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Voces del México de abajo. Reflexiones en torno a la propuesta del Concejo Indígena de Gobierno (I)

Varios autores :: 12.12.18

En el marco del V Congreso Nacional Indígena (cni), celebrado en octubre de 2016, en las instalaciones del Centro Indígena de Capacitación Integral (cideci) en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, los zapatistas hicieron un llamado al cni para consensar en sus comunidades la posibilidad de conformar un Concejo Indígena de Gobierno (cig) y de elegir una mujer indígena como vocera para registrarla como aspirante a las elecciones presidenciales de 2018. El resultado de la consulta se obtuvo en el mes de diciembre de 2016 con la aprobación y participación de 523 comunidades de 25 estados del país y 43 pueblos indígenas. En el mes de mayo de 2017, las comunidades enviaron sus actas de asamblea donde nombraban a sus dos concejales que los representaría, un hombre y una mujer. Así quedó conformado el Concejo Indígena de Gobierno con su vocera la nahua María de Jesús Patricio Martínez (Marichuy), originaria de Tuxpan, Jalisco.

Voces del México de abajo
Reflexiones en torno a la propuesta del cig

Inés Durán Matute y Rocío Moreno
(Coordinadoras)

Primera edición, 2018
Voces del México de abajo.
Reflexiones en torno a la propuesta del cig
Cátedra Interinstitucional
Universidad de Guadalajara-CIESAS-Jorge Alonso .R. © 2018 Inés Durán Matute y Rocío Moreno D.R. © 2018 Cátedra Jorge Alonso
Calle España 1359 / C.P. 44190 e-mail: occte@ciesas.edu.mx

La presente publicación cuenta con una lectura de pertinencia avalada por el Comité Editorial de la Cátedra Jorge Alonso, que garantiza su calidad de relevancia académica. El responsable técnico de esta publicación es Jorge Alonso Sánchez. Coordinación editorial: Inés Durán Matute y Rocío Moreno
ISBN: 978-607-9322-40-3 Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico

Índice
Introducción
Inés Durán Matute y Rocío Moreno 11
Autonomía
Autonomía
Mario Luna 23
Los retos de las autonomías indígenas en México
Guadalupe Espinoza Sauceda 29

Tierra y territorio
El bosque El Nixticuil
Sofía Herrera 33
Tierra y territorio
Juan Dionicio 39
Resistir con arraigo la mercantilización del territorio
Rubén Ávila Tena 49
Mujeres
Aprendizajes y reflexiones desde mi aproximación
a las luchas y al discurso de las mujeres indígenas
Gloria A. Caudillo Félix 51
Testimonios desde el Seminario Mujeres Antipatriarcales
Mujeres Antipatriarcales 69
Mujeres
Patricia Moreno Zalas 83
Jóvenes y niños
Juventud presente
Ximena de Santiago Ramírez
Valeria Aguirre Pedroza
Gilberto Guerra Hernández 87
Juventudes e infancias en el México contemporáneo
Rogelio Marcial 91

Diversidad sexual
El concepto de la diversidad sexual: sus realidades y
reverberaciones socio-políticas en México
Vek Lewis 101
Lo que no importa para el capitalismo, el patriarcado y el Estado:
la humanidad y la diversidad
Rocío Moreno 123
La cultura trans: afrontando retos y resistiendo estigma
desde la mirada del activismo
Alexandra Rodríguez de Ruiz 129
Personas con discapacidad
La misma lava en otro volcán
Patricia Brogna 137
La discapacidad en Jalisco y la situación de la discapacidad psicosocial
Sara Valenzuela López 143
Derribando barreras “actitudinales”:
construcción ética y social de la discapacidad
Jorge García Leal 149
Trabajo y explotación
Problemática laboral en el México actual
Miguel Ángel Álvarez Rodríguez 167
Salir del trabajo capitalista y construir autonomía
Mónica Gallegos Ramírez 171
Resiliencia de las trabajadoras sexuales
ante la violencia del crimen organizado y del Estado mexicano
Elvira Madrid Romero y Jaime Montejo 181
Balance del Sindicato Mexicano de Electricistas a
la propuesta del Concejo Indígena de Gobierno
José Humberto Montes de Oca Luna 187
Migración
La migración como nueva forma de esclavitud:
experiencias y esperanzas
Inés Durán Matute 191
Desplazamiento forzado de mujeres por Guadalajara
Rafael Alonso Hernández López, Manuela Camus Bergareche,
María Eugenia de la O Martínez, Elizabeth Juárez Cerdi,
José Pablo Mora Gómez, Alejandra Buitrón Cabello 205
Migración
Magdalena García Durán 237
Justicia
Ante la tragedia, la impunidad e indolencia: la esperanza
César Octavio Pérez Verónica 245
La justicia simulada: persistencia de enfermos renales
Manuel Alejandro Jacobo Contreras 251
Justicia
Rogelio Teliz García 261
Reflexiones finales
Llegó la hora del florecimiento de las mujeres,
lxs diversxs y los pueblos.
Caminando desde el abajo y a la izquierda
Xochitl Leyva Solano 269
Si yo fuera capitalista
John Holloway 295
Una etapa ambivalente.
Acercamientos desde la experiencia jalisciense
Jorge Alonso 299
Participantes 351

Introducción
Inés Durán Matute y Rocío Moreno

En el marco del V Congreso Nacional Indígena (cni), celebrado en octubre de 2016, en las instalaciones del Centro Indígena de Ca-
pacitación Integral (cideci) en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, los zapatistas hicieron un llamado al cni para consensar en sus comunidades la posibilidad de conformar un Concejo Indígena de Gobierno (cig) y de elegir una mujer indígena como vocera para registrarla como aspirante a las elecciones presidenciales de 2018. El resultado de la consulta se obtuvo en el mes de diciembre de 2016 con la aprobación y participación de 523 comunidades de 25 estados del país y 43 pueblos indígenas. En el mes de mayo de 2017, las comunidades enviaron sus actas de asamblea donde nombraban a sus dos concejales que los representaría, un hombre y una mujer. Así quedó conformado el Concejo Indígena de Gobierno con su vocera la nahua María de Jesús Patricio Martínez (Marichuy), originaria de Tuxpan, Jalisco.
Este Concejo y su vocera comenzaron el recorrido por el México de abajo en el mes de octubre de 2017 en cinco Caracoles zapatistas. Ahí también se inició la recolección de firmas para poder registrar a la vocera del cig en las boletas de las elecciones presidenciales de 2018. En repetidas ocasiones el cig y la vocera, han insistido que el objetivo no es ocupar la silla presidencial, sino más bien construir organización entre los pueblos originarios y la sociedad civil organizada y no organizada del México de abajo para juntos detener la destrucción que el sistema capitalista está haciendo en México y el mundo. Aunque no se logró obtener el número de firmas para registrar a Marichuy la iniciativa
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buscaba impulsar una movilización nacional desde abajo, no sólo en las comunidades indígenas de México sino que en otros sectores y geografías de un México dolido que busca construir un país más justo. La iniciativa la acogieron sindicatos, mujeres, estudiantes, jóvenes, obreros, artistas, la comunidad lésbico-gay, migrantes, medios de comunicación alternativos, intelectuales, etcétera.
Ante este llamado al diálogo y organización, la Cátedra Jorge Alonso decidió abrir y organizar un espacio de encuentro con distintos colectivos, pueblos, sujetos que con su hacer buscan denunciar y desmantelar al sistema capitalista, racista y patriarcal, que golpea a sus organizaciones, al país y al mundo entero. La intención de este seminario-encuentro, fue escuchar la palabra de todos aquellos que se sienten parte del México de abajo y que buscan la construcción de una sociedad más justa. Este libro prosigue en esta línea e incluye contribuciones de quiénes participaron en el Seminario “Concejo Indígena de Gobierno. Resistencia y organización de abajo, a la izquierda, anticapitalista y antipatriarcal” los días 12, 13 y 14 de marzo de 2018 en Guadalajara, México. Las contribuciones contenidas aquí están organizadas en torno a las nueve mesas de trabajo propuestas por el cig:
Autonomía
En la propuesta del cig-cni-ezln la autonomía es un pilar político-organizativo fundamental, ya que cuando se construye, controla, mantiene el territorio, la cultura, el gobierno tradicional, los usos y costumbres de cada pueblo, nación, tribu, colectivo, barrio u organización, se garantiza el ejercicio pleno de sus derechos colectivos, según sus demandas propias y su historia. La autonomía es una forma de vida menciona Mario Luna de la tribu yaqui de Sonora. En la lucha milenaria de la tribu yaqui se ha construido un sistema normativo; es una ley interna que choca con el Estado mexicano que siente no tener el control total de la sociedad mexicana. La cuestión es que existen en México muchos México(s) que requieren su propio sistema normativo y que además cuentan con un territorio propio y que necesariamente para su existencia como cultura es inexcusable garantizar y ejercer su autonomía.
En este sentido, el abogado Guadalupe Espinoza argumenta que el
Estado se ha negado a reconocer la autonomía real y plena de los pueblos originarios para permanecer con todo lo que los define: territorio, lengua, gobierno, cultura, etcétera. Así, nos invita a reflexionar sobre los retos de las autonomías indígenas ante un estado monocultural racista. Coinciden los contribuyentes que mientras que exista esta falta de reconocimiento, la reconciliación entre los pueblos originarios con el Estado mexicano será imposible. Es así que aunque existen convenios internacionales y la propia Constitución mexicana acepta la autonomía y libre determinación de los pueblos indígenas de México, la realidad es que los pueblos mantienen una resistencia abierta frente al Estado para poder ejercerla.
Tierra y territorio
El territorio no sólo limita a un espacio físico, va más allá; es tierra, viento, agua, rocas, flora, fauna, minerales, trabajo y cultura. Así los territorios son lugares donde nacen y afloran sentimientos, el arraigo y también la resistencia contra su devastación. El abogado Rubén Ávila Tena, se ha dado cuenta de esto al llevar a cabo litigios en materia agraria con diferentes comunidades indígenas en el país, por lo cual él ve la necesidad de entretejer la resistencia civil y legal por la defensa de tierras y territorios. Por su parte, Sofía Herrera, del Comité Salvabosques en defensa del Bosque El Nixticuil, nos narra como han creado un espacio de discusión y resistencia para trabajar en y con el bosque, ante la destrucción y mercantilización que lo asecha. De esta forma el Comité se organiza de manera comunitaria, creando relaciones de apoyo que enfatizan el ser parte y estar en el bosque, para defenderse de la dominación y del capital.
De igual forma, el compañero Juan Dionicio, Hñahñu de San Pedro Atlapulco, Estado de México, nos muestra que existe la esperanza, pues en su comunidad se han tejido cosas importantes desde abajo. Para esto ha sido fundamental el entender su pasado, su presente y su futuro creando una identidad que invita a los habitantes a conservar el territorio y pensarlo de forma colectiva. Ellos se han embarcado en una lucha por preservar su territorio, y han propuesto formas distintas de relacionarse con él. Por medio del turismo comunitario ofrecen un ejemplo de cómo las comunidades se pueden auto-sustentar y evitar la cooptación y la migración. De distintas formas las participaciones en este apartado, retan las nociones “desarrollistas”, que buscan un “desarrollo alternativo” (sustentable, verde y/o ecológico) pero que en realidad oculta formas de despojo, extractivismo y explotación. Sin embargo, los participantes se muestran preocupados por transmitir a las nuevas generaciones dichos valores, visiones e identidades por la defensa de los territorios. Ellos ensayan distintas maneras de generar conciencia e inculcar la resistencia y nos invitan a qué nos unamos y organicemos desde nuestras realidades.
Mujeres
La vocera del Concejo Indígena de Gobierno es una mujer indígena, nahua del sur de Jalisco que con su solo presencia anuncia su lucha contra una sociedad machista y racista. La propuesta del cig es emprender una lucha organizativa contra el capitalismo y el patriarcado, por lo que se ha posicionado ante el mundo como una organización anticapitalista y antipatriarcal. La resonancia en el contexto nacional e internacional ha sido tal, que ha sido adoptada por miles de mujeres que toman esta propuesta como propia. En México, para los pueblos originarios, para el Concejo Indígena de Gobierno, es necesario explicar a la sociedad civil que el capitalismo patriarcal es el generador de la explotación y la muerte en nuestras vidas. Las participaciones aquí muestran la diversidad de mujeres, sus posicionamientos y culturas frente a esta guerra.
Las compañeras del Colectivo Mujeres Antipatriarcales comparten su preocupación sobre la necesidad de entender cómo se es mujer en este sistema y como las condiciones de todas nosotras es subordinada, pues no hay mujeres privilegiadas por el simple hecho de ser mujer. Gloria Caudillo realiza un repaso histórico sobre el papel de la mujer indígena en el movimiento zapatista y mostró cómo desde la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la mujer ha sido un pilar fundamental. Ellas han sido voceras en momentos cruciales para esta organización, tal como han sido las comandantas Esther y Ramona en sus intervenciones en el Congreso de la Nación, y Marichuy ahora con el cig. Argumenta por la necesidad de visibilizar a la mujer y darles voz, pero también por interpelar algunas de nuestras prácticas y no priorizar únicamente la lucha de género para dejar de reproducir aquello que nos afecta y poder en conjunto luchar por transformar el mundo y nuestras realidades cotidianas.
Por su parte, Patricia Moreno, wixárika, comparte su historia como mujer de un pueblo originario. Ella muestra como en estos últimos años, las mujeres wixárika han tenido que luchar y ganar derechos como mujeres en su comunidad, en su cultura, donde por ser mujer se les arrebataba el derecho a participar en las decisiones del pueblo. Ahora gracias a su trabajo han ganado espacios, pero el escenario aun no es de respeto y reconocimiento, no sólo en su comunidad sino en un país y mundo gobernado por el patriarcado. Existe una claridad de que el problema que ha generado el patriarcado, va más allá de nuestros pueblos, de nuestro país, del continente, por lo que es necesaria la organización y hermandad con las demás mujeres del mundo. Así la pregunta que subyace de estas discusiones: ¿cómo organizarnos para desmontar, destruir al capitalismo patriarcal? Las preguntas y cuestionamientos están ya presentes, ahora sólo se requiere comenzar el largo camino de la emancipación.
Jóvenes y niños
Hoy en día se escucha mucho el concepto nini, para hacer referencia a un joven que ni estudia ni trabaja. Rogelio Marcial señala que este concepto oculta el incumplimiento de los derechos más elementales para los jóvenes y niños y promueve formas de actuar individualistas mientras se les responsabiliza de la violencia generada. Así, en esta mesa los participantes cuestionaron dicho concepto pues el problema no radica en los jóvenes, si no en la falta de posibilidades de trabajo y estudio. Durante el seminario Rossana Reguillo expresó no entender por qué no se ha declarado un estado de emergencia, pues los nini ocultan 12 millones de jóvenes en vulnerabilidad que los llevan a entrar al narco o al ejército, a migrar o a volverse esclavo de la acumulación por desposesión. Es decir, que son parte de la producción y acumulación capitalista gracias a las formas de actuar de un narco-estado que acentúa las violencias estructurales, directas y simbólicas para la explotación de los jóvenes.
Sin embargo, aunque el panorama se ve poco alentador para nuestros jóvenes, ellos nos muestran nuevas formas de solidaridad. Cientos de jóvenes se movilizan en nuestro país, en las calles, esquinas, escuelas, parques, colectivos, y por medio de la música y el arte desde donde exigen justicia y mejores condiciones. Los movimientos estudiantiles, como Yo Soy 132 y Ayotzinapa, por ejemplo, demuestran como es posible moverse por medio de la generosidad, también comentó Rossana. En este tenor de ideas, la participación de Ximena, Valeria y Gilberto, representando la voz de los jóvenes de la Universidad de Guadalajara con el cig, nos hace ver y sentir cómo los jóvenes tapatíos hacen frente a esta realidad opresora. Nos comparten su experiencia al involucrarse con el cig, viendo en la propuesta la posibilidad de hacerla suya, para exponer lo que les afecta, hacer escuchar sus voces y tejer redes. Para ellos lo importante de formar parte de esta propuesta no fue el resultado del número de firmas conseguidas si no la posibilidad de aprender juntos con un frente en común. Conocer y escuchar a los jóvenes, sus ideas y trabajos organizativos se ha vuelto fundamental para dar aliento a la construcción de un futuro más digno para México.
Diversidad sexual
Uno de los ejes principales de la discusión en esta mesa fue en torno al concepto mismo de “diversidad sexual”. Para Rocío Moreno, coca de Mezcala, Jalisco, la palabra diversidad no da cuenta de las formas que habitamos nuestros cuerpos, y cómo decidimos amar fuera de las formas impuestas por el capitalismo. Por medio de una narrativa de su comunidad, nos muestra cómo los homosexuales han logrado cierta aceptación, pero que los retos no paran para evitar que sean señalados. Para Vek Lewis el discurso de diversidad sexual se utiliza desde las cúpulas de poder para limpiar su imagen y jalar votos. Así lo demuestran distintas campañas gayfriendly en la Ciudad de México en donde se ve claramente cómo el poder fomenta y activa las agresiones contra la población lgbt. Él aboga y nos explica que no todos tienen las mismas necesidades y objetivos, y por eso muchas veces es un error agruparlos, aunque sí es fundamental tejer redes para hacer un frente en común.
Por su parte, Alexandra Rodríguez, co-fundadora de la organización El/La Para Translatinas, nos ofrece un panorama histórico para poder entender cómo los cuerpos de las trans son criminalizados. Por medio de sus experiencias nos narra cómo un sistema capitalista patriarcal, sexista, misógino, machista y transfóbico oprime y margina a lo diferente. Por esto, hasta la fecha las trans siguen luchando por su reconocimiento, su respeto, sus derechos y su lugar. Para los participantes, sin duda, el Estado y la Iglesia han actuado como promotores de estas divisiones y estigmas. De esta manera, estas contribuciones amplían nuestro conocimiento de lo que entendemos por diversidad sexual y la situación social y jurídica que viven muchos hombres y mujeres transgénero, homosexuales, trasvestis, lesbianas y bisexuales en un México excluyente.
Personas con discapacidad
De igual forma se debe tener cuidado en no reducir las discapacidades a una sola, pues existen de diversa índole como motriz, intelectual, sensorial y mental, que son adquiridas por diferentes razones y en diferentes grados, que hacen que quien las viva sea de una forma muy propia. Los participantes en este apartado así nos enseñan distintos aspectos de ellas para comprender y apoyar de manera adecuada a las personas que viven una discapacidad. Patricia Brogna cuestiona la lógica de superioridad que utiliza un sistema capitalista, patriarcal y racista, y nos muestra cómo siguiendo esta lógica las personas con discapacidad son estigmatizadas; son consideradas como “otros” excluidos y vistos bajo una mirada asistencialista y paternalista. Se perciben distintos mecanismos que utiliza el sistema para anormalizar a ciertas personas, y en este sentido Jorge García Leal nos enfatiza que ‘normal’ no quiere decir que está bien sino que es un común denominador, para dejar de jerarquizar a la sociedad. En este contexto, Sara Valenzuela nos explica cómo las personas con discapacidades psicosociales están olvidadas por el gobierno y la sociedad. Con la estigmatización se les aísla en hospitales psiquiátricos y son rehenes de la industria farmacéutica, mientras que las políticas públicas son regresivas y los presupuestos deficientes para el diagnóstico y la atención de esta población.
Los tres participantes nos invitan a reflexionar a cerca de las posibilidades que tenemos todos de en algún momento adquirir una discapacidad, que se agudiza si consideramos que existe un incremento en las enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad que afectan hasta a la población infantil. Por su parte, ellos luchan de distinta manera, ya sea por medio de la investigación, de apoyo en la atención y cuidado, exigiendo mejores políticas públicas o como Jorge, superando sus propias limitaciones al perder la vista y difundir su ejemplo. Los participantes sin duda nos enseñan que hay que buscar formas que no enfaticen el hecho de que las personas no puedan realizar una acción, sino pensar en lo que tenemos que hacer para que esa persona pueda superar sus limitaciones dentro de la sociedad. Al ser conscientes de que el entorno es lo que discapacita podremos buscar la inclusión y ayudar y facilitar a los otros a realizar las acciones que quieren hacer. De esta manera, debemos hacer frente a cómo el sistema capitalista estigmatiza, jerarquiza y excluye a quienes no son útiles a sus propósitos, y fomenta hostilidades que facilitan la desposesión y la acumulación. Para los participantes los lazos de unión y solidaridad que fortalecen la voz y esperanza de personas con discapacidad, puede ser un primer paso para hacer frente a este panorama.
Trabajo y explotación
En este apartado se evidencia por medio de las distintas participaciones cómo en el modelo capitalista hablar de trabajo es hablar de explotación, despidos injustificados, condiciones precarias de vida y trabajo. Miguel Ángel Álvarez nos introduce así a la problemática laboral actual en México, señalando que la precariedad se debe a múltiples factores como son los controles sobre los sindicatos, la legalización de la subcontratación y la doble discriminación. Tenemos que considerar que el trabajo y la explotación nos transgrede a todos los que nos sentimos el México de abajo, las mujeres, los jóvenes, niños, obreros, indígenas, personas con discapacidad, disidencia sexual, docentes, estudiantes, trabajadores del campo, de la ciudad, sexuales… todos trastocados por un sistema económico injusto y gobernado por la explotación.
Por eso hoy la experiencia laboral es indigna en México, pero en sí es así en todo el mundo. Ante este escenario desalentador surgen preguntas y construcciones colectivas que, según la propuesta del Concejo Indígena de Gobierno, deben surgir de los trabajadores, de los sindicatos democráticos y de las organizaciones de abajo. En este sentido los participantes expresan la necesidad de salir del trabajo capitalista. Mónica Gallegos, por ejemplo, señala las condiciones laborales desfavorables en este sistema económico y la urgencia de replantearnos cómo dejar de generar explotación y conseguir la auto-organización. En el mismo sentido José Humberto Montes de Oca menciona la necesidad de unir esfuerzos entre los pueblos indígenas y los y las trabajadoras para ir ensayando formas anticapitalistas que permitan producir de una manera autogestiva y autónoma. Al igual los compañeros Elvira Madrid y Jaime Montejo de Brigada Callejera comparten cómo ellos desde el trabajo sexual, han experimentado con algunas cooperativas (condonería) y casas de salud autogestivas la construcción de un trabajo sin explotación.
Migración
La propuesta del Concejo Indígena de Gobierno de incluir un grupo de trabajo sobre migración, desplazados y residentes fue para darle voz a un sector muy amplio de nuestra sociedad ya que viven en una condición en donde se les etiqueta como criminales, delincuentes y/o ilegales. La razón principal de la migración es por lo general la búsqueda de nuevas y otras oportunidades de vida. Los datos son alarmantes sobre la movilidad de millones de personas y sus historias, voces, experiencias de su paso muestran la fragilidad y vulnerabilidad que existe en ellos. Las participaciones son muy emotivas y fuertes.
Rafael Alonso comparte las condiciones en que las mujeres centroamericanas migran sin ningún derecho, desvinculadas del tejido social en sus lugares de origen y criminalizadas por el Estado y sus operativos. Sin embargo, también nos presenta el acompañamiento y labor que ha hecho FM4 paso libre para apoyar a los migrantes en su paso por la ciudad de Guadalajara. De igual forma surgen las voces de los migrantes indígenas en Estados Unidos, por medio de las narrativas de la comunidad Coca de Mezcala que ha recogido Inés Durán Matute. Su escrito permite conocer las historias de sujetos que han tenido que migrar a otro país en búsqueda de nuevas oportunidades con todas las adversidades laborales y sociales que implica su salida de la comunidad. Se ve con la migración la reproducción de un sistema que acentúa diferencias, pero Inés Durán Matute muestra cómo la migración de los miembros de esta comunidad, ante este escenario, han construido con su historia e identidad, maneras propias para seguir siendo parte de su cultura y tejer redes de sobrevivencia y solidaridad.
La última participación es la emotiva historia de vida narrada por Magdalena García, mazahua residente de la Ciudad de México. Su historia de vida cierra esta sección al compartirnos sus experiencias desde los años setenta como una mujer indígena que migra a esta ciudad y se dedica al comercio en el zócalo capitalino. Esta es la razón por la que Magdalena explica que ella no se considera migrante, sino más bien se nombra residente ya que su comunidad tiene una larga historia de habitar e iluminar la Ciudad de México. Dice ella “las mazahuas florecimos en el centro histórico de México, y desde entonces habito esa selva de asfalto. Nosotras, las mazahuas le damos vida a la ciudad”. Los migrantes, desplazados o residentes salieron de sus tierras por falta de oportunidades, y al llegar al nuevo lugar son clasificados, negándoles sus derechos, criminalizándolos y castigándolos; no obstante, como se ve en estas distintas participaciones, ellos han ido ensayando formas para hacer frente a este escenario de racismo y exclusión.
Justicia
El dolor, la impunidad están presentes en este grupo de trabajo del Concejo Indígena de Gobierno. Los participantes aquí exhiben la violencia y la injusticia, así como la tentadora apuesta del Estado de llevar estos problemas al olvido. Manuel Jacobo, periodista y hermano de un enfermo renal de la comunidad indígena de Mezcala, informa sobre la brutal epidemia de esta enfermedad que existe en varias comunidades de la ribera del lago de Chapala por la alta contaminación que han provocado empresas nacionales y transnacionales. Miles de pobladores que viven alrededor del lago se ven así intoxicados, aumentando las cifras de los muertos de insuficiencia renal. Manuel explica que ante esto no hay ninguna actuación del Estado para detener esta problemática, sólo medidas paliativas como el hecho de otorgarles un vehículo para que algunos enfermos renales se trasladen de su comunidad al Hospital Civil en la ciudad de Guadalajara. No hay ningún interés por realizar estudios, ni por sancionar a estas empresas, ni mucho menos prohibir que se sigan vertiendo metales y químicos al lago, pues los intereses capitalistas están por encima de la salud de los pueblos.
El abogado César Octavio Pérez Verónica, del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (cepad), informa sobre el alarmante número de desaparecidos en Jalisco. Pensamos que en nuestro estado no existen desapariciones como en el norte o sur del país, pero César nos ilustra con distintos ejemplos cómo estamos equivocados. Además nos advierte que distintos organismos e instituciones estatales encubren y son cómplices de las injusticias en el estado. En este mismo sentido, el abogado Rogelio Teliz del Centro de Derechos Humanos de la Montaña de Tlachinollan explica los casos emblemáticos del estado de Guerrero dando cuenta de la violencia e impunidad que gobierna en ese estado. Por estas razones el pueblo ha tenido que crear mecanismos propios de impartición de justica, tal como la creación de este centro o la formación de policías comunitarias. Lo que evidencian estas participaciones es cómo en la guerra del capital el Estado es cómplice y la enfermedad y la muerte se manifiestan como estrategias. Es por esto necesario replantear otra justicia.
Para concluir las discusiones en torno a las nueve mesas propuestas por el cig, tenemos la intervención de Xochitl Leyva, John Holloway y Jorge Alonso que nos llenan de esperanza para resistir y seguir luchando. Posicionada desde su participación personal y colectiva en el Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan, convocado por las mujeres zapatistas, Xochitl Leyva reflexiona los retos y las potencias que como “mujeres que luchan” tenemos en este momento caracterizado por el con-dolernos ante los resultados de la actual ofensiva global neoliberal.¿ Cómo nos interpelan las mujeres zapatistas, las concejales del cig-cni? ¿Qué claves nos dan para nuestra construcción de los otros mundos posibles? ¿Cómo y por qué el pasado Encuentro podría ser visto como una construcción colectiva de una grieta pospatriarcal? en medio de una coyuntura electoral parte de la necro y narco política. A continuación John Holloway con una exposición satírica nos muestra la importancia de pensar y luchar desde abajo y aprovechar la crisis del capital para parar toda su maquinaria. Finalmente Jorge Alonso nos da una recapitulación y balance de lo conseguido con la organización y recolección de firmas del Concejo Indígena de Gobierno que surgió para contrarrestar distintas ofensivas racistas, capitalistas y patriarcales hacia las comunidades indígenas. Aquí resalta cómo lograron establecer relaciones, crear redes, escuchar dolores, socializar problemáticas, ganar presencia las mujeres, revitalizar y ampliar el cni, e impulsar la lucha desde abajo y a la izquierda.
Este libro busca dejar un registro de un espacio que sirvió para compartir experiencias, perspectivas y reflexiones. Un lugar para expresar nuestras rabias de las injusticias que vivimos, y las distintas formas en que el sistema nos está matando pues se ha buscado ocultar nuestras vulnerabilidades y abusos y evadir responsabilidades. Se puede hablar de que vivimos una esclavitud moderna en distintos ámbitos de la vida; es decir, donde se nos despoja de nuestras tierras y cuerpos, se criminalizan también nuestros cuerpos y mentes, se promueve la individualidad y las jerarquías, para aislarnos, diferenciarnos y fragmentarnos. Se logra de esta manera imponer etiquetas que justifican nuestra explotación, exclusión, sometimiento y muerte.
Ante estos, nuestros dolores, sin embargo, los participantes nos invitan a tener vivas nuestras esperanzas. Nos incitan a no perder de vista cómo se están fomentando encuentros donde nos escuchamos e identificamos, cómo transmitimos la resistencia y la dignidad a las generaciones jóvenes y cómo se dan distintas luchas en comunidades y organizaciones viendo por ejemplo, la generosidad con la que se movilizan los jóvenes o la auto-organización que logran los trabajadores. También nos invitan a ser conscientes de ver cómo reproducimos el sistema para alejarnos y romper con él. Para esto tenemos que organizarnos, apoyarnos, solidarizarnos y tejer redes de solidaridad y esperanza desde nuestros tiempos y espacios, tal como la propuesta del Concejo Indígena de Gobierno nos ha planteado. De nuevo son los pueblos originarios los que nos señalan que debemos de organizarnos, resistir y alzar la voz en colectivo para cambiar el rumbo del país. De nuevo las siglas del cni-cig-ezln aromatizan el país a esperanza, a justicia, libertad y democracia. Depende de nosotros hacia donde vayamos, pero esperamos que las experiencias, conocimientos y perspectivas reunidas aquí sirvan para seguir pensando, discutiendo; relacionarnos y organizarnos para mantener la lucha contra el sistema capitalista, racista y patriarcal.

Autonomía
Mario Luna
H
ablar de Autonomía tal como lo dice el maestro, es algo ante todo, es algo muy difícil, y hablar nosotros los pueblos de autonomía es mucho más difícil porque para nosotros es un sistema, es una forma de vida. Nosotros en la tribu yaqui en Sonora, pensábamos que todos éramos autónomos, que todos teníamos el mismo sistema de vivir como lo tenemos nosotros en Sonora. Para nosotros ha sido muy difícil, ha sido verdaderamente una lucha histórica, una lucha milenaria en la que el pueblo yaqui aun antes de la llegada de los españoles invasores, ya teníamos una forma de gobierno, una forma y una idea de lo que queríamos como pueblo, como nación, hasta la fecha desarrollaba un sistema basado en unos sistemas normativos que nosotros conocemos como nuestra ley interna, porque de una u otra manera hemos aprendido a convivir con la otra ley, con las leyes nacionales. Pero tenemos una ley interna; a nosotros no se nos olvida que antes de ser mexicanos somos yaquis, después sonorenses y posteriormente mexicanos. Y creo que más mexicano que cualquier otro porque ahí tenemos a la otra nación invasora, que día a día está ahí haciendo su trabajo para precisamente despojarnos de esa nacionalidad que está muy arraigada en nosotros. Y lo decimos porque ahorita se miraban varias formas, varias modalidades de reconocer lo que se ejerce en el Estado mexicano, y yo venía pensando: pues es que la tribu es uno solo.
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En la tribu yaqui está la tenencia de la tierra, un sistema comunal. El sistema de representación es un sistema ancestral, es un sistema de organización tradicional donde la autoridad tradicional es la máxima autoridad en el territorio yaqui; o sea, que quiero decir, que no existen los comisariados de bienes comunales y que el único representante de las tierras es el gobernador tradicional, para que les quede más claro. Y obviamente chocamos con todos los sistemas que se han impuesto desde el Estado, los sistemas institucionales. Por ejemplo, nosotros para poder tramitar un procampo (Programa de Apoyos Directos al Campo) para poder gestionar un apoyo de las instituciones, pues chocamos porque nuestro sistema de gobierno, nuestro sistema organizativo, no están contemplados en los sistemas institucionales y nos piden entonces que nos organicemos en asociaciones civiles, nos integremos en asociaciones de producción rural, y todos esos sistemas que no son nuestros, no son propios. Pero eso entonces empieza a chocar en el momento en que sales hacia fuera a gestionar recursos, a tratar de ejercer tu derecho como ciudadano mexicano, a rescatar esos impuestos que tú pagas, y es entonces ahí donde ves otra realidad. Hay un oscurantismo que se ha promovido en el que, por un lado, después de tantas batallas, hay una guerra exclusiva contra el pueblo yaqui del Estado mexicano, que es reconocido en el ejército mexicano “la guerra del yaqui”. Es decir, una guerra exclusiva contra el pueblo yaqui donde se multiplican miles de batallones del ejército, lo más sofisticado del ejército mexicano contra un pueblo, contra el pueblo yaqui, utilizando inclusive bombardeos aéreos en una zona desértica. Esto habla de que hay un verdadero interés, un verdadero desarrollo como pueblo, como tribu y que lucha por su autonomía.
Cuando se encuentran los pueblos indígenas, el pueblo yaqui, los primeros yaquis con los primeros invasores, hay un diálogo según cuentan los historiadores, en donde hay un diálogo se les para el alto, dicen “¡aquí no pasas!” No se está cuestionando si son legítimos, ilegítimos, si son diablos o son dioses, simplemente les dicen “aquí hay un respeto que tienes profesar hacia esta tierra” y ese respeto no se dio y se arma la guerra. Y esa guerra ha durado hasta hoy, y siempre el pueblo diciendo “respeta mi territorio, respeta mi tierra, respeta mi forma de ser, mi forma de gobernarme, respeta mi derecho a vivir en autodeterminación”. Y para nosotros eso es la autonomía. Entonces tenemos en la actualidad luchas frontales en las que por ejemplo cuando se inició la lucha contra el acueducto Independencia que intenta desviar el río Yaqui hacia la ciudad de Hermosillo, hacia el río Sonora, o sea, pasar agua de una cuenca a otra, en donde el estudio de impacto ambiental únicamente contempla por dónde va a pasar el tubo, pero no lo que va a provocar aguas abajo. Lo que va a provocar es ausencia de líquido, de agua de esa cuenca, y entonces, para él nosotros no existimos.
Cuando metemos los primeros amparos, con lo primero que nos encontramos es que hay otra realidad, que la realidad que nosotros vivimos en el pueblo en donde nuestra autoridad es la máxima autoridad, donde nuestra forma de gobernar es lo común, donde no existen poderes encima de nuestra autoridad como el presidente municipal, como los diputados, como las delegaciones y todo eso. La tribu yaqui es un solo territorio; son 485 mil hectáreas que Lázaro Cárdenas siendo presidente restituyó en un decreto a la tribu yaqui y estamos hablando de una restitución, o sea un reconocimiento de que las tierras son de la tribu yaqui, que fueron arrebatadas de una u otra forma y se les está regresando, pero una restitución de alrededor de un tercio de lo que en realidad es el territorio de yaqui, pero bueno, hay una acción jurídica que reconoce precisamente que hay un dueño de ese territorio y el propietario es la tribu yaqui. Y así hemos venido pues, y hemos estado en diferentes discusiones en las que nos han tratado de enmarcar como pueblo, como nación, como tribu, como etnia, etcétera. Pero en Sonora como en todo el norte, somos prácticos, “llámenos como quieran, nosotros somos la tribu yaqui, nos regimos de esta forma, tenemos este territorio, tenemos una lengua”, ¿no? No tenemos la escritura, nuestra historia está basada en la tradición por vía oral, no tenemos una gramática yaqui, pero se desarrollan otras formas que no porque estén codificadas pues tengan menor valor, entonces nosotros la ley interna la tenemos aquí (en la cabeza). Cada yaqui sabe cómo comportarse ante sus autoridades, en una fiesta tradicional, en una ceremonia y no está escrito, pero ahí está, es nuestra forma de gobernarnos, es nuestra forma de ser. Y cuando algunos estudiosos llegan nos dicen: “es que tienes que escribir tu historia, es que tienes que hacer esto y esto otro” pero ahí hay choques, y cuando algún vago de la tribu se presta para hacer esas interpretaciones, esas narraciones, siempre deriva en algo chusco.
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Esos son los trabajos, las formas de ser de los pueblos, en las que nosotros como tribu yaqui ejercemos nuestra autonomía, nuestra forma de ser en donde no hay representante de bienes comunales siendo comunidad. Y que ahorita, por ejemplo, con la transferencia del distrito de riego, tenemos alrededor de 24 mil hectáreas que pueden cultivarse y tenemos un distrito de riego que está ahí, pero que legalmente no existe, pero está ahí de hecho. Ese distrito de riego, a nivel nacional se han trasferido todos los distritos de riego a los usuarios, pero entonces en el caso del yaqui no lo han podido trasferir, o no lo han querido transferir, porque es darle otro poder sobre un recurso tan vital en el desierto, en el norte, como lo es el agua. Entonces ellos argumentan que tenemos que organizarnos en una Sociedad de Producción Rural (spr), en una Sociedad Civil (sc) para poder acceder a la transferencia de ese distrito de riego. Es nuestro, está ahí, hay un derecho del agua de 50%, de alrededor de 50% del río Yaqui, para la tribu yaqui decretada por un presidente y aún así está esa discusión. Esas son las autonomías de hecho que existen, ya en tu derecho a lo mejor aquí el experto sabrá, ¿verdad? Pero en el caso yaqui, nosotros decimos bien claro, un aspecto es lo que se promueve en las instituciones, en las universidades, en los círculos académicos, intelectuales y otro es la realidad que vivimos los pueblos. Por eso fue doblemente importante la jornada que se desarrolló para visitar a todos estos pueblos a través del Concejo Indígena de Gobierno, con sus concejales al frente, con Marichuy al frente, porque vimos esa realidad, palpamos y visitamos varias regiones en donde esto que yo les estoy comentando de lo que nosotros tenemos como experiencia en el pueblo yaqui se replica en muchas otras partes también. Los pueblos, en su mayoría viven aislados, viven marginados; aprendieron a vivir de una forma, a convivir, a desarrollarse, pero cuando empiezan las gestiones hacia afuera, hacia la sociedad civil, hacia la otra parte del otro México, entonces vemos que surgen esos choques, hay esas diferencias, ¿no?
Autonomía para nosotros, entonces, es gobernarnos nosotros mismos, defender nuestro derecho al territorio con todo lo que ello implica: agua, aire, tierra, plantas, animales, bosques, mares, ríos y lo que no se ve. Lo que no se ve, que no se cuenta, que no se valora. Lo que no se ve es esa condición espiritual con tu tierra, y que se da a través de varios elementos. En algunos pueblos son el fuego, en algunos casos como es el yaqui es con el agua, pero de la conexión que hay del territorio, del yaqui con lo material y lo inmaterial. Todo eso es nuestra forma de concebir nuestra autonomía y se trastoca, entonces desde el momento en que hay apropiaciones parciales, paulatinas de nuestra autonomía como en el último caso, que lo comentábamos con Francisco, ahorita hace un momento. Que se dio el tema de los fariseos, los fariseos para nosotros, bueno para la sociedad civil son danzantes, son algunos que andan bailando en las ciudades por monedas, algunos tienen otros rituales más diferentes, pero todos son así como algo bonito, para verse, para disfrutarse. En el caso del yaqui no, en yaqui son penitencias, en yaqui son rituales sagrados, en el yaqui es abstinencia absoluta, es sacrificio, es encarnar el lado oscuro del ser humano. Y entonces cuando tú expones toda esa ritualidad al público, o a un turista común, lo primero que trata es tomarle una foto, o un video, o un audio y el yaqui dice “¡No, espérate! Aquí no se puede hacer eso. Me estás condenando de una u otra forma a vivir ese recuerdo, a vivir esa oscuridad…” y ahí es donde choca. Entonces se dio un problema en redes sociales, donde alguien en la televisora Televisa, grabó a un supuesto fariseo yaqui con algunos ademanes chuscos y lo publicitó como que en Sonora, en Televisa Sonora se fomenta, se aprecia y se adora la cultura yaqui, la cultura de Sonora, y para nosotros fue algo verdaderamente deshonroso, algo inmoral que se hubiera hecho eso, y lo dimos a conocer en redes sociales. Pero entonces, dimos esa otra lucha, cómo defendernos ante esto, ante la modernidad que con cualquier celular te pueden tomar fotos, videos, y ahí estamos: ¿qué hacer en caso de esto?, ¿qué hacer en caso de, por ejemplo, que todo mundo confunde a los yaquis con otros fariseos, y otros fariseos con los yaquis? Y ahí está todo ese debate. El llamado de las instituciones turísticas de ir a Sonora a apreciar la danza del venado, del pascola, todo eso para nosotros no nos beneficia mucho, al contrario, nos están despojando, pues, de esa otra parte del territorio.
Entonces es una lucha constante, son cientos de años, y miles de vidas que se han sacrificado en aras de defender nuestra autonomía, y no es de ahorita y no es del zapatismo. Con el zapatismo se da a conocer, se pone en la mesa de discusión a nivel nacional, pero los pueblos hemos vivido nuestras autonomías, nuestras formas diferentes en cada región en todas partes de México y esto es algo para nosotros es difí-
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cil de explicarlo. Pero la experiencia mía nos ha costado, por ejemplo, cárcel, nos ha costado hostigamiento, amenazas, nos ha costado el desconocimiento de las instituciones gubernamentales a nuestros gobiernos tradicionales y ha sido una lucha muy dura, muy desigual porque nosotros no tenemos el acceso libre que tienen las instituciones, o los Estados nacionales a los medios de comunicación; tampoco tenemos el acercamiento con los dueños de los dineros y, por lo tanto, tenemos una total desventaja. Y este espacio que ustedes nos brindan es una oportunidad también para dar a conocer lo que nosotros somos, cómo vemos las cosas y qué estamos haciendo. Es algo que no puede abordarse en unos minutos, en unas horas, es algo que es de estar dándole, dándole y dándole.  
Los retos de las autonomías indígenas en México
Guadalupe Espinoza Sauceda
P
or autonomía entendemos la capacidad que tienen los pueblos indígenas de México de autogobernarse, así como de tener sus propias autoridades y sus propios sistemas normativos (los llamados usos y costumbres), y de contar con los medios para su subsistencia.
El tema cobró auge a partir de 1994 con el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln), siendo la autonomía una demanda central de los pueblos indígenas del país. Pero hay que distinguir la autonomía propiamente de los pueblos de la autonomía de los núcleos agrarios (ejidos y comunidades agrarias), la primera es más política y la segunda se refiere al uso de la tierra.
Actualmente tenemos autonomías fácticas o en los hechos, ahí están los ejemplos de los Caracoles y Juntas de Buen Gobierno en Chiapas; las policías comunitarias en Guerrero; las comunidades indígenas de Oaxaca que en muchos casos eligen a sus autoridades a través de usos y costumbres; los purépechas en Michoacán como, por ejemplo, Cherán y Paracho; comunidades de La Huasteca en San Luis Potosí; las comunidades wixárikas en Jalisco; y los yaquis en Sonora, a quienes se les restituyó durante el cardenismo tan sólo una tercera parte de su territorio ancestral mediante la vía de restitución comunal y que en la práctica tuvo un problema de materialización entre el derecho indígena o propio y el derecho agrario. Lo mismo podríamos decir de las
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comunidades rarámuris en Chihuahua y la propiedad, uso y manejo de sus bienes naturales. Los guarijíos en Sonora también andan viendo, aunque por la vía del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación su forma propia de gobierno y sistema normativo; asimismo los yoremes mayos del sur de ese estado luchan por conservar su tierra y recursos naturales.
En el proceso electoral de 2018 que se está viviendo, ninguno de los partidos políticos, ni la coalición encabezada por el Partido Revolucionario Institucional (pri)- Partido Verde (pv)-Partido Nueva Alianza (panal), ni la del Partido Acción Nacional (pan)-Partido de la Revolución Democrática (prd)-Partido Movimiento Ciudadano (pmc), ni la del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (morena)-Partido Encuentro Social (pes)-Partido del Trabajo (pt), plantean la realización en instrumentación de las autonomías indias. morena, por ejemplo, habla o se refiere a la cuestión indígena como un problema de desarrollo; llama a incluirlos o integrarlos a dicho desarrollo, siendo lo que ofrece un indigenismo como lo fue en los mejores tiempos del priísmo y su ideología del nacionalismo revolucionario. A eso se reduce su oferta electoral. Mientras tanto, el pri plantea más de lo mismo, y el pan continuaría con la visión ya ensayada durante el foxismo y el calderonato.
Muchas comunidades y pueblos andan impulsando: desde radios comunitarias y tener su propios medios y comunicación, establecer sus propias escuelas y currículas, sus propios sistemas de seguridad y justicia, tener y establecer sus propios sistemas de gobierno, establecer comercio justo y proyectos de salud propia (como la herbolaria y la llamada medicina alternativa). En Guerrero tenemos al municipio de Ayutla que en este 2018 elegirá mediante usos y costumbres su gobierno municipal, después de un largo proceso de movilización y litigio en los tribunales electorales, además de negociación política con el gobierno de Guerrero.
Los pueblos y comunidades indígenas en México no creen en los partidos políticos, porque sólo los usan de manera clientelar pero nunca de manera seria para resolver sus problemas. Será porque todavía se percibe un racismo hacia los indígenas, a quienes quieren integrar al desarrollo y los ven como rémoras del pasado, a quienes no ven como sujetos de su propio destino. Las políticas para los indígenas, aunque con el gobierno del pan se habló de políticas transversales lo que se aplicó y se sigue aplicando por los gobiernos del pri es un indigenismo aderezado de un pluriculturalismo vaciado de contenido, resultando en la práctica un Estado monocultural que niega la diversidad de culturas y diferentes formas de entender el mundo. El Estado mexicano se niega a reconocer la autonomía real y plena de los pueblos indígenas, esa que tanto han demandado y por la que han luchado mucho. Y no parece que vaya a cambiar la relación Estado-sociedad-pueblos indígenas, si no son los propios pueblos quienes obliguen al Estado a cambiarla. Los pueblos tienen que creer más en sí mismos.
Un ejemplo de lucha en Jalisco es la de los cocas de Mezcala; ellos están dando la batalla como comunidad agraria (bienes comunales) y como comunidad indígena, aquí hay traslape, una yuxtaposición del sujeto y el orden jurídico. Los wixárikas también en Jalisco luchan por su propio sistema educativo, por su desarrollo, además de insistir reiteradamente en la recuperación de sus tierras y territorio ancestral, aparte de combatir el narcotráfico, que ya les ha cobrado la vida a dirigentes agrarios. En la misma entidad los nahuas, en el sur de Jalisco, luchan contra los proyectos extractivos y el despojo ocasionado por las mineras y la tala clandestina de sus maderas.
El reto de los pueblos indígenas es seguir luchando, no claudicar, el hacer, el construir, el organizarse desde sus propios pueblos y comunidades. Luchar contra el racismo y la exclusión política. Los partidos políticos dividen a las comunidades, siembran la discordia. La vía de los pueblos no es la de los partidos, y no porque los pueblos no quieran, sino porque los partidos no los toman en serio. Los partidos políticos representan visiones y élites económicas que no son las de los pueblos, incluso critican los usos y costumbres de los propios pueblos, y si a esto le agregamos el peligro que representa el crimen organizado, la situación se vuelve más peligrosa obligando a los pueblos a actuar con suma cautela y tacto político.
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El bosque El Nixticuil
Sofía Herrera
E
l Nixticuil es uno de los últimos bosques nativos que quedan en los márgenes de la ciudad, ubicado al norte de la zona metropolitana de Guadalajara (zmg), en el municipio de Zapopan. El bosque se extiende por casi 2 mil hectáreas de los cerros de El Nixticuil y la sierra de San Esteban (que incluye la zona de escala de El Diente) y es un espacio natural que provee de agua a varias comunidades rurales y urbanas. Además, es casa de cientos de especies animales y plantas, y alimenta de agua limpia el cauce del contaminado Río Blanco que aun riega parte de las últimas zonas agrícolas del municipio. Es uno de los muchos bosques que, aun siendo cercanos a la ciudad, no son conocidos y eso ha valido para destruirlos.
Durante los últimos trece años este bosque ha sido asediado de forma constante por los intereses de una larga lista de capitalistas, la Iglesia y el Estado quienes con la protección y complicidad de todos los partidos políticos han intentado por todos los medios destruirlo y cercarlo para dar paso al negocio de las inmobiliarias, a los fraccionamientos y la ciudad. En el bosque y la comunidad la guerra del capitalismo se ha impuesto fundamentalmente a través de esta forma de despojo.
En el año 2005 nuestro colectivo nació por la organización y determinación de un grupo de mujeres de nuestro barrio que entonces logró detener las primeras agresiones al bosque y a partir de ello desbordar
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la normalidad, lo que se ha convertido en un esfuerzo principal en la construcción de comunidad y autonomía. Los proyectos de despojo han venido a más desde entonces, hasta hoy son veinte de los que tenemos memoria y que involucran la urbanización o amenaza de urbanización de más de 800 hectáreas boscosas, tras los cuales han existido distintos despojadores, principalmente los especuladores inmobiliarios como son gva, Tierra y Armonía, gig y la transnacional anida, propiedad del banco español bbva.
Todos los gobiernos que han pasado por el municipio de Zapopan han sido cómplices del avance de la ciudad sobre el bosque, otorgando toda clase de permisos para cambiar los usos de suelo y urbanización. Ellos mismos promueven nuevos proyectos de despojo para regalar a las inmobiliarias la infraestructura de servicios necesaria para sus desarrollos. Incluso son ellos mismos dueños o socios de las inmobiliarias, como es el caso de priísta Raymundo Gómez Flores y el alcalde de Guadalajara Enrique Alfaro, del partido Movimiento Ciudadano.
Haciendo un ejercicio de memoria y recuento de lo que han significado trece años de conflicto para el bosque, las comunidades y para quienes habitamos la zmg, la cifra del despojo es preocupante, abruma y nos causa mucha rabia: alrededor de El Nixticuil más de 258 hectáreas que incluyen áreas de bosque de encino, de pino, de galería, tropical caducifolio, huertos, zonas agrícolas y pastizales han sido urbanizadas de 2005 a la fecha; de este total, 81.1 hectáreas corresponden a superficie arbolada que ha sido destruida. El despojo ha avanzado, sin embargo, los proyectos implican todavía la amenaza de 442.1 hectáreas, de las cuales más de 141 hectáreas tienen bosques que serían talados si la resistencia no es capaz de detenerlos. Planteado así, el destino que los corporativos quieren para el bosque es asfixiarlo, convertirlo en un parque, cercado y dispuesto para los cotos y zonas residenciales que están construyendo. Cemento, explotación, desecación, despojo es lo que han dejado, muchas consecuencias, emociones y procesos socioambientales coartados que no pueden expresarse con cifras.
En nuestra experiencia la guerra que nos ha tocado enfrentar con mayor intensidad es la del despojo del bosque que, visto como un recurso natural o tierra apropiada por el capital, ha intentado ser destruido y mercantilizado. El monte por casas, los arroyos por carreteras, el sonido del viento y las aves por el de los trascabos. Campañas-promesas políticas de calles de concreto que atraviesan el bosque, fraccionamientos residenciales cerrados que crean y explotan el miedo al otrx, fábricas que envenenan día y noche el Río Blanco, campos de golf que han desplazado y destruido la casa de cientos de especies. Frente al despojo, la organización comunitaria ha sido la estrategia fundamental de la resistencia.
Organizarnos desde el barrio, aspirando a la autonomía, es el principio político y de vida más importante que nos planteamos, y del cual tenemos ejemplo en la experiencia de las comunidades indígenas autónomas. Seguimos pensando que la destrucción y despojo del capitalismo puede resistirse sólo en la construcción de un proyecto colectivo en el que se ensayen nuevas formas de relaciones sociales y con el territorio comunitario que incluye lo no-humano; no autoritarias, no mercantiles.
Con ese horizonte de autonomía nos hemos planteado defender el bosque y a nosotros con él y eso nos ha exigido crear proyectos e iniciativas propias para enfrentar la voracidad de las políticas del capital que promueven la destrucción y privatización del bosque. Las máquinas de las inmobiliarias no paran, hay proyectos que hemos expulsado, otros no…Varias partes del bosque han sido liberadas, no con el decreto como área natural protegida que fue creado en el año 2007 gracias a la movilización de mucha gente, sino desalambrándolas y trabajando para que los árboles del bosque vuelvan a crecer en ellas. La autonomía exige el crear en el aquí y el ahora, tener siempre presente la acción directa como principio del hacer, tratar, o luchar por no postergar lo que se quiere. En nuestro proceso de resistencia esto ha funcionado en la organización para restaurar el bosque y definir nuestras acciones a partir de la defensa territorial. La conservación, restauración y recuperación del bosque ha implicado trabajos diversos que de a poco han ido aumentando: trabajo de prevención y combate de incendios forestales para disminuir los daños de la lumbre que a su paso arrasa la vida en el bosque, la reproducción de semillas forestales nativas para la reforestación, así como algunas cooperativas que han servido para autogestionar el sostenimiento económico de los trabajos comunitarios.
Todo esto ha exigido implicarnos en un proceso constante de autogestión colectiva, de aprendizaje; pero, además, es importante para nosotros decir que la resistencia y la defensa del bosque tampoco se habrían podido mantener estos años sin las relaciones de apoyo mu-
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tuo que se han forjado con otros colectivos y personas de la ciudad, e incluso fuera de ella. Con esto queremos decir, que la militancia por la defensa del bosque ha sido mucho más amplia y no algo cerrado, limitado a nuestro colectivo o a la gente que vive en las colonias y barrios cercanos a El Nixticuil. Lograr mantener la resistencia es vivir en el territorio de que se es parte y se defiende, pero no solo.
Después de estos años quedan los desafíos y las contradicciones diarias que no dejan de cuestionarnos y que permanecen abiertas; por ejemplo: ¿cómo continuar tejiendo lazos comunitarios en medio de esta ciudad y sus colonias, donde el aislamiento y lo individual son priorizados sobre la confianza, la afinidad, lo común y la existencia de lo no-humano?, ¿cómo mantenernos como una organización territorial?, ¿cómo no ser desplazados?
Nuestra perspectiva del territorio, a diferencia de las experiencias del resto de los compañeros participantes, está vinculada a la ciudad, por lo menos geográficamente es más cercana o está en el frente de la expansión de la ciudad capitalista. Sin embargo, hemos tratado de abandonar la perspectiva antropocéntrica que reproducimos en la ciudad de forma cotidiana, que nos escinde los espacios que habitamos y nos coloca por encima de ellos en una relación de dominio que legitima formas de relaciones utilitarias y destructivas con lo no-humano. Ese pensamiento nocivo del capitalismo, del que hablaba Miguel Amorós hace unos meses en la Cátedra Jorge Alonso, que ahora aparece en términos de ciudadanismo y que cuenta hasta con un partido que ha resultado igual o peor de depredador que los todos los demás. Pero esta no es una lógica que sólo vemos en los empresarios y los gobiernos, también nosotrxs lo reproducimos sin darnos cuenta cuando nos consideramos parte ajena del bosque, el centro del territorio, cuando nos inscribimos en la idea de ser dueños de la tierra y del dominio de la naturaleza. El lenguaje también está atravesado por estas contradicciones, cuando lo reproducimos al decir que defendemos el bosque, como si este fuera algo ajeno a nosotros y al territorio que nos comprende.
Hay que replantearnos la idea de territorio más allá de la lógica capitalista que lo define en términos de extensiones de suelo dispuestas para la comercialización, como lugares para el crecimiento voraz de las ciudades que nos fragmentan cada vez más con respecto a nuestros territorios. Hace falta resignificar el territorio reconociendo que no es solamente un espacio geográfico delimitado, es cultura, es memoria histórica, son relaciones que se tejen entre seres humanos y de éstos con todo lo no-humano que junto a nosotros habitan los espacios que defendemos. Defender el bosque es defendernos, es elegir una forma de vivir en la que se aspira a que nuestras acciones individuales y colectivas sean congruentes con el horizonte de un mundo sin relaciones de dominio y explotación. Al asumirnos como parte del territorio junto al cual resistimos reconocemos la imposibilidad de pensarnos sin él; de formas diversas el bosque es nuestra vida, por eso la defensa que hacemos de él-nosotros es cotidiana. El bosque somos nosotros. Cada día desde hace casi trece años, el bosque es un campo de batalla, territorio en resistencia contra los corporativos y contra el Estado mexicano que, como destino quieren su desaparición, imponiendo asfalto y fuego. Su defensa, como la de todo lo común, hoy es una prioridad que sólo será efectiva pensando el “nosotros”, como parte del bosque y la tierra, organizándonos abajo, de forma autónoma, al margen de las relaciones capitalistas y en contra de todo autoritarismo.
De arriba lo único que hemos recibido es despojo y desprecio, la muerte de nuestros ríos, represión, la destrucción y venta de nuestros bosques, desapariciones, la clasificación y reordenamiento de la tierra para su venta, compañeros amenazados, secuestrados y asesinados por el Estado. Seguimos diciéndonos cada día que la lucha por la defensa de la tierra es contra el capital, contra la política profesional, electoral, la de la dominación, del capitalismo verde. Va más allá del ambientalismo y los otros instrumentos que se han creado para administrar la tierra, como el desarrollo sustentable. Es por ello que nos sentimos convocados a la iniciativa de organización planteada por el Concejo Indígena de Gobierno (cig). Desde el inicio de la organización en El Nixticuil, hemos acompañado y nos ha acompañado el zapatismo, hemos participado de sus iniciativas con el Frente Zapatista y el Congreso Nacional Indígena. Aunque no coincidimos en la estrategia electoral, que si bien no ha sido objetivo central del proceso ha implicado un arduo trabajo para el cig, hemos apoyado en el registro de nuestro colectivo como respuesta a este llamado. En el centro de esta tormenta de guerra, la iniciativa organizativa del cig como llamado a fortalecer y crecer la organización autónoma es el sendero en el que nos situamos políticamente: en la defensa de la vida, del territorio.
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Agradecemos a la Cátedra Jorge Alonso por la invitación. No sólo al Doc, también a todxs los que organizaron y convocaron estas mesas, a Rocío y a Inés y a todxs los demás. La Cátedra ha sido muy importante como un espacio de difusión y discusión de la resistencia, pero también porque es organizado desde quien resiste; el Doc desde la academia, quien además forma parte de la Asociación “Llegó la hora del florecimiento de los pueblos”, ha estado impulsando todo el proceso organizativo del Concejo Indígena de Gobierno (cig), y en esta ocasión por una concejala como es Rocío Moreno del pueblo coca de Mezcala, quien ha posibilitado volvernos a encontrar, lo cual resulta muy importante en medio de esta guerra.
Si queremos intentar de nuevo articular algo colectivo, autónomo y desde abajo, no se nos debería olvidar quiénes son nuestros compañerxs que, desde fuera de las comunidades, están impulsando todo esto. 
Tierra y territorio
Juan Dionicio
A
ntes de empezar a relatar mi experiencia, lo que nos ha tocado ahí de donde soy originario, del pueblo de San Pedro Atlapulco, y lo
que sucede por esos lugares, quiero agradecer la invitación a esta Cátedra Jorge Alonso, para venir a participar y exponer estos temas y sobre todo por el contenido que ocupa en estos días. Muchos de estos temas o más bien todos, están relacionados con los planteamientos, con la propuesta que estamos haciendo como Concejo Indígena de Gobierno (cig) y como Congreso Nacional Indígena (cni). Esto es importante, sé que han puesto interés, cierta esperanza por lo que estamos planteando; también ha generado ciertas dudas, incluso hasta debates, hasta parecían equivocaciones por la cuestión electoral pero, bueno, eso a nosotros no nos interesa y lo venimos planteando desde un inicio.
Este tema electoral es muy sencillo, son sólo cuestiones de táctica y estrategia de lo que están viviendo en nuestros pueblos y entonces ahora que hay una oportunidad de que se toquen estos temas en las ciudades, pues ayuda para que vayamos viendo por dónde va esta reflexión. Sobre todo por el momento que estamos viviendo pareciera que no obtuvimos buenos resultados con el asunto de Marichuy, el registro, pero ahí abajo se construyeron muchas cosas importantes que iré relatando, pero también nos dio la oportunidad de ver qué es lo que ha sucedido en estos últimos quince años de 2006 en el IV Congreso (cni), ahí en San Pedro Atlapulco, al V Congreso en 2016.
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Todo este trabajo organizativo que teníamos en las ciudades, que ahí en las ciudades había muchos jóvenes, maestros, académicos, colectivos, había una efervescencia organizativa y pareciera que en estos últimos años todo eso decayó. La organización que estuvimos estaba muy incomunicada parecía que toda la gente que había estado participando en algún momento había desaparecido, se había metido en otros asuntos. Eso también es un diagnóstico de lo que vimos, que toda esa organización que se generó desde 1994 a 2006, tal vez por los cambios generacionales, fue bajando mucho esta parte organizativa. Pero son sólo unas cuestiones en cuanto al cig y nuestro planteamiento como Congreso Nacional Indígena. Por eso vimos la importancia de nuestra participación y creemos que tiene que seguir avanzando esta discusión. No hemos terminado de construir nuestra propuesta, la vamos reflexionando desde nuestros pueblos y vamos viendo como lo que ya está planteado lo vamos llevando hacia un punto que nos ayude a seguir sobreviviendo en cada uno de estos temas presentados como Concejo Indígena de Gobierno.
Ahora voy hablar un poco sobre San Pedro Atlapulco, yo provengo de este pueblo otomí, todos conocidos como otomís en los registros después de la colonia. En específico, del pueblo donde vengo ahí en nuestra lengua nos conocemos como hñahñu, ya esta lengua viene desapareciendo. Todo ese proceso de las lenguas es solo un elemento más de lo que hemos discutido los últimos veinte años, de lo que sucedió en muchos de los pueblos. Pareciera así en los pueblos indios, ahí en Texcoco, por la discriminación en torno a las lenguas, y en el pueblo de Atlapulco aún tiene este antecedente, y son muy pocas personas, no más de cinco personas que aún mantienen la lengua. Pero bueno este es un primer antecedente que nos relaciona con ese pasado, incluso ahí en algunos trabajos de investigación, están elementos que nos hablan de nuestra presencia en ese lugar, en ese territorio como pueblo antiguo. En las milpas, en los caminos, en las cuevas es posible encontrar todavía vestigios arqueológicos, incluso ceremoniales, sobre todo ahí en los ojos de agua. Esos vestigios arqueológicos están desde la época teotihuacana que no han sido muy investigados, desde la época tolteca, incluso en tiempos recientes.
Atlapulco está ubicado en el centro de México, ahí entre la ciudad de Toluca y la Ciudad de México, estamos como a una hora de estas

dos ciudades; y hacia el Sur está Chalma y ahí se encuentra un centro ceremonial antiguo, Malinalco. Chalma, Malinalco es un lugar también importante para el pueblo nahua o mexica, la gran Tenochtitlán, era ahí un lugar de preparación de los caballeros, y toda esa región sigue siendo muy importante en cuanto a la cuestión ceremonial. Ahí en Chalma había cuevas donde los pueblos iban a venerar una deidad y desde esos tiempos nos hablan de esas raíces, de esa relación que tenemos con ese lugar. Ahí está Atlapulco en el centro del país y son un poco de sus características y en cuanto a las piezas arqueológicas también nos ha ayudado a ubicar que fue uno de los lugares donde ya la gran Tenochtitlan empezó a ser una conquista en toda esa región. También tenemos la presencia arqueológica del pueblo mexica y su impacto en la comunidad, solamente como referentes históricos.
Ya después de la colonia en 1521 y más adelante, ahí sigue habiendo esa presencia arqueológica que nos relaciona con nuestro pasado. Incluso se siguen elaborando algunas figuras de barro muy características de la época colonial, incluso con figuras, por ejemplo, los caballos y algunas imágenes de mujeres. Atlapulco está y ha estado ahí desde hace siglos y eso ha sido fundamental para entendernos de dónde venimos, quiénes somos y cuál es nuestra identidad. Una cuestión fundamental de la identidad pues tiene que ver y es básico de qué es el territorio. Desde la época colonial, ahí nuestros abuelos tuvieron el interés, la preocupación por conservar este territorio y tal vez nosotros hemos sido un poco, no tanto afectados como fue en otros pueblos cercanos a la Ciudad de México. Nosotros estamos ahí en una zona alta, a tres mil metros sobre el nivel del mar, una zona boscosa, incluso ahí la cuestión de la agricultura, del maíz, no es así en grandes escalas por las mismas condiciones climáticas. Eso a lo mejor fue lo que nos ayudó un poco a que el despojo no fuera tan encarnizado como sucedió en otros lugares.
Atlapulco su nombre en lengua originaria posiblemente, sobre el tiempo de la llegada de la conquista mexica, le nombran Atlapulco, ya es un nombre nahua, y después con la llegada de los españoles nos ponen San Pedro y San Pablo. Es así todo ese registro que existe en Atlapulco en cuanto a estos procesos históricos que ha experimentado la nación mexicana. Del territorio ha habido una estrecha relación con nuestra forma de vida; hubo un tiempo en que la gente de Atlapulco se dedicó al trabajo del carbón y de esto hay registro también en el Archivo General de la Nación. Antes de esa época del trabajo de carbón, hay algo fundamental que es intentar ese reconocimiento de nuestro territorio, no como una dotación, sino más bien cómo se fue dando este cambio de la época de la colonia. El asunto principal era que hubiera un reconocimiento sobre nuestro territorio y fue entonces que ahí nos otorgan unas mercedes reales, que es un primer antecedente en cuanto a la posesión que existe sobre ese territorio. Esas mercedes reales nos las otorga la Corona española. Después pasamos a ser una República de indios, cuando antes teníamos nuestra propia forma organizativa que era el antiguo Altepetl, ahí la política social cultural que de una u otra manera se mantuvo en el transcurso de los siglos.
Después viene otro momento complicado en la cuestión de los territorios: el periodo de las Leyes de Reforma (siglo xix). Ahí de nueva cuenta se vuelve a sufrir una embestida en cuanto a esa forma de ver el país de no considerarnos, incluso ya que se va planteando otro proyecto de nación, ya no se habla de los pueblos, sino sólo de los criollos, de los liberales y conservadores. En ese periodo se pone en riesgo otra vez el asunto de las tierras con la Ley Lerdo que decía que esas tierras eran ociosas, tierras muertas, ocupémosla y saquemos producción y producción. Lo mismo sucede ahí en nuestra región con las condiciones geográficas, con todo y eso, con las leyes de reforma hubo poca afectación ahí en el territorio de Atlapulco. Después de la Reforma está la cuestión de la Revolución, algunas haciendas empiezan ahí en Morelos, pero también en la región cerca de Atlapulco, en la parte baja donde había zonas de mucha producción del maíz también por las características geográficas del lugar y por el clima. Los mayores de igual modo participaron algunos en la Revolución, pero ha estado como muy presente siempre el conservar el territorio de manera colectiva. No es de una sola persona, esto ha sido lo que nos han trasmitido de generación en generación. El territorio es de todos, es de toda la comunidad.
Después de la revolución empieza la cuestión de los ejidos, las dotaciones, y un poco más adelante se da otro proceso de leyes, entonces hay la necesidad de que en Atlapulco se vuelva a promover el reconocimiento del territorio comunal. Es también en ese momento en el que se dan conflictos entre pueblos, conflictos agrarios y, de hecho, cabe mencionar que estos conflictos no han terminado. Si ustedes escuchan existen en Oaxaca, Veracruz y es que las resoluciones que se han dado por parte de los tribunales, son resoluciones en cuanto al territorio que no consideran la parte física sino que muchas veces se hacen desde el escritorio y ya cuando se da el momento de definir y entregarles a los pueblos pues sucede que se han pasado los límites a otro pueblo y eso ha generado muchos conflictos agrarios en esa región.
Y luego nosotros tuvimos en los años cuarenta un conflicto agrario y los comuneros de ese tiempo procuraron que hubiera una Resolución Presidencial. Entonces ya se nos otorga esa resolución presidencial que reconoce el territorio de Atlapulco para los comuneros. Una resolución presidencial que es el sustento legal y con eso defendemos nuestro territorio ante externos, con los tribunales y ante la ley. Bueno, eso se refiere a una parte legal, pero también tiene que ver con la parte histórica y la parte de identidad y la parte de reconocimiento de los comuneros que existen en ese territorio donde estamos. Esto de la resolución presidencial lo seguimos utilizando en los conflictos agrarios y en cuanto a la posesión de la tierra.
En 1960 y 1972 se da una situación complicada en Atlapulco; creo que si es importante tenerlo en cuenta porque ha marcado nuestra historia hasta el día de hoy. En los años de 1962, 1965, algunos comuneros empiezan a vender la tierra, se venden varias hectáreas y empieza a ver ese pensamiento en algunos comuneros y que no ha terminado con esa idea de “vamos a empezar a vender y vamos a obtener una ganancia individual para cada uno”. En algún momento viendo cómo estaba la situación, cómo se presentaba ese problema en aquellos años, incluso la misma Asamblea les dice “ya vendieron la tierra, ya hay externos a la comunidad, hay empresarios, pues ya para dejarnos de problemas y vamos a dejárselas”. Y entonces quienes habían llegado a comprar, ya tenían los espacios, pero no conformes con eso se empezaron a apropiar de lo que no les habían vendido, y entonces empezaron a cerrar caminos que son de todos. De ahí surgió la molestia de algunos compañeros y ya se dijo que eso no podía ser, no es como nos habían enseñado.
Sucedió un movimiento al interior de la comunidad, donde se organizaron algunos comuneros y entonces empieza todo un movimiento social y legal. Esta situación también tenía un pensamiento de fondo, que tenía que ver con algo que viene de siglos, que el territorio es de todos y es colectivo, comunal y que no puede apropiarse. Y ese pensamiento es el que estaba de fondo, esta organización empieza y entonces se logra con una serie de esfuerzos. Cuando nos platican los mayores son relatos que ahora con la distancia del tiempo uno los ubica como fundamentales porque esto es el conocimiento ancestral que viene de los pueblos. Y se logra recuperar esta tierra, este territorio que se había vendido, pero no fue un asunto fácil, hubo presos, y al final también hubo muertos, así de los dos lados, quien vendió y quien defendió. La comunidad sufrió una división por esas dos situaciones de enfrentamiento, pero al final, ahora con el transcurso del tiempo esto ha marcado la vida de Atlapulco.
En los últimos años ha habido cambios de leyes y eso hay que tenerlo muy presente, ya que ha pegado así muchísimo en todo el país. Los ejidos han empezado a vender, así han llegado inmobiliarias, empresas, casas, y esto ha sido a partir de las políticas y los cambios en las leyes que se implementaron después de la reforma del artículo 27. Creemos que si nosotros no hubiéramos tenido este antecedente de la defensa de la tierra de aquellos años, con este cambio que se dio a la Constitución ya muchos comuneros estuvieran ahí en el ánimo de querer vender. Con todo esto y el cambio de la ley agraria, ahí en Atlapulco eso no importa, pues pueden decir que se venda, pero nosotros tenemos esa memoria de que no se vende la tierra comunal y eso nos ha funcionado muy bien. Eso de conservar la tierra no es algo sencillo pues día a día nos estamos enfrentando a todas las transformaciones que se están dando en la región, incluso les decía que estamos muy cerca de la Ciudad de México, de la ciudad de Toluca, y esto también viene impactando en la forma de pensar de nuestra gente. Pero, como sea, se ha mantenido esta tierra y algo importante es que conservando los bienes comunales nos ha permitido tener control de nuestro territorio, autonomía, y dentro de esta autonomía también poder gestionar el territorio, poder generar fuentes de empleo y beneficios directos para la gente de la comunidad con base en lo colectivo.
En los últimos cuarenta años, la gente del pueblo y comuneros se han dedicado a la actividad turística, hay valles que por las condiciones geográficas, el bosque, agua, los han abarcado para el turismo y ahí trabaja la gente de Atlapulco en 90%. Y si no hay mucho, pues al menos nos permite tener algún ingreso y autonomía en cuanto a las decisiones que pudiera tener la cabecera municipal y hay poca migración en Atlapulco, casi no se van al extranjero sino que permanecen ahí en la comunidad. Estas son las partes fundamentales que han permitido fortalecer la vida en Atlapulco: los bienes comunales, la parte colectiva, el territorio, la autogestión, la autonomía.
Todo esto no es tan sencillo, y tiene que ver con otro elemento fundamental como cultura, como pueblo tenemos, que es la comunalidad, lo comunal. La comunalidad la hemos venido estudiando, reconociendo y entendiendo porque ha sido algo cotidiano. Esta comunalidad, esta identidad y esta cultura están muy relacionadas con el maíz. En un principio decía que no era algo que se produjera muchísimo para comercializar, pero el maíz siempre ha estado, ha sido la vida diaria de mi pueblo, y esta comunalidad se centra en el maíz. Es toda una cultura que está relacionada con los ciclos agrícolas, la cuestión sagrada, la vida diaria, se le da al maíz y se usa en la parte ceremonial, en las fiestas, en la convivencia que nos permite seguir recreando la cultura y en esa relación con el tiempo, con los ciclos agrícolas.
Tenemos la Asamblea comunal, en este espacio decidimos las decisiones fundamentales de la comunidad, por ejemplo, el uso del bosque o el cambio de nuestras autoridades comunales y todo lo que tiene que ver con el poder político. Al interior de las asambleas no hay partidos, pero eso no significa que no exista esa presencia. Hay comuneros que pertenecen a uno u otro partido, aunque esto no está presente en la Asamblea cuando se toman algunas decisiones; por ejemplo, para la elección de las autoridades comunales. Las Asambleas nos han funcionado y es el espacio definitivo, pero también tiene que ver con los comuneros, con otra interrogante que nos tenemos que ir planteando en los pueblos. Hay registros de comuneros (censos de comuneros), los registros legales donde está la gente del pueblo, pero se está dando otra situación en algunos registros de comuneros en esa región, hasta 1995, 1992, que no son reconocidos legalmente como comuneros, pero sí son originarios y tienen derecho de participar en las Asambleas. Entonces la cuestión es ¿qué va a pasar con esas nuevas generaciones? que son los que van recreando y haciendo la vida en comunidad. Sucede en Atlapulco y sucede en todos los pueblos de la región en donde estamos, pueblos otomís, pueblos nahuas, que los hijos de comuneros no están incluidos en este censo de comuneros. ¿Cómo se va ir haciendo este nuevo reconocimiento?
Pero los riesgos que implica este reconocimiento, incluso nosotros vemos al interior de la comunidad, nos estamos preguntando ¿vamos a reconocer a los jóvenes? Y como sea nuestra generación ha defendido la tierra, pero ya nuestros jóvenes que han salido, que se han formado y que han tenido otros conocimientos ¿van a ser capaces de seguir defendiendo la tierra? El compañero tepehuano nos explica que hay cierta desconfianza hacia los jóvenes porque no sabemos si son ellos mismos los que nos van a vender. Esta situación si la vemos como preocupante, pues decía de las ventajas de los bienes comunales, de autonomía en Atlapulco, pero no ha desaparecido ese interés de vender y de quererse seguir apropiando del territorio de manera individual, incluso al interior de la misma comunidad. Es ahí donde estos nuevos pensamientos de los jóvenes qué tanto nos van ayudar para seguir conservando el territorio, es una interrogante que nos venimos planteando. Es una realidad que se tiene que ir analizando en este proceso que se está dando en el cig y en el mismo grupo de trabajo “Tierra y territorio”, ese reconocimiento a los hijos de los comuneros cómo se va a dar, cómo vamos a seguir fortaleciendo y conservando la tierra comunal.
La comunalidad está aquí, pero también tiene que ver con la Asamblea, el trabajo colectivo que se ha venido realizando durante siglos. En estos trabajos no reina el dinero, es más bien esa voluntad, ese ánimo de trabajar en colectivo y para bien de todos. A pesar de nuestra cercanía con la ciudad y de que en los últimos años se ha venido perdiendo un poco la presencia de esto, todavía hace veinte años, las escuelas, la Iglesia y todos los espacios educativos, se construyeron con el trabajo comunal, incluso con los recursos económicos de la comunidad. A pesar de que somos un pueblo otomí, hñahñu, que está en toda esa región en el municipio de Ocoyoacac, al que pertenece Atlapulco. Hay varios pueblos otomís en donde se va perdiendo la identidad y los municipios que no han puestos atención a estas comunidades, y entonces, los pueblos con base en su trabajo se van organizando. Así, nuestra independencia del municipio de Ocoyoacac, nos ayuda a mantener nuestra autonomía, ya que ellos no pueden decidir sobre los acuerdos que tomemos, incluso sobre nuestro territorio, o en el nombramiento de nuestras propias autoridades. Hace dos años el Consejo de Mayores convocó a la elección de la delegación municipal porque es una figura del gobierno tradicional de ahí de Atlapulco que está relacionado con el ayuntamiento, pero nosotros decimos que es una autoridad que representa al pueblo ante el municipio, y no del municipio al pueblo. La comunalidad así es con la que está sustentada nuestra organización, la vida de los pueblos.
Ya como parte final de lo que estamos viendo en la región y ante este desconocimiento de algunos municipios cercanos (Lerma, Tequesquitengo, San Mateo Atenco y Xonocatlán), en donde no se ha puesto mucha atención a la cuestión de los bienes comunales, incluso los mismos pueblos van perdiendo la memoria y la relación con la tierra, con el territorio. Y han dejado un poco la parte legal, los bienes comunales, el ejido, y se está en la actualidad en toda esa zona de México-Toluca, viviendo la especulación inmobiliaria, la venta de tierra, los ejidos están desapareciendo, las generaciones que crecen, las tiendas comerciales, el dinero que se ha empezado a meter de quienes quieren agarrar la representación de la comunidad. Al no tener un control en las asambleas con sus autoridades comunales, es muy fácil que los comisariados comunales o ejidales puedan ser abordados por los representantes de empresas, de casas, de todos estos negocios. Ahí entre ellos es muy fácil que se pongan a negociar con la tierra. Y ahorita estaba recordando el caso de un pueblo muy cercano Santa Cruz Atizapán, de cómo los comuneros se fueron desvinculando de todo lo que implica la tierra, incluso a sus hijos ya nos les fomentaron la importancia de los bienes comunales y ahí el comisariado de forma sencilla se pone hacer negocios con una inmobiliaria. Ahorita sucede que vendieron 40 hectáreas de los bienes comunales y están construyendo casas, siendo un pueblo con las características de un pueblo indígena, en donde todos se conocen, hay una relación cotidiana, hay una tradición, hay convivencia, ahora entra esto de estas casas que va rompiendo esa estructura organizativa. Ante este desconocimiento, se dan estas situaciones de que se toman esas decisiones.
Otra problemática que ha provocado mucha división en los pueblos de esta zona es la entrada del tren que va a conectar la Ciudad de México con la ciudad de Toluca y atraviesa ejidos, comunidades. Por un lado, se han dado recursos para los comuneros y los ejidatarios, y quienes no tienen ese registro legal no les toca nada. Por ejemplo, en nuestro pueblo vecino, Acazulco, un pueblo otomí que durante años ha enfrentado el despojo: carreteras, un instituto de investigaciones nucleares, expropiaciones. Ahí han mantenido todavía la resistencia defendiendo lo poco que queda, pero ahora con el tren, metieron recursos con los comuneros y ejidatarios, y hubo un conflicto donde están nuestros límites, donde teníamos que marcar que ellos no pueden pasar a nuestro territorio y nosotros al de ellos. Hasta hace diez años no podíamos establecer esos límites porque era enfrentarnos entre los dos pueblos a balazos, muy complicado. Pero hace tres años nos fue muy fácil abrir una zona de límites y no hubo ninguna complicación porque quienes se están aprovechando de ese espacio son algunas personas de los comuneros de Acazulco. Entonces, quienes no están usufructuando, se sienten excluidos y dejan de defender la tierra. Esto es un ejemplo de esa división que se está generando en las comunidades por la compra de autoridades.
También está el problema del agua que tiene que ver mucho con esta forma de tenencia legal de la tierra y de cómo la ley ha venido transformándose para implementar el despojo. El tema del agua es más amplio, que nos podría tomar mucho tiempo, pero es algo latente que tenemos ahí en esa zona. Hay el interés de continuar defendiendo la tierra en algunos pueblos, pero no queda ahí sino que, tal como lo vimos en el cni, este despojo está yendo sobre los recursos naturales, agua, bosque y la misma tierra. Entonces quienes han defendido se van presos, y esa región en el Estado de México no escapa de esta realidad, tenemos ocho compañeros presos en un ejido cercano por la misma situación de la defensa de la tierra. Incluso en San Pedro Atlixco, una comunidad nahua, hay ocho presos por 50 años por la defensa del agua. Ahí se ha metido la cuestión del capital, del despojo en cuanto a la comercialización del agua y todo esto que está impactando en la región. Como también sucede cerca de Santa Fe, la zona de primer mundo de la Ciudad de México, por los pueblos de Tlaltenango y Santa Rosa; hay unos ejidos, comunidades, en los que el gran capital está yendo sobre el agua y la tierra de esos pueblos.
Así, en términos muy generales, esta es mi participación, un poco la experiencia que se vive en esa zona del centro de México y por qué entonces la importancia de seguir organizándonos, ir viendo cómo vamos a caminar con el Congreso Nacional Indígena y con los demás pueblos indios del país. Este momento que se planteó con Marichuy también cómo nos dio la oportunidad de podernos encontrar con otros compañeros, incluso de las mismas ciudades, y ahora sería pensar de qué manera vamos articulando nuestra organización.

Resistir con arraigo la mercantilización del territorio
Rubén Ávila Tena
S
i hay algo que distingue a los distintos conglomerados humanos como tales, es el sentido de pertenencia que desarrollan sus miem-
bros para identificarse entre sí. Es así como dichos grupos se aglutinan en torno a las mismas costumbres, creencias, cultura, lengua, modos de ver la vida, etc. Desarrollan patrones comunitarios que permiten diferenciar un grupo de otro, donde todas estas características distintivas de las poblaciones humanas, de una u otra forma requieren un espacio donde puedan ser conservadas, desarrolladas y tener sustento.
De allí la importancia que para los pueblos originarios tiene la preservación y acceso a las tierras y territorios que han ocupado tradicionalmente, porque es precisamente en estos espacios donde tienen la posibilidad de continuar desarrollando todas esas características particulares que los distinguen como un conglomerado humano específico. Pero no es sólo a dichos pueblos originarios a quienes les atañe esta preocupación, sino que a la luz de los derechos colectivos inherentes a todo conglomerado humano, es válidamente posible trasladar este derecho a exigir la preservación y acceso a diferentes espacios donde la vida comunitaria tiene su expresión, a otras colectividades que no tienen la característica propia de estar integradas por poblaciones originarias. Es así como por ejemplo, la lucha que sostienen los compañeros del Comité Salvabosque en defensa del Bosque El Nixti-
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cuil puede válidamente enmarcarse en la preocupación de preservar un espacio donde tienen manifestación las expresiones comunitarias del conglomerado humano al que pertenecen. Al igual la lucha de la comunidad Hñahñu de San Pedro Atlapulco responde a esta misma necesidad de conservar el espacio que hace posible su existencia como pueblo diverso.
En uno y otro caso, las amenazas que se deben enfrentar en la defensa de esos espacios territoriales, responden entre otras variantes a la lógica del capital de tratar de apropiarse de los recursos colectivos que se ubican en dichas tierras y territorios, para transformarlos en bienes de consumo de los que puede obtenerse una ganancia económica. De esta forma los recursos naturales, la biodiversidad, la cultura, etc. se ven amenazados por intereses inmobiliarios, madereros, mineros, de infraestructura para dotar servicios etc. que buscan romper con la concepción del espacio colectivo para imponer una visión individualista de apropiación de esos elementos con un fin meramente mercantil. Ante ello, las estrategias que los colectivos y comunidades aplican para tratar de evitar esta nueva colonización, resultan multidiversas pasando por la organización interna, la autogestión, el cooperativismo, el autogobierno, el trabajo colectivo, la interrelación con otras luchas colectivas, etc. Estrategias que en su conjunto buscan promover la defensa del espacio común frente al embate del capital que la mayoría de las veces cuenta con la complicidad de todos los niveles de gobierno.
La resistencia a perder el espacio colectivo donde lo diverso es posible, es la columna vertebral que hermana todas las luchas que se oponen a la intención del capital y su aliado el estado neoliberal, de apropiarse de las riquezas preservadas en estos espacios. Son luchas que en sí mismas entrañan el significado sagrado y primigenio de la vida. Así pues, las experiencias acumuladas por las luchas que se compartieron dentro de la mesa “Tierra y territorio”, resultan ejemplificadoras sobre la posibilidad de partir de la rebeldía creadora para generar nuevas formas de resistencia y organización que permiten oponerse a la tendencia neoliberal de tratar de mercantilizar lo común.

Aprendizajes y reflexiones desde mi aproximación a las luchas y al discurso de las mujeres indígenas
Gloria A. Caudillo Félix
A mis abuelos paternos:
mi nana Lolita, dulce y trabajadora india mayo
y mi tata Manuel, dirigente campesino del norte de Sonora,
asesinado por terratenientes.
No es que traigamos algo diseñado y decirles miren así tiene que ser.
Tenemos que pensar en cosas imposibles, porque de las posibles ya se ha dicho mucho. Marichuy

M
i interés por acercarme a los movimientos campesinos e indígenas, surgió desde mi memoria familiar por el lado de mi padre y comen-
zó con mi tesis de Licenciatura en Estudios Latinoamericanos, sobre movimiento campesino indígena en la revolución de 1952 en Bolivia. Desde entonces y partiendo de mi formación académica, he ido investigando sobre los distintos movimientos indígenas de la región principalmente a través del análisis de los discursos y acciones de sus líderes. Fue en octubre del año 2004, cuando asistía a la Segunda Cumbre
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Continental de Pueblos y Nacionalidades Indígenas de Abya Yala en Ecuador, que decidí acercarme específicamente al discurso de las mujeres indígenas, ya que en ese encuentro me percaté del papel tan importante que tenían las líderes, quienes participaron activamente en una mesa de mujeres y en la Asamblea General, en la que sus voces irrumpieron para cuestionar y proponer acciones de democratización dentro de los movimientos indígenas. Un compañero investigador que estaba a mi lado en la Asamblea comentó en broma, pero contento, que una vez hablando ni quien las callara. Y en efecto: sólo se necesitó que una de ellas se expresara, para que las demás participaran activa y críticamente. También observé, que aunque la ceremonia ritual inicial la encabezaba un Yachag o líder espiritual, quienes participaban con mayor convencimiento en la ceremonia eran las mujeres, mientras los líderes se distraían y platicaban entre ellos, lo cual me dio un poco de decepción, porque percibí que en muchos casos la espiritualidad era instrumentada políticamente por algunos de ellos para legitimar sus luchas y tener reconocimiento. Al comenzar el Encuentro, mientras estaba sentada en la primera fila de los asistentes, observé que en la mesa inaugural había solamente hombres, mientras dos mujeres líderes se preparaban para presentarlos ante nosotros y cumplían funciones operativas. Entonces pensé que faltaba que hubiera mujeres en esa mesa, pero curiosamente en ese momento, una de las presentadoras, dirigiéndose a ellos les dijo que esperaban que la próxima vez hubiera mujeres sentadas ahí, generándoles desconcierto y dejándolos perplejos sin saber qué decir ni hacer. A partir de ahí, comenzó a detonarse la palabra femenina a lo largo de la Cumbre.
En esa aproximación al discurso de las mujeres indígenas, observé que aunque cuestionaban a los compañeros y reivindicaban su papel dentro de los movimientos indígenas y en sus comunidades, no planteaban una confrontación con ellos, sino que el llamado era a luchar juntos para ser más fuertes. Sustentadas en valores culturales andinos como la complementariedad y la reciprocidad, ellas buscaban fortalecer sus demandas y reivindicar su cultura, pero también recuperar su propia memoria como mujeres, recordando a sus propias líderes. Cuestionaban las tradiciones que las afectaban, pero recuperaban elementos culturales que consideraban contribuían a fortalecer su cultura. María Vicenta Chuma señaló que tanto el hombre como la

mujer son imprescindibles y complementarios como el sol-padre y la tierra-madre pues “somos parte de un solo ser” y según la sabiduría de los ancianos “con las dos manos se amasa el pan”. En las conclusiones de la mesa de trabajo “Género y participación de las mujeres indígenas” en la que estuve presente como observadora, encontré tres elementos centrales:
• El primero es que las mujeres indígenas asumen su papel como guardianas de la sabiduría ancestral y reivindican su papel como madres y generadoras de vida, que luchan y resisten junto con los hombres, por la reivindicación de sus derechos colectivos.
• El segundo elemento es la exigencia hecha a los pueblos indígenas para hacer efectiva y protagónica la participación de las mujeres en los procesos organizativos políticos y sociales.
• Y el tercero es el llamado a practicar “con objetividad” la espiritualidad indígena, los valores culturales y la riqueza de la sabiduría de las mujeres. También piden ser congruentes con la ética y la moral de los ayllus o comunidades y con los conceptos de complementariedad y armonía (Caudillo Félix, 2011: 73).
Considero que esta toma de conciencia de las mujeres indígenas tiene que ver mucho con la experiencia organizativa en la que ellas han ido irrumpiendo poco a poco a través de la lucha conjunta que comienza desde espacios locales, donde ellas son las más explotadas, pero en la que las demandas van más allá de su situación como mujeres, pues los pueblos indígenas sufren distintas opresiones y coinciden principalmente en la defensa del territorio. Pero también tiene que ver con el entramado comunitario y la visión integral de su cultura, que no fragmentan los planos de la realidad como en nuestra sociedad capitalista en la que se separa “lo que está unido en la práctica”, parafraseando a José Nun, politólogo argentino. Otro elemento es que las mujeres indígenas poco a poco han tenido acceso a estudios profesionales y eso les permite acercarse a otros conocimientos, pero también a confrontarse con la sociedad que las discrimina y a valorar su propia cultura, lo que detona su identidad como pueblos indígenas.
En México, la visibilización de las mujeres indígenas se da con la irrupción del movimiento zapatista el 1 de enero de 1994 y la elaboración previa de la Ley revolucionaria de mujeres (ezln, 1993), luego de una consulta en las comunidades indígenas. La comandanta Ramona impulsora de esta ley revolucionaria, se convirtió en un símbolo de las mujeres zapatistas y fue la principal oradora cuando se conformó en la Ciudad de México el Congreso Nacional Indígena (cni), que agrupó a la mayoría de las organizaciones indígenas del país y en la que ella leyó un mensaje del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln) en el Zócalo el 12 de octubre de 1996, donde se señala la frase que recorrió el país y el mundo: “Nunca más un México sin nosotros”. Enferma gravemente de los riñones, Ramona tuvo que quedarse hospitalizada en el Centro Médico Siglo xxi en cuyo auditorio fue celebrado el encuentro y donde participamos más de 3 000 personas, entre delegados, observadores e invitados. Recuerdo que tuvimos que esperar horas para que Ramona llegara y descansara después del viaje, para poder hablar frente a nosotros. En el cierre de su discurso, después de haberse conformado el cni, los miles de asistentes entonamos emocionados a ritmo de rap el himno zapatista.
Un momento culminante de la participación de las mujeres en el movimiento zapatista, fue en el cierre de la Marcha por la Dignidad Indígena, iniciada en Chiapas el 24 de febrero de 2001, que recorrió varios estados de la República y llegó al recinto que alberga el Congreso de la Unión para exponer sus demandas a diputados y senadores. Ahí, en el centro del poder, la comandanta Esther tomó la palabra y señaló:
Mi nombre es Esther, pero eso no importa ahora Soy zapatista pero eso tampoco importa en este momento Soy indígena y soy mujer y eso es lo que importa ahora.
Esta tribuna es un símbolo.
Por eso provocó tanta polémica.
Por eso queríamos hablar en ella y por eso algunos no querían que aquí estuviéramos.
Y es un símbolo también que sea yo, una mujer pobre, indígena y zapatista, quien tome primero la palabra y sea el mío el mensaje central de nuestra palabra como zapatistas (ezln, 2001).
Observamos que el movimiento zapatista hizo emerger la palabra de los pueblos indígenas y en esa lucha, las mujeres han ocupado un lugar central que expresa la necesidad de darles voz, pues como dice la comandanta Esther, es un símbolo que sea ella, mujer, pobre e indígena la que tome la palabra. En su discurso hay una triple reivindicación: de género, de clase y de raza, ya que ellas han sufrido esta triple opresión de larga duración. Y aunque se reivindica como mujer, no deja de lado las otras opresiones que sufren los pueblos indígenas, ni su lugar como parte del movimiento zapatista. Esa es una constante que observamos en el discurso de las mujeres indígenas organizadas. No pretenden luchar de manera fragmentaria o sólo reivindicando su situación de género, sino que saben que la lucha es conjunta e integral, pues es la garantía para fortalecer su movimiento y transformar la realidad.
Esa postura la observé en mi asistencia al primer nivel de la Escuelita Zapatista en agosto de 2013, a la que fuimos invitadas personas de diferentes lugares del país y del mundo por el ezln, pues aunque las mujeres siguen teniendo una gran carga en sus comunidades, el proceso organizativo y la construcción cotidiana de autonomía, las ha ido liberando y sus compañeros han ido también tomando conciencia de la importancia de caminar juntos y darles voz y su lugar a las mujeres. La Ley Revolucionaria de Mujeres ha sido muy importante para que las zapatistas confronten su realidad con las demandas y derechos expuestos en ella desde 1993.
A mí me tocó asistir al Caracol Morelia (iv) y desde que llegamos, observé la gran organización de los zapatistas, pues tanto hombres como mujeres, hacían fila de un lado y de otro, para que una vez registrados, nos recibiera nuestro Votán o guardián/guardiana para acompañarnos a lo largo de nuestra estancia. La asignación de nuestra guardiana no estaba predeterminada, sino que se nos acercaban en la medida que íbamos llegando, así que nuestra acompañante podía ser de cualquier edad. Yo tuve de guardiana a una muchachita de 14 años, Nayelli, que me condujo al auditorio para escuchar a la Junta de Buen Gobierno darnos la bienvenida y en el que sus integrantes, mitad hombres, mitad mujeres, nos comentaron sobre los contenidos de los cuatro libros que íbamos a leer a lo largo de la semana, en el que nos explicaban a través de testimonios, su proceso organizativo, las dificultades que enfrentaban y los avances tenidos en la construcción de la autonomía. El tomo ii estaba dedicado especialmente a la participación de las mujeres en el gobierno autónomo.
Las compañeras de la Junta de Buen Gobierno señalaron que antes de que se organizaran eran discriminadas y estaban bajo el dominio de los padres y esposos. Tampoco tenían oportunidad de ir a la escuela, por eso muchas no sabían leer ni escribir, ni hablar español. Amelia nos dijo que el despertar de las mujeres se dio con el Ya Basta del 1 de enero de 1994 y desde entonces: “hemos sabido resistir a nivel zapatista…vamos avanzando, junto con los compañeros en el trabajo que se hace en colectivo…”. Andrea señaló que ya hay participación de las compañeras en los tres niveles de gobierno aunque no ha sido fácil, ha habido obstáculos, pero han sabido resistir y avanzar (Caudillo Félix, 2014: 2).
Las mujeres zapatistas recuperan la memoria para mostrar su situación antes de organizarse y no dejan de lado la crítica a la dominación de sus padres y esposos, así como a los obstáculos que van enfrentando, pero no excluyen a los compañeros, sino que señalan que el avance ha sido en conjunto y en el trabajo colectivo.
En los testimonios del texto Participación de las mujeres en el gobierno autónomo, podemos ver una posición crítica y autocrítica sobre el papel de las mujeres en el proceso organizativo y en la construcción de autonomía, pero también hay una insistencia de la necesidad de luchar todos y todas y no sólo las mujeres. Es como una construcción de humanidad lo que se quiere –nos dice Yolanda, promotora de educación– es lo que estamos tratando de cambiar, otro mundo es lo que se quiere.
Es la lucha de todo lo que estamos haciendo hombres y mujeres, porque no es una lucha de mujeres, ni es una lucha de hombres. Cuando se quiere hablar de una revolución es que van juntos, va para todos entre hombres y mujeres, así se hace la lucha (ezln, 1993: 25).
Ellas mencionan que además de derechos tienen obligaciones y están conscientes de que para avanzar en la autonomía tienen que ocupar cargos. Y aunque luchan por sus derechos y tratan de cumplir con la Ley Revolucionaria de Mujeres, una compañera zapatista señala que no se pretende negar sus derechos a los compañeros:
Lo que queremos es que haya igualdad de derecho, que nuestros compañeros nos entiendan, que nos apoyen un poco, pero también nosotras apoyar a nuestros compañeros para ir juntos caminando, para buscar el camino donde sí podemos avanzar en nuestra lucha (ibid.: 58).
Para ellas “todo es en colectivo” y las decisiones se toman en conjunto. Caminan preguntando en todo lo que hacen y se plantean cómo cambiar las ideas para lograr la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Una compañera zapatista del Caracol iv señala:
Yo siempre he platicado en mi zona que la educación tiene que ser dentro de la casa, tenemos que enseñar a los niños a lavar la ropa, los niños tienen que aprender a agarrar su comida y lavar su plato, los niños tienen que aprender a trabajar en la cocina y las niñas tienen que aprender a trabajar en el campo (ibid.: 59).
Observamos en el discurso de las mujeres indígenas un pensamiento intersubjetivo en el que el otro es un sujeto al que se toma en cuenta en la lucha y no se pretende invertir el orden, sino lograr un equilibrio para construir relaciones sociales más justas para todos y todas. También podemos ver que no sólo hay una mirada hacia afuera, sino que ellas se van resignificando y construyendo en la medida que caminan. Hay una postura autocrítica sobre su quehacer cotidiano y eso les permite tomar conciencia de cómo avanzar como ellas dicen. No sólo pretenden que cambien los hombres, sino que ellas mismas buscan cómo cambiar para construir en colectivo un mundo mejor. Y ese cambio los incluye a todos, su propuesta es que también niños y niñas desde pequeños tienen que aprender a compartir el trabajo doméstico y productivo.
El trabajo organizativo y la puesta en común de sus límites y potencialidades también han generado la toma de conciencia de los hombres, que entre sus tareas organizativas tuvieron que leer la Ley revolucionaria de mujeres, traducida a las diferentes lenguas de sus comunidades. Y aunque en las comunidades zapatistas se sigue observando la gran carga que tienen las mujeres, que además participan en distintos cargos o en la organización de colectivos, ellos a lo largo de la lucha se han ido dando cuenta de la necesidad de la equidad entre hombres y mujeres. En uno de los videos que nos proporcionaron al llegar a la Escuelita Zapatista, elaborado por bases de apoyo y miembros de las Juntas de Buen Gobierno, un compañero señala:
Como organización nos dimos cuenta de la importancia de las compañeras. Es mentira lo que el mal gobierno dice que la mujer es débil…en nuestra organización es caso contrario…también tenemos que reconocer que a nosotros los compañeros nos ha sido difícil entender que una lucha no puede ser completa sin la participación de las compañeras (ezln, 2013).
Cuatro años después de la Convocatoria para participar en el primer nivel de la Escuelita Zapatista y en vísperas del proceso electoral 2018 en nuestro país y durante la conmemoración del 20 Aniversario del Congreso Nacional Indígena en octubre de 2016, se propuso conformar el Concejo Indígena de Gobierno (cig) con representantes mujeres y hombres de comunidades indígenas de todo el país y una vez que se hizo la consulta y se eligieron concejales y concejalas, se convocó a una asamblea del cni en el cideci-Unitierra de San Cristóbal, Chiapas los días 12 y 13 de octubre de 2017, para poner en común la propuesta de la elección de una vocera del Concejo Indígena de Gobierno para que recorriera el país, llamando a organizarse y a recabar firmas para ser candidata independiente a la presidencia de México. Se nombró a María de Jesús Patricio Martínez (Marichuy), indígena nahua de Tuxpan, Jalisco, quien ejerce la medicina tradicional, donde fundó una casa de salud para atender a su pueblo y ha sido miembro del Congreso Nacional Indígena desde su conformación.
Un compañero del cig señala:
La primera tarea del Concejo Indígena de Gobierno junto con Marichuy será recorrer México para hablar y explicar cómo está la situación en que estamos indígenas y no indígenas, reconocer nuestros dolores, invitar a organizarnos para resistir y construir otra forma de vida para nosotros los pueblos y todo México (Colectivo El Zenzontle, 2017).
Se decidió elegir a una mujer, de la misma manera que en la marcha de 2001 se postuló a la comandanta Esther para hablar en el Congreso de la Unión, pues las mujeres indígenas son las más oprimidas y explotadas, por lo que tienen que ser visibilizadas y hacer escuchar su palabra. El recorrido de Marichuy, quien fue acompañada por otras compañeras concejalas y por concejales de diferentes comunidades, comenzó en los Caracoles Zapatistas en donde, además de la vocera, hablaron comandantas zapatistas ante la algarabía y el colorido de mujeres y hombres asistentes a los actos de bienvenida.
En uno de los actos, en el Caracol de Oventik, como vocera del cig, Marichuy señaló:
Es la hora de sacudir este país y agitar en cada rincón de él, de organizarnos en cada espacio, en cada barrio, nación y tribu, en cada ciudad, en el campo, y en las ciudades, de no dejarnos, de organizarnos, de gobernarnos de acuerdo a nuestras formas propias, ejerciendo y tomando el destino en nuestras manos, sin esperar a que otros lo hagan por nosotros…pero sobre todo es la hora de las mujeres que luchan y se organizan por nacer su libertad, por nacer su patria nueva con justicia, por nacer un mundo nuevo de paz y diferente sobre las ruinas que el sistema capitalista y patriarcal van dejando por todos lados. Es el momento de que las mujeres nos organicemos sí, por el respeto de nuestros derechos, pero también por todos y por todas porque en nosotras está la fuerza para empujar esta enorme lucha (Patricio Martínez, 2017).
Marichuy invita a organizarse y a desplegar formas autogestivas desde abajo y desde los distintos espacios del campo y las ciudades y se dirige especialmente a las mujeres para que luchen por sus derechos pero también por los derechos de todos y todas. El llamado a “nacer un mundo nuevo” y a “la fuerza para empujar” la lucha, nos remite metafóricamente al parto, a la capacidad de las mujeres de hacer nacer un mundo de vida, frente a un mundo de muerte. En el discurso se equipara la situación de las mujeres con el despojo y la destrucción de la madre tierra: “…porque este sistema que se nombra capitalista y patriarcal tiene como base el despojo y la dominación de nuestra madre la tierra y la dominación y el control de nosotras las mujeres”. Esta identificación de las mujeres con la tierra reafirma su papel de dadoras de vida y la necesidad de liberarnos de la dominación, para contribuir a la liberación de todos y expresa la estrecha relación que los pueblos indígenas tienen con la naturaleza. Entonces, la propuesta es liberarnos del sistema capitalista, no sólo los seres humanos, también la madre tierra.
En el recorrido por Los Caracoles, también hablaron concejalas y comandantas zapatistas. La comandanta Everilda, en Guadalupe Tepeyac, que fue el primer lugar visitado, después de la bienvenida y dentro del acto “Arte y Cultura”, hizo un recuento de la situación de las mujeres en el campo y en las ciudades que sufren distintas formas de desigualdad y violencia, sobre todo las mujeres indígenas, pero también las mujeres trabajadoras que no ganan un salario digno o sufren las condiciones de explotación en las minas, industrias y fábricas. Al referirse a sus pueblos, señaló que las mujeres indígenas son maltratadas y humilladas en las comunidades y no tienen voz en la toma de decisiones. Y ante este panorama adverso, destacó que las mujeres zapatistas “…estamos demostrando que sabemos organizarnos y decidir por nuestro futuro”. Expuso como se fueron organizando y participando, por lo que ahora tienen acceso a los tres niveles de gobierno, pueblos, municipios y zonas y participan 50% en las Juntas de Buen Gobierno o como promotoras en las distintas áreas. Y afirma:
Nuestra situación ha cambiado tanto que como ejemplo podemos decirles que ya muchos de nuestros compañeros aceptan quedarse en nuestras casas cuidando nuestras hijas e hijos cuando nosotras salimos de nuestras casas para ir a desempeñar nuestros trabajos en la lucha (ezln, 2017).
Finalmente, luego de presentar el panorama de las mujeres en México, principalmente de las mujeres indígenas y de comunicarnos lo que han hecho ellas como zapatistas y lo que han avanzado, Everilda llama a que “…se organicen en sus lugares y con sus modos para defenderse y luchar”.
La comandanta Miriam en el Caracol Morelia también hizo un recuento de la vida de explotación por los patrones hacia sus abuelas y abuelas y de cómo al liberarse del yugo del patrón y sembrar la tierra en colectivo, ellos traían ese pensamiento hacia las mujeres y las maltrataban, no iban a la escuela porque ellos pensaban que “sólo servimos para la casa, sólo servimos para cuidar niño”, pero –da– gracias a la organización que:
…nos dio este lugar como mujeres, pero falta mucho por hacer para poder tomar ese lugar. Y ese lugar es lo que nosotros tenemos que ocupar…pero tampoco no quiere decir que nosotros lo vamos a despreciar a los compañeros a que nosotros somos más que ellos (ezln, 2017).
Miriam hizo un llamado a las mujeres a luchar y organizarse “…donde quiera que estemos compañeras, en nuestra colonia, en nuestro paraje, en nuestro centro de trabajo, es lo que nosotros les pedimos, compañeras”.
De nuevo podemos ver que se recupera la memoria para recordar la situación en la que vivían ellas en las haciendas y después en sus pueblos, para luego señalar la importancia de la organización zapatista y la necesidad de seguir luchando para tener su lugar, pero no pretenden invertir la realidad poniéndose ellas por encima de los compañeros, sino buscar el equilibrio. Miriam, al igual que los demás zapatistas, no “da línea” de lo que las mujeres del campo y las ciudades deben hacer, sólo exponen el modo en que ellas han luchado para cambiar su situación e invitan a organizarse. Esa ha sido la insistencia del ezln durante los últimos años y el mensaje final de la Escuelita Zapatista, así como la propuesta del cig y de su vocera Marichuy en el recorrido por el país.
Marichuy visitó muchos lugares y comunidades, acompañada de concejales y concejalas y adelante siempre iban con ella mujeres representantes de distintos pueblos. Las imágenes de los lugares del recorrido, comenzando por los Caracoles zapatistas, estuvieron llenos de colorido, de alegría y de fiesta y en los actos además de Marichuy hablaban otras concejalas y concejales. No era una campaña pre-electoral, era el llamado a conocerse y conocer las distintas luchas y dolores y sobre todo a organizarse.
La trayectoria y la lucha de nueve concejalas y de la vocera del cig, Marichuy, fue presentada en un hermoso reportaje realizado por Gloria Muñoz Ramírez de Desinformémonos en enero de 2018, que también fue publicado como libro. En el reportaje es presentada cada una de ellas en video, texto escrito y fotografías de sus lugares de origen. La riqueza de estas entrevistas es enorme, porque nos permiten acercarnos a las condiciones de diferentes pueblos y a la lucha de sus concejalas. Por cuestiones de tiempo y espacio, en esta ocasión he seleccionado dos entrevistas, en las que destaco su mirada de mujeres, como parte de la propuesta organizativa del cig.
Rocío Moreno, concejala del pueblo de Mezcala, Jalisco situado en la ribera del lago de Chapala, estudió la Licenciatura en Historia en la Universidad de Guadalajara y volvió a su comunidad para participar en la lucha por la defensa del territorio. Como historiadora buscó rescatar la memoria de su pueblo apoyada por la gente mayor que le fue contando la historia de Mezcala y la lucha de resistencia. A través de talleres y en diálogo con los ancianos se decidió primero leer el Título primordial de Mezcala para que todos lo conocieran y lo comentaran. A partir de ahí se elaboró un tríptico que se difundió en los nueve barrios, con apoyo de la Asamblea de comuneros. Rocío comenzó a participar en el Congreso Nacional Indígena, luego de que como Asamblea se unieron a la organización y participaron en La Otra Campaña de 2006.
Rocío está casada y tiene una hija que su esposo cuida cuando ella tiene que salir a las reuniones del cni y ahora del cig y recalca que no es una ayuda sino que es “algo que nos toca a los dos”. Comenta que el compartir la misma historia e identidad “…ayuda a que entendamos que estamos en lo mismo y que si tengo que salir es porque hay una lucha del pueblo, no un trabajo personal, sino de la comunidad”. Ella habla del machismo en los pueblos y en las organizaciones y pone como ejemplo a las mujeres zapatistas que en sus comunidades “exigieron y ganaron el lugar que les corresponde” y “…sería una pérdida de tiempo no hacer lo mismo que hicieron ellas, porque tenemos el machismo y el racismo inyectado en nosotros y este es el momento para denunciarlo y cambiarlo”. La lucha organizada y el trabajo que va más allá de lo individual, refuerza la solidaridad de su compañero. Igualmente, la participación de la Asamblea de comuneros en el cni y ahora en el cig, donde las mujeres tienen un lugar especial, contribuirá seguramente a que se vayan trastrocando las relaciones de género en el interior del pueblo, aunque la lucha es larga como dicen las zapatistas.
Gabriela Molina, concejala del pueblo comca’ac o seri, estudió parte de la secundaria y la preparatoria en Bahía de Kino, Sonora, que está cerca de su comunidad y a una hora de Hermosillo donde estudió Gastronomía en el plantel de la Universidad del Valle de México y presentó una propuesta culinaria de comida típica de su pueblo, agregando otros ingredientes. Posteriormente estudió la Licenciatura en Ciencias Políticas en la unam. Regresó a su pueblo y se organizó con otras mujeres para luchar contra la minería y defender el territorio. Desemboque –al que ella pertenece– y Punta Chueca son las dos comunidades comca’ac, y la Asamblea Tradicional de su comunidad la eligió para que los representara en el Concejo Indígena de Gobierno.
Al referirse a su papel de concejala, Gabriela señala: “somos muchas compañeras las que estamos en esto” y todas “…tenemos un trabajo en nuestras comunidades, no es que una concejala haya sido nombrada nada más por bonita o por equis razón. Todas tenemos una trayectoria, muchas son maestras, mujeres que trabajan con la medicina, que están en la lucha social defendiendo el territorio”. No niega el machismo de su pueblo, pero afirma que: “…siempre hemos levantado las mujeres la voz para animar a los hombres a que den el paso para defender el territorio” y señala que “antiguamente la nación comca’ac era matriarcado”. Ella es hija del actual gobernador seri y nieta de la única mujer que ha tenido ese cargo. Para ella, el machismo llegó hace algunos años y fue también porque algunas mujeres se casaron con hombres blancos.
El pueblo seri vive principalmente de la pesca y para Gabriela el mar “es la sangre de todos nuestros ancestros y también el lugar donde sobrevivimos…es también la parte espiritual de nosotros. Si nos quitan el mar, nos quitan la vida”. Observamos en ella, al igual que con las otras mujeres indígenas, la estrecha relación con la naturaleza, en este caso el mar, que es vinculado con la parte espiritual de ellos, por lo que no se separan los planos de la realidad social, natural y de sus antepasados. Recupera la memoria femenina para recordar que en tiempos ancestrales las mujeres dirigían a las comunidades y destaca el protagonismo de las mujeres en la lucha por el territorio, aunque observamos que en las comunidades seris los gobernadores son hombres y es excepcional que haya una mujer al frente. La conformación del cig, sin duda, les ha dado un papel primordial a las mujeres y esto seguramente contribuirá a recomponer las relaciones de poder en las comunidades y entre hombres y mujeres. Igualmente, el que las mujeres indígenas poco a poco tengan acceso a estudios profesionales y salgan de sus comunidades, las lleva a confrontar su identidad, pero también a reforzarla.
Aprendizajes y reflexiones
Mi acercamiento a la lucha y al discurso de las mujeres indígenas me ha hecho replantearme mi mirada de mujer ante la realidad e interpelar algunas de nuestras prácticas, dentro de la sociedad actual. Considero que el capitalismo ha fragmentado nuestra visión y aunque se han logrado avances en las demandas de las mujeres y es una lucha de años que sigue siendo importante para confrontar al sistema y democratizar los distintos espacios, muchas veces se cae en el juego del poder, al movernos con sus propias reglas y eso dificulta que se logre fisurar a la “Hidra capitalista”. Por otro lado, la fragmentación de la lucha de las mujeres y el priorizarla por encima de las demás, así como el no salirnos de las reglas del sistema, nos impide visualizar otros mundos posibles en el que como dicen los zapatistas, todos tengan su lugar. Las mujeres indígenas organizadas saben que la lucha es conjunta y que hay distintas formas de opresión que plantean la búsqueda de unidad no sólo entre los pueblos indígenas, sino con todos los sectores que sufren la dominación del capitalismo, planteando la necesidad de la organización para confrontarlo, fisurarlo y trascenderlo.
La colaboración colectiva genera conciencia e impide la confrontación radical, pues la lucha va más allá de las contradicciones de género y potencia la posibilidad de generar autonomía y construir otro tipo de relaciones sociales. Y es que, mientras nosotras vivimos en una sociedad individualista que fragmenta y nos impide organizarnos, para las mujeres indígenas que tienen formas de vida comunitaria, la confrontación y separación entre ellos atenta contra los lazos colectivos. Quizá por eso, al recuperar la memoria, atribuyen el machismo a la influencia del mundo externo, en el caso de las zapatistas a los patrones y en el de la concejala Gabriela, principalmente a los hombres que llegaron de fuera de la comunidad.
Ensimismadas en una lucha de género solamente y faltas de empatía para sensibilizarnos sobre la necesidad de entender y apoyar otras opresiones y otras luchas no lograremos “avanzar” mucho, como dicen las compañeras zapatistas. Eso no significa que no sigamos buscando democratizar los diferentes espacios, incluyendo los familiares, ni que no nos indignemos y actuemos ante la violencia que se ejerce cotidianamente sobre nosotras y es cada vez más cruenta, como los feminicidios.
Otro elemento a tomar en cuenta es que en nuestra sociedad la inmediatez es una constante y nos desesperamos cuando vemos que las cosas no cambian, mientras entre las mujeres y los hombres zapatistas que caminan preguntando y avanzan paso a paso, el tiempo es otro y saben que la lucha es larga, luego de más de 500 años de resistencia.
Las mujeres indígenas, en estrecha relación con la tierra y la naturaleza, se valoran como dadoras de vida y transmisoras de la cultura en sus comunidades, mientras nosotras, que hemos sido devaluadas en el ámbito doméstico, muchas veces cuestionamos nuestro papel de madres, de cuidadoras y de transmisoras de conocimiento. Estoy de acuerdo con que ser madre depende de la decisión sobre nuestro cuerpo y no de una imposición cultural, y que tenemos que democratizar las relaciones en los espacios domésticos compartiendo responsabilidades con los demás, pero perdemos de vista el placer amoroso de dar vida y nuestro vínculo estrecho con la tierra y la naturaleza, porque el sistema capitalista nos ha cosificado, separado y fragmentado y caemos en su propia trampa.
Esto no significa que las mujeres indígenas vivan un paraíso doméstico, de hecho tienen condiciones más extremas que nosotras, e incluso ellas han cuestionado los usos y costumbres que las dañan y la dominación de sus padres y esposos, pero al organizarse y participar colectivamente, están replanteando y democratizando también las relaciones y los roles cotidianos. Necesitamos “salirnos” de los marcos culturales que nos han impuesto y pensarnos de otro modo, no caer en la inversión del orden sólo disputando privilegios y poder dentro del mismo sistema, porque nos movemos en las mismas claves. Escuchar a las mujeres indígenas, sin pretender ser igual que ellas, nos acerca a otra realidad y nos permite abrirnos a formas diferentes y al mismo tiempo complementarias por ser mujeres, pero necesitamos también escuchar su propuesta de construir un mundo en el que quepamos todos y todas a partir de la lucha cotidiana y común que incluya las diferencias pero también las complementariedades que nos permitan avanzar y fisurar al sistema dominante.
Y me llegan preguntas como: ¿qué podemos hacer las mujeres urbanas para acercarnos a otras luchas y compartirlas?, ¿cómo generar conciencia de la situación de las mujeres desde nuestros espacios, sin caer en confrontaciones estériles ni en posturas esencialistas?, ¿cómo ser congruentes entre el decir y el hacer en nuestra vida social, política, amorosa y cotidiana y no reproducir los mismos valores que nos han introyectado?
Así como las compañeras zapatistas caminan preguntando para ver en que han avanzado y lo que falta por hacer, ya que se van construyendo entre todas y con todos, necesitamos ser autocríticas e interpelarnos (sin culpas) también a nosotras mismas porque no somos perfectas y reproducimos valores y prácticas que nos afectan y afectan a los demás, pero también tenemos un enorme potencial para transformar-nos y transformar el mundo y nuestras realidades cotidianas.
Las compañeras zapatistas hablan de que tienen rabia, pero esa rabia no “gira en redondo” parafraseando a Frantz Fanon, sino que las impulsa a construir autonomía con los compañeros y confrontar al poder dominante. Ellas son las más oprimidas y lastimadas, pero nos incluyen a todos y a todas en su invitación a organizarnos.
En mi asistencia a la Escuelita Zapatista las recuerdo con sus trajes coloridos haciendo una valla con los hombres para recibirnos y ofrecernos sus alimentos y sus casas sin esperar nada a cambio y entonces, mi corazón se enternece y pienso que ahí está la esperanza amorosa en la que todos y todas debemos participar, desde nuestros lugares y a nuestro modo, construyendo comunidad y relaciones de poder horizontales, no sólo entre las mujeres, sino articulándonos con otras luchas y sujetos que, como los zapatistas buscan transformar esta realidad opresora que la “Hidra capitalista” despliega cotidianamente en todos los espacios en los que se reproduce.
Y sí, esta mirada soñadora que tengo, principalmente de las compas zapatistas, puede que sea vista como ilusión o exageración desde una visión puramente racional, o estrictamente académica o “científica”, pero en mi caso, que conviví con ellas y percibí su solidaridad y su ternura, me han alentado a seguir creyendo en la utopía de la construcción desde abajo de un mundo en el que quepamos todas y todos. Organizarnos no es nada fácil, pero también podemos caminar luchando desde nuestra realidad, siendo congruentes y desplegando valores de justicia, respeto, solidaridad, honestidad y empatía con compañeros y compañeras en nuestro trabajo, con la familia y en los distintos espacios donde nos desenvolvemos cotidianamente.
Bibliografía
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Liderazgos, discursos y utopías. Buenos Aires: Elaleph.
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Muñoz Ramírez, Gloria (2018). Flores en el desierto. Desinformémonos, enero. Disponible en http://floreseneldesierto.desinformemonos. org/
Patricio Martínez, María de Jesús (2017). Palabras de María de Jesús Patricio Martínez, en Oventik, el 19 de octubre. Disponible en https://actividadesdelcigysuvocera.blogspot.mx/2017/10/palabras-de-maria-de-jesus-patricio_19.html (consultado 10 de enero de 2018).

Testimonios desde el
Seminario Mujeres Antipatriarcales
Mujeres Antipatriarcales
Q
ue nuestras prácticas como mujeres antipatriarcales construyan, hoy, otro mundo
Primero, señalar que la idea de construir el espacio del Seminario, hace ya tres años y medio, surgió como una necesidad sentida por un grupo de mujeres que desde la amistad, en un primer momento, coincidimos en el ámbito universitario y, después, buscamos ampliar esa coincidencia con otr@s familiares y amig@s. Teníamos en el centro la preocupación de reflexionar en torno a cómo cada integrante estábamos siendo mujeres –y hombres (aunque ellos muy pronto dejaron de asistir)–, y de lo que estábamos enfrentando en cada uno de los espacios de nuestras vidas, en un tiempo de violencia generalizada, de guerra abierta contra la tierra, contra todos los abajos y, de manera muy clara y extendida, contra las mujeres, a través de violencias de todo tipo: doméstica, feminicidios, acoso sexual, violaciones, trata, explotación, injusticia, despojo, discriminación, racismo, invisibilización, entre otras.
Fuimos entendiendo colectivamente que las lógicas, pensamientos, sentimientos, emociones y prácticas patriarcales se han ampliado, extendido y profundizado con el capitalismo, y ahora no sólo nos atraviesan en todas esas dimensiones, sino que nos constituyen instalándose hasta la médula de nuestros huesos. El ir teniendo conciencia, poco a poco, de que la contradicción está instalada en nuestros modos de ser, hacer,
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sentir, pensar, imaginar, etc., nos ha motivado a continuar explorando en nuestras prácticas las expresiones violentas, autoritarias, individualistas, competitivas y más, propias de este orden patriarcal. Además, nos ha permitido asumirlas desde una reflexión autocrítica que no se conforma ni autoconsuela con el hecho de sabernos contradictorias y autoantagónicas, sino que nos exige y anima para seguir transitando el difícil camino de una autoconstrucción que parte precisamente del reconocimiento de lo que individual y colectivamente queremos cambiar, para reintegrar todas las fragmentaciones que nos han sujetado hasta hoy. Lo hacemos desde un horizonte antipatriarcal y, por tanto, anticapitalista, y asumiendo un compromiso ético-político con nosotras mismas y con la sociedad otra que pretendemos construir, viviéndola desde el aquí y el ahora, a partir de todas las aportaciones de nuestras propias experiencias y de las que en ese mismo sentido hemos recogido en nuestros encuentros con otras mujeres (del pasado y el presente).
Para mí, poder mirarlo no ha sido una tarea fácil cuando, al mismo tiempo, en las dinámicas del Seminario se han expresado en mis participaciones las maneras de ser y hacer patriarcales que tienen que ver con la competencia; con el intento de imposición de “verdades últimas” que marquen la “línea correcta” de nuestras reflexiones; e incluso, en algunos momentos, con la agresión verbal directa a quienes no piensan como yo y, en muchos otros, con la poca disposición de simplemente guardar silencio y solo escuchar, para desde ahí abrir la posibilidad del encuentro, del respeto recíproco, de la conexión que permita retejernos y formar comunidad. Desafíos que también intento asumir en cada reunión.
Aún con todas nuestras (mis) contradicciones y antagonismos, hemos querido trascender el discurso y hacer que nuestras prácticas cotidianas, en todas las trincheras en las que nos movemos, expresen esa voluntad, primero de conciencia y, junto con ella, de transformación de las mismas. Queremos que eso suceda para construir entre nosotras y con las-los otr@s, nuevas relaciones de comprensión, respeto, escucha atenta, solidaridad, colaboración, afecto, etc., encaminadas a construir una sociedad otra. Una sociedad con autonomía, autodeterminación, autogobierno y autogestión de la vida toda, con equilibrio entre mujeres y hombres de la comunidad y de ésta con la madre tierra, en la que el patriarcado, su violencia machista, y el capitalismo no tengan lugar.
Queremos tener cada vez mayor claridad en cuanto al lugar que buscamos construir para nosotras, en el que mujeres y hombres desde nuestras diferencias logremos una sociedad distinta, reivindicando como mujeres nuestra intuición, sensibilidad, percepción, creatividad, etc., y afirmando nuestras capacidades como sanadoras, cuidadoras, procreadoras, productoras y más. Una sociedad en la que podamos ir reintegrándonos como mujeres completas en tanto cuerpo, conciencia, inconsciencia, memoria, historia, tiempo, espacio y movimiento permanente.
Es en todas las direcciones mencionadas antes, que el Seminario de Mujeres Antipatriarcales se constituye para mí –y creo que para todas–, en un espacio de lucha, necesario y vital, que hay que seguir alimentando con nuestras experiencias, reflexiones y prácticas, así como las que nos aportan mujeres de otros espacios y tiempos.
La voluntad de acompañarnos en la diferencia y contradicción
Ya no me siento sola. Esta frase retumba en mi mente y corazón cada vez que nos reunimos, en mi cotidiano. Hace más de tres años que comenzamos a compartir un espacio de reflexión antipatriarcal, que en lo personal, me ha colmado de alegrías y retos. A mediados de 2014 una amiga muy querida, a la cual conocí en la universidad, me habló e invitó a un seminario de mujeres. La proposición me pareció excelente y oportuna, de inmediato acepté. Esa tarde de sábado conocí a mujeres inteligentes, críticas, conscientes, rebeldes y con voluntad de cambiar todo lo impuesto a nuestro ser. Con estas últimas palabras no intento idealizarlas, simplemente cuento la primera impresión que obtuve de ellas.
La propuesta era revisar textos sobre la teoría patriarcal y feminismos. Lecturas interesantes, críticas al sistema capitalista actual. Escritas desde otras formas de investigación y realidades, que por lo general no se analizan dentro de la academia. Los conocimientos adquiridos y las profundas reflexiones, han sido muy importantes en la construcción de mi postura ante las situaciones de violencia que atravesamos las mujeres.
Somos mujeres de distintas generaciones, de diferentes contextos, con formas de ser, pensar y sentir que se contraponen, sin embargo, nos une la convicción de crear una vida digna desde nuestros rincones. A pesar de la importancia de analizar las lecturas y sus aportes a la comprensión de las realidades violentas que enfrentamos, para mí la práctica más valiosa de nuestro espacio ha sido la compartición de nuestras historias de dolor, de rupturas, nuestras experiencias de vida que nos obligaron a repudiar el machismo que está enraizado en la sociedad. Al conocerlas desde el corazón construí tejidos de esperanza y solidaridad. Más que un seminario de estudio antipatriarcal, ellas se convirtieron en compañeras, amigas, ahora las quiero, a todas, aunque algunas ya no concuerden en posturas políticas ni en el Seminario.
Nos acostumbraron a la violencia, aprendimos a vivirla como algo normal. Naturalizamos los malos tratos, la discriminación, las ofensas, el acoso y la cosificación de nuestros cuerpos. ¿Qué hacer frente a tanta maleza impuesta a las mujeres?, ¿cómo concientizar la violencia sistemática en la que nos desarrollamos? Vivía en la incertidumbre de no saber qué hacer con tanta rabia y despojo, sentía que mis pensamientos no tenían sentido, que era una etapa de locura e inconformidad que quizá se pasaría. Pero me di cuenta que mi rebeldía no era pasajera, con ella construí mis convicciones para caminar en esta vida. No encontraba un espacio de empatía y comprensión, me sentía sola, las mujeres de mi familia no percibían las violentas realidades en las que habitamos. Así que integrarme a este seminario llegó en buen momento, fue una luz de esperanza y desafíos, no es nada fácil hacer colectividad entre mujeres, pero la peor lucha es la que no se hace. Me atreví a compartir mis dolores y amarguras, porque para sanar necesitas expresar, sacar todo afuera. Me atreví a ser yo misma, contar las realidades que vivo y observo, a criticar-criticarme.
En medio de muchas contradicciones, aprendí a escuchar-escucharlas, a reconocer sus historias. Puse a flote mis miedos y mis prejuicios. Deje a un lado la idea de los privilegios de algunas mujeres, para cavilar que todas en cualquier clase social somos violentadas, que todas tenemos algo que decir y que protestar. Que el intento de organizarnos nunca muera, a pesar de nuestros miedos y egoísmos. Estar siempre dispuestas al diálogo autocrítico, comunicarnos con honestidad y respeto. Construir confianza desde nuestras diferencias, aceptando el ritmo que cada una lleva en su proceso de liberación. Llevar en marcha todos estos desafíos es nuestro verdadero campo de batalla.
Más allá de un seminario
Hace ya tres años, quizá un poco más, una amiga me invitó a pertenecer a un grupo que buscaba reunirse periódicamente, para discutir lecturas sobre el sistema capitalista y patriarcal que atraviesa nuestra sociedad. Me pareció muy interesante. Para entonces, yo cursaba la licenciatura en sociología y recién estaba aprendiendo sobre los estudios de género, algunas de las posturas feministas, incluso, apenas y masticaba lo que significaba patriarcado. Pronto dije que sí.
Desde entonces, reunión tras reunión ha sido una andanza maravillosa. Estar en este grupo me ha dado más de lo que yo esperaba. Por un lado, todo el conocimiento teórico que he aprendido: sobre el abanico de feminismos que existen, las luchas de mujeres de otras partes del mundo, historias, lecturas, autoras, por mencionar algunos aspectos. Pero no sólo eso, también he reído a carcajadas, llorado, emborrachado, bailado… He conocido mujeres (también hombres) increíbles, que ahora considero amigas. Es súper chido, poder crear estos espacios porque quieres, y no porque tienes que cumplir una currícula. En ellos hasta te puedes dar el lujo de discutir temas que van desde el posicionamiento de los feminismos negros, hasta el significado y uso de la palabra casualidad, mientras te bebes una chela.
Junto a estas mujeres me siento apapachada, fuerte y rebelde.
Y creo que, a pesar de las contradicciones que hemos tenido y seguro seguiremos teniendo, a pesar de que no seamos siempre las mismas, vale la pena seguirlo intentando. Por nosotras.
Más allá de un seminario, para mí, este espacio es una isla en un océano que de pronto pareciera que quiere ahogarnos.
La enorme distancia
Muchas veces sentía distancia entre mis emociones, pensamientos y acciones. Durante mucho tiempo (y no es cosa que haya quedado resuelta) me sentí distante de mi misma. Esto causaba muchos remordimientos, incertidumbres y culpas. No hay peor sentimiento que la culpa. Yo era la primera que me juzgaba. Constantemente las mujeres sentimos que por arte de magia debemos tener nuestros procesos personales resueltos para cumplir con lo que te exige el cotidiano y si no, es que algo estamos haciendo mal. Esto también genera un sentimiento de soledad y te distancias de los demás. Pensamos que los demás son felices y nosotras somos las que estamos fallando en algo. Esa es una de las grandes inteligencias de la modernidad hacernos sentir solas-solos y aisladas-aislados.
A mi vida, hace algunos años, llegaron unas mujeres con todos los colores, texturas y pensares en forma de un Seminario Antipatriarcal. Es una bella historia de mujeres locas, inteligentes y bellas por igual que se reúnen cada mes para beberse todo lo escrito, dicho y hecho. Cuando se juntan se rompen muchas fronteras: gritan, cantan, bailan, se enojan y se quieren. A veces sólo queríamos ser escuchadas, validadas, simplemente apoyadas. No hay que idealizar, porque el proceso no ha sido fácil y qué bueno que no lo sea, por eso nos valoramos.
Por los ires y venires de la vida la distancia se hizo presente, ahora más fuerte que nunca por un cambio de ciudad. Pero ahora pienso en ese espacio físico que nos separa como la oportunidad que ellas me bridaron para ser Cecita, dirigirme a mí misma con cariño y pensar que cuando haya una situación difícil (siempre las hay) no estoy sola, estamos mis hermosas mujeres a quien extraño con el corazón y otras más a quien no conozco, pero que en el camino andamos. Me acepto, tomo conciencia de humanidad compartida, respiro y vuelvo a empezar… así todo el tiempo. Y aunque por el momento estemos un tanto separadas, sembraron muchas semillas que busco plantar en mi entorno inmediato. Recuerdo cada carcajada, risa y llanto que compartimos. Y como lo hacía Chavela Vargas, le rindo homenaje a la enorme distancia.
Mujeres en resistencia, contra y más allá del patriarcado
La idea de reunirnos como grupo, surgió de un deseo por compartir, reflexionar y conocer-nos entre las mujeres que formaríamos parte del colectivo. En ese momento no había una claridad de cómo sería la dinámica y después creo que tampoco la tuvimos. Lo que sí sabíamos era que queríamos juntarnos para conocer otras voces de mujeres que están pensando, escribiendo, luchando y transformando un sistema que nos han impuesto a fuego y sangre por miles de años.
La mayoría de las mujeres que nos empezamos a juntar veníamos de un ambiente académico: alumnas, ex alumnas, profesoras de ciencias sociales. En nuestras reuniones pronto se empezó a notar nuestro rechazo a lo que tradicionalmente se hace en los seminarios; leer, discutir y hasta luego. Nosotras decidimos hacer las reuniones en nuestras propias casas, cocinar, beber y escuchar nuestros días cotidianos. Cada una de las mujeres que participamos aunque compartimos nuestras formaciones, también tenemos muchas otras actividades distintas de las que podíamos hablar. Así que cada vez más se hablaba de nuestras inquietudes, nuestras preocupaciones y poco a poco dejamos de discutir las lecturas, para voltear a mirarnos a nosotras, por supuesto que esa dinámica no ha sido nada sencilla, porque tenemos distintas personalidades, edades diversas y aún todavía metido al patriarcado en nuestras mentes.
Pronto se integraron a nuestras reuniones mujeres que tienen otras profesiones, así que el espacio se enriqueció. En algunas ocasiones llegaron a ir hombres que estaban interesados en saber qué hacíamos, qué posturas teníamos. No permanecieron, así que nuestro espacio siguió su curso.
Las lecturas que escogimos todas absolutamente todas me hicieron eco en mi cabeza y en el corazón. Al momento de hacer consciente al sistema patriarcal como un sistema de opresión, muerte, competencia, egoísmo, división y su representante más álgido el sistema capitalista quise de alguna manera dejar de reproducir muchas formas que lo representan y, poner en práctica la solidaridad entre nosotras las mujeres, la escucha, dejar el protagonismo, el autoritarismo. Porque también como mujeres que somos reproducimos mucho de lo que nos subyuga.
La experiencia de estos años para mí ha sido la de conocer grandes y maravillosas mujeres que me han enseñado, que han caminado conmigo y espero yo con ellas en nuestro propios haceres y espacios. Pese a algunos conflictos que han surgido, considero que vale la pena defender nuestras reuniones, luchar por ellas, porque si no, sería seguir en la reproducción de lo que estamos cuestionando y justo eso es lo que no queremos hacer. El camino que nos queda es el de largo aliento, el de la compartición, la esperanza, la ruptura de prejuicios, la amistad, el amor y el deseo por transformar, trastocar, cimbrar y crear el mundo que queremos vivir hoy. Tenemos la confianza de que entre nosotras están lazos que hemos venido tejiendo juntas, que nos abrazan, nos hermanan, nos animan, nos alegran y sobre todo nos dan la consciencia de sabernos acompañadas.
Grupo de mujeres antipatriarcales: de la razón al corazón
La invitación a formar parte de un grupo de mujeres me llegó con la expresión “vamos te va a gustar, se discuten temas sobre mujeres, tú tienes mucho que aportar”. Estas palabras se confirmaron cuando, en la reunión, mi amiga me presentó “Sara es socióloga, maestra en desarrollo humano y otros estudios”. En ese momento comprendí que en este grupo de mujeres mis conocimientos e intelecto tenían que estar al día, y que mis aportaciones tenían que ser fruto de la reflexión. En las sesiones siguientes me sentí con la exigencia de leer y comprender, pero, sobre todo, rescatar lo que me era significativo. Durante ese periodo yo transitaba hacia una crisis existencial que llegaría al final del año, este factor me impedía atender los comentarios desde la razón, más bien desde el corazón, sin embargo, aún no tenía la confianza de compartir lo que me sucedía. El único modo en que pude estar fue escuchando y sintiendo. Era inevitable.
Aunque mi necesidad era más quedarme en casa, estar en un grupo de mujeres me gustaba, me motivaba encontrarnos, vernos, compartir el vino o la chela. Me parecía que había una magia derivada de que todas éramos mujeres y eso me unía a ellas… sentía una sensación de complicidad. Esa magia me atraía y me parece que se alimentaba con la empatía que se asomaba de vez en vez, cuando algún texto evocaba nuestro sufrimiento de ser mujer en una cultura patriarcal en su fase más perversa, reflejo de un capitalismo nauseabundo. En algunas sesiones las compañeras cuya complexión es robusta expresaron su maltrato y dolor de vivir en un mundo donde la delgadez se sobrevalora, esta sesión en particular, tocó mis emociones porque pude comprender el sufrimiento de mi hija quien también heredó un cuerpo grueso. El impacto de escuchar a esas mujeres del grupo me interpeló a situarme frente a mi hija en otro lugar de comprensión y de acompañamiento, la vida de mi hija había sido hasta ese momento de luchar con comentarios de rechazo a lo que ella es, de visitas con nutriólogos, dietas… y yo, su madre, no tenía conciencia de esa autoflagelación.
En el grupo predominaba la reflexión, el diálogo y la discusión. Algo significativo que observé fue dos visiones distintas en nuestras posturas como feministas. Todas coincidíamos en el rechazo a la posición de subordinación frente al hombre en la que el patriarcado nos colocó, no obstante, las mujeres mayores, con una vida recorrida, coincidíamos en que la lucha de las mujeres tenía que ser a la par con los hombres, esto para mí fue una grata sorpresa. Después de leer las teorías feministas de los años setenta y recorrer un cacho largo de vida fuera de la academia, me llevó a comprender que el patriarcado con su actual rostro capitalista cosifica no sólo a las mujeres sino también a los hombres, y que la lucha no es contra el hombre y su expresión machista que los lleva a una vida vacía y frustrante al final de sus vidas, de la misma forma que a las mujeres (sin olvidar que la posición de las mujeres es peor por la subordinación en la relación con los hombres en la que el patriarcado nos situó), sino con el sistema capitalista y su fundamento patriarcal.
“Feminismos negros” fue la lectura que más me significó, será porque percibe la lucha de las mujeres como la lucha de mujeres y hombres contra un sistema social perverso en donde no se escapa nadie, y donde los más golpeados son los débiles y los “diferentes” a la raza hegemónica: los negros, los morenos, los indígenas, las “gordas”, el gay, los “discapacitados”, los pobres, los ancianos, las mujeres, etc. Será, también, porque invita a diferenciar los relatos, es decir, el discurso de las mujeres feministas de los países desarrollados de ninguna manera puede ser el mismo relato de las mujeres de países “subdesarrollados”, de igual forma la experiencia de una mujer de clase social alta no es la misma que las mujeres en condición de pobreza, ni la de una mujer blanca a la de una negra. Será porque este texto nos invita a reconocer que no hay un solo feminismo, y que entonces tendremos que hablar de los feminismos. Y finalmente porque rescata la valía, no sólo reivindicativa sino también académica de la mujer común: tan importante es la voz de una doctora en sociología como la de una empleada, una campesina. Feminismos negros invita a que se escuchen las voces de todas las mujeres; esto, definitivamente, me sedujo.
Debido a mi estado emocional y el carácter de seminario que tenía nuestro grupo, hizo que echara de menos la apertura de los corazones, las relaciones entre todas eran de amabilidad, cordialidad, y escucha. Pero afuera estas características no se reflejaban en mi relación con algunas de las compañeras, lo cual lamenté. Sin embargo, en la última sesión que asistí descubrí que el carácter racional y reflexivo de nuestros encuentros en algún momento de forma muy sutil, dio paso a un vínculo de aprecio y amor: esa noche de un tema estudiado y listo para discutir se pasó a la apertura del corazón, entre secretos compartidos, sentimientos expuestos, lágrimas, risas y abrazos, por primera vez me sentí cercana y miré al amor que sentía por todas.
Reuniones para reflexionar sobre el patriarcado
Todo comienza con la invitación de mi hermana, que es profesora de la Universidad de Guadalajara, a integrarme a participar en sus reuniones junto con otras maestras y alumnas de las carreras de humanidades, para reflexionar sobre temas relacionados con el patriarcado. Yo, con formación musical como cantante y maestra de hatha yoga, sentía que tenía poco que aportar, pero lo cierto es que tenía la inquietud de conocer más sobre el tema y con gusto me integré.
Fue una sorpresa darme cuenta de que lo que yo concebía como una postura liberal y positivamente feminista aún tenía mucho por pulir y revisar, que como mujer me enfrentaba en lo cotidiano a una serie de patrones que seguían afirmando un sistema patriarcal y difícilmente me daba cuenta de ello, y que si lo hacía, muchas veces no tenía forma de desarticular de manera eficaz dicho patrón.
Reunirme con mujeres mucho más jóvenes, que establecían una afirmación femenina desde otro lugar, me hizo comprender que yo estaba en esa generación de mujeres que habíamos soñado con la liberación, que pudimos incluso estar un paso adelante de nuestras madres y abuelas, pero que aún teníamos mucha libertad que construir. Es un camino difícil el tomar conciencia del reto que implica esa construcción, Clarissa Pinkola describe el camino de las mujeres para encontrarse con su mujer salvaje, que es aquella que está conectada con su propia naturaleza y lograr trascender los cánones de conducta impuestos artificialmente, un trabajo que empezamos las mujeres cuando nos reunimos a reflexionar. Ese es el paso más dulce, lo difícil es cuando se trastoca nuestra vida y vamos al fondo para tener de verdad una transformación profunda y defender el poder decidir hasta dónde nuestro cuerpo, nuestras relaciones en todos los ámbitos: madre, esposa, trabajadora, compañera.
Cito del libro Mujeres que corren con lobos de la referida autora:
“A media noche la doncella aparece flotando por el bosque con sus sucios andrajos, su cabello desgreñado…
– ¿Eres de este mundo o no eres de este mundo?
– Antes era del mundo, pero no soy de este mundo.La psique siempre vigila su propio proceso está aguardando que llames a una puerta, golpees una piedra, te comas una pera o aparezcas sin más, para anunciar tu llegada al mundo subterráneo.
Las mujeres lo saben.
Hablan de un destello de luz.
El demonio en su doble naturaleza de aquella que da la vida y la quita.
El regreso de la mujer al mundo subterráneo obligada a luchar contra el demonio disfrazado de mandatos culturales” (2007: 579-581).

A partir de estas citas escribo el siguiente poema:
Nada es mío, pero me aferro porque me enseñaron a hacerlo, como si fuese lo único que me hiciera pura, me desangro cuando me son arrebatados la belleza, el amor o el tiempo.
El dolor me lleva de regreso a las profundidades, me ahogo, muero y renazco siendo otra, la que no quieren reconocer los otros, la que ya no le pertenece a nadie, la que ya nada necesita porque descubrió su propia fuerza. La tradición tiene otros nombres, se vuelve maestra, entonces la entrega de nuestra libertad nos es devuelta, en un nuevo tiempo y con una salvaje belleza.
Agradezco el que este Seminario me ha permitido acercarme a mujeres maravillosas, que me han enseñado lo prioritario que es permitirse expresar sin juicios, por ello me atreví a escribir poesía, desde la esperanza y el dolor, ese que vengo cargando de las generaciones de mujeres que me antecedieron. Quiero despedirme compartiendo otro de los poemas que a partir de estas reuniones escribí en agosto del año pasado.
Mujeres de mil pedazos Soy pureza contenida en una piel suave, en un cuerpo redondo, en unos jugosos labios; pero me enseñaron de ellos: el miedo, la culpa y el pecado. Soy la libertad de unos ojos asombrados, de una mente inquieta, de un corazón generoso; amordazada en el grito:
¡prohibido!, ¡silencio!, ¡vergonzoso! Aprendí a inventarme palabras con todos mis retazos, con las miradas de todas las que tuvimos que ocultar el llanto. Vasijas rotas, miel derramada, mujeres enteras de mil pedazos.
Organizándonos en la escucha y el respeto
Si hemos de practicar el ejercicio de escuchar, en un grupo debemos estar. A veces una no se da cuenta de todas sus violencias y contradicciones hasta que está dentro de un grupo de mujeres que trata de romper con todo eso. Es una afrenta difícil, por mucho tiempo una piensa que el hecho de saber la teoría ya nos hace capaz de poder afrontar el mundo real. Es, pues, que hace un año o tal vez más, me puse en actividad, quería encontrar respuestas prácticas a esa teoría que tanto me había enamorado, los feminismos, los estudios de género. Era urgente, había sido un periodo duro el que se vivía en Guadalajara, los niveles de violencia se habían desbordado en el último par de años, 2015… 2016… En Guadalajara sonaba una alerta de género, pero sin trascendencia real, mientras tanto mujeres seguían “apareciendo” muertas y el pánico se apoderaba de los cuerpos, que tal vez no lo gritaban pero vaya que lo podíamos sentir a través de la depresión, el miedo, la rabia, la tristeza, y solo surgía al menos en mi cabeza y no dudo entre otras hermanas más: ¿cómo podía ser posible?, ¿qué podíamos hacer?, ¿volver a casa y encerrarnos?, ¿hasta cuándo?
Así que todo empezó con Federici, el seminario al que me uní, tenía estas bellas mujeres que iban a argumentar al respecto de su teoría pero que después no sólo era el aspecto académico el que tocábamos sino también el lado personal. Discutíamos nuestras razones por posicionarnos de tal o cual lado, aunque aún ahora sea difícil definir dicotómicamente uno u otro, lo cierto es que cada una nos encontrábamos desde nuestras trincheras y con nuestras propias violencias, tal vez con los mismos miedos, pero no los mismos retos. Había que lidiar y pasar cada una un aspecto definido de nuestra vida, y parecía tan complicado encontrar una fórmula que nos diera pie a avanzar.
Fui de las últimas en unirme al grupo, encontré un grupo ya de amigas que habían pasado mucho tiempo juntas, que habían compartido historias y discusiones y que ya se conocían más de lo que yo podía imaginar. Una de mis reflexiones fue lo maravilloso que es poder llevar lo académico fuera de las aulas y poder formar un espacio de confianza donde se pudiera escuchar el testimonio de todas y aportar un poco con el tuyo, enriquecernos con esos puntos de vista tan divergentes o tan parecidos.
Yo pretendía poder entender la práctica de “caminar la palabra” como había leído en alguna ocasión. Me pareció tan pertinente a mí, una estudiante de ciencias sociales, con una realidad tan avasallante y desbordante, reafirmar que lo que aprendía en la escuela no era solamente a debatir con el discurso, sino también a través de acciones para cambiar por lo menos, y no con poco valor, el rumbo de mi vida misma. Estaba asustada, deprimida, necesitaba reafirmar la idea de que la vida no es tan deprimente, tan violenta, tan inhumana como las noticias nos relatan día a día. Por eso creo que fue tan importante este grupo, porque se formaba de mujeres de distintas generaciones y de distintos porvenires, que habían vivido el academicismo versus la realidad, y que estaban allí, en un ahora, en el mismo espacio en el que yo, quizá, con las mismas inquietudes y hasta dolores, que buscaban, y esto ya es mera idealización mía, lo admito, encontrar entre cercanas y extrañas, la solidaridad y el acompañamiento que tanto nos hace falta.
Entendí, más que aprender, los caminos brumosos y bellos que se forjan en esta ruta que es la comunión entre mujeres. También desmitifiqué o desidealicé que los espacios que se construyen a través del diálogo no pueden también reproducir violencias y que tenemos que trabajar muy duro, haciendo sobresalir el amor, la comprensión, el respeto, la ternura y la sinceridad, para poder dar pie a un andar distinto al que la historia nos sigue contando, como un ciclo interminable. Encontré grandes amigas y compañeras, que permanecen afuera y dentro de este grupo, un grupo que fluye y que a veces corre contra marea y otras veces se revuelca y traga sal; es un grupo de mujeres que lucha en el cotidiano y que respeto por declararse humano.

Mujeres
Patricia Moreno Zalas
M
i nombre es Patricia Moreno Zalas. Soy de una comunidad wixárika al norte del estado de Jalisco. Cuando yo tenía 9 años, mi papá y mi mamá se separaron y desde entonces tenía un sueño: ser alguien en la vida para apoyar a las mujeres que han sufrido violencia intrafamiliar. Desde entonces empecé a estudiar primaria, secundaria y preparatoria.
En las comunidades nuestras, ha sido dificil para salir, que una mujer pueda irse de su comunidad. Uno porque es mujer y no tiene el apoyo de nuestros papás, a veces nuestros papás no tienen económicamente pues no nos apoyan porque es difícil, y además para dejar el pueblo está muy retirado, son más de catorce horas para llegar aquí. Fue difícil salir de mi pueblo y estudiar mi secundaria, porque en ese entonces no había secundaria en mi comunidad. Me tuve que salir de mi comunidad desde los 13 años. Terminé mi secundaria y preparatoria en Tepic y después regresé a mi comunidad: tuve familia de 16 años. Hoy mi primer hijo ya tiene veintitrés años. Después de que dejé mi estudio, después de 8 años, regresé nuevamente a estudiar, a participar en mi comunidad.
En la región wixárika las mujeres casi nunca participan en las reuniones, nunca salen a convivir con las demás compañeras, pero fue ahí, creo que mi primer participación como mujer en mi comunidad, y romper esa cadena que nos tiene arrinconadas. Fue difícil para mí
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porque todos me rechazaban, todos me decían, “esa mujer ha salido fuera del contexto de la cultura wixárika”, porque soy una persona que ha luchado como una mujer que rompió el récord wixárika dentro de la cultura porque salí a otras comunidades, a otros estados, a conocer diferentes organizaciones que me invitaron. Después empecé a apoyar a las mujeres que tienen problemas, que viven en su mundo. Desde 1998 empecé a participar como mujer dentro de mi comunidad con las hermanas en cuestiones organizativas, después empecé a perder el miedo y comencé a participar en las asambleas de 2011 a 2008. Colaboré en diferentes reuniones, talleres estatales, como mujer indígena wixárika.
Conocí a un amigo que estaba haciendo su servicio en ese entonces, hoy está en la Comisión de Derechos Humanos, como presidente, el Dr. Alfonso Barrón, gracias a él tuve una beca como mujer. Me dio una beca, estuve en un diplomado en México, cuatro años, de 2010 hasta 2014. Regresé a mi comunidad para apoyar y hacer consciencia a las mujeres que sufren de violencia y empecé a participar en diferentes asambleas para llevar el tema lo que es equidad de género. Muchas veces me rechazaron porque el tema no era conocido, el tema era nuevo: que yo estaba loca, que yo no tenía que hacer nada en la comunidad, porque la comunidad tenía otra cultura. Y empecé a acercarme con las autoridades agrarias, con las autoridades tradicionales, cambié el tema de equidad de género, tuve que llegar culturalmente cómo convivimos, cómo nos tienen como mujeres, cómo nos ven, a pesar de que muchos dicen las mujeres son parte de la cultura, pero en la vida real no es así. Empecé a acercarme con las autoridades para intercambiar las ideas y así ir ganando la confianza de las autoridades agrarias y autoridades tradicionales y sobre todo de la gente, las mujeres.
En todas las asambleas me invitaron a participar, y así fui ganando mi espacio como mujer, donde hoy en día estoy participando en tres comunidades: San Sebastián, Santa Catarina y mi comunidad San Andrés Cohamiata. Ha sido difícil mi caminar, pero mi sueño se ha logrado, porque hoy en día ya en las tres comunidades tenemos mujeres como autoridades en las mesas agrarias y en las mesas tradicionales también y locales. Tengo mujeres que hoy están ejerciendo su derecho como autoridades, en ese espacio; desde ahí empezamos a elaborar lo que es el estatuto comunal donde ya plasmamos el derecho de la mujer al acceso a la tenencia de la tierra. Ese era un sueño de lograr y llegamos a plasmar desde la comunidad. Después me nombraron como Consejo Consultivo de la Comisión Estatal Indígena, a nombre de las tres comunidades representé tres años. Hoy llevo cinco años en la Comisión Estatal Indígena a nombre de mi comunidad que me nombraron a través de las tres asambleas comunitarias.
Ahí aprendí que las instituciones trabajan a nombre de las comunidades, pero no hacen los trabajos como deben ser. Nos hace mucha falta algo en materia indígena, como mujeres no tenemos derecho a ejercer nuestra participación mucho menos en las vías políticas.
El pueblo wixárika es un grupo étnico muy conocido y numeroso del estado de Jalisco. Se concentra principalmente en el norte del estado en el municipio de Mezquitic y Bolaños, Villa Guerrero, Huejuquilla, y comparte su asentamiento con otros estados como Nayarit, Durango y Zacatecas. Además de los municipios, históricamente constituye el asentamiento pueblo wixárika-huichol, más conocido como huichol, Mezquitic y Bolaños. Los municipios que albergan una cantidad considerable de población indígena en la zona urbana más importante de la entidad son Zapopan, Guadalajara, Tlaquepaque, Puerto Vallarta, Tonalá y El Salto en el estado de Jalisco.
Lo anterior se explica en que la población que ha emigrado al estado busca seguramente mayores oportunidades de trabajo. Jalisco es un estado caracterizado por sus grandes desigualdades, y los pueblos indígenas no somos ajenos de esta situación. Sobre esta población existen datos alarmantes relacionados con la práctica de violación de Derechos Humanos fundamentales; sin embargo, no encontramos datos precisos que nos dé cuenta de lo mismo, y a veces nos hemos preguntado, a pesar de que el estado de Jalisco es el tercer estado más reconocido económicamente, nosotros los pueblos originarios estamos olvidados.
Durante más de quinientos años las mujeres somos las que hemos sufrido, las mujeres indígenas, las más olvidadas, las más… que siempre hemos sido humilladas. La vida que pasaron nuestros abuelos de diferentes violaciones como son: violencia intrafamiliar, violencia de la comunidad, violencia laboral y docente, violencia institucional, violencia educativa, violencia de salud. Siempre las que más han sufrido a lo largo de la historia somos las mujeres indígenas. Así como era la vida de antes, esa vida que vivieron nuestros abuelas y abuelos solos con los patrones, así tienen a nuestros hermanos de este país, por eso como
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mujeres de este país necesitamos organizarnos. Porque vemos que hay muchas desapariciones; somos madres las que estamos sufriendo, este dolor, esta gran tristeza por nuestros hijos desaparecidos, nuestras hijas muertas.
Porque ahora en este sistema, aparte de que estamos humillados, estamos desaparecidos… aparte de todo nos vienen a matar. Por eso hoy con esta iniciativa del Concejo Indígena de Gobierno (cig), estamos invitando a todos ustedes, gente de la ciudad que nos organicemos para salir adelante con nuestra organización. Estamos invitando a que se organicen como pueblo, gente de la ciudad y del campo. No nada más el tema indígena también los problemas de la ciudad porque las mujeres sufren doble, tal vez porque han sido más violentadas las mujeres que viven en la ciudad. Por eso como Concejo estamos invitando a todas aquellas organizaciones, que nos han acompañado siempre, pero también estamos invitando a que nos ayuden a plasmar el derecho de la mujer a este proyecto tan grande que tenemos para la nación mexicana. 
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Ximena de Santiago Ramírez Valeria Aguirre Pedroza Gilberto Guerra Hernández
“Me enseñó el Viejo Antonio que uno es tan grande como el enemigo que escoge para luchar, y que uno es tan pequeño como grande el miedo que se tenga. ‘Elige un enemigo grande y eso te obligará a crecer para poder enfrentarlo. Achica tu miedo porque si él se crece, tú te harás pequeño’ (…). Nosotros le tenemos miedo al olvido, al que hemos ido achicando a fuerza de dolor y sangre. Somos, por tanto, grandes”. Subcomandante Insurgente Marcos
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n México, las y los jóvenes nos enfrentamos a un mundo que nos llena de dolor. La injusticia reflejada en la violencia, homicidios, femini-
cidios, desapariciones, trata y tráfico de personas, desempleo, asaltos, impunidad, explotación, despojo, desprecio y represión. Pareciera que ser joven significa vivir la violencia, sobrevivirla desde el miedo…
La mayoría de las y los jóvenes nos vemos inmersos en estas problemáticas, pues padecemos de oportunidades reducidas, deterioradas (esto es un hecho) lo que nos coloca en el foco y parte de redes de violencia que se multiplican a nuestro alrededor y toman diferentes formas y matices. Aun así, pareciera que con vocación fortalecida, hemos sido, somos y seremos capaces de realizar acciones, de organizarnos, de buscar alternativas, de fecundar la esperanza… Justamente desde
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Jalisco y desde la zona metropolitana de Guadalajara, nos posicionamos y enfrentamos las contradicciones de ser hoy jóvenes que se levantan desde el escenario de la muerte.
Así pues, en un estado de emergencia que perturba la paz, a pesar de tantos obstáculos nos sumamos a la escucha de los ignorados, compartimos la voz entre los sin voz y construimos nuestras propias demandas. El llamado del Concejo Indígena de Gobierno (cig) resonó en nuestros corazones haciendo palpitar la búsqueda de la justicia, la rebeldía, la dignidad y puso a andar nuestros pies. Hizo posible trazar las líneas del bosquejo de otro mundo posible, llenándonos las venas de una esperanza que nos ha entretejido junto con otros y con otras.
Efectivamente, nos hemos apropiado de la propuesta del cig, la abrazamos, la hicimos nuestra en la medida que nos fue cercana, próxima. Nos hizo vernos y mostrarnos como individuos semejantes entre los otros. Hemos reconocido que nuestras demandas y dolores no son tan diferentes y que nos urge la convergencia de las ideas por el logro de un fin que nos es común. Fue, es, un medio de cohesión; estuvimos tan cerca de las y los otros que fuimos espejos, vimos reflejados los dolores, las luchas, las rabias; entendimos que “detrás de nosotros estábamos ustedes”, y nos colocamos a sus lados. Agrietamos los muros ideológicos, los de la edad, los de la orientación sexual, geografía, género e identidad cultural que nos dispuso y organizó juntos, para actuar e intervenir la realidad.
El cig nos abrió la oportunidad de construir un mundo donde cabemos, donde formamos parte y creamos comunidad, compartimos resistencias y nos hacemos escuchar tomando como ejemplo los siete principios del mandar obedeciendo: “servir y no servirse, construir y no destruir, obedecer y no mandar, proponer y no imponer, convencer y no vencer, bajar y no subir, representar y no suplantar”. Escuchamos el llamado y decidimos ser jóvenes, no vendernos, no rendirnos y no claudicar.
Ya no somos jóvenes, somos colectivos, sociedad civil, estudiantes, profesores, concejalas y concejales de Jalisco que en conjunto realizamos acciones: hemos formado parte de asambleas, nos enlazamos y establecimos mesas de diálogo, tejimos redes, continuamos en el reconocimiento de las distintas problemáticas, construimos en conjunto una propuesta que contribuya a un cambio desde un posicionamiento que nos es común.
Después del proceso organizativo dentro del gran marco de las demandas conjuntas formulamos nuestras demandas:
• Una vida libre de violencia
• Libertad de expresión
• Respeto a nuestras formas de organización
• Respeto a la diversidad sexual y de género
• Respeto a las identidades
• Trabajo digno y derechos laborales
• Espacios de expresión libres de represión
• Transportes públicos seguros y libres
• Calles seguras
• Respeto a las y los jóvenes con discapacidad y disposición de espacios incluyentes
Como mujeres jóvenes nos sumamos a la exigencia de poder decidir sobre nuestro cuerpo, a poder transitar por las calles libres de acoso, a que no nos cosifiquen, que no nos violen, no nos trafiquen, no nos maten. Que no se nos exponga a malas condiciones laborales, y que no se nos despoje de la identidad. Garantizar y defender los derechos sexuales y reproductivos. No represión sino respeto a nuestras decisiones.
Como jóvenes se nos ha despojado, desaparecido, asesinado, robado la identidad, se nos ha violado tanto y de tantas formas que al final nos hemos tragado el miedo.
Se habla de las y los jóvenes como el futuro, pero las jóvenes y los jóvenes de este país y del mundo, los de esta zona, los todos y las todas… nos declaramos, aquí, ahora, presentes; nos declaramos presente.

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Juventudes e infancias en el México contemporáneo
Rogelio Marcial
Para Mr. Josie Locote, que en paz descanse, quien a pesar de que desde su barrio Florencia 13 entendió que su liderazgo podía colaborar para que las nuevas generaciones “la hicieran”,
el mundo de “La Plaza” le cortó algo mucho más que esto. Buen viaje, carnal, que todo sea en azul.
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s más que evidente que la situación de niños, niñas y jóvenes en nuestro país ha llegado a sus peores momentos en la historia nacio-
nal. El incumplimiento de los derechos más elementales para ellos y ellas es una cotidianidad que se ha naturalizado desde las instituciones de gobierno y los medios masivos de comunicación. No existe el mínimo interés por sus problemáticas y, mucho menos, por sanar las condiciones que las provocan. Las cifras son contundentes, aunque no reflejan fehacientemente las condiciones negativas de sus realidades. Por ejemplo, el propio Banco Mundial (2012) asegura que en México entre los años 2002 y 2012 casi 40% de las víctimas de homicidios dolosos fueron jóvenes. Buena parte de estas muertes se concentran en el norte del país y es de preocupar el aumento exponencial del uso de armas de fuego, en muchas ocasiones de alto calibre. El Banco Mundial (idem) señala que
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también fueron jóvenes la mayoría de los agresores, ubicados entre los 18 y los 24 años de edad. El 90% fueron varones. Se asegura que una de las principales causas del aumento de la violencia que afecta a jóvenes como víctimas y victimarios fueron las disputas entre diferentes cárteles u organizaciones criminales, pero también es responsable el Estado mexicano por la manera en que ha enfrentado esta situación entendida como “la guerra en contra del crimen organizado”.
En su intervención, Rossana Reguillo aseguró que en México, 15.2 millones de jóvenes son pobres; 32% no tienen acceso a la educación formal y 12 millones no logran acceder a trabajos formales. Ante la dificultad de nombrar a todos los jóvenes desde la misma noción “abarcadora”, Reguillo insistió en lo peligroso y estigmatizante de insistir acríticamente en usar términos como “Ninis” y “Millennials”, tan repetidos en medios de comunicación y también desde las instituciones de gobierno. “Ninis”, que refiere a jóvenes que “ni estudian ni trabajan”, ha tratado de retratar a una juventud supuestamente hedonista, sin compromiso social, comunitario, familiar ni personal y plenamente apática, que por decisión propia no quiere estudiar ni quiere trabajar. Cuando la situación de millones de jóvenes que no están en la escuela o en los centros de trabajo formal hunde sus causas en los resultados de políticas neoliberales fallidas que, ciertamente, siguen enriqueciendo a los grupos poderosos (económicos y políticos) del país; pero que “cobran altas facturas” a la población en general ante el incumplimiento de los derechos fundamentales de todas y todos. Los jóvenes no estudian y no trabajan porque no hay lugares suficientes en las escuelas, porque deben contribuir con la economía familiar ante los salarios de miseria de sus padres (y para ello deben abandonar sus estudios), porque existe una crisis de empleo en todo el país que hace crisis entre los y las jóvenes, porque la informalidad, la paralegalidad, la ilegalidad, la emigración son las únicas salidas posibles para la inmensa mayoría de ellas y ellos. El Estado falla en el cumplimiento de estos derechos juveniles de acceso asegurado a educación de calidad y empleos con seguridad social. Y “millennials” intenta homogeneizar a toda la juventud como sujetos de consumo, exigentes de calidad y avances tecnológicos para los productos que “necesitan” (porque el capitalismo crea falsas necesidades), pero “enloquecidos” o “enajenados” por adquirir “lo mejor de lo mejor”, lo “más actual”, lo más cool.
Ciertamente, estoy convencido de que la juventud, así como la infancia son construcciones socioculturales, y cada sociedad define quiénes y cómo deben ser los jóvenes y los niños. Estos cortes en las edades humanas tienen su fundamento en una (otra) forma jerarquizada de organización social. Así como las diferencias raciales, de género, de preferencias erótico-sexuales, ideológicas, religiosas, etc.; los jóvenes y los niños deben mantenerse en el lugar que les asigna la sociedad y no transgredir tal orden. En particular para el caso de los y las jóvenes, el “Mal Gobierno” y las “Mafias Televisivas” insisten en esta jerarquía para que tales sujetos cumplan su función en el engranaje de producción/ explotación capitalista, preparándose para ser productivos al sistema. De allí el férreo control y la fuerte represión hacia quienes no cumplen este “deber ser juvenil” institucional. Estamos ante una situación en la que se busca reducir al sujeto juvenil a una pieza funcional al sistema capitalista o, de no cumplir con esto, convertirlo en algo totalmente prescindible y desechable.
Tal como lo ha llamado Rossana Reguillo (2011), nos gobierna un “Narco Estado” que, en su política de “guerra contra el crimen organizado”, maniobra con estos jóvenes excluidos de las instituciones de socialización (familia, escuela, trabajo, ocio) para que cumplan como víctimas y victimarios las funciones que le permiten “aceitar” el engranaje de esa narcomáquina. Allí están como soldados, policías, sicarios, halcones, camellos, grupos de choque, autodefensas, y un largo etcétera que incluye a miles de “víctimas colaterales”, en esta situación de guerra.
Pero ellas y ellos, estos jóvenes, también tienen agencia y se organizan para resistir a estas condiciones negativas. Desde sus universidades, colectivos, culturas juveniles, sindicatos, tianguis culturales, grafitis, convenciones, repelen muchas de las imposiciones adultocéntricas imaginando y luchando por un mejor país, por un mundo mejor para todas y todos. A través de movimientos, acciones colectivas y también las redes sociales de plataformas virtuales, suelen demandar el respeto a sus derechos vinculándose con otras demandas y movimientos a favor de la tierra, la igualdad, el respeto, la tolerancia. Y lo hacen desde esas redes sociales, la calle, la plaza, la esquina, los parques, los conciertos, los performances, el arte, escuelas. Resisten e imaginativamente nos proponen mejores formas, heterárquicas y no jerárquicas, de organización, comunicación, expresión y convivencia cotidiana.
Lo que sí es cierto, y ya lo han documentado fehacientemente algunos autores, el Estado mexicano ha implementado una forma de relación con nuestros jóvenes que tiene el claro objetivo de imponer un “deber ser juvenil” funcional al sistema y acrítcio, o desaparecer a quienes no se alineen a esto, Valenzuela (2015) lo llama “juvenicidio”; Reguillo (2012) “campo de exterminio ambulante”, y Nateras (2016) lo define como “aniquilamiento juvenil”.
Rossana Reguillo nos planteó tres temas a considerar. El primero tiene que ver con el incremento desmedido de la represión hacia los y las jóvenes ante la disminución exagerada de políticas públicas asertivas para la juventud. Ello ha provocado la precarización objetiva y subjetiva de estos sujetos sociales; precarización objetiva porque la pobreza, la desigualdad y la precariedad siguen “cayendo al vacío”, vulnerando y desamparando así cada vez a más número de niñas, niños y jóvenes en el país; y precarización subjetiva ante la desaprobación biográfica por las enormes dificultades para encontrar certezas en sus vidas. Seguramente esto es lo más alarmante: esta situación les “expropia” su futuro y los deja sin un plan de vida, haciendo del presentismo intenso (Valenzuela, 2009) una forma de vida en la que situaciones violentas y de riesgo son el “pan de cada día” y, ellos, el “desecho residual” de esta guerra sin sentido. El segundo tema de Reguillo tuvo que ver con lo que llama “las gramáticas de las violencias”. Sustentadas en las cartografías de los cuerpos jóvenes y, en muchos sentidos por la reproducción incansable de los roles tradicionales de género, las situaciones de violencia e imposición generan una especie de lengua franca para muchos jóvenes, quienes se consideran con autorización para ejercer violencia sobre otros cuerpos (femeninos y masculinos) por el claro vaciamiento del sentido de vida. De allí que el narco les ofrece sentidos de pertenencia, de identidad, de comunidad, y la naturalización de la violencia. Finalmente, el tercer tema tiene que ver con las condiciones contemporáneas de la migración ilegal hacia los Estados Unidos. Un recurso para millones de jóvenes (y sus familias) de “escapar” de estas realidades. Pero desgraciadamente, en tanto transmigrantes, se enfrentan a otras violencias provenientes de los agentes policiacos mexicanos y estadounidenses, de la parte racista de la sociedad americana, de los grupos criminales con los que se topan en sus extensos recorridos. Y allí, pregunta Rossana, ¿quién defiende sus derechos? Aun así, y ante estas tres situaciones tan negativas para las y los jóvenes, Reguillo afirma que miles se “mueven”, resisten con altas dosis de creatividad y sensibilidad, sostienen su capacidad de salir al espacio público con un “nosotros” colectivo basado en relaciones horizontales y una fuerte solidaridad social. Los casos de Ayotzinapa y #YoSoy132 confirmaron, por ejemplo, su capacidad y poder político para enunciar su voz, para tener resonancia mundial, para dotar de sentido la micro-política de la vida cotidiana desdeñando con ello el sistema de los políticos profesionales totalmente inoperante. Todo ello demuestra su enorme capital de resistencia.
Gilberto Guerra, de la Licenciatura en Comunicación Pública de la Universidad de Guadalajara, enfatizó que los jóvenes han sido olvidados, pero que existen muchos de ellos y ellas en plena resistencia. No sin enfrentar violencias, miedos, exclusión, pobreza, Derechos Humanos violentados y represión abierta; insisten en estar seguros de que hay otra forma de vivir, que otra Guadalajara es posible, en la que las y los jóvenes tengan una efectiva presencia en muchas de las tomas de decisiones sobre asuntos que les interpelan directamente. Su búsqueda es de horizontes de justicia, seguridad e igualdad para todas y para todos. Compañera de estudios de Gilberto, Valeria Aguirre, enfatizó que la propuesta del Concejo Indígena de Gobierno les pareció la mejor opción. Después de estar mucho tiempo “mudos”, con el cig aprendieron a “saltar” muros y barreras que les pone el mal gobierno y el orden adultocéntrico. Aprendieron a vivir con sentido comunitario, esto es, verse nosotros mismos junto con otros más. Vieron la oportunidad de impulsar un mundo nuevo desde lo micro hacia lo macro. Tienen claro que como jóvenes no claudicarán. Su colaboración con la postulación de Marichuy, les dejó frustraciones ante las evidentes trabas institucionales desde el poder central, pero aun así seguirán organizándose, realizando mesas de diálogo y construyendo redes comunitarias. Afirmó contundentemente: “Todos y todas somos un eslabón que debe formar una cadena para el cambio”. Y finalmente Ximena de Santiago, la tercera estudiante de la Licenciatura en Comunicación Pública de la udeg que trabajaron directamente con el cig, indicó que su vínculo con el Concejo les enseñó a “caminar hacia las esperanzas”. Que los y las jóvenes que estuvieron en ese proceso no sólo eran estudiantes, eran mujeres, hombres, artistas, obreros, campesinos, indígenas, gays, mestizos… Todos y todas apostando su futuro por alternativas de una vida libre de violencias, libre de opresión, de desigualdad y llena de libertad de expresión, derecho a la diversidad sexual, a novedosas formas de relaciones de género no tradicionales, a la construcción de identidades y el acceso a espacios de organización y expresión. Llegar a una sociedad que tome en cuenta a quienes se mueven en la ciudad desde capacidades diferentes, a poder vestir como se prefiera, caminar por las calles y abordar el transporte público sin que las mujeres sean violentadas simbólica y físicamente, a decidir sobre sus propios cuerpos, a un empleo digno, a la educación de calidad, al respeto sobre sus decisiones. No se cansan de luchar por una sociedad así, pero con miedo porque continuamente los reprimen. Aseguró que como jóvenes “queremos un futuro seguro, pero también nos declaramos presentes aquí y ahora, con nuestras necesidades y nuestras inquietudes”.
Cerró la mesa José Luis Claro, joven coca de Mezcala, Jalisco, quien de entrada solicitó que todos y todas dejáramos de cruzar brazos y piernas porque es una actitud de “cerrazón” y sin interés de interactuar. Afirmó que “los jóvenes somos la bomba que va a estallar pronto”, y que lo dice en tanto que su palabra tiene tanto valor como la de “todos ustedes”. El Estado ha apostado por la destrucción de los jóvenes, y nuestra sociedad los obliga a ser “ancianos” a lo “occidental”: inservibles, inocuos, desechables. Pero existe una manera diferente de concebir a los ancianos en su comunidad coca, al igual que a los jóvenes. Los jóvenes buscan identificarse con muchas cosas, pero en una sociedad violenta algunos se inclinan hacia las que se sustentan en la violencia y el terror. Pero cualquiera que sea su decisión, muchos jóvenes ya saben “el final de la película”: incomprensión, ignorancia, represión. Las decisiones que tomen los jóvenes estarán bien en la medida en que no dejen pisotear sus derechos más elementales, pero sobre todo sus principios como seres sociales comunitarios. Es necesario que la y el joven relate su historia y no se desconecte de su comunidad, que no pierda su tierra porque se desconecta de su pasado. Afirmó que “un joven que pierde la noción de su juventud, pierde todo sentido”, por lo que no debe esperar a que el gobierno les tome en cuenta: deben hacer valer su palabra, deben actuar más allá de sólo quejarse.
La noción de “juventud” ha servido primordialmente para definir desde “afuera” y, así, controlar a una parte específica de la población, imponiendo relaciones jerárquicas sustentadas en la diferencia generacional. Tal noción se ha definido por un corte etario que le es funcional al sistema-mundo capitalista colocando en un lugar preciso a quienes concibe como faltos de “razón”, “madurez” y “ecuanimidad”. Resulta necesario conocer de cerca “lo juvenil” para entender mejor a nuestra sociedad en su compleja diversidad y, con ello, acceder a mejores condiciones (horizontales o heterárquicas) en lo que llamamos la construcción social de la democracia. Solemos construir un orden artificial para entender, y controlar, el desorden implícito en lo social. Parte fundamental del papel del poder es precisamente establecer ese orden, vigilar que se cumpla y reprimir lo que se “desordene”. Así como el propio poder proveniente del sistema-mundo capitalista colonial patriarcal y heteronormativo ha consolidado, desde la inequidad de género, la función social de las mujeres como aquel trabajo doméstico necesario para el sistema, al colaborar en la reproducción del trabajador varón que le permita cumplir con jornadas laborales extensas y agotadoras (Federici, 2010), así como la heteronormatividad de este mismo sistema-mundo ha consolidado la heterosexualidad con dispositivos para ordenar, regular y controlar las prácticas sexuales y los cuerpos que las gestionan imponiendo un modelo único posible “naturalizado” como “la” vía “correcta” de vivir la intimidad en el sistema capitalista y, con ello, perpetuar el patriarcado (Herrera, 2010). Al igual que la diferencia racial, sustentada en el sistema de castas y la categoría homogeneizante de “indio”, estructuró un nuevo orden social jerarquizado bajo el régimen colonial para asegurar las condiciones de despojo y explotación por parte del naciente sistema capitalista en América Latina (Bonfil, 1972), y que lo ha perpetuado al desaparecer la Colonia y hasta nuestros días mediante la noción de “mestizaje”, sustentada en una concepción evolucionista de las diferencias raciales (Zermeño, 2008). Estoy convencido de que así ese poder, a través del discurso adultocentrista, impone al sujeto “juvenil” funciones que lo preparen para el futuro “productivo” y “responsable” dentro de la escuela, como aprendiz en el mundo laboral y como consumidor de las industrias culturales para su incorporación como sujeto productivo y funcional en el sistema capitalista.
Lo anterior es así porque este sistema-mundo capitalista se ha erigido como el más perfecto creador y reproductor de desigualdades sustentadas en las diferencias de género, edad, cultura, raza, opción sexual y adscripción religiosa. Pedir la emancipación de los sujetos subalternos (de la mujer, el negro, el pobre, el joven, el homosexual, el indígena, el creyente no católico) a la institucionalidad resulta algo muy perverso, como solicitarle a quienes “cierran las cadenas” algún tipo de protección. Esos sujetos subalternos buscan escapar al poder para emanciparse ellos y ellas; pero en nuestra ajetreada contemporaneidad, la nueva fase acumulativa del capitalismo responde con altas y certeras dosis de violencia hacia las mujeres, los homosexuales, los jóvenes, los indígenas y los excluidos (Federici, 2018). Como sujetos subalternos, los que denominamos “jóvenes”, aun así, están reconstruyendo creativamente sus relaciones sociales y sus formas otras de participación social, cultural y política. Que ellos y ellas nos digan el cómo y el desde dónde.
Bibliografía
Banco Mundial (2012). La violencia juvenil en México. Reporte de la situación, el marco legal y los programas gubernamentales. Disponible en http://documentos.bancomundial.org
Bonfil, Guillermo (1972). El concepto de indio en América: una categoría de la situación colonial. Anales de antropología, vol. 9, pp. 105-124.
Federici, Silvia (2010). Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid: Traficantes de Sueño (Colección Historias, 9).
— (2018). La guerra contra las mujeres y las nuevas formas de acumulación capitalista. Conferencia magistral Cátedra Jorge Alonso, Universidad de Guadalajara. Guadalajara, Jalisco, 2 de marzo.
Herrera, Coral (2010). La construcción sociocultural del amor romántico. Madrid: Fundamentos.
Nateras, Alfredo, coord. (2016). Juventudes sitiadas y resistencias afectivas. Tomo i: Violencias y aniquilamiento. México: Universidad Autónoma Metropolitana/Gedisa.
Reguillo, Rossana (2011). La narcomáquina y el trabajo de la violencia: apuntes para su decodificación. e-misférica 8.2 # narcomachine. Nueva York: Instituto Hemisférico de Performance y Política de la Universidad de Nueva York. Disponible en http://hemisphericinstitute.org/hemi/es/e-misferica-82/reguillo.
Valenzuela, José Manuel (2009). El futuro ya fue. Socioantropología de l@s jóvenes en la modernidad. México: El Colegio de la Frontera Norte/Casa Juan Pablos.
Valenzuela, José Manuel, coord. (2015). Juvenicidio: Ayotzinapa y las vidas precarias en América Latina y España. Barcelona: Ned Ediciones/ Guadalajara: iteso/Tijuana: El Colegio de la Frontera Norte.
Zermeño, Guillermo (2008). Del mestizo al mestizaje: arqueología de un concepto. Memoria y Sociedad, vol. 12, núm. 24, pp. 79-95.


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