Como se esperaba, el domingo 7 de octubre salió ganador de la primera vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas, con el 46% de los sufragios y un 16% más que su principal adversario, Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores, el inquietante antidemócrata y ex militar Jair Messias Bolsonaro, alias “Trumpinho”. O sea pequeño Trump, debido a la semejanza ideológico-degenerativa del personaje con el presidente gringo.
Fabrizio Lorusso
9 octubre 2018 0
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Bolsonaro dixit
Fabrizio Lorusso
Como se esperaba, el domingo 7 de octubre salió ganador de la primera vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas, con el 46% de los sufragios y un 16% más que su principal adversario, Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores, el inquietante antidemócrata y ex militar Jair Messias Bolsonaro, alias “Trumpinho”. O sea pequeño Trump, debido a la semejanza ideológico-degenerativa del personaje con el presidente gringo. Semejanza que se refrenda como un loop descerebrado también con varias calamidades más llamadas M. Salvini, V. Orban, M. Le Pen, entre otros fascistas del siglo XXI que se van incrustando en los gobiernos de distintos países y logran dominar el discurso de odio social.
Con políticas neoliberales en lo económico e iliberales en lo político-social, empezando por su menosprecio de toda institución y proceso democrático, van avanzando en oleadas populistas y xenófobo-racistas los intereses del gran capital, que ya es casi todo financiero y globalizado: tras el resultado subieron repentinamente el Real brasileño frente al dólar y la bolsa de San Pablo, pese a que hay un riesgo concreto de decaimiento de la democracia en el país más importante de América Latina. Esto significa que el mercado descuenta y aprecia este efecto antidemocrático con tal de que haya por lo menos buenas condiciones para la inversión y la apertura forzada de nuevos mercados vía la privatización de todo. Y es el plan anunciado por Bolsonaro si llega a ganar, junto a los recortes de pensiones, salarios y gasto público que en dos años de golpe de Estado no ha podido acabar el deslegitimado títere presidencial Michel Temer.
El Congreso quedó muy fragmentado, como también se esperaba, y en su mayoría representa al clásico bloque conservador. Haddad, candidato espejo y herede designado de Lula da Silva, inhabilitado y encarcelado, al día de hoy tiene, tal vez, la posibilidad de un empate técnico con Bolsonaro y quizás se la pueda jugar en un debate televisivo, pero el tiempo es poco (de este a dos domingos) y las divisiones en la izquierda, que no han permitido una alianza previa entre Ciro Gomes, el PSOL y el PT, son muchas. Así como las dificultades para gobernar en este contexto.
La política y la campaña hecha con memes y eslóganes fáciles para problemas difíciles no es una peculiaridad brasileña, sino que se reproduce en muchos países de la mano de las fake news y la acción de los trolls en redes sociales, cada vez más eficaces. El hartazgo legítimo con problemáticas sistémicas como la corrupción o la crisis económicas se cataliza en contra de un adversario. Así pasó con el PT, al punto de que la elección pareció ser un voto contra o a favor de este partido y en contra o a favor de Bolsonaro, pues se trata de los dos actores políticos que más antipatías despiertan en la población y que polarizaron la elección.
Por más de dos años la corrupción estructural y endémica del sistema fue achacada mayoritariamente a una parte, el PT, que, lejos de no haber cometido crímenes o errores, ha padecido el desgaste de la crisis económica, de la estancada reforma política, del despegue de las bases, de la corrupción, de los despilfarros del mundial y, finalmente, de tres mandatos y medio consecutivos, dos con Lula y uno y medio con Dilma, interrumpidos por una alteración evidente del orden ético y constitucional en 2016. De hecho el ex partido de Bolsonaro, el llamado “Progresista”, es uno de los que tienen más enjuiciados por casos como Lava Jato y varias corruptelas. Lo mismo vale para otras formaciones de derecha. Bolsonaro de hecho lleva 27 años como congresista y ha sido uno de los más ineficientes.
Es parte integral del sistema, y ha creado una dinastía familiar parasita que vive de la política. Pero se pudo milagrosamente presentar como candidato anti-político o anti-sistema, sobre todo por su discurso violento que, y es otro gran problema, está despertando y va a despertar los ánimos racistas y violentos. En los países en donde gobiernan “propuestas” parecidas han aumentado sin freno los “crímenes de odio” y el silencio cómplice de las autoridades de alto nivel, las cuales prefieren buscar culpables débiles y fáciles para los problemas graves que enfrentan (y no pueden resolver como prometieron).
La retórica militarista de Bolsonaro, incluso a favor de la dictadura y la tortura, de los “valores familiares”, de las armas en cada casa (¿Será otro valor familiar?), así como su discurso contra los homosexuales, las mujeres y los afrodescendientes van más allá del clásico populismo y se sustentan en lo peor del pensamiento elitista y neofascista de algunas capas sociales latinoamericanas y occidentales en general. Franquistas y pinochetistas, fuertes sólo con los débiles, levantan de nuevo la cabeza y dicen “presente”, mientras reconquistan escaños y hasta legitimidad gracias al consenso social del “voto en contra”. Y hasta se normalizan, la gente común vuelve a tolerar lo intolerable. Echando mano de varias fuentes en internet, recopilé las frases más ignominiosas de Jair Bolsonaro en sus años (largos) como personaje público. El problema real es que él mismo reivindica sus dichos y le han servido para escalar.
Dictadura y tortura son de sus temas favoritos: “Estoy a favor de la tortura. A través del voto, usted no cambia el país”. En el programa TV de Joao Kebler en 2016 dijo: “En Chile, 1973, Pinochet hizo lo que se tenía que hacer porque allí había más de 30mil cubanos”, justificando así una mentira y una matazón conducida por la dictadura en contra de más de 40mil personas. “El error de la dictadura fue torturar y no matar”, lo dijo en 2016 durante una entrevista a la radio radio Jovem Pan. En 1999, durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, dijo que “la dictadura habría tenido que fusilar por lo menos a 30mil personas, empezando por el presidente”.
Sobre mujeres y abuso sexual se expresa de esta forma. En 1993, en una reunión del Congreso, sostuvo: “Defiendo la pena de muerte y el rígido control de la natalidad, porque veo la violencia y la miseria que cada vez se extiende más por nuestro país. Quien no tiene condiciones de tener hijo, no debe tenerlos”. El clásico argumento del siglo XIX que pretende reducir la pobreza matando a los pobres.
Sobre la ex presidenta Dilma Rousseff, detenida y torturada durante la dictadura que duró de 1964 a 1985, cuando votó por el impeachment en contra de ella en el Congreso en 2016, dijo: “Por la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el pavor de Dilma Rousseff”. O sea dedicó su voto afirmativo al jefe de la inteligencia del Ejército, Alberto Brilhante Ustra, uno de los torturadores cuando la presidenta estuvo detenida.
A una diputada del PT: “Quédate ahí, María del Rosario, quédate. Hace unos días, me llamaste violador, en el Salón Verde, y te dije que no iba a violarla a usted porque usted no merece. Quédate aquí para oír”. Y para justificarse: “Ella no merece (ser violada), porque ella es muy mala, porque ella es muy fea, no es de mi gusto, jamás la violaría. Yo no soy violador, pero si fuera, no la iba a violar porque no lo merece”.
Los afrodescendientes son otro de sus blancos. En el club Hebraica en 2017, Bolsonaro también habló de la población afrodescendiente: “Yo fui a una quilombola en Eldorado Paulista, y el afrodescendiente más delgado de allí pesaba siete arrobas. No hacen nada. Creo que ni como procreadores sirven más. Más de mil millones de dólares al año estamos gastado con ellos”. Aseguró que de llegar a la Presidencia esos “inútiles van a tener que trabajar”.
En 2011, hablando con la cantante Preta Gil (hija del músico Gilberto Gil) sobre qué haría si su hijo se enamorase de una mujer negra: “Mira, Preta: yo no voy a discutir promiscuidad con quien quiera que sea. Yo no corro ese riesgo, porque mis hijos fueron muy bien educados y no vivieron en ambientes como lamentablemente tú viviste”.
Y en 2018, sobre la participación de las mujeres en la política: “No es una cuestión de colocar cuotas de mujeres porque sí. Tenemos que colocar gente capacitada. Si colocan mujeres porque sí, voy a tener que contratar negros también”. En 2013, frente a la Cámara, dijo que “el pobre sólo tiene una utilidad en nuestro país: votar. La cédula de elector en la mano es diploma de burro en el bolsillo. Sirve para votar el gobierno que está ahí. Sólo sirve para eso y nada más”:
La homosexualidad lo obsesiona: “No podría amar a un hijo homosexual. No voy a ser hipócrita. Prefiero que un hijo mío se muera en un accidente a que ande con un bigotón por ahí… Para mí, estaría muerto de cualquier forma”, según entrevista a la revista Playboy en 2011.
En 2002 dijo que, ante una pareja gay: “No voy a combatir ni a discriminar, pero si veo a dos hombres besándose en la calle, les voy a pegar“, afirmación por la que fue sentenciado a pagar 45mil dólares de multa.
Sobre cuestiones de género, en 2010 sugirió que “al hijo que empieza a verse así, un poco gay, hay que darle una buena tunda para cambiar su comportamiento, ¿no? Algunas personas que conozco me han dicho ‘qué bueno que me pegaron de niño, mi papá me enseñó a ser hombre‘”. Y para rematar: “A los brasileños no nos gustan los homosexuales”. En una entrevista con el periodista Danilo Gentile: “El 90% de los hijos adoptados (por matrimonios entre personas del mismo sexo) van a ser homosexuales y se van a prostituir, con seguridad”.
Esta larga lista del terror podría redactarse, muy parecida, utilizando frases de otros dizque “dirigentes” políticos (y económicos) del mundo, que son cada vez más desinhibidos en sus extremismos, rentables electoralmente en esta fase, y volcados hacia el fascismo 2.0, en que los nuevos derechistas se disfrazan de cosmopolitas, viajeros, fumadores de marihuana y “buena onda”, pero esconden en sí el germen del pensamiento más reacio y reaccionario, mal parido de una globalización neoliberal desenfrenada que nos quiere encerrados, individualistas, consumistas y expulsados cada vez más de territorios y sistemas económicos. Frente a esto, siguen siendo válidos el grito y el imaginario de oposición para “otro mundo posible”, una globalización con otro concepto de “pueblo” que no sea un contenedor vacío y un sustantivo singular, nutrido de miedos frente al otro y funcional al interés de élites globales predatorias, sino un concepto plural, basado en la inclusión sin fronteras físicas y mentales de toda la esfera humana, de la vida (“biosfera”) y del pensamiento (“noosfera”).
@FabrizioLorusso
Con políticas neoliberales en lo económico e iliberales en lo político-social, empezando por su menosprecio de toda institución y proceso democrático, van avanzando en oleadas populistas y xenófobo-racistas los intereses del gran capital, que ya es casi todo financiero y globalizado: tras el resultado subieron repentinamente el Real brasileño frente al dólar y la bolsa de San Pablo, pese a que hay un riesgo concreto de decaimiento de la democracia en el país más importante de América Latina. Esto significa que el mercado descuenta y aprecia este efecto antidemocrático con tal de que haya por lo menos buenas condiciones para la inversión y la apertura forzada de nuevos mercados vía la privatización de todo. Y es el plan anunciado por Bolsonaro si llega a ganar, junto a los recortes de pensiones, salarios y gasto público que en dos años de golpe de Estado no ha podido acabar el deslegitimado títere presidencial Michel Temer.
El Congreso quedó muy fragmentado, como también se esperaba, y en su mayoría representa al clásico bloque conservador. Haddad, candidato espejo y herede designado de Lula da Silva, inhabilitado y encarcelado, al día de hoy tiene, tal vez, la posibilidad de un empate técnico con Bolsonaro y quizás se la pueda jugar en un debate televisivo, pero el tiempo es poco (de este a dos domingos) y las divisiones en la izquierda, que no han permitido una alianza previa entre Ciro Gomes, el PSOL y el PT, son muchas. Así como las dificultades para gobernar en este contexto.
La política y la campaña hecha con memes y eslóganes fáciles para problemas difíciles no es una peculiaridad brasileña, sino que se reproduce en muchos países de la mano de las fake news y la acción de los trolls en redes sociales, cada vez más eficaces. El hartazgo legítimo con problemáticas sistémicas como la corrupción o la crisis económicas se cataliza en contra de un adversario. Así pasó con el PT, al punto de que la elección pareció ser un voto contra o a favor de este partido y en contra o a favor de Bolsonaro, pues se trata de los dos actores políticos que más antipatías despiertan en la población y que polarizaron la elección.
Por más de dos años la corrupción estructural y endémica del sistema fue achacada mayoritariamente a una parte, el PT, que, lejos de no haber cometido crímenes o errores, ha padecido el desgaste de la crisis económica, de la estancada reforma política, del despegue de las bases, de la corrupción, de los despilfarros del mundial y, finalmente, de tres mandatos y medio consecutivos, dos con Lula y uno y medio con Dilma, interrumpidos por una alteración evidente del orden ético y constitucional en 2016. De hecho el ex partido de Bolsonaro, el llamado “Progresista”, es uno de los que tienen más enjuiciados por casos como Lava Jato y varias corruptelas. Lo mismo vale para otras formaciones de derecha. Bolsonaro de hecho lleva 27 años como congresista y ha sido uno de los más ineficientes.
Es parte integral del sistema, y ha creado una dinastía familiar parasita que vive de la política. Pero se pudo milagrosamente presentar como candidato anti-político o anti-sistema, sobre todo por su discurso violento que, y es otro gran problema, está despertando y va a despertar los ánimos racistas y violentos. En los países en donde gobiernan “propuestas” parecidas han aumentado sin freno los “crímenes de odio” y el silencio cómplice de las autoridades de alto nivel, las cuales prefieren buscar culpables débiles y fáciles para los problemas graves que enfrentan (y no pueden resolver como prometieron).
La retórica militarista de Bolsonaro, incluso a favor de la dictadura y la tortura, de los “valores familiares”, de las armas en cada casa (¿Será otro valor familiar?), así como su discurso contra los homosexuales, las mujeres y los afrodescendientes van más allá del clásico populismo y se sustentan en lo peor del pensamiento elitista y neofascista de algunas capas sociales latinoamericanas y occidentales en general. Franquistas y pinochetistas, fuertes sólo con los débiles, levantan de nuevo la cabeza y dicen “presente”, mientras reconquistan escaños y hasta legitimidad gracias al consenso social del “voto en contra”. Y hasta se normalizan, la gente común vuelve a tolerar lo intolerable. Echando mano de varias fuentes en internet, recopilé las frases más ignominiosas de Jair Bolsonaro en sus años (largos) como personaje público. El problema real es que él mismo reivindica sus dichos y le han servido para escalar.
Dictadura y tortura son de sus temas favoritos: “Estoy a favor de la tortura. A través del voto, usted no cambia el país”. En el programa TV de Joao Kebler en 2016 dijo: “En Chile, 1973, Pinochet hizo lo que se tenía que hacer porque allí había más de 30mil cubanos”, justificando así una mentira y una matazón conducida por la dictadura en contra de más de 40mil personas. “El error de la dictadura fue torturar y no matar”, lo dijo en 2016 durante una entrevista a la radio radio Jovem Pan. En 1999, durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, dijo que “la dictadura habría tenido que fusilar por lo menos a 30mil personas, empezando por el presidente”.
Sobre mujeres y abuso sexual se expresa de esta forma. En 1993, en una reunión del Congreso, sostuvo: “Defiendo la pena de muerte y el rígido control de la natalidad, porque veo la violencia y la miseria que cada vez se extiende más por nuestro país. Quien no tiene condiciones de tener hijo, no debe tenerlos”. El clásico argumento del siglo XIX que pretende reducir la pobreza matando a los pobres.
Sobre la ex presidenta Dilma Rousseff, detenida y torturada durante la dictadura que duró de 1964 a 1985, cuando votó por el impeachment en contra de ella en el Congreso en 2016, dijo: “Por la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el pavor de Dilma Rousseff”. O sea dedicó su voto afirmativo al jefe de la inteligencia del Ejército, Alberto Brilhante Ustra, uno de los torturadores cuando la presidenta estuvo detenida.
A una diputada del PT: “Quédate ahí, María del Rosario, quédate. Hace unos días, me llamaste violador, en el Salón Verde, y te dije que no iba a violarla a usted porque usted no merece. Quédate aquí para oír”. Y para justificarse: “Ella no merece (ser violada), porque ella es muy mala, porque ella es muy fea, no es de mi gusto, jamás la violaría. Yo no soy violador, pero si fuera, no la iba a violar porque no lo merece”.
Los afrodescendientes son otro de sus blancos. En el club Hebraica en 2017, Bolsonaro también habló de la población afrodescendiente: “Yo fui a una quilombola en Eldorado Paulista, y el afrodescendiente más delgado de allí pesaba siete arrobas. No hacen nada. Creo que ni como procreadores sirven más. Más de mil millones de dólares al año estamos gastado con ellos”. Aseguró que de llegar a la Presidencia esos “inútiles van a tener que trabajar”.
En 2011, hablando con la cantante Preta Gil (hija del músico Gilberto Gil) sobre qué haría si su hijo se enamorase de una mujer negra: “Mira, Preta: yo no voy a discutir promiscuidad con quien quiera que sea. Yo no corro ese riesgo, porque mis hijos fueron muy bien educados y no vivieron en ambientes como lamentablemente tú viviste”.
Y en 2018, sobre la participación de las mujeres en la política: “No es una cuestión de colocar cuotas de mujeres porque sí. Tenemos que colocar gente capacitada. Si colocan mujeres porque sí, voy a tener que contratar negros también”. En 2013, frente a la Cámara, dijo que “el pobre sólo tiene una utilidad en nuestro país: votar. La cédula de elector en la mano es diploma de burro en el bolsillo. Sirve para votar el gobierno que está ahí. Sólo sirve para eso y nada más”:
La homosexualidad lo obsesiona: “No podría amar a un hijo homosexual. No voy a ser hipócrita. Prefiero que un hijo mío se muera en un accidente a que ande con un bigotón por ahí… Para mí, estaría muerto de cualquier forma”, según entrevista a la revista Playboy en 2011.
En 2002 dijo que, ante una pareja gay: “No voy a combatir ni a discriminar, pero si veo a dos hombres besándose en la calle, les voy a pegar“, afirmación por la que fue sentenciado a pagar 45mil dólares de multa.
Sobre cuestiones de género, en 2010 sugirió que “al hijo que empieza a verse así, un poco gay, hay que darle una buena tunda para cambiar su comportamiento, ¿no? Algunas personas que conozco me han dicho ‘qué bueno que me pegaron de niño, mi papá me enseñó a ser hombre‘”. Y para rematar: “A los brasileños no nos gustan los homosexuales”. En una entrevista con el periodista Danilo Gentile: “El 90% de los hijos adoptados (por matrimonios entre personas del mismo sexo) van a ser homosexuales y se van a prostituir, con seguridad”.
Esta larga lista del terror podría redactarse, muy parecida, utilizando frases de otros dizque “dirigentes” políticos (y económicos) del mundo, que son cada vez más desinhibidos en sus extremismos, rentables electoralmente en esta fase, y volcados hacia el fascismo 2.0, en que los nuevos derechistas se disfrazan de cosmopolitas, viajeros, fumadores de marihuana y “buena onda”, pero esconden en sí el germen del pensamiento más reacio y reaccionario, mal parido de una globalización neoliberal desenfrenada que nos quiere encerrados, individualistas, consumistas y expulsados cada vez más de territorios y sistemas económicos. Frente a esto, siguen siendo válidos el grito y el imaginario de oposición para “otro mundo posible”, una globalización con otro concepto de “pueblo” que no sea un contenedor vacío y un sustantivo singular, nutrido de miedos frente al otro y funcional al interés de élites globales predatorias, sino un concepto plural, basado en la inclusión sin fronteras físicas y mentales de toda la esfera humana, de la vida (“biosfera”) y del pensamiento (“noosfera”).
@FabrizioLorusso