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El esp?ritu de Seattle

Massimo Modonesi :: 15.01.19

El campo antineoliberal latinoamericano que, en la primera d?cada del siglo XXI, despu?s de haber sostenido un potente ciclo de luchas destituyentes, se fractur? entre una vertiente hegemonista que impuls? o apoy? a los llamados gobiernos progresistas y una vertiente autonomista que se reclamaba como la verdadera heredera del esp?ritu del movimientismo altermundista.
El autor mezcla la lucha de vanguardias por conquistar el estado con las acciones protagonistas del despliegue de la potencia social, sin apreciar que el Forro de Porto Alegre fue la acci?n de los que luchaban por ocupar el estado y son los mismos represores progresistas que se?ala Zibechi. El autor en este art?culo aparece un tanto bonapartista conciliador entre las tendencias estatistas y las din?micas de construcci?n de otra sociedad sin depender del estado.

Massimo Modonesi
14 enero 2019
Desinform?monos

El esp?ritu de Seattle. 20 a?os no es nada

Si de lucha y de antagonismo se trata, el siglo XXI empez? a finales de noviembre de 1999 en Seattle, exactamente diez a?os despu?s de la ca?da del muro de Berl?n.

En la llamada Battle of Seattle una multitud se moviliz? en contra de la globalizaci?n capitalista neoliberal, impidiendo la realizaci?n de una cumbre de la Organizaci?n Mundial del Comercio (OMC). En el movimiento que all? tom? vuelo, se forj? una generaci?n de militantes y se marc? un hito y un cambio de ?poca en la historia de las luchas sociales alrededor de tres elementos que sobresalieron en aquellas jornadas de protestas callejeras: el antineoliberalismo altermundista, la forma multitudinaria-reticular y la combinaci?n-renovaci?n de los repertorios de acci?n.

Lo que m?s deslumbr? fue la posibilidad-capacidad de convergencia de una pluralidad de los manifestantes, quienes lograban articular ?aunque fuera temporalmente- sus diversas demandas, identidades y orientaciones pol?ticas. Se juntaron sindicalistas, ecologistas, feministas, pacifistas, defensores de derechos humanos, religiosos, campesinos, ind?genas,anarquistas, cat?licos, comunistas de matrices diversas, anticapitalistas, antineoliberales, reformistas, revolucionarios, j?venes en su mayor?a, muchos en su primera experiencia de movilizaci?n, pero tambi?n los de la generaci?n anterior que no se replegaron a pesar de la derrota de los a?os 70 y 80. El altermundismo, llamado tambi?n ?movimiento de movimientos?, fue, aun sea de manera ef?mera, ?un mundo donde cupieron muchos mundos?. En efecto, como ha sido reconocido, el zapatismo fue una fuente de inspiraci?n fundamental a nivel ideal pero tambi?n porque el EZLN convoc? el primer encuentro del pueblo de activistas que se manifest? en Seattle y las luchas antineoliberales de inicio del siglo XXI: el llamado encuentro intergal?ctico realizado en 1996 en la Selva Lacandona.

Esta temporal convergencia multitudinaria mostr? la posibilidad y la potencia de la forma red, que Negri prefiere llamar enjambre. Pero despu?s del deslumbre no tardaron en aflorar las zonas de sombra. En efecto, a pesar de irrumpir en el escenario y generar acontecimientos de ruptura, el formato reticular tiende a no durar ni estrecharse lo suficiente para asentar contrapoderes consistentes y persistentes. En cuanto el clima se hizo menos favorable, en los Foros Sociales que, desde 2001, surgieron de las experiencias de lucha altermundista, las diferencias identitarias e ideol?gicas y las dificultades y las discrepancias respecto de la construcci?n de la organizaci?n necesaria para sostener la movilizaci?n volvieron a aparecer como l?mites y no como riquezas. Esto fue particularmente evidente en el campo antineoliberal latinoamericano que, en la primera d?cada del siglo XXI, despu?s de haber sostenido un potente ciclo de luchas destituyentes, se fractur? entre una vertiente hegemonista que impuls? o apoy? a los llamados gobiernos progresistas y una vertiente autonomista que se reclamaba como la verdadera heredera del esp?ritu del movimientismo altermundista, pero que qued? fracturada y debilitada.

Las protestas de Seattle mostraron tambi?n la posibilidad de recuperar -renov?ndolos creativamente- repertorios de acci?n antiguos y cl?sicos (marchas, bloqueos, barricadas, consignas, etc.) adem?s de aprovechar las nuevas tecnolog?as: usar el internet para convocar y difundir informaci?n; documentar las protestas a trav?s de medios independientes, como la neonacida red Indymedia. En la batalla de Seattle, floreci? el recurso a diversas formas de acci?n directa: en su mayor?a masivas de protesta pac?fica pero tambi?n t?cticas de autodefensa, -de defensa del derecho a la protesta ante la represi?n- y otras propiamente confrontacionales o de corte insurreccional. Se not? la presencia de grupos neoanarquistas y, en particular, del que fue denominado Black Block. La violencia callejera, en gran medida respuesta a la represi?n, fue el pretexto para que los medios dominantes descalificaran el movimiento y legitimaran una indiscriminada escalada represiva que lleg? a los extremos de la cumbre del G8 en G?nova en 2001. Despu?s del atentado a las Torres Gemelas y la Guerra de Irak, La reacci?n culmin?, se asimil? el altermundismo al terrorismo para poder apretar a?n m?s las tuercas de la criminalizaci?n y judicializaci?n de la protesta.

As? se contuvo el impulso de un ciclo de protestas, contracumbres y Foros Sociales que, si bien continuaron, empezaron a perder capacidad de convocatoria e ?mpetu de movilizaci?n. Hasta que, diez a?os despu?s, en 2011 apareci? otro ciclo de movilizaci?n (indignados, Occupy Wall Street, movimientos estudiantiles y primaveras ?rabes) con fuertes conexiones internacionales y otras resonancias que indicaban que el esp?ritu de Seattle segu?a vivo y el viejo topo segu?a cavando.

A nivel ideal y program?tico, el altermundismo contrapuso un nuevo internacionalismo de los oprimidos a la mundializaci?n del capital, a la mercantilizaci?n de la vida, asociada al libre comercio, a la deuda, al poder de las empresas transnacionales y los organismos financieros internacionales. Si bien formul? pocas propuestas concretas (como, por ejemplo, la Tobin tax y otras hip?tesis de reformas para frenar la financiarizaci?n) el solo enunciar que Otro mundo es posible -un mundo democr?tico participativo, en el cual se respete la vida, el trabajo y el medio ambiente- cerraba la ?poca del pensamiento ?nico y abr?a el debate sobre las alternativas, generando horizontes de visibilidad que rebasaran de la mera resistencia. Como suele ocurrir con los movimientos antisist?micos, m?s all? de sus efectos concretos inmediatos, con su sola aparici?n puso al desnudo el despotismo del capital y de las clases que lo detienen y lo manejan.

La generaci?n de Seattle coloc? una agenda de cuestiones y de problemas, inici? una secuencia de ensayos y errores, esbozando y experimentando unos formatos que, con sus alcances y sus l?mites, siguen inspirando y sosteniendo gran parte de las luchas que brotan en nuestros d?as. Porque si, como cantaba Gardel, ?veinte a?os no es nada?, no debe sorprendernos que, mientras siga el capitalismo neoliberal mundializado, no deje de rondar el esp?ritu antagonista de Seattle.

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