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Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana. Libro completo. Parte I

David Harvey :: 29.12.18

La Universidad Libre de la Tierra y del Común en preparación de sus actividades curriculares del año 2019, presenta este libro como primera bibliografía para sus talleres y trabajos prácticos de arquitectura, urbanismo, ambiente y otros. Nuestros talleres y prácticas se efectúan en los cerros de Valparaíso como complemento a los estudios formales de las universidades oficiales, sus actividades son gratuitas y voluntarias, se realizan con y entre vecinos, participando con ellos en la construcción de su protagonismo social y formas de vida comunitaria en la realización de otro modo de vivir compartido sin depender de los lazos económicos y políticos, religiosos y administrativos que llueven sobre ellos, y aprendiendo entre todos a desarrollar servicios autosustentables (como energía alternativa, producción de alimentos, educación y salud propia, etc) bajo la idea de políticas públicas no estatales. Así el estudiante universitario aprende su oficio o profesión en el mundo de la vida y se siente transformando el mundo, aprendiendo a diferenciar la relación jerárquico-autoritaria que le exige la entidad pública o la empresa privada. Así aprende también que las ideologías y los partidos políticos viven para administrar el poder, por lo tanto la autonomía social es el crisol donde la potencia social cristaliza las propuestas e iniciativas que vienen directamente de los cuerpos y no de los pillastres ni de los superhéroes de las vanguardias.

Tfrulo original: Rebel Cities. From the Right to the City to the Urban Revolution
©David Harvey, 2012 © Ediciones Aka!, S. A., 2013 para lengua espanola Sector Foresta, 1 28760 Tres Cantos
Madrid - Espana Tel.: 918 061 996 Fax: 918 044 028 www.akal.com ISB:978-84-460-3799-6
Deposito legal: M-8.833-2013 Impreso en Gnificas Varona, S. A. Salamanca

Para Delfina y todos los demds estudiantes de doctorado en todas partes.

PREFACIO
La Icaria de Henri Lefebvre

Hacia mediados de Ia decada de los setenta me encontre en Parfs con un cartel editado por los Ecologistes, un movimiento radical de accion vecinal dedicado a promover un modo de vida urbana ecologicamente mas sensible, que presentaba una vision alternativa para Ia ciudad. Era un precioso retrato hidico del viejo Parfs reanimado por Ia vida vecinal, con flares en los balcones, plazas llenas de gente y niiios, pequeiias tiendas abiertas a todo el mundo, multitud de cafes, fuentes, gente solazandose a orillas del Sena, parques y jardines aquf y alia (quiza eso lo he inventado en mis recuerdos), con tiempo suficiente para disfrutar de Ia conversacion o fumarse una pipa (un habito que todavfa no se había de­monizado en aquella epoca, como constate a mis expensas cuando acudf a una reunion vecinal de los ecologistas que se celebraba en una sala densamente cargada de humo). Me gustaba muchfsimo aquel cartel, pero con los aiios se fue deteriorando tanto que tuve que deshacerme con pena de el. jMe gustarfa tanto volver a tener­lo! Alguien deberfa reimprimirlo.
El contraste con el nuevo Parfs que estaba surgiendo y amenazando tragarse al antiguo era dramatico. Los gigantescos edificios en torno a la Place d’Italie amenazaban ocupar toda Ia zona hasta darse Ia mano con Ia espantosa Tour Montparnasse. La vfa rapida propuesta en Ia Rive Gauche, los insulsos bloques de apartamentos (HLM) en el 13e arrondissement y en los suburbios, Ia mercantilizacion monopolizada de las calles, Ia pura desintegracion de lo que en otro tiempo habfa sido una vibrante vida vecinal construida en torno al trabajo artesanal en pequeiios talleres en el Marais, Ia reestructuracion de Belleville arrasando sus callejuelas
Y patios, asf como Ia fantastica arquitectura de Ia Place des Vosges.

Encontre otro cartel (de Batellier) que mostraba una cosechadora aplastando y engullendo todos los viejos barrios de Parfs y dejando en su Iugar largas filas de altfsimos HLM, y que utilice como ilustraci6n clave en The Condition ofPostmodernity.
Desde principios de Ia decada de 1960 Parfs se hallaba claramente sumida en una crisis existencial. Lo antiguo no podfa du­
rar, pero lo nuevo parecfa demasiado horrible, exanime y gelido. La pelfcula realizada por Jean-Luc Godard en 1967, Deux ou trois chases que je sais d’elle, captaba delicadamente aquellas sensaciones. Presentaba madres casadas que se prostitufan a diario, tanto por aburrimiento como por necesidad de dinero, con el trasfondo de Ia invasion de Parfs por el capital empresarial estadounidense, Ia guerra de Vietnam (que antes habfa sido asunto de los franceses pero que ahora habfan asumido los estadounidenses), un boom de la construcci6n de autopistas y rascacielos y Ia llegada de un consumismo desatentado a las calles y las tiendas de Ia ciudad. Sin embargo, la actitud filos6fica de Godard -una especie de precursor wittgensteiniano del posmodernismo, melanc6lico e ir6nico-, que no permitfa mantener ninglin paradigma como centro o meollo de la sociedad, no era de mi gusto.
Fue aquel mismo afio, en 1967, cuando Henri Lefebvre escribi6 su influyente ensayo Le Droit a la ville, que se entendfa al mismo tiempo como una queja y una reivindicaci6n. La queja respondfa al dolor existencial de una crisis ag6nica de la vida cotidiana en la ciudad. La reivindicaci6n era en realidad una exigencia de mirar de frente aquella crisis y crear una vida urbana alternativa menos alienada, mas significativa y gozosa aunque, como siempre en el
pensamiento de Lefebvre, conflictiva y dialectica, abierta al futuro
y a los encuentros (tanto temibles como placenteros) y a la busqueda perpetua de la novedad incognoscible1•

1 Henri Lefebvre, La Proclamation de Ia Commune, Paris, Gallimard, 1965 [ed. cast.: «La proclamaci6n de la Comuna>>, en Obras de Henri Lefebvre, Buenos Aires, A. Peii.a Lillo Editor, 1967); Le Droit a Ia Ville, Paris, Anthropos, 1968 [ed. cast.: El derecho a Ia ciudad, Barcelona, Peninsula,
Quienes nos movemos en la vida academica somos bastante expertos en reconstruir la genealogfa de las ideas. Asf, examinando los escritos de Lefebvre de esa epoca, podemos encontrar un poco de Heidegger por aquf, de Nietzsche por alla, de Fourier aculla, crfticas tacitas de Althusser y Foucault, y por supuesto el insustituible marco aportado por Marx. Merece la pena mencionar el hecho de que aquel ensayo hubiera sido escrito para la conmemoracion del centenario de la publicacion del primer volumen de El Capital, porque como veremos tiene cierta importancia politica. Pero los universitarios olvidamos a menudo el papel desempeiiado por la sensibilidad que surge de las calles a nuestro alrededor, por el inevitable sentimiento de perdida provocado por las demoliciones que nos embarga cuando barrios enteros (como Les Hailes) resultan remodelados o surgen aparentemente de la nada grands ensembles, junto con la excitacion o la irritacion de manifestaciones callejeras por esto o aquello, la esperanza que se despierta cuando grupos de inmigrantes traen de nuevo la vida a un barrio ( esos grandes restaurantes vietnamitas en el 1 3e arrondissement en medio de los HLM), o la desesperanza que brota de la abatida
angustia de la marginacion, la represion policial y la juventud perdida sin remedio en el puro aburrimiento del creciente desempleo
y el abandono en suburbios mortecinos que acaban convirtiendose en focos de disturbios y _rebeldfa.
Estoy convencido de que Lefebvre era muy sensible a todo eso, y no solo por su evidente fascinacion anterior por los situa­
cionistas y su adhesion teorica a la idea de una psicogeografia de la ciudad, la experiencia de la derive urbana a traves de Paris y la exposicion al espectaculo. Seguramente le bastaba salir de su apartamento en la rue Rambuteau para sentir un cosquilleo en

197 3]; L’Irruption de Nan terre au Sommet, Paris, Anthropos, 1968; La Revolution Urbaine, Paris, Gallimard, 1970 [ed. cast.: La revoluci6n urbana, Madrid, Alianza, 1972]; Espace et Politique (Le Droit a Ia Ville, II), Paris, Anthropos, 1973 [ed. cast.: Espacio y politica, Barcelona, Peninsula, 1972); La Production de l’Espace, Paris, Anthropos, 1974.
todos sus sentidos. Por eso creo muy significativo que escribiera Le Droit a Ia ville antes de L’Irruption de Nanterre (como la llam6 poco despm!s) en mayo de 1968. Su ensayo presenta una situaci6n en la que tal irrupci6n era no solo posible sino casi inevitable (y Lefebvre desempeii6 cierto papel en Nanterre para que asf fuera). Pero las rafces urbanas de aquel movimiento del 68 siguen siendo un tema muy minusvalorado en los subsiguientes estudios de aquel acontecimiento. Sospecho que los movimientos sociales urbanos entonces existentes -el de los Ecologistes, por ejemplo- se
insertaron en aquella revuelta y contribuyeron a configurar compleja y difusamente sus reivindicaciones polfticas y culturales. Y tambien sospecho, aunque no disponga de ninguna prueba, que la transformaci6n cultural de la vida urbana que tuvo lugar a continuaci6n, cuando el capital palmario se enmascar6 bajo el fetichismo de la mercancfa, nichos de mercado y consumismo cultural urbano, desempeii6 un papel nada inocente en la pacificaci6n posterior al 68 (el peri6dico Liberation fundado por Jean-Paul Sartre y otros, por ejemplo, se fue desplazando gradualmente desde mediados de la decada de los setenta para acabar convirtiendose en un diario culturalmente radical e individualista pero polfticamente tibio, por no decir opuesto a la izquierda seria y a la polftica colectivista).
Seiialo estos puntos porque si bien la idea del derecho a la ciudad ha experimentado durante la ultima decada cierto resurgimiento, no es al legado intelectual de Lefebvre (por importante que pueda ser) al que debemos recurrir en busca de explicaci6n. Lo que ha venido sucediendo en las calles, entre los movimientos sociales urbanos, es mucho mas importante. El propio Lefebvre, como gran dialectico y crftico inmanente de la vida cotidiana urbana, seguramente estarfa de acuerdo. El hecho, por ejemplo, de que la extraiia confluencia entre neoliberalizaci6n y democratizaci6n en Brasil durante los aiios noventa diera lugar a clausulas en la Constituci6n brasileiia de 2001 que garantizan el derecho a la ciudad, debe atribuirse al poder e importancia de los movimientos sociales urbanos, en particular con respecto al derecho a la vivien-

da, en Ia promoci6n de Ia democratizaci6n. El hecho de que ese momenta constitucional contribuyera a consolidar y promover un sentido activo de «ciudadania insurgente» (como Ia llama James Holston) no tiene nada que ver con el legado de Lefebvre y sf en cambia con las luchas que siguen desarrollandose sabre quienes deben configurar las cualidades de Ia vida urbana cotidiana2. Y el hecho de que hayan cobrado tanto arraigo los «presupuestos participativos», en los que los residentes ordinarios en Ia ciudad participan directamente en Ia asignaci6n de parte de los presupuestos municipales mediante un proceso democratico de toma de decisiones, tiene mucho que ver con que mucha gente busque alglin tipo de respuesta a un capitalismo intemacional brutalmente neoliberalizador que ha venido intensificando su asalto a las cualidades de Ia vida cotidiana desde principios de Ia decada de los noventa. No es pues ninguna sorpresa tampoco que ese modelo se desarrollara en Porto Alegre (Brasil), sede del Foro Social Mundial.
Por poner otro ejemplo, cuando en julio de 2007 se reunieron en el Foro Social estadounidense de Atlanta [US Social Forum], todo tipo de movimientos sociales y decidieron constituir una Alianza Nacional por el Derecho a Ia Ciudad (con secciones activas en ciudades como Nueva York y Los Angeles) [Right to the City Alliance], inspirados en parte por lo que habian conseguido los movimientos sociales urbanos en Brasil, lo hicieron sin conocer siquiera el nombre de Lefebvre. Habian concluido cada uno por su cuenta, tras aiios de lucha por sus propias cuestiones particulares (gente sin techo, gentrificaci6n y desplazamiento, criminalizaci6n de los pobres y los diferentes, etcetera), que Ia lucha por Ia ciudad como un todo enmarcaba sus propias batallas particulares, y pensaron que juntos podrian tener mas eficacia. y si en otros lugares se pueden encontrar movimientos analogos, tampaco es por algnn tipo de lealtad a las ideas de Lefebvre, sino sim-

2 James Holston, Insurgent Citizenship, Princeton, Princeton University Press, 2008.

plemente porque estas, como las suyas propias, han surgido principalmente de las calles y los barrios de las ciudades enfermas. Asi, en una reciente compilacion se informa sobre Ia actividad de movimientos por el derecho a Ia ciudad (aunque de orientacion diversa) en docenas de ciudades de todo el mundo3•
Asi pues, podemos estar de acuerdo en que Ia idea del derecho a Ia ciudad no surge primordialmente de diversas fascinaciones y modas intelectuales (aunque tambien las haya, evidentemente), sino de las calles, de los barrios, como un grito de socorro de gente oprimida en tiempos desesperados. Como responden entonces los academicos e intelectuales (organicos y tradicionales, como diria Gramsci) a esa peticion de ayuda? Es ahi donde resulta util un estudio de como respondio el propio Lefebvre, no porque sus respuestas puedan aplicarse sin mas (nuestra situacion es muy diferente de Ia decada de 1960, y las calles de Bombay, Los Angeles, Sao Paulo y Johannesburgo son muy diferentes de las de Paris), sino porque su metodo dialectico de investigacion critica inmanente puede ofrecer un modelo inspirador sobre como podriamos responder a esa queja y ese requerimiento.
Lefebvre entendia muy bien, sobre todo despues de su estudio sobre La Proclamation de Ia Commune, publicado en 1965 (una obra inspirada en alguna medida en las tesis de los situacionistas sobre ese tema), que los movimientos revolucionarios asumen con frecuencia, si no siempre, una dimension urbana. Esto lo enfrento inmediatamente con el Partido Comunista, que mantenia que Ia fuerza de vanguardia para el cambio revolucionario era el proletariado basado en las fabricas. AI conmemorar el centenario de Ia publicacion de El Capital de Marx con un apendice sobre el derecho a Ia ciudad, Lefebvre estaba evidentemente cuestionando

3 Ana Sugranyes y Charlotte Mathivet (eds.), Cities for All: Proposals and Experiences Towards the Right to the City, Santiago de Chile, Habitat International Coalition, 2010; Neil Brenner, Peter Marcuse y Margit Mayer (eds.), Cities for People, and Not for Profit: Critical Urban Theory and the Right to the City, Nueva York, Routledge, 201 1.
el pensamiento marxista convencional, que nunca habia concedido a lo urbana gran importancia en la estrategia revolucionaria, aunque mitglogizara la Comuna de Paris como un acontecimiento decisivo en su historia.
Al invocar a la «clase obrera» como agente del cambia revolucionario a lo largo de su texto, Lefebvre sugeria tacitamente que la clase obrera revolucionaria estaba constituida por trabajadores
urbanos de muy diversos tipos y no solo de fabrica, que constituyen, como explicaba posteriormente, una formaci6n de clase muy diferente: &agmentados y divididos, multiples en sus deseos y necesidades, muy a menudo itinerantes, desorganizados y fluidos mas que s6lidamente implantados. Esa es una tesis con la que siempre he estado de acuerdo (incluso antes de leer a Lefebvre), y obras posteriores de sociologia urbana (muy en particular las de un antiguo discipulo de Lefebvre, Manuel Castells) me afirmaron en ella. Pero a gran parte de la izquierda tradicional le resulta todavia
dificil captar el potencial revolucionario de los movimientos sociales urbanos. A menudo estos son muy minusvalorados como simples intentos reformistas de resolver cuestiones especificas (mas que sistemicas), y que por tanto no son movimientos verdaderamente revolucionarios ni de clase.
Existe por tanto cierta continuidad entre la polemica situacional de Lefebvre y la obra de quienes ahara pretendemos enfocar el derecho a la ciudad desde una perspectiva revolucionaria y no solo reformista. La 16gica que subyace bajo la posicion de Lefeb­
vre se ha intensificado, como poco, en nuestra propia epoca. En gran parte del mundo capitalista avanzado las fabricas que no han desaparecido han disminuido considerablemente, diezmando la clase obrera industrial clasica. La tarea importante y siempre creciente de crear y mantener la vida urbana es realizada cada vez mas por trabajadores eventuales, a menudo a tiempo parcial, desorganizados y mal pagados. El llamado «precariado» ha desplazado al «proletariado» tradicional. En caso de haber alglin mo­
vimiento revolucionario en nuestra epoca, al menos en nuestra parte del mundo (a diferencia de China, en plena proceso de industrializacion), sera el «precariado» problematico y desorganizado quien la realice. El gran problema politico es como se pueden autoorganizar y convertirse en una fuerza revolucionaria grupos tan diversos, y parte de nuestra tarea consiste en entender los origenes y naturaleza de sus quejas y reivindicaciones.
No estoy seguro de como habria respondido Lefebvre a la perspectiva propuesta en el cartel de los Ecologistes. Como yo, probablemente habria sonreido ante su vision hidica, pero sus tesis sobre la ciudad, desde Le Droit a Ia ville a su libro La Revolution Urbaine (1970), sugieren que habria criticado su nostalgia de
un urbanismo que nunca habia existido, ya que una de las conclusiones centrales de Lefebvre era que la ciudad que habiamos conocido e imaginado en otro tiempo estaba desapareciendo rapidamente y que no podia ser reconstruida. Yo estaria de acuerdo en eso pero lo aseguraria aun mas enfaticamente, porque Lefebvre dedico muy poca atencion a describir las terribles condiciones de vida de las masas en algunas de sus ciudades favoritas del pasado (las del renacimiento italiano en Toscana). Tampoco se ocupo del hecho de que en 1945 la mayoria de los parisienses
vivian sin agua corriente, en condiciones de alojamiento execrables (congelandose en invierno y cociendose en verano) en barrios atestados, y de que habia que hacer algo -y algo se hizo, al
menos durante la decada de los sesenta- para remediarlo. El problema era su organizacion burocr:itica y su puesta en practica por un estado frances dirigista absolutamente carente de impulso democratico y sin un gramo de imaginacion gozosa, y que se limitaba a consolidar las relaciones de privilegio y dominacion de clase en el propio paisaje fisico de la ciudad.
Lefebvre tambien veia que la relacion entre el mundo urbano y el rural -o como les gusta decir a los britanicos, entre el campo y la ciudad- se estaba transformando radicalmente, que el campesinado tradicional estaba desapareciendo y el campo se estaba urbanizando, aunque ofreciendo un nuevo enfoque consumista a la relacion con la naturaleza (desde los fines de semana y dias de ocio en el campo a la proliferacion de urbanizaciones perifericas) y un enfoque capitalista, productivista, del suministro de mercancias agricolas a los mercados urbanos, frente a Ia agricultura campesina autosostenida. Ademas, vio previsoramente que ese proceso se estaba «globalizando» y que en tales condiciones Ia cuestion del derecho a Ia ciudad (interpretado como una cosa distintiva o un objeto definible) tenia que dar paso a Ia cuestion algo mas vaga del derecho a Ia vida urbana, que mas tarde se transformo en su pensamiento en el tema mas general del derecho a La production de l’espace (1974).
La difuminacion de Ia diferencia entre el mundo urbana y el rural lleva un ritmo diferente en distintas partes del mundo, pero no se puede dudar de que va en la direccion que predecia Lefebvre. La reciente urbanizacion acelerada de China es un caso a destacar: Ia poblacion residente en areas rurales ha decrecido del 74 por 100 en 1990 a un 50 por 100 en 2010, y Ia de Chongqing ha crecido en 30 millones de personas durante el ultimo media siglo. Aunque hay muchos espacios residuales en Ia economia global donde el proceso esta lejos de haberse completado, Ia gran mayoria de Ia humanidad esta siendo progresivamente absorbida en los fermentos y corrientes de Ia vida urbanizada.
Esto plantea un problema: reivindicar el derecho a Ia ciudad supone de hecho reclamar un derecho a algo que ya no existe (si es que alguna vez existio en realidad). Ademas, el derecho a Ia ciudad es un significante vacio. Todo depende de quien lo Ilene y con que significado. Los financieros y promotores pueden reclamarlo y tienen todo el derecho a hacerlo; pero tambien pueden hacerlo los sin techo y sin papeles. Inevitablemente tenemos que afrontar la cuescion de que derechos deb en prevalecer, al tiempo que reconocemos, como decia Marx en El Capital que «entre derechos iguales lo que decide es Ia fuerza». La definicion del derecho es en si mismo obje­
to de una lucha que debe acompaiiar a Ia lucha por materializarlo.
La ciudad tradicional ha muerto, asesinada por el desarrollo capitalista desenfrenado, victima de su necesidad insaciable de disponer de capital sobreacumulado avido de inversion en un crecimiento urbana raudo e ilimitado sin importarle cuales sean las posibles consecuencias sociales, medioambientales o politicas. Nuestra tarea politica, sugerfa Lefebvre, consiste en imaginar y reconstituir un tipo totalmente diferente de ciudad, alejado del repugnante caos engendrado por el frenetico capital urbanizador globalizado. Pero eso no puede suceder sin la creaci6n de un vigoroso movimiento anticapitalista que tenga como objetivo central la transformaci6n de la vida urbana cotidiana.
Como Lefebvre sabia muy bien por su estudio de la historia de la Comuna de Paris, el socialismo, el comunismo o el anarquismo, por mencionar diversas variantes, son proyectos imposibles de realizar en una sola ciudad. Para las fuerzas de la reacci6n burguesa resulta demasiado facil rodearla, cortarle las lineas de abastecimiento y rendirla por hambre, cuando no invadirla y masacrar a los que se resistan (como sucedi6 en Paris en 1871). Pero eso no significa que tengamos que darle la espalda como incubadora de ideas, ideales y movimientos revolucionarios. Solo cuando la politica se concentre en Ia producci6n y reproducci6n de Ia vida
urbana como proceso de trabajo fundamental del que surgen impulsos revolucionarios, sera. posible emprender luchas anticapitalistas capaces de transformar radicalmente Ia vida cotidiana. Solo cuando se entienda que quienes construyen y mantienen Ia vida urbana tienen un derecho primordial a lo que ha producido, y que una de sus reivindicaciones es el derecho inalienable a adecuar Ia ciudad a sus deseos mas intimas, llegaremos a una politica de lo urbana que tenga sentido. Lefebvre pareda decir: «lncluso si Ia vieja ciudad ha muerto, jlarga vida a Ia ciudad!».
La aspiraci6n a conquistar el derecho a Ia ciudad, es entonces una quimera? En terminos puramente fisicos seguramente si; pero las luchas politicas cobran aliento tanto de los deseos quime­
ricos como de las razones practicas. Los grupos de la Alianza por el Derecho a Ia Ciudad constan principalmente de inquilinos de bajos ingresos pertenecientes a comunidades de color que luchan por un desarrollo que satisfaga sus deseos y necesidades; gente sin hagar que se organiza por su derecho a la vivienda y servicios basicos; y j6venes LGBTQ de color que pugnan por su derecho a espacios publicos seguros. En la plataforma politica colectiva que elaboraron en Nueva York, esa coalicion no solo pretendfa una definicion mas clara y mas amplia de lo publico que significara un autentico acceso al Hamada espacio publico, sino tambien disponer del poder para crear nuevas espacios comunes de socializacion y accion politica. El termino «ciudad» tiene una historia emblematica y simbolica profundamente inserta en la busqueda de significados politicos. La Ciudad de Dios, la ciudad asentada sabre un monte que no puede ocultarse (Mateo 5:14), la relacion entre ciudad y ciudadanfa -la ciudad como objeto de deseo utopico, como un lugar especffico de pertenencia dentro de un arden espacio-temporal en perpetuo movimiento- todas ellas co bran un significado politico en el marco de un imaginario colectivo crucial. Pero lo que decfa Lefebvre, y en esto estaba ciertamente de acuerdo si no en deuda con los situacionistas, es que hay ya multiples pr:icticas dentro de lo urbana dispuestas a desbordarse con posibilidades altemativas.
El concepto lefebvriano de heterotopia (radicalmente diferente del de Foucault) delinea espacios sociales fronterizos de posibilidad donde «alga diferente» es no solo posible sino basico para la definicion de trayectorias revolucionarias. Ese «alga diferente» no surge necesariamente de un plan consciente, sino simplemente de lo que la gente hace, siente, percibe y llega a articular en su busqueda de significado para su vida cotidiana. Tales practicas crean espacios heterotopicos en todas partes. No tenemos que esperar a que la gran revolucion constituya esos espacios. La teorfa de Lefebvre de un movimiento revolucionario es justamente la opuesta: lo espontaneo confluye en un momenta de «irrupcion» cuando diversos grupos heterotopicos ven de repente, aunque solo sea por un momenta effmero, las posibilidades de la accion colectiva para crear alga radicalmente diferente.
Esa confluencia se evidencia en la busqueda de centralidad de Lefebvre. La centralidad tradicional de la ciudad ha quedado destruida, pero existe un impulso hacia su restauracion y una aspiracion a ella que resurge una y otra vez produciendo efectos polfticos de gran alcance, como hemos visto recientemente en las plazas centrales de El Cairo, Madrid, Atenas, Barcelona y hasta Madison (Wisconsin) y ahora el parque Zuccotti en Nueva York. Como y en que otros lugares podemos reunimos para expresar y articular nuestras quejas y reivindicaciones colectivas?
Es en este punto, no obstante, donde el romanticismo revolucionario urbano que tantos atribuyen con fruicion a Lefebvre se estrella contra el inexpugnable acantilado de su profunda comprension de las realidades capitalistas y del poder del capital. Cualquier momento visionario altemativo es pasajero; si no se afianza tras desbocarse, se diluini inevitablemente (como Lefebvre pudo constatar a su pesar en las calles de Paris en el 68). Lo mismo cabe decir de los espacios heterotopicos de diferencia que sirven de caldo de cultivo para los movimientos revolucionarios. En La Revolution urbaine (1970) mantuvo Ia idea de Ia heterotopia (pnicticas urbanas) en tension con (mas que como altemativa a) la isotopia (el orden espacial cumplido y racionalizado del capitalismo y el estado ), asf como con Ia utopia como deseo expresivo. «La diferencia isotopfa-heterotopfa -argumentaba- solo se puede entender dinamicamente [ . . .] Los grupos anomicos construyen espacios heterotopicos, que acaban siendo reabsorbidos por Ia praxis dominante.»
Lefebvre era demasiado consciente de Ia fuerza y el poder de las pnicticas dominantes como para no reconocer que Ia tarea ul­
tima consiste en erradicar esas pnicticas mediante un movimiento revolucionario mucho mas am plio. Hay que derrocar y remplazar Ia totalidad del sistema capitalista de acumulacion perpetua, junto con sus estructuras asociadas de clase explotadora y poder estatal. La reivindicacion del derecho a Ia ciudad es una estacion intermedia en Ia ruta hacia ese objetivo. Nunca puede ser un objetivo en sf misma, aunque cada vez mas parezca una de las vias mas propi-. . etas a segutr.

PRIME RA PARTE EL DERECHO A LA CIUDAD

CAPITULO UNO El derecho a la ciudad
Vivimos en una epoca en Ia que los derechos humanos se han situado en primer plano como modelo politico y etico. Se dedica mucha energia a su promoci6n, protecci6n y articulaci6n como pilares para Ia construcci6n de un mundo mejor, pero acostumbran a formularse en terminos individualistas y basados en la propiedad, y como tales no cuestionan la l6gica de mercado liberal y neoliberal hegem6nica ni los tipos neoliberales de legalidad y de acci6n estatal. Despues de todo, vivimos en un mundo en el que la propiedad privada y la tasa de ganancia prevalecen sabre todos los demas derechos en los que uno pueda pensar; pero hay ocasiones en las que el ideal de los derechos humanos adopta un aspecto colectivo, como sucede con respecto a los derechos de los trabajadores, mujeres, gays y otras minorfas (un legado del afiejo movimiento obrero al que en Estados Unidos, por ejemplo, se afiade el del movimiento por los derechos civiles durante la decada de 1960, sustancialmente colectivo y que alcanz6 resonancia global). Tales luchas por los derechos colectivos han obtenido a veces notables resultados.
Aquf quiero explorar otto derecho colectivo, el derecho a Ia ciudad, aprovechando el resurgimiento del interes por las ideas de Henri Lefebvre sabre este tema y Ia proliferaci6n en el mundo entero de todo tipo de movimientos sociales que reivindican ese derecho. Ahara bien, como puede este definirse?
La ciudad, observ6 en una ocasi6n el famoso soci6logo urbana Robert Park, es «el intento mas coherente y en general mas Iagrado del hombre por rehacer el mundo en el que vive de acuerdo con sus deseos mas profundos. Pero si Ia ciudad es el mundo creado por el hombre, tambien es el mundo en el que esta desde entonces condenado a vivir. Asf pues, indirectamente y sin ninguna conciencia clara de la naturaleza de su tarea, al crear la ciudad el hombre se ha recreado a sf mismo»1• Si Park estaba en lo cierto, la cuestion de que tipo de ciudad queremos no puede separarse del tipo de personas que queremos ser, el tipo de relaciones sociales que pretendemos, las relaciones con la naturaleza que apreciamos, el estilo de vida que deseamos y los valores esteticos que respetamos. El derecho a la ciudad es por tanto mucho mas que un derecho de acceso individual o colectivo a los recursos que esta almacena o protege; es un derecho a cambiar y reinventar la ciu­
dad de acuerdo con nuestros deseos. Es, ademas, un derecho mas colectivo que individual, ya que la reinvencion de la ciudad depende inevitablemente del ejercicio de un poder colectivo sabre el proceso de urbanizacion. La libertad para hacer y rehacernos a nosotros mismos y a nuestras ciudades es, como argumentare, uno de los mas preciosos pero mas descuidados de nuestros derechos humanos. Como podemos entonces ejercerlo mejor?
Dado que, como afirma Park, hasta ahara no hemos tenido una conciencia clara de la naturaleza de nuestra tarea, puede ser util comenzar por reflexionar como nos ha hecho y rehecho a lo largo de la historia un proceso urbana impulsado por poderosas fuerzas sociales. La asombrosa velocidad y magnitud del proceso de urbanizacion durante los ultimos cien aii.os significa, por ejemplo, que hemos sido recompuestos varias veces sin saber como ni por que. Ha contribuido al bienestar humano esa espectacular urbanizacion? Nos ha hecho mejores personas, o nos ha dejado en suspenso en un mundo de anomia, alienacion, calera y frustracion? Nos hemos convertido en meras monadas zarandeadas de un lado a otro en un oceano urbana? Ese tipo de cuestiones preocupaban durante el siglo XIX a todo tipo de comentaristas, desde Friedrich Engels hasta Georg Simmel, quienes ofrecieron perspicaces crfticas del caracter personal que se iba configurando enton-

1 Robert Park, On Social Control and Collective Behavior, Chicago, Chicago University Press, 1967, p. 3.
ces como consecuencia de Ia nipida urbanizaci6n2• En Ia actualidad no es dificil seiialar todo tipo de descontentos y ansiedades urbanas en el contexto de transformaciones aun mas nipidas, pero parece faltarnos de algtin modo el coraje para una critica sistematica. El vertigo del cambio nos abruma incluso ante interrogantes 0bvios. c:Que podemos hacer, por ejemplo, ante Ia inmensa concentraci6n de riqueza, privilegios y consumismo en casi todas las ciudades del mundo frente a lo que hasta las Naciones Unidas describen como «un planeta de chabolas»?3•
Reclamar el derecho a Ia ciudad en el sentido en que yo lo entiendo supone reivindicar algtin tipo de poder configurador del proceso de urbanizaci6n, sobre Ia forma en que se hacen y rehacen nuestras ciudades, y hacerlo de un modo fundamental y radical. Desde siempre, las ciudades han brotado de Ia concentraci6n geografica y social de un excedente en Ia producci6n. La urbanizaci6n ha sido siempre, por tanto, un fen6meno relacionado con Ia division en clases, ya que ese excedente se extraia de algtin sitio y de alguien, mientras que el control sobre su uso solia corresponder a unos pocos (ya fuera una oligarquia religiosa o un poeta guerrero con ambiciones imperiales). Esta situaci6n general persiste bajo el capitalismo, evidentemente, pero en este caso se ve sometida a una dinamica bastante diferente. El capitalismo descansa, como nos explicaba Marx, sobre Ia busqueda perpetua de plusvalor (beneficio), cuyo logro exige a los capitalistas producir un excedente, lo que significa que el capitalismo produce continuamente el excedente requerido por Ia urbanizaci6n. Pero tambien se cumple Ia relaci6n inversa: el capitalismo necesita Ia urbaniza-

2 Friedrich Engels, The Condition of the Working-Class in England in 1844, Londres, Penguin Classics, 2009 [orig. en aleman: Die Lage der arbeitenden Klasse in England, en MEW Band 2, Berlin, Dietz Verlag, 1972, pp.
225-506]; Georg Simmel, «The Metropolis and Mental Life>>, en David Levine (ed.), On Individualism and Social Forms, Chicago, Chicago University Press, 197 1 .
3 Mike Davis, Planet of Slums, London, Verso, 2006 [ed. cast.: Planeta de ciudades miseria, Madrid, Foca, 2008].
cion para absorber el sobreproducto que genera continuamente. De ahf surge una conexion fntima entre el desarrollo del capitalismo y el proceso de urbanizacion. No puede sorprendernos, por tanto, que la curva logfstica del crecimiento con el tiempo del producto capitalista sea pnicticamente identica a la de la urbanizacion de la poblacion mundial.
Examinemos con mas detalle lo que hacen los capitalistas y como lo hacen. Comienzan invirtiendo cierta cantidad de dinero que al cabo de un tiempo recuperan aumentada (con un beneficia) y a continuacion tienen que decidir que hacer con el dinero adicional ganado, lo que les supone un dilema faustico: o bien reinvertirlo para obtener de nuevo mas dinero, o consumirlo en piaceres. Las leyes irrefragables de la competencia les obligan a reinvertir al menos una parte, para no ser derrotados y apartados por los que sf lo hagan; de forma que para que un capitalista siga siendolo, debe invertir parte de su excedente en obtener un excedente aun mayor. Los capitalistas con exito obtienen habitualmente mas que suficiente para reinvertir una parte en expandirse y otra en satisfacer su deseo de placeres; pero el resultado de la perpetua reinversion es la expansion de la produccion de excedente; y lo que es aun mas importante, aunque la tasa media de expansion, digamos anual, fuera constante en terminos relativos, al irse acumulando aiio tras aiio, el «retorno» (ganancia) sabre la inversion inicial va aumentando exponencialmente (con una tasa compuesta); de ahf todas las curvas logisticas de crecimiento (dinero, capital, producto y poblacion) ligadas a la historia de la acumulacion capitalista.
La polftica del capitalismo se ve afectada por la perpetua necesidad de encontrar campos rentables para la produccion y absorcion de un excedente de capital. El capitalista afronta asf diversos
obstaculos para mantener una expansion continua y libre de perturbaciones. Si escasea la mano de obra y los salarios son demasiado altos, entonces habra que disciplinar a los trabajadores existentes (dos de los metodos principales mas frecuentes son el desempleo inducido tecnologicamente y un asalto contra el poder organizado de la clase obrera -sus organizaciones-, como el emprendido por Margaret Thatcher y Ronald Reagan en la decada de 1980), o bien hay que encontrar nuevas fuerzas de trabajo (mediante la inmigracion, la exportacion de capital o la proletarizacion de sectares de la poblacion hasta entonces independientes). En particular, hay que encontrar nuevos medios de produccion y nuevos recursos naturales, lo que ejerce una presion creciente sobre el entorno para extraer de el las materias primas necesarias y hacerle absorber los inevitables desechos. Las leyes irrefragables de la competencia tambien obligan a ensayar continuamente nuevas tecnologfas y formas organizativas, ya que los capitalistas con ma­
yor productividad pueden desalojar a los que utilizan metodos menos rentables. Las innovaciones definen nuevas carencias y necesidades y reducen el tiempo de rotacion del capital y la friccion de la distancia. Se amplfa asf la extension geografica sobre la que el capitalista puede buscar nuevas ofertas de mano de obra, materias primas, etcetera. Si en determinado mercado no existe una capacidad de compra suficiente, hay que encontrar nuevos mercados ampliando el comercio exterior, promoviendo nuevos produc­
tos y estilos de vida, creando nuevos instrumentos de credito y gastos publicos financiados mediante la deuda. Finalmente, si la tasa de beneficia es demasiado baja, se suele recurrir, en busca de una salida, a la regulacion estatal de la «competencia ruinosa», la monopolizacion (fusiones y adquisiciones) y la exportacion de ca­
pital a nuevos territorios.
Si alguna de las mencionadas barreras a la circulacion y expansion continua del capital resulta imposible de eludir, la acumula­
cion de capital queda bloqueada y los capitalistas se encuentran con una crisis. El capital no se puede reinvertir rentablemente, la acumulacion se estanca o cesa y el capital resulta devaluado (perdido) y en algunos casos incluso ffsicamente destruido. La devaluacion puede adoptar diversas formas: se pueden devaluar o destruir las mercancfas excedentes, puede quedar sin empleo o desvalorizada parte de la capacidad productiva, y hasta el propio dinero puede perder valor debido a la inflacion; en una crisis tambien se puede devaluar, por supuesto, el trabajo, mediante el desempleo masivo. De que forma se ha utilizado y se ha vista impulsada en­
tonces la urbanizacion capitalista por la necesidad de eludir esas barreras y de ampliar el terreno de la actividad capitalista rentable? Argumentare a este respecto que la urbanizacion desempeiia un papel particularmente activo (junto con otros fenomenos como los gastos militares) en la absorcion del producto excedente que los capitalistas producen continuamente en su busqueda de plusvalor4•
Consideremos, para empezar, el caso de Paris durante lo que se conoce como Segundo Imperio, que duro casi dos decadas, desde 1852 hasta 1870. La crisis de 1848 fue una de las primeras en mostrar claramente ligados a escala europea el desempleo de capital y de trabajo excedentes. Sus efectos fueron particularmente severos en Paris y dieron Iugar a una revolucion abortada protagonizada por los obreros desempleados y los utopistas burgueses que propugnaban una republica social como antidoto frente a la codicia capitalista y la desigualdad. La burguesia republicana reprimio violentamente a los revolucionarios pero no consiguio resolver la crisis. El resultado fue el ascenso al poder de Luis Napoleon Bonaparte, quien clio un golpe de estado en 185 1 y se
proclamo emperador con el nombre de Napoleon III en 1852. Para sobrevivir politicamente, aquel emperador autoritario recurrio a una energica represion de los movimientos politicos de oposicion, pero tambien sabia que tenia que resolver el problema de la absorcion de capital excedente, para lo que impulso un vasto programa de inversiones en infraestructuras, tanto en el propio pais como en el extranjero. En el exterior esto se concreto en la construccion de vias ferreas en toda Europa, llegando hasta Estambul, asi como en la financiacion de grandes obras publicas como el canal de Suez. En Francia supuso la consolidacion de la

4 Para un repaso mas completo de estas ideas, vease David Harvey, The
Enigma of Capital, and The Crises of Capitalism, London, Profile Books, 2010
[ ed. cast.: El Enigma del Capital_y las crisis del capitalismo, Madrid, Akal, 20 12].
red de ferrocarriles, Ia construcci6n de puertos, el drenaje de marismas y cosas parecidas, pero sobre todo Ia reconfiguraci6n de Ia infraestructura urbana de Paris. En 185 3 el emperador llam6 a Paris a Georges-Eugene Haussmann para que se hiciera cargo de las obras publicas en Ia capital.
Haussmann entendia perfectamente que su misi6n consistia en resolver el problema del excedente de capital y mano de obra mediante Ia urbanizaci6n. La reconstrucci6n de Paris absorbi6 enormes cantidades de trabajo y de capital para los niveles de Ia epoca, lo que sumado a la supresi6n autoritaria de las aspiraciones de los
obreros de Paris fue un instrumento esencial de estabilizaci6n social. Haussmann echo mano de los planes ut6picos propuestos durante la decada de 1840 por los fourieristas y saintsimonianos para la reconfiguraci6n de Paris, pero con una gran diferencia: ampli6 la escala a la que se habia imaginado aquel proceso. Cuando el arquitecto Jacques-Ignace Hittorf le mostr6 sus pianos para
un nuevo bulevar, Haussmann los rechaz6 inmediatamente diciendole: «No es lo bastante ancho [ . . .] Usted me presenta un disefio de 40 m, y yo quiero 120». Haussmann proyectaba una ciudad a mucha mayor escala y para ello la acrecent6 enorme­
mente anexionando los suburbios y redisefiando barrios enteros (como el del mercado de Les Hailes), sin limitarse a pequefias remodelaciones del tejido urbano. Cambi6 de golpe toda la ciudad en Iugar de hacerlo poco a poco. Para hacerlo necesitaba nue­
vas instituciones financieras e instrumentos de credito al estilo saintsimoniano (el Credit Mobilier y la Societe Immobiliere). De hecho contribuy6 a resolver el problema del excedente de capital disponible mediante un plan de tipo keynesiano de mejoras infraestructurales urbanas financiadas mediante la deuda.
El sistema funcion6 bastante bien durante unos quince afios y supuso no solo una transformaci6n de las infraestructuras urbanas sino la construcci6n de una forma de vida y un tipo de habitantes de la ciudad totalmente nuevos. Paris se convirti6 en «la Ville-Lumiere» y en el gran centro de consumo, turismo y placer: los cafes, los grandes almacenes, el novedoso sector de la moda, las grandes exposiciones, todo aquello cambio la forma de vida urbana abriendo la posibilidad de absorber grandes excedentes mediante un inmenso consumo (lo que ofendia a los tradicionalistas y al mismo tiempo excluia a los trabajadores). Pero el agigantado sistema financiero, cada vez mas especulativo, y las estructuras de cn!dito en las que se basaba, se vinieron abajo en la crisis financiera de 1868. Haussmann fue destituido y en su desesperacion Napoleon III recurrio a la guerra contra la Alemania de Bismarck, que perdio; en el vado de poder que se produjo surgio la Comuna de Paris, uno de los mayores episodios revolu­
cionarios de la historia capitalista urbana. La Comuna se debio en parte a la nostalgia del mundo urbano que Haussmann habia destruido (sombras de la revolucion de 1848) y al deseo de recuperar su ciudad por parte de los desposeidos por sus obras; pero tambien articulo visiones progresistas en conflicto de una modernidad socialista alternativa a la del capitalismo de los monopolios, enfrentando los ideales de un control jerarquico centralizado (la corriente jacobina) a las visiones descentralizadas anarquistas de control popular (propugnadas por los proudhonianos). En 1872, en medio de intensas recriminaciones sobre quienes eran los principales responsables del fracaso de la Comuna, se produjo la drastica ruptura politica entre los marxistas y los anarquistas que desgraciadamente sigue dividiendo a buena parte de la oposicion de izquierda al capitalismo5•
Avancemos ahora a Estados Unidos en 1942. El problema del capital excedente que pareda insoluble durante la decada de 1930 (y el desempleo que le acompafiaba) fueron temporalmente resueltos por la enorme movilizacion del esfuerzo de guerra, pero todos temian lo que pudiera suceder despues. Politicamente la situacion era peligrosa. El gobierno federal estaba dirigiendo de hecho una economia nacionalizada (y lo hada con mucha eficien-

5 Este compendia esta mas desarrollado en David Harvey, Paris, Capital of Modernity, Nueva York, Routledge, 2003 [ed. cast: Paris, capital de Ia modernidad, Madrid, Aka!, 2008].
cia). Estados Unidos se habia aliado con la Union Sovietica comunista en la guerra contra el fascismo. Como consecuencia de la Gran Depresion, durante la decada de 1930 habian surgido fuerres movimientos sociales con inclinaciones de izquierda y sus simpatizantes se habian incorporado al esfuerzo de guerra. Todos conocemos la subsiguiente historia del macartismo y la Guerra Fria (de la que ya habia abundantes presagios en 1942). Como en el caso de Luis Bonaparte, las clases dominantes de la epoca necesitaron evidentemente una generosa dosis de represion politica para reafirmar su poder. Pero que paso con el problema del capital excedente sin posibilidad de inversion rentable?
En 1942 aparecio en la revista Architectural Forum una detallada evaluacion de los esfuerzos de Haussmann, documentando en detalle lo que este habia hecho en Paris y ofreciendo incluso un analisis de sus errores. El articulo iba firmado nada menos que por Robert Moses, quien despues de la Segunda Guerra Mundial hizo en la region metropolitana de Nueva York lo que Haussmann habia hecho antes en Paris6, al cambiar la escala de pensamiento sobre la urbanizacion e incluir en sus planes toda la region metropolitana y no solo la ciudad en sentido estricto. Mediante un sistema de autopistas y transformaciones infraestructurales financia­
do mediante la emision de deuda, el desplazamiento de las capas acomodadas a urbanizaciones perifericas y la remodelacion de toda la region metropolitana, ofrecio una via para absorber rentablemente los excedentes de capital y de mano de obra. Cuando ese proceso se reprodujo a escala nacional en los principales centros metropolitanos de Estados Unidos (otra ampliacion de escala), desempeiio un papel crucial en la estabilizacion del capitalismo global despues de la guerra (un periodo en el que Estados Dnidos podia permitirse propulsar toda la economia no comunista incurriendo en deficits comerciales).

6 Robert Moses, «What Happened to Haussmann», Architectural Forum 77 (julio de 1942), pp. 57- 66; Robert Caro, The Power Broker: Robert Moses and the Fall of New York, Nueva York, Knopf, 1974.
Esa suburbanizacion o «dispersion hacia las afueras» no fue solo cuestion de nuevas infraestructuras. Tal como habia sucedido en Paris durante el Segundo Imperio, suponia una trasformacion radical del modo de vida, basada en Ia produccion y comercializa­
cion de nuevos productos, desde las hileras de casas individuates identicas de uno o dos pisos con dos coches a Ia puerta hasta los frigorificos y acondicionadores de aire, que junto a Ia enorme expansion del consumo de petroleo favorecio Ia absorcion del excedente. La suburbanizacion (junto con Ia militarizacion) desempeii.o asi un papel decisivo en Ia absorcion de los excedentes de capital y trabajo en los aii.os de posguerra, pero a costa de vaciar el centro de las ciudades y dejarlas desprovistas de una base economica sostenible, lo que dio Iugar a Ia Hamada «crisis urbana» de Ia decada de 1960, caracterizada por las revueltas de las minorias afectadas (principalmente la de los afroamericanos), a las que se negaba el acceso a Ia reciente prosperidad.
Pero Ia rebelion no se limitaba al centro de las ciudades. Los urbanistas mas apegados a Ia tradicion hicieron piii.a en torno a Jane Jacobs, tratando de contraponer al brutal modernismo de los proyectos a gran escala de Moses un tipo distinto de estetica urbana centrada en el desarrollo de los antiguos barrios, su preser­
vacion historica y en ultimo termino su gentrificacion. Pero para entonces ya se habian construido muchisimas urbanizaciones perifericas y Ia trasformacion radical del modo de vida que esto conlle­
vaba tenia todo tipo de consecuencias sociales; muchas feministas, por ejemplo, situaban entre sus principales causas de desconten­
to la periferizacion y su estilo de vida. Tal como le sucedio a Haussmann, a finales de Ia decada de 1960 se genera una crisis financiera que socavo el prestigio de aquel proceso (y del propio Moses) y le hizo perder el favor popular; y de Ia misma forma que Ia haussmannizacion de Paris potencio de alglin modo Ia erupcion de Ia Comuna, Ia insipidez de Ia vida en las urbanizaciones perifericas desempeii.o cierto papel en los espectaculares movimientos de protesta de 1968 en Estados Unidos, cuando los descontentos estudiantes blancos de clase media se sumaron a Ia rebelion buscando alianzas con otros grupos marginados y uniendose contra el imperialismo estadounidense para crear un movimiento que pretendia construir otro tipo de mundo, incluido un tipo distinto de experiencia urbana (aunque, una vez mas, las corrientes anarquistas y libertarias divergian de las propuestas alternativas jer:irquicas y centralizadasf.
Junto con la rebelion de 1968 eclosiono una crisis financiera.
Era en buena medida global (con el colapso de los acuerdos de Bretton Woods), pero tambien propiciada por el comportamiento de las instituciones de credito que habian impulsado el boom inmobiliario durante las decadas precedentes. Aquella crisis cobro impulso a finales de la decada de 1960, hasta extenderse a todo el sistema capitalista con el estallido de la burbuja inmobilia­
ria en 1973, seguido par la bancarrota presupuestaria de la ciudad de Nueva York en 1975. Habian llegado los oscuros afios de la decada de 1970, durante los que se planteo la cuestion de como rescatar al capitalismo de sus propias contradicciones. Sirviendose de la historia como guia, el proceso de urbanizacion iba a desempefi.ar un papel muy significativo. Como mostro William Tabb, la salida de la crisis fiscal de Nueva York en 197 5, concertada par
una incomoda alianza entre los poderes estatales y las instituciones financieras, anuncio el giro neoliberal que se iba a dar en todo el mundo en la lucha par perpetuar y consolidar el poder de la clase capitalista a expensas del nivel de vida de la clase obrera, desregulando el mercado para que cumpliera su funcion. Pero la cuestion que quedaba en pie era como resucitar la capacidad de absorber los excedentes que el capitalismo esta obligado a producir si pretende sobrevivir8•

7 Henri Lefebvre, The Urban Revolution, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2003 [ed. orig.: La revolution urbaine, Paris, Gallimard, 1970].
H William Tabb, The Long Default: New York City and the Urban Fiscal Crisis, New York, Monthly Review Press, 1982; David Harvey, A Brief His­
htoistry orofia Ndel neoliberalismo, eoliberalism, Oxford, Oxford University Press, 2005 [ed. cast.: Madrid, Aka!, 2007]. Breve
Pero sigamos avanzando hasta el momenta actual. El capitalismo intemacional habia entrada en una montana rusa de crisis y bancarrotas regionales ( el este y sureste de Asia en 1997-98, Rusia en 1998, Argentina en 2001, etcetera) hasta que sufrio un crac global en 2008. Cual ha sido el papel de la urbanizacion en esta historia? En Estados Unidos todo el mundo creia hasta 2008 que el mercado de la vivienda era un importante estabilizador de la economia, en particular tras la debacle de las empresas informati­
cas y de alta tecnologia a finales de la decada de 1990. El mercado inmobiliario absorbia directamente gran parte del excedente de capital dedicandolo a nuevas construcciones (tanto viviendas en el interior y en la periferia de las ciudades como nuevas edificios de oficinas), mientras que la rapida inflacion del precio de la vivienda, respaldada par una prodiga oleada de refinanciaciones hipotecarias con tipos de interes historicamente bajos, impulsaba el
mercado intemo estadounidense de servicios y bienes de consumo. El mercado global se estabilizo en parte gracias a la expansion urbana estadounidense y a la especulacion en el mercado inmobiliario, mientras Estados Unidos incurria en un enorme deficit comercial con el resto del mundo, endeudandose alrededor de 2 millardos de dolares al dia para alimentar su consumismo insaciable y las guerras financiadas mediante la deuda en Mganistan e Iraq durante la primera decada del siglo XXI.
Pero el proceso de urbanizacion experimento mientras tanto otra ampliacion de escala, haciendose planetaria, par lo que no podemos concentramos linicamente en Estados Unidos. La enorme expansion del mercado inmobiliario en Gran Bretana, lrlanda y Espana, asi como en muchos otros paises, ayudo a mantener la dinamica capitalista de forma muy parecida en general a la de Estados Unidos. La urbanizacion de China durante los ultimos veinte anos, como veremos el capitulo 2, ha sido de un caracter radicalmente diferente, concentrandose en buena medida en la
construccion de infraestructuras. Su velocidad aumento enormemente tras una breve recesion hacia 1997. Mas de un centenar de ciudades han sobrepasado el millon de habitantes en los ultimos

veinte afi.os, y pequefi.as ciudades como Shenzhen se han convertido en gigantescas metropolis de entre seis y diez millones de habitantes. La industrializacion, concentrada al principia en las «zonas economicas especiales», se extendio luego rapidamente a cualquier municipio dispuesto a absorber el capital excedente extranjero y a reinvertir los beneficios en una rapida expansion. Vastos proyectos infraestructurales, como presas y autopistas -de nuevo, wdos ellos financiados mediante la deuda- estan transformando el paisaje • Centros comerciales igualmente gigantescos, parques cientificos, aeropuertos, puertos, palacios de entretenimiento de todo tipo y gran variedad de instituciones culturales nuevas, junto con urbanizaciones valladas y campos de golf para los ricos, salpican el paisaje chino en medio de ciudades-dormitorio superatestadas para las enormes reservas de mano de obra que se desplazan desde las regiones rurales empobrecidas. Como veremos, las con­
secuencias de este proceso de urbanizacion para la econornia glo­
bal y para la absorcion de capital excedente han sido enormes.
Pero China es solo el centro mas notable de un proceso de urbanizacion que se ha hecho autenticamente planetaria, en parte mediante la asombrosa integracion global de los mercados financieros que aprovechan su flexibilidad para financiar mediante la deuda proyectos urbanos que proliferan en todas partes, desde Dubai hasta Sao Paulo y desde Madrid hasta Bombay, Hong Kong o Londres. El Banco Central Chino, por ejemplo, participa activamente en el mercado hipotecario secundario en Estados Unidos, mientras que Goldman Sachs ha intervenido con fuerza en el
emergente mercado inmobiliario en Bombay y el capital de Hong Kong ha invertido en Baltimore. Cualquier area urbana del mundo ha visto como se inflaba su burbuja inmobiliaria al tiempo que aumentaba sin freno la afluencia de inmigrantes empobrecidos, a rnedida que el campesinado rural se veia desposeido debido a la industrializacion y comercializacion de la agricultura.

El boom inmobiliario ha sido evidente en Ciudad de Mexico,
Santiago de Chile, Bombay, Johannesburgo, Seul, Taipei, Moscu y toda Europa (el caso de Espana ha sido el mas espectacular), asi como en las grandes ciudades de los principales paises capitalistas, como Londres, Los Angeles, San Diego y Nueva York (donde la administraci6n del milmillonario alcalde Michael Bloomberg puso en marcha en 2007 mas proyectos urbanos a gran escala que nunca). En algunos lugares de Oriente Media como Dubai y Abu Dhabi han surgido proyectos urbanisticos asombrosos, espectaculares y en ciertos aspectos criminalmente absurdos, como forma de absorber los excedentes del capital surgidos de la riqueza petrolifera de la forma mas lujosa, socialmente injusta y medioambientalmente ponzofiosa posible (como una pista de esqui en media del ardiente desierto). Asistimos asi a otto gran cambia de escala en el proceso de urbanizaci6n, que hace dificil captar que lo que esta sucediendo globalmente es en principia similar a los procesos de que Haussmann gestion6 tan habilmente durante un tiempo en el Paris del Segundo Imperio.
Pero esta nueva oleada urbanizadora dependia, como las anteriores, de la creaci6n de nuevas instituciones e instrumentos financieros que permitieran canalizar los creditos requeridos para mantenerla. Las innovaciones financieras puestas en marcha en la decada de 1980, en particular la titulizaci6n y empaquetamiento de hipotecas locales para venderlas a inversores de todo el mundo y la creaci6n de nuevas instituciones financieras que facilitaran la crea­
ci6n de un mercado hipotecario secundario y Ia emisi6n y venta de Obligaciones de Deuda Garantizadas [COOs, Collateralized Debt Obligations] han desempefi.ado un papel decisivo. Las ventajas eran muchas: minimizaba el riesgo al dispersarlo y permitia a los depositos de ahorros excedentes un acceso mas facil a la de­
manda excedente de vivienda, permitiendo ademas, en virtud de su coordinaci6n, una reducci6n global de los tipos de interes (al tiempo que generaba inmensas fortunas para los intermediarios financieros que gestionaban aquellas maravillas). Pero dispersar el riesgo no significaba eliminarlo. Ademas, el hecho de que se pudiera repartir tan ampliamente alentaba inversiones aun mas arriesgadas, que supuestamente transferian el riesgo a otto Iugar. Sin controles adecuados de valoraci6n del riesgo, el mercado hipotecario se podia desbocar, y lo que les sucedi6 a los hermanos Pereire en
1 867-1868 en Paris con el Credit Mobilier y al ayuntamiento de Nueva York a mediados de Ia decada de 1970 volvi6 a suceder en 2008 con las hipotecas subprimc y Ia crisis de los activos inmobiliarios. La crisis se concentr6 primero en las ciudades estadounidenses y sus alrededores (aunque se podian detectar sefiales similares en Gran Bretafia), con consecuencias particularmente severas para los afroamericanos de bajos ingresos y hogares monoparentales a cargo de mujeres, afectando tambien a quienes, incapaces de permitirse los elevadisimos precios de Ia vivienda en los centros urba­
nos, especialmente en el suroeste estadounidense, se trasladaron a la semiperiferia de los centros metropolitanos, donde al principia podian pagar tipos de interes bajos por casas adosadas ya construidas especulativamente, pero luego tuvieron que afrontar gastos de desplazamien to crecientes a medida que subia el precio del petr6leo al tiempo que aumentaban sus cuotas hipotecarias en consonancia con Ia tendencia ascendente del mercado. Las crueles consecuencias de Ia crisis sobre Ia vida urbana y las infraestructuras (barrios enteros de ciudades como Cleveland, Baltimore y Detroit se han visto devastados por la oleada de desahucios) hacian tambalearse toda Ia estructura del sistema financiero global y amenaza­
ban desencadenar una importante recesi6n. Los paralelismos con la crisis de la decada de 1970 son, por decirlo suavemente, pasmosos, incluida Ia respuesta de Ia Reserva Federal abaratando el dinero, lo que casi con seguridad generara en el futuro fuertes tensiones inflacionistas, como sucedi6 entonces.
Pero Ia situaci6n es mucho mas complicada ahora y no esta nada claro si un severo crac en Estados Unidos podria verse compensado por la expansion en otto Iugar (por ejemplo en China). EI desarrollo geografico desigual puede quiza rescatar de nuevo al sistema y salvarlo de una bancarrota total, como sucedi6 en Ia decada de 1990, aunque ahora sea Estados Unidos el que esta en el centro del problema. Pero el sistema financiero esta tambien ahora mucho mas estrechamente entrelazado que antes10• Las transacciones comerciales realizadas instantaneamente en la red sin ninguna supervision siempre amenazan con crear una gran divergencia en el mercado (como muestra la increfble volatilidad de los mercados bursatiles) capaz de generar una crisis masiva que exigira repensar de arriba abajo el funcionamiento del capital financiero y de los mercados monetarios, incluida su relaci6n con la urbanizaci6n.
Al igual que en otras ocasiones, la reconfiguraci6n de la geografia urbana ha traido consigo grandes cambios en el estilo de vida. La calidad de la vida urbana se ha convertido en una mercancia para los que tienen dinero, como lo ha hecho la propia ciudad en un mundo en el que el consumismo, el turismo, las actividades culturales y basadas en el conocimiento, asi como el continuo recurso a la economia del espectaculo, se han convertido en aspectos primordiales de la economia politica urbana hasta en la India y China. La proclividad posmodema a la formaci6n de nichos de mercado -en las opciones de modo de vida, habitos de consumo y normas culturales- confiere a la vida urbana contemporcinea una aura de libertad de elecci6n, con tal que uno tenga el dinero suficiente y pueda protegerse frente a la privatizaci6n de la redistribuci6n de riqueza mediante actividades criminales y prcicticas fraudulentas depredadoras (que se han multiplicado en todas partes). Proliferan los centros comerciales e hipermegastores (cuya construcci6n se ha convertido asimismo en un gran negocio ), asi como los centros de comida rapida y mercadillos artesanales, bazares ocasionales, cafeterias de ambiente y establecimientos por el estilo en los que se practica, como dice socarronamente Sharon
Zukin, la «pacificaci6n mediante el cappuccino». El desarrollo su-

10 Richard Bookstaber, A Demon of Our Own Design: Markets, Hedge
Funds, and the Perils of Financial Innovation, Nueva York, Wiley, 2007; Frank Partnoy, Infectious Greed: How Deceit and Risk Corrupted Financial Markets, Nueva York, Henry Holt, 2003.
burbano incoherente, anodino y mon6tono que sigue dominando en muchas partes del mundo encuentra ahora un revulsivo en el «nuevo urbanismo» que proclama las excelencias de Ia vida en comunidades apartadas (supuestamente intimas y seguras, a menudo valladas y cerradas al exterior) en las que los promotores inmobiliarios prometen un estilo de vida refinado supuestamente capaz de cumplir todos los suefios urbanos. Es un mundo en el que Ia etica neoliberal del intenso individualismo posesivo puede convertirse en pauta para Ia socializaci6n de Ia personalidad humana. Su efecto es el creciente aislamiento individualista, Ia ansiedad y Ia neurosis en medio de uno de los mayores logros sociales (al menos a juzgar por su enorme envergadura y su generalizaci6n a todos los niveles) jamas construido en la historia humana para la realizaci6n de nuestros deseos mas profundos.
Pero las fisuras en el sistema son tambien muy evidentes. Vivimos en ciudades cada vez mas divididas, fragmentadas y proclives al conflicto. La forma en que vemos el mundo y definimos nuestras posibilidades depende del lado de la barrera en que nos hallemos y del nivel de consumo al que tengamos acceso. En las ultimas decadas el giro neoliberal ha restaurado el poder de clase de las elites mas ricas11• En un solo afio los directivos de los principales fondos de inversion en Nueva York obtuvieron 3 millardos de d6lares en remuneraciones personates y las primas de Wall Street han aumentado vertiginosamente durante los ultimos afios, desde alrededor de 5 millones de d6lares hasta llegar a 50 millones para los principales protagonistas (situando los precios del suelo en Manhattan a una altura inalcanzable). En Mexico han aparecido catorce milmillonarios desde el giro neoliberal de finales de la decada de 1980, entre los que se cuenta el hombre mas rico de Ia tierra, Carlos Slim, al mismo tiempo que los ingresos de los pobres en ese pais se han estancado o han disminuido. A finales de 2009 (despues de que hubiera pasado lo peor de Ia crisis), habia en

1 1
D. Harvey, A Brief History of Neoliberalism, cit.; Thomas Edsall, The New Politics of Inequality, Nueva York, Norton, 1985.
China 1 1 5 milmillonarios, 101 en Rusia, 55 en la India, 52 en Alemania, 32 en Gran Bretafia y 30 en Brasil, ademas de los 41 3 de Estados Unidos12• Los resultados de esta creciente polarizaci6n en la distribuci6n de la riqueza y el poder estan indeleblemente grabados en las formas espaciales de nuestras ciudades, en las que se van condensando progresivamente fragmentos fortificados, comunidades cercadas y espacios publicos privatizados bajo una vigilancia constante. La protecci6n neoliberal de los derechos de propiedad privada y sus valores se convierte en una for­
ma hegem6nica de polftica, incluso para Ia clase media baja. En el
mundo en desarrollo, en particular, Ia ciudad
se esta dividiendo en partes separadas, en las que parecen forrnarse muchos «microestados». Los vecindarios ricos provistos de todo tipo de servicios, tales como escuelas exclusivas, campos de golf y de tenis y patrullas de policia privada que recorren el area continuamente, se ven rodeadas por asentamientos ilegales donde solamente se puede obtener agua en las fuentes publicas, no existen sistemas de evacuaci6n de residuos ni de recogida de basuras, la electricidad solo esta al alcance de unos pocos privilegiados, las calles se convierten en
barrizales siempre que llueve y lo normal es compartir la vivienda entre varias familias. Cada fragmento parece vivir y funcionar aut6nomamente, aferrandose firrnemente a lo que ha sido capaz de pro­
veerse en la lucha cotidiana por la supervivencia13•
En esas condiciones los ideales de identidad urbana, ciudadania y pertenencia, y de una polftica urbana coherente, ya amenazados por Ia creciente difusi6n de Ia etica neoliberal individualista, se hacen mucho mas dificiles de sostener. Hasta la idea de que la ciudad podria funcionar como un cuerpo politico colectivo, un

1 2 Jim Yardley y Vikas Bajaj, «Billionaires’ Ascent Helps India, and Vice Versa», New York Times, 27 de julio de 201 1 .
1 3 Marcello Balbo, «Urban Planning and the Fragmented City of Developing Countries>>, Third World Planning Review 1 5/1 (1993), pp. 23-25.
Iugar en y del que podrian emanar movimientos sociales progresistas, parece, al menos superficialmente, cada vez menos creihle. Aun asi, de hecho hay todo tipo de movimientos sociales urbanos que tratan de superar el aislamiento y de reconfigurar la ciudad respondiendo a una imagen social diferente de la ofrecida por los poderes de los promotores respaldados por el capital financiero y ernpresarial y un aparato estatal con rnentalidad de negociante. Incluso administraciones urbanas relativamente conservadoras tratan de emplear su poder para experimentar nuevas formas de producir lo urbano y de democratizar su gobernanza. Existe una alternativa urbana, y en tal caso, de d6nde podria provenir?
La absorci6n del excedente mediante la transformaci6n urbana tiene empero un aspecto aun mas tenebroso: ha supuesto repetidas rachas de reestructuraci6n urbana mediante una «destrucci6n creativa» que casi siempre tiene una dimension de clase, ya que suelen ser los mas pobres y menos privilegiados, los marginados del poder politico, los que mas sufren en esos procesos.
Para hacer surgir la nueva geografia urbana del derrumbe de la antigua se requiere siempre violencia. Haussmann hizo derribar los viejos barrios de Paris empleando poderes excepcionales de expropiaci6n, supuestamente en beneficio publico, en nombre de los derechos de ciudadania, la restauraci6n ambiental y la renovaci6n urbana. Consigui6 asi deliberadamente expulsar del centro de Paris, junto con las industrias insalubres, a gran parte de la clase obrera y otros elementos rebeldes que constituian una amenaza para el orden publico y por supuesto para el poder politico, creyendo (incorrectamente, como se comprob6 en la Comuna revolucionaria de Paris de 187 1) que aquella reforma urbana ofrecia un nivel suficiente de vigilancia y control militar como para asegurar el facil sometimiento por la fuerza de las clases rebeldes. Pero como ya sefialaba Friedrich Engels en su folleto de 1 872 Sobre el problema de Ia vivienda [Zur Wohnungsfrage]:
En realidad Ia burguesfa solo dispone de un metodo para resolver a su modo el problema de Ia vivienda, esto es, de resolverlo de forma que se perpettie, y ese metodo se llama «haussmannizaci6n» [como yo denominaria a] la pnictica generalizada de la apertura de brechas en los barrios obreros, particularmente en los situados en el centro de nuestras grandes ciudades, dejando a un lado que se justifique por razones de salud publica, de embellecimiento de la ciudad, de demanda de grandes edificios de negocios en el centro o por exigencias del tr:ifico como el tendido de vias ferreas, Ia ampliaci6n de las avenidas, etcetera. Por diferentes que sean las razones aducidas, el resultado es siempre el mismo: los callejones mas escandalosos desaparecen con gran contento de la burguesia por su colosal exito, pero aparecen de nuevo en algUn otto Iugar, a menudo muy cerca [ …] Los focos de las epidemias, los infames agujeros y calabozos en los que el modo capitalista de pro­
ducci6n confina a nuestros trabajadores una noche tras otra, no son erradicados, jsino que simplemente se desplazan a otro Iugar! La misma necesidad econ6mica que los gener6 antes los reproduce ahora14•
De hecho llev6 mas de cien afios completar Ia conquista burguesa del centro de Paris, con las consecuencias que hemos visto en los ultimos afios: levantamientos y disturbios en los suburbios aislados en los que se ven cada vez mas atrapados los emigrantes
marginados, los obreros desempleados y los j6venes. Lo mas triste es que los procesos que describia Engels se siguen reproduciendo una y otra vez a lo largo de Ia historia del urbanismo capitalista. Robert Moses le dio «un hachazo al Bronx» (con sus propias infames palabras) que provoc6 largas y sonoras lamentaciones de los grupos y movimientos vecinales, finalmente condensadas en Ia ret6rica de Jane Jacobs sobre Ia inimaginable destrucci6n de un valioso tejido urbano asi como Ia perdida de comunidades enteras de residentes y sus arraigadas redes de integraci6n social15• Pero

14 Friedrich Engels, The Housing Question, Nueva York, International Publishers (1935), pp. 74-77 [orig. en aleman: Zur Wohnungsfrage, en MEW Band 18, Berlin, Dietz Verlag, 1973, pp. 260-261].
1 5 Marshall Berman, All That Is Solid Melts Into Air, Londres, Penguin, 1988 [ ed. cast.: Todo lo solido se desvanece en el dire, Madrid, Siglo XXI de Espana, 2000].
en los casos de Paris y Nueva York, despues de que las brutales expropiaciones a cargo del estado se vieron frenadas por la agitaci6n politica y las luchas callejeras del 68, comenz6 un proceso de transformacion mucho mas insidioso y canceroso mediante el sometimiento de los gobiernos democraticos urbanos a la disciplina presupuestaria, la liberalizacion del mercado del suelo y de la vivienda, la especulacion inmobiliaria y la recalificacion del suelo urbano para los usos que generaban la tasa de ganancia financiera mas alta. Engels entendia muy bien de que iba todo ese proceso:
El crecimiento de las grandes ciudades modernas da al suelo en ciertas areas, particularmente en las situadas cerca del centro, un valor artificial mucho mayor; los edificios construidos en esas areas disminuyen ese valor en Iugar de aumentarlo, porque ya no corresponden a las nuevas circunstancias; por eso son derribados y sustituidos par otros. Esto sucede sabre todo con las viviendas de los trabajadores situadas cerca del centro, cuyos alquileres, a pesar de Ia gran cantidad de gente que en elias se aloja, nunca pueden aumentar mas alia de un limite, o en todo caso lo hacen muy lentamente. Por elio son derribadas y en su Iugar se construyen nuevas tiendas, almacenes y edificios publicos16•
Resulta deprimente pensar que todo esto se escribiera en 1 872, ya que la descripcion de Engels se puede aplicar directamente a los actuales procesos urbanos en gran parte de Asia (Nueva Delhi, Seul, Bombay), asi como a la actual gentrificacion de ciertas areas de Nueva York como Harlem y Brooklyn. La creacion de nuevas geografias urbanas bajo el capitalismo supone inevitablemente desplazamiento y desposesion, como horrorosa imagen especular de la absorcion de capital excedente mediante el desarrollo urbano. Considerese el caso de Bombay y sus areas urbanas aledaiias, donde 6 millones de sus habitantes son considerados oficialmente

1 6 Friedrich Engels, The Housing Quesfion, cit., p. 23 [ed. cast.: Zur Wo-
hnungsfrage, cit., p. 2 1 5]. (
chabolistas, alojados en su mayor parte en terrenos sin propieta­
rio legal (los lugares donde viven aparecen en blanco en todos los pianos de Ia ciudad). El in ten to de convertir Bombay en un centro financiero global capaz de rivalizar con Shanghai ha acelerado el boom de Ia construccion y el suelo que ocupan los «asentamientos irregulares» ha aumentado increfblemente de valor afio tras afio. El de Dharavi, uno de los barrios chabolistas mas conocidos de Bombay, se estima en tomo a los 2 millardos de dolares, y Ia presion para desalojar a sus habitantes -aduciendo razones ambientales y sociales- aumenta dfa tras dfa. Los poderes financieros respaldados por el estado presionan en favor de un desalojo por Ia fuerza, tomando posesion a veces violentamente de un terreno ocupado desde hace una generacion por los chabolistas. La acumulacion de capital mediante Ia actividad inmobiliaria se multiplica, dado que el coste del suelo es practicamente nulo. Recibe
alguna compensacion Ia gente obligada a abandonar sus chabolas?
Los mas afortunados han recibido algunas rupias, pero aunque Ia Constitucion india proclama que el estado esta obligado a proteger Ia vida y el bienestar de toda Ia poblacion, sin hacer diferencias por razones de casta o de clase, y a garantizar su derecho a Ia vivienda, el Tribunal Supremo ha reescrito esa exigencia constitucional: los ocupantes ilegales que no pueden demostrar fehacientemente su asentamiento durante largo tiempo en el suelo que ocupan no tienen derecho a compensacion alguna, porque reconocer ese derecho, dice el Tribunal Supremo, equivaldrfa a premiar a los ladronzuelos y carteristas por sus acciones. Asf, los cha­
bolistas se ven obligados a resistir y a luchar, o a empaquetar sus escasas pertenencias y acampar al borde de las autovfas o donde puedan encontrar un diminuto espacio17• Ejemplos similares de desposesion (aunque menos brutales y mas legales) se pueden en-

1 7 Usha Ramanathan «Illegality and the Urban Poor>>, Economic and Political Weekly, 22 de julio de 2006; Rakesh Shukla, «Rights of the Poor: An Overview of Supreme Court>>, Economic and Political Weekly, 2 de septiembre de 2006.
contrar en Estados Unidos, donde se abusa del derecho a la expropiacion para desplazar a quienes residian desde hace tiempo en una vivienda razonable, en favor de usos mas rentables del suelo (tales como los bloques de apartamentos y los grandes almacenes). En el Tribunal Supremo estadounidense los jueces liberales prevalecieron sobre los conservadores diciendo que era perfectamente constitucional que las jurisdicciones locales se comportaran de esa forma a fin de aumentar Ia base de su recaudacion de impuestos.
En Seul, durante Ia decada de 1990, las empresas constructoras y los promotores inmobiliarios contrataron escuadrones de luchadores de sumo para invadir barrios enteros y aplastar a mazazos no solo las viviendas sino tambien las posesiones de quienes se habian asentado cuatro o cinco decadas antes en las colinas que ahora se habian convertido en un terreno de gran valor. La mayo­
ria de sus laderas han quedado cubiertas por grandes rascacielos que no muestran ninguna huella del brutal proceso de desposesion que permitio su construccion. En China se esta desposeyendo actualmente a millones de personas del espacio que llevaban ocupando toda Ia vida. Dado que carecen de derechos de propiedad privada, el estado puede expulsarlos simplemente con una orden administrativa, ofreciendoles como mucho un pequefio pago en efectivo para facilitarles el traslado (antes de entregar el suelo a los promotores con una elevada tasa de ganancia). En algunos casos la gente se va sin mas, pero tambien llegan noticias de encarnizadas resistencias, Ia respuesta a las cuales suele ser una brutal represion por parte de las autoridades. La poblacion rural de los alrededores de las grandes ciudades se ve desplazada sin mucha ceremonia al expandirse estas, como ya habia vaticinado Lefebvre en los afios sesenta presintiendo que Ia clara distincion de otro tiempo entre Ia ciudad y el campo parecia irse difuminando gradualmente dando Iugar a espacios porosos con un desarrollo geografico desigual bajo el dominio del capital y del estado. En China las comunas rurales en los alrededores de las ciudades (o al menos los lideres locales del partido) pasaron del agotador trabajo de cultivar coles al relajado estatus de rentistas urbanos al construirse en elias, pnicticamente de la noche a la mafiana, grandes
bloques de apartamentos. Asf sucede igualmente en la India, donde la polftica de zonas especiales de desarrollo econ6mico promo­
vida por el gobierno central y los gobiernos estatales ha acabado convirtiendose en una violencia descarnada contra los productores agrfcolas, como en el caso de la masacre de Nandigram (Ben­
gala occidental) en 2007 ordenada por el «Frente de Izquierdas» gobernante* con el fin de abrir espacios para la inversion de grandes capitales indonesios, tan interesados en el desarrollo urbano como en el industrial. En este caso los derechos de propiedad privada no supusieron ninguna protecci6n.
Y lo mismo sucede con la propuesta aparentemente progresista de conceder derechos de propiedad privada a las poblaciones okupas, ofreciendoles bienes que les permitirfan salir de la pobreza. Ese es el tipo de propuesta ofrecido a los favelados de Rfo de
Janeiro, pero el problema es que los pobres, acuciados por la inseguridad de sus ingresos y sus frecuentes dificultades financieras, pueden facilmente ser persuadidos de venderlos a un precio en efectivo relativamente bajo (los ricos se niegan en cambio a renunciar de ningnn modo a sus propiedades, por lo que Moses, a quien no le result6 muy diffcil dar su «hachazo» en el Bronx, don­
de la mayorfa de la gente contaba con muy bajos ingresos, no pudo hacer lo mismo en la opulenta Park Avenue). Yo apostarfa a que, si se mantiene la tendencia actual, dentro de quince afios todas esas colinas ahora ocupadas por favelas estanin cubiertas por grandes bloques de apartamentos con fabulosas vistas a la bahfa de Rfo, mientras que los antiguos favelados habnin sido desplazados a alguna periferia remota18• El efecto a largo plazo de la

* Que en las elecciones de abril-mayo de 201 1 perdi6 el poder que habia ejercido durante 34 afios. {N. del T.]
1 8 Buena parte de estas ideas provienen de Ia obra de Hernando de Soto, The Mystery of Capital: Why Capitalism Triumphs in the West and Fails
Everywhere Else, Nueva York, Basic Books, 2000; vease el repaso criitico de
Timothy Mitchell, «The Work of Economics: How a Discipline Makes its World>>, Archives Europiennes de Sociologie 46/2 (2005), pp. 297-320.
privatizacion por Margaret Thatcher de las viviendas sociales en e1 centro de Londres ha sido crear una estructura de alquileres y precio de la vivienda en toda el area metropolitana que impide que la gente con bajos ingresos e incluso la de clase media pueda acceder a una vivienda cerca del centro urbano. El problema de la
vivienda, como el de la pobreza y la accesibilidad, se ha ido desplazando de un lugar a otro.
Esos ejemplos nos advierten de la existencia de toda una bateria de soluciones aparentemente «progresistas» que no solo desplazan el problema sino que de hecho lo refuerzan, al mismo tiempo que alargan la cadena dorada que aprisiona a poblaciones vulnerables y marginadas dentro del cerco de la circulacion y acumulacion del capital. Hernando de Soto argumentaba que es la falta de derechos claros de propiedad la que mantiene en la miseria a los pobres en gran parte del Sur Global (ignorando el hecho de que la pobreza tambien abunda en sociedades donde estan claramente establecidos los derechos de propiedad). Evidentemente, habra casos en que la concesion de tales derechos en las favelas de Rio o en los barrios pobres de Lima libere energias individuales y afanes empresariales que permitan el avance personal de algunos, pero el
efecto global suele ser el de destruir los modos colectivos de solidaridad social y apoyo mutuo, no basados en la maximizacion del beneficio, sin favorecer el alivio conjunto de la poblacion a falta de un empleo seguro y adecuadamente remunerado. Julia Elyachar, por ejemplo, sefiala que en El Cairo esas politicas aparentemente progresistas han creado un «inercado de la desposesion» que de hecho absorbe valor de una economia moral basada en el respeto mutuo y la reciprocidad, en beneficio de las instituciones capitalistas19•
Esa misma critica se puede aplicar en buena medida a las soluciones para la pobreza global basadas en los microcreditos y microfinanzas, voceadas tan persuasivamente desde las instituciones

1 9 Julia Elyachar, Markets of Dispossession: NGOs, Economic Development,
and the State in Cairo, Chapel Hill, Duke University Press, 2005.
financieras de Washington. En su encarnaci6n social (tal como los proponia originalmente el premia Nobel de Ia Paz Muhammad Yunus) los microcrc:!ditos han abierto efectivamente nuevas posibilidades y han tenido un efecto significativo sabre las rela­
ciones de genera, con consecuencias positivas para las mujeres, en paises como India y Bangladesh; pero al mismo tiempo imponen sistemas de responsabilidad colectiva para el pago de Ia deuda contraida que pueden coartar mas que liberar. En cuanto a las
microfinanzas tal como han quedado estructuradas por las instituciones de Washington (a diferencia de Ia orientaci6n social mas filantr6pica de los microcreditos propuestos por Yunus), su efecto tiende a generar fuentes muy rentables de ingresos (con tipos de interes por encima del 1 8 por 100 e incluso bastante mas altos) para las instituciones financieras globales, en el seno de una estructura de comercializaci6n emergente que permite a las empresas multinacionales acceder al enorme mercado constituido por los dos mil millones de personas que viven con menos de 2 d6lares al dia. Es a ese enorme «mercado en Ia base de Ia piramide»,
como se le llama en los circulos empresariales, al que el gran capital pretende llegar mediante redes complejas de vendedores (principalmente mujeres) vinculados mediante una cadena de mercado que va desde los grandes centros multinacionales de distribuci6n hasta los vendedores callejeros20• Estos ultimos, ligados por diversas redes de relaciones sociales, se hacen colectivamente responsables del pago de Ia deuda mas intereses que les permite comprar los articulos que mas tarde venden al por menor. Como en el caso de Ia concesi6n de derechos de propiedad privados, es casi seguro que algunas personas (Ia mayoria de elias mujeres) pueden incluso alcanzar un estatus relativamente acomodado, al tiempo que se
atenuan notorios problemas en el acceso de los pobres a los pro-

20 Ananya Roy, Poverty Capital: Microfinance and the Making of Development, Nueva York, Routledge, 2010; C. K. Prahalad, The Fortune at the Bottom of the Pyramid: Eradicating Poverty Through Profits, Nueva York, Pearson Prentice Hall, 2009.
ductos de consumo a un precio razonable; pero esto no soluciona e1 problema de la pobreza urbana. La mayoria de los participantes en el sistema de microfinanzas quedaran reducidos a la servidumbre por deudas, encerrados en una posicion intermedia mal remunerada entre las empresas multinacionales y la poblacion empobrecida de los arrabales urbanos, en beneficia siempre de las primeras. Este es el tipo de estructura que bloquea la exploracion de alternativas mas productivas, y ciertamente no brinda ninglin tipo de derecho a la ciudad.
La urbanizacion, podemos concluir, ha desempefiado un papel crucial en la absorcion de excedentes de capital, y lo ha hecho a una escala geografica cada vez mayor, pero a costa de impetuosos procesos de destruccion creativa que implican la desposesion de las masas urbanas de cualquier derecho a la ciudad. Periodicamente esto da lugar a rebeliones como la de Paris en 1 87 1 , cuando los desposeidos se alzaron reclamando el derecho a la ciudad que habian perdido. Los movimientos sociales de 1968, desde Paris y Bangkok hasta Ciudad de Mexico y Chicago, pretendian parecidamente definir un modo de vida urbana diferente al que les estaban imponiendo los promotores capitalistas y el estado. Si, como parece probable, las dificultades fiscales de la actual coyuntura aumentan y la fase hasta ahora exitosa, neoliberal, posmodernista y consumista de absorcion capitalista del excedente median­
te la urbanizacion, esta llegando a su fin iniciandose una crisis mas amplia, cabe preguntarse: (Donde esta nuestro 68, o para plantearlo aun mas dramaticamente, nuestra version de la Comuna?
Por analogia con las transformaciones en el sistema recaudatorio, la respuesta politica debera ser mucho mas compleja en nuestra epoca, precisamente porque el proceso urbana es ahora de ambito planetaria y esta atravesado por todo tipo de fisuras, inseguridades y desarrollos geograficos desiguales. Pero como cantaba Leonard Cohen, esas grietas son «las que dejan pasar la luz». Hay atisbos de rebelion en todas partes (la agitacion en China e India es cronica, hay guerras civiles en Africa, Latinoamerica hierve, en todas partes surgen movimientos autonomos y hasta en Estados Unidos hay indicios politicos que sugieren que la mayoria de la poblaci6n piensa, con respecto a las terribles desigualdades, que «jYa basta!». Cualquiera de esas rebeliones podrfa de repente hacerse contagiosa. A diferencia del sistema tributario, no obstante, los movimientos de oposici6n urbanos y periurbanos, que abundan en todo el mundo, no estan apenas vinculados entre sf. De hecho, muchos no tienen ninguna conexi6n con otros. Es por tanto muy improbable que una sola chispa incendie la pradera, como se solia decir en otto tiempo. Hara falta algo mucho mas sistematizado. Pero si esos diversos movimientos de oposici6n se unieran de alglin modo -por ejemplo, en torno a la reivindicaci6n del derecho a la ciudad-, que deberfan exigir?
La respuesta a esta ultima pregunta es bastante sencilla: mayor control democratico sobre la producci6n y uso del excedente. Dado que el proceso de urbanizaci6n es un importante canal de uso, el derecho a la ciudad se constituye estableciendo un control democratico sobre la aplicaci6n a la urbanizaci6n de los excedentes. Tener excedentes no es algo malo de por sf; de hecho, en muchas situaciones es crucial para la supervivencia. Durante toda la historia del capitalismo, parte del valor excedente creado ha sido recaudado por el estado, y en las fases socialdem6cratas esa proporci6n aument6 significativamente, poniendo buena parte del excedente bajo el control estatal. Todo el proyecto neoliberal durante los ultimos treinta afios ha estado orientado a la privatizaci6n del control sobre el excedente, pero los datos para todos los pafses de la OCD E muestran que la proporci6n del PIB de la que ha dispuesto el estado se ha mantenido en general constante desde la decada de 1970. El principal logro del asalto neoliberal ha sido pues impedir que siguiera aumentando como lo hizo durante los afios cincuenta y sesenta. Otto aspecto ha sido crear nuevos sistemas de gobierno que integran los intereses del estado y de las empresas, y que mediante la aplicaci6n del poder del dinero aseguran que el control sobre el desembolso del excedente en la configuraci6n del proceso urbano mediante el aparato estatal favorezca al gran capital y a las clases altas.
El aumento de la proporcion del excedente bajo control estatal solo servira de algo si se reforma el propio estado poniendolo bajo el control democratico del pueblo. El derecho a la ciudad va cayendo cada vez mas, por desgracia, en manos de intereses privados o casi privados. En la ciudad de Nueva York, por ejemplo, tenemos un alcalde milmillonario, Michael Bloomberg, que esta reconfigurando la ciudad de acuerdo con los intereses de los promotores inmobiliarios, de Wall Street y de la clase capitalista transnacional, mientras la sigue vendiendo como un Iugar optima para los grandes negocios y un destino fantastico para los turistas, convirtiendo Manhattan en una vasta comunidad de acceso restringido, unicamente para ricos (su eslogan desarrollista ha sido, ironicamente, «construir como Robert Moses pero sin olvidar a Jane Jacobs»21). En Seattle es otro milmillonario, Paul Allen, quien lleva la voz cantante, y en Ciudad de Mexico el hombre mas rico del mundo, Carlos Slim, ha hecho pavimentar de nuevo las calles del centro para complacer el gusto de los turistas. Pero no son solo ricachones individuates los que ejercen el poder directo: en la ciudad de New Haven, carente de recursos propios para la rein­
version urbana, es la U niversidad de Yale, una de las mas ricas del mundo, la que esta redisefi.ando gran parte del tejido urbana para adecuarlo a sus necesidades. La Universidad Johns Hopkins esta hacienda lo mismo en el este de Baltimore y la Universidad de Columbia planea hacerlo en ciertas areas de Nueva York (suscitando en ambos casas movimientos de resistencia vecinales, como lo ha hecho el intento de privatizacion del suelo en Dharavi). El derecho a la ciudad actualmente existente, tal como esta ahara constituido, es demasiado estrecho y esta en la mayoria de los casas en manos de una pequefi.a elite politica y economica con capacidad para configurar la ciudad segtl.n sus propias necesidades particulares y sus deseos mas intimas.

2 1 Scott Larson, Building Like Moses with Jane Jacobs in Mind, tesis doc­
toral, Earth and Environmental Sciences Program, City University of New York, 2010.
Pero consideremos ahora la situaci6n mas estructuralmente: en enero de cada afio se publica una estimaci6n del total de primas [bonus] ganadas esforzadamente en Wall Street durante todo el ejercicio por los grandes gestores financieros. En 2007, un afio desastroso para los mercados financieros se mire como se mire (aunque no tan malo como el siguiente, claro esta), esas primas sumaron 3 3.200 millones de d6lares, solo un 2 por 100 menos que el afio anterior (buena retribuci6n por desquiciar el sistema financiero mundial). A mediados del verano de 2007 la Reserva Federal y el Banco Central Europeo inyectaron en el sistema financiero millardos de d6lares en creditos a corto plazo para asegurar su estabilidad, y Ia Reserva Federal redujo espectacularmente los tipos de interes a medida que avanzaba el afio cada vez que los mercados de Wall Street amenazaban caer vertiginosamente. Entretanto, entre dos y tres millones de personas -principalmente familias monoparentales encabezadas por mujeres, afro­
americanas en las principales ciudades y blancas marginadas en la semiperiferia urbana- eran desahuciadas de sus hogares, quedando muchas de ellas sin techo. En Estados Unidos muchos barrios e incluso comunidades periurbanas enteras quedaron practicamente vacfos como consecuencia de las practicas crediticias depredadoras de las instituciones financieras. Esa gente no recibia primas. De hecho, dado que el desahucio significa condonaci6n de la deuda* y que eso es considerado como un ingreso, muchos de los desahuciados tuvieron que afrontar enormes recargos de impuestos por un dinero que nunca estuvo en sus manos. Esa espantosa asimetria plantea Ia siguiente cuesti6n: por que no extendie­
ron Ia Reserva Federal y el Tesoro estadounidense su ayuda de liquidez a medio plazo a los hogares amenazados con el desahucio hasta que la reestructuraci6n de su hipoteca con un tipo de interes razonable resolviera parte al menos del problema? Se podria haber mitigado la ferocidad de la crisis del credito y protegido a la gente empobrecida y los barrios que habitaban. Ademas, el siste-

* No en todas partes, como bien sabemos en Espana. {N. del T]
01a financiero global no habrfa estado al borde de la insolvencia rotal, como sucedi6 un afio despm!s. Evidentemente, esto habrfa extendido la mision de la Reserva Federal mas alla de sus lfmites habituales y habrfa violado la regla ideologica neoliberal de que en caso de conflicto entre el bienestar de las instituciones financieras y el del pueblo, este tiene que cargar con los gastos. Tambien habrfa ido contra los principios de la clase capitalista con respecto a la distribucion de los ingresos y la idea liberal de responsabilidad personal. Pero basta considerar el precio que se pag6 por observar tales reglas y la insensata destruccion creativa que causaron. No se podrfa y se deberfa hacer algo para invertir esas opciones polfticas?
Cabe esperar que durante el siglo XXI lleguemos a ver un movimiento coherente de oposicion a todo esto. Existen, por supuesto, multitud de luchas y movimientos sociales urbanos (en el sen­
tido mas amplio del termino, incluyendo los movimientos en la periferia rural), y abundan en todo el mundo las innovaciones urbanas con respecto a la sostenibilidad medioambiental, la incorporacion cultural de los inmigrantes y el disefio habitacional de los espacios publicos; pero todavfa tienen que converger en el proposito concreto de obtener un mayor control sobre los usos del excedente (por no hablar de las condiciones de su produccion). Un paso hacia la unificacion de esas luchas, aunque no fuera en absoluto el ultimo, serfa el de concentrarse en esos momentos de destruccion creativa en que en la economfa de acumulacion de riqueza se transfigura violentamente en economfa de desposesion, reivindicando abiertamente el derecho de los desposefdos a su ciudad, su derecho a cambiar el mundo, a cambiar la vida y a reinventar la ciudad de acuerdo con sus propios deseos. Ese derecho colectivo, entendido a un tiempo como consigna de trabajo y como ideal politico, nos retrotrae a la antiqufsima cuestion de quien esta al mando de la conexion intema entre urbanizacion y produccion Y uso del excedente. Quiza, despues de todo, Lefebvre tenia razon, hace mas de medio siglo, al insistir en que la revolucion de nuestra epoca tiene que ser urbana, 0 no sera.

CAPITULO DOS Las rafces urbanas de las crisis capitalistas
En un articulo publicado en el New York Times el 5 de febrero de 201 1 con el titulo «Housing Bubbles Are Few and Far Between», Robert Shiller, economista al que muchos consideran el mayor experto estadounidense en cuestiones de vivienda dado su papel en la elaboraci6n del fndice Case-Shiller sobre el precio de Ia misma, intentaba tranquilizar a todos afirmando que la reciente burbuja inmobiliaria era un «acontecimiento infrecuente, que
no se repetiria en muchas decadas». La «enorme burbuja inmobiliaria» de principios de siglo «no se puede comparar con ningiln ciclo nacional o internacional en ese sector. Las anteriores burbujas fueron menores y mas regionales». Los unicos antecedentes equiparables, aseguraba, fueron las burbujas del precio del suelo en Estados Unidos a finales de la decada de 1 830 y du­
rante la de 1 8501•
Como demostrare, se trata de una lectura asombrosamente equivocada y peligrosa de la historia del capitalismo. El hecho de que haya pasado tan inadvertida atestigua un punto ciego muy serio en el pensamiento econ6mico contemporaneo, que desgraciadamente parece darse igualmente en la econornia politica marxista. La crisis de la vivienda en Estados Unidos en 2007-2010, aunque haya sido mas profunda y mas larga que la mayorfa -de hecho, bien puede marcar el fin de una era en la econornia estadounidense-, no careda de precedentes en su relaci6n con las perturbaciones macroecon6micas del mercado mundial, y hay sefia­
les de que esta a punto de repetirse.

1 Robert Shiller, «Housing Bubbles are Few and Far Between», New York Times, 5 de febrero de 201 1 .
51
La economfa convencional trata rutinariamente Ia inversion en el entorno construido en general, y en Ia vivienda en particular, asf como Ia urbanizaci6n, como algo marginal con respecto a los asuntos supuestamente mas importantes que se desarrollan en una entidad ficticia llamada «Ia economfa nacional». El subcampo de Ia «economfa urbana» es pues un tema al que se dedican economistas de segunda fila, mientras que los mas brillantes aplican sus habilidades macroecon6micas en otros terrenos, e incluso cuando prestan atenci6n a los procesos urbanos, los presentan como si las reorganizaciones espaciales, el desarrollo regional y Ia construcci6n de ciudades fueran meros resultados de procesos a mayor escala que no se ven afectados apenas por lo que producen2• Asf, en el Informe sobre Desarrollo del Banco Mundial de 2009, que por primera vez se tom6 en serio Ia geografia econ6mica y el desarrollo urbana, los autores no paredan pensar que nada pudiera ir tan catastr6ficamente mal como para detonar una crisis en el conjunto de Ia economfa. Escrito por economistas (sin consultar a ge6grafos, historiadores o soci6logos urbanos), su prop6sito era supuestamente explorar Ia «influencia de Ia geografia en las oportunidades econ6micas» y elevar «el espacio y el Iugar, de meras cuestiones secundarias, a un papel mas importante».
Sus autores se esforzaban de hecho por demostrar que Ia aplicaci6n de los paradigmas habituales de la economfa neoliberal a los temas urbanos (como dejar al estado fuera de la tarea de regu­
lar seriamente los mercados del suelo y la propiedad inmobiliaria
y minimizar las intervenciones de la planificaci6n urbana, regional y espacial en pro de la justicia social y de la igualdad regional), era Ia mejor de forma para aumentar el crecimiento econ6mico (con otras palabras, Ia acumulaci6n de capital). Aunque tenfan Ia

2 Es bastante sorprendente -dice Charles Leung en «Macroeconomics and Housing: A Review of the Literature>>, Journal of Housing Economics 1 3 (2004), pp. 249-267-, que sean tan escasos el solapamiento y Ia interacci6n entre los textos sobre macroeconomfa y sobre Ia vivienda.
decencia de «lamentar» no disponer del tiempo y el espacio suficiente para explorar en detalle las consecuencias sociales y medioambientales de sus propuestas, creian simplemente que las ciudades que proporcionan
mercados fluidos para el suelo, Ia propiedad inmobiliaria y otras instituciones de apoyo -tales como Ia protecci6n de los derechos de propiedad, Ia ejecuci6n obligada de los contratos y Ia financiaci6n de Ia vivienda-, prosperarian probablemente con el tiempo a medida que se modificaran las necesidades del mercado. Ciudades con exito han relajado las !eyes sobre las zonas para permitir a los usuarios con mayores recursos apostar por el suelo valioso y han adoptado nuevas regulaciones de uso para adaptarse a su papel, que va cambiando con el tiempo3•
Pero el suelo no es una mercancia en el sentido mas corriente de Ia palabra. Es una forma ficticia de capital que deriva de las expectativas de futuras rentas. El intento de maximizar su rendimiento ha expulsado durante los ultimos afi.os de Manhattan y del centro de Londres a las familias de bajos o moderados ingresos, con efectos catastr6ficos sobre las disparidades de clase y el bienestar de las poblaciones menos privilegiadas. Eso mismo es lo que ejerce una presion tan intensa sobre el suelo de alto valor en Dharavi (Bombay), un barrio de chabolas poblado por alrededor de un mill6n de habitantes que el informe caracteriza correctamente como un ecosistema productivo humano. En resumen, el informe defiende el fundamentalismo de mercado que ha dado Iugar al terremoto macroecon6mico por el que acabamos de pasar (aunque siga manifestando replicas) al tiempo que ha generado movimientos sociales urbanos de oposici6n a Ia gentrificaci6n, a

. 3 World Development Report 2009: Reshaping Economic Geography, Washmgton DC, World Bank, 2009; David Harvey, «Assessment: Reshaping Economic Geography: The World Development Report>>, Development and Change Fwum 2009 40/6 (2009), pp. l , 269-278.
la destruccion del media ambiente y al uso de las expropiaciones (o de metodos mas brutales) para desalojar a los residentes y permitir un uso mas rentable del suelo.
Desde mediados de la decada de 1980 la politica urbana neoliberal (aplicada, por ejemplo, en toda la Union Europea) concluyo que la redistribucion de la riqueza a las barriadas, ciudades y regiones menos aventajadas era imitil, y que los recursos debian canalizarse por el contrario hacia los palos de crecimiento «empresariales» mas dinamicos. Una version espacial del «goteo» se encargaria de resolver, en el proverbial largo plaza (que nunca llega) esas la­
tosas desigualdades regionales, espaciales y urbanas. jEntregar la ciudad a los promotores y especuladores financieros redunda, segtin ese mantra, en beneficia de todos! Si el estado chino hubiera liberalizado el uso del suelo en sus ciudades, entregandolo a las
fuerzas del libre mercado -aseguraba el informe del Banco Mundial-, su economia habria crecido alin mas rapidamente.
El Banco Mundial favorece abiertamente al capital especulativo por encima del pueblo. Nunca cuestiona la idea de que a una ciudad le puede ir bien (en terminos de acumulacion de capital) aunque a su poblacion (aparte de un sector privilegiado) y al meclio ambiente les vaya mal. Alin peor, el informe es profundamente complice de las politicas que fomentaron la crisis de 2007-2009, lo que resulta particularmente llamativo ya que se publico seis meses despues de la bancarrota de Lehman Brothers y aproximadamente dos afios despues de que el mercado estadounidense de la vivienda se ensombreciera y comenzara el tsunami de los desahucios. Se nos dice, por ejemplo, sin un asomo de comentario critico, que
desde la desregulaci6n de los sistemas financieros en la segunda mitad de la decada de 1980, la financiaci6n de la vivienda con criterios de mercado se ha expandido rapidamente. Los mercados de hipotecas residenciales equivalen ahara en los pafses desarrollados a mas del 40 por 100 del producto interior bruto (PIB), pero en los pafses en desarrollo es mucho mas pequefi.o y en promedio no llega al 10 por 100 del PIB. El papel de los gobiernos deberfa consistir en estimular una participacion privada bien regulada [ . . .] Establecer los fundamentos legales para contratos hipotecarios simples, ejecutables y prudentes serfa un buen comienzo. Cuando el sistema de un pais esta mas desarrollado y es mas maduro, el sector publico puede alentar un mercado hipotecario secundario, desarrollar innovaciones financieras y expandir Ia titulizacion de las hipotecas. Las viviendas que son propiedad de sus ocupantes, habitualmente el mayor activo con mucho de una familia, es importante en Ia creacion de riqueza, Ia seguridad social y Ia politica. La gente propietaria de su vivienda o que goza de una tenencia segura suele participar mas activamente en su comunidad y es por tanto mas probable que presione por una disminucion del crimen, una gobernanza mas fuerte y mejores condiciones medioambientales locales4.

4 World Development Report, cit., p. 206. Tres de los autores del Informe respondieron mas tarde a las criticas de los geografos, pero eludieron cualquier consideracion de las criticas mas basicas que yo habia planteado (como Ia de que «la tierra no es una mercancia» y que existe una relacion no examinada entre las crisis macroeconomicas y las politicas de Ia vivienda y Ia urbanizacion), aduciendo sorprendentemente que todo lo que yo argumentaba realmente era «que Ia reciente crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos implica que Ia financiacion de Ia vivienda no sirve en absoluto para atender a las necesidades de cobijo de los pobres en los paises en desarrollo>>, y que esto quedaba, en su opinion, «fuera del ambi­
to del lnforme>>. lgnoraron, pues, absolutamente los fundamentos de mi critica. Vease Uwe Deichmann, Indermit Gill y Chor-Ching Goh, «Texture and Tractability: The Framework for Spatial Policy Analysis in the World Development Report 2009>>, Cambridge Journal of Regiom, Economy and Society 4/2 (201 1), pp. 163-174. El unico grupo de economistas que han reconocido desde hace tiempo Ia importancia de que «los valores inmobiliarios y de Ia construccion hayan subido considerablemente poco antes de las principales depresiones>> y hayan «desempeiiado un importante papel en el desarrollo de Ia burbuja y Ia subsiguiente implosion>>, es el ?e los seguidores de Henry George, que desgraciadamente son tambien 1gnorados totalmente por los principales economistas. Vease Fred Foldvary, «Real Estate and Business Cycles: Henry George’s Theory of the
Trade Cycle>>, ponencia presentada en Ia Lafayette College Henry George Conference, 1 3 de junio de 1991.
Esas aseveraciones resultan bastante asombrosas dados los recientes acontecimientos. Dan pabulo al negocio de las hipotecasbasura, alentado por mitos de facil asimilacion sobre los beneficios de la propiedad de la vivienda para todos y el hacinamiento de hipotecas toxicas en CDOs altamente valoradas para ser vendidas a inversores ingenuos. Promueve la proliferacion de urbanizaciones perifericas que consumen mucho mas suelo y energia de lo que seria razonable para la sostenibilidad del planeta como habitat para la poblacion humana. Los autores podrian argiiir plausiblemente que no entraba en sus atribuciones relacionar el tema de la urbanizacion con el problema del calentamiento global. AI igual que Alan Greenspan, podrian argumentar tambien que les habian pillado por sorpresa los acontecimientos de 2007-2009 y que no cabia esperar que anticiparan ninglin problema en el escenario rosado que pintaban. AI insertar los terminos «prudente» y «bien regulado» en su argumentacion se habian «protegido», por decirlo asi, frente a posibles criticas.
Pero dado que citan innumerables ejemplos historicos, «prudentemente elegidos» para apuntalar sus tesis neoliberales, como se les pudo pasar que la crisis de 1973 se inicio con un crac del mercado global inmobiliario que provoco la quiebra de varios bancos? No se dieron cuenta de que la crisis de «Asociaciones de Credito y Ahorro» [Savings and Loans] de finales de la decada de 1980 en Estados Unidos, inducida igualmente por las Sociedades de Credito Inmobiliario, clio Iugar al hundimiento de
cientos de instituciones financieras costandoles unos 200 millardos de dolares a los contribuyentes estadounidenses (una situacion que irrito tanto a William Isaac, entonces presidente de la Corporacion Federal de Segura de Depositos [Federal Deposit Insurance Corporation, FDIC], que en 1987 amenazo a la Asociacion de Banqueros Americanos con la nacionalizacion si no enmendaban su comportamiento)? Que el final del boom japones en 1990 (del que J apon todavia no se ha recuperado) fue provocad a por una caida vertiginosa de los precios del suelo? Que el sistema bancario sueco tuvo que ser nacionalizado en 1992 como consecuencia de los excesos en el mercado inmobiliario? 2Que uno de los desencadenantes del colapso en el este y sureste de Asia en 1997- 1998 fue el excesivo desarrollo urbano en Tailandia?5•
2D6nde estaban los economistas del Banco Mundial mientras sucedfa todo esto? Desde 1973 ha habido cientos de crisis financieras (mientras que antes eran mucho menos frecuentes), y buen numero de ellas han sido provocadas por el desarrollo inmobiliario o urbano. Casi cualquiera que se hubiera puesto a pensar sobre ello -incluyendo, al parecer, a Robert Shiller- sabfa que algo estaba yendo muy mal en el mercado de la vivienda estadounidense a partir de 2001, poco mas o menos, pero crefan que era algo excepcional, no sistemico6•
Shiller podrfa argiiir, por supuesto, que todos los demas ejemplos mencionados eran meros acontecimientos regionales. Pero entonces, desde el punto de vista de los brasileiios o los chinos, tambien lo era la crisis de la vivienda de 2007-2009. Su centro fue el suroeste de Estados U nidos y Florida (con algunas repercusiones en Georgia), junto con otros puntos calientes (la crisis de ejecuciones hipotecarias que comenz6 a finales de la decada de 1990 en areas pobres de ciudades antiguas como Baltimore y Cleveland era demasiado local y -<

5 Graham Turner, The Credit Crunch: Housing Bubbles, Globalisation and the Worldwide Economic Crisis, Londres, Pluto, 2008; David Harvey,
The Condition of Postmodernity, Oxford, Basil Blackwell, 1989, pp. 145-
1 46, 169 [ed. cast.: La condici6n de Ia posmodernidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1998].
6 Cfr. David Harvey, The New Imperialism, Oxford, Oxford University Press, 2003, p. 1 1 3 [ed. cast.: El nuevo imperialismo, Madrid, Aka!, 2004, p.
95], donde yo apuntaba que «alrededor del 20 por 100 del crecimiento del PIB estadounidense en 2002 se podia atribuir a Ia refinanciaci6n por parte de los consumidores de su deuda hipotecaria>>, y que «suscitan mucha preocupaci6n las eventuales consecuencias que podrfan derivarse del pinchazo de esa burbuja de Ia propiedad inmobiliaria>>.
tambien Gran Bretaiia, aunque en menor medida; pero no hubo serios problemas en los mercados inmobiliarios de Francia, Alemania, los Paises Bajos o Polonia, ni en aquel momento en el conjunto de Asia.
Pero una crisis regional centrada en Estados Unidos se iba a globalizar, evidentemente, de una forma mucho mas notoria que en los casos de, digamos, Japan o Suecia a principios de la decada de 1990. Ya la crisis de Savings & Loans en 1987 (el aiio en que tambien se produjo una severa caida bursatil juzgada, err6neamente, como un incidente sin ninguna relaci6n) tuvo ramificaciones globales. Lo mismo cabe decir de la muy subestimada crisis del mercado inmobiliario global a principios de 197 3. La opinion predominante es que lo mas importante de aquel aiio fue el enorme aumento del precio del petr6leo en otoiio; pero el crac inmobiliario le precedi6 en seis meses y la recesi6n estaba ya en marcha en otoiio (vease la figura 1). El crac del mercado inmobiliario clio lugar (por obvias razones de in­
gresos) a la crisis recaudatoria de algunos estados (lo que no habria sucedido si la recesi6n solo hubiera sido provocada por el precio del petr6leo). La subsiguiente crisis fiscal de la Ciudad de Nueva York en 197 5 fue enormemente importante porque en aquel momento controlaba uno de los mayores presupuestos publicos del mundo (provocando ruegos del presidente frances y del canciller federal aleman occidental de que se rescatara a la ciudad para evitar una implosion global de los mercados financieros). Nueva York se convirti6 entonces en el centro de invenci6n de practicas liberales para premiar el «riesgo moral» de los bancos de inversion y hacer que la gente corriente pagara la reestructuraci6n de los contratos y servicios municipales. El impacto del crac inmobiliario mas reciente tambien ha provocado la bancarrota virtual de estados como California, provocando enormes tensiones sobre las finanzas de gobiernos estatales y municipales y el empleo publico en practicamente todo Estados Unidos. La historia de la crisis fiscal de la ciudad de Nueva York en la decada de 1970 parecia presagiar fantasmaticamente la del estado de California, que hoy dfa tiene el octavo presupuesto publico mayor del mundo7•
La Oficina Nacional de lnvestigaci6n Econ6mica ha desenterrado recientemente otro ejemplo del papel de los booms inmobiliarios en Ia genesis de severas crisis del capitalismo. A partir de un estudio de los datos de Ia propiedad inmobiliaria en Ia decada de 1920, William Goetzmann y Frank Newman «concluyen que los titulos inmobiliarios emitidos por las autoridades afectaron a la actividad constructora en Ia decada de 1920 y que el hundimiento de su valor pudo inducir, mediante el mecanismo del ciclo de garantfas, la subsiguiente crisis bursatil de 1929-1930». Con respecto a Ia vivienda, Florida era, entonces como ahora, un centro de intenso desarrollo especulativo, donde el valor nominal de
un edificio pudo incrementarse basta un 8.000 por 100 entre 1919 y 192 5. A escala nacional, las estimaciones del aumento del precio de Ia vivienda durante el mismo periodo rondan el 400 por 100. Pero esto era una minucia comparado con el desarrollo comercial centrado casi enteramente en Nueva York y Chicago, donde se tramaron para alimentar el boom todo tipo de apoyos financieros y procedimientos de titulizaci6n «sin paralelo basta mediados de Ia decada de 2000». Aun mas expresivo es el grafico elaborado por
Goetzmann y Newman sobre Ia construcci6n de rascacielos en
Nueva York (vease Ia figura 2). Los booms de Ia construcci6n que precedieron a los cracs de 1929, 1973, 1987 y 2000 sobresalen como puntas de Ianza. Los grandes edificios que vemos a nuestro alrededor en Ia ciudad de Nueva York, sefi.alan pateticamente, representan «algo mas que un movimiento arquitect6nico; fueron en gran medida Ia manifestaci6n de un fen6meno financiero generalizado». Recordando que los titulos inmobiliarios eran du-

7 William Tabb, The Long Default: New York City and the Urban Fiscal Crisis, Nueva York, Monthly Review Press, 1982; David Harvey, A Brief
History ofNeoliberalism, cit.; Ashok Bardhan y Richard Walker, «California, Pivot of the Great Recession>>, Berkeley, Institute for Research on Labor and Employment, 2010.
rante la decada de 1920 «tan t6xicos como lo son ahora», prosi­
guen y concluyen:
El panorama de Nueva York recuerda con fuerza Ia capacidad de Ia titulizaci6n para conectar el capital de los especuladores con las empresas de Ia construcci6n. Una mayor comprensi6n del temprano mercado de titulos inmobiliarios podria ofrecernos datos validos para modelar el escenario de eventuales catastrofes en el futuro. El optimismo en los mercados financieros tiene la capacidad de elevar el precio del acero, pero no hace que un edificio sea rentable sin mas8•
Evidentemente, las alzas y cafdas del mercado inmobiliario est:in inextricablemente entrelazadas con los flujos financieros especulativos y tienen graves consecuencias para la macroeconomfa en general, asf como todo tipo de efectos extemos relacionados con el agotamiento de recursos y la degradaci6n medioambiental. Ademas, cuanto mayor es la proporci6n de los mercados inmobiliarios en el PIB, mas importancia cobra la conexi6n entre financiaci6n e inversion en el entomo construido como generadora potencial de grandes crisis. En el caso de los pafses en desarrollo como Tailandia

8 William Goetzmann y Frank Newman, «Securitization in the 1920s>>,
Working Papers, National Bureau of Economic Research, 2010; Eugene White, «Lessons from the Great American Real Estate Boom and Bust of the 1920s>>, Working Papers, National Bureau of Economic Research, 2010;
Kenneth Snowden, «The Anatomy of a Residential Mortgage Crisis: A
Look Back to the 1930s>>, Working Papers, National Bureau of Economic Research, 2010. Una conclusion cardinal que extraen todos ellos es que una mayor atenci6n a lo que habfa ocurrido entonces habrfa ayudado seguramente a los gobernantes a evitar los errores cr6nicos de los ultimos afios, observaci6n a Ia que tambien deberfan atender los economistas del Banco Mundial. En un articulo publicado en 1940 -< >, Econometrica 8 (1940), pp. 62-78- Karl Pribam mostraba que durante el periodo anterior a Ia Primera Guerra Mundial «Ia construccion anticipaba entre uno y tres afios en Gran Bretafia y Alemania las contracciones y expansiones de Ia economfa>>.
Figura 1. El hundimiento del mercado inmobiliario en 1973
GO% Tasa anual de cambio de Ia deuda hipotecaria en Estados Unidos, 1 955-1 976 40
$500 Precios de las acciones de los trusts inmobiliarios en Estados Unidos, 1 966-1 975
400
300 200
1 00
1 967 1 969 1 971 1 973

1 962 1 964 1 966 1 968 1 970 1 972 1 974
Aiio
Fuente: US Department of Commerce
Figura 2. Rascacielos construidos en New York City, 1890-2010
Numero de edificios de mas de 70 m de altura
50
1 890 1 9 1 0 1 930 1 950 1 970 1 990 201 0
Ario
Fuente: William Goetzmann y Frank Newman, «Securitization in the 1920s», NBER Working Paper 15650
-donde las hipotecas sobre viviendas equivalen tan solo, si el informe del Banco Mundial dice Ia verdad, al 10 por 100 del PIB-, si bien un crac inmobiliario podria contribuir a un colapso macroecon6mico (del tipo del que ocurri6 en 1997 -1998), probablemente no podria provocarlo por si solo, mientras que en Estados Unidos, donde Ia deuda hipotecaria equivale al 40 por 100 del PIB, ciertamente podria hacerlo y asi sucedi6 al generar Ia crisis de 2007-2009.
LA PERSPECTIVA MARXISTA
Dado que la teoria burguesa, si no totalmente ciega, al menos carece de capacidad para relacionar el desarrollo urbano con las perturbaciones macroecon6micas, se podria pensar que los criticos marxistas, con sus muy pregonados metodos materialistas-hist6ricos, habrian salido a Ia palestra con energicas denuncias del aumento de los alquileres y las salvajes desposesiones caracteristicas de lo que Marx y Engels caracterizaban como segunda forma de explotacion de la clase obrera, extorsionada por los propietarios de suelo y viviendas, y habrian confrontado la apropiacion del espacio urbano mediante la gentrificacion, la construccion de apartamentos de lujo y la «disneyficacion» con la barbara falta de viviendas accesibles para la gran mayoria de la poblacion y la degradacion del medio ambiente urbano (tanto fisica, de la que puede servir como ejemplo [a contaminacion del aire que se respira, como social, con la Hamada «desatencion benigna», no solo de la educacion sino de muchos otros servicios sociales, en la variante neoliberal del clasico laissezfaire). Cierto es que se han podido oir voces de protesta de un restringido circulo de teoricos y urbanistas marxistas (entre los que me cuento)9; pero en general el discurso de los pensadores marxistas es lamentablemente parecido al de los economistas burgueses. Los urbanistas son considerados especialistas, mientras que el micleo autenticamente significativo de la teorizaci6n macroeconomica marxista se sittia en otto sitio. De nuevo, la ficcion de una economia nacional cobra prioridad debido a que es en ella donde se pueden encontrar mas datos, aunque tambien, para ser honesto, donde se toman las principales decisiones politicas. Si no se acaba de entender el papel del mercado inmobiliario en la generaci6n de las condiciones para la crisis de 2007-2009 y sus secuelas de desempleo y austeridad (administrados en buena medida al nivel local y municipal), es porque no hay ninglin serio intento serio de integrar una comprension del proceso de urbanizacion y de formacion del entomo construido en la teoria general de las leyes dinamicas del capital. Como consecuencia, muchos teoricos marxistas, enamorados apasionadamente de las crisis, tienden a tratar la mas reciente como una manifestacion de su version preferida de la teoria al respecto (ya sea la caida de la tasa de beneficia, el subconsumo o cualquier otra).

Veanse las mesuradas evaluaciones y contribuciones de Brett Christo­
phers: «On Voodoo Economics: Theorising Relations of Property, Value and Contemporary Capitalism>>, Transactions, Institute of British Geog;raphers, New Series 35 (2010), pp. 94-108; «Revisiting the Urbanization of Capital>>, Annals of the Association of American Geog;raphers 101 (201 1), pp. 1-18.
El propio Marx es en cierta medida culpable, aunque involuntario, de ese estado de cosas. En la introducci6n a los Gnmdrisse deda que su objetivo al escribir El Capital era explicar las leyes generales del movimiento de este, para lo que debia concentrarse exclusivamente en la producci6n y realizaci6n del plusvalor abstrayendolas y excluyendo lo que llamaba «particularidades» de la distribuci6n (interes, rentas, impuestos e incluso los salarios reales y la tasa de beneficia), ya que estas son accidentales, coyuntu­
rales y dependientes del momenta y el Iugar. Tambien dej6 de lado las circunstancias especificas de las relaciones de intercambio, como Ia oferta y Ia demanda y el grado de competencia. Cuando Ia oferta y Ia demanda estan en equilibria, argumentaba, no sirven para explicar nada, mientras que las leyes inapelables de la competencia funcionan como responsables de su cumplimiento mas que como determinantes de las leyes generales del movimiento del capital. Esto induce inmediatamente a preguntarse que es lo que ocurre cuando falta ese mecanismo de puesta en vigor, como ocurre en condiciones de monopolio, y que ocurre cuando incluimos como variable Ia competencia espacial, que es, como se sabe desde hace tiempo, una forma de competencia monopolista
(como en el caso de Ia competencia interurbana). Finalmente, Marx presenta el consumo como una «singularidad» -las circunstancias unicas que constituyen conjuntamente un modo de vida en comun-, que al ser ca6tica, impredecible e incontrolable, queda por tanto fuera, en su opinion, del campo de la economia pollrica ( el estudio del valor de uso, declara en la prim era pagina de El Capital, corresponde a Ia historia y no a la economia politica).
Hardt y Negri se han esforzado recientemente por resucitar este concepto, ya que ven las singularidades, que surgen de Ia proliferaci6n y bienes comunes y siempre apuntan a ellos, como un aspecto clave de Ia resistencia.
Marx tambien distinguia otto nivel, el de Ia relaci6n metab6lica con la naturaleza, que al ser una condici6n universal de todas las formas de sociedad humana es por tanto bastante irrelevante para Ia comprensi6n de las leyes generales del movimiento del capital, entendido como construcci6n social e hist6rica especifica. Las cuestiones medioambientales tienen por esa raz6n una presencia muy borrosa en El Capital (lo que no significa que Marx las considerara poco importantes o insignificantes, del mismo modo que tampoco minusvaloraba el consumo ni lo consideraba irrele­
vante como cuesti6n social generica)10•
En casi todo El Capital, Marx se atuvo en general al marco diseii.ado en los Grundrisse. Se concentr6 principalmente en la generalidad de la producci6n de plusvalor excluyendo todo lo demas, aunque de vez en cuando reconocia que habia problemas en ese planteamiento. Sefialaba por ejemplo su «distinto nivel»: tierra, trabajo, dinero y mercancias son hechos cruciales de la producci6n, mientras que el int eres, las rentas, los salarios y los beneficios quedan excluidos del analisis como particularidades de la distribuci6n
La ventaja del planteamiento de Marx es que permite una presentaci6n muy clara de las leyes generales del movimiento del capital de una forma que prescinde de las condiciones especfficas y particulares de su epoca (tales como las crisis de 184 71848 y 1 857-1858). Por eso se le puede leer todavia hoy y sigue siendo relevante para nuestra epoca; pero ese planteamiento su­
pone tambien ciertas desventajas. Para empezar, Marx deja claro que el analisis de una sociedadlsituaci6n capitalista realmente existente requiere una integraci6n dialectica de lo universal, lo general, lo particular y los aspectos singulares de una sociedad pensada como una totalidad organica en funcionamiento. No podemos esperar, por tanto, explicar acontecimientos particulares (como la crisis de 2007-2009) simplemente en terminos de las leyes generales del movimiento del capital (y esa es una de mis

1 0 Karl Marx, Grundrisse, Hannondsworth, Penguin, 1973, 1(2) «The General Relation of Production to Distribution, Exchange, Consumption>>, pp. 88-100 [orig. en aleman: en MEW Band 42, pp. 24-34 I en cast.: Elementos Fundamentales para Ia critica de Ia economia politica (borrador) 1857-1858, Mexico, Siglo XXI, 197 1 , A 2): «Relacion general entre Ia produccion, Ia distribucion, el cambio y el consumo>>, pp. 8-19].
objeciones a quienes tratan de embutir los hechos de la actual crisis en determinada teorfa de la cafda tendencial de la tasa de ganancia). Pero, recfprocamente, tampoco podemos intentar tal explicacion sin referirnos a las leyes generales del movimiento del capital, aunque el propio Marx parece hacerlo en su presentacion en El Capital de la crisis financiera y comercial «independiente y autonoma» de 1847-1848, 0 incluso mas espectacularmente en sus estudios historicos El Dieciocho Brumario y La Lucha de Clases en Francia, donde no se mencionan nunca las leyes generales del movimiento del capital11•
En segundo lugar, las abstracciones al nivel de generalidad elegido por Marx comienzan a resquebrajarse conforme avanza la argumentacion en El Capital. Hay muchos ejemplos de esto, pero el mas notable y en cualquier caso el mas cercano a mi argumentacion aquf es el de su exposicion del sistema de credito. Varias veces en el primer volumen y repetidamente en el segundo, Marx lo menciona pero lo deja de lado como un aspecto de la distribucion que todavfa no esta preparado para afrontar. Las
leyes generales del movimiento estudiadas en el segundo volumen, en particular las de la circulacion del capital fijo (incluida la inversion en el entorno construido) y los periodos de trabajo, de produccion y de circulacion, asf como la velocidad de rotacion, acaban no solo invocando sino necesitando el sistema de credito. Es muy explfcito a este respecto. Cuando comenta que el capital-dinero adelantado debe ser siempre mayor que el aplicado en la produccion de plusvalor a fin de afrontar con exito diferentes periodos de rotacion, seiiala que los cambios en estos pueden «liberar» parte del dinero avanzado antes: «El capital monetario liberado asf por el mero mecanismo del movimiento de rotacion desempeiiara necesariamente (junto al capital mo­
netario liberado por el reflujo paulatino del capital fijo y al que

I I Para mas detalles, vease David Harvey, «History versus Theory: A
Commentary on Marx’s Method in Capital>>, Historical Materialism, Vol. 20/2 (2012), pp. 3-38.
se necesita en cada proceso de trabajo como capital variable) un jmportante papel en cuanto se desarrolle el sistema crediticio,
del que debe constituir, al mismo tiempo, uno de los fundamentoS>>12• En este y otros comentarios similares queda claro que el sistema de credito se hace absolutamente necesario para la circulaci6n del capital y que habria que incorporar a las leyes generales del 111ovimiento del capital un estudio del sistema de credito; pero cuando entramos en el analisis de este en el Tercer Volumen, encontramos que el tipo de interes (una particularidad) queda determinado conjuntamente por la oferta y la demanda y la intensidad de la competencia, dos cuestiones concretas que antes habian quedado totalmente excluidas del nivel te6rico de generalidad al que preferia ceiiirse Marx.
Menciono esto porque se ha ignorado en buena medida la importancia de las limitaciones que Marx impuso a sus investigaciones en El Capital. Cuando esas limitaciones quedan no solo superadas sino quebrantadas, como sucede en el caso del credito y el interes, se abren nuevas perspectivas para la teorizaci6n que
van mas alla de las que el propio Marx habia despejado. El mismo reconoci6 al principia de su investigaci6n que esto podria suceder. En los Grundrisse decia por ejemplo al hablar del consumo, la categoria mas recalcitrante frente al analisis dadas sus singularidades, que aunque, al igual que el estudio de los valores de uso, «de hecho queda fuera de la economia», existe la posibi­
lidad de que reaccione «a su vez sobre el punto de partida (la producci6n) e inicie de nuevo to do el proceso»13• Asi sucede particularmente con el consumo productivo y el propio proceso de trabajo. Mario Tronti y quienes han seguido sus pasos, como Tony Negri, estan pues totalmente acertados al ver el propio proceso de trabajo constituido como una singularidad, interiori-

1 2 Karl Marx, El Capital, Volumen 2, tomo 1 , Cap. XV, Madrid, Aka!, 2000, p. 367 [Ia cursiva es mia, D. H.].
1 3 Marx, Grundrisse, cit., p. 89 de Ia ed. en ingles [p. 25 en aleman, p. 10 en castellano ].
zada en las leyes generales del movimiento del capitaP4• Las legendarias dificultades afrontadas por los capitalistas cuando tra­
tan de movilizar el «espfritu animal» de los trabajadores para producir plusvalor seiialan la existencia de esta singularidad en el micleo mismo del proceso productivo (como veremos enseguida, en ninglin lugar queda esto mas claro que en el sector de la construcci6n). lnteriorizar el sistema de credito y la relaci6n entre el tipo de interes y la tasa de beneficia dentro de las leyes generales de la producci6n, circulaci6n y realizaci6n del capital es asimismo una necesidad perentoria si queremos utilizar con provecho el aparato te6rico de Marx para analizar los acontecimientos actuales.
Sin embargo, la integraci6n del credito en la teoria general tiene que hacerse cuidadosamente, preservando, aunque en un estado trasformado, los avances te6ricos ya obtenidos. No pode­
mos, por ejemplo, tratar el sistema de credito simplemente como una entidad aut6noma, una especie del eflorescencia localizada en Wall Street o en la City de Londres que flotara libremente por encima de las actividades terrenales del comtl.n de los mortales. Gran parte de la actividad basada en el credito puede ser efectivamente espuma especulativa, una asquerosa excrecencia de la avidez humana de riqueza y poder, pero otra gran parte es fundamental y absolutamente necesaria para el funcionamiento del capital. No es facil precisar la frontera entre lo que es necesario y lo que es (a) necesariamente ficticio (como en el caso de la deuda estatal e hipotecaria) y (b) puro exceso.
Evidentemente, tratar de analizar la dinamica de la reciente crisis y sus consecuencias sin referirse al sistema de credito (cuando las hipotecas suponen el 40 por 100 del PIB estadounidense), el consumismo (70 por 100 de la fuerza impulsora de la

14 Mario Tronti, «The Strategy of Refusal>>, en Operai e Capitate, Turfn,
Einaudi, 1966, trad. al ingles en libcom.org; Antonio Negri, Marx Beyond Marx: Lessons on the Gnmdrisse, Londres, Autonomedia, 1989 [ ed. cast.:
Marx despuis de Marx, Madrid, Aka!, 2001].
economia estadounidense frente al 35 por 100 en China), y Ia jntensidad de Ia competencia (poder de los monopolios en el mercado financiero, inmobiliario, del pequeiio comercio y muchos otros) seria un intento ridiculo. En Estados Unidos permanecen insertos en los mercados secundarios de Fannie Mae y Freddie Mac 1,4 billones de d6lares en hipotecas, muchas de elias t6xicas, que han obligado al gobierno a dedicar 400 millardos de d6lares (de los que ya se han gastado alrededor de 142 millardos) a intentar rescatarlos. Para entenderlo tenemos que desentraiiar lo que Marx podia querer decir con Ia categoria de «capital ficticio» y su conexi6n con los mercados del suelo y Ia propiedad inmobiliaria. Necesitamos entender como la titulizaci6n, como Ia Haman Goetzmann y Newman, conecta «el capital de un publico especulativo con las empresas constructoras»; 2no desempeii6 acaso un papel fundamental en Ia generaci6n de esta crisis Ia especulaci6n en el precio del suelo y Ia vivienda y en los alquileres?
El capital ficticio, para Marx, no es un producto de Ia imaginaci6n de alglin agente de Wall Street adicto a Ia cocaina. Es un fetiche construido, lo que significa, seglin su caracterizaci6n del fetichismo en el primer volumen de El Capital, que aun siendo real es un fen6meno superficial que encubre algo mas importante en las relaciones sociales subyacentes. Cuando un banco presta al estado y recibe a cambia un inten!s, parece como si en el estado
hubiera algo directamente productivo, que produce realmente valor, cuando la mayor parte (aunque no todo, como mostrare enseguida) de lo que hace el estado (como las guerras) no tiene nada que ver con Ia producci6n de valor. Cuando el banco presta a un consumidor para que se compre una casa y recibe a cambia un flujo de interes, hace que parezca como si en la casa hubiera algo que esta produciendo directamente valor, cuando no es asi. Cuando los bancos compran bonos para financiar la construcci6n de hospitales, universidades, escuelas y cosas parecidas a cambia de un interes, parece como si en esas instituciones se estuviera produciendo valor, cuando no es asi. Cuando los bancos prestan para comprar suelo e inmuebles de los que se podra extraer una renta, entonces Ia categoria distributiva de Ia renta queda absorbida en el flujo de Ia circulacion de capital ficticio15. Cuando los bancos prestan a otros bancos o cuando el Banco Central presta a los bancos comerciales que prestan a los especuladores inmobiliarios que tratan de apropiarse de una renta, el capital ficticio se parece cada vez mas a una regresion infinita de ficciones construidas sobre ficciones. El apalancamiento en proporciones cada vez mas altas (prestar treinta en Iugar de tres veces Ia cantidad de los depositos en efectivo disponibles) magnifica Ia cantidad ficticia de capital-dinero en circulacion. Todos esos son ejemplos de forma­
cion y flujos de capital ficticio; y son esos flujos los que convierten Ia propiedad real en algo irreal.
Lo que decia Marx es que el interes que se paga proviene de Ia produccion de valor en algU.n otro Iugar: impuestos o extraccion directa de produccion de plusvalor, o gravamenes e ingresos (salarios y beneficios). Y para Marx, por supuesto, el unico Iugar donde se crean el valor y el plusvalor es en el proceso laboral de produccion. Lo que aparece como circulacion de capital ficticio puede ser socialmente necesario para mantener el capitalismo; puede formar parte de los costes necesarios de produccion y reproduccion. Las empresas capitalistas pueden extraer formas secundarias de plusvalor mediante Ia explotacion de los trabajadores empleados por los pequelos comerciantes, bancos y fondos protegidos; pero lo que afirma Marx es que si no se produjera valor y plusvalor en Ia produccion en general, entonces esos sectores no podrfan existir por sf mismos. Si no se produjeran camisas y zapatos, que venderfan los comerciantes de ropa y calzado?
Hay sin embargo una precaucion enormemente importante a tener en cuenta. Parte del flujo de lo que parece ser capital ficticio puede participar de hecho en Ia creacion de valor. Cuando

15 Karl Marx, E/ Capital, Volumen 3, tomo 2, caps. XXIV y XXV, Madrid, Aka!, 2000.
convierto mi casa hipotecada en un taller clandestino empleando a inmigrantes ilegales, la casa se convierte en capital fijo en la producci6n. Cuando el estado construye carreteras y otras infraestructuras que funcionan como medios de producci6n colectivos para el capital, estos tienen que ser clasificados como «gastos productivos del estado». Cuando un hospital o una universidad se convierten en un centro para Ia innovaci6n y el disefio de nuevas medicinas, nuevos equipos y demas, se convierten en centros de producci6n. Marx no se habria desconcertado por esas matizaciones. Como dice del capital fijo, que algo funcione o no como tal depende de su uso y no de sus cualidades fisicas16• El capital fijo disminuye cuando los altillos o s6tanos dedicados a la pro­
ducci6n textil se convierten en nuevos aposentos habitables o nuevos apartamentos, o cuando Ia microfinanciaci6n convierte las chozas campesinas en capital fijo (mucho mas barato) al dedicarlas a la producci6n.
Gran parte del valor y el plusvalor creados en la producci6n es absorbido y desviado, pasando por todo tipo de vias complicadas, hacia canales ficticios; y cuando los bancos prestan a otros bancos o se apalancan mutuamente, se posibilitan todo tipo de pagos colaterales y movimientos especulativos socialmente innecesarios, construidos sobre el terreno perpetuamente movedizo de Ia fluctuaci6n de los valores. Estos dependen de un proceso critico de «capitalizaci6n» que Marx consideraba como una via de formacion de capital ficticio:
Se capitaliza todo ingreso peri6dico calcuhindolo segiln el tipo medio de inten!s, como rendimiento que darla un capital prestado
con ese tipo de inten!s [ …] Para quien compra ese titulo de propierlad, la anualidad [dinero recibido] representa en realidad los intereses de su capital invertido. De este modo se pierde hasta el ultimo

1 6
David Harvey, The Limits to Capital, Oxford, Blackwell, 1982, cap. 8. [ed. cast.: Los limites del capital. Los limites del capital y Ia teoria marxista, Mexico, Fondo de Cultura Econ6mica, 1990].
rastro de cualquier conexi6n con el proceso real de valoraci6n del capital, reforzandose la noci6n del capital como un automata que se valoriza a sf mismo [die Vorstellung vom Kapital als einem sich durch sich
selbst verwertenden AutomatenP 7•
A una corriente de ingresos (rentas) procedentes de algU.n activo como la tierra, edificios, unas acciones o cualquier otra cosa, se le asigna un valor como capital por el que puede ser intercambiado, dependiendo de los tipos de inten!s y de descuento determinados por las condiciones de la oferta y la demanda en el mercado monetario. La valoraci6n de esos activos cuando no hay un mercado para ellos se convirti6 en un enorme problema en 2008
y no ha desaparecido. La evaluaci6n de la toxicidad de los activos en posesi6n de Fannie Mae provocaria dolor de cabeza a cualquiera (emil es el valor real de una casa desalojada para la que no hay compradores?). Ahi se oy6, en la teoria econ6mica convencional de principios de la decada de 1970, un importante eco de la controversia sobre el valor del capital, aunque qued6
prontamente silenciado, junto con otras muchas verdades inconvenientes.
El problema que plantea el sistema crediticio es que por un lado es vital para la producci6n, circulaci6n y realizaci6n de los flujos del capital, al mismo tiempo que es, por otto, el pin:iculo de todo tipo de especulaci6n y otras «formas disparatadas». Eso es lo que llev6 a Marx a decir que Isaac Pereire -quien junto con su hermano Emile fue uno de artifices de la reconstrucci6n especulativa del Paris urbano con Haussmann- «reunia en su persona los rasgos de un estafador con los de un profeta»18•

1 7 Karl Marx, El Capital, Volumen 3, tomo 2, Cap. XXIX, Madrid,
Akal, 2000, p. 183; Geoffrey Harcourt, Some Cambridge Controversies in the Theory of Capital, Cambridge, Cambridge University Press, 1972 (la cursiva es mia, D. H.).
18 Karl Marx, El Capital, Volumen 3, tomo 2, Madrid, Akal, 2000, p. 149. Tanto Isaac como Emile, dicho sea de paso, formaban parte del movimiento utopista saintsimoniano antes de 1848.
LA ACUMULACION DE CAPITAL MEDIANTE LA URBANIZACION
La urbanizaci6n, como vengo argumentando desde hace tiempo, ha sido uno de los medias clave para Ia absorci6n de los excedentes de capital y de trabajo durante toda Ia historia del capitalismo19. Ejerce una funci6n muy particular en Ia dinamica de acumulaci6n del capital debido a los largos periodos de trabajo y de rotaci6n y Ia larga vida de Ia gran mayoria de las inversiones en el entorno construido. Tambien tiene una especificidad geografica unica que convierte Ia producci6n del espacio y de monopolios espaciales en parte intrinseca de Ia dinamica de acumulaci6n, no solo en virtud de las pautas cambiantes de los flujos de mercancias en el espacio, sino tambien en virtud de Ia propia naturaleza de los espacios y lugares creados y producidos en los que tienen Iugar tales movimientos. Pero precisamente porque toda esa actividad -que dicho sea de paso, es un terreno enormemente importante para Ia producci6n de valor y plusvalor- es a tan largo plazo, exige como algo absolutamente fundamental para su funcionamiento cierta combinaci6n de capital financiero e intervenci6n estatal. Esta actividad es claramente especulativa a largo plazo y siempre corre el riesgo de reproducir, mucho mas adelante y a escala muy ampliada, las propias condiciones de sobreacumulaci6n que ayuda inicialmente a aliviar. De ahi el car:icter proclive a las crisis de las inversiones urbanas y en otros tipos de infraestructuras fisicas (ferrocarriles y autovias transcontinentales, grandes presas y cosas parecidas).
El car:icter ciclico de tales inversiones ha quedado bien documentado para el siglo XIX en Ia meticulosa obra de Brinley Thomas (vease Ia figura 3)20. Pero Ia teoria de los ciclos econ6micos en Ia construcci6n se descuid6 despues de 1945, por poner una fecha, en

19 David Harvey, The Urbanisation ofCapital, Oxford, Blackwell, 1985; y The Eniwna of Capital, And the Crises of Capitalism, cit.; Brett Christophers, «Revisiting the Urbanization of Capital>>, Annals of the Association of American 2Geo0 Brinley graphers Thomas, 10116 (201 1)Migration and Economic Gruwth: A Study of Great Bri­, pp. 1-1 1 . tain and the Atlantic Economy, Cambridge, Cambridge University Press, 1973.
parte porque las intervenciones de estilo keynesiano dirigidas par el estado se consideraron suficientemente eficaces para contrarrestarlos. Robert Gottlieb, en un detallado estudio de muchos ciclos locales en Ia construcci6n (publicado en 1976), detect6 ciclos largos en Ia construcci6n residencial, con una periodicidad media de 19,7 afios y una desviaci6n tipica de cinco afios, si bien sus datos tam bien sugerian que esas oscilaciones habfan menguado, si no desaparecido, durante el periodo posterior a la Segunda Guerra MundiaF1• Pero el abandono de las intervenciones sistemicas antidclicas de tipo keynesiano desde mediados de Ia decada de 1970 en muchos pafses del mundo induda a pensar que un regreso a ese comportamiento dclico era alga mas que una mera posibilidad, y eso es exactamente lo que hemos vista, aunque yo creo que se puede argumentar que tales cambios dclicos escin ahara mas estrechamente relacionados con las burbujas efimeras de activos que en el pasado (si bien los estudios de la Oficina Nacional de Investigaci6n Econ6mica sabre la decada de 1920 podrian ser considerados una prueba en contra de esa opinion). Esos movimientos dclicos han mostrado tambien -lo que tiene la misma importancia- una configuraci6n geografica mas complicada, en Ia que las expansiones en un Iugar (el sur y oeste de Estados Unidos en Ia decada de 1980) coinciden con contracciones en otros lugares (las viejas ciudades desindustrializadas del Media Oeste durante el mismo periodo).
Sin una perspectiva general de ese tipo no podemos siquiera empezar a entender Ia dinamica que llev6 en 2008 a Ia catastrofe del mercado de Ia vivienda y Ia urbanizaci6n en ciertas regiones y ciudades de Estados Unidos, asf como en Espana, Irlanda y el Reina Unido. Par Ia misma raz6n, tampoco podemos entender algunas de las vias que se siguen ahara, particularmente en China, para salir del embrollo que se produjo fundamentalmente en otros lugares; ya que asf como Brinley Thomas document6 movimientos antidclicos entre Gran Bretafia y Estados Unidos durante el

2 1 Leo Grebler, David Blank y Louis Winnick, Capital Formation in Residential Real Estate, Princeton, Princeton University Press, 1956.
Figura 3. Ciclos largos en Ia construcci6n en Estados Unidos y en el Reino Unido
Actividad constructors per capita en Estados Unidos, t9t0-t950 (en d61ares de 1913 per capita)

1 830 1 850 1 870 1 890 1910 1 930 1 950
Venta de terrene publico (en millones de acres) en Estados Unidos, 1 800-1 930

:c0″‘ 20 en Estados Unidos y en el Reino Unido, 1 860-1 970 Diferentes ritmos de inversi6n en el entorno construido en relaci6n con el PIB
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1 850 1 870 1 890 1 9 1 0 1 930 1 950 1 970
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Fuente: Brinley Thomas, Migration and Economic Growth:
A Study of Great Britain and the Atlantic Economy, Cambridge, Cambridge University Press
siglo XIX, de modo que una expansion en la construccion residencial a un lado del Atlantica iba acompafiada por una contraccion al otro lado, ahora vemos que el estancamiento en la construccion en Estados Unidos y en gran parte de Europa occidental se ve compensado por un enorme expansion de la inversion en urbanizacion y en infraestructuras en China (con ramificaciones en otros lugares, en particular en los paises agrupados bajo las siglas BRIC). Y aunque solo sea para precisar esa macro-imagen, debemos sefialar inmediatamente que Estados Unidos y Europa occidental estan empantanadas en tasas muy bajas de crecimiento, mientras que China registra una tasa anual de crecimiento del 10 por 100 (seguida de cerca por los otros BRIC).
La presion del mercado de la vivienda y el desarrollo urbano en Estados Unidos para absorber el excedente y el capital sobreacumulado mediante la actividad especulativa comenzo a intensificarse a mediados de la decada de 1990, cuando el secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano del presidente Clinton, Henry Cisneros, presento la «Estrategia Nacional de Propiedad de la
Vivienda» [National Homeownership Strategy: Partners in the
American Dream] que debia conferir los supuestos beneficios de la propiedad de su domicilio a la poblacion con bajos ingresos y a las minorias. Se ejercieron presiones politicas sobre instituciones financieras respetables, incluidas Fannie Mae y Freddie Mac (empresas patrocinadas por el gobierno federal que emitian y comercializaban las hipotecas), para que aliviaran las condiciones de prc:!stamo acomodandose a esa iniciativa. Las instituciones
hipotecarias respondieron con gusto -prestando sin restricciones y cortocircuitando los controles reguladores- mientras que sus directores cosechaban enormes fortunas personales, todo ello en nombre del bienestar publico y de la ayuda a la gente menos privilegiada para que disfrutara de los supuestos beneficios de la propiedad de su vivienda. Ese proceso se acelero enormemente tras la implosion de la burbuja de la Nueva Economia la gran caida de la bolsa en 2001. Para entonces el lobby de la vivienda, encabezado por Fannie Mae, se habia consolidado convirtiendose en un centro autonomo de creciente riqueza, influencia y poder capaz de corromperlo todo, desde el Congreso y las agencias reguladoras hasta prestigiosos economistas acade;nicos (incluido Joseph Stiglitz) que publicaban sin parar voluminosos estudios «demostrando» que esas actividades eran de muy bajo riesgo. La influencia de esas instituciones, unida a los bajos tipos de interes propiciados por Alan Greenspan en la Reserva Federal, alimentaron incuestionablemente la expansion de Ia construccion y comercializacion de viviendas22• Como sefialan Goetzmann y Newman, las finanzas (respaldadas por el estado) pueden construir ciudades y urbanizaciones perifericas, pero eso no significa que puedan hacerlas rentables. Que fue entonces lo que propulso la demanda?
CAPITAL FICTICIO Y FICCIONES QUE NO PUEDEN DURAR

Para entender esa dinamica tenemos que entender como se combinan la circulacion del capital productivo y la del ficticio en el seno del sistema de credito en el contexto de los mercados inmobiliarios. Las instituciones financieras prestan a los promotores, propietarios de suelo y empresas constructoras para construir, digamos, una urbanizacion periferica en tomo a San Diego o bloques de apartamentos en Florida o en el sur de Espana. La viabilidad de ese sector se basa en la suposicion de que ese valor se
puede no solo producir sino tambien realizar en el mercado. Ahi es donde entra en escena el capital ficticio. Se presta dinero a los compradores que supuestamente pueden devolverlo a partir de sus ingresos (salarios o beneficios), y se capitaliza como un flujo de interes sobre el capital prestado. Se necesita pues un flujo de

tos n en Los detalles de esas decisiones descaradas Gretchen Morgenson y Joshua Rosner, Reckless Endangerment: How y devastadoras son descri­
Outsized Ambition, Greed and Corruption Led to Economic Armageddon, Nueva York, Times Books, 201 1.
capital ficticio para completar el proceso de la producci6n y realizaci6n del valor de las viviendas y edificios comerciales.
Esta diferencia se parece a la que existe entre lo que Marx denomina en El Capital «capital prestado» para la producci6n y el descuento de titulos de credito que facilita la realizaci6n de valores en el mercado23• En el caso de la construcci6n de casas y apartamentos, digamos en el sur de California o en Florida, la misma compafiia financiera puede financiar la construcci6n y la compra de lo que se ha construido. En algunos casas organiza preventas de apartamentos en edificios que todavia no se han construido. El capital manipula y controla por tanto en cierta medida tanto la oferta como la demanda de nuevas viviendas y apartamentos asi como de edificios comerciales (lo que es absolutamente opuesto al funcionamiento libre del mercado que da por sentado el lnforme del Banco Mundial)24•
Pero la relaci6n entre oferta y demanda es asimetrica, porque el tiempo de producci6n y circulaci6n para las viviendas y edificios comerciales es muy largo comparado con el de la mayoria de las mercancias. Ahi es donde se hacen cruciales los tiempos dispares de producci6n, circulaci6n y rotaci6n que Marx analiza tan perspicazmente en el segundo volumen de El Capital. Los contratos que financian la construcci6n son firmados mucho antes de que puedan comenzar las ventas. Las diferencias temporales son a menudo muy sustanciales, y esto es particularmente cierto para los edificios comerciales. El Empire State Building de Nueva York se inaugur6 el 1 de mayo de 193 1, casi dos afios despues del crac de la balsa y mas de tres afios despues del crac inmobiliario. Las Torres Gemelas se planificaron antes pero se inauguraron despues del crac de

23 Karl Marx, El Capital, Volumen 3, tomo 2, Cap. XXV, Madrid, Aka!, 2000.
24 Karl Marx, El Capital, Volumen I , tomo 3, Cap. XXIII «La ley general de Ia acumulacion capitalista>>, Madrid, Aka!, 2000, pp. 105-106, observa parecidamente que el capital puede manipular Ia demanda y Ia oferta de mano de obra excedente, por ejemplo mediante Ia inversion y el desempleo inducido tecnologicamente.
1 973 (y durante aiios no pudieron encontrar compradores privados). iLa reconstrucci6n del centro de Nueva York despues del 1 1 de Septiembre esta a punta de ponerse en marcha cuando el valor de los edificios comerciales esta por los suelos!
El deposito existente de propiedades comercializables (alguoas de elias de origen muy antiguo) es tambien muy grande con respecto a lo que se puede producir. La oferta total de viviendas es por tanto relativamente inelastica con respecto a los cambios mas mudables en Ia demanda: en los paises desarrollados se ha demostrado hist6ricamente muy dificil, aun con los mayores esfuerzos, aumentar Ia reserva de viviendas mas del 2 o el 3 por 100 en un aiio (aunque China, como en tantas otras casas, puede romper ese limite).
El estimulo a Ia demanda mediante ardides que combinan las reducciones de impuestos, Ia iniciativa publica y otros incentivos (como el incremento del volumen de hipotecas basura) no compensa necesariamente un aumento de Ia oferta, y su efecto puede limitarse a una inflaci6n de los precios y un aliento a Ia especulaci6n. Se puede obtener mucho dinero, si no mas, en las transacciones financieras sabre las viviendas existentes en Iugar de construir otras. Resulta mas rentable financiar turbias instituciones hipotecarias como Countrywide que edificar nuevas viviendas, y mas tentador aun es invertir en obligaciones de deuda garantizadas (CDOs) compuestas de retazos de hipotecas empaquetados en «vehiculos de inversion estructurados» a los que se otorgaba espureamente una alta valoraci6n (eran supuestamente «tan seguros como las propias casas») y que debian proporcionar un ingreso continuo a partir del flujo de intereses de los propietarios (ya fueran estos solventes o no). Esto fue exactamente lo que sucedi6 en Estados Unidos cuando se puso en marcha Ia apisonadora de las subprime. Grandes cantidades de capital ficticio afluyeron a Ia financiaci6n de Ia vivienda alimentando Ia demanda, pero solo una pequeiia parte fue a parar a Ia construcci6n de nuevas viviendas. El mercado de las hipotecas subprime, que se situaba en torno a los 30 millardos de d6lares a mediados de Ia decada de 1990, se dilato hasta 130 millardos en 2000 y alcanzo un maximo absoluto de 625 millardos de dolares en 200525. No habfa forma de que un incremento tan rapido de la demanda pudiera verse satisfecho mediante una expansion paralela de la oferta, por mucho que lo intentaran los constructores. Por eso los precios aumentaron, y pareda como si fueran a seguir subiendo eternamente.
Pero todo esto dependfa de una continua expansion de los flujos de capital ficticio y de mantener intacta la creencia fetichista de que el capital puede «valorizarse automaticamente a sf mismo»26. Marx pensaba en cambio, por supuesto, que frente a una insuficiencia de la creacion de valor en la produccion, esa fantasfa conducirfa inevitablemente a un desastre, y eso fue lo que efectivamente sucedio.
Los intereses de clase por el lado de la produccion estan tambien, sin embargo, descompensados, y esto tiene consecuencias para quien acaba sufriendo el desastre. Banqueros, promotores y empresas de la construccion constituyen f:icilmente una alianza de clase (que a menudo domina tanto polftica como economicamente el denominado «motor del crecimiento urbano»27). Pero las hipotecas que firman por su vivienda los consumidores son
individuales y dispersas y con frecuencia los prestamos se conceden a gente que pertenece a otra clase, o como sucede en Estados Unidos (aunque no en Irlanda), a gente de otro sector racial o etnico. Con la titulizacion de las hipotecas, la empresa financiera podfa simplemente transmitir su riesgo a alglin otto (por ejemplo a Fannie Mae, que estaba dispuesta a afrontarlo como parte de su
estrategia de crecimiento), y eso fue precisamente lo que hicieron, despues de haber cobrado todos los gastos de escritura y demas tasas legales que pudieron. Si el financiero tiene que elegir

25 Michael Lewis, The Big Short: Inside the Doomsday Machine, Nueva York, Norton, 2010, p. 34.
26 Karl Marx, El Capital, Volumen 3, tomo 2, Cap. XXIX, Madrid, Akal, 2000, p. 183.
2 7 John Logan y Harvey Molotch, Urban Fortunes: The Political Economy of Place, Berkeley, University of California Press, 1987.
entre la quiebra de un promotor debido a los fracasos de ventas o Ia bancarrota y desahucio del comprador de una vivienda (particularmente si este pertenece a las clases mas bajas 0 a una minorfa racial o etnica y la hipoteca ya se ha endosado a algU.n otro), esta muy clara por que opci6n se inclinara; nunca se desvanecen del todo los prejuicios raciales y de clase.
En lo que se refiere a la especulaci6n, los mercados de la vivienda y del suelo siempre se asemejan a piramides de Ponzi, aunque no siempre tengan a Bernie Madoff en lo mas alto. Yo compro un terreno, su precio sube y el alza del mercado incita a otros a comprar. Cuando la reserva de compradores verdaderamente solventes se agota, por que no descender un poco mas en la escala de ingresos a consumidores de alto riesgo, acabando con compradores sin ingresos y sin garantias que podrian ganar de chiripa la propiedad al subir los precios? Y asi siguen las casas hasta que la burbuja estalla. Las instituciones financieras tienen enormes alicientes para mantener la burbuja cuanto puedan a fin de extraer de ella el mayor jugo posible. El problema es que a menudo no pueden saltar del tren antes de que choque, debido a su gran aceleraci6n. La ilusi6n de que el capital puede < Hay otra ramificaci6n de esta historia. La subida del precio de la vivienda en Estados Unidos acrecent6 la demanda efectiva en el conjunto de economia. Tan solo en el afi.o 2003 se emitieron 13,6 millones de hipotecas (frente a menos de la mitad diez afi.os antes), por valor de 3,7 billones de d6lares, de los que 2,8 billones tenian como prop6sito la refinanciaci6n (como referencia, cabe decir que el PIB total en Estados Unidos en aquel momenta era de menos de 15 billones de d6lares). Las familias estaban sacando

28 M. Lewis, The Big Short, cit., 141.
provecho del creciente valor de su propiedad. Dado el estancamiento de los salarios, esto proporcionaba una via para que muchos obtuvieran al dinero extra, bien para sus necesidades (por ejemplo, las sanitarias) o para la compra de bienes de consumo (un nuevo automovil o unas vacaciones). La vivienda se convirti6 en una vaca a la que ordefiar dinero, un cajero automatico personal, impulsando la demanda en general y mayor demanda de viviendas en particular. Michael Lewis explica asf en The Big Short lo que sucedi6: La nifiera de uno de sus principales personajes acab6 siendo propietaria, junto con su hermana, de seis casas en Queens, en Nueva York. «Despues de comprar la primera y de que su valor aumentara, los prestamistas les sugirieron una refinanciacion ofreciendoles 250.000 dolares, que usaron para comprar otra.» El precio de esta tambien subi6 y repitieron el experi­
mento. «En el momento en que la rueda se detuvo posefan cinco viviendas pero el mercado cafa y no podfan hacer frente a ninguno de los pagos»29• Los precios no podfan seguir subiendo indefinidamente.
LA PRODUCCION DE VALOR Y LAS CRISIS URBANAS
Pero por el lado de la produccion hay cuestiones a plazo mas largo y mas profundas que deben tenerse en cuenta. Aunque mucho de lo que sucedi6 en el mercado inmobiliario era pura especulacion, la actividad productiva era por sf misma parte importante del conjunto de la economfa; la construccion suponfa el 7 por 100 del PIB, y todos los complementos de los nuevos productos (desde los muebles a los automoviles) equivalfan a mas del doble de esa cantidad. Si los analisis de la NBER son correctos, el colapso del boom de la construccion desde 1928, que se manifesto en una cafda de 2 millardos de dol ares ( enorme para aquella epoca) en la construccion de viviendas y una contraccion del inicio de

29 M. Lewis, The Big Short, cit., p. 93.
Ia construccion de nuevas viviendas a menos del 10 por 100 de su \'olumen anterior en las grandes ciudades, desempefio en el crac de 1929 un papel sobresaliente que todavia no se ha entendido bien. Una entrada de Ia Wikipedia dice: «Fue devastadora Ia desaparicion de 2 millones de empleos bien pagados en Ia construecion, mas Ia perdida de beneficios y alquileres que perjudico a muchos propietarios e inversores»30• Esto tuvo con seguridad apreciables consecuencias en Ia confianza en el mercado de valores en general.
No cabe extrafiarse pues de los intentos desesperados del gobierno de Roosevelt, durante Ia decada de 1930, de resucitar el sector de la vivienda. Con ese fin se pusieron en vigor una serie de reformas en la financiacion de las hipotecas que culminaron en Ia creacion de un mercado hipotecario secundario mediante Ia fundacion en 1938 de Ia Asociacion Hipotecaria Federal Nacional [Federal National Mortgage Association (Fannie Mae)]. Su tarea consistia en asegurar las hipotecas y permitir a los bancos y otros prestamistas endosarlas, proporcionando asi al mercado de Ia vivienda Ia muy necesaria liquidez. Aquellas reformas institucionales iban a desempefiar mas adelante, tras Ia Segunda Guerra Mundial, un papel vital en Ia financiacion de Ia construecion de urbanizaciones perifericas en torno a las ciudades estadounidenses. Aunque necesarias, no eran sin embargo suficientes para situar Ia construccion de viviendas en un plano diferente en el desarrollo economico estadounidense. Para promover Ia adquisicion de viviendas, tanto por razones politicas como economicas, se disefiaron en 1947 todo tipo de incentivos tributarios (tales como la reduccion de impuestos por intereses de la hipoteca), asi como Ia Ley de Reajuste de los Soldados [GI Bill] y una ley de vivienda muy positiva en la que se declaraba el derecho de todos los estadounidenses a vivir en un «domicilio decente». Se fomento ampliamente como algo central en el «Sueno Americana» Ia vivienda en propiedad, que aumento desde un

30 Vease Ia entrada «Cities in the Great Depression» en wikipedia.org,
poco mas del 40 por 100 de la poblaci6n en la decada de 1940 hasta mas del 60 por 100 en la de 1960 y cerca del 70 por 100 en su momenta culminante en 2004 (en 2010 habfa cafdo al 66 por 100). La propiedad de la vivienda puede ser un valor cultural profundamente sentido en Estados Unidos, pero los valores culturales florecen particularmente cuando son promovidos y subvencionados por las politicas estatales. Las razones presentadas para tales polfticas son todas las que menciona el Informe del Banco Mundial; pero la raz6n politica raramente se reconoce ahara. Como se observ6 abiertamente en la decada de 1930, los
propietarios de casas agobiados por las deudas no van a la huelga31. El personal militar que volvfa de la Segunda Guerra Mundial habria constituido una amenaza social y politica si se hubiera encontrado con el desempleo y la depresi6n. 2Que media mejor para matar dos pajaros de un tiro, reavivar la economia mediante la masiva construcci6n de viviendas y urbanizaciones perifericas e integrar a los trabajadores mejor pagados en una politica conservadora mediante la propiedad de un domicilio cargado de deudas? Ademas, el fomento de la demanda mediante iniciativas publicas propici6 continuos incrementos de los valores en posesi6n de los propietarios, lo que podia ser muy satisfactorio para ellos pero era un desastre desde el punta de vista del uso racional del suelo y el espacio.
Durante las decadas de 1950 y 1960 esas iniciativas tuvieron exito, tanto en el terreno polftico como en el macroecon6mico, ya que sustentaron dos decadas de gran crecimiento en Estados Unidos, cuyos efectos se difundieron globalmente. La construcci6n de viviendas se desplaz6 a otro plano en relaci6n con el crecimiento econ6mico (vease la figura 4). Seglin Binyamin Appelbaum, «es una pauta recurrente que los estadounidenses se recuperan de las recesiones construyendo mas casas y llenandolas de cosas»32• El

31 Martin Boddy, The Building Societies, Londres, Macmillan, 1980.
32 Binyamin Appelbaum, < problema al final de la decada de 1960 era que por muy dinamico que fuera el proceso de urbanizaci6n, era medioambientalmente josostenible y geognificamente desigual. La desigualdad reflejaba en gran medida las diferentes corrientes de ingresos que afluian a distintos sectores de la clase obrera. Mientras que la periferia de las ciudades crecia, su centro se estancaba y declinaba. La clase obrera blanca prosperaba, pero no sucedia lo mismo con las minorias afectadas en el centro de las ciudades, en particular los afroamericanos. El resultado fue toda una sucesi6n de levantamientos en ciudades como Detroit y Watts que culminaron en disturbios espontaneos en unas cuarenta ciudades de Estados Unidos a raiz del asesinato de Martin Luther King en 1968. Lo que lleg6 a conocerse como «la crisis urbana» era algo que todos podian ver y apreciar (aunque no era, estrictamente hablando, una crisis macroecon6mica en el proceso de urbanizaci6n). A partir de 1968 se dedicaron abundantes fondos federales para afrontar este problema, hasta que el presidente Nixon declar6 durante la recesi6n de 1973 (por razones presupuestarias) que la crisis habia quedado atras33•
Un efecto colateral de todo esto fue que Fannie Mae se convirti6 en una empresa privada con participaci6n estatal en 1968, y despues de que se le adjuntara en 1970 un «competidor», la Corporaci6n Hipotecaria Federal [Federal Home Mortgage Corporation (Freddie Mac)], ambas instituciones desempefiaron un papel enormemente importante y finalmente destructivo en la promoci6n de la propiedad del domicilio y el fomento de la construcci6n de casas durante casi cincuenta afios. Las deudas hipotecarias suponen ahora alrededor del 40 por 100 de la deuda privada acumulada en Estados Unidos, gran parte de la cual, como hemos visto, es t6xica; y tanto Fannie Mae como Freddie Mac han quedado bajo el control del gobierno. Que hacer con elias es una cuesti6n politica intensamente debatida (como lo son las

33 The Kerner Commission, Report of the National Advisory Commission on Civil Disorders, Washington DC, Government Printing Office, 1968.
Figura 4. Viviendas comenzadas a construir en Estados Unidos, 1890-2008
2.000.000
1 .000.000
500.000
250.000
1 900 1 920 1 940 1 960 1 980 2000
Aiio
subvenciones a Ia demanda de Ia propiedad de viviendas) en relaci6n con el endeudamiento estadounidense en general. Cualquiera que sea el resultado, tendni importantes consecuencias para el futuro del sector inmobiliario en particular y de Ia urbanizaci6n mas en general, en relaci6n con Ia acumulaci6n de capital en Estados U nidos.
La situaci6n actual en Estados Unidos no es alentadora. El sector de Ia vivienda no se ha recuperado, y Ia nueva construecion de viviendas esta deprimida y estancada. Hay sefi.ales de que se puede reproducir Ia recesi6n cayendo en Ia temida «W» al agotarse las ayudas federales sin que disminuya notablemente el desempleo. La construcci6n de nuevas viviendas ha caido por primera vez hasta niveles de antes de Ia decada de 1940 (vease Ia figura 4). En marzo de 201 1 Ia tasa de desempleo en la construcci6n estaba por encima del 20 por 100, frente a una tasa del 9, 7 por 100 en Ia industria, muy cerea na a la media nacional. No hay necesidad de construir nuevas casas y llenarlas de cosas cuando hay tantas vacias. La Reserva Federal de San Francisco «estima que Ia construcci6n no puede volver al nivel medio de actividad anterior a Ia burbuja hasta 2016, descartando que ese sector [tan] importante» influya positivamente en Ia recuperacion34. Durante la Gran Depresi6n mas de una cuarta parte de Jos obreros de la construcci6n permanecieron desempleados hasta 1939. Devolverles un empleo fue un objetivo crucial de las iniciativas publicas (como la Works Progress Administration). Los intentos del gobierno de Obama de crear un paquete de estimulos para las inversiones en infraestructuras se han visto en gran medida frustrados par la oposici6n republicana. Para empeorar aun mas las casas, el estado de las finanzas estatales y locales en Estados Unidos es tan sombrio que da lugar a despidos definitivos y temporales, asi como salvajes recortes en los servicios urbanos. El colapso del mercado de la vivienda y la caida del 20 par 100 en su precio han dejado muy mermadas las finanzas locales, que dependen muy notablemente de los impuestos inmobiliarios. Los recortes de los gobiernos estatales y municipales y el estancamiento de la construcci6n estan generando asi una crisis fiscal urbana. Cuando tenemos en cuenta todo esto parece cada vez mas como si la era de acumulaci6n y estabilizaci6n macroecon6mica en Estados Unidos posterior a Ia Segunda Guerra Mundial, impulsada par la construcci6n en la periferia urbana y el desarrollo de la vivienda en propiedad, hubiera llegado a su fin.
A todo esto se aiiade una politica clasista de austeridad basada en razones politicas y no econ6micas. Los gobiernos republicanos de extrema derecha a nivel estatal y local estan utilizando la Hamada crisis de la deuda para sabotear los planes del gobierno federal y reducir el empleo publico en sus jurisdicciones. Esta ha sido, par supuesto, una tactica de larga tradici6n del asalto inspirado par el capital a los programas publicos en general. Reagan redujo los impuestos a los ricos del 72 par 100 hasta alrededor del 30 par 100 y emprendi6 una carrera de armamentos con la Union Sovietica financiada mediante la deuda, que como consecuencia aument6 vertiginosamente durante su gobierno. Como seiial6

34 Binyamin Appelbaum, «A Recovery that Repeats Its Painful Precedents>>.
mas tarde su director presupuestario David Stockman, el aumento de la deuda se convirti6 en una excusa muy conveniente para menoscabar la regulaci6n gubernamental (por ejemplo, sabre el media ambiente) y los programas sociales, externalizando de hecho los castes de la degradaci6n medioambiental y la reproducci6n social. El presidente Bush Jr. sigui6 fielmente su ejemplo, llegando a proclamar su vicepresidente Dick Cheney que «Rea­
gan nos ensefi6 que el deficit no importa»35• Las reducciones de impuestos para los ricos, dos guerras infundadas en Iraq y Mganistan, y un enorme regalo a las grandes empresas farmaceuticas mediante un programa de prescripciones medicas financiado por el estado, convirtieron lo que habfa sido un superavit presupuestario con el gobierno de Clinton en un oceano de numeros rojos que ha permitido al partido republicano y a los dem6cratas conservadores obedecer al mandata del gran capital y llegar tan lejos como era posible en la externalizaci6n de los costes que el capital
nunca quiere asumir, los de la degradaci6n del media ambiente y la reproducci6n social. El asalto contra el media ambiente y el bienestar social es palpable, y tanto en Estados Unidos como en gran parte de Europa se esta llevando a cabo por razones politicas
y de clase, y no econ6micas. Esta induciendo, como ha sefialado muy recientemente David Stockman, un estado de guerra de clases. Como dijo tam bien Warren Buffett: «Evidentemente hay una guerra de clases, y es mi clase, la de los ricos, la que la ha emprendido y la estamos ganando»36• La unica cuesti6n es: cuando co­
menzara el pueblo a responder a esa guerra de clases? Uno de los lugares donde podria empezar seria la rapida degradaci6n de la calidad de la vida urbana, como consecuencia de los desahucios,

35 Jonathan Weisman, «Reagan Policies Gave Green Light to Red Ink>>,
Washington Post, 9 de junio de 2004, Al l ; William Greider, «The Education of David Stockman>>, Atlantic Monthly, diciembre de 1981.
3 6 Warren Buffett, entrevistado por Ben Stein, «In Class Warfare, Guess
Which lass Is Winning>>, New York Times, 6 de noviembre de 2006; David
Stockman, «The Bipartisan March to Fiscal Madness>>, New York Times, 23 de abril de 201 1 .
Ja persistencia de practicas depredadoras en el mercado de la vivienda, reducciones de ervicios y sabre todo la falta de oportunidades viables de empleo en los mercados laborales urbanos casi en wdas partes, habiendo quedado algunas ciudades (muy sefi.aladamente Detroit) sin perspectivas reales de recuperaci6n del emplea. La crisis es ahara mas que nunca una crisis urbana.
PRACTICAS URBANAS PREDADORAS
Marx y Engels observaban de pasada en el Manifiesto comunista que, «tan pronto como el trabajador recibe su salario del fabricante que lo explota, caen sabre el otras porciones de la burguesia: el casero, el tendero, el prestamista, etcetera»37• Los marxistas han relegado tradicionalmente tales formas de explotaci6n y la lucha de clases (porque eso es lo que es) que surge inevitablemente en tomo a elias, a un segundo plano en su teorizaci6n, asi como a los margenes de su politica. Yo quiero por el contrario argumen­
tar aqui que constituyen, al menos en las economias capitalistas avanzadas, un vasto terreno de acumulaci6n por desposesi6n, mediante la cual el dinero es absorbido hacia la circulaci6n del capital ficticio para sostener las ingentes fortunas realizadas en el sistema financiero.
Las practicas predadoras, omnipresentes antes del crac del mercarlo de la vivienda en general y del de las hipotecas subprime en particular, alcanzaron entonces proporciones legendarias. Antes de que estallara la crisis principal, se estimaba que la poblaci6n afroamericana de bajos ingresos en Estados Unidos habia perdido
ya entre 7 1 y 93 millardos de d6lares mediante las practicas predadoras subprime38• Las desposesiones llegaron en dos oleadas:

37 Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto comunista, Madrid, Akal, 200I, p. 3 1 .
38 Barbara Ehrenreich y Dedrich Muhammad, «The Recession’s Racial Divide>>, New York Times, 12 de septiembre de 2009.
una menor entre el anuncio por Clinton de la iniciativa de 1995 y el colapso del fondo de inversion Long Term Capital Management en 1998, y la segunda, mayor, a partir de 2001, al mismo tiempo que las primas en Wall Street y las ganancias en el sector de las hipotecas aumentaban vertiginosamente, con tasas de beneficia inauditas en puras manipulaciones financieras, en particular las asociadas a la titulizaci6n de hipotecas de alto coste pero muy arriesgadas; lo que equivale a decir que se estaban produciendo transferencias masivas de riqueza de los pobres a los ricos por varios canales ocultos -mas alla de las documentadas en las practicas tenebrosas y a menudo ilegales de compaiiias hipotecarias como Countrywide-, mediante manipulaciones financieras en el mercado de la vivienda39•
Lo que ha venido ocurriendo desde el crac es min mas asombroso. Muchos de los desahucios (mas de un mill6n a lo largo de 2010) han sido ilegales, si no directamente fraudulentos, lo que ha llevado a un congresista de Florida a transmitir al Tribunal Supremo del estado que «si los informes que estoy recibiendo son ciertos, los desahucios ilegales realizados representan la mayor expropiaci6n de propiedad privada intentada nunca por los bancos y
entidades gubemamentales»40• Los fiscales generales de los cincuenta estados estan investigando ahora el problema, pero (como cabia esperar) la mayoria parecen deseosos de cerrar las investiga­
ciones de una forma tan sumaria como sea posible, al precio de algunos acuerdos financieros (pero no Ia restituci6n de las propiedades ilegalmente expropiadas). En cualquier caso, nadie ira a la carcel por ello, aunque existan pruebas claras de una falsificaci6n sistematica de documentos legales.
Las practicas predadoras de este tipo tienen una larga historia. Les ofrecere algunos ejemplos de Baltimore que conoci directamente. Poco despues de llegar a la ciudad en 1969, participe en un

39 Gretchen Morgenson y Joshua Rosner, Reckless Endangerment, cit.
40 Kevin Chiu, «Illegal Foreclosures Charged in Investigation», Housing Predictor, 24 de abril de 201 1 .
estudio de la distribuci6n de alojamientos en el centro de la ciudad que se centraba en el papel de distintos agentes -propietarios, jnquilinos, caseros, prestamistas, intermediarios, la Federal Housing Administration y las autoridades de la ciudad (en particular el Housing Code Enforcement)- en la gesti6n de las aterradoras condiciones de vida en las areas del centro de la ciudad daiiadas por los disturbios a raiz del asesinato de Martin Luther King. Las huellas de practicas discriminatorias en las zonas de poblaci6n afroamericana con bajos ingresos a las que se negaban creditos estaban grabadas en el mapa de la ciudad, pero se justificaban enranees como una respuesta legitima al alto riesgo del credito y no por razones etnicas. En varias areas de la ciudad se podia detectar el fomento de la venta de propiedades pertenecientes a blancos agitando el espantajo de la invasion de su territorio por las minorfas, actividad que generaba altos beneficios para compaiiias
inmobiliarias despiadadas; pero para que esto funcionara, los afroamericanos debian con tar con alglin acceso a la financiaci6n hipotecaria en lugar de ser tachados todos ellos de poblaci6n de alto riesgo crediticio. Esto se pudo hacer mediante el llamado «Land Installment Contract>>. De hecho, los afroamericanos recibian la «ayuda» de propietarios que actuaban como intermediarios en los mercados de credito y contrataban una hipoteca en su propio nombre; se suponia que al cabo de unos pocos aiios, cuando se hubiera pagado parte del principal de la deuda mas los intereses, demostrando asi la solvencia de la familia, el titulo de propiedad pasaria al residente con la colaboraci6n del amistoso propietario y Ia instituci6n hipotecaria local. Algunos lo consiguieron (aunque habitualmente en barrios cuyo valor disminuia), pero en manos pocos escrupulosas (y habia muchas en Baltimore, aunque al parecer no tantas en Chicago, donde este sistema tambien era corriente) podia ser una forma particularmente predadora de acumulaci6n por desposesi6n41• El propietario podia cobrar tasas para

41 Lynne Sagalyn, «Mortgage Lending in Older Neighborhoods», An­
nals oft he American Academy of Political and Social Science 465 (enero de 1983),
cubrir los castes administrativos y legales y casas parecidas. Esas
tasas (a veces exorbitantes) podian aii.adirse al principal de la hipoteca. Tras aii.os de pago continuo, muchas familias se encontraban con que debian mas sabre el principal que al principia. Si dejaban de pagar una sola vez las cuotas incrementadas tras la subida de los tipos de interes, el contrato quedaba anulado y las familias eran desahuciadas. Tales practicas provocaron un escandalo. Se
inici6 un proceso de Derechos Civiles contra los peores propietarios, pero fracas6 porque quienes habian firmado el contrato de inquilinato no habian leido la letra pequeii.a ni habian hecho que sus abogados (que los pobres raramente tienen) la leyeran (la letra pequeii.a era en cualquier caso incomprensible para los mortales corrientes. Ha leido alguien alguna vez la letra pequeii.a de su tarjeta de credito?).
Las practicas predadoras de ese tipo nunca han desaparecido del todo. El contrato de venta a plazas fue sustituido en la decada de 1980 por practicas de compraventa rapida {flipping] (el tratante compraba barato una casa deteriorada, realizaba unas cuantas reparaciones cosmeticas -muy sobrevaloradas- y obtenfa financiaci6n hipotecaria «favorable» para el comprador inocente, que
vivia en la casa mientras se no se le caia el techo encima o le estallaba el homo). Y cuando en la decada de 1990 comenz6 a formarse el mercado suhprime como respuesta a la iniciativa de Clinton, ciudades como Baltimore, Cleveland, Detroit, Buffalo y otras se convirtieron en importantes centros para un creciente oleada de acumulaci6n por desposesi6n (70 millardos de d6lares 0 mas en el conjunto del pais). Baltimore acab6 por presentar en 2008 una querella de Derechos Civiles contra Wells Fargo por sus practicas discriminatorias de prestamos suhprime (al inducir a la gente a contratar esas hipotecas en lugar de las convencionales, con lo que los afroamericanos y familias uniparentales -encabezadas por mujeres- eran sistematicamente explotadas). Es casi segu-

pp. 98-108; Manuel Aalbers (ed.), Subprime Cities: The Political Economy of Mortgage Markets, Nueva York, John Wiley, 201 1 .

ro que ese proceso no clara ninglin resultado (aunque al tercer jntento se ha permitido que siga adelante en el tribunal), ya que sed. casi imposible demostrar que la discriminaci6n se basaba en Ia raza y no en el riesgo del credito. Como suele suceder, la incomprensible letra pequefia da mucho margen (jTenganlo en cuenta los consumidores!). Cleveland sigui6 una via mas matizada: demand6 a las empresas financieras por perjuicio publico, jal haber quedado la zona llena de casas desalojadas que requerian ahora la acci6n cobertora de la ciudad!
Las pnicticas predatorias que golpean especialmente a los mas pobres, los mas vulnerables y los menos privilegiados son incontables. Cualquier pequefia factura sin pagar (una licencia o la factura del agua, por ejemplo) puede convertirse en un pretexto para un embargo preventivo sobre el que el propietario de la vivienda permanece misteriosa (e ilegalmente) desinformado hasta despues de que un abogado se ha hecho cargo de el de forma que la factura original por, digamos, 100 d6lares, requiere un pago de 1 .500 d6lares para saldarla. Para la mayoria de los pobres, eso suele significar la perdida de la propiedad de su domicilio. En la ultima ronda de ventas de embargos en Baltimore, un pequefio grupo de abogados compr6 a la ciudad facturas por valor de unos 6 millones de d6lares. Si el margen de beneficia medio es del 250 por 100, pueden amasar una considerable fortuna si las co bran, y si no se quedan con propiedades potencialmente valiosas para el futuro desarrollo adquiriendo las propiedades.
Ademas de todo esto, se ha demostrado repetidamente que en las ciudades estadounidenses, desde la decada de 1960, los pobres pagan habitualmente mas por mercancias basicas inferiores como los alimentos, y que el deficiente servicio a las comunidades de bajos ingresos afiade cargas financieras y practicas indebidas a tales poblaciones. La economia de la desposesi6n de poblaciones vulnerables es tan activa como incesante. Aun mas llamativa es la reducci6n ilegal de salarios sufrida por muchos trabajadores temporales y precarios de los sectores de bajos salarios en las principales ciudades como Nueva York, Chicago y Los Angeles, tales

como pagas por debajo del salario minima, negativa a pagar las horas extras, o simplemente retrasos en el pago que en algunos casas podrian demorarse hasta varios meses42•
Lo que trato de sugerir al mencionar esas diversas formas de explotacion y desposesion es que en muchas regiones metropolitanas tales pnicticas generalizadas son sistematicamente ejercidas sabre poblaciones vulnerables. Es importante reconocer cuan facilmente puede recuperar el conjunto de la clase capitalista las concesiones a los trabajadores en los salarios reales mediante actividades depredadoras y explotadoras en el terreno del consumo. Para gran parte de la poblacion urbanizada con bajos ingresos, la explotacion implacable de su trabajo unida a la desposesion de sus escasos activos constituye un drenaje perpetuo de su capacidad de mantener condiciones minimas adecuadas para la reproduccion social. Esta situacion exige la organizacion y respuestas politicas a escala de toda la ciudad (vease mas adelante).
EL CUENTO CHINO
En la medida en que esta vez ha habido alguna via de escape de la crisis global del capital, es notable que la expansion del mercado de la vivienda y la propiedad inmobiliaria en China, junto con una enorme oleada de inversiones infraestructurales financiadas mediante la deuda, haya asumido un papel principal, no solo como estimulo para su mercado interno (y la reabsorcion del desempleo en los sectores exportadores), sino tambien de otras economfas estrechamente ligadas a la china mediante el comercio, como las de Australia y Chile con sus materias primas y la alemana con sus

42 Annette Bernhardt, Ruth Milkman, Nik Theodore, Douglas Heckathorn, Michael Auer,James DeFillippis, Ana Gonzalez, Victor Narro,Jason Perelshteyn, Diana Polson y Michael Spiller, Broken Laws, Unprotected Workers: Violations of Employment and Labor Laws in America’s Cities, Nueva York, National Employment Law Project, 2009.

exportaciones de maquina herramienta y autom6viles. En Estados Unidos, en cambio, Ia construcci6n ha tardado mucho en recuperarse y Ia tasa de desempleo en Ia construcci6n, como seiialaba antes, duplica cuanto menos Ia media nacional.
Las inversiones urbanas suelen tardar mucho en producir y necesitan aun mas tiempo para madurar. Por eso es siempre dificil determinar cuando una sobreacumulaci6n de capital se ha transformado o esta a punto de transformarse en una sobreacumula­
ci6n de inversiones en el entorno construido. La probabilidad de excederse, tal como sucedi6 con los ferrocarriles en el siglo XIX y como muestra la larga historia de ciclos y depresiones en Ia construcci6n (incluida Ia debacle de 2007 -2009), es muy alta.
La impetuosidad de Ia febril urbanizaci6n y el boom de la inversion en infraestructuras que estan reconfigurando de arriba abajo Ia geografia del espacio nacional chino descansa en parte en la capacidad del gobierno central para intervenir arbitrariamente en el sistema bancario si algo va mal. Una recesi6n relativamente suave en el mercado inmobiliario de las principales ciudades como Shanghai a finales de Ia decada de 1990 llev6 a los bancos a hacerse con una gran variedad de «activos sin ganancias» (a los que ahora llamamos «t6xicos» ), muchos de los cuales estaban basados en el desarrollo urbano e inmobiliario. Estimaciones no oficiales situaron en esa categoria hasta un 40 por 100 de los prestamos bancarios43. La respuesta del gobierno central fue utilizar sus abundantes reservas de divisas extranjeras para recapitalizar los bancos (una version china de lo que mas tarde se conoceria como el Programa de Alivio de Activos con Problemas [Troubled Asset Relief Program (TARP)] en Estados Unidos). Se sabe que el estado emple6 unos 45 millardos de d6lares de sus reservas de divisas con ese fin a finales de la decada de 1990, e indirectamente pudo utilizar mucho mas; pero a medida que las instituciones chinas funcionan de forma mas coherente con los mercados financieros glo-

43 Keith Bradsher, «China Announces New Bailout of Big Banks», New York Times, 7 de enero de 2004.

bales, al poder central le resulta mas diffcil controlar lo que sucede en el sector financiero.
Los informes que nos llegan ahara desde China se parecen inc6modamente a lo que sucedi6 en el suroeste de Estados Unidos y en Florida durante esta ultima decada o en la misma Florida en la de 1920. Desde la privatizaci6n general de la vivienda en China en 1998, la especulaci6n y la construcci6n se han disparado de forma espectacular. Se informa que el precio de vivienda ha aumentado un 140 por 100 en el conj unto del pais desde 2007, y hasta un 800 por 100 en las principales ciudades como Beijing y Shanghai durante los ultimos cinco afios. En esta ultima ciudad los precios en el sector se han duplicado durante el ultimo afio. El precio media de un apartamento se ha situado en torno a los 500.000 d6lares (en un pais donde el PIB per capita fue de 7.5 18 d6lares en 2010), e incluso en ciudades de segundo arden una vi­
vienda tipica «Cuesta alrededor de veinticinco veces los ingresos medias anuales de los residentes», lo que es claramente insostenible. Todo esto indica que la construcci6n de viviendas y edificios comerciales, por rapida y vasta que sea, no se esta manteniendo a la par con la demanda real y menos aun con la demanda efectiva anticipada44• Una consecuencia de esto es el surgimiento de fuertes presiones inflacionistas que han inducido al gobierno central a utilizar varios instrumentos para restringir el gasto incontrolado de los gobiernos locales.
El gobierno central confiesa abiertamente su preocupaci6n de que
en gran parte del pais el crecimiento siga vinculado al gasto inflacionario en el desarrollo inmobiliario y la inversion publica en carreteras, ferrocarriles y otros proyectos infraestructurales por valor de

44 Para una revision general, vease Thomas Campanella, The Concrete Dragon, cit. Yo tambien trate de presentar un panorama general del nipido proceso de urbanizacion en China en el cap. 5 de A Brief History of Neoliberalism, cit. (ed. cast.: cit., pp. 1 3 1-166].
millardos de dolares. En el primer trimestre de 201 1 la inversion en activos fijos -una medida generica de la actividad constructora- subio un 2 5 por 100 con respecto al mismo periodo del afi.o anterior, y la inversion en propiedades inmobiliarias aumento un 3 7 por 10045•
Esta inversion «equivale ahara a alrededor del 70 por 100 del producto interior bruto del pais». Ningtin otro pais se ha aproxirnado a ese nivel en los ultimos afios. «Ni siquiera Japan, en la cumbre de su boom constructor en la decada de 1980, sobrepaso el 3 5 por 100, y la cifra se ha mantenido durante decadas en torno al 20 por 100 en Estados Unidos.»
«Los esfuerzos de las ciudades han contribuido a que el gasto publico en la construccion de viviendas e infraestructuras sobrepase al comercio exterior como el mayor contribuyente al crecirniento de China»46• Las colosales adquisiciones de suelo y desplazarnientos de proporciones legendarias en algunas de las principales ciudades (mas de 3 rnillones de personas desplazadas en Beijing durante los ultimos diez afios) indican que junto a ese enorme impulso urbanizador se da en la totalidad de China un proceso muy activo de desposesion. Los desplazamientos y desposesiones forzadas estan entre las causas mas importantes del aumento de las protestas populares, a veces violentas.
Las ventas de suelo a los promotores han servido como gallina de los huevos de oro para llenar las areas de los gobiernos locales; pero a principios de 201 1 el gobierno central ordeno su contencion a fin de poner arden en un mercado inmobiliario descontrolado y evitar las desposesiones de tierras, a menudo brutalmente realizadas, que estaban ocasionando tanta resistencia. Esto creo

45 David Barboza, «Inflation in China Poses Big Threat to Global Trade», New York Times, 17 de abril de 201 1 ; Jamil Anderlini, «Fate of Real Estate Is Global Concern>>, Financial Times, 1 de junio de 201 1; Robert Cookson, China Bulls Reined in by Fears on Economy>>, Financial Times, 1 de junio de 201 1 .
46 Keith Bradsher, «China’s Economy is Starting to Slow, but Threat of Inflation Looms>>, New York Times, Business Section, 3 1 de mayo de 201 1 .
dificultades presupuestarias a muchos gobiemos municipales. El «brusco aumento de la deuda de los gobiemos locales y los escasos controles sabre el endeudamiento de compaiiias inversoras» (muchas de elias patrocinadas par los gobiemos locales) son ahara consideradas un importante riesgo para Ia economia china que arroja una espesa sombra sabre las perspectivas de crecimiento para el futuro, no solo en China, sino tambien a escala mundial. En 201 1 el gobiemo chino estimaba Ia deuda municipal en unos
2,2 bill ones de d6lares, equivalente a «casi un tercio del producto interior bruto de Ia naci6n». Puede que el 80 par 100 de esta deuda corresponda a las compaiiias de inversion no registradas, patrocinadas par los gobiemos municipales aunque no formen parte estrictamente de elias. Esas son las organizaciones que estan cons­
truyendo, a enorme velocidad, tanto las nuevas infraestructuras como los edificios emblematicos que hacen tan espectaculares las ciudades chinas; pero Ia deuda acumulada par los municipios es enorme. Una oleada de impagos «podria convertirse en un gran lastre para el gobiemo central, que a su vez mantiene una deuda de alrededor de 2 bill ones de dol ares» 47• La posibilidad de un colapso seguido par un largo periodo de «estancamiento al estilo japones» es muy real. El frenazo del crecimiento econ6mico chino en 201 1 esta produciendo ya reducciones en las importaciones, que repercutiran a su vez en todas las regiones del mundo que han prosperado gracias al impulso del mercado chino de materias primas.
Entretanto han surgido en el interior de China ciudades totalmente nuevas, sin apenas residentes o actividades reales, propiciando un curiosa programa de anuncios publicitarios en Ia prensa de negocios estadounidense para a traer inversores y empresas a esta Nueva Frontera urbana del capitalismo global48• El desarro-

47 Wang Xiaotian, «Local Governments at Risk of Defaulting on Debt», China Daily, 28 de junio de 201 1 ; David Barboza, < >, New York Times, 7 de julio de 201 1.
48 David Barboza, <
>, New York Times, 20 de octubre de 2010.
llo urbano desde mediados del siglo XIX, si no antes, ha sido siempre especulativo, pero la escala especulativa del desarrollo chino parece ser de un orden mucho mayor que todo lo que se ha visto antes en la historia urbana, lo que tambien significa que la liquidez excedente en la econornia global con necesidad de ser absorbida, que se expande exponencialmente, tampoco habia sido nunca tan colosal.
Al igual que durante el boom de las urbanizaciones perifericas en Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se tienen en cuenta todos los complementos y accesorios de las viviendas queda claro que el boom de la urbanizaci6n en China esci desempeiiando un papel central como estimulo de la recuperaci6n del crecimiento econ6mico global para una amplia variedad de bienes de consumo aparte de los autom6viles (en los que China se
envanece ahora de ser el mayor mercado del mundo). «SegU.n algunas estimaciones, China consume alrededor del 50 por 100 de mercancias globales clave y materiales como cemento, acero y carbon, y la propiedad inmobiliaria china es el principal impulsor de esa demanda»49• Dado que mas de la mitad del acero consumido acaba en el entomo construido, esto significa que una cuarta parte de la producci6n mundial de acero esta siendo absorbida ahora por esa actividad. Pero China no es el unico lugar donde se puede observar ese boom de la construcci6n. Todos los paises BRIC parecen estar siguiendo su ejemplo. Los precios inmobiliarios se han duplicado tanto en Sao Paulo como en Rio de Janeiro el aiio pasado, y en India y Rusia se vive una situaci6n similar; pero todos esos paises, cabe observar, estan experimentando junto a elevadas tasas de crecimiento fuertes corrientes inflacionistas. Los acelerados procesos de urbanizaci6n tienen claramente mucho que ver con la rapida recuperaci6n de los efectos de la recesi6n de 2007-2009.
La cuesti6n es: hasta que punto es sostenible esa recuperaci6n, dadas sus raices en desarrollos urbanos en gran medida es-

49 Jamil Anderlini, «Fate of Real Estate is Global Concern», Financial Times, 1 de junio de 201 1 .
peculativos? Los intentos del gobierno central chino de controlar su boom y contener las presiones inflacionistas elevando las exigencias de reservas a sus bancos no han tenido demasiado exito. Ha surgido un «sistema bancario en la sombra» estrechamente relacionado con las inversiones en suelo y construcci6n, dificil de seguir y controlar y que emp lea nuevos instrumentos de inversion (analogos a los que surgieron durante la decada de 1990 en Estados Unidos y Gran Bretafia). Como consecuencia de la aceleraci6n de las desposesiones de tierras y la inflaci6n se est:in multi­
plicando los disturbios. Llegan informes de acciones de protesta de los conductores de taxis y camiones en Shanghai y de repentinas huelgas salvajes en las fabricas de las areas industriales de Guangdong como respuesta a los bajos salarios, malas condiciones de trabajo y subida de los precios. Los informes oficiales sobre las protestas han aumentado espectacularmente y se han tornado
medidas para ajustar los salarios y para controlar la creciente agitaci6n y estimular el mercado interno como sustituto de los mercados exportadores mas arriesgados y estancados (el consumo chino solo supone actualmente el 3 5 por 100 del PIB, frente al 70 por 100 en Estados Unidos).
Todo esto debe ser entendido, no obstante, teniendo en cuenta las medidas concretas que adopt6 el gobierno chino para afrontar la crisis de 2007-2009. El principal efecto de la crisis en China fue el repentino colapso de las exportaciones (en particular hacia Estados Unidos), con una caida del 20 por 100 a principios de 2009. Varias estimaciones razonablemente fiables sitlian el mimero de empleos perdidos en el sector exportador en unos 30 millones du­
rante un periodo muy corto en 2008-2009; pero en el otofio de 2009 el FMI informaba de que la perdida neta de empleos sin China era solo de 3 millones50• Parte de la diferencia entre la perdida bruta de puestos de trabajo y la neta puede deberse al regreso de

50 International Monetary Fund/International Labour Organization, The Challenges of Growth, Employment and Social Cohesion, Geneva: International Labour Organization, 2010.
rrabajadores emigrados a las ciudades a su lugar de origen rural al perder el empleo. Otra parte se debe sin duda a la rapida recuperaci6n de las exportaciones y a la recontrataci6n de trabajadores antes despedidos; pero el resto se debe casi con seguridad a la puesta en practica por el gobierno de un enorme programa de estfmulos de inversion urbana e infraestructural de tipo keynesiano. El gobierno central aiiadi6 600 millardos de d6lares adicionales a lo que era ya un gran programa de inversiones infraestructurales (un total acumulado de 750 millardos de d6lares asignados a la construcci6n de 1 3.000 kil6metros de vfas ferreas de alta velocidad y otros 17.000 de vfas tradicionales, aunque esas inversiones estan ahora en peligro tras un accidente de un tren de alta velocidad que sugiere un dise:fio deficiente o incluso la corrupci6n en la construcci6n)51. El gobierno central instruy6 simultaneamente a los bancos para que prestaran generosamente a todo tipo de proyectos locales de desarrollo (incluidos los sectores de la construcci6n y las infraestructuras) como forma de absorber la mano de obra excedente. Ese enorme programa estaba destinado a propiciar la recuperaci6n econ6mica. El gobierno chino asegura ahora que cre6 alrededor de 34 millones de nuevos empleos entre 2008 y 2010. Ciertamente parece haber tenido bastante exito en su objetivo inmediato de absorber gran parte de la mano de obra excedente, si las cifras del FMI sobre las perdidas netas de empleo son correctas.
El problema principal es, por supuesto, si tales gastos publicos caen dentro de la categoria de gastos «productivos» o no, y en caso afirmativo, que es lo que producen y para quien. Muchos espacios construidos, como el enorme centro comercial cerca de Dongguan, permanecen casi vados, como sucede con algunos de los rascacielos que pueblan el paisaje urbano en casi todas las ciudades. Y luego estan las nuevas ciudades vadas que esperan gente e industrias que lleguen a poblarlas. Sin embargo, no cabe duda de que el espacio nacional chino se va a beneficiar de una

;1 Keith Bradsher, «High-Speed Rail Poised to Alter China, but Costs and Fares Draw Criticism», New York Times, 23 de junio de 201 1 .
integracion espacial mas profunda y mas eficiente, y superficialmente al menos la vasta oleada de inversiones infraestructurales y proyectos de urbanizacion parecerfa estar hacienda justamente eso, vinculando el interior subdesarrollado a las regiones costeras mas ricas y el norte escaso en agua con el bien regado sur. A escala metropolitana, los procesos de crecimiento y regeneracion urbana tambien parecen llevar las tecnicas modemas a la urbanizacion, junto con una diversificacion de actividades (incluidas todas las instituciones culturales y del sector del conocimiento, ejemplificadas por la espectacular Expo de Shanghai, tan caracterfsticas de la urbanizacion neoliberal en Estados Unidos y en Europa).
El desarrollo chino reproduce y exagera en ciertos aspectos el que se clio en Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. Durante aquellos afi.os el sistema de autovfas interestatales integro al sur y al oeste de Estados Unidos, y esto, unido a las urbanizaciones en la periferia de las ciudades, desempefi.o un papel crucial en mantener tanto el empleo como la acumulacion de capital; pero el paralelismo es instructivo tambien en otros sentidos. El desarrollo estadounidense a partir de 1945 no fue solo derrochador en su uso de la energfa y el suelo; tambien genero, como hemos visto, una crisis particular de las poblaciones marginadas, excluidas y rebeldes de las ciudades, que suscito una serie de respuestas polfticas a finales de la decada de 1960. Todo esto se desvanecio tras el crac de 1973, cuando el presidente Nixon declaro en su discurso sobre el estado de la Union que la crisis urbana habfa quedado atras y que se restringirfa la financiacion federal. El efecto a escala municipal fue una crisis de los servicios urbanos en Estados Unidos desde finales de la decada de 1970, con las aterradoras consecuencias de la degeneracion en la escuela publica, la sanidad publica y la disponibilidad de alojamientos accesibles.
La acelerada estrategia de inversion urbana e infraestructural en China esta uniendo esas dos tendencias en muy pocos afi.os. El tren de alta velocidad entre Shanghai y Beijing es bueno para los hombres de negocios y la clase media alta, pero no representa el ripo de transporte accesible que puede llevar a los trabajadores a su Iugar de origen para festejar el Aiio Nuevo chino. De forma parecida, los grandes bloques de apartamentos, las comunidades de acceso restringido, los campos de golf para los ricos, o los cenrros comerciales de lujo no contribuyen realmente a reconstituir una vida cotidiana decente para las masas empobrecidas y desconrentas. Este desequilibrio del desarrollo urbana siguiendo lineas de clase va de hecho mucho mas alla de China; se esta produciendo igualmente en India asi como en innumerables ciudades de todo el mundo donde coexisten concentraciones emergentes de poblaciones marginadas con una urbanizaci6n muy modemista y consumista para una minoria cada vez mas rica. La cuesti6n de como tratar a los trabajadores empobrecidos, precarizados y excluidos que constituyen ahora en muchas ciudades una gran mayoria de Ia poblaci6n y pueden aspirar a constituir un bloque de poder mayoritario y dominante se esta convirtiendo en un importante problema politico, una de cuyas consecuencias es que Ia planificaci6n militar se concentra cada vez mas en el eventual enfrentamiento con movimientos de base urbana potencialmente revolucionarios.
Pero en el caso chino esta evoluci6n tiene una interesante derivada. La trayectoria del desarrollo desde el inicio de Ia liberalizaci6n en 1979 se basaba en Ia idea de que Ia descentralizaci6n es una de las mejores formas para ejercer un control centralizado. Se trataba pues de permitir a los gobiemos regionales y municipales, e incluso de los pueblecitos y barrios, buscar su propia mejora dentro de:: un marco de control centralizado y coordinaciones de mercado. Las iniciativas locales con mas exito servian de base para Ia formulaci6n de los planes del gobiemo central.
Las noticias que llegan desde China sugieren que Ia transici6n del poder anticipada para 2012 afronta una altemativa compleja. La atenci6n se centra en Ia ciudad de Chongqing, donde desde hace unos afios se viene practicando una politica supuestamente radical que se aparta de las basadas en el mercado retomando Ia redistribuci6n socialista dirigida por el estado, empleando ademas una ret6rica de inspiraci6n maofsta*. Ese modelo ponfa en primer plano «Ia cuesti6n de Ia pobreza y Ia desigualdad». El gobiemo «encauzaba los beneficios obtenidos en el mercado par las empresas de propiedad estatal hacfa proyectos socialistas tradicionales, utilizando sus ingresos para financiar Ia construcci6n de viviendas accesibles y estructuras de transporte». El plan de vivienda suponfa en un «gigantesco programa de construcci6n» para «proporcionar apartamentos baratos a una tercera parte de los 30 millones de residentes» en Ia ciudad y su area metropolitana. «El gobiemo municipal espera construir veinte ciudades satelites, cada una con una poblaci6n de 300.000 habitantes, de los que 50.000 viviran en alojamientos subvencionados par el estado.» El prop6sito de este proceso enormemente ambicioso (contrario al consejo del Banco Mundial) era reducir las crecientes desigualdades sociales que han surgido durante las dos ultimas decadas en toda China y servir de amfdoto a los proyectos impulsados par promotores privados de comunidades de acceso restringido para los ricos; pero como contrapartida acelera la desposesi6n de la tierra de los campesinos, a los que empuja a una urbanizaci6n forzada que tambien suscita el descontento y la protesta, que a su vez da Iugar a una respuesta
represiva cuando no autoritaria.
Este retorno a a una agenda redistributiva socialista, utilizando al sector privado para finalidades publicas, ha proporcionado un modelo para el gobierno central, que planea construir 36 millones de alojamientos accesibles durante el quinquenio iniciado en 2010. De esta forma se propane resolver el problema de la absorci6n de capital excedente al mismo tiempo que ofrece una vfa para urbanizar a buena parte de la poblaci6n rural, absorber el trabajo excedente y (con suerte) disipar el descontento popular ofreciendo un

* En marzo de 2012 el secretario del Partido Comunista Chino en Chongqing, Bo Xilai, fue apartado de su cargo y al mes siguiente fue expul sado del Politburo a causa de la presunta implicaci6n de su esposa en el asesinato de un hombre de negocios britanico, con lo que se puso fin a la «desviaci6n Chongqing>>. {N. del T.]
alojamiento razonablemente seguro a los menos privilegiados52• Detectamos ahi ecos de la politica urbana en Estados Unidos despues de la Segunda Guerra Mundial: mantener el crecimiento econ6mico ganandose a una poblaci6n potencialmente descontenta mediante la seguridad en la vivienda. El reverso es el crecimiento de una oposici6n a veces violenta a las necesarias expropiaciones de tierras (aunque los chinos parecen aceptar el eslogan maoista de que «no se puede hacer una tortilla sin cascar los huevos») .
Pero en otras regiones de China, en particular en las ciudades costeras y meridionales como Shenzhen, existe un modelo de desarrollo distinto basado en el mercado. Ahi la soluci6n propuesta es muy diferente. Se pone mayor enfasis en la liberalizaci6n politica y en lo que suena como una democracia urbana mas burguesa, junto con una profundizaci6n de las iniciativas de mercado libre, aceptando la creciente desigualdad social como un coste necesario del crecimiento econ6mico y la competitividad. En este momenta parece todavia imposible predecir par que via optara el gobierno central. El punta clave es el papel de las iniciativas de base urbana en el impulso de unas u otras opciones de futuro; pero los medias para llegar a ese futuro parecen firmemente insertos en una alternativa polarizada entre estado y mercado.
Los efectos de la urbaruzaci6n de China durante las ultimas decadas han sido simplemente descomunales y han sacudido al mundo con sus consecuencias. La absorci6n en proyectos de urbanizaci6n de liquidez excedente y capital sobreacumulado, en un momenta en el que parece dificil hallar otras oportunidades rentables, ha mantenido ciertamente la acumulaci6n de capital, no solo en China, sino en gran parte del resto del mundo durante los ultimos afios de crisis. Sigue sin estar clara sin embargo lo estable que pueda ser esa soluci6n. Las crecientes desigualdades sociales (China es ahara el tercer pais del mundo en cuanto al numero de milmillonarios en d6lares),
Ia degradaci6n medioambiental (que hasta el gobierno chino admi-

52 Peter Martin y David Cohen, «Socialism 3.0 in China>>, the-diplomat.com; Jamil Anderlini, «Fate of Real Estate is Global Concern>>.
te abiertamente), junto con multiples signos de exceso y sobrevaloraci6n de activos en el entorno construido, sugieren que el «modelo» chino no carece de serios problemas y que podria facilmente dejar de ser el gran benefactor, para convertirse de la noche a la manana en el vastago mas problematico del desarrollo capitalista.
Si este «modelo» fracasa, el futuro del capitalismo parece muy oscuro. Eso significaria que la unica via abierta seria atender mas creativamente a la posibilidad de explorar alternativas anticapitalistas. Si la forma capitalista de urbanizaci6n esta tan plenamente inserta en la reproducci6n del capitalismo y resulta fundamental para esta, eso significaria tambien que para cualquier intento de poner en pie una alternativa anticapitalista seria decisivo hallar
formas alternativas de urbanizaci6n.
LA URBANIZACION DEL CAPITAL
La reproducci6n del capital pasa por los procesos de urbanizaci6n por mUltiples vias; pero la urbanizaci6n del capital presupone la capacidad del poder de clase capitalista de dominar el proceso urbana. Esto implica la dominaci6n de la clase capitalista, no solo sobre los aparatos de estado (en particular los aspectos del poder estatal que administran y gobiernan las condiciones sociales e infraestructurales dentro de las estructuras territoriales), sino tambien sobre toda la poblaci6n: su forma de vida asi como su capacidad de trabajo, sus valores culturales y politicos asi como sus concepciones del mundo. Ese nivel de control no se alcanza facilmente, si es que llega a alcanzarse. La ciudad y los procesos urbanos que produce son por tanto importantes focos de la lucha politica, social y de clase. Hasta ahora hemos examinado la dinamica de esa lucha desde el punto de vista del capital. Queda por tanto por examinar el proceso urbana -sus aparatos y restricciones disciplinarias asi como sus posibilidades emancipadoras y anticapitalistas- desde el punto de
vista de todos los que intentan ganarse la vida y reproducir su cotidianeidad en el seno de ese proceso urbana.
CAPITULO TRES La creaci6n de bienes comunes urbanos
La ciudad es el lugar donde se entremezcla gente de todo tipo y condicion, incluso contra su voluntad o con intereses opuestos, compartiendo una vida en comun, por efimera y cambiante que sea, que viene siendo desde hace mucho tiempo objeto de comentario por urbanistas de toda laya y tema sugestivo de innumerables representaciones y escritos (novelas, peliculas, videos y otros medias) que intentan captar su canicter (o el canicter particular de Ia vida en una ciudad con creta en determinado Iugar y momenta) y su significado mas profunda; en Ia larga historia del utopismo urbana tenemos un registro de todos los intentos y aspiraciones humanas de convertir Ia ciudad en una imagen diferente, mas adecuada «a nuestros deseos mas profundos» como diria Robert Park. El reciente resurgimiento de Ia insistencia en Ia supuesta perdida de Ia comunalidad urbana refleja el impacto aparentemente profunda de Ia reciente oleada de privatizaciones, cercamientos, controles espaciales, actuaciones policiales y redes de vigilancia sabre las cualidades de Ia vida urbana en general, y en particular sabre Ia posibilidad de construir o inhibir nuevas relaciones sociales (nuevas bienes comunales) en el seno de un proceso urbana influido, si no dominado, por los intereses de clase capitalistas. Cuando Hardt y Negri, por ejemplo, argumentan que deberiamos ver «Ia metropolis como una fabrica en Ia que se produce el bien comtin», sugieren su potencialidad para Ia critica y el activismo politico anticapitalista. AI igual que el derecho a Ia ciudad, Ia idea suena sugestiva y fascinante, ‘pero que podria significar?, ‘y como se relaciona con Ia larga historia de discusiones y debates con respecto a Ia creacion y utilizacion en comtin de determinados recursos?
He perdido la cuenta del numero de veces que he visto citado el clasico articulo de Garrett Hardin sobre «La tragedia de los comunes» como un argumento irrefutable en favor de la mayor eficiencia de los derechos de propiedad privada con respecto al uso del suelo y otros recursos, y por tanto como una justificacion irrebatible de su privatizacion 1• Esa lectura erronea procede en parte de su apelacion a la metafora del ganado perteneciente a varios individuos deseosos de m:1ximizar sus beneficios individuales, que pasta en una parcela de propiedad comun. Cada uno de los propietarios gana al afiadir mas ganado, mientras que las con­
siguientes perdidas en fertilidad afectan a todos los usuarios, de forma que todos ellos siguen afi.adiendo ganado hasta que la tierra comunal pierde toda su productividad. Evidentemente, si el ganado fuera tambien comun esa metafora no funcionaria. Esto muestra que el nucleo del problema es la propiedad privada del ganado
y el comportamiento individual de maximizacion de la ganancia, no el caracter de propiedad comun del recurso en cuestion; pero la preocupacion fundamental de Hardin no era esa, sino el aumento de poblacion. Temia que de la decision individual de tener hijos condujera finalmente a la destruccion de los bienes comunes globales y al agotamiento de todos los recursos (como argumentaba igualmente Malthus). La unica solucion, en su opinion, era una regulacion autoritaria de la poblacion2•
Menciono este ejemplo para resaltar hasta que punto el pensamiento sobre los bienes comunes ha quedado muy a menudo encerrado en un conjunto muy estrecho de suposiciones, en buena

1 Garrett Hardin, «The Tragedy of the Commons>>, Science 162 (1968), pp. 1, 243-248; B. McCay y]. Acheson (eds.), The Question of the Commons: The Culture and Ecology of Communal Resources, Tucson, University of Arizona Press, 1987.
2 Sorprende cuantos analistas de izquierda entienden equivocadamente lo que argumenta Hardin a este respecto. Asi, Massimo de Angelis, en The Beginning of History: Value Struggles and Global Capital, Londres, Pluto Press,
2007, p. 1 34, dice que «Hardin elabor6 una justificacion de Ia privatizacion de los espacios comunes basada en una supuesta necesidad natural>>.
medida derivado del ejemplo de los cercamientos de tierras que tuvieron Iugar en Gran Bretafia desde finales del periodo medieval. En consecuencia, ese pensamiento se ha polarizado con frecuencia entre las soluciones contrapuestas de la propiedad privada y la intervenci6n autoritaria del estado. Desde una perspectiva politica, toda la cuesti6n se ha visto ensombrecida por una reacci6n instintiva (entrelazada con grandes dosis de nostalgia de la supuesta economfa moral de la acci6n comun que acaso habrfa existido en el origen de los tiempos), bien a favor o -mas frecuentemente desde la izquierda- contra los cercamientos.
Elinor Ostrom trata de desmontar algunas de esas presunciones en su libro Governing the Commons3• Sistematiza las pruebas antropol6gicas, sociol6gicas e hist6ricas que demostraron hace tiempo que si los ganaderos hablaban entre sf (o tenfan reglas culturales sobre la compartici6n) podfan resolver facilmente cualquier problema surgido en el uso de los bienes comunes. Muestra a partir de innumerables ejemplos que los individuos pueden imaginar -y a menudo lo hacen- formas colectivas muy ingeniosas y sensatas para gestionar los recursos de propiedad comun en beneficio de todos y cada uno de ellos. Su prop6sito era dilucidar por que en algunos casos consegufan hacerlo y cuales eran las circunstancias que se lo impedfan en otras. Sus estudios «sacuden las con­
vicciones de muchos analistas politicos de que la unica forma de resolver problemas de recursos compartidos es que autoridades externas impongan los derechos plenos de propiedad privada o una regulaci6n centralizada» y muestran, por el contrario, «complejas mezclas de dispositivos publicos y privados». Armada con esa conclusion, Ostrom pudo cuestionar la ortodoxia econ6mica incapaz de ver mas alia de una opci6n dicot6mica entre estado y mercado.
Pero la mayorfa de sus ejemplos solo afectaban a un centenar como mucho de propietarios. Si se superaba esa cifra (el mayor

3 Elinor Ostrom, Governing tbe Commom: The Evolution of Institutions for Collective Action, Cambridge, Cambridge University Press, 1990.
caso citado era de unas 15.000 personas) la toma de decisiones requerfa una estructura «anidada», ya que la negociaci6n directa entre todos los individuos era imposible. Esto implica que para resolver problemas a gran escala como el calentamiento global se necesitan formas de organizaci6n anidadas y por tanto en alglin sentido «jerarquicas»; ahara bien, el termino «jerarquia» es anatema en el pensamiento convencional (Ostrom lo evita), y extremadamente impopular en gran parte de la izquierda actual. La tinica forma de organizaci6n politicamente correcta en muchos
circulos radicales es no-estatal, no-jerarquica y horizontal. Para evitar la conclusion de que podrian ser necesarios algtin tipo de dispositivos jerarquicos anidados se suele eludir la cuesti6n de la eventual gesti6n de los bienes comunes a gran escala, necesaria­
mente diferente de las escalas pequefias y locales (por ejemplo, el problema de la poblaci6n global que preocupaba a Hardin).
Se da pues claramente un «problema de escala» analiticamente dificil que exige (pero no recibe) una evaluaci6n cuidadosa. Las posibilidades de una gesti6n sensata de los recursos de propiedad comtin a determinada escala (como el agua compartida por un centenar de granjeros en la pequefia cuenca de un rio) no se pueden trasladar por las buenas a problemas como el calentamiento global, ni siquiera a la difusi6n regional de lluvias acidas contaminadas por las centrales energeticas. Cuando «saltamos escalas» (como les gusta decir a los ge6grafos), toda la naturaleza del problema de los bienes comunes y las posibilidades de encontrar una soluci6n cambian espectacularmente4• Lo que parece una via ade­
cuada para resolverlos a una escala no lo es a otra. Y atin peor, soluciones patentemente buenas a una escala (digamos, «local») no se suman (o se encadenan) necesariamente para constituir buenas soluciones a otra escala (la global, por ejemplo). Por eso es tan equivoca la metafora de Hardin: utiliza como ejemplo el funcionamiento del capital privado en unos pastas comunes para expli-

4 Eric Sheppard y Robert McMaster (eds.), Scale and Geog;raphic Inquiry, Oxford, Blackwell, 2004.
car un problema global, como si no hubiera ninglin problema en
el cambio de escala.
Tambien es por eso, dicho sea de paso, por lo que las valiosas
!ecciones obtenidas en la organizaci6n colectiva de la solidaridad econ6mica a pequeiia escala sobre la base de la propiedad comun no se pueden convertir en soluciones globales sin recurrir a formas organizativas «anidadas» y por tanto jenirquicas. Desgraciadamente, como ya hemos seiialado, la idea de jerarquia es anatema en la actualidad para muchos sectores de la izquierda anticapitalista. Con demasiada frecuencia el fetichismo de una forma organizativa (la pura horizontalidad, digamos) dificulta la posibilidad de explorar soluciones apropiadas y eficaces5• Para dejarlo claro, no estoy diciendo que la horizontalidad sea mala -de hecho, creo que es un objetivo excelente-, sino que deberiamos reconocer sus limites como principia organizativo cardinal y estar preparados para trascenderlo cuando sea necesario.
Existe tambien mucha confusion con respecto a las relaciones entre los bienes comunes y los supuestos males del cercamiento. A gran escala (y en particular a escala planetaria), alglin tipo de cercamiento es a menudo el mejor modo de preservar ciertos bienes comunes muy valorados. Esto puede sonar como una afirmaci6n contradictoria (y lo es), pero refleja una situaci6n realmente contradictoria. En la Amazonia, por ejemplo, se precisara un acto draconiano de cercamiento para proteger tanto la biodiversidad como

5 Un te6rico anarquista que sf se toma este problema en serio es Murray Bookchin, en Remaking Society: Pathways to a Green Future, Boston, South End Press, 1990; y Urbanization without Cities: The Rise and Decline of Citizenship, Montreal, Black Rose Books, 1992. Marina Sitrin, Horizontalism: Voices of Popular Power in Argentina, Oakland, AK Press, 2006, ofrece una emotiva defensa del pensamiento antijerarquico. Vease tambien Sara Motta y Alf Gunvald Nilson, Social Movements in the Global South: Dispossession, Development and Resistance, Basingstoke, Hants, Palgrave Macmillan, 201 1 . Un importante te6rico de esa corriente antijerarquica hegem6nica en Ia izquierda esJohn Holloway, Change the World without Taking Power, Londres, Pluto Press, 2002 [ed. cast.: Cambiar el mundo sin tomar el poder, Barcelona, Viejo Topo, 2009].
las culturas de las poblaciones indigenas que forman parte de nues tros bienes comunes naturales y culturales. Se requerini casi con seguridad la autoridad estatal para proteger esos bienes comunes contra la democracia hip6crita de los intereses econ6micos a cono plazo que destruyen la tierra con plantaciones de soja y cria de ganado. Asi pues, no se pueden rechazar por principio todas las formas de cercamiento. La producci6n y cercamiento de espa cios no mercantilizados en un mundo despiadadamente mercan tilizador es sin duda buena; pero en el caso sefialado puede haber otro problema: expulsar a las poblaciones indigenas de sus bosques (como a menudo defiende el Fondo Mundial para la Naturaleza) puede considerarse necesario para preservar la biodiversidad. Pue de resultar necesario proteger un bien comlin a expensas de otro. Cuando se veda una reserva natural, se niega el acceso publico a ella. Es peligroso, no obstante, suponer que la mejor forma de preservar alglin tipo de bien comun es denegar otto. Los planes conjuntos de gesti6n forestal, por ejemplo, ofrecen muchas pruebas de que el objetivo dual de mejorar el habitat y la conservaci6n de los bosques al mismo tiempo que se mantiene el acceso de sus usuarios tradicionales a sus recursos, suele acabar beneficiando a ambos. La idea de proteger los bienes comunes mediante el cercamiento no se a borda con facilidad, sin embargo, por muy necesaria que sea su exploraci6n activa como estrategia anticapitalista; de hecho, cuando Ia izquierda demanda cierto tipo de «autonomia local», lo que pretende es cierto tipo de cercamiento.
Debemos pues concluir que las cuestiones de los bienes comunes son contradictorias y que por eso siempre hay disputas sobre elias, bajo las que suele haber intereses sociales y politicos en conflicto. De hecho, como ha sefialado Jacques Ranciere, Ia «Ia politica es la esfera de actividad de un bien comun que siempre sera contencioso»6• A fin de cuentas, al analista solo le queda por de-

6 Jacques Ranciere, citado en Michael Hardt y Antonio Negri, Commonwealth, Cambridge, Harvard University Press, 2009, p. 350 [ed. cast.:
Commonwealth. El proyecto de una revolucion del comun, Madrid, Akal, 201 1].
cidir algo muy simple: De que lado est:i, que intereses comunes pretende proteger y con que medias?
En estos ultimos tiempos, por ejemplo, los ricos tienen la costumbre de encerrarse en comunidades de acceso restringido que definen cierto tipo de bien comun exclusivo, no muy distinto, en principia, del agua que se reparten cincuenta usuarios de una cuenca sin atender a nadie ajeno a su comunidad. Esos ricos tienen adem:is la desfachatez de presentar sus espacios urbanos excluyentes como los bienes comunes tradicionales de un villorrio, tal como sucede en el caso de K.ierland Commons en Phoenix, Arizona, descrito como «un pueblecito con espacio para el pequefio comercio, restaurantes, oficinas, etcetera»7• Los grupos radicales pueden tambien aduefiarse de espacios (a veces mediante el ejercicio de derechos de propiedad privada, como cuando com­
pran colectivamente un edificio para utilizarlo con un prop6sito progresista) desde los que pueden promover una polftica o acci6n comun; 0 pueden crear una comuna 0 un soviet en cierto espacio protegido. Las «case del popolo» polfticamente activas que Margaret Kohn califica como decisivas para la acci6n polftica a principios del siglo XX en ltalia eran exactamente de ese tipo8• No todas las formas de bien comun suponen un acceso abierto. Algunos (como el aire que respiramos) si lo son, mientras que otros (como las calles de nuestras ciudades) son en principia abiertos, pero regulados, vigilados y basta gestionados privadamente como distritos para el fomento de negocios. Y tambien hay otros (como la distribuci6n del agua controlada por cincuenta granjeros) que desde un principia competen exclusivamente a un grupo social particular. La mayoria de los ejemplos de Ostrom en su primer libra eran de este ultimo tipo. Adem:is, en sus estudios iniciales

7 Elizabeth Blackmar, «Appropriating “the Common”: The Tragedy of Property Rights Discourse», en Setha Low y Neil Smith (eds.), The Politics of Public Space, Nueva York, Routledge, 2006.
8 Margaret Kohn, Radical Space: Building the House of the People, Ithaca, Cornell University Press, 2003.
limito su investigacion a los recursos llamados «naturales» tales como Ia tierra, los bosques, el agua, bancos de peces y otros parecidos ( digo «llamados» porque todos los recursos corresponden a valoraciones tecnologicas, economicas y culturales, y por tanto estan socialmente definidos).
Ostrom, junto con muchos colegas y colaboradores, examino mas adelante otros tipos de bienes comunes, tales como los materiales geneticos, el conocimiento, bienes culturales y otros por el estilo. Esos bienes comunes se estan viendo tambien sometidos actualmente a Ia mercantilizacion y el cercamiento. Los bienes comunes culturales son mercantilizados (y a menudo expurgados) por un sector de Ia «industria del patrimonio» [Robert Hewison]
muy dado a Ia disneyficacion. Los derechos de propiedad intelectual y de patente sobre materiales geneticos y mas en general sobre el conocimiento cientifico constituyen uno de los temas mas controvertidos de nuestros dfas. Cuando las editoriales cobran por acceder a los artfculos de las revistas cientificas y tecnicas que publican, se evidencia el problema del acceso a lo que deberia ser un conocimiento compartido y abierto a todos. Durante los ultimos veinte aiios o asf ha habido una explosion de estudios y propuestas practicas, asf como feroces luchas legales, sobre la creacion de un conocimiento comnn accesible a todos •
Los bienes comunes culturales e intelectuales de este ultimo tipo no estan sometidos a la logica de la escasez o a los usos exclu­
yentes que se aplican a la mayorfa de los recursos naturales. Todos podemos escuchar al mismo tiempo la misma emisora de radio o sintonizar un canal de television sin menoscabarlo. Los bienes comunes culturales, dicen Hardt y Negri, «son dinamicos e inclu­
yen tanto el producto del trabajo como los medios para su futura produccion. Esos bienes comunes son no solo Ia tierra que compartimos sino tambien las lenguas que creamos, las practicas sociales que establecemos, los modos sociales que definen nuestras relaciones, etcetera». Se construyen a lo largo del tiempo y en principia estan abiertos a todos10•
Las cualidades humanas de la ciudad surgen de nuestras practicas en sus diversos espacios, aunque estos esten sometidos a los cercamientos, al control social y a la apropiaci6n por intereses privados y publicos/estatales. Existe una importante distinci6n al respecto entre espacios y bienes publicos, por un lado, y los comunes por otro. Los espacios y bienes publicos urbanos han sido siempre objeto del poder estatal y la administraci6n publica, y tales espacios y bienes no constituyen necesariamente un bien comun. A lo largo de la historia de la urbanizaci6n, el cuidado de espacios y bienes publicos (como el tratamiento de aguas residuales y de residuos s6lidos, la sanidad publica, la educaci6n y otros parecidos) por medios publicos o privados ha sido crucial para el desarrollo capitalista 11• En la medida en que las ciudades han sido un marco privilegiado para los conflictos de intereses y luchas de clases, los administradores urbanos se han visto a menuda obligados a suministrar bienes publicos (tales como alojamientos accesibles, cuidados sanitarios, educaci6n, pavimentaci6n de las calles, alcantarillado y agua) a una clase obrera urbanizada. Aunque esos espacios y bienes publicos contribuyen poderosamente a las cualidades del bien comun, su apropiaci6n requiere una acci6n polftica por parte de los ciudadanos y el pueblo. La educaci6n publica se convierte en un bien comun cuando las fuerzas sociales se apropian de ella y la protegen y mejoran para su beneficia mutuo (jtres hurras para el PTA!). Las plazas Syntagma en Atenas, Tahrir en El Cairo y de Catalunya en Barcelona eran espacios publicos que se convirtieron en un bien comun urbana cuando la gente se reuni6 alli para expresar sus opiniones politicas y proclamar sus reivindicaciones. La calle es un espacio publico transformado con frecuencia por la acci6n social en un

10 Michael Hardt y Antonio Negri, Commonwealth, cit., pp. 1 37-1 39.
1 1 Martin Melosi, The Sanitary City: Urban lnfrastrncture in America, from Colonial Times to the Present, Baltimore, Johns Hopkins, 1999.
bien comun del movimiento revolucionario, asi como Iugar ocasional de su represi6n sangrienta 12• Siempre ha habido una lucha sobre la producci6n y la regulaci6n del acceso al espacio y los bienes publicos, a cargo de quienes debe estar y en beneficia de quien. La lucha por apropiarse de los espacios y bienes publicos en la ciudad para un objetivo comun sigue en marcha; pero a fin de alcanzarlo con frecuencia es vital proteger el flujo de bienes publicos que subyacen bajo las cualidades de los comunes. A medida que la politica neoliberal reduce la financiaci6n de bienes publicos, tambien mengua el bien comun disponible, obligando a los grupos sociales a buscar otras vias para mantener cada bien comun (por ejemplo, la educaci6n).
Los bienes comunes no deben considerarse pues como un tipo particular de cosas o activos y ni siquiera de procesos sociales, sino como una relaci6n social inestable y maleable entre cierto grupo social autodefinido y los aspectos de su entorno social y/o fisico, existente o por ser creado, considerada sustancial para su
vida y pervivencia. De hecho, existe una pnictica social de comunalizacion, que produce o establece una relaci6n social con determinado bien comlin cuyos usos, o bien quedan restringidos a cierto grupo social, o estan parcial o plenamente abiertos a todos. En el nucleo de la practica de comunalizaci6n se halla el principia de que la relaci6n entre el grupo social y el aspecto del entorno considerado como bien comlin sera a la vez colectiva y no mercantilizada, quedando fuera de los limites de la l6gica del intercambio
y las valoraciones de mercado. Este ultimo punto es crucial, parque ayuda a distinguir entre bienes publicos interpretados como gastos productivos del estado, y bienes comunes creados o usados
de una forma y con un prop6sito totalmente diferentes, aun cuando acaben aumentando indirectamente la riqueza e ingresos del grupo social con acceso a ellos. U n huerto comli n puede verse asf

1 2 Anthony Vidler, «The Scenes of the Street: Transformations in Ideal and Reality, 1 75 0-1871 >> , en Stanford Anderson, On Streets: Streets as Elements of Urban Structure, Cambridge, MIT Press, 1 978.
como algo bueno en sf mismo, sea cual sea el alimento que se produce allf, incluso si parte de el se vende en el mercado.
Evidentemente, distintos grupos sociales pueden emprender Ia pnictica de la comunalizaci6n por muchas razones diferentes. Esto nos lleva de nuevo a la cuesti6n fundamental de que grupos sociales deben ser apoyados y cmiles no en el curso de las luchas de comunalizaci6n. Los ultrarricos, despues de todo, defienden con tanta ferocidad como cualquiera sus bienes comunales residenciales y disponen de mucha mas influencia y potencia de fuego para crearlos y protegerlos.
Con los bienes comunes, incluso -y particularmente- cuando no pueden ser vedados, siempre se puede hacer negocio, aunque no sean de por sf una mercancfa. El ambiente y atractivo de una ciudad, por ejemplo, es un producto colectivo de sus ciudadanos, pero es el sector turfstico el que capitaliza comercialmente ese bien comun y extrae de el rentas de monopolio (vease el capitulo 4). En sus actividades y sus luchas cotidianas, los individuos y los grupos sociales crean el mundo social urbano, un marco comun que todos pueden habitar. Aunque ese bien comlin culturalmente creativo no puede ser destruido por el uso, si puede ser degradado y banalizado por un empleo desmedido. Las calles congestionadas por el trafico hacen ese espacio publico particular casi inutil hasta para los conductores, por no hablar de viandantes y manifestan­
tes, llegandose en cierto momento a imponer tasas a la circulaci6n en un intento de restringir su uso para que puedan funcionar mas eficientemente. Este tipo de espacios urbanos no constituyen un bien comun. Antes de verse inundadas de autom6viles, no obstan­
te, las calles sf solian serlo, como lugar de socialidad popular y de juego para los nifios (soy lo bastante mayor como para recordar que era allf donde jugabamos siempre). Pero ese tipo de bien comun fue destruido y se convirti6 en un espacio publico dominado por el advenimiento del autom6vil (lo que suscit6 intentos de las administraciones urbanas de recuperar algunos aspectos de un pasado comun «mas civilizado» disponiendo calles cerradas al trafico, cafes en las aceras, carriles-bici, miniparques como espacios de juego y cosas parecidas). Tales intentos de crear nuevos tipos de bienes comunes urbanos pueden verse no obstante fcicilmente capitalizados, e incluso ser disefiados precisamente con ese prop6sito. Los parques urbanos casi siempre incrementan el precio de los inmuebles cercanos en las areas circundantes (con tal, por supuesto, de que el espacio publico del parque quede regulado y patrullado para mantener alejados a los pandilleros y traficantes de drogas).
La High Line recientemente redisefi.ada en la ciudad de Nueva York ha tenido un enorme impacto en ese sentido, negando la posibilidad de un alojamiento accesible en la zona a la mayoria de los ciudadanos en virtud del rapido aumento de los alquileres. La creaci6n de este tipo de espacio publico mengua radicalmente en Iugar de aumentar la potencialidad de un bien comun para todos, excepto para los mas ricos.
El autentico problema a este respecto, como en la moraleja original de Hardin, no es el de los bienes comunes en si, sino el de la incapacidad de los derechos de propiedad privada individualizada para satisfacer los intereses comunes tal como se supone que deberian hacerlo. Por que no nos centramos pues en la propiedad individual del ganado y el prop6sito individual de maximizar los beneficios, en Iugar de plantear como problema basico a resol­
ver el del pasto comun? Despues de todo, Ia justificaci6n liberal de los derechos de propiedad privada es que deberian servir para maximizar el bien comun al integrarse socialmente mediante las instituciones del intercambio justo y el mercado libre. Los intereses privados en competencia, en un marco de fuerte poder del estado, debian dar Iugar, seglin Hobbes, a una riqueza comlin {commonwealth}. Esa misma doctrina, elaborada con mas detalle por te6ricos liberales como john Locke y Adam Smith, sigue siendo predicada hoy dia, aunque en el discurso te6rico se disimule ahora Ia necesidad del estado fuerte que sigue aplicandose en Ia practica sin contemplaciones. La soluci6n para el problema de Ia pobreza global, seglin nos asegura el Banco Mundial (recurriendo insistentemente a las teorias de Soto), serian los derechos de propiedad privada para todos los habitantes de los barrios y poblados chabolistas y su acceso a las microfinanzas (que precisamente proporcionan jugosos beneficios a los grandes financieros del mundo sin evitar que algunos de los microfinanciados acaben suicidandose como unica via de escape de la esclavitud por deudas)13. Sin embargo, prevalece el mito: una vez que se liberen como una fuerza de la naturaleza los instintos empresariales intrfnsecos de los pobres, se dice, todos seremos felices y el problema de la pobreza cr6nica desaparecera, aumentando la riqueza comun. Este era tambien el argumento enarbolado en apoyo del movimiento original de los cercamientos en Gran Bretafia desde finales de la Edad Media; y no estaba totalmente equivocado.
Para Locke, la propiedad individual es un derecho natural que surge cuando los individuos crean valor combinando su trabajo con la tierra. Los frutos de su trabajo les pertenecen a ellos y solo a ellos. Esta era la esencia de su version de la teoria del valor basado en el trabajo14. El intercambio de mercado socializa ese derecho cuando cada individuo recibe el valor de lo que ha creado al intercambiarlo por algo equivalente [del mismo valor] creado por otro. Asf los individuos mantienen, extienden y socializan su derecho de propiedad privada mediante la creaci6n de valor y un intercambio de mercado supuestamente libre y justo, y asi es, decia Adam Smith, como se crea mas f:icilmente la riqueza de las naciones y se sirve mejor al bien comun. Y no estaba del todo equivocado.
Pero un supuesto basico de esa teoria es que los mercados pueden ser libres y justos, y la econornia politica clasica asignaba al estado la tarea de intervenir para que asi fuera (al menos eso es lo que Adam Smith aconsejaba a los estadistas). Pero la teoria de Locke tambien tenia un corolario un tanto displicente, y era que

1 3 World Development Report 2009: Reshaping Economic Geography, Washington DC, World Bank, 2009; Ananya Roy, Poverty Capital: Microfinance
and the Making of Development, Nueva York, Routledge, 2010.
14 Ronald Meek, Studies in the Labour Theory of Value, Nueva York, Monthly Review Press, 1989.
los individuos que no producen valor no pueden reclamar propiedad alguna. La desposesion de las poblaciones indigenas de America por colonos «productivos» se justificaba sosteniendo que esas poblaciones no produdan valor15•
Y que deda Marx de todo esto? En los capftulos iniciales de El Capital aceptaba la ficcion lockeana (aunque cargandola de ironia cuando, por ejemplo, asumfa el extrafi.o papel del mito de Robinson Crusoe en el pensamiento politico-economico, seglin el cual alguien arrojado a un «estado de naturaleza» actuaria instintivamente como un autentico empresario britanico)16• Pero cuando Marx explica como la fuerza de trabajo se convierte en una mercanda individualizada que se compra y se vende en un «mercado libre y justo», desenmascara implacablemente esa ficcion lockeana para presentamos su realidad subyacente: un sistema basado en la igualdad del valor de cambio produce plusvalor para el propietario capitalista de los medios de produccion mediante la explotacion del trabajo vivo en la produccion (no en el mercado, donde pueden prevalecer los derechos burgueses constitucionales).
La formulacion lockeana se ve aun mas espectacularmente desmantelada cuando Marx aborda la cuestion del trabajo colectivo. En un mundo en el que los artesanos individuates, disponiendo de sus propios medios de produccion, pudieran intercambiar libremente sus productos en mercados relativamente libres, esa ficcion lo podria quiza sostenerse; pero el ascenso del sistema fabril desde finales del siglo XVIII -argumentaba Marx- dejaba ob­
soletas las formulaciones teoricas de Locke, aun si no lo hubieran sido de entrada. En la fabrica el trabajo se organiza colectivamente. En caso de que de esa forma de trabajo pudiera derivar alglin derecho de propiedad, tendrfa que ser un derecho de propiedad colectiva o asociada y no individual. La definicion del trabajo productor de valor que fundamenta la teorfa de Locke de la propie-

15 Ellen Meiksins Wood, Empire of Capital, Londres, Verso, 2005.
16 Karl Marx, El Capital, Volumen 1, tomo 1 , 1.4, Madrid, Aka!, 2000, pp. 108-109.

dad privada, deja de cumplirse para el individuo y se desplaza al rrabajador colectivo. De ahi deberia derivar el comunismo, basado en «una asociaci6n de hombres libres que trabajan con medios de producci6n comunes y gastan conscientemente sus diversas fuerzas de trabajo individuales como una unica fuerza d trabajo comun»17• Marx no defiende la propiedad estatal, sino alguna forma de propiedad que corresponda al trabajador colectivo que produce para el bien comlin.
La acreditaci6n de ese tipo de propiedad podria derivarse del propio argumento de Locke sobre la producci6n de valor, dandole la vuelta. Supongamos, dice Marx, que un capitalista comienza a producir con un capital de 1.000 libras y que en el primer aiio obtiene 200 libras de plusvalor, resultante de la combinaci6n del trabajo de sus obreros con la tierra y otros medios, y luego usa ese excedente para su consumo personal. AI cabo de cinco aiios las 1.000 libras iniciales deberian pertenecer a los trabajadores, ya que son ellos los que han combinado su trabajo con la tierra, mientras que el capitalista ha consumido toda su riqueza originaP8. Seglin la 16gica de Locke deberia, al igual que las poblaciones indigenas de America, perder todos sus derechos, ya que el mismo no ha producido ninglin valor.
Aunque esa idea pueda sonar escandalosa, es la que subyacia bajo el plan Rehn-Meidner sueco propuesto inicialmente en 195 1
y adoptado decenio y medio despues por los sindicatos y el Partido Socialdem6crata sueco19• El dinero recaudado mediante un impuesto sobre los beneficios empresariales, a cambio de la contenci6n salarial aceptada por los sindicatos, debia depositarse en un fondo controlado por los trabajadores, que invertiria en las empresas aumentando poco a poco su participaci6n en el capital

17 Ibid., p. 1 10.
18 Ibid., Volumen 1, tomo 3, cap. XXI «Reproducci6n simple», Madrid, Aka!, 2000, p. 1 3 .
19 Robin Blackburn, «Rudolph Meidner, 1914-2005: A Visionary Pragmatist>>, Counterpunch, 22 de diciembre de 2005.
social de estas hasta que quedaran bajo el control comun de los trabajadores asociadas. El capital se resisti6 a esta idea con todas sus fuerzas y nunca lleg6 a desarrollarse plenamente, pero se deberfa reconsiderar. La conclusion central es que el trabajo colectivo que produce valor debe dar lugar a derechos de propiedad colectiva, no individual. El valor -el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producci6n de cualquier articulo o servicioes ahora el bien comun de los capitalistas representado por el dinero, el equivalente universal en el que se mide la riqueza comun. Los bienes comunes no son, por tanto, algo que existi6 en otro tiempo y que se perdi6, sino algo que se sigue produciendo continuamente, como los bienes comunes urbanos. El problema es que tambien siguen siendo continuamente expropiados por el capital en su forma mercantilizada y monetizada, aunque sigan siendo producidos continuamente por el trabajo colectivo.
El medio principal mediante el que se produce esa expropiaci6n en el contexto urbano es por supuesto la extracci6n de rentas del suelo y los inmuebles20• Un grupo comunitario que lucha por mantener la diversidad etnica en su barrio y se esfuerza por protegerlo frente a la gentrificaci6n puede encontrarse de repente con que los precios (e impuestos) de sus propiedades aumentan a medida que los agentes de la propiedad inmobiliaria ofrecen a los ricos el «caracter» multicultural, animado y diverso de su barrio. Una vez que el mercado ha culminado su labor destructiva, resulta no solo que los residentes originates se han visto desposeidos de ese bien comlin que habian creado (viendose a menudo expulsados de el por el aumento de los alquileres y de los impuestos sobre la propiedad), sino que el propio bien comun se degrada hasta ser irreconocible. La revitalizaci6n del entomo mediante la gentrificaci6n del sur de Baltimore disip6 una vida callejera muy entretenida, sobre todo cuando el buen tiempo animaba a la gente a sen­
tarse desde el atardecer en sus porches a charlar con los vecinos,

20 Hardt y Negri han resucitado recientemente el interes general por esta importante idea (Commonwealth, cit., p. 258).
reemplazandola por casas con aire acondicionado y puertas blindadas a prueba de ladrones, con un BMW aparcado fuera y una terraza en la azotea, pero donde las calles habian quedado vadas. La revitalizacion significo en este caso desvitalizacion, al menos en opinion de los antiguos vecinos. Ese es el destino que amenaza ahara a lugares como Christiania en Copenhague, el distrito de St. Pauli de Hamburgo o Willamsburg y DUMBO en la ciudad de Nueva York, donde ya destruyo antes el distrito del SoHo.
Esta es seguramente una explicacion mucho mejor de la autentica tragedia de los bienes comunes urbanos en nuestra epoca. Quienes crean un entorno vital interesante y estimulante lo pierden ante las practicas depredadoras de los promotores inmobiliarios, los financieros y los consumidores de clase alta carentes de imaginacion social urbana. Cuanto mejores son las cualidades comunes que crea un grupo social, mas probable es que se vea asaltado y caiga bajo el fmpetu de intereses privados sedientos de beneficia.
Pero hay otra cuestion analitica a observar. El trabajo colectivo del que se ocupo Marx se localizaba en su mayor parte en las fa­
bricas. Pero que pasa si ampliamos esa concepcion para pensar, como sugieren Hardt y Negri, que es la metropolis la que ahara
constituye un vasto bien comun producido por el trabajo colectivo realizado en y sabre la ciudad? El derecho a utilizar ese bien comun debe reconocerse sin duda a todos los que han participado en su produccion y esta es, evidentemente, la base para la reivindicacion del derecho a la ciudad por parte de los colectivos que la han creado. La lucha por el derecho a la ciudad se enfrenta a los poderes del capital que se nutre despiadadamente de las rentas derivadas de la vida en comun que otros han producido. Esto nos recuerda que el problema real reside en el caracter privado de los derechos de propiedad y el poder que estos confieren a apropiarse, no solo del trabajo, sino tambien del producto colectivo de otros. Dicho de otro modo, el problema no es el bien comun en sf, sino las relaciones entre quienes lo producen o mejoran a diversas escalas y quienes se apropian de el para su beneficia privado. Gran parte de la corrupcion en que se enfanga la politica urbana tiene que ver con la asignacion de recursos en inversiones publicas para producir algo que parece un bien comun pero que engorda las ganancias en bienes privados de unos cuantos propietarios privilegiados. La distincion entre bienes publicos y bienes comunes urbanos es a la vez fluida y peligrosamente porosa. Con cuanta frecuencia subvenciona el estado proyectos de desarrollo en nombre del interes comun, cuando los autenticos beneficiarios son unos pocos propietarios de tierras, financieros y promotores?
Como se producen, organizan, utilizan y apropian los bienes comunes urbanos en toda un area metropolitana? Esta relativamente claro como podria funcionar la comunalizaci6n a nivel local; solo precisa cierta combinaci6n de iniciativa individual y pri­
vada para organizar y captar efectos de exterioridad al tiempo que sima algunos aspectos del entomo fuera del alcance del mercado. La administraci6n local interviene mediante regulaciones, codigos, estandares e inversiones publicas, junto con la organizaci6n formal e informal del entomo (por ejemplo, una asociacion comunal que puede ser o no politicamente activa y militante, dependiendo de las circunstancias). Hay muchos casos en los que las estrategias y cercamientos territoriales en el medio urbano pueden convertirse en un vehiculo para que la izquierda politica promueva su causa. Los organizadores del trabajo precario y de bajos ingresos en Baltimore declararon toda el area Inner Harbor «zona de derechos humanos protegidos» -una especie de bien comunen la que todo trabajador debia recibir un salario minimo vital. La federacion de asociaciones de vecinos de El Alto, junto a La Paz, se convirti6 en una de las bases clave de las rebeliones de 2003 y 2005, en las que toda la ciudad se moviliz6 colectivamente contra las formas dominantes de poder politico21• El «cercamiento»

2 1 United Workers Organization and National Economic and Social
Rights Initiative, Hidden in Plain Sight: Workers at Baltimore’s Inner Harbor and the Stroggle for Fair Development, Baltimore y Nueva York, 201 1; Sian Lazar, El Alto, Rebel City: Self and Citizenship in Andean Bolivia, Durham, Duke University Press, 2010.
puede servir asi como medio transitorio para obtener un prop6sito politico comun.
Sigue cumpliendose pese a todo el resultado general que describia Marx: el capital, obligado por las leyes irrefragables de la competencia a maximizar beneficios (rentabilidad) -como los propietarios de ganado en el cuento de Hardin-, induce
progreso en el arte, no solo de robar al obrero, sino tambien de esquilmar la tierra; cada paso que se da en el incremento de su fertilidad durante un periodo deterrninado tiende a arruinar las fuentes de esa rnisma fertilidad a mas largo plaza. Cuanto mas se basa la econornia de un pais en la industria a gran escala como fundamento de 3U desarrollo, como en el caso de Estados Unidos, mas rapido es ese
proceso de destrucci6n. La producci6n capitalista, par tanto, desarrolla las tecnicas y el grado de combinaci6n del proceso social de
producci6n al tiempo que socava las fuentes originarias de toda riqueza, la tierra y el trabajador22•
La urbanizaci6n capitalista tiende perpetuamente a destruir la ciudad como bien comtl.n social, politico y vital.
Esta «tragedia» es similar a la que describe Hardin, pero la 16gica de la que brota es totalmente diferente. La acumulaci6n individualizada de capital, si se deja sin regulaci6n, amenaza perpe­
tuamente destruir los dos recursos basicos de la propiedad comtl.n que subyacen bajo todas las formas de producci6n: el trabajador y la tierra. Pero la tierra que ahora habitamos es un producto del trabajo humano colectivo. La urbanizaci6n no es sino la producci6n continua de un bien comun urbano ( o su sombra de espacios y bienes publicos) y su perpetua apropiaci6n y destrucci6n por intereses privados. Y cuando la acumulaci6n de capital se produce con una tasa de crecimiento compuesto (el nivel satisfactorio rninimo suele ron dar el 3 por 1 00), tam bien aumentan en escala e

22 Karl Marx, El Capital, Volumen 1, tomo 2, XIII. lO, Madrid, Aka!, 2000, pp. 251-252.
intensidad con el tiempo esas dos amenazas duales al entomo (tanto «natural» como construido) y al trabajo23• Considerese por ejemplo Ia destrucci6n urbana que ha sufrido Detroit para apreciar lo devastador que puede ser ese proceso.
Pero lo mas interesante del concepto de los bienes comunes urbanos es que plantea muy concentradamente todas las contradicciones politicas de los bienes comunes. Consideremos, por ejemplo, Ia cuesti6n de Ia escala a Ia que nos movemos, desde Ia cuesti6n de los vecindarios locales y su organizaci6n politica hasta la de la region metropolitana en su conjunto. Tradicionalmente, las cuestiones de los bienes comunes a escala metropolitana se han gestionado mediante mecanismos estatales y regionales de planificaci6n urbana, reconociendo que los recursos comunes requeridos para atender debidamente a las poblaciones urbanas, tales como el abastecimiento de agua, el transporte, el tratamiento de residuos y los espacios abiertos para el recreo y entretenimiento tienen que ser suministrados a escala metropolitana y regional. Pero cuando se trata de enlazar conjuntamente cuestiones de ese tipo, el analisis de la izquierda se difumina, invocando esperanzadamente algtin tipo de concordancia magica de las acciones locales que pudiera ser efectiva a escala regional o global, o limitandose a anotarlo como un problema realmente importante, para regresar inmediatamente a la escala micro y local en la que se siente mas c6moda.
Podemos aprender algo de la reciente historia del pensamiento mas convencional sobre los bienes comunes. La recien fallecida Elinor Ostrom, por ejemplo, en su discurso de agradecimiento al recibir el premio Nobel en 2009, parecia sugerir en su subtitulo «Gobemanza policentrica de sistemas econ6micos complejos», que tenia alguna soluci6n para las cuestiones de los bienes comunes a varias escalas, aunque de hecho se limitaba a esgrimir esperanzadamente la idea de que «cuando un recurso comun esta estrechamente relacionado con un sistema socioecol6gico mas

23 David Harvey, The Enigma of Capital, And the Crises of Capitalism, cit.
amplio, las actividades de gobernanza se organizan en capas multiplemente anidadas», pero sin recurrir, insistia, a ninguna estrucrura jenirquica monocentrica24•
El problema crucial a este respecto es imaginarse como podria funcionar realmente un sistema de gobernanza policentrico (o algo analogo, como la confederaci6n de municipios libertarios de Murray Bookchin), y asegurarse de que no encubre algo muy diferente. Esta cuesti6n reconcome no solo los argumentos de Os­
trom, sino una variedad muy amplia de propuestas radicales de izquierda con respecto al problema de los bienes comunes. Por esa raz6n es muy importante percibir adecuadamente cual es la critica que cabe hacerle.
En un articulo preparado para una conferencia sobre el cambio climatico global, Ostrom detall6 mas su argumento, basandose en los resultados de un estudio del suministro de servicios publicos en determinados municipios durante un largo periodo25• Durante mucho tiempo se habia supuesto que la gesti6n conjunta del suministro de servicios publicos desde estructuras de gobiemo metropolitanas a gran escala, a diferencia de su desperdigamiento en numerosas administraciones locales aparentemente ca6ticas, mejoraria su eficiencia y eficacia; pero esos estudios mostraban convincentemente que no era asi. Las razones se redudan en definitiva a que era mucho mas facil organizar y poner en funcionamiento la acci6n colectiva y cooperativa con una gran participaci6n de los habitantes en jurisdicciones mas pequeiias, y en el hecho de que la capacidad de participaci6n disminuia nipidamente a medida que aumentaba el tamaiio de la unidad administrativa. Ostrom finalizaba citando a Andrew Sancton para asegurar que

24 Elinor Ostrom, «Beyond Markets and States: Polycentric Governance of Complex Economic Systems>>, American Economic Review 100 (3), pp. 200, 641-672.
25 Elinor Ostrom, «Polycentric Approach for Coping with Climate Change>>, Background Paper to the 2010 World Development Report, Washington, DC, World Bank, Policy Research Working Paper 5095, 2009.
los gobiernos municipales son algo mas que suministradores de ser, vicios. Son mecanismos democraticos mediante los cuales se gobier, nan a escala local las comunidades de base territorial [ . . . ] Los que pretenden obligar a los municipios a fusionarse aseguran siempre que pretenden fortalecer los gobiernos municipales. Tal plantea, miento -por muy buenas intenciones que tenga- erosiona los funda, mentos de nuestras democracias liberales porque socava la idea de que puede haber formas de autogobierno no insertas en las institu, ciones del gobierno centraP6•
Mas alla de la eficiencia y eficacia del mercado, existe una ra, zon no mercantil para potenciar Ia pequefia escala: «Aunque las unidades a gran escala formen parte de la gobernanza efectiva de las regiones metropolitanas -conclufa Ostrom- tambien son ne, cesarias unidades a pequefia y mediana escala», cuyo papel cons­
tructivo, argumentaba, «debe repensarse seriamente». Pero como se deben estructurar las relaciones entre esas unidades mas pequefias? La respuesta, dice Vincent Ostrom, es un «Orden policentrico» en el que «muchos elementos pueden realizar ajustes redprocos ordenando sus relaciones mutuas dentro de un sistema
general de reglas en el que cada elemento actUa independientemente de los demas»27•
Por que no acaba de satisfacernos ese panorama ideal? Todo el argumento se basa en la Hamada «hipotesis [ o modelo] Tie bout>> de una metropolis fragmentada en la que muchas jurisdicciones ofrecerian autonomamente un regimen particular de impuestos locales y un conjunto particular de bienes publicos a los posibles residentes, quienes <

26 Andrew Sancton, The Assault on Local Government, Montreal, MeGillQueen's University Press, 2000, p. 167 (citado en E. Ostrom, «Polycentric Approach for Coping with Climate Change>>).
27 Vmcent Ostrom, «Polycentricity-Part l>>, en Michael McGinnis (ed.),
Polycentricity and Local Public Economies, Ann Arbor, University of Michigan
Press, 1999 (citado en E. Ostrom, «Polycentric Approach for Coping with Climate Change>>).
0aci6n particular de tasas y servicios mas adecuada a sus propias necesidades y preferencias28• A primera vista la propuesta parece muy atractiva, pero presenta un problema, y es que cuanto mas rico es uno mas facilmente puede votar con los pies y pagar la cuota de entrada que suponen los costes del suelo y los edificios. La educaci6n superior publica puede financiarse a partir de elevados precios e impuestos a la propiedad inmobiliaria, pero los pobres se veran privados de acceso a la educaci6n superior y condenados a vivir en una jurisdicci6n pobre con escasa educaci6n publica. La consiguiente reproducci6n de los privilegios y el poder de clase mediante la gobemanza policentrica entra claramente en las estrategias de clase neoliberales de la reproducci6n social.
Junto con muchas propuestas mas radicales para una autonomia descentralizada, la de Ostrom corre el peligro de caer exactamente en esa trampa. La politica neoliberal favorece de hecho tanto la descentralizaci6n administrativa como la maximizaci6n de la autonomia local. Aunque por un lado esto abre un espacio en el que las fuerzas radicales pueden plantar con mayor facilidad las semillas de una agenda mas revolucionaria, la toma contrarrevolucionaria de Cochabamba en 2007 por las fuerzas de la reacci6n en nombre de la autonomia (hasta que fueron desalojadas por la rebeli6n popular) sugiere que la opci6n por el localismo y la autonomia como pura estrategia por buena parte de la izquierda es problematica. En Estados Unidos los lideres de la Iniciativa de Cleveland, celebrada como ejemplo de comunitarismo aut6nomo, apoyaron la elecci6n como gobemador de un republicano antisindical de extrema derecha.
La descentralizaci6n y la autonomia pueden servir facilmente para generar mayor desigualdad mediante la neoliberalizaci6n. Asi, en el estado de Nueva York, la oferta dispar de servicios de educaci6n publica en distintos distritos con recursos financieros muy desiguales ha sido considerada anticonstitucional por los tri-

28 Charles Tiebout, «A Pure Theory of Local Expenditures», Journal of Political Economy 64/5 (1956), pp. 416-424.
bunales, que han ordenado al estado en una sentencia Ia promo, cion de mayor igualdad en Ia oferta de servicios educativos. Pero el gobierno del estado no lo ha hecho hasta ahara, escudandose en Ia situacion de emergencia presupuestaria y fiscal para demorar Ia ejecucion de Ia sentencia. Observemos en cualquier caso que han sido los tribunales del estado, de mayor rango y jerarquicamen, te organizados, los que han exigido una mayor igualdad de trato como derecho constitucional. Ostrom no descarta, evidentemen, te, tales intervenciones desde arriba; las relaciones entre comuni, clades que funcionan independiente y autonomamente tienen que ser reguladas de algU.n modo (de ahi Ia referencia de Vi cent Os, trom a las «regl as establecidas») ; pero no nos aclara como se pueden establecer tales reglas de mayor rango ni por quien, ni como podrian estar sujetas a un control democratico. Para Ia totalidad de una region metropolitana son a Ia vez necesarias y cruciales algunas de esas reglas (o practicas habituales). Ademas, tales reglas no solo deben ser establecidas y aseguradas, sino que tambien deben ser puestas en vigor y activamente controladas (como en el caso de cualquier bien comlin). No hace falta mirar mas alla de la «policentrica» eurozona para ver un ejemplo catastrofico de lo que puede ir mal: se supone que todos sus miembros deben someterse a reglas que restringen su deficit presupuestario, pero cuando la mayoria de ellos violan esas reglas no hay forma de obligarles ni de resolver los desequilibrios fiscales que surgen entre los estados. Obligar a estos a cumplir los limites establecidos a las emisiones de C02 parece una tarea igualmente desesperada. Aunque la respuesta historica a la pregunta «2quien pone lo “comlin” en el Mercado Comun?» puede parecer que incluye todo lo que anda descaminado en las formas jerarquicas de gobierno, la alternativa imaginaria de miles y miles de municipios autonomos que defenderian ferozmente la autonomia de su terrufio al tiempo que negociaban interminable y sin duda muy acremente su posicion dentro de la division del trabajo a escala europea no es precisamente alentadora.
Como puede funcionar una descentralizacion radical -un objetivo ciertamente valioso- fuera del marco de una autoridad jenirquica de mayor rango? Parece bastante ingenuo creer que el policentrismo o cualquier otra forma de descentralizacion pueda funcionar sin fuertes restricciones jenirquicas y una fuerza coactiva. Buena parte de Ia izquierda radical -en particular su ala anarquista y autonomista- carece de respuesta para este problema. Las intervenciones estatales (por no hablar de su control o coaccion para hacer cumplir lo acordado) le parecen inaceptables, y en general niega legitimidad a Ia constitucionalidad burguesa. En su Iugar existe una vaga y candida esperanza de que los grupos sociales que han organizado satisfactoriamente sus relaciones con los bienes comunes a escala local converjan hacia algtin tipo de practica y relacion mutua satisfactoria mediante Ia negociacion y Ia interaccion. Para que esto ocurriera, los grupos locales no debedan verse perturbados por ningtin efecto externo que sus acciones pudieran tener sobre el resto del mundo y tendrian que renunciar a eventuales ventajas, democraticamente distribuidas en el seno del grupo social, a fin de salvar o complementar el bienestar de sus projimos cercanos (por no hablar de los distantes), que como resultado de malas decisiones o de Ia mala fortuna sean victimas del hambre o Ia miseria. La historia nos ofrece muy pocas pruebas de que tal redistribucion pueda funcionar por las buenas de manera estable, y lo habitual es que aumenten las desigualdades so­
ciales entre distintas comunidades. Esto resulta muy acorde con el proyecto neoliberal de no solo proteger sino promover las estructuras de privilegio del poder de clase (del tipo tan claramente evidenciado en Ia debacle de Ia financiacion de Ia escuela publica en el estado de Nueva York).
Murray Bookchin es muy consciente de esos peligros cuando dice que «Ia agenda de un municipalismo libertario puede facilmente quedar vacia o incluso ser utilizada para fines estrechamente conservadores». Su propuesta para superar esos riesgos es el «confederalismo». Mientras que las asambleas municipales funcionarian mediante Ia democracia directa en Ia base para tomar decisiones, el estado seria sustituido «por una red confederal de asambleas municipales y Ia economia empresarial por una autentica economia politica en la que los gobiernos municipales, inte­
ractuando economica y politicamente, resolverian sus problemas materiales como cuerpos ciudadanos en asambleas abiertas». Esas asambleas confederales supervisarian la administracion y gobierno de politicas decididas en las asambleas municipales, y los delegados serian revocables y responsables en todo momenta ante las asambleas municipales. Los consejos confederales
se convierten en el medio para vincular aldeas, pueblos, barrios y ciudades en redes confederales. El poder fluye asi de abajo arriba y no de arriba abajo, y en las confederaciones el flujo del poder de abajo arriba disminuye con el ambito del correspondiente consejo federal que abarca en primer Iugar localidades, de estas pasa a las regiones y de estas a areas territoriales mas amplias29•
La de Bookchin es de lejos la propuesta radical mas sofisticada con respecto a la creacion y uso colectivo de los bienes comunes en toda una variedad de escalas, y vale la pena estudiarla como parte de la agenda anticapitalista radical.
Esta cuestion es tanto mas acuciante debido al violento asalto neoliberal contra la administracion publica de bienes sociales durante los ultimos treinta aiios 0 mas, en consonancia con el ataque generalizado contra los derechos y el poder de los trabajadores organizados iniciado en la decada de 1970 (desde Chile hasta Gran Bretaiia), pero que se concentro mas directamente en los castes de la reproduccion social del trabajo. El capital habia preferido durante mucho tiempo tratar los castes de la reproduccion social como algo externo -un coste del que no se hace cargo el mercado- pero el movimiento socialdemocrata y la activa amenaza de una alternativa comunista hasta la decada de 1970 obligo al capital a internalizar en los paises capitalistas avanzados parte de esos castes, asi como de los castes externos atribuibles a la degrada-

29 Murray Bookchin, Urbanization Without Cities: The Rise and Decline of Citizenship, Montreal, Black Rose Books, 1992, caps. 8 y 9.
cion del medio ambiente. El proposito de las politicas neoliberales desde 1980, poco mas o menos, ha sido subsumir esos costes entre los comunes globales de la reproduccion social y el medio ambiente, creando, por decirlo asi, unos bienes comunes negativos en los que se ven obligadas a vivir poblaciones enteras. Las cuestiones de la reproduccion social, el genero y los bienes comunes estan inextricablemente ligadas30•
La respuesta por parte del capital a la crisis global iniciada en 2007 ha sido tratar de poner en practica un plan draconiano de austeridad global que disminuye la oferta de bienes publicos al servicio de la reproduccion social y la mejora del medio ambiente, disminuyendo asi las cualidades de los bienes comunes en ambos casos. Tambien se ha valido de la crisis para facilitar una actividad aun mas depredadora en la apropiacion privada de los bienes comunes como condicion supuestamente necesaria para la recuperacion del crecimiento. El uso de las expropiaciones, por ejemplo, para apropiarse de espacios con propositos privados (al contrario de los fines de «utilidad publica» para los que se concibieron originalmente tales leyes) es un caso clasico de redefinici6n de la causa publica como patrocinio estatal del desarrollo privado.
Desde California hasta Grecia, la crisis ha producido perdidas en los bienes y derechos urbanos de la gran mayoria de la poblacion, a las que se ha sumado la extension del poder capitalista depredador sobre la poblaci6n de bajos ingresos hasta ahora marginada. Ha sido, en resumen, un ataque generalizado contra los bienes comunes reproductivos y medioambientales. Mas de dos mil millones de personas que viven con menos de 2 dolares diarios estan siendo inducidas a las microfinanzas como «subprime de todas las formas subprime de credito», para extraer de ellas riqueza (como sucedi6 en el mercado de la vivienda estadounidense mediante los creditos predadores subprime seguidos por los desahu-

30 Silvia Federici, «Women, Land Struggles and the Reconstruction of the Commons>>, Working USA: The Journal of Labor and Society 14 (20 1 1) , pp. 41-56.
cios) con la que engalanar las grandes mansiones de los ricos. Los
bienes comunes medioambientales estan igualmente amenazados ‘ mientras que las soluciones propuestas (como el comercio de los derechos de emisi6n de di6xido de carbono y las nuevas tecnologias medioambientales) pretenden que busquemos la salida del impasse utilizando los mismos instrumentos de acumulaci6n de capital e intercambio especulativo en el mercado que nos llevaron a el. No es sorprendente pues que los pobres no solo sigan ahi, sino que su numero crezca en Iugar de disminuir con el tiempo. Aunque India viene acumulando un respetable registro de crecimiento durante la crisis, por ejemplo, el mimero de milmillonarios en ese pais ha aumentado de 26 a 69 durante los tres ultimos afios, mientras que el mimero de chabolistas casi se ha duplicado durante la ultima decada. Los impactos urbanos provocan estupefacci6n al ver como surgen lujosas casas de apartamentos con aire acondicionado en medio de la miseria y la degradaci6n, de la que nadie se ocupa, en que vive la gente empobrecida que se debate
por hallar alglin tipo de existencia aceptable.
El desmantelamiento de los marcos y controles reguladores que trataban, por insuficientemente que fuera, de frenar la inclinaci6n a las practicas predadoras de acumulaci6n, ha desencadenado la l6gica de apres moi le deluge de la especulaci6n financiera desmedida que ha acabado convirtiendose en una autentica orgia de destrucci6n creativa, en particular el desbordamiento delirante de Ia urbanizaci6n capitalista. El dafio solo se puede contener y revertir mediante Ia socializaci6n de Ia producci6n y distribuci6n del excedente y la creaci6n de una nueva riqueza comlin ac­
cesible a todos.
En este contexto cobra aun mayor importancia el resurgimiento de una ret6rica y una teoria de los bienes comunes. Si los bienes publicos administrados por el estado declinan o se convierten en un mero instrumento para la acumulaci6n privada (como esci sucediendo en la ensefianza) o si el estado se retira de su administraci6n, existe una unica respuesta posible, y es que la poblaci6n se autoorganice para gestionar sus propios bienes comunes (como 0curri6 en Bolivia, tal como veremos en el capitulo 5). El reconocimiento politico de que los bienes comunes pueden ser producidos, protegidos y utilizados para el beneficia social se convierte en un marco para resistirse al poder capitalista y repensar Ia poli­
tica de una transici6n anticapitalista.
Pero lo que importa ahi no es la combinaci6n particular de dispositivos institucionales -los cercamientos en un sitio, las ampliaciones de diversos mecanismos colectivos y de propiedad comun en otto- sino que el efecto unificado de Ia acci6n politica corrija Ia degradaci6n cada vez mayor de los recursos del trabajo y de la tierra (incluidos los recursos insertos en la «segunda naturaleza» del entorno construido) en manos del capital. En ese esfuerzo, la «rica combinaci6n de instrumentos» que Elinor Ostrom comienza a especificar -no solo publicos y privados, sino colectivos y asociativos, anidados, jer:irquicos y horizontales, excluyentes y abiertos- desempefi.ani un papel clave en la busqueda de vias para organizar la producci6n, distribuci6n, intercambio y consumo a fin de satisfacer las necesidades y aspiraciones humanas sobre una base anticapitalista. Esa rica combinaci6n no viene dada, sino que debe ser construida.
La cuesti6n no es que la clase que se apropia de la riqueza comun arrebatandosela a la clase que la produce cumpla los requerimientos propios de la acumulaci6n. El resurgimiento de los bienes comunes como cuesti6n politica tiene que integrarse plenamente en la lucha anticapitalista de forma muy especifica. Desgraciadamente, la idea de los bienes comunes (como el derecho a la ciudad) esta siendo tan facilmente apropiada por el poder politico existente como lo esta siendo el valor a extraer de los bienes comunes urbanos por los intereses inmobiliarios. La cuesti6n es por tanto cambiar todo eso y hallar formas creativas de utilizar los poderes del trabajo colectivo para el bien comun, y mantener el valor producido bajo el control de los trabajadores que lo producen.
Esto requiere una ofensiva politica en dos direcciones, por un lado para obligar al estado a esforzarse mas en el suministro de bienes publicos para finalidades publicas, y por otto la autoorganizaci6n de poblaciones en teras para apropiarse, usar y complemen tar esos bienes de forma que extiendan y mejoren las cualidades de los bienes comunes reproductivos y medioambientales no mercan tilizados. La producci6n, protecci6n y uso de bienes publicos y comnes en ciudades como Bombay, Sao Paulo, Johannesburgo, Los Angeles, Shanghai y Tokio se convierte en una cuesti6n central que de ben afrontar y corregir los movimientos sociales democraticos; y esto requerira mucha mas imaginaci6n y sofisticaci6n de la que actualmente circula en las principales teorfas radicales, en particular en la medida en que esos bienes comunes est:in siendo continuamente creados y apropiados mediante la forma capitalista de urbanizaci6n. El papel de los bienes comunes en la formacion de las ciudades y en la polftica urbana solo empieza ahara a ser claramente reconocido y elaborado, tanto te6ricamente como en el campo de la practica radical. Hay mucho trabajo por hacer, pero tambien hay abundantes signos en los movimientos sociales urbanos de todo el mundo de que hay mucha gente, con una masa critica de energfa polftica, dispuesta a hacerlo.


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