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El zapatismo y la disputa por la historia (presente)

Mariana Mora y Pablo Gonz?lez :: 02.02.19

Uno de los aspectos m?s luminosos del zapatismo ha sido la invitaci?n a no reproducir una pol?tica de solidaridad basada en los pueblos ind?genas como actores que requieren ser salvados o quienes deben estar agradecidos por tener aliados.

El zapatismo y la disputa por la historia (presente)
Mariana Mora Y Pablo Gonz?lez*
La Joprnada

Durante las primeras semanas de 2019 han surgido debates p?blicos respecto al papel que ocupa el Ej?rcito Zapatista de Liberaci?n Nacional (EZLN) en la historia de M?xico y en relaci?n a otras luchas antisist?micas a escala mundial. Desde las redes sociales que circulan en M?xico y en Estados Unidos hemos le?do diversos intentos por deslegitimar la base ?tica y el horizonte pol?tico que los zapatistas han mantenido firmemente a lo largo de estos a?os, cr?ticas que argumentan que el EZLN es producto del salinismo o que Galeano es un cacique regional que s?lo aparece en la escena p?blica para negar el voto de 30 millones de mexicanos. Por otro lado, diversos actores y colectivos han salido a defender los logros del zapatismo, afirman que la autonom?a ejercida por sus bases de apoyo es una estrella a seguir. Dicha polarizaci?n inhibe la posibilidad de entrar en una reflexi?n profunda (y necesaria) sobre las influencias y desaf?os que el zapatismo ha generado entre diversas luchas de los de abajo durante los pasados 25 a?os (incluyendo muchos que ahora militan en Morena), corre el riesgo de convertirse en dos lados r?gidos de la misma moneda e invisibiliza una disputa de fondo.

La suma de diversas cr?ticas, tanto intencionales y calculadas (algunos pol?ticos e intelectuales que acusan al EZLN de abandonar las luchas de otros pueblos ind?genas y organizaciones de abajo), como apol?ticas porque su raz?n de ser consiste en alborotar cualquier avisp?n tem?tico con tal de provocar reacciones agudas (los trols) apunta a que controlar la narrativa sobre la memoria del pasado reciente es un elemento central para la permanente legitimidad de la Cuarta Transformaci?n. Por eso el 25 aniversario del levantamiento se ha convertido en el pretexto para disputar el papel que ocupan las diversas izquierdas durante el periodo neoliberal.

La historia, como bien nos recuerdan los protagonismos en torno a la memoria del 68, legitima qui?n es o no un actor pol?tico relevante en el presente. En ese sentido, intentos de minar el car?cter moral y ?tico del zapatismo pretenden debilitar su capacidad de ser uno de los contrapesos frente a la nueva administraci?n, con la potencia de anclar propuestas de transformaci?n social en un horizonte descolonial, antirracista (y por ende anticapitalista). Desde su enunciado pol?tico no hay cabida para un proyecto de corte desarrollista como el Tren Maya o para la Guardia Nacional.

Si no ponemos atenci?n a los trols y bots que llenan el mundo tuiter, todav?a nos quedamos con los discursos de los que intentan girar la conversaci?n al argumentar que el EZLN los ha abandonado despu?s de que ellos lo apoyaron y mostraron su lealtad. Dichos argumentos tienen como subtexto una ret?rica antiind?gena. El EZLN no nos (leer, mestizos) debe absolutamente nada. Uno de los aspectos m?s luminosos del zapatisma ha sido la invitaci?n a no reproducir una pol?tica de solidaridad basada en los pueblos ind?genas como actores que requieren ser salvados o quienes deben estar agradecidos por tener aliados. Y no sobra se?alar que la (reciclada) ret?rica de la estructura pol?tica militar del EZLN (leer, Galeano y Marcos) manipula a las comunidades ind?genas para cumplir con intereses pol?ticos oscuros es directamente racista.

Limitarnos a preguntar qu? est? en juego en la (re)escritura de esos 25 a?os niega la realidad vivida a partir de las luchas cotidianas de los de abajo, incluyendo las mujeres y los hombres tseltales, tsotsiles, tojolabales y choles zapatistas. ?Qu? aportaciones ofrecen ellos al debate? En sus palabras y acciones escuchamos la elaboraci?n de una contra narrativa que le resta protagonismo al salinismo (y administraciones subsecuentes) por ser un periodo de tiempo limitado; son la expresi?n m?s reciente de pol?ticas (neo) coloniales m?s amplias. El despojo actual, los asesinatos y desapariciones forzadas no son s?lo resultado de la fase m?s voraz de neoliberalismo o de los intereses del capitalismo gore global, sino un recordatorio de la permanente presencia de fuerzas coloniales, aun despu?s de m?s de 200 a?os de independencia. Por eso la insistencia de las bases de apoyo al se?alar que los megaproyectos de desarrollo y pol?ticas extractivistas reflejan el retorno a la ?poca de las fincas, de la esclavitud, del ajvalil, el patr?n-gobierno. El racismo estructural, motor y efecto de estas pol?ticas, trastoca generaciones, dejando huellas dolorosas, el uts?inel, un dolor que atenta contra la dignidad humana y de la naturaleza, como bien describe el intelectual tseltal Xuno L?pez.

Para muchos colectivos en Estados Unidos, estas aportaciones te?ricas de las comunidades zapatistas han permitido producir y comprender la acci?n pol?tica bajo la administraci?n de Trump no como un nuevo momento, sino el resurgimiento neofascista de la derecha como parte de un asentamiento de fuerzas coloniales racistas y de violencia patriarcal; cuestionan tambi?n qu? tan transformativo fue el periodo de Obama si durante su administraci?n se cometieron tantos actos de violencia contra comunidades negras y se ampli? la pol?tica antimigrante del Estado.

Desde est? ?ptica, no es suficiente frenar las pol?ticas neoliberales, ni resucitar pol?ticas multiculturales estatales o proyectos de corte nacional, sino elaborar estrategias transfronterizas que alimentan la constante reproducci?n de contranarrativas que mantienen en la mira las visiones pol?ticas que el zapatismo comparte con otros movimientos, comunidades y organizaciones ind?genas y afrodescendientes. Intentar borrar el legado viviente del zapatismo es tambi?n minar la persistencia de luchas como las de los familiares de los 43 de Ayotzinapa, Ferguson, Cher?n o Standing Rock, entre centenares de acciones colectivas.

*Profesora e investigadora de CIESAS-Ciudad de M?xicoMX; profesor en UC Berkeley


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