Nota de Clajadep:
No lloran tanto por la pérdida de los feligreses, sino por que éstos se apartan de las instituciones en general rechazando a los profetas que los llevan al cielo y a los que los llevan a la utopía.
Es hora de romper con Tomás Moro, acabar con las iglesias y reconstruir las comunidades cristianas y de otras creencias, que vivan su espiritualidad con sus cuerpos en comunión cotidiana compartiendo el pan de cada día, con autonomía, y ya no más siguiendo biblias ni caminos trazados por el orden que acabó con el caos.
Al principio era el caos, pero vino el orden. O sea, vino la propiedad, el comercio, el patriarcado, el poder y la opresión.
Tenemos que volver al principio. Fuera el orden social. Que vuelva el caos, la anarquía, el comunismo.
Ese es el miedo de los cuervos defensores de las instituciones. Que volvamos a nuestras raíces.
Y lo estamos haciendo.
No son más utopías, sino abrazos y miradas, flores prisioneras que abren sus pétalos a la libertad rompiendo las cadenas de las instituciones.
A reconstruir las comunidades, religiosas o no. A crear el nuevo tejido social con la aguja de las manos y el hilo del afecto.
Clajadep
México D.F. Sábado 27 de diciembre de 2003
El número de personas alejadas de la fe y de no practicantes aumentó considerablemente en las dos décadas recientes, sobre todo entre las clases media y alta, afirma el Consejo del Episcopado Latinoamericano (Celam), el cual reconoce abiertamente que la exclusividad de que gozaba la Iglesia católica en ciertos países y regiones “comienza a diluirse, y su voz pasa a ser una entre otras muchas”. Además, en el proceso mismo de la globalización, ha crecido la oferta de alternativas de credo, lo cual ha favorecido la aparición de un “auténtico supermercado religioso”.
En la segunda parte del análisis en que se basa su plan global de trabajo para los próximos tres años, la jerarquía católica de la región hace un recuento de los desafíos y de la problemática religiosa a la que tiene que responder en sus programas pastorales. Se señala que ante la escasa preparación religiosa de los fieles, en medio de un proceso de globalización como el que vive el mundo, hay quienes pretenden tratar de recuperar el pasado por viejos esquemas y prácticas de evangelización, pero hay otros que desde hace tiempo plantean la necesidad de reformular el lenguaje de la fe y recurrir a nuevas estrategias.
“La Iglesia se encuentra ante una alternativa: anunciar el mensaje en las formas, esquemas y lenguajes tradicionales, o anunciar el mismo mensaje en lenguajes nuevos y teniendo en cuenta la simbología de la generación actual. La creatividad es, en este momento, imperativo impostergable para dar respuestas a las situaciones inéditas que está presentando el tiempo actual.”
De hecho, el documento episcopal asegura que la comunidad cristiana no puede ser signo de esperanza en medio de un mundo globalizado si se siguen, por inercia, los mismos esquemas que, aunque loables, fueron vividos en otro contexto histórico; “estos esquemas consuelan, pero no engendran cambio alguno”.
Generar inquietudes de participación y compromiso, el reto
Asimismo, reconoce que si bien es cierto que en muchos ámbitos el contexto de globalización genera tensión y exclusión, en el del diálogo que la Iglesia católica establece con el mundo, sin negar tensiones que nunca faltan, el reto pastoral es abrir nuevas posibilidades y generar inquietudes de participación y compromiso, especialmente desde la vocación y misión de los laicos, llamados a asumir su protagonismo en este momento de la historia.
Pero al mismo tiempo, la jerarquía católica regional reconoce que no todas las comunidades han sido suficientemente evangelizadas y que existe cierto grado de analfabetismo religioso, pese a que los pueblos latinoamericanos tienen una fuerte religiosidad popular, cuya máxima expresión es la devoción a la Virgen María y cuentan con muchas tradiciones centenarias, pero que están lejos de ser sectores católicos formados integralmente en su fe. Es decir, los laicos que están llamados a tener mayor participación en las tareas de la Iglesia no están suficientemente preparados.
El documento episcopal señala con cierto tono de alarma la realidad religiosa que vive América Latina, reconociendo que en las décadas recientes ha crecido de manera importante tanto el número de personas que ha dejado la fe católica como el de no creyentes, aunque no proporciona cifras ni estimaciones en este sentido. Aun así, los obispos consideran que en la actualidad se percibe por parte de las personas cierta necesidad e intereses por recuperar el sentido de la trascendencia y de los valores religiosos.
Pero esta nueva búsqueda creciente de alternativas religiosas, generada por el fracaso de la vida moderna para dar sentido a la existencia humana, ha favorecido la aparición de un auténtico “supermercado religioso”. La expresión de fe de no pocos tiene características holísticas, eclécticas y seculares; ya no está ligada a lo institucional, a lo confesional, responde más bien a la inquietud del sentimiento religioso y poco a la búsqueda de Dios como persona.
En una compleja realidad, donde los problemas y retos de la Iglesia católica están entrelazados, el documento de los obispos señala que en el proceso de globalización, ligado a la creciente pobreza y marginación y todo lo que ello representa, está también la difícil realidad religiosa de los países de América Latina, fenómeno de desajuste que vive el núcleo que aglutina a toda sociedad: la familia, que se encuentra sumergida en una enorme crisis que atenta también contra la sociedad misma.
Sobre el particular, se dice que los cambios recientes han ocasionado, gradualmente, una descomposición del modelo tradicional de familia nuclear, que actualmente padece un proceso de desinstitucionalización e individualización, de forma que comportamientos antes considerados desviados han sido en buena medida desestigmatizados, creándose así un nuevo campo de tolerancia hacia las formas alternativas de convivencia familiar.
“En este momento histórico, la Iglesia se pregunta: ¿qué puede hacer, como madre o maestra, frente a las numerosas familias que viven en situaciones difíciles e irregulares, para que constituyan ámbitos de desarrollo humano y de formación en la fe?”, dice el documento, en el que acepta la ineludible tarea de leer e interpretar los cambios de la nueva época y redescubrir su misión evangelizadora, así como señalar los modos de realizarla.
La propuesta global que presentan los obispos latinoamericanos, y que en reiteradas ocasiones ha expresado el papa Juan Pablo II, es la globalización de la solidaridad o formular una ética que permita humanizar a la globalización. Para ello, plantean reconstruir los vínculos de pertenencia y responsabilidad social.
Y es que hoy, al exaltarse el valor de la libertad, la búsqueda de la autonomía del hombre y privilegiar la esfera de lo privado sobre lo social, en realidad se está imponiendo un individualismo práctico que tiene sus consecuencias en el campo de la política, la economía y la vida social en general.
El precio de esta búsqueda de la individualidad trae consigo la disolución de los vínculos familiares, comunitarios, étnicos, culturales y políticos, lo cual tiende a comprometer la vida y su desarrollo.
Esta situación, dice el documento, es un desafío para los cristianos, quienes están llamados a vivir y construir solidariamente su entorno, en relación abierta con los creyentes y con los demás miembros de la sociedad. Reconstruir los vínculos que recompongan el tejido social, y que hacen posible el verdadero desarrollo del hombre, es una tarea que encuentra un área fundamental en la familia, como espacio vital donde se reconstruyen los principios, las actitudes y las acciones que luego dan origen a la red de relaciones que el hombre construye en la vida social.