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Ecología compleja. Sistema-mundo extractivista

Raúl Prada Alcoreza :: 16.09.18

Ecología compleja es un texto activista. No se inscribe en el ambientalismo, comparte con el ecologismo la crítica al productivismo y al consumismo; por lo tanto, desde nuestra perspectiva, crítica interpelativa, deconstructiva y diseminadora del sistema-mundo capitalista. Sin embargo, considera que el ecologismo todavía se encuentra atrapado en los esquematismos y paradigmas de la episteme moderna; no ha ingresado al pensamiento complejo, en los horizontes abiertos en la perspectiva de la episteme compleja, donde emerge y se conforma la ecología compleja.

13.09.2018
Ecología compleja
Raúl Prada Alcoreza

Índice:

Prólogo

Sistema-mundo extractivista

Más allá de la teoría de sistemas

Ecología compleja

Algunas observaciones críticas

a la ecología política

Ecología en acción

Un presidente matricida

Prólogo

Ecología compleja es un texto activista. No se inscribe en el ambientalismo, comparte con el ecologismo la crítica al productivismo y al consumismo; por lo tanto, desde nuestra perspectiva, crítica interpelativa, deconstructiva y diseminadora del sistema-mundo capitalista. Sin embargo, considera que el ecologismo todavía se encuentra atrapado en los esquematismos y paradigmas de la episteme moderna; no ha ingresado al pensamiento complejo, en los horizontes abiertos en la perspectiva de la episteme compleja, donde emerge y se conforma la ecología compleja.

El primer capítulo es una crítica al sistema-mundo extractivista; es decir, el mismo sistema-mundo capitalista, visualizado desde las huellas ecológicas. Vale decir, desde la constancia material ineludible de lo que es realmente este sistema-mundo; no desde su contabilidad abstracta, la acumulación de capital; tampoco desde la historia de los ciclos largos del capitalismo y su teoría consecuente; sino desde lo que deja, arroja y destruye; el costo de su modo de producción.

El segundo capítulo hace una breve presentación, diríamos una introducción a la ecología compleja. La que se considera como ecología propiamente dicha; multidisciplina en la episteme compleja. Remarcando sobre las configuraciones del pensamiento complejo y la responsabilidad humana con el Oikos.

El tercer capítulo se coloca en una posición crítica respecto a la ecología política, a la que considera todavía en una posición en los marcos de la división del trabajo intelectual de la economía política generalizada; vale decir, de la episteme moderna.

El cuarto capítulo propone, en vez de la ecología política, la ecología en acción, que responde a la complejidad ecológica del planeta, complejidad integral dinámica simultánea y sincronizada, de una manera también integral; se trataría de un activismo ecológico integral.

El quinto capítulo, toca, de manera directa, el funcionamiento de un “gobierno progresista” en Sud América. Donde se hace patente el carácter extractivista del proyecto llamado pretensiosamente “socialismo del siglo XXI.

Sistema-mundo extractivista
El fenómeno del extractivismo no es aislado, ni disperso, ni solamente corresponde a las periferias de la geopolítica del sistema-mundo capitalista; es un fenómeno mundial. La corroboración de lo que decimos se encuentra en la crisis ecológica, reconocida mundialmente; el llamado “cambio climático”. Es el mundo entero el que está afectado o, si se quiere, enfermo por el “efecto invernadero” o “calentamiento global”. Incluso en las ciudades industriales, donde no parece verse el fenómeno extractivista, las usinas en funcionamiento extraen oxígeno y emiten gases de efecto invernadero, al funcionar. En pocas palabras, podemos decir que el sistema-mundo extractivista extrae vida y arroja muerte.

¿Qué es lo que hay que atender? ¿La realidad efectiva, que es captada por la percepción, la experiencia y la memoria, sociales, o la teoría, que no deja de ser imaginaria, aunque esté construida por investigaciones y luego interpretada en corpus conceptuales? Esta es la pregunta. Concretamente, ¿hay que atender a la realidad efectiva del extractivismo o la interpretación lógica del concepto modo de producción capitalista? Los conceptos y las teorías, donde están insertos, sirven como linternas para alumbrar en la oscuridad y la penumbra; usando estas palabras como metáforas de lo desconocido. Las linternas pueden ser mejoradas. No parece adecuado querer encontrar en ellas las esencias o sustancias de la realidad, sinónimo de complejidad. Esto es metafísica, en el sentido de la crítica del idealismo. Lo que no quiere decir, de ninguna manera, que no hay que usar linternas. Sencillamente quiere decir que no hay que confundir la realidad efectiva, que se alumbra con las linternas o la luz que emiten las linternas, con estas iluminaciones.

El extractivismo es la realidad efectiva, la trama de las huellas ecológicas, que marcan las heridas del planeta, con el dramatismo, la extensidad y la intensidad alcanzadas. Si bien, puede el concepto alumbrar algo de esta fenomenología del extractivismo, no logra iluminar sobre su complejidad, alcance, estructura y consecuencias, de las dinámicas inherentes. Se requiere una conceptualidad compleja, que abarque y de cuenta de las dinámicas integradas del extractivismo.

Si el concepto teórico como el modo de producción capitalista no lo explica; tampoco otros conceptos teóricos usados, de otros cuerpos teóricos; menos lo hacen los conceptos ambientalistas, que forman parte de la geografía ambientalista, que son usados para describir, sobre todo, cuantitativamente, sobre los alcances de la contaminación y la depredación; o, en su caso, son usados en los discursos denunciativos. Ciertamente, estos conceptos ambientalistas no tienen la intención de explicar, sino de describir. Sin embargo, se trata de explicar la fenomenología del extractivismo en su integralidad compleja.

Proponemos desplazamientos epistemológicos hacia conceptos complejos, entre ellos los sistémicos. Sugerimos andamios teóricos en la construcción de una teoría ecológica del extractivismo. Presentamos un boceto de esquema teórico, en esta perspectiva. En principio, expuesta en forma de hipótesis prospectivas.

Boceto de interpretación ecológica del sistema-mundo extractivista

⦁ El sistema-mundo extractivista es el mismo sistema-mundo capitalista, visto desde las tramas de las huellas ecológicas.

⦁ Por eso, el sistema-mundo extractivista se abre a una visibilidad mayor, sobre todo, de los espesores ecológicos afectados, que exigen la mirada de la complejidad integral del extractivismo.

⦁ Es un sistema-mundo pues los extractivismo singulares no se explican sino en el mundo. En sus articulaciones, en sus complementarios y reforzados funcionamientos en la geopolítica del sistema-mundo.

⦁ Es un sistema-mundo, pues funciona como sistema; vale decir, define estructuras de funcionamiento, que reproducen la compulsión extractivista. Conforma subsistemas conectados, que transfieren formas de energía; es decir, composiciones singulares de materia y energía, además de retroalimentarse mutuamente. El sistema-mundo extractivista, por así decirlo, extrae vida, energía vital, se alimenta de ella, y desecha desperdicios, contaminaciones, depredaciones, destrucciones ecológicas, huellas ecológicas irreparables.

⦁ Una vez conformado, constituido e instituido, el sistema-mundo extractivista funciona como máquina descomunal, independiente del control humano. Requiere más vida, más ciclos vitales, más territorios, más bosques, más minerales, más hidrocarburos, más recursos naturales, más aire, más agua, para engullirlas y después desecharlas.

⦁ El hombre, por así decirlo, genéricamente, suponiendo la dominación masculina, cree que controla o puede controlar esta máquina extractivista de escala mundial; en las versiones reformistas y ambientalistas, cree que puede llegar a controlar o apaliar. Está equivocado. El sistema-mundo extractivista escapa a su control. Los fines que se propone solo pueden cumplirse en sus imaginarios; no en la realidad efectiva. En la realidad efectiva, se ha abierto la caja de pandora, desatado los desequilibrios múltiples, quebrando las armonías y sincronizaciones dinámicas planetarias.

⦁ La única manera de escapar de esta vorágine de destrucción y muerte es desmantelando el sistema-mundo extractivista.

⦁ Parece que no hay que buscar la explicación de la modernidad por la acumulación de capital, que es una contabilidad abstracta; concretamente, por el funcionamiento del modo de producción capitalista, que, en todo caso es un modelo teórico; sino hay que explicarse el capitalismo por las estructuras de poder inscritas en esquemas de comportamientos sociales. Y hay que buscar la explicación de estas estructuras de poder, que son máquinas de dominación, por lo que ocasionan en sus materias y objetos de dominación; los cuerpos y los territorios. La explicación de la modernidad parece encontrarse en la destrucción que genera, para construir la civilización iluminista e iluminada.

⦁ La realidad efectiva de la modernidad no se encuentra en el modo de producción capitalista, que, en todo caso, es una construcción conceptual, como síntesis de múltiples determinaciones. No se remite al funcionamiento complejo de las fenomenologías extractivistas, que se dan con toda su contundente materialidad.

⦁ El capitalismo forma parte de las narrativas derivadas de la economía política británica, particularmente de David Ricardo. La trama conceptual de estas narrativas se sustenta en la valoración del tiempo de trabajo, coagulado en las mercancías. La narrativa marxista transforma esta trama; convierte el tiempo de trabajo coagulado en la trama del proletariado; al que se le expropia su tiempo de trabajo socialmente necesario, entregado en el proceso de producción. La valorización del capital, vale decir, la acumulación de capital, es, en el fondo, la acumulación de esta expropiación, que se le efectúa al proletariado. Si se quiere, esta narrativa revolucionaria, da cuenta del secreto de la valorización; empero, está lejos de interpretar la civilización moderna, a no ser que se crea que esta explicación teórica se puede generalizar a la composición compleja y combinada de la sociedad moderna.

⦁ La civilización moderna no se reduce a la contabilidad abstracta del capital. Este economicismo, que busca determinar a las estructuras diferenciales, múltiples y plurales de las sociedades modernas, desde la conjetura de la base económica, es de una simpleza sorprendente, que raya en lo anecdótico y caricaturesco de la historia de la ideología.

⦁ La civilización moderna, la civilización iluminista e iluminada, brilla incandescentemente, absorbiendo cantidades ingentes de formas de energía; sin comprender lo que es la energía, tampoco sus ciclos energéticos, las complementariedades, articulaciones e integraciones de estas formas de energía. Se contenta con suponer que sus conocimientos sobre la energía son científicos, dicen la verdad sobre la energía, aun cuando solo se circunscriben a las mecánicas molares; en el mejor de los casos, a las mecánicas moleculares. Recién ha iniciado su entendimiento sobre las mecánicas cuánticas. Estas exageradas pretensiones, basadas en insostenibles generalizaciones, de conocimientos fragmentados, son una muestra de su inmadurez cultural.

⦁ La civilización iluminista e iluminada agota rápidamente sus propias posibilidades de duración. Se encamina rápidamente a la clausura de sus propias condiciones de posibilidad, al no solamente agotarlas sino también destruirlas. Ilustrando con figuras metafóricas, que parecen pertinentes, podemos decir que la civilización moderna más parece una civilización tanática.

⦁ En consecuencia, la interpretación del acontecimiento moderno parece encontrarse, mas bien, en lo que destruye. En la muerte que deja a su paso, en las tramas de las huellas ecológicas.

La escisión civilizatoria

No se puede decir, como se acostumbra en las formaciones discursivas y enunciativas modernas, sobre todo, en las más esquemáticas y simplonas, que hay extractivismo porque hay recursos naturales - usando este término no apropiado, para ilustrar -. Es más adecuado decir que hay extractivismo porque se han inducido necesidades compulsivas, no solo por el consumo desbordado, sino necesidades compulsivas de dominación, que son también necesidades compulsivas de destrucción. ¿Cómo se han generado estas necesidades compulsivas de dominación, este deseo de poder? Esta es la pregunta.

Parece que la respuesta a esta pregunta no hay que buscarla solamente en el nacimiento de la civilización moderna, sino antes, por así decirlo, inapropiadamente, pues caemos en la concepción lineal de la historia. Este antes nos muestra temporalidades más largas, que las definidas por la historia, que es también un invento de la modernidad. Como dijimos en la Crítica de la economía política generalizada, la explicación de la economía política restringida, la circunscrita al plano de intensidad económico, se encuentra en la complejidad articulada y entrelazada de la economía política generalizada. Que supone múltiples economías políticas singulares, que se complementan y se articulan, integrando una complejidad social, basada en estas economías políticas. Vale decir, en las bifurcaciones y diferenciaciones de lo abstracto respecto de lo concreto. Bifurcaciones y diferenciaciones no solo imaginarias sino materialmente institucionalizadas. De tal manera que el conjunto integrado de estas economías políticas hace emerger, de sus entrañas, la civilización moderna. Que se concibe a partir de la conexión de todas las abstracciones logradas, separadas de sus condiciones de posibilidad concretas. La civilización moderna se concibe, se imagina, se ve, a sí misma, no solamente como auto- contemplación, sino a partir de la circulación de estas narrativas, que parten del drama y la tragedia de estas escisiones imaginarias e institucionalizadas.

La civilización moderna es una civilización escindida. Se presenta a partir de las figuras elocuentes de sus narrativas; empero, vive como puede vivir un sistema-mundo de estas características. Para presentarse espectacularmente, requiere ocultar lo que está detrás del espectáculo; los cementerios mineros, los cementerios de campamentos de la llamada energía fósil, los cementerios de sus antiguas usinas, los cementerios de ciudades desechadas, los cementerios sociales, que son geografías humanas de la miseria. Además, dejando destruidos ecosistemas, contaminadas cuencas, des-fertilizadas tierras, desforestados bosques, contaminadas aguas, aires y suelos.

A partir de esta escisión civilizatoria se puede explicar el extractivismo. Para el imaginario moderno el extractivismo, lo que deja el extractivismo, el entramado de las huellas ecológicas, es algo así como daños circunstanciales, provisionales, colaterales, que se pueden enmendar. Que por lo que se logra, el “desarrollo”, el “progreso”, es más que compensado el daño del extractivismo. No se da cuenta que la realidad efectiva de lo que es, se encuentra en los panoramas desérticos, en los paisajes destruidos, en el aire, agua y suelos contaminados. Que lo que mira y donde se reconoce, como en un espejo encantado, no es más que el imaginario construido por sus narrativas apologéticas.

Entramado extractivista

Estamos ante un entramado extractivista. Si se quiere estamos ante una malla extractivista, que cubre el planeta, lo aprisiona, marcando un mapa donde interviene, operando, cumpliendo con su tarea de extraer, lo que llaman, de una manera general, energía. Las máquinas extractivistas extraen minerales, petróleo, gas, carbón, otros recursos naturales, usados como materias primas en los procesos de producción industriales. Los diamantes se hallan en esta vorágine extractivista, como objetos preciados por estas máquinas extractivistas. Estas máquinas demoledoras extraen agua para cumplir con sus faenas, absorben el aire como si respiraran; dejando, después, su aliento pestilente en la atmósfera. Retienen el agua de los ríos en represas, para generar energía - otra vez nombrada de esa manera general -, además de convertirla en recurso instrumentalizado. Inundan grandes zonas, trocadas en extensiones pantanosas o acuosas, donde antes había bosques y hasta poblaciones.

Ninguno de los extractivismos singulares se da de manera aislada o casual, sino que todos están inducidos por el sistema-mundo. Forman parte de éste, como si fuesen un subsistema, que transfiere estas formas de energía singulares al subsistema industrial. Estas transferencias hacen mover el aparato productivo. El subsistema industrial hace circular sus productos en el mercado o los mercados singulares; donde los innumerables consumidores los encontraran para satisfacer sus necesidades. Llamemos a este ámbito de consumo, subsistema de consumo. En principio, solo con estos tres subsistemas del sistema-mundo, podemos adivinar cómo se refuerzan, se incentivan, ocasionando incrementos constantes de sus demandas.

El crecimiento del consumo exige transformaciones expansivas e intensivas en el subsistema industrial. El crecimiento y desarrollo industrial induce a la expansión de la malla extractivista. Estas inducciones no solamente se dan en un sentido, sino también en el otro sentido, incluso en otros sentidos. La expansión del extractivismo, no solo por motivos de la demanda industrial sino debido a las inversiones de capital en el extractivismo, busca la mayor rentabilidad. Las empresas trasnacionales del extractivismo están vinculadas al subsistema financiero, que inyecta capital para obtener más capital. Entonces, el extractivismo no solamente crece inducido por el crecimiento industrial, sino también por la compulsión financiera por la valorización especulativa del capital.

De esta manera, aparecen otras implicaciones. El subsistema financiero requiere mover capital para acrecentarlo, lo hace en gran parte con la inyección financiera en el extractivismo; del otro lado, al hacer funcionar el capital, las máquinas extractivistas, transfieren valorizaciones financieras o generan a éstas, haciendo inflar al subsistema financiero. Aquí se produce una relativa desconexión entre el subsistema extractivista y el subsistema industrial, favoreciendo el inflamiento del subsistema financiero. Este fenómeno provoca transformaciones y modificaciones en el sistema-mundo y en la economía-mundo; pues el sentido del capital ya no es tanto movilizar el aparato productivo, sino generar valorizaciones especulativas dinerarias.

Esto no quiere decir que se estanca el subsistema industrial, sino que se rezaga respecto a los ritmos adquiridos por el subsistema financiero y el subsistema extractivista. Para decirlo resumidamente, las transformaciones del sistema-mundo y la economía-mundo consisten en que este sistema-mundo deja de tener su centro en la producción, desplazando su centralidad al movimiento financiero. Lo que implica que el sistema-mundo se desplaza a la valorización especulativa del capital, desembarazándose de la valorización productiva. La primera no es sustentable ni sostenible, en cambio, la segunda lo es, en condiciones de dinámicas económicas compensadas. En consecuencia, el extractivismo actual no es solo el resultado de la demanda industrial sino de la demanda especulativa del capitalismo financiero. Esto lo hace más destructivo.

¿Qué es el mercado o los ámbitos de los mercados singulares? ¿Otro subsistema, un subsistema de distribución? Sería fácil decir que es así; sin embargo, efectivamente el mercado no cumple con estas funciones de un subsistema de distribución, en la composición estructurada del sistema-mundo, aunque lo parezca. El mercado, abarcando su multiplicidad y pluralidad de mercados singulares, imbricados, es el espacio donde los stocks se depositan y se muestran a los consumidores. Es también, como se sabe, el espacio de ámbitos de circulaciones de las mercancías; por lo tanto, también el espacio trazado por circuitos de transporte. Retomando una antigua imagen, que parece conservar su vigencia, el mercado es donde se vende y se compra. Entonces, es donde concurren las empresas con sus productos y compiten por ganar masas de consumidores. Karl Marx decía que es el lugar de realización de la ganancia, si se quiere, del capital. Aunque sea así, no parece adecuado reducir al mercado a estos topos de la ecuación de la ganancia o el capital. Pues es también el espacio de realización de las relaciones sociales; ciertamente circunscritas al plano de intensidad económico.

El mercado es el espacio de los encuentros sociales, en distintas escalas y jerarquías. Desde las individuales o grupales, diseminadas de las muchedumbres, hasta las corporativas y empresariales. Incluso institucionales, cuando entran los estados y organismos asociativos, nacionales o internacionales. Por lo tanto, el mercado es el espacio de concurrencia de fuerzas, ciertamente circunscritas al plano de intensidad económico. Podríamos estar tentados a decir que es el espacio de la competencia; pero, el mercado tampoco se reduce a esto. Pues en el mercado no solo se da competencia, sino complementaciones, circulaciones de mercancías y de dinero, incluso reciprocidades económicas. Gilles Lipovetsky dice que el mercado se ha trasformado; es también espacio de espectáculos, donde se da la estetización de la economía y la economización de la estética o el arte. El mercado no solo es el lugar donde se encuentran productos, que satisfacen necesidades inmediatas, incluso mediatas, sino, si se quiere, necesidades o demandas imaginarias.

Se podría hacer una lista mucho más detallada, pero, no se trata de eso ahora. A lo que queremos llegar es a esta interpretación: el mercado es el espacio de múltiples niveles y plurales ámbitos singulares de circulación, donde la sociedad, en su conjunto abigarrado, se realiza como sociedad moderna.

Entonces, podemos sugerir que el mercado no es un subsistema del sistema-mundo, sino, más bien, la contextura o el organismo de tejidos que se ubican en los espacios que no ocupan los subsistemas; contextura dinámica, que es como la composición orgánica que hace mover a los subsistemas del sistema-mundo.

Más allá de la teoría de sistemas
A pesar de que la teoría de sistemas, ya en la episteme compleja, ha ayudado a concebir la realidad efectiva desde la complejidad, no reducida a los esquematismos dualistas de la episteme moderna, parece que debemos evaluar la teoría de sistemas a partir de la complejidad misma, sinónimo de realidad. La teoría de sistemas ha planteado las relaciones de los sistemas con el entorno, las interpretaciones e interpenetraciones entre sistemas, la composición estructurada y orgánica de los sistemas; en lo que respecta a los subsistemas vinculados, a las estructuras definidas y a las operaciones de clausura, en lo que respecta a los sistemas autopoiéticos. Pero, parece que no es suficiente para comprender la realidad efectiva, que ahora se presenta con mayor complejidad.

Pregunta: ¿Hay sistemas separados? ¿En su composición, la de los sistemas, los subsistemas, que la componen, se encuentran separados, como, de alguna manera, la teoría supone? Tomando el ejemplo y el referente de la temática y problemática de nuestra crítica, el sistema-mundo extractivista; ¿el subsistema extractivista está separado, aunque vinculado y articulado, al subsistema industrial? Lo mismo en lo que respecta al subsistema financiero y a las relaciones combinadas entre estos subsistemas del sistema-mundo capitalista. Si vemos que las empresas extractivistas emplean tecnología de punta en las operaciones extractivistas que efectúan, entonces se constata que la tecnología producida industrialmente, recurriendo a la ciencia instrumentalizada, se encuentra en las dinámicas inherentes del extractivismo. No parece tan apropiado separar estos subsistemas, para que entren en relación en la mecánica sistémica. Más parecen yuxtapuestos e imbricados.

Si esto ocurre, no parece posible distinguir composiciones de un subsistema, por ejemplo, el extractivista, respecto al industrial; pues en sus composiciones contienen el uno del otro. Tecnología en el caso del extractivismo, materias primas transformadas en el caso de subsistema industrial. En consecuencia no parecen funcionar tanto como subsistemas en un sistema dado, sino que conforman densidades complejas de composiciones combinadas de funciones, estructuras, actividades, explotaciones, producciones.

Es más, el subsistema financiero invierte tanto en el extractivismo como en la industria. Las asume como referencias de inversiones, sin atender a sus diferencias de actividades. En la economía-mundo capitalista no parece posible emprender un proyecto extractivista o industrial sin la participación financiera. Todo se encuentra anudado, entrelazado, imbricado y yuxtapuesto. Es como una totalidad - déjenos usar este concepto metodológico - enmarañada, que funciona con todas sus composiciones combinadas, asociadas, conectadas y hasta confundidas.

Yendo más lejos, en estas anotaciones, la misma burguesía puede, mas bien, participar distributivamente en todo estos ámbitos económicos, diferenciados por sus actividades. De tal manera, que ya no es posible distinguir una burguesía extractivista de una burguesía industrial y de una burguesía financiera, aunque se puedan distinguir sus ámbitos de actividades. La burguesía participa en toda la cadena productiva y económica, sin hacerse problemas de identidad.

Ciertamente, no ocurre lo mismo con el proletariado, pues se puede distinguir al trabajador contratado para las actividades extractivistas, de los trabajadores contratados para la industria, que cada vez más requiere trabajadores calificados. También se puede distinguir a estos trabajadores de los que desempeñan actividades de empleados en los bancos. Así como se puede distinguir el producto final de cada uno de estos ámbitos; materias primas, en el caso del extractivismo, incluso si son tratadas y hasta enriquecidas; manufacturas, productos creados por la producción, en el caso de la industria; capital financiero, incluso inflado, en el caso del subsistema financiero. Sin embargo, cuando funciona el sistema-mundo, lo hace de manera imbricada, no diferenciada, ni sucesiva.

Entonces, podemos hablar de la densidad económica, relativa a la complejidad de los entrelazamientos, imbricaciones, yuxtaposiciones, si se quiere, simbiosis, de los ámbitos de actividades económicas, separadas teóricamente. Los ámbitos extractivistas contienen a los instrumentos, herramientas y maquinarias industriales; así como los ámbitos industriales contienen los insumos, las materias primas, para que pueda darse lugar su transformación productiva. Los ámbitos financieros contienen, de una manera abstracta, las rentabilidades derivadas del extractivismo y de la industria.

Se trata de una economía-mundo compenetrada y enmarañada. ¿Se da algo parecido a los nichos ecológicos; empero, simétricos, en los espesores y planos de intensidad sociales? ¿Sería ésta una paradoja de vida y muerte, en lo que respecta al sistema-mundo inserto en los ciclos y espesores ecológicos del planeta? ¿Se trata de mimesis de nichos sociales respecto a los nichos ecológicos? La diferencia estribaría en que los nichos sociales no son autopoiéticos; no se abastecen a sí mismos. Requieren indispensablemente de los ciclos vitales ecológicos y de los nichos ecológicos; requieren de sus nutrientes y formas de energía. Sería como una imitación suspendida imaginaria e institucionalmente; una simulación en los ámbitos sociales. Algo así como si fuesen espectáculos de magnitud, asistidos institucionalmente; como todo espectáculo, requiere sostener sus escenarios. Solo lo puede hacer recurriendo a las nutrientes y formas de energía de las ecologías planetarias; además de recurrir al propio cobijo u hogar del planeta; del Oikos.

Se puede considerar a las ciudades modernas nichos sociales. Crecen más por migración que por vegetación; algunas se convierten en ciudades de asentamientos industriales, sin dejar de convertirse en conglomerados gigantes de servicios. Ni que decir en lo que respecta a la concentración de los mercados, que adquieren perfiles variados; concentrando toda clase de mercancías, desde alimentos hasta automóviles, desde insumos para la agricultura hasta ganados. La misma ciudad es un gran mercado de bienes inmuebles, de terrenos, de materiales para la construcción. Por otra parte, las ciudades son centros administrativos municipales y políticos, así como centros educativos. Lo mismo podemos decir en lo que respecta a los centros de recreación, de espectáculos, centros culturales. Todo esto, no solo como estructuras institucionalizadas, sino, sobre todo, como flujos de actividades, movimientos urbanos, circuitos de transporte y comerciales, hacen pues al nicho social.

Podría parecer un juego de espejos; el nicho social repite al nicho ecológico; sin embargo, la diferencia estriba en que el nicho ecológico es autopoiético, en cambio el nicho social no. Por la sencilla razón de que el nicho social no deja de pertenecer a los ecosistemas y a los ciclos vitales de las ecologías del planeta.

Que los imaginarios y las narrativas modernas consideren a las sociedades modernas como sistemas autosuficientes, independientes de lo que denominan la naturaleza, es parte de la conjetura del poder; conjetura actualizada en las condiciones de la modernidad. Es parte de la ideología moderna. Esta conjetura está lejos de sostenerse empíricamente. Esta conjetura de la dominación sobre la naturaleza es lo que arrastra a las sociedades modernas, en la actualidad, a la crisis ecológica, de envergadura planetaria y de consecuencias irreparables.

Volviendo al tema, el funcionamiento de la economía-mundo se parece menos a un funcionamiento sistémico y más un funcionamiento enmarañado de ciclos sociales, de estructuras e instituciones sociales, de ámbitos imbricados de actividades económicas. Como si fuera un nicho ecológico, restringido a los campos sociales humanos. Por eso, lo de nicho social, incluso mejor, en este caso, nicho económico, parece una figura apropiada.

Al pasar de la teoría de sistemas a la teoría ecológica, en la versión del pensamiento complejo, que abarca a las geografías de las sociedades humanas, que, si bien supone la teoría de sistemas, se ingresa a la comprensión de composiciones y combinaciones de composiciones más complejas. Categorías como imbricación, interpenetración, entrelazamiento, articulación e integración, adquieren connotación en la interpretación ecológica de la economía-mundo. Todavía en una especie de transición podríamos decir, recurriendo a los conceptos de la teoría de sistemas, que los sistemas, en entornos de sistemas, además, de los subsistemas, que los componen, se encuentran yuxtapuestos, no separados. Que al estar yuxtapuestos no funcionan como sistemas, sino como si fueran entrelazamientos ecológicos, imbricándose, afectándose e induciéndose mutuamente. Así como el nicho ecológico es un substrato nuclear de vida, de la reproducción de vida; también podemos decir que el nicho económico es un substrato nuclear de dinámicas sociales y económicas.

Entonces, lo que llamamos esfera extractivista, esfera industrial, esfera comercial, esfera financiera - usando este termino de esfera todavía en sentido de la economía política -, no están separadas, en la realidad efectiva, salvo en la suposición teórica. Conforman conglomerados sociales entrelazados, que hacen a la complejidad del nicho económico. Esta compresión nos hace ver que no se puede resolver el problema del círculo destructivo del extractivismo, si no se resuelve el problema del círculo productivo industrial, del círculo compulsivo del consumo, del círculo especulativo financiero. Hay que pues desatar todo el nicho económico, mejor dicho, devolver sus composiciones al ecosistema, a los ciclos vitales, a la ecología, donde efectivamente pertenece; sacarlo de la ideología autocomplaciente, que se imagina a la sociedad como separada de la naturaleza, a la economía como espacio autónomo y diferenciado, a los ámbitos de las actividades económicas como separadas y demarcadas. Para darle durabilidad, consistencia, sincronía y armonía a la reproducción social es menester reinsertarla a los ciclos vitales de las ecologías planetarias.

Si admitimos que la economía-mundo funciona como nichos económicos integrados mundialmente - por lo menos como hipótesis provisional -, hay que remarcar una diferencia crucial entre nichos ecológicos y nichos económicos; éstos visualizados en un horizonte más amplio, el de los nichos sociales. Esta diferencia radica en que los nichos económicos no se reproducen por sí solos; requieren de la participación de los cuerpos humanos, de las asociaciones, composiciones y combinaciones de estos cuerpos. No hablamos a propósito de sujetos sociales, que es un concepto, definido, más bien en la abstracción sociológica de sujeto; desde la perspectiva ecológica es indispensable hablar de cuerpos, puesto que son los cuerpos los que forman parte de los ciclos vitales ecológicos. Los cuerpos humanos asociados reproducen a sus propias máquinas institucionales; entre ellas a las máquinas económicas.

El cuerpo es lo que lo hace existir y lo hace vivo al ser humano. Sin el cuerpo no es nada. El cuerpo está ligado al Oikos, al planeta, a sus ciclos vitales, a sus ecologías y ecosistemas. Es parte de los espesores ecológicos y planetarios. El cuerpo sabe así como saben los saberes bilógicos; sabe en tanto memoria genética y también sabe cómo saber corporal, en la propia singularidad de su experiencia y su propia memoria. El cuerpo sostiene otros saberes, que no dejan de ser corporales, aunque la narrativa moderna los haya separado de la naturaleza. Sostiene saberes sociales, memorias sociales, todos basados en las experiencias sociales. El sujeto social, volviendo a este concepto sociológico, es constituido por los diagramas de poder y las mallas institucionales inscritas en el cuerpo. Es modulado en el juego de inducción del poder y resistencias corporales. El sujeto social no es el cuerpo, aunque se sostenga en él, aunque forme parte de él. El sujeto social es subjetividad constituida y es reconocimiento intersubjetivo; se interpreta a partir de codificaciones y decodificaciones culturales, sostenidas por las mallas institucionales. Es el sujeto social el que toma decisiones en la economía-mundo y en el sistema-mundo; es decir, en los planos de intensidad que hacen a la sociedad. En cambio el cuerpo decide, por así decirlo, para mantener la palabra de comparación, en los espesores y planos de intensidad de la vida, que lo atraviesan y lo constituyen.

¿Cuál es el problema? Es que la civilización moderna ha logrado escindir institucionalmente, no efectivamente, el cuerpo vital de lo que respecta al sujeto social. En consecuencia, los esquemas de comportamiento modernos se mueven como si la realidad efectiva se redujera a los campos sociales, a los espesores y planos de intensidad que hacen a la sociedad, ignorando, prácticamente, la complejidad dinámica e integrada de la realidad efectiva; es decir, del Oikos. Esta disociación moderna ha provocado la desconexión generalizada de las sociedades modernas respecto a su Oikos. Esta desconexión generalizada es la madre del cordero, es la escisión que ha desatado la crisis ecológica, que amenaza la vida en el planeta.

¿Qué entendemos, provisionalmente, como nicho económico?

Para comenzar, como dijimos, usamos una metáfora ecológica para referirnos a dinámicas más o menos análogas; pues como en el caso de los nichos ecológicos, las sociedades humanas, por así decirlo, aglutinan condiciones materiales para su reproducción social, para la reproducción de la sociedad. El conjunto de estas condiciones hacen a su hábitat social. Se trata de condiciones que posibilitan la vida social. Las condiciones son tales por que se complementan, se imbrican, se entrelazan, se refuerzas y se afectan, conformando un hábitat social complejo e integrado.

Las sociedades humanas hacen, prácticamente, lo mismo que hacen las sociedades orgánicas, en las ecologías donde se encuentran insertas; absorben las formas de energía y las transforman haciéndolas asequibles y consumibles. Parece que los procedimientos humanos, llamados tecnologías, son más complicados que los procedimientos del resto de las sociedades orgánicas. La peculiaridad radica en que las sociedades humanas creen que lo que hacen es propio de ellas; es más, que lo que hacen es sustancialmente diferente de lo que hacen las sociedades orgánicas. Encontrando que lo que hacen se debe a la evolución. Las tecnologías humanas no son otra cosa que imitaciones o copias de lo que ya hacen las sociedades orgánicas; la intervención de las tecnologías y ciencias humanas son ciertamente característica propia de esta especie de la biodiversidad ecológica; sin embargo, el proceso de transformación de la energía y la materia, es algo que comparte con todas las sociedades orgánicas.

El problema radica en que esta separación imaginaria e institucional de las sociedades humanas respecto a lo que la modernidad llama naturaleza, hace que lo que hacen las sociedades humanas derive en una desarticulación de estas sociedades respecto a la proliferante y creativa vida. Ocasionando la crisis ecológica.

La economía-mundo trasforma las formas de energía y las materias en productos o bienes asequibles y consumibles por las poblaciones de las sociedades humanas. Hasta ahí todo es equivalente con la ecología. Sin embargo, cuando estas formas de transformación de la energía y de las materias se desconectan del conjunto de formas de transformación de la energía y las materias de las sociedades orgánicas, adquiere dimensiones descomunales y desorbitadas, afectando las equilibraciones y armonizaciones ecológicas, indispensables para la vida. A la larga, contrae consecuencias no solo depredadores y destructivas en los ecosistemas, sino para las mismas sociedades humanas.

Lo que hay que entender es que la economía-mundo - no hablamos en este ensayo del sistema-mundo, que es la complejidad sistémica de múltiples espesores y planos de intensidad, que componen a la sociedad; sistema-mundo donde se encuentra inserta la economía-mundo - no funciona exactamente como los paradigmas económicos han concebido; como si fuera un campo autónomo, diferenciado del resto de los campos sociales; sino que, efectivamente funciona como una “ecología”, usando el término metafóricamente y con el objetivo de la comparación. Se comporta como un nicho económico.

Hasta ahora hemos hablado de economía-mundo, sobre todo por razones de exposición y de ilustración; sabemos que la economía no solamente está inserta en el sistema-mundo, sino que funciona de manera imbricada, enmarañada y entrelazada, integrando los múltiples planos de intensidad social. Sabemos que el nicho económico es, mas bien, nicho social; pues los entrelazamientos se dan entre todos los ámbitos de actividades sociales, no solamente relativas a las actividades económicas. Ahora bien, si se trata de nichos sociales y no de nichos económicos, entonces, el campo económico funciona en compenetración con los otros campos sociales, que hacen de condición de posibilidad, por así decirlo, de la propia economía. Por otra parte, la propia economía no funciona separando, salvo institucionalmente, el ámbito extractivista del ámbito industrial, del ámbito financiero, del ámbito comercial; sino que lo hace también de una manera imbricada y entrelazada, como ya lo expusimos.

Para una comprensión, entendimiento y crítica del extractivismo, se requiere de la visualización de estas imbricaciones, de estos entrelazamientos, de estas compenetraciones, que hacen a la dinámica de lo que hemos llamado, provisionalmente, nicho económico. No solamente cómo se inducen mutuamente, sino cómo conforman dinámicas compenetradas, indisolubles, que modifican el extractivismo, la industria, el comercio, el ámbito de circuitos financieros, constantemente.

De esta manera, comprendemos que el extractivismo no es el problema como parte del funcionamiento económico, sino que toda la economía-mundo adquiere el carácter preponderante de extractivista; es más, como dijimos antes, el sistema-mundo es extractivista.

Ecología compleja
La ecología, en la versión del pensamiento complejo, es la ciencia de las interacciones combinatorias/organizadoras entre cada uno y todos los componentes físicos y vivientes del ecosistema. De acuerdo a la definición que da Edgar Morin en El método II; La vida de la vida. Para Morin el ecosistema es una máquina viviente; vale decir, constituye una organización. El investigador y teórico del pensamiento complejo define el ecosistema como el conjunto de las interacciones, en el seno de una unidad geofísica determinable, continente de diversas poblaciones vivientes, que constituye una Unidad compleja de carácter organizador o sistema. En el ecosistema se da lugar a una gran complementariedad; el autor citado dice que las interacciones, dadas en la biocenosis, son de carácter complementario, también concurrencial, así mismo antagónico. En el ecosistema también se da el gran pluribucle; vale decir, la complejidad de múltiples remolinos creativos integrados, que hacen a la vida como totalidad sincronizada. Como ilustración de las connotaciones del gran pluribucle, da el ejemplo de la integración de la organización biológica en el orden cósmico; la radiación del sol le aporta energía a la vida. La gravitación que ejerce sobre el planeta Tierra, y en consecuencia el circuito de la tierra alrededor del astro y su rotación sobre sí misma, crean un orden cíclico que el mundo viviente incorpora como orden organizacional. Un ejemplo de la sincronización compleja es cuando el orden del sistema solar no sólo manda los grandes ciclos de la biosfera. Los ciclos cosmofísicos se encuentran de manera inherente en cada individuo vivo.

Todo ocurre, pues, como si el gran reloj cósmico desencadenara y controlara, sea directamente (luz), sea indirectamente (temperatura), todas las operaciones vitales de cada vegetal, pero sincronizándose con los relojes biológicos internos que funcionan en tal vegetal. Lo mismo pasa con el universo animal; que se halla bajo el gobierno conjugado del gran reloj geocósmico. Las sociedades humanas no escapan a este condicionamiento; constituyen su orden temporal sobre el orden cósmico y los grandes ciclos ecológicos.

Morin también concibe al ecosistema como eco-desorganización/reorganización permanente. Dice que una reorganización perenne garantiza no solo a la desorganización perseverante, sino que los procesos de reorganización se encuentran en los procesos de desorganización mismos. Recalca que a despecho y a través de estos procesos de desorganización, la reorganización produce un ecosistema que se regula por sí mismo en un estado estacionario llamado clímax. Anota que por su amplía apertura y su acentuada sensibilidad, los ecosistemas son considerablemente vulnerables a los agentes desorganizadores. En compensación, la fragilidad conforma el vigor. Los ecosistemas están expeditos los unos a los otros, de tal manera que, en el caso de catástrofes, se entre-organizan y se entre-alimentan. Su abultada sensibilidad es intrínseca de su ponderada flexibilidad, lo que les permite reorganizarse de nuevo, transformarse y evolucionar.

La cualidad eco-organizadora más destacable no es mantenerse sin cambiar, en las mismas condiciones, el estadio estacionario del clímax; es, mas bien, ser capaz también de ocasionar nuevas reorganizaciones a partir de transformaciones irreversibles, que sobreviven en el biotopo o la biocenosis. Morin considera una evolución compleja, una eco-evolución, que hace conjunción con la evolución de las especies, en toda su diversidad, y las transformaciones de los ciclos vitales, climáticos y territoriales. Todo esto considerado en la evolución de los ecosistemas; se trata de una eco-evolución. Por lo tanto, no son solamente los individuos y las especies los que son seleccionados, sino también las retroacciones, los bucles que, auto-estabilizándose a expensas de otras posibilidades, se convierten en seleccionantes respecto de los individuos y las especies.

El ecosistema también supone una eco-comunicación. Dice que las interacciones miopes, que se engranan y se embuclan en retroacciones y regulaciones organizadoras, son al mismo tiempo comunicaciones miopes, medio sordas, inciertas, que se encadenan en una polirred comunicacional donde hacen extraños ruidos, enredos y fading. Y la maravilla es que todo función inteligentemente, sin aparto central, precisamente como un todo organizador viviente cuya carne fuera al mismo tiempo el cerebro.

Por último, el ecosistema supone la eco-espontaneidad. En otras palabras, el ecosistema se auto-produce, se auto-regenera, se auto-regula de manera asombrosamente compleja, sin contar necesariamente con una memoria propia, un “programa” ecológico, un dispositivo genético, un centro organizador. La eco-organización nos demuestra concretamente lo que por otra parte nos demuestra abstractamente el razonamiento matemático: un sistema acentrado puede ser más potente lógica, computacional, heurísticamente (problema solving) que un sistema que disponga de un centro control/mandato.

Sincronización ecológica

La ecología compleja, en versión del pensamiento complejo, expuesto por Edgar Morin, hace visible la integración dinámica de la complejidad diversa del ecosistema. La pluralidad abigarrada genera una eco-organización. Ocurre como cuando el azar se afirma en la necesidad. ¿Cómo ocurre esto? Hay que comprender que estamos ante la sincronización dinámica planetaria en la sincronización dinámica cósmica o del multiverso. Estas sincronizaciones inciden en las múltiples escalas del planeta y del cosmos. Es como decir que la sincronización integral del multiverso afecta o se encuentra en todo acontecimiento singular, en las distintas escalas; a su vez, cada acontecimiento singular incide en la sincronización integral en forma de re-sincronizaciones.

Pregunta: ¿Qué es lo que se sincroniza? Retomando las interpretaciones de Más acá y más allá de la mirada humana, podemos decir, hipotéticamente, que lo que primordialmente se sincronizan son las fuerzas fundamentales del universo, mejor dicho, los campos de fuerzas fundamentales del universo. Ahora bien, ¿qué estos campos de fuerzas fundamentales se encuentren o reencuentren no solo en la dimensión, por así decirlo, infinitesimal, sino en la dimensión atómica, así como en la dimensión molecular, también en la dimensión molar, depende de las composiciones y combinaciones de composiciones de los campos de fuerzas fundamentales, o depende de la irradiación del big-bang y la expansión del universo? De todas maneras, la expansión del universo no puede desentenderse de las combinaciones de composiciones de los campos de fuerzas fundamentales.

Colocándonos en la complejidad de El método 1, La naturaleza de la naturaleza, de Edgar Morin, donde concibe los bucles y torbellinos como generadores de la circulación de energía, por lo tanto, ya retención de la energía, escapando de la entropía; podemos conjeturar combinaciones de campos de fuerzas fundamentales, en distintos niveles de sincronización; el infinitesimal, el atómico, el molecular y el molar. Estas combinaciones adquieren distintas formas de realización en los diferentes niveles. Las sincronizaciones en los distintos niveles adquieren, si se quiere, el carácter de acondicionamientos diferentes. Es como decir que la mecánica cuántica es diferente a la mecánica atómica - aunque aquí cometamos una torpeza -; ambas mecánicas son diferentes a la mecánica molecular; estas tres mecánicas son diferentes a la mecánica molar.

Colocándonos en la complejidad de El método 2, La vida de la vida, Edgar Morin concibe no solamente el gran pluribucle organizacional, sino que se trataría como de bucles en segunda potencia; algo así como bucles de bucles. Retomando otra vez Más acá y más allá de la mirada humana, que concibe la vida en sentido amplio y la vida en sentido restringido; en sentido amplio corresponde a la existencia misma, siendo la materia vida, en este sentido; en sentido restringido, corresponde a la vida en sentido biológico. Serían las macromoléculas las generadoras de la vida, en sentido biológico, al crear la neguentropía en los términos de la memoria sensible. A lo que vamos es a la siguiente hipótesis especulativa: las combinaciones de los campos de fuerzas fundamentales adquieren, en lo que respecta a la vida, en sentido biológico, otro tipo de acondicionamientos o de sincronizaciones, dando lugar a la sincronización integral del Oikos, del planeta. La vida, como dice Morin, no corresponde solamente al individuo de la especie, tampoco a la especie, sino al ecosistema; más aún, a la integración dinámica ecológica del planeta.

En consecuencia, parece que lo que hay que estudiar son las formas de las combinaciones de los campos de fuerza fundamentales en la ecología integral del planeta. ¿Cuál es la singularidad de esta combinación en las formas de vida, en los ciclos vitales, en los ecosistemas de la biodiversidad planetaria?

La respuesta a la pregunta, implícita, que se hace Morin, sobre cómo ocurre la maravillosa eco-organización, que supone el juego de organización-desorganización-reorganización, a pesar de la pluralidad interviniente, dándose la eco-espontaneidad, no parece encontrarse en el azar, sino en la paradoja de azar y necesidad; que dicho a la manera físico cuántica y relativista, tiene que ver con las sincronizaciones de los campos de fuerzas fundamentales en la complejidad de la biodiversidad.

Ahora bien, estas sincronizaciones, en distintos niveles, incluyendo a la complejidad de la vida, se dan como dentro, por así decirlo, de la sincronización integral y dinámica del cosmos, del universo o del multiverso, como quiera llamárselo. En este sentido, es sugerente la metáfora de la sincronización relojera, en distintos niveles, que da Morin; sin embargo, esta metáfora supone el tiempo; es decir, la sucesión lineal. Lo que desde nuestro punto de vista está descartado, pues no hay tiempo absoluto ni espacio absoluto, sino tejido del espacio-tiempo; en consecuencia, simultaneidad dinámica.

Conclusiones

El Oikos es vida

⦁ La vida, en sentido biológico, es planetaria; es el planeta mismo, comprendiendo toda su biodiversidad.

⦁ Ninguna vida singular puede ser tal sin la pertenencia y participación en la vida planetaria.

⦁ Toda forma de vida participa de la sincronización planetaria, en las armonizaciones y equilibraciones ecológicas.

⦁ Las sociedades humanas forman parte de los ecosistemas donde están insertas y se encuentran cobijadas. Comparte con otras sociedades orgánicas los ecosistemas; se encuentra entrelazadas con estas otras poblaciones y sus ciclos vitales, además, de que todas comparten con los ciclos vitales del agua, del aire, de los subsuelos, de los bosques.

⦁ Las sociedades humanas, así como todas las sociedades orgánicas, conforman nichos ecológicos, forman parte de estos nichos, enmarañados, entrelazados e integrados.

⦁ Se puede decir que las sociedades humanas, así como todas las sociedades orgánicas, tienen comprometidos sus ciclos vitales entre sí; tienen codependencias complementarias.

⦁ Atentar contra estas codependencias, como lo hacen las sociedades modernas, es atentar contra los propios ciclos vitales de las sociedades humanas. Vale decir, un suicidio colectivo, aunque se dé éste de manera diferida.

Algunas observaciones críticas a la ecología política
La ecología tiene su propia arqueología del saber. Nace como complejidad en el desarrollo mismo de la ciencia de la vida, la biología. También se desprende de la geografía, cuando la mirada, que estudia el espacio terrestre, deja solo de ver un espacio físico; sino que encuentra en este espacio dinámicas de interacciones vitales. La vida deja de ser observada en sus singularidades aisladas, metodológicamente, para ser visualizada en sus dinámicas complementarias, imbricadas y co-dependientes. Cuando la geografía adquiere vida, ya no es espacio inerte o mudo, sino es complejidad de espesores vitales, que hacen a los tejidos espaciales; la complejidad, sinónimo de realidad se hace visible. Desde que Ernst Haeckel la bautizó hasta la ecología compleja de Edgar Morin, la ecología ha abandonado, casi desde un principio, la división del trabajo intelectual de la episteme moderna. Por eso, se puede decir que es, mas bien, multidisciplinar; quizás la primera de la episteme compleja.

Se define a la ecología como la rama de la biología que estudia las interrelaciones de los diferentes seres vivos entre sí y con su entorno; en otras palabras, es la biología de los ecosistemas, según definición de Ramón Margalef. Estudia las interacciones entre los organismos y su ambiente; cómo conforman y configuran estas interacciones a los nichos ecológicos. Se estudian, en los territorios, las propiedades físicas y químicas, descritas como la integración de factores abióticos locales, como el clima y la geología; además de los demás organismos, que comparten ese hábitat, denominados factores bióticos. Estudia los ecosistemas, espesores territoriales compuestos de conjuntos de nichos ecológicos; que interactúan dinámicamente, junto con los organismos, las comunidades que integran, así con los componentes no-vivos de su entorno. Los procesos del ecosistema, como la producción primaria, la pedogénesis, el ciclo de nutrientes, las diversas actividades de construcción del hábitat, regulan el flujo de energía y materia por medio de los ciclos vitales. Los procesos del ecosistema hacen de substrato de los organismos singulares; la distribución imbricada de la variedad de organismos se denomina biodiversidad.

La mirada integral de la ecología comprende la complejidad en su simultaneidad dinámica, articulada e integrada. Una de las hipótesis ejes de su corpus teórico fue la de la evolución. La ecología no solo nace con el desarrollo de la biología y la geografía a la complejidad, sino que, en su camino, articula, se compone y combina, integrándolas, a otras disciplinas como la genética y la etología. Uno de los conceptos estructurantes es el de biodiversidad; este concepto es, a la vez, descriptivo, interpretativo y explicativo de los ciclos ecológicos y sus dinámicas inherentes.

La incidencia de la ecología en las prácticas sociales, sobre todo, en lo que respecta a las aplicaciones científicas, ha venido incrementándose. Por ejemplo, en biología de la conservación, manejo de los humedales, manejo de recursos naturales; en la agroecología, la agricultura, la silvicultura, la agroforestería, la pesca. Así como en la planificación de la ciudad, en la ecología urbana; también en la salud comunitaria, del mismo modo en la economía. Incluso en la ciencia básica aplicada; recientemente en la interacción social humana, en la ecología humana.

Las sociedades orgánicas, donde se encuentran las sociedades humanas, combinándose y componiéndose con las territorialidades y las dinámicas inherentes en éstos, que abarcan los llamados “recursos naturales”, constituyen los ecosistemas. A los que se los puede considerar como complejidades vitales; entonces vivas, descentradas; ecosistemas que se retroalimentan en ciclos biofísicos. El conjunto de los ecosistemas hacen a la biodiversidad del planeta; regulan los procesos que actúan sobre la vida, bióticos, que actúan sobre los no-vivos, abióticos. La dinámica compleja de los ecosistemas sustenta los ciclos de la vida; producen la biomasa; alimentos, carburantes, fibras y medicamentos; así como los ciclos biogeoquímicos globales; filtración de agua, la formación del suelo, control de la erosión, la protección contra inundaciones.

La denominada ecología política es un proyecto ecologista, que busca incidir políticamente en las sociedades modernas. Una de sus características es descartar los modelos productivistas y consumistas, que son perseguidos tanto por los proyectos liberales como socialistas. Se puede decir que son próximos a la corriente marxista del eco-socialismo. Esta proximidad es aceptada por Andrew Dobson. Se considera que tanto la ecología política como el eco-socialismo tienen raíces comunes; por ejemplo, como el llamado socialismo descentralizado, no burocrático, no autoritario y no productivista; así como tienen como antecedente el socialismo utópico. También se relaciona a la ecología política con las corrientes anarquistas y libertarias.

La ecología política enfoca al homo ecologicus, el ser humano concreto, inmerso en su entorno. La ecología política emerge en un periodo cuando las luchas ambientalistas y ecológicas se daban en un contexto de desindustrialización y globalización, que transcurría en la década de los noventa. En el periodo se muestran, por lo menos, preocupaciones por la crisis ecológica, que se va a venir en llamar, “cambio climático”; estas preocupaciones se llegan a institucionalizar en el Protocolo de Kyoto, en 1997; también en la Declaración de Río, en 1992, donde se plantea regular el mercado y el medio ambiente.

Algunas tendencias de la ecología política se expresan como lo hacen Alain Lipietz, André Gorz y Murray Bookchin; ellos consideran a la ecología política como una crítica del establishment. A diferencia de otras teorías anti-sistema, incorporan como básicas las relaciones entre sociedades humanas y sus hábitats. De manera distinta a estas tendencias críticas, otras se inclinan, mas bien, por la ecología profunda y la espiritualidad.

La ecología política propone sustituir el modelo de Estado, basado en el productivismo y el consumismo, por un nuevo modelo de Estado post-industrializado; entendiéndose el post-industrialismo como el fin de éste. La ecología política no se orienta hacia un capitalismo menos agresivo con el medio ambiente, como lo hace el ambientalismo, capitalismo verde, sino que persigue un cambio radical, estructural, de la sociedad.

Pensamiento político verde

¿Es sostenible proponer una ecología política desde la perspectiva ecológica, que, mas bien, requiere la comprensión de la totalidad integrada del Oikos y de las formas de vida singulares? Parece que la propuesta de ecología política corresponde a la episteme de la modernidad, no a la episteme compleja, de la que forma parte la multidisciplina ecología. La ecología como comprensión, entendimiento y conocimiento del Oikos, de su sincronía dinámica de las dinámicas complejas de los ciclos vitales, ecosistemas, nichos ecológicos, formas de vida entrelazadas, propone, en todo caso, conductas y comportamientos que respondan a esta complejidad integral. En pocas palabras, a la reincorporación de las sociedades humanas a los espesores ecológicos de la biodiversidad planetaria. Esto exige también que la razón, mente, pensamiento o como quiera llamársele, se reincorpore a la potencia del cuerpo.

Desde la perspectiva del pensamiento complejo, de la que participa la ecología compleja, proponer la ecología política es un anacronismo. Andrew Dobson dice que el ecologismo se diferencia del ambientalismo; el segundo sigue atrapado en el paradigma del “desarrollo”, quiéralo o no, al proponer un “desarrollo sustentable”; en tanto que el ecologismo rompe con este paradigma y toma en serio los límites del “crecimiento económico”; además de considerar las interacciones e interdependencias de todos los estados. Considera al ambientalismo como un reformismo, en el camino a la ciudadanía ambientalista; en cambio, el ecologismo, dice, es radical, pues no solo considera que no es sostenible ninguna forma de “desarrollo”, incluyendo el “desarrollo sostenible”, sino que propone un cambio radical de los comportamientos, conductas y ética sociales. Cuando leemos que esta propuesta se encuentra dentro de los marcos estatales y del orden mundial, vemos que su propuesta no parece distinta a otro reformismo, aunque en otra tonalidad, distinta a la tonalidad del ambientalismo, cuyas propuestas son, mas bien, matizadas. Si bien, podemos estar de acuerdo en que no podemos desechar a los reformismos, como transiciones, que son como resultados de la correlaciones de fuerzas, éstos no pueden convertirse en finalidades políticas; pues no son solución ante la envergadura de la crisis ecológica. Son como calmantes o fragmentos impotentes, restringidos dentro de márgenes muy estrechos, en lo que respecta a la medida requerida por solución a la crisis ecológica.

En una entrevista que le hacen Jorge Riechman y María Eugenia Rodríguez Palop, a la pregunta sobre uno de los ejes vertebradores de tu libro Pensamiento político verde, recientemente traducido al castellano, es la distinción que se hace desde el comienzo entre ecologismo y ambientalismo. ¿Podrías explicar la diferencia entre estos dos conceptos? Responde:

Actualmente casi todos sabemos de la existencia de problemas medioambientales, pero también tenemos consciencia de las fuertes discrepancias que existen en relación al modo de solucionarlos. Se han abierto fundamentalmente dos vías: una reformista, que es la que representa el medio-ambientalismo, y otra más radical que se identifica con el ecologismo. Esta última sería la ideología propiamente dicha. Dentro del pensamiento radical hay a su vez dos ideas básicas. La primera es que el mundo es finito, por lo que un crecimiento económico infinito es imposible. Es decir, no sólo se trata de consumir mejor (algo que muchas personas hacen ya) sino que, debido a los límites del crecimiento, hay que consumir menos. La segunda idea aporta una perspectiva ética: gran parte de los problemas que tenemos derivan de nuestra actitud instrumentalista frente al medio ambiente que, desde el prisma ecologista, se juzga como una actitud errónea. Para aproximarnos a una vida sustentable hace falta ver la naturaleza como un fin en sí mismo y no como un medio, como una mera fuente de recursos, que es lo que casi todos seguimos haciendo.

El desarrollo sostenible se puede entender de formas muy distintas. Yo podía haber escrito este libro teniendo en cuenta la diferente concepción que manejan del mismo los reformistas y los radicales. Por lo general, se concibe como una manera de compaginar el progreso con una cierta protección de los recursos naturales. Ésta es la versión más blanda y edulcorada. Sin embargo, no se puede olvidar que también hay una interpretación que afirma que en el marco industrialista de nuestros países (o incluso de aquéllos que no se hallan suficientemente desarrollados pero que aspiran al industrialismo y siguen ciegamente nuestro modelo económico) el desarrollo sostenible es sencillamente imposible. La razón es que en la base de nuestro progreso seguimos encontrando el objetivo de un crecimiento cuantitativo infinito.

Yo tomo muy en serio la idea de “desarrollo sostenible”, aunque muchos verdes dirían que no se trata más que de un parche, precisamente porque es susceptible de ser interpretada de formas muy diversas (entre ellas la radical). Estoy a favor de utilizar este concepto de la manera más radical posible: lo que hay que sostener no es solo la naturaleza en tanto en cuanto “capital natural” para las generaciones futuras, sino también el valor natural que reside en los objetos naturales.

A la segunda pregunta sobre la distinción entre ambientalismo y ecologismo está conectada con los diferentes significados que pueden darse al término “antropocentrismo”. En tu libro propones una aclaración al respecto, diferenciando un antropocentrismo en sentido fuerte y otro en sentido débil. El primero implicaría ver el mundo no humano como un simple medio para los seres humanos. Sin embargo el segundo, que tiene relación con “el estar centrado en lo humano”, parece tener un significado más epistémico, más cognitivo. ¿Podrías hablarnos de esta distinción? Andrew Dobson responde:

“Antropocentrismo” es una palabra bastante complicada, pero resulta esencial en este debate. Hay muchas razones para decir que debemos proteger la selva amazónica, por ejemplo: los árboles son importantes porque regulan el clima, evitan la erosión, pueden ser una fuente de recursos para curar enfermedades humanas, etc. Se trata de razones con sólido fundamento, pero son razones antropocéntricas porque implican valorar la naturaleza en función de los intereses humanos, para nuestro beneficio. Por el contrario, las razones ecocéntricas o biocéntricas nos llevarían a proteger el medio ambiente porque tiene valor en sí mismo (decir que tiene intereses propios es quizá decir demasiado). Tanto el ecologismo como el medio-ambientalismo parten de actitudes antropocéntricas; sin embargo, así como hoy todos vamos siendo ya medioambientalistas (o al menos pretendemos pasar por tales), no todos somos ecologistas. Es decir, existe una diferencia de intensidad: éste es uno de los rasgos en que se basa la distinción ambientalismo/ ecologismo.

La mayor parte de nuestros pensamientos son antropocéntricos, lo cual resulta casi inevitable porque somos nosotros los que pensamos, y somos seres humanos. No hay nada negativo en ello. Pero hay un antropocentrismo frente al que no se debe ser tan complaciente, porque resulta peligroso. Se trata de aquél desde el que se considera que la naturaleza es importante sólo y exclusivamente en la medida en que es útil para el hombre. Los ecologistas dirían que esta actitud es errónea tanto desde el punto de vista ético como político, porque nos puede llevar a tratar al medio ambiente de forma “injusta”. Todo ello considerando que es posible ser injusto con el entorno, al menos con algunas partes del mismo, y no sólo con los seres humanos.

Estas observaciones críticas, las que hacemos, a la definición de ecología política, que nos parece modernista, de acuerdo a la división del trabajo epistemológico de la economía política de las ciencias de la modernidad, van en el mismo sentido que quiere otorgarle al ecologismo Dobson; en lo que respecta a las transformaciones que se requieren socialmente, educativa o formativamente, además de éticamente.

¿Cuál es el valor en sí mismo del medioambiente? Se nota que todavía Dobson separa medioambiente, para nosotros Oikos, de las sociedades humanas o del ser humano, a pesar que dice que el ser humano pertenece a la naturaleza. No solo que el ser humano no deja de pertenecer a la naturaleza, en contraste con su ideología evolutiva, donde se considera como el fin de la evolución; ideología que lo lleva a concebirse como suspendido de los ciclos vitales de las ecologías planetarias, como suspendido sobre la naturaleza. Lo que también lo lleva a creer tener el atributo de dominar a la naturaleza.

Deconstruyendo la ideología autocomplaciente, se hace evidente que el ser humano es ser en el Oikos y con todos los seres vitales, con todas las sociedades orgánicas. Es ser abierto a todos los seres del planeta y compenetrado por todos los seres del Oikos. No hay que olvidar nunca que el ser humano comparte con las plantas y animales el genoma inaugural, el último ancestro común (LUCA). El ser humano es un ser en el Oikos, como todos los seres orgánicos de la Tierra. Es un ser orgánico singular, en tanto humano, abierto a la pluralidad de singularidades de los seres orgánicos y compenetrado por ellos. En consecuencia, se puede decir que son seres entrelazados, son seres porque son los unos para los otros. Que esto no haya entendido el humano, sobre todo, el humano moderno, es efecto, como obstáculo epistemológico, del fetichismo ideológico, del fetichismo institucional, del fetichismo de la civilización moderna, con todos los mitos que conlleva, la historia, el “desarrollo”, el “progreso”, la “evolución”.

Ciudadanía y medio ambiente

La ciudadanía es una condición jurídica y política; condición que reconoce a una persona derechos políticos y sociales, derechos individuales y derechos sociales; condición que habilita al ciudadano participar en la política, en la economía, en la educación, en la cultura, y exigir el cumplimiento de sus derechos. La ciudadanía se refiere también al conjunto poblacional conformado por los ciudadanos.

Andrew Dobson propone la ciudadanía pos-cosmopolita. Antes de exponer su propuesta efectúa la crítica a las tesis apologistas de la globalización; después, a la propuesta de ciudadanía cosmopolita, tanto en su versión dialógica como en su versión distributiva. En lo que respecta a la crítica de la globalización, retoma la crítica Vandana Shiva, que desmantela la apología al mostrar que la globalización, de la que se habla, es asimétrica; el Norte se globaliza; en tanto que el Sur se deja globalizar y, mas bien, se localiza. Shiva concibe claramente que la globalización, de la que se habla, corresponde al fenómeno de cuando una localidad o un lugar se globalizan; lo que más o menos puede significar que se hace hegemónico en el mundo. Esto ocurre con las potencias hegemónicas del Norte; empero, no pasa en el Sur; pues los lugares y las localidades están condenadas a localizarse. También retoma a Zygmunt Bauman, quien evalúa la globalización en su descarnada diferencial jerárquica y asimétrica, donde, paradójicamente se construyen muros casi inexpugnables, para evitar el contacto de los mundos de la globalización.

En lo que respecta a la propuesta de ciudadanía cosmopolita, en su versión dialógica, Dobson observa que esta posición moral y hasta humanista, que sugiere ensanchar el diálogo para construir consensos, que no es otra cosa como decir “escuchar a los subalternos”, está lejos de plantear el problema en su envergadura, así como está también lejos de resolverlo. Si no interviene una obligación ciudadana para con los damnificados del “calentamiento global”, por parte de los responsables, se está muy lejos de lograr la justicia, que se requiere en este caso. En lo que respecta al cosmopolitismo distributivo, con el que está más de acuerdo, que propone distribuir las obligaciones según la responsabilidad, compensando a los damnificados, de acuerdo a la afectación, observa que, como el cosmopolitismo dialógico, comparte la cualidad fluida del cosmopolitismo diluido. En cambio, a diferencia de estos cosmopolitismos diluidos, el pos-cosmopolitismo se basa en lazos materiales, en la producción y reproducción material de la vida, en un mundo desigual y globalizado asimétricamente.

El tema de la ciudadanía mundial es atrayente y quizás pertinente, incluso aceptando todas sus versiones; desde las más tibias hasta las más sugerentes. En lo que respecta a la discusión que propone Dobson, es sugerente en las versiones del cosmopolitismo dialógico, el cosmopolitismo distributivo y el pos-cosmopolitismo. Sin embargo, no dejan de ser propuestas en los marcos jurídicos-políticos del orden mundial. Hay como un apego al fetichismo de la ley, de la norma, de la institucionalidad jurídica. Se olvida que la ley se genera en la fuerza; es la conclusión de la correlación de fuerzas; la resultante de las fuerzas concurrentes en el plano de intensidad jurídico.

No se trata de renunciar a estos logros jurídicos-políticos, si es que esa es la resultante de la correlación de fuerzas; empero, no se pueden convertir en fines de la movilización mundial en defensa de la vida. A pesar de descentrarse de ciertos perfiles del antropocentrismo, no lo hace respecto a otros perfiles; Dobson sigue teniendo como centro del enfoque a la humanidad, dejando en una relación externa, aunque indispensable, a las otras sociedades orgánicas y a los ecosistemas. Incluso cuando dice que el ser humano pertenece a la naturaleza, este pertenecer es como estar contenido; empero, no necesariamente compenetrado, atravesado, imbricado y entrelazado. No llega, a pesar de que lo sugiera tibiamente, a la posibilidad de una ciudadanía ecológica; que, en cualquier caso, tendría que asumir la condición de ciudadanos del planeta a todos los seres vivos.

Sin embargo, no se trata solo de ciudadanía, sea cosmopolita o pos-cosmopolita, incluso ciudadanía ecológica, si cabe el término; sino de mucho más. Para decirlo de manera directa, se trata de la potencia creativa de la vida. Se trata de liberar la potencia de la vida, en el caso de las sociedades humanas, la potencia social. En lo que respecta a las sociedades modernas, la potencia social ha sido, en parte, capturada por las mallas institucionales, por las máquinas de poder, por las máquinas económicas; para hacer funcionar estas máquinas. En parte, ha sido inhibida por los obstáculos institucionales e ideológicos del círculo vicioso del poder. En parte, se encuentra contenida como posibilidad en las profundidades de los cuerpos y las corporeidades sociales. Y en parte, la potencia fluye en flujos de fuga en las sociedades alterativas.

Observaciones

⦁ La crisis ecológica ha llegado lejos. El “cambio climático” es un eufemismo que esconde el alcance de la destrucción ecológica en el planeta, por parte de las sociedades modernas. Peor aún, si tenemos en cuenta las consecuencias desatadas en el futuro inmediato. No vamos a hablar de cifras, que ya son bastante conocidas, incluso difundidas, sino de que ante este peligro, que amenaza la vida en el planeta, se requieren inmediatas soluciones de emergencia y radicales.

⦁ Divagar sobre ciudadanías mundiales, sean cosmopolitas o pos-cosmopolitita, apegadas a la ideología jurídica-política, es no tomar en serio lo que acaece, en cuanto a la magnitud de la crisis ecológica, y optar por pérdidas de tiempo imperdonables, que acarrearan catástrofes irreparables. Burocratismos institucionales e intelectuales.

⦁ En lo que respecta a la ecología política, una especialización correspondiente a la división del trabajo de la economía política generalizada, es decir, específicamente correspondiente a la episteme moderna, es anacrónica; cuando ya ingresamos a los horizontes de la episteme compleja, desde que se estableció el zócalo epistemológico de la física relativista y cuántica. El pensamiento complejo abre horizontes de acción que se encuentran más allá de la política; entendiendo política tanto en sentido restringido, es decir, más allá del esquematismo dual del amigo y enemigo; así como de la política en sentido amplio, como suspensión de los mecanismos de dominación. El pensamiento complejo concibe la alteridad absoluta, un más allá de las genealogía de las dominaciones, saliendo del círculo vicioso del poder.

⦁ En consecuencia, no se trata de ecología política sino de ecología activada en las sociedades humanas. Reincorporando a éstas a los ciclos vitales de los ecosistemas planetarios y de las sociedades orgánicas.

⦁ En términos más específicos, se trata del desmantelamiento de las mallas institucionales, de las reglas del juego, sobre todo, de la ideología moderna, que ha conducido a las sociedades humanas, por los caminos de la modernidad, hacia esta crisis ecológica del presente. Que no es otra cosa que el desenvolvimiento de la destrucción de la vida en el planeta.

⦁ La tarea primordial es la de la invención y construcción de otras composiciones institucionales, que sean instrumentos adecuados, flexibles, adaptables y cambiables, para resolver problemas, para apoyar a la sobrevivencia humana y de las sociedades orgánicas, para coadyuvar en las dinámicas ecológicas de sincronización planetaria, para amplificar la potencia de la vida.

⦁ Quizás no se trate de ciudadanía ecológica, sino de autonomías ecológicas, en pleno concierto con armonizaciones y sincronizaciones planetarias. Esto es, que las potencias singulares de las formas de vida particulares se destaquen en el juego creativo de la vida.

⦁ Esto equivale no solo a la comprensión, al entendimiento y al conocimiento de la complejidad dinámica ecológica, sino, sobre todo, a la comunicación ecológica entre todas las sociedades orgánicas y los seres del planeta.

⦁ En lo que respecta a las dificultades y obstáculos políticos e institucionales para que se realicen estas posibilidades, que en los códigos del pensamiento moderno llaman “realidad”, reclamando realismo, ciertamente son insoslayables; empero, no porque se opongan y obstruyan, se puede dejar pendientes estas tareas, también insoslayables, que tiene la humanidad, perdida en sus laberintos.

⦁ La convocatoria no es a las organizaciones internacionales del orden mundial, tampoco a los Estado-nación, ni a los gobiernos, ni a las mallas institucionales, que sostienen las estructuras de poder. La convocatoria es a las sociedades y a los pueblos, que son los creadores de estas criaturas espantosas, las máquinas de poder; que succionan la vida para funcionar, creciendo de tal manera, que ya son una amenaza para la vida en el planeta y para la vida humana.

⦁ Las mallas institucionales, de las que hablamos, en todas sus escalas, locales, nacionales, regionales y mundiales, son la heurística de la muerte. Optar usarlas para resolver el problema desatado, donde estas máquinas de poder, son las estructuras causantes, es un desatino.

⦁ Las tareas, si se quiere, para decirlo, usando el concepto acostumbrado, políticas, son inmediatas y radicales. En la consecución de estas tareas hay que unirse, aliarse, asociarse, mancomunarse. Ecologistas y libertarios, entre los que se encuentran ecologistas, deben sumar fuerzas en la consecución de las tareas que se proponen; sobre todo, en la activación de la potencia social de los pueblos, que algunos llaman concientización ecológica. Son los pueblos los que pueden asumir la voluntad plural y colectiva de parar la locomotora de la historia, que marcha velozmente a su descarrilamiento. Suspender esta marcha desbocada, replantear el viaje colectivo de las sociedades humanas, recomenzarlo a otra velocidad, emprendiendo otras rutas, mejor fuera de las rieles.

Ecología en acción
Vamos a intentar proponer una alternativa, mas bien, integral, a la ecología política, que parce, como hemos dicho, mas bien, parcial; que llamaremos, provisionalmente, ecología en acción; quizás, más adecuadamente, deberíamos llamar ecologismo en acción. Lo hacemos, como lo hemos hecho, pues parece que no se trata solo del ecologismo en acción, lo que parece corresponder solo a los humanos; sino, tratándose de la incumbencia de todos los seres orgánicos de la biodiversidad del planeta, se requiere la participación de todos.

El activismo ecológico no puede dejar al margen la participación de los seres orgánicos; la movilización integral, planetaria, tiene que hacerse con todos; es decir, sociedades humanas y el resto de las sociedades orgánicas. ¿Cómo? Ya lo dijimos antes; es indispensable aprender a comunicarse con todos los seres orgánicos. Por otra parte, parece necesario apoyarse en la potencia de la vida, vale decir en la potencia de todos los seres orgánicos; activar esta potencia en defensa de la vida.

Ciertamente, lo que decimos sigue siendo demasiado general, sobre todo, romántico. Lo que parece no solamente ser una utopía extrema, sino hasta delirante. Sin embargo, se trata de comenzar a salir de la ideología; de los fetichismos de la modernidad. Se trata de recuperar las fenomenologías vitales, las percepciones del cuerpo, las dinámicas ecológicas.

Son los cuerpos los que se encuentran imbricados, conectados, entrelazados en los ciclos ecológicos. Son los cuerpos los que se inciden, se compenetran, se afectan en las maneras como describe Edgar Morin en El método 2; La vida de la vida. En lo que respecta a la relación ecológica, se establece una correspondencia entre eco y auto; relación complementaria, en forma de bucle vital. La individuación es como el logro de la autonomía operativa y organizacional, que es posible por el complejo funcionamiento dinámico sincrónico y simultaneo del Oikos. Por lo tanto, podemos concebir la eco-operación organizadora, que comprende la eco-programación, la neguentrofagia, la escuela de la vida. El código genético y las señales del entorno conforman, ambos, en sus dinámicas complementarias, la eco-organización, que es co-programadora de la auto-organización. El ecosistema nutre a los seres orgánicos; hay que concebir esta nutrición no solamente alimenticia; el ecosistema nutre a los seres de su eco-organización compleja. Nunca está demás decirlo, sin Oikos no hay vida, no hay vidas singulares. La eco-organización se convierte en la escuela de vida de los seres orgánicos. Ellos extraen información del entorno; lo hacen codificando las señales del entorno y decodificándolos, de acuerdo a sus propias estructuras de interpretación inherentes.

Se puede decir, provisionalmente, que la incomunicación entre seres orgánicos, concretamente, entre seres humanos y los demás seres orgánicos, se debe a que contienen diferentes estructuras de interpretación, diferentes formas de codificación y de decodificación. La consecuencia hipotética de esta conjetura teórica, es que se requiere de una sub-estructura de interpretación de las estructuras de interpretación diferenciales de los seres orgánicos. Incluso se puede decir que las estructuras de interpretación fáctica, entre los seres orgánicos, ya se encuentra en su condición biológica, bioquímica y molecular. Lo que le falta al ser humano es contar con una estructura hermenéutica, que sea capaz de interpretar lo que acaece ecológicamente, en los términos simbólicos, significativos, figúrales, conceptuales, de sus lenguajes evocativos. Esto no se lo ha hecho hasta ahora. ¿Por qué? ¿No se puede, es imposible? ¿Por ideología; es decir, por las pretensiones divinas del ser humano? No lo sabemos; no lo sabremos mientras no se investigue al respecto. Mientras no se lo haga, no nos queda de otra que sugerir hipótesis especulativas, que coadyuven a interpretar la codependencia ecológica del ser humano; por lo tanto, se puede decir, también, comprender su responsabilidad ecológica.

Cuatro hipótesis sobre la codependencia

⦁ Las interpretaciones biológicas, bioquímicas, moleculares, se dan entre los seres orgánicos, a través de la experiencia y memoria corporales; entonces, no hay por qué negar la posibilidad de interpretar racionalmente, si se quiere, usando este concepto harto discutible, lo que acaece en lo que respecta a estas interpretaciones fácticas.

⦁ En consecuencia, tampoco se puede negar la posibilidad de interpretar los sistemas de códigos y los funcionamientos de decodificación diferenciales de los seres orgánicos. Por lo tanto, de comprenderlos.

⦁ Otra consecuencia, es que tampoco se puede negar la posibilidad de comunicación con los seres orgánicos.

⦁ Es esta comunicación ecológica la que le hace falta a la sociedad humana. Sobre todo para armonizarse ecológicamente con los ecosistemas y las dinámicas integrales de los ciclos vitales del planeta. Para fomentar la potencia de la vida y para liberar la potencia social.

Movilización ecológica

La movilización ecológica, de la que hablamos, no puede imaginarse, obviamente, como si fuese una convocatoria a “marchas” de los seres orgánicos, en las avenidas principales de las metrópolis, como avanzando multitudinariamente a las plazas de armas y lugares de gobierno. Esto sería una caricatura imaginativa. La movilización ecológica, que por cierto, también es una metáfora forzada, supone la convocatoria compleja y diferencial de la vida a las formas de vida singular del planeta. Supone comprender las señales de alerta y de peligro, respecto a las formas de reproducción de la vida y los ciclos vitales. Así mismo, supone desatar las potencias vitales para defender la vida.

Sabemos que lo que decimos parece extraño y hasta una narrativa de ciencia ficción. Empero, se trata de retomar los caminos y senderos ya abiertos; por ejemplo, la zoosemiótica. Se define como zoosemiótica a la comunicación celular, biológica y animal. Al tráfico de señales que se da entre los seres orgánicos de cualquier especie. La zoosemiótica se da a la tarea de investigar los procedimientos que usan los seres para comunicarse entre sí. Por ejemplo, los animales tienen diferentes sistemas de emitir mensajes. Emplean su percepción, así como sus sentidos de olfato, vista, tacto, oído, además de gusto, para emitir y recibir mensajes. Se puede decir que conforman como cuatro campos o sistemas de comunicación diferenciales; los campos químico, el óptico, el táctil y el acústico. La efectuación de estos campos, permite abarcar olores, intensidad de la luz, movimientos y el escuchar con claridad y precisión.

La interpretación teórica de la zoosemiótica deduce que todos los seres orgánicos son sociables, que cada especie tiene sus propios medios de comunicación; que se manifiestan a través del humor, en época de celo, cuando se denota alegría o, en su caso, dolor, tristeza. La zoosemiótica abarca dos ámbitos; zoosemiótica pura, ocupada en sugerir modelos de interpretación de los mensajes y señales, emitidos entre los animales. La zoosemiótica descriptiva, que investiga la comunicación entre las especies animales; por ejemplo, las señales para elegir pareja, para llamar a sus crías o para alertar de la intromisión de seres extraños o de peligro. Otro ejemplo es la biosemiótica, que se ocupa de investigar la producción, la acción y la interpretación de signos y códigos en los espesores biológicos.

¿Se puede hablar de eco-semiótica? Por ejemplo, ¿se puede considerar al “calentamiento global” o “cambio climático” como conjuntos de señales decodificables ecológicamente? Lo que equivaldría a concebir una semiótica compleja del Oikos. Esto está difícil de aseverar; en la complejidad dinámica y sincrónica del Oikos; a no ser que se reduzca todo esto a lo que ya hacen la geografía ambientalista y las aplicaciones descriptivas ecológicas. Se requiere conjeturar no una semiótica, sino una complejidad semiótica plural, múltiple, simultánea e integrada o, por lo menos, compartida. De todas maneras, estos ejemplos, nos muestran algunos caminos y senderos ya comenzados.

Por otra parte, las plantas se comunican emitiendo señales químicas volátiles, para advertir a otras plantas de un peligro; por ejemplo, sobre la presencia de insectos depredadores; de tal manera que las plantas puedan producir químicos de defensa. El investigador Richard Karban, de la Universidad de California-Davies, ha hecho un recuento de cuarenta de cuarentaiocho estudios científicos que corroboran la comunicación entre plantas. Martin Heil, investigador del Instituto Cinestav Irapuato, llega a la conclusión de que hay muy buena evidencia de que las plantas pueden de alguna manera percibir señales volátiles y responder con un mecanismo de defensa.

La comunicación entre las plantas, de acuerdo a la explicación del investigador Ted Farmer, se da a partir de señales eléctricas; las modificaciones en el voltaje del tejido de una planta se irradian, de tal manera que son recibidos por otras plantas en forma de alarmas. Los genes, involucrados en estas transmisiones, son semejantes a los receptores de iones, que efectúan los animales para transducir señales sensoriales en el cuerpo; en otras palabras, una especie de proto-sistema nervioso.

Las plantas son competentes en la síntesis bioquímica; producen químicos, aprovechados en la defensa, haciendo el follaje agresivo para los insectos. Algunas plantas construyen redes de comunicación con los insectos. Por ejemplo, cuando las plantas de tabaco son atacadas por orugas, despiden un químico en el aire, que atrae insectos predadores, que se alimentan de las orugas.

Farmer y Karban se preguntan por qué las plantas se disponen a comunicar a otras plantas, probablemente sus competidoras, una amenaza. La teoría conjetura que esta comunicación es una suerte de soliloquio, una comunicación aérea para sus propias hojas. Es posible que las plantas, que no compiten entre sí, a no ser se entienda esto a largo plazo, mas bien, colaboren y formen sociedades de interdependencia y se solidaricen apoyándose.

Estas investigaciones sobre plantas rompen paradigmas; en las plantas el gen no es egoísta. La definición de seres individuados es discutible; la sugerencia es que las plantas pueden ser comprendidas, mas bien, como seres-ambientes; lo que forma parte de una ecología inextricable. Se puede decir que las sociedades orgánicas compartimos comunicaciones equivalentes a distancia, así como campos de información colectiva, constelaciones de señales transmitidas, que requieren ser decodificadas.

La comunicación, en sentido amplio, en sentido de trasmisión de información, codificación-decodificación-interpretación, sea química, eléctrica, audio, visual, no evocativa o evocativa, parece ser atributo intrínseco de la vida, de las formas de vida. No es pues un atributo exclusivo del ser humano.

La ecología, como ciencia multidisciplinar del Oikos, no solamente descentra la pretendida centralidad de la sociedad humana, sino que la reincorpora a la constelación de las sociedades orgánicas y los ciclos vitales, abarcando las características, atributos y procesos múltiples, que los componen. Entre ellos, la comunicación plural, diferencial e inherente que los caracteriza.

Respecto a la movilización ecológica, de la que hablamos, que es una metáfora usada para ilustrar sobre las tareas en defensa de la vida, tenemos que recordar que el planeta, como sincronización integral, ya actúa, en tanto tal funcionamiento simultaneo y dinámico, con lo que hemos denominado la re-sincronización planetaria. Lo que puede hacernos suponer que las comunicaciones, en sentido amplio, ya se han dado, de tal manera, que se han generado modificaciones en los comportamientos climáticos del planeta.

Si esto está ocurriendo, ¿ya no debemos preocuparnos? De lo que se trata es de la reinserción de las sociedades humanas al Oikos, a los ciclos vitales del Oikos; de la armonización de las sociedades humanas con el resto de las sociedades orgánicas y los ciclos ecológicos planetarios. De lo que se trata es de la sobrevivencia de las sociedades humanas. La primera comunicación que parece hay que restablecer es entre los mismos humanos; rota por la ideología y la civilización moderna, que ha sustituido la comunicación, en pleno sentido de la palabra, por la simulación, el espectáculo y la publicidad; en otras palabras, por ilusiones y alucinaciones, sostenidas institucionalmente y en la estridencia de los montajes espectaculares.

Por otra parte, lo que parece indispensable es establecer la comunicación de la sociedad humana con el resto de las sociedades orgánicas, del ser humano con el resto de los seres orgánicos.

En tercer lugar, es menester la movilización ecológica de los pueblos, ya que están amenazados por la vorágine del capitalismo, en su etapa decadente y tardía. Las movilizaciones ambientalistas, también las movilizaciones ecologistas, de los colectivos involucrados, están lejos de ser suficientes, ante la envergadura de la crisis ecológica. Las reacciones son puntuales, intermitentes, escasas, además de todavía no convocativas para las mayorías sociales. Con esta débil convocatoria, prácticamente no hay incidencia. La pérdida de tiempo, en lo que respecta a parar la locomotora desbocada, que avanza a su descarrilamiento ineludible, es crimen, tanto de lesa humanidad, por las calamidades que contrae, así como ecocidio, por la destrucción de especies, de ecosistemas, de formas de vida, de bosques y cuencas. Es pues más que urgente parar esta carrera desbocada al abismo cuanto antes. Esto equivale a multiplicar los esfuerzos de movilización ecologista, de convocatoria a los pueblos, sobre todo, buscando activar su potencia social.

En lo que respecta a la movilización ecológica generalizada, de todas las formas de vida y de todos los seres orgánicos, que la conforman, es, a la vez, una conjetura utópica, en el buen sentido de la palabra, así como una tarea a realizar. Primero, contando con investigaciones ecológicas; después con acciones específicas de comunicación y participación integral en defensa de la vida.

Un presidente matricida
El presidente de Bolivia ha retomado su obsesiva compulsiva obstinación por atravesar el TIPNIS con una carretera extractivista. Es a todas luces un presidente matricida, que muestra elocuentemente su vocación ecocida, de crimen contra la Madre Tierra. No vamos a tocar la incongruencia, que parece que no le hace mella, de cuando decide optar por el crimen extractivista contra la vida, contra las condiciones de posibilidad ecológicas de la vida, se declare a sí mismo “defensor de la Madre Tierra”; ya lo hicimos antes. Lo que vamos atender ahora es cómo funciona esto de decir una cosa y hacer otra, exactamente lo contrario. ¿Cómo funcionan los discursos demagógicos de los “gobiernos progresistas” en el sistema-mundo capitalista, en su etapa decadente?

Estos “gobiernos progresistas”, que hemos denominado de la forma de gubernamentalidad clientelar, son el mejor instrumento de dominación del sistema-mundo capitalista. Primero, porque desarman a las masas y multitudes, al pueblo, de su capacidad de lucha, al presentarse como “progresistas”, incluso “socialistas”, hasta “comunitaristas”; van más lejos cuando se presentan como “defensores de la madre tierra”. Segundo, al presentarse de esa manera y convencer a las mayorías, por lo menos, en una primera fase del “proceso de cambio”, son capaces de ir más lejos que los gobiernos neoliberales en políticas extractivistas; que corresponden al modelo colonial del capitalismo dependiente. Por otra parte van más lejos en lo que respecta a la represión estatal a las resistencias populares, sociales e indígenas, que emergen, cuando se dan cuenta de las contradicciones intrínsecas en estos gobiernos demagógicos y prebéndales. También van más lejos en lo que respecta al cinismo desplegado en los comportamientos y en los discursos políticos; cinismo que caracteriza a la clase política de todos los tiempos, sean conservadores, sean liberales, sean nacionalistas, sean neoliberales, sean de “izquierda”. En tercer lugar, son el ajuste adecuado en la geopolítica del imperio, del orden mundial, en plena crisis de hegemonía y de legitimidad mundial.

Si los llamados “analistas políticos” consideran a estos “gobiernos progresistas” de “izquierda” es porque creen en sus discursos, creen que la realidad efectiva se reduce a la elocuencia discursiva. Si la llamada “derecha” los considera “revolucionarios”, al estilo del socialismo del siglo XX, es porque también cree no solamente en los discursos y las poses, sino que toma en serio sus propios imaginarios, los fantasmas que angustian a los conservadores y a las burguesías nacionales. En realidad, todos ellos, “progresistas”, “analistas políticos”, bloque de “derecha”, forman parte de lo mismo; del orden de las dominaciones, que pueden adquirir una tonalidad u otra, que pueden presentarse como liberar o conservadora, en contraste complementario, puede presentarse como de “izquierda”. Son, todos ellos los que gobiernan, los que mandan, los que deciden, los que promulgan leyes y ejecutan políticas, los que dicen la “verdad”. Mientras que el pueblo es el que padece sus gobiernos, sus políticas, sus leyes, sus decisiones, sus “verdades”.

Dicho de manera simple y reducida, con la “izquierda” en el gobierno el mundo no ha cambiado, sigue siendo el mismo; es más, se ha consolidado. El problema es, como dijimos, que los gobiernos de “izquierda” desarman al pueblo; lo castran de sus capacidades de lucha. La lucha, el ímpetu crítico y de movilización anti-sistémica se detienen. Se entiende que la masa elocuente de llunk’us se declare leal a semejante forma de gobernar, a semejante manera de hacer política, a semejante modo de ser de “izquierda”. Esta gente no tiene, de ninguna manera, está lejos de ello, voluntad de potencia, voluntad emancipatoria; al contrario, son los fieles sumisos aduladores del poder, cualquiera sea éste. Lo complicado es cuando se observa no solamente que los pueblos tardan en reaccionar, retomar sus posiciones de lucha, para seguir el combate por las emancipaciones y liberaciones múltiples, sino que se encuentren adormecidos, aunque desencantados.

¿A qué se debe esto? Una vez que han sido seducidos por el discurso demagógico de los populistas, que ahora se llaman “socialistas del siglo XXI”, cuando se dan cuenta de los grandes contrastes entre este discurso y lo que efectivamente hacen estos gobiernos, no ingresan inmediatamente en la labor crítica y en la interpelación, mucho menos a la movilización. Optan por dar un chance a los “gobiernos progresistas”, pues no creen que puede ser tan dramática la situación en que se encuentran; otra vez engañados. Solo algunos sectores, alguna parte del pueblo, sobre todo los pueblos indígenas, se lanzan a las resistencias, a la demanda, exigiendo el cumplimiento de la Constitución. Sin embargo, son inmediatamente aislados, estigmatizados, incluso acusados de “aliados de la derecha”, “conspiradores”, “cómplices del imperialismo”. Después comienza la represión y la persecución a los dirigentes de las resistencias sociales. Para derivar en la destrucción de sus organizaciones; algo que no habían logrado los gobiernos y la represión neoliberales.

¿El desencanto popular lleva a la desesperanza y a la inmovilización? De tal manera que no se atina a reorganizarse a escala nacional, regional o mundial. Parece que ocurre algo parecido. Es mucho más difícil interpelar y movilizarse contra un “gobierno progresista”, que lleva la careta de “revolucionario”. El pueblo se encuentra inerme ante esta mascarada, ante este juego de disfraces; se encuentra desconcertado. La reorganización de la movilización anti-sistémica requiere ya no repetir los mismos discursos y paradigmas usados en la lucha ideológica y política contra los gobiernos conservadores, liberales y neoliberales; pues ya no sirven en este caso. Se requiere de una crítica profunda a las genealogías de poder; lo que implica también hacerse autocríticas profundas; pues parte de estas genealogías de poder se encuentra inserta en la “ideología revolucionaria” compartida. Salir del círculo vicioso del poder implica salir del fetichismo ideológico.

La recurrencia a las formaciones discursivas anteriores, a los paradigmas críticos heredados, que sirvieron en su momento, en la convocatoria de las luchas sociales habidas, ahora es conservadora. Solo sirve para insistir en la misma ilusión; en que el tomar el poder es la tarea para transformar el mundo; cuando es el poder el único que toma a los “revolucionarios”, y los hace actuar como marionetas de la maquinaria abstracta de poder, asentada en las mallas institucionales del Estado. Por lo tanto, es menester la crítica de esas formaciones discursivas y esos paradigmas, que dejaron de ser críticos, que en su momento se consideraron revolucionarios.

Ecocidio “progresista”

Con el objeto de ilustrar, no compartir la lógica y la teoría del discurso, que emplearemos para exponer, recurriendo a figuras afincadas en el imaginario de “izquierda”, diremos que la contradicción principal en la actualidad es entre vida y sistema-mundo capitalista. La política y la actitud revolucionaria se definen a partir de esta contradicción principal. El combate contra la dominación mundial del imperio, contra el sistema-mundo capitalista, contra las dominaciones polimorfas distribuidas en la geopolítica del sistema-mundo, es defensa por la vida; es, dicho de manera directa, ecologista. Siguiendo con la actitud discursiva y su forma de figurar, diremos que todo aquél que no entienda esto es sencillamente un desubicado, agazapado en posiciones anacrónicas, además de derivar, quiéralo o no, en el mejor instrumento de la dominación imperial y del saqueo del sistema-mundo capitalista.

El caso del conflicto del TIPNIS, dilatado hasta ahora, por un gobierno y un partido, además de sus organizaciones sociales cooptadas, a su servicio, muestra patentemente la vocación ecocida del “gobierno progresista” de Bolivia; que, además, tiene el tupe de decir que lucha soberanamente por el “desarrollo nacional”. Este “desarrollo” ha formado parte de los proyectos soberanos de independencia nacional, frente al imperialismo, durante el mediodía del siglo XX. Hoy, en otro contexto mundial, contando con las transformaciones estructurales del imperialismo y del capitalismo vigente, ya no es lo mismo. El “desarrollo nacional” es no solamente la mejor excusa para seguir siendo dependientes, sino que es el argumento colaboracionista con el sistema-mundo extractivista, que es el mismo sistema-mundo capitalista, visto desde las huellas ecológicas que deja; las marcas de la destrucción de la vida en el planeta.

A pesar de haber sido derrotado con la IV marcha indígena, en defensa delos territorios indígenas y los ecosistemas, los nichos ecológicos, las cuencas, concretamente, en este caso, defensa del TIPNIS, el gobierno no quiere aceptar la voluntad y la decisión de las naciones y pueblos indígenas, además de la voluntad de la población movilizada que apoyó la defensa del TIPNIS. Obligó a una novena marcha con el montaje de una espuria consulta a las comunidades del TIPNIS; que tampoco se dio, salvo los manipulados escenarios fragmentados, que no hacen, de lejos, incluso a una tramoya de consulta. Ahora, a pesar de encontrarse más desacreditado que nunca el gobierno extractivista de Bolivia, más débil, carcomido por la corrosión institucional y la corrupción galopante, fuera de que se ha caído su máscara “revolucionaria”, insiste nuevamente en construir la carretera extractivista, que cruce el bosque del TIPNIS.

¿Por qué lo hace? ¿Por estar levitando en sus burbujas ceremoniales del poder? ¿Por compromisos con las empresas trasnacionales extractivistas? ¿Por compromisos políticos con la Federación del Trópico de Cochabamba, que ya no corresponden a una federación de organizaciones sindicales campesinas; pues los cocaleros del Chapare ya no son campesinos, sino empresarios privados, por ser promotores del monocultivo? ¿Por desorientación desorbita y delirante, a lo que caen los enredados gobernantes en las tramas del poder? ¿Por compromisos insoslayables con el lado oscuro del poder? Estas son las preguntas de la coyuntura.

Se puede decir, interpretando la coyuntura, que después de la promulgación de la ley de la coca, sumando a esta determinación gubernamental, su compulsión por la carretera extractivista, el gobierno y los órganos de poder de Estado copados, además de la masa elocuentes de llunk’us, organizados en impuestas estructuras sindicales, y del partido clientelar, la forma gubernamental clientelar se encamina a su propio suicidio político, aunque no se dé cuenta de ello.

Si el pueblo no encuentra lucidez y fuerzas para defender la vida, que en este caso, es defensa del TIPNIS, entonces habrá evidenciado que ha quedado atrapado en la incertidumbre, en el desencanto, además de estar abrumado por el fetichismo ideológico; lo que quiere decir que persiste en el deseo del amo, en remachar sus propias cadenas de dominación.


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