Te escribo esta carta, porque el domingo 14 de octubre de 2018, muchas de tus hermanas feministas fueron apresadas injustamente mientras protestaban contra la represión gubernamental, que ya cumplió seis meses. Se las llevaron por la misma razón que te asesinaron a vos. Ellas no dejaron atrás a sus compañeras, igual que vos decidiste cubrir la retirada de los guerrilleros el día de tu asesinato.
Carta para Arlen Siu
“Muchas cosas han cambiado tía, no te voy a decir que tu sacrificio (y el de muchxs) no valió nada, porque tu historia sigue inspirando a mujeres y hombres valientes”.
Ciudad de México, 20 octubre 2018
Querida tía Arlen:
Crecí con tus historias, mi familia se encargó que tu memoria viviera en cada unx de tus sobrinos y sobrinas. Recuerdo escuchar Un zenzontle pregunta por Arlen en mi infancia, e imaginarte con tu guitarra cantándole a niñxs en la montaña. Me contaron de tus numerosos talentos artísticos, lo mucho que amabas actuar frente audiencias y que hasta terminaste con un novio leonés de años porque era un “ratón de biblioteca” (seguro, también macho progre) y vos necesitabas praxis, a un compañero de lucha.
Ay tía, también me contaron de esa vez en la que diste un discurso bien incendiario en el Colegio La Inmaculada, donde estudiaste. Dicen que era un certamen, a esos que les llaman reinados, y que vos no ganaste, pero agarraste el micrófono y casi que llamaste a la rebelión femenina. Siempre me va a sorprender todo lo que hiciste en solo 19 años, toda la gente que te conoció y a la que marcaste. Por ejemplo, a don Carlos Mejía, quien en una entrevista que le hice me comentó que solo te conoció brevemente y una vez, compartieron escenario en San Marcos, en un evento por la liberación de presos políticos. Pero eso fue suficiente y durante su exilio en Costa Rica, te escribió la famosa canción.
Tía Arlen, tus pinturas aún cuelgan en las paredes que te escucharon tocar el acordeón y tus versos siguen siendo leídos por los rincones de tu casa en Jinotepe. Cuando entré a la universidad me interesé más por conocer tu vida, así fue que descubrí tus ensayos feministas. Fue revelador, entre más deconstruía la idea tuya como ícono revolucionario, más te transformabas en una mujer fuerte y auténtica.
Te escribo esta carta, porque el domingo 14 de octubre, muchas de tus hermanas feministas fueron apresadas injustamente mientras protestaban contra la represión gubernamental, que ya cumplió seis meses. Se las llevaron por la misma razón que te asesinaron a vos. Ellas no dejaron atrás a sus compañeras, igual que vos decidiste cubrir la retirada de los guerrilleros el día de tu asesinato.
Muchas cosas han cambiado tía, no te voy a decir que tu sacrificio (y el de muchxs) no valió nada, porque tu historia sigue inspirando a mujeres y hombres valientes. Sin embargo, mucho por lo que luchaste, se pervirtió en el camino. Hoy, en Nicaragua volvimos a huir de la Policía, a lxs jóvenes les llaman delincuentes, asesinan a niñxs y persiguen estudiantes. Otra vez, exigimos la liberación de presxs políticxs y las mamás lloran por sus hijxs.
Pero algunas cosas están mejores, por ejemplo el movimiento feminista. Te cuento que ahora somos muchas más. Luchamos por nuestros derechos reproductivos, contra el acoso callejero, por la protección de las niñas, el derecho a la tierra y más. No te voy a mentir, sigue siendo difícil, pero no nos rendimos. Te cuento que nuestra paisana Marlen Chow fue una de las apresadas ese domingo, pero cuando le preguntaron a qué organización pertenecía, sin dudarlo dijo “a la Asociación de Mujeres Nicaragüenses de pico rojo” y así, nació una iniciativa por la liberación de presxs políticxs.
Tía Arlen, también quiero dejarle un mensaje a tía Ivonne. De ella, escuché por primera vez, una palabra que me cambió la vida: “feminismo”. Decile que extrañamos su sonrisa, pero sobre todo, nos hace falta su dureza ante las injusticias. Recuerdo que cuando Dora María Téllez estaba en huelga de hambre, tía Ivonne me llevó a verla y me dijo “aquí también estaría la Arlen”. Estoy segura, que ese domingo, estarían ustedes dos; igual que Ana Lucía y Tamara, aferradas una a la otra.
Tía, tu rostro y nombre siguen pintados en las paredes de edificios gubernamentales, pero también en perfiles de Twitter de mujeres jóvenes y vandálicas. Aún mencionan tu nombre como parte de propaganda partidaria, pero el pre-escolar de la UNAN, que lleva tu nombre, fue bastión para estudiantes que defendieron tu legado.
A pesar que muchas mujeres deben luchar desde el anonimato, te menciono los nombres de algunas: Madelaine, Enrieth, Fátima, Victoria, Amaya, Yaritza, Doña Francisca… Todas ellas, luchan desde distintas trincheras y sufren las consecuencias de la represión, en cárceles, exilio y casas de seguridad. Pero no se rinden y por ellas, nosotras tampoco. En Doña Francisca, quiero contarte, veo a María Rural, a la que le cantaste. Mujer campesina, víctima de un sistema opresor, pero llena de garra. Dispuesta a darlo todo por su tierra y compañerxs. Estoy segura que te encantaría conocerla.
Vos desafiaste tu clase social, género y contexto histórico por las luchas justas. Gracias por hacerlo, pues ahora sos un referente feminista en este movimiento social. Nosotras, te prometemos que denunciaremos cada acto machista, clasista y excluyente de los nuevos liderazgos, no nos cansaremos de exigir representación. Por vos, por tía Ivonne y por todas las mujeres que no obtuvieron lo que merecían en los 80: la revolución será feminista, o no será.