La comisión del 21D, encargada de la manifestación unitaria de la tarde anunció la apertura de un nuevo ciclo de movilizaciones ante la inminencia del juicio contra el independentismo catalán. «Recuperaremos la soberanía que se nos roba y niega», leyeron al acabar la marcha.
22/12/2018
CATALUNYA SE PARALIZA SIN PERDER LA SONRISA
Gara
EL SOBERANISMO PLANTA CARA A LA REUNIÓN DEL CONSEJO DE MINISTROS EN BARCELONA CON UNA SUCESIÓN DE PROTESTAS QUE PARALIZAN EL TERRITORIO. LA JORNADA CERTIFICÓ LO QUE YA ES UNA EVIDENCIA: EL ESTADO ES UNA ANOMALÍA EN CATALUNYA.
En una Barcelona blindada por la Policía, con todos los accesos de la Llotja de Mar bloqueados por Mossos, Policía española y Guardia Civil desde primera hora de la mañana, Sánchez llegó caminando para, según difundieron desde la Moncloa, «mostrar cercanía».
SMI DESAPERCIBIDO
La subida del Salario Mínimo Interprofesional a 900 euros y el incremento de un 2,25% del sueldo de los funcionarios, finalmente aprobados al margen de los Presupuestos Generales del Estado, quedaron eclipsados por las protestas que jalonaron la jornada.
13 DETENCIONES
La actuación de los Mossos se saldó con la detención de 13 personas, 10 en Barcelona y tres en l’Ampolla (Tarragona). Según la Policía catalana, siete fueron detenidos por enfrentamientos con la agentes, cuatro por desórdenes públicos y dos por atentado a la autoridad.
«Llegáis en autobús y escoltados por 9.000 policías. ¿Veis cómo no erais bienvenidos? Solo por eso ya hemos ganado»
MÁS MOVILIZACIONES
La comisión del 21D, encargada de la manifestación unitaria de la tarde anunció la apertura de un nuevo ciclo de movilizaciones ante la inminencia del juicio contra el independentismo catalán. «Recuperaremos la soberanía que se nos roba y niega», leyeron al acabar la marcha.
Seguramente el 21-D no cumplió con los profecías apocalípticas lanzadas las últimas semanas. Ni se llegó a colapsar la movilidad en todas las vías de comunicación ni se registró el nivel de violencia que el unionismo había condenado antes que pudiera ocurrir.
Aún así, la jornada pasará a la historia por su simbolismo político, ya que rubricó la convicción que el Estado español es un cuerpo hostil en la Catalunya actual. El referéndum del 1 de octubre, acompañado por sus embates represivos, ha dejado en el subconsciente la idea que no hay marcha atrás. Desde entonces nada es igual para una sociedad dónde la cultura del pacifismo hace que cualquier castigo a la disidencia política se viva como una ofensa para la cual no sirven las apelaciones retóricas al diálogo.
Este divorcio se viene expresando de forma muy diversa. Pero ayer se sintetizó con la imagen de un Ejecutivo atrincherado bajo un opulento despliegue policial mientras, de fondo, se escuchaban un sonoro repique de cazuelas en rechazo a la reunión. Ya lo decía un tuit compartido pocos días antes: «cuando un Consejo de Ministros necesita 9.000 efectivos policiales para protegerse, señal que se celebra en un país ocupado».
Flores con espinas: preludio
La crónica del 21-D se recordará por sus innumerables metáforas. Una de ellas la irrupción de un miembro del protocolo de Pedro Sánchez que, durante la reunión celebrada con Quim Torra en el Palau de Pedralbes la tarde anterior, introdujo una Poinsettia roja para ocultar las flores de color amarillo, icono de la solidaridad con los presos políticos, que ejercían de telón de fondo.
Al tiempo que la secuencia circulaba por las redes sociales, aparecían los carteles que el colectivo Empaparem difundía con el lema «Fuera el gobierno colonial: 21 de diciembre, tomamos las calles». Esta distopía se prolongó más tarde con la cena que la patronal Foment del Treball realizó en el lujoso Hotel Princesa Sofía, dónde miembros de los dos gobiernos y grandes empresarios compartieron mesa y mantel a pocos metros de donde unas 500 personas, convocadas por los Comités de Defensa de la República (CDR), cortaban la Avenida Diagonal con una pancarta que rezaba «Tumbamos el Régimen».
La evidencia de esta ruptura política y emocional ya se había revelado con la decisión de la Moncloa de reunir a sus ministros en Barcelona coincidiendo con el aniversario de las elecciones impuestas por Rajoy el diciembre de 2017 y cuya celebración no tenía lugar desde 1976. De manera que ni las Poinsettias ni las caras de distensión durante la cena lograron disimularla.
Tampoco sirvió de nada el lacónico comunicado en el que los respectivos gobiernos instan a «encauzar espacios de diálogo» a partir del mes de enero. El Centro de Coordinación de Protección Civil de Catalunya ya estaba ocupado por la Guardia Civil y la Policía española y decenas de efectivos habían llenado el centro de la ciudad para transformar la Llotja de Mar en un escenario más propio de un estado de sitio.
«Desbordémoslos»
Barcelona amaneció con esta estampa y otro detalle de gran carga política: la decisión unilateral del Gobierno Sánchez de que el Aeropuerto de Barcelona se llame a partir de ahora Josep Taradellas, el expresident avalador de una Constitución que, cuatro décadas después, la mayoría de catalanes y catalanas rechaza por sus enormes lagunas democráticas.
Ante este «acto de provocación de un gobierno que vulnera nuestros derechos y libertades», en palabras del vicepresidente de Òmnium Cultural, Marcel Mauri, el soberanismo escenificó su respuesta con un abanico de movilizaciones que llegaron a colapsar la ciudad y varios puntos del territorio. Actos de los cuales la mayoría llevaron la firma de los CDR, que siguiendo la leyenda «Desbordémoslos», cortó una veintena de carreteras comarcales y tramos de la Autopista A-7 que transcurre des de Tarragona hasta la frontera con Francia. Allí, con el apoyo de las «armillas amarillas» que se han movilizado contra el Gobierno Macron, un centenar de personas se concentraron en el peaje de Voló en solidaridad con los presos y exilados políticos.
También en Alcarràs 400 personas cortaron la Autovía A-2, se cerraron comercios en Vic y otras poblaciones, hubo marcha de coches, mientras que en Girona y Tarragona un millar de personas, secundando la huelga de la Intersindical-CSC, se manifestaron ante las respectivas delegaciones del gobierno español.
Barcelona zona cero
Como era de esperar, el epicentro de la protesta se focalizó entorno a la Llotja de Mar. En su perímetro se acercaron las tres columnas que los CDR movilizaron por la ciudad aupadas por los ejes que galvanizan este movimiento de raíz popular surgido a raíz del 1 de octubre: Independència, Sobirania y Drets socials. Tres principios que concuerdan con los de Òmnium Cultural y la Assemblea Nacional Catalana (ANC, pero que divergen en la forma de expresarse en la calle.
Así se observó una vez más. No sólo con las acciones que estas columnas realizaron en las rondas de Barcelona, donde interrumpieron el tráfico. También por los enfrentamientos que algunos de sus miembros protagonizaron al llegar a la Llotja de Mar, momento en el que se hicieron presentes activistas de «En peu de pau» dedicados a apaciguar los ánimos y las cargas que la Brimo –antidisturbios de los Mossos– acometieron con una violencia que nuevamente ha puesto en entredicho la gestión del conseller Miquel Buch. Doce detenidos y decenas de contusionados es el balance de una jornada en la que la tensión no impidió ver aquella sonrisa que el independentismo catalán no ha dejado de perder pese a la represión sufrida.
Ya a media tarde, una multitud se manifestó por el Paseo de Gracia reclamando la República catalana y entonando el «Tumbamos el Régimen», la coordenada que resumirá el 21 de diciembre de 2018. Un día lleno de anécdotas y contrastes que respondió a la llamada según la cual «ante situaciones excepcionales, hacen falta respuestas excepcionales». Así se refería Elisenda Paluzié, presidenta de la ANC, invocando al calado histórico de la jornada, a la que Mireia Boya, portavoz de la CUP, añadía a modo de conclusión: «Llegáis en autobús y escoltados por 9.000 policías. ¿Veis cómo no erais bienvenidos? Solo por eso, ya hemos ganado».
Retomando las luchas compartidas, que aglutinan «al 80% de la sociedad»
En un contexto de hartazgo y confusión entre las bases soberanistas, cada sector optó por ejercer la protesta a su medida. Así como los CDR insistieron en los cortes de carreteras y el cuerpo a cuerpo, la izquierda independentista reivindicó «la autodefensa popular ante la violencia institucionalizada».
Por su lado, Òmnium y la ANC reunieron a 3.000 personas en un Consell Popular de Ministres donde se habló de las «luchas compartidas» que aglutinan el 80% de la sociedad catalana: la defensa de la autodeterminación, la denuncia de la represión y la defensa de la escuela pública, la vivienda, las pensiones y otros derechos sociales.
Estas cuestiones aparecieron en la sucesión de intervenciones que, tanto por la mañana como en la marcha de la tarde, llenaron de argumentos el 21-D. Subieron al estrado familiares de los presos, los movimientos estudiantil, feminista, antimilitarista y antirracista, del deporte catalán o la cultura popular. Luchas que, como aseguraba Jordi Cuixart desde la prisión, entroncan con «el proyecto de República para el cual ya somos el 80%». Cuixart terminó su misiva animando a construir esa «ola democrática» que, uniéndose en la diversidad, avanzará hasta «tumbar el régimen».Alex ROMAGUERA