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Venezuela y la guerra por el “excremento del diablo”

Alberto Acosta :: 13.02.19

Las presiones e intereses del imperialismo occidental chocan con las del imperialismo de oriente, como Rusia y sobre todo China. Como plantea Emiliano Ter?n Mantovani, “China es tambi?n responsable de la crisis venezolana actual”; Rusia tampoco se queda atr?s con los multimillonarios pr?stamos entregados (e incluso con las importantes ventas de armamento al pa?s caribe?o).

Venezuela y la guerra por el ?excremento del diablo?

Por: Alberto Acosta |
Martes, 12/02/2019 08:16 PM

“Las guerras son peleadas por pozos petroleros y estaciones de carb?n. Por el control de los Dardanelos o del Canal de Suez; por cosechas coloniales a las que se pueda comprar barato y mercados conquistados a los que se pueda vender caro. La guerra es el capitalismo, pero sin guantes”
-Tom Stoppard-

Al finalizar el siglo XIX, las exigencias de los acreedores internacionales entramparon a Venezuela. Las grandes potencias de la ?poca: Gran Breta?a y Alemania, en noviembre de 1902 enviaron un ultim?tum para satisfacer sus reclamos. El gobierno de Caracas, al no conseguir m?s recursos -aun imponiendo nuevos impuestos y entregando sus ingresos aduaneros- propuso negociaciones por separado a los acreedores.

Los acreedores ignoraron la respuesta venezolana y a principios de diciembre enviaron sus flotas. El pa?s fue bloqueado por la flota anglo-germano-italiana hasta febrero de 1903. Resultado: los pocos barcos venezolanos, destruidos; y, Puerto Cabello, La Guaira y Maracaibo, bombardeados. Las tropas extranjeras desembarcaron para proteger a sus connacionales y a sus intereses de la “tiran?a extranjera”, como dir?a -para justificar la acci?n imperial- el canciller imperial alem?n el pr?ncipe Bernhard Heinrich Karl Martin von B?low (todo esto en el contexto del gobierno del presidente-nacionalista Cipriano Castro, opuesto a varias empresas extranjeras que financiaron una guerra civil para defenestrarlo entre 1901-1903; hasta que fue derrocado por quien ser?a el dictador que inaugurar?a la Venezuela petrolera: el “benem?rito” Juan Vicente G?mez).

M?s de un siglo despu?s vuelven a Venezuela las sombras de una posible invasi?n imperial; agresi?n que, como en otros rincones del mundo, busca justificarse bajo el lema de “traer libertad y democracia?”. El asunto parece local. Y lo es, en cuanto la cuesti?n sobre cu?l es el presidente leg?timo de Venezuela les ata?e a los venezolanos y a nadie m?s. “Un an?lisis de la situaci?n en Venezuela m?s all? de los lugares comunes”, como propone Decio Machado, permite afirmar que internamente el conflicto

“hace tiempo dej? ser una cuesti?n de ideolog?a o de clase. Venezuela se ha convertido en un Estado mafioso en el cual su c?pula dirigente se enfrenta con una oposici?n que tambi?n responde a intereses claramente espurios, apoyado por unas potencias que contin?an con una l?nea de injerencia y reproducen una historia de siglos de dependencia.”

En efecto, sobre el pa?s caribe?o chocan cada vez con m?s fuerza “los sables” y “las chequeras” de las grandes potencias del momento (EEUU, China, Rusia e incluso la Uni?n Europea). Esa injerencia de potencias extranjeras -tanto en la oposici?n como el gobierno- hace que la explosiva situaci?n interna tenebrosamente pierda su car?cter local.

Sin detallar el conflicto actual y rechazando cualquier injerencia imperial -venga de donde venga- cabe preguntarse por una explicaci?n profunda de la situaci?n. En ese largo lapso desde el bombardeo europeo, y en especial al finalizar la Primera Guerra Mundial, Venezuela se consolid? como periferia petrolera estrat?gica (sobre todo para EEUU). Peor a?n, si tomamos los datos de Carlos Mendoza Pottell?, actualmente el pueblo venezolano carga sobre sus hombros la “maldici?n” de que en su pa?s se encontrar?an las mayores reservas hidrocarbur?feras del mundo. “Maldici?n” que otros rincones del mundo tristemente la han sufrido derramando sangre inocente.

Ya nadie duda a estas alturas que la tragedia venezolana encuentra muchas explicaciones en esta dependencia del “excremento del Diablo”, como defini? al petr?leo el venezolano Juan Pablo P?rez Alfonzo (1903-1979), uno de los creadores de la OPEP (Organizaci?n de Pa?ses Exportadores de Petr?leo) y quien marc? una ?poca en el manejo petrolero de su pa?s. Desde el control de los asfaltos hace cien a?os por parte de la “New York & Berm?dez Company”, subsidiaria de la General Asphalt, con sede en Filadelfia, la voracidad por los hidrocarburos venezolanos nunca ha dejado de crecer. Y en el ?ltimo tiempo ha aparecido un redoblado apetito tanto transnacional como de mafias locales por sus recursos minerales, como sucede de manera terrible en la cuenca del Orinoco.

A la par de la desesperaci?n por acceder a dichos recursos -o mejor digamos de la mano de esas apetencias-, los gobiernos venezolanos parcialmente han sacado alguna tajada para el pa?s. Sin embargo, sea obteniendo o no una mayor participaci?n en la renta petrolera, dichos gobiernos en varios momentos (o casi siempre), consciente o inconscientemente, han sido funcionales a las demandas de alguna facci?n del poder econ?mico internacional. El gobierno de Hugo Ch?vez, que hace veinte a?os despert? alguna esperanza de cambio de esa realidad, al menos en el discurso, tambi?n qued? atrapado en la l?gica de “la maldici?n de la abundancia” y de la funcionalidad a los intereses de grandes capitales transnacionales (entre rusos, chinos y dem?s, e incluso norteamericanos).

El manejo pol?tico inicial del gobierno de Ch?vez, junto con los enormes ingresos por exportaciones petroleras, que poco despu?s aumentaron a la par del creciente precio del crudo, le permitieron desplazar del poder y prevenir el mantenimiento de grupos y fracciones de poder, que tradicionalmente hab?an lucrado de la riqueza hidrocarbur?fera y que incluso controlaban el manejo de la actividad petrolera hasta el Paro Petrolero en el 2003. Recursos cuantiosos se destinaron a ampliar la cobertura social -desde una l?gica compensadora y clientelar- en varios ?mbitos, teniendo en la mira a sectores tradicionalmente excluidos. De paso, se justificaban con estas inversiones sociales las “bondades indiscutibles” de los extractivismos, que se aceleraron mientras se posterg? la superaci?n del -de por s? limitad?simo- desarrollo industrial e inclusive agr?cola del pa?s.

Esta disputa voraz por aprovechar la renta de la Naturaleza y sostener el poder, oblig? al gobierno a asignar cuantiosas sumas de dinero para reforzar sus controles internos incluyendo la represi?n a los opositores, frenando y debilitando las iniciativas comunitarias de los primeros a?os. Dentro de esa jugada, grupos de las fuerzas armadas del pa?s se beneficiaron de las rentas petroleras a cambio de mantener su respaldo al r?gimen. En especial, con Maduro en el poder luego de la muerte de Ch?vez, la represi?n adquiri? un tinte brutal que, junto con la ca?da de los ingresos petroleros, transform? al “clientelismo” pol?tico en un burdo uso de la fuerza y del chantaje. As?, al ahogar la participaci?n ciudadana sobre todo el madurismo termin? por vaciar la democracia, tendencia irreversible por m?s consultas repetidas hechas al pueblo en las urnas.

En semejante escenario, en vez de generar alternativas aut?nticamente democr?ticas, las oposiciones en su mayor?a obtusas y entreguistas, ahondaron el clima de violencia pol?tica existente. De hecho, tanto gobierno como oposici?n no han tenido reparo, en su momento, de utilizar al propio pueblo como carne de ca??n en medio de pugnas pol?ticas violentas que cada vez se acercan m?s a un enfrentamiento civil.

Con esto arribamos a una explicaci?n profunda: en la periferia capitalista, el hiperextractivismo -y la consecuente falta de transformaci?n estructural- camina de la mano del hiperpresidencialismo, que cobija y alimenta el autoritarismo y la corrupci?n. O en palabras de Eduardo Gudynas, “las distintas asociaciones entre extractivismos y corrupci?n se articulan entre s?, derivando hacia situaciones que erosionan la calidad de la democracia”, ahondando la violencia consustancial a los extractivismos (situaci?n vista tambi?n en otros pa?ses extractivistas, con gobiernos conservadores o progresistas, como es el caso de Ecuador y sus patolog?as de la abundancia).

M?s all? de una que otra acci?n y discursos soberanistas, en definitiva, la dependencia del petr?leo y los minerales en la periferia capitalista suele engendrar gobiernos caudillistas. Esto debilita las instituciones del Estado encargadas de hacer respetar las normas y fiscalizar al gobierno; carcome las reglas y la transparencia, alentando la discrecionalidad en el manejo de los recursos p?blicos y los bienes comunes; exacerba los conflictos distributivos por las rentas entre grupos de poder, consolidando a largo plazo el rentismo -y patrimonialismo-, subordinando clientelarmente a?n m?s a aquellos sectores populares excluidos y sin poder de negociaci?n sobre las rentas extractivas; alienta las pol?ticas cortoplacistas y poco planificadas de los gobiernos, disminuyendo la inversi?n y el crecimiento econ?mico; y hasta distorsiona la estructura productiva interna, con patolog?as econ?micas como la “enfermedad holandesa” u otras.

Y son estos gobiernos hiperpresidencialistas los que atienden de manera paternalista y clientelar las demandas sociales obteniendo recursos de la ampliaci?n de los extractivismos, configurando el caldo de cultivo para nuevas conflictividades sociopol?ticas y ecol?gicas. Tal como se constata con el fin del reciente ciclo de gobiernos progresistas, no se enfrentaron estructuralmente las causas de la pobreza y marginalidad, menos a?n la matriz productiva primario exportadora y dependiente (m?s cuando se toma en cuenta que muchos sectores burgueses que se “enchufan” al proyecto clientelar de hecho lucran de la dependencia y el estatus quo). Igualmente los significativos impactos ambientales y sociales, propios de estas actividades extractivistas a gran escala, aumentan la ingobernabilidad, lo que a su vez exige nuevas respuestas represivas?

En este complejo entorno emerge el actual conflicto venezolano. Las presiones e intereses del imperialismo occidental chocan con las del imperialismo de oriente, como Rusia y sobre todo China. Como plantea Emiliano Ter?n Mantovani, “China es tambi?n responsable de la crisis venezolana actual”; Rusia tampoco se queda atr?s con los multimillonarios pr?stamos entregados (e incluso con las importantes ventas de armamento al pa?s caribe?o). En palabras de Emiliano, la larga ruta de reformas legales, normativas, pol?ticas y medidas econ?micas en Venezuela han ampliado las fronteras de extracci?n petrolera y minera (sobre todo para beneficio de los capitales chinos); dando cada vez m?s cabida a formas de acumulaci?n neoliberal, lo que ?l llama el Largo Viraje.

Dicho esto, es evidente que la crisis de Venezuela es funcional a las potencias de los m?ltiples imperialismos que hoy se disputan el mundo (en lo que podr?a ser una “nueva guerra fr?a”). As?, tras los discursos por la “democracia”, la “libertad” y el “bienestar” del pueblo venezolano est?n los viejos y cochinos intereses imperiales, favorecidos -aunque no sea de manera expresa- por gobiernos extractivistas. Hasta se podr?a pensar que la acci?n de los gobiernos “progresistas” termin? volvi?ndose parte de todo un proceso de entreguismo al imperialismo de oriente, tal como en su momento los gobiernos neoliberales hicieron en beneficio del imperialismo de occidente.

Semejantes caminos nos retornan al punto de partida. Afrontamos un asunto glocal: tanto local como global. La respuesta local demanda la libre determinaci?n del pueblo venezolano -tal como plantea incluso en medio de una situaci?n cada vez m?s conflictiva y polarizadas entre otras agrupaciones la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constituci?n. Acci?n local que necesita combinarse con una acci?n global de solidaridad internacional que facilite ese proceso interno, alejando las tenazas imperialistas en marcha -como demanda un nutrido y destacado grupo de intelectuales y organizaciones sociales de diversas partes del planeta. En definitiva, precisamos una acci?n glocal que permita reconstruir, desde dentro -sin injerencias imperiales, as? como sin gobiernos t?teres o usurpadores- la democracia, la esperanza y la paz en Venezuela.-

[1] Economista ecuatoriano. Profesor universitario. Ministro de Energ?a y Minas, enero-junio 2007. Presidente de la Asamblea Constituyente y asamble?sta noviembre 2007-julio 2008.


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