En la coyuntura presente, de crisis m?ltiple del Estado-naci?n, cuando uno de sus desenlaces se manifiesta en el dramatismo pol?tico de un golpe de Estado jur?dico-pol?tico, circunstancias y condiciones que definen un gobierno de facto sui generis, la politizaci?n de la vida cotidiana aparece de manera fragmentada, intermitente, concurriendo en determinados momentos de intensidad, como las movilizaciones, las marchas, los bloqueos, las interpelaciones; empero, no concurre todav?a su generalizaci?n al pueblo y la sociedad. La posibilidad de la sublevaci?n es todav?a te?rica, aunque est? latente.
ENERO 14, 2019
Ra?l Prada Alcoreza
politizaci?n y vida cotidiana en tiempos de crisis
Mientras el campo pol?tico se agita en la turbulencia de la crisis, la vida cotidiana sigue sus propios ritmos, apenas afectado por la turbulencia, salvo cuando ?sta cobra tal intensidad y magnitud que llega a incidir en los ritmos de la vida cotidiana. Cuando esto ocurre los l?mites entre el campo pol?tico y la vida cotidiana se hacen no solo porosos, sino que se rompen, abri?ndose a flujos entre los dos ?mbitos, a tal punto que ya no se pueden ignorar, tampoco se puede ser indiferentes, el uno respecto del otro. El ciudadano com?n, como se dice por costumbre, aunque no sea correcto, pues es una definici?n homogeneizante, es invadido por el evento pol?tico, convirti?ndose este evento en una cotidianidad. Esto ocurre de varias maneras; una de ellas de modo banal, cuando los medios de comunicaci?n de masa ?politizan? el espacio comunicacional, ?politizando? la econom?a, incluso el mercado y otros aconteceres de este entorno. La informaci?n, si se puede todav?a mantener este t?rmino, que aparece como noticia, es ?politizada? por las tendencias impl?cita de los medios de comunicaci?n. Pero tambi?n puede ocurrir de modo dram?tico, cuando la crisis pol?tica irrumpe en los espacios de la vida cotidiana; por ejemplo, cuando la politizaci?n comienza a emerger de los propios espesores de las pr?cticas cotidianas, cuando las decisiones que se toman comienzan a te?irse de halos pol?ticos. En este intervalo la ?politizaci?n? adquiere distintas formas mezcladas, incluso dram?ticas. Empero, la politizaci?n tr?gica, cuando el acontecimiento pol?tico se traga todo, todos o casi todos los ?mbitos de la vida cotidiana, emerge cuando se llegan a los extremos de la experiencia social.
En la coyuntura boliviana de comienzos de 2019 la ?politizaci?n? ha dejado de ser banal, a trav?s de los medios de comunicaci?n, de sus modus operandi, y ha empezado adquirir las formas de la politizaci?n dram?tica, desde la evidencia de la crisis pol?tica de la forma de gubernamentalidad clientelar. Puede datarse este dramatismo de la politizaci?n desde la crisis del ?gasolinazo?. El dramatismo de la politizaci?n ha seguido sus propios cursos en las distintas crisis singulares del ?proceso de cambio?. Estas crisis han adquirido nombre o renombre: el conflicto del TIPNIS; las marchas y las movilizaciones especificas en defensa de derechos concretos, consagrados en la Constituci?n; la tercera guerra del agua; la movilizaci?n generalizada contra la ley inquisidora del C?digo Penal; las marchas, movilizaciones, bloqueos y toma de espacios urbanos por parte de ciudadanos y colectivos de Achacachi; los enfrentamientos con las marchas y bloqueadores de los cultivadores de la hoja de coja de los Yungas; tambi?n las movilizaciones, marchas y huelgas de hambre de los colectivos en defensa del refer?ndum del 21 de febrero de 2016. El voto mayoritario por el No a la repostulaci?n del presidente, las anteriores elecciones de magistrados, donde gan? el voto nulo, corresponden no tanto al dramatismo pol?tico, sino mas bien a las variaciones estad?sticas de la opini?n p?blica y el voto ciudadano.
Todo esto es como el antecedente del desenlace fatal: el golpe de Estado perpetrado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), convirtiendo al ?gobierno progresista? en decadencia en un gobierno de facto. Esta es la nueva coyuntura, experimentada entre fines de 2018 y comienzos de 2019. ?En estas condiciones hist?rico-pol?ticas-jur?dicas, ingresaremos en la experiencia de la politizaci?n tr?gica? Es decir, para decirlo resumidamente y de modo ilustrativo: ?el pueblo recurrir? a la subversi?n para erradicar el gobierno de facto, impuesto por un golpe jur?dico-pol?tico? Esta es la pregunta, pues la salida optada por los partidos de ?oposici?n?, el participar en elecciones, que no cuentan con las m?nimas condiciones de posibilidad democr?tica, despu?s del desconocimiento de la voluntad popular, expresada en el refer?ndum, no es otra cosa que habilitar a los inhabilitados, adem?s de legitimar al gobierno de facto en elecciones fraudulentas.
?Cu?les son las condiciones de posibilidad hist?rico-pol?ticas-culturales de una sublevaci?n generalizada del pueblo? Volviendo a la imagen de la ruptura de los l?mites entre la vida cotidiana y el campo pol?tico, se puede conjeturar que, en el caso de la coyuntura presente, de una singular crisis pol?tica, donde el partido oficialista se ve obligado a recurrir a un golpe de Estado jur?dico-pol?tico, para desconocer el mandato constitucional y el voto popular, se puede conjeturar que depende de la confluencia de las fuerzas que luchan por la recuperaci?n de la democracia, contra la corrupci?n galopante y la c?nica impostura. Vale decir, de manera directa, la confluencia entre las asociaciones ciudadanas y los movimientos sociales anti-sist?micos re-emergentes. Es m?s, cuando estas fuerzas confluyan, pueden convertirse en atractores de los otros estratos sociales descontentos, aunque pasivos, como se dice, del campo y las ciudades.
Sin embargo, estos desenlaces de la politizaci?n tr?gica no se dan como consecuencia de ninguna astucia de la raz?n, ni te?rica, ni de la justicia. Como hemos dicho varias veces, depende de las din?micas de las correlaciones de fuerzas; sobre todo, en el substrato de las fuerzas, de la configuraci?n de las voluntades singulares, de sus asociaciones, conexiones y concomitancias, conformando constelaciones de voluntades de la potencia social. Todo esto tiene que ver con la constituci?n-desconstituci?n-reconstituci?n de las subjetividades. La pedagog?a pol?tica emerge de la experiencia social, tambi?n de la memoria social; ambas, experiencia y memoria, laburan interpretaciones radicales en momentos de crisis. ?De qu? manera llegan los distintos estratos sociales comprometidos a interpretaciones equivalentes? Parece que un factor es, entre otros, indispensable: el de la comunicaci?n intersocial y transocial.
No basta la denuncia, tampoco, yendo m?s lejos, la interpelaci?n, as? como lo m?s cercano a lo que se requiere, el activismo consecuente; parece menester, en las condiciones de la modernidad tard?a y de la modernidad barroca, el activismo integral, que sea capaz de activar la potencia social. Lograr la pedagog?a pol?tica participativa y compartida. En pocas palabras, ya no son las vanguardias, de la modernidad cl?sica, las que pueden realizar esta tarea, sino se requiere del aprendizaje simultaneo de todos los componentes de la sociedad alterativa. Pues ya no se trata, como antes, de cambiar unos amos por otros, una ?lite gobernante por otra, sino de lograr salir del c?rculo vicioso del poder y de las genealog?as de las dominaciones. ?Podr?n los pueblos ingresar a la condici?n de madurez, es decir, al uso cr?tico de la raz?n, en t?rminos pol?ticos, a autogobernarse y a ser aut?nomos?
Preguntas que se dejaron pendientes a lo largo de las historias pol?ticas de la modernidad; que no se respondieron, prefiri?ndose repetir los mismos errores, sin corregirlos. Ampar?ndose en la suposici?n f?cil de la hip?tesis de la ?traici?n? o en los esquematismos pueriles de las teor?as de la conspiraci?n. No hay culpables, tampoco ?traidores?, menos super-humanos, como los que suponen las teor?as de la conspiraci?n, capaces de controlar todas las variables de la complejidad, sin?nimo de realidad. Aunque haya conspiradores y actividades conspirativas, es m?s, organismos secretos de la conspiraci?n, estos son parte de algunas de las variables intervinientes en las din?micas complejas de la realidad efectiva. El no haber salido del c?rculo vicioso del poder radica en las mismas constelaciones de voluntades singulares, que se mantuvieron en los l?mites de la pasividad y aceptaci?n, que no se convirtieron en constelaci?n de voluntades de la potencia social. En resumidas cuentas, en que las subjetividades se mantuvieron en el deseo del amo, con distintos discursos, diferentes ideolog?as y actitudes.
Entonces, no hay que desear, hay que dejar el deseo del amo; hay que dejar de querer ser dominando, tambi?n de ser mandado, as? como de ser representado. De renunciar a su propia voluntad singular, de transferirla a la conformaci?n abstracta de una voluntad general; por lo tanto, de otorgar poder a otros, a sus voceros, representantes, gobernantes. Optar por la soberan?a y la autonom?a singulares, las propias, al alcance de uno mismo, al alcance del propio cuerpo. Se trata de crear, de liberar la potencia, de inventar otros mundos posibles. De constituirse en m?nada libre, abierta a asociaciones y composiciones, as? como a combinaciones de composiciones, libres. Se trata de que la potencia humana se conecte con la potencia de la vida planetaria. Se trata de construir sociedades humanas reinsertadas a las sociedades org?nicas, rearticularse a los ciclos vitales del Oikos. Por lo tanto, se trata de abrirse a la subversi?n de la praxis de manera integral.
Volviendo, parece que los secretos de las genealog?as del poder y de las arqueolog?as del saber, que sostienen aquellas genealog?as, se encuentra en los espesores y din?micas de la vida cotidiana, donde los habitus campean por sus cristalizada repetici?n y reiteraci?n. ?Entonces se requiere hacer una deconstrucci?n de la vida cotidiana? La deconstrucci?n de la vida cotidiana equivale a la hermen?utica cr?tica de parte de la sociedad misma; hablamos de una hermen?utica participativa y compartida colectivamente. Se trata de aprender c?mo hemos sido constituidos hasta el momento presente, encontrar las capas sedimentadas de estas constituciones subjetivas, comprender las estructuras de sus estratificaciones. En consecuencia, remover toda esta geolog?a subjetiva, trastocar sus espesores, para volver a constituirse de manera aut?noma.
Obviamente, todo esto no se da de manera r?pida ni inmediata; no se produce, como se dec?a en la modernidad cl?sica, por toma de consciencia, por inoculaci?n de las vanguardias. Sino que se trata de procesos desenvueltos, donde las sociedades y los pueblos participan activamente, aprendiendo de sus propias experiencias sociales pol?ticas. Esto no quiere decir que los colectivos activistas no participen, sino que lo hacen de una manera horizontal, por as? decirlo, tambi?n aprehendiendo de las din?micas sociales y culturales. ?Pero, entretanto qu?; hay que esperar que los procesos deconstructivos se den de manera completa, antes de desplegar actitudes, conductas y comportamientos aut?nomos y soberanos? Tampoco. Sino que hay que lograr transiciones consensuadas colectivas, sociales y populares.
En conclusi?n, en la coyuntura presente, de crisis m?ltiple del Estado-naci?n, cuando uno de sus desenlaces se manifiesta en el dramatismo pol?tico de un golpe de Estado jur?dico-pol?tico, circunstancias y condiciones que definen un gobierno de facto sui generis, la politizaci?n de la vida cotidiana aparece de manera fragmentada, intermitente, concurriendo en determinados momentos de intensidad, como las movilizaciones, las marchas, los bloqueos, las interpelaciones; empero, no concurre todav?a su generalizaci?n al pueblo y la sociedad. La posibilidad de la sublevaci?n es todav?a te?rica, aunque est? latente.