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Chalecos amarillos: esperanza o desesperación

Fraderico Lyra de Carvalho :: 26.12.18

Es difícil predecir qué seguirá. Pero lo cierto es que Macron ya fue derrotado en la calle poco menos de un mes después de la apoteosis geopolítica que fue la conmemoración a los 100 años del armisticio de la Primera Guerra Mundial. El discurso que dio atestiguó eso.

Gilets Jaunes: Esperanza o Desesperación
21-dic-18
Uninomada Sur
Por Frederico Lyra de Carvalho

Una señorita paró para conversar y me fue diciendo que este era el tercer fin de semana seguido que ella subía desde Bordeaux a París vistiendo el chaleco amarillo. En autobús un trayecto como ese dura cerca de 8 horas. No pregunte si ese había sido el medio de transporte que ella utilizó para desplazarse, pero imagino que es lo más probable, finalmente este ha sido el patrón mayoritario. Venir en tren es caro. Si ella llegó en autobús, lo más probable es que volvió en el mismo tipo de transporte. Así y todo son 16 horas de viaje. Además podemos imaginar que ella debe haber estado por lo menos 8 horas manifestándose en la calle. Así es, este era el tercer fin de semana que ella entregaba entero a la insurrección. Y ella prometió volver. Es esa energía politica la que tal vez debiese interesarnos más y que, de cierta forma está poniendo el rostro en Francia. Este desplazamiento territorial es uno de los aspectos fundamentales de los gilets jaunes. Como bien observó Eric Hazan, excluyendo a los militantes de siempre, no encontramos ningún parisino en las calles, son los provincianos los que invaden y paralizan la ciudad. Y esto es un hecho nuevo, esta vez “París no es un actor, sino un campo de batalla”. Antes era los dos. Y ellos solo suben a la capital por ser esta la sede del gobierno y por la visibilidad que da: “es donde podemos ser escuchados” me dice otra persona. Esto sirve para observarnos otra novedad, que lo que es más impresionante no se está dando en Paris, sino que en las provincias. De cierta forma, es un fenómeno semejante a lo que aconteció con el Brexit, donde quedó claro que habia una desconexión entre la capital cosmopolita y global y el resto del país. Es en las ciudades intermedias, en las rotondas, en las carreteras, en las acampadas diseminadas por todo el país que las nuevas alianzas y relaciones se están construyendo. Algunos están acampados en las carreteras y rotondas hace semanas. Los bloqueos logísticos han sido mucho más que simples bloqueos. Pero nunca está demás enfatizar, son, antes que todo, bloqueos y los amarillos ya bloquearon, entre otras las fábricas de L’Oreal, Monsanto, Vuitton y Airbus. No está claro que el Estado pueda dar cuenta de esta fragmentación que parece haber tomado un curso acelerado. Él no ha logrado controlar de forma efectiva lo que sucede en todas las provincias. París es la vitrina de la insurrección, pero el principal foco parece estar más allá, esparcido en varios pedazos por toda Francia.

Lo anterior no quiere decir que no pasa nada en la ciudad luz, muy por el contrario. En estos sábados de conteo regresivo para Navidad, la ciudad ha quedado irreconocible. Detenida. El mercado navideño, buena parte de las vitrinas, la mayoría de los museos y reparticiones públicas están cerradas. Varios conciertos y obras de teatro fueron cancelados, algunos cines no abrirán. Pero París no está muerta, está como en una vida otra. El “apocalipsis” que fue propagandizado durante toda la semana anterior al 4to acto que aconteció el día 8 [8 de diciembre] por los medias y por el gobierno al final se tornó, como era previsible, un fake news más. La propaganda anti gilets jaunes es intensa, pero no ha funcionado. Aunque haya comenzado en los alrededores del Arcos de Triunfo, fue apenas cerca de las 14 horas que el conflicto se generalizó por toda la zona oeste. Otra novedad, según el mismo Hazan. Por algunas horas buena parte de la ciudad era de aquellos que por ahí tranquilamente andaban. Pocas veces el flaneur benjaminiano se sintió tan en casa. Los gilets jaunes paseaban en pequeños grupos por los cuatro costados de la ciudad, de un lado a otro como si la ciudad, por aquellas pocas horas, fuese de ellos. Como si en un improvisado movimiento continuo inventasen una nueva manera de ocuparla. Y todo eso en silencio: oíanse los espectros de la ciudad y, más al fondo, los ecos de las explosiones. El paisaje sonoro era otro. La profanación de la rutina de la ciudad más visitada del mundo revelo, por algunos instantes, aspectos de ella que estaban olvidados.

El dispositivo represivo, no obstante, era enorme. El empleo de la violencia excesiva ya se volvió la regla. Ochenta y nueve mil policías fueron repartidos por todo el territorio de Francia – diez mil solo en Paris. Hasta blindados [tanquetas], del mismo tipo de los utilizados en la destrucción de la ZAD, dieron nuevo rostro a la capital. Si sumamos a los bomberos y otros destacamentos policiales ese número se alza a 120 mil efectivos. Un número pocas veces visto antes: Y eso para un número oficial de 136 mil manifestantes – o sea, uno por cada uno. Al final hubo casi 2 mil interpelaciones y 1700 detenciones preventivas, o sea más del 1% de los que salieron a las calles fueron detenidos, además de los más de mil heridos, algunos en estado grave, y una señora muerta. El mismo día hubo varias prisiones preventivas aun en los automóviles y autobuses camino de Paris, la mayoría bajo el pretexto de ser potenciales participantes de la manifestación. El caso más emblemático fue el de Julein Coupat, uno de los supuestos autores del Comité Invisible, aquel mismo personaje del Caso Tarnac. Él fue detenido junto con un amigo en la zona este de la ciudad al momento de entrar en un automóvil. Desde el primer acto amarillo, la represión ha batido todos los records en la cantidad del uso de municiones, especialmente de granadas y el gas lacrimógeno. Aunque el dispositivo represivo había, de cierta manera, conseguido asegurar y proteger la fortaleza en que se transformó Paris, la ciudad quedó paralizada por todo un día. Todo lejos de cualquier normalidad. Y esta vez la insurrección se diseminó por otros lugares de las ciudades. No existe claridad respecto de si el Estado tiene como seguir con esta politica represiva actual. Parece estar llegando a su límite de uso del personal disponible y de eficiencia de esa táctica. Un CRS (policía militarizada anti disturbios) dio una entrevista a L’Humanité diciendo que prefería pedir licencia médica que estar del lado errado de la barricada, y dejó en el aire el hecho de que otros colegas tal vez hiciesen lo mismo. Otro sugirió que después de los gilets jaunes, vendrían los gilets bleus. Nunca esta demás recordad que la sustitución del Ejercito por los CRS es reciente, data apenas del final de la Segunda Guerra Mundial. En tiempos de crisis esa cara es más explícita, aun mas cuando converge con la “Guerra al Terrorismo”, que reapareció con toda su fuerza el 11 de diciembre en Estrasburgo –y en Campinas. De toda forma, el acto del día 8 fue, de cierta forma, menos conflictivo, hubieron menos barricadas y menos incendios que el día 1. Un hecho importante ocurrido durante la semana que precedió a la manifestación fue la humillación sufrida por los liceanos de Mantes-la-Jolie. En todo canto esta humillación fue escenificada. Los partidos y algunas organizaciones más tradicionales estaban allí en buena cantidad, pero se quedaron del otro lado de la ciudad. No todos entendieron todavía este nuevo papel complementario de retaguardia de un movimiento difuso y autónomo.

Los niños dibujan lo que ven en la televisión, alguno juegan a los gilets jaunes en las escuelas. Este es el asunto dominante de las conversaciones en el metro y en las salas de espera. Por primera vez la violencia de los manifestantes es tolerada por aquellos que no salen a las calles o aquellos que saldrían pero no van a la acción directa. Hecho nuevo que los mass media no han conseguido doblegar. Uno de los factores más importantes del movimiento es que aquellos que intentaron autoproclamarse líderes o representantes del movimiento fueron desautorizados y casi inmediatamente destituidos en sus intenciones. No es para repetir esto que tantos visten el chaleco amarillo. La auto-organización absoluta es la que reina. Además, uno de los ejes fundamentales de las demandas de las calles es el cobro por la efectividad del contenido del ideario de ciudadano republicano. Se pide un basta al formalismo retórico en que se tornó ese discurso. La principal demanda, en el fondo, es por justicia social. La extrema derecha, aunque presente, parece hasta aquí residual e inoperante. El tenor social de las demandas los ha alejado. Y esa impresión fue reforzada con una encuesta publicada en Le Monde, donde, si por un lado, aparecen temas nacionales los temas xenófobos no aparecen. Es en esa línea tenue que se darán las cosas. ¿Qué es una lucha nacional de masas en un país imperial, una de las más importantes economías del mundo, en plena descomposición de la globalización?

En efecto, es difícil predecir qué seguirá. Pero lo cierto es que Macron ya fue derrotado en la calle poco menos de un mes después de la apoteosis geopolítica que fue la conmemoración a los 100 años del armisticio de la Primera Guerra Mundial. El discurso que dio atestiguó eso. Como nos dijo un señor en la calle: “vengo de sentir miedo solo, ahora ellos también van a tener que sentir miedo, vamos a mostrar de lo que somos capaces”. Que fue respondido por un CRS sin mayores rodeos, frente a frente, mirándose a los ojos con otro manifestante: “si quieres seguir vivo, vuelve a casa”. Todo puede suceder, incluso nada. No se puede predecir el desenlace de esta pieza que se desarrolla en actos al mismo tiempo continuos, pues son siempre los sábados, y discontinuos, pues hay una semana entre cada acto. Lo que pasa es que en ese explosivo tiempo presente que aplasta el horizonte con un peso infernal sobre todos los individuos, no hay como proyectar algo más allá. Lo que queda es la ambigüedad de la improvisación. Una improvisación teatral en la que no está todavía claro lo que se está representando. De hecho este interregno temporal es vivido como una pesadilla por todos. El cineasta Philip Garrel, como todo gran artista, parece tener una buena intuición sobre el momento. Al final de una sesión de Les Amants réguliers, cuando se le pidió hacer una comparación entre el momento actual y 1968, el asunto de la película, dio con un diagnóstico de la época: antes era esperanza (espoir), ahora es desesperación (désespoir).

Nota: Texto escrito antes del Vº Acto del día 15 de diciembre. Es una continuación de un primer texto escrito entre el III° e IV° Acto y publicado en: https://urucum.milharal.org/2018/12/07/as-elites-falam-do-fim-do-mundo-nos-do-fim-dos-mes-notas-sobre-os-gilets-jaunes/
[ ] del traductor.

Traducción del portugués: Santiago de Arcos-Halyburton


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