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Aula magistral: Repensando nuevamente el estado. ?Reconstruirlo u olvidarlo?

Alberto Acosta :: 05.01.19

La premisa descolonizadora y despatriarcalizadora, como elementos fundamentales para superar la explotaci?n del ser humano y de la Naturaleza por parte del capital, demanda rebasar los Estados- naci?n coloniales, olig?rquicos, capitalistas para que estas transformaciones no se queden simplemente en los discursos. De todas formas, nada cuesta pensar en que quiz? la mayor utop?a a la que podr?a aspirar la Humanidad es la vigencia del Buen Vivir en un mundo sin Estados.

Repensando nuevamente el Estado. ?Reconstruirlo u olvidarlo?

Alberto Acosta
Ecuador Today

Resumen

El Estado representa un espacio complejo de dominaci?n y expresi?n del poder pol?tico. Sus crisis son el resultado de tensiones y disputas, que forman parte de las crisis org?nicas del capitalismo. En Am?rica Latina, el modelo de Estado-naci?n es matizado, fundacionalmente, por la colonialidad del poder, excluyente y limitante para el avance cultural, productivo y social en general. Ahora bien, el Estado ?m?nimo? neoliberal, imperante en Am?rica Latina, entr? en crisis. En este sentido, las m?ltiples crisis de este modelo de Estado permiten entender la lucha de pueblos latinoamericanos como Bolivia, Ecuador y Per?, movilizados para lograr alg?n d?a superar los profundos resabios coloniales, presentes en toda la regi?n.

Superar los resabios coloniales implica pensar y construir sociedades que no sean sometidas por ninguna forma de dominaci?n estatal: que aseguren igualdad y libertad y, que asuma las diversidades culturales existentes, en el marco de un Estado plurinacional. A manera de ejemplo, en Bolivia y Ecuador, el Estado plurinacional se instituy? constitucionalmente, lo cual no signi ca que ya se viva en dicho Estado. En verdad, construir el Estado plurinacional exige rupturas profundas de las estructuras coloniales, olig?rquicas y neoliberales. En el fondo, la plurinacionalidad debe rescatar la pluralidad ?tnica y cultural para repensar al Estado, que reconozca los derechos colectivos, de la naturaleza y la autodetermi- naci?n de los pueblos. El Estado plurinacional es otro Estado para otra sociedad y otra propuesta de vida, el Buen Vivir, como fundamento de un nuevo orden social e institucional, basado en nuevos valores, centrados en lo humano, en la comunidad y en el respeto a la naturaleza.

El paso del Estado-naci?n al Estado plurinacional, comunitario y auton?mico es todo un desaf?o. Se trata de dejar la modernidad, la historia de la soberan?a en la modernidad, la historia del Estado en la modernidad, la historia de la relaci?n entre Estado y sociedad, una historia que de ne la separaci?n entre gobernantes y gobernados? Dejamos atr?s una historia de la colonizaci?n y dominaciones polimorfas? dejamos atr?s entonces la ilusi?n que provoca- ron los Estados naci?n subalternos?.

Ra?l Prada Alcoreza

Las diferencias no son el problema, el problema son las jerarqu?as. Las jerarqu?as hacen que las diferencias se vuelvan una fuente de discriminaci?n, de deva- luaci?n y de subordinaci?n.

Silvia Federici

El Gobierno del Estado moderno no es m?s que una junta que administra los nego- cios comunes de toda la clase burguesa.

Karl Marx y Friedrich Engels

Las m?ltiples crisis del Estado

El Estado puede pensarse como un ?aparato pol?ticamente organizado, coercitivo, administrativo y simb?lico dotado de poderes generales y espec?ficos? que posee un ?control continuo y no contestado? sobre una poblaci?n y un territorio determinados2. A lo largo de la Historia el control?y la construcci?n? de dicho aparato de poder pol?tico ha dependido de determinados intereses. 3 Alrededor del Estado se organiz? la sociedad en algunas ocasiones. En otras, el Estado termin? estructurando a la sociedad. De cierta forma, el Estado sintetiza un espacio complejo de dominaci?n y expresi?n del poder pol?tico. Sus crisis, resultado de permanentes y m?ltiples disputas, en la modernidad forman parte de las crisis org?nicas del capitalismo y tal como vamos, parecer?a imposible imaginar una sociedad con un Estado que no asuma una tarea de dominaci?n.

En Nuestra Am?rica, el modelo de Estado es matizado por una ambig?edad fundacional en la construcci?n de ?la naci?n?. Tal matiz, sustentado en la colonialidad del poder, result? excluyente y limitante para el avance cultural, productivo y social en general. M?s a?n, al decir de Ra?l Prada, en el mundo subalterno, los Estado-naci?n son funcionales al sistema-mundo, en tanto son dependientes de la l?gica de acumulaci?n capitalista global. A pesar de ese hecho, los debates sobre el Estado muchas veces se limitaron a coyunturas importantes, pero menores en esencia. As?, sin pretender agotar los temas tratados, recordemos que en ocasiones la discusi?n gir? sobre el Estado unitario o federal o sobre el tama?o del Estado 4, pero muy pocas veces se profundiz? sobre la esencia misma de la ideolog?a estatal y sus distintas pretensiones paradigm?ticas. Y estas discusiones a la postre, una y otra vez, se diluyeron en la compulsi?n de ?conservar el poder por el poder?.

Particularmente, en Latinoam?rica, durante el tornasiglo, entr? en crisis el Estado ?m?nimo? neoliberal que buscaba ?como sea? insertar a la regi?n en el mercado mundial v?a competencia y v?a una creciente y descontrolada mercantilizaci?n. Ese Estado neoliberal se abr?a a los productos for?neos y aseguraba los capitales externos, incluso reprimiendo a amplios segmentos de sus propias sociedades; todo en nombre de la entelequia del ?desarrollo?. El objetivo fue refuncionalizar la institucionalidad estatal a las demandas del capital.

Ahora, sin minimizar ni la crisis del Estado neoliberal ni la incapacidad del Estado progresista de resolver el meollo del problema, cabe entender que tambi?n est? en crisis ?y desde hace tiempo? el Estado colonial sobre el cual se fund? el Estado olig?rquico que es, a su vez, la base del Estado actual. En ?ltimo t?rmino, el Estado-naci?n est? en crisis. Es m?s, la idea de ?naci?n? hace agua por doquier frente a los embates imperialistas disfrazados como ?globalizaci?n? e ?interdependencia?, disfraces planteados hasta por el propio Fondo Monetario Internacional:

?La globalizaci?n es una interdependencia econ?mica creciente del conjunto de pa?ses del mundo, provocada por el aumento del volumen y la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y servicios, as? como de los ujos internacionales de capitales, al tiempo que la difusi?n acelerada de tecnolog?a? (FMI)5

Un ejemplo de esta ?interdependencia econ?mica creciente?, que en realidad es una dependencia creciente, son las restricciones al Estado ?sobre todo a los pa?ses subdesarrollados?impuestas por los Tratados de Libre Comercio o de protecci?n a las inversiones extranjeras.

Desde esa perspectiva, las m?ltiples crisis del Estado obligan a entender mejor la lucha de pueblos latinoamericanos como Bolivia, Ecuador e inclusive Per?. En estos pa?ses hay procesos emancipadores, movidos por la necesidad imperiosa de superar los profundos resabios coloniales, presentes en toda la regi?n.

La tarea ser?a, entonces, construir otras sociedades, que no sean sometidas por ninguna forma de Estado en tanto instrumento de dominaci?n. Esto demanda pensar, al menos, en dos opciones: un Estado diferente al actual, que asegure igualdad y libertad, y asuma ?desde lo comunitario? las m?ltiples diversidades existentes, normalmente marginadas o subyugadas; o rechazar cualquier idea de Estado y pensar formas diferentes de organizar el poder pol?tico. Ante tal dilema, el Estado plurinacional y su estructura intercultural ?en la mira de varias sociedades? podr?a ser una alternativa o al menos abrir?a la puerta a este complejo debate desde otra vertiente ideol?gica.

Las ra?ces racistas de los Estados coloniales

Una base de los Estados coloniales ?y de los actuales? es el racismo, un problema de m?ltiples dimensiones, incluso pol?ticas y econ?micas. El racismo, que legitim? la conquista al suponer que hay razas y que estas pueden jerarquizarse, es un problema pol?tico que ha terminado provocando segregaci?n econ?mica, exclusi?n y marginaci?n. Hasta es un problema ambiental, pues se irrespetan los ecosistemas y territorios de pueblos y nacionalidades abor?genes, afroamericanas, u otras hist?ricamente excluidas. La segregaci?n racial emerge incluso en asentamientos urbanos, donde los grupos racialmente marginados, muchas veces, son forzados a vivir en la mayor precariedad.

El racismo es, a decir de An?bal Quijano (2001), ?la m?s profunda y perdurable expresi?n de la dominaci?n colonial, impuesta sobre la poblaci?n del planeta en el curso de la expansi?n del colonialismo europeo?. Al iniciar la colonia se consideraba, incluso, que los ind?genas no ten?an alma. As?, hasta hoy, el racismo es de las m?s arraigadas y e caces formas de dominaci?n social, material, psicol?gica, econ?mica y pol?tica.

El racismo tiene m?ltiples manifestaciones de violencia, al punto que nacionalidades y pueblos originarios o ind?genas, as? como comunidades afro, son las m?s empobrecidas, explotadas y vulnerables. El desempleo o la carencia de educaci?n o salud golpean a estos grupos mucho m?s que a otros. Adem?s, sufren discriminaciones en cuanto a participaci?n en la toma de decisiones y el ejercicio mismo de la ?democracia?, sobre todo cuando se minimizan o a?n niegan sus formas tradicionales de organizaci?n comunitaria.

Para colmo, los grupos dominantes ?incluso desde el Estado? han intentado ?blanquear? sus sociedades. Los pueblos ?sombra? devinieron en meros objetos de mediciones, censos, estad?sticas, estudios que han ampliado y acumulado las exclusiones. Todo para integrarlos en sociedades ?mestizas?, borrando sus especificidades y potencialidades, al punto que sus ideales de ?libertad? han sido encadenados a la b?squeda de parecerse a su opresor. Bien anota Paco G?mez Nadal con un estilo directo y di?fano:

?Los oprimidos suelen copiar el discurso del opresor y piden lo que este les indica que es lo adecuado para ellos. Todav?a hoy, la ?nica propuesta ?bondadosa? que se hace a la mayor?a de pueblos ind?genas tiene que ver con infraestructuras, aunque para nada con el derecho de autodeterminaci?n, con el potencial creador que da la libertad. Se ?compra? sin discusi?n el discurso de ?la educaci?n os har? libres? cuando, en la mayor?a de los casos, la educaci?n en Am?rica Latina y El Caribe ?tambi?n en otras latitudes? perpet?a la servidumbre y la colonialidad social.? 6

Paco G?mez Nadal, adem?s de demostrar c?mo se ha querido incluso minimizar la presencia ind?gena y afro, aborda un tema clave: ?la colonialidad del poder?; colonialidad extendida al saber y al ser. Y como ?l demuestra con gran profusi?n de datos, dichas colonialidades siguen hoy vigentes. Explican la organizaci?n actual del mundo en su conjunto, donde la ?colonialidad? es pilar fundamental de la Modernidad.

Para entender mejor estos antecedentes hist?ricos, sobre los que se asienta el poder mundial y los Estados-naci?n como su expresi?n pol?tica, cabr?a considerar, como lo precisa An?bal Quijano, que:

?el actual patr?n de poder mundial consiste en la articulaci?n entre: 1) la colonialidad del poder, esto es la idea de ?raza? como fundamento del patr?n universal de clasi caci?n social b?sica y de dominaci?n social; 2) el capitalismo, como patr?n universal de explotaci?n social; 3) el Estado como forma central universal de control de la autoridad colectiva y el moderno Estado-Naci?n como su variante hegem?nica y 4) el eurocentrismo como forma central de subjetividad/intersubjetividad, en particular en el modo de producir conocimiento?.

As?, como ya mencionamos, el Estado-naci?n en de nitiva devino en una pieza m?s de un sistema-mundo que consolida patrones globales de poder alimentados desde la colonialidad, sobre todo en el mundo subalterno. Todo esto provoc? un desarraigo m?ltiple que incluso condena desde hace cientos de a?os a muchas partes del mundo al extractivismo 7.

No solo se estructur? un remozado dominio pol?tico y econ?mico sobre bases coloniales. El aspecto cultural (?tnico-racial) de esta compleja, larga y continuada conquista y colonizaci?n, es b?sico para entender el desarraigo de las ?lites en toda la vida republicana subalterna. No olvidemos que la ?condena? de la vida humana a?n depende del origen familiar y ?tnico, tal como lo anota G?mez Nadal:

?Solo hay que caminar Am?rica Latina y el Caribe para constatar que las y los obreros m?s empobrecidos, las y los campesinos m?s marginalizados, las y los trabajadores informales m?s excluidos o las personas desempleadas sin futuro suelen ser, en su mayor?a, de ascendencia ind?gena o afrodescendiente?.

Queda claro, entonces, que el racismo es ?la m?s profunda y perdurable expresi?n de la dominaci?n colonial, impuesta sobre la poblaci?n del planeta en el curso de la expansi?n del colonialismo europeo?, retomando nuevamente a An?bal Quijano. Desde entonces, ha sido una de las m?s arraigadas y e caces formas de dominaci?n, a la cual se conjugan otras formas como el patriarcalismo, igualmente de raigambre colonial.

El resultado de la expansi?n de patrones de poder racistas es un desencuentro entre la originalidad y la especificidad de la experiencia hist?rica del mundo de ?los indeseables? (pero indispensables) y la con guraci?n euroc?ntrica de la perspectiva dominante. A?n en el siglo xxi, se ?lee? las realidades de nuestros pa?ses como- si-fueran-Europa o como-si-fueran-Estados Unidos (o como-si-debieran-ser): la realidad moderna de los dominantes, transformada casi en una cacotop?a. Por otro lado, en la misma complejidad, hasta ahora se mantiene la ?insanable lacra de la percepci?n eurocentrista del dominante sobre el dominado, que bloquea la admisi?n de tal dominado como otro sujeto?: An?bal Quijano. As?, por d?cadas se mantuvo intacta la negaci?n colonial de la calidad de sujetos a ind?genas ?y a personas esclavizadas negras?, particularmente en su representaci?n en tanto comunidades con identidades y visiones propias.

Como el aparato de poder, el Estado-naci?n moderno y liberal lleva en su alma toda esta l?gica en donde las jerarqu?as pol?ticas reproducen las visiones y pr?cticas racistas coloniales, y en donde la diversidad de lo subalterno es condenada a homogenizarse y parecerse a su ?colonizador? (ignora o reprime hasta la existencia de las culturas y lenguas de pueblos y nacionalidades presentes desde antes de la conquista). As? surge el Estado actual en toda Nuestra Am?rica, heredero de estructuras y pr?cticas coloniales que cimentaron una dominaci?n olig?rquica, y que una y otra vez intenta blanquear la sociedad, como anot? Bol?var Echeverr?a.

Las tensiones plurinacionales e interculturales en Nuestra Am?rica

En Bolivia y Ecuador, el Estado plurinacional se elev? al nivel constitucional. Eso no implica que ya se viva en dicho Estado o que se transite hacia este. En Bolivia, en el proceso constituyente, se discuti? sobre la condici?n de una posibilidad hist?rica-pol?tica que viabilice el Estado Plurinacional. Sin embargo, es poco lo construido desde entonces, anul?ndose la propia posibilidad plurinacional al consolidarse un Estado unitario como aparato de poder para modernizar el capitalismo. Mientras que, en Ecuador, m?s all? de la importancia hist?rica y sim- b?lica de la declaratoria constitucional del Estado Plurinacional, nada se ha hecho.

La realidad no cambia con una Constituci?n, por m?s vanguardista que sea. Sin embargo, el debate est? planteado en esos pa?ses y en otros de la regi?n. En Per?, por ejemplo, en un tiempo no muy lejano, podemos anticipar que se abordar? esta cuesti?n, incluso a nivel constitucional. Este tema tampoco deber?a marginarse en pa?ses como Brasil, Chile, Paraguay e inclusive Argentina.

Construir el Estado plurinacional plantea rupturas profundas de las estructuras coloniales, olig?rquicas y hasta neoliberales 8. Va m?s all? de las reinvin- dicaciones ind?genas, pues representa superar la esencia homogeneizadora de los Estados latinoamericanos de alma colonial. Por tanto, la plurinacionalidad no acepta una sola naci?n o nacionalidad, peor impuestas desde el poder y los privilegios. Presupone la existencia de diversas nacionalidades ?pueblos y comunidades? hoy existentes, aunque muchas incluso en enfrentamiento permanente y viviendo marginadas y subordinadas.

As?, la plurinacionalidad como nueva concepci?n de organizaci?n social, rescata la pluralidad ?tnica y cultural para repensar al Estado. Cuentan, por mencionar apenas un par de referencias, los derechos colectivos y no solo los individuales. Igualmente interesa un nuevo relacionamiento con la Naturaleza, con miras hacia una ciudadan?a ambiental o ecol?gica. Hasta se podr?a idear una ?ciudadan?a multicultural? o directamente una ?ciudadan?a universal? 9, ampliando las ciudadan?as hasta para pensar en una organizaci?n social global, donde la diversidad de cada Estado plurinacional se combine con la de otros, surgiendo un ciudadano del mundo diverso, plural, y muy diferente al ciudadano homog?neo de la globalizaci?n capitalista.

En sociedades coloniales y patriarcales ?sustentos del capitalismo?, rebosantes de racismo y carentes de democracia, construir otro Estado ? plurinacional?, que elimine las dominaciones existentes, m?s que un reto es una necesidad. Por lo tanto, urge afrontar temas clave (patriarcado, racismo, xenofobia, etc.) al analizar las formas de pertenencia a un territorio, sin olvidar nuestra interacci?n global en tanto que somos Naturaleza.

En suma, el reto es mirar la plurinacionalidad como ejercicio de democracia incluyente, pero, sobre todo, como propuesta de vidas diversas en m?xima armon?a y cercan?a con la Naturaleza. La plurinacionalidad, entonces, debe acoplarse con otras definiciones enfocadas al territorio y al manejo de los patrimonios naturales. Aqu? se puede aprender particularmente de pueblos y nacionalidades ind?genas y su permanente resistencia y construcci?n de alternativas, especialmente en estas ?ltimas d?cadas en las que han sido actores de luchas democr?ticas locales, nacionales e internacionales.

Un comentario al margen de esto, los pueblos y nacionalidades 10, sin buscar apolog?as e idealizaciones, tienen formas m?s democr?ticas para tomar muchas decisiones en comparaci?n a la ?democracia? occidental. La vida comunitaria en s? misma podr?a verse como democracia aut?ntica. Y estas pr?cticas, que podr?an servir para repensar la democracia en t?rminos amplios, por la misma discriminaci?n y rechazo a lo originario son marginadas, ridiculizadas o ignoradas. Esta aceptaci?n no implica desconocer los l?mites de tal democracia asamblearia, sobre todo en comunidades muy grandes. De todas formas, sin buscar un ejemplo a copiarse literalmente, podr?a mencionarse la democracia directa de Suiza, con su interesante ?y complejo? sistema de consultas o refer?ndums populares vinculantes.

Lo cierto es que pueblos y nacionalidades ind?genas, juntamente con otros grupos sociales, sobre todo populares, antipatriarcales y ecologistas, con sus luchas demandan una democracia plena, construir ciudadan?as colectivas, respetar la multiculturalidad, practicar la interculturalidad, dar paso a las libertades creando siempre m?s oportunidades, sin exclusiones. Si todo esto, junto a la construcci?n de un Estado plurinacional, puede generar una democracia continuada, es una de pregunta que queda por resolver. Lo cierto es que esas aspiraciones solo ser?n viables desmontando las actuales estructuras de dominaci?n propias del capitalismo, que encuentran en el Estado la institucionalidad para ejercerla.

La plurinacionalidad no es un reconocimiento pasivo a la diversidad de pueblos y nacionalidades, sino una declaraci?n p?blica de incorporar perspectivas diferentes con relaci?n a la sociedad. El Estado plurinacional nos lleva a pensar en las soberan?as ?en plural?, no solo la tradicional soberan?a nacional sino la soberan?a patrimonial. 11 Ra?l Prada (2010) nos habla, con raz?n, de ?la polisemia de sus significados?, destacando ?sobre todo uno, en el cual soberan?a tiene que ver con la legitimidad del poder?.

Es justo reconocer que han sido pueblos y nacionalidades los que, en mayor medida, han evitado la apropiaci?n y destrucci?n de las riquezas de la Naturaleza. As?, el proyecto pol?tico de construir un Estado plurinacional m?s que tolerar la diversidad, debe celebrarla. ?C?mo hacerlo? Pensando, desde la propia experiencia hist?rica de pueblos y nacionalidades, en un Estado conformado por nacionalidades y pueblos unidos por identidades culturales vigorosas, con un pasado hist?rico y, sobre todo, con una voluntad de integraci?n que supere su marginaci?n y explotaci?n.

Parte de esa experiencia hist?rica es la tradici?n democr?tica de intolerancia al abuso del poder y a la corrupci?n, desde la que pueblos y nacionalidades propusieron construir el Estado plurinacional e impulsar el Buen Vivir 12. Todo esto incluso como parte de la lucha que lideraron contra gobiernos neoliberales. Dicha lucha comienza, en el caso de Ecuador y Bolivia, a fraguarse en tanto proceso pol?tico vinculado a problemas y reclamos de identidad, de territorios o de agua a principios de los a?os noventa.

Penosamente ese horizonte civilizatorio qued? trunco gracias a gobiernos ?progresistas? que sucumbieron a los ?malditos placeres? del extractivismo, a las viejas pr?cticas clientelares, a la perseverancia de una corrupci?n cada vez m?s institucionalizada y a la consecuente profundizaci?n de diversas modalidades de acumulaci?n dependientes, exacerbadas por la misma modernizaci?n del Estado.

Recuperar esa matriz originaria ?pero traicionada?, adem?s de enriquecer culturalmente a las sociedades occidentales, permitir? superar sus pr?cticas y percepciones racistas. Ser?a una gran palanca para alentar un proceso descolonizador enfrentando los retos hist?rico-culturales pendientes en Nuestra Am?rica. Esto debe hacerse entendiendo que la plurinacionalidad no implica un Estado parcializado, fragmentado. No se quiere construir una fracci?n del Estado que atienda solo ?lo ind?gena? o ?lo afro?. Un Estado plurinacional es m?s amplio y complejo y rebaza a ?ind?genas? o ?afros?.

La emergencia de las organizaciones ind?genas, exigiendo un espacio propio en la vida pol?tica, se proyecta en la exigencia de derechos colectivos, territoriales, derechos relacionados a su propia cultura y sensibilidades, derechos de la Pachamama (los Derechos de la Naturaleza: Gudynas 2016, Acosta 2012), as? como a instituciones propias que garanticen su autosu ciencia, autonom?a y autogobierno. Estas organizaciones reclaman un puesto como sujetos pol?ticos en sus respectivas sociedades, superando el tratamiento casi de objetos al que hab?an sido degradados por poderes coloniales y olig?rquicos, e incluso ?en varias ocasiones?por supuestas posiciones de izquierda.

Aqu? es justo acusar al discurso y pr?ctica de cierta izquierda que entend?a ?el problema ind?gena? solo desde el enfrentamiento capital-trabajo. Para estos grupos, los ind?genas eran meros explotados del campo, campesinos asimilables a la l?gica sindical, reproduciendo la imposici?n colonial al desconocer sus propias l?gicas y formas de vida incluso en lo econ?mico. Por eso no sorprende que, actualmente, el Estado plurinacional sea criticado no solo desde frentes olig?rquicos y neoliberales, sino desde un socialismo ?conservador? o de intelectuales positivistas autoproclamados de izquierda 13.

En ese contexto de resistencias y construcciones, los ind?genas irrumpieron con fuerza. Se asumieron como sujetos. Rechazaron el paternalismo que los releg? en la vida pol?tica. Enfrentan los extractivismos y la colonizaci?n en clave republicana, pero es crucial notar que no emergieron como sujetos individuales, sino en tanto sujetos colectivos y comunitarios, es decir portadores de derechos colectivos. Eso hace que tal posici?n permita recuperar lo colectivo, lo comunitario, lo diverso, como piedras sillares para la plurinacionalidad y el Buen Vivir o sumak kawsay, entendida esta concepci?n de vida plena como proceso para que la Humanidad se reinserte con armon?a en los ciclos vitales.

Reconocer y aceptar formas de organizaci?n social que anteceden a la conquista es otro punto importante, sin que eso implique una ?recuperaci?n arqueol?gica? para construir otras sociedades, como si estas fueran museos sociol?gicos. M?s bien una arqueolog?a hist?rica para conocer y recuperar los valores fundacionales de pueblos y nacionalidades ind?genas debe servir de inspiraci?n para organizar otro tipo de sociedades, la que podr?amos de nir como ?naci?n c?vica? podr?a coexistir con varias naciones culturales, es decir con pueblos y nacionalidades preexistentes a la conquista, que han resistido a la dominaci?n y explotaci?n coloniales e incluso republicanas.

Junto con la coexistencia, la plurinacionalidad exige ?al menos? espacios y formas de autogobierno y autodeterminaci?n para pueblos y nacionalidades. Esto, como es obvio, implica un choque dif?cil y complejo con quienes defienden al Estado-naci?n tradicional, y m?s a?n con quienes ni siquiera quieren imaginar un mundo sin esos Estados, en tanto instrumentos de dominaci?n que ponga en riesgo sus privilegios.

Por ?ltimo, cabe recuperar una riqu?sima historia de propuestas ?fallidas o exitosas? de plurinacionalidades a lo largo del mundo, tal como hace Boaventura de Souza Santos (2010). Hay, por igual, una suerte de legislaci?n internacional plasmada, por ejemplo, en el Convenio 169 de la oit o en la Declaraci?n de las Naciones Unidas de los Pueblos Ind?genas. El logro m?s importante por ahora (aunque limitado, como ya lo dijimos), reposa en las constituciones de Ecuador y Bolivia 14, que conminan a sus sociedades a construir Estados plurinacionales. En este punto, m?s que el avance en los procesos desatados a ra?z de estas conquistas constitucionales, lo crucial es la posibilidad de avizorar los retos y las limitaciones que estos logros representan.

Esta discusi?n constituyente puede ser un inicio de una renovada descolonialidad del poder. Un nuevo horizonte hist?rico emerge donde irrumpe la emancipaci?n del eurocentrismo. Esta emancipaci?n convoca a una lucha social para prescindir del capitalismo y ser? la ?nica forma de abandonar una existencia social cargada de dominaci?n, discriminaci?n racista/?tnica/sexista/clasista, explotaci?n econ?mica, donde el Estado es solo un ladrillo m?s del gran muro llamado capital. Esto reclama nuevas formas de comunidad y de expresar diversidad social, solidaridad y reciprocidad. Apunta, por igual, a terminar la homogeneidad institucional del Estado-naci?n, construyendo instituciones distintas, buscando igualdades en las diversidades. Este nuevo Estado deber? aceptar y propiciar autonom?as territoriales de los pueblos y nacionalidades, de las comunidades y de los individuos. Todo esto, en esencia, significa crear democr?ticamente una sociedad democr?tica, como parte de un proceso continuo y de largo plazo, en el que la radicalizaci?n permanente de la democracia es insoslayable.

Debe quedar bien claro, como ya se dijo, que una Constituci?n en donde se establece la plurinacionalidad per se no garantiza que el Estado sea plurinacional y no lo ser?, sobre todo, si la Constituci?n no se asume como un proyecto de vida en com?n por toda la sociedad para su transformaci?n. No ser? realidad si sociedad, individuos y colectividades no se apropian de lo que significa una Constituci?n. 15

Una Constituci?n no solo es el documento jur?dico m?s pol?tico de todos, ni el documento pol?tico m?s jur?dico de todos, sino que es un proyecto de vida en com?n: este es el meollo de una Constituci?n transformadora. En el caso de Ecuador y Bolivia, ser?a un proyecto de vida plurinacional. En suma, una Constituci?n puede ser una caja de herramientas que describe derechos, obligaciones, instituciones, elementos b?sicos para la plurinacionalidad y para construir otro tipo de sociedades. ?Su aplicabilidad, construcci?n y ejercicio son el gran desaf?o? de toda la sociedad, recuerda Nina Pacari (2010). Tarea que, por tanto, no recae solo en pueblos y nacionalidades originarias.

El Buen Vivir como base de otro Estado

De todo lo anterior se deriva la necesidad de recuperar las pr?cticas de las comunidades ind?genas, asumi?ndolas como son, sin idealizarlas. Por cierto, no se trata de parchar al actual Estado, ni de hacer una mera combinaci?n de ideas indigenistas y estructuras actuales. La idea no es yuxtaponer propuestas y visiones ind?genas y no ind?genas. El Estado plurinacional no es un Estado h?brido, es otro Estado para otra sociedad y otra propuesta de vida, el Buen Vivir. Por tanto, la plurinacionalidad implica otro proyecto de pa?s (de Souza Santos, 2010) y otro proyecto de mundo, como base hacia otra civilizaci?n.

En esta nueva situaci?n destaca que mientras varias posturas del ?desarrollo? convencional?e incluso varias corrientes cr?ticas? usan saberes propios de la Modernidad, el sumak kawsay o Buen Vivir escapa a esos l?mites. En efecto, el Buen Vivir recupera conocimientos y saberes de pueblos o nacionalidades originarias de Nuestra Am?rica, incluso existentes en otras latitudes (Kothari, Demaria, Acosta 2015). Al recordar esto, ahora se discuten varias ideas y posturas englobadas bajo el r?tulo del ?Buen Vivir? (en Ecuador) o ?Vivir Bien? (en Bolivia).

El Buen Vivir, como concepto plural y en construcci?n, discurre pesadamente en los debates te?ricos dominantes. En ocasiones, como rezago vivo de la colonialidad del poder, es visto como algo marginal o folkl?rico, pero realmente el concepto lleva a recuperar conocimientos, pr?cticas y experiencias de pueblos y nacionalidades ind?genas. M?s all? de las diversas posturas del Buen Vivir, hay elementos uni cadores clave como la cr?tica al ?desarrollo? entendido como progreso, o el reclamo de otra relaci?n con la Naturaleza. El Buen Vivir no es, entonces, un ?desarrollo alternativo? dentro de una larga lista, sino una alternativa opuesta a todas esas posturas (Gudynas y Acosta, 2011).

Esto lleva ?como ya lo hicimos? a cuestionar al propio Estado como visi?n un?voca, unidireccional, planteada desde los centros del poder por siglos. Particularmente en los ?ltimos a?os, en diversas partes del planeta, han surgido interesantes debates al respecto. Se entiende esto pues las visiones del Buen Vivir no solo se circunscriben a lo andino/amaz?nico, sino que se proyectan con creciente fuerza desde fuera de esta regi?n.

Se habla de construir una sociedad sustentada en armon?as plenas: de los seres humanos consigo mismos, con otros seres humanos y con la Naturaleza. Eso no implica una visi?n milenarista de un para?so arm?nico. El Buen Vivir afronta las luchas sociales que surgen de las m?ltiples formas de explotar, dominar y excluir del capitalismo, con ictos que rebasan la lucha de clases. Otras luchas igual de importantes se dan contra el patriarcado, el racismo, los enormes y crecientes con ictos intergeneracionales, para mencionar apenas unas cuantas bisagras propias de los conflictos capitalistas que son afrontados desde la perspectiva totalizadora del Buen Vivir.

Los principios del Buen Vivir, en la Constituci?n ecuatoriana de 2008, por ejemplo, se presentan en paralelo, y con igual jerarqu?a, que otros principios cl?sicos como igualdad, inclusi?n, dignidad, libertad, solidaridad, reciprocidad, respeto, equidad social y de g?nero en la participaci?n, bienestar com?n, responsabilidad, justicia social, etc 16. A su vez, estos principios se vinculan en directo con la organizaci?n econ?mica del Estado, resalt?ndose las relaciones de solidaridad y reciprocidad (contrarias a la l?gica explotadora del capitalismo).

Esta idea del Buen Vivir se vincula con saberes y tradiciones ind?genas. Por lo tanto, hay un esfuerzo deliberado por visibilizar saberes y concepciones ocultadas y sojuzgadas por largo tiempo. Este proceso se enmarca en la construcci?n de otros Estados y de sociedades plurinacionales. Todos estos enfoques delimitan los marcos para una sociedad plurinacional, hasta se podr?a argumentar que estos principios ?tico-morales provenientes del Buen Vivir estar?an en los fundamentos de la plurinacionalidad.

El Buen Vivir rechaza al capitalismo, que aceler? el divorcio de la Humanidad consigo misma y con la Naturaleza, pero tambi?n cr?tica a los socialismos realmente existentes, gravemente antropoc?ntricos (Atawallpa Oviedo, 2011). El Buen Vivir, en tanto expresi?n de democracia radical, cuestiona todo autoritaris- mo, y por ende discute la noci?n de Estado tal como la conocemos hasta ahora.

Como alternativa tanto al capitalismo como al socialismo real, el Buen Vivir, surgido en las discusiones sobre plurinacionalidad en Bolivia y Ecuador, plantea una propuesta de cambio civilizatorio, por eso cobra cada vez m?s vigor a?n fuera del mundo andino-amaz?nico, m?s all? de sus retos plurinacionales. El foco de atenci?n es el gran salto revolucionario del antropocentrismo a visiones sociobio- c?ntricas, mejor a?n carentes de todo centro, con sus respectivas consecuencias sociales (pol?ticas, econ?micas, culturales, etc.). Si aceptamos esta posibilidad de un mundo sin centros de dominaci?n, una pregunta obvia es en qu? tipo de Estados debemos pensar, asumiendo que el Estado a?n es una instituci?n social y pol?tica indispensable.

Plurinacionalidad, democracia radical en la diversidad

Al plantearse un nuevo Estado debe incorporarse al Buen Vivir y a los Derechos de la Naturaleza, para consolidar y ampliar los derechos colectivos o comunitarios. Esto no se opone a la participaci?n ciudadana, al contrario, se plantea una democracia abierta no solo a una ciudadan?a individual/liberal.

Tal como ya se anot?, desde la l?gica de los derechos colectivos se abre espacio a ciudadan?as colectivas, comunitarias, interculturales. Por igual, los Derechos de la Naturaleza necesitan ?y originan? otra definici?n de ciudadan?a, individual, colectiva, pero tambi?n ambiental o mejor a?n ecol?gica. Por igual acoge una justicia ecol?gica que supera a la justicia tradicional: Eduardo Gudynas (2009) las llama ?metaciudadan?as ecol?gicas?. Tal visi?n de ciudadan?as es eminentemente plural, pues depende de las historias sociales, territoriales y de los ambientes. Para alcanzarlas hay que consolidar y ampliar el pluralismo jur?dico, as? como la pr?ctica de la gesti?n p?blica con criterios plurinacionales e interculturales, que aseguren una mayor y efectiva participaci?n ciudadana y comunitaria.

Si se quiere superar la colonialidad del poder, del saber y del ser, habr? que hacer una descolonizaci?n profunda. Esto exige pr?cticas interculturales permanentes en todas las dimensiones vitales en colectividad siguiendo a Catherine Walsh (2009). Todos estos son temas de debate y discusi?n del neoconstitucionalismo transformador (ver el valioso aporte de Ramiro ?vila Santamar?a, 2011), que es en esencia descolonizador.

Esto exige crear esquemas horizontales de redistribuci?n de riqueza y poder, as? como de construcci?n de equidades en plural, pues no solo est? en juego la cuesti?n de la lucha de clases, es decir el enfrentamiento capital-trabajo. Est? en juego la superaci?n efectiva del concepto de ?raza? y del racismo como el con gurador m?s crudo de estas sociedades. Es crucial entender que el capitalismo en su matriz es patriarcal, por lo tanto, superar esta tara at?vica de tantas civilizaciones es vital.

As?, la discusi?n sobre la plurinacional es en s? mismo un acto de resarcimiento hist?rico para pueblos y nacionalidades. A su vez, es una oportunidad para que estas sociedades aprendan de ?el otro? en un importante ejercicio de alteridad, asumiendo una convivencia democr?tica y equitativa, en donde ?como ya se dijo? la armon?a rija las relaciones humanas y con la Naturaleza. Este empe?o reconoce la interculturalidad como fundamento de la plurinacionalidad. Tal propuesta se sintetiza, adem?s, en el reconocimiento diario de las diversidades. Se trata de una vida en com?n, marcada por la inclusi?n efectiva, no por la exclusi?n ni la inclusi?n subordinada como ejecutan los gobiernos progresistas-caudillescos de Ecuador y Bolivia (Luis Tapia 2011), que impulsaron la aprobaci?n de la plurinacionalidad en sus constituciones, pero no en sus pr?cticas.

En suma, este neoconstitucionalismo transformador, fundamental para otro tipo de Estado es eminentemente emancipatorio. Es un punto de partida, no de llegada, para construir alternativas al ?desarrollo? y superar las aberraciones antropoc?ntricas, que ?parad?jicamente? arriesgan gravemente la existencia de su propio centro: el ser humano.

La tarea es aprender desaprendiendo, aprender y reaprender a la vez (Nina Pacari, 2010). Una tarea compleja y dif?cil, que exigir? siempre m?s democra- cia, nunca menos. La consolidaci?n constitucional, en consecuencia, depende de profundizar la democracia en sociedades pluriculturales, que incluyan a las poblaciones hist?ricamente marginadas.

Concluyamos aceptando que el desaf?o es muy complejo, m?s no imposible. Para enfrentarlo, lo primero que se requiere es claridad sobre los ?horizontes del Estado plurinacional?, horizontes sintetizados por Ra?l Prada Alcoreza (2010) al se?alar que:

?El paso del Estado-naci?n al Estado plurinacional, comunitario y auton?mico es todo un desaf?o. Se trata de dejar la modernidad, la historia de la soberan?a en la modernidad, la historia del Estado en la modernidad, la historia de una relaci?n entre Estado y sociedad, una historia que de ne la separaci?n entre gobernantes y gobernados, entre sociedad pol?tica y sociedad civil, en un contexto matricial donde se demarc? la relaci?n entre dominantes y dominados, a partir de mecanismos de dominaci?n y diagramas de poder que atraviesan los cuerpos y los territorios, incidiendo en las conductas y comportamientos, en la administraci?n de la tierra y los territorios, en la explotaci?n de la fuerza de trabajo. Dejamos atr?s una historia de colonizaci?n y dominaciones polimorfas desplegadas en el mundo, donde la geopol?tica de la econom?a-mundo y del sistema-mundo capitalista divide el planeta entre centro y periferia, racializando la explotaci?n de la fuerza de trabajo y controlando las reservas y recursos naturales, estableciendo una divisi?n del trabajo planetaria, convirtiendo a los pa?ses perif?ricos en exportadores de materias primas y reservas de mano de obra barata, trans ri?ndoles m?s tarde, a algunos de estos pa?ses que ingresan tard?amente a la revoluci?n industrial, tecnolog?a obsoleta, desplazando la industria pesada, considerada de alta y masiva inversi?n de capital, pero con bajos rendimientos a mediano y largo plazo, pre riendo optar por eso por la circulaci?n y la inversi?n del capital nanciero, que rinde grandes bene cios a corto plazo. Dejamos atr?s entonces la ilusi?n que provocaron los Estado-naci?n subalternos, una vez concluidas las guerras de independencia y las luchas de liberaci?n nacional, la ilusi?n de nuestra independencia e igualdad en el concierto de las naciones, en el marco jer?rquico de las Naciones Unidas?.

En consecuencia, urge construir sobre la marcha una nueva historia, la cual necesita de ?una nueva democracia pensada y sentida desde los aportes culturales de los pueblos originarios. Una democracia incluyente, arm?nica y respetuosa de lo diverso? (Nina Pacari, 2010). Todo esto como parte de propuestas de transformaciones profundas, civilizatorias, en las que el ?nfasis debe estar en asegurar simult?neamente la pluralidad y la radicalidad. Una tarea que no ser? posible de la noche a la ma?ana, sino a trav?s de sucesivas aproximaciones que enfrenten todas aquellas maquinarias de muerte que amenazan a la supervivencia humana y a la vida en el planeta. Un esfuerzo que libere las fuerzas sociales hoy atrapadas en diversas institucionalidades del poder estatal, potenciando sus capacidades de autosu ciencia, autogesti?n y autogobierno. Todo esto demanda no solo inteligencia en la cr?tica, ni solo profundidad en las alternativas, sino sobre todo la acci?n de las fuerzas pol?ticas que lideren y viabilicen estos procesos emancipatorios.

De lo anterior surge una serie de interrogantes: ?servir?n estas re exiones para con gurar y conformar Estados que no sean espacios y herramientas de dominaci?n? ?Es viable descolonizar, despatriarcalizar, en suma, emancipar sin el instrumento estatal? ?Ser? posible configurar Estados profundamente demo- cr?ticos que impulsen las transiciones civilizatorias? ?Podr?an transformarse los Estados subalternos y dependientes del capital global en actores que posibiliten la salida del c?rculo vicioso del poder que se nutre de las demandas del capital transnacional? ?Ser?n viables estas transformaciones dada la condici?n global y dominante del modo de producci?n capitalista? ?Habr?a c?mo prefigurar otro tipo de organizaciones internacionales que no reproduzcan las estructuras de dominaci?n desde perspectivas globales? ?Ser?n estas reflexiones v?lidas para la Humanidad o ser? mejor empezar a despedirnos del Estado?

Quede claro que la incomprensi?n y no aceptaci?n de las verdaderas ra?ces de muchos pa?ses de Latinoam?rica quiz?s explique la existencia de Estados (casi) fallidos o naciones permanentemente en ciernes, pues nunca se asumi? esa realidad. La propia inviabilidad hist?rica de estos Estados nacionales se explica en gran medida por no haber incorporado a pueblos y nacionalidades. Sin embargo, a?n queda la duda de si la incorporaci?n y no marginaci?n de esos grupos es su ciente para crear otra estructura estatal que nos lleve a la gran transformaci?n civilizatoria poscapitalista urgente para que la Humanidad tenga alg?n futuro. Es m?s, quiz?s la propuesta de Estado plurinacional sirva m?s como herramienta para la descolonizaci?n, antes que como un aporte concreto de c?mo deber?a ser el nuevo Estado, si es que tiene sentido insistir en buscarlo.

De nitivamente, lo que est? claro es que la premisa descolonizadora y despatriarcalizadora, como elementos fundamentales para superar la explotaci?n del ser humano y de la Naturaleza por parte del capital, demanda rebasar los Estados- naci?n coloniales, olig?rquicos, capitalistas para que estas transformaciones no se queden simplemente en los discursos. De todas formas, nada cuesta pensar en que quiz? la mayor utop?a a la que podr?a aspirar la Humanidad es la vigencia del Buen Vivir en un mundo sin Estados.

Notas:

Economista ecuatoriano. Exministro de Energ?a y Minas. Expresidente de la Asamblea Constituyente. Excandidato a la presidencia de la Rep?blica del Ecuador.
El autor de estas l?neas agradece los sugerentes comentarios de Ra?l Prada Alcoreza y los valiosos aportes de John Cajas-Guijarro.
Esta noci?n del Estado est? sustentada en la propuesta de Bob Jessop (2016, pp. 72-73) en el Handbook on Theories of Governance, Edward Elgar Publishing, Cheltenham.

3 Un trabajo recomendable es el de Isabella Radhuber (2013); Der plurinationale Staat in Bolivien. Die Rolle der Ressourcen- und Budgetpolitik, Westf?lisches Dampfboot, M?nster. Disponible tambi?n en espa?ol: Radhuber, Isabella (2014); Recursos naturales y nanzas p?blicas. La base material del Estado plurinacional de Bolivia, Plural Editores, La Paz. El texto propone una lectura desde las diversas teor?as del Estado y las confronta con el signi- cado del Estado plurinacional.

4 Basta ver la discusi?n propuesta por el autor de estas l?neas en su libro El Estado como soluci?n, ildis, Quito (1998), tanto como la discusi?n posterior los diversos textos: 2007, 2008, 2009, 2010. Sin tratar de negar las fallas de dichos textos, cabe anotar que hay que ubicarlos en los correspondientes momentos pol?ticos, sobre todo al inicio de enfrentamiento al Estado m?nimo de la ideolog?a neoliberal.

5 Citado por Jose na del Prado (2005, p. 317).

6 Paco G?mez Nadal (2017), Indios, negros y otros indeseables ? Capitalismo, racismo y ex- clusi?n en Am?rica Latina y el Caribe, Serie Debate Constituyente, editores Alberto Acosta y Esperanza Mart?nez, Abya-Yala, Quito.

7 Sobre esta cuesti?n se puede recomendar los textos de Eduardo Gudynas, J?rgen Schuldt e inclusive del autor.

8 Para profundizar en esta discusi?n, se recomienda leer los varios textos sobre el Estado Plurinacional de Ra?l Prada Alcoreza.

9 La Constituci?n ecuatoriana de Montecristi (2008), en su art?culo 416.6, ?propugna el principio de ciudadan?a universal, la libre movilidad de todos los habitantes del planeta y el progresivo n de la condici?n de extranjero como elemento transformador de las relaciones desiguales entre los pa?ses, especialmente Norte-Sur?.

10 En Ecuador, desde la visi?n de organizaciones ind?genas, como la conaie, las nacionalidades son entidades hist?ricas y pol?ticas con una identidad, idioma y cultura comunes, que viven en un territorio determinado mediante sus instituciones y formas tradicionales de organizaci?n social, econ?mica, jur?dica, pol?tica y ejercicio de autoridad. Los pueblos ind?genas, en cambio, se definen como las colectividades originarias, conformadas por comunidades con identidades culturales que les distinguen de otros sectores de la sociedad ecuatoriana, regidas por sistemas propios de organizaci?n social, econ?mica, pol?tica y legal. En una nacionalidad pueden existir diversos pueblos, que mantienen caracter?sticas esenciales de ella, por ejemplo, su idioma, pero que tienen otros elementos que los diferencian; situaci?n que no es realmente aceptada ni respetada por el Estado-naci?n. Web http://ec.kalipedia.com/geogra a-ecuador/ tema/geogra a-poblacion/nacionalidades-pueblos-ecuador.html?x=20080801klpgeogec_2. Kes&ap=1

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11 Es larga la lista de las soberan?as: alimentaria, energ?tica, cultural, econ?mica, monetaria, del cuerpo, etc. Ver Acosta y Mart?nez (2010).

12 La lista de textos que abordan este tema es cada vez m?s grande. Podr?amos mencionar los aportes de Gudynas (2014), a modo de ejemplo, en su art?culo ?Buen Vivir: sobre secuestros, domesticaciones, rescates y alternativas?; tambi?n en el mismo libro, el cap?tulo de Estermann (2014) ?Ecosof?a andina. Un paradigma alternativo de convivencia c?smica y de vida plena?. Otro libro recomendable es el de Omar Felipe Giraldo (2014). As? mismo, Atawallpa Oviedo (2011), Qu? es el sumakawsay. M?s all? del socialismo y capitalismo; o los textos del autor de estas l?neas, como El Buen Vivir. Sumak Kawsay, una oportunidad para imaginar otros mundos (Acosta, 2013).

13 No solo aqu? hay voces cr?ticas desde vertientes ?progresistas?. Hay varias cr?ticas al Buen Vivir o a los Derechos de la Naturaleza. Por ejemplo, se puede consultar los art?culos de S?nchez Parga (2011) para Ecuador o Mancilla (2011) para Bolivia, donde se echa de menos un debate m?s serio y profundo. Tambi?n es recomendable la respuesta de Eduardo Gudynas a estas visiones positivistas y conservadoras.

14 Para comprender el proceso boliviano se recomienda, a m?s del mencionado aporte de Isabella Radhuber, los trabajos de Ra?l Prada Alcoreza, Luis Tapia y Oscar Vega Camacho, quienes, de manera seria y responsable, han analizado este dif?cil y apasionante proceso constitucional. Para el Ecuador no hay tantos aportes, pero destaca el art?culo de Floresmilo Simba?a, a m?s de los documentos base preparados por la Confederaci?n de Nacionalidades Ind?genas del Ecuador (conaie) para el proceso constituyente de 2007-2008.

15 Sin duda, esta exigencia cobra mucha fuerza en pa?ses como Ecuador que han expedido, desde 1830, hasta la fecha, veintiuna constituciones. Un r?cord lamentable pues evidencia el irrespeto casi permanente a las instituciones. Y por eso es indignante que la Constituci?n de 2008 haya sido desmontada e irrespetada por el gobierno que contribuy? a su redacci?n y aprobaci?n.

16 Estos principios generan diversas interpretaciones y conflictos, como los que avizora Atawallpa Oviedo Freire, a quien le cuesta aceptar incorporar varios principios ?liberales? en la esencia del Buen Vivir.

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