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La tecnolog?a, ?herramienta de dominaci?n op mecanismo de liberaci?n?

Alberto Acosta :: 06.02.19

?En una sociedad tan intensamente industrializada, la gente est? condicionada para obtener las cosas m?s que para hacerlas; se le entrena para valorar lo que puede comprarse m?s que lo que ella misma puede crear. Quiere ser ense?ada, transportada, tratada o guiada en lugar de aprender, moverse, curar y hallar su propio camino. Se asignan funciones personales a las instituciones impersonales.?
Ivan Illich

La tecnolog?a, ?herramienta de dominaci?n o mecanismo de liberaci?n?

Por: Alberto Acosta
Ecuador Today

?En una sociedad tan intensamente industrializada, la gente est? condicionada para obtener las cosas m?s que para hacerlas; se le entrena para valorar lo que puede comprarse m?s que lo que ella misma puede crear. Quiere ser ense?ada, transportada, tratada o guiada en lugar de aprender, moverse, curar y hallar su propio camino. Se asignan funciones personales a las instituciones impersonales.?
Ivan Illich

Sin negar cu?n importantes son los veloces avances tecnol?gicos -tanto los de las ?ltimas d?cadas como aquellos por venir- cabe notar que ?stos no siempre benefician a toda la Humanidad. Por ejemplo, hay segmentos enormes de la poblaci?n mundial que no acceden por igual a la inform?tica. A?n hoy, en pleno siglo XXI, cientos de millones de personas no han tenido contacto con Internet (de hecho, a enero de 2018 se estima que 3.572 millones de personas no tienen acceso a la red ) . Y muchos que, si lo tienen, son verdaderos analfabetos tecnol?gicos: est?n presos de una tecnolog?a que no conocen, ni pueden usar a plenitud, al tiempo que devienen cada vez m?s en adictos sumisos, pasivos y dominados de estas nuevas tecnolog?as.

Adem?s, tanto avance tecnol?gico no es indispensable para resolver los graves problemas sociales que afectan a la Humanidad, por ejemplo, el hambre. Producimos alimentos en el planeta que cubrir?an las necesidades de 10 u 11 mil millones de personas, m?s que suficiente para los actuales 7,5 mil millones de humanos; pero diariamente se van a su casa con hambre entre 800 millones y mil millones de personas. De hecho, las soluciones frente a la urgencia de asegurar los m?nimos nutricionales para todos los habitantes del planeta, ?no son respuestas de m?s tecnolog?a alimentaria, ni de m?s productividad?, apunta con claridad el catal?n Gustavo Duch . Basta ver que, cada a?o, alrededor de un tercio de todos los alimentos producidos en el mundo se desperdician . M?s all? de distribuir con mayor equidad los alimentos y de producirlos seg?n la demanda alimenticia humana -y no la especulaci?n o el hambre del autom?vil-, urge hacer realidad la soberan?a alimentaria que implica el control por parte del campesinado de su agricultura y de toda su alimentaci?n, es decir todo manejado desde los pueblos, no desde las corporaciones.

As?, afloran varias preguntas: ?Es socialmente neutra la tecnolog?a? ?Puede el incesante progreso tecnol?gico resolver los enormes problemas sociales existentes? ?Cu?les son los l?mites de las tecnolog?as? Tales dudas no implican un conservadurismo ante el progreso tecnol?gico, sino una cr?tica sobre su sentido. Guste o no, la tecnolog?a moderna est? cada vez m?s subsumida a la auto-valorizaci?n del capital, volvi?ndose nociva en muchos aspectos. Es m?s, el avance tecnol?gico tiende a acelerarse en aquellas actividades que benefician a la acumulaci?n (un ejemplo cruel es el avance tecnol?gico militar), mientras que en otras el avance es lento y hasta llega al estancamiento, o peor a?n a la marginaci?n: un ejemplo es el encarcelamiento tecnol?gico del mercado de las patentes ( cuya supuesto ?incentivo a la innovaci?n? es m?s que cuestionable ), como sucede con muchas medicinas que podr?an paliar problemas de salud en el mundo.

Por tanto, la tecnolog?a -el instrumento o la fuerza que permite hacer algo, diferente pero complementaria de la t?cnica: conocimiento o habilidad de usar la tecnolog?a- no es socialmente neutra. Con frecuencia se desarrollan nuevas tecnolog?as seg?n las demandas de acumulaci?n capitalista. No olvidemos que toda tecnolog?a tiene inscrita una ?forma social?, es decir, una forma de relacionamiento entre unos y otros y de construirnos a nosotros mismos; basta mirar la sociedad que ?produce? el autom?vil y el tipo de energ?a que demanda: individualismo y consumo de combustibles f?siles vienen en gran medida de la mano?

?Cu?l forma social est? impl?cita en los avances tecnol?gicos -presuntamente democratizadores- a los que deber?amos enrolarnos todos?

Por ejemplo, en la cotidianidad muchos ?avances? tecnol?gicos sustituyen a la fuerza de trabajo -sea f?sica o intelectual- volviendo caducos a varios trabajadores , as? como excluyendo o desplazando a quienes no pueden acceder a la tecnolog?a; todo esto redefine al trabajo mismo, normalmente contribuyendo a su flexibilizaci?n, casi siempre sin?nimo de m?s explotaci?n. Lo humano termina siendo mera herramienta para la m?quina, cuando la relaci?n deber?a ser inversa (aunque siempre dentro de determinados l?mites pues, como se?al? Polanyi, sabemos mucho m?s de lo que podemos explicar y quiz? ese conocimiento es el que nos distingue de las m?quinas , idea similar que se recoge en la llamada ? paradoja de Moravec ?). Desde esa perspectiva, para que exista otra t?cnica, que incluya a las personas al trabajo en vez de excluirlas, es necesario transformar las condiciones y relaciones sociales de producci?n. El objetivo es que la t?cnica potencia a las fuerzas humanas, no que las reemplace.

M?s grave a?n es ver c?mo los avances tecnol?gicos recientes han devenido en ?una herramienta capaz de controlar multitudes con la misma eficacia que el control individualizado. Las tecnolog?as que se han desarrollado en los ?ltimos a?os, muy en particular la inteligencia artificial, van en esa direcci?n? se desarrollan prioritariamente aquellas que son m?s adecuadas para el control de grandes masas,? explica Ra?l Zibechi . Un ejemplo es el monitoreo absoluto chino: el sistema de vigilancia del pa?s m?s poblado del mundo lleg? a la identificaci?n facial -logro de ciencia-ficci?n- en donde ya han instalado 176 millones de c?maras de vigilancia, y hasta el 2020 esperan haber colocado otras 200 millones .

Nadie puede dudar que vivimos en una ?poca de dominaci?n tecnol?gica, que como anota el mismo Zibechi: ?es parte de la brutal concentraci?n de poder y riqueza en los estados, que son controlados por el 1 por ciento m?s rico?.

Las redes sociales, que parec?an liberalizadoras, incluso democratizadoras (recordar la primavera ?rabe), son cuestionadas. George Soros , el gran especulador global, en el reciente Foro del 1% m?s rico, en Davos ? le?do en Diario El Pa?s de Espa?a -, afirm? que mientras petroleras y mineras explotan el medioambiente, las redes sociales explotan el ambiente: influyen en c?mo la gente piensa y act?a, implicando un riesgo para la democracia (volvi?ndose hasta un problema de salud p?blica). Facebook, propietaria de Instagram y Whatsapp, registra a m?s de 2.130 millones de personas como parte de su comunidad; 332 millones en Twitter. El 67% de adultos norteamericanos declaran informarse v?a redes sociales. Estas redes sociales no necesariamente crean la informaci?n, pero si la priorizan seg?n las necesidades de los negocios involucrados, es decir de la acumulaci?n de sus capitales.

Esta afirmaci?n obviamente repercute en la econom?a global, pues las redes sociales y sus desarrollos tecnol?gicos son monopolizados por pocas grandes transnacionales, que combinan el control de la informaci?n con la especulaci?n financiera, en un ejercicio de acumulaci?n global inaudito.

El mundo que anticip? Orwell , gracias a grandes avances tecnol?gicos, comienza a ser una realidad cotidiana en China, Rusia, EEUU, Australia? En los EEUU se discute sobre la influencia que pudieron tener internautas rusos en las elecciones en las que sali? como vencedor Donald Trump: habr?a alcanzado a 150 mil ciudadanos norteamericanos, una cifra que supera la de 126 millones de votantes, en un resultado donde cien mil votos fueron decisivos . En Alemania tambi?n se han denunciado acciones desde grupos de la derecha extrema para beneficiar al partido Alternativa para Alemania (AfD) en las pasadas elecciones del Parlamento Alem ? n . Incluso en pa?ses m?s peque?os y pobres, como Ecuador en donde durante el gobierno del caudillo del siglo XXI (Rafael Correa) se instaur? un sistema de control policial -que rebas? el ?mbito criminal- para perseguir a movimientos sociales y a opositores del r?gimen. Y todo indica que esta potencial amenaza a la democraciareci?n empieza?

No es menos angustioso el impacto que est?n produciendo las tecnolog?as de la comunicaci?n en la ni?ez y la juventud. El 48% de los j?venes que pasan m?s de cinco horas al d?a conectados al m?vil ha sufrido depresi?n, aislamiento o tendencias suicidas , resultado de ?un modelo empresarial basado en engatusar a los ni?os desde peque?os?, como anot? en los Estados Unidos un senador dem?crata. Semejante situaci?n se combina con la violencia exacerbada facilitada por el avance tecnol?gico, por ejemplo, en el empleo de armas sofisticadas en tiroteos masivos (que mes a mes causan cientos de muertes en EEUU ).

Conocer tal realidad implica revitalizar la discusi?n pol?tica, ofuscada por la fe tecnol?gica. Al endiosar a la tecnolog?a se tiende a abandonar los aspectos sociales cruciales para mejorar la vida humana. Por ejemplo, creer que los problemas ambientales globales se resolver?n con mejora tecnol?gica es un error muy caro; se ha demostrado que las normas y regulaciones (a?n insuficientes) han sido m?s efectivas que los avances tecnol?gicos y mucho m?s que las simplonas salidas de mercado (camufladas como ?econom?a verde?). Aplaudidos logros, al contrario, pueden ser perversos: un ejemplo son los autom?viles el?ctricos que, si bien reducen el consumo de combustibles f?siles por unidad de transporte, demandan m?s y m?s minerales de todo tipo (desangrando a?n m?s a continentes altamente explotados como ?frica o Am?rica Latina), ocasionando hasta un aumento del n?mero de veh?culos demandados: ?efecto rebote?.

Un reto clave recae en ver c?mo se controlan conocimientos y tecnolog?as. En realidad, muchas nuevas tecnolog?a provocan renovadas formas de desigualdad y de explotaci?n, as? como de enajenaci?n, dominaci?n y de hegemon?a: la dominaci?n tecnol?gica se vuelve ?normal?, es aceptada voluntariamente y hasta deviene en deseable para los dominados (por ejemplo, personas desesperadas comprando tel?fonos donde voluntariamente registran hasta su informaci?n facial ). Por lo tanto, se debe impedir que las m?quinas dominen a las personas, como recomendaba Iv?n Illich, cuyo pensamiento, junto al de Andr? Gorz, cobra creciente vigencia cada d?a que pasa.

Hay que valorar la capacidad de reparar las m?quinas para controlarlas. Hay que aumentar la durabilidad de los bienes materiales proscribiendo cualquier obsolescencia programada. Hay que pasar progresivamente de una econom?a productora de bienes materiales a una de bienes inmateriales no contaminantes. Hay que revalorizar las miles de respuestas peque?as en todas partes del planeta para asegurar la soberan?a alimentaria desde abajo, desde el campesinado y desde los huertos urbanos (donde no solo importa el consumo -que puede exacerbarse con la sobreproducci?n tecnificada- sino tambi?n las condiciones de producci?n). Hay que liberarnos de la econom?a del crecimiento permanente y de la acumulaci?n de bienes interminable, din?micas que son la esencia misma de la sociedad capitalista.

En estas condiciones se construyen respuestas desde abajo, en contra corriente. As?, cual c?rculos conc?ntricos provocados por una piedra lanza en un lago, se expanden inclusive en ciudades grandes, muchos ejercicios alentadores en donde los actores sociales intercambian mutuamente conocimiento artesanal; cambian tierras bald?as y levantan con autogesti?n nuevos espacios abiertos para todas y todos; y a trav?s de estas pr?cticas ampl?an tambi?n sus m?rgenes de acci?n, como nos cuenta Christa M?ller de la Fundaci?n Anstiftung .

Las tecnolog?as, sobre todo las que ahorran fuerza de trabajo (f?sica o mental), deber?an liberar al ser humano del trabajo orientado a acumular capital, permitiendo instaurar jornadas laborales menos extenuantes, tal como se consigue en varios pa?ses industrializados: en Alemania los trabajadores acaban de conseguir que se pueda establecer una semana de 28 horas de trabajo, para amplia el tiempo en familia . Y eso puede lograrse, por ejemplo, tambi?n liberando el conocimiento cient?fico e impulsando un di?logo respetuoso con los saberes ancestrales, mientras las estructuras de producci?n y consumo se transforman para construir sociedades donde la explotaci?n a la Humanidad y a la Naturaleza sea inviable.

Afrontamos complejidades m?ltiples inexplicables desde la monocausalidad. Y menos a?n con simples respuestas escapistas. Precisamos respuestas m?ltiples, diversas, peque?as y grandes (si fuera posible). Sin desestimar las acciones gubernamentales y la construcci?n de alternativas estrat?gicas de largo plazo, estando el control sobre los cuerpos en la mira del poder -como plantea Zibechi- esos cuerpos son y ser?n los campos de batalla. La lucha, una vez m?s, ser? desde abajo, multiplicando rebeld?as, resistencias y desobediencias ciudadanas tanto frente a los grandes como a los peque?os y cotidianos usos tecnol?gicos que terminan construyendo hegemon?a.

Urge identificar y -de ser posible- transformar las herramientas de dominaci?n, como las redes sociales, en instrumentos de comunicaci?n y organizaci?n liberadora. Esta acci?n que, en ning?n momento debe restringir la libertad de expresi?n e informaci?n, debe estar guiada por las luchas de aquellos grupos hist?ricamente oprimidos -desde enfoques feministas hasta ind?genas, incorporando las visiones ecologistas y socialistas-, as? como de propuestas comunitarias de quienes viven -o al menos imaginan- un mundo de libertades plenas, viable en la medida que confluyan la justicia social y la justicia ecol?gica. En definitiva, necesitamos un ejercicio de contra-hegemon?a tecnol?gica.-


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