Más de 2 mil personas “sitiaron” la ciudad de Cuautla, en varias zonas de la región de los Altos se instalaron barricadas y guardias, rondas, policías comunitarias o autodefensas, tomando el control y seguridad de los pueblos, caminos y brechas, mientras los habitantes se manifestaban contra la violencia en la ciudad.
Comunidades de los municipios de Hueyapan, Ayala, Tlanepantla, Yautepec y Atlatlahucan fueron de las primeras que se sumaron el día 23 de julio a una manifestación convocada por el recién creado Consejo de Pueblos Unidos del Estado de Morelos, manifestación que tenía por destino la ciudad de Cuautla y que marcó una nueva etapa en la lucha indígena y campesina de este histórico lugar.
La organización comunitaria el antídoto contra la violencia criminal en Morelos
Jaime Quintana Guerrero
7 septiembre 2018
Desinformémonos
Poco se supo. Casi ningún medio de comunicación nacional se asomó a lo que sucedía en los Altos de Morelos, entidad vecina a la capital mexicana. Sólo los medios locales daban cuenta de una movilización que en otros momentos se le podría llamar “levantamiento indígena en Morelos”, pero no fue así. Un silencio invisibilizó una de las manifestaciones de hartazgo y cansancio más importantes en el estado morelense, sólo la revista Desinformémonos se responsabilizó periodísticamente del hecho.
Más de 2 mil personas “sitiaron” la ciudad de Cuautla, en varias zonas de la región de los Altos se instalaron barricadas y guardias, rondas, policías comunitarias o autodefensas, tomando el control y seguridad de los pueblos, caminos y brechas, mientras los habitantes se manifestaban contra la violencia en la ciudad.
Comunidades de los municipios de Hueyapan, Ayala, Tlanepantla, Yautepec y Atlatlahucan fueron de las primeras que se sumaron el día 23 de julio a una manifestación convocada por el recién creado Consejo de Pueblos Unidos del Estado de Morelos, manifestación que tenía por destino la ciudad de Cuautla y que marcó una nueva etapa en la lucha indígena y campesina de este histórico lugar.
El día 23 de julio, en los Altos de Morelos once comunidades indígenas y campesinas se manifestaron para exigir seguridad ante la ola de robos y extorsiones que se padecía en el oriente del estado. Un día después agrupaciones de comerciantes, productores y organizaciones de la sociedad civil se integraron a las asambleas comunitarias de las regiones, y poco a poco y en silencio sumaron cerca de 40 agrupaciones, marcando un alto a las organizaciones criminales.
El inicio, Tlanepantla, Morelos: Los “Colombianos”
Un día llegaron los “colombianos”, relata un taxista de esta comunidad. “Un compañero no quiso cooperar y días después levantaron a dos, los golpearon y los fueron a dejar dentro de sus casa, diciendo a sus familiares: ‘¡Para la próxima, se los traemos muertos!’”.
Un mes antes ya se había organizado la defensa comunitaria contra el crimen organizado en Tlalnepantla. Los cinco barrios de la comunidad en asamblea y en coordinación con el ayuntamiento oficial acordaron dar seguridad y “cazar a los colombianos” (organización que utiliza los préstamos como medio para cooptar, extorsionar y reclutar a personas) cuando se encontraran dentro o cerca de su comunidad.
En el mes de junio un miembro del grupo de los “colombianos” fue detenido por la seguridad comunitaria. La organización cerró todos los accesos de la comunidad y establecieron retenes y desplegaron sus Guardias Comunitarias buscando al delincuente, lo que ocasionó que inmediatamente el gobierno enviara al mando único y al ejército para rescatar al detenido y pacificar el asunto.
Después de mucha discusión las asambleas decidieron entregarlo y demandar que el mando único y el ejército salieran de la comunidad. Fue aquí donde se comenzó a generar la sensación y necesidad de que los pueblos tienen que resguardar los caminos, comenta un habitante de la comunidad que por seguridad no da su nombre. Es por eso que se expandió meses después a otras comunidades como Hueyapan, Ayala, Yautepec, Atlatlahucan.
En la comunidad de Yautepec en el mismo mes un grupo de la “maña” visitó a todos los sitios de taxis, relata un trabajador del gremio. “Ya tenían todos nuestros datos. Sabían quiénes éramos, cuántos taxis teníamos. Nos señalaban y decían, ‘usted tiene veinte taxis, usted catorce, usted doce’, lo sabían todo. Mostraron los delincuentes que tenían mucha información, nos decían, ‘van a tener que aportar por mes 3 mil 500 pesos por taxi’, y como si fueran ‘chayotes’ con algunos compañeros comenzaron el ‘regateo’ y acordaron aportar 3 mil o 2 mil 500 pesos mensuales”.
Fue la misma violencia criminal que logró levantar a decenas de comunidades y descubrió que el grupo de los “colombianos” tenía controlado el oriente de los Altos de Morelos bajo las prácticas de préstamos y cobros de piso.
Hueyapan: organización contra la violencia
“Fue cuando hirieron a un transportista y rociaron una combi con gasolina, no la prendieron, pero eso alertó a la comunidad. En las combis viajan nuestros hijos y no vamos a dejar que los quemen”, declara la señora Lilia Cortez, quien, elegida por la comunidad, es de la coordinación de acercamiento con el gobierno del estado.
Rubén X, taxista de la comunidad de Hueyapan, quien también por seguridad no menciona su nombre completo, relata: “Nosotros estábamos en nuestro trabajo tranquilos, era un rumor de otros compañeros de rutas que decían del cobro de ruta (o piso) y nos llegó esa realidad”.
Ahora se tenía que pagar cuota. “Fueron muchas reuniones y eternas, no logramos poner solución, nunca pensamos darle a conocer al pueblo lo que pasaba, porque queríamos salir del problema solos, pero no pudimos”, explica.
Hirieron a un transportista en pleno centro de Cuautla y fue cuando tomaron la determinación de acudir con la asamblea del pueblo para que los apoyara con la seguridad.
La forma en que actuó este grupo criminal, comenta el trabajador del transporte público, fue que “llegaron con un primer recado montados en motonetas, después llego un segundo aviso, donde exigían una cuota de 400 mil pesos. Y como no hacíamos caso, nos dieron un ultimátum”.
Llegó el plazo del pago, no dieron nada y se organizaron con la comunidad. “Nos sabíamos contra quién nos enfrentábamos, hasta ahorita no sabemos bien su fuerza”, explican
El levantamiento en Hueyapan
En esta comunidad los habitantes establecieron la seguridad mediante guardias comunitarias, además de implantar retenes desde las comunidades y estados vecinos, como Puebla en la ruta a Cuautla, mientras que en caravana de automóviles se trasladaron a realizar una movilización contra la inseguridad que se vive en la región en la ciudad de Cuautla.
Los “colombianos” prestan dinero y todos los días cobran intereses, se adueñan de sus propiedades, de tierras y han ido creciendo mucho. “Nos preocupamos y dijimos, ‘no señor, a nuestras comunidades no van a venir’. Se tomó la decisión,¡ porque nosotros bajamos a realizar nuestras compras o a recibir el dinero de las remesas de nuestros familiares que viven en Estados Unidos y éramos robados y los transportistas extorsionados”, relata Lilia Cortés, pobladora de esta comunidad.
En la Zona de los Altos existen varias rutas de transportistas. Por ejemplo, una de Huecahuaxco, ya había sido extorsionada. Ahí, en esa comunidad, relata, les estaban pidiendo “ticket” de 300 mil pesos cada mes. “Fue cuando nos preocupamos”.
Los transportistas pidieron diálogo con el gobierno y exigieron seguridad, así como el cambio del “Mando Único”, ya que para los ciudadanos esta organización policiaca está viciada desde la “base” que se encuentra en Cuautla. “Sabemos que los mandos controlan la delincuencia y por eso es que pedimos que hagan los cambios de mando”. Sin embargo, la respuesta del Secretario de Gobierno del Estado de Morelos, fue: “Yo no tengo una varita mágica y no pudo darles seguridad”, dio la vuelta y se fue.
Los transportistas se unieron, las asambleas se reunieron y los pobladores dijeron: “Nosotros viajamos todos los días con nuestros hijos, los niños salen a estudiar y pueden ser asaltados o secuestrados”. Así se organizó la comunidad, la delincuencia amenazó con asesinar a los pasajeros y prenderles lumbre a las combis si no pagaban, y “eso calentó a los pueblos”.
“Nosotros realizamos asambleas en las comunidades, se nombraron comisiones, después se hizo una asamblea para ver la logística, la seguridad del pueblo y la organización de una movilización a Cuautla, ya que era la única forma para que nos atendiera el gobierno”, relata.
Explica la comunera que “agotamos todos los protocolos, les mandamos escritos. Nos tomaban como locos. Entonces decidimos accionar de una manera rápida. ‘Vamos a accionar’, nos dijimos”. Si a los transportistas les dijeron que no se puede, “pues al pueblo nos tienen que dar una respuesta, porque si a ustedes los transportistas les queman una unidad, y ahí van nuestros hijos, nosotros no vamos a llorar esa pena”, advierte.
El día 23 de julio se organizó la marcha y un manifiesto con 12 puntos, relata Lidia Cortés. “Todos estábamos en ese movimiento cuando dos de las camionetas que nos trasladaron fueron interceptadas por el crimen organizado y quemadas. Minutos más tarde, ya habíamos cerrado dos puntos de la ciudad de Cuautla y al mismo tiempo que quemaban las camionetas otro grupo de choque golpeaba a unos compañeros”.
A las 16:30 del día 23 de julio, llegaron autoridades del gobierno de Morelos. “Me acerqué y les enseñé el documento, todavía ni terminábamos de darle lectura cuando nos dijeron, ‘ya sabemos qué es, no nos interesa que lo lean’. Esa prepotencia molestó más a las gente”. Se les dijo: “Hemos buscado las formas honestas de pedir diálogo con ustedes, y nos tienen aquí manifestándonos. Hemos tenido que hacer esto porque ustedes nos obligaron y no respondieron a nuestro llamado y aquí estamos. Se van a ir con nosotros a Hueyapan y sus jefes van a tener que ir por ustedes”, les dijimos y se fueron con nosotros.
“En la comunidad, a decir de ellos, los atendieron bien. Les dijimos que ‘nos quemaron dos camionetas, no sabemos si fue el gobierno o el crimen organizado, pero las quemaron. Y si usted no paga las camionetas pues va ser difícil que usted se regrese a casa. Hablen con sus jefes y dígales que los queremos para una mesa de diálogo y llegar acuerdos’, pero nunca llegaron”, denuncian.
Y para entonces ya era media noche, cuando llegó el subsecretario de gobierno diciendo, “¿qué se les ofrece?” Junto con él un comandante de la SEDENA, un militar y uno del Mando Único.
Dijo que sí a las peticiones de los habitantes del oriente de Morelos, “pero llegó el sábado y nomás esperando nos dejó, nunca llegó. Todos se presentaron para la reunión, los sitios de taxi, gabaneras, las que fabricamos dulces, las del mercado del municipio de Tetela del Volcán, los gremios de tortilleros, de panaderos, más de 40 organizaciones que dicen ‘¡digan que hacemos!’.
“Por fin entró una llamada al celular del subsecretario de gobierno Salvador Díaz Cerón, enlazamos la llamada a las bocinas para que escucharan todas esas personas que estaban esperando, y nos dijo: ‘No tuve tiempo, no se enojen. Les vamos a cumplir todas sus peticiones. Es más, ya quedamos que les vamos a dar las radios, los chalecos y las armas’. Pero dijimos que nosotros no pedimos armas, nos dimos cuenta de que este señor nunca leyó el documento que le dimos”.
El 30 de Julio fue la cita en Cuernavaca “nos movilizamos en comisiones, éramos cuarenta personas, las autoridades estatales ya nos esperaban para decirnos, “pues no les vamos a dar nada, porque ya nos vamos, no hay dinero. Nosotros les comentamos que los pueblos no sabemos de cierres de administración, solo sabemos que necesitamos ser atendidos, no nos importan ustedes, resuelvan”.
Total, no se les atendió. Otra promesa fue que el martes 31 de julio asistirían a Hueyapan y se les entregara todo.
Se convoca a la asamblea el martes, para que la gente esté lista para dos cosas, para irse a una marcha o para esperar a este hombre a las autoridades. Ese día llegaron más de cuatro mil personas, esperando, espera, esperanza…nunca llegaron nuevamente.
Tetela del Volcán: No teníamos que llegar a esto
“La concentración fue en Hueyapan porque es muy grande la plaza. Nunca llegó el gobierno y éramos más de cuatro mil personas. Estábamos en el centro, eran como las 11 de la mañana, escuchamos por la radio de los compañeros de la Guardia de los Tigres que se había detenido a unos “colombianos” que estaban cobrando piso en la comunidad de Tlacotepec”, que es una comunidad que esta al sur de Huayapan.
Mientras, las autoridades siguieron con la discusión de cómo construir el movimiento. “Pasó una hora y nos dijeron que ya lo tenían detenido en la comunidad de Tetela del Volcán. Nos dijeron que la gente del pueblo salió y lo lincharon. Nosotros como dirigentes ya no pudimos hacer nada. Nos sentimos culpables. La gente está enardecida, la gente está dolida, y aquí no se realizó la reunión con autoridades. ¿Por qué?”, se pregunta la comunera.
El hartazgo existe, comenta, “ya existen comunidades secuestradas, donde han cerrado negocios se pide piso hasta a la señora que vende tamales. Nosotros hicimos un comunicado donde hacemos responsables a las autoridades. El sábado no llegó el gobierno. Él es responsable de lo que pasó, es el Estado, porque ellos ya sabían de esto. Ellos saben quiénes son los que están delinquiendo”.
El Grupo Tigre, guardia comunitaria de Hueyapan
“Ancestralmente ya existíamos, los padres de nuestros abuelos ya estaban organizados, sin embargo en un tiempo se perdió la organización por el tema de las policías municipales, se nos hizo a un lado”, explica un integrante de la guardia de seguridad comunitaria.
En el 2014, existió un incremento de la violencia con delitos no tan “delicados”, no se hablaba de narcotráfico ni de crimen organizado, pero sí de robo de frutas y de animales, del hurto de tanques de gas. “Decimos que son delitos pequeños, pero se ya se estaban expandiendo y surgimos nuevamente”, expone.
Las rondas de seguridad son una práctica de los pueblos de Morelos, explica el integrante del grupo Tigres. “Yo crecí con mi tío y me decía, ‘me toca guardia’, le daban el aviso que le tocaba ‘rondar’ y así varios. A mí no me tocó hacer guardia, pero ahora somos la Guardia Comunitaria de Hueyapan”, la organización de seguridad que se dio por nombre Grupo Tigres.
El Grupo Tigres, además de la seguridad de su comunidad, participa en atacar incendios, en la búsqueda y rescate de personas extraviadas en el bosque, en la seguridad de fiestas del pueblo y tuvo un papel destacado en el sismo del 19 se septiembre del 2017.
Los integrantes de la guardia comunitaria se deciden en asamblea dónde se determina hacer las rondas y los ronderos, y se trabaja de la mano con la comunidad. “Nosotros no podemos hacer algo si no nos faculta la misma asamblea”, señala.
En temas de mayor relevancia, como narcotráfico o extorsiones, los guardias comunitarios no pueden salir de su territorio, y por ello en la movilización de 23 de julio se quedaron en resguardo de la comunidad y de su territorio.
“Dejamos a los compañeros de la Guardia Comunitaria para que cuiden el pueblo”, menciona doña Lidia. “Se cubrió toda la comunidad y estaba bien resguardada. Hasta el momento la seguimos resguardando y cuidando”, apunta el guardia comunitario y agrega que se siguen realizando los puntos de inspección o revisión. “En algunas comunidad son permanentes aquí las colocamos de manera intermitente”.
En Tlayacapan los comuneros se manifestaron y realizaron barricadas, e incluso algunos se armaron con escopetas y se cubrieron el rostro. La Guardia Comunitaria de Hueyapen está uniformada, “nosotros tenemos un distintivo que genera confianza, además que de por sí nos conocen. La comunidad se siente en confianza. Para los operativos de emergencia muchas de las veces llegamos primero al lugar que la policía del estado”, concluye.
Nos estamos organizando de manera comunitaria
“Tenemos que reclamar y hacer que los gobiernos aprendan a respetar y reconocer territorios de los pueblos indígenas. No estamos pidiendo armas, estamos pidiendo respeto a la organización”, aclara Lidia Cortés.
Las comunidades de Morelos aún conservan lo que llaman “lo que la comunidad acuerde”, con el reconocimiento legal o sin él, en el espacio local, estatal o nacional. “Si la asamblea lo acuerda, eso se hace”. La señora Cortés aclara: “Queremos que nos dejen gobernarnos, queremos otras formas de hacer política”.
Quizá sea una de las manifestaciones sociales en Morelos que mayor arraigo comunitario se tenga registrada, ya que como lo comenta la comunera, se organizó. “En menos de una semana teníamos compañeros organizados del lado sur, teníamos gente de Ayala, Jalostoc, Tepalcingo, Axociapan, a un lado de lado Cuernavaca hacia abajo, Xochitepec, Mazatepec, donde la delincuencia está hasta la garganta y así a la frontera con Guerrero. Algunos otros decían, ‘nos queremos sumar a su movimiento. Nosotros cerramos la autopista’.
“Nosotros no nos nombramos solos, las asambleas son las que nos pusieron aquí. Por eso lo que nos pase es responsabilidad del Estado. Y el pueblo hablará”, aclara.
La entrega de equipo
“Estamos mediando con el estado, nos dijeron que nos iban a cumplir nuestras peticiones. Nos citó el gobierno. Nos dijo, ‘les voy a dar algo, pero mañana vienen por mas cositas’”.
Lilia Cortés explica: “Esto ya se acabó, a nosotros ya no nos compran con tonterías”, luego de que el gobierno les otorgara un escritorio desecho, una cama individual, 20 escudos armadillos, dos lámparas, 200 toletes, una camioneta de los años 70 que usaba ya no usaba el Mando Único, entre otros artículos que no solicitaron.
“Nosotros tenemos dignidad, ya es hora que los pueblos resurjamos. Es momento que digamos ‘Ya Basta’. No queremos basura de política, no queremos estas formas de organizarnos que nos gobierna. El modelo político es un fracaso porque sólo favorece a los que están sentados en el poder inmediato”.
“Hemos ocupado la diplomacia desde siempre, nos hemos conducido con respeto. Para las historia de las comunidades de Morelos la diplomacia es lo primero entre los pueblos. Las autoridades se dirigían con respeto, que si se tenía un problema con alguien que robaba a otro pueblo, se iba a pedir perdón a las autoridades porque había fallado su gente, por eso logran subsistir”, concluyó Doña Lidia, de la comunidad de Hueyapan.