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Los indefendible: Idlib y la izquierda

Leila al Shami :: 18.09.18

La dictadura Siria, la revolución desde abajo, la fragmentación de los focos rebeldes y el “antimperialismo” de los idiotas.

18-09-2018
Lo indefendible: Idlib y la izquierda

Leila al Shami
Leila’s blog
Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós.

El sábado pasado los ataques aéreos del régimen y rusos se intensificaron en Idlib en lo que parece ser el preludio de la campaña anunciada para recuperar el control de la provincia. Solo un día antes, miles de hombres, mujeres y niños sirios tomaron las calles en más de 120 ciudades y pueblos en las restantes áreas liberadas coreando el lema “elegimos la resistencia”.

Se manifestaban por sus vidas. Idlib alberga en la actualidad a tres millones de personas, un tercio de las cuales son menores. Más de la mitad de la población actual son desplazados o han sido evacuados por la fuerza a la provincia desde otros lugares. Tienen escasas opciones para huir del asalto. Las fronteras están cerradas y no quedan zonas seguras. Pero no quieren ser expulsados de sus hogares por la fuerza. En las protestas muchos portaban pancartas en las que se leía el rechazo al llamamiento del enviado de la ONU Staffan de Mistura solicitando que los civiles sean evacuados a zonas controladas por el régimen, donde podrían desaparecer en cámaras de tortura o ser reclutados por la fuerza, como les ha sucedido antes a otros. La ‘reconciliación’ en el contexto sirio significa volver al sometimiento, a la humillación y a la tiranía.

Las pancartas y las consignas lo dejaban claro: el objetivo de las protestas era evitar un ataque del régimen y de los que le apoyan, mostrar al mundo que hay civiles en Idlib cuyas vidas están amenazadas, y seguir afirmando su rechazo a Assad. Entre la multitud resonaba el lema “as shaab yurid isqat al nizam” (la gente quiere la caída del régimen) rememorando los primeros días del levantamiento. No solo protestaban por el fascismo interno sino también por los imperialismos extranjeros, el de Rusia y el de Irán, que respaldan al dictador en su campaña para acabar con la oposición interna.

Sin embargo, una vez más, los llamamientos de los manifestantes pacifistas sirios han sido ignorados por la “izquierda pacifista” occidental. En lugar de pedir que se ponga fin al bombardeo o reclamar apoyo para las víctimas de la guerra, muchos han preferido comprar el discurso del régimen –“guerra contra el terrorismo”– que sostiene que el objetivo del asalto es eliminar a los combatientes yihadistas. Una falacia que debería haberse desvanecido el sábado. El hospital Sham de la aldea de Has, en el sur de Idlib, fue blanco de bombas de barril y misiles hasta quedar fuera de servicio. Se habían trasladado sus instalaciones bajo tierra, a una cueva, en un fútil intento final de protegerlo del bombardeo aéreo. Según la Unión de Organizaciones de Asistencia Médica y Socorro, tres hospitales, dos Centros de Defensa Civil y un sistema de ambulancias fueron atacados los días 6 y 7 de septiembre en Idlib y el norte de Hama, dejando a miles de personas sin atención médica.

Los grupos extremistas tienen presencia en Idlib –algunos han sido enviados por el propio régimen tras evacuarlos de otros lugares. Hayaat Tahrir Al Sham (HTS), que tenía antes vínculos con Al Qaeda, domina gran parte de la provincia con sus 10.000 combatientes. Sin embargo, lejos de ser un “bastión de Al Qaeda”, HTS no ha conseguido el apoyo de la mayor parte de la población que continuamente ha opuesto resistencia a la presencia del grupo y a su ideología reaccionaria. En las protestas del viernes pasado en la ciudad de Idlib HTS disparó munición real para disolver la manifestación. La multitud rápidamente se volvió contra sus combatientes llamándolos shabiha (insulto que antes se reservaba para los matones del régimen) y gritando “Jolani fuera”, en referencia al líder del grupo.

Muchos sectores de la ‘izquierda’ sostienen que entre una población de tres millones de individuos no queda ‘buena gente’ a la que apoyar. O consideran que la presencia de unos cuantos miles de extremistas es justificación suficiente para arrasar Idlib hasta dejarla en ruinas y castigar colectivamente a sus residentes. Obvian a la mayoría invisible de los sirios y sirias que no usa armas para imponer su poder como si fueran irrelevantes. Han elegido ignorar a quienes han resistido toda forma de autoritarismo y a quienes se han comprometido a crear un futuro mejor para sus familias, sus comunidades y la sociedad en general. [Esa izquierda] Presenta un binario grotescamente simplificado en el que la alternativa se dirime entre Assad y Al Qaeda como si el conflicto y el arraigo de la intensa lucha social se redujera a un mero partido de fútbol entre dos equipos. La parte a la que respaldan es un régimen fascista –porque al menos es “laico”–, un régimen que arroja a los niños a la muerte mientras duermen, que opera en campos de muerte en los que se tortura a los disidentes hasta morir y que ha sido acusado por la ONU de “crimen de exterminio”. A cualquiera que se resista a regresar al control del régimen se le tacha de enemigo y se convierte en objetivo legítimo a atacar. Libertad, democracia, justicia social, dignidad son metas a las que solo deberían aspirar los occidentales. El resto debería callarse y hacer las paces.

Desde esta visión internacional siniestra y racista, todo el mundo es de Al Qaeda o simpatizante. Que haya mujeres en las comunidades rurales y conservadoras que no se visten como las mujeres occidentales o que tienen que vencer valientemente numerosos obstáculos y amenazas a su seguridad para participar en la esfera pública (como hicieron en las protestas del viernes pasado) se considera muestra de sus inclinaciones terroristas, justificación en sí misma para su aniquilación. En lugar de solidarizarse con las valerosas mujeres de Idlib que se resisten tanto al régimen como a otros grupos armados extremistas y que luchan por superar costumbres sociales tradicionales y patriarcales profundamente arraigadas, prefieren apoyar a un Estado que envía milicias para llevar a cabo campañas de violaciones masivas en comunidades disidentes o que inserta ratas en las vaginas de las mujeres detenidas. La deshumanización de los sirios y de las sirias se ha planificado de tal manera que muchos se resisten a creer que entre el caos y los señores de la guerra pueda haber seres humanos comunes y corrientes dignos de apoyar, personas como “nosotros”.

Cuesta entender que las devastadoras campañas de bombardeos llevadas a cabo por el Estado sirio y por Rusia en áreas residenciales densamente pobladas que han matado a cientos de miles de personas, puedan ser ignoradas por cualquiera que se declare militante “contra la guerra”. Parece que las vidas sirias solo importan cuando son destruidas por bombas occidentales. El “antiimperialismo” de hoy se está utilizando como tapadera de apoyo a regímenes totalitarios por personas lo suficientemente privilegiadas como para no haber experimentado nunca lo que es vivir bajo su yugo. No contentos con ignorar los crímenes de guerra y otras atrocidades masivas, pretenden que se absuelva a los culpables y niegan que hayan ocurrido atrocidades. Circulan por doquier teorías conspirativas –a menudo originadas en el Estado ruso o en los medios de extrema derecha– sobre ataques químicos y “falsas banderas” que solo pretenden blanquear los crímenes del régimen y justificar el ataque contra civiles y trabajadores humanitarios. Siria se ha convertido en motivo de conversación para marcarse puntos políticos sin pensar dos veces en el peligro real que tales acusaciones falsas crean para la vida de las personas, ni en el profundo dolor y la ofensa que causan a las víctimas.

En su reciente libro, Indefensible: Democracy, Counter-Revolution and the Rhetoric of Anti-imperialism [Indefendible: Democracia, contrarrevolución y la retórica del antiimperialismo], Rohini Hensman se pregunta “cómo ha llegado a usarse la retórica del antiimperialismo para apoyar las contrarrevoluciones contrarias a la democracia en todo el mundo”. Argumenta que hay tres clases de “pseudo-antiimperialistas”. Los primeros son los que creen que “Occidente es el único opresor en todos los contextos”, obran desde un “etnocentrismo occidental” que los hace ajenos al hecho de que gentes de otras partes del mundo tengan como ellos voluntad propia, y que puedan ejercerla tanto para oprimir a los demás como para luchar contra la opresión”. La segunda categoría son los “neo-estalinistas” que “apoyarán cualquier régimen respaldado por Rusia, no importa lo derechista que sea”. El tercero “está compuesto por tiranos e imperialistas, perpetradores de crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad, genocidios y agresiones, que apenas reciben un atisbo de crítica occidental, reclaman de inmediato que están siendo criticados por ser antiimperialistas”.

Para apoyar su argumento, Hensman ofrece una descripción detallada del verdadero antiimperialismo en oposición al “pseudo-antiimperialismo” a través de casos de estudio en Rusia y Ucrania, Bosnia y Kosovo, Irán, Iraq y Siria. Demuestra cómo autodenominados “izquierdistas” han apoyado reiteradamente a regímenes autoritarios contra las luchas democráticas populares, difundiendo la intolerancia antimusulmana, construyendo alianzas tácticas con fascistas, diseminando teorías de la conspiración y propaganda del Kremlin/o del Estado, participando en la negación del genocidio o en las atrocidades y culpando a las víctimas. Su excelente libro viene a recordar oportunamente que las narrativas propagadas en torno a Siria, en las que una extrema izquierda se hace eco de argumentos de la extrema derecha y en las que se prioriza la geopolítica sobre las luchas y las vidas de las personas, son ejemplo inquietante de algo mucho más profundo.

Mientras las bombas caen sobre Idlib, son pocos los sirios y sirias que esperan ver manifestaciones internacionales en apoyo de su causa o en defensa de sus vidas. Aquellos que reivindican el “internacionalismo” los abandonaron y se retiraron al aislacionismo o, peor aún, a la apología del fascismo. Si no se hace frente e esta cuestión, no será posible construir un movimiento internacional contra el autoritarismo, el imperialismo, la guerra y el capitalismo. Mientras tanto, los horrores que llevaron al mundo a declarar “nunca más” volverán a repetirse una y otra vez.

Fuente: https://leilashami.wordpress.com/2018/09/14/indefensible-idlib-and-the-left/#more-970 . Publicado inicialmente en Freedom
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07-09-2018
¿Qué le espera a Idlib?

Leila al Shami
Leila’s blog
Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós.

El régimen sirio está decidido a reconquistar todo el territorio que ha perdido. Ayudado por bombarderos rusos y tropas iraníes, y envalentonado tras haber conseguido aterrorizar a las poblaciones de Guta y Daraa hasta someterlas, el gobierno del presidente Bashar al Assad ataca ahora Idlib, la última provincia que permanece fuera de su control. Idlib alberga a unos tres millones de personas, la mitad de ellas desplazadas o evacuadas por la fuerza a la provincia desde otros lugares. Son muchas las que están hacinadas en campamentos insalubres o durmiendo al aire libre.

Desde hace días las tropas del régimen se han concentrado en la frontera de Idlib y han lanzado octavillas en las zonas residenciales pidiendo a los sirios que acepten la “reconciliación” o que se atengan a las consecuencias. Al mismo tiempo, Rusia ha estado enviando refuerzos a su base naval en Tartus.

La troika siria –Rusia, Irán y Turquía– designó Idlib como “zona de desescalada” el año pasado. Pero lo que ocurra allí podría debilitar el acuerdo del que se han beneficiado los tres países hasta ahora.

A quien verdaderamente beneficia la desescalada en Idlib es a los intereses turcos: mantiene a los kurdos sirios y al régimen de Assad lejos de la frontera, preserva la relevancia de Turquía para un acuerdo a largo plazo, y confina a los sirios que de otro modo intentarían unirse a los 3.5 millones de refugiados que ya están en Turquía. Turquía ha dado muestras de su compromiso estableciendo puestos de observación en toda la provincia y creando el Frente de Liberación Nacional, una amalgama del Ejército Libre y milicias islamistas que siguen las órdenes turcas. Rusia e Irán, por otro lado, siempre han visto las zonas de desescalada como tácticas y temporales. Al igual que cayeron Daraa y Guta, esperan que Idlib vuelva al control de Assad.

El régimen sirio y sus aliados justifican su inminente ataque a Idlib afirmando que quieren erradicar yihadistas. Hay’at Tahrir al Sham, liderado por el Frente Nusra (vinculado con Al Qaeda), domina alrededor del 60% de la provincia y cuenta con unos 10 mil combatientes, según el enviado especial de Naciones Unidas a Siria, Staffan de Mistura. Las descripciones reiteradas de Idlib como un “semillero terrorista” apoyan la narrativa del régimen de que toda oposición a su gobierno consiste en grupos terroristas. Y exime a la comunidad internacional de cualquier responsabilidad de proteger a los civiles.

Pero esta caracterización de la provincia es inexacta. La gente de Idlib ha estado a la vanguardia de la lucha contra Hay’at Tahrir Al Sham (HTS). Desde que la provincia fue liberada del régimen –parcialmente en 2012 y luego completamente en 2015– muchos de sus ciudadanos y ciudadanas se han implicado en la construcción de una sociedad libre que refleje los valores de la revolución. Según se ha documentado, en la provincia se han creado más de 150 consejos locales para administrar servicios básicos; muchos han celebrado las primeras elecciones libres en décadas. La sociedad civil, por tanto tiempo reprimida, ha sido testigo de un renacimiento. Se han creado medios independientes, como la popular Radio Fresh, para poner en jaque al monopolio del régimen sobre la información. Se han expandido centros de mujeres desde donde se han empoderado para participar en la política y en la economía.

HTS ha puesto en peligro estas conquistas duramente ganadas. El grupo ha intentado infiltrarse entre la población local. Desde la caída de Alepo en 2016 ha intensificado sus intentos de imponer su ideología tomando el control de instituciones locales y estableciendo tribunales de la Sharia. Ha sido despiadado con sus oponentes. En diciembre arrestó a cuatro destacados activistas desplazados a Idlib desde Madaya, acusándolos de “informar contra HTS”. Raed Fares, uno de los fundadores de Radio Fresh, sobrevivió a un intento de asesinato, al igual que Ghalya Rahal, cofundadora de la Organización Mazaya, que administra ocho centros de mujeres. Los enfrentamientos entre HTS y otros grupos rebeldes han dejado muchos muertos civiles, y la avalancha de asesinatos y secuestros para obtener un rescate han dejado a la población local inerme e indignada.

Los sirios no han arriesgado sus vidas ni se han rebelado contra la dictadura de Assad para reemplazarla por otra. Muchos consejos locales emitieron declaraciones de rechazo de la autoridad de HTS en el gobierno local o declararon su neutralidad en los combates entre grupos rebeldes. Cientos de activistas locales coordinaron la oposición al control de HTS y pidieron la desmilitarización de sus comunidades a través de campañas en medios de comunicación y en manifestaciones públicas. Reemplazaron valientemente la bandera yihadista negra por la bandera de la revolución. En abril los trabajadores sanitarios se manifestaron contra las luchas internas y los secuestros. Las mujeres se organizaron contra los edictos discriminatorios de HTS, como el de la imposición de estrictos códigos de vestimenta o el que exige que las viudas vivan con un familiar varón.

La reconquista del régimen de Guta, Daraa y otras áreas ha estado acompañada de graves violaciones de los derechos humanos. Las detenciones de personas que se presumía disidentes fueron masivas. Los hombres fueron reclutados en el ejército del régimen por la fuerza. A muchos se les obligó a firmar documentos comprometiéndose a no participar en protestas ni actividades contrarias al régimen y se les presionó para obtener información sobre grupos rebeldes. Periodistas, trabajadores humanitarios y activistas de la oposición viven atemorizados como blanco que son.

La reconquista de Idlib conducirá sin duda a las mismas consecuencias. El activismo civil que opera abiertamente será aplastado y los prometedores experimentos democráticos, erradicados, dejando que los extremistas operen a plena luz.

Si bien una sociedad civil fuerte es una de las mejores defensas contra la propagación del extremismo, las campañas de bombardeos y de terror del régimen pueden hacer que se imponga la adhesión popular a los grupos yihadistas. Y a pesar de ello, los principales donantes de la sociedad civil siria, Estados Unidos y Gran Bretaña, están retirando fondos a las organizaciones sirias de Idlib por temor a que caigan en manos de terroristas. Dada la enormidad de la crisis humanitaria que muy posiblemente se desate, es probable que la retirada de la tan necesaria asistencia agrave aún más el sufrimiento de la población civil.

Lo peor de todo es que existe un creciente consenso internacional a cerca de que el régimen es la mejor solución para la devastación que él mismo ha provocado. La comunidad internacional está cambiando su enfoque sobre la reconstrucción rehabilitando al régimen, recompensando así a los responsables de la devastación del país y presionando a los refugiados para que regresen a un país donde su seguridad dista mucho de estar garantizada.

La gente de Idlib sabe que probablemente será abandonada a un destino similar al de sus compatriotas en Daraa y Guta. Aumenta la indignación ya profundamente enraizada, por la traición de las supuestas potencias democráticas. Los residentes perciben que quienes favorecen la “estabilidad” a cualquier precio consideran que su continua resistencia es ya un inconveniente. Pero el retorno al control del régimen sobre Idlib no conducirá a la paz y mucho menos a la estabilidad. Erradicará la alternativa democrática a la tiranía dejando a los yihadistas, que medran en la violencia, la opresión y la ocupación extranjera, como el último bastión que engendre una amenaza para la región y el mundo a largo plazo.

La Campaña Siria ha puesto en marcha una iniciativa de crowfounding para que Radio Fresh pueda seguir emitiendo. Aquí el enlace .

Fuente: https://leilashami.wordpress.com/2018/09/05/what-next-for-idlib/
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17-04-2018
El “antiimperialismo” de los idiotas

Leila Al Shami
/leilashami.wordpress.com

Una vez más, el movimiento “antiguerra” occidental se ha despertado para movilizarse en torno a Siria. Esta es la tercera vez desde 2011. La primera fue cuando Obama contempló atacar la capacidad militar del régimen sirio (pero no lo hizo) tras los ataques químicos en Guta en 2013, considerados una ‘línea roja’. La segunda vez fue cuando Donald Trump ordenó un ataque que golpeó una base militar vacía en respuesta a los ataques químicos contra Khan Sheikhun en 2017. Y hoy, cuando EE. UU., el Reino Unido y Francia toman medidas militares limitadas (ataques selectivos contra los activos militares del régimen e instalaciones de armas químicas) después de un ataque con armas químicas en Duma que mató al menos a 34 personas, incluidos muchos menores que se refugiaban de los bombardeos en los sótanos.

Lo primero que debemos resaltar de las tres principales movilizaciones de la izquierda “antiguerra” occidental es que tienen poco que ver con que se acabe la guerra. Más de medio millón de sirios han sido asesinados desde 2011. La gran mayoría de las muertes de civiles se han producido mediante el uso de armas convencionales y el 94% de estas víctimas fueron asesinadas por la alianza sirio-rusa-iraní. No hay indignación ni se finge preocupación por esta guerra, que siguió a la brutal represión del régimen contra manifestantes pacíficos y en favor de la democracia. No hay indignación cuando se lanzan bombas de barril, armas químicas y napalm en comunidades democráticamente autoorganizadas o en hospitales y trabajadores de rescate. Los civiles son prescindibles; las capacidades militares de un régimen genocida y fascista no lo son. De hecho, el lema “Manos fuera de Siria” realmente significa “No tocar a Assad” y a menudo se brinda apoyo para la intervención militar de Rusia. Esto fue evidente ayer en una manifestación organizada por Stop the War UK, donde se exhibieron vergonzosamente varias banderas del régimen y rusas.

Esta izquierda muestra tendencias profundamente autoritarias, aquella que coloca a los propios estados en el centro del análisis político. Por lo tanto, la solidaridad se extiende a los estados (vistos como el actor principal en la lucha por la liberación) en lugar de grupos oprimidos o desfavorecidos en cualquier sociedad dada, sin importar la tiranía de ese estado. Ciegos a la guerra social que ocurre dentro de Siria, los sirios (allá donde los hay) son vistos como simples peones en un juego de ajedrez geopolítico. Repiten el mantra ‘Assad es el gobernante legítimo de un país soberano’. Assad, que heredó una dictadura de su padre y nunca ha celebrado, y mucho menos ganado, una elección libre y justa. Assad, cuyo “ejército árabe sirio” solo puede recuperar el territorio que perdió gracias al respaldo de una mezcolanza de mercenarios extranjeros y con el apoyo de bombas extranjeras, y que están luchando, en general, contra rebeldes y civiles nacidos en Siria. ¿Cuántos considerarían legítimo a su propio gobierno electo si comenzara a llevar a cabo campañas de violación en masa contra los disidentes? Tal posición solo es posible por la deshumanización completa de los sirios. Es un racismo que ve a los sirios como incapaces de lograr, y mucho menos de merecer, algo mejor que una de las dictaduras más brutales de nuestro tiempo.

Para esta izquierda autoritaria, el apoyo se extiende al régimen de Assad en nombre del “antiimperialismo”. Assad es visto como parte del “eje de resistencia” tanto contra el imperio estadounidense como contra el sionismo. Poco importa que el propio régimen de Assad haya apoyado la primera guerra del Golfo, o haya participado en el programa de entregas ilegales de Estados Unidos donde los presuntos terroristas fueron torturados en Siria en nombre de la CIA. El hecho de que este régimen probablemente tenga la dudosa distinción de masacrar a más palestinos que el estado israelí es constantemente ignorado, como lo es el hecho de que está más decidido a utilizar sus fuerzas armadas para reprimir la disidencia interna que a liberar el Golán ocupado por Israel.

Este ‘antiimperialismo’ de idiotas es uno que equipara el imperialismo solamente con las acciones de los Estados Unidos. Parecen ignorar que Estados Unidos bombardeó Siria desde 2014. En su campaña para liberar Raqqa de Daesh, se abandonaron todas las normas internacionales de guerra y consideraciones de proporcionalidad. Más de 1.000 civiles fueron asesinados y la ONU estima que el 80 por ciento de la ciudad es ahora inhabitable. No hubo protestas en contra de esta intervención de parte de las organizaciones que dirigen el movimiento contra la guerra, ni llamadas para asegurar la protección de los civiles o de la infraestructura civil. En lugar de ello, adoptaron el discurso de la “Guerra contra el Terrorismo”, antaño dominio de los neoconservadores y ahora promulgada por el régimen, de que toda oposición a Assad es terrorismo yihadista. Hicieron la vista gorda cuando Assad llenaba su gulag con miles de manifestantes seculares, pacíficos y pro-democracia para matarlos por tortura, mientras liberaba a militantes islamistas de la cárcel. Del mismo modo, se han ignorado las continuas protestas en áreas opositoras liberadas contra grupos extremistas y autoritarios como Daesh, Nusra y Ahrar Al Sham. No se considera que los sirios posean la sofisticación necesaria para tener una amplia gama de opiniones. Los activistas de la sociedad civil (incluidas muchas mujeres sorprendentes), los periodistas ciudadanos y los trabajadores humanitarios son irrelevantes. Toda la oposición se reduce a sus elementos más autoritarios o se la ve como una mera correo de transmisión de intereses extranjeros.

Esta izquierda pro fascista parece cegada a cualquier forma de imperialismo que no sea de origen occidental. Combina la política identitaria con el egoísmo. Todo lo que sucede se ve a través del prisma de lo que significa para los occidentales: solo los hombres blancos tienen el poder de hacer historia. Según el Pentágono, actual­mente hay alrededor de 2.000 tropas estadounidenses en Siria. Por primera vez en la historia de Siria, Estados Unidos ha establecido una serie de bases militares en el norte controlado por los kurdos. Esto debería preocupar a cualquiera que apoye la autodeterminación siria, aunque palidece en comparación con las decenas de miles de tropas iraníes y milicias chiíes respaldadas por Irán que ahora ocupan gran parte del país, o los criminales bombardeos llevados a cabo por la fuerza aérea rusa en apoyo de la dictadura fascista. Ahora, Rusia ha establecido bases militares permanentes en el país y se le han otorgado derechos exclusivos sobre el petróleo y el gas de Siria como recompensa por su apoyo. Noam Chomsky una vez sostuvo que la intervención de Rusia no podía ser considerada imperialismo porque fue invitada a bombardear el país por el régimen sirio. Según ese análisis, la intervención de los EE.UU . en Vietnam tampoco fue imperialista, invitada como lo fue por el gobierno survietnamita.

Varias organizaciones pacifistas han justificado su silencio sobre las intervenciones rusas e iraníes argumentando que “el enemigo principal está en casa”. Esto los excusa de emprender cualquier análisis de poder serio para determinar quiénes son realmente los principales actores que impulsan la guerra. Para los sirios, el principal enemigo está realmente en casa: es Assad el que comete lo que la ONU ha llamado el ‘crimen de exterminio’. Sin ser conscientes de sus propias contradicciones, muchas de las mismas voces se han proclamado opuestas (y con razón) al ataque actual de Israel contra manifestantes pacíficos en Gaza. Por supuesto, una de las principales formas en que funciona el imperialismo es negar las voces autóctonas. Y así, las principales organizaciones occidentales contra la guerra celebran conferencias en Siria sin invitar a ningún ponente sirio.

La otra tendencia política más importante de haber apoyado al régimen de Assad y organizarse contra los ataques de EE.UU., El Reino Unido y Francia contra Siria es la extrema derecha. Hoy, el discurso de los fascistas y estos “izquierdistas antiimperialistas” es prácticamente indistinguible. En los EE.UU., el supremacista blanco Richard Spencer, el productor de podcasts de la derecha alternativa (alt-right) Mike Enoch, y la activista antiinmigración, Ann Coulter, se oponen a los ataques norteamericanos. En el Reino Unido, el ex líder de BNP, Nick Griffin, y la islamófoba Katie Hopkins se unen al clamor. El lugar donde convergen con frecuencia el alt-right y el alt-left (izquierda alternativa) es en torno a la promoción de varias teorías de conspiración para absolver al régimen de sus crímenes. Afirman que las matanzas químicas son banderas falsas o que los trabajadores de protección civil son Al Qaeda y, por lo tanto, objetivos legítimos de ataques. Aquellos que difunden tales informes no están en el terreno en Siria y no pueden verificar independientemente lo que reclaman. A menudo dependen de los medios estatales de propaganda rusos o de Assad porque “no confían en los media” o en los sirios directamente afectados. A veces, la convergencia de estas dos corrientes aparentemente opuestas del espectro político se convierte en una colaboración abierta. Es el caso de la coalición ANSWER, que está organizando muchas de las manifestaciones en EE.UU. contra un ataque a Assad. Con frecuencia, ambas líneas promueven narrativas islamofóbicas y antisemitas. Ambos comparten el mismo argumentario y los mismos memes.

Existen muchas razones válidas para oponerse a la intervención militar externa en Siria, ya sea por parte de EE.UU., Rusia, Irán o Turquía. Ninguno de estos estados está actuando en interés del pueblo sirio, la democracia o los derechos humanos. Actúan únicamente por sus propios intereses. Hoy, la intervención de los Estados Unidos, el Reino Unido y Francia no pretende tanto el proteger a los sirios de las atrocidades masivas sino el hacer cumplir una norma internacional de que el uso de armas químicas es inaceptable, por temor a que algún día se utilicen contra los propios occidentales. Más bombas extranjeras no traerán paz ni estabilidad. Hay poca intención de expulsar a Assad del poder, lo que contribuiría a terminar con la peor de las atrocidades. Sin embargo, al oponerse a la intervención extranjera, uno tiene que encontrar una alternativa para proteger a los sirios de la matanza. Es moralmente objetable, como mínimo, esperar que los sirios callen y mueran para proteger el principio superior del “antiimperialismo”. Los sirios han propuesto muchas veces alternativas a la intervención militar extranjera, que han sido ignoradas. Y entonces queda la pregunta, cuando las opciones diplomáticas han fallado, cuando un régimen genocida está protegido de la censura por poderosos apoyos internacionales, cuando no se logra detener los bombardeos diarios, poner fin a los asedios por inanición o liberar a los prisioneros torturados a escala industrial. Qué se puede hacer.

No me quedan respuestas. Siempre me he opuesto a toda intervención militar extranjera en Siria, apoyé el proceso liderado por Siria para librar a su país de un tirano y respaldé procedimientos internacionales basados ​​en esfuerzos para proteger a los civiles y los derechos humanos y garantizar la rendición de cuentas de todos los actores responsables de crímenes de guerra. Un acuerdo negociado es la única manera de terminar esta guerra y aún parece tan distante como siempre. Assad (y sus protectores) están decididos a frustrar cualquier proceso, buscar una victoria militar total y aplastar cualquier alternativa democrática que sobreviva. Cientos de sirios están siendo asesinados todas las semanas de la manera más bárbara imaginable. Los grupos extremistas y las ideologías están prosperando en el caos creado por el Estado. Los civiles continúan huyendo a miles a medida que se implementan mecanismos legales, como la Ley nº 10, para garantizar que nunca regresarán a sus hogares. El sistema internacional en sí mismo está colapsando bajo el peso de su propia impotencia. Las palabras ‘Nunca más’ suenan huecas. No hay un movimiento popular importante que se solidarice con las víctimas. Al contrario, son calumniados, su sufrimiento es negado u objeto de burla, y sus voces, ausentes de los debates o puestas en duda por personas lejanas, que no saben nada de Siria, la revolución o la guerra, y que arrogantemente creen que saben lo que es mejor. Es esta situación desesperada la que hace que muchos sirios den la bienvenida a la acción de EE.UU., Reino Unido y Francia y que ahora vean la intervención extranjera como su única esperanza, a pesar de los riesgos que saben que conlleva.

Una cosa es segura: no voy a perder el sueño por los ataques dirigidos contra las bases militares del régimen y las plantas de armas químicas que pueden proporcionar a los sirios un breve respiro de la matanza diaria. Y nunca seré una aliada de aquellos que ponen los discursos rimbombantes por encima de las realidades vividas, que apoyen regímenes brutales en países lejanos, o que promocionen el racismo, las teorías de la conspiración y la negación de las atrocidades.

Fuente original: https://leilashami.wordpress.com/2018/04/16/el-antiimperialismo-de-los-idiotas/#more-951


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