La guerra de los lazos es, fundamentalmente, un conflicto rural. El contraste es notable entre las capitales de provincia, especialmente Lleida y Tarragona, donde apenas hay un puñado de lazos, y los pueblos del interior, que son puro territorio comanche.
PROLIFERAN LAS BRIGADAS DE LIMPIEZA
Cataluña alcanza el absurdo con la ‘guerra de los lazos’: “Algún día se irá de las manos”
La sociedad catalana vive uno de sus momentos más tensos a cuenta de unas tiras de plástico amarillo. Ambos bandos se echan la culpa y ya ha habido varios episodios violentos
Foto: Movilización en Barcelona a favor de la independencia. (EFE)
Movilización en Barcelona a favor de la independencia. (EFE)
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DAVID BRUNAT
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INDEPENDENCIA DE CATALUÑANACIONALISMOCIUDADANOSMOSSOS D’ESQUADRA
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01/09/2018 05:00
La situación en Cataluña ha llegado al siguiente punto. Por las noches, grupos organizados por WhatsApp se juntan en un pueblo, se ponen trajes de descontaminación blancos y quitan a destajo tantos kilos de plástico amarillo del mobiliario urbano como sea posible. Por las mañanas, otros grupos, estos a cara descubierta y sin protección, reponen el plástico retirado, a veces incluso haciendo bolsitas con excrementos de perro como método de disuasión. Esta extravagante dinámica se repite en bucle en multitud de pueblos desde hace semanas. Así es la llamada ‘guerra de los lazos’, el penúltimo conflicto simbólico sobre la ocupación del espacio público en Cataluña, esta vez a cuenta de un elemento tan absurdo como unas tiras de plástico barato.
“Por cada lazo que nos quiten, nosotros pondremos diez”, avisa Jesús Álvarez, teniente de alcalde de Móra la Nova, en Tarragona. Este pequeño municipio de 3.000 habitantes gobernado por ERC recibió días atrás la visita de los autodenominados Cuerpos de Brigadas de Limpieza (CBL). Llegaron en dos coches y arrancaron lazos, pancartas y hasta una estelada que colgaba de lo alto de un mástil en la glorieta de entrada al pueblo. Hasta que apareció una patrulla de los Mossos d’Esquadra y entre identificaciones, cacheos y pruebas de alcoholemia se acabó el operativo.
Las ‘brigadas de limpieza’ actuando en La Bisbal d’Empordà el pasado jueves. (EFE)
Las ‘brigadas de limpieza’ actuando en La Bisbal d’Empordà el pasado jueves. (EFE)
El teniente de alcalde de Móra la Nova desvela que los ‘agresores’ ya han sido denunciados por desperfectos en el mobiliario urbano, en concreto en ese mástil que portaba la estelada. “Es un derecho del pueblo tener lazos si quiere. Aquí hay una mayoría independentista y nosotros como ayuntamiento estamos para dar orden al mandato popular. Nos genera rabia e impotencia ver que 14 encapuchados vienen de noche al pueblo con objetos punzantes a buscar confrontación. Me preocupa que un día esto se vaya de las manos, y supongo que el resto de alcaldes pensarán igual”.
La principal novedad en esta guerra de los lazos es que, en los últimos días, lo simbólico está dando paso a lo real en forma de golpes y bofetadas que unos y otros han recibido y propinado, un aviso de que solamente una línea muy fina separa el desprecio que se profesan ambos bandos de la tan temida escalada de violencia en las calles. Así lo refleja la inmediatez con que se han sucedido las dos últimas agresiones, la que sufrió una mujer que quitaba lazos amarillos a manos de un hombre que le rompió la nariz y la que experimentó un cámara de televisión al ser zarandeado y golpeado en una manifestación de Ciudadanos al ser confundido con un trabajador de TV3.
“Es habitual que algún vecino nos insulte y nos acose cuando visitamos un pueblo. No es cierto ese discurso de que los independentistas son pacíficos y los que no son unos violentos”, afirma Alberto (nombre ficticio), uno de los líderes de las brigadas de limpieza en la provincia de Tarragona. Él fue uno de los 14 activistas ‘anti lazo’ que actuaron en Móra la Nova para solivianto del ayuntamiento, y que luego generó un enorme ruido tras el anuncio de la Generalitat de que los infractores podrían enfrentarse a entre 601 y 30.000 euros de multa por “daños al dominio público”. Alberto también participó en la mayor batida de simbología callejera realizada hasta la fecha en Cataluña, la que congregó a 80 personas para ‘limpiar’ la madrugada del pasado jueves media docena de municipios de Girona, la provincia que más tiras de plástico acumula en todo el territorio.
“Nosotros salimos a limpiar de plásticos contaminantes las calles de Cataluña. Nada más”, afirma un líder de las brigadas
“Esto de ir con trajes de descontaminación lo empezamos a hacer en una salida en Deltebre y Amposta (delta del Ebro). La idea era dar un sentido ecológico a nuestras salidas y desde entonces es nuestra línea. Nosotros salimos a limpiar de plásticos contaminantes las calles de Cataluña. Nada más. En nuestros grupos de WhatsApp no se habla de política sino de cuestiones operativas, como a dónde vamos a ir la siguiente noche y cómo nos vamos a organizar”, explica Alberto.
Este sentido medioambiental de sus salidas, que transita entre lo literal y lo irónico, ha cogido con el pie cambiado al independentismo. “Incluso los Mossos d’Esquadra se quedan algo sorprendidos cuando les decimos que estamos ahí limpiando residuos. Nos identifican, algo que me parece bien, y luego nos dejan seguir porque no encuentran motivos para prohibirnos nada. Es fundamental no darles excusas para criminalizarnos. Debemos ser educados con los agentes, no caer en las provocaciones de los vecinos, no llevar herramientas ilegales, ni perjudicar el mobiliario urbano”.
Un mosso d’esquadra confirma que, mientras no haya disturbios, las ‘brigadas de limpieza’ pueden actuar sin ningún problema
Un agente de la policía autonómica consultado por este diario confirma que la estrategia de estos grupos de limpieza es intachable siempre que no haya riesgo de disturbios. “Ya lo dijo la Fiscalía, no es delito ni poner ni quitar lazos. Es lógico que cuando tu puesto de mando te envía a un lugar porque hay un grupo de encapuchados con objetos cortantes en plena madrugada les identifiques. Pero en esto de los lazos lo que nos importa es ver si hay provocaciones y zanjar cualquier discusión. Si una vez allí un agente, en base a indicios que él ha detectado, cree que es preciso practicar un control de alcoholemia, o de drogas, o multar a un vehículo estacionado sobre una glorieta, está en su plena facultad para hacerlo”.
Las brigadas asumen las molestias pero denuncian que en varias ocasiones se les han requisado objetos totalmente legales como escaleras y cúters. “La Ley permite a cualquier ciudadano llevar cuchillos con hojas de hasta 11 centímetros. Requisar un objeto que no sobrepase esa dimensión es un abuso”, protestan.
Un grupo de personas recolocan lazos amarillos retirados por las brigadas en La Bisbal d’Empordà (Girona). (EFE)
Un grupo de personas recolocan lazos amarillos retirados por las brigadas en La Bisbal d’Empordà (Girona). (EFE)
Nadie es el pirómano
Como ya es habitual, uno y otro bando se lanza a la cubertería a la hora de buscar culpables a la escalada de tensión. Los constitucionalistas acusan al independentismo de haber generado este conflicto al adueñarse del espacio público con sus lazos y sus pancartas y de acosar a los pocos valientes que se atreven a retirarlos. Los independentistas aseguran que la única violencia la ejercen los que quitan los lazos al querer censurar la libertad de expresión de la mayoría social catalana, que hasta la irrupción de las brigadas de limpieza había vivido en paz y armonía entre plásticos. Como prueba del delito, señalan el hecho de que las brigadas actúen encapuchadas, de madrugada y en pueblos que no son el suyo.
“Ojalá pudiéramos hacer como ellos y salir a plena luz del día en nuestro pueblo a quitar lazos. Pero hemos comprobado que el que lo hace termina siendo agredido por estos supuestos pacifistas. Además, ir con la cara descubierta puede implicarte problemas laborales y también familiares. A nadie le gusta que a su hijo le señalen en la escuela por ser hijo de un españolista”, explica Alberto. “A veces la gente se viene un poco abajo cuando ve que al poco de ir nosotros ya han repuesto los lazos. Pero siempre les digo que aguanten, que esto es una guerra psicológica y la vamos a ganar. Que políticos como Rivera y Arrimadas hayan salido a cortar lazos es un paso muy importante para normalizar nuestra labor, y es un subidón ver cómo cada vez más gente pierde el miedo a unirse a nosotros y recibir mensajes de gente que nos agradece que hayamos ido a limpiar sus pueblos”.
Albert Rivera e Inés Arrimadas retiran lazos amarillos en Alella. (EFE)
Albert Rivera e Inés Arrimadas retiran lazos amarillos en Alella. (EFE)
Andreu Francisco, dieciseis años alcalde de Alella por ERC, no es de los que agradece la visita de Albert Rivera e Inés Arrimadas a su pueblo el miércoles pasado. “Es lamentable que vinieran aquí a cortar lazos que han puesto los vecinos en ejercicio de su libertad de expresión. Ciudadanos está haciendo de pirómano y al final se quemarán. Lo que hicieron es una irresponsabilidad, con ese ’spot’ publicitario de cortar lazos lo único que consiguen es generar conflicto donde no lo había”.
Francisco comparte la misma línea de los alcaldes de signo independentistas, que copan más de un 70% de los ayuntamientos catalanes: no piensa mover un solo recurso público para quitar lazos en su municipio y tilda de provocadores a aquellos que los quitan. “Me preocupa que haya gente que se uniforme, que se tape la cara y que salga de noche con objetos cortantes. Si yo tengo constancia de que eso ocurre en mi municipio, no dudaré en enviar a la policía local”. ¿Cuando terminará todo esto? “Cuando los presos salgan de la cárcel”, zanja el alcalde Alella.
Pueblos plastificados
La guerra de los lazos es, fundamentalmente, un conflicto rural. El contraste es notable entre las capitales de provincia, especialmente Lleida y Tarragona, donde apenas hay un puñado de lazos, y los pueblos del interior, que son puro territorio comanche.
Cualquier visitante que acceda a Cataluña por Zaragoza se lleva un buen baño de propaganda independentista al llegar al primer pueblo, Seròs. Un cartel de ‘Municipio de la República Catalana’ (comercializado por la empresa Chaper de Ripoll) y un lazo pintado con espray sobre una indicación de radar son el aperitivo de todo lo que llegará después. Para cuando el visitante haya alcanzado la comarca de la Garrotxa, en el Prepirineo catalán, o las bellas calas de la Costa Brava, ya estará totalmente inmunizado y ni se fijará en esos carteles de bienvenida a la imaginaria república catalana que se suceden en multitud de municipios, ni tampoco prestará atención ya en que cientos de escaleras, guardarraíles, puentes y hasta parques infantiles están decorados con incontables kilos de plástico amarillo.
Los únicos municipios catalanes en los que los colocadores de lazos tiene problemas son, casualmente, aquellos que viven del turismo. La economía municipal está antes que la república (al menos de momento), y más ahora que los datos oficiales reflejan un descenso de turistas en Cataluña. Tarragona y Salou han vivido sendos conflictos casi simultáneamente. El primero a cuenta de la colocación de lazos en la malla que cubre una de las entradas de la muralla romana, declarada Patrimonio Mundial por la Unesco. Aparecieron una mañana, al cabo de unos días fueron retirados, volvieron a aparecer y volvieron a ser eliminados rápidamente. “Retirarlos es una decisión del gobierno municipal. Ya han estado suficientes días en la muralla y no se podía permitir por más tiempo”, zanjó días atrás el ayuntamiento de Tarragona, gobernado por el PSC. Una muestra de que, si se quiere, se puede actuar a nivel municipal.
Algo parecido ocurrió en Salou, la meca del turismo de sol y playa en Cataluña, hace justo una semana. Una concentración por la independencia de Cataluña se topó, en pleno epicentro turístico, con otra en favor de la unidad de España. La tensión no pasó de insultos y amenazas, pero el alcalde del municipio, Pere Granados, no dudó en trasladar su malestar a la Generalitat por no haber respetado “el principio de autonomía municipal” al autorizar la marcha independentista, y pidió “evitar el uso de zonas turísticas para los actos de catácter político”. Granados se ha posicionado públicamente en contra del ‘procés’ y eso se siente en el municipio: no hay ni un solo lazo ni pancarta a lo largo de la zona turística de Salou y apenas se ve alguna estelada en las calles residenciales.
La escalada de tensión a cuenta de los lazos amarillos irá previsiblemente en aumento en las próximas semanas, alimentada por la sucesión de aniversarios simbólicos hasta llegar al clímax del 1 de octubre. Un caldo de cultivo peligroso que coincide con el plantón de los Mossos d’Esquadra. Están “hasta las narices” del actual consejero de Interior, Miquel Buch, a quien le reclaman todos los pagos atrasados desde 2010. Así lo refleja el sindicato policial USPAC, que “exige” a todos los partidos políticos “que dejen de usar a los Mossos d’Esquadra como herramienta política y como arma electoral”. Una petición que, a la vista de los precedentes, será dificil que se cumpla.