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Izquierda y derecha francesa salen a apoyar a los chalecos amarillos, que finalmente demuestran la inutilidad del binarismo maniqueísta derecha-izquierda

Agencias :: 01.12.18

Apoyo de la población según encuestas llega ahora al 84%
Izquierda y derecha llaman a sus huestes-ovejas a salir a la calle buscando recuperar protagonismo. Se delatan solos los incapaces que van a la cochiguagua del despliegue de la potencia social. No sirven como vanguardia frente al pueblo protagonista, sólo para rasguñar algunos votos para entrar a la institucionalidad dominante o para reclutar migajas de soldados para el ejército del pueblo que tomará el poder para una nueva burocracia. Que se vayan, ya acabó su fase histórica.

La izquierda francesa se vuelca con el movimiento de los ‘chalecos amarillos’.
Centenares de bloqueos en las carreteras y una nueva manifestación en los Campos Elíseos son organizadas este sábado en Francia en el tercer sábado de protestas de los automovilistas indignados.

PARÍS 01/12/2018 11:05
Público

Tarjeta amarilla para Emmanuel Macron. Campeón de la impopularidad desde hace meses, el presidente francés ha visto cómo el malestar provocado por la ineficacia de sus reformas y su arrogancia burguesa se veía reflejado en el movimiento de los “chalecos amarillos”. Dos semanas después de la primera movilización de los automovilistas indignados, los bloqueos de carreteras se repiten en Francia. Las concentraciones y la manifestación de este sábado en los Campos Elíseos servirán de termómetro del futuro de esta movilización que amenaza con ampliarse o bien conformarse con ser la primera advertencia seria ante la ofensiva neoliberal de Macron.

Además de centenares de bloqueos de carreteras por toda Francia, otra manifestación se celebrará este sábado en los Campos Elíseos de París, bajo un importante despliegue de las fuerzas de seguridad. Unos 5.000 agentes de policía controlarán el acceso de los manifestantes e impedirán la circulación de vehículos. Tras las reticencias iniciales en la izquierda francesa, el sindicato Sud-Solidaires —una de las organizaciones sindicales menos mansas en Francia— apoya esta convocatoria. También lo hacen los dirigentes de la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, partido referente de la izquierda francesa, a pesar de sus fuertes divisiones internas.

La CGT ha convocado para este sábado manifestaciones por toda Francia contra la precariedad y las políticas del gobierno de Macron. El sindicato con un mayor número de afiliados, sin embargo, continúa sin apoyar al movimiento de los “chalecos amarillos”, en un ejemplo más de las reticencias de las direcciones sindicales ante las nuevas formas de lucha. Las organizaciones universitarias también organizan para este sábado protestas contra el aumento de las tasas universitarias en Francia para los estudiantes de fuera de la Unión Europea. Estas aumentarán hasta 2.770 euros en las matrículas de Grado (actualmente cuestan 170 euros) y hasta 3.770 euros en los másteres (ahora son 240 euros).

Apoyo mayoritario de los franceses
Finalmente, ¿se producirá la ansiada convergencia de luchas entre múltiples frentes de protesta, que caracterizaría hace 50 años el Mayo del 68? Esta hipótesis resulta, de momento, muy improbable. Pero las protestas de este sábado representarán seguramente otro capítulo en el divorcio entre Macron y los franceses.
A diferencia de otras movilizaciones sindicales contra la reforma laboral o de la compañía ferroviaria SNCF, el movimiento de los “chalecos amarillos” cuenta con el apoyo mayoritario de los franceses. Y este no ha dejado de aumentar pese a los intentos del ejecutivo de criminalizarlo, con el argumento de las dos desgraciadas muertes relacionadas con las protestas y los más de 400 heridos, la mayoría de ellos leves. Según un sondeo del instituto Odoxa, publicado el miércoles en el diario conservador Le Figaro, el 84% de la población considera “justificada” esta movilización, siete puntos más que la semana pasada.

“Los chalecos amarillos representan los galos, la Francia ordinaria, el espíritu rebelde de la Francia contestataria”, asegura en declaraciones Público el sociólogo Michel Fize, autor de Mai 68 n’a jamais existe! (¡El Mayo del 68 jamás existió!). Este movimiento expresa una “crisis de legitimidad de las instituciones tradicionales”, explica este investigador jubilado del prestigioso CNRS, que observa una continuidad entre el movimiento de los chalecos amarillos y la Nuit Débout, que ocupó la plaza de la República en París en la primavera de 2016. “Pero a diferencia de la Nuit Débout, que básicamente estaba formada por jóvenes urbanitas con estudios superiores, los chalecos amarillos son un movimiento más transversal formado por hombres, mujeres, jóvenes, jubilados”, asegura Fize.

“Ahora, se produce una paradoja evidente. El movimiento de los chalecos amarillos está presente en Albert, Flixecourt o Abbeville —ciudades pauperizadas del norte de Francia a causa de la desindustrialización—, pero mucho menos en París”, aseguró el diputado de la Francia Insumisa François Ruffin, figura emergente de la izquierda francesa. Uno de los impulsores hace dos años de la Nuit Debout, organizó este jueves un mitin en la Plaza de la República de París para movilizar a los “indignados” de la capital francesa y las otras grandes ciudades francesa en apoyo al movimiento de los “chalecos amarillos”.

Fiasco en el intento de diálogo del gobierno francés
“El aumento de los impuestos sobre el carburante ha sido la gota de diésel que ha colmado el vaso de agua”, afirma Jean-Baptiste Voltuan, un activista francés presente en el mitin organizado este el jueves por simpatizantes de la Nuit Debout. Apoyado mayoritariamente por los votantes de la Francia Insumisa (64%) y del ultraderechista Reagrupamiento Nacional (66%), esta movilización expresa el malestar por la pérdida de poder adquisitivo de los franceses y el orden fiscal injusto favorecido por Macron con una reducción de más de 6.000 millones de euros de impuestos a los más ricos y un aumento de las tasas indirectas para los más modestos. El principal punto en común de los manifestantes de este movimiento transversal y apartidista es el rechazo hacia Macron.

Aunque el presidente francés descartó el jueves desde Buenos Aires “cualquier retroceso” en sus reformas, la realidad es que el gobierno francés ha multiplicado desde principios de noviembre sus gestos para intentar calmar la indignación de los “chalecos amarillos”. Además de doblar, hasta 4.000 euros, la prima para cambiar un coche viejo por otro de menos contaminante, el ejecutivo centrista renunció a introducir peajes urbanos para acceder al centro de las grandes ciudades o prohibir en 2040 la venta de vehículos de gasoil y gasolina.
No obstante, estas medidas que no parecen apaciguar la cólera de los automovilistas. En cierta forma, reflejan que el gobierno francés no termina de comprender, o aceptar, que la oposición al aumento de los impuestos sobre el combustible se trata de un pretexto.

De hecho, la operación diálogo de este viernes resultó un fiasco. En la reunión organizada por el primer ministro francés, Édouard Philippe, con “representantes” de los “chalecos amarillos”, solo acudió uno de los miembros de este movimiento. Después de que el “premier” francés se negara a que el encuentro fuera grabado para ser retransmitido en las redes sociales, este no se celebró.

“Macron es incapaz de comprender a su pueblo”, asegura Katarina, A., una militante de la Francia Insumisa, de 55 años, que acudió al mitin de este jueves en la Plaza de la República de París equipada con un chaleco amarillo. Como el 84% de los franceses, esta defensora del ecologismo, que “siempre viaja en bicicleta”, asegura estar decepcionada con el discurso de Macron del martes. En su primera intervención pública para responder al malestar de los “chalecos amarillos”, el presidente francés propuso establecer un mecanismo para adaptar la fiscalidad del combustible en función del precio del petróleo.

Acusados de “incoherentes” y de “desorganizados” por los medios generalistas franceses, los “chalecos amarillos” le respondieron con una treintena de reivindicaciones. Por ejemplo, aumentar en más de 200 euros del salario mínimo hasta 1.300 euros netos, establecer un salario máximo de 15.000 euros, tratar dignamente a los refugiados, fijar un salario mediano para los representantes políticos, establecer un referéndum popular que permita votar una proyecto de ley a partir de 700.000 firmas. La mayoría de ellas eran de carácter social y destituyente. Unas propuestas que mantenía unas similitudes evidentes con lo reivindicado por el 15-M en 2011, exceptuando un par de medidas conservadoras en materia de inmigración. Y que difícilmente podría ser impulsadas por Macron.
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Gases lacrimógenos en París contra una nueva protesta de los ‘chalecos amarillos’
Las fuerzas de seguridad dispersan a centenares de manifestantes del movimiento antigubernamental en los Campos Elíseos

El País
París 1 DIC 2018 - 11:33

Las fuerzas de seguridad francesas han disperado este sábado por la mañana con gases lacrimógenos a centenares de manifestantes antigubernamentales en los Campos Elíseos de París, al inicio de otra jornada de protesta de los chalecos amarillos, una semana después de violentos disturbios en la misma avenida.

El primer incidente estalló este sábado cuando centenares de manifestantes empezaban a converger hacia el Arco del Triunfo, en la zona alta de los Campos Elíseos. Una fuente policial explicó que las fuerzas de seguridad usaron gases lacrimógenos contra los manifestantes después de que estos intentaran forzar un control policial.

Se prevé que miles de chalecos amarillos, un movimiento sin líder ni ideología que nació contra la subida del precio del carburante y la pérdida de poder adquisitivo, se congreguen en París en el tercer acto de protesta antigubernamental, después de una primera jornada nacional, el 17 de noviembre, seguida el pasado día 25 por manifestaciones que derivaron en graves disturbios en los Campos Elíseos.

Favorecido por el apoyo de dos de cada tres franceses, el movimiento, que pide –entre otras muchas y dispersas demandas– una mejora del poder adquisitivo, menos impuestos y una bajada del precio del carburante, quiere hacerse oír de nuevo en el centro de París.

Ante esta tercera jornada de protestas, las autoridades decidieron cerrar el tráfico en los Campos Elíseos, aunque los peatones sí podían acceder a esta turística avenida parisina. Las fuerzas de seguridad y los comerciantes han tomado sus precauciones, tras los destrozos causados el 24 de noviembre.

Muchos comerciantes colocaron tableros de madera frente a sus locales, mientras el acceso de los peatones a los Campos Elíseos era cuidadosamente vigilado y filtrado por la policía, con un minucioso control de bolsas. “Nuestra responsabilidad es que todo ocurra de la mejor manera posible”, afirmó el ministro del Interior, Christophe Castaner, que acudió a primera hora a los Campos Elíseos para “saludar” a las fuerzas de seguridad.

Unos 5.000 policías han sido movilizados en la capital, donde están además previstas una manifestación del sindicato CGT y de estudiantes contra el alza de las inscripciones para estudiantes extranjeros.

El Gobierno ha intentado organizar un diálogo con representantes de los chalecos amarillos, por ahora en vano. Los anuncios que hizo esta semana el presidente, Emmanuel Macron, un dispositivo para limitar el impacto de las tasas al carburante así como un “gran diálogo”, no convencieron. Macron, que accedió a la presidencia francesa hace solamente 18 meses y cuya popularidad cae de forma imparable.

La primera jornada nacional de los chalecos amarillos, el 17 de noviembre, congregó en toda Francia a 282.000 personas, y la segunda a 106.000, 8.000 de ellas en París. Este movimiento de cólera y protesta se extendió el viernes a Bélgica, donde un centenar de chalecos amarillos belgas se manifestaron en Bruselas.
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Francia, en pie de guerra contra Macrón
La gran mayoría de los franceses consideran «bastante» o «totalmente justificadas» las exigencias del movimiento de los chalecos amarillos

ABC
01/12/2018 11:06h

El 84 % de los franceses consideran “bastante” o “totalmente justificadas” las exigencias del movimiento de los chalecos amarillos, cuyos primeros encuentros oficiales con el jefe de gobierno y varios ministros han sido un diálogo de sordos, en vísperas de la tercera jornada de protesta, manifestaciones, corte y bloqueo de carreteras y autopistas, este sábado, en París y toda Francia.

Emmanuel Macron y sus ministros han cambiado radicalmente su “respuesta” a la fronda amarilla, en apenas ocho días. En vano.

Christophe Castaner acusó a Marine Le Pen de “organizar” la batalla campal de los Campos Elíseos, el sábado día 24. El mismo día, Gérald Darmanin, ministro del Presupuesto, afirmó que la “peste parda” había metido fuego a la gran avenida nacional. Emmanuel Macron, por su parte, denunció “escenas de guerra” un día más tarde.

Esas reacciones fueron recibidas con una tormenta de granizo político nacional. Macron encajó el golpe y reaccionó de inmediato, proponiendo “asociar” a los chalecos amarillos a la negociación de un nuevo “contrato social”, en el marco de la negociación de la “transición energético - ecológica”.

Los primeros contactos entre representantes de los chalecos amarillos, el jefe de Gobierno y dos ministros, jueves y viernes, han sido un fracaso.

De los seis primeros chalecos amarillos invitados a “dialogar”, solo dos aceptaron dialogar con François De Rugy, antiguo ecologista “soft”, ministro de la Transición Ecológica y Solidaria. Diálogo doblemente fallido: esos y otros representantes fueron contestados por otros representantes de los mismos pero distintos chalecos amarillos, que insisten en presentar un larguísimo pliego de cargos, contra la subida del precio de los carburantes y la carestía de la vida.

Édouard Philippe, jefe de Gobierno, primer ministro, por su parte, había convocado a otra delegación igualmente contestada de otros seis chalecos amarillos. Solo se presentó uno. Y sus exigencias parecían fuera de lugar: la retransmisión en directo del diálogo no era aceptable. Y el proyecto de diálogo terminó en otro chasco entre grotesco y absurdo, cuando el movimiento parecía crecer en muy distintas direcciones.

Una petición contra la subida del precio de los carburantes y la carestía de la vida ha sido firmada por más de un millón de personas. Se trata de una iniciativa excepcional, sin precedentes, con un eco masivo de tales proporciones. El movimiento de los chalecos amarillos sigue sin organización, sin portavoz oficial, sin programa conocido. Pero, según el último sondeo del matutino conservador Le Figaro, un 84 % de los franceses consideran “bastante” o “totalmente justificadas” unas exigencias que oscilan entre lo concreto (combustibles más baratos) y lo mesiánico (crear una “asamblea nacional popular”).

Tras la batalla campal entre chalecos amarillos radicales y las fuerzas del orden, en los Campos Elíseos, el sábado pasado, el ministerio del Interior ha tomado medidas excepcionales.

La avenida más famosa y simbólica de París y de Francia estará cortada al tráfico este sábado y quizá el domingo. Las fuerzas del orden estarán desplegadas de manera “disuasiva” por todas partes, con una doctrina terminante: pedir papeles, registrar bolsas, “actuar con serenidad y energía”…

Tirarse a la calle
La ausencia de organización de unos chalecos amarillos muy presentes en las carreteras y autopistas de toda Francia contrasta con un rosario de intentos de recuperación.

A la extrema izquierda, Jean-Luce Mélenchon anunció el viernes que estará presente en la manifestación de los Campos Elíseos.

A la extrema derecha, Marine Le Pen invita “a todo el pueblo de Francia” a tirarse a la calle.

Los sindicatos, invisibles e inaudibles, hasta ahora, comienzan a avanzar sus reivindicaciones propias.

A la izquierda socialista, el ex presidente François Hollande ha invitado a los chalecos amarillos a “seguir adelante”, provocando una reacción de cólera de Macron, desde Buenos Aires.

A la derecha tradicional, Laurent Wauquiez, presidente de Los Republicanos (LR, el partido de Nicolas Sarkozy), pide un referéndum nacional sobre la política energética y ecológica de Macron.

Los analistas temen mayoritariamente que estemos asistiendo a un movimiento popular o populista, nadie lo sabe, cuyos contornos todavía están mal definidos. Queda, y muy presente, una angustia contenida de una mayoría social que se siente mal representada por los sindicatos, los partidos políticos, el gobierno y el jefe del Estado.


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