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Geoingeniería. El gran fraude climático. Parte 1. Argumentos contra la manipulación climática.

ETC Group :: 31.08.18

Mientras el planeta se calienta rápidamente y esto se manifiesta en olas de calor, inundaciones, sequías y huracanes, la geoingeniería —la manipulación a gran escala de los sistemas naturales de la Tierra— se presenta cada vez más como una estrategia para contrarrestar, diluir o retrasar el cambio climático sin alterar las economías de consumo
intensivo de energía y recursos. Es alarmante el hecho de que los debates actuales sobre este gigantesco remiendo tecnológico estén limitados a un pequeño grupo de autoproclamados expertos que reproducen visiones del mundo anti-democráticas y perspectivas tecnocráticas y reduccionistas. Los países del Sur global, los pueblos indígenas, las comunidades locales, no tienen voz ni participación en las discusiones.
Como este informe detalla, cada una de las tecnologías de geoingeniería propuestas amenaza a los pueblos y a los ecosistemas.

agradecimientos
Biofuelwatch, la Fundación Heinrich Böll y el Grupo ETC agradecemos a todos los que colaboraron en la escritura y revisión de este reporte, especialmente a Lili Fuhr, Linda Schneider, Anja Chalmin, Holly Dressel, Joana Chelo, Oliver Munnion y Simon Fischer.
También queremos dar las gracias por el apoyo financiero recibido de la Fundación
Heinrich Böll, CS Fund, Rockefeller Brothers Fund y Sowing Diversity = Harvesting Security International Initiative para producir este reporte. La investigación original la hicimos el Grupo ETC y Biofuelwatch con colaboración de la Fundación Heinrich Böll, y somos los únicos responsables de los puntos de vista expresados aquí.
título original: The Big Bad Fix, The case against climate geoengineering (Noviembre 2017)
Edición en inglés: Kathy Jo Wetter y Trudi Zundel Traducción: Octavio Rosas Landa y Adriana Martínez portada & diseño gráfico: Marilia Castillejos Meléndrez
Primera edición en castellano, marzo 2018, gracias al apoyo de la Fundación Heinrich
Böll y el Caribe
Todas nuestras publicaciones pueden descargarse sin costo en:
www.biofuelwatch.org.uk www.boell.de mx.boell.org www.etcgroup.org

Obra bajo licencia de Creative Commons

índice
9 prefacio
13 glosario: acrónimos de tecnologías
de geoingeniería
capítulo i: el clima nuevo del emperador
17 Un nuevo imperio ambiental
18 Los remiendos técnicos del imperio 20 ¿El emperador tiene traje?
22 Soberbia tecnológica en la historia
25 ¿Coalición de voluntarios para atacar el clima?
28 El nuevo caballo del emperador
33 Soluciones seguras, justas y ecológicamente sustentables para la crisis climática
capítulo ii: geoingeniería: las tecnologías
35 Y ustedes geoingenieros, ¿qué saben?
37 ¿Qué hay en un nombre?
40 Tres categorías de geoingeinería propuestas por
los geoingenieros
44 Tierra: Tecnologías de geoingeniería dirigidas a los ecosistemas terrestres
53 Océanos: Técnicas de geoingeniería para intervenir ecosistemas
marinos
58 Aire: Técnicas de geoingeniería para intervenir la atmósfera capítulo iii: estudios de caso
65 Estudio de caso i: Bioenergía con captura y almacenamiento
de carbono
75 Estudio de caso ii: ¿Arreglar el clima con algas?
80 Estudio de caso iii: Fertilización oceánica: lohafex,
Planktos-Haida-Oceaneos
83 Estudio de caso iv: Fertilización Oceánica: El Instituto Coreano de Investigación Polar
84 Estudio de caso v: Surgencia (oceánica) artificial en China
87 Estudio de caso vi: El experimento spice
90 Estudio de caso vii: SCoPEx: Inyección estratosférica de aerosoles 93 Estudio de caso viii: Blanqueamiento de nubes marinas, en la bahía de Monterey, California
capítulo iv: argumentos contra la geoingeniería
99 Mega escala
99 No confiable y de alto riesgo
100 Riesgos ambientales
101 Irreversibilidad
102 Inequidad y exacerbación de los desequilibrio en el poder global
103 Injusticia intergeneracional
104 Justificación para la inacción climática
104 Especulación con el carbono
105 Convergencia de tecnologías emergentes de gran escala
106 Control global
107 La geoingeniería como arma
107 Violación de enmod
108 Desvío de recursos, de financiamiento y de esfuerzos de investigación sobre soluciones reales
capítulo v: ¿Quién está detrás de la geoingeniería?
111 Viejos fósiles, nueva presentación
113 La camarilla de la geoingeniería
114 Las camarillas no son buenas para la ciencia ni la democracia
117 Literatura y patentes: los dueños de la geoingeniería
120 Investigación en Geoingeniería
128 El ipcc y la normalización de la geoingeniería
132 Los mercaderes del clima
139 Clima de guerra: Los militares y la geoingeniería
143 Conservacionismo por la manipulación de la Tierra
145 Defender a la Madre Tierra: La geoingeniería y la resistencia
indígena
capítulo vi: la gobernanza de la geoingeniería
149 ¿Es posible gobernar la geoingeniería?
151 El santo grial de las “emisiones negativas”
152 Un punto de partida
153 Las discusiones sobre geoingeniería en la onu
155 Naturaleza transfronteriza
157 Investigación y gobernanza: ¿el huevo y la gallina?
159 ¿Es posible un consenso global?
160 Amplio debate social en primer lugar
161 Algunos elementos para una discusión legítima sobre la gobernanza de la geoingeniería
capítulo vii: la ruta para avanzar
165 Un realismo radical
167 Lo normal es el rechazo a la geoingeniería
169 Mantener y reforzar las moratorias
170 Detener los experimentos en campo abierto
171 Trabajar por una prohibición
171 Ampliar el contexto y los debates sociales 172 ¡No manipulen la Madre Tierra!
177 anexo i: la geoingeniería en naciones unidas
193 anexo ii: iniciativas no gubernamentales para la gobernanza de la geoingeniería
201 los autores de geoingeniería: el gran
fraude

prefacio
• geoingeniería
Mientras el planeta se calienta rápidamente y esto se manifiesta en olas de calor, inundaciones, sequías y huracanes, la geoingeniería —la manipulación a gran escala de los sistemas naturales de la Tierra— se presenta cada vez más como una estrategia para contrarrestar, diluir o retrasar el cambio climático sin alterar las economías de consumo intensivo de energía y recursos. Es alarmante el hecho de que los debates actuales sobre este gigantesco remiendo tecnológico estén limitados a un pequeño grupo de autoproclamados expertos que reproducen visiones del mundo anti-democráticas y perspectivas tecnocráticas y reduccionistas. Los países del Sur global, los pueblos indígenas, las comunidades locales, no tienen voz ni participación en las discusiones.
Como este informe detalla, cada una de las tecnologías de geoingeniería propuestas amenaza a los pueblos y a los ecosistemas. Las evaluaciones integrales de estas tecnologías también muestran que si éstas son aplicadas y desplegadas a gran escala, existen altas probabilidades de que empeoren, en vez de que mitiguen, los impactos del calentamiento global. Su irreversibilidad, el riesgo de que sean convertidas en armas bélicas y las implicaciones para las actuales dinámicas de poder global inherentes a la geoingeniería a gran escala, también la vuelven una opción inaceptable. En 2010, los gobiernos del Sur global llevaron el tema ante el Convenio sobre Diversidad Biológica (cdb) y lograron una moratoria de facto al despliegue de la geoingeniería y su experimentación en campo abierto.
prefacio

Enfocarse en técnicas de geoingeniería en vez de enfrentar las causas de fondo del cambio climático constituye una decisión política, no un destino inevitable.
Entonces, ¿por qué vemos hoy el escalamiento del discurso de la geoingeniería? En resumen, se trata de la “tiranía de la urgencia” del cambio climático, a través la cual se promueve la necesidad de la geoingeniería desde artículos académicos y modelos computacionales hasta las propias negociaciones sobre política climática global, y más relevante en el plazo inmediato, se intenta justificar experimentos en campo abierto. Por supuesto que hay urgencia. Después del Acuerdo de París, los gobiernos deben reconocer que las estrategias dirigidas a una “ligera” reducción de emisiones no son suficientes. Necesitamos una conversación honesta sobre las vías para lograr reducciones drásticas de emisiones, que trasciendan el pensamiento económico imperante. Necesitamos también estrategias socialmente justas y culturalmente adecuadas para que se pague la deuda de carbono y de suelos mediante una vasta y cuidadosa restauración de los ecosistemas naturales. Enfocarse en las técnicas de geoingeniería en vez de enfrentar las causas de fondo del cambio climático constituye una decisión política, no un destino inevitable. Elegir la geoingeniería significaría que es más aceptable el riesgo de dañar irreparablemente nuestro planeta que alterar el sistema económico dominante. No es una necesidad técnica o científica, sino la defensa de un statu quo fallido que continúa protegiendo las riquezas de unos cuantos.
Geoingeniería: el gran fraude, actualiza y aumenta el informe Geopiratería, argumentos contra la geoingeniería publicado en 2010. Este informe, elaborado conjuntamente por el Grupo ETC, Biofuelwatch y la Fundación Heinrich Böll, ofrece a las organizaciones no gubernamentales, movimientos sociales y populares, tomadores de decisiones, periodistas y otros agentes de cambio social, un panorama general más completo sobre los actores centrales, las tecnologías y los foros de negociación de la geoingeniería. También proporciona un análisis e historia del debate, los distintos intereses que lo han perfilado y estudios de caso sobre las tecnologías y experimentos más relevantes actualmente. Este informe argumenta a favor de una urgente e inmediata prohibición al despliegue y la experimentación en campo abierto de la geoingeniería del clima, prohibición que debe ser supervisada por un mecanismo de gobernanza multilateral, robusto y responsable.
Un debate sobre la geoingeniería y su gobernanza es necesario, pero éste debe ser desde las bases de la sociedad, amplio, participativo y transparente, fundamentado en el derecho internacional, construido a partir del principio precautorio y alimentado por la rigurosa comprensión de prácticas reales, existentes, transformadoras y justas. Necesitamos un movimiento de movimientos que se unifique en oposición a la falsa “solución” que representa el remiendo tecnológico de la geoingeniería frente a la crisis climática y que se enfoque en cambios reales. Un movimiento que comience con las comunidades y las organizaciones de la sociedad civil. Un movimiento de movimientos que exija: ¡No manipulen la Madre Tierra!
1 de diciembre de 2017
Barbara Unmüssig • Presidenta, Fundación Heinrich Böll
Pat Mooney • Co-fundador, Grupo ETC
Rachel Smolker • Co-directora, Biofuelwatch
prefacio
glosario
Acrónimos de tecnologías de geoingeniería 
nota explicativa
Como ocurre con la inmensa mayoría de los textos arbitrados, la información científica —en este caso sobre las técnicas de geoingeniería— se produce principalmente en inglés. Varios de los acrónimos de las técnicas, herramientas, procesos e iniciativas privadas o públicas relacionadas con la geoingeniería, se trasladan directamente del inglés a la información traducida o producida en español. Para este informe, hemos utilizado las abreviaciones que el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (ipcc) utiliza en castellano, pero no hay equivalente para todas. El propio ipcc y otras agencias mencionadas en este texto (la onu, el Convenio sobre Diversiad Biológica, el Convenio de Londres, entre otros) usan una gran cantidad de acrónimos no traducidos para sus documentos en español. En la siguiente lista se encuentra el significado de los acrónimos en inglés y en español como aparecen a lo largo de este texto.
glosario

becac Bioenergía con captura y almacenamiento de carbono.
becss Por las siglas en inglés de Bioenergy with Carbon Capture and Storage, se refiere a la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono.
cac Captura y almacenamiento de carbono.
ccs Carbon Capture and Storage (cac en castellano).
ccus Por las siglas en inglés de Carbon Capture, Use and Storage. Se refiere a la captura, uso y almacenamiento de carbono (cuac en castellano).
cuac Captura, uso y almacenamiento de carbono.
dac Por las siglas en inglés de Direct Air Capture, se refiere a la captura directa de aire.
eor Por las siglas en inglés de enhanced oil recovery, Recuperación mejorada de petróleo.
gei Gases de Efecto Invernadero.
grs Gestión de la radiación solar (srm en inglés).
ndc Por las siglas en inglés de Nationaly Determined Contributions, Contribuciones determinadas a nivel nacional.
rdc Remoción de Dióxido de Carbono.
srm Por las siglas en inglés de se refiere a la Gestión de la radiación solar.solar radiation management,

capítulo i
Geoingeniería: El clima nuevo del emperador 
Un nuevo imperio ambiental
Es común actualmente definir la geoingeniería como la manipulación humana, intencional y a gran escala, de los sistemas climáticos de la Tierra. A pesar de una larga historia de debates en el ámbito militar, actualmente la geoingeniería es menos discutida como tecnología de guerra que como una riesgosa, pero potencialmente necesaria, “compostura” técnica para el cambio climático, es decir, una prudente “póliza de seguro” en el caso de una inminente crisis climática. Este informe ofrece información detallada sobre las tecnologías de geoingeniería en consideración y describe a los actores y los foros que abordan el tema o contemplan el empleo de la geoingeniería. Los estudios de caso dejan clara la amplitud del trabajo que está en marcha respecto a varias propuestas de geoingeniería e identifica los impactos y las implicaciones de, por ejemplo, la Gestión de la Radiación Solar, (grs) —srm es su acrónimo en inglés— y las Técnicas de Remoción de Dióxido de Carbono (RDC), que son las principales categorías de técnicas de geoingeniería. Los autores de este informe también discuten las propuestas

de gobernanza de la geoingeniería, su historia, los juegos de poder alrededor de ésta y los argumentos a favor y en contra de ésta. Quizá lo más significativo es que este informe muestra cómo, en la era de los estudios, conferencias y foros de negociación política sobre el clima posteriores al Acuerdo de París, la geoingeniería se está volviendo un tópico “normal” de discusión, no ya como un prudente “Plan B”, sino como una herramienta tecnológica que presentan como virtualmente inevitable, pese a la falta de comprensión pública sobre sus implicaciones y haciendo caso omiso de las moratorias y llamados a precaución acordados por distintas instancias de Naciones Unidas (onu). Creemos que el mundo camina inconsciente hacia un futuro dominado por la ingeniería del clima y que, por ello mismo, el debate crítico y significativo sobre la geoingeniería es de enorme urgencia.

Las razones que explican la trayectoria de la Tierra hacia el caos climático y lo que podría hacerse para cambiar de curso están fuera de la consideración de los proyectos de geoingeniería.
Los remiendos tecnológicos del imperio
Los milagros –alguna vez invocados por los narradores orales y transmitidos a nosotros por los autores de las Escrituras– son ahora el campo de los tecnólogos. De hecho, nos hemos vuelto relativamente exitosos en el ámbito de los “milagros” locales: por ejemplo, podemos pedir a una caja en nuestra mesa (celular, tableta) que nos diga cómo curar una herida y después pedirle también a la misma caja que nos envíen vendas a la puerta de nuestro hogar. A veces, incluso podemos ayudar a los ciegos a ver, a los discapacitados a caminar y devolver a los aparentemente muertos a la vida. Hemos expandido nuestras capacidades milagrosas de lo local a lo global: hemos aprendido a volar a través de los océanos y hacia el espacio exterior. Estamos expandiendo nuestras aspiraciones para extraer minerales de asteroides y del lecho marino, y algunos, como el inventor y empresario Elon Musk, sueñan con exhalar su último aliento en Marte. No obstante, los milagros de escala verdaderamente bíblica, como el dominio de las lluvias y los vientos, el oscurecimiento del sol, la separación de los mares y la contención de las mareas, parecen estar aún más allá de nuestro alcance. A pesar de todo, algunos tecnólogos y políticos se mantienen inconmovibles: quieren manipular los sistemas terrestres, quieren que la geoingeniería sea una realidad, para —según ellos— bloquear o retrasar el cambio climático.
La arrogancia, las expectativas y los daños potenciales no podrían ser mayores. La geoingeniería supone (y promueve) que el planeta está enfilado a un cambio climático tan caótico y devastador para tantos que no tenemos otra opción que desarrollar tecnologías para reducir el daño, o al menos, para ganar tiempo para proteger mejor a la gente y a las economías. (Las razones que explican la trayectoria de la Tierra hacia el caos climático y lo que podría hacerse para cambiar de curso, están fuera de la consideración de los proyectos de geoingeniería).
Para la amplia mayoría de la población mundial —aquellos que no se han involucrado directamente en los debates sobre el cambio climático y nunca han oído hablar de la geoingeniería—, la posibilidad parece fantasiosa, arrogante, absurdamente peligrosa y, en suma, una muy mala idea. Parece increíble que nuestros gobiernos pudieran considerar seriamente intervenir en los sistemas terrestres, tan complejos e interconectados (que además no conocen de fronteras nacionales), o que estuvieran dispuestos a que la humanidad dependa indefinidamente de una élite tecnocrática. No obstante, la geoingeniería se ha puesto sobre la mesa de negociaciones.

Parece increíble que nuestros gobiernos pudieran considerar seriamente intervenir en los sistemas terrestres, tan complejos e interconectados (que además no conocen de fronteras nacionales), o que estuvieran dispuestos a que la humanidad dependa indefinidamente de una élite tecnocrática.
¿El emperador tiene traje?
Muchos gobiernos toman muy en serio el remiendo tecnológico de la geoingeniería. A inicios de la década de 1990, varios países (Alemania, Estados Unidos, Japón, Canadá, México, India y Sudáfrica) invirtieron en experimentos nacionales y/o intergubernamentales para explorar alguna forma de remoción de dióxido de carbono (rdc) o de fertilización oceánica. Además, al menos Estados Unidos, China, Rusia y la República de Corea han llevado a cabo o están desarrollando experimentos de geoingeniería. Las instituciones científicas en Estados Unidos, China y Rusia están analizando técnicas que, en teoría, podrían disminuir las temperaturas al bloquear o reflejar la luz solar (las cuales se agrupan genéricamente bajo el término “Gestión de la Radiación Solar” o “Modificación del Albedo”). Algunos experimentos en campo abierto de estas técnicas ya se anunciaron para fechas tan próximas como 2018. Desde 2008, la mayoría de los gobiernos de la ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) han estudiado, a la vista del público o en sigilo, las posibilidades e incertidumbres de las técnicas de geoingeniería. Reino Unido, Estados Unidos y Alemania han publicado informes sobre el tema. También, desde 2008, los gobiernos nacionales que participan en tres distintos foros de Naciones Unidas han adoptado moratorias o prohibiciones sobre una o todas las tecnologías de geoingeniería respecto a su campo de acción. Aunque algunos pueden considerar estas resoluciones de Naciones Unidas como “soft law” (principios generales), son significativas porque fueron aprobadas con el consenso (o aquiescencia, al menos) de todas las Partes. Dos instancias de Naciones Unidas —el Convenio sobre Diversidad Biológica y el Convenio de Londres sobre la prevención de la contaminación del mar por vertimiento de desechos y otras materias, de 1972 (conocido como el “Convenio de Londres”)— vigilan activamente la geoingeniería para asegurarse de que la integridad de sus resoluciones se mantiene. La geoingeniería se ha mantenido en segundo plano en las negociaciones sobre el cambio climático en Naciones Unidas por al menos 12 años, pero se convirtió un tema explícito de interés central a partir del Acuerdo de París de 2015. Es bien sabido que el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (ipcc, por sus siglas en inglés) ha centrado buena parte de su atención en geoingeniería en preparación de su próximo Informe Global de Evaluación (ar6), que debe hacerse público en 2022, lo mismo que un informe especial sobre la posibilidad de mantener el incremento de la temperatura de la Tierra por debajo de 1.5°C para fines del presente siglo. El Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (cmnucc) tomará en consideración este informe especial cuando se reúna a fines de 2018. La geoingeniería está perfilada a tomar una posición central en la geopolítica del cambio climático global.
Soberbia tecnológica en la historia
La gran idea de modificar intencionalmente el medio ambiente terrestre con propósitos hostiles no es nueva. Leonardo da Vinci unió fuerzas con Nicolás Maquiavelo a inicios del siglo xvi para desviar el río Arno, esperando matar de hambre a la ciudad rival Pisa y otorgar a Florencia una vía navegable hacia el Mediterráneo. Sin embargo, los “geniales” planes de uno de los más famosos inventores y uno de los más infames políticos de la historia —acompañados por una fuerza de trabajo de dos mil hombres— se derrumbaron bajo el peso del clima, los errores de cálculo y la corrupción.
Más recientemente, el desarrollo de la bomba atómica por el gobierno de Estados Unidos y su empleo en 1945, derivaron en un enorme entusiasmo por el uso de explosivos nucleares para hacer estallar las costas de Alaska con el fin de ampliar y hacer más profundos los canales navegables y crear una ruta libre de hielo en el Paso del Noroeste a través del Polo Norte. Aunque se debatió y consideró seriamente en algunos círculos, ninguno de estos proyectos prosperó, excepto, claro está, por las pruebas nucleares atmosféricas que, en sí mismas, son una forma indirecta de modificación de los sistemas terrestres. A pesar de las preocupaciones respecto a la posible creación de un invierno nuclear o a la alteración irreversible del campo magnético de la Tierra, las grandes potencias mundiales realizaron cientos de pruebas nucleares atmosféricas durante las décadas de 1950, 1960 y 1970, desafiando toda oposición de los países afectados y de la misma Organización de las Naciones Unidas. Las potencias nucleares se otorgaron a sí mismas la autoridad moral para decidir por el resto de la humanidad.
Los gobiernos de esas potencias nucleares mintieron a sus pueblos sobre los peligros de la radiación nuclear y respecto a la posibilidad real de que una guerra nuclear podría eliminar a la mayoría de la humanidad de la faz de la Tierra. Aunque tanto la Unión Soviética como Estados Unidos se mostraban alarmados por la posibilidad de la proliferación de armas nucleares, no dejaron de firmar la Iniciativa “Átomos por la paz”, que difundió las tecnologías nucleares por todo el mundo con pleno conocimiento de que el desarrollo de plantas nucleares de generación de energía podría conducir –como efectivamente ocurrió– a la proliferación de los arsenales nucleares en el mundo.
La aspiración de usar armas nucleares para modificar la naturaleza en los años de 1950 continuó en las décadas de 1950 y 1970, a través de métodos aparentemente menos polémicos de modificación del clima y los ecosistemas. Lyndon Johnson, 36º presidente de Estados Unidos, quien creció en la época en que los aviadores realizaban descabellados experimentos de siembra de nubes para llevar la lluvia a los ranchos texanos en sequía, estaba ansioso por probar la modificación climática a gran escala y por una causa mayor. Cuando la hambruna amenazó el estado de Bihar en la India, a mediados de la década de 1960, Johnson usó la ayuda alimentaria como palanca para presionar y forzar al gobierno indio a permitir a la Fuerza Aérea de Estados Unidos realizar misiones de siembra de nubes para intentar acabar con la sequía. No existe evidencia de que la siembra nubes haya funcionado pero —como ocurre con los experimentos de geoingeniería en general—, no hubo tampoco evidencia de que hubiera sido inútil, especialmente porque que los sembradores de nubes no documentaron el volumen de lluvia que cayó efectivamente. Aprovechando la ambigüedad al respecto, Johnson convenció al dictador de Filipinas, Ferdinand Marcos, de que le permitiera ensayar la modificación climática en todo el archipiélago filipino en 1969. Una vez más, los resultados no fueron concluyentes. Desesperado por ganar control de la guerra en Vietnam (y azuzado por los científicos que deseaban dar otra oportunidad a la modificación climática), Johnson seguido por Richard Nixon, empleó clandestinamente la siembra de nubes como arma de guerra, con el propósito de hacer infranqueable la ruta de Ho Chi-Minh. Por tercera ocasión, no se obtuvieron resultados concluyentes sobre la eficacia del experimento.

¿Quién quiere la geoingeniería? Si atendemos a la retórica, nadie.
Cuando una investigación periodística reveló en 1971 las operaciones de varios años de modificación climática en Vietnam, la controversia política fue intensa. Estados Unidos se esforzó entonces en persuadir a sus aliados en Naciones Unidas de que la modificación climática era una aberración que no se repetiría. En 1975, la Unión Soviética y Estados Unidos presentaron ante la onu borradores idénticos de un tratado que entró en vigor en 1978, conocido como la Convención sobre la Prohibición de Utilizar Técnicas de Modificación Ambiental con Fines Militares u otros Fines Hostiles (enmod). Los países firmantes del Tratado —incluyendo las principales potencias, salvo Francia— se comprometieron a no modificar el medio ambiente con fines militares.
En los cuarenta años que han transcurrido desde su adopción, la prohibición establecida por el Tratado enmod sobre “el uso militar o cualquier otro uso hostil” ha frustrado a algunos países del Sur global, los cuales no pudieron dejar de advertir que el supuesto uso pacífico de la modificación climática en la India y las Filipinas sentó las bases para su uso militar en Vietnam. El interés militar por la manipulación climática (geoingeniería) no puede subestimarse. No se requiere ser Maquiavelo para darse cuenta de que ningún país puede ceder el control sobre el clima de la Tierra a otro u otros países, y tal vez Maquiavelo no fue el primero en reconocer que un ataque puede ser la mejor defensa. Si las agencias militares de las grandes potencias no estuvieran investigando (o desarrollando) tecnologías de geoingeniería, sus líderes podrían hasta considerar la falta como una actitud negligente.
¿Una coalición de voluntarios para atacar el clima?

¿Quién quiere la geoingeniería? Si atendemos a la retórica , nadie la quiere. Hasta los más férreos defensores de las inversiones en investigación de geoingeniería señalan que la manipulación intencional del clima es demasiado peligrosa, con demasiadas incertidumbres, como para que los gobiernos la desplieguen. No obstante, un pequeño pero significativo grupo de científicos (casi todos de Europa occidental y América del Norte), cultivan la idea de intervenir el planeta con las técnicas de geoingeniería. Llamado “Geoclique” (camarilla de la geoingeniería) por el periodista científico Eli Kintisch, este pequeño grupo insiste en que el cambio climático es tan amenazante que lo mínimamente razonable es desarrollar un “Plan B” porque los gobiernos están fracasando en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (gei) tan drásticamente como deberían y, de cualquier modo, el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera y su permanencia ya es suficientemente riesgoso para la humanidad. Todos estos reticentes visionarios enfatizan sus credenciales “verdes” y afirman trabajar por un bien superior. Procuran hacer apasionados exhortos a los gobiernos para que demuestren su liderazgo y reducir las emisiones, e incluso reconocen las incertidumbres científicas de sus propuestas. A pesar de ello, argumentan por doquier a favor de la inversión de recursos para la investigación en geoingeniería y defienden el desarrollo de las técnicas y los experimentos de campo. El libro del profesor de la Universidad de Harvard, David Keith, titulado A Case for Climate Engineering [Un argumento a favor de la geoingeniería], de 2013, es un ejemplo de esto.
La camarilla de la geoingeniería ha buscado apoyo de algunos de los más prominentes filantrocapitalistas, como Bill Gates, quien mostró un interés temprano en la geoingeniería. Recientemente, Gates y otros filantrocapitalistas aportaron recursos por unos 7 millones de dólares al nuevo Programa de Investigación en Geoingeniería Solar de la Universidad de Harvard. Sin embargo, el adelanto de capital hecho por el club de los multimillonarios no representa una cantidad suficiente como para que un programa de gestión de la radiación solar (grs) y sus respectivos experimentos puedan realmente despegar. Al margen del trabajo que en secreto que realizan las agencias militares, los gobiernos de las grandes potencias —con la excepción de China y probablemente Rusia— se han mostrado reticentes a apoyar más allá de estudios y conferencias. Hasta el momento finalizamos la redacción de este libro, no vemos en ninguna parte el dinero suficiente para llevar a acabo la visión de los geoingenieros, pero eso puede cambiar pronto.
El Acuerdo de París de 2015 sirvió para que los políticos ganaran tiempo. Aunque es caracterizado, una y otra vez, como “decisión histórica”, en realidad, el Acuerdo de París permitió a los políticos postergar la acción hasta después del siguiente ciclo electoral. En vez de comprometerse a reducciones obligatorias y drásticas de las emisiones de gases de efecto invernadero (gei), protegieron el statu quo económico, incluyendo a la muy poderosa industria de los combustibles fósiles, cuyos billones de dólares en reservas hubieran quedado varados. Cuando llegue el momento de la verdad en 2020 (o poco después), los datos sobre el clima serán todavía más alarmantes y ahí sí, nos dirán que la única “solución”, suficientemente drástica para enfrentar el cambio climático, son los remiendos técnicos de la geoingeniería. Los mismos promotores de la industria de los combustibles fósiles que llevaron a los gobiernos a este desastre presionarán por la adopción de medidas como la gestión de la radiación solar y para que se invierta en sus especiales tecnologías de “emisiones negativas”, como bioenergía y la captura y almacenamiento de carbono. Los militares estarán en alerta para tomar acciones defensivas (y muy probablemente, acciones ofensivas encubiertas). Probablemente, los filantrocapitalistas aumentarán sus contribuciones. Numerosos científicos académicos y conservacionistas se sumarán a la promoción de tecnologías de “emisiones negativas” (técnicas para la remoción de CO2 de la atmósfera), a pesar de los riesgos que implican para los suelos, el agua, la producción de alimentos y las comunidades indígenas y campesinas. El apoyo a métodos ya comprobados de reabsorción de CO2, como el mantenimiento y la restauración de los bosques naturales y otros ecosistemas con las comunidades que viven dentro y junto con ellos, así como el apoyo a los sistemas alimentarios campesinos y agroecológicos, serán abandonados.

Juntos o asociados con otros agentes, estos aspirantes a emperadores podrían incluso formar una “coalición de voluntarios para atacar el clima”, y emplear la geoingeniería para proteger “su parte” del hemisferio Norte a costa de la suerte del resto del mundo.
Debemos recordar que estamos en tiempos de descontento social generalizado, en los que las economías crecen, al igual que la desigualdad económica y social. Las empresas trasnacionales nunca antes han sido tan poderosas y los gobiernos batallan para mantener el paso. Peor aún, tenemos en la Casa Blanca un gobierno que hace parecer a la administración Nixon como un ejemplo de transparencia, y líderes en Rusia y China que no dudarán en emplear la manipulación climática si conviene a sus intereses. Juntos o asociados con otros agentes, estos aspirantes a emperadores podrían incluso formar una “coalición climática de voluntarios”, y emplear la geoingeniería para proteger “su parte” del hemisferio Norte a costa de la suerte del resto del mundo.
El nuevo caballo del emperador
Se requiere investigación. Existe consenso en todos los bandos del debate sobre la geoingeniería respecto a que para sobrevivir el cambio climático necesitamos saber mucho más sobre los sistemas planetarios. De hecho, en algunas áreas la agenda de investigación es compatible, incluso cuando los objetivos son divergentes. Pero existen cosas que no sabemos que desconocemos y que debemos saber antes de intervenir en el termostato global. A mediados de 2017, el mundo se sorprendió al saber que la más larga cadena de volcanes no está en África oriental, sino en el oeste de la Antártida: más de 90 volcanes fueron descubiertos bajo cuatro kilómetros de hielo derretido. El derretimiento del hielo puede alterar la presión sobre los volcanes y, posiblemente, causar erupciones. Si la Antártida llegara a sufrir erupciones poderosas, al tiempo en que los emperadores dispersan sulfatos en la atmósfera por medio de “volcanes sintéticos” para “gestionar” la radiación solar, podríamos llegar a una situación en la que tendríamos que preocuparnos más por frenar una nueva era de hielo que por el calentamiento global. Hace muy poco aprendimos también que existe un veloz río en lo profundo del Océano Pacífico y que podría influir significativamente en los efectos de la fertilización oceánica. La pregunta para los geoingenieros es entonces: ¿qué más no saben?
Después de París 2015, en los estudios y políticas sobre el cambio climático se está normalizando la noción de que la geoingeniería podría ser una medida viable, sin una conciencia pública o un debate intergubernamental incluyente. Los elaboradores de políticas empiezan a creer que el nuevo clima del emperador es inevitable.
El derecho de cada país y de cada ciudadano a debatir y eventualmente rechazar o aceptar los remiendos tecnológicos debe reafirmarse. Los países, en ejercicio de su soberanía, deben mantener el debate sobre la geoingeniería en el ámbito global, incluyendo a la Asamblea General de Naciones Unidas, y en el contexto de las respuestas a la mitigación que ya se conocen, aún si se trata de respuestas que contradicen el pensamiento económico convencional y que son rechazadas por intereses creados.

En los estudios y las políticas sobre el cambio climático se está normalizando la noción de que la geoingeniería podría ser una medida viable, sin una conciencia pública o un debate intergubernamental incluyente. Los elaboradores de políticas empiezan a creer que el nuevo clima del emperador es inevitable.
Debemos recordar que, aunque el tiempo es poco, los pueblos y las civilizaciones pueden, en ocasiones, actuar muy rápidamente. Esto no niega que las emisiones de co2 son acumulativas y que el recorte drástico de emisiones en los años próximos años podría ser insuficiente al final de este siglo. Sin embargo, la humanidad ha demostrado enorme flexibilidad en el pasado. Por ejemplo, ante la inminencia de la Segunda Guerra Mundial, las potencias industriales de la época transformaron sus economías casi de la noche a la mañana, cuando los habitantes urbanos de América del Norte se lanzaron a la acción para cultivar los llamados “huertos de la victoria” para asegurar su abasto de alimentos y, de paso, otorgarse la dieta más nutritiva de todo el siglo. Pensemos en los cambios que han ocurrido desde 1920 hasta el 2000: la mayoría de los avances tecnológicos que directamente beneficiaron la salud y el bienestar ocurrieron en las primeras décadas del siglo xx y —contrariamente a la visión auto-exaltadora de Silicon Valley—, en realidad se agotaron después de la década de 1970. Las primeras conversaciones sobre el cambio climático comenzaron en la década de 1960, pero apenas arraigaron hasta ahora. También en la década de 1960 comenzaron a crecer las preocupaciones por los efectos del tabaquismo y ahora la cultura del cigarrillo está en franca retirada en muchos países.
Aunque aún falta mucho camino por recorrer, las actitudes sociales respecto al género, —especialmente en relación con la comunidad lgbt+ — cambiaron enormemente en muchos países en menos de una década. Un cambio profundo puede exhibir largos periodos de latencia, pero los cambios súbitos pueden ocurrir en unos cuantos años.
Los geoingenieros (y muchas otras personas) están preocupados porque la inseguridad alimentaria aumentará a medida que las cambiantes condiciones climáticas exacerben las plagas de los cultivos y las enfermedades del ganado (ya ahora muy vulnerables por la uniformidad genética). A estas preocupaciones se suman otras relacionadas con la salud humana, como la cada vez mayor resistencia a los antibióticos.

Los campesinos, agricultores en pequeño y pescadores artesanales podrían enfrentar todos los retos del cambio climático en este siglo si se les apoya en vez de sabotearlos. Los elaboradores de políticas deben escuchar a los campesinos en vez de a los guardianes de la cadena alimentaria agroindustrial.
No obstante, nuestra experiencia histórica indica que los campesinos pueden, cuando es necesario, adaptar sus prácticas productivas rápidamente. En menos de 100 años, los campesinos africanos adoptaron y adaptaron el maíz proveniente del hemisferio occidental a casi toda condición climática en el continente, sin el concurso de ferrocarriles, telegramas o técnicos.
De modo similar, los campesinos de Papúa Nueva Guinea adaptaron otro cultivo —la batata, boniato o camote— para la alimentación humana y animal, desde los pantanos y manglares de las costas hasta la cima de las montañas, a través de 600 lenguas distintas también en menos de 100 años. Los campesinos inmigrantes trajeron semillas desde Europa y las adaptaron a climas y suelos extremadamente distintos en América del Norte en sólo una generación. Los esclavos de África occidental que huyeron de las haciendas contrabandearon semillas de sus territorios de origen e inmediatamente las adaptaron a los climas y condiciones locales del Caribe y América del Sur en sólo una temporada. Las campesinas y campesinos, pequeños agricultores y pescadores artesanales podrían enfrentar todos los retos del cambio climático en este siglo si se les apoya en vez de sabotearlos.
Los elaboradores de políticas deben escuchar a las campesinas y campesinos en vez de a los guardianes de la cadena alimentaria agroindustrial, y deberían negar recursos para proyectos como la Bioenergía con Captura y Almacenamiento de Carbono (beccs, por sus siglas en inglés) que impedirán el desarrollo de las estrategias de mitigación propias de los agricultores de pequeña escala. Se deben proteger los sistemas de cultivo local y los ecosistemas. La geoingeniería, al cambiar el clima local, reducir la radiación solar, afectar los monzones y los patrones de viento, y al desatar batallas por el control de la tierra, el agua y los nutrientes para el despliegue de grandes plantaciones de bioenergía, amenaza las capacidades que tienen los campesinos para enfrentar el caos climático y amenaza sus formas de vida. El reciente auge de las energías eólica y solar (fuentes de energía que nos acompañan desde hace siglos), fue impulsado en la década de 1970 por el embargo petrolero de la Organización de loas Países Exportadores de Petróleo, opep, contra Estados Unidos. Cuando terminó el embargo, también acabó el entusiasmo por las fuentes alternativas de energía.
En el presente siglo, el costo y la eficiencia de las energías solar y eólica han mejorado de manera impresionante. No existe una razón tecnológica para dudar que muchas fuentes alternas de energía podrían satisfacer nuestras necesidades o que los combustibles fósiles pueden hacerse innecesarios antes de mediados de este siglo. La mayor barrera a este cambio es la industria de la energía fósil, y la discusión que más urge sostener es cómo haremos para desmantelarla.
No decimos esto para ignorar que el cambio climático tendrá enormes impactos negativos en este siglo. La agricultura, por ejemplo, experimentará retos sin precedentes. Debemos fortalecer la resiliencia de las sociedades para que éstas no sólo colaboren, sino que puedan cambiar rápidamente a medida que se requiera. No tenemos por qué rendirnos a los emperadores.

La mayor barrera para cambiar a energía solar y eólica y dejar de consumir hidrocarburos es la industria de la energía fósil, la discusión que más urge sostener es cómo haremos para desmantelarla.
Soluciones seguras, justas y ecológicamente sustentables para la crisis climática
• Rutas para la reducción drástica de emisiones de gei integradas en todos los sectores.
• Eliminación gradual —políticamente administrada y coordinada— de la infraestructura y producción de combustibles fósiles (incluyendo el cierre temprano de los campos petroleros existentes, las minas de carbón y los sitios de explotación mediante fractura hidráulica).
• Oferta de energía 100% descentralizada a partir de fuentes renovables y ambientalmente seguras, como la energía eólica y solar, con el consentimiento de las comunidades.
• Cambio en los estilos de vida de alto consumo y cadenas de producción en masa.
• Sistemas de transporte público comunitarios de alta eficiencia.
• Reducción absoluta del consumo global de recursos y energía, por ejemplo, mediante economías circulares y estrategias de cero residuos.
• Restauración amplia, pero cuidadosa de los ecosistemas globales: bosques, selvas, ciénagas y océanos, con plena participación de las comunidades locales que viven en ellos y los mantienen.
• Transformación de las cadenas alimentarias agroindustriales intensivas en emisiones y fertilizantes hacia una producción alimentaria basada en la agricultura campesina y las pequeñas unidades de producción agroalimentaria.
• Usos del suelo y prácticas agrícolas adaptados ambiental y localmente; apoyo a la producción agroecológica y a la producción ecológica campesina.
• Apoyo a los mercados locales campesinos y de pequeños productores.

capítulo ii
Geoingeniería: Las tecnologías 
Y ustedes geoingenieros, ¿qué saben?
No sabemos cómo “intervenir el planeta” con geoingeniería. No sabemos cuánto costará, especialmente si fracasa o cuando fracase e impida el desarrollo de alternativas constructivas o provoque efectos adversos. Sin embargo, sus proponentes afirman que la geoingeniería no será costosa.1 No sabemos cómo retirar una tecnología de escala planetaria una vez que se ponga en operación. No sabemos con certeza que impactos tendrá en la salud humana y en el ambiente. Los geoingenieros podrían estar subestimando drásticamente la dificultad que implica introducir cambios en los ecosistemas con resultados previsibles, incluso si son al-

1. Por ejemplo, en su libro, A case for Climate Engineering, p. 95, David Keith dice sobre la Inyección Estratosférica de Aerosoles que: “el despliegue no es difícil ni caro”. Los promotores de la geoingeniería Lee Lane y Eric Bickell argumentan que “el beneficio potencial [de la Gestión de la Radiación Solar] es tan obvio que difícilmente se necesita de una evaluación económica seria para demostrar que la investigación de sus méritos podría generar enormes dividendos”. No obstante, realizan una “estimación aproximada” que la tasa de beneficio respecto al costo de investigar en tecnologías de GRS es de aproximadamente mil a uno”. Lee Lane y Erick Brickell, “Climate change: Climate engineering R&D” [Challenge paper], Third Copenhagen Consensus: Copenhagen Consensus Center, 2012, pp. 2-3, http://www.copenhagenconsensus.com/sites/default/files/climatechangeengineeringr26d.pdf.


teraciones “más suaves o ligeras”, como talar árboles para aumentar la capa de nieve en el suelo y reflejar mayor cantidad de luz del sol lejos de la Tierra, o bien esparcir arena absorbente de CO2 en los suelos. Los experimentos intencionales de manipulación de los sistemas planetarios podrían tener el mismo impacto que el “experimento no intencional” de geoingeniería que representó la Revolución Industrial (es decir, el cambio climático antropogénico): daños desproporcionados a la población que vive en las áreas tropicales y subtropicales del mundo.

Los geoingenieros podrían estar subestimando drásticamente la dificultad que implica introducir cambios en los ecosistemas con resultados previsibles.
La geoingeniería es una ocurrencia de ingenieros, no de científicos del clima, ecólogos o sociólogos. Con el fin de diseñar instrumentos suficientemente contundentes como para provocar un impacto dramático en el clima global, las propuestas de geoingeniería necesitan soslayar muchas de las múltiples complejidades e interconexiones de los sistemas vivos: ¿hace demasiado calor? ¡Bloqueemos la luz del sol! ¿Hay demasiado CO2 en la atmósfera? ¡Enterrémoslo! Al revisar los perfiles de los geoingenieros es raro encontrar entre ellos a oceanógrafos, geólogos, químicos atmosféricos o biólogos.
El grupo Keith en la universidad de Harvard, por ejemplo, en el que laboran más de una docena de personas “en la intersección de la ciencia climática y la tecnología… [y que se centra en] la ciencia y la política pública de la geoingeniería solar”, sólo cuenta con un estudiante de licenciatura en Ciencias de la Tierra entre sus colaboradores. El área de especialidad del mismo David Keith es la física (y más recientemente, la política pública).
¿Qué hay en un nombre?
Dada la audacia de las propuestas de geoingeniería, no sorprende que sus defensores pasen tanto tiempo pensando (y repensando) en la forma de presentarlas como benéficas ante los elaboradores de políticas y ante el público. En general, predominan dos categorías taxonómicas: las propuestas que buscan disminuir el nivel de los gases de efecto invernadero en la atmósfera (gei) y aquellas que pretenden alterar la temperatura Remoción de Dióxido de Carbono (rdc) y/o Remoción de Gases de Efecto Invernadero (rgei) y Gestión de la Radiación Solar (srm), respectivamente. Una tercera categoría, denominada Modificación Climática, tiene connotaciones de charlatanería y de operaciones encubiertas, por lo que se descarta frecuentemente, pero existen razones intelectuales y técnicas para tenerla en cuenta. El historiador James Fleming demostró que la ingeniería climática con su alharaca “patológica” y su “debate empobrecido” (es decir, ahistórico y sin consideraciones de carácter social), es heredera legítima de la Modificación Climática. Por ello, cuando los promotores de la geoingeniería alegan que es posible aplicar intervenciones climáticas reversibles, locales, que pueden aumentarse gradualmente y de pequeña escala, las distinciones técnicas entre las tecnologías de Modificación Climática se vuelven más borrosas (véase recuadro siguiente).
En última instancia, clasificar algo dentro o fuera del campo de la geoingeniería es una cuestión política. Rachel Smolker, codirectora de Biofuelwatch explica el potencial para “engañar al público con el juego de la definición, la identificación y la forma de comunicar de la geoingeniería del clima”. Una maniobra común para ganar apoyo público y político para la geoingeniería consiste en hacer referencia a las tecnologías de “remoción” (de CO2 y de gases con efecto invernadero) como ejemplos de “mitigación”, como también puede verse en los recientes informes del ipcc. Hace una década, en su Informe Global de Evaluación de 2007 (ar4), el ipcc definió la mitigación como las intervenciones humanas para reducir los niveles de gei por medio de mayor eficiencia energética y de combustible, mejorar el uso del suelo, el compostaje y acciones similares. Agrupar todas estas técnicas con las tecnologías de geoenginiería es una desviación radical y alarmante de la postura del ipcc, no solamente por los impactos que conllevan, también porque ninguna de ellas es para reducir las emisiones —la raíz del cambio climático— sino incluso podría perpetuarlas.
Una definición estrecha de la geoingeniería podría resultar en que técnicas tan controvertidas y con tantos impactos como la mal llamada “forestación”, (mega plantaciones de monocultivos de árboles) quedaran fuera del escrutinio público internacional sobre geoingeniería. Por otra parte, una definición demasiado amplia de ésta —que incluyera, por ejemplo, dentro de las técnicas de grs el pintar los techos de blanco— podría debilitar las medidas de vigilancia y perjudicar las resistencias a las tecnologías más extremas e impredecibles. Recientemente hubo un (descabellado) intento de verter partículas de hierro en el Pacífico nordeste. Se detuvo, pero pasó casi inadvertido, a pesar de la existencia de dos moratorias internacionales sobre la fertilización oceánica, en parte porque se presentó como un proyecto de “restauración del salmón”, y no como un experimento de “fertilización oceánica” (véase el Estudio de caso iii, en el capítulo 3).
Entre los intentos por renombrar las tecnologías de geoingeniería —para desvincularlas de la crítica— se incluyen términos como “remediación climática”, “geoingeniería suave (o moderada)”, o incluso “geoterapia”, con lo que se sugiere que el propósito es la rehabilitación y la restauración benigna y/o la aplicación local, gradual o “ligera” de las técnicas de geoingeniería. Cuando Ken Caldeira acuñó el término Gestión de la Radiación Solar hace más de una década, lo hizo —según él mismo dice— para acomodarse al lenguaje político burocrático, pensando que ese nombre “aburrido y oscuro” no generaría ninguna alarma. Más tarde, el propio Caldeira pensó que sería mejor utilizar el término “reflejo” en vez del cargado término “radiación” pero no tuvo éxito.
Mientras los promotores de la geoingeniería dedican tiempo a tratar de cambiar su imagen. Nosotros no debemos distraernos y seguir con el escrutinio de las intervenciones técnicas propuestas y sus implicaciones e impactos potenciales, más allá de los nombres con que se presenten.
Este capítulo ofrece un panorama de varias de las tecnologías propuestas. Las hemos agrupado de acuerdo con el ecosistema que pretenden afectar (la tierra, los océanos y el aire), con el fin en poner énfasis en cada ecosistema, lo cual no implica necesariamente que sus efectos se limitarán únicamente al sistema en cuestión. Una manipulación de los océanos tendrá efecto sobre la climatología de las nubes y una manipulación de las nubes tendrá efecto en los océanos. Así como existen “retroalimentaciones climáticas”, las tecnologías de geoingeniería que se apliquen también producirán efectos múltiples y retroalimentación entre ecosistemas, sólo que éstos solamente los veremos en tiempo real, a medida que sean producidos en el mundo real.
Tres categorías de geoingeniería propuestas por los geoingenieros
1. Remoción de gases de efecto invernadero (rgei), incluyendo remoción de dióxido de carbono (rdc)
rgei y rdc se refieren a técnicas que buscan remover de la atmósfera el dióxido de carbono (CO2) liberado por actividades como la quema de combustibles fósiles, la deforestación o la agricultura industrial. Existen varias tecnologías propuestas de rgei/rdc. Algunas de ellas buscan alterar el balance químico en los océanos para incrementar la absorción de CO2; otras son técnicas mecánicas para capturarlo desde su fuente industrial y después enterrarlo en fondos geológicos. Hay también propuestas de modificación genética de plantas para incrementar su capacidad de capturar CO2. Mientras que la mayoría de las tecnologías se centran en el CO2 como el principal gas que provoca el cambio climático en la atmósfera el uso de la noción de “remoción de gases de efecto invernadero” término implica que el objetivo es cualquier gas de efecto invernadero, incluyendo, por ejemplo, el metano o el óxido nitroso.
Para ser efectivas, las tecnologías de remoción de CO2 tendrían que aplicarse indefinidamente a escala global y de manera coor- dinada. Es aún incierto cuánto tiempo y qué tan efectivamente permanecería “secuestrado” el CO2 y cuáles serían los impactos para los pueblos cuyos modos de vida están más directamente vinculados con los ecosistemas que serían alterados. A pesar de que las investigaciones en este campo se aceleraron en la última década, nadie ha demostrado que la captura artificial de CO2 a gran escala y a largo plazo es costeable, inocua o incluso posible, y tampoco se ha probado que las tecnologías rdc producirían el efecto deseado de disminuir la temperatura de la Tierra.
2. Gestión de la radiación solar (grs)
Las tecnologías grs, (srm por sus siglas en inglés), buscan disminuir la cantidad de calor en la atmósfera reflejando la luz solar hacia el espacio, antes de que ésta sea atrapada en la atmósfera terrestre por los gei, con lo que, presuntamente, se reducirían las temperaturas.
De modo similar a las tecnologías de remoción de gases de invernadero, la grs aplica un enfoque de “fin de línea” (end-of-pipe), es decir, que concentra su esfuerzo en la reducción de algunos de los efectos dañinos derivados de los altos niveles en los gases de efecto invernadero y no en la reducción de las emisiones. El problema de la acidificación de los océanos no sería abordado por estas tecnologías y, de hecho, algunas tecnologías grs podrían agravarlo. Las técnicas propuestas o bajo investigación incluyen desde ejemplos de tecnologías muy simples de “geoingeniería reflectiva”, como pintar de blanco los techos y las carreteras para reflejar la luz solar, hasta tecnologías extremas como la inyección estratosférica de aerosoles y espejos espaciales que forman una malla reflejante extremadamente delgada colocada de algún modo entre la Tierra y el sol.
Si bien cada una de las propuestas de grs tiene sus implicaciones, comparten el objetivo de inducir un cambio en el llamado balance de la radiación solar del planeta. Buscan enviar la energía (en la forma de luz solar) lejos de la Tierra para que no quede atrapada en la atmósfera y cause aumento de las temperaturas. El despliegue de las tecnologías grs alteraría el ciclo hidrológico (al reducir o incrementar la lluvia debido a los cambios en los patrones climáticos), y produciría impactos desiguales a lo largo del planeta, poniendo en riesgo las fuentes de agua y alimento de millones de personas.12 Si las estrategias de grs se desplegaran a gran escala y de pronto se interrumpieran debido a cambios ideológicos o económicos, a guerras o a la falla misma de las tecnologías, ocurriría un drástico calentamiento global ocasionado por la terminación del efecto refrigerante de las tecnologías de grs. A esta situación se la denomina en algunos textos “choque por interrupción” (termination shock).13 Algunos analistas argumentan que el choque por interrupción podría evitarse e incluso ofrecen una explicación alternativa (según ellos
12. Alan Robock, “Albedo enhancement by stratospheric sulfur injections: More research needed”. Earth’s Future, v. 4, n. 12, 18 de diciembre de 2016, pp. 644-648: http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/2016EF000407/full.
13. Jesse L. Reynolds, Andy Parker y Peter Irvine, “Five solar geoengineering tropes that have outstayed their welcome”. Earth’s Future, v. 4, n. 12, 13 de diciembre de 2016, pp. 562-568: http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/2016EF000416/full.
“precisa”) de esta preocupación: “Cuando la gestión de la radiación solar ya generó un grado relativamente alto de enfriamiento, no puede detenerse súbitamente, pero podría retirarse gradualmente después de un largo periodo”.14 No obstante, el retiro gradual de esta tecnología sólo sería posible en presencia de una remoción segura, efectiva y simultánea del exceso de gases de efecto invernadero en la atmósfera. El problema es que el cese de las emisiones, la funcionalidad de las otras técnicas y la posibilidad de un retiro gradual de esta tecnología son solamente hipotéticos.

Las tecnologías de gestión de la radiación solar alterarían el ciclo hidrológico (al reducir o incrementar la lluvia debido a los cambios en los patrones climáticos), y producirían efectos desiguales a lo largo del planeta, poniendo en riesgo las fuentes de agua y alimento de millones de personas
Las tecnologías grs buscan enviar la energía (en la forma de luz solar) lejos de la Tierra para que no quede atrapada en la atmósfera, causando aumento de las temperaturas.
14. Ibíd.
3. Modificación climática
Los intentos modernos por controlar el clima comenzaron en fechas tan tempranas como 1830, con los esfuerzos para atraer o suprimir la lluvia.15 Las técnicas de supresión de lluvia se emplean actualmente en China para garantizar cielos claros para eventos estatales importantes.16 El caso de la llamada modificación climática se entiende como un fenómeno local durante un periodo corto de tiempo, o sea que se refiera al tiempo atmosférico y fenómenos meteorológicos. El clima en general hace referencia a las condiciones atmosféricas en un lugar particular durante periodos largos (de aproximadamente 30 años o más), pero los dos fenómenos están relacionados. A medida que el clima cambia, produce eventos cada vez más extremos y, con ello, crece también el interés por controlar el tiempo atmosférico. Además, las técnicas de geoingeniería, orientadas para tener un efecto en el clima producirán también efectos en los fenómenos meteorológicos. Si, por ejemplo, el blanqueamiento de las nubes marinas (una técnica grs que busca potenciar la capacidad de las nubes para reflejar la luz), se desplegara simultáneamente con la siembra de nubes (que busca incrementar la precipitación), la probabilidad de un tiempo o clima local inestable aumentaría. Existen también preocupaciones geopolíticas. Si los gobiernos lograran cambiar el curso de tormentas potencialmente dañinas, la desviación y la reorientación de dichas tormentas hacia otros países podría considerarse un acto de guerra.
15. James Rodger Fleming narra la historia en Fixing the Sky: The Checkered History of Weather and Climate Control, Nueva York: Columbia University Press, 2010.
16. Dan Fletcher, “How Did the Chinese Create Snow?” Time, 3 de noviembre de 2009: http:// content.time.com/time/health/article/0,8599,1934090,00.html.
Tierra: tecnologías de geoingeniería dirigidas a los ecosistemas terrestres
Captura y almacenamiento de carbono (cac)
Las técnicas de cac (ccs por sus siglas en inglés) son en su mayoría aún proyectos, y aunque es un área de enorme interés tiene aplicaciones limitadas. Los escenarios de captura y almacenamiento de carbono plantean que el CO2 se extraería continuamente de las chimeneas industriales (o de los tubos de escape de los automotores) por medio de “depuradores” (que emplearían sustancias químicas absorbentes), para después transportarlo líquido en ductos a un sitio en el que sería inyectado en los acuíferos salinos, en los fondos geológicos de petróleo o gas o incluso bajo el lecho oceánico para permanecer ahí, en teoría, almacenado durante largos periodos.
Las técnicas de cac se desarrollaron originalmente como técnicas para la Recuperación Mejorada de Petróleo (eor, por las siglas en inglés de Enhanced Oil Recovery) y no como respuesta al cambio climático. El bombear CO2 a presión en los yacimientos de petróleo para ampliar su producción accediendo a las reservas más profundas, es una práctica que se realiza hace más de 40 años, particularmente en Estados Unidos donde se utiliza para aumentar la producción nacional de petróleo. Un informe reciente de la International Energy Agency Unit de Estados Unidos para la captura y almacenamiento de carbono describe la Recuperación Mejorada de Petróleo como un medio para co-explotar dos actividades de negocios: la recuperación de petróleo y el almacenamiento lucrativo de CO2. Sin embargo, dicho informe advierte de la necesidad de que los gobiernos creen “una estructura política que comprenda instrumentos económicos múltiples y complementarios”, incluyendo incentivos fiscales para que la cac se vuelva económicamente viable. El proceso de la captura y almacenamiento de carbono no sólo es costoso sino que representa también un reto tecnológico (especialmente en lo que respecta a las fases de “captura” y compresión del gas, que constituyen hasta el 90% del costo total de la cac). La relación simbiótica entre la cac y la eor anula su potencial (incluyendo su potencial teórico), como para considerarlas una respuesta seria al cambio climático. Todo el carbono capturado de la única planta generadora de energía (por medio de carbón), equipada con tecnología cac en Estados Unidos –en Petra Nova, en Texas– se transporta 132 kilómetros a través de un ducto hasta un campo petrolero donde se inyecta para servir a la recuperación mejorada de petróleo. Además, es también incierto si los gases de efecto invernadero inyectados permanecerán almacenados con seguridad y por cuánto tiempo. Las fugas y los derrames son considerados los mayores riesgos de esta tecnología.
Captura, uso y almacenamiento de carbono (cuac)
cuac (ccus por sus siglas en inglés) es un intento por hacer más rentable la cac y, posiblemente, desligarla de la recuperación mejorada de petróleo (eor). La cuac implica la mercantilización del CO2 capturado, que podría emplearse como materia prima en la manufactura y así “almacenarse” efectivamente en los bienes fabricados. Los escenarios son teóricos en gran medida. Una de las ideas que se barajan es alimentar algas marinas con el CO2 capturado con el fin de producir biocombustibles (que al consumirse liberarían nuevamente los gases a la atmósfera). Otra propuesta consiste en provocar que el gas capturado reaccione con minerales que calcifican para producir concreto y emplearlo en la industria de la construcción. El balance energético neto de estas ideas es cuestionable si se consideran a plenitud los costos de producción y el ciclo de vida de los bienes manufacturados o biocombustibles. A fin de cuentas, la ecuación podría resultar en un aumento en las emisiones de gei.
Bioenergía con Captura y Almacenamiento de Carbono
(becac o beccs)
becac (más conocida como beccs por sus siglas en inglés) se refiere a la captura y almacenamiento del carbono emitido por el uso de la bioenergía. A menudo se hace referencia a becac como una tecnología “negativa en carbono”, porque se basa en combustibles de origen vegetal considerados “neutrales en carbono” (las plantas “capturan” y “almacenan” carbono mientras crecen y son después utilizadas para producir combustible cuyas emisiones son, a su vez, capturadas y almacenadas). Científicos del clima enfatizan las expectativas irreales de beccs, propuesta que se ha vuelto el sueño de emisiones negativas de todo político. Por ejemplo, “casi todos los escenarios con posibilidades de no rebasar el aumento de temperatura más allá de 2°C considerados por el ipcc presuponen un despliegue a gran escala de tecnologías de emisiones negativas que sean técnicamente posibles y económicamente redituables”. Otros científicos apuntan que los cultivos bio-energéticos implican cambios de uso de suelo que desplazaran cultivos alimentarios, pasturas, bosques y/o pueblos, y la becac sólo podría mantener su promesa de limitar el incremento de la temperatura por debajo de los 2°C si se usaran para ello de 500 millones hasta 6 mil millones de hectáreas de tierra (véase Estudio de caso i en el capítulo 3).
Forestación / Plantaciones
Los bosques proporcionan una variedad de beneficios (por ejemplo, alimentos, refugio y en general medios de subsistencia), pero también pueden actuar como sumideros de carbono in situ. Sin embargo, la llamada “afforestation” en inglés, o forestación referida a monocultivos de árboles describe el cultivo de árboles en tierras que, históricamente, no eran boscosas. Dado su potencial para la captura de carbono, hay quienes consideran la forestación/plantaciones de árboles como una técnica de geoingeniería para la remoción de CO2. Las plantaciones de árboles son promovidas por gobiernos y sector privado como una medida de mitigación muy segura y de bajo costo para la captura de carbono, pero los “bosques plantados”, como los ha llamado la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (fao), no proporcionan los mismos beneficios que los bosques naturales. Los grandes monocultivos de especies de crecimiento rápido de hojas siempre verdes y, a menudo, no nativas, de árboles como la palma, el pino o el eucalipto implican un consumo intensivo de agua y generalmente resultan en “desiertos verdes” y suelos degradados. Las especies invasoras de árboles pueden propagarse hacia áreas circundantes, en las que tal vez las especies nativas no podrían competir con ellas. Los efectos del cambio climático como las infestaciones de plagas, las sequías y tormentas pueden afectar la capacidad de captura de carbono tanto de los bosques naturales como de las plantaciones. En años recientes, países con extensas plantaciones de monocultivos de árboles como Chile, Portugal y Sudáfrica han sido golpeados por incendios devastadores. Los promotores de las plantaciones argumentan que se podría aprovechas las tierras “marginales” para plantaciones, pero no consideran que las comunidades campesinas frecuentemente aprovechan esas llamadas tierras “marginales” para producir alimentos o para pastoreo. Incluso el argumento de que podrían proveer empleo local es equivocado, ya las plantaciones han significado condiciones de trabajo muy precarias y exposición al uso intenso de plaguicidas y fertilizantes sintéticos. De hecho, la expansión de plantaciones se asocia con el incremento en la pobreza y el desplazamiento, la restricción al acceso a la tierra y violencia contra comunidades campesinas y pueblos indígenas.
Captura directa de aire (dac)
La Captura Directa de Aire (dac, por sus siglas en inglés) constituye, en su mayor parte, una propuesta teórica, en la cual el CO2 y otros gases de efecto invernadero se extraen directamente de la atmósfera. En algunas de sus versiones, grandes “ventiladores” hacen pasar el aire contaminado del ambiente a través de un filtro que emplea sustancias adsorbentes para convertir los gases en un flujo que podría almacenarse (como en la captura y almacenamiento de carbono). La industria de los combustibles tiene gran interés en la captura directa de aire porque el CO2 obtenido puede usarse para la recuperación mejorada de petróleo, especialmente donde no existe suficiente CO2 comercial. No obstante, ahora mismo la captura directa de aire no es comercialmente viable porque la tecnología remueve el CO2 en muy bajos niveles y el proceso necesita mucha energía, aunque algunos dicen que podría realizarse con energía nuclear. Existe una instalación demostrativa cerca de Zurich, Suiza, propiedad de la empresa Climeworks, que pretende vender el CO2 capturado a clientes en los sectores de producción de alimentos, bebidas y energía.
Meteorización aumentada terrestre
Esta técnica propone utilizar fino polvo mineral de rocas, como el silicato de ferromanganeso (olivino), que absorbe CO2 de manera natural, para controlar los niveles del CO2 atmosférico. El olivino pulverizado se vertería en las playas, donde la acción de las olas lo dispersaría (en teoría) y ocasionaría la absorción de CO2. Aún se desconoce en qué medida los seres vivos absorberían esta sustancia, como ocurre con cualquier sustancia vertida a gran escala en ambientes marinos, terrestres y fluviales. Las operaciones mineras de gran escala para extraer el olivino exacerbarían los efectos ya desastrosos de esta actividad sobre los ecosistemas y las poblaciones locales del mundo. También se desconocen los efectos químicos de la adición de este mineral a otros ecosistemas.
Biochar o biocarbón
El biochar describe un método para convertir biomasa en carbón para después mezclarla en los suelos y que estos almacenen el carbón quemado. Los promotores del biochar señalan como antecedente la larga y ambientalmente amigable historia de los suelos negros (Terra Preta) de la Amazonía, donde los pueblos indígenas entierran carbón y otra materia orgánica para elevar la fertilidad de los suelos. Sin embargo, la afirmación de que el biochar eleva la productividad agrícola al usarse en los cultivos actuales no se ha demostrado de manera consistente.
Algunas de las propuestas para la implementación de biochar buscan usar como fuente de biomasa los residuos municipales. Para poder tener un impacto, el biochar industrial requeriría de extensas plantaciones para convertir en biomasa. De hecho, durante el primer experimento de campo con biochar que fue sometido a revisión académica arbitrada, los investigadores se sorprendieron al descubrir que los suelos tratados con biochar capturaban menos carbono que otros: al añadir más carbón se estimuló a los microbios del suelo a liberar más CO2.
Fotosíntesis aumentada
Estos proyectos incluyen el trabajo dirigido a modificar genéticamente plantas de arroz para que desplieguen propiedades que conduzcan a una fotosíntesis “más eficiente” como la de las plantas de maíz y caña de azúcar. El arroz es categorizado como una planta “C3” a partir del modo en que convierte CO2 en carbohidratos; pero si el arroz puede ser transformado en una planta “C4” se espera que pueda fijar el carbón más rápidamente, resultando en un uso más eficiente de agua y nitrógeno y en una mayor adaptación a climas más cálidos y secos. En 2008, el Proyecto Arroz C4, asociado después con el proyecto 3to4 —de socios europeos—, arrancó con un financiamiento de 11 millones de dólares provenientes de la Fundación Bill & Melinda Gates. Los críticos de este proyecto cuestionan la pertinencia de usar arroz en un tiempo de estrés hídrico y señalan que existe un alto riesgo de fracaso. No se espera que se presente un cultivo de arroz C4 funcional en al menos una década.
Cultivos de alto albedo
Algunos investigadores proponen modificar genéticamente cultivos en extensas zonas agrícolas para que las plantas produzcan hojas que reflejen más luz solar. La capacidad de una superficie para reflejar la luz se conoce como albedo. Se sabe muy poco sobre cómo afectará un mayor albedo el contenido nutricional de las plantas, su capacidad fotosintética o el suelo en el que crecen. Las plantas genéticamente modificadas podrían transmitir su característica “reflejante” a otros cultivos, con consecuencias desconocidas.
Blanqueamiento: Modificación del albedo superficial
Cobertura de desiertos: Hace más de una década, el empresario Alvia Gaskill diseñó una estrategia para cubrir una porción significativa de los desiertos del mundo con una película de polietileno blanco para reflejar la luz solar y disminuir las temperaturas superficiales. Los desiertos contienen plantas, animales y pueblos que viven en ellos y resulta difícil imaginar cómo podría continuar la vida en un ecosistema cubierto de plástico. Temperaturas más bajas en el desierto podrían ocasionar también cambios inesperados. Como muchos geoingenieros, Gaskill sugiere que si hay demasiados retos políticos, ecológicos o climáticos (el plástico tendría que mantenerse en su lugar por varios cientos de años, por ejemplo), los proyectos podrían ser locales. Sin embargo, la aplicación local de estas técnicas tendría un efecto climático mínimo, que no justifica ni su costo ni la alteración de los ecosistemas locales.
Cobertura del hielo: De forma similar a la cobertura de desiertos, en este caso se propone aplicar un recubrimiento —posiblemente una película hecha con material nanotecnológico o muy pequeñas cuentas de vidrio— sobre el hielo ártico como un “parche reflejante” que aislaría a los glaciares y las superficies nevadas que ahora se derriten rápidamente. Leslie Field, una ingeniera de la Universidad de California en Berkley, con un currículum que incluye trabajo para Chevron y Hewlett Packard, está desarrollando un proyecto experimental de cobertura en Canadá y California, con bolsas plásticas de basura y otros materiales, y estableció un sitio de financiamiento colectivo para expandir su proyecto. Los posibles efectos negativos, entre los que se incluyen impactos en el clima local, la temperatura del agua y la biodiversidad así como los impactos ambientales ocasionados por los materiales de cobertura mismos, al parecer no se están considerando.
Cubiertas blancas: Estas propuestas incluyen el pintado de techos, pavimentos y las cimas de montañas. En 2010, el Banco Mundial otorgó un pequeño financiamiento, que en su momento se volvió muy famoso, al ganador del certamen “100 ideas para salvar al planeta” para que éste pudiera pintar de blanco la cima de una montaña peruana. En círculos académicos, Hashem Akbari, un ingeniero civil de la Universidad de Concordia en Montreal, Canadá, promovió en 2014 la idea de que el gobierno otorgue financiamiento para cubrir los techos y el asfalto con pintura blanca. Si bien pintar los techos de blanco podría generar algún efecto refrescante a escala local, pintar las cumbres montañosas dañaría sus frágiles ecosistemas, su flora y fauna y es poco probable que se le dé luz verde.
Desmonte de bosques boreales: Es otra idea adaptada también de modelos de ingeniería que consiste en talar los árboles de los bosques boreales que aún existen, (sobre todo en Rusia y Canadá) para aumentar súbitamente su capacidad de rebotar la luz. Estudios realizados por la Escuela de Silvicultura de Yale, con financiamiento parcial del Departamento de Energía de Estados Unidos, indican que habría efectos locales de enfriamiento pero que éstos “desiertos blancos” podrían destruir la productividad de los ecosistemas sub-árticos y afectarían al caribú, las aves migratorias y otra fauna así como a las plantas y pueblos que dependen de ellos. Los promotores de esta propuesta admiten que tiene muchas complejidades, pero que habría una bonanza única (aunque final) para las empresas madereras.
Océanos: Técnicas de geoingeniería para intervenir ecosistemas marinos
Fertilización oceánica
En teoría, el dióxido de carbono puede capturarse en el océano, que ya es el mayor sumidero de carbono del planeta. La fertilización oceánica es el vertimiento en el mar de limadura de hierro u otros “nutrientes” (como urea) para estimular el crecimiento de fitoplancton en áreas de baja producción fotosintética. Se supone que el nuevo fitoplancton absorberá y atraerá hacia el fondo del mar el CO2 atmosférico y lo almacenará y sumirá al lecho marino al morir. Sin embargo, diversos estudios científicos han mostrado que mucho de ese carbono capturado será liberado nuevamente a través de la cadena alimentaria. Adicionalmente, demasiado fitoplancton puede alterar la red alimentaria marina y crear brotes de algas tóxicas, además producir anoxia en capas intermedias del mar y que la presencia de hierro o urea puede causar desequilibrios minerales y de nutrientes en un ambiente marino ya estresado y acidificado (véanse Estudios de caso iii y iv en el capítulo 3).
Meteorización aumentada (marina)
Esta técnica, similar al tratamiento de tierras agrícolas ácidas con cal, propone la adición de carbonatos químicos al océano para, en teoría, incrementar su alcalinidad y así, elevar la absorción de carbono. La tasa a la que estos minerales se disolverían, así como el costo involucrado en la acumulación y la dispersión de un volumen suficiente de dichas sustancias para tener un impacto real, es una de las principales preocupaciones prácticas sobre su viabilidad, pero también lo son sus posibles efectos en los complejos ecosistemas oceánicos. El aumento de la demanda de minerales (que implicará más minería), tendría impactos devastadores en la tierra y la biodiversidad que, a su vez, repercutirían en el clima.
Surgencia oceánica artificial
Esta propuesta busca desarrollar una técnica para bombear artificialmente las aguas más frías y ricas en nutrientes desde las profundidades de los océanos hacia la superficie, con el fin de —en teoría— estimular la actividad del fitoplancton y después precipitar el CO2 hacia el fondo del mar, de manera similar a las propuestas de fertilización oceánica ya mencionadas. Este planteamiento tiene los mismos problemas, entre los que se incluyen la alteración de la cadena alimenticia y una dudosa eficacia de largo plazo. Como ocurre con la fertilización oceánica, la surgencia artificial se basa en una falsa equivalencia entre el movimiento natural de las corrientes marinas y los bombeos artificiales de agua desde el fondo, e irónicamente, este método podría provocar que el CO2 ya secuestrado, en la forma de criaturas marinas vivas o muertas, llegue nuevamente a la superficie y se libere a la atmósfera. Asimismo, los cambios en la temperatura del agua también pueden afectar el clima negativamente.
Secuestro oceánico permanente de los residuos de los cultivos
Esta técnica está basada en una idea muy simple que consiste en verter troncos de árboles o cualquier otra biomasa (por ejemplo, los residuos de las cosechas) al mar, con la esperanza de que se hundirán y permanecerán en el fondo, secuestrando así su contenido de carbono en la profundidad del océano. Sin embargo, es probable que la biomasa sea descompuesta por la red alimentaria marina y el carbono se libere de nuevo; también preocupan los efectos desconocidos que estos vertimientos provocarían en los ecosistemas marinos y los impactos que tendrían la obtención y el transporte de grandes cantidades de biomasa.
Micro-burbujas y espumas marinas
Otro físico dedicado a la geoingeniería, Russell Seitz, de la Universidad de Harvard, ha llamado la atención por sus propuestas de albedo de “aguas brillantes”. Seitz cree que se puede enfriar el planeta con burbujas: el bombeo de micro-burbujas en los océanos incrementaría, en teoría, el albedo de la superficie del océano engrosando las espumas naturales del mar. Otras sugerencias incluyen el uso de agentes químicos espumantes que se mantendrían a flote por medio de látex u otro material y que serían esparcidas a lo largo de la superficie de los océanos y otros grandes cuerpos de agua. Los críticos señalan que el despliegue de esta propuesta en la escala requerida para tener un impacto climático podría incrementar la acidificación del océano y alterar las condiciones básicas para la vida en los mares y en los cuerpos de agua dulce, que son dependientes del acceso a la luz y que van desde el fitoplancton hasta los delfines. Con esta propuesta también se reduciría el oxígeno en las capas superiores del océano, donde viven la mayoría de los peces y otras especies. De cualquier modo, Seitz está avanzando en la formación de su empresa de micro-burbujas y la discusión alrededor de esta propuesta técnica se ha centrado más en sus aspectos mecánicos (por ejemplo, en cómo lograr la mayor durabilidad de las burbujas, o bien si es pertinente o no añadir látex o poliestireno, e incluso cómo se generarían las micro-burbujas), sin analizar sus implicaciones biológicas o ecosistémicas.

Diseño de los flujos globales de calor a escala de geoingeniería A medida que cambian las corrientes oceánicas como la de Humboldt y la del Golfo —se vuelven más frías debido al derretimiento de los glaciares o más cálidas con el calentamiento global—, los ingenieros en particular han mostrado un mayor interés en la alteración intencional de las corrientes oceánicas, el cambio en el curso de los ríos o el re-direccionamiento de los glaciares para disminuir la temperatura de la Tierra por medios mecánicos. Con métodos de transferencia de calor, el bombeo de grandes volúmenes de agua del mar o la reversión de las corrientes de los ríos por medio de presas, estos proyectos constituyen una verdadera “re-creación de la Tierra”, de una manera mucho más radical e irrevocable de lo que los seres humanos habían intentado antes.
Se han presentando ya numerosas estrategias.
Dos ingenieros mecánicos de la Universidad de Alberta, en Canadá, después de revisar varias propuestas para el hundimiento de aguas superficiales, proponen la “formación de una capa de hielo más espesa mediante el bombeo de agua de mar sobre la superficie de la capa de hielo, la cual sería la menos costosa de las técnicas identificadas para intensificar las corrientes oceánicas descendentes”.
Los ingenieros, se interesaron por los motores requeridos, el combustible para esos motores, el contenido de carbono y de hielo, así como en diferentes métodos mecánicos, mientras que los efectos sobre el clima, los ecosistemas, la supervivencia de especies, pesquerías e impactos en las masas terrestres no se exploraron de manera significativa. Incluso los investigadores admiten que “es altamente improbable que la modificación de las corrientes oceánicas descendentes se convierta en un método eficiente para secuestrar carbono en el océano profundo, pero podría tener una aplicación futura en la modificación climática”.
Aire: Técnicas de geoingeniería para intervenir la atmósfera
Inyección estratosférica de aerosoles
La principal tecnología de gestión de radiación solar (grs) es la inyección estratosférica de aerosoles y se refiere a la liberación de partículas inorgánicas como el dióxido de azufre en la capa superior de la atmósfera (por medio de cañones, mangueras o aeronaves) para que actúen como una barrera que refleje una parte de la luz solar que llega a la Tierra. La inyección de sulfatos es la técnica que concentra la mayor atención, pero sus incertidumbres son muchas, entre ellas la destrucción de la capa de ozono y cambios significativos en los patrones de lluvia y viento en algunas regiones (véanse los Estudios de caso vi y vii, en el capítulo 3).
Blanqueamiento de las nubes marinas o incremento de la cobertura nubosa
A pesar de las incertidumbres acerca de su eficacia para cambiar el clima, las tecnologías para la siembra de nubes existen desde hace décadas en Estados Unidos y China, entre otros países, con el fin de aumentar la precipitación pluvial rociando químicos como yoduro de plata en las nubes. La manipulación de la cobertura nubosa y la precipitación pluvial para incrementar el reflejo de la luz solar de vuelta al espacio es una nueva técnica de gestión de la radiación solar. Quienes la proponen, buscan incrementar los núcleos de condensación de las nubes (las minúsculas partículas alrededor de las cuales se forman las nubes) con el fin de crear nubes más blancas, disparándoles partículas de sal de agua marina o bacterias. Una propuesta de ingeniería de alto vuelo para incrementar la cobertura nubosa implica rociar agua salada marina desde tierra o mediante miles de barcos robóticos hacia las nubes marinas. Sin embargo, el blanqueamiento de las nubes, como todas las técnicas de gestión de la radiación solar, tendrá impactos sobre los

El blanqueamiento de nubes se refiere a rociar hacia el cielo agua de mar para crear “nubes más blancas” que reflejen la luz del sol de vuelta al espacio.
patrones climáticos (por ejemplo, nubes más espesas pueden no liberar la lluvia de manera predecible), así como sobre la vida y los ecosistemas marinas y costeros. ¿A quién correspondería la decisión sobre dónde poner estas nubes posiblemente causantes de sequías o inundaciones? (véase el Estudio de caso viii, en el capítulo 3).
Adelgazamiento de nubes cirrus
Esta tecnología no está dirigida al ensanchamiento o adición de cobertura nubosa para incrementar el reflejo de la luz solar como con el blanqueamiento de nubes, sino al adelgazamiento de las etéreas y alargadas nubes cirrus que se encuentran en las mayores altitudes de la atmósfera. El dispersarlas –según investigadores como Ulrike Lohmann y Blaž Gasparini de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (eth Zúrich)– permitiría que más calor escapara al espacio y, por tanto, enfriaría el planeta. Los investigadores admiten que las partículas de hielo que forman las nubes y que serían sembradas en las nubes altas podría producir el efecto contrario (es decir, podría engrosarlas, de modo que se atraparía más calor en la atmósfera). Otra investigación publicada en el Journal of Geophysical Research, enfatiza los riesgos de efectos secundarios impredecibles derivados del adelgazamiento de nubes cirrus.

La siembra de nubes es una forma de la modificación climática mediante la inyección de pequeñas partículas en el cielo para aumentar la precipitación pluvial.
Modificación y supresión de tormentas
Los esfuerzos por modificar los eventos climáticos extremos incluyen intentos para redirigir o suprimir tormentas como huracanes y tifones. Las técnicas incluyen la alteración de la superficie y temperatura del océano con películas hechas a base de nanomateriales, que retardarían la convección (una de las formas de transferencia del calor) o tratarían de cambiar la composición de las nubes. La modificación de las tormentas busca redirigir o disminuir la intensidad de éstas. Esto despierta preocupaciones de carácter geopolítico, entre las que se incluyen la potencial violación del Tratado enmod (Convención sobre la prohibición de utilizar técnicas de modificación ambiental con fines militares u otros fines hostiles), así como la dificultad para medir con precisión los resultados de la intervención en las tormentas, por lo que la investigación en este campo se ha mantenido bajo sigilo. Se trata de un área controvertida de investigación pero con enorme potencial para generar ganancias. La empresa Intelectual Ventures que menciona a Bill Gates como uno de sus inversionistas ya solicitó patentes sobre técnicas de modificación de tormentas.
Sombrillas espaciales
Esta propuesta, en proceso de investigación en la nasa y el Instituto Tecnológico de Massachusetts, se refiere a la dispersión de “billones” de pequeñas naves espaciales de navegación libre, lanzadas a millones de kilómetros sobre el planeta para crear una nube cilíndrica. Una nube de 96 mil kilómetros de longitud de pequeños objetos podría, en teoría, desviar 10% de la dosis actual de luz solar que recibe nuestro planeta. El diseño, la fabricación, el lanzamiento, la operación y la supervisión de tales vehículos espaciales es una tarea intimidante, por decir lo menos. Las sombrillas solares podrían, literalmente, atenuar la luz solar. Aunque es difícil tomar la propuesta con seriedad, el astrónomo, inventor y ganador del premio Nobel de física, Roger Angel, sugiere una propuesta similar empleando espejos espaciales también (ver más adelante). Angel es mejor conocido por haber revolucionado los espejos telescópicos y también trabaja en el mejoramiento de los métodos para la recolección de energía solar por medio de telescopios espaciales.
Espejos espaciales
Si se lograran colocar en el lugar adecuado entre la Tierra y el sol, espejos espaciales podrían bloquear entre 1 y 2% de la luz solar del planeta, enfriándolo significativamente. La idea fue primero propuesta por Lowell Wood, del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, a inicios del presente siglo y ha sido la inspiración de numerosos diseñadores gráficos desde entonces. Sin embargo, incluso los modelos computacionales simplificados de un mundo cubierto con espejos espaciales, sugieren resultados mixtos. Un planeta más frío de por esta vía, de todos modos padecería el derretimiento de los polos y por tanto el aumento de nivel del mar, y podría haber un incremento de las sequías en alrededor de la mitad del planeta. No existen cálculos ni estimaciones acerca de los efectos que tendría un planeta con menos radiación solar sobre la biodiversidad y la salud humana y animal. Estas estrategias son extremadamente costosas y hasta ahora tecnológicamente imposibles; sin embargo, atraen el entusiasta interés de los medios.

geoingeniería: las tecnologías • 63
capítulo iii
Estudios de caso 
Estudio de caso i: Bioenergía con captura y almacenamiento de carbono
De entre la oferta actual de las opciones para la remoción de CO2, la Bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (becac o beccs en inglés) ha ocupado el lugar central como respuesta de supuesta “mitigación climática” y como tecnología “de emisiones negativas”.1 becac es el sueño de los elaboradores de políticas sobre clima. Prác-
ticamente todos los escenarios que muestran alguna probabilidad de no exceder los 2°C de elevación de la temperatura considerados por el ipcc en su más reciente Informe Global de Evaluación (ar5), asumen que a mediados del siglo una tecnología de emisiones negativas como becac será viable técnica y económicamente y podrá ser escalada con éxito (véase abajo).2

1. The Royal Society, Geoengineering the climate: science, governance and uncertainty. Londres: The Royal Society, 2009. También, Agencia Internacional de Energía, Combining bioenergy with CCS: reporting and accounting for negative emissions under UNFCCC and the Kyoto Protocol, 2011. Disponible en: https://www.iea.org/publications/freepublications/ publication/bioenergy_ccs.pdf.
2 Kevin Anderson y Glen Peters, “The trouble with negative emissions”. Science, v. 354, n. 630, 14 de octubre de 2016, pp. 182-183. Disponible en: http://smartstones.nl/wp-content/uploads/2016/12/Kevin-Anderson-2016.10.13-the-Trouble-with-Negative-Emissions-Science-2016.pdf. En relación con la técnica BECAC y las emisiones negativas, véase Agencia Internacional de Energía, Combining bioenergy with CCS…, op. cit.

Desafortunadamente becac es actualmente sólo una aspiración. Es poco probable que llegue a ser técnica o económicamente factible y, debido a supuestos deficientes sobre los impactos de los procesos bioenergéticos en los niveles de carbono, podría ocurrir que becac nunca redujera de manera efectiva los gases de efecto invernadero de la atmósfera. De hecho, el escalamiento masivo de esta tecnología empeoraría en vez de mitigar el caos climático. becac requiere, en primer lugar, la producción de bioenergía —ya sea de una refinería de etanol de maíz o de la quema de madera (o una mezcla de carbón y madera)— para generar electricidad y calor. Las emisiones de la producción de esta energía se capturan y comprimen hasta formar un líquido que se inyecta en trampas geológicas bajo la tierra, o bien, en pozos de petróleo ya agotados. Inyectar fondos geológicos o pozos de petróleo con CO2 presurizado es una actividad que se realiza desde la década de 1970 para incrementar la extracción de petróleo. Un informe reciente de la Agencia Internacional de Energía describe la “Recuperación Mejorada de Petróleo Avanzada” como un medio para co-explotar dos actividades de negocio”: la recuperación de petróleo y el almacenamiento lucrativo de CO2.

Es poco probable que becac llegue a ser técnica o económicamente factible y podría ocurrir que nunca redujera de manera efectiva los gases de efecto invernadero de la atmósfera. De hecho, el escalamiento masivo de esta tecnología empeoraría, en vez de mitigar, el caos climático.
El lugar de privilegio que goza la tecnología becac en el ipcc se basa en dos creencias erróneas: 1) que la bioenergía es, en sí misma, “neutral en carbono” porque el CO2 liberado de la bioenergía será equivalente a el CO2 absorbido por el crecimiento de nueva biomasa vegetal y que por lo tanto se compensa. 2) que si las emisiones de CO2 provenientes del uso de la bioenergía se capturan y almacenan bajo tierra, el CO2 absorbido por el crecimiento de la nueva biomasa vegetal no solamente compensará las emisiones provenientes de la bioenergía sino que representará una captura adicional de carbono. De este modo la bioenergía (ya considerada “neutral en carbono”) más el almacenamiento de carbono resultará en una tecnología negativa en carbono.
La afirmación de que la bioenergía es neutral en carbono se ha debatido por más de una década. Gran parte de la literatura académica arbitrada indica que tal vez la mayoría de los procesos bioenergéticos resultan en emisiones aún mayores de CO2 que las que generaría la quema de combustibles fósiles que se supone reemplazará. Esto se debe a que las emisiones derivadas del cambio en el uso del suelo hacia la producción de cultivos energéticos puede desplazar la producción de alimentos, afectar ecosistemas biodiversos o impedir otros usos del suelo. Producir biomasa para becac puede acarrear la degradación y la sobreexplotación de los bosques, el aumento de fertilizantes y agroquímicos y sus consecuentes emisiones por la alteración de los suelos, las cosechas y el transporte.
En principio, becac crearía un enormes sumideros de carbono que antes no existían (sumándose a los ya existentes como océanos, suelos y árboles). Promover los sumideros naturales ya existentes, de probada eficacia a lo largo de la historia de la Tierra, tendría sentido. Por el contrario, becac crea gigantescas nuevas demandas de biomasa que sólo intensificarán la degradación de los sumideros naturales de carbono.
Los promotores de becac confían en que el almacenamiento geológico del CO2 en pozos agotados de petróleo y gas o en acuíferos salinos profundos será eficaz y confiable. Sin embargo, existe poca experiencia en el mundo real sobre la cual fundamentar dicha fe. La captura y el almacenamiento de carbono proveniente de la bioenergía sería técnicamente similar a las prácticas de captura y almacenamiento de carbono que ya realizan unas cuantas plantas de energía a base de combustibles fósiles, por ejemplo:
Cenovus Energy comenzó a inyectar CO2 proveniente de una planta de conversión de carbón a gas licuado dentro del campo petrolero Weyburn en Saskatchewan, Canadá. Los residentes de la zona comenzaron a preocuparse después de la inexplicable muerte de varios animales de granja y porque observaron un burbujeo y una película grasosa en sus estanques de agua. Años después, varios estudios que lo mismo probaban que refutaban la fuga dejaron oculta la verdad sobre Weyburn.
El proyecto Sleipner en el Mar del Norte, Noruega, operado por Exxon Mobil, Statoil y Total, ha inyectado, desde 1996, hasta un millón de toneladas de CO2 al año proveniente de una instalación procesadora de gas natural al interior de un acuífero salino debajo del lecho marino conocido como la formación Utsira. Algunas observaciones reportaron la presencia de agua aceitosa, un crujido inexplicable y daños a la formación en la que se han realizado las inyecciones, una fuga de aceite y el movimiento no anticipado del CO2 inyectado a lo largo de la for- 
mación. Estas observaciones van acompañadas de una discrepancia significativa entre el monto de CO2 inyectado y el que ha sido detectado por estudios sísmicos.
Una alianza estratégica entre BP, Statoil y Sonatrach en Argelia, conocida como el proyecto In Salah, inyectó CO2 proveniente de la producción de gas al interior de tres pozos entre 2004 y 2011. Un estudio sísmico indicó que la inyección había activado una zona de fractura profunda, y se descubrió una fuga en un pozo cercano.
Las fugas, ya sean de pequeños volúmenes durante periodos largos de tiempo, o liberaciones abruptas, potencialmente catastróficas, podrían anular cualquier “ganancia” derivada de la “captura”. Las fugas son difíciles de prevenir. En Estados Unidos más de tres millones de viejos pozos de petróleo y gas están abandonados y no están sellados, muchos de ellos penetran las formaciones rocosas más profundas que se consideran o ya están en operación para captura y almacenamiento de carbono. En suma, la falta de datos confiables respecto a la inyección de CO2 (debido, en parte, al papel de la industria de los combustibles fósiles en el ocultamiento y/o en la refutación de los datos existentes que no le son favorables) dificulta evaluar con precisión la seguridad de los almacenamientos. Asimismo parece poco probable que el almacenamiento geológico pueda considerarse confiable en algún momento. Más aún, la vigilancia de las fugas sería necesaria durante décadas si no es que durante siglos.
Sólo existe un proyecto becac en el mundo: la captura de CO2 proveniente de la fermentación del maíz en la refinería de etanol ubicada en Decatur, Illinois, en Estados Unidos, propiedad de adm. El CO2 es capturado del proceso de fermentación e inyectado dentro de la formación de arenisca Mount Simon Sandstone, cercana a la planta. Este proyecto, financiado por el Departamento de Energía de Estados Unidos, tiene el propósito de servir como “prueba de concepto”, de que es posible una “huella de carbono negativa”. Pero teniendo en cuenta que la refinería funciona con energía de combustibles fósiles y que el maíz industrial es un cultivo intensivo en energía y petróleo, afirmar el “éxito” del proyecto es, como mínimo, prematuro.
Capturar el CO2 proveniente de la fermentación es menos costoso y complejo que el que proviene de otros procesos, y muy pocas refinerías de etanol capturan y venden el CO2 a la industria petrolera para la recuperación mejorada de petróleo en reservas profundas, donde tiene gran demanda (véase apartado sobre cac en capítulo 2). Llenar pozos petroleros agotados con CO2 concentrado aumenta la presión que puede empujar el petróleo remanente hacia la superficie. En 2014, el Departamento de Energía de Estados Unidos proyectó que el potencial de esta técnica podría triplicar las actuales reservas probadas de petróleo de Estados Unidos. Por ello, existe un fuerte cabildeo, intensa promoción y demanda de la industria por mercados para el CO2 concentrado.
Dados los altos costos asociados con la cac, la venta de CO2 es esencial para hacer económicamente viables los proyectos de captura de carbono. Sin embargo, la inyección de CO2 con el fin de recuperar más combustibles fósiles no es una actividad “amigable con el ambiente” ni mucho menos “negativa en carbono”. De hecho, cuando se emplea para la recuperación mejorada de petróleo, al menos un tercio del CO2 inyectado (según estimaciones de la propia industria petrolera) es inmediatamente liberado de nuevo a la atmósfera.21 Capturar el CO2 de las plantas generadoras de energía a base de carbón es complicado. Se ha intentado pero a un costo muy alto y con poco éxito:
El proyecto de la presa Saskpower Boundary en Canadá —una planta de generación de energía a base de carbón, con captura de CO2 para la recuperación mejorada de petróleo— fue uno de los primeros. Se lo anunció como un proyecto que “rebasaba todas las expectativas”, pero poco después quedó claro que sólo podía capturar una fracción del volumen anticipado de CO2, al tiempo que requería el consumo de mucha más energía en el proceso.22 Desde que comenzó sus operaciones, la planta ha tenido numerosos problemas de mantenimiento y tecnológicos.23 Las emisiones de gei provenientes de esta planta son mucho mayores de lo que serían si no capturara CO2 para la recuperación mejorada de petróleo.
En Kemper, Mississippi, Southern Energy ganó millones en subsidios gubernamentales y apoyo para la construcción de una planta generadora de energía a base de carbón adaptada para realizar cac, que se promovió como la primera instalación de “carbón limpio” en el país.

Disponible en: http://netl.doe.gov/File%20Library/Research/Energy%20Analysis/Publications/Near-Term-Projections-CO2-EOR_april_10_2014.pdf.
21. ICO2N, Instituto Pembina, 2013. Disponible en: http://www.iCO2n.com/wp-content/ uploads/2013/06/ICO2n_EOR-Final-Report.pdf.
22. Ian Austen, “Technology to Make Clean Energy From Coal Is Stumbling in Practice”. New York Times, 30 de marzo de 2016. Disponible en: https://www.nytimes.com/2016/03/30/ business/energy-environment/technology-to-make-clean-energy-from-coal-is-stumbling-in-practice.html?mcubz=1&_r=0.
23. Las actualizaciones se publican en: “BD3 Status Update”. SaskPower. Visitado el 29 de octubre de 2017, http://www.saskpower.com/about-us/blog/bd3-status-update-may-2017/.
Cuando inició la construcción en 2006, se estimó que el proyecto costaría mil 800 millones de dólares, pero los costos se dispararon hasta 7 mil 500 millones y las instalaciones ni siquiera podían utilizarse aún. En junio de 2017, después de que las agencias reguladoras impidieron que los propietarios intentaran recuperar costos cobrándole a los consumidores, los planes para quemar carbón y después capturarlo y almacenarlo fueron abandonados y ahora la planta está siendo adaptada para quemar gas natural (sin cac). Los desarrolladores están ahora bajo investigación por fraude.
Petra Nova es otra planta de carbón con captura y almacenamiento de carbono en Texas. Para alimentar el proceso de captura del carbono después de la combustión, se construyó otra planta que funciona a base de gas. La idea es que el CO2 capturado se utilice para recuperación mejorada de petróleo, lo cual significa continuar el uso de combustibles fósiles. La planta comenzó a operar en su fase de prueba en enero de 2017.
Capturar CO2 a partir de procesos bioenergéticos como la quema de biomasa para generar energía es sumamente complicado e intensivo en consumo de energía. Por cada unidad de electricidad generada en una planta de energía a partir de biomasa se emitiría 50% más CO2 que de una planta que sólo quemara carbón. Dado que la quema de biomasa resultaría en emisiones mayores de CO2, se requeriría también un mayor consumo de energía dedicada sólo al proceso mismo de captura de carbono, que debería añadirse, además, a los problemas asociados a la obtención de cantidades masivas, continuas y crecientes de biomasa para quemar.
Debido al fracaso de las plantas de energía a base de carbón para capturar el CO2 y a las incluso mayores dificultades asociadas con la generación de bioenergía (distintas a la fermentación de etanol), es muy preocupante que el ipcc haya respaldado la técnica becac en su Quinto Informe de Evaluación (ar5), de 2014. En él, el ipcc revisó los “Modelos Integrados de Evaluación” que se usaron para modelar las trayectorias para alcanzar varias metas de estabilización climática, considerando distintos escenarios de política y de uso de tecnologías. Prácticamente todas las trayectorias para la estabilización de la temperatura en 2°C implican la emisión de más CO2 de lo que sería compatible con las metas de corto plazo y asumen que el exceso de emisiones podría, ya avanzado el siglo, removerse por alguna otra vía. En esto consiste el concepto de “sobrepaso” (overshoot en inglés). Lograr las metas de estabilización climática sin sobrepaso se consideró, –después de décadas de retardar las acciones necesarias de reducción–, algo al parecer muy drástico, costoso o no practicable.
La tecnología becac figura en el informe del ipcc como el medio principal para remover el exceso de CO2 más adelante en este siglo (junto con las plantaciones de monocultivos de árboles, aunque considera que ésta tiene menos potencial, y menos aún si contempla la tala de los árboles plantados para quemarlos para generación de bioenergía). El ipcc dice en su informe que tiene una “elevada confianza” en que la tecnología becac a gran escala será necesaria y, al mismo tiempo, reconoce que podría no ser viable, que conlleva serios riesgos e incertidumbres y que permanece sin comprobarse su eficacia. Situación muy preocupante puesto que, básicamente deja el problema del exceso de CO2 en la atmósfera a una tecnología imaginaria, como algo que las próximas generaciones deberán enfrentar y resolver por sí mismas.
El Quinto Informe del ipcc no identifica a la tecnología becac como “geoingeniería”, sino como una tecnología de mitigación. Sin embargo, independientemente del término, habla de desplegar becac a una escala suficientemente masiva como para impactar la atmósfera global. Escalar el uso de la bioenergía a tal grado tendría muy graves consecuencias para el uso de suelo. En 2013, dos científicos ambientales hicieron una observación aleccionadora de los requerimientos necesarios para capturar un modesto volumen de mil millones de toneladas de carbono anualmente: empleando becac en una instalación que emplearía pastura como combustible, se requerirían entre 218 y 990 millones de hectáreas de tierra para crecer los pastos (es decir, entre 14 y 65 veces la extensión empleada en Estados Unidos para cultivar maíz para producir etanol). Adicionalmente, se necesitarían entre 17 y 79 millones de toneladas de fertilizantes (cerca del 75% de la producción de fertilizantes nitrogenados que se emplean en el mundo actualmente), así como entre 1.6 y 7.4 billones de metros cúbicos de agua. Además, apuntan que las solas emisiones de óxido nitroso derivadas de la producción y uso de los fertilizantes serían suficientes para anular cualquier beneficio de remoción de gei proveniente de la captura y almacenamiento de carbono. Estudios más recientes calculan que los requerimientos de biomasa alcanzarían a ser de entre 25 y 80% de toda la tierra agrícola.
El cambio de uso del suelo en una escala de tal magnitud derivaría en una feroz competencia entre el cultivo de biomasa para geoingeniería y la producción de alimentos, que conduciría a la depredación de recursos hídricos, a un incremento en la demanda de fertilizantes y otras sustancias agroquímicas, la pérdida de biodiversidad y muchos otros problemas. Dadas las dificultades técnicas que implica su aplicación, es poco probable que beccs pudiera ser escalada lo suficiente como para resultar en un cambio en el uso de suelo de tales dimensiones. Pero el daño causado por la falsa confianza y la legitimación de la bioenergía a gran escala podría ser irreparable.
Estudio de caso II: ¿Arreglar el clima con algas?
Debido a su capacidad para capturar carbono en su proceso de crecimiento, las algas se han convertido en un foco de atención para la “geoingeniería del clima” y las “emisiones negativas”. El enfoque centrado en las algas que tiene mayor atención es el de la “fertilización oceánica con hierro” (foh, véanse los Estudios de caso iii y iv), aunque también se están proponiendo otros enfoques para hacer geoingeniería con algas, para remoción del dióxido de carbono y para enfoques de mitigación.
Algunos abogan por emplear macroalgas cultivadas como fuente de biomasa para bioenergía con captura y almacenamiento de carbono, para generar “emisiones negativas”. Otro enfoque plantea el cultivo de algas como mecanismo de captura y almacenamiento de carbono, o captura, uso y almacenamiento de carbono (cuac / ccus). Las microalgas requieren CO2 para crecer y proveerles de la cantidad adecuada puede ser complicado. Para ello se están haciendo esfuerzos por vincular el cultivo de las algas a instalaciones industriales y de generación de energía, de modo que las emisiones de gases alimenten directamente a las algas, las cuales, a su vez, se procesarían en biocombustibles y otros productos derivados (estos son los usos a que se refiere la clasificación cuac).
Algunos proyectos de cac con algas incluyen: el proyecto Algoland en la planta cementera de Heidelberg, en Suecia; el proyecto piloto para capturar CO2 de las plantas de generación eléctrica, entre la Universidad Estatal de Michigan y phyco2; un proyecto de la Universidad de Kentucky en conjunto con Duke Energy para capturar CO2 de plantas carboníferas con algas; y el proyecto piloto de Pond Biofuels, de Canadá, para capturar CO2 con algas en la planta cementera de St. Mary, así como otro en las instalaciones de extracción de arenas bituminosas de la empresa Horizon, en Alberta.
Un riesgo subestimado lo representa el proceso mismo de la fotosíntesis, que limita el monto de carbono que puede ser absorbido por las microalgas en una instalación de cultivo, a un volumen de cinco gramos de carbono por metro cuadrado por día. Esto se traduce en un dolor de cabeza logístico para los proyectos que buscan absorber CO2 generado por grandes instalaciones industriales que pueden llegar a emitir cientos de miles de toneladas de carbono. La captura de un volumen significativo de carbono requeriría de la apropiación de grandes extensiones de tierra accesible directamente al lado de las plantas industriales.
Algunos investigadores han desarrollado escenarios teóricos para la geoingeniería del clima basada en la llamada “forestación oceánica” a muy gran escala, es decir, sembrar grandes porciones del océano con macroalgas (como alga kelp), al modo de grandes plantaciones forestales. Las algas serían después cosechadas y empleadas para producir biometano como fuente de energía. De manera muy entusiasta, afirman que hacer esto —en una superficie equivalente al 9% del océano— podría “compensar completamente las emisiones antropogénicas de CO2 hacia 2035 y, posteriormente, restaurar el clima planetario al reducir las concentraciones de CO2 atmosférico por debajo de 350 ppm hacia 2085”. Esta propuesta es fantasiosa, por decir lo menos y tiene muy poco respaldo serio.
Otro enfoque centrado en las algas involucra el empleo del carbono obtenido mediante “Captura directa de aire” (ver capítulo 2) para abastecer el CO2 necesario para cultivar las microalgas que después serían usadas como materia prima de biocombustibles. La captura directa de aire ha demostrado ser tan prohibitivamente intensa en su consumo de energía, además de extremadamente costosa, que se considera esencial la venta y “reutilización” del carbono capturado. Las algas se consideran promisorias porque pueden emplear dosis de CO2 más diluidas y podrían ser una opción más realista que usar el CO2 capturado para la recuperación mejorada de petróleo.  

La escala de la producción de algas que se requeriría para influir en la atmósfera global es mucho mayor que todo lo que se ha intentado y logrado hasta ahora, a pesar de décadas de investigación y desarrollo.
La escala de la producción de algas que se requeriría para influir en la atmósfera global es mucho mayor que todo lo que se ha intentado y logrado hasta ahora, a pesar de décadas de investigación y desarrollo. Esto se debe a obstáculos fundamentales que podrían probar ser imposibles de superar. A pesar de la alharaca y las afirmaciones de que se puede obtener energía de algas “usando nada más que agua, luz solar y CO2”, la realidad es que las algas son difíciles de cultivar masivamente y tienen condiciones de cultivo muy costosas y muy intensas en consumo de energía. Cultivar algas exige tener acceso a grandes cantidades de nutrientes y de CO2 concentrado. Las condiciones de luz y temperatura deben controlarse cuidadosamente. Algunas especies obtienen energía de la fotosíntesis, pero otras requieren un constante suministro de azúcares (como azúcar de caña), por lo que los problemas en el uso del suelo asociados con plantaciones para bioenergía a gran escala deban considerarse también para el cultivo de algas.
Se requieren grandes cantidades de agua en circulación constante y su calidad y pH deben controlarse meticulosamente. Generalmente se emplean estanques abiertos o fotobiorreactores, que requieren, ambos, acceso a grandes extensiones de tierra, idealmente, en las orillas de las corrientes de agua. El cultivo de algas podría ser además afectado por plagas, patógenos y el clima que, como sabemos, son difíciles de controlar.
Hay intentos por modificar genéticamente algas para superar algunas de estas dificultades, pero ese proceso también conlleva serios riesgos. Debido a su pequeño tamaño y a su capacidad de volatilizarse pueden salir de su ambiente controlado y alojarse en el ambiente con efectos impredecibles, justamente algunos de los rasgos que se quiere manipular, les otorgarían una ventaja sobre otras especies en la naturaleza.
Las algas genéticamente modificadas podrían ser incomibles para los depredadores y herbívoros que, por lo general, mantienen en equilibrio la población de algas. Los “brotes” de algas llegan a ser, en algunos casos, tóxicos y son cada vez más comunes y problemáticos debido al calentamiento de las corrientes de agua por el cambio climático y al incremento en la escorrentía de nutrientes. Haría falta estricta vigilancia regulatoria y evaluaciones cuidadosas de riesgo para las microalgas genéticamente modificadas, ninguna de las cuáles existe.
Las algas son ubicuas, diversas y desempeñan un papel central como base de las cadenas alimentarias y como fuente de casi la mitad de nuestro oxígeno. Los depósitos de algas antiguas son fuente de combustibles fósiles y desempeñaron un papel importante en la precipitación de CO2 durante un periodo previo de calentamiento hace 50 millones de años. No obstante, como “remiendo tecnológico” de ingeniería climática, han probado ser muy riesgosas y poco cooperativas.
Estudio de caso III: Fertilización oceánica: LOHAFEX, Planktos-Haida-Oceaneos
Durante los últimos 30 años, se han realizado al menos 13 experimentos de fertilización oceánica con hierro. Uno de los mayores experimentos fue la expedición lohafex, realizada en 2009. Los investigadores a bordo del navío alemán RV Polarstern, copatrocinados por los gobiernos de Alemania e India, vertieron seis toneladas de sulfato de hierro a lo largo de 300 kilómetros cuadrados de mar abierto en el mar de Scotia, al este de Argentina.
El más persistente defensor de la fertilización oceánica ha sido el empresario estadounidense Russ George. Hace más de diez años, George creó una empresa llamada Planktos que, a inicios de 2007, vendía bonos de carbono en su página electrónica. Planktos afirmaba que su prueba inicial de fertilización oceánica, realizada fuera de la costa del archipiélago de Hawaii, desde el yate privado del cantante Neil Young, había logrado retirar CO2 de la atmósfera. Poco después, Planktos anunció sus planes para levar anclas desde la costa del estado de Florida para verter decenas de miles de kilogramos de partículas de hierro sobre aproximadamente 10 mil kilómetros cuadrados de aguas internacionales cerca de las islas Galápagos, locación elegida porque, entre otras razones, no se requeriría ningún permiso o supervisión de gobierno.
Pero el gobierno y organizaciones ambientalistas de Ecuador reaccionaron ante esta iniciativa que podría afectar negativamente las islas Galápagos. Otro grupo de organizaciones e individuos de la sociedad civil, hicieron una solicitud formal a la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos para que investigara las actividades de Planktos y para que regulara sus acciones, amparados en la Ley sobre Vertimientos en el Océano (US Ocean Dumping Act).
Adicionalmente, las organizaciones defensoras del interés público solicitaron a la Comisión de Valores del gobierno de Estados Unidos que investigara las engañosas afirmaciones de Planktos, dirigidas a sus potenciales inversionistas, respecto a la legalidad y los presuntos beneficios ambientales de sus actividades. La publicidad negativa obligó entonces a Planktos a anunciar que pospondría indefinidamente sus planes, debido a “una muy efectiva campaña de desinformación llevada a cabo por los enemigos de los bonos de carbono”. En abril de 2008, Planktos se declaró en bancarrota, vendió su navío y despidió a sus empleados, declarando que “había decidido abandonar cualquier futuro esfuerzo en pos de la fertilización oceánica”.
Esto terminó siendo falso. Russ George reapareció pocos años después, cuando logró persuadir a un consejo tribal de la Nación Indígena Haida, en el archipiélago Haida Gwaii, en Canadá, para que apoyaran la realización de su nuevo proyecto. Esta vez, bajo la personalidad jurídica de la Haida Salmon Restoration Corporation, promovió la idea de la recuperación de las poblaciones de salmón, con el beneficio adicional de la venta de créditos de carbono a partir de la captura de CO2 en el océano. En 2012, se difundió la noticia de que George había orquestado el vertimiento de 100 toneladas de sulfato de hierro en el océano Pacífico fuera de la costa occidental canadiense, en lo que sería el mayor vertimiento para fertilización oceánica hasta el momento. La protesta internacional se dirigió entonces hacia George, calificándolo de “geoingeniero deshonesto” y “geo-paramilitar” que le ganaron ser sujeto a investigación por parte del área jurídica de Environment Canada (la agencia ambiental canadiense), la cual, cinco años después, lamentablemente no ha concluido sus investigaciones.
Muchos de quienes estuvieron involucrados en el proyecto en Haida han reaparecido, esta vez bajo el nombre de la Fundación Oceaneos de Investigación Marina, con sede en Vancouver. Tienen puesta hoy la mira en experimentos en el mar en las afueras del litoral chileno, donde dicen estar intentado obtener los permisos correspondientes del gobierno para verter hasta diez toneladas de partículas de hierro en 2018. Se han reinventado, puesto que presentan ahora a su organización como una institución sin fines de lucro, que se dedica a la “siembra oceánica”, en vez de a la fertilización con hierro; además, se presentan como un proyecto escrupuloso con un código de conducta que recibe asesoría de un consejo científico. Sin embargo, siguen presentando a esta técnica como la cura milagrosa para salvar la vida marina, para lo cual han llenado su página electrónica de presentaciones científicas y videos promocionales en los que muestran océanos rebosantes de salmones y delfines.
Jason McNamee, quien fue Director y Jefe de Operaciones de la Haida Salmon Restoration Corporation y que fungió después como Jefe de Operaciones de Oceaneos, afirmó que el proyecto chileno no estaría dedicado a investigar su potencial para generar créditos de carbono: “Ahí se concentró la controversia (en 2012). Muchos pensaron que habíamos emprendido ese proyecto para hacernos multimillonarios”. Después de investigar el proyecto, sin embargo, resultó que el 60% de su cartera pública de propiedad intelectual se concentra en la captura de carbono y la emisión de bonos. Oceaneos ha prometido también poner a disposición pública los datos científicos disponibles (la misma promesa que hizo Russ George respecto al vertimiento en la costa de Haida Gwaii, y cuyo cumplimiento seguimos esperando). El proyecto ha sido fuertemente criticado por oceanógrafos y otros científicos adscritos a instituciones chilenas, que señalan que los experimentos de Oceaneos implican una serie de importantes riesgos para el ambiente marino en las costas de Chile.
Estudio de caso iv: Fertilización Oceánica:
El Instituto Coreano de Investigación Polar
Un programa de investigación de cinco años (2016-2020) diseñado por el Instituto Coreano de Investigación Polar (kopri), financiado por el Ministerio de Océanos y Pesca de la República de Corea, planea realizar experimentos de fertilización oceánica en el Mar del Sur (Océano Pacífico). Sin embargo, sus fines de investigación fueron puestos en cuestión por el Convenio de Londres, bajo su Protocolo, que prohíbe todo tipo de experimentos que no constituyan investigación científica legítima. Los oceanógrafos coreanos detallaron su plan en un artículo académico publicado en 2016. El proyecto (llamado kifes) inició con una revisión de los experimentos previos en fertilización oceánica y una declaración de intenciones para avanzar en el sentido de una “investigación desde la embarcación”, en 2017 y 2018. El kopri menciona a cinco universidades y a varias instituciones internacionales, incluyendo a universidades estadounidenses y canadienses, como parte de sus “redes de colaboración nacionales e internacionales”. El Ministerio de Océanos de Corea seleccionó una locación al este de la cuenca de Bransfield, no muy lejana de la península Antártica, para realizar su vertimiento.
Un componente importante en la estrategia de kifes parece ser la construcción de la credibilidad general de su proyecto, lo cual, sin duda, constituye un aprendizaje respecto a las experiencias pasadas, que fueron descarriladas por la indignación y las protestas públicas. Antes de que el proyecto fuera cuestionado por el Convenio de Londres en 2017, al parecer realizaron investigaciones de campo en el sitio. Ahora esperan la aprobación en 2018 del Convenio y el Protocolo de Londres, proceso que aseguran está en marcha para que en 2019 puedan realizar su experimento y publicar los resultados en 2020, antes de preparar la segunda etapa de su proyecto.
El Ministerio de Océanos y Pesca de Corea asegura que no le interesa la venta de los créditos de carbono que presuntamente resultarían del experimento (probablemente en reconocimiento de la controversia generada por el experimento comercial de Russ George en Canadá en 2012, (estudio de caso iii) un precedente no mencionado por el ministerio en su revisión de los experimentos previos. El ministerio asegura que solamente quiere proporcionar “una respuesta clara a la pregunta de si la fertilización oceánica con hierro tiene futuro como solución de geoingeniería”. Aún no se sabe si el experimento se realizará después de haber sido cuestionado por el Convenio de Londres.
Estudio de caso V: Surgencia (oceánica) artificial en China
China tiene una larga historia de modificación climática (de tiempo atmosférico) con siembra de nubes. Entre 2008 y 2015, China gastó mil millones de dólares en este tipo de modificación artificial del clima y tiene planes para inducir 60 mil millones de metros cúbicos de lluvia adicional cada año, hacia 2020. En las otras técnicas, China es un actor de arribo tardío de la geoingeniería, pero su interés se acelera rápidamente.
En un ensayo por publicarse, los politólogos Kingsley Edney y Jonathan Symons prefiguran cómo y cuándo China se involucrará en el desarrollo de tecnologías de geoingeniería. Otros analistas informan que en los últimos tres años el Ministerio de Ciencia y Tecnología chino invirtió tres millones de dólares en investigación en geoingeniería —sin desarrollo de tecnologías o experimentación a campo abierto— dirigida por tres instituciones, 15 académicos y 40 estudiantes. John Moore es un glaciólogo británico que funge como Jefe Científico en la Escuela de Cambio Global y Ciencias de los Sistemas Terrestres de la Universidad Normal de Beijing, que también supervisa el programa de geoingeniería de China. Moore afirma que las instituciones chinas se están concentrando en los impactos de la geoingeniería sobre las capas de hielo polares, los niveles del mar, la agricultura y la salud humana. Recientemente, uno de los investigadores del programa en la Universidad de Zhejiang, publicó un artículo proponiendo pensar en un “cóctel de geoingeniería”, en coautoría con Ken Caldeira, en el que proyectaron el impacto que tendría la combinación de dos tecnologías: el rociado de partículas dispersantes de la luz en la atmósfera superior y el adelgazamiento de nubes tipo cirrus.
A pesar de lo dicho, comienza a saberse de experimentos a campo abierto en China. En 2017, ese país solicitó una reunión del Convenio de Londres para informar que había realizado pruebas de surgencia artificial, una forma de fertilización oceánica (fo).

Una de ellas en el mar oriental de China y dos más en el lago Qiandao, bajo los auspicios de la Universidad de Zhejiang.

Uno de los investigadores del programa en la Universidad de Zhejiang publicó un artículo proponiendo pensar en un “cóctel de geoingeniería”, publicó un artículo en coautoría con Ken Caldeira, en el que proyectaron el impacto que tendría la combinación de dos tecnologías: el rociado de partículas dispersantes de la luz en la atmósfera superior y el adelgazamiento de nubes tipo cirrus.
En este tipo de fertilización oceánica, el agua fría plena de nutrientes del océano profundo se bombea hacia arriba, cerca de la superficie. En teoría esta acción cambia la distribución de los nutrientes, elevando la productividad de peces y estimulando la producción de plancton, el cual captura y secuestra dióxido de CO2 y lo sumerge hacia el lecho marino (pero no está probado que allí permanezca).
Desde 2010, los investigadores chinos han trabajado en el desarrollo de un sistema eficaz de bombeo que inyecta aire comprimido a través de largos tubos —conocido como “sistema de transporte de aire para la surgencia artificial”. Basándose en dispositivos diseñados previamente en Hawaii y Taiwán, los investigadores probaron alimentar el sistema con la energía de las olas, con el fin de que pueda operar autónomamente por largos periodos de tiempo. En un artículo presentado ante el Convenio de Londres, plantean que el modelo más exitoso que han logrado emplea una mezcla de celdas fotovoltaicas, turbinas de viento, convertidores de energía del mar y generadores diésel. Los experimentos se realizaron entre 2011 y 2014, bombeando agua desde 30 metros bajo la superficie. En opinión de los científicos, “lograron superar los obstáculos para el diseño y la fabricación de un dispositivo tecnológico robusto para la surgencia oceánica artificial”.
El estudio señala que falta enviar los resultados de los experimentos a revistas científicas internacionales y reconoce que para su despliegue a gran escala “permanecen sin resolverse las incertidumbres sobre los impactos potenciales en los ecosistemas”. El trabajo futuro se centrará en “medir los impactos ambientales en diferentes regiones costeras”. Aparte de este documento, se sabe muy poco sobre las actividades que implica el proyecto y cómo fueron evaluadas.
Estudio de caso 6: El experimento SPICE
Entre 2010 y 2013 el Reino Unido auspició el primer intento de experimento en campo abierto para progresar en la inyección de aerosoles en la estratósfera, que despertó mucha atención y debate público, por lo que fue cancelado poco antes de realizarse. El experimento se llamó Inyección Estratosférica de Partículas para la Ingeniería del Clima (spice, por sus siglas en inglés) y se llevó a cabo con el fin de poner a prueba el equipo técnico para la inyección estratosférica de partículas a gran escala.
La idea detrás del proyecto spice nació en una reunión interdisciplinaria orientada a la generación de ideas innovadoras, convocada por tres de los siete consejos científicos del Reino Unido. El proyecto involucró a modeladores climáticos, químicos e ingenieros y fue respaldado por cuatro universidades, varias agencias gubernamentales y la empresa Marshall Aerospace. La reunión no tenía como objetivo principal lograr rigor científico. De hecho, uno de los ingenieros involucrados en el proyecto admitió después: “no sabíamos nada de ciencias climáticas y menos aún sobre la complejidad de tratar temas tan cargados social, política y éticamente”.
El experimento consistiría en poner a prueba una manguera de un kilómetro de longitud, sostenida por un gigantesco globo de helio. Una bomba transportaría unas cuantas docenas de litros de agua de un extremo a otro de la manguera para esparcirla como un rocío que se evaporaría antes de caer al suelo. El experimento se realizaría en una pista aérea abandonada en Norfolk, al este de Inglaterra, en el otoño de 2011.
A pesar de que el experimento no tendría ningún efecto discernible en el ambiente, el Grupo ETC comparó este experimento a un Caballo de Troya, que peligrosamente abriría la puerta a la aplicación de técnicas de Gestión de la Radiación Solar a gran escala. De hecho, en la página electrónica del experimento spice se exhibían, en ese momento, los diagramas y esquemas de una manguera de más de 20 kilómetros de longitud rociando un aerosol reflejante mucho más potente que el agua.
Los “spice Boys”, como fueron llamados por el Grupo ETC, se presentaban ante muchos observadores como un alegre grupo de escolares divirtiéndose con juguetes de gran tamaño: “cuando estemos en aquel campo en Norfolk, todos los ingenieros brincarán de emoción porque habrán logrado algo sorprendente, la construcción de la más grande estructura existente en el planeta, y todos los científicos naturales dirán: ‘mierda, estamos a un paso de hacer algo completamente descabellado’”, dijo un científico del proyecto al científico social Jack Stilgoe, quien siguió de cerca todo el proceso del experimento spice.
Esta actitud arrogante se manifestó también en otros aspectos del proceso. Por ejemplo, las especificaciones de la tecnología que sería probada eran arbitrarias: uno de los investigadores reconoció que en el diseño del tamaño de la manguera “decidimos por uno, porque es un número entero, y por kilómetro, porque es una unidad estándar”. Sin embargo, lo que les faltó de método científico lo compensaron ampliamente con su instinto teatral. En la evaluación de Stilgoe, los promotores del experimento calculaban que “incluso si el experimento en campo abierto no revelaría nada científicamente dramático, sí captaría

la atención del público”. De cualquier modo, ninguno de ellos anticipó el álgido debate que vendría.
Poco después de la conferencia de prensa inicial, comenzó la reacción pública. Una carta abierta firmada por 50 organizaciones de todo el mundo, solicitaron al gobierno británico y a los consejos de investigación científica desechar el experimento. A ello siguió una controversia dirimida en la prensa. En una semana, los investigadores y los consejos científicos que los respaldaban tomaron la decisión de retrasarlo.
Los responsables del experimento spice declararon entonces a los medios que la prueba se había retrasado no por la indignación pública, sino por un conflicto de interés: habían descubierto que dos científicos del proyecto no dijeron que tenían solicitudes de patentes para tecnologías similares, antes de que el experimento fuera propuesto. Esto se comunicó a los consejos científicos, quienes tomaron su decisión —según el recuento de Stilgoe— “antes de recibir la carta de las organizaciones de la sociedad civil”. No obstante, parece poco plausible que la crítica pública no tuviera relevancia alguna en la decisión de suspender el experimento. En abril de 2012 el experimento se canceló permanentemente.
Al otro lado del mar, el conocido promotor de la geoingeniería David Keith, lanzó duras críticas sobre el experimento spice: “Personalmente, nunca entendí cuál era el objetivo del experimento”, dijo. “El único objetivo del experimento era encontrar un medio técnico para abaratar el transporte de materiales a la estratósfera, pero es no es uno de los problemas que tenemos. Todos los problemas en gestión de la radiación solar se refieren a su control y a los riesgos ambientales que conlleva, no a cuánto cuesta. Desde mi punto de vista fue una manera muy equivocada de iniciar un experimento”. Una preocupación adicional fue el hecho de que las reacciones negativas al experimento spice amenazarían las investigaciones y los experimentos posteriores en geoingeniería.
El equipo del experimento spice intentó seguir su investigación, esta vez, “desacelerada por la carga administrativa de afrontar el colapso del experimento propuesto”. Al final, los investigadores parecen haber entendido la enormidad y la controversia del proyecto en que se embarcaron. Uno de ellos admitió a Stilgoe que el experimento parecía “estar abriendo las puertas de algo más”. Otro miembro del equipo confesó: “Estoy totalmente de acuerdo con las preocupaciones del público. Nosotros no habíamos pensado ni mucho menos hablado de ellas”.
Estudio de caso VII: SCoPEx: Inyección estratosférica de aerosoles
El líder entre los que promueven la geoingeniería solar es el canadiense David Keith, actualmente adscrito a la Universidad de Harvard. Keith ha sido la cara más pública de esta propuesta, llegando incluso a aparecer en el conocido programa de entrevistas de Stephen Colbert, quien se burló abiertamente de las ideas de Keith: “¿Cubrir la Tierra con ácido sulfúrico?” ¿Será que hay alguna posibilidad de que nos salga el tiro por la culata?”
Además de fungir frecuentemente como vocero público, Keith es un promotor de amplio espectro: al mismo tiempo es inversionista, cabildero ante los gobiernos y administrador —junto con Ken Caldeira—, de un fondo multimillonario para la geoingeniería aportado por Bill Gates a la Universidad de Harvard. Además, comisionó a una empresa aeroespacial estadounidense para realizar un estudio que argumentara sobre la factibilidad del despliegue a gran escala de las tecnologías de geoingeniería solar.
En 2012 se divulgó la noticia de que Keith y el ingeniero James Anderson, también de Harvard, planeaban su primer experimento en geoingeniería solar. Éste involucraría la liberación de partículas en la atmósfera desde un globo que ascendería a poco más de 24 mil metros de altitud sobre Fort Sumner, Nuevo México. Declararon que su objetivo era medir los impactos en la química del ozono de la liberación de decenas o cientos de kilogramos de sulfato, y hacer pruebas para saber qué medida de las partículas es la adecuada.
El anuncio de este experimento vino poco después de que el gobierno británico hiciera público un experimento financiado con fondos del propio gobierno para probar una manguera sostenida por un globo que esparcirían agua en el cielo, llamado Inyección Estratosférica de Partículas para la Ingeniería del Clima (spice, por sus siglas en inglés, Estudio de caso vi), que fue cancelado poco después, debido a que provocó indignación internacional. Keith lamentó su suerte: “Desearía que hubieran realizado de mejor manera el proceso, porque los que se oponen a todos los experimentos considerarán la cancelación de ese experimento una victoria e intentarán detener otros experimentos también”.
Después de que los medios hicieron público el experimento propuesto por Keith, también fue suspendido y Keith decidió dedicar sus energías a construir una nueva encarnación del proyecto. A inicios de 2017, Keith lanzó el Programa de Investigación en Geoingeniería Solar (Geoengineering Research Program), de Harvard, financiado con 20 millones de dólares aportados por varios multimillonarios y fundaciones privadas.
Junto con otros ingenieros e investigadores, Keith ha propuesto una serie de experimentos de campo, algunos para probar la eficacia y los riesgos de la geoingeniería y otros más para desarrollar tecnologías para su despliegue a gran escala. El más cercano a ejecución es el llamado Experimento de perturbación estratosférica controlada (SCoPEx), que sería realizado con Frank Keutsch, profesor de ciencias atmosféricas de Harvard. El experimento tiene como objetivo comprender la microfísica de la introducción de partículas en la estratósfera para calcular mejor los impactos de este tipo de geoingeniería, entre los que se incluye la posible destrucción de la capa de ozono. Su primer plan contemplaba el esparcimiento de partículas de agua desde un globo a 20 kilómetros de altura sobre la Tierra, para crear una enorme columna de hielo que sería estudiada en vuelo desde un globo de observación. Posteriormente, buscarían replicar el experimento con piedra caliza o carbonato de calcio y sulfatos. Todo esto, antes de 2022.

Junto con otros ingenieros e investigadores, Keith ha propuesto una serie de experimentos de campo, algunos para probar la eficacia y los riesgos de la geoingeniería y otros más para desarrollar tecnologías para su despliegue a gran escala. El más cercano a ejecución es el llamado experimento de perturbación estratosférica controlada (SCoPEx).
En esta ocasión, David Keith se está protegiendo políticamente: declara que el proyecto está desarrollando un proceso de consulta independiente para obtener apoyo amplio de la sociedad civil. Todo este esfuerzo apunta a mantener vigente la agenda de largo plazo de los geoingenieros, que consiste en la construcción lenta y cuidadosa de una legitimidad pública —en los medios, en los principales cuerpos científicos y en las instituciones encargadas de la gobernanza regional y global— para los experimentos a gran escala (que en última instancia conducirán al despliegue completo ) de la geoingeniería solar.
Estudio de caso VIII: Blanqueamiento de nubes marinas, en la bahía de Monterey, California
La teoría detrás del blanqueamiento de las nubes es engañosamente simple: modificar la composición de las nubes marinas para hacerlas más blancas al rociarles agua de mar. Teóricamente, la inyección de agua salada incrementa sus “núcleos de condensación”, haciéndolos más pequeños y más reflejantes. Hasta 25% de los océanos del mundo está cubierto por delgadas nubes estratocúmulos de baja altura (menos de dos mil 400 metros). El blanqueamiento de las nubes es otra técnica de gestión de la radiación solar, y como todas las técnicas de este tipo, podría reducir la temperatura de la atmósfera y de los océanos, pero no reduciría la concentración de los gases de efecto invernadero. Sus proponentes imaginan una gran flota de navíos no tripulados que extraerían agua del mar y rociarían una niebla hacia las nubes en el cielo.
Los más prominentes defensores del blanqueamiento de nubes son John Latham del Centro Nacional de Investigación Atmosférica (ncar), de la Universidad de Colorado, Estados Unidos, y Stephen Salter, de la Universidad de Edimburgo, este último, famoso por inventar el “Pato de Salter”, un instrumento con forma de pato que flota en el océano para, teóricamente, convertir la energía de las olas en energía utilizable (este instrumento nunca se ha probado a gran escala). Otro proponente, Phil Rasch, del Laboratorio Nacional del Pacífico Noroeste, argumenta que, con base en modelos “muy artificiales” que asumen “núcleos perfectos de condensación de las nubes”, los ingenieros podrían reducir el calentamiento hasta en tres watts por metro cuadrado, siempre que sembraran las nubes que cubren entre una cuarta parte y la mitad del océano planetario.
El primer gran experimento en campo abierto debía ser supervisado por la empresaria de Silicon Valley, Kelly Wanser, quien administraba entonces el proyecto Silver Lining en San Francisco. David Keith y Ken Caldeira canalizaron un financiamiento del fondo ficer de Bill Gates para el líder del proyecto, Armand Neukerman, el inventor de las primeras impresoras de inyección de tinta, quien trabajó en los Laboratorios Xerox y Hewlett Packard. El objetivo de Neukerman es desarrollar el atomizador para los navíos que se encargarían de disparar las minúsculas partículas de agua salada hacia las nubes, a un ritmo de billones por segundo. El atomizador tendría que emitir partículas suficientemente pequeñas (entre 0.2 y 0.3 micrómetros) para elevarlas y dejarlas suspendidas en el aire. En 2010, Wanser anunció un experimento de gran escala que emplearía 10 naves que recorrerían una superficie de diez mil kilómetros cuadrados de océano a lo largo de tres o cuatro años.
Sin embargo, después de que los medios informaron del experimento, incluyendo el involucramiento de Bill Gates en el financiamiento del trabajo de Neukerman, todo rastro del proyecto y sus colaboradores científicos desapareció de la página electrónica del proyecto Silver
Lining.
Unos años después, el proyecto resurgió bajo el nombre de “Proyecto de blanqueamiento de nubes marinas” (Marine Cloud Brightening Project), aún con Kelly Wanser como directora ejecutiva. Como estrategia mediática, se han concentrado en la evocación de un conjunto de imágenes de inofensivos ingenieros retirados jugando en sus laboratorios, en vez de irse al campo de golf, haciendo referencia a sí mismos como “el resquicio de esperanza” (significado de la expresión Silver Lining). Thomas Ackerman, un científico de la Universidad de Washington y uno de los formuladores de la teoría del invierno nuclear, se unió al proyecto como investigador principal.
Bajo el auspicio de la Universidad de Washington, su primer experimento en tierra firme está programado para realizarse en Moss Landing, en la bahía de Monterey, California. Ahí se instalarían atomizadores en la costa y rociarían las nubes a su paso, observando si éstas fueron blanqueadas, mientras una serie de sensores en tierra estimarían si ello condujo a la disminución de la radiación solar entrante. Los investigadores del proyecto ya realizaron pruebas en un túnel de viento de un prototipo de atomizador en el área de la bahía de San Francisco, en 2015. También han aparecido informes respecto a que Kelly Wanser busca contratar a un experto en relaciones públicas para el experimento en la bahía de Monterey, claramente con el propósito de no repetir el fiasco mediático del proyecto Silver Lining, que se dijo incluso molestó al propio Bill Gates. El plan es trasladar la experimentación al mar, para propagar las gotitas de agua desde un pequeño barco. El experimento en tierra, inicialmente programado para el verano de 2017, se ha pospuesto por falta de financiamiento.
El Ocean Technology Group de la Universidad de Sydney, Australia, también está proponiendo experimentos de blanqueamiento de nubes marinas como medida que supuestamente podría salvar la Gran
Barrera de Coral del proceso de blanqueo debido al de la temperatura marina. Kathy Wanser menciona constantemente este proyecto en los medios de comunicación.
Steven Salter también ha promovido la siembra de nubes sobre las islas Faroe (Dinamarca). La idea sería establecer atomizadores en las islas y rociar las nubes en su paso hacia el Ártico, para protegerlo del derretimiento. No existen indicios de que este experimento esté avanzando.


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