Una de las novedades que introdujo una nueva izquierda en las pr?cticas pol?ticas -con el zapatismo, las rebeliones populares en Bolivia o la Argentina del 2001, el chavismo popular, etc- fue la politizaci?n de la vida, en tanto “que la pol?tica atraviesa el Estado pero claramente excede al Estado” (Stratta, 2018). Este “exceso”, terreno primordial de una otra pol?tica en tensi?n con lo aceptable por el sistema, constituye el principal espacio de construcci?n de poder popular.
17/01/2019 :: ARGENTINA
2019: alternativas populares y de izquierda m?s all? (y m?s ac?) de las elecciones
x Sergio Zeta
La Haine
La “democracia” representativa liberal consuma la castraci?n de la pol?tica poniendo un signo igual entre hacer pol?tica y votar
“El pueblo aprendi? que estaba solo y que deb?a pelear por s? mismo y que de su propia entra?a sacar?a los medios, el silencio, la astucia y la fuerza”.
Rodolfo Walsh, Un oscuro d?a de justicia, 1973.
No hace m?s de un a?o, el contundente triunfo en las urnas obtenido por el macrismo lo alent? a imaginarse con suficiente consenso para ajustar y reorganizar la estructura pol?tica, econ?mica, social y cultural del pa?s. Pero apenas dos meses despu?s la extendida resistencia popular y un diciembre de lucha contra la reforma previsional resquebraj? esta ilusi?n, abriendo una crisis econ?mica y pol?tica que a?n perdura.
Con la misma rapidez con que se fantase? con una derecha imbatible se la pas? a imaginar presta a abordar helic?pteros. Fantas?a hermosa que alegraba el coraz?n pero que ven?a con trampa: alentaba a dejar de lado las imprescindibles tareas acordes a una nueva realidad en cuanto a organizaci?n, la lucha y la construcci?n de propuestas program?ticas alternativas del pueblo trabajador.
El pueblo no fue derrotado en las calles, por eso la victoria electoral macrista no pudo expresarse como avance ilimitado y la lucha popular sigui? expres?ndose en todo el pa?s a lo largo de todo este 2018. S?, en cambio, sufrimos una derrota cultural, de proyecto, que el macrismo no fue quien caus? sino quien la usufructu?. De este modo puede continuar con su ofensiva a pesar de la resistencia que despierta.
La dispersi?n en el campo popular es grande y quienes construyen pol?tica desde coyunturas electorales vol?tiles, lejos de augurar procesos de largo alcance, suelen ser olvidados en poco tiempo. La unidad popular s?lo puede sostenerse sobre nuevos proyectos pol?tico-sociales que comprendan a los diversos sectores del pueblo trabajador, sobre nuevas s?ntesis identitarias plebeyas. No puede levantarse en base a nostalgias m?s o menos cr?ticas de alternativas capitalistas responsables de la derrota cultural y del proyecto emancipador del pueblo. Ni puede sostenerse sobre una limitada y coyuntural redistribuci?n neodesarrollista que, al toparse con sus l?mites, no encontr? otra v?a de superaci?n que hacia su derecha. (ver F?liz, Pinassi, 2017)
Diciembres distintos y pol?ticas diferentes
Un conocido periodista progresista no pierde oportunidad de criticar a las izquierdas “maximalistas” que, seg?n su decir, en sus pretensiones de conseguirlo todo no logran que el pueblo obtenga nada. Este an?lisis encubre su propia derrota ante la evidencia de que la lucha por ?lo posible? se traduce en falsas ilusiones para el pueblo trabajador y profundiza su pobreza estructural y la precarizaci?n de la vida. Un compa?ero de una villa en Capital cuenta con preocupaci?n que hace unos a?os pod?a elegir una primera marca en fideos, base de su alimentaci?n cotidiana, y ahora s?lo puede comprar la m?s barata que se deshace en la olla. Creo que no hacen falta m?s palabras. Si bien la alternativa no es menor para quien s?lo come fideos esto no deber?a ser considerado un derecho adquirido, ni peor es nada, ni dignidad. Dejando de lado la pretensi?n aparentemente “maximalista” de que todos podamos acceder a una alimentaci?n diversa y sana, hoy, tras una breve coyun tura diferente, hasta para comer mejores fideos hay que sacarles a los ricos y obturar los canales de extracci?n de nuestras riquezas.
Los “minimalistas” se dedican entonces al juego que mejor saben y que m?s les gusta: prepararse para las elecciones. Festejan entonces cada pol?tico o bur?crata sindical -desorganizadores seriales de los sectores populares- que se suma al “todos contra Macri”. F?rmula que podr?a traducirse como “todos para que Macri se vaya reci?n dentro de un a?o” que, claro, ser?a m?s sincera pero menos atractiva.
Tanto la subordinaci?n a estrategias electorales como sostener la posibilidad de retornar a pol?ticas progresivas que en otros tiempos significaron ciertos avances relativos, provocan desorientaci?n y desmoralizaci?n, as? como aportan a un desinfle burocr?tico de las luchas. Un ejemplo de esto es la masiva pelea por la educaci?n en todos los niveles, una de las m?s fuertes que se libraron este a?o, que podr?a haber asestado un potente golpe al gobierno.
No resulta llamativa la actitud de las burocracias pol?ticas y sindicales cuyo universo transcurre en el capullo electoral del que se nutren mientras esperan el 2019. Pero necesitamos preguntarnos ?hubi?ramos podido intentar otro rumbo desde las izquierdas? ?no hubiera sido necesario impulsar -superando el corporativismo- un Congreso o Cabildo abierto nacional de todos los niveles y de toda la comunidad educativa para debatir que educaci?n necesitamos como pueblo, quien la debe dirigir y c?mo luchar para imponerlo, cuando cientos de miles de compa?erxs ocupaban las calles, escuelas y Universidades? ?No hubiera sido un salto pol?tico para fortalecer la pelea? ?Acaso la comunidad educativa de Moreno no nos demostr? que era posible articular la escuela con el barrio para potenciar la lucha? ?No tenemos las izquierdas una inserci?n para nada despreciable en todos los sectores de la educaci?n como para intentarlo? ?Acaso eso no hubiera sido hacer pol?tica tanto como el pre sentar candidatos al Parlamento, aunque el sistema s?lo clasifique como “pol?tica” esta ?ltima pr?ctica?
Estas posibilidades resaltan el nefasto rol de la burocracia sindical, que desde las c?pulas de la CGT, las CTA’s, como desde el “Frente Sindical para el Modelo Nacional” aportan a encausar la bronca en misas, performances cat?rticas poco efectivas o en espor?dicas protestas sin continuidad ni claros reclamos. Si la posibilidad de que sea “con los dirigentes a la cabeza” llev? a la explosi?n del “pon? la fecha”, se hace cada vez m?s evidente la necesidad de organizaci?n por abajo, para hacer realidad “con la cabeza de los dirigentes”, hacia un sindicalismo de nuevo tipo, no corporativo, clasista, democr?tico y combativo.
Asimismo, muchas organizaciones territoriales o de econom?a popular vieron limada su gran potencialidad -demostrada en las calles- por una dirigencia subordinada a la Iglesia y deseosa de sumarse a las internas del PJ.
Las consecuencias se expresaron en un diciembre muy diferente al del a?o anterior -y a lo que hubiera sido necesario- a tal punto que el ministro Nicol?s Dujovne sale a festejar que “nunca se hizo un ajuste de esta magnitud en la Argentina sin que caiga el gobierno”. El af?n de quienes imaginaban helic?pteros y ahora fantasean con urnas se agota en alumbrar una boleta s?bana de “todos contra Macri”, sin importar que en ese “todos” haya muchos que vienen sosteniendo a Macri y su pol?tica. Se olvidan que no toda unidad suma; que las l?gicas del capital y el poder empresarial no habilitan cambios de rumbo si no se los enfrenta; que no habr? medidas que aten?en los padecimientos populares si no se rompe con el FMI; que la “unidad” que ahora se postula es similar al “todos contra Menem” que termin? pariendo un De la R?a y un Domingo Cavallo en su tercera temporada. Y sobre todo, mientras se dice buscar reflejar pol?ticamente las luchas populares, se valora m?s el aporte de personajes siniestros como Felipe Sol?, Luis Gioja, Gildo Insfr?n, Ricardo Pignanelli y tantos otros, por sobre los aportes del pueblo, que en las calles protagoniza una persistente lucha y que en su mayor?a se siente ajeno -con raz?n- a los partidos , instituciones y mecanismos “democr?ticos” que -a 35 a?os de la dictadura- no resultaron panacea de fin de historia sino herramienta de opresi?n y padecimientos populares.
Crisis de la “grieta” y crisis de la democracia
Pobre Argentina. Tan lejos de Dios y tan cerca de las elecciones.
Alfredo Grande
El capitalismo al escindir el terreno de la econom?a y lo social -donde prima la desigualdad y la voluntad popular no cuenta- del terreno de la pol?tica, restringe ?sta al terreno de lo estatal. La “democracia” representativa liberal consuma esta castraci?n de la pol?tica poniendo un signo igual entre hacer pol?tica y votar.
Si las viejas izquierdas se fueron adaptando a esta escisi?n, una de las novedades que introdujo una nueva izquierda en las pr?cticas pol?ticas -con el zapatismo, las rebeliones populares en Bolivia o la Argentina del 2001, el chavismo popular, etc- fue la politizaci?n de la vida, en tanto “que la pol?tica atraviesa el Estado pero claramente excede al Estado” (Stratta, 2018). Este “exceso”, terreno primordial de una otra pol?tica en tensi?n con lo aceptable por el sistema, constituye el principal espacio de construcci?n de poder popular. De all? lo disruptivo de lxs trabajadores que han recuperado y hecho funcionar empresas sin sus patrones; del movimiento feminista al poner en cuesti?n el rol asignado a las mujeres en la reproducci?n social y de la fuerza de trabajo; de los movimientos socio-ambientales que defienden el agua y la vida frente al extractivismo; de organizaciones sindicales que como la Federaci?n Aceitera no aceptan otro valor m?nimo de la fuerza d e trabajo que el “que le asegure alimentaci?n adecuada, vivienda digna, educaci?n, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento, vacaciones y previsi?n” (Yofra, 2017); o sectores docentes que no solo pelean por salario sino ponen en cuesti?n la educaci?n como reproductora del sistema. Pueblos que han logrado avanzar a la articulaci?n social y pol?tica de los sectores de la clase que vive de su trabajo han podido alumbrar experiencias avanzadas aunque incipientes de poder y de proyecto popular alternativo, como las comunas chavistas, los caracoles zapatistas, o el confederalismo democr?tico kurdo.
Estas experiencias resaltan que “… s?lo con presi?n al Estado no se logra un cambio en las relaciones de fuerza. Por lo tanto, desde esta visi?n es indispensable, adem?s, disputar el sentido de las creencias y las concepciones que regulan la vida social. La presi?n al Estado no basta, si no se impugnan al mismo tiempo las ideas que sustentan a la sociedad burguesa.” (Stratta, 2018)
La frustraci?n con la llamada “democracia” crea condiciones para esta impugnaci?n. Pero tras la “normalizaci?n” de la pol?tica acaecida durante la d?cada kirchnerista, incluso sectores de la nueva izquierda “popular” volvieron a privilegiar al Estado como ?nico terreno de lo pol?tico y restringieron lo econ?mico-social a terreno de la mera lucha “que debe expresarse en las elecciones” como supuesta ?nica manera de hacer pol?tica de masas. Los medios resaltan las visiones que dan centralidad a la disputa electoral por el Estado, como la de Hugo Yasky para quien “salvo una provocaci?n ser?a mejor evitar hacer paros en un a?o electoral”. Una y otra vez se volver? a machacar que lo electoral es la “madre de todas las batallas”. Todo lo dem?s parecer? secundario y nadie que pretenda parecer sensato se atrever? a decir -ni a formular pol?ticamente- que hay otras tareas tan o m?s importantes para los destinos populares. Ser? necesaria mucha fortaleza pol?tica y principalmente, mucha ligaz?n con los sectores populares, para desarrollar una disputa pol?tica en otros terrenos, sin por ello desentenderse de lo estatal.
La primac?a de lo electoral desplaza al sujeto protagonista de la pol?tica. Asimismo, se desplazan los debates pol?ticos acerca de la educaci?n, la salud, el acceso a la energ?a, la vivienda, el transporte, la seguridad popular o la soberan?a alimentaria. O acerca de la necesidad de romper con el FMI, desconocer la deuda, terminar con el patriarcado, encontrar las v?as para una refundaci?n clasista y democr?tica del movimiento obrero o para el impulso a la integraci?n latinoamericana. Ya no cuenta el pueblo peleando por imponer su pol?tica, construir su poder y referenciar liderazgos. El protagonismo pasa a los personajes medi?ticos, los pol?ticos profesionales, los aparatos con personer?a electoral y dinero para costosas campa?as publicitarias. M?s de 30 a?os de Encuentros de Mujeres parecen valer menos que un twitt tildando de “machirulo” al presidente. La vital pregunta por la unidad de los diversos fragmentos del pueblo trabajador troca en roscas para constru ir la unidad del PJ y sumar al “todos contra Macri”. No como discutible y dolorosa opci?n de segunda vuelta sino como construcci?n estrat?gica.
Hay compa?eros que suponen -en una visi?n etapista particular- que el derrotar electoralmente al macrismo de la mano de Cristina puede posibilitar una radicalizaci?n del kirchnerismo en tanto se podr?a empujar a una confrontaci?n con sectores del capital. Pero es mucho m?s probable otra hip?tesis m?s realista y menos fundada en el deseo: que en la lucha contra las miserias a las que nos condena el capitalismo patriarcal y colonial surjan sectores que imaginen, proyecten y peleen por imprescindibles transformaciones, mientras el kirchnerismo opere de contenci?n para esterilizar su esfuerzo. No estamos imaginando, ya sucedi? en la d?cada pasada.
Nada de esto significa no dar pelea tambi?n en el terreno electoral. Pero sin adaptarse a sus mecanismos ni abandonar el protagonismo colectivo popular, sino introduciendo en la realidad el mensaje de los sin voz. Esa voz colectiva que el sistema intenta acallar y que constituye el terreno donde la izquierda puede y debe tallar, aunque eso espante algunos votos “progres”.
El sistema intenta que no nos sintamos parte de una clase social oprimida -diversa pero con intereses similares- sino nos consideremos “ciudadanxs”. Donde el otro ya no sea un posible compa?erx sino un potencial l?mite a nuestra libertad. Para esto, “… las clases no solo se atomizan, sino que los ?tomos se reagrupan de tal manera que el concepto de clase llega a parecer poco ?til o pertinente para la lucha colectiva … En el Estado moderno capitalista los ciudadanos son hacinados en todo tipo de agrupamientos: se les clasifica, primeramente y ante todo como familias, pero tambi?n como votantes, contribuyentes, inquilinos, padres, pacientes, asalariados, fumadores y abstemios … Este moldeamiento es una lucha, una lucha por canalizar la acci?n clasista en las formas fetichizadas de la pol?tica burguesa, una lucha por constituir la forma Estado.” (Holloway, 1994) En nuestros d?as, “pibes chorros”, “militantes”, “choriplaneros”, “piqueteros”, “sindicalistas”, “mapuches” son constituidos como agrupamientos antagonistas de lxs “ciudadanos”, la “gente” o el falso y nefasto “el que se la gana laburando”.
Todo gobierno construye su supuesto antagonista. Cristina Fern?ndez aliment? el huevo de la serpiente construyendo un macrismo a su medida en lo que m?s tarde Dur?n Barba denomin? “la grieta”. Esta formulaci?n se torn? tan eficaz que forz? a tomar partido, so pena de ser tildado de indiferente o falto de voluntad de poder y bajo la presi?n de microclimas “progresistas”. Todo otro agrupamiento antag?nico, “empresarios-trabajadores”, “izquierdas-derechas”, “pa?uelos verdes o celestes”, “pueblo trabajador-imperialismo” devino anacr?nico, como argument? Cristina Fern?ndez en el Foro de Pensamiento Cr?tico.
Vale aclarar que sostener que la “grieta” necesita deconstruirse como antagonismo no significa considerar que ambos polos sean lo mismo. No se trata de similitud ni de antagonismo, sino de complementariedad, en tanto rostros diferentes del mismo capitalismo patriarcal y alternativamente necesarios para un funcionamiento m?nimamente arm?nico del sistema de explotaci?n y opresi?n.
Lo nuevo es que la crisis erosiona la credibilidad de la “grieta” y desgasta a ambos contendientes, condici?n necesaria (aunque no suficiente) para su superaci?n.
Un sobrevuelo por esta crisis permite distinguir la ca?da en picada de la imagen presidencial, un poder judicial recuperando el descr?dito que tuviera en las jornadas del 2001, “cuadernos” que develan una feroz pelea por el negocio energ?tico y los contratos con el Estado, demostrando que no hay inocentes en la articulaci?n entre negocios legales e ilegales de un capitalismo que no puede ser “serio” ni “humano”.
Por el lado del PJ la situaci?n no es mejor, o si se quiere, es peor. Un peronismo “sensato” que vacila entre seguir pegado al macrismo o tomar distancia. Y un Consejo Nacional Justicialista que reagrupa todo en un gran container donde caben “progresistas”, bur?cratas sindicales, “barones” del conurbano, defensores de empresas transnacionales, represores, unidos no por el amor sino por el espanto de perder su poder territorial si no se prenden a la figura de Cristina.
El salto dado por el “riesgo pa?s” no revela solo el temor a la incobrabilidad de la deuda sino la desconfianza en la capacidad del gobierno para superar una crisis que pone en cuesti?n el sistema pol?tico institucional, que puede motorizar tanto salidas reaccionarias como una intervenci?n popular que no acepte promesas de “profundizaci?n” de la democracia, sino aspire a otra institucionalidad democr?tica sobre sus escombros.
Esta disputa no tiene final cantado. Ante el fracaso del reformismo progresista y el deterioro de las instituciones “democr?ticas”, las derechas avanzan con alternativas neofascistas, como en Brasil.
Las izquierdas tambi?n tenemos condiciones de sobra para intervenir. A condici?n de plantarnos contra la ilusi?n de una inclusi?n sin conflicto (y cuestionar la idea misma de inclusi?n). De rechazar una “democracia” que ni es democracia ni es “el mejor sistema posible” (o seguir?n siendo las derechas quienes capitalicen su descr?dito). De combinar los reclamos inmediatos con perspectivas que vayan a la ra?z de los problemas, evitando la soberbia de quienes suponen que estas cuestiones le interesan m?s a los partidos e intelectuales que al pueblo. De no ponernos en la vereda de enfrente del descreimiento popular en los “pol?ticos”, en tanto “la repolitizaci?n que viene… tiene que pasar primero por una despolitizaci?n. Una despolitizaci?n positiva, un proceso activo en el que hacemos una “limpia” de una cantidad de creencias y h?bitos que hemos adquirido durante la etapa del asalto institucional” (Fern?ndez Savater, 2018).
Construiremos alternativa popular a condici?n de plantarnos desde las luchas. Pero no solo desde ellas, sino sembrando ideas y construyendo lazos comunitarios por todos los medios posibles, incluso en las elecciones. Tarea molecular, gris y por mucho tiempo casi invisible, pero m?s productiva y eficaz que las maniobras electorales “brillantes” que terminan abonando al campo de sectores ajenos al pueblo trabajador.
La izquierda anticapitalista como alternativa electoral tiene l?mites importantes y encuentra un techo en la autoproclamaci?n. Las organizaciones, colectivos y compa?erxs que a?n nos consideramos de una nueva izquierda independiente necesitamos -en forma articulada y unitaria al mismo tiempo que abierta- reclamar su apertura real y democr?tica, no s?lo ni principalmente al resto de las izquierdas anticapitalistas y antipatriarcales no trotskistas, sino a todos los colectivos, movimientos y activistas de la extendida izquierda social. Necesitamos una articulaci?n amplia de la nueva izquierda que asimismo pueda debatir el impulso a otras iniciativas y campa?as pol?ticas desde abajo y cotidianas, m?s all? de declaraciones y elecciones.
La Iglesia: una mano tendida a la recomposici?n institucional del capitalismo argentino
La Iglesia argentina parec?a estar contra las cuerdas cuando la lucha de las mujeres conmovi? profundamente el pa?s y dot? a los sectores populares de nuevas sensibilidades, renovadas pr?cticas y lecciones estrat?gicas.
Sin embargo, lanz? una contraofensiva que le ha permitido mayor injerencia aun en todas las esferas de la pol?tica argentina y que apunta a sentar las bases para una recomposici?n del r?gimen pol?tico y el bipartidismo sobre el que se sostiene la ofensiva del capital.
Esta contraofensiva se hizo evidente con el freno a la legalizaci?n del aborto, en los ataques de los autodenominados “provida” contra la Educaci?n Sexual Integral (ESI), en la sentencia a los brutales femicidas de Luc?a. Pero tambi?n en que el plan de lucha del sindicalismo “combativo” haya devenido en una misa en Luj?n, en la intervenci?n del Papa Francisco en la recomposici?n y unidad del PJ, con el benepl?cito de Cristina y a trav?s de un amplio espectro de personajes de derecha, como Felipe Sol?, Jos? Luis Gioja o Juli?n Dom?nguez, del centro-izquierda como Pino Solanas, referentes de movimientos sociales como Juan Grabois, pasando por sindicalistas como Pablo Moyano, Hugo Yasky, H?ctor Daer o Aldo Pignanelli. Felipe Sol? reconoci? el rol jugado por el Papa: “hay una especie de par?lisis con lo que est? pasando en el pa?s, y esa interpelaci?n a ponernos en movimiento est? viniendo de Roma”.
Asimismo, recientemente se conoci? un documento de todos los sectores del sindicalismo burocr?tico junto a la Uni?n Industrial Argentina (UIA) denominado “Una patria fundada en la solidaridad y el trabajo”, cuya coordinaci?n estuvo a cargo de los obispos Oscar Ojea y Jorge Lugones, considerados los m?s cercanos al Papa Francisco y cuya redacci?n final estuvo a cargo de “Scholas Occurrentes”, fundaci?n educativa internacional creada por Francisco y recientemente elogiada por el Banco Mundial.
Los avances eclesi?sticos se hacen notorios cuando agrupaciones feministas pasan a aliarse con un representante del Vaticano como Grabois, enemigo del derecho al aborto y defensor de una “cristiana” “aceptaci?n” del capitalismo.
No puede haber confusi?n acerca del Papa Francisco. Su “teolog?a del pueblo” no tiene nada que ver con la “teolog?a de la liberaci?n”. Mientras el primero se dirige a los poderosos para que “se acuerden de los pobres”, como se?al? Francisco en su carta al encuentro de Davos, los segundos alentaban al pueblo oprimido a pelear contra los due?os del poder pol?tico y de la riqueza. Solo el malmenorismo y el abandono de toda esperanza de emancipaci?n social y nacional puede confundir a unos con otros, en un escenario en que la lucha por la transformaci?n resulta imprescindible para frenar el tren hacia el abismo.
La campa?a por la separaci?n de la Iglesia del Estado se presenta con m?s dificultades que las previstas pero resulta m?s imprescindible.
El territorio como construcci?n de comunidad, de s?ntesis pol?tica y de proyecci?n alternativa
Los desaf?os de los movimientos territoriales han adquirido nuevos contornos en el transcurso del nuevo siglo. Como se?ala Fernando Stratta, “… los procesos de acumulaci?n por desposesi?n, en tanto significan violentos procesos de despojo sobre las poblaciones, generaron nuevas conflictividades, que se observan en diferentes ?mbitos de la sociedad: en el trabajo (flexibilizaci?n y desregulaci?n laboral), en los territorios (desplazamiento de pueblos originarios), conflictos urbanos (expulsi?n campesina y periferias de las ciudades), sociales y en los cuerpos (profundizaci?n de las violencias de g?nero)”.
Todos estos conflictos se expresan en la falta de escuelas, en la insalubridad (basurales en zonas de viviendas precarias, criaderos de mosquitos, contaminaci?n por plomo, falta de cloacas y de centros de salud de cercan?a, etc), zonas urbanas fumigadas con glifosato, creciente mercantilizaci?n del deporte y la cultura que las hacen inaccesibles para lxs j?venes, tarifazos, etc., etc.
Asimismo, “Esta nueva din?mica de la econom?a capitalista con centro en las finanzas -caracterizada por la interrelaci?n entre lo formal, lo informal y lo ilegal-, en la medida en que incorpora al crimen como un elemento inherente al proceso de valorizaci?n del capital, genera nuevas formas de violencia que se diseminan por el conjunto de la sociedad”. Nuevamente, es en nuestros barrios donde m?s se expresa, as? como en el accionar de fuerzas de seguridad complacientes con los narcos e impiadosas con nuestros j?venes.
El resultado es la fragmentaci?n social como consecuencia buscada en la fase neoliberal del capitalismo. Se trata, entonces, de revertir la fragmentaci?n en el campo popular, con herramientas aptas para dar batalla en todos estos terrenos comprendiendo que de fondo, es una misma y sola batalla.
La Cetep ha surgido como herramienta de lucha en muchos territorios. Sin desmerecer su valor y m?s all? de su conducci?n, hay que se?alar que ha sido construida sobre los moldes y aspirando a ser parte del viejo sindicalismo que, en la nueva situaci?n, muestra sus l?mites. Asimismo, movimientos territoriales nacidos en los ‘90 en la vital pelea por trabajo (as? asuman la forma de una relaci?n no salarial, de asignaci?n estatal) y contra el neoliberalismo, enfrentan el desaf?o de renovar y ampliar reclamos y formas organizativas que vayan m?s all? de los organizados hacia el conjunto del barrio y -m?s all? de las urgencias- trascendiendo (sin abandonar) la pelea por planes y reparto de comida, evitando un corporativismo despolitizante tal como el de muchos sindicatos que contemplan solo el inter?s de sus afiliados por sus ingresos; o que ante la complejidad de la situaci?n, se rompa el hilo por lo m?s delgado y se desaten roces y peleas por recursos entre sectores ba rriales y organizaciones hermanas. El sentido com?n que imponen las clases dominantes hace m?s natural la guerra de “pobres contra pobres” que “pobres contra ricos”. Solo una pol?tica que articule los intereses diversos del conjunto de los sectores populares politiza al punto de hacer m?s natural esta ?ltima.
El barrio resulta un espacio imprescindible para la reconstrucci?n de lazos comunitarios, solidarios, identitarios y cuyo valor es dif?cil de exagerar al constatar que las peleas m?s fuertes y persistentes hoy la libran quienes han mantenido o reconstruido esos lazos comunitarios, como los pueblos originarios y las mujeres, sororidad mediante. El territorio resulta el espacio desde donde puede construirse s?ntesis multisectoriales de la diversidad de problemas que atraviesan al pueblo trabajador y desde iniciativas pol?tico-sociales que emanan desde abajo y es posible potenciar y multiplicar, hacia la construcci?n de potentes movimientos territoriales que, aun cuando necesiten movilizar junto a la Cetep, se distingan de ella en tanto al ampliar las miras disputen proyectos pol?ticos alternativos.
?D?nde est?n les compa?eres?
En un texto reciente, Aldo Casas se?alaba que “Debemos buscar compa?eras y compa?eros en esas “otredades” humilladas y marginadas que son las comunidades de pueblos originarios, los colectivos de lucha contra el extractivismo, el pobrer?o urbano, los trabajadores que sufren el ajuste y la precarizaci?n, en las luchas contra el patriarcado y la violencia de g?nero, etc?tera. Nuestro marxismo debe ser capaz de actuar, hablar y pensar con ellos y desde ellos para ayudar a poner de pie una multivariada fuerza social popular capaz de proyectar un nuevo horizonte anticapitalista. Contribuir a imaginar proyectos comunes alternativos y a forjar la voluntad colectiva y revolucionaria de llevarlos a la pr?ctica”. (Casas, 2018)
Parece de perogrullo, pero son muchas las organizaciones populares hermanas que a la hora de buscar compa?eres, no buscan all? sino en el kirchnerismo, intentando un di?logo de sordos que cada vez m?s se demuestra mon?logo en el que unos ordenan y el resto tristemente se amolda mientras “surfea” diferencias.
Es claro que un encuentro de media hora con Cristina o Axel Kicillof tendr? m?s prensa que horas mateando con do?as o j?venes del barrio. Pero esto ?ltimo resulta m?s productivo adem?s de m?s agradable. Necesitamos ir a hablar, pero no como los evangelistas, porque se puede llevar un mensaje de izquierda como se lleva el mensaje de Dios. Necesitamos dialogar, aprender y ense?ar simult?neamente. Di?logo desde donde planificar las pr?ximas movidas, desde donde construir comunidad.
Hay hechos peque?os que s?lo son material de an?cdotas, pero hay otros que se?alan iniciales rumbos de transformaci?n. En las calles constantemente pasan chicas, muy j?venes, con pa?uelos verdes anudados. Esto trasciende la lucha feminista. Hace poco, estando quien escribe en el subte, un hombre le grit? a otro “bolita de m.., por qu? no te va a tu pa?s”. Al instante, decenas de mujeres insultaron al agresor hasta hacerlo bajar del subte. En la pelea de las Universidades, en las tomas y clases p?blicas, las chicas con pa?uelo verde tambi?n eran vanguardia. En muchas empresas comienzan a organizarse comisiones de mujeres. El pa?s ya no volver? a ser el mismo.
Surge una izquierda social muy extendida y joven, que trasciende en mucho a las org?nicas y que quiz?s no se dice de izquierda pero tiene pr?cticas y objetivos que se pueden considerar como tal. Las imprescindibles iniciativas de articulaci?n no pueden entonces limitarse a coordinar organizaciones que, con todo lo valioso que tengan, no resultas suficientes. Necesitamos nuevas formas de encuentro, formaciones pol?ticas conjuntas abiertas, encuentros de debate pol?tico, despliegue de iniciativas comunes, construcci?n de movimientos pol?ticos en diversos terrenos como la educaci?n p?blica, la soberan?a energ?tica o la ruptura del FMI, imprescindibles para la construcci?n de una nueva alternativa pol?tico-social nacida desde abajo, que termine con la escisi?n entre lo pol?tico y social que conduce a valiosxs compa?erxs a construir meros aparatos electorales.
Esta nueva generaci?n despierta esperanzas y temores. Esperanza: la nueva generaci?n que nace en las luchas no est? infectada por las taras del progresismo y en la que “ir por todo” no es palabrer?o hueco sino una realidad. Temor: que tengan que empezar de cero. Me lo ense?? hace poco una compa?era joven que me retruc?, cuando habl? de recambio generacional, que no necesitamos un “recambio” sino una integraci?n generacional. Tiene raz?n, es mucha la experiencia acumulada en nuestro pueblo.
Se cumplen 100 a?os del asesinato de Rosa Luxemburgo, que ya entonces nos advirti? que la disyuntiva al capitalismo era “socialismo o barbarie”. Lo ?nico en duda de dicha f?rmula es si el capitalismo nos reserva un destino de “barbarie” o un holocausto planetario.
En Argentina, el pueblo nunca ha soportado mucho tiempo las cadenas. La feroz dictadura o el neoliberalismo sin m?scara de Menem-De la Rua pueden dar fe de ello. Macri y lo que el significa para el pueblo, ser? entonces derrotado. No con f?rmulas de los de siempre sino, como dec?a Rodolfo Walsh, con la astucia y la fuerza popular.
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Referencias
Casas, Aldo (2018). Nuestro Marx y los desaf?os del presente. En: https://herramienta.com.ar/articulo.php?id=2883
F?liz, Mariano y Pinassi, Mar?a Orlanda (2017). La farsa neodesarrollista y las alternativas populares en Am?rica Latina y el Caribe, Buenos Aires, Herramienta. https://lahaine.org/fJ3A
Fern?ndez Savater, Amador (2018). En: http://contrahegemoniaweb.com.ar/el-fascismo-que-viene-y-la-disputa-cotidiana-en-el-terreno-de-los-afectos/
Holloway, John (1994), Marxismo, Estado y capital, Editorial Tierra del Fuego.
Stratta, Fernando (2018). Movimientos Sociales y Estado. Notas para pensar la construcci?n de poder popular. En: https://lahaine.org/bK0z
Yofra, Daniel (2017), En: http://federacionaceitera.com.ar/2017/02/01/acerca-del-valor-y-el-precio-de-la-fuerza-de-trabajo/
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