La diversidad sexual, concepto, sus realidades y reverberaciones sociopolíticas en México.
Y otros temas de abajo.
El concepto de la diversidad sexual: sus realidades y reverberaciones sociopolíticas en México
Vek Lewis
En este capítulo quiero explorar y exponer los alcances del concepto de la “diversidad sexual”, su asociación política, y el activismo
que se asume bajo su nombre en México. Si bien la diversidad en sexualidades y expresiones de género “no es un fenómeno nuevo que se circunscriba a las modernas y relativamente recientes identidades de gay, lesbiana, bisexual o transgénero, [sino] siempre ha existido en todos los ámbitos y regiones de la sociedad mexicana, y de todas las sociedades” (Hernández-Cabrera, 2004: 24), su emergencia como discurso y programa político no es de larga data. De hecho, como observa Norma Mogrovejo (2008), “su emergencia se debe fundamentalmente al trabajo de cientos de organizaciones no gubernamentales y algunas gubernamentales”, en un contexto donde el discurso de la diversidad cultural empieza a cobrar vigencia, y en una coyuntura en la que “una nueva agenda de Derechos Humanos, sexuales y reproductivos en el escenario internacional, dio lugar a la aparición de nuevas identidades que exigían reconocimiento como ‘minorías sexuales’, con el fin de encajar en las posibilidades financieras de las agendas estatales e internacionales” (ibid.: 71). Quienes no tengan referentes antes del año 1994 y esa década entera harán caso omiso de lo que precedía a la época y su auge de esfuerzos políticos y comunitarios en nombre del respeto y reconocimiento de la diversidad social, y la diversidad sexual.
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Jordi Diez (2011) señala tres fases en el activismo gay y lésbico y el surgimiento de gays, lesbianas y bisexuales –es llamativo que no haga mención de las personas trans– como sujetos políticos en la sociedad mexicana moderna. Estas fases comprenden: de 1978 a 1984, caracterizada por demandas de liberación en un entorno más general de apertura política después de mucha represión local; de 1984 a 1994, identificada por la introspección, fragmentación y la imposibilidad de adquirir una identidad colectiva en la época de la devastadora llegada de la epidemia del virus de la inmunodeficiencia humana-síndrome de inmunodeficiencia adquirida (vih-sida) a México y la consecuente necesidad de organizarse bajo esta lucha; y de 1994 a 2000, distinguida por el fortalecimiento del movimiento, debido a la adopción dentro de sus filas del discurso de la “diversidad sexual” en el contexto de una atmósfera muy acelerada de transición democrática.
El resurgimiento del activismo lésbico, gay, bisexual (lgb) sólo se produce en el momento del levantamiento zapatista en México (1994) en lo que se conoce como la organización política posterior al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan), del sector lésbico, gay y bisexual. En lo que Anahí Russo (2013) caracteriza como un movimiento desde una visión de un México mestizo unitario, pues es precisamente a raíz de la peor fragmentación provocada por la política neoliberal en México bajo Carlos Salinas de Gortari, el entonces presidente del Partido Revolucionario Institucional (pri), que el mito del México, la nación bajo el control hegemónico del partido recibe su mayor desafío y golpe más fuerte. Lo que se propone en su lugar es una visión de pluralismo y multiculturalidad provocada por la impugnación de la fuerza revitalizadora de la sociedad civil que es el zapatismo, anunciada por el subcomandante Marcos, pero que dispuso de redes de solidaridad y conexiones por todas partes dentro, por ejemplo, de La Otra Campaña, entre los que se encuentran activistas lesbianas, bisexuales y homosexuales. Es desde aquí que resurge el activismo lgb (y t, trans). Esto ocurre en el contexto de los acercamientos estatales provocados por el declive del pri y la alternancia en el poder del Partido Acción Nacional (pan), que obtuvo el poder federal en el año 2000 y lo mantuvo hasta 2012. Una nueva cultura neoliberal de diversidad nace y acompaña esto en respuesta a la retirada anterior sobre asuntos relacionados con la responsabilidad del Estado por los derechos sexuales y las minorías sexuales. Los discursos de la diversidad, como señala Diez (2011), se internalizan entre activistas que trabajan en reclamos relacionados con el colectivo lgbt, así como en Derechos Humanos con marcos internacionales. Esta plataforma es la base de las peticiones de leyes contra la discriminación, la unión civil y el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo que se destacaron en la primera década del siglo xxi y que tuvieron cierto éxito.
Digo cierto éxito pues algunos comentaristas, como Javier Corrales (2010), declaran estos cambios como evidencia de una revolución social en México y en otros países donde se han logrado. Pero expuestos a una óptica más crítica, estos cambios o proyectos de cambio pueden entenderse como simbólicos, instrumentales incluso, y estratégicos, pero no por lo mismo carentes de importantes limitaciones. Además, la política y visión que proponen de la diversidad sexual, vistas desde una óptica crítica y no presa a reduccionismos celebratorios neoliberales, no es la única visión de cómo organizarse y lograr cambios sociales y políticos para quienes estamos excluidos en razón de nuestras diferencias sexo-genéricas. Por eso, tales políticas y visiones de la diversidad sexual han sido y siguen siendo cuestionadas.
Aquí en este capítulo se pondrá bajo una luz crítica el mismo concepto, sus alcances, aplicaciones, interpretaciones y problemas. También se planteará la pregunta: ¿es aquel abanderado bajo “la diversidad sexual” el único activismo pro-lgbt posible?, o ¿hay otro activismo y política posible para y entre sus integrantes?
Así que, en orden del análisis, examinaremos:
1. ¿De dónde vino el concepto de la diversidad sexual? ¿Qué significado/s tiene?
2. ¿A qué clase de activismo y política apunta?
3. ¿Qué alcances tiene y qué se ha logrado en su nombre?
Además, se indagará en lo siguiente:
4. Si, en palabras de Alejandro Brito (Estrada Corona, 2010), hay algo bien consolidado bajo el lema de “diversidad sexual”, por ejemplo,
un liderazgo o una visión contundente, efectivo, o si lo que se persigue y se pretende lograr es más bien estratégico, pasajero o no interesado, según Omar G. Encarnación (2011), en el cambio social como tal. Y de ser así, ¿a qué intereses fundamentales responden los dominantes esfuerzos en nombre del respeto a y reconocimiento de la diversidad sexual en el país?
5. Si es un concepto neoliberal, o por lo menos, limitado, ¿en qué fronteras o esferas de acción se debe volcar los esfuerzos para irnos más allá y proponer transformaciones más profundas?, ¿para qué?, ¿con qué finalidad?
Para contestar estas preguntas vamos a necesitar una visión histórica pues los activismos de antaño por bien o por mal se han ido articulando para llevarnos a donde estamos ahorita y por lo menos se han de perfilar en cualquier consideración de esta índole. En pocas palabras, aquí se propone poner en balance lo que se ha venido trabajando bajo la política y el activismo de la diversidad sexual, y en consecuencia se indagará en el camino a seguir. Se cerrará el capítulo con algunas reflexiones preliminares.
El concepto de la diversidad sexual:
¿qué significado/s tiene?
Antes de formular respuestas a estas preguntas consultando el trabajo existente sobre el debate de su valor como concepto, tenía serias dudas y reservaciones sobre el concepto diversidad sexual, por demasiado generalizador, abarcador –como supuestamente engloba a tantos sectores tan diversos entre sí, con reclamos diferenciados y realidades muy diferentes. Me sentí persuadido, tal vez, por los interrogatorios ya lanzados sobre discursos y políticas de diversidad étnica y racial por la antropóloga argentina, Claudia Briones (2009), y la intelectual y activista afro-americana, Angela Davis (Rodríguez, 2010). Si bien los reclamos por mayor visibilidad, reconocimiento, y formas de representación política de los pueblos y las minorías etnoraciales en sus respectivos países han emergido desde abajo, también han sido capturados, como reclamos, por el estado e incluso el mercado, es decir, cooptados y acomodados –superficialmente. Se me hacía que algo similar estaba en juego en relación con la diversidad sexual y su concomitante política (en México y en otros países). Ya después, encontrando un libro del sociólogo mexicano, Guillermo Núñez Noriega, sobre este mismo tema, se me aclararon las dudas:
Tres son los usos más problemáticos del término “diversidad sexual” que alcanzo a distinguir: 1) su uso como eufemismo o forma “decente” para referirse públicamente a individuos o grupos estigmatizados con palabras consideradas “vulgares”; 2) su uso como término “sombrilla” para agrupar a esos individuos o grupos estigmatizados por sus prácticas sexuales o su identidad sexo-genérica; 3) su uso para referirse a la “otredad” de la trilogía de prestigio “macho-masculino-heterosexualidad” (2016: 406).
Núñez Noriega intenta desentrañar estos distintos usos y abusos del término y subraya sus compromisos conceptuales, políticos y las limitaciones, pero también posibilidades que encuentra en la noción. El término como tal surge transnacionalmente en los años noventa entre activistas y políticos; las acepciones más comunes del término se hallan en los primeros dos usos, pero no excluyen del todo el tercero. En teoría la diversidad sexual engloba a todos, pero implícitamente nombra a quienes antes hacían sus reclamos, en otros términos:
la categoría diversidad sexual abarca las sexualidades plurales, polimorfas y placenteras como la homosexualidad, el lesbianismo, la bisexualidad y el transgénero, ya sea como identidades esencializadas o como prácticas sexuales sin carácter identitario. Pero no se quedan ahí, también incluyen [la…] heterosexualidad, pues aunque constituye la expresión de la sexualidad por excelencia, no por ello deja de ser otra de las formas en que la diversidad sexual se manifiesta (Hernández-Cabrera, 2004: 28-29).
Como activismo asociado con la política lgbt contemporánea en México se cohesionó en torno a una formación que era colectiva pero anti-identitaria, a saber, la diversidad sexual. Esta formación es lo suficientemente flexible como para ofrecer múltiples posibilidades de afiliación y una fluidez de enfoques, al igual que el paradigma queer, pero en una nueva normatividad de inclusión.
¿A qué clase de activismo y política apunta? Comparaciones con antaño
Aunque el concepto y sus consecuentes políticas admitan potencialmente una fluidez de enfoques, y bajo el mismo lema de la diversidad sexual se han propuesto temas de atención médica y a terapias para quienes viven con vih, distribución de preservativos y una vida libre de violencia callejera y hostigamiento para las mujeres (trans y no trans) y travestis, reformas en las prácticas policiales, los esfuerzos más prominentes, apoyados y emprendidos desde la legislatura, por ejemplo, no han sido éstos. Más bien, y siguiendo el patrón transnacional, los esfuerzos se han hecho en torno a leyes antidiscriminatorias (en materia de vivienda, empleo, leyes sobre crímenes de odio, etc.), adopción, derechos homoparentales e igualdad matrimonial. La palabra clave aquí es igualdad, y cuestiones como “el matrimonio igualitario”, el reconocimiento del derecho de las parejas de adoptar, tener hijos, el derecho a la no discriminación, el derecho a la identidad, han constituido la base en la actualidad para lograr dicha igualdad.
El activismo de antaño, aquel identificado por Jordi Diez en su tipología de las tres etapas en el activismo de los movimientos lgbt, asumía tintes muy diferentes: en lugar de pedir inclusión o igualdad, inicialmente este tomaba la forma de disputa, protesta e intervenciones militantes en un clima caracterizado por represión generalizada y autoritarismo. La postura asumida por activistas de los años setenta era mucho más radical, contracultural y no reformista. Como fue el caso en el Norte, surgieron movimientos de gays y lesbianas en América Latina junto con otros movimientos sociales, primero en la década de 1970, en México y Argentina, de acuerdo con el surgimiento del movimiento de mujeres y otras organizaciones que presionaban por una vida libre de violencia, persecución, y por los derechos civiles.
El año de 1968, como se sabe, fue significativo en México, como en varias partes de Europa: la culminación de la efervescencia de movimientos contraculturales, incluido el movimiento estudiantil, contra un orden notablemente autoritario, fue dramática y sin embargo anunció una importante ruptura en la fe del público en ese orden. La masacre de Tlatelolco del 2 de octubre, donde activistas estudiantiles, simpatizantes y vecinos fueron asesinados por el ejército del Estado que condujo tanques a la Plaza de las Tres Culturas, fue una vívida manifestación de la represión que ya existía y había sido experimentada por los ciudadanos mexicanos, así como una señal para el mundo de cuán desesperadamente se había convertido la sociedad en antidemocrática. Los cambios fueron inevitables; la esfera pública se politizó cada vez más a pesar de los peligros a los que se enfrentaban los activistas. En el mismo año, invitada a comentar sobre el caso del despido de un empleado de Sears en la Ciudad de México que fue discriminado por ser homosexual, la artista y psicóloga Nancy Cárdenas salió del clóset en la televisión en vivo. Su visibilidad fue una plataforma para la fundación en México de la primera organización de liberación de lesbianas y homosexuales, el Frente de Liberación Homosexual (flh) en 1974; también dirigió el primer contingente lgb en la marcha en el décimo aniversario de la masacre de Tlatelolco en 1978, que fue un año clave para la primera salida del movimiento.
A partir de entonces, se fundaron varios grupos clave: el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (fhar), formado por hombres y mujeres que criticaron el orden dominante de maneras no limitadas a un análisis basado en la visión de las sexualidades lgb y la opresión; Grupo Lambda (compuesto principalmente por hombres y mujeres de clase media), Lesbos (que más tarde se convirtió en Oikabeth, principalmente caracterizado por su posición lesbiana-feminista). Los grupos de esta época fueron moldeados por la política de liberación (tanto de mujeres como de homosexuales) que se apoderó de gran parte de América del Norte; y, sin embargo, también se hicieron posibles en un nuevo clima de permisividad y presión contra el partido dominante y su política. Algunos de los miembros de estos grupos eran anarquistas y marxistas en sus visiones; buscaban forjar conexiones entre las opresiones y no comprometerse con el estado, per se. Otros reivindicaron el creciente paradigma transnacional de la identidad gay, que se convertiría en formador de la idea de comunidad en los espacios contraculturales allí establecidos. La Primera Marcha del Orgullo se celebró en 1979, teniendo la fecha que conmemoraba los disturbios de Stonewall. Las incursiones en lugares de reunión de la comunidad lgbt que precedieron el periodo de finales de los años setenta, realizadas por el Estado bajo la dudosa ética del orden público, llevaron al grito para reivindicar una identidad difamada y a la creación de espacios sociales y políticos que podrían hacer posible esa identidad. La política de salir del clóset en las áreas urbanas se convirtió en una perspectiva real, donde las libertades sexuales estaban vinculadas a las libertades democráticas.
La consolidación del movimiento fue complicada por la crisis económica y la crisis social: en 1982, México, cuyo periodo de desarrollo industrial había sido garantizado por préstamos internacionales masivos, se declaró en bancarrota e incapaz de hacer reembolsos; esto fue seguido inmediatamente por el terremoto de 1985 que arrasó la Ciudad de México y dejó unos 5 000 muertos y unas 40 000 víctimas. En el mismo periodo, otra crisis azotó a México, junto con los Estados Unidos y gran parte del mundo: la epidemia del vih/sida. Esta serie de eventos, tanto como la mercantilización de la cultura gay y lésbica como se ve en sus asentamientos de clase media en el área de la Zona Rosa, tan criticada como evidencia de la despolitización de los sectores acomodados por escritores como José Joaquín Blanco, llevaron a un estancamiento en el activismo en torno a los reclamos de identidad lgbt. Además, el vih/sida amenazaba con un nuevo nivel de estigmatización de, en particular, los hombres homosexuales, lo que requería acción. Se dio prioridad a la organización para el acceso a los servicios de salud y medicamentos para quienes adquirieron el virus.
Si bien esto pudo haber representado el eclipse de políticas de “outness” y marcos de identidad en una era donde activistas de todo tipo tenían que competir por recursos en la primera iteración del neoliberalismo en la región, lo que implicaba una contracción del sector público y del Estado, mucho fue conseguido en el área de la salud sexual. Los activistas que trabajaron en estas líneas obtuvieron un curso intensivo acelerado de creación de alianzas estratégicas a través de las fronteras y las líneas institucionales. Aunque Diez lo describe como un momento de fragmentación bajo el neoliberalismo, este fue un ensayo de la forma en que los grupos podrían coordinarse con base en agendas y necesidades específicas, construyendo así el capital social de la sociedad civil y marcando una nueva ola de apelaciones y derechos en relación con los organismos internacionales y sus instrumentos y estándares de práctica en el ámbito jurídico de la salud humana, el bienestar y los derechos sexuales.
Lo que sí se distingue aquí es que las condiciones sociales, políticas e incluso económicas eran otras. En ese sentido, toda manifestación del activismo es fruto de y reacción a su coyuntura específica; también lo es lo que se aglutina conceptual y políticamente bajo la diversidad sexual, que pareciera apostarse a un entramado que se proclama como más abierto, esto es, más abierto a las opciones, la elección libre, pero siempre desde un punto de vista de ventaja comparativa, no distante del capital. Sin embargo, si las consignas de a inicios del movimiento lésbico-gay eran, en palabras del ya citado Alejandro Brito, sobre ideologizadas (revolución, transformación profunda), ¿en qué sentido no lo son las que predican la inclusión y la igualdad sobre todo si sus esfuerzos en nombre de éstas, en pro de la diversidad sexual, interpelan y participan en el festín ilusorio del neoliberalismo del mercado y el neoliberalismo del Estado? Los reclamos más sonados ya no son estridentes o contestatarios, los han llamado estratégicos, pero ¿qué han logrado?
¿Qué se ha logrado en nombre de la diversidad sexual?
Aunque Diez describe el periodo de 1984 a 1994 como un momento de fragmentación bajo el neoliberalismo, este fue un ensayo de la forma en que los grupos podrían coordinarse con base en agendas y necesidades específicas, construyendo así capital social de la sociedad civil y marcando una nueva ola de apelaciones y derechos en relación con los organismos internacionales y sus instrumentos y estándares de práctica en el ámbito jurídico de la salud humana, el bienestar y los derechos sexuales. En este clima, los activistas trabajaron para hacer que los gobiernos rindieran cuentas de tales instrumentos y principios internacionales, como señala Antonio Torres-Ruiz (2011). El escenario fue establecido para la reformulación de los discursos de los “derechos”, incluso en medio de la contradicción y la competencia. De hecho, lo que se convertiría en la ongización de movimientos en nombre de la diversidad sexual y los Derechos Humanos encuentra su precursor en este momento, incluso cuando las emergentes iniciativas lesbianas-feministas que ya se habían forjado en reuniones de solidaridad regionales e internacionales cayeron en periodos de reflujos y flujos, eclipsados por la política del sida y las versiones masculinas dominantes que los suscriben en ese momento. Muchas lecciones difíciles fueron aprendidas.
Consumido el activismo por las demandas de la crisis –tanto en los ámbitos de la salud y la economía– como cada vez más vinculado a través de las fronteras en las Américas, lo que se formó a partir del período e, influenciado por la organización feminista anterior, fue un complejo entrelazamiento de terrenos transnacionales de acción, contestación y rearticulación de la política lgbt, uno donde existen contradicciones. Dichas contradicciones surgieron deliberadamente en los años 1990 y 2000; se relacionan especialmente con las visiones contrastantes del activismo legislativo, la institucionalización de segmentos de la política gay y lesbiana en contraposición a las demandas para la aplicación cabal de nuevas normas en torno al reconocimiento y la no discriminación, así como a las críticas de sus fracasos, y la defensa de una visión más transversal de la justicia social y económica para las poblaciones lgbt. No obstante, la agenda legislativa más establecida por los activistas ha sido la de proponer y lograr cambios legales en materia de la no discriminación y el matrimonio entre personas del mismo género. El tenor y el lenguaje de estos reclamos han sido Derechos Humanos; el dominio de la acción, cada vez más global y enmarcado desde la perspectiva de las organizaciones internacionales y los tratados ratificados por varios países, imprimiendo aún más sus contornos en las políticas nacionales y regionales.
Kelly Kollman y Matthew Waites, editores de un número especial de Contemporary Politics titulado “La política global de los derechos humanos de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales”, en 2009, señalan que este giro hacia el lenguaje de los derechos y el reconocimiento emerge de manera más visible en la década de 1990, en las Américas y en otros lugares, abarcando el norte y el sur. Como términos que impulsan la defensa de las identidades y los derechos de ciudadanía asociados, se ensayan a menudo en referencia a los “derechos sexuales”, los “derechos humanos” y la formación de “ciudadanía sexual” en ámbitos internacionales prominentes. Estos ámbitos incluyen las Naciones Unidas, así como a grupos previamente establecidos como la Comisión Internacional de Derechos Humanos de Homosexuales y Lesbianas (recientemente renombrada OutRight) y la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas (ilga), que en la década de los noventa se expandieron y, en el caso de ilga, estableció sucursales y conexiones en todas las Américas. Como señala Matthew Waites, las categorías “orientación sexual” e “identidad de género” surgieron como fundamentales en la contestación de los discursos sobre Derechos Humanos y la gobernanza global dentro de las ong y redes de activistas lgbt y Derechos Humanos internacionales. Son los principales ejes que organizan la arquitectura de políticas, reclamos y aproximaciones en nombre de la diversidad sexual hoy en día. Son centrales en los Principios de Yogyakarta sobre la aplicación del derecho internacional de los Derechos Humanos en relación con la orientación sexual y la identidad de género (desarrollados en 2006 con mucha colaboración y aportes de activistas latinoamericanos), y también se utilizan en la Declaración de Montreal (formulada y anunciada para coincidir con los World Out Games en 2006).
Los reclamos de derechos asociados con personas lgbt no siempre estuvieron vinculados al marco de los Derechos Humanos, ni bajo los ejes rectores de “orientación sexual” o “identidad de género”; de hecho, hubo una transformación del lenguaje de los reclamos, del modo revolucionario-liberacionista en la década de 1970, a aquellos más vinculados a los derechos civiles e individuales. El paisaje de las Américas, dadas las diferentes condiciones y órdenes sociopolíticos a los que se enfrentan las personas lgbt, ha estado lejos de ser uniforme. México también se ha enfrentado a diferentes avatares políticos, sociales y económicos, como ya hemos señalado aquí, y solo una reciente apertura en la multiplicación de ciertos espacios para la sociedad civil. De hecho, los precursores de otra visión de los Derechos Humanos se pueden remontar al activismo en el contexto de la dictadura, por ejemplo, en el Cono Sur; sin embargo, estos esfuerzos fundamentales se basaron en las necesidades locales e inmediatas de la libertad frente a la opresión y también se vincularon a las luchas de otras organizaciones, populares, obreras, de mujeres, desde abajo. En aquel entonces los ejes rectores de la organización de grupos lgbt no eran los mismos que encontramos en esta nueva arquitectura política y conceptual transnacional.
Por muy bienvenidos y abarcadores que estos esfuerzos son, que aparentemente reflejan un cambio a nivel formal, hay mucho para preocupar a los activistas que no se adhieren completamente a la retórica del progreso legal que propone el “modelo de difusión” globalizado de este discurso de los derechos, ni las bases de capital liberal en las que se fundamenta (es decir, quienes entre nosotros somos conscientes de las múltiples fuentes de opresión y desventaja a las que se enfrentan las personas lgbt como este modelo liberal excluye consideraciones más allá de un modelo dominante de clase media). Además, aunque alentadores como signos de un cambio político para activistas que trabajan con estados y gobiernos, y evidencia de nuevas “marcas de agua” para los propios estados (o al menos como ideales a los que los estados están sometidos), qué tan “revolucionarios” son en términos de facilitar una reparación sustantiva de la justicia social es muy tendenciosa. De hecho, existen, incluso a nivel federal y estatal, indicios de que tal progreso no es lineal ni incontestable, ni siquiera entre los propios actores estatales y gubernamentales. Además, cuánto de las acciones positivas de parte de algunos estados representan un compromiso profundo, oportunismo político de los gobiernos en el poder, o si surgen como resultado de alianzas estratégicas y fortuitas, pero temporales, está abierto a la discusión.
Para ilustrar los problemas inherentes a esta imagen, una evaluación superficial de los logros legales recientes en América Latina para gays y lesbianas, en países y jurisdicciones donde han otorgado derechos de matrimonio civil o del mismo sexo y han promulgado leyes contra la discriminación, podría sugerir mayores libertades y garantías de derechos. Y, sin embargo, tal suposición ignoraría la dicotomía clave señalada por un comentario reciente: teniendo en cuenta los gestos simbólicos de cambio legal contrapuestos al aumento real de los eventos de violencia y discriminación contra las personas lgbt en la región, México representa el segundo lugar más peligroso para las minorías sexuales en las Américas después de Brasil (que ocupa el primer lugar; Estados Unidos ocupa el tercero). Sobre esto, señala Ignacio Lozano Verduzco: “En la Ciudad de México, se han realizado importantes esfuerzos a nivel judicial y político para garantizar la igualdad de las minorías sexuales” (2015: 448, traducción mía). Sin embargo, afirma Lozano Verduzco, las actitudes sociales y la intolerancia hacia la homosexualidad presentan un escenario muy diferente. Las campañas contra la homofobia lanzadas en cdmx, como las de Brasil, y la legislación que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo en la capital (seguidas por una ley similar aprobada en otros lugares) fueron en realidad encabezadas por grupos innovadores de la sociedad civil alineados con grupos de defensa transnacionales y otros quienes promulgaron alineaciones estratégicas a nivel local y estatal. No reflejan un cambio profundo, social o institucional. Tales reformas no se han traducido en la transformación de las realidades sociales e institucionales de la homofobia ni han dado lugar a respuestas sustantivas a los casos de violencia. Por ejemplo, no existe una legislación nacional sobre crímenes de odio.
Omar G. Encarnación advierte que “la creciente violencia contra los homosexuales ‘desde la promulgación de dicho reconocimiento legal’ representa una tendencia de contrapeso” (2011: 116, traducción mía). Tales paradojas han ocurrido simultáneamente en el mismo espacio geográfico: cuando se reconoció el matrimonio entre personas del mismo sexo en Coahuila, México, una de las contrayentes de la primera pareja de lesbianas que se casó bajo esta ley fue despedida de su trabajo como vendedora después de que su jefe se diera cuenta de que eran lesbianas. No hubo protección ni compensación por tal discriminación. Esto, a pesar de que México ha ratificado el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (iccpr, por sus siglas en inglés), que prohíbe la discriminación por numerosos motivos, incluida la orientación sexual. Algo similar al derecho a vivir una vida plena sin discriminación se encuentra en la Constitución mexicana. Además, en 2003, se aprobó la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación que prohíbe la discriminación en el lugar de trabajo basada en la orientación sexual de una persona. Sin embargo, la implementación de tales leyes no siempre sigue; de hecho, las instituciones estatales y privadas a veces las descartan flagrantemente.
Se han explicado otros casos de contradicciones sobre cómo la adopción legal simbólica del reconocimiento de las relaciones en la letra de la ley se ha desarrollado en términos reales y cotidianos de la siguiente manera: “Las actitudes sociales hacia la comunidad lgbt continúan rezagadas” (Damast, Gilbert y Salinas, 2014). Las políticas oficiales “hacen que las incursiones progresivas sean menos efectivas y niegan a muchas personas lgbt las protecciones que deberían otorgarse bajo la ley” (idem). En cuanto a la violencia, los informes de los medios observan algo similar. Los asesinatos de gays y lesbianas han aumentado en México a pesar de una campaña de tolerancia del gobierno y una ley que legaliza el matrimonio entre personas del mismo sexo en la capital, según un informe publicado por una coalición de grupos cívicos. Una revisión de más de 70 periódicos en 11 estados mexicanos encontró un promedio de cerca de 30 homicidios al año motivados por la homofobia entre 1995 y 2000, en comparación con casi 60 por año entre 2001 y 2009 (idem).
Intereses estratégicos, intereses fundamentales
Dadas las serias limitaciones que se han apuntado aquí en lo que más prominentemente se ha perseguido y logrado tras las reformas legislativas en pro de la no discriminación o el reconocimiento, valga preguntarnos si son estratégicos como cambios o propuestas de cambio, ¿a qué intereses fundamentales responden o reflejan?
La “igualdad matrimonial” –matrimonio igualitario como se lo menciona en América hispanohablante o casamento igualitario como a veces se llama en Brasil– participa de una narrativa de la privacidad y la autogestión de los asuntos económicos internos que está impresa indeleblemente en las versiones neoliberales de la ciudadanía. De hecho, los académicos críticos han señalado tales esfuerzos como, en el mejor de los casos, superficiales y, en el peor, normativizantes, como si todos los sujetos sexualmente diferentes y sus parejas interpretaran sus necesidades y deseos a través de dicho marco y emularan la heteronormatividad a través de una especie de homonormatividad. Para Jaye Cee Whitehead (2011) la igualdad matrimonial trata de todo menos de la igualdad, y habla, más bien, de modos de gobernanza neoliberal en el contexto de una menguante red de seguridad social en Estados Unidos; el matrimonio igualitario pretende ofrecer una base para la protección y la igualdad principalmente para aquellas parejas monógamas del mismo género que no enfrentan lo peor de los efectos sociales fragmentarios del neoliberalismo en la totalidad social, especialmente cuando se manifiestan en términos de clase y en términos raciales. Este análisis podría aplicarse dondequiera que ese activismo por la igualdad matrimonial despegue en la era del neoliberalismo. Leyes en pro del reconocimiento y leyes antidiscriminatorias sobre delitos motivados por prejuicios, las primeras prevalecientes cada vez más en las Américas y las últimas contenidas en jurisdicciones de Estados Unidos y Canadá, muchas veces parten de un análisis de poder, cultura, identidad y sociedad que tiene una trayectoria particular, así como una comprensión particular de la definición y naturaleza de lo que se denomina homofobia y, en menor medida, de lesbo y bifobia (que no se abordan con tanta frecuencia).
Pensando particularmente en cómo estos logros han sido esgrimidos políticamente, y cómo la misma energía comunitaria y activista se ve sujeta a apropiaciones, la extensión a nivel federal de la Ley de Matrimonio y su subsiguiente celebración por parte de Peña Nieto, nos brinda un caso ilustrativo.
De mi diario, fechado 20 de junio de 2016:
Que vivan estos maestros en Oaxaca que luchan contra la policía federal estatal de México en la última etapa de lo que los maestros organizados han llamado una “gran ofensiva mediática, policial y militar” para hacer cumplir las controvertidas reformas educativas neoliberales del presidente Enrique Peña Nieto.
La policía mexicana atacó el domingo por la mañana a maestros que se oponen a las reformas educativas neoliberales en el sureño estado de Oaxaca, matando al menos a ocho personas y dejando decenas más heridos.
Los ocho muertos son Oscar Aguilar Ramírez, 25, Andrés Sanabria García, 23, Anselmo Cruz Aquino, 33, Yalit Jiménez Santiago, 28, Oscar Nicolás Santiago, Omar González Santiago, 22, Antonio Pérez García, y Jesús Cadena Sánchez, 19. Ellos fueron asesinados a tiros cuando la policía abrió fuego contra el bloqueo. La policía intentaba desalojar a los maestros de un bloqueo erigido en la carretera Oaxaca-Puebla en el municipio de Nochixtlán cuando estallaron tiroteos, lo que provocó violentos enfrentamientos que duraron aproximadamente cuatro horas.
Profesores del sindicato disidente cnte habían establecido el bloqueo como parte de las protestas por una reforma educativa implementada por el presidente Enrique Peña Nieto y el arresto de varios líderes sindicales con pretextos inventados la semana pasada.
Los maestros también informaron incursiones directas, desapariciones forzadas de líderes de huelga y apagones en áreas de Oaxaca que simpatizaban con la huelga, mientras líderes del snte y del sindicato local de la Sección 22 de la cnte se comprometieron a continuar luchando contra las reformas educativas neoliberales del gobierno de Peña Nieto. Entretanto, la esposa del presidente llama a los maestros que protestan y a sus amigos/familias “indios revoltosos”. La mayoría de los estados sureños clave, con poblaciones indígenas prominentes, como Chiapas, Guerrero y Oaxaca, enfrentan violencia y represión estatal.
Del mismo modo, los representantes y simpatizantes de los sindicatos de docentes se han esforzado por exigir el diálogo y la autorización de una marcha en la plaza principal de la ciudad (el zócalo), pero se les ha negado el acceso. Interesantemente, a los participantes de la Marcha de Orgullo (antes de la marcha del sábado) se les está dando luz verde por parte del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera. Todo esto juega con una estrategia de dividir y conquistar. Durante meses, los medios corporativos (o debería decir los carteles de medios de Televisa y tv Azteca, ome México) han estado retratando a los maestros como delincuentes, criminales, narcotraficantes, para distorsionar la imagen de su lucha y desacreditarlos. Pero la realidad se está derramando. Aún así, el estado usa a personas lgbt y la noción de inclusión y apoyo para el matrimonio entre personas del mismo sexo tanto para modernizar su propia imagen como para dividir a las personas. Una especie de lavado rosa ocurre aquí, pero en relación con la política nacional; no se trata de un supuesto terrorista proyectado como una fuerza exterior, sino una que emana desde adentro.
Así que Peña Nieto ha copiado a Obama iluminando Los Pinos en colores del arcoiris (el equivalente de la Casa Blanca), prometiendo apoyo a las personas lgbt, llevando a cabo reuniones y saludos con activistas selectos (simpatizantes del partido dominante, por supuesto) y hablando de la diversidad como una contribución rica al gran abanico de la nación. Luego, unas semanas más tarde, su gobierno emprende guerra contra personas de su propio sur.
¿Cómo proponer y hacer otro tipo de activismo, o hacer valer la disidencia con un concepto fuerte, y promover políticas fuertes, en nombre de la diversidad?
Las realidades diferenciales enfrentadas por aquellos simbólicamente adoptados bajo el concepto de diversidad sexual, y las mejores respuestas a las exclusiones cotidianas más generales y particulares a las que se enfrentan sus sectores subrepresentados, especialmente las que son lesbianas, bisexuales o personas trans, constituyen un terreno fértil para la reflexión y crítica sobre hasta dónde ha llegado el movimiento lgbt y cuán profundo es el cambio que provocan los reclamos y éxitos dominantes en nombre de la no discriminación y el reconocimiento. Un terreno para la acción se encuentra en el ámbito de la legislación sobre crímenes de odio.
El caso Agnes Torres en Puebla reavivó los empujes para tal legislación. En 2012, la ciudad se convirtió en el foco del escrutinio internacional sobre la muerte de una líder de la comunidad transexual, Agnes Torres, cuyo principal atacante (un civil) sigue prófugo y cuyos colaboradores sólo en agosto de 2018 fueron sentenciados a 35 años de prisión (excepto uno de ellos que, por ser menor de edad, recibió una sentencia mucho más leve) (Spdnoticias, 2018). Aunque el caso Torres destacó los crímenes de odio basados en la transfobia, fue sólo el ejemplo más visibilizado de incidentes de violencia (e incluso de homicidios) ocurridos durante los años anteriores y posteriores a la muerte de Torres y de mujeres trans, hombres gays y lesbianas. Otro caso que azotó al país es el de los tres activistas gay, Roberto Vega, Carlos Uriel y Rubén Estrada, quienes fueron encontrados asesinados en Taxco, Guerrero, en junio de 2018, a manos de un grupo armado (The Editors, 2018). Hasta la fecha no se han materializado acciones del tipo visto en las investigaciones de femicidio respaldadas por el gobierno federal de 2003; esto es, aquellas redactadas por la feminista Marcela Lagarde, realizadas a través de la fundación de una comisión especial. Esto posiblemente se pueda entender de acuerdo con la evidente inacción, incluso, ante los femicidios en general que han ido en incremento en diversas partes del país, puesto a que ni se aplica lo existente en la letra de las leyes en esta materia.
La legislación sobre crímenes de odio, como la iniciativa ya bastante exitosa de la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo y, en menor medida, la no discriminación, se ha convertido en una de las demandas clave de activistas que claramente recurren a un repertorio transnacional relacionado con los Derechos Humanos y protecciones con base en la orientación sexual y la identidad de género. Hay problemas concomitantes con todo esto. Una asignatura pendiente es entender y enmarcar adecuadamente la violencia experimentada, sobre todo por las personas trans, desde su dimensión institucional e institucionalizada; no en función de su perfil individual, merecedor de penas y tipificaciones que sólo busquen inculpar al presunto agresor, sino en un contexto del sistema de poder que muchas veces activamente fomenta e incluso realiza estas agresiones. La respuesta, por ende, requiere análisis y enfoques que vayan mucho más allá de concepciones liberales del estado de derecho, y sus soportes ideológicos. Es crítico que los activistas trabajen en esta área y eviten aproximaciones más asociadas a la individualización de los crímenes de odio a un solo perpetrador, pasando por alto los factores sistémicos que claramente están operando en los municipios donde dicha violencia ocurre o no es sancionada, muchas veces en manos de la policía.
Desde hace unas décadas, México se ha sometido, como se empezó diciendo, a ciertas aperturas a la democratización; esto ha visto la multiplicación de los actores de la sociedad civil, pero al mismo tiempo la apertura de la economía de México al libre comercio y la neoliberalización. Que esto coincida con el retorno a una nueva política bajo el nombre de diversidad sexual es a la vez consecuente e instrumental, participando del periodo en todas sus contradicciones como se ha visto. Sin embargo, las experiencias obtenidas tras organizarse transnacionalmente en el llamado periodo medio del activismo lgbt, durante el apogeo de la era del sida, han forjado capacidades y conexiones con los partidos políticos y la sociedad, sentando las bases de la era actual. En prácticamente cada uno de los 31 estados, dentro de una gran porción de los varios miles de municipios, se han formado colectivos, agrupaciones y observatorios de Derechos Humanos y derechos sexuales. Las agencias estatales y no estatales han proporcionado en algunos momentos la subcontratación de una política básica de cuidado y formación comunitaria a través del financiamiento de proyectos que están enmarcados en términos de prevención del vih y otras its y salud sexual y la creación de servicios que atienden aquellos en situaciones extremas. Estos servicios pueden operar a través de instancias estatales (como conapred y capasits ) o evolucionar a partir de demandas y propuestas locales a nivel estatal y municipal. Sin embargo, el éxito de tales propuestas e iniciativas puede ser vulnerable a los gobiernos estatales y municipales de la época.
Tal vez a grandes rasgos en México no se ha podido consolidar una columna vertebral de reclamos en una política de diversidad disidente y cuestionadora, es decir, una diversidad donde lo diverso realmente importe, un concepto fuerte de la diversidad (como diría Angela Davis), y puede que esto sólo se logre saliendo de los habituados vínculos y lógicas de organización, lo que implica una búsqueda de autonomía y nuevas alianzas, no con los partidos de siempre y no sencillamente con el Estado como tal. No todos los sujetos incluidos bajo acrónimos como lgbt, o las versiones cada vez más en espiral, tienen las mismas preocupaciones, enfrentan obstáculos similares, tienen necesidades idénticas o desean alcanzar los mismos objetivos. No todos los hombres y las mujeres que desean y aman a personas del mismo género ven sus identidades y prácticas como interrelacionadas y formativas de un vínculo común. Estos fenómenos están fuertemente mediados por la diferencia cultural, las divergencias geopolíticas y los espacios sociales-discursivos marcados por instituciones religiosas, idiomas locales, afiliaciones étnicas y coyunturas socioeconómicas encontradas en clases y órdenes raciales en un continente que ha experimentado el colonialismo y el neocolonialismo. Hay diversidades dentro de la diversidad sexual, y éstas no han recibido suficiente atención política ni por parte de activistas ni con quienes trabajan.
La necesidad de continuar el trabajo de formar coaliciones y la construcción de movimientos para no ser cautivados por la apropiación liberal y la seducción de los discursos superficiales de la diversidad (que puede elevar el perfil de los partidos y los políticos, pero hace poco por sus electores) es importante aquí. Esto requiere una consulta continua entre los activistas y la generación de un diálogo crítico para conectar la teoría y la práctica. En un periodo de continuo solapamiento del poder formal e informal en la gobernanza del país, y tras una posible nueva alternancia del poder a favor de morena a nivel federal, los activistas y las personas lgbt podrían regresar a algunos de los impulsos críticos originales que desencadenaron el movimiento, es decir, al pensar en los aspectos materiales y sistémicos de cómo viven las realidades lgbt, en todas sus permutaciones geopolíticas y sociales, y cómo estas realidades se ordenan y regulan dentro de los regímenes de dominio en el México actual. Además, las lecciones aprendidas de la movilización en torno al vih/sida podrían aplicarse a otros problemas sustantivos que enfrentan las personas más marginadas entre las personas lgbt: resultando en diagnósticos que podrían proporcionar análisis y evaluación de necesidades para aquellos que son indígenas y trabajadores rurales, aquellos en condiciones de desempleo (un problema mayor en México) y falta de vivienda, desplazamiento y migración. Estos ámbitos también requieren una mayor consideración para examinar los contextos de vulnerabilidad de las personas lgbt en México para quienes el matrimonio entre personas del mismo sexo y la legislación antidiscriminación están lejos de garantizar el acceso a la ciudadanía plena. Dichos contextos de vulnerabilidad, ya sean relacionados con la salud sexual o la maximización de las oportunidades de vida en ámbitos de educación, trabajo y otras áreas de movilidad socioeconómica y libertad de la violencia extrajudicial estatal, implican las vidas lgbt en un espectro y un terreno más amplio de la colaboración de movimiento cruzado. Las ganancias y los fracasos históricos pueden ser instructivos de esta manera: a fin de crear estrategias para nuevas formas de hacer activismo, aprendiendo del pasado y generando líneas de acciones futuras y sostenibles.
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Lo que no importa para el capitalismo, el patriarcado y el Estado: la humanidad y la diversidad
Rocío Moreno
E
l Concejo Indígena de Gobierno ha lanzado una iniciativa para el pueblo del México de Abajo, que trabaja día a día y que sufre las de-
cisiones del mal gobierno y que además habita este mundo en guerra y sobrevive ante la ola de violencia y muerte que ha generado el sistema capitalista patriarcal. Son pésimas las condiciones para la humanidad, para la vida misma, pues se explota, se excluye, se despoja y por tanto se mata. Por eso es el llamado del Concejo Indígena de Gobierno (cig), del Congreso Nacional Indígena (cni) y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln), de los hombres y mujeres que viven en montañas, en el mar, en el bosque, en la selva, en el desierto y en tantas geografías de este país que ha sido resguardado por cientos de pueblos. Son ellos, los más humildes, los que de nuevo llaman al país, al mundo, a la sociedad civil organizada y no organizada a construir en colectivo una organización que permita crear un gobierno que obedezca y que eso sólo será posible si se elimina al sistema capitalista junto con el patriarcado. Sabiamente el cig, cni y ezln confirman que debemos hacerlo nosotros mismos, los que no sentimos que somos escuchados, nombrados, pues nadie lo hará por nosotros. A este gobierno y este sistema no le interesa remediar nuestros males, pues la ferocidad de esta guerra apunta a nuestra eliminación. Entonces, este llamado quizá sea la última opor-
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tunidad que tengamos de organizarnos como pueblo, para conservar lo que nos hace diferentes, pero que al fin somos nosotros con nuestras preferencias, nuestra historia, nuestra organización, nuestra cultura.
El estado necesita ciudadanos que legitimen sus elecciones, sus fraudes; el patriarcado necesita hombres que exploten a las distintas formas que hay de habitar nuestra sexualidad, y de que funde lo que ha sido un pilar para este sistema, “la familia” formada por un hombre proveedor y una mujer que satisfaga las demandas del patriarca. Pero esta idea cada vez es más excluyente ante las distintas formas y diversidades sexuales existentes. El capitalismo necesita compradores, consumidores para su mercado global que nos imponen en todos nuestros espacios, los públicos y los privados. Por eso los pobres, los originarios, los obreros, los gays, los transexuales, los jóvenes, los migrantes, los desaparecidos, los tantos explotados no les importamos a este sistema.
La comunidad lésbico, gay, transexuales, y cómo los zapatistas han dicho otr@s amores, han sido un sector totalmente discriminado. Miles de personas no tienen voz, ni son sujetos de derecho en esta sociedad capitalista patriarcal. Para el cig son fundamentales sus voces, sus demandas. En los distintos encuentros que ha propiciado el cig se ha mencionado que el nombre de diversidad sexual no explica en su totalidad la complejidad y diversidad de formas que hay de habitar un cuerpo; algunos de los conceptos propuestos han sido disidencia sexual, diversidad genérica, y muchas más que tendrán que salir en este diálogo nacional. Que importante es voltear y escuchar al otro y saber que ni si quiera se llama como pensábamos que era su nombre. Así de distanciados estamos. Pero también así se ha tenido que iniciar un encuentro que permita construir una sociedad respetuosa ante los distintos que somos.
La mujer ha sido el rostro del cig, un movimiento que se ha identificado desde el inicio como antipatriarcal, donde no sólo se ha puntualizado el papel subordinado de la mujer, sino también de las tantas disidencias sexuales que existen y que al igual que la mujer, confronta a este sistema patriarcal. Este sistema está dentro de nosotros mismos, en las calles que caminamos, en la casa que habitamos, en la universidad que estudiamos o trabajamos, etcétera. Hemos permitido que el capitalismo patriarcal, decida la forma en que debemos amar y legitimamos la señalización y exclusión de distintas formas de amar, fortaleciendo la idea de que el matrimonio entre un hombre y una mujer es la única asociación legítima de convivencia. Los compañeros y compañeras de la diversidad sexual han tenido que luchar por sus derechos y han tenido que pelear por el respeto a sus preferencias sexuales. Ha sido, pues, una lucha larga, cansada, injusta, porque han recibido discriminación, violencia, muerte por ser quienes son en este sistema. El cig ha mencionado que la lucha es por la vida, ya que el sistema actual genera muerte y desprecio. Los pueblos originarios de México han sufrido esta misma discriminación, exclusión y muerte, pero definitivamente en esta guerra en la que se lucha por la vida y el respeto a sus identidades propias, es fundamental reunirse, para juntos desmontar el poder del capitalismo patriarcal, el enemigo común. Por eso en el capitalismo patriarcal no importan las culturas, las distintas identidades, la diversidad de géneros que existen, etc. Por eso los indios, las mujeres, las autonomías, la diversidad sexual no importan al capital. Ante esta iniciativa, el cig hace un llamado a todos los muchos sectores, grupos, colectivos o individuos que se sienten excluidos del actual sistema de gobierno y modelo económico.
La comunidad a la que pertenezco, Mezcala, tiene un grupo de jóvenes que participa activamente por el respeto y reconocimiento a sus derechos por amar a otra persona de su mismo sexo y también participan en los asuntos comunitarios por el mantenimiento de nuestra cultura y territorio. Ellos y ellas son hijos, nietos, sobrinos de comuneros, van y asisten a los plantones, a las asambleas del pueblo, a las reforestaciones, a apagar lumbre en los cerros, a las reuniones organizativas. Están, pues, en nuestro pueblo, en nuestras calles, en nuestras casas. La homosexualidad o el lesbianismo, las vestidas, transexuales, tantos amores y otras tantas formas de nombrarse, siempre han existido en las comunidades indígenas, en nuestra sociedad. Mezcala ha respetado a esta comunidad, pues no se les excluye de los trabajos y espacios de nuestra cultura. No obstante, en la región han ocurrido muchos asesinatos a jóvenes homosexuales de pueblos vecinos, y nuestro pueblo desde el año de 2008 realiza cada 31 de octubre una marcha en las pocas calles de la comunidad para exigir sus derechos. Asisten hombres y mujeres de toda la región, caminan con carteles que exponen sus demandas. Todos en el pueblo esperamos su recorrido, y aunque son aceptados no podemos negar que el respeto que les damos es tan sólo
Lo que no importa para el capitalismo… 125
un vaso a medias aguas. Quiero decir, que aún nos falta mucho para poder vivir en igualdad de derechos y de oportunidades.
Me gustaría compartirles la historia de mi sobrin@. Su madre le dio el nombre de Arturo Alejandro al nacer, pero cuando cumplió dieciséis años, él decidió llamarse Alexa Moreno. Ella me ha enseñado lo ignorante y excluyente que soy al respetar su decisión sobre su preferencia sexual. Fui de las primeras personas en las que confió para decírmelo. Yo egoístamente le pedí que me diera tiempo para asimilarlo y le dije que no era necesario que se vistiera como mujer. Ella me dijo que ya no había vuelta para atrás y que haría todo, pues sólo así se sentía cómoda y auténtica con sí misma. Sé que parte de mi ignorancia era también miedo a que la dañaran físicamente, porque desafortunadamente las personas que hacen pública su preferencia sexual son violentadas en todos los sentidos y en todos los espacios que habitan. En la comunidad no me preocupaba, además contaba con una red de amigos que la acompañaban, pero ella decidió salir del pueblo y comenzó a participar en concursos de belleza de la comunidad lgtb. Salió entonces y comenzó a ganar concursos y también nos invitó (hermanos, tías, mamá, amigos) en su camino y poco a poco vamos comprendiendo lo que debería ser muy sencillo, respetar las decisiones del otro, sobre todo cuando el otro es parte de tu vida y decimos que lo queremos. Siento que aún estoy aprendiendo.
No sé cuando comenzamos a creer fielmente en que el amor sólo se da entre un hombre y una mujer. Yo veo en Alexa amor a su madre, a sus hermanos varones y hermanas, a toda su familia, con su pareja sentimental, en su trabajo, en su don que plasma al pintar el rostro o peinar el pelo de una mujer que acude con ella para embellecerse. Todas sus relaciones y actividades son de amor y respeto, por eso no sé porque en mi mente, y en la de la mayor parte de la sociedad, está anclada una idea errónea sobre la forma que debemos y a quién y entre quiénes debemos amarnos. Ahora la respuesta es clara, el Estado, la Iglesia, el Patriarcado nos dicen que debemos de ser, y entonces, el problema de nuevo se origina contra todo lo distinto, lo particular, lo contrario a lo permitido e impuesto por estas tres instituciones.
El cig plantea que la lucha para derribar al Estado patriarcal debe hacerse con la organización de todos los que nos sentimos excluidos de este sistema, que además nos intimida, reprime, encarcela, despoja, discrimina, explota y aniquila por ser distintos ante ellos. Lo que ignoran es que tan sólo buscamos habitar este planeta con nuestras preferencias, particularidades, con nuestra historia, cultura e identidad propia. La lucha de la comunidad lgtb, no sólo se solucionara con la implementación o con la dotación de leyes a su favor, sino que tenemos que cambiar y despojar todas las ideas que tenemos sembradas en nuestra mente, en nuestra vida cotidiana, para permitirnos entonces construir una relación respetuosa con el otro. Le pregunté a Alexa que cómo ella imagina una sociedad, una familia que acepte y respete su preferencia sexual, y al respecto menciona:
Cuando nos respeten deben sentir la misma alegría que sienten con cualquiera de los otros hijos cuando nacen o al casarse, por ejemplo. Llega el hijo y dice a su familia que se casará y entonces todos se alegran, pues dará inicio su vida, su familia. Quisiera que cuando les digo que soy gay, en lugar de entristecerlos o de avergonzarlos, les alegrara pues también estoy diciendo que he decidido comenzar mi vida, según lo que me hace feliz como ser humano. Eso es lo que debería sentir mi familia. Creo que cuando exista eso, ahí entonces no importaría la preferencia sexual de nadie, sólo importaría si eres feliz o no.
El camino es largo y complejo, pero esta lucha contra el capitalismo patriarcal debemos comenzarla ya que llevamos tan adentro de nosotros sus prácticas y pensamientos. Estas luchas también necesitan abrir camino al interior de nuestra gente, en nuestros barrios, escuelas, fábricas, hospitales, calles, en nosotros mismos. El patriarcado nos define y caracteriza hoy en día como sociedad dominada por el capitalismo patriarcal. Por eso la lucha de la comunidad lgbt, como la de los pueblos originarios de México y el mundo, obreros, migrantes, mujeres, jóvenes, personas con discapacidades, estudiantes, etc. deberá ser no sólo contra el sistema, sino también con la sociedad que ha dejado de dialogar por el absurdo e inexistente argumento de lo aceptable y lo no aceptable. Debemos descolonizarnos en pensamiento, darnos la oportunidad de pensar sin el Estado, sin partidos políticos, sin el patriarcado, sin la homofobia, sin todas esas marcas que las han impuesto los de arriba, los que no nos representan, ni gobiernan.
Organicémonos para gritar: ¡Nunca más un Mundo sin tod@s l@s tant@s que somos!
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La cultura trans: afrontando retos y resistiendo estigma desde la mirada del activismo
Alexandra Rodríguez de Ruiz
La diferencia sexual no es lo mismo que las categorías de mujer y hombre.
Mujer y hombre existen, podríamos decir, como normas sociales y son,
de acuerdo con la perspectiva de la diferencia sexual, formas en la que
la diferencia sexual ha asumido un contenido. (Butler, 2006: 297)
N
o podemos hablar de la cultura trans sin hablar de su historia, algo que no es tan simple, ya que nuestra historia es extensa y variada,
al igual que nuestras identidades y sexualidades. En este ensayo veremos que la historia y la cultura trans han existido y perdurado a través del tiempo al igual que la persecución y criminalización de las personas que distorsionan lo que llamamos el binario sexo-genérico.
¿Qué es trans? Es un prefijo usado para referirse a transgénero, “un término global que define a personas cuya identidad de género, expresión de género o conducta no se ajusta a aquella generalmente asociada con el sexo que se les asignó al nacer”. Es decir, una persona que fue asignada un género, femenino o masculino al nacer y se identifica con uno diferente. Aclarando, el género es muy diferente al sexo, aunque los dos se usan intercambiablemente en nuestra sociedad, causan-
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do más confusión. La Asociación Americana de Psicología (apa), nos dice esto al respecto:
El sexo se asigna al nacer, hace referencia al estado biológico de una persona como hombre o mujer, y se encuentra asociado principalmente con atributos físicos tales como los cromosomas, la prevalencia hormonal y la anatomía interna y externa. El género hace referencia a los atributos, las actividades, las conductas y los roles establecidos socialmente que una sociedad en particular considera apropiados para niños y hombres, o niñas y mujeres. Estos influyen en la manera en que las personas actúan, interactúan y en cómo se sienten sobre sí mismas. Mientras que los aspectos del sexo biológico son similares entre las distintas culturas, los aspectos del género pueden resultar diferentes.
El género, o géneros, son considerados culturales, y sexo es considerado biológico. Por ejemplo, hombre y mujer, se refieren al género, macho y hembra al sexo.
Históricamente la presencia trans ha existido en nuestra sociedad por siglos, en secreto, prohibida, negada y escondida por la historia. Una vez más, la apa nos define acerca de la existencia trans:
Desde la antigüedad hasta nuestros días, existen registros de personas trans en muchas culturas y sociedades indígenas, occidentales y orientales. Sin embargo, el significado de la desconformidad con el género puede variar entre las distintas culturas.4
En consecuencia, no podemos descartar a Juana de Arco, que se vistió de hombre y que hasta en su juicio se le llevó a la hoguera por rehusarse a usar ropajes femeninos. Se debate mucho su identidad, ya que le han llamado travesti, transgénero, y otros nombres que indican su androginia, pero a mí me queda claro que Juana de Arco, transgredió el binario genérico. En su libro Guerreros transgénero, Leslie Feinberg, es elocuente en cuanto a contarnos la historia de Juana de Arco, y parte de lo que nos narra es para hacernos entender que la historia trata de invisibilizar el hecho de que De Arco retó al binario genérico de su época y que fue víctima del rechazo y la discriminación que han perdurado a través del tiempo contra las personas trans, por ello, Feinberg nos relata:
En Mayo 23 de 1430, Juana fue capturada por los Borgoñeses, aliados franceses de los señores feudales ingleses. Los Borgoñeses se refirieron a Juana de Arco como “hommasse” un peyorativo que significa “hombre mujer”, o mujer masculina. Si De Arco hubiese sido un caballero, jinete u hombre de la nobleza, el Rey Carlos hubiese ofrecido una recompensa por su libertad, ya que esa era la manera usada para liberar a caballeros, jinetes y hombres de la nobleza capturados en la batalla (1996: 31-37).
Feinberg extiende su caso en cómo Juana de Arco fue víctima de la transfobia e ignorancia cuando nos cuenta que “los ingleses instaron a la Iglesia católica a condenar a De Arco por travestirse” (ibid.: 31). Eventualmente Juana de Arco fue entregada a la “Santa Inquisición” y condenada a ser quemada viva en la hoguera públicamente por ser considerada una persona poseída por el demonio.
En la población zapoteca del istmo de Tehuantepec en Juchitán, Oaxaca, las muxes, son personas nacidas con el sexo masculino que se identifican o asumen roles del sexo femenino, son consideradas como seres de gran valor familiar y social. Las muxes son reconocidas desde tiempos prehispánicos como parte de la sociedad zapoteca, supuestamente un matriarcado. Se les respeta y no son criminalizadas por sus identidades o sexualidades como en otros lugares en el mundo. En su libro Hombre, mujer y muxe’: el Istmo de Tehuantepec (2012), en el capítulo “Historia de belleza, pasiones e identidades” la profesora e investigadora Marinella Miano Borruso nos explica cómo las muxes impactan a la sociedad en la que se desenvuelven:
La sociedad zapoteca agrega otro rasgo peculiar a su organización dicotómica: no parece existir estigma y marginación del homosexual que en zapoteco es llamado muxe. Al contrario parece haber una aceptación e integración del muxe en la organización genérica de la sociedad y en el universo cultural étnico, poco usuales en nuestra sociedad occidental. Dice Macario Matus, escritor zapoteco: “En Juchitán la homosexualidad se toma como una gracia y una virtud que proviene de la naturaleza” (ibid.: 230).
Este es un gran ejemplo de cómo en nuestras culturas indígenas y que es bien sabido que antes de la Conquista, las personas trans estábamos consideradas como algo divino, seres que poseemos los dos espíritus, seres que tenemos la capacidad de ser masculino o femenino, o los dos. Afortunadamente hasta hoy día en algunas comunidades esto aún se practica, por ejemplo, en algunas tribus de nativos americanos en Estados Unidos, las personas trans son aceptadas y respetadas al igual que las muxes en el istmo de Tehuantepec.
También como dato histórico, les recuerdo que en el Baile de los 41, o de los “41 maricones” que fue un muy sonado escándalo en México a principio del siglo xx, el travestismo y la transgresión al binario fueron causa de persecución y criminalización. En el libro México se escribe con J, editado por Michael K. Schuessler y Miguel Capistrán. Schuessler nos cuenta que este baile fue:
…una singular fiesta que terminó en redada, pero que realmente fue punto de partida de la noción de un aspecto de la realidad social que resultaba tan alarmante para muchos mexicanos de aquella época que se horrorizaban, no sin cierto morboso deleite, por supuesto, al leer los pormenores más llamativos de este singular baile y de sus participantes, muchos pertenecientes a la alta sociedad porfiriana, como se supo en su momento, pero nunca de manera abierta (2010: 32-33).
Una vez más podemos apreciar en esta historia, una fiesta realizada en 1901 en una casa privada, en donde todos los asistentes eran del sexo masculino, algunos vestían atuendos considerados femeninos, como maquillaje, pelucas, tacones y vestidos. En otras palabras, eran personas que una vez más retaban a la normatividad y que por estar en una fiesta privada, exhibiéndose como ellos querían, alguien denunció a la policía y estas personas fueron detenidas y mandadas a hacer trabajo forzado al sur del país. Por ahí se cuenta que en realidad eran 42 los invitados a este baile de “maricas”, pero se le conoce por el Baile de los 41, ya que uno de ellos era nada menos que el yerno de don Porfirio Díaz y, supuestamente, el único que no fue entregado a las autoridades.
En nuestra revolución existió un coronel que al igual que Juana de Arco, vivió con una identidad de género diferente a la cual se le asignó al nacer, hablo del coronel Amelio Robles Ávila, un militar mexicano que participó en la Revolución Mexicana. Nació con el nombre de Carmen Amelia Robles Ávila el 3 de noviembre de 1889 en Xochipala, Guerrero. Es probable que las razones que orillaron a Amelio a ingresar en la revolución estuvieran relacionadas con los problemas en el seno familiar. En 1912, se unió a la lucha armada cuando el general Juan Andrew Almazán pasó por Xochipala, estando presente en la toma de Iguala, el 14 de mayo de 1911. Entre agosto y noviembre de 1911, Amelio fue enviado al Golfo de México en una comisión con el fin de obtener dinero de las empresas petroleras para la causa revolucionaria. Desde 1913 hasta noviembre de 1918, año en que entregó las armas, Amelio Robles participó en las filas zapatistas bajo el mando de los principales jefes revolucionarios del estado, como Jesús H. Salgado, Heliodoro Castillo y Encarnación Díaz. En 1924 apoyó al general Álvaro Obregón, contra la rebelión delahuertista, bajo el mando del general Adrián Castrejón, y participó en la batalla de la hacienda de Pozuelos, donde falleció el general delahuertista Marcial Cavazos y Amelio resultó herido. A partir de entonces, tomó la determinación de adoptar una nueva identidad, asumió el nombre de “el coronel Robles”, vistiendo siempre de forma masculina y mostrando una apertura en cuanto a su preferencia sexual. Fue en esa época en que conoció en Apipilulco a Ángela Torres quien fue su compañera por cerca de diez años. No fue hasta 1970 cuando el coronel Amelio Robles fue reconocido como un héroe y condecorado como veterano de la Revolución Mexicana y Legionario de Honor del Ejército Mexicano. Murió en 1984. Les comparto las líneas de un corrido que existe por ahí sobre él: “Su nombre fue Amelia Robles, coronela consagrada, no olviden de su nombre, era orquídea perfumada, llévenle un ramo de flores a su tumba abandonada”.
Al igual que el coronel Amelio Robles, en Estados Unidos existieron otras dos mujeres valientes que yo considero unas verdaderas trans revolucionarias que estuvieron presentes en los disturbios de Stonewall en la ciudad de Nueva York en 1969, que dio lugar al movimiento lgbt. Se trata de Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, quienes lucharon por los derechos de las personas trans en Estados Unidos, al igual que otras personas trans en México y otros países, se enfrentaron por sus derechos y fueron criminalizadas por una lucha constante contra la sociedad, una lucha que hasta hoy día mantenemos las personas trans en esta sociedad patriarcal y machista.
A pesar de los grandes pasos que se han dado en los derechos de personas gays y lesbianas, las personas trans seguimos luchando por nuestros derechos en esta sociedad y desgraciadamente los estereotipos no ayudan. Las personas trans somos seres como cualquier otro y aún así tenemos que luchar por tener un lugar en esta sociedad, por que se nos reconozca como seres capaces y productivos. En México ya hemos logrado algunos derechos, como el derecho a obtener una identificación con un nombre y un género (hombre o mujer) que vaya de acuerdo con nuestra presentación, eso nos ayuda a poder buscar un trabajo, ir a la escuela o poder obtener un pasaporte sin ser cuestionadas, pero aún así existe la discriminación y el rechazo. Desgraciadamente la sociedad aún reprime el derecho a ser de las personas trans.
En un mundo utópico, lo ideal sería que personas como yo, una mujer trans, que la cultura trans, diéramos un giro a la historia y que no tuviéramos que luchar más por nuestros derechos sin ser víctimas, sin ser rechazadas y sin ser juzgadas. La profesora, activista y autora Susan Stryker, nos da una perspectiva más realista y sincera sobre el futuro referente a las personas trans en su obra Transgender History (Historia transgénero):
La creciente aceptación de la representación en los medios, y la holgura cada vez mayor que los jóvenes demuestran tener para las identidades y comportamiento de las personas trans y de género no conforme, nos sugiere que tal vez en el futuro –quizás no muy lejano– las personas transgénero serán aceptadas completamente como miembros imparciales de la sociedad. Pero aún queda mucho trabajo por hacer (2008: 157).
Algo que me queda claro, y en mi humilde opinión, es que las personas trans hemos luchado tanto por nuestras identidades, que justamente nos merecemos un lugar en la historia. Hemos demostrado que la resiliencia y la valentía, después de todo, no tienen género.
Bibliografía
Butler, Judith (2006). Deshacer el género. Barcelona: Paidós.
Feinberg, Leslie (1996). Transgender Warriors: Making History from Joan of Arc to Ru Paul. Boston: Beacon Press.
Miano Borruso, Marinella (2002). Hombre, mujer y muxe’: el Istmo de Tehuantepec. México: Plaza y Valdés.
Schuessler, Michael K. y Miguel Capistrano (2010). México se escribe con J. México: Editorial Planeta Mexicana.
Stryker, Susan (2008). Transgender History. Berkeley: Seal Press.
La misma lava en otro volcán
Patricia Brogna
P
asará un largo tiempo, un tiempo histórico al final del cual ya no seremos nosotros los testigos, pero asumimos desde este “aquí y ahora” el fracaso de muchas de las instituciones actuales, entre las que mencionamos sólo algunas:
• el patriarcado, el “pater familia” que llegó a nuestras culturas con su carga de “amo y señor de la vida y la muerte de los suyos”,
• el capitalismo que esclaviza, depreda, extrae y devora aumentando la desigualdad y concentrando la riqueza: porque el problema de nuestras sociedades no es la extrema pobreza –que los programas sociales sólo pueden aspirar a paliar– sino la extrema riqueza (como muestra el Observatorio de la Riqueza que obviamente no encuentra financiamiento para sus necesarias investigaciones), y
• la lógica de la superioridad de unos grupos sobre otros, basada en criterios como la clase, la “raza”, la etnia, el género, la capacidad, la edad, el lugar de nacimiento y tantos otros.
Comenzando por el último punto diremos que varios de esos grupos están mencionados en las mesas de trabajo que el Concejo Indígena de Gobierno (cig) ha convocado: mujeres, niños y jóvenes, comunidad
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lgtttbi, las personas con discapacidad, migrantes, la “gente de la tierra”, los trabajadores y explotados, y aquellos que no encuentran justicia. Es fácil hacer el cruce y darse cuenta de que esos grupos se intersectan, se entrecruzan y que las condiciones de desventaja social, de injusticia, de sometimiento y de opresión se potencian y aumentan cuando una persona pertenece a varios de estos grupos.
Achille Mbembe en un libro donde analiza cómo la “razón negra” (esclavista y extractiva) sigue operando en nuestros días, cita a Karen y Bárbara Field retomando una distinción imprescindible:
“raza”: idea según la cual la naturaleza produciría humanidades distintas, reconocibles a partir de rasgos inherentes y de características específicas que establecerían sus diferencias y las organizarían sobre una escala de desigualdad,
“racismo”: el conjunto de prácticas sociales, jurídicas, políticas e institucionales, entre otras, fundadas en el rechazo de la presunción de igualdad entre personas humanas, y lo que ellas llaman “racecraft” : el repertorio de maniobras destinadas a situar a los seres humanos así diferenciados en celdas operativas (2016: 40).
Si lo que vamos a cuestionar es la lógica de superioridad de unos grupos sobre otros, debemos entonces considerar también al patriarcado y al capitalismo como parte de este trípode. De esta tríada porque es justamente en la intersección de esos tres factores donde los argumentos de exclusión y desacreditación sobre algunos sujetos se refuerzan mutuamente. Es una sociedad basada en la hegemonía masculina, en los procesos de producción con sujetos individualizados (sin cohesión ni conciencia de grupo/s), sumisos y “baratos”, que autosatisfacen sus necesidades permitiendo estados y gobiernos mínimos a quienes no se les demanda ninguna atención ni respuesta. Una sociedad con estas características –decíamos– tiene en esa lógica de superioridad selectiva de unos grupos sobre otros el último argumento que le faltaba para señalar quiénes son los supernumerarios (en términos de Robert Castel), los frágiles (según Fernando Álvarez Uría), los peligrosos, los inútiles, los que sobran.
La “capacidad” como criterio de distinción puede equipararse, retomando a Mbembe con el de “raza”:
…una figura autónoma de lo real –que no existe en la realidad, agrego– cuya fuerza y densidad obedecen a su carácter extremadamente móvil, inconstante y caprichoso. Por lo demás, no hace tanto tiempo el orden del mundo estaba aún fundado a partir de un dualismo inaugural que se justificaba parcialmente en el viejo mito de la superioridad racial (2016: 40-41).
Es en este sentido que la idea de que hay una sola forma correcta de ser, estar y hacer en el mundo nos permite ensayar una analogía con el “racismo”. Diríamos que “capacitismo” es “el conjunto de prácticas sociales, jurídicas, políticas e institucionales, entre otras, fundadas en el rechazo de la presunción de igualdad entre personas humanas” (Adams et al., 2000, énfasis agregado) con base en la diferencia de capacidades. Esta visión capacitista, trabajada por Adams et al. (idem) en un libro pionero donde analizan este y otros “ismos”, es la que se conjuga con la idea de lo normal y anormal con base en diferentes saberes y disciplinas (como la jurídica, la médica, la pedagógica). Ha ido consolidándose una sociedad “normalizada” equiparable a la “racializada”, una sociedad que naturaliza sin problematizar todo un “repertorio de maniobras destinadas a situar a los seres humanos así diferenciados en celdas operativas”.
Entonces, con base en esas ideas, discursos y prácticas, las personas con discapacidad ya no pueden compartir los mismos espacios, las mismas actividades, las mismas aspiraciones, los mismos deseos que el resto de la sociedad. Comenzamos a ver como natural que deban educarse, trabajar o vivir en espacios segregados, aparte, separados de su comunidad. Esta visión de la discapacidad que heredamos de la conquista, no condice con las prácticas prehispánicas hacia este colectivo. A pesar de los muy escasos estudios sobre el tema, podemos señalar el error de pensar en términos de “el zoo de Moctezuma” (Bearden, 2013), como han interpretado algunos investigadores, la práctica ancestral de brindar cobijo y cuidado en el mismo espacio del Tlatoani (Brogna, 2018).
En la actualidad, un documento internacional intenta identificar un umbral de Derechos Humanos comunes para todas las personas con discapacidad. Luego de las luchas y demandas de personas con disca-
La misma lava en otro volcán 139
pacidad en diversos países y de un proceso de cuatro años en Naciones Unidas (onu) se aprueba en diciembre de 2006 la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Este documento que se considera una ruptura en la manera de entender la discapacidad enfatiza no el déficit de la persona sino las barreras culturales, actitudinales, del entorno como las tecnológicas y arquitectónicas, entre otras. La Convención señala que las desventajas, discriminación, desigualdad y la exclusión que viven las personas con discapacidad no se basan en su “falta de capacidades” para ser, estar y hacer en su comunidad.
Como parte del proceso para conocer la manera en que los derechos enunciados en la Convención se van implementando en los países (los Estados, los gobiernos) deben presentar periódicamente informes al Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas. La enorme importancia de este proceso se basa en que, además de los informes “oficiales” de cada gobierno, las organizaciones de la sociedad civil presentan lo que se llama Informes Alternativos, o Informes Sombra. Una vez evaluados y considerados los informes oficiales y alternativos, el Comité presenta sus observaciones y recomendaciones al país.
Huelga decir que, en contextos de alta desigualdad y exclusión como lo es América Latina, los derechos de las personas con discapacidad y las políticas públicas que deberían garantizarlos son en realidad acciones de simulación más que programas para su cumplimiento efectivo. Es por ello que un documento de derechos de las personas con discapacidad vinculante se transforma en una herramienta de demanda poderosa para las comunidades indígenas y que viven en áreas rurales ya que esta condición, según la Convención, no debe ser una excusa para la oferta de los mismos servicios con calidad que para el resto de la población.
Re-consideraciones de un cierre imposible
Estos párrafos de cierre no pretenden agotar las reflexiones ni enunciar verdades incuestionables. Los análisis críticos a los Derechos Humanos, la convocatoria a reflexionar sobre lo político, lo económico y cultural como un marco liberador, ora opresor, son arenas movedizas en las cuales bien podemos incluir las ideas que he enunciado: sociedades donde las lógicas de superioridad se proyectan (como las imágenes de cine) sobre diferentes sujetos que quedan así marcados como menores, peligrosos, incompletos, deficitarios. Si queremos hacer conscientes, cuestionar, deconstruir y desaprender esas lógicas, necesitamos recurrir a fuentes que nos ayuden a re-pensar (a pensar en otros términos) las relaciones y los vínculos humanos.
En la metáfora de la lava, es ese magma que se desplaza subterráneo, soterrado e invisible y que justifica la supremacía de unos grupos sobre otros basándose en criterios que operan como marcadores (naturales e incuestionables) de un déficit o una anormalidad que, al igual que la raza, no existe como tal en la realidad. Utilizo la metáfora del mismo magma brotando por distintos volcanes, la misma lava (la misma lógica) poniéndose de manifiesto a través de diferentes bocas porque es necesario ir a la raíz y darnos cuenta de que atacamos el síntoma, las manifestaciones secundarias. Hacer consciente que –en definitiva– aceptar la lava que emerge en un volcán es aceptar el magma; es consentir hacia otros sujetos la desigualdad, segregación, discriminación, opresión y exclusión que rechazamos para nosotros.
A través de sus postulados, propuestas y principios el Concejo Indígena de Gobierno y el Congreso Nacional Indígena proponen subvertir la institución patriarcal, el capitalismo, los avances de la inequidad promovida por los discursos y las políticas de derecha buscando fortalecer la cohesión y la igualdad entre todos los grupos sociales. Seguramente también podrán proponer acciones de acogida para sus miembros con discapacidad, recuperando y rescatando sus prácticas originarias y ancestrales.
Bibliografía
Adams, Maurianne et al. (2000). Readings for Diversity and Social Justice: An Anthology on Racism, Antisemitism, Sexism, Heterosexism, Ableism, and Classism. Nueva York: Routledge.
Bearden, Elizabeth B. (2013). Moctezuma´s Zoo: Housing Disability in Transatlantic Travel Literature and European Courts. Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, vol. 17, pp. 163-178.
Brogna, Patricia (2018). Discapacidad en la cosmovisión nahua, la representación de un cuerpo múltiple. Revista Pasajes, núm. 6, pp. 01-16.
La misma lava en otro volcán 141
Disponible en http://www.revistapasajes.com/gallery/1%20oficial%20articulo%202018%20ene%20jun%20pasajes.pdf
Mbembe, Achille (2016). Crítica de la razón negra. Ensayo sobre el racismo contemporáneo. Barcelona: Ned Ediciones.
onu Organización de las Naciones Unidas (2006). Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Disponible en http:// www.un.org/esa/socdev/enable/documents/tccconvs.pdf
La discapacidad en Jalisco y la situación de la discapacidad psicosocial
Sara Valenzuela López
V
oz Pro Salud Mental, conocida también como HumanaMente, es una asociación civil sin fines de lucro que con 15 años de historia ha trabajado consistentemente en la inclusión y respeto a los Derechos Humanos de las personas con discapacidad, específicamente en la discapacidad psicosocial, todavía reconocida como enfermedad mental grave.
En México y en Jalisco urgen especialmente estrategias y planes de acción que faciliten la accesibilidad a los espacios públicos, transporte, calles y avenidas, considerando no sólo la discapacidad motora sino la visual, auditiva, intelectual y psicosocial. Con frecuencia vemos personas en sillas de ruedas con imposibilidad de utilizar los servicios de transporte público o sufriendo accidentes por la falta de señalización y medidas preventivas. La ignorancia y apatía de la sociedad evade la urgencia de conocer sobre el lenguaje de señas, el respeto a los espacios asignados a personas con discapacidad, los semáforos para personas ciegas y un sinfín de herramientas que la tecnología y la educación podrían aportar a una convivencia más respetuosa, integrada e incluyente.
En HumanaMente junto con las más de 120 asociaciones del estado de Jalisco que atendemos alguna de las discapacidades reconocidas nos hemos sumado en un colectivo de reciente creación denominado Coalición por la Discapacidad en Jalisco, en donde
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proponemos pensar a la discapacidad como un concepto dinámico más que estático y limitante. Visualizar a las personas con discapacidad por sus habilidades y lo que sí pueden hacer más que en sus limitaciones. Según cifras oficiales existen 7.2 millones de personas con discapacidad (pcd), y 27 millones de mexicanos involucrados con la discapacidad de algún miembro del núcleo familiar (inegi, 2014), por ello, demandamos atención y mayores oportunidades para este significativo sector de la población.
En la actualidad, a este grupo social se le apoya con un presupuesto federal menor a 300 pesos anuales por persona con discapacidad, lo que no alcanza ni siquiera para una llanta de silla de ruedas o una hora de terapia. Además, este apoyo federal ha estado disminuyendo, contrario al principio de progresividad establecido en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Mientras que para el presupuesto 2018, el monto para la atención de grupos vulnerables se propone incrementar en 9.7%, el de programas para las personas con discapacidad disminuyó 2.25%.
La Coalición por la Discapacidad Jalisco considera que ya es tiempo de que se respeten los compromisos de los funcionarios y políticos y que pueda contarse con información real georeferenciada para desarrollar políticas públicas que realmente atiendan las necesidades de las personas con discapacidad.
Hoy día en Jalisco se calcula (de acuerdo con el perfil sociodemográfico de la población con discapacidad) que hay un aproximado de 584 081 personas que viven con discapacidad (inegi, 2010):
• 45% discapacidad motora
• 25% discapacidad visual
• 15% discapacidad mental (psicosocial e intelectual)
• 15% discapacidad auditiva
Es importante tener en cuenta que en cualquier momento de la vida podemos adquirir una discapacidad. En Jalisco las causas de la discapacidad son (cesjal, 2017):
• 35.8% por enfermedad
• 23.5% por edad avanzada
• 18.1% de origen congénito o adquirida al nacer
• 13.5% derivadas de un accidente
La educación es un derecho de todos, sin embargo, el promedio de escolaridad en la población con discapacidad de más de 15 años de edad, es de 4.5 años y 21.5% de éstos no sabe leer ni escribir. 26 de cada 100 menores con discapacidad de entre 9 y 14 años no pueden leer o escribir (inegi, 2010).
Como mencioné, en diciembre 2017, nació la Coalición por la Discapacidad Jalisco, en la que estamos decidiendo unirnos 120 ongs de y para personas con discapacidad, con la finalidad de conformar un frente común con objetivos muy específicos, con propuestas integrales por las personas con discapacidad:
• Promover la capacitación y la profesionalización de las ongs participantes.
• Lograr que exista una agenda sobre las personas con discapacidad en el gobierno federal, estatal y municipal.
• Visualizar la conformación de Federaciones y Confederaciones a un mediano y largo plazo.
• Empoderarnos como ongs para tener un mayor impacto social y político.
Así las ong’s participantes de la Coalición de y para personas con discapacidad hemos logrado durante nuestra tayectoria, movilizar los siguientes temas en alianza con el gobierno:
• Instalación de la cultura sobre discapacidad.
• Prevención de factores de riesgo de discapacidad y diagnóstico.
• Atención y cuidado de las personas con alguna discapacidad.
• Promoción de factores protectores y buena salud.
• Participación de la ciudadanía en el Consejo Estatal para el Desarrollo e Inclusión de las Personas con Discapacidad (coedis).
• Creación de la Unidad de Valoración, donde uno de sus propósitos esenciales es la certificación de la discapacidad. Es un modelo pionero en el país.
La discapacidad en Jalisco y la situación de la discapacidad psicosocial 145
• La lengua de Señas Mexicana es reconocida como (sic) una “lengua”; aprobación de Reformas a las Leyes de Educación e Inclusión.
• Creación del Observatorio Ciudadano del Mecanismo Estatal para Promover Proteger y Supervisar la Aplicación de la Convención.
• Más conciencia de que este mundo lo construimos todos y nos pertenece a todos sin excepción.
Discapacidad psicosocial
Contexto
• 1 de 4 personas están presentando síntomas de enfermedad mental (oms, 2017).
• 400 millones de personas hoy viven con depresión y para 2020 se espera que sean 600 millones (oms, 2017).
• Las Enfermedades Mentales se viven en soledad, silencio y con vergüenza.
• Nuestros niños y adolescentes están consumiendo drogas y alcohol para mitigar los síntomas de depresión y ansiedad.
• Un alto porcentaje de personas con discapacidad y sus familias viven con depresión y ansiedad.
• Las personas con discapacidad psicosocial en Jalisco representan
23.9 % (salme, 2010).
• Los dif nacional y estatales, no identifican la enfermedad mental como discapacidad psicosocial. La enfermedad mental la sigue integrando en discapacidad intelectual.
• En la lista de las diez principales enfermedades discapacitantes en el mundo, se tienen cuatro enfermedades mentales (oms, 1996) que en otros países de Europa y en Estados Unidos sí se reconocen como tal pero en México no.
1. Depresión
2. Esquizofrenia
3. Trastorno bipolar
4. Trastorno de ansiedad
• En México únicamente se reconoce la esquizofrenia y el trastorno bipolar como discapacidad.
Junto con el número creciente de personas que en México y específicamente en Jalisco presentan discapacidad psicosocial existen otros problemas de nuestro sistema de salud que complican la realidad en el tema.
1. La falta de abasto de los medicamentos en servicios de salud para personas con enfermedad mental es constante y genera mayor número de recaídas incrementando los costos a las familias y al gobierno por gastos de hospitalización.
2. En los centros de salud y hospitales de gobierno se da la atención para cualquier servicio de urgencias médicas, sin embargo, se niega la atención de urgencias psiquiátricas y se les canaliza a los hospitales psiquiátricos.
3. La falta de capacitación en la detección de enfermedades mentales en el primer nivel de atención del sistema de salud; la depresión y algunas enfermedades mentales se diagnostican después de los 15 a 20 años.
4. Falta de promoción y plazas psiquiátricas: en el país sólo tenemos 4 200 psiquiatras y 600 paidopsiquiatras no siendo suficientes para el incremento de las demandas de la población.
Propuestas de la Coalición por la Discapacidad Jalisco
1. Promover en el sistema dif la identificación de Enfermedades Mentales como discapacidad psicosocial.
2. Reconocimiento de las cuatro enfermedades mentales como discapacidad (esquizofrenia, trastorno bipolar, depresión mayor, trastorno obsesivo compulsivo).
3. Abastecimiento oportuno y constante de medicamentos.
4. Atención de urgencias psiquiátricas en servicios de salud.
5. Capacitación a primer nivel de atención médica.
6. Mayor número de plazas para psiquiatras.
7. Promover el Modelo de Inclusión Integral de Personas con Discapacidad en alianza con ongs.
8. Incrementar los presupuestos del gobierno federal y estatal para la atención de personas con discapacidad, así como para la atención de la salud mental.
La discapacidad en Jalisco y la situación de la discapacidad psicosocial 147
Bibliografía
cesjal Consejo Económico y Social del Estado de Jalisco (2017). Memoria documental. Primer Congreso para el fortalecimiento de las políticas públicas para la inclusión y participación de las personas con discapacidad en el estado de Jalisco, 23 y 24 de agosto de 2017. inegi Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2010). Perfil sociodemográfico de la población con discapacidad en el estado de Jalisco.
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oms Organización Mundial de la Salud (1996). La carga global de las enfermedades. México: oms.
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salme Instituto Jalisciense de Salud Mental (2010). Diagnóstico integral de salud mental en Jalisco, 2010. Zapopan: Instituto Jalisciense de Salud Mental.
Derribando barreras “actitudinales”: construcción ética y social de la discapacidad
Jorge García Leal
L
a Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad define de manera genérica a quien tiene una o varias discapacidades como:
Una condición bajo la cual ciertas personas presentan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que al interactuar con diversas situaciones de la vida cotidiana, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, y en igualdad de condiciones con las demás (2006).
Los motivos que producen discapacidad en las personas pueden ser variados, pero el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi) los clasifica en cuatro grupos de causas principales: nacimiento, enfermedad, accidente y edad avanzada. De cada 100 personas con discapacidad en México, 39 la tienen porque sufrieron alguna enfermedad que les dejó como secuela la discapacidad; 23 están afectados por edad avanzada; 16 la adquirieron por herencia, durante el embarazo o al momento de nacer; 15 quedaron con lesión a consecuencia de algún accidente y 8 debido a otras causas no especificadas. Esto significa que el 84% la adquiere durante cualquier etapa de su vida. Por lo que nadie en su sano juicio puede suponer que está exento de enfrentar, algún día, cualquier tipo de discapacidad. Con fecha del 5 de mayo de 2011,
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el inegi calculó el porcentaje de cada tipo de discapacidad en México: 41% motriz, 26% visual, 15% auditiva, 13% intelectual, 4% lenguaje y sólo 1% presenta tres o más discapacidades combinadas.
Para entender y comprender de qué manera afecta la discapacidad en la vida de las personas, en el año 2001 se presentó la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (oms, 2001), en las que las personas con discapacidad que presentan una o más deficiencias (físicas, mentales, intelectuales o sensoriales) se relacionan con la actividad que haya sido afectada, independientemente de la causa que las generó. Las actividades con dificultad más conocidas son: caminar o moverse. Esto hace referencia a la dificultad de una persona para moverse, caminar, desplazarse o subir escaleras debido a la falta de toda, o una parte de sus piernas; incluye también a quienes teniendo sus piernas no tienen movimiento o presentan restricciones para moverse, de tal forma que necesitan ayuda de otras personas, silla de ruedas u otro aparato, como andadera, muletas, bastón ortopédico o pierna artificial. El término correcto es persona con discapacidad motriz.
También existen otras discapacidades:
• Visual: Abarca la pérdida total de la vista en uno o ambos ojos, así como a los débiles visuales y a los que aún usando lentes no pueden ver bien por lo avanzado de sus problemas visuales. El término correcto es persona con discapacidad visual.
• Intelectual: Abarca cualquier problema de tipo mental como retraso, alteraciones de la conducta o del comportamiento; atención y aprendizaje como las limitaciones o dificultades para aprender una nueva tarea o para poner atención por determinado tiempo, así como limitaciones para recordar información o actividades que se deben realizar en la vida cotidiana, y autocuidado que hace referencia a las limitaciones o dificultades para atender por sí mismo el cuidado personal, como bañarse, vestirse o tomar alimentos. El término correcto es persona con discapacidad intelectual.
• Auditiva: Incluye a las personas que no pueden oír, así como aquellas que presentan dificultad para escuchar (debilidad auditiva), en uno o ambos oídos, a las que aún usando aparato auditivo tienen dificultad para escuchar debido a lo avanzado de su pro-
blema auditivo. El término correcto es persona con discapacidad auditiva.
• Del Lenguaje: Hace referencia a los problemas para comunicarse con los demás, debido a limitaciones para hablar o porque no pueden platicar o conversar de forma comprensible. El término correcto es persona con discapacidad en el lenguaje.
Obviamente es posible que una persona pueda tener más de una discapacidad, por ejemplo: las personas con pci (Parálisis Cerebral Infantil) presentan problemas motores y de lenguaje.
En realidad la discapacidad no es la que nos limita, sino el entorno en el que nos desenvolvemos. Desde el punto de vista etimológico, la palabra discapacidad viene del latín y está formada por el prefijo “dis” que quiere decir divergencia o separación y la palabra “capere” que significa dar cabida, en consecuencia, discapacidad es “no dar cabida”. En la sociedad se han establecido procesos, instituciones, infraestructura o mecanismos de comunicación que excluyen a personas que son diferentes a la mayoría; de ahí que sea la sociedad la que tenga que transformarse, ampliar sus horizontes y flexibilizar sus instituciones para dejar de ser excluyente. La inclusión es una tarea que compete a la sociedad, al gobierno y al sector privado, pues en cada uno de estos ámbitos han permeado modos de hacer y de pensar que excluyen a quienes tienen otras capacidades. Por lo tanto, cuando una sociedad no da cabida, la discapacitada es la sociedad. Más que un concepto médico o más que una definición científica, es una categoría moral con funciones de normatividad, disciplina y estigmatización, cuyo único objetivo es el control social.
La Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad aprobada por la onu en 2006, establece que se les debe definir como personas con discapacidad, y ahí está la estigmatización de la definición cuando decimos “es un discapacitado” cuando deberíamos decir “persona con otras capacidades”. Privilegiando persona en términos kantianos. Por ser persona tiene dignidad y no precio, es sujeto y no objeto, es un fin en sí mismo y no un medio. Por lo que el discapacitado en tanto que es desigual, se convierte en peligro y riesgo para la armonía del conjunto. Esto quiere decir que las diferencias se construyen en las desigualdades y de allí a la discriminación hay un solo paso, como en el caso de las discriminaciones naturales. Porque cuando la discapacidad se naturaliza, cuando la discapacidad se generaliza, no se les considera problema y sólo sirven para calmar algunas conciencias. Pobres siempre ha habido, paralíticos también, locos y ciegos, para que decir más. Se invoca la naturaleza humana lo cual es un oxímoron: porque si es humano no es natural y si es natural no es humano. Ya que lo humano en tanto que es humano es ontológicamente social. La yoidad no se construye de manera natural sino a través de la otredad. En palabras de Emmanuel Lévinas: “Yo no soy el otro, pero necesito al otro para ser yo”.
Otra discriminación subliminal pero no menos importante, es el “paternalismo”, el cual no sólo no evita las desigualdades sino que las legitima y las reproduce. Cuando dicen, por ejemplo: “capacidades diferentes”, están señalando al diferente. Debemos evitar los eufemismos que tienen mucho de lástima y muy poco de respeto. Claro que la discriminación no es de ahora. En la cultura griega del siglo de Pericles, la ética se asociaba con la estética, a tal punto que Platón en La República ordena que “los médicos se limitarán al cuidado de aquellos con cuerpo sano y alma hermosa y se castigará con la muerte a aquellos con cuerpos mal constituidos y alma mala”. Esparta implantó una estricta eugenesia destinada a lograr niños sanos y fuertes. Al nacer, el niño era examinado por una comisión de ancianos sabios, para determinar si era hermoso y de constitución robusta. La costumbre era: dejar una noche al recién nacido desnudo y en el hueco de un escudo de bronce; si a la mañana siguiente había sobrevivido era recogido, protegido y entregado a su madre con quien convivía hasta los 12 años en que iniciaba su preparación militar. En caso contrario se le llevaba al Apótetas, una zona barrancosa de rocas y peñas, al pie del monte Taigeto de donde se le arrojaba al vacío, junto con los recién nacidos deformes o minusválidos. De este infortunado fin se libró Homero que nació ciego, de lo contrario no existiría La Ilíada ni La Odisea.
Sé que estarán pensando… ¡qué bárbaros! Pero, ¿acaso no seguimos construyendo nuevos montes Taigetos cuando no ponemos rampas, cuando no colocamos pasamanos, cuando no instalamos señales acústicas para las personas no videntes, cuando la educación básica discrimina a las personas con otras capacidades, cuando 65% de la población adulta mayor de 65 años no tiene cubiertas sus necesidades básicas? ¿Cuándo? ¡Cuando! …En fin la lista es interminable.
¿Entonces, cuáles son las posturas éticas frente a una persona con discapacidad? Con base en lo expuesto por el Dr. Francisco Maglio, puntualizo:
1. Recordar que con estas personas en lo que a relación humana se refiere, son más las cosas que nos unen que las que nos separan.
2. Mas que buscar la perfección valorar la debilidad. Dios nos hizo débiles no para lamentarnos sino para necesitarnos.
3. De ser posible, trabajar con el lado sano buscando nuevas capacidades o capacidades remanentes.
4. Potenciar los proyectos de vida o generar nuevos, que si no son curativos si son sanadores. Stephen Hawking decía: “Cuando empezaron los primeros síntomas de la esclerosis lateral amiotrófica yo sabía que iba a terminar totalmente inválido. Un día apareció como proyecto de vida desentrañar el universo y asomarme al misterio de la vida. Mientras pueda hacer esto, yo sé que estoy cada vez más enfermo pero no me siento cada vez más enfermo”.
5. Promocionar los grupos de ayuda mutua, no de “autoayuda” y sin ejercer funciones de control para evitar la “auto discriminación”.
6. Estimular la mente positiva, esto tiene que ver con formas de pensar, sentir y actuar. La trascendencia es un principio organizador de la vida, por lo que nuestras relaciones serán diferentes si pensamos que con nosotros se termina todo o si mas bien, esperamos trascender en algo, alguien o algunos. Borges decía: “Me moriré realmente cuando se muera la última persona que me recuerde”.
7. Fortalecer la esperanza. Aunque esto parezca inútil o contradictorio. Este es el desafío: Encontrar un motivo porque ¡siempre lo hay!
8. Jamás tener lástima, pero si compadecer que es padecer y para no caer en un síndrome de “Burnout”, seguir las sabias palabras de don Miguel de Unamuno: “El arte de la medicina es estar con el enfermo pero sin ser el enfermo”.
9. La ética de la solidaridad no solo con los pacientes sino entre todos nosotros, sanos o enfermos. Esta ética no es, nada más ni nada menos, que el ver en esos rostros, rostros tan humanos y tan queridos como nuestros propios rostros.
Así que, no se trata de hacer por el “otro”. Ni se trata de hacer con el “otro”. De lo que se trata es de facilitar y posibilitar para que el “otro” pueda hacer lo que “quiere hacer”.
¿Y quién es el “otro”?
¡Mírense bien!
Son ustedes, con otros rostros, los rostros de las personas a las que no damos cabida, las personas con discapacidad o para decirlo con propiedad, las personas con “otras” capacidades.
Parafraseando a Helen Keller que dijo:
El infortunio de los ciegos es inmenso, irreparable pero eso no nos priva de compartir con nuestros semejantes la acción del altruismo, la amistad, el buen humor, la imaginación y la sabiduría.
Y termino con este pensamiento de Carl Rogers que les quiero dejar en su mente y en su corazón: “Una persona al descubrir que es amada por ser como es, no por lo que pretende ser, sentirá que merece respeto y amor”.
Conclusiones
Desde luego que cada expositor considerará los puntos relevantes de su presentación y propondrá alternativas de solución de acuerdo con el trabajo que desarrolla y su experiencia. Es por eso, que con todo respeto y humildad, como coordinador de la mesa de trabajo para las personas con discapacidad, me permito concluir lo siguiente.
En esta mesa de trabajo se presentaron los avances que el Estado y la iniciativa privada han conseguido para las personas con otras capacidades y los compromisos que las autoridades gubernamentales firmaron en la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. No obstante las deficiencias, aún existentes, para la inclusión total de estas personas, sigue siendo un obstáculo que las limita para el desarrollo pleno y en igualdad de oportunidades. Patricia Brogna presentó su experiencia en el eje educacional, admitiendo que pese a los avances logrados, aun se estigmatiza y discrimina a las personas con alguna discapacidad. Se plantea lo que la persona con discapacidad no puede hacer, en lugar de presentarse la idea propositiva de ver como lo puede hacer y de que forma se puede facilitar para que dicha persona lo pueda hacer. Esto tiene que ver con las personas que interactúan en el entorno de la persona con discapacidad; lo que obliga a la capacitación de autoridades gubernamentales y educativas, maestros, padres y a la sociedad en general.
Sara Valenzuela aborda el problema desde el punto de vista de la discapacidad psicosocial, que es aquella que se genera en las personas con transtornos mentales graves como la esquizofrenia, el transtorno bipolar y la depresión, entre otras. Comenta que a pesar de que México firmó acuerdos con la Convención Internacional sobre los Derechos para las Personas con Discapacidad, estos no se han cumplido. Como ejemplo cita que el presupuesto destinado por la Federación para las personas con discapacidad ha disminuido desde 2015 a 2018 en 3%, en lugar de aumentar conforme a lo pactado. De este colectivo vulnerable, las personas con transtornos mentales graves son las que más estigmatización y discriminación sufren, partiendo de la base de que se les considera personas con discapacidad intelectual, aunque en realidad sus capacidades intelectuales no están afectadas. Sara propone que se reclasifique a las enfermedades mentales graves y que las personas que las presenten sean consideradas como personas con discapacidad psicosocial y no intelectual. También insistió en que los transtornos mentales graves deben ser atendidos como “verdaderas urgencias” en los hospitales tanto del sector público como privado las 24 horas del día y todos los días de la semana.
Jorge García Leal presentó la discapacidad desde el punto de vista médico y la definió desde el punto de vista etimológico que significa “no dar cabida”. Más que un concepto médico o más que una definición científica, es una categoría moral con funciones de normatividad, disciplina y estigmatización, cuyo único objetivo es el control social. La Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, las define como personas privilegiando persona en términos kantianos. Por ser persona tiene dignidad y no precio, es sujeto y no objeto, es un fin en sí mismo y no un medio. Por lo que el discapacitado en tanto que es desigual, se convierte en peligro y riesgo para la armonía del conjunto. Esto quiere decir que las diferencias se construyen en las desigualdades y de allí a la discriminación hay un solo paso. Se toca la discriminación natural al generalizarse los problemas de discapacidad. Otra discriminación subliminal pero no menos importante, es el “paternalismo”, el cual no sólo no evita las desigualdades sino que las legitima y las reproduce. Cuando dicen, por ejemplo: “capacidades diferentes”, están señalando al diferente. Debemos evitar los eufemismos que tienen mucho de lástima y muy poco de respeto. Finalmente se puntualiza la postura ética para tratar a las personas con discapacidad.
Anexo i. Cómo ayudar a una persona ciega (conocer es una forma de ayudar…).
Ayudar a una persona ciega es facilitar algo que necesita o desea y no es exactamente suplirla en algo, ni en la forma que a usted le gustaría.
Para guiar a una persona ciega:
Ofrézcale su brazo y camine espontáneamente atendiendo al espacio que ambos ocupan. No es preciso dar instrucciones salvo en determinados casos, ya que el contacto de su brazo permitirá seguirle con el mismo detalle con el que usted se mueve.
Para pasar por lugares estrechos:
Eche hacia atrás el brazo con el que mantiene contacto la persona que le sigue, camine delante de ella y disminuya el paso cuanto estime necesario para evitar rozaduras o golpes fuertes.
Utilización de escaleras:
Indique dónde está la barandilla, preferentemente poniendo en contacto la mano más libre de la persona ayudada y anuncie el primer y último escalón. En lo posible respete la derecha.
En medios de transporte:
Condúzcale hasta la puerta de entrada o salida e infórmele de elementos de sujeción, como barras o barandillas, por si estimase oportuna su utilización. Avise también de la presencia de escalones y cuantas particularidades considere convenientes. Cuando tenga que ascender a un automóvil, basta con llevar la mano de la persona ciega a la manija de la puerta si está cerrada pero, si ésta está abierta, a su borde superior.
Para ofrecer un asiento:
Puede informar de la existencia de un asiento libre y preguntar si se desea utilizar. En caso afirmativo, indique su posición poniendo en contacto una mano de la persona ciega ayudada con el respaldo o el brazo del asiento.
Ayudar cuando sea necesario:
Cuando una persona ciega camine normalmente con su bastón o perro-guía, no sufra por no ayudar, ni se apresure para hacerlo si no ve necesidad. Comunicar nerviosismo o apremio puede ser un inconveniente.
Uso de palabras referentes a la visión:
Ver se usa con un sentido general de percibir además de su significado específico; por eso, es correcta y familiar su utilización por personas que no ven; lo que sí se diferenciará de unas personas a otras es lo que hayan percibido y cómo, aunque lo hayan referido con el mismo verbo. Lo mismo sucede con mirar, ojear, etc., por tener un uso también habitual en el sentido de observar, comprobar, etcétera.
Palabras relacionadas con dificultades visuales:
Las palabras “ciego”, “no vidente”, “invidente”, etc., suelen ser familiares y de frecuente uso en personas que no ven, así que no deben ponerle en duda si las emplea con naturalidad.
Posibilidades de autonomía:
Cuando una persona ciega camina sola por la calle es porque tiene una preparación o posibilidad básica para hacerlo y puede sentirse incómoda si es tratada como si no la tuviera. Su ofrecimiento de ayuda siempre es valioso y no debe sentirse molesto si en ese momento no fuese necesario.
No informar de lejos:
Nunca informe desde lejos a personas ciegas, salvo para evitar un peligro claro, ya que pueden no darse por aludidas o ponerse nerviosas por lo apresurado de la comunicación.
No elevar la voz:
No eleve la voz cuando hable con personas ciegas, siempre que no lo exijan otras condiciones; de lo contrario, pensarán que usted cree que no oyen, no entienden o no les gusta la discreción.
No seguir a la persona ciega:
A nadie le gusta ser seguido; a las personas ciegas, tampoco, aunque esto sea para ayudarles. Para ayudar realmente, debe hacerles el ofrecimiento y actuar en función de la comunicación.
Para cruzar una calle:
Cuando se haya aceptado su ayuda ante un cruce, ofrezca su brazo para que le pueda seguir y únicamente avise al subir y bajar la acera.
Técnicas concretas:
Una persona ciega utiliza unas técnicas basadas en la seguridad tanto con bastón como sin él y serán la causa de que algunos comportamientos de su movilidad no se asemejan a los que usted emplearía. Por ejemplo, en los espacios amplios, para no desorientarse, es aconsejable que camine por los laterales.
Utilidad del bastón:
Un bastón se usa para determinar las características del suelo y la presencia de obstáculos, pero siempre que esté debidamente en contacto. Por eso no es preciso adelantarse a él para avisar de lo normalmente detectado mientras no haya cierta dificultad o peligro. Para dirigirse a una persona ciega:
Diríjase de forma que no le quepa duda que se refiere a ella (utilizando su nombre, estableciendo un leve contacto con el brazo, etc.) ya que todo el mundo se siente molesto cuando no sabe si se dirigen a él. Si se conocen, identifíquese lo antes posible. Nunca juegue a ver si le reconocen. La voz es perfectamente reconocible, pero está sujeta a frecuentes cambios por afecciones respiratorias, variaciones de tono, etcétera.
No evite el saludo:
No deje de saludar a una persona ciega por el hecho de haber perdido la visión o por que no lo ve: eso significaría contribuir a un aislamiento social y añadir una pérdida innecesaria a la ya relevante de lo visual.
Al dar la mano:
Si, al saludar extendiendo la mano, observa que una persona ciega duda o no le corresponde, piense que puede ignorar su gesto y pídale sin reparos que le dé la mano.
Para entrar o salir de un lugar:
Haga notar su entrada y salida a una estancia en la que se halla una persona ciega; de esta forma, podrá tomar la iniciativa para comunicarse con usted.
Dirigirse siempre al interesado:
Si tiene que entrar en contacto con una persona ciega, no se dirija a su acompañante pensando que le será más fácil. Cada persona es responsable de sí misma y es quien mejor sabe lo que le concierne. Si, por el contrario, se ignora al interesado, se alarga el proceso de comunicación.
Elección del tratamiento:
Guíese por las razones que habitualmente utiliza para elegir la forma de tratar a una persona cuando ésta sea ciega: no se distancie porque una vez no se entendió demasiado bien con otra persona ciega, ni dé muestras de excesiva confianza a alguien que no conoce por el simple hecho de que le recuerda a un amigo ciego.
Cada persona ciega es única:
Las personas que no ven no son por eso iguales: no tienen por qué opinar lo mismo ante un determinado asunto, ni actuar de forma ni siquiera parecida en una misma circunstancia; lógicamente, pueden coincidir entre sí al igual que con otras personas que ven. Por eso, no presuponga cosas de una persona con base en otra que conoció.
La ceguera no lo es todo:
No se puede atribuir a la ceguera todo lo que sucede a las personas por ellas afectadas. Actores de toda índole (personales, ambientales, sociales, etc.) siguen interviniendo.
Para colaborar en una compra:
Procure dar el nivel de información que se espera o al menos, hacerlo con una amplitud que permita a la persona ciega ser realmente quien elija. Conteste a las preguntas y no informe sólo de las características que a usted le interesan ni de lo que usted compraría.
Para colaborar en una institución bancaria:
Si el funcionario o empleado bancario se dirige a usted, infórmele que el titular de la cuenta es la persona a la que acompaña y que es a él a quien debe dirigirse. Usted sólo está como testigo de que, el trámite solicitado por la persona ciega, sea realizado de acuerdo con sus indicaciones. Cuando haya finalizado, deberá informar que es correcto para que la persona ciega quede satisfecha.
No hacer público lo personal:
Cuando informe a una persona ciega ante una compra o para realizar una actuación determinada (como en bancos), procure retirarse discretamente a una situación en la que no haya espectadores y donde la intimidad quede garantizada.
Al recibir dinero como pago de un servicio y al dar el cambio (según sea el caso):
Cuando una persona ciega le entregue dinero, comente la cantidad como prueba del acuerdo de ambas, ya que una vez en su mano deja de ser percibido por la otra persona. En caso de que usted tenga que devolver algún cambio de dinero a una persona ciega, comente la cantidad y al depositar el cambio sobre su mano mencione la denominación del billete o moneda que esté entregando. Por ejemplo le paga un servicio de 345 pesos con un billete de 500 pesos, usted le informa que le está pagando 345 pesos con un billete de 500 pesos y que de cambio le tiene que devolver 155 pesos. Al entregar el cambio hágalo sobre su mano, informándole que le está entregando un billete de 100 pesos, dos billetes de 20 pesos, una moneda de 10 pesos y una moneda de 5 pesos (si ese es el caso), en total 155 pesos. Si la persona ciega se hace acompañar de otra, que ve, no le entregue el dinero (cambio) a ella, a menos que se lo solicite, ya que con ello estaría minimizando su presencia.
Para entregar algo a una persona ciega:
Puede utilizar varias formas: poner en contacto el objeto con una de sus manos, hacer sonar cuidadosamente el objeto en el lugar en el que se deposita o cerciorarse de si queda entendida adecuadamente la forma de localizarlo.
Para mostrar un objeto:
Ponga el objeto al alcance de la persona ciega y deje que explore libremente durante el tiempo que necesite. Si considera relevante llamar la atención en aspectos que cree no se han tenido en cuenta o que no pueden percibirse, indíquelo. Y, sin embargo, nunca se dirija a su forma y en su ritmo a otra persona que no puede requerir condiciones distintas a las suyas ya que podrían producir incomodidades e interferencias.
La importancia del orden:
El orden siempre puede facilitar la búsqueda de las cosas y se hace fundamental en el caso de personas que no ven ya que, de no respetarse el lugar asignado a un objeto, tendrían que tocar por todas partes para poder encontrarlo.
Para cambiar objetos de lugar:
Compruebe si queda suficientemente clara la nueva ubicación del objeto o dé la oportunidad de cambiarlo a la persona interesada, todo con el fin de hacer eficaz la localización.
Ante gestos que no puedan percibir:
A través de la voz se perciben muchas más cosas que las palabras, por ejemplo, los estados de ánimo, pero cuando haga un gesto que no crea vaya apoyado en la voz, en el sonido que producen sus movimientos, etc., piense en cómo informar de él para que no se pierda del proceso de comunicación.
Palabras que necesitan del gesto:
Existen palabras, como “ahí”, “enfrente”, “adelante”, que necesitan apoyarse en un gesto para concretar su significado. Cuando hable con personas ciegas no percibirán el gesto y, por lo tanto, esas palabras perderán su significado; en estos casos, es mejor informar acerca de posiciones relacionadas con la persona en cuestión: “a su derecha”, “la puerta a la que está tocando a su izquierda”, “detrás de la figura del estante”.
Prevención de obstáculos:
Hay ocasiones en las que puede convenir dar una información preventiva, como “las escaleras mecánicas no funcionan”, “después de cruzar la próxima calle hay una obra en la acera por la que va”. No obstante, no insista cuando su interlocutor no muestre demasiado interés, porque a lo mejor esa información le es familiar.
Evitar obstáculos:
Procure no dejar obstáculos y especialmente en lugares de paso. Si no puede evitarse, trate de disponer la situación de la forma menos peligrosa previendo posibles golpes o caídas. Tenga en cuenta que los obstáculos elevados pueden no ser detectados, aun cuando se utiliza el bastón.
Deje paso o indique:
Cuando esté en el paso de una persona ciega, retírese o anuncie su presencia en lugar de guardar silencio y, si le propone modificar su dirección, cuide de no dirigirlo a otro obstáculo.
Abra o cierre las puertas:
Las puertas ofrecen la mayor seguridad para las personas ciegas cuando están totalmente cerradas o abiertas; debe evitarse la posición de “a medias” por ser la más difícil de detectar y la que genera más accidentes.
En los baños:
Acompañe a la persona ciega e infórmele con naturalidad de la posición e higiene de los distintos elementos, así como de cuantas cosas piense conviene tener en cuenta: si falta algo, el tipo de mecanismo de obtener el jabón o secarse, etc. Espere cuando la persona ciega necesite ayuda para volver. Si tiene algún inconveniente, no dude en colaborar buscando otra persona o informando en la medida de sus posibilidades.
Puntualidad:
Ser impuntual es disponer del tiempo de otra persona sin su consentimiento, pero cuando una persona ciega espera considerablemente, puede agravarse por no contar con recursos de carácter inmediato para paliar la situación, tales como leer un diario, mirar carteles y vidrieras, etcétera.
Al leerle a una persona ciega:
Hágalo estrictamente y no interprete, de manera que se evite atribuir al texto aspectos que no contiene.
Ante correspondencia o documentos personales:
Lea el remitente o la referencia que permita identificar el documento y sólo proceda a su lectura cuando así le sea solicitada.
Evite los comentarios:
Procure no apremiar ni alarmar a otra persona, sobre todo si es un niño, al prevenir del paso o presencia de una persona ciega: tómese el tiempo necesario y actúe con prudencia para evitar la asociación entre la impresión de intranquilidad que se podría producir y la imagen de las personas ciegas.
No se prive de preguntar:
No pierda la oportunidad de preguntar a una persona ciega lo que a cualquier otro transeúnte, ya que también puede disponer de la información que usted necesita, como por ejemplo nombres de calles, recorrido del colectivo, etcétera.
Facilite una relación:
Cuando observe dificultades en la comunicación con una persona ciega, no utilice expresiones que contribuirían al alejamiento como “es ciego” o “déjelo, que no ve”, y actúe a nivel práctico como, por ejemplo, informando a un niño sobre cómo debe dar un objeto a otro que no ve, cómo ayudarle a cruzar una calle, indicarle la parada de un colectivo, etcétera.
Transcripto del folleto Gracias por su colaboración, publicado por la once, septiembre de 1989, con adaptación de algunos términos más adecuados a nuestro medio.
Anexo ii. Protocolo para ciegos: los buenos modales en la mesa Reglas generales:
1. Establecer un punto de referencia en la mesa, es decir, un objeto partiendo del cual se podrán encontrar los demás objetos. En este caso se tratará del plato.
2. Mantener el contacto con la mesa la mayor parte del tiempo, afín de evitar tropezar con un objeto perpendicular. Esto puede conseguirse rozando la superficie plana con el dorso de los dedos.
3. Durante la comida, sería conveniente inclinar el tronco hacia delante de forma que la cara se encuentre encima del plato para el caso de que algo cayese del tenedor.
4. Se pueden reconocer los manjares por su aroma, por la sensación de calor o de frío, y por su resistencia al cortarlos.
5. Recordar dónde están situados los cubiertos.
6. El peso del tenedor o de la cuchara indica la cantidad de comida que se ha cogido.
7. Se puede pinchar la comida, es decir, clavar los dientes del tenedor en la comida y llevarlo a la boca. Este método se utiliza para los alimentos sólidos como las judías verdes, patatas, etc., o bien se puede recoger la comida en el hueco del tenedor, es decir, introducir el tenedor en la comida, volverlo a poner en posición horizontal y llevarlo después a la boca. Puede utilizarse este método para las verduras en puré, las legumbres blandas, el maíz, los guisantes, etc.
8. “Anclar” siempre el plato, bien con la mano o manteniéndolo con un cubierto.
9. Cuando sa hace difícil recoger la comida, utilizar para empujar un pequeño trozo de pan o un cuchillo.
10. Es necesario de vez en cuando localizar con el tenedor la comida que está en el plato y llevarla hacia el centro.
11. Las dos manos deben servir para mantener contacto y orientarse.
12. Si es necesario pregunte:
a) qué es lo que hay en el plato,
b) que le corten la carne,
c) que le ayuden a localizar los platos,
d) que le sirvan la salsa, etcétera.Para acercarse a la mesa:
1. Poner una mano sobre el respaldo de la silla.
2. Con la mano libre, examinar los brazos y/o el asiento de la silla para conocer su forma y para saber si está ocupada o no.
3. Ponerse delante de la silla, las pantorrillas contra el borde, mantener la silla poniendo una mano sobre el asiento o sobre el respaldo.
4. Sentarse con resolución, los pies bien planos y aproximarse al borde de la mesa.
Examen de los cubiertos:
1. Rozando el borde de la mesa con el dorso de los dedos, póngase bien en frente de la mesa.
2. Para localizar el plato, ponga las manos sobre el borde de la mesa, con los brazos doblados y los dedos redondeados y llévelos hacia el centro de la mesa hasta que toque el plato con ellos.
3. A partir de este punto de referencia, localice los cubiertos por un movimiento lateral de las manos a derecha e izquierda.
4. Roce el hueco de la cuchara, el filo del cuchillo, los dientes del tenedor, para identificar los cubiertos.
5. Con los brazos doblados y los dedos redondeados, siga el borde derecho del plato y extienda el brazo y los dedos gradualmente para localizar la taza o el vaso.
6. Siga la misma técnica a la izquierda para localizar el plato del pan. Localización de los alimentos en el plato:
1. Utilice el borde del plato como punto de referencia, acerque el contenido con los dientes del tenedor. Clave el tenedor en la comida que se encuentra en las posiciones de 6H, 9H, 12H y 3H, para identificar los alimentos por su resistencia o por su sabor.
2. Gire el plato de forma que la carne quede en la posición de 6H, en particular sí tiene que ser cortada.
3. Gire el plato de forma que el alimento más consistente (el puré de patatas, por ejemplo) quede en la posición más alejada, Servirá de “barrera” para agarrar los demás alimentos (por ejemplo, los guisantes).
Para cortar los alimentos con un tenedor:
1. Utilice al borde del plato como punto da referencia, localice el alimento con el dorso del tenedor.
2. Sostenga el plato con una mano.
3. Evalúe un trozo de 2 centímetros y medio aproximadamente.
4. Utilizando el extremo inferior del tenedor y extendiendo el indica sobre al mango para apretar el tenedor, corte el alimento.
5. Aleje la porción cortada del resto del alimento.
6. Una resistencia indica que el corte no es completo o que la porción es demasiado grande.
7. Levante el trozo de alimento pinchándolo con los dientes del tenedor.
Para cortar la carne con un cuchillo:
1. Con el cuchillo, localice el borde de la carne.
2. Con la otra mano, sitúe el tenedor al otro lado del cuchillo, a unos dos centímetros y medio de este.
3. Clave los dientes del tenedor en la carne.
4. Utilizando el tenedor como punto de referencia, corte la carne de un lado y otro del tenedor, siguiendo la forma de una media-luna, es decir, alrededor del tenedor.
5. Mantenga el resto de la carne con el cuchillo e inclinándose, lleve el trozo cortado a la boca.
Para cortar la ensalada:
1. Ponga el tenedor en la parte de la lechuga más cercana a Ud. y corte con el cuchillo al otro lado de este punto.
2. Ponga el tenedor un poco más lejos y corte al otro lado de este punto, etcétera.
3. La presión del tenedor mantiene el plato de la ensalada mientras se está cortando.
4. Para retirar el tenedor de la ensalada mantenga la lechuga con el cuchillo.
Para untar con mantequilla un trozo de pan:
1. Al principio puede ser que la persona ciega necesite sostener la rebanada entera de pan en la palma de la mano; ponga el trozo de mantequilla en el centro de la rebanada y extienda la mantequilla con el cuchillo en todas las direcciones, o bien,
2. Utilizando las técnicas descritas para la exploración de los cubiertos, localice el plato del pan.
3. Se puede utilizar el borde del plato del pan como punto de referencia para encontrar el pan.
4. Corte el pan.
5. Coja el cuchillo con la otra mano y diríjalo hacia la mantequilla.
6. Utilizando el cuchillo para explorar la mantequilla, evalúe la cantidad deseada y corte.
7. Con la mantequilla sobre el cuchillo, llévelo al pan, deposite la mantequilla en el centro de la rebanada y extiéndala. Bibliografía
inegi Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2010). Censo de población y vivienda, cuestionario ampliado. México: inegi.
oms Organización Mundial de la Salud (2001). Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud. Ginebra: oms.
once Organización Nacional de Ciegos Españoles (1989). Gracias por su colaboración. Madrid: once.
onu Organización de las Naciones Unidas (2006). Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Nueva York: onu.
Problemática laboral en el México actual
Miguel Ángel Álvarez Rodríguez
L
a política laboral del mundo del trabajo en México es uno de los grandes temas pendientes en la agenda nacional. Tanto el gobierno como los ciudadanos pregonan por todos lados su interés en mejorar el salario, pero no se dan cuenta que el problema es mucho más serio y requiere un análisis más profundo de la realidad nacional y los multifactores que ocasionan que las condiciones de todos los que trabajamos sean cada día más precarias.
Una de las formas más eficaces para controlar a los trabajadores es por medio del control de los sindicatos. Los sindicatos operan como mecanismos bajo los cuales las empresas inhiben la posibilidad de cohesión y lucha de los trabajadores por mejores condiciones y la convierte en el mecanismo que les permite mantener salarios y prestaciones insuficientes para una vida digna. Pero el funcionamiento de dicho mecanismo cobra una gran factura a las empresas, ya que son reos de millonarias dádivas para mantener este yugo sobre el trabajador, convirtiéndose así en su peor enemigo cuando se le deja crecer demasiado. Esta nueva clase de sometimiento de los trabajadores a través del sindicato es uno de los ejemplos más claros de cómo una institución no cumple con su propósito esencial, sino por el contrario se convierte en la antítesis del postulado de su existencia. De tal modo, que el sindicato se convierte en uno de los peores esclavistas de los trabajadores,
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pues no sólo inhibe su capacidad de unirse sino que los somete a ser vistos como parte de un engranaje de una maquinaria, rompiendo así la potencia creadora del trabajo.
Además de los sindicatos, en las leyes laborales promulgadas a partir del año 2012 se legalizó la figura de la subcontratación, aunque desde hace más de 20 años ya venía existiendo dicho método de sometimiento laboral. Diversos factores han propiciado el surgimiento en México de la subcontratación: la presión competitiva entre las empresas, la especialización del trabajo, la tecnología, la flexibilización de la regulación legal, la precarización del salario y la falta de empleos adecuadamente remunerados, la inexistencia de sindicatos auténticos de representación obrera y las políticas gubernamentales de protección a las empresas en detrimento de los trabajadores. La subcontratación ha generado una serie de problemas que propician en los trabajadores incertidumbre en cuanto a la continuidad del trabajo, salarios precarios asociados a la pobreza y a una inserción social insegura, mayor desprotección frente a la cobertura social, prácticas discriminatorias, condiciones laborales inadecuadas (imposibilidad de generación de derechos por la permanencia en el trabajo tales como la antigüedad, vacaciones y prima vacacional), despidos arbitrarios y la imposibilidad de libre asociación y formación de sindicatos reales. Este mecanismo ha generado un beneficio a las empresas ya que ha propiciado menor control del Gobierno sobre las condiciones de trabajo, la evasión de la responsabilidad patronal en cuanto al respeto de los derechos de sus trabajadores y un interés generalizado de remplazar la mano de obra contratada directamente para abatir costos, eludir a la asociación de los trabajadores al generar una rotabilidad y poco sentido de pertenencia en las empresas.
Además de los dos anteriores problemas, existe un fenómeno en México que llamaremos doble discriminación. Por un lado, a las personas jóvenes que recién se incorporan al mundo laboral se les ofrecen alternativas salariales insuficientes para su subsistencia o en el peor de los escenarios se les niega el trabajo so pretexto de no tener la experiencia suficiente para el puesto. En contraste a aquellos que tienen una edad de más de 50 años se les comienza a despedir de sus empleos porque para el patrón los salarios de los que gozan no son rentables. Así un profesionista en edad de entre los 35 y 50 años que gana un promedio de 25 mil pesos mensuales es sustituido por un profesionista joven entre 25 y 30 años que hará el mismo trabajo por tan sólo 8 mil pesos. Aquí encontramos la doble discriminación, ya que por un lado a los jóvenes se les ofrece un trabajo con sueldo precario que no es igual a aquel a quienes sustituyen y, a su vez, el profesionista maduro se ve relegado del mundo laboral por el solo hecho de ser viejo y de costar más a la empresa sin valorar su experiencia.
Por si lo anterior no fuera poco, el gran ausente en este panorama es el gobierno mexicano. A través de su inactividad y los cambios legislativos en contra de los trabajadores, propicia que el mundo del trabajo sea un campo estéril. Los discursos del gobierno se centran en generar riqueza y mejores empleos, pero en la realidad obedecen sus intenciones a intereses mezquinos y generan un sistema corrupto que está en contra del trabajador.
No es mi intención agotar toda la temática laboral en esta intervención, sino presentar las problemáticas principales para a partir de ellas generar conciencia y agencia. Si no tomamos el control de nuestro destino y comenzamos a exigir desde la sociedad civil organizada la trasformación del sistema, difícilmente vendrán de fuera a darnos la solución. Más aún, se avecinan nuevas reformas legales que pretenden seguir menoscabando el derecho humano laboral. La apatía y el egoísmo son las claves por las cuales se puede entender esta problemática en México. La solución que propongo es comenzar a visibilizar el tema, discutirlo, presentar propuestas y exigir al gobierno que las implemente. La piedra angular de la trasformación laboral radica en la solidaridad y empatía al otro que sufre. El no ser capaz de entender el problema del otro nos está llevando, sino es que ya estamos inmersos, a vivir en un nuevo sistema esclavista. Por tanto, la solución será el vernos a los ojos, escucharnos y luchar codo a codo.