El gobierno progresista de Lula utilizó el capitalismo cementero para ampliar la red subimperialista-militar de su país, al punto que esas empresas desparramaron millones de dólares en los países vecinos donde finalmente varios presidentes y altos funcionarios cayeron en procesos de corrupción. Lula propuso a Evo Morales la gran carretera que atravesaría la región protegida del Tipnis que desató una de las más fuertes luchas de resistencia comunitaria del continente hasta el día de hoy, ya que permitiría a la industria de la coca excedentaria (que va a la producción de cocaína) del Chapare, ampliar enormemente la colonización de tierras y territorios, previo sometimiento de las comunidades mediante cuentas de colores y espejitos que muy rápido se cambiaron por lacrimógenas, tiros y helicópteros artillados, no muy progresistas que digamos, que sembraron el terror y la muerte entre las comunidades.
Como los gobiernos progresistas han contribuido a la expansión y profundización del capitalismo en nuestro continente Abya Yala
Jaime Yovanovic (Profesor J) }
Universidad Libre de la Tierra y del Común
unlibre@gmail.com
Esa y las demás carreteras infames, junto a hidroeléctricas, puertos y trenes, se van adentrando en selvas, montañas, valles, bosques y ríos de todo el continente en la nueva fase de expansión del extractivismo sobre la base de mayor y sangriento despojo, aún de emanaciones tóxicas masivas como ha sucedido en estos días en Quintero y alrededores de esa ciudad chilena. En tanto en Argentina el progresismo abandonaba su ritmo de industrialización, minería y petróleo, para concentrar inversiones en el campo en la agroindustria con una cadena de despojos a campesinos y comunidades originarias que recordaban la época de la “pacificación” de la Patagonia multiplicando vertiginosamente la producción de soya transgénica y el uso masivo del glifosato.
Nada demoró en crecer la idea de las redes de carreteras y ferrocarriles que cruzarían el continente, que amenazaron con tumbar barrios enteros de ciudades portuarias para ampliación de vías. El gobierno “progresista” de Nicaragua durante cinco años no consigue derrotar la resistencia campesina e indígena contra el engendro de Ortega del nuevo canal transoceánico donde un capitalista chino prometía lluvia de dólares a costa de un gigantesco daño ecológico y comunitario.
Venezuela, acabada la gallina petrolera de los huevos de oro, se lanza a crear el Arco Minero del Orinoco invitando a 200 empresas a hincharse trayendo su potencial extractivista realizando destrucción y daño irreversible al 12% del territorio nacional.
López Obrador el progresista mexicano no se queda lejos y promete mayor enriquecimiento del empresariado apoyando los dos enormes proyectos rechazados por las poblaciones respectivas: el gigantesco nuevo aeropuerto que moviliza en contra a miles de comuneros y vecinos bien dispuestos a erigirse como una barrera humana que impida la construcción. Lo mismo sucede con el Tren Maya, que el flamante nuevo presidente muy progresista él promete ejecutar como un gran logro de su mandato y que también ha concitado el fuerte rechazo comunitaria.
En fin que el capitalismo sigue avanzando, cada vez más destructivo y la gente en las ciudades como si lloviera, votando partidos y candidatos progresistas e izquierdistas que ya está claro que van a seguir profundizando la destrucción, bastando ver el grupo de vivienda Ukamau en Chile, que se presenta como rebelde, pero que se adscribe al modelos progresista del nacional-populismo, o sea, dicho en plata, hablamos de su simpatía y apoyo al madurismo y al orteguismo
Por eso que en el campo, la montaña y la selva, entre campesinos, pueblos originarios, pescadores artesanales y afrodescendientes, es donde vemos con mayor claridad y eficacia la resistencia al despojo y a la desposesión con un fuerte arraigo al territorio, a la naturaleza y en la defensa de la vida. Ya se ha pasado de la fase de la resistencia a construir otro modo de vivir, el cambio civilizatorio, el otro mundo posible, donde el estado ya no cumple función ninguna y adquiere plenitud la autonomía comunitaria, el despliegue de la potencia social y los autogobiernos locales que ya han comenzando paulatinamente a federarse como potentes redes horizontales de los de abajo, como en el confederalismo democrático, los municipios autónomos zapatistas, los autogobiernos y autodefensas en Michoacán, Guerrero, Oaxaca y otros estados, los autogobiernos en el amazonas y la Alianza Territorial Mapuche, por sólo nombrar algunos, y ya despuntan brotes en varias ciudades del continente y de otros continentes de formas de autoorganización social nada parecidas ni próximas a la política de partidos que pasan en lucha por el poder estatal, pues estos procesos de abajo buscan desplegar el protagonismo social autogobernante.