En el Brasil de Lula y Dilma hubo “paz social” por el asistencialismo caritativo y eso sirvió para que la oligarquía respirase tranquila durante años.
11/11/2018 :: BRASIL
Brasil y el auge del fascismo: la responsabilidad de la pretendida izquierda
x Alberto Cruz
En el Brasil de Lula y Dilma hubo “paz social” por el asistencialismo caritativo y eso sirvió para que la oligarquía respirase tranquila durante años
El fascismo está en auge en todo el mundo. El papanatismo “progresista”, el constante hacer el juego al sistema, las constantes renuncias, el contentarse con las migajas…, la teoría de la conciliación de clases es el caldo de cultivo del fascismo.
Es en este caldo de cultivo, de buen rollito con la oligarquía, cuando triunfa el Partido del Trabajo en Brasil y viene a hacer lo mismo: apaciguar a la oligarquía. Puso en marcha algunas medidas sociales, sí, pero caritativas, asistenciales y sin tocar ni un solo privilegio de los oligarcas.
Neoliberalismo con rostro humano
Los indígenas de Brasil, los pueblos originarios, no tardaron en darse cuenta de lo que era el PT y su política, a la que pronto calificaron como “de bellas frases” pero sin sustancia real. Fueron los primeros, casi los únicos mientras otros movimientos sociales estaban encantados con el humo y el árbol, sin ver que el humo era humo y que detrás del árbol había bosque. Un tupido bosque que no solo no se tocaba, sino que se reforzaba con medidas como las que de inmediato adoptó Lula, el nuevo presidente: poner de gobernador del Banco Central a un individuo del FMI. Fue, de hecho, el diseñador de toda la política macreoeconómica del PT de Lula mientras que a nivel micro el PT se contentaba con la política asistencial y caritativa ejemplificada en el programa “Hambre Cero” con el que cautivó a mucha gente, dentro y fuera de Brasil.
La elección de Lula fue saludada por el movimiento antiglobalización y fue entonces cuando se acuñó la famosa frase “otro mundo es posible”. Curiosamente, eso mismo dijo el entonces director gerente del FMI Heinrich Koeller: “estoy entusiasmado con Lula, impresionado…, entiendo que la reforma de las pensiones, la reforma fiscal es una prioridad en la agenda, y esto es correcto…, trabajar duro para combinar el crecimiento y la política orientada a la equidad social”. ¿A que es bonito? Pues esto era el 2003, en el 2007 aún seguía insistiendo en ello porque el gobierno del PT “había calmado a los mercados financieros”(1) y, por lo tanto, ya no suponía peligro alguno ni presente ni futuro. No es extraño, por lo tanto, que unos años más tarde, ese mismo FMI fuese a degüello contra el gobierno de Dilma Rousseff por hacer lo mismo, incluso bastante menos de lo mismo que Lula.
El triunfo del PT no fue una victoria contra el neoliberalismo, como interpretaron -por ignorancia y pereza mental- los “progresistas”, sino que fue una adaptación del neoliberalismo a la nueva realidad: mantener la misma política económica, manteniendo las mismas estructuras económicas dando una pátina de “rostro humano”. Chávez daba miedo (y por eso le dieron un golpe de Estado, que derrotó) y había que readecuarse a la nueva realidad que se estaba gestando en América Latina. De ahí los elogios del FMI al triunfo de Lula, especialmente cuando se constató que Lula puso al frente de la política económica a un tipo del FMI y de Wall Street.
El FMI estaba encantado con Lula porque el PT demostraba que se podría jugar más o menos desde “la izquierda”, pero siempre dentro de los límites marcados por el capital. Se contraponía, con entusiasmo, el ejemplo de Lula frente a Chávez. Uno era “sensato”, el otro, peligroso e imprevisible. Por si hubiese duda alguna, Lula fue invitado estrella de Davos en dos ocasiones, la última en 2010 donde se convirtió en el personaje central y allí hizo una declaración de intenciones: cumplir todos los compromisos financieros internacionales de Brasil “y no como Argentina” (sic) -era la época de Kirchner y su pelea con el FMI-. Uno peleaba, el otro asumía. Pero el que peleaba era criticado y el que asumía era ensalzado. Lula recibió en Davos el premio “estadista global”.
Lula sirvió fielmente al capital. Pero Lula, Dilma y todo el PT brasileño son el más claro exponente del viejo dicho “Roma no paga a traidores”. Hicieron su papel, lo cumplieron a conciencia y la recompensa es un golpe de Estado (a Dilma) y un encarcelamiento (a Lula). Entonces eran necesarios para calmar las ansias emancipatorias y encauzarlas, ahora son totalmente prescindibles.
El tan alabado “Programa Hambre Cero” fue un programa asistencial, caritativo. Y eso hay que enmarcarlo dentro de la estrategia del FMI y del Banco Mundial favorables a reducir la pobreza extrema, es decir, hacer “rentable” la pobreza en tanto en cuanto evita la explosión social. Los “progresistas” son los principales valedores del concepto negativo de paz: “ausencia de conflicto”. Esta es siempre la meta de la oligarquía si se ve abocada a ello. El positivo es “solución de las causas que originan el conflicto”. Eso lo rechaza siempre la oligarquía porque es cuestionar las razones de la explotación y de la pobreza. Si hay que hacerse una pregunta es ¿dónde se sitúan los “progresistas”? La respuesta es más que evidente: en la primera de hecho (y de derecho), en la segunda de boquilla. Desde el PT brasileño hasta la Syriza griega hay toda una gama de ejemplos que lo evidencian.
En el Brasil de Lula, y hasta cierto punto de Dilma, hubo “paz social” por el asistencialismo caritativo y eso sirvió para que la oligarquía respirase tranquila durante muchos años, se reconstruyese y fortaleciese y ahora esté donde está. Todo eso ya no es necesario, como no lo es el PT y de ahí lo que ha pasado en las elecciones. Lo dicho: “Roma no paga traidores”. Su actitud ha servido de caldo de cultivo del fascismo, ha sido la antecámara donde se han criado los monstruos al evitar cualquier cosa que pudiese alterar al capital.huyeron de la lucha de clases y hoy la lucha de clases es tan violenta como hace cien años solo que hoy está siendo canalizada hacia el fascismo y eso ya se sabe dónde lleva, pero los “progresistas” siguen, confortablemente, bien instalados en los sillones que a bien les deja el capital.
No hay que hacer caso a sus lágrimas de cocodrilo por el auge del fascismo. Son co-responsables de ello. Ya lo dijo hace mucho tiempo el cubano José Martí: “Puesto que erramos por propia voluntad, paguemos por nuestro error”.
Sólo hay un haber en el gobierno del PT: la incorporación a los BRICS. La burguesía industrial (recalco lo de industrial, que es donde aún el PT tiene algunos asideros) brasileña sabe lo que se está jugando en el mundo y no quiere perder su espacio. Eso mismo lo ha entendido Temer (el que dio el golpe a Dilma), que ha mantenido a Brasil dentro de los BRICS. Y supongo que lo mismo hará Bolsonaro si gana. Puede que proteste, que diga, que… pero, al igual que está haciendo Modi en la India (otro que tal baila) estrechando lazos con Rusia pese a la presión de EEUU, hay que saber de dónde sopla el viento y este no es favorable a EEUU.
Brasil está en América Latina y no en Asia, es más influenciable por EEUU que India, pero el dinero es el dinero y los intereses brasileños en los BRICS son bastante altos y me sorprendería que Bolsonaro se deshiciese de ellos. Estamos ante una situación, hipotética puesto que aún no ha ganado del todo, similar a la de Italia o Austria: gobiernos neofascistas manteniendo una política exterior diferente, buscando alianzas con Rusia, por ejemplo, sin por ello romper con EEUU pero alejándose un tanto de la tradicional sumisión. Mientras, los “progresistas”(véase el caso de Syriza como el más emblemático) siguen dócilmente las ordenes tanto de EEUU como de Bruselas.
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Nota: (1) https://www.imf.org/external/np/exr/articles/2007/112107.htm
CEPRID. Extractado por La Haine
Texto completo en: https://www.lahaine.org/bG8k