deseados?
A la luz de la posibilidad inherente en la geoingeniería de tener un uso dual, y en concordancia con el Artículo 5 de la enmod, que permite a una de las Partes solicitar la supervisión de la actividad de otra Parte si la primera “ha sido dañada o es probable que sea dañada como resultado de la violación de la Convención”, enmod podría supervisar las iniciativas de algunas de sus Partes para planear, apoyar o conducir experimentos de modificación ambiental (geoingeniería) que pudieran ocasionar efectos amplios, de larga duración o severos y que pudieran causar un daño o perjuicio potencial a otra u otras Partes.
El Convenio de Londres, CAC y la geoingeniería marina
El Convenio de Londres sobre la Prevención de la Contaminación del Mar por Vertimiento de Desechos y Otras Materias, de 1972, también conocida como Convenio de Londres y su correspondiente protocolo, (Protocolo de Londres) de 1996, son acuerdos internacionales que regulan el vertimiento de residuos en los océanos. El Convenio y el Protocolo han adoptado, por tanto, decisiones sobre la geoingeniería marina, especialmente respecto a la fertilización oceánica y a la captura y almacenamiento de carbono (cac).
En 2006, el Protocolo de Londres se enmendó para cubrir los aspectos transfronterizos de la cac, como los flujos de CO2 para su almacenamiento en formaciones geológicas debajo del lecho marino. Se diseñaron directrices y un formulario de evaluación para este fin. El Convenio debe emitir un permiso para autorizar el almacenamiento de CO2 en formaciones geológicas debajo del lecho marino en un territorio nacional.Sin embargo, la exportación transfronteriza de CO2 para cac está prohibida, de acuerdo con el Artículo 6 del Protocolo de Londres, que no permite la exportación de residuos y de otros materiales para su vertimiento en el ambiente marino. Una enmienda de este artículo ha sido aprobada pero no ha entrado en vigor y el avance del proceso de ratificación es lento.

Respecto a la fertilización oceánica, los órganos de gobierno del Convenio y Protocolo de Londres respaldaron, en 2007, “una declaración de preocupación respecto a la fertilización con hierro de los océanos para capturar CO2”, elaborada por sus grupos científicos, y exhortaron a los Estados “a emplear la máxima precaución al considerar propuestas para la realización de operaciones de fertilización oceánica a gran escala”. En la misma decisión, el Protocolo de Londres adoptó la perspectiva de que “dado el estado actual del conocimiento respecto a la fertilización oceánica, las operaciones a gran escala no están justifi- cadas”. En 2008, el órgano de gobierno reafirmó la resolución previa y fue más allá al acordar que
Dado el estado actual del conocimiento, las actividades de fertilización oceánica distintas a la investigación científica legítima no deben permitirse. Para este fin, tales otras actividades deben ser consideradas contrarias a los fines del Convenio y el Protocolo y actualmente no califican para ninguna exención respecto a la definición de vertimiento establecida en el Artículo 3.1 (b) del Convenio y el Artículo 1.4.2 del Protocolo.
En 2010, se desarrolló y adoptó una “estructura exhaustiva de evaluación para la investigación científica que involucra la fertilización oceánica”, para asegurar que cualquier propuesta de fertilización oceánica esté dirigida sólo para propósitos científicos y no sea contraria a los fines del Convenio y Protocolo de Londres.
En 2013, después de discusiones adicionales, el Protocolo de Londres avanzó en adoptar una decisión más amplia y prohibir la geoingeniería marina. La decisión aplica para las tecnologías que están incluidas en uno de sus anexos, que hasta la fecha sólo enlista la fertilización oceánica porque otras técnicas aún no han sido consideradas ampliamente por el Protocolo.
Las resoluciones del Convenio/Protocolo de Londres en relación con la geoingeniería marina y la cac son altamente relevantes, particularmente en el contexto de las decisiones sobre fertilización oceánica y otras técnicas de geoingeniería dentro del cdb, que tiene un mayor número de Partes.
La posición de la Asamblea General de Naciones Unidas respecto a la fertilización oceánica
La fertilización oceánica también fue objeto de negociaciones en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible (Río+20), en junio de 2012. El documento de resultados, titulado El futuro que queremos, establece en el párrafo 167 que:
(167) Destacamos nuestra preocupación por los posibles efectos ambientales de la fertilización de los océanos. En este sentido, recordamos las decisiones sobre la fertilización de los océanos adoptadas por los organismos intergubernamentales competentes y decidimos seguir ocupándonos con la mayor cautela de la fertilización de los océanos, de conformidad con el principio de precaución.
Debe advertirse que en el contexto de esta resolución, el uso del término “recordamos” significa reiterar o atraer la atención a las decisiones ya adoptadas y confirma que las decisiones del cdb y del Convenio y Protocolo de Londres son aún vigentes, y que los Estados permanecen preocupados por los potenciales impactos ambientales de la fertilización oceánica. La declaración fue después confirmada en la Resolución a/res/66/288 de la Asamblea General de Naciones Unidas.
La Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, el Acuerdo de París y la geoingeniería
La Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (cmnucc) no ha considerado a la geoingeniería como tal en su agenda oficial. La cdb ha debatido el tema de la captura y almacenamiento de carbono (cac) desde 2005, y éste ha sido un tópico muy controvertido. A pesar de la controversia, durante la cop 16 en 2010, se aprobó que la cac se incluyera dentro de los Mecanismos de Desarrollo Limpio.
En 2014 se llevó a cabo una Reunión de Expertos Técnicos sobre cac. Desafortunadamente, en lugar de una discusión abierta sobre todos los aspectos de la tecnología (incluyendo sus riesgos, impactos, viabilidad y eficacia), el evento fue básicamente un escaparate de las propuestas para cac impulsadas por la corporaciones, entre ellas, las de la industria petrolera, para vender estas tecnologías a los gobiernos, para buscar distintos grados de apoyo público, así como el de la cdb.
En 2015, la cdb aprobó el Acuerdo de París, que establece una meta de limitar el incremento de la temperatura global promedio (Artículo 2) y los medios para alcanzar esa meta (Artículo 4).
El Artículo 2 del Acuerdo de París establece:
(1) El presente Acuerdo, al mejorar la aplicación de la Convención, incluido el logro de su objetivo, tiene por objeto reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza, y para ello: (a) Mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2ºC con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1.5°C con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático; […] El Artículo 4 del Acuerdo establece:
(1) Para cumplir el objetivo a largo plazo referente a la temperatura que se establece en el artículo 2, las Partes se proponen lograr que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero alcancen su punto máximo lo antes posible, teniendo presente que las Partes que son países en desarrollo tardarán más en lograrlo, y a partir de ese momento reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero, de conformidad con la mejor información científica disponible, para alcanzar un equilibrio entre las emisiones antropógenas por las fuentes y la absorción antropógena por los sumideros en la segunda mitad del siglo, sobre la base de la equidad y en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza (énfasis añadido).
La adopción del Acuerdo de París también incluyó la decisión de convocar un diálogo facilitador en 2018 para registrar el progreso hacia las metas referidas en el Artículo 4 y para la preparación de las Con tribuciones Nacionalmente Determinadas (cmnucc, por sus siglas en inglés).
Antes del Acuerdo, los gobiernos habían hecho compromisos voluntarios de reducciones de gei, en la cop 16 de Cancún, México. Después del Acuerdo de París, cada una de las Partes tenía que entregar un plan a la cmnucc de sus ndc para enfrentar el cambio climático. Cuando esos compromisos fueran consolidados, la suma arrojaría un incremento promedio de la temperatura global de entre 2.9°C y 3.4°C, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (pnuma). Varios puntos del Acuerdo de París (así como la brecha que aparece entre las ndc y las metas del Acuerdo de París) han sido interpretados por los investigadores y promotores de la geoingeniería como una oportunidad para introducir sus propuestas. Los puntos principales a los que hacen referencia son, por ejemplo, de mantener el incremento en la temperatura “muy por debajo de los 2°C” (que, según el ipcc requeriría de un recorte drástico de las emisiones de gei, hasta en más de 70% antes del año 2050, aunque los efectos acumulativos de algunos gei continúen), combinado con la posibilidad de posponer o evitar efectuar esas reducciones, por medio del “logro de un balance” entre las emisiones y la captura. Algunos investigadores enfatizan el papel de la gestión de la radiación solar para disminuir la temperatura, mientras que otros enfatizan las propuestas de remoción de dióxido de carbono o una mezcla de varias tecnologías. Otros claman cínicamente por la utilización de un “cóctel” de geoingeniería (como si la crisis climática fuera una fiesta), mezclando tecnologías de ambos tipos para alcanzar esas metas.

Otros Tratados que podrían ser violados por los experimentos y el despliegue de geoingeniería
Más allá de los mencionados arriba, existen otros tratados con provisiones relativas a la geoingeniería que podrían ser violadas por los experimentos y el despliegue de las técnicas. Entre ellos se incluyen el Convenio de Viena para la Protección de la Capa de Ozono y el Protocolo de Montreal; el Convenio sobre la Contaminación Atmosférica Transfronteriza a Larga Distancia (Europa, lrtap); el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (pidesc); La Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (cnudm); el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre; la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (cnuld); El Convenio sobre Acceso a la Información, Participación del Público en la Toma de Decisiones y Acceso a la Justicia en Materia de Medio Ambiente (Convención de Aarhus, Europa); el Sistema del Tratado Antártico.
La lista también incluye a instituciones multilaterales con mandatos relacionados con las actividades de geoingeniería y sus impactos, específicamente la Asamblea General de Naciones Unidas, la Asamblea Ambiental de Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad Internacional de Naciones Unidas, la Corte Penal Internacional, la Corte de Justicia Internacional, el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas y la Organización Meteorológica Mundial, entre otras.

anexo ii
Iniciativas no gubernamentales para la gobernanza de la geoingeniería 
Todas las iniciativas no gubernamentales existentes para la gobernanza de la geoingeniería tienen su sede en países del Norte global, principalmente en América del Norte, el Reino Unido y Alemania. La mayoría de ellas tienen su sede en la academia y el principal centro de su atención ha sido la gobernanza de la investigación y de los experimentos. La gran mayoría hace referencia a directrices voluntarias, códigos de conducta e iniciativas similares de autoregulación para la investigación y la experimentación, aunque también la mayoría reconoce que los gobiernos tendrían que decidir, en última instancia, si las técnicas de geoingeniería serían desplegadas. Como ocurre con la camarilla de la geoingeniería, la mayoría de los principales actores que participan en estas iniciativas de gobernanza son hombres blancos europeos o estadounidenses, lo cual no es de sorprender, dado que la geoingeniería —en tanto que remiendo tecnológico para una crisis climática ocasionada por países y empresas del Norte global—, es una criatura de los científicos del norte.
En 2010 se realizó una conferencia internacional sobre “intervención climática” en Asilomar, en la costa del Pacífico, en California, Estados Unidos, convocada por dos organizaciones de ese país. Su objetivo era desarrollar una guía para “la comunidad científica” para autogobernarse en materia de investigación y experimentación en geoingeniería. La elección del lugar fue inspirada por la reunión de Asilomar

de 1975 sobre el adn recombinante, en la cual se estableció una guía voluntaria para la autorregulación de la ingeniería genética y que fue decisiva para persuadir al Congreso de Estados Unidos de que era innecesario legislar el control de la tecnología, por lo que la supervisión y la regulación de los organismos genéticamente modificados se retrasó décadas. La Conferencia de 2010 reunió a 175 científicos y empresarios de la geoingeniería, de los cuales sólo cuatro provenían de países en desarrollo.
Iniciativa para la gobernanza de la gestión de la radiación solar: predicar en el Sur
A partir de la publicación de su informe sobre la geoingeniería de 2009, la Royal Society de Reino Unido inició la llamada Iniciativa de gobernanza de la gestión de la radiación solar (smrgi, por sus siglas en inglés), la cual, entre otras cosas, se convirtió en un foro para la negociación de los “estándares mínimos para la regulación de la investigación” que serían recomendados por la institución. La smrgi fue establecida para vincularse con los científicos, gobiernos y sociedad civil, particularmente en los países en desarrollo, y discutir propuestas de grs (srm en inglés).
El proyecto fue iniciado por la Royal Society, la Academia de Ciencias del Tercer Mundo, con sede en Trieste, Italia y el Fondo para la Defensa Ambiental con sede en Washington, DC, Estados Unidos. Aunque la sede de esta iniciativa y su conducción provienen del Norte, busca principalmente organizar reuniones en el Sur global.
La Iniciativa se describe a sí misma como “un proyecto internacional, conducido por organizaciones no gubernamentales que busca expandir la conversación global acerca de la gobernanza de la investigación de geoingeniería para la gestión de la radiación solar”, particularmente en países en desarrollo y en economías emergentes. Afirma “no tener una postura sobre la investigación y el uso de la grs”, pero servir para promover diálogos. Sin embargo, la fuerte presencia de integrantes de la camarilla de la geoingeniería en su grupo de trabajo inicial dejó una huella indeleble en el proyecto. El director de proyecto, Andy Parker, se caracteriza como un “escéptico reticente” pero incapaz de descartar los argumentos a favor de la investigación en grs.
Desde 2010, la Iniciativa ha convocado a académicos, científicos y algunos funcionarios gubernamentales, así como a unos cuantos representantes de la sociedad civil provenientes de países clave para discutir la grs y temas relacionados a ésta, aunque en sus reuniones incluye muy pocos críticos, según puede observarse por los informes de las reuniones.
El C2G2: impulsando la normalización de la gobernanza de la geoingeniería
En 2017 se estableció una nueva iniciativa para la gobernanza de la geoingeniería, la Iniciativa Carnegie para la Gobernanza de la Geoingeniería del Clima (Carnegie Climate Geoengineering Governance Initiative, C2G2). Su objetivo es incorporar las visiones y las perspectivas de un espectro más amplio de organizaciones que avancen en la discusión y en la creación de una gobernanza de la geoingeniería. Su trabajo se basa en la premisa de que la interpretación de la gobernanza de la geoingeniería se ha limitado a la comunidad científica y de investigación, y de que existe una necesidad de llevar esa discusión a la
“arena política global… promoviendo una discusión amplia en toda la sociedad acerca de los riesgos, beneficios potenciales y retos éticos y de gobernanza que representa la geoingeniería del clima”. Al igual que la Iniciativa sobre la gestión de la radiación solar, la C2G2 afirma públicamente ser neutral respecto a la geoingeniería, ni a favor ni en contra de la experimentación o uso potencial, pues enfatiza que tal decisión “corresponde a la sociedad”.
Janos Pasztor dirige la C2G2. Pasztor es un veterano del sistema de Naciones Unidas que encabezó el equipo de apoyo sobre cambio climático del ex-secretario general Ban-Ki Moon. La mayoría de los integrantes del equipo de la C2G2 también eran parte del equipo de Pasztor en la onu. Su red y esfera de influencia en la onu le han servido para avanzar este proyecto. En su año inaugural la iniciativa ha llevado la propuesta de discusión de la gobernanza de la geoingeniería al más alto nivel de algunas agencias y organismos internacionales de la onu, así como de las iglesias y organizaciones religiosas, al tiempo que ha organizado eventos paralelos y seminarios en varios procesos intergubernamentales. La C2G2 ha introducido el tema de la geoingeniería entre el cuerpo diplomático y funcionarios gubernamentales de alto nivel en varios países clave. También ha participado en algunas reuniones nacionales organizadas por la Iniciativa para la gobernanza de la gestión de la radiación solar (srmgi) en algunos países en desarrollo, en los que ha planteado cuestiones de gobernanza que van más allá de la grs.
En un esfuerzo por demostrar su “neutralidad” la C2G2 creó un grupo asesor, conformado por integrantes de diversos antecedentes académicos, de gobierno, de la onu, de la investigación y de la sociedad civil, provenientes de países industrializados y en desarrollo, que representan intereses que van desde la promoción hasta la oposición a la geoingeniería, así como posturas intermedias. Se espera que los integrantes del grupo asesor ofrezcan consejos sobre los temas sustantivos relacionados con el trabajo de la C2G2, pero no es un órgano que tome decisiones. El grupo asesor, dada su naturaleza diversa y perspectivas divergentes respecto a la geoingeniería no tiene la expectativa de alcanzar un consenso en sus posiciones. Consecuentemente las posiciones de la C2G2 no reflejan las opiniones del grupo asesor.
Al ser una iniciativa de alto perfil, la reivindicación de neutralidad hecha por esta iniciativa se ha sometido a un riguroso escrutinio. Varios integrantes de la camarilla de la geoingeniería perciben a esta iniciativa como una oportunidad para avanzar su trabajo, y de hecho, los promotores de la geoingeniería en general se esmeran en participar activamente en las reuniones convocadas por la C2G2, pero también algunos críticos.
Sorprende que dada su enfática declaración de neutralidad, la C2G2 adoptara recientemente una postura institucional sobre geoingeniería. A fines de 2017, la C2G2 expresó que entre sus prioridades estaban “posponer la geoingeniería solar hasta que i) se conozcan mejor los riesgos y beneficios potenciales, y ii) se alcancen acuerdos sobre las estructuras de gobernanza necesarias para su despliegue”. La C2G2 explica su “objetivo de alcanzar un equilibrio entre aquellos interesados en investigar la geoingeniería solar para ver si existe suficiente mérito  
en relación a los riesgos, para su potencial despliegue, y aquellos que quieren asegurarse de que el despliegue de la geoingeniería solar no ocurra por temor a empeorar la situación”.
Esta postura refleja la perspectiva que el promotor de la grs e integrante de la camarilla de la geoingeniería David Keith y el abogado ambiental Edward Parson, articularon en 2013; ellos también buscan alcanzar un equilibrio entre los científicos “que quieren implementarla” y “los legítimos intereses sociales…”, lo cual les otorgaría la libertad de proceder con su investigación. Keith y Parson explican que si el costo es “una modesta carga regulatoria aplicada por los gobiernos”, ellos están dispuestos a pagarlo. No sorprende que los geoingenieros piensen en esos términos, pero sí que la Iniciativa Carnegie de Janos Paztor —que afirma no estar “ni a favor ni en contra” de la geoingeniería— se preocupe por lograr “un equilibrio”. El debate sobre los méritos y los déficits de la geoingeniería y su gobernanza corresponde a la onu después de recoger los resultados de amplios debates sociales desde abajo, no intentando lograr “un equilibrio” entre los geoingenieros y el resto de la sociedad.
El Grupo de Trabajo Académico sobre la Gobernanza Internacional de la Ingeniería del Clima
El Foro para la Evaluación de la Ingeniería del Clima es una iniciativa de la Escuela de Servicios Internacionales de la Universidad Americana, en Washington DC, compuesta principalmente por académicos. Este foro se constituyó en 2013, “después de reconocer que la conversación sobre las respuestas de la ingeniería climática o “geoingeniería del clima” crecían rápidamente en importancia, aunque eran muy restringidas en términos del espectro de actores e intereses involucrados”. El Foro para la Evaluación de la Ingeniería del Clima creó más tarde un Grupo de Trabajo Académico sobre la Gobernanza Internacional de la Ingeniería del Clima, grupo internacional de académicos reunidos para ofrecer sus perspectivas respecto a la gobernanza internacional de la investigación y despliegue potencial de la ingeniería del clima, centrándose especialmente en las tecnologías propuestas para la gestión de la radiación solar.
El staff del Foro para la Evaluación de la Ingeniería del Clima ha tratado de recoger distintas opiniones sobre la grs, publicando una mezcla de documentos de crítica y promoción de la geoingeniería. Su consejo asesor incluye a un puñado de integrantes regulares de la camarilla de la geoingeniería.
El Grupo de Trabajo Académico sobre la Gobernanza Internacional de la Ingeniería del Clima no pretende ser “neutral” respecto a la geoingeniería, sino que más bien busca rutas de gobernanza de la grs, que facilite su investigación y despliegue bajo ciertas condiciones.

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El Grupo ETC • www.etcgroup.org
Trabaja sobre las consecuencias socioeconómicas y ecológicas de las nuevas tecnologías que podrían tener impacto en los pueblos del mundo, especialmente los más pobres y vulnerables. Investigamos la erosión ecológica (incluyendo la erosión de las culturas y los derechos humanos); el desarrollo de nuevas tecnologías (entre ellas las agrícolas, la genómica, la manipulación de la materia); y vigilamos los temas de la gobernanza global, incluyendo la concentración empresarial y del comercio de tecnologías. Operamos en el ámbito político global y colaboramos con organizaciones aliadas de la sociedad civil y movimientos populares, especialmente en África, Asia y América Latina.
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Biofuelwatch • www.biofuelwatch.org
Biofuelwatch ofrece información y apoyo y realiza campañas en relación con los impactos climáticos, ambientales, de derechos humanos y de salud pública, de las operaciones a gran escala de la bioenergía y la bioeconomía. Promovemos la toma de decisiones políticas sobre el uso del suelo y los permisos ambientales que prioricen la protección del clima, el medio ambiente, la justicia social, la salud pública y una ciudadanía activa. En el Reino Unido, el centro de nuestro trabajo son los biocombustibles y la generación de electricidad a partir de biomasa. Nuestro trabajo internacional se centra actualmente en los riesgos que implica el desarrollo de la biotecnología para la “bioeconomía” (manipulación genética de los cultivos, los árboles y los microbios), así como en los enfoques de la geoingeniería del clima que afectarían los suelos, como la captura y almacenamiento de dióxido de carbono.
Fundación Heinrich Böll • www.boell.de/en
Los objetivos que impulsan las ideas y las acciones de la Fundación Heinrich Böll están relacionados con la promoción de la democracia y el respeto a los derechos humanos, la realización de acciones que prevengan la destrucción de los ecosistemas globales, el avance de la equidad entre hombres y mujeres, la garantía de la paz, mediante la prevención de conflictos en zonas de crisis y la defensa de la libertad de los individuos frente al excesivo poder económico y político. Mantenemos una vinculación estrecha con el Partido Verde Alemán (Alianza 90 / Los Verdes) y actuamos como un centro de investigación y difusión de ideas para proyectos y visiones verdes. Somos parte de una red internacional que comprende más de 100 proyectos asociados en aproximadamente 60 países. La Fundación Heinrich Böll trabaja de manera independiente y nutre un espíritu de apertura intelectual.
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El gran fraude climático: el caso contra la geoingeniería
Este informe expone el contexto, los objetivos, actores y los rápidos desarrollos actualmente en marcha para impulsar la manipulación del clima. Actualmente, los geoingenieros plantean que debemos aceptar estas peligrosas composturas tecnológicas porque no ven otra alternativa para frenar o prevenir el caos climático.
Desde que se publicó el informe sobre la Geopiratería, la narrativa ha evolucionado de tal manera que ahora busca estimular la creciente preocupación pública por la crisis climática. Mientras que las tecnologías continúan desarrollándose, los objetivos continúan siendo los mismos:
desde ajustar el termostato de la Tierra, hasta cambiar la química de los océanos. Las propuestas de la geoingeniería representan riesgos inaceptables para los pueblos y para el medio ambiente.


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