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Los otros perfiles del servilismo

Ra?l Prada Alcoreza :: 11.01.19

En el poder no se salvan siquiera los que tuvieron formaci?n militante. ?stos, a pesar de su formaci?n pol?tica, a pesar de venir de tradiciones de luchas, cuando se encuentran cumpliendo funciones administrativas, como funcionarios, o como militantes oficialistas, como propagandistas, incluso como difusores del programa de gobierno, se dejan atrapar por las telara?as del poder. Pierden todo el sentido cr?tico, que, quiz?s manten?an al principio de la gesti?n de gobierno. Se convierten como los otros, en celosos e intransigentes defensores del gobierno, al que consideran fin de la historia, la apoteosis misma de la ?revoluci?n?. En vez de hacer an?lisis, terminan haciendo cantos y loas a todo lo que hace el gobierno, incluyendo sus crasos errores y evidentes contradicciones. Lo aprueban todo como indulgentes militantes. ?Por qu? pasa esto, en quienes se esperar?a una actitud m?s atenta, si es que no pueden que sea cr?tica? ?El poder los toma, los absorbe, los seduce, de tal manera, que pierden toda cordura?
Quiz?s el militante retrocede poco a poco; al principio resisti?ndose, poniendo reparos; despu?s, justificando sus primeros pasos; para luego embarcarse vertiginosamente en la ca?da. Adquiere el perfil de todos los pol?ticos de Estado. C?nico, maquiav?lico vulgar, pragm?tico hasta la m?dula.

Los otros perfiles del servilismo
Ra?l Prada Alcoreza

En el poder no se salvan siquiera los que tuvieron formaci?n militante. ?stos, a pesar de su formaci?n pol?tica, a pesar de venir de tradiciones de luchas, cuando se encuentran cumpliendo funciones administrativas, como funcionarios, o como militantes oficialistas, como propagandistas, incluso como difusores del programa de gobierno, se dejan atrapar por las telara?as del poder. Pierden todo el sentido cr?tico, que, quiz?s manten?an al principio de la gesti?n de gobierno. Se convierten como los otros, en celosos e intransigentes defensores del gobierno, al que consideran fin de la historia, la apoteosis misma de la ?revoluci?n?. En vez de hacer an?lisis, terminan haciendo cantos y loas a todo lo que hace el gobierno, incluyendo sus crasos errores y evidentes contradicciones. Lo aprueban todo como indulgentes militantes. ?Por qu? pasa esto, en quienes se esperar?a una actitud m?s atenta, si es que no pueden que sea cr?tica? ?El poder los toma, los absorbe, los seduce, de tal manera, que pierden toda cordura?
Este es el tema crucial. Esta gente que tiene formaci?n militante no tiene capacidad de defenderse ante los cantos de sirena del poder. Son vulnerables a las atmosferas y microclimas del poder; atm?sferas institucionales que se forman como burbujas, donde se encuentran. La renuncia a la cr?tica los lleva a confundir la propaganda con la realidad, como los otros, serviles consumados, que no gozan de formaci?n militante, sino se explayan en el ?saber? astuto de los oportunistas. Terminan pareci?ndose tanto, los unos y los otros, lo militantes y los oportunistas, que acaban reforz?ndose mutuamente sus propias miserias.

El problema que no ven los militantes oficialistas es que el poder es una maquinaria organizadora de las fuerzas; las organiza de tal manera que la composici?n deriva en un bloque conservador, restaurador de la institucionalidad, reproductor de las dominaciones polimorfas. Lo peor ocurre cuando este bloque tiene que ejecutar el papel represor, pues las protestas y las movilizaciones, la cr?tica a lo que ocurre, a esta inflexi?n hacia lo anterior, no tardan en dejarse sentir. Es cuando la actitud de los militantes adquiere tonalidades pat?ticas; como se dice popularmente, hacen esfuerzos denodados por justificar lo injustificable. S?lo convencen a los convencidos, entre ellos se alimentan, se conceden, se hacen c?mplices de esta repugnante labor de polic?as. ?C?mo funciona la mec?nica de fuerzas en el bloque oficialistas como para que los militantes pierdan la cordura?

Se produce como una seducci?n por esta condici?n de disponibilidad de fuerzas, que es poder. Un dejarse afectar por la mayor?a partidaria, que tiene m?s apego a los mitos e interpreta el mundo a trav?s de los mitos. Tambi?n se enamoran del caudillo, que, en realidad es un imaginario colectivo. Se convierte este s?mbolo en el sentido de sus vidas; a qui?n dedican sus esfuerzos militantes. Han convertido la militancia, que antes era de lucha, en una labor de endiosamiento. Son los nuevos sacerdotes.

Para responder a las cuestionantes, es menester comprender que el poder no es algo externo, es tambi?n algo interno. Atraviesa los cuerpos, des-constituye y constituye subjetividades. Un militante ?revolucionario? en el poder, investido por el poder, no puede sino cumplir con su investidura, con su nuevo rol. Por m?s que insista en declararse ?revolucionario? no lo es, ha dejado de serlo, a partir de sus nuevas tareas asignadas, que no son otras que de preservar el poder. No se controlan estos acondicionamientos, estas presiones de la maquinaria del poder, la afectaci?n de estos microclimas burbujeantes del poder. Son muchos m?s fuertes que los reparos que pueda oponer el militante.

El problema es haber optado por el poder y no por el desmantelamiento del poder. El poder es la historia misma de las sociedades; se constituy? en todas y a trav?s de todas las dominaciones inventadas por parte de las sociedades, la dominante. El poder se hizo carne en los comportamientos, en las conductas, en los habitus, en los prejuicios, en los imaginarios, si se quiere, en los sujetos. Es una ilusi?n pretender convivir con el poder, usarlo para transformar. Esta es una tesis ingenua. El poder est? ah?, afuera y adentro, para ejercer poder, para dominar, para capturar, para apropiarse, para despojar y desaposesionar, para investir a dominantes y dominados. Puede acompa?arse esta labor de dominaciones con discursos ?revolucionarios?; empero, estos discursos no cambian en nada la direcci?n, el efecto, el sentido del despliegue de las fuerzas, organizadas por el poder. Por eso, los militantes, terminan envueltos en dramas, hasta en cr?menes injustificables, incluso cometidos a nombre de la ?revoluci?n?. Es el momento que se hace ineludible la evidencia; los militantes se han convertido en verdugos del pueblo.

La militancia fue una forma de organizaci?n para luchar m?s efectivamente contra el poder; la militancia no garantiza salvarse de la telara?a del poder, una vez que se est? en funciones de poder. No se puede usar la militancia en sentido emancipador cumpliendo funciones de poder; es decir, de dominaci?n. No solo es una confusi?n, sino algo peor; es la forma m?s atroz de renunciar a un pasado combativo. Las contradicciones saltan a la vista, la parad?jica situaci?n del militante se convierten un drama, si es que no es una tragedia.

Quiz?s el militante retrocede poco a poco; al principio resisti?ndose, poniendo reparos; despu?s, justificando sus primeros pasos; para luego embarcarse vertiginosamente en la ca?da. Adquiere el perfil de todos los pol?ticos de Estado. C?nico, maquiav?lico vulgar, pragm?tico hasta la m?dula.


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