Esta es una acción de desobediencia civil masiva. En ella participan mujeres y hombres que aseguran que no tienen nada, que lo han perdido todo, que en Honduras, Guatemala, Nicaragua o El Salvador no se puede vivir y que están desafiando a todo el sistema fronterizo con el que se protege Estados Unidos.
2018/10/28
Gara
LA CAMINATA QUE PONE A CENTROAMÉRICA EN EL MAPA
Dos semanas después de su partida desde San Pedro Sula (Honduras) la caravana de migrantes centroamericanos avanza por México. Su marcha les ha sacado de la clandestinidad. Antes pagaban a un coyote y ahora caminan, a la vista de todos, protegidos por la misma policía que les perseguía.
Miles de migrantes centroamericanos caminan a través de México con destino a Estados Unidos. La mayoría son hondureños, pero también hay guatemaltecos, salvadoreños, nicaragüenses. Es una masa heterogénea: madres embarazadas, hombres entrados en años, niños que no levantan un palmo del suelo, mujeres con edad de trabajar, pero hartas del paro, señores con las manos enormes de labrar el campo, adolescentes a los que las pandillas ya tocaron, con su habitual técnica de captación: vienes con nosotros o te matamos.
Salieron desde San Pedro Sula, en Honduras, hace dos semanas. Empezaron siendo 160 y ahora sobrepasan los 7.000. Y subiendo. Atravesaron Guatemala, caminando o haciendo autoestop, y ya se encuentran en el estado de Oaxaca, en México. Son una preocupación para el presidente saliente, Enrique Peña Nieto. Son un reto para el futuro mandatario, Andrés Manuel López Obrador. Se han convertido en uno de los temas centrales para el presidente norteamericano, Donald Trump, que utiliza la caravana para colocar su mensaje xenófobo de cara las elecciones legislativas del 6 de noviembre.
Antes de hablar de geopolítica es imprescindible recordar por qué esta gente se puso en marcha. «Nosotros nos sumamos a la caravana porque se inundaron los terrenos en los que trabajábamos. Nos quedamos sin nada. Vendimos unos cerdos que nos había dejado nuestro abuelo y seguimos adelante». Marvin Hernández, de 25 años y de Choluteca (frontera con Nicaragua), viene con su hermano, Jonathan. Existen dos razones fundamentales para ponerse en marcha: pobreza y violencia. En el caso de estos dos hermanos, la violencia tiene un nombre: Mara Salvatrucha (MS-13), la pandilla que controla la colonia cercana a la suya. Según relatan, para tener paso libre debían pagar 1.200 lempiras (43 euros) semanales. Es la conocida como “extorsión” o “impuesto de guerra”. Un pago que pobres hacen a otros pobres para que estos no les maten.
El 66% de los hondureños vive por debajo del umbral de la pobreza, según datos del Banco Mundial. La tasa de homicidios en Honduras está en 42,8 asesinatos por cada 100.000 habitantes. En Euskal Herria no llega a uno por cada 100.000. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera “pandemia” de violencia cuando se superan las 10 muertes violentas por cada 100.000.
La épica de la desobediencia
El viernes 19 de octubre, una masa eufórica rompió el cordón policial instalado en Tecún Umán, el último municipio guatemalteco antes de llegar a México. Fueron frenados en seco por la policía mexicana, que llegó a lanzar gases lacrimógenos contra los caminantes; gente pobre, muy pobre, cansada, malcomida, obligada a dormir al raso. Ese día, el puente que une Guatemala y México, levantado sobre el río Suchiate, se convirtió en un enorme campo de refugiados al aire libre. Y así ha seguido en cada localidad que han atravesado.
Esta es una acción de desobediencia civil masiva. En ella participan mujeres y hombres que aseguran que no tienen nada, que lo han perdido todo, que en Honduras, Guatemala o El Salvador no se puede vivir y que están desafiando a todo el sistema fronterizo con el que se protege Estados Unidos.
El viernes, sobre el puente, todo parecía perdido. A tal punto llegó la desesperación que hubo quienes se lanzaron al río desde lo alto. Se lanzaban a una altura de más de diez metros, lanzando antes su mochila. Podían darse la vuelta, pasar entre la gente y pagar los 10 quetzales o 25 pesos (algo más de un euro) que cuestan las balsas que cruzan diariamente el Suchiate. Pero no. Se hartaron. Se lanzaron. Se convirtieron en símbolo de una caravana de desesperados.
Llevaban un día escuchando las promesas del Gobierno mexicano, que les propuso permitirles entrar «de forma ordenada» y no en grupo, como la caravana deseaba. Esto implicaba ser encerrados en un complejo instalado en la Feria Mesoamericana, en Tapachula, convertido en extensión de otro centro, llamado Siglo XXI y que es conocido por ser la mayor cárcel para migrantes en América Latina. Ante la política de «puertas cerradas» impuesta por el país azteca, la respuesta de la caravana fue echarse masivamente al río. En 24 horas, miles de personas cruzaron el Suchiate en unas pequeñas balsas que tradicionalmente se utilizan para el contrabando.
Una vez en territorio mexicano prosiguió la rebelión. Porque esto es una revuelta. Son cientos, miles de migrantes que, hasta hace dos semanas, estaban invisibilizados. Pagaban a coyotes sumas astronómicas por un viaje que ni siquiera tenían certeza de que iban a completar. En clandestinidad, se encontraban a merced de hombres sin escrúpulos, capaces de cruzarles a EEUU, venderles a las autoridades o entregarles a algún cártel. Recordemos que México es una sangría desde hace 12 años, cuando el entonces presidente, Felipe Calderón, declaró su «guerra contra el narco» que se ha cobrado al menos 200.000 vidas y ha dejado 35.000 desaparecidos. No hay trincheras, pero son cifras de conflicto abierto.
Ayer, la caravana llegó a San Pedro Tapanatepec. Una riada de gente subida en camiones, tráilers, en las palanganas de los pick-ups o caminando por el arcén visibilizan este campo de refugiados al aire libre. Arriaga, el municipio de origen, es donde los migrantes suelen tomar la Bestia, el popular tren que simboliza la migración centroamericana a Estados Unidos. La caravana, por el momento, ha decidido no subirse a sus vagones. La mayoría de sus integrantes cree que es demasiado peligroso. Por eso siguen caminando. O subidos en cualquier vehículo. La nueva Bestia va sobre cuatro, seis, ocho ruedas. Aunque también mata. Al menos una persona ha fallecido al caer al suelo y ser atropellado por otro vehículo. Se llamaba Melvin José López Escobar. Tenía 22 años. Era de San Pedro Sula.
Después de 14 días de caminata, el agotamiento es evidente. Por primera vez en cinco días la Policía Federal mexicana hizo acto de presencia. Bloqueó la carretera a su salida de Arriaga y aseguró que solo quería informar a los migrantes de la última oferta de Peña Nieto: visas, trabajo, salud y educación temporales. Todo a cambio de que no sigan caminando. Todo a cambio de que no se acerquen a la capital mexicana y, mucho menos, a EEUU. Se trata de una tremenda alegoría. Cuando los migrantes trataron de llegar al país azteca y fueron gaseados por la policía, fueron parados en seco bajo un cártel en el que se lee “Bienvenidos a México”. Ahora, el plan puesto en marcha por Peña Nieto ha sido bautizado como “Estás en tu casa”. Una propuesta que, amablemente, se presenta con antidisturbios y agentes migratorios cortando el paso.
En realidad, da igual cómo presentasen la propuesta, que los migrantes no quieren ni oír hablar de estas promesas. Aunque ofrecen una posibilidad. Llegar al DF y negociar allí, con el presidente saliente, Peña Nieto, y con el futuro mandatario, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador. Eso es lo que se dice en las asambleas. Porque si se habla con los marchistas, ellos tienen bien claro que su destino final es Estados Unidos. No les atemoriza las amenazas de Trump ni la posibilidad de ser separados de sus hijos. Creen que continuar en bloque les da inmunidad. En cierta medida tienen razón. La temida policía migratoria permite el paso a aquellos caminantes que vienen en bloque. Sin embargo, los rezagados son perseguidos. El viernes fueron arrestados 300 en la frontera entre Guatemala y México. Llegaron tarde.
Esta caravana supone un terremoto para la región. Ya hay otra marcha en Guatemala procedente de Honduras. Una tercera saldrá desde El Salvador. Los migrantes son visibles. Y caminan hacia Estados Unidos.
Amenazas que Trump no puede cumplir
El presidente estadounidense, Donald Trump, lleva dos semanas amenazando a los gobernantes de Guatemala, Honduras y El Salvador sobre las consecuencias de que la caravana avance en sus territorios. Ignoraba el inquilino de la Casa Blanca que la legislación centroamericana permite que cualquier ciudadano de estos tres países o de Nicaragua puedan caminar libremente en este territorio. Trump amenazó con recortar ayudas, obviando que los fondos que destina Washington a Centroamérica (y que en su mayor parte están destinados al control migratorio y la lucha contra el narcotráfico) no son competencia de la presidencia, sino que es el Congreso quien da el visto bueno. La caravana llega en un contexto electoral y no han faltado voces que dicen que esta es una caravana fomentada por la propia Casa Blanca para sus intereses. Hace una semana, desde medios ultras vinculados al Partido Republicano señalaban a Venezuela (siempre, Venezuela) como instigadora de la marcha. A.P.